Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“Ezequiel Zamora”
UNELLEZ-Socopó
Docente: Bachiller:
Fue en Roma donde el derecho civil alcanzó su verdadera individualidad y llegó al máximo
esplendor. Los derechos civiles modernos tienen en todo el mundo occidental una fuerte tradición
romanista incluida en el oriente. Tenemos, pues, que recurrir a los orígenes romanos para
establecer el concepto de derecho civil. Ante todo, el Ius civile es el conjunto de normas que
regula las relaciones de los ciudadanos romanos, esto es, de los que forman parte de la ciudad con
plenitud de derecho. Por eso, el Ius civile constituye el más apreciado patrimonio del romano.
Por lo tanto podemos señalar que su origen, el derecho civil regula las relaciones privadas
entre los ciudadanos de un mismo estado, referentes principalmente a la organización familiar y
a la organización de la propiedad (bienes), es decir, que es una rama del Derecho Privado Interno
que regula los requisitos generales de las relaciones jurídicas entre particulares, y el régimen de la
familia y la propiedad.
El Derecho Civil es el conjunto de normas jurídicas y principios que regulan las relaciones
personales o patrimoniales entre personas privadas, tanto físicas como jurídicas, de carácter
privado y público, o incluso entre las últimas, siempre que actúen desprovistas de imperium.
Del mismo modo, en ocasiones se denomina Derecho civil al conjunto de normas incluidas
dentro de un Código civil.
Por último, también se utiliza el término Derecho civil, sobre todo en el ámbito del Derecho
anglosajón, para referirse al:
El Derecho de las personas, que regula el inicio y fin de la existencia de las personas
naturales y jurídicas, la capacidad jurídica y la administración de los bienes de los incapaces, los
derechos de la personalidad, los atributos de la personalidad, es decir, los elementos que
determinan las condiciones de cada individuo en su relación jurídica con los demás, tales como el
estado civil, el domicilio, la nacionalidad, y ciertos derechos calificados de "personalísimos", por
cuanto no pueden transmitirse o transferirse a otras personas.
La Jurisdicción.
La doctrina está acorde en que la jurisdicción tiene sus orígenes con el nacimiento del Estado
y de la civilización. En épocas anteriores las controversias surgidas entre personas particulares
eran dirimidas a través del uso de la fuerza bruta, es decir, mediante el ejercicio de la
autodefensa, en cuyo caso, la razón la va a tener quien posea la fuerza y la utilice contra su
adversario y cada cual perseguía su derecho haciendo uso de sus propios medios e incluso con la
ayuda de amigos o parientes.
Por esta razón, a medida que la sociedad se iba organizando, se fue confiando a un tercero o
árbitro, en este caso la autoridad pública, la aplicación de la justicia, limitando gradualmente el
uso de la autodefensa, para atribuir la administración de la justicia a la autoridad pública. En
atención a esto, la prohibición de autodefensa tiene como piedra angular a la acción y a la
jurisdicción, ya que en los derechos individuales se hallan protegidos por el poder y la autoridad
del Estado. Así que, si el Estado, por una parte, tiene la función exclusiva de administrar justicia
mediante la jurisdicción, de otro lado, los particulares tienen la facultad de pedirle al Estado la
protección y amparo de sus derechos, a través del ejercicio de la acción.
De tal manera que la jurisdicción nace propiamente en el momento en que el Estado deja de
recurrir a árbitros privados y asume él, mediante jueces y tribunales públicos la función de
administrar justicia.
En casi todos los estados del orden internacional y por supuesto, en Venezuela, contamos
con normas como el ordinal 31 del Artículo 156 de la Constitución Nacional, establece como
competencia del Poder Público nacional, la administración Nacional de justicia, el Ministerio
Público y la Defensoría del Pueblo y el Código Penal, en el capítulo relativo a los delitos contra
la administración de justicia, tipifica en el Artículo 271 como delito a la autodefensa e impone la
correspondiente pena a quienes infrinjan esta disposición.
La doctrina da por conocido que la constitución establece los principios jurídicos que crea los
órganos supremos del Estado, al igual que la organización, funciones y atribuciones de los
mismos y la ubicación de cada uno de ellos en relación al Poder Público. Por esto, el control de
aquellos órganos que ejercen los tres poderes, las atribuciones y funciones de cada uno de ellos,
evidentemente son materia regulada por el derecho público.
En atención a lo antes expuesto, sería impropio considerar que los diversos aspectos de la
jurisdicción, estén comprendidos dentro del objeto propio del derecho constitucional, ya que esto,
necesariamente atentaría contra la autonomía científica de cada una de estas disciplinas,
pretendiendo diluir el derecho procesal dentro del derecho constitucional. Ante la independencia
científica que hoy han alcanzado todas las ramas del Derecho Público, es incongruente sostener
que la organización administrativa o el establecimiento de los principios generales de que se vale
el poder público para generar y activar el funcionamiento de la jurisdicción, sean elementos
suficientes para alterar la intrínseca naturaleza procesal que le confiere independencia y
autonomía a la Jurisdicción
La gran mayoría de los expositores procesalistas coinciden que existe una estrecha relación
entre la jurisdicción y la sentencia, partiendo del criterio de función que caracteriza a la
jurisdicción, por ser ésta una función y la sentencia un acto derivado de la función jurisdiccional,
ya que sin la tutela jurídica que el Estado presta a los particulares a través de la jurisdicción, sería
imposible que se diera la sentencia, por ser ésta el acto final de toda esa serie de actos derivados
de la tutela jurídica que brinda la actividad jurisdiccional.
Partiendo del principio de que en un Estado organizado, la división clásica del poder público,
determina tres funciones de carácter general: la función Legislativa en el proceso de creación y
formación de la Ley, la administrativa o ejecutiva, en procurar el alcance y logro de todos los
fines del Estado y la judicial, en la solución de los conflictos y controversias que puedan
suscitarse entre los asociados entre sí o entre éstos con el estado. Pero es el caso que la función
jurisdiccional no sólo se atiene a resolver los problemas y controversias suscitados entre partes
(personas particulares), ya que esta importante función del Estado penetra todas las esferas en la
diversa actividad política, jurídica, económica y social; en la esfera de las controversias entre
partes, la jurisdicción orienta y determina el proceso, en el orden jurídico estricto, la jurisdicción
ejerce a través del Tribunal Supremo de Justicia una función de control en el ámbito de la
creación y formación de la Ley, como también ocurre en el caso del control de la
constitucionalidad del derecho objetivo, establecido en el Artículo 20 del Código de
Procedimiento Civil Venezolano. Esto necesariamente le confiere a la jurisdicción un
emplazamiento bastante dilatado desde el punto de vista de su función, puesto que, tanto se aplica
al orden del proceso en la solución de las controversias de los particulares, como al orden
político; como ejemplo tenemos: Cuando se aplica al control de la
constitucionalidad o en resguardo de la soberanía del Estado, al conferirle el correspondiente
exequátur a disposiciones emanadas de autoridades extranjeras.
Como se puede apreciar, el perfil de la función jurisdiccional tiene un carácter global, por lo
tanto sería inútil pretender definirla tomando en cuenta la doble función que representa, aun
cuando hay que reconocer que la naturaleza de ésta, desde el punto de vista ontológico, es
funcional.
Vista de esta manera la situación y en este mismo orden de ideas, es posible definir la
jurisdicción dentro del sistema de legalidad imperante en el Estado de derecho como: La función
del Estado encaminada a crear, por el órgano correspondiente, una norma jurídica individualizada
y concreta, impretermitible para interpretar la voluntad de la Ley al aplicar el derecho, ya sea al
dirimir controversias entre los particulares o en la solución de conflictos de leyes.
Del anterior concepto se desprende que la jurisdicción es ante todo, una función. Pero
además, es una potestad o conjunto de deberes y facultades que tiene el Juez.
Otra conclusión que se puede extraer del anterior concepto consiste en que, de una parte se
presenta la potestad del Juez, pero de otro lado está el deber de administrar e impartir justicia a
quien la requiera, tal como lo exige el Artículo 19 del Código de Procedimiento Civil.
Constituye una función propia del Estado la cual debe ser administrada conforme a lo
establecido por el Artículo 242 del Código de Procedimiento Civil “en nombre de la República y
por autoridad de la Ley”.
El fin último de la función jurisdiccional consiste en crear, individualizada y concreta y esto
lo hace interpretando en la norma que es de carácter general y abstracto, la valoración y el
significado jurídico de las conductas particulares.
Para Chiovenda, la jurisdicción es “la función del Estado que tiene por fin la actuación de la
voluntad concreta de la Ley, mediante la substitución de órganos públicos (jueces) a la actividad
de los particulares o de otros órganos públicos, afirmando la existencia de la voluntad de la Ley u
ordenando su ejecución”.
Hoy esta doctrina ha sido superada en tanto que, ante la carencia previsiva del Legislador, el
Juez ha de interpretar la voluntad de éste, es decir, buscar en el nivel de abstracción de la norma
jurídica, su alcance y contenido e incluso en aquellos casos donde el legislador no previó un
procedimiento específico, debe, necesariamente, aplicar procedimiento análogos y, en extremo,
generar las disposiciones procedimentales necesarias, a cuyos efectos vale citar como ejemplo el
caso concreto del Artículo 291 del Código de Comercio, el cual se refiere a las irregularidades
administrativas en las sociedades mercantiles. Tal disposición jurídica sólo establece ante la
denuncia propuesta por los socios agraviados, el Juez, una vez admitida la denuncia, emplazará a
los administradores y comisarios; oídos éstos, vistos los hechos y las pruebas aportadas ordenará
la convocatoria de la Asamblea para que sea ésta quien determine lo que, en definitiva deba
hacerse. En este procedimiento no está pautado un procedimiento especial, ante lo cual, el Juez
debe echar mano de toda su potestad discrecional para ordenar el proceso.
Si la jurisdicción no tuviera la potestad de hacer ejecutar sus decisiones, todos los fines del
derecho y de la jurisdicción misma se frustrarían por no tener efecto alguno; de tal suerte que, la
ejecución forzosa de la sentencia, que es subsiguiente a la condena, es lo que hace posible que el
mandato concreto e individualizado del Juez, pueda materializarse en el mundo sensible de
manera operativa y práctica, aun en contra de la voluntad del ejecutado.
Desde el Siglo XIII, el procedimiento romanista de la actio iudicati, fue suplida por el
“Officium iudicis”, según el cual, el Juez reúne toda la actividad que el Juez debía cumplir de
acuerdo a su oficio, desde recibir la demanda, admitirla, sustanciar el proceso, dirimir y ejecutar
el fallo.
La Acción.
El derecho romano más que sistema de derechos fue un sistema de acciones, le dio más
importancia a la discusión judicial en relación a los derechos subjetivos, sin embargo pese a la
considerable trascendencia que tuvo la actividad jurisdiccional el concepto de acción del derecho
romano es irrelevante desde una perspectiva científica del proceso, puesto que tiene una óptica
material de esta.
Sin embargo ello no impide reconocer que esta concepción se encuentra vigente en algunos
ordenamientos jurídicos, verbigracia dentro del derecho nacional el Código Civil de manera
reiterada utiliza el derecho de acción como sinónimo de derecho material, también dentro del
ejercicio profesional en las cláusulas contractuales se incorporan como objeto la transferencia
"derechos y acciones", pese a que desde una perspectiva científica el derecho de acción es
inalienable, intransmisible, irrenunciable e indisponible; dentro del derecho societario el término
acción hace alusión a la parte alícuota en que se divide el capital social.
Según el Diccionario de Guillermo Cabanellas la Acción es: “Poder jurídico, distinto del
derecho y de la demanda en sentido formal, dirigido a lograr la actividad estatal, por medio de sus
órganos competentes, para la declaración coactiva de un derecho”.
Según El texto: “Tratado de derecho Procesal Civil Venezolano” del Dr. Arístides Rengel
Romberg, La Acción es: “El poder jurídico concedido a todo ciudadano, para solicitar del juez, la
composición de la litis, mediante la actuación de la pretensión que hace valer el demandante
contra el demandado”.
Con la acción se pide también al juez que actúe la pretensión, porque la no satisfacción de esta
o su resistencia por parte del demandado, origina un conflicto cuya solución es un interés de la
colectividad, y su satisfacción un interés privado del demandante. Por tanto, no se trata de un
poder jurídico desconectado de todo interés, sino fundado en el interés público en la solución
jurisdiccional de los conflictos y al servicio del interés privado en la decisión de sus pretensiones.
Al lado del interés colectivo y público que mueve la acción, existe en todo proceso, el interés
individual y privado en que se funda la pretensión.
Aquí el fenómeno jurisdiccional se examina, no desde el punto de vista del Estado que
administra justicia, sino desde la posición del ciudadano que pide justicia.
La acción es una realidad práctica con la cual tomamos contacto cada día en el mundo del
proceso civil.
En otras palabras, la trilogía del derecho procesal comprende los conceptos de:
Acción.
Jurisdicción.
Proceso.
La regla general es que no se tiene jurisdicción sin acción; esto es, que la justicia no se mueve
si no hay quien la solicite. Solo por excepción del juez puede proceder de oficio, sin ser
requerido, como ocurre en materia penal y en materia civil en los casos de interdicción,
inhabilitación, quiebra, entre otros.
El Proceso.
Concepto de Proceso.
Sucesión de fases jurídicas concatenadas realizadas conforme al orden trazado por la ley, el
juez, las partes y los terceros en ejercicio de los poderes, derechos, facultades y cargas que les
atribuye la ley procesal o en cumplimiento de los deberes y obligaciones que la misma les
impone, cursadas ante órgano jurisdiccional, pretendiendo y pidiendo la actuación de la ley para
que: Que dirima la controversia, verificado que sean los hechos alegados o que: Que se imponga
una pena o medida de seguridad al procesado averiguado que sea su delito o peligrosidad
criminal, pretensión y petición que se plasmará en una sentencia pasada por autoridad de cosa
juzgada.
VESCOVI. “El proceso es el medio adecuado del Estado para resolver conflictos a través del
Derecho procesal que establece el orden de los actos (procedimiento) para la correcta prestación
de la actividad jurisdiccional.”
El proceso es un conjunto de: Actos, Normas, Actos Realizados Frente A Los Órganos
Jurisdiccionales y un conjunto de Actos con Finalidad
Conjunto De Actos. Los sujetos realizan ritos (actos) regulados por la ley de procedimiento.
Estos actos pueden ser:
Conjunto De Actos Con Finalidad. Con finalidad de solución del conflicto o de restaurar el
ordenamiento jurídico violado y la búsqueda de una convivencia feliz de los hombres en
sociedad.
Restablecer la paz social a través de la solución del conflicto, la restauración del orden
vulnerado y la búsqueda de una convivencia feliz.
Strictu sensu, la finalidad del proceso es: en lo civil restituir el orden o un derecho o satisfacer
una pretensión; en lo penal descubrir la verdad de la existencia de un delito, un delincuente y
relacionar el delito al delincuente; en lo político y social combatir la delincuencia y educar
jurídicamente al pueblo.
Entonces esta teoría dice, la naturaleza (fundamento) del proceso está en la Demanda y la
contestación. Existe un contrato donde están fijadas las dudas litigiosas, de las cuales el
demandado podrá aceptar, rechazar o combinar, pero nunca cambiar algún punto de litigio.