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Aclaraciones a posteriori de un texto ya publicado

Por

Andrés Botero Bernal


(Universidad de Medellín)

1. Introducción

No es común en la vida académica hacer aclaraciones a posteriori de un texto


ya publicado, en especial cuando dichas aclaraciones parecen ser más
adiciones interpretativas. No obstante, ésta es una forma en la que podemos
seguir explorando y analizando el fenómeno que nos ocupa: la historia de la
justicia durante las primeras décadas de la república neogranadina.

Pues bien, el trabajo al que aludo ya ha tenido su propio trasegar, algo así
como su propia vida académica. Inicialmente, la parte central del mismo fue
presentado como ponencia en el decimoséptimo congreso del Instituto
Internacional de Historia del Derecho Indiano, celebrado en Puebla-México entre
los días 27 de septiembre y 1 de octubre de 20101. Con base en las sugerencias
de colegas y en investigaciones posteriores, surgió un texto más completo,
publicado ese mismo año en Argentina2. Luego, aprovechando el XXX
International Congress of the Latin American Studies Association (LASA),
realizado entre el 23-26 de mayo de 2012 en San Francisco-California-USA,
retomamos el tema presentando una conferencia denominada “La justicia lega y
la justicia letrada: Transición entre colonia y república”, la cual mereció varios
comentarios de distinguidos colegas, a los que debemos nuestros
agradecimientos, que motivaron estas aclaraciones interpretativas que ahora
escribimos. No obstante, la línea central que aquí expondremos (la tensión entre
1
Que se publicó: Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante
la primera mitad del siglo XIX: El caso de Antioquia (Nueva Granada)”. Juan Pablo SALAZAR
ANDREU y Guillermo NARES RODRÍGUEZ (Coordinadores), Memoria del XVII Congreso del
Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, México, Editorial Porrúa y Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, 2011, pp. 605-632.
2
Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante la primera
mitad del siglo XIX: el caso de Antioquia (Nueva Granada)”, Iushistoria, Centro de Estudios e
Investigaciones, Universidad del Salvador, Buenos Aires (Argentina), No. 7, 2010, pp. 65-88.
2

la justicia central-letrada y la justicia local-lega como estrategia del estatalismo-


legicentrismo) se remonta hasta el primero de los escritos aquí reseñados.

También es importante señalar que el siguiente texto corresponde a un estudio


de mayor envergadura sobre las relaciones entre la justicia local
(especialmente lega en derecho) y la justicia central (fundamentalmente
letrada) durante la primera mitad del siglo XIX en la Nueva Granada, en
general, y en Antioquia, en especial, estudio que aún continúa (en la actualidad
estamos trabajando el tema del juramento en los procesos judiciales de la
época)3. En consecuencia, estas “Aclaraciones” recogen sólo algunos aspectos
a ser tenidos en cuenta al momento de analizar la tensión existente entre
ambas justicias en un período muy concreto. Faltarán aquí otras reflexiones,
que a pesar de estar articuladas en el pasado y en la historia que estamos
construyendo (por ejemplo, un estudio sobre el ámbito normativo y
comparativo), no pueden ponerse en este escrito en concreto pues se
excedería el espacio permitido. Esperamos en un futuro poder elaborar un texto
en un formato más extenso, que permita incluir tanto el trabajo comentado
como estas “Aclaraciones”, así como otros elementos de juicio, todo con el fin
de dar al público, si es que aún queda algún lector interesado, un estudio más
elaborado y completo.

Sin embargo, es justo la falta de esas otras reflexiones adicionales en los dos
textos ya publicados y reseñados anteriormente lo que ha motivado el mayor
número de inquietudes por parte de varios colegas. Fue por esto que hemos
tomado una decisión que sólo el mordaz juicio del lector podrá categorizar
como adecuado o inoportuno. Esto es, la de hacer estas aclaraciones
interpretativas o ampliaciones de las conclusiones para dejar en claro el marco
de desenvolvimiento de las justicias central-letrada y local-lega en la Nueva
Granada, para con ello lograr, por el momento y mientras sale un trabajo
mayor, una mejor comprensión de nuestro fenómeno.

3
Del cual ya presentamos una ponencia, denominada “De la religión del juramento: elementos
claves para entender la justicia decimonónica”, en el III Encuentro del Instituto Latinoamericano de
Historia del Derecho, Morelia-Michoacán-México, evento realizado los días 5, 6 y 7 de octubre de
2011.
3

2. Ampliación de las conclusiones

En el texto que ahora ampliamos4, encontramos, pues, con los ejemplos allí
vistos, varias maneras de excusarse de los empleos municipales, por la
responsabilidad que ello implicaba, que nos delata una crisis del naciente
sistema republicano, que tomó mayores dimensiones a las que pudo tener
durante el período virreinal. Se trataba, pues, de una crisis provocada por la
apatía de los vecinos de asumir los cargos concejiles, lo que conformaba una
herencia colonial más que tenía que aceptar, muy a pesar suyo (especialmente
para los asuntos criminales5), el naciente Estado, todo con el fin de poder
controlar el territorio y las comunidades. Sin embargo, este movimiento tiene
otra faceta: mientras la justicia local sobrevivió conjuntamente con la central,
aquella pudo temperar varios efectos estatalistas y legicentristas de esta última,
efectos de los que hoy día tantos análisis críticos se han hecho6.

Pero tal como se dijo, esta tensión entre justicia lega y justicia letrada no fue
exclusiva de las repúblicas independientes decimonónicas en Hispanoamérica.
Esta tensión ya la encontramos en el siglo XVIII y como un colofón más de la
tensión de fondo existente entre letrados y cargos concejiles7. No obstante, nos
centramos en la crisis que dicha tensión evidencia sobre una justicia sin
legislación –propia del Antiguo Régimen- que pasa poco a poco a una con
legislación positiva, sobre una justicia republicana que intenta estatalizarse
sobre el molde virreinal, una justicia que -si bien es heredera del sistema

4
En especial, BOTERO, La tensión…, Op. Cit.
5
Así en: Rogelio PÉREZ PERDOMO, “Proceso penal en la tradición hispánica y cambios
republicanos en Venezuela en la primera mitad del siglo XIX”, Alessandro GIULIANI y Nicola
PICARDI (a cura di), L’Educazione giuridica. VI – Modelli storici Della procedura continentale,
Tomo II –Dall’ordo iudiciarius al codice di procedura-, Napoli, Edizioni Scientifiche Italiane,
1994, pp. 563-564. Jorge FÁBREGA P., Manuel Joseph de Ayala: el más distinguido jurista
indiano, 2ª ed., Bogotá, Plaza & Janes, 2000. p. 18. A este rechazo al derecho indiano adjudica
Fábrega el desconocimiento de la labor de Ayala (nacido en Panamá) en el siglo XIX, siendo
solo reconocido en su verdadero valor en el XX, una vez pasadas las pasiones independistas.
6
Por ejemplo: Pietro COSTA, Soberania, representação, democracia: Ensaios de história do
pensamento jurídico, Curitiba, Juruá Editora, 2010, pp. 235-268 y Paolo GROSSI, L’ordine
giuridico medievale, Roma–Bari, Laterza, 1995.
7
Asunto que documenta muy bien, para el caso del Río de la Plata: María Rosa PUGLIESE,
De la justicia lega a la justicia letrada, Buenos Aires, Junta de Estudios Históricos de San José
de Flores, 2000, pp. 13-111.
4

antiguo8- no por ello está en contra de los procesos de centralización propios


del reformismo borbónico y, más adelante, del estatalismo, puesto que no
puede confundirse la centralización de la justicia con el legicentrismo en los
jueces9. Pero le falta a estas reflexiones, en el tiempo que tomamos, un
elemento importante, a saber: que no podemos hablar de un modelo de justicia,
como un todo coherente, pues como mínimo evidenciamos dos justicias con
sus propios lenguajes (aunque compartan buena parte de su vocabulario) que
entraron en tensión, por lo menos en el período republicano que nos interesa,
tensión que terminó por quebrantar la legitimidad institucional de la justicia más
débil en el nuevo estado de cosas: la local.

En este sentido es que podemos justo aquí enumerar los aspectos más
relevantes del marco político y jurídico en el que se desarrollaron los casos
vistos en el texto que ahora aclaramos, para poder llegar a concluir cómo en
dichos ejemplos se ve claramente la tensión producto de una centralización del
poder (judicial) en el Estado.

En primer lugar, habría que señalar que, luego de la Revolución de


Independencia, se mantuvo durante las primeras décadas del sistema
republicano, el modelo judicial dual propio del Virreinato (modelo articulado a la
cosmovisión del Antiguo Régimen); esto es, una justicia local (dependiente en
su mayoría de los Ayuntamientos) y una central (más proclive al centro político
y, por ende, más fieles a las fuentes escritas del derecho regio o nacional).
Obviamente, tanto en el Virreinato como durante los primeros tiempos de la
República, la justicia local podía valerse de abogados dependiendo de la
importancia política y de la capacidad económica del Ayuntamiento; pero, en
términos generales, dicha justicia se conformaba, especialmente en los pueblos

8
Es decir, bien puede encontrarse en el Antiguo Régimen la tensión entre centro/periferia (que,
por ejemplo, exponen para dos regiones diferentes de Europa, Thomas SIMON,
Grundherrschaft und Vogtei: Eine Strukturanalyse spätmittelalterlicher und frühneuzeitlicher
Herrschaftsbildung, Frankfurt am Main, Klostermann, 1995; y Luca MANNORI, Il sovrano
tutore: pluralismo istituzionale e accentramento amministrativo nel principato dei Medici (secc.
XVI-XVIII), Milano, Giuffré, 1994), aunque no se la jugó allí el legicentrismo.
9
Al respecto, ver el trabajo de Carlos GARRIGA, “Justicia animada: dispositivos de la justicia
en la Monarquía católica”, Marta LORENTE SARIÑENA (Coord.). De justicia de jueces a
justicia de leyes: hacia la España de 1870, Madrid, Consejo General del Poder Judicial, 2007,
p. 101 (pp. 59-104).
5

distantes de la cabecera del Cabildo, por “personas honestas” y legas en


derecho, que, a pesar del mandato en contra de las normas indianas (asunto
ya visto en el texto que ahora aclaramos), muchas veces no sabían leer ni
escribir, como lo pone en evidencia varios de los casos expuestos. Cosa
diferente sucedió con la justicia centralizada, que estaba conformada en su
mayor parte por abogados, aunque este término, por lo menos para el caso que
nos ocupa, era un tanto ambiguo pues como tales se presentaron tanto
personas tituladas por algún colegio o universidad así como una variedad de
individuos (denominados popularmente como “tinterillos”10) que vivían, sin el
título habilitante, de impulsar procesos por medio, en la mayoría de los casos
registrados, de la redacción de documentos jurídicos (de ahí su nombre
popular) que debían ser firmados por los directos interesados y,
excepcionalmente, actuando incluso como abogados aprovechando para ello el
reconocimiento social logrado con su ejercicio práctico. Esta permisión social
se vio con más frecuencia entre más apartados nos encontremos del centro
político, asunto fácil de comprender si se tiene en cuenta que “en tierra de
ciegos el tuerto es rey”. Esto explicaría las diferencias en el ejercicio de la
función de juzgar que se podría encontrar entre Santa Fe de Bogotá (centro del
Virreinato y de la República) y Santa Fe de Antioquia (centro importante de
Antioquia pero no de la República), así como las diferencias que no pueden
perderse de vista entre Santa Fe de Antioquia con Quirimara, por mencionar
algunos casos de los expuestos en el texto que comentamos.

Por tanto, y con base en estas observaciones, bien podríamos decir, para el
período y la región que nos interesa, que la justicia local es
(fundamentalmente) lega y la central (eminentemente) letrada.

Además, el sistema dual que registramos en el texto aclarado no implica, per


se, una ruptura con el Antiguo Régimen, pero, y esperamos haberlo
demostrado, la clave de lectura de dicho modelo durante las primeras décadas
de la República responde progresivamente a una lógica diferente (aunque de
alguna manera enlazada con el centralismo propio de las monarquías

10
Asunto que igualmente registra para Ecuador: Marc BECKER, "In Search of Tinterillos", Latin
American Research Review, Vol. 47, No. 1, 2012, pp. 95-114.
6

ilustradas que buscaron en el derecho una forma más de consolidar el poder de


la Corona frente a las corporaciones y sus fueros): el estatalismo-legicentrismo,
de un lado, y la juridificación (o progresiva especialización del saber-experto11)
del derecho mismo, del otro.

En segundo lugar, tal como lo dijimos, los abogados titulados, si se nos permite
esta expresión, atraviesan ambas justicias, en calidad de jueces, asesores
letrados, procuradores, fiscales, etc., aunque los vemos con mayor auge, ya en
épocas de República, en la justicia dependiente del centro. Pero también hay
casos, como ya lo mencionamos, donde los tinterillos hacen su juego en ambas
justicias, a veces con el rótulo social de abogado o actuando, ya a los ojos del
iushistoriador, como un miembro del saber-experto. Seguirlos, a los tinterillos,
no es fácil, especialmente porque la mayor parte de su labor consiste en la
redacción de documentos que deben ser suscritos por el interesado.
Detectamos débilmente al tinterillo cuando una persona, la mayor de las veces
analfabeta, presenta ante un juez un documento jurídico que fácilmente
deducimos corresponde al saber de otro, documento que, por las formalidades
usadas y por el tipo de letra, nos permiten llegar a conocer a algunos de dichos
hombres que llevaron a su cuesta la mayor parte de la actividad asistencial en
los procesos judiciales de la época.

Pero a nuestro complejo panorama se suma que la propia categoría de tinterillo


se queda corta al momento de hacer un perfil de dicha posición, pues allí se
encuadraría a personas autodidactas (no sólo frente a las normas sino incluso
frente al leer y el escribir), bachilleres (no en leyes), etc. Empero, bien podría
decirse, respetando las particularidades en un caso lejos del centro de la
república (Bogotá fue otra cosa), que los primeros niveles de la tensión que en
el texto que comentamos se registra no fue tanto entre abogados titulados por
las universidades y tinterillos, sino entre jueces-letrados (es decir, alfabetas con
nociones de derecho) frente a los jueces-legos (varios de ellos, como ya se vio,

11
Proceso de expropiación del derecho por parte de los abogados en desmedro de las
comunidades, que es profundamente criticado desde Bentham hasta Bourdieu, pasando por
Kirchmann, entre muchos otros. Al respecto, recomiendo la lectura de: Pierre BOURDIEU,
“Elementos para una sociología del campo jurídico”, Pierre BOURDIEU y Gunther TEUBNER,
La fuerza del derecho, Bogotá, Universidad de los Andes, Instituto Pensar y Siglo del Hombre
Editores, 2000, pp. 153-220.
7

analfabetas funcionales), lo que correspondió a un primer estadio en la


progresiva juridificación o profesionalización del poder judicial, ya que una vez
desplazados o reducidos los jueces-legos, la tensión entre letrados abogados
(más vinculados al poder político) y letrados no abogados (más llamados a los
vericuetos del proceso) estalló, aunque, repetimos, no al mismo tiempo en todo
el Continente, ni siquiera al mismo momento dentro de los países (la intensidad
y el momento en que se vio dicha tensión entre abogados y tinterillos en
Bogotá, por ejemplo, sede de la mayoría de las universidades y colegios de la
época, fue diferente a Medellín, que apenas pudo contar con una facultad de
derecho propia en la segunda mitad del siglo XIX).

Entonces, el concepto mismo de abogado se relativiza no sólo con el tiempo,


sino también con el espacio. Y, fruto de contratos implícitos, si se quiere, el
abogado universitario no entró siempre en conflicto directo con el tinterillo, pues
ambos, de alguna manera, fueron importantes para neutralizar a los legos
dentro del derecho en general y dentro del poder judicial en particular, todo
esto por medio del debilitamiento de las justicias locales. Por tanto, en el texto
que aclaramos, donde se registra el primer momento de neutralización
institucional de la justicia local, no se analizó ni mencionó las distinciones entre
abogado titulado y abogado práctico (o tinterillo), lo que sí debería hacerse en
un estudio mayor.

En tercer lugar, tal como era de esperarse, para corresponder con los
mandatos liberales y modernizantes plasmados, entre otros documentos, en las
constituciones de la República, se intentó, especialmente vía ley, implantar, a
los pocos años de vida independiente, una justicia central y letrada que
reemplazara la local. Esto es, asumir un monismo judicial que permitiera,
rápidamente, a los abogados, ya aliados con el centro, hacerse tanto con el
derecho como con la función misma de juzgar. Pues bien, la decisión
modernizante de una justicia letrada centralizada fue, como era de esperarse,
un exabrupto presupuestal. Además, incluso en una nación que contaba con
pocos centenares de abogados12, habría sido imposible llenar todas esas

12
Un balance de los abogados titulados (en cuanto número y calidad) está en: Víctor URIBE,
Honorable Lives: Lawyers, family and politics in Colombia, 1780-1850, Pittsburgh, University of
8

plazas de jueces funcionarios letrados sin antes haber fomentado una


producción masiva de abogados13. También, la eliminación de la justicia local y
el correspondiente debilitamiento de los Ayuntamientos, le implicaría al Estado
un reto demasiado grande: llenar ese vacío de poder en la medida que los
Ayuntamientos contaban con la fuerza de la costumbre para el cabal control de
los vecinos y los territorios. En consecuencia, la implantación, en un inicio, de
un monismo jurisdiccional letrado se vio truncada por motivos económicos,
políticos e, incluso, logísticos.

Se optó, pues, seguir -durante buena parte del siglo XIX- con la dualidad
jurisdiccional continuando (y aumentando por la entrada del estatalismo-
legicentrismo) la tensión de la que se hablo en el escrito que comentamos.
Agréguese que esta normativa conllevó, sin que esto sea algo que nos extrañe,
la continuidad tanto de normas como de prácticas procesales propias de la
legislación española (que quedaron reflejadas en alguna medida en la
Recopilación Granadina), lo que aumenta la complejidad de la cultura jurídica
neogranadina decimonónica, puesto que ni siquiera en lo que atañe a las
fuentes formales usadas en los expedientes consultados encontramos rupturas
radicales sino matices que se van acentuando con el tiempo.

En cuarto lugar, esta tensión entre la justicia letrada deseada desde el centro,
con la justicia lega sostenida desde lo local, se vivió de manera diferente en la
Nueva Granada si se compara con otras regiones de la América española,
como fue el caso de México y Perú, por dar dos casos. La explicación de estas
diferencias se debe a varios motivos, pero que, por el momento, podemos
considerar dos: el primero es que en Colombia, salvo en algunas provincias
derrotadas por los revolucionarios, no rigió formalmente la Constitución de

Pittsburgh Press, 2000. Igualmente, Víctor URIBE, “Colonial Lawyers and the Administration of
Justice”, en Eduardo ZIMMERMANN (ed), Judicial Institutions in Nineteenth-Century Latin
America, London, Universidad of London, 1999, pp. 25-48. Víctor URIBE, “Disputas entre
Estado y sociedad sobre la educación de los abogados a finales de la etapa colonial en la
Nueva Granada”, Historia y Sociedad, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, N° 3
(diciembre, 1996), pp. 33-57.
13
Sobre la evolución del modelo de juez-funcionario, ver: Cristina GARCÍA PASCUAL,
Legitimidad democrática y poder judicial, Valencia, Edicions Alfons El Magnánim, 1997, pp. 67-
113.
9

Cádiz14, a diferencia de otros países donde se intentó, con mayor o menor


éxito, seguir el modelo judicial planteado por las Cortes, que suponía, entre
otras cosas, unas diputaciones provinciales que pudieran servir de equilibrio
entre el centro y las localidades. Al no existir estas instituciones gaditanas, ni
una tradición de equilibrio, las localidades neogranadinas quedaron más a
merced del centro político que en otras regiones de América. El segundo, es
que la Nueva Granada, ya desde épocas del virreinato, no era una de las
posesiones más ricas del reino, lo cual tuvo su repercusión en el manejo de lo
judicial si se compara la cotidianidad del proceso en México con la de Bogotá.
Y este asunto toma mayores dimensiones si tenemos en cuenta que nos
referimos ya no al centro del propio virreinato sino a una de sus provincias,
carentes de facultades de derecho: Antioquia. Esto supuso, por ejemplo, una
actitud diferente ante el tinterillo y ante la justicia local, consideradas estas
últimas como más necesarias entre más dificultades económicas y logísticas
tenga el naciente Estado. En consecuencia, los términos de la tensión no sólo
viven de condicionantes temporales, sino también espaciales.

En quinto lugar, es importante señalar que los alcaldes (que hacen parte de lo
que aquí se denomina como justicias locales o concejiles) desempeñaban
varias funciones públicas15, pero nos centramos -en el artículo comentado o
ampliado- en las que podríamos denominar como judiciales, a pesar de lo
ambiguo que pueda ser este término en los momentos de transición a los que
aludimos en este trabajo. En fin de cuentas, como herencia del Antiguo
Régimen, la diferencia entre gobernar y juzgar no está clara, mucho menos por
quienes tienen como referente de su propia conducta la costumbre. Y esto es
una prueba más de que pensar en rupturas radicales en las cosmovisiones de

14
Al respecto, ver: Fernando MAYORGA, “La vigencia de la Constitución de Cádiz en las
provincias del Virreinato de la Nueva Granada”, José Antonio ESCUDERO (Director), Cortes y
Constitución de Cádiz: 200 años, Madrid, Espasa, 2011, Tomo III, pp. 722-740. No obstante,
Clavero sostiene que la Constitución de Cádiz, por lo menos en el tema del trato a las naciones
indígenas, está presente sustancialmente en el constitucionalismo neogranadino. Bartolomé
CLAVERO, “Nación y naciones en Colombia: entre Constitución, Concordato y un Convenio
(1810-2010), Revista de Historia del Derecho, Buenos Aires, No. 41, 2011, pp. 79-137. El tema
de Cádiz en la Nueva Granada será objeto de otro texto que tenemos entre manos.
15
Aunque en sentido estricto no podría hablarse, en dichos momentos de transición, de
categorías como “público” y “privado”. Al respecto, ver: Víctor URIBE, “El constitucionalismo
provincial colombiano, vida pública y vida privada en el período postcolonial”, Andrés BOTERO
(editor), Origen del constitucionalismo colombiano. Ponencias del III Seminario Internacional de
Teoría General del Derecho, Medellín, Universidad de Medellín, 2006. p. 33-52.
10

aquella época no sería más que un anacronismo aplicado para legitimar la


naciente República.

En sexto lugar, la justicia central y la local no vivieron oposiciones irreductibles


en cuanto su forma de actuar y las fuentes a usar. Incluso, del mero hecho de
reconocer que hubo “abogados”, en un sentido amplio, en ambas justicias,
queda en claro que hubo muchos préstamos entre ellas. No obstante, cuando
se trata de ver la forma de juzgar de las justicias locales, especialmente las que
estaban fuera de la cabecera del Cabildo, bien puede palparse ciertas
distinciones en el lenguaje que no es fácil de ver en la justicia central dominada
por letrados. Nos referimos al predominio del procedimiento oral -que se
incrementa por obvios motivos al ver el número de analfabetas que
administraban justicia-, la continua legitimación del fallo en la costumbre –si es
que se menciona de alguna manera el fundamento jurídico- y el poco o nulo
conocimiento del derecho escrito (ya sea del Antiguo Régimen o del sistema
republicano), entre otros. En cambio, la justicia central, como pudo verse en el
trabajo que aclaramos, fue más proclive a una normativa y a un proceso
escritos, con gran preponderancia de las Partidas e, incluso, citando en ciertos
momentos a las constituciones republicanas. Pero, ni siquiera en cuanto las
fuentes, podríamos hablar de una dualidad judicial si por tal entendemos
dicotomías en oposición, pues nos referimos a reglas generales, a tendencias
que admiten excepciones. Mejor hablar, si se nos permite la metáfora, de
diferentes lenguajes con vocabulario similar.

Ahora bien, la dualidad institucional (que no era radical, pues entre otras cosas
la justicia central servía de instancia superior a la justicia local en muchos
asuntos), que aquí se registra como una tensión, generó, al poco tiempo, el
descalabro práctico de la justicia local entendida como institución, incluso antes
de que ésta fuera derogada formalmente, dando paso así a un monismo judicial
que sólo se cimentó definitivamente en el siglo XX cuando ya se pudo contar
con juristas suficientes y con los recursos necesarios para desplazar totalmente
a los “hombres honestos” hasta del último de los cargos y hasta la última de
11

sus funciones en el proceso judicial16. Pero este monismo, a pesar de lo que


podría creerse, no implicó necesariamente un control efectivo del territorio por
parte del centro; incluso, el debilitamiento de las localidades no siempre fue
cubierto por el centro, salvo en la forma (por ejemplo con el nombramiento de
autoridades), lo que generó que en muchos territorios ese vacío efectivo de
poder fuese ocupado por las propias comunidades pero ahora de forma
clandestina, por los caudillos clientelistas o por grupos armados. Pero todo esto
no podrá aquí analizarse so pena de desviarnos de nuestro propósito.

Ahora, con base en estos seis aspectos bien podemos decir, por el momento,
que el tema que aquí esbozamos no puede ser concebido como una dualidad
irreductible, como si se tratase de dos fenómenos completamente diferentes y
opuestos, como si uno fuese blanco y el otro negro, puesto que, en verdad,
estamos más descifrando tonalidades de grises, algunos más claros que otros,
lo que permite de alguna manera ver una tensión de fondo en el paulatino
proceso de centralización política al interior del derecho y del poder judicial
(algo que hemos denominado estatalismo-legicentrismo) que no siempre
estuvo acompañado de una centralización efectiva del poder sobre los
territorios (en Colombia, cuando del monopolio del Estado se habla, ha habido
más norma que poder).

3. Bibliografía

Marc BECKER, "In Search of Tinterillos", Latin American Research


Review, Vol. 47, No. 1, 2012, pp. 95-114.

Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante
la primera mitad del siglo XIX: El caso de Antioquia (Nueva Granada)”. Juan
Pablo SALAZAR ANDREU y Guillermo NARES RODRÍGUEZ (Coordinadores),
Memoria del XVII Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho

16
Valga indicar que, dentro del proceso, hasta hace pocas décadas se mantuvieron normas
que permitían, en ciertos casos, al no-abogado servir de defensor en materia penal, por
mencionar un ejemplo, lo que deja en claro que, de este asunto del que venimos hablando, aún
vemos efectos.
12

Indiano, México, Editorial Porrúa y Benemérita Universidad Autónoma de


Puebla, 2011, pp. 605-632.

Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante
la primera mitad del siglo XIX: el caso de Antioquia (Nueva Granada)”,
Iushistoria, Centro de Estudios e Investigaciones, Universidad del Salvador,
Buenos Aires (Argentina), No. 7, 2010, pp. 65-88.

Pierre BOURDIEU, “Elementos para una sociología del campo jurídico”, Pierre
BOURDIEU y Gunther TEUBNER, La fuerza del derecho, Bogotá, Universidad
de los Andes, Instituto Pensar y Siglo del Hombre Editores, 2000, pp. 153-220.

Bartolomé CLAVERO, “Nación y naciones en Colombia: entre Constitución,


Concordato y un Convenio (1810-2010), Revista de Historia del Derecho,
Buenos Aires, No. 41, 2011, pp. 79-137.

Pietro COSTA, Soberania, representação, democracia: Ensaios de história do


pensamento jurídico, Curitiba, Juruá Editora, 2010.

Jorge FÁBREGA P., Manuel Joseph de Ayala: el más distinguido jurista


indiano, 2ª ed., Bogotá, Plaza & Janes, 2000.

Cristina GARCÍA PASCUAL, Legitimidad democrática y poder judicial,


Valencia, Edicions Alfons El Magnánim, 1997.

Carlos GARRIGA, “Justicia animada: dispositivos de la justicia en la Monarquía


católica”, Marta LORENTE SARIÑENA (Coord.). De justicia de jueces a justicia
de leyes: hacia la España de 1870, Madrid, Consejo General del Poder Judicial,
2007, pp. 59-104.

Paolo GROSSI, L’ordine giuridico medievale, Roma–Bari, Laterza, 1995.

Luca MANNORI, Il sovrano tutore: pluralismo istituzionale e accentramento


amministrativo nel principato dei Medici (secc. XVI-XVIII), Milano, Giuffré, 1994.
13

Fernando MAYORGA, “La vigencia de la Constitución de Cádiz en las


provincias del Virreinato de la Nueva Granada”, José Antonio ESCUDERO
(Director), Cortes y Constitución de Cádiz: 200 años, Madrid, Espasa, 2011,
Tomo III, pp. 722-740.

Rogelio PÉREZ PERDOMO, “Proceso penal en la tradición hispánica y


cambios republicanos en Venezuela en la primera mitad del siglo XIX”,
Alessandro GIULIANI y Nicola PICARDI (a cura di), L’Educazione giuridica. VI –
Modelli storici Della procedura continentale, Tomo II –Dall’ordo iudiciarius al
codice di procedura-, Napoli, Edizioni Scientifiche Italiane, 1994, pp. 563-564.

María Rosa PUGLIESE, De la justicia lega a la justicia letrada, Buenos Aires,


Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, 2000.

Thomas SIMON, Grundherrschaft und Vogtei: Eine Strukturanalyse


spätmittelalterlicher und frühneuzeitlicher Herrschaftsbildung, Frankfurt am
Main, Klostermann, 1995.

Víctor URIBE, “Colonial Lawyers and the Administration of Justice”, en Eduardo


ZIMMERMANN (ed), Judicial Institutions in Nineteenth-Century Latin America,
London, Universidad of London, 1999, pp. 25-48.

Víctor URIBE, “Disputas entre Estado y sociedad sobre la educación de los


abogados a finales de la etapa colonial en la Nueva Granada”, Historia y
Sociedad, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, N° 3 (diciembre, 1996),
pp. 33-57.

Víctor URIBE, “El constitucionalismo provincial colombiano, vida pública y vida


privada en el período postcolonial”, Andrés BOTERO (editor), Origen del
constitucionalismo colombiano. Ponencias del III Seminario Internacional de
Teoría General del Derecho, Medellín, Universidad de Medellín, 2006. p. 33-52.
14

Víctor URIBE, Honorable Lives: Lawyers, family and politics in Colombia, 1780-
1850, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2000.

Medellín, 19 de junio de 2012

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