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TRABAJO DE LENGUA CASTELLANA

TEXTO ARGUMENTATIVO CON MARCADORES TEXTUALES

“LA BELLEZA DE EXISTIR”

Docente: Daniela Arroyo.

Estudiante: Valentina Gómez.

COLEGIO NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

GRADO 10°2

2021
LA BELLEZA DE EXISTIR

Existe un mundo superficial: nada es lo que parece y nadie es lo que dice ser.
A este, el papa Benedicto XVI denominó “el sexto continente”; hablamos de las
redes sociales, del mundo digital. Hoy día, es cada vez más normal que un niño
tenga un dispositivo electrónico, teniendo acceso a infinita información, tanto
constructiva como de alto riesgo para su vida, y entre esta última, nos
encontramos con una tendencia que amenaza aun la existencia de los jóvenes: los
trastornos alimenticios.

Resulta descabellado pensar que las redes sociales tengan influencia sobre la
conducta psicológica de las personas e, incluso, sobre su alimentación. No
obstante, es una realidad: las redes sociales afectan negativamente a la
población, sobre todo a los adolescentes.

En la actualidad, contamos con variadas aplicaciones que, de distinta manera,


desarrollan una misma función: conectar a las personas dentro de un mundo
virtual. Pero, ¿qué pasa cuando no es esta la única función que se les da? ¿Qué
sucede cuando este mundo digital, falso e intangible, parece tener un impacto
mayor que el de la realidad, logrando afectar, incluso, nuestro razonamiento? La
respuesta es sencilla: se desencadenan patologías o trastornos psicológicos,
como la depresión, la ansiedad y los desórdenes alimenticios. Estos últimos son,
quizá, de los menos mencionados a nivel social. Pareciese un tema lejano, ajeno a
nuestra realidad, cuando lo más probable es que, aunque no tengamos un
desorden alimenticio, sí poseamos actitudes o comportamientos propios del
mismo. Esto es lo que afirma el Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute)
en su informe sobre la Salud Mental en la Infancia, llamado Children’s mental
health report social media, gaming and mental health'. Este estudio plantea que
alrededor del 1% de las mujeres jóvenes han tenido un trastorno alimenticio en el
último año y que un número mayor de adolescentes entre el 14% y 22% (American
Psychiatric Association, 2013), tienen conductas de trastorno alimenticio, aunque
no tienen uno. Además, otro estudio, semejante a este, realizado en niñas de
secundaria, encontró que el tiempo pasado en Internet estaba significativamente
relacionado con la internalización del ideal delgado, la vigilancia corporal y el
deseo de delgadez. Esto es totalmente preocupante, puesto que nos encontramos
en una situación donde la imaginación, las cosas superficiales, superan la
realidad. Es decir que hemos creído, erróneamente, que lo que la sociedad ha
llamado “belleza” se encuentra netamente en el exterior, olvidando nuestra
esencia, ignorando que cada centímetro que nos compone está hecho de algo
único: ¡Nosotros! Este problema es terrible, sobre todo porque no afecta con
mucha frecuencia a los adultos, sino a los niños, a los adolescentes, y, cada vez
más, desde una muy temprana edad.

Es increíble -mejor dicho, inimaginable- siquiera pensar cuánto nos afecta


psicológicamente todo lo que vemos, oímos y sentimos a través de una pantalla. A
proósito, un estudio de la Universidad de Aston (Birmingham) afirma que los
usuarios de las redes sociales modifican su dieta en relación con lo que comen los
perfiles a los que siguen. Además, las personas que más tiempo pasan en redes
sociales tienen más problemas con su imagen y sus hábitos de consumo, según la
Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh; así las cosas, si sigues a
Ariana Grande en Instagram, es probable que empieces a alimentarte como ella.
Incluso, se ha demostrado que la manera en como nos tomamos una foto, cómo
posamos, hacia qué lado inclinamos la cabeza, se determina por cómo realizan
estas mismas acciones las personas a las que dimos follow. Esto es alarmante, es
como si nuestra vida estuviese determinada por lo que el resto del mundo piense o
realice. Cada vez son mayores los estereotipos de belleza, cada vez son mayores
los índices de suicidio por esta razón, cada vez son mayores las personas, sobre
todo las mujeres, que desarrollan un desorden alimenticio por la expresa razón de
querer verse como la actriz de aquella película, como la cantante de su canción
favorita, como la influencer más bella de todas. ¿Quién ha declarado qué es
hermoso y qué no? ¿Quiénes nos creemos para juzgar la apariencia de las
personas? ¿Por qué hemos aceptado que la belleza es cosa de unos cuantos?
¿Quién ha dictaminado que la perfección se determina con base en un unos
pequeños e insignificantes rasgos? ¡Basta ya de todas estas cosas! Si eres blanco
o moreno, alto o bajo, castaño o rubio, eres hermoso por la única razón de que
existes.

Por otro lado, hoy por hoy, sucede que el valor del like se asemeja al de ser
reconocido y aceptado socialmente. Impresiona totalmente la importancia que
tiene para un joven esa sencilla acción. Luego de realizar una publicación, siente
la necesidad de, periódicamente, revisarla nuevamente, observar los nuevos
comentarios, cómo crece, poco a poco, la cifra de “me gusta” obtenidos. Se vuelve
una obsesión, algo enfermizo. Sin embargo, si solo ese fuese el problema, la
solución resultaría sencilla: podríamos dejar las redes sociales por un tiempo; no
hay mejor manera de aprender a usarlas que dejándolas a un lado, pues desde la
distancia se usan mejor. Pero ese no es el único inconveniente, dado que, a pesar
del esfuerzo que hacen muchos psicólogos, padres de familia y docentes, los
jóvenes han encontrado en estos trastornos cierto placer, logrando crear, dentro
de las mismas redes sociales, cadenas de perfiles que comparten y, de cierta
manera, que tratan de normalizar esta patología. Solo en Instagram hay 5,8
millones de fotos publicadas con la etiqueta #anorexia, lo cual, la aplicación ha
tratado de controlar y de ayudar a quienes realizan búsquedas relacionadas a
estos desórdenes, con un mensaje de apoyo, pero que no cuesta nada ignorar y
continuar con lo que se quiere, por lo que, a mi juicio, no es suficiente, ya que no
está en juego solo un plato de comida, sino que se encuentra en riesgo la vida
misma. Asimismo, para evitar infringir las normas de estas plataformas de
comunicación, se han utilizado otras alternativas para etiquetar estas
publicaciones, como el hashtag #mia, que se refiere a la bulimia, o el hashtag
#ana, que se refiere a la anorexia, y de esta manera hablar sin filtro de estos
trastornos, dándose consejos acerca de cómo engañar a los padres para que
ignoren su problema, intercambiando tips para soportar el dolor, el hambre o la
llenura, de forma sencilla. Del mismo modo, cada vez son más comunes los retos
que tienen como finalidad la promoción de la delgadez extrema, como
#A4Paperchallenge, que anima a publicar una imagen que demuestra que nuestra
cintura es más estrecha que una hoja DIN A4 o el #iphone6challenge, para probar
que nuestras dos rodillas juntas no miden más que el modelo de móvil en cuestión
(13,8 cm). ¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Dónde iremos a parar? Lo peor del
asunto es la poca atención prestada a este tema, el tabú que representa y el
silencio agonizante que guardan quienes padecen, a la sombra, cualquier tipo de
trastorno alimenticio.

La sociedad ha implantado en nosotros ciertos elementos que han logrado


llevarnos a hacernos una imagen equívoca de la verdad. Desde la Barbie con
“cuerpo perfecto” hasta las fotos que vemos día a día en redes como Facebook e
Instagram. Si bien, las redes sociales no son la causa exacta o la raíz de un
trastorno alimenticio, si tienen gran influencia en el mismo, pero esto no ha de ser
un determinante para nuestra vida. Eso que vemos, eso que está en la pantalla,
no es real. Nos han bombardeado con fotos y vídeos de cuerpos, de formas, de
rostros irreales. Cada ser humano tiene su esencia, su manera de ser, su
apariencia. No importa cómo seas, eres único en verdad. No hay que cumplir con
un protocolo, un estereotipo determinado por nadie. Solo debes ser tú. Y sí, puede
que lo hayamos oído muchas veces, pero es la verdad: la belleza está en ti. No
debemos buscar perfección física, porque muchas veces, esa perfección significa
perder nuestra humanidad. Es de humanos ser imperfectos, y eso está bien.

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