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Alonso SÁNCHEZ BAUTE, Líbranos del bien,

Bogotá, Alfaguara, 2008, 372p.

Iván Garzón Vallejo


Profesor
Universidad de La Sabana

Como lo reconoce su autor, Líbranos del bien es un libro que fusiona varios géneros
periodísticos y varias modalidades de escritura: reportaje, entrevista, crónica, noticia, artículo
de opinión, novela de no ficción, historia, relato popular. Líbranos del bien, del escritor
colombiano Alonso Sánchez Baute es el sugerente intento de exorcizar, previo entendimiento,
la violencia que durante años azotó a una región, el Cesar, y a un pueblo, Valledupar. Y es, al
mismo tiempo, una indagación en los protagonistas y sus allegados, acerca de la razón (o la
sinrazón) de nuestra violencia colectiva, y de su enraizamiento en el alma humana.

El libro contiene básicamente el relato de cómo dos miembros de familias distinguidas


del Cesar se fueron un día para el monte a servir a la guerrilla, uno, y a los paramilitares, el
otro. Ricardo Palmera Pineda, más conocido como “Simón Trinidad”, y Rodrigo Tovar Pupo,
conocido como “Jorge Cuarenta” vivieron durante buena parte de su vida en Valledupar, y por
razones diferentes, pero al fin y al cabo semejantes en lo que se refiere a la justificación de la
violencia y de la guerra, abandonaron esposa, familia e hijos para irse tras una causa que
consideraban justa. O buena, como sugiere el título de la obra.

El autor, no está demás aclararlo en este país en el que aún el intento de comprender
la violencia es interpretado por algunos como una forma de legitimarla, no pretende justificar
la decisión de uno y otro, sino tan sólo explicarla y contextualizarla, lo que ya es mucho. Y lo
hace quizás, porque al igual que miles de sus coterráneos, el escritor tiene la misma
conmoción por lo ocurrido. Esta experiencia la describe muy bien una de las allegadas al Papa
Tovar, quien fuera Secretario de Hacienda de su pueblo y que posteriormente sería conocido y
temido bajo el seudónimo de “Jorge Cuarenta”, comandante paramilitar: “Es que en ese
entonces el Papa Tovar era la persona más correcta, más incorruptible, de este mundo. Diría
que era la honestidad en pasta. ¿Qué pasó después? Eso es lo que nadie entiende” (p. 358, el
subrayado es mío).
Líbranos del bien da cuenta de dos fenómenos muy importantes en la dinámica de este
interminable conflicto. El primero, la complicidad de las clases dirigentes con el surgimiento
del paramilitarismo, complicidad que obedeció en parte a la ausencia del Estado en ciertas
regiones –como el Cesar–, y que fue una de las causas por las cuales la guerrilla se sintió a sus
anchas para cometer robos, extorsiones, abigeatos, secuestros y asesinatos, atemorizando a
una población que aplaudió (como lo hace la centenaria Josefina Palmera) la respuesta
paramilitar, a pesar que estos grupos representaban también un mal. Pero, considerado
menor.

El segundo elemento, es la estigmatización social y política que sufrieron en la década


del ochenta y los inicios del noventa los simpatizantes de la izquierda, pues eran vistos como
unos ciudadanos peligrosos y sospechosos. Si bien dicha mentalidad ciudadana no es causante
de la violencia guerrillera y paramilitar, sí fue un factor que le cerró a esta tendencia política
espacios democráticos y civilizados para plantear abiertamente sus postulados.

Un pequeño paréntesis, que creo justificado: el relato de la muerte de “La Cacica”,


Consuelo Araújo, es quizás uno de los pasajes más conmovedores del libro, que derriba, de
paso, varios lugares comunes que difundieron los medios de comunicación en aquellos días
sobre aquél suceso.

No obstante la buena factura de la prosa de Sánchez Baute, de sus eruditas glosas


cinematográficas, y de su juiciosa y documentada investigación, las continuas referencias a su
tendencia homosexual son gratuitas e inapropiadas. No solo no concuerdan con la temática del
libro: la guerra, la violencia, el odio, la tragedia vallenata, sino que además, dan la impresión
de ser una reivindicación ideológica y personal, una perorata fuera de lugar, sobre todo
cuando el autor pretende asociar la discriminación a los homosexuales, consideradas por él
homofobia con el elemento definidor de la cultura vallenata. Más allá de la verosimilitud de
este juicio, siempre he pensado que la literatura debe estar desprovista de contenidos
ideológicos, y de intenciones politizantes o moralizantes, sean del signo que sean. Por eso, si
bien dichas alusiones empañan, a mi juicio, el libro de Sánchez Baute, creo que la obra es una
espléndida contribución a la recuperación de nuestra memoria histórica, y sobre todo, una
interesante crónica de lo que para dos hijos ilustres de Valledupar como Ricardo Palmera
Pineda y Rodrigo Tovar Pupo comenzó siendo una epopeya, pero terminó siendo una
tragedia, pues contribuyeron a ensangrentar a su querido pueblo natal, y de paso, al país
entero.

Si no, que lo digan “Simón Trinidad” y “Jorge Cuarenta”, hoy recluidos en la misma
cárcel estadounidense.

Bogotá, 11 de julio de 2010.  

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