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Nombre:

Asglhy Amada Pérez Vásquez


Matricula:
20-SDRN-6-005
Profesora:
Francia Tiburcio Aquino
Tema:
Colon y la consquista
Asignatura:
Historia Dominicana I
Sección:
231(DR)
Fecha:
31/01/2021
Capitulaciones de Santa Fe

El 17 de abril de 1492 se firmaron las capitulaciones de santa fe.


Llamadas así porque fueron firmadas en la localidad granadina
de Santa Fe, cuartel general cristiano durante el asedio de los Reyes
católicos contra el último vestigio de poder musulmán en la Península.

Las capitulaciones eran un contrato firmado entre los monarcas y


particulares para la realización de distintas operaciones o acciones,
pero dicho contrato no tenía un carácter bilateral sino que era más
bien una concesión y una merced de uno para con el otro, es decir, un
permiso real que le proporcionaba al particular exclusividad en la
misión encomendada.

Concretamente, en este documento que nos ocupa se recogían los


acuerdos alcanzados entre los Reyes Católicos y Cristóbal
Colon sobre la expedición para encontrar una ruta que llevase a
las Indias (las de Asia) a través del océano Atlántico, es decir,
navegando hacia el oeste.

Las pretensiones de Colón eran grandes, razón por la cual fue


rechazado en numerosas ocasiones por distintos reyes de la época.
Igualmente con los Reyes Católicos, que lo rechazaron en dos
ocasiones. Pero la insistencia del navegante y el hecho de que las
circunstancias del momento cambiaran permitió llegar a un acuerdo.
El texto del documento tiene un fuerte contenido mercantil, las
cuestiones religiosas y misioneras no aparecen a pesar del carácter
religioso con el que se tiñó posteriormente toda la expedición y
conquista. Este hecho es debido a que se supone que la intención
principal de la expedición era encontrar una ruta alternativa para
comerciar con Asia y no descubrir ni conquistar nuevos continentes.

En las Capitulaciones de Santa Fe se otorgaba a Cristóbal Colón lo


siguiente:

 El título vitalicio y hereditario de Almirante de la mar oceánica.


 El título de virrey y gobernador de las tierras que descubriera.
 El derecho a percibir la décima parte de todas las riquezas y
mercancías obtenidas en la empresa.
 La autoridad para intervenir y decidir sobre los problemas que se
originasen en cuestiones de riquezas.
 El derecho a contribuir sin preguntar a nadie con la octava parte de
los gastos de cualquier expedición, a cambio de recibir luego una
parte similar de los beneficios obtenidos.

A pesar de todos estos acuerdos y concesiones Cristóbal Colón murió


sin ser rico, logró gran cantidad de derechos y privilegios, pero sin
llegar a juntar la fortuna que podría esperarse. Por ello sus hijos
tuvieron que emprender una lucha judicial sin fin para materializar
esos derechos hereditarios derivados de estas capitulaciones y
recuperar algunos que le fueron posteriormente anulados, son los
conocidos como Pleitos colombinos.

Un hecho a resaltar es que en el encabezamiento de las


capitulaciones se hace referencia a que todo lo acordado afecta a “lo
que ha descubierto en las Mares Océanas y del viaje que ahora“, es
decir, según este documento ya se había descubierto algo, razón de
peso por la que quizás los Reyes Católicos aceptaron las desorbitadas
pretensiones del genovés.

De aquí se deduce la seguridad que tenían sobre que se iba a


encontrar algo al tener conocimiento sobre ello, quizás la única duda
era qué era exactamente lo que se podría encontrar y cuánto sería el
beneficio.

Hay diversas teorías que hablan sobre un prenauta que proporcionó


datos vitales o sobre algún viaje de Colón a la zona
de Terranova cuando navegaba con mercantes genoveses, pero no
son más que teorías sin ningún tipo de fundamento documental ni
histórico.

Las Bulas Papales

La bula es un documento pontificio, expedido por el papa o por la


Cancillería Apostólica, donde se trata de materias relacionadas con la
fe, concesiones de gracias o privilegios, así como asuntos judiciales o
administrativos. La palabra, como tal, proviene del latín bulla, que
significa „burbuja‟.
Este documento que trata normalmente asuntos políticos o religiosos,
en el caso de contener sello papal se conoce como bula papal o bula
pontificia. Estas son expedidas por la Cancillería Apostólica Papal
sobre asuntos de la administración clerical e incluso civil. El sello papal
es una pequeña medalla de plomo con una cruz en medio y una
representación de San Pedro y San Pablo y en el reverso el nombre
del papa del momento y el año de pontificado.
Bulas Alejandrinas es el nombre colectivo que se da al conjunto de
documentos pontificios: cinco manuscritos en latín sobre pergamino,
los cuales contienen las bulas papales concedidas en 1493 por el
papa Alejandro VI, con las cuales se sientan las bases del derecho
internacional.
En 1493, después del primer viaje de Colón, se originaron una serie de
disputas entre los reinos de Portugal y España, dado que el Rey Juan
II de Portugal reclamaba todos los territorios descubiertos por Colón.
Para Acabar con aquel altercado, los Reyes Católicos, Fernando e
Isabel, solicitan la mediación del nuevo Papa Alejandro VI.
En respuesta, el papa expide los siguientes decretos: El primero, del 3
de mayo de 1493 concedió a España “por la autoridad de Dios
omnipotente”, el dominio exclusivo y perpetuo de los nuevos territorios.
El segundo, expedido el 4 de mayo del mismo año, fijó una línea
divisoria de norte a sur a unos 560 kilómetros al oeste de las islas de
Cabo Verde. El papa afirmó que todas las tierras descubiertas o por
descubrir al oeste de esa línea pertenecían a España, a Portugal
pertenecían las descubiertas al este. El tercer decreto parecía
aumentar la influencia de España en el este, hasta la India. Esto último
no fue del agrado del rey Juan II de Portugal, por lo cual, apeló a
España y negoció directamente con los Reyes Católicos. El resultado
de la negociación culminó con la firma en la Villa española de
Tordesillas el 7 de junio de 1494 del Tratado de Tordesillas, en el cual
se mantenía la línea divisoria decretada por el Papa Alejandro VI, pero
fue desplazada 1.480 kilómetros al oeste, lo que le dio a Portugal
dominio sobre las tierras aún por descubrir de lo que hoy se conoce
como Brasil.
Los documentos originales de las Bulas Alejandrinas conservan en el
Archivo General de Simancas; el Archivo de Indias y el Archivo
Nacional de la Torre do Tombo de Lisboa.
El primer contacto de Colon con los Aborígenes

Los taínos fueron el primer pueblo indígena con el que Colón


contactó tras la llegada al Nuevo Mundo. Entonces habitaban
buena parte del Caribe, desde lo que hoy son las Bahamas a Cuba,
Jamaica, la Española o Puerto Rico. Sin embargo, se trata de una
de las culturas más desconocidas de la América precolombina,
prácticamente olvidada frente a la fama de otras más populares,
hasta el punto de que incluso se la ha considerado «extinta».
Ahora, un equipo internacional de investigadores ha proporcionado
la primera evidencia genética clara de que lejos de desaparecer,
los taínos aún están entre nosotros. Aquellos que vivieron
asombrados (y aterrorizados) la llegada de los colonizadores
tienen descendientes vivos.

La presencia de los españoles en las Antillas produjo distintas


reacciones por parte de los nativos, predominando en el comienzo una
acogida favorable y cálida. La hospitalidad hacia los recién llegados se
manifestó, por ejemplo, en los intentos por establecer un diálogo con
Colón, en la entrega de alimentos y obsequios y el alojamiento los
españoles en sus poblados. En La Española, sobresalió la figura de
Guacanagarí, cacique del Marién en el noreste de la isla, quien trabó
amistad con el Almirante y aceptó la construcción del fuerte Navidad
en sus dominios (diciembre de 1492). Así las cosas, Colón retornó
tranquilo a España confiando en una rápida sumisión de los
aborígenes de las Antillas.

El panorama sería muy diferente al regresar el Almirante en 1493. Una


vez desembarcado en la isla, Colón observó las ruinas del fuerte
Navidad, mientras un acongojado Guacanagarí lo recibió en su bohío
y explicó lo sucedido. La guarnición se había comportado en forma
abusiva con los indígenas, especialmente con las mujeres, lo cual
motivó una furiosa reacción de caciques vecinos, encabezados por
Caonabó, quienes incendiaron el fuerte y mataron a los treinta
españoles que allí había. El ataque no pudo ser repelido, a pesar del
apoyo que Guacanagarí y su gente prestaron a los sitiados. Una
nueva realidad cobraba forma: la resistencia al invasor que, en
adelante, sería una constante de todo el proceso de conquista de
América, al igual que la actitud colaboracionista de facciones
indígenas con los españoles.

Las represalias de Colón y sus sucesores con los nativos en el sentido


de "meterle miedo a la gente", sólo engendraron más violencia y
motivaron mayores tentativas por enfrentar a los extranjeros. Otras
cargas impuestas a los taínos, como los tributos en oro y algodón,
también generaron recelos. Caonabó sería el primer gran conductor de
la resistencia taína hasta su apresamiento y muerte; luego su mujer
Anacaona continuó la lucha hasta que, engañada por el gobernador
Ovando, fue quemada viva junto a otros caciques. En otras islas, la
resistencia se expresó en alzamientos como el liderado por el
célebre Hatuey en Cuba

La rebelión taína más exitosa fue, sin lugar a dudas, la encabezada


por el denominado Enriquillo en La Española. Enriquillo era hijo del
cacique Maxicatex, muerto junto a Anacaona, había pasado su
infancia en un convento de los franciscanos y recibió de las
autoridades un grupo de indígenas y tierras para sus sustento. Un
problema muy puntual de índole personal provocó la rebelión del
cacique en 1519, quien instó a otros señores a la sublevación. Se
enfrentó a los españoles hasta 1533, valiéndose de un acertado plan
de guerrillas en las montañas de la isla. Su posición casi invulnerable
en los refugios que proporcionaban los montes, forzó a los españoles
a la negociación y les significó cuantiosos gastos del erario real.
Enriquillo falleció en paz y triunfante en sus dominios, sin poder ser
desalojado nunca.

Las rebeliones antillanas implicaron asimismo el abandono de


los conucos, para derrotar al invasor dejándolo sin alimentos. Lo
mismo derivó en una elevada mortandad indígena a causa del
hambre. El desgano vital y los suicidios colectivos constituyeron otras
de las facetas que adquirió la resistencia, incidiendo significativamente
en la fuerte caída demográfica de las Antillas.
Imposición de Tributos

El tributo de indios y de castas, tal y como se aplicaba en los territorios


americanos de la Monarquía española, tenía características
particulares que resultaron de la forma y el momento de su aplicación
inicial, y éstas lo distinguían de otros cobros de la época dentro de la
Monarquía. El tributo de indios nació como una fuente de ingresos
para el rey de Castilla proveniente de su dominio señorial, pero
también, y de manera significativa, como mecanismo para demostrar
que los indios eran vasallos de él y no de los conquistadores: fungió
como parte de los esfuerzos para eliminar cualquier posibilidad de que
en América se crearan señoríos territoriales como los que
contemporáneamente en Europa iban renegociando sus privilegios
ante un proceso de fortalecimiento de las monarquías que se ha
denominado como la creación de los “estados modernos”.

En el paso del bajo medievo a la temprana modernidad, las


monarquías cum “estados modernos” cambiaron de manera clara sus
sostenes fiscales principales: en vez de vivir de los ingresos
provenientes de sus propios dominios señoriales -y solicitar fondos
especiales ante los parlamentos, estados, dietas o cortes en caso de
guerra-, las crecientes necesidades estatales comenzaban a
satisfacerse por medio de otras rentas, como esbozó hace casi un
siglo Schumpeter, cuando distinguió el “Estado de dominio territorial”
del “Estado fiscal”. Dejando atrás el supuesto medieval de que los
reyes debían vivir de sus propios fondos, por lo menos en tiempos de
paz, en este periodo las monarquías iban aumentando su capacidad
de recaudación, ante los incrementados gastos de guerra asociados
especialmente al mantenimiento de un ejército permanente y, aunque
en un plano secundario, los complementarios costos adicionales
relacionados con las burocracias fiscales que debieron establecerse
para recaudar fondos de manera constante.

A diferencia de lo que había sido común a principios del siglo XVI,


para finales de la centuria los reyes europeos, y ya no sólo los
señores, se beneficiaban de los excedentes producidos por economías
todavía predominantemente agrarias, tal y como el monarca castellano
y los encomenderos recibían los tributos de los indios americanos,
pero con una importante diferencia. Al insistir en que el tributo que
recibieran los encomenderos se entendiera como un premio que el
monarca les otorgaba de manera provisional, y que las encomiendas
no fueran territoriales (es decir, que implicaran el control sobre un
territorio), el rey castellano logró asegurar que los encomenderos no
se volvieran señores al estilo europeo. A la vez, al asignarse la mayor
parte del tributo para ellos mismos -como derechos señoriales-, los
monarcas se garantizaron una fuente de ingresos que correspondía a
sus propios dominios (como también lo eran el quinto y luego el
diezmo real): una fuente de ingresos que iba perdiendo importancia en
varias partes de Europa en la medida en que los monarcas vendían
sus dominios señoriales para cumplir con las ascendientes
necesidades fiscales, como se ha dicho, principalmente asociadas con
los gastos militares.

En el reino de Castilla existieron varios cobros que de alguna manera


se han comparado con el tributo de indios y de castas, pero ninguno
de los derechos señoriales cobrados en Castilla durante el periodo de
la dominación española en América, es decir, contemporáneamente
con el tributo, consideraba un cobro económicamente significativo para
los pecheros. En las siguientes líneas se abre una discusión sobre
estos cobros para demostrar cómo se diferenciaban del tributo y así
acercarnos a las particularidades de éste y su papel en la formación
de las sociedades americanas.

Durante los siglos que mantuvo sus colonias americanas, el rey


percibía de sus territorios castellanos un ingreso conocido como el
“servicio”, que derivaba en parte de “tradiciones alto medievales o en
el cobro de derechos feudales sobre los vasallos y dependientes”, que
se comenzó a legitimar con “nuevos principios políticos que
justifica[ba]n la imposición directa universal por causa de „necesidad
urgente‟ o dificultad especial”. En el siglo XVI, contemporáneamente
con la conquista y el establecimiento del sistema del tributo de indios,
en Castilla los reyes debían asegurar la aprobación de las Cortes para
poder cobrar el servicio, generalmente mediante negociaciones en las
cuales éstas recibían algunos beneficios a cambio de su anuencia.
Después de la Guerra de las Comunidades de Castilla entre 1520 y
1522, Carlos V entró en un periodo de negociaciones constantes con
las Cortes castellanas e implementó una serie de reformas que éstas
proponían, pues el reino dependía de ellas para la mayor parte de sus
ingresos y el emperador las necesitaba, además, como seguridad para
los préstamos que le permitieran realizar sus muy variadas
actividades.

Una vez que en las Cortes de Castilla se definía el monto total que el
tercer estado se comprometía a pagar al monarca en calidad de
servicios, se procedía a especificar la cantidad que cada una de las
diferentes ciudades, villas y distritos administrativos debía aportar.
Como siguiente paso, dentro del concejo (en muchos de los casos) de
cada población se decidía cómo se distribuiría la carga tributaria entre
los pobladores. Según el interesante trabajo de Romero Martínez,
aunque los sistemas de cada lugar tenían sus particularidades, lo más
común era que el concejo (u otra autoridad) estableciera diferentes
rangos que correspondían a cantidades a pagar según el valor total de
los bienes de cada pechero. De lo anterior se aprecia que -
independientemente de sus orígenes- en el siglo XV, si no antes, estos
impuestos se cobraban con una tasa que variaba según la capacidad
económica y, adicionalmente, que el mismo concejo -o en todo caso
personas del mismo poblado o distrito- tasaba el valor de los bienes.

Con el avance del siglo XVI, la capacidad de negociación de las


Cortes se redujo paulatinamente, aunque éstas siguieron aprobando
una buena parte de los ingresos fiscales necesarios para los reyes
españoles: los servicios resultaron “ordinarios” en el sentido de que no
requerían de la aprobación especial de las Cortes, se comenzaron a
cobrar los servicios extraordinarios (los cuales perdieron su calidad de
extraordinariedad) y posteriormente se aplicó el servicio de los
millones en 1591, que las Cortes sólo aprobaron después de
negociaciones en las que se acordó el mecanismo a usarse para
administrar su cobro. Para el siglo XVIII, y aun hasta el siglo XIX, los
servicios ordinarios, extraordinarios y el servicio de los millones se
cobraban dentro de un conjunto de impuestos conocido como rentas
provinciales, entre las cuales se encontraban muchos otros (la
alcabala figuraba como uno de los más importantes): algunos
generales, unos cobrados de manera excepcional y otros cobrados
sólo en ciertas provincias castellanas. Desde antes del siglo XVI -el
momento en que el tributo comenzó a cobrarse en las Indias-, los
servicios no podían considerarse un derecho señorial debido a que en
el transcurso de los siglos anteriores los cobros originalmente
entendidos como derechos, y que se integraron a las rentas
provinciales, ya no se justificaban como tales.
Esclavitud de los Aborígenes

Después de que la legislación de la monarquía católica proscribiera la


esclavitud indígena, esta continuó practicándose.

El conquistador Luis de Carvajal y de la Cueva, de origen judío-


portugués, que había traficado con negros esclavos en la Costa de
Cabo Verde, llevó sus métodos al norte de México. Carvajal creó
primero una red esclavista en el río Pánuco, que desembocaba en el
puerto de Tampico, desde donde embarcaba indios cautivos al Caribe,
para recuperar la mano de obra exterminada. Luego Carvajal fue
nombrado gobernador del reino de Nuevo León, donde hostilizó a los
chichimecas y otras tribus guerreras. Miles de chichimecas fueron
capturados por Carvajal y enviados como esclavos a diversas
ciudades del centro de México. En el proceso que les abrió el tribunal
del Santo Oficio a Carvajal y su familia, acusados de herejes y
marranos, apareció vasta información sobre sus actividades
esclavistas.

Durante los siglos XVII y XVIII la esclavitud indígena en el norte de


México continuó, como ilustra el caso de las minas argentíferas de
Parral, Chihuahua, donde llegaron a existir más de cinco mil
trabajadores forzados.

Según Reséndez, aquellas formas de explotación del trabajo se


extendieron a buena parte de Nuevo México, donde desde las
expediciones de Juan de Oñate y Gaspar Castaño de Sosa se
expandió la nefasta institución, provocando múltiples rebeliones y
formas de resistencia. La gran revuelta de los indios pueblo de 1680,
que expulsó a los colonizadores españoles de aquel reino, fue, a decir
de Reséndez, “la mayor insurrección contra la otra esclavitud” en el
antiguo territorio de la Nueva España.
La Factoría Colombina

La factoría colombina fue una forma de intercambiar bienes entre la


Corona española y sus colonias en el nuevo continente. Comenzó
como un intercambio comercial cuyo nombre proviene de Columbus o
Colón.

Colón fue el navegante genovés que, buscando la ruta más corta para
llegar a la India, se topó con las tierras del luego llamado continente
americano.

El principal motivo por el que Europa estaba interesada en las nuevas


tierras era puramente económico. Por ese motivo, Colón se abocó a
conseguir oro desde su llegada. Las primeras islas a las que arribaron
los exploradores fueron La Española (actual República Dominicana y
Haití), Cuba y Jamaica.

Los pobladores eran gentes amistosas y les dieron la bienvenida a los


exploradores. A pesar de ello, no toleraban el abuso ni el maltrato de
los recién llegados, respondiendo violentamente a estos para defender
sus tierras y sus vidas.

En un principio los españoles ofrecían a los taínos artefactos y objetos


europeos y los intercambiaban por oro. Esto duró mientras los
indígenas estuvieron dispuestos a realizar el trueque y les divertía
obtener objetos que para ellos eran exóticos y desconocidos. Además,
el oro no tenía para los aborígenes ningún valor especial. Enseguida
comenzaron a llevar a los aborígenes a Europa engañados y se
lucraban con su venta como esclavos en Europa.

Todo esto ocurrió durante el primer año después de la llegada a las


nuevas tierras, entre los años 1493 y 1494.

Cuando el intercambio ya no funcionó, la manera que encontraron los


españoles para conseguir oro fue sojuzgar a la población indígena.

Tuvieron que obligar a la población originaria a rendir tributo. Las


existencias de oro eran pequeñas y no les resultaban suficientes a los
invasores. Por eso, para lograr que los indígenas pagaran tributo con
el metal tuvieron que organizar una estructura militar que contribuyera
al objetivo.

Entre los años 1496 y 1497 Bartolomé, el hermano de Colón, quedó a


cargo de la empresa colonizadora. Con el objetivo de conseguir más
recursos, se construyeron fortalezas en el interior de la isla con los
fuertes Santo Tomás, Magdalena, Esperanza, Bonao y Concepción.

Cuando cada uno de estos fuertes se fundaba, comenzaba


inmediatamente a someter a la población taína. Obligaban a todo indio
mayor de 14 años a otorgar un cascabel lleno de oro o una arroba de
algodón. Fue la primera forma de esclavitud impuesta a los
aborígenes. Fue un instrumento que destruyó la integridad física y
moral de los habitantes originarios porque nunca hubo la cantidad de
oro que los españoles creían.

Las labores forzadas, los abusos, los maltratos y las enfermedades


traídas de Europa, hicieron que el número de taínos disminuyera de
varios cientos de miles en el año 1492, a tan solo quinientas personas
para 1548.

Además, debido a los abusos ocurrieron suicidios individuales y


masivos, insurrecciones, huida a las montañas y resistencia a trabajar
para alimentar a los españoles. Por estos motivos los colonizadores
establecieron otros sistemas de recaudación de impuestos, como el
repartimiento y la encomienda.

La Encomienda

La encomienda fue una institución implementada por los


conquistadores españoles durante la colonización en América, para
sacar provecho del trabajo indígena. Consistía en la entrega de un
grupo de indios a un español para que éste los protegiera, educara y
evangelizara.

Aquellos debían pagar un tributo como obligación de „„vasallos‟‟ de la


Corona, retribuyendo de esta manera los servicios prestados por el
encomendero. Generalmente, este tributo se pagaba con trabajo, pero
existieron diferencias regionales.
Para la continuidad del vínculo entre los encomendados y la
comunidad, fueron cruciales los caciques como intermediarios. Por
otra parte, si bien los conquistadores no accedían mediante a la
propiedad de la tierra, con la catástrofe demográfica del siglo XVI
muchas tierras quedaron vacantes, las cuales por lo general
terminaron en manos de peninsulares por medio de mercedes
concedidas por los cabildos y gobernadores. Fue así como nacieron
chacras y estancias. Este proceso tuvo que ver con la necesidad de
producir para los nuevos mercados.

En Nueva España la encomienda se inició como un mecanismo para


organizar la mano de obra. Coexistió con los pueblos de indios y las
grandes haciendas. La importancia de la minería fue mucha para el
desarrollo de las poblaciones y las unidades productivas, y la relación
entre minas, estancias y comercio era innegable. De hecho, el
desarrollo de las haciendas agrícola-ganaderas tuvo mucho que ver
con los rendimientos de la producción minera y las demandas de las
poblaciones que se concentraron en torno a importantes
explotaciones.

En lo social, fue un medio para los conquistadores y sus


descendientes criollos para tener una vida señorial. La crisis
demográfica (reducción de los tributos), más las intervenciones de la
Corona para „„modernizar‟‟ a la sociedad colonial (como las Leyes
Nuevas de 1542, que limitaron la sucesión a 2 vidas, o la instalación
de los corregidores de indios), condujeron a la caída del régimen de
encomiendas, aunque no sin conflictos (como el intento de
conspiración que se dio en Nueva España desde 1563.

Fueron famosas las discusiones en torno a la explotación de los


originarios, destacándose posturas como la del fray Bartolomé de Las
Casas, quien argumentó que los indios, como „„súbditos y vasallos‟‟ de
la Corona, no podían ser encomendados ni sometidos a la esclavitud.
Eran además sujetos de derecho, y como tales debían recibir
evangelización, la cual no podía encomendarse, sino que era una
obligación de la Monarquía y de la Iglesia Católica. La Recopilación de
Leyes de Indias de 1680 estableció la prohibición de la servidumbre
indiana, de la venta de nativos, reconociendo la necesidad de un buen
trato para ellos y su status como personas superiores a los esclavos.
El gobierno de Nicolás de Ovando

Frey Nicolas de Ovando llegó a Santo Domingo en 1502 con las


órdenes muy claritas de los Reyes católicos de cómo sería su
gobierno en las Indias. Se pueden resumir en dos puntos: poner
orden en la administración, después de la desastrosa gestión de los
hermanos colon y Francisco de Bobadilla, y en la explotación de los
recursos naturales de la isla Española y, algo que sería una
constante en el llamado Imperio español americano, la creación de
ciudades y núcleos urbanos de corte castellano que favorecieran el
desarrollo político y económico de la isla, así como su control militar.

Con Ovando se inició el auténtico proceso de colonización de las


Indias aplicando en ella los sistemas jurídicos y administrativos que ya
se utilizaban en Castilla y en el resto de reinos hispánicos. A destacar
entre otras las siguientes medidas:

– Restablecimiento de los tributos a la corona por el oro extraído.


La corona pidió al principio la mitad del mismo pero Ovando negoció y
finalmente fue la quinta parte (el Quinto Real).
– Establecimiento de una administración burocrática que
registraba y controlaba todo lo que se hacía y ocurría con el fin
principal de mantener informados a los reyes españoles.

– Fundación de ciudades con el modelo de municipio castellano:


reconstruyó Santo Domingo, fundó Puerto de Plata, Salvaleón,
Santa Cruz, Puerto Real, Lares de Guahabá, Santa María de la
Vera Paz entre las más principales. También hay que destacar
su impulso constructor sobre todo en Santo Domingo, donde
repartió terrenos entre los españoles y construyó las primeras casa de
piedra, incluida la suya propia y el primer hospital (San Nicolás de
Bari), conventos, iglesias, atarazanas y otros edificios de carácter
público donde desarrollar toda la actividad social, política y económica.

– El primitivo repartimento de tierras con indios es sustituido por


la Encomienda en la que los indios, a petición de los reyes, trabajan
por un sueldo digno a cambio de ser educados y evangelizados.
Si bien este sistema dio pie a abusos que fueron rápidamente
denunciados ante los reyes por los religiosos españoles y que llevaron
a fuertes medidas legislativas reales de protección del nativo
americano a pesar de todos los esfuerzos legislativos de los monarcas
españoles de proteger a los nativos fue para ellos imposible
controlar los malos tratos y abusos a que fueron sometidos por
algunas encomenderos y terratenientes.

– Promovió la entrada de buques y con esto el comercio


internacional.

– Establecimiento del sistema Educativo dirigido por los padres


Franciscanos.

– Durante este gobierno se creó en Sevilla la Casa de Contratación,


organismo que monopoliza el comercio siendo representante en Santo
Domingo Miguel de Pasamonte, quien ejercía como tesorero real.

– Promovió la agricultura introduciendo numerosos cultivos


europeos entre los que destacó la caña de azúcar. También introdujo
la ganadería importando desde España ganados porcino, bovino,
caballar y mular; y además reorganizó la minería para lo cual creó
las fundiciones reales de oro trayendo a la Española técnicos y
material especializado en la explotación mineral.

– Pacificó la isla venciendo las rebeliones en los cacicazgos de


Xaragua y Higuey. Capítulo este por el que Ovando ha sido acusado
de crueldad por la matanza que realizó en Xaragua contra los
caciques más importantes de este cacicazgo. Cuentan que engañó a
los nativos encerrándolos en una cabaña taína y la prendió fuego
matando a todos los que había en su interior. A la cacique Anacaona,
famosa por entonces y ahora, la capturó y tras un juicio en Santo
Domingo fue acusada de conspiración y se la ahorcó, al igual que
poco después a Cotubanamá, cacique de Higüey, que también fue
capturado y ahorcado en Santo Domingo. Estos hechos hay que
contemplarlos dentro de acciones de orden militar y de
descabezamiento del enemigo. Esta sería una forma habitual de
actuar de los soldados españoles (muy inferiores siempre en número a
los ejércitos indígenas): adelantarse a los acontecimientos y atacar
directamente a los caciques o jefes nativos provocando la anarquía y
la huída del enemigo aterrorizado al contemplar la derrota de sus
jefes.
Aniquilación de loa Aborígenes
La catástrofe demográfica en América tras la llegada de los
europeos es, según muchos historiadores, un evento histórico
consistente en una acusada disminución de la población indígena en
América a raíz de la llegada de los europeos al continente. Sin
embargo, otros estudiosos sostienen que esto es una materia muy
discutible. La determinación de esa posibilidad de disminución
repentina de la población, dónde se cree que la hubo, y sus causas
siguen siendo objeto de una gran controversia y debate.
El número de indígenas que vivía en America en el momento en el que
el primer viaje de Cristóbal colon inició un periodo de contactos a gran
escala de los habitantes del viejo mundo con América. El contacto de
varias potencias europeas con lo que consideraron el nuevo
mundo llevó a la conquista y colonización del continente americano
por los habitantes de las futuras potencias coloniales, con emigrantes
del "Viejo Mundo", junto con otros obligados, estos
mayoritariamente africanos estableciéndose permanentemente en
América.
Historiadores y demógrafos suelen coincidir en el hecho de que las
enfermedades infecciosas inexistentes en América, portadas por los
colonizadores europeos, principalmente la viruela, fueron el principal
factor del colapso que afectó a la población indígena americana, que
no poseía defensas contra las mismas. Hay que tener en cuenta,
además de las enfermedades portadas por los primeros exploradores,
la expansión que tuvieron las enfermedades venéreas del Caribe,
especialmente la sifilis, como causa del colapso de la población,
además de la muerte de indígenas causada en las guerras entre ellos
y sus auxiliares, también indígenas. Además, tenemos la variación
sufrida en las condiciones de explotación de los indígenas por los
nuevos señores. Los historiadores y demógrafos discrepan acerca de
en qué grado contribuyeron unas y otras a la debacle demográfica,
pero existe consenso sobre la realimentación de ambos grupos de
causas.
En ocasión del Quinto Centenario de la llegada de los Europeos a
America, cumplido en 1992, diversas organizaciones indígenas,
intelectuales y dirigentes políticos, principalmente americanos,
renovaron los debates sobre el tema y denunciaron lo que a su criterio
se trató de un genocidio.
Una de las primeras estimaciones sobre la población precolombina la
hizo Fray Bartolomé de las casas, para la isla de La Española, que
tendría según el religioso de 3 a 4 millones de habitantes antes de la
llegada de los hispánicos.
Las estimaciones modernas como en el resto de zonas de América
fluctúan en torno a corriente alcistas o moderadas. La estimación más
alcista es la que defendieron Sherburne Friend Cook y Woodrow
Wilson Borah en la década de los setenta del siglo XX: unos 8
millones.6 Recientemente Frank Moya Pons usando el mismo método
que Cook y Borah, pero con planteamientos diferentes -y el uso de los
datos censales, como el de 1508- ha reducido la estimación a menos
de 400.000 individuos.6 El resto de estimaciones defienden posiciones
bajistas como la de Rosemblat, quien defendió unos 120.000
habitantes para la isla en los momentos previos a la llegada de Colón
o posiciones intermedias como las de Pierre Chaunu, según el cual
habitarían la isla unos 500.000 individuos o Noble David Cook, que
estima la población entre unas 500.000 y 750.000 personas.
En cuanto les sumamos las demás islas del Mar caribe nos surgen
cifras como las de Krober (200.000 personas) quién hace una analogía
respecto de sus cálculos sobre América del Norte, o las de Denevan,
cinco millones, quién duplica sus estimaciones respecto de La
Española porque el área es el doble de extensa, las de Rosenblat que,
basado en las crónicas, estima en 300.000 o Sapper y sus estudios
sobre la capacidad de carga de la tierra, habla de dos a tres y medio
millones de de personas.
Según el antropólogo Darcy Ribeiro, los indios fueron el combustible
del sistema productivo colonialista español. En América Latina, había
una población de aproximadamente setenta millones
de amerindios antes de la llegada de los españoles y 150 años más
tarde quedaban solo tres millones y medio. La mitad habían muerto
por las pestes traídas por el hombre blanco. El resto fue asesinado en
las guerras de la conquista o en el trabajo forzado de las minas e
ingenios.

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