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Anaxímenes nos ofrece un mecanismo de explicación de la generación de las

cosas a partir de otro elemento distinto de ellas: ese mecanismo de generación


se apoya en las nociones de "condensación" y "rarefacción". Por condensación
del aire, dice Anaxímenes, se forman las nubes; si las nubes se condensan se
forma el agua; la condensación del agua de lugar a la constitución del hielo, de
la tierra; y la condensación de la tierra

da lugar a la constitución de las piedras y los minerales; el proceso inverso lo


representa la rarefacción: si la piedra pierde condensación dará lugar a la
formación de tierra; a su vez, si la tierra pierde condensación se transforma en
agua; y siguiendo el proceso de pérdida de condensación o rarificación, del
agua sugerían las nubes, de éstas el aire y, por último, la rarefacción del aire
produciría el fuego.
Anaxímenes escogió el aire como principio originario, (arjé) de donde procede
todo, debido a que podía convertirse en cualquiera de los otros elementos del
mundo, como mar o tierra, sin perder su propia naturaleza. Simplemente se
condensaba o se rarificaba, pero conservando siempre su identidad.
En terminología moderna podemos decir que Anaxímenes está
intentando basar la explicación de lo cualitativo en lo cuantitativo ;
encontramos en él, por lo tanto, un intento de explicar el mecanismo de
transformación de unos elementos en otros, del que no disponían Tales
ni Anaximandro. Al igual que ellos insiste, sin embargo, en afirmar una
causa material como principio del mundo y, por lo tanto, en tratar de
llevar a la unidad la diversidad de la realidad observable.
cuando diminuye la densidad del aire
 Ana
xímenes habría afirmado que el principio de todas las cosas existentes es el aire: 

 Anaxímenes pone como arjé el aire que es un principio infinito,

 probablemente Anaxímenes encontró en el aire empírico una serie de propiedades


que desempeñarían mejor que otros elementos las funciones de arjé.

 En segundo lugar el aire tiene carácter divino («Anaxímenes dice que el aire es
dios», Aecio, I 7, 13) y se compara con el alma. El aire se emparenta desde
antaño con las potencias anímicas (Aecio, I 3, 4):«Así como nuestra alma (yuch') al
ser aire nos mantiene unidos, así también el aliento (pneûma) o aire abarca a todo
el cosmos». En el texto anterior se mantiene una comparación entre el aire
cósmico con el pneuma y con el alma aliento, en cuanto principio de vida.

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