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Ped Enseñanza 1
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RELIGIOSA ESCOLAR
LA CATEQUESIS
Este tema sigue en sus aspectos básicos al Capítulo 4 del libro Introducción a la pedagogía de la fe (Eunsa, Pamplona 2016), pp. 83-99, de los autores:
J. Pujol, A. Gil, M. Blanco y F. Domingo.
1. LA EVANGELIZACIÓN
La Iglesia, sacramento universal de salvación por voluntad de Cristo, existe para evangeli-
zar (Cfr. Evangelii Nuntiandi 29), esto es, para llevar la Buena Nueva a todos los ambientes
de la humanidad, y con su influjo trasformar desde dentro y renovar a la misma Humani-
dad (Cfr. Evangelii Nuntiandi 18).
“(La Iglesia) –afirma Lumen gentium– se ve impulsada por el Espíritu Santo a poner todos
los medios para que se cumpla efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo como
principio de salvación para todo el mundo... Así, pues, ora y trabaja a un tiempo la Iglesia,
para que la totalidad del mundo se incorpore al Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo
del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se rinda todo honor y gloria al Creador y
Padre universal” (LG 17).
Así que la misión de la Iglesia es la evangelización. Hay tres actividades o tareas dentro de
la única misión: la actividad misionera, la actividad “pastoral” y la actividad ecuménica.
Las tres se dan a la vez, se influyen, estimulan y ayudan mutuamente (cf. Redemptoris
missio, 34).
• la actividad misionera tiene como fin la expansión de la Iglesia ad extra, sobre todo
por medio de los misioneros pero también por medio de todos los bautizados;
• la actividad ecuménica desarrolla las relaciones con todas las confesiones cristia-
nas, con el fin de restaurar la unidad visible de la Iglesia, históricamente quebrada.
A estas tres actividades o tareas, se añade la “nueva evangelización”, dirigida sobre todo
a los católicos (y a todos los cristianos) que no viven plenamente su fe.
• no practicantes
• alejados
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Juan Pablo II empleó por primera vez la expresión nueva evangelización en Polonia (1979),
con el sentido de un “nuevo anuncio” de la fe dirigido a Europa. La utilizó por segunda
vez en Haití, y posteriormente en su discurso a las Conferencias Episcopales de Europa en
1986, en la exhortación Christifideles laici, las encíclicas Redemptoris missio y Centesimus
annus, la carta Tertio millennio adveniente, y en otros documentos. Ya se ha convertido en
una expresión de uso común.
2. CATEQUESIS
Con palabras sencillas, Juan Pablo II explica el origen de este vocablo en la vida de la Igle-
sia: “Desde su nacimiento en Jerusalén, el día de Pentecostés, la Iglesia persevera en oír
la enseñanza de los Apóstoles, y esto significa el encuentro recíproco en la fe, de los que
enseñan y de los que son instruidos. Precisamente esto es la catequesis según el término
griego (katekheo). Esta palabra originariamente significaba ‘llamar desde arriba’ (ex alto)
o también ‘producir eco’ (kata = arriba, ekheo = sonar, expresar). De ahí se deriva luego
el significado de instruir (cuando la voz del que enseña encuentra eco en el discípulo, de
manera que su respuesta es como el eco consciente del maestro). Esta última explicación
es importante porque indica que una instrucción, como es la catequesis, no tiene lugar de
modo solamente unilateral, como lección, sino también como coloquio, mediante pregun-
tas y respuestas”1.
Desde el principio se advierte en la Iglesia una distinción entre la proclamación del men-
saje cristiano, para la que se utilizan palabras como anunciar, predicar, dar testimonio...,
y un segundo momento de profundización, entre los que se encuentra la catequesis, con
expresiones como enseñar, conversar, entregar. La catequesis significaba la enseñanza
oral y la iniciación en el conocimiento de las verdades de la fe y en el modo de vida confor-
me con ella. Por ejemplo:
“Me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo des-
de los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo, para que conoz-
cas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido (ut cognoscas eorum
verborum, de quibus eruditus es)” (Lc 1, 3–4).
“El que es instruido (catechizatur) en la doctrina, haga partícipe de todos sus bienes al
que le catequiza (se catechizat)” (Gal 6,6)2.
1 JUAN PABLO II, Audiencia general del 12–XII–1984 en J. PUJOL, Juan Pablo II y la catequesis, Eunsa, Pamplona
1986, p. 312. Y en el Catecismo de la Iglesia Católica se lee: “Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuer-
zos realizados en la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin
de que, creyendo ésto, tengan la vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo
de Cristo (Cf. CT 1)” (n. 4).
2 Otros textos son: Hch 18, 25; 21, 21–24; Rom 2,18; 1 Cor 14,19.
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Junto con la voz catequesis aparece la palabra catecúmeno, que literalmente quiere decir
el que “es instruido” (katekhoúmenos). Conviene señalar que en los primeros siglos esa
instrucción iba orientada al bautismo, pues eran las personas adultas las que se conver-
tían y recibían una preparación específica para ello.
La fijación del término catequesis debe mucho al periodo de la vida de la Iglesia que se
caracterizó por el esplendor de la institución denominada catecumenado. En esta época
se indicaba ya con el nombre de catequesis, tanto la enseñanza impartida a los candidatos
antes del bautismo como la predicación con la que se propagaba en general el mensaje
cristiano.
Una significación más reciente de catequesis es catequizar, derivada del latín catechizare.
De ella viene catechismus, catecismo, que se refiere tanto a la misma labor de enseñanza
como al libro que contiene la doctrina cristiana. Con el paso del tiempo se fue distinguien-
do entre la acción de enseñar (catequesis) y el objeto de esta enseñanza –el mensaje
cristiano– debidamente ordenado (el catecismo).
Partiendo, pues, tanto de la etimología como del uso que la Iglesia ha hecho de este térmi-
no, la catequesis se nos presenta como una enseñanza básica y elemental de las verda-
des de la fe y de los principios de la conducta cristiana, dada a personas que desean ser
cristianas o que ya lo son.
Parece difícil dar una definición de catequesis que abarque toda la riqueza de esta ac-
tividad eclesial, de ahí que habitualmente lo que más se utilicen sean descripciones de
la catequesis. De todas formas son muchos los textos en que se ha tratado de definir la
3 JUAN PABLO II, Audiencia general del 12–XII–1984 en J. PUJOL, Juan Pablo II y la catequesis, o.c., pp. 313-314.
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El primer texto describe la catequesis por su finalidad, señalando que la catequesis lleva
a que la fe sea viva (que cultive una relación personal con Dios), explícita (que propicie un
adecuado conocimiento) y operativa (que se traduzca en obras). El medio para conseguirlo
es la formación doctrinal (ilustrada por la doctrina). Precisamente el desarrollo de esta tri-
ple dimensión de la fe (viva, explícita y operativa) es fundamental en la catequesis7.
Esta descripción fue recogida por el Directorio general para la catequesis de 1971, citán-
dola textualmente en el n. 17, y también está presente en el Código de Derecho Canónico,
cuando afirma que “es un deber propio y grave, sobre todo de los pastores de almas, cuidar
la catequesis del pueblo cristiano, para que la fe de los fieles, mediante la enseñanza de
la doctrina (per doctrinae institutionem) y la práctica de la vida cristiana (vitae christianae
experientiam), se haga viva, explícita y operativa”8.
Es interesante notar cómo el Código indica que para conseguir una fe viva, además de la
enseñanza de la doctrina, se precisa también la práctica de la vida cristiana, la “experien-
cia de vida cristiana”.
Otros documentos posteriores al Concilio Vaticano II han ido madurando este aspecto,
insistiendo en que el fin de la catequesis no se consigue sólo con una buena formación
doctrinal, ciertamente fundamental, sino que es necesario también un aprendizaje de la
vida cristiana, un entrenamiento de la misma en la práctica de esa fe.
El segundo texto que se ha citado del Concilio Vaticano II, de la Declaración Gravissimum
educationis momentum, describe la catequesis a partir de las tareas que debe desarrollar.
El texto aparece en la Declaración al hablar de “varios medios para la educación cristiana”,
y subraya que para el cumplimiento de su misión educadora, la Iglesia se preocupa de utili-
zar todos los medios aptos, sobre todo los que le son propios, el primero de los cuales es la
instrucción catequética. Y a continuación hace la descripción antes apuntada de las tareas
4 El concepto de catequesis que aparece en el nuevo Directorio general para la catequesis es deudor
de las aportaciones de diversos autores y de las descripciones que se habían ido utilizando en documentos
magisteriales anteriores.
5 CD 14.
6 GEM 4.
7 A ella se refiere DCG (1997) 53-55.
8 CIC 773.
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La exposición del Directorio apuesta por una visión amplia de la catequesis, y la descri-
be dentro de la actividad pastoral de la Iglesia, como la acción eclesial que “conduce a
la madurez de la fe tanto a las comunidades como a cada fiel”10. Esta madurez de la fe,
entendiendo la educación de la fe como el camino para alcanzarla, ha sido muchas veces
considerada como el fin al que tiende toda la catequesis.
Juan Pablo II en la Exh. Ap. Catechesi tradendae, que recoge las reflexiones del Sínodo,
indica que se puede hablar de la catequesis en un doble sentido: uno amplio o pleno y otro
estricto o restringido.
Después de describir el sentido amplio, señala que éste “no contradice, sino que incluye,
desbordándolo, el sentido estricto al que por común se atienen las exposiciones didácti-
cas: la simple enseñanza de las fórmulas que expresan la fe” 11. Este sentido restringido es
un modo de entender la catequesis limitándola a la simple transmisión de las fórmulas del
catecismo. Se puede decir que este sentido ha desaparecido prácticamente del lenguaje
catequético, por ser un modo muy pobre de entender la actividad catequética.
9 J.M. ESTEPA, La misión profética de la Iglesia: evangelización, catequesis y el Catecismo de la Iglesia Católica,
o.c., p. 628.
10 DCG (1971) 21.
11 CT 25.
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Al definir la catequesis en sentido amplio o pleno Juan Pablo II lo hace en los siguientes
términos: “Globalmente, se puede considerar aquí la catequesis en cuanto educación de
la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza
de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a
iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana”12.
12 CT 18.
13 CEC 5.
14 CC 61.
15 CC 34.
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Esta transmisión del Evangelio es un acto vivo de tradición de la Iglesia, porque lo que la
Iglesia está transmitiendo no es algo pasado, caduco, viejo: es la fe que ella vive, y que
transmite además de forma activa: “La siembra en el corazón de los catecúmenos y ca-
tequizandos para que fecunde sus experiencias más hondas. La profesión de fe recibida
de la Iglesia (traditio), al germinar y crecer a lo largo del proceso catequético, es devuelta
(redditio) enriquecida con los valores de las diferentes culturas. El catecumenado se con-
vierte, así, en foco fundamental de incremento de la catolicidad y fermento de renovación
eclesial”17.
La Iglesia actúa como madre y maestra. Como madre, en la iniciación cristiana transmite
la fe y la vida nueva, engendrando y dando a la luz a los cristianos; y precisamente por-
que es madre, es educadora de la fe. Así lo expresaba San Gregorio Magno: “Después de
haber sido fecundada, concibiendo a sus hijos por el ministerio de la predicación, la Iglesia
les hace crecer en su seno con sus enseñanzas”18.
Es, pues, madre y maestra al mismo tiempo. Por la catequesis, alimenta a sus hijos con
su propia fe y los inserta, como miembros, en la familia eclesial. Como buena madre, les
ofrece el Evangelio en toda la autenticidad y pureza que le es dado, y, al mismo tiempo,
como alimento adaptado y culturalmente enriquecido, da respuesta a las aspiraciones
más profundas del corazón humano.
4. FINALIDAD DE LA CATEQUESIS
El Directorio señala con fuerza que la finalidad de la catequesis es la comunión con Jesu-
cristo. Recoge el pensamiento de Catechesi tradendae, que señalaba que “el fin definitivo
de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto, sino en comunión, en intimidad con
Jesucristo”19.
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La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica, impulsa al discípulo a unirse con todo
aquello con lo que el propio Jesucristo estaba profundamente unido: con Dios, su Padre,
que le había enviado al mundo, y con el Espíritu Santo, que le impulsaba a la misión; con
la Iglesia, su Cuerpo, por la cual se entregó; con los hombres, sus hermanos, cuya suerte
quiso compartir.
Así comentan esta afirmación los obispos españoles: “Esta aportación sinodal nos parece
riquísima. Nos hace ver que el proceso catequético es, esencialmente, un acto eclesial
que, partiendo de la fe de la Iglesia, transmite esa fe a los catecúmenos (...). Cuando el
catequizando es capaz de confesar la fe con toda su vida en la Iglesia, con su memoria,
inteligencia y corazón, el proceso catequético ha culminado. La Iglesia, a través de la pre-
dicación, de la homilía y de otras formas, continuará alimentando y educando esa fe profe-
sada, pero la catequesis ha terminado su misión”22.
• Manifiesta que el amor a Dios y al prójimo es el principio que informa todo su ser, su
obrar y su vida.
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que ésta. Pero lo recita en la Iglesia y a través de ella, puesto que lo hace como miembro
suyo. El “creo” y el “creemos” se implican mutuamente”25.
Se puede afirmar que la catequesis es una forma particular del ministerio de la Palabra
que hace madurar la conversión inicial hasta hacer de ella una viva, explícita y operativa
confesión de fe trinitaria, vital, eclesial y apostólica.
El párrafo anterior ofrece una descripción de catequesis de interés, pues viene a ser como
la última definición, que incluye todas las anteriores. Obsérvese que la confesión de fe no
es sólo una aceptación intelectual, o su expresión de palabra, sino su manifestación en
todos los aspectos de una vida cristiana coherente.
5. TAREAS DE LA CATEQUESIS
Conviene darse cuenta de que las tareas fundamentales de la catequesis son paralelas
a las cuatro partes en que se divide el Catecismo de la Iglesia Católica. Al comentar la
estructura del Catecismo, Juan Pablo II dice que “las cuatro partes se articulan entre sí: el
misterio cristiano es el objeto de la fe (Primera parte); es celebrado y comunicado en las
acciones litúrgicas (Segunda parte); está presente para iluminar y sostener a los hijos de
Dios en su obrar (Tercera parte); es el fundamento de nuestra oración, cuya expresión privi-
legiada es el “Padre Nuestro”, que expresa el objeto de nuestra petición, nuestra alabanza
y nuestra intercesión (Cuarta parte)”29.
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sentido comunitario, la captación recta del significado de los símbolos...; ya que todo
ello es necesario para que exista una verdadera vida litúrgica34.
3. La formación moral. La comunión con Jesucristo implica también caminar en su
seguimiento. Hay que iniciar a los discípulos en la vida evangélica. En el Catecismo
de la Iglesia Católica se precisa con detalle cuáles han de ser las características que
la catequesis debe asumir en esta formación moral35:
• Una catequesis del Espíritu Santo, maestro interior de la vida según Cristo, dulce
huésped del alma que inspira, conduce, rectifica y fortalece esta vida.
• Una catequesis de la gracia, pues por la gracia somos salvados, y por la gracia tam-
bién nuestras obras pueden dar fruto para la vida eterna.
• Una catequesis del pecado y del perdón, porque sin reconocerse pecador, el hombre
no puede conocer la verdad sobre sí mismo, condición del obrar justo, y sin la oferta del
perdón no podría soportar esta verdad.
• Una catequesis de las virtudes humanas que haga captar la belleza y el atractivo de
las rectas disposiciones para el bien.
• Una catequesis de las virtudes cristianas de fe, esperanza y caridad que se inspire
ampliamente en el ejemplo de los santos.
• Una catequesis eclesial, pues es en los múltiples intercambios de los “bienes espiri-
tuales” y en la “comunión de los santos” donde la vida cristiana puede crecer, desple-
garse y comunicarse.
4. Enseñar a orar. La comunión con Jesucristo lleva a los discípulos a asumir el ca-
rácter orante y contemplativo que tuvo el Maestro. La catequesis ha sido siempre
un lugar privilegiado para iniciarse en una oración de adoración, alabanza, acción
de gracias, confianza filial, súplica, admiración a Dios. Estos sentimientos quedan
reflejados en el Padre Nuestro, oración que Jesús enseñó a sus discípulos y que es
modelo de toda oración cristiana. Por eso el Directorio señala que “la ‘entrega del
Padre Nuestro’, resumen de todo el Evangelio, es, por ello, verdadera expresión de
la realización de esta tarea. Cuando la catequesis está penetrada por un clima de
oración, el aprendizaje de la vida cristiana cobra toda su profundidad. Este clima
se hace particularmente necesario cuando los catecúmenos y los catequizandos se
enfrentan a los aspectos más exigentes del Evangelio y se sienten débiles, o cuando
descubren —maravillados— la acción de Dios en sus vidas”36.
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• la solicitud por los más pequeños (“el que escandalice a uno de estos pequeños...”
[Mt 18,16]);
• la atención preferente a los que se han alejado (“ir en busca de la oveja perdida...”
[Mt 18,12]);
• la oración en común (“si dos se ponen de acuerdo para pedir algo...” [Mt 18,19]);
• el amor fraterno aglutina todas estas actitudes (“amaos unos a otros como yo os he
amado” [Jn 13,34]).
La educación para la vida comunitaria exige que la catequesis cuide también la
dimensión ecuménica, que incluye exponer con claridad toda la doctrina de la Iglesia
Católica, evitando todo lo que pueda inducir a error, y tener un adecuado conoci-
miento de las otras confesiones religiosas. Le compete fomentar además el espíritu
de unidad, que desarrollará la dimensión ecuménica en la medida en que suscite y
alimente el verdadero deseo de unidad; pero no en dirección a un fácil irenismo de
integración distorsionadora, sino a la unidad perfecta, cuando el Señor lo disponga y
por las vías que Él quiera.
2. La iniciación en la misión. Se trata de capacitar a los discípulos de Jesucristo para
estar presentes, en cuanto cristianos, en la sociedad, en la vida profesional, cultural
y social, de modo que su ejemplo y sus criterios impregnen el ambiente con el sentido
cristiano que les inspira. Se les debe preparar, igualmente, para cooperar en los
diferentes servicios eclesiales, según la vocación de cada uno. Este compromiso
evangelizador brota, para los fieles laicos, de los sacramentos de la iniciación
cristiana y del carácter secular de su vocación. También es importante poner todos
los medios para suscitar vocaciones sacerdotales y de especial consagración a Dios
en las diferentes formas de vida religiosa y apostólica, y para suscitar en el corazón
de cada uno la específica vocación misionera.
En la educación de este sentido misionero, la catequesis prepara también para
el diálogo interreligioso, que capacita a los fieles para una comunicación fecunda
con hombres y mujeres de otras religiones, aunque no debe olvidarse que el diálogo
interreligioso no dispensa de la evangelización38.
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Para realizar sus tareas, la catequesis se vale de dos grandes medios: la transmisión del
mensaje evangélico y la experiencia de la vida cristiana. La educación litúrgica, por ejem-
plo, necesita explicar qué es la liturgia cristiana y qué son los sacramentos, pero también
debe hacer experimentar los diferentes tipos de celebración, descubrir y hacer amar los
símbolos, el sentido de los gestos corporales, etc.
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Entre los elementos del catecumenado bautismal, que deben ser fuente de inspiración
para la catequesis posbautismal, podemos señalar42:
• Que ha de estar impregnada del misterio de la Pascua de Cristo, pues la vigilia pas-
cual, centro de la liturgia cristiana, y su espiritualidad bautismal, que son el marco de la
tarea catecumenal, deben ser también el marco para toda la catequesis.
Se puede concluir diciendo con el Directorio que “la catequesis posbautismal, sin tener
que reproducir miméticamente la configuración del catecumenado bautismal, y recono-
ciendo el carácter de bautizados que tienen los catequizandos, hará bien en inspirarse
en esta escuela preparatoria de la vida cristiana, dejándose fecundar por sus principales
elementos configuradores”43.
41 En el Directorio general para la catequesis se utilizan, como distintas, las expresiones “catecúmenos” y “cate-
quizandos”, a fin de señalar esta diferencia. Por su parte el CIC 204–206, recuerda el distinto modo de unión con la
Iglesia que tienen “catecúmenos” y “fieles cristianos”.
42 DCG (1997) 90–91.
43 DCG (1997) 91.