En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo representa la fe comparándola a un
gran escudo, similar al que usaban los soldados en el siglo primero; ¿Se imagina a uno de ellos yendo a la guerra con su escudo en mal estado?... Claro que no. Eso le costaría la vida. El escudo resguardaba gran parte de su cuerpo. Pero para que siga protegiéndolo debía constantemente asegurarse de que se encuentre en buen estado y así estar listo para la siguiente batalla. Al igual que este soldado nuestra fe también requiere que la evaluemos constantemente. Nadie puede hacerlo por nosotros ¿Cómo podemos saber si nuestra fe se está debilitando? En este bosquejo, analizaremos 3 preguntas que determinaran ¿En qué estado se encuentra nuestra fe?
La primera tiene que ver con nuestra fe en las promesas de Jehová
Por ejemplo; conocemos que muy pronto este mundo desaparecerá para siempre. Pero ¿Creemos esto de verdad o nos hemos olvidado de lo cerca que está de cumplirse esa promesa por aprovechar al máximo lo que este mundo nos ofrece? (Hab. 2:3.) “¿Estoy perdiendo la fe en las promesas de Dios?” No basta con solo conocer estas promesas, nuestra postura ante la conducta de este mundo demostrara nuestra fe en ellas.
Para encontrar la siguiente pregunta dirijámonos a hebreos 6:11.
“Pero deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma diligencia a fin de tener la plena seguridad de la esperanza hasta el fin.” “Mostrar la misma diligencia” pregúntese: ¿Sigo dándole a Jehová todo lo que puedo?” Es claro que Jehová desea que todos tengamos un trabajo que nos permita nuestro sustento sin embargo tal vez nos demos cuenta que estamos dejando de lado nuestra espiritualidad por alcanzar metas egoístas como: un mejor empleo, una casa más grande y poco a poco podríamos permitir que el materialismo nuble lo más importante de nuestras vidas que es nuestra dedicación a Jehová. Nuestra fe podría tambalearse y podríamos hacernos perezosos y dedicarle menos de lo que podemos a Dios (Heb. 6:12). La última pregunta que analizaremos tiene que ver con el respeto que merecen los ancianos de la congregación. ¿Por qué es esto importante? Cuando los israelitas creyeron el mal informe que les dieron los diez espías que no tenían fe, comenzaron a quejarse de Moisés y Aarón. Como reacciono Jehová en Números 14:2-4, 11 leemos “¿Hasta cuándo no pondrán fe en mí [...]?” (Núm. 14:11). Así es, al quejarse de sus líderes, el pueblo demostró que no tenía fe en Dios, pues él los había seleccionado. “¿Me quejo de los hermanos que cuidan de la congregación?” Si tenemos la costumbre de quejarnos de los hermanos a los que Dios ha puesto al frente de su pueblo, ¿no estaríamos demostrando la misma falta de fe?
Después de este autoexamen tal vez haya descubierto que su fe no es tan
fuerte como creía. Pero no hay razón para desanimarse ¿Qué podemos hacer para fortalecer nuestra fe?
Fortalezcamos nuestra fe con la Biblia. Si queremos imitar a Jesús y tener una fe
fuerte, debemos leer la Biblia todos los días, estudiarla y pensar en lo que aprendemos. Pensemos en lo que Jehová nos ha prometido. Imagínese cómo será vivir en el Paraíso. Puede escribir o dibujar lo que le gustaría hacer allí. O puede hacer una lista de las personas resucitadas con las que le gustaría hablar y escribir lo que les diría. Pidámosle a Jehová que nos dé más fe Tenemos que pedirle a Dios que nos dé espíritu santo. ¿Por qué? Porque la fe forma parte del “fruto del espíritu”
¿Y si ya tenemos una fe fuerte? Entonces debemos asegurarnos de que se mantenga
fuerte. ¿Por qué? Porque la fe es como el fuego de una fogata. Al principio, las llamas tal vez sean muy fuertes. Pero si dejamos de echar leña, el fuego se apagará. Con la fe pasa algo parecido. Si no queremos perderla, tenemos que leer y estudiar la Biblia todos los días. Entonces, cada vez amaremos más a Jehová y la Biblia, y nuestra fe siempre será fuerte.