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HABLAR DE LOS ORÍGENES ES HABLAR DE LA MADRE BIOLÓGICA

ABRIL, 2019

Hablar de los orígenes es hablar de los distintos aspectos de la vida de nuestros hijos antes
de la adopción pero es, sobretodo, hablar de la madre biológica, de cómo la sienten
nuestros hijos, de cómo la sentimos nosotros. 
Todo hijo adoptivo, independientemente de la edad de su adopción, ha vivido un
momento muy duro: la madre biológica, de la que dependía, a la que necesitaba,
despareció. La conexión con este dolor la puede revivir en muchos momentos de su vida
porque en su interior puede quedar este mensaje: tenía unas necesidades y nadie las
cubrió, no soy digno de ser querido, tengo carencias por esto no fui válido para mi madre,
si mi madre desapareció, todo puede desaparecer. Unos mensajes afectan directamente a
la propia autoestima, desarrollo madurativo, seguridad, confianza en la relación con los
otros… 
Es muy importante tener en cuenta, atender y por tanto reconocer esta criatura herida y
desatendida que hay dentro de nuestros hijos adoptados. Es necesario darles, en algún
momento, la atención propia de un bebé, de un niño pequeño, que no pudieron tener en su
momento. Esto es lo que nos permitirá acercarnos, poder hablar de su historia de vida, de
su madre biológica. 
Es después de atender, de reconocer a esta criatura interior que nos podremos acercar al
tema del origen: y el centro es la madre biológica, después también los hermanos, el padre,
el país, el idioma… pero el centro siempre es la madre. Como dijo en la consulta una hija
adoptiva, “si alguien te dice que no piensa en su madre biológica, no le creas”. 
El trabajo que deben hacer los padres adoptivos es cómo situar la madre biológica dentro
de la propia familia, porque al ser parte de la vida de nuestro hijo, es parte de la vida de
nuestra familia. 
Sobre el hecho de hablar con los hijos de los orígenes, hay familias que dicen: Cuando nos
pregunta se lo decimos. O: No nos pregunta nunca… si nuestra actitud como padres es
responder solo si preguntan, nosotros mismos le estamos quitando importancia al tema, lo
estamos silenciando, y, por lo tanto, no estamos favoreciendo que hablen de ello
abiertamente. 
Para poder dar un lugar a la madre biológica en nuestra familia, hay que preguntarse:
¿Cómo habita en mí la madre de mi hijo? ¿Pienso en ella? ¿La siento? ¿Es importante para
mí? Si no vive en mí, si no la pienso, será difícil poder acompañar a nuestro hijo en este
tema. A veces, frente a una pregunta del hijo sobre su madre biológica, es importante
responder con un “Yo también me he hecho esta pregunta”, porque le estamos diciendo
“Yo también pienso en tu madre, como tú”, y así es como podemos hacer que se sienta
acompañado. El espacio para la comunicación surge cuando compartimos lo que sentimos,
de manera espontánea, no porque “ahora toca hablar”. 
Si sentimos internamente lo que decimos, aunque sea triste o doloroso, no le haremos
ningún daño a nuestro hijo. A los adultos nos asusta hablar de temas dolorosos con
nuestros hijos, pero a menudo ellos ya han pensado en ello y ya han sentido dolor. Hablar
de temas dolorosos les permite expresar su tristeza, lo que duele es no poderla expresar. Y
quizás a quién más duele un tema difícil es al mismo adulto, por asuntos no resueltos
(sobre la madre biológica, por ejemplo, se la puede estar juzgando, estigmatizando, viendo
como una competidora, con miedo…)
Cuando la familia adoptiva siente que ha hecho un lugar a la madre biológica de su hijo,
tenemos mucho ganado: ya no se tiene miedo de hablar porque hay un respeto, un
reconocimiento hacia la historia de vida de nuestro hijo. Y podemos entender y acoger los
sentimientos de nuestro hijo hacia su madre biológica, que pueden ser de tristeza, de rabia,
de amor-odio, de injusticia, etc. Y hablar de ello. Cuando le damos nombre a lo que
sentimos, le estamos dando un sentido a lo que ha pasado o a lo que está pasando. 
El tema de los orígenes es, metafóricamente hablando, como un jardín muy oscuro que
tenemos en casa y en el que nos da miedo entrar. Nos da miedo a todos, padres e hijos
adoptivos. Hay tres niveles de aproximación por parte de los padres al tema: 

1. Mi hijo no habla, no le interesa el tema, así que no hablamos de ello en casa. Pero
todos sabemos que “el jardín” está allí. Si no hablamos nunca de la vida de nuestro
hijo antes de la adopción, de la pérdida de su madre biológica, le estamos dando los
siguientes mensajes: en esta parte de tu vida hay cosas “negativas”, “no queribles”,
“abandonables”… y la prueba es que no hablamos de ello, que las mantenemos lejos,
que no queremos que formen parte de nuestra vida actual. y si no forma parte de la
vida de los padres, el hijo llega a la conclusión de que “se las debe comer solo”, y no
pregunta porque no es fácil y porque siente que a los padres les incomoda que
pregunte. 
2. Los padres le dicen al hijo: tienes que ir a este jardín, pregunta todo lo que quieras,
te responderemos, te ayudaremos, te acompañaremos si un día quieres entrar en él,
incluso a conocer a tu madre, “pero si tú quieres”, en definiitva, “es asunto tuyo”, te
puedo “ayudar”, “acompañar hasta la entrada”, pero no “compartir contigo”. Es difícil
entrar solo en un “jardín oscuro”, y más siendo un niño. 
3. Los primeros que entran en el jardín son los padres, aunque al principio los hijos
no vayan. Cuando los hijos adoptivos ven que los padres van, que están allá, los hijos
podrán ir también. Y querrán ir porque se sentirán acompañados de verdad. El
mensaje de los padre es: cuando quieras puedes venir, nosotros estamos aquí y te
esperamos. Es decir, nosotros pensamos y hablamos de tu vida anterior a la adopción,
y de vez en cuando te decimos lo que sentimos al ver tal película, o tal persona, o tal
noticia… que nos recuerda a lo que te pasó, o a lo que quizás le pasó a tu madre
biológica… y así le estamos diciendo que lo aceptamos entero, con lo que es y con su
historia de vida, con sus orígenes, con su madre biológica, con el país donde nació…
que todo esto forma parte de nuestra familia, que no se entendería nuestra familia sin
todo esto. Él puede venir o no, puede querer o no hablar de ello, puede necesitar su
tiempo y debemos respetarlo. Pero sabe que nosotros le esperamos. Y es importante,
más que preguntar a los hijos qué sienten, qué piensan, decirles qué pensamos o
sentimos nosotros, sin más pretensión. Cuando les hablemos de qué sentimos no nos
equivocaremos y les transmitiremos, de verdad, que no están solos. 

Sentir y saber transmitir que la madre biológica de nuestro hijo tiene un lugar en nuestra
familia, que sin ella nuestra familia no se entendería porque es quien dio la vida a nuestro
hijo y llegó hasta dónde pudo… es también importante para acompañar a nuestro hijo y
para que él pueda expresarse libremente. El niño puede estar muy enfadado con su madre
biológica, pero lo que es importante es que pueda compartir este sentimiento y que
nosotros lo validemos, lo aceptemos y le ayudemos a comprender. 
A menudo los padres tiene muchas dudas sobre si explicar o no hechos muy duros que
pueden conocer de la madre biológica. Edulcorar unos hechos, una historia, que se conoce,
es no aceptarla. Y esta no aceptación por parte de los padres adoptivos supone, de alguna
manera, perpetuar esa fuente de sufrimiento del niño que fue abandonado. Hay algo en mi
que no es bueno, por esto me dejaron y cuando tú te des cuenta también me dejarás. Igual
hay que preguntarse como adulto: ¿Qué siento yo con al historia que conozco? ¿Por qué
me cuesta explicarla? ¿tengo miedo del dolor que provocará a mi hijo o del dolor que
provoca a mí? ¿Me siento inseguro, tengo miedo a que cambie nuestra relación? Conocer
nuestros propios sentimientos y a partir de ahí, compartirlos con nuestros hijos, nos
acercará a ellos y nos ayudará a hablar y compartir los hechos de su historia de vida que
forman parte de su identidad. 

Fuente: https://madredemarte.wordpress.com/2019/04/02/hablar-de-los-origenes-es-
hablar-de-la-madre-biologica/

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