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LA CRUZ

ROBSON PINHEIRO
Se presentó a mi visión espiritual un viejo
sosteniendo una cruz, en la puerta de la
senzala. De sus ojos se derramaban
lágrimas y no pude contener las emociones
que la visión provocó. De la cruz que el viejo
sostenía irradiaba intensa luz, y sus
lágrimas caían en la tierra. A cada toque de
la lágrima en el suelo nacía un lirio,
pequeño, pero perfumado. Sentí la
intensidad de la fragancia y oí al anciano
entonar la melodía que aún hoy
traga impresa en la memoria.
Más tarde, Padre João me habló que, con la
visión, él quería evocar el
sufrimiento del cautiverio y dejar un
mensaje registrado en mi alma. Según él, la
cruz simbolizaba el sufrimiento cotidiano
que sigue siendo la forma de ascenso en el
planeta Tierra.
El canto representaba la necesidad de
elevación del alma, una forma de transformar
el látigo del feitor en instrumento de
elevación espiritual. En los brazos de la cruz,
él prestaba
juramento de permanecer fiel a su fe y a sí
mismo.No corrompería su alma, aún delante
del dolor. Padre João abandonó su cuerpo
físico elevandose por el trabajo y
redimiéndose con el sufrimiento y el
aprendizaje de él en consecuencia.
Comprendió las razones de la vida sin
entregarse a la
autocompasión, aceptando todo con
resignación, sin perder la dignidad.
Una letra simple, una melodía que evocó. Es
lo que Juan Cobú me enseñó, cantando su
dolor y hablando de Dios. Del Dios que cura,
que liberada, que educa y que tiene autoridad
suficiente para transmutar nuestras
experiencias en herramientas de elevación y
nuestros dolores, en alegrías
permanentes.

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