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El profesor Alejandro Romero Seguel ha publicado la tercera parte de su "Curso de

Derecho Procesal Civil", bajo el sello de la editorial Thomson Reuters-La Ley, una
obra que si bien formalmente aparece destinada al estudio de la disciplina en el
ámbito del pregrado, presenta un contenido que sobrepasa el del simple manual al
que estamos habituados. La obra consolida una tendencia en el derecho procesal
nacional —un buen tiempo suspendido en el mero procedimentalismo— de avanzar
con paso firme más allá del mero estudio de las formas legales, elaborando un
sistema científico y procurando buscar el acomodo de la ley dentro del sistema. Éste,
en mi concepto, es el mayor mérito de la obra de quien es sin duda el más preclaro
exponente de este moderno movimiento en el país.

El sistema que nos propone el académico, y que parece irradiar toda su obra,
trasciende más allá de la descripción de las formas procedimentales. Su propuesta
metodológica arranca del concepto de presupuesto procesal, aquella denominación
introducida por von Bülow para designar requisitos previos que necesariamente han
de darse para constituir una relación jurídica y que en torno a los cuales —más
tarde— Chiovenda nos ofreciera en sus Istituzinoni una moderna formulación y
ordenación de los mismos con vigente actualidad hasta nuestros días. La
importancia y utilidad de la teoría de los presupuestos procesales ha sido
menospreciada por algún sector de la doctrina, debido principalmente a la falta de
consenso entre los autores para concretar su contenido y su aparente inutilidad
práctica (Nieva Fenoll, 2014). Sin embargo, nada de esto se desprende en el texto
que se comenta, pues la obra pone en evidencia el interés concreto que sigue
suscitando la noción de presupuesto procesal y la jurisprudencia —que acompaña
de manera perseverante toda la obra de Romero— revela la vigencia incuestionable
y con marcada acentuación en el tiempo de esta ya clásica expresión y su
importancia para dar solución a casos concretos. No ha podido ser de otro modo en
un trabajo en el que soberbiamente se ha sabido integrar la reflexión doctrinaria con
la experiencia del ejercicio de la profesión jurídica. Algo que nunca debiera estar
ausente en una disciplina como el Derecho Procesal.

Así como el volumen anterior estuvo dedicado al estudio de los presupuestos


procesales relativos al órgano jurisdiccional y a las partes, el recién editado se ocupa
del examen de los presupuestos procesales relativos al procedimiento.

La estructura de este tercer volumen consta de siete capítulos que se abarcan al


estudio de cuatro grandes temas: a) la aptitud formal de la demanda; b) el
emplazamiento legal del demandado; c) la adecuación del procedimiento a la acción
objeto del proceso y d) el agotamiento de la vía administrativa previa.

No escapa a la atención del autor la consideración de que la noción de


procedimiento sólo tiene sentido cuando se la estudia en función del proceso, que
es un concepto esencial de la disciplina, que no puede ser abordado sin una
atención preponderante a la garantía del debido proceso. Advirtiendo el autor la falta
de unanimidad sobre cuáles son los principios formativos del proceso civil, la obra
opta por separarlos en tres grupos: los vinculados al derecho material, como el
principio dispositivo y el de congruencia; los relacionados con la forma de los actos
procesales, y aquellos que regulan la relación entre el juez y las partes.
Particularmente interesante resulta el estudio de las proyecciones del principio
dispositivo que el profesor Romero extiende a algunas situaciones que la doctrina
tradicional no relaciona con el principio dispositivo, como la carga procesal de instar
por la tramitación del proceso.
El logrado tratamiento de la acumulación de acciones revela por sí solo que su autor
ha sido uno de los pioneros en estudio de esta específica temática en nuestro país.
Tal como señala en su explicación previa de la obra, éste y otros temas van
acompañados de las referencias bibliográficas y jurisprudenciales destinadas a
quienes deseen profundizar en alguna de las cuestiones tratadas. Hay que advertir
que cuando Romero señala que algunas de las materias han sido
tratadas someramente no hay que confundirse y deducir que estamos frente a un
estudio superficial o ligero, sino que por el contrario, nos encontramos ante un
análisis que si bien es conciso, resulta apropiado al grado de detalle exigible a un
estudio de estas características, sin que con ello se haya sacrificado el rigor
doctrinal.

También merece una destacada mención el tratamiento del presupuesto procesal


de la adecuación procedimental a la acción que es objeto del proceso. El
procedimiento adecuado es el presupuesto procesal, cuya concurrencia asegura
que el cauce procedimental escogido para la interposición y desarrollo de la
pretensión es el legalmente establecido, atendiendo a las circunstancias que la
propia ley de forma imperativa toma en consideración y pormenoriza. Ha escrito el
autor que la incorrección en la aplicación del procedimiento legal puede generar una
serie de ineficacias jurídicas, que surgen por el solo hecho de no haberse utilizado
las reglas pertinentes para resolver el asunto o la materia que se somete al
conocimiento del juez. El asunto presenta un acuciante interés actual frente a una
realidad normativa caracterizada por la creación legislativa de una variedad de
mecanismos de protección de los derechos e intereses privados, lo que ha generado
la existencia de una multiplicidad de vías procesales para la obtención de un mismo
beneficio jurídico, situación que si bien desde una visión preliminar podría
considerarse un índice de perfección del sistema de tutela de los derechos de los
justiciables, porque importa una ampliación de las vías de protección jurídica, puede
transformarse en un problema a la hora de presentar y substanciar los diversos
procedimientos ante distintos órganos jurisdiccionales, ya que el legislador no
siempre ha previsto la forma en que deben solucionarse las consecuencias
procesales derivadas de la concurrencia normativa.

El profesor Romero anuncia que con este tercer volumen da por cerrada la primera
parte de su estudio del derecho procesal nacional y, una visión optimista de sus
palabras, genera el anhelo de que prontamente veamos concretada la continuación
de su obra hacia otras parcelas de la disciplina.

En suma, celebramos la publicación de una obra que constituye un valioso aporte a


la doctrina procesal nacional y que es planteada con rigor y una visión diferente,
llamada a convertirse en un texto de obligada referencia para cualquier estudio serio
de la disciplina, en un medio donde la cantidad de publicaciones ha aumentado de
manera considerable, pero donde el número no siempre aparece escoltado de una
calidad suficiente.

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