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Eventos históricos que conllevaron a la formación del

derecho procesal y derecho procesal civil

Si el hombre hubiera dependido siempre de la accion directa para solucionar sus


conflictos, muy prontamente se hubiera extinguido. Ante un medio ambiente
agresivo y hostil, la única posibilidad que tuvo el animal humano para subsistir
dependió de la formación de grupos, lo que explica un rasgo del hombre tan
antiguo como su existencia lo cual vendría a ser su sociabilidad.
Si tal prohibición ha ido evolucionando hasta convertirse en aceptablemente
exitosa, se debe a que el hombre encontró un medio adecuado para sustituir la
violencia, expresión material de la accion directa. Este importante avance del
espíritu humano consistió en delegar a una persona del grupo social la
responsabilidad de resolver el conflicto de intereses.
En la práctica, como ya se adelantó, la sustitución de la accion directa consistió
en aceptar que el conflicto de intereses debía ser resuelto por una persona que
no fuera participe de este, es decir, por alguien que fuera ajeno a sus efectos.
Esta elección de un tercero para resolver el conflicto, quizás sea el primer acto
de derecho que crea y ejecuta el hombre, y es precisamente también aquello que
denominamos accion civil.
En plena edad media ubicamos la figura del señor feudal. El llamado derecho de
pernada nos parece un ejemplo definitivo para consultar el ejercicio de su poder
absoluto. Precisamente, a fines de esta época, en la etapa germinal de la
formación de los estados nacionales en el occidente europeo, la considerable
densidad de las sociedades en comparación con los grupos humanos primitivos
trajo consigo una decisión política impostergable: el poder central debió delegar
la función de resolver conflictos en personas cercanas a él, dada la imposibilidad
de hacerlo directamente.
En el caso concreto de la Francia revolucionaria de 1789, por ejemplo, las
espórtulas y la desconfianza social ya descritas son las expresiones típicas que
determinaron se considerara a los parlamentos- nombre del grupo social
encargado del servicio de justicia como expresión directa y concreta de la
corrupción del antiguo régimen, razón por la cual fueron abolidos. Como
sustituto de ellos, no solo se formo un nuevo servicio de justicia, sino que, en
nuestro tema concreto, se exigió que las decisiones judiciales estuviesen
sustentadas en la norma jurídica.
El proceso civil en Roma
Desde su formación, desarrollo y hasta su decadencia, en Roma existieron dos
grandes sistemas procesales: el ordinario y el extraordinario. El sistema
ordinario lo enmarcamos históricamente desde los orígenes de Roma hasta el
reinado de Diocleciano (siglo III d. C.). Dentro de él cabe distinguir dos fases: la
de las legis actiones que estuvo vigente hasta el siglo II a. C. y la del
procedimiento formulario, que la ubicamos entre el siglo II a. C. hasta el siglo
III d. C.
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En conexión con lo desarrollado en el capítulo anterior, podemos advertir que el
procedimiento romano empieza con una significativa carga de justicia privada
pura y simple, es decir, se trata de la regulación de la acción directa. Este
sistema de tutela de los derechos subjetivos, es ejercida por el propio titular y
tiene dos aspectos. Por un lado, la venganza privada y, por otro, la defensa
privada de los derechos.
Ya a fines de la República, el ejercicio de la violencia por parte del titular del
derecho se reduce casi al mínimo. La ley Julia de Vi Pública et Privata, dada
durante la época de Augusto, castigó al acreedor con la pérdida de su crédito si
este ejercía violencia contra el deudor para cobrarse. Es también el caso del
Decretum divi Marci" dado por Marco Aurelio, el mismo que contiene los
antecedentes de la prohibición al pacto comisario.
EL SISTEMA ORDINARIO
Es llamado también sistema del ordo iudiciorum privatorum (ordenamiento de
los juicios privados).
Las legis actiones
Las legis actiones eran procedimientos -en número de cinco26- de solución de
conflictos para uso exclusivo de los ciudadanos romanos, tanto cuando estos se
encontraban en Roma como también dentro del perímetro de una milla de esta,
es decir, se presentó una forma de competencia exclusiva por razón de la
persona y del territorio. Por otro lado, adviértase que a través de la legis
actiones, se trató de conceder eficacia al derecho quiritario (de quirite,
ciudadano de la antigua Roma).

 La etapa in iure

La etapa in iure estaba a cargo del magistrado y se iniciaba con un acto


privado de citación al demandado hecho por el demandante y llamado in
ius vocatio. Si el demandado no se presentaba, dado que la concurrencia
personal era indispensable, el magistrado investía al demandante de la
facultad de llevar por la fuerza al demandado de donde lo encontrara. Al
encontrarlo se dirigía a él en términos consagrados (in ius te voco o in ius
sequere); si no obedecía, tomaba testigos y lo llevaba a la fuerza, inclusive
arrastrándolo. Esto último era el obtorto collo.

 La etapa apud in iudicem o in iudicio

Posteriormente, ya ante el juez, se realiza la segunda etapa (apudin


iudicem), consistente en que este actúa los medios probatorios; entre
ellos, escucha la versión de los testigos sobre lo actuado ante el
magistrado, y luego procede a resolver.

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 Descripción de un proceso durante la legis actiones

El carácter sacro de las legis actiones estaba ligado a su origen primitivo,


tanto así que las soluciones que regularmente se daban a los conflictos
estaban emparentadas con formas de acción directa, es decir, de violencia
matizada por los actos formales que las partes cumplían. Una
demostración de ello era la legis actio per manus iniectionem (acción de
la ley por aprehensión física del deudor). Como se advierte a partir de su
nombre, era el procedimiento por el cual el acreedor solicitaba al
magistrado le concediera el derecho de cobrarse su crédito usando la
persona física del deudor. Es importante precisar que la manus iniectio
era más despiadada y expeditiva cuanto más libre estuviera el acreedor
para actuar, es decir, en el ámbito privado34. Con la intervención del
Estado, la manus iniectio fue concedida, pero con garantías para el
deudor.
El procedimiento formulario
El implacable rigor formal de la legis actiones determinó que en su aplicación se
produjeran muchas injusticias; de hecho, la pérdida del derecho material por un
error de forma (procesal) produjo descontento y desconfianza en los usuarios.
Esta situación condujo a la necesidad de reducir las exigencias formales a fin de
hacerlas menos categóricas. Este es el origen del procedimiento formulario.
Como el tránsito de un proceso a otro no ocurrió categóricamente, hubo una
época en que el procedimiento de la legis actiones coexistió con el
procedimiento formulario, sin embargo; ya en esa época este se empezó a
caracterizar por quebrar la competencia por razón de la persona, establecida de
manera firme por aquel como ya se expresó.
EL SISTEMA EXTRAORDINARIO
Llamado también procedimiento extraordinario o cognitio extraordinem, se
caracteriza - por oposición al sistema antes descrito- porque no presenta dos
etapas procesales (in iure y apud in iudicem), sino solo una. Por otro lado, la
organización judicial se torna directamente tributaria del poder central,
asimismo, se nombran jueces competentes que se hacen cargo directamente de
la solución del conflicto que se les encomienda.
El juez es en este sistema un funcionario del Estado, como en la actualidad. Por
otro lado, en las distintas ciudades otros funcionarios como el prefecto de
policía y los gobernadores de provincia, pasaron a conocer directamente algunos
asuntos, utilizando el procedimiento extraordinario. Es de advertirse que este
procedimiento mantuvo vigencia simultánea con el procedimiento ordinario
durante el Alto Imperio, lo que deja de ocurrir durante el siglo III cuando el
extraordinario pasa a ser el único.
EL ARBITRAJE EN ROMA
Además de los procedimientos oficiales antes descritos, las partes estaban
facultadas para -de común acuerdo- nombrar un árbitro que solucione su

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conflicto. Este acuerdo (Pactum) de someter el conflicto a un árbitro se llamaba
stipulatio o compromissum, y se convertía en un receptum arbitri, cuando el
árbitro aceptaba el encargo, para lo cual regularmente exigía que las partes se
comprometieran a aceptar la ejecución de lo que resolviera el árbitro. Si no
obedecían, el árbitro, basándose en una commissa est estipulatio, le concedía al
ganador una actio incerti.
El árbitro tramitaba el conflicto de acuerdo con su criterio y admitía como reglas
de actuación solo las que las partes pudieran haber convenido. Si la decisión
expedida por el árbitro no era aceptada por el perdedor, el ganador tenía el
derecho de recurrir al procedimiento oficial para lograr su ejecución, al ser
titular de la stipulatio. Es en fecha posterior que Justiniano le dio al fallo
arbitral la calidad de título de ejecución, inclusive dispuso que el acuerdo de las
partes contemplara siempre una sanción por incumplimiento de la decisión del
árbitro.
EL PROCESO EN HISPANIA, PROVINCIA ROMANA
Descrito el proceso en Roma, nos encontramos al final con su expresión
procesal más avanzada, el proceso extraordinario. Producida la expansión del
Imperio Romano, se difunden también sus claves culturales. Es el caso del
derecho y, para nuestro tema, es lo que ocurrió con el proceso. No debe
olvidarse, sin embargo, que la difusión y, en algunos casos, la imposición del
derecho romano se hizo en pueblos que también tenían sus propios métodos de
solución de conflictos y sistemas normativos.
Por otro lado, para que el análisis de nuestros antecedentes resulte correcto, es
necesario advertir que ese derecho romano ambientado por las costumbres de
los pueblos invadidos, sufre una nueva y profunda transformación con la
invasión de los pueblos germánicos, quienes aportan también su propio
derecho. Esta mezcla maravillosa de dos corrientes distintas del pensamiento
jurídico produce una síntesis particular, atendiendo además al derecho que los
pueblos europeos que sufrieron la afectación tenían como propio, como ya se
anotó.
LA SÍNTESIS CREADORA DEL PROCESO ROMANO Y DEL
PROCESO GERMÁNICO
El proceso en las regiones colonizadas por el Imperio, que reconocía como
fuente al proceso romano con las variantes que sus costumbres e idiosincrasia le
impusieron, es nuevamente removido desde sus cimientos con la aparición del
proceso germánico. Como fruto de esta nueva y lenta influencia (dura casi dos
siglos), que no fue sangrienta ni negativa como algunos textos las informan, se
fue forjando en estos pueblos -entre ellos los que después van a formar el reino
de España un nuevo tipo de derecho y de proceso.
El producto de la interacción de dos culturas jurídicas, es un derecho distinto y
considerablemente superior. Es cierto también que su desarrollo no es uniforme
en los pueblos europeos, no se sigue un mismo patrón, el ordenamiento jurídico
es distinto según el pueblo germánico de que se trate y el pueblo que reciba la

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influencia. En el caso de España, esta síntesis cultural produjo un derecho
excepcional.

EL PROCESO CANÓNICO
En un principio la jurisdicción eclesiástica -a cargo de los obispos- solo abarcaba
las controversias entre los miembros de las comunidades religiosas.
Posteriormente el emperador Constantino amplió la validez de las sentencias
expedidas en este fuero, para cuando las partes estaban de acuerdo en acudir
donde el juez eclesiástico. Luego, se ingresa a un período en el que el ámbito de
aplicación del tribunal eclesiástico se vuelve a ampliar, tanto que en una epístola
decretal de Inocencia III se afirma que, dado que toda usurpación de bienes es
un pecado y dada la calidad religiosa del acto, surge el derecho de someter las
cuestiones civiles, aunque sea entre legos, a dichos tribunales. Es pertinente
precisar que el procedimiento usado por esta jurisdicción fue el extraordinario.
EL PROCESO EN EL DERECHO FORAL
Este derecho, llamado foral, se caracterizó por la redacción de documentos en
los que se describía la actividad jurídica a partir de los casos presentados y sus
soluciones. Estos documentos, llamados fueros, cartas pueblas o fazañas,
tendrían en la actualidad su equivalente en las revistas o libros de
jurisprudencia.
Otras manifestaciones del derecho foral son las Leyes del Estilo, el Fuero Real y
el Ordenamiento de Alcalá, este último expedido durante el reinado de Alfonso
XI.
LA PARTIDA III
El orden procesal que se desarrolla en la Partida III ya no es más producto de la
influencia combinada del proceso romano y del germánico. Es, en cambio, un
retorno total y definitivo a las fuentes romanas. De alguna manera, la Partida III
es la versión procesal del Digesto, a la que se agregan los aportes propios de la
experiencia procesal española de la época.
EL PROCESO EN LOS ORDENAMIENTOS ESPAÑOLES
POSTERIORES A LA PARTIDA III
Una norma importante promulgada por los Reyes Católicos después de La
Partida III son las Ordenanzas Reales de Castilla. De la misma época y
promulgada por los mismos monarcas son las Leyes de Toro, norma curiosa
porque no busca derogar otras leyes sino simplemente aclarar las dudas que
provocaba la lectura de las vigentes.
Para efectos de nuestra herencia procesal, cabe precisar que en 1680 Carlos II
promulgó para la América colonial la Recopilación de leyes de los reinos de las
Indias. Su Libro Quinto regulaba todo lo concerniente a los procedimientos.
EL PROCESO EN EL PERÚ PREHISPÁNICO

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La información que se tiene sobre la época previa al Tawantinsuyu es
precaria57. Sin embargo, está fuera de toda duda que una organización socio-
económica como el Ayllu debió contar con un sistema de solución de conflictos
en la cual los curacas y apus debieron cumplir probablemente una función
similar a la jurisdiccional. Con referencia a la cultura Moche se ha descrito la
realización de un proceso judicial, tomando como fuente su iconografía.
Con este antecedente, desarrollaremos el tema que se relaciona con la existencia
del proceso en el Estado Inca, opinando previamente sobre una cuestión más
genérica: ¿existió el derecho prehispánico? Como es evidente, la respuesta a la
interrogante planteada pasa por identificar el significado que se le otorga al
concepto Derecho. Si, por ejemplo, consideramos que este es un conjunto de
normas que regulan la conducta social de un grupo humano relativamente
permanente, sin duda el derecho no existió en estas tierras antes de la llegada de
los españoles. Sin embargo, si consideramos que el derecho es el fenómeno
social a través del cual el Estado se organiza y concreta un sistema de ejercicio
del poder con y entre sus súbditos, no cabe duda de que antes del siglo XV hubo
derecho en América.
EL PROCESO EN LA COLONIA
La organización del servicio de justicia en la Colonia. Para efectos judiciales, el
territorio conquistado por España fue dividido en doce distritos judiciales, los
que a su vez tenían como órgano nuclear a las audiencias, las que dependían del
Supremo Consejo de Indias -con sede en España-, ya su vez estaban divididas en
gobiernos o regimientos y alcaldías. Las audiencias, específicamente la de Lima,
que era considerada la más importante, cumplían diversas e importantes
funciones, desde asegurar los derechos de España en sus colonias hasta vigilar
que los virreyes y demás autoridades ejercieran su autoridad sin incurrir en
abusos. Dada la presencia de los virreyes en la conformación de los tribunales, y
a fin de evitar que la función ejecutiva afectara el ejercicio de la función judicial,
se establecieron reglas. Así, por ejemplo, a pesar de que los virreyes eran los
presidentes de las audiencias, su ausencia no impedía su funcionamiento.
EL PROCESO CIVIL EN EL PERÚ y EN LATINOAMÉRICA
El horizonte teórico contenido en la Partida III irradió su influencia durante
todos los siglos que duró el dominio español en las tierras conquistadas y luego
colonizadas por España. Sea en su texto original o después en sus sucesivas
reformas legislativas, tales como la Recopilación, las Leyes de Indias o
posteriormente las Reales Cédulas, expedidas estas últimas para ser leyes en las
colonias, se advierte que la Partida III constituye el documento procesal más
influyente en estas tierras hasta fines del siglo XIX, y en algunos casos de forma
indirecta mediante las Leyes de Enjuiciamiento Civil españolas de 1855 y 1881
presuntamente modernas, hasta el mismo siglo XX.

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