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Luis de Góngora 3

A LA EMBARCACIÓN EN QUE SE ENTENDIÓ PASARAN A NUEVA ESPAÑA LOS


MARQUESES DE AYAMONTE

Velero bosque de árboles poblado,


Que visten hojas de inquieto lino;
Puente inestable y prolija, que vecino
El Occidente haces apartado:

Mañana ilustrará tu seno alado


Soberana beldad, valor divino,
No ya el de la manzana de oro fino
Griego premio, hermoso, mas robado.

Consorte es generosa del prudente


Moderador del freno mexicano.
Lisonjeen el mar vientos segundos;

Que en su tiempo (cerrado el templo a Jano,


Coronada la paz) verá la gente
Multiplicarse imperios, nacer mundos.

A LA MARQUESA DE AYAMONTE, DÁNDOLE UNAS PIEDRAS BEZARES QUE A


ÉL LE HABÍA DADO UN ENFERMO

Corona de Ayamonte, honor del día,


Estas piedras que dio un enfermo a un sano
Hoy os tiro, mas no escondo la mano,
Por que no digan que es cordobesía;

Que dar piedras a Vuestra Señoría


Tirallas es por medio de ese llano,
Pesadas señas de un deseo liviano,
Lisonjas duras de la Musa mía.
Término sean, pues, y fundamento
De vuestro imperio, y de mi fe constante
Tributo humilde, si no ofrecimiento.

Camino, y sin pasar más adelante,


A vuestra deidad hago el rendimiento
Que al montón de Mercurio el caminante.

A LA MEMORIA DE LA MUERTE Y DEL INFIERNO

Urnas plebeyas, túmulos reales


Penetrad sin temor, memorias mías,
Por donde ya el verdugo de los días
Con igual pie dio pasos desiguales.

Revolved tantas señas de mortales,


Desnudos huesos y cenizas frías,
A pesar de las vanas, si no pías,
Caras preservaciones orientales.

Bajad luego al abismo, en cuyos senos


Blasfeman almas, y en su prisión fuerte
Hierros se escuchan siempre, y llanto eterno,

Si queréis, oh memorias, por lo menos


Con la muerte libraros de la muerte,
Y el infierno vencer con el infierno.

A LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Si ociosa no, asistió Naturaleza


Incapaz a la tuya, oh gran Señora,
Concepción limpia, donde ciega ignora
Lo que muda admiró de tu pureza.

Díganlo, oh Virgen, la mayor belleza


Del día, cuya luz tu manto dora,
La que calzas nocturna brilladora,
Los que ciñen carbunclos tu cabeza.

Pura la Iglesia ya, pura te llama


La Escuela, y todo pío afecto sabio
Cultas en tu favor da plumas bellas.

¿Qué mucho, pues, si aun hoy sellado el labio,


Si la naturaleza aun hoy te aclama
Virgen pura, si el Sol, Luna y estrellas?

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