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1. Introducción
Pues bien, el trabajo al que aludo ya ha tenido su propio trasegar, algo así
como su propia vida académica. Inicialmente, la parte central del mismo fue
presentado como ponencia en el decimoséptimo congreso del Instituto
Internacional de Historia del Derecho Indiano, celebrado en Puebla-México entre
los días 27 de septiembre y 1 de octubre de 20101. Con base en las sugerencias
de colegas y en investigaciones posteriores, surgió un texto más completo,
publicado ese mismo año en Argentina2. Luego, aprovechando el XXX
International Congress of the Latin American Studies Association (LASA),
realizado entre el 23-26 de mayo de 2012 en San Francisco-California-USA,
retomamos el tema presentando una conferencia denominada “La justicia lega y
la justicia letrada: Transición entre colonia y república”, la cual mereció varios
comentarios de distinguidos colegas, a los que debemos nuestros
agradecimientos, que motivaron estas aclaraciones interpretativas que ahora
escribimos. No obstante, la línea central que aquí expondremos (la tensión entre
1
Que se publicó: Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante
la primera mitad del siglo XIX: El caso de Antioquia (Nueva Granada)”. Juan Pablo SALAZAR
ANDREU y Guillermo NARES RODRÍGUEZ (Coordinadores), Memoria del XVII Congreso del
Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, México, Editorial Porrúa y Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, 2011, pp. 605-632.
2
Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante la primera
mitad del siglo XIX: el caso de Antioquia (Nueva Granada)”, Iushistoria, Centro de Estudios e
Investigaciones, Universidad del Salvador, Buenos Aires (Argentina), No. 7, 2010, pp. 65-88.
2
Sin embargo, es justo la falta de esas otras reflexiones adicionales en los dos
textos ya publicados y reseñados anteriormente lo que ha motivado el mayor
número de inquietudes por parte de varios colegas. Fue por esto que hemos
tomado una decisión que sólo el mordaz juicio del lector podrá categorizar
como adecuado o inoportuno. Esto es, la de hacer estas aclaraciones
interpretativas o ampliaciones de las conclusiones para dejar en claro el marco
de desenvolvimiento de las justicias central-letrada y local-lega en la Nueva
Granada, para con ello lograr, por el momento y mientras sale un trabajo
mayor, una mejor comprensión de nuestro fenómeno.
3
Del cual ya presentamos una ponencia, denominada “De la religión del juramento: elementos
claves para entender la justicia decimonónica”, en el III Encuentro del Instituto Latinoamericano de
Historia del Derecho, Morelia-Michoacán-México, evento realizado los días 5, 6 y 7 de octubre de
2011.
3
En el texto que ahora ampliamos4, encontramos, pues, con los ejemplos allí
vistos, varias maneras de excusarse de los empleos municipales, por la
responsabilidad que ello implicaba, que nos delata una crisis del naciente
sistema republicano, que tomó mayores dimensiones a las que pudo tener
durante el período virreinal. Se trataba, pues, de una crisis provocada por la
apatía de los vecinos de asumir los cargos concejiles, lo que conformaba una
herencia colonial más que tenía que aceptar, muy a pesar suyo (especialmente
para los asuntos criminales5), el naciente Estado, todo con el fin de poder
controlar el territorio y las comunidades. Sin embargo, este movimiento tiene
otra faceta: mientras la justicia local sobrevivió conjuntamente con la central,
aquella pudo temperar varios efectos estatalistas y legicentristas de esta última,
efectos de los que hoy día tantos análisis críticos se han hecho6.
Pero tal como se dijo, esta tensión entre justicia lega y justicia letrada no fue
exclusiva de las repúblicas independientes decimonónicas en Hispanoamérica.
Esta tensión ya la encontramos en el siglo XVIII y como un colofón más de la
tensión de fondo existente entre letrados y cargos concejiles7. No obstante, nos
centramos en la crisis que dicha tensión evidencia sobre una justicia sin
legislación –propia del Antiguo Régimen- que pasa poco a poco a una con
legislación positiva, sobre una justicia republicana que intenta estatalizarse
sobre el molde virreinal, una justicia que -si bien es heredera del sistema
4
En especial, BOTERO, La tensión…, Op. Cit.
5
Así en: Rogelio PÉREZ PERDOMO, “Proceso penal en la tradición hispánica y cambios
republicanos en Venezuela en la primera mitad del siglo XIX”, Alessandro GIULIANI y Nicola
PICARDI (a cura di), L’Educazione giuridica. VI – Modelli storici Della procedura continentale,
Tomo II –Dall’ordo iudiciarius al codice di procedura-, Napoli, Edizioni Scientifiche Italiane,
1994, pp. 563-564. Jorge FÁBREGA P., Manuel Joseph de Ayala: el más distinguido jurista
indiano, 2ª ed., Bogotá, Plaza & Janes, 2000. p. 18. A este rechazo al derecho indiano adjudica
Fábrega el desconocimiento de la labor de Ayala (nacido en Panamá) en el siglo XIX, siendo
solo reconocido en su verdadero valor en el XX, una vez pasadas las pasiones independistas.
6
Por ejemplo: Pietro COSTA, Soberania, representação, democracia: Ensaios de história do
pensamento jurídico, Curitiba, Juruá Editora, 2010, pp. 235-268 y Paolo GROSSI, L’ordine
giuridico medievale, Roma–Bari, Laterza, 1995.
7
Asunto que documenta muy bien, para el caso del Río de la Plata: María Rosa PUGLIESE,
De la justicia lega a la justicia letrada, Buenos Aires, Junta de Estudios Históricos de San José
de Flores, 2000, pp. 13-111.
4
En este sentido es que podemos justo aquí enumerar los aspectos más
relevantes del marco político y jurídico en el que se desarrollaron los casos
vistos en el texto que ahora aclaramos, para poder llegar a concluir cómo en
dichos ejemplos se ve claramente la tensión producto de una centralización del
poder (judicial) en el Estado.
8
Es decir, bien puede encontrarse en el Antiguo Régimen la tensión entre centro/periferia (que,
por ejemplo, exponen para dos regiones diferentes de Europa, Thomas SIMON,
Grundherrschaft und Vogtei: Eine Strukturanalyse spätmittelalterlicher und frühneuzeitlicher
Herrschaftsbildung, Frankfurt am Main, Klostermann, 1995; y Luca MANNORI, Il sovrano
tutore: pluralismo istituzionale e accentramento amministrativo nel principato dei Medici (secc.
XVI-XVIII), Milano, Giuffré, 1994), aunque no se la jugó allí el legicentrismo.
9
Al respecto, ver el trabajo de Carlos GARRIGA, “Justicia animada: dispositivos de la justicia
en la Monarquía católica”, Marta LORENTE SARIÑENA (Coord.). De justicia de jueces a
justicia de leyes: hacia la España de 1870, Madrid, Consejo General del Poder Judicial, 2007,
p. 101 (pp. 59-104).
5
Por tanto, y con base en estas observaciones, bien podríamos decir, para el
período y la región que nos interesa, que la justicia local es
(fundamentalmente) lega y la central (eminentemente) letrada.
10
Asunto que igualmente registra para Ecuador: Marc BECKER, "In Search of Tinterillos", Latin
American Research Review, Vol. 47, No. 1, 2012, pp. 95-114.
6
En segundo lugar, tal como lo dijimos, los abogados titulados, si se nos permite
esta expresión, atraviesan ambas justicias, en calidad de jueces, asesores
letrados, procuradores, fiscales, etc., aunque los vemos con mayor auge, ya en
épocas de República, en la justicia dependiente del centro. Pero también hay
casos, como ya lo mencionamos, donde los tinterillos hacen su juego en ambas
justicias, a veces con el rótulo social de abogado o actuando, ya a los ojos del
iushistoriador, como un miembro del saber-experto. Seguirlos, a los tinterillos,
no es fácil, especialmente porque la mayor parte de su labor consiste en la
redacción de documentos que deben ser suscritos por el interesado.
Detectamos débilmente al tinterillo cuando una persona, la mayor de las veces
analfabeta, presenta ante un juez un documento jurídico que fácilmente
deducimos corresponde al saber de otro, documento que, por las formalidades
usadas y por el tipo de letra, nos permiten llegar a conocer a algunos de dichos
hombres que llevaron a su cuesta la mayor parte de la actividad asistencial en
los procesos judiciales de la época.
11
Proceso de expropiación del derecho por parte de los abogados en desmedro de las
comunidades, que es profundamente criticado desde Bentham hasta Bourdieu, pasando por
Kirchmann, entre muchos otros. Al respecto, recomiendo la lectura de: Pierre BOURDIEU,
“Elementos para una sociología del campo jurídico”, Pierre BOURDIEU y Gunther TEUBNER,
La fuerza del derecho, Bogotá, Universidad de los Andes, Instituto Pensar y Siglo del Hombre
Editores, 2000, pp. 153-220.
7
En tercer lugar, tal como era de esperarse, para corresponder con los
mandatos liberales y modernizantes plasmados, entre otros documentos, en las
constituciones de la República, se intentó, especialmente vía ley, implantar, a
los pocos años de vida independiente, una justicia central y letrada que
reemplazara la local. Esto es, asumir un monismo judicial que permitiera,
rápidamente, a los abogados, ya aliados con el centro, hacerse tanto con el
derecho como con la función misma de juzgar. Pues bien, la decisión
modernizante de una justicia letrada centralizada fue, como era de esperarse,
un exabrupto presupuestal. Además, incluso en una nación que contaba con
pocos centenares de abogados12, habría sido imposible llenar todas esas
12
Un balance de los abogados titulados (en cuanto número y calidad) está en: Víctor URIBE,
Honorable Lives: Lawyers, family and politics in Colombia, 1780-1850, Pittsburgh, University of
8
Se optó, pues, seguir -durante buena parte del siglo XIX- con la dualidad
jurisdiccional continuando (y aumentando por la entrada del estatalismo-
legicentrismo) la tensión de la que se hablo en el escrito que comentamos.
Agréguese que esta normativa conllevó, sin que esto sea algo que nos extrañe,
la continuidad tanto de normas como de prácticas procesales propias de la
legislación española (que quedaron reflejadas en alguna medida en la
Recopilación Granadina), lo que aumenta la complejidad de la cultura jurídica
neogranadina decimonónica, puesto que ni siquiera en lo que atañe a las
fuentes formales usadas en los expedientes consultados encontramos rupturas
radicales sino matices que se van acentuando con el tiempo.
En cuarto lugar, esta tensión entre la justicia letrada deseada desde el centro,
con la justicia lega sostenida desde lo local, se vivió de manera diferente en la
Nueva Granada si se compara con otras regiones de la América española,
como fue el caso de México y Perú, por dar dos casos. La explicación de estas
diferencias se debe a varios motivos, pero que, por el momento, podemos
considerar dos: el primero es que en Colombia, salvo en algunas provincias
derrotadas por los revolucionarios, no rigió formalmente la Constitución de
Pittsburgh Press, 2000. Igualmente, Víctor URIBE, “Colonial Lawyers and the Administration of
Justice”, en Eduardo ZIMMERMANN (ed), Judicial Institutions in Nineteenth-Century Latin
America, London, Universidad of London, 1999, pp. 25-48. Víctor URIBE, “Disputas entre
Estado y sociedad sobre la educación de los abogados a finales de la etapa colonial en la
Nueva Granada”, Historia y Sociedad, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, N° 3
(diciembre, 1996), pp. 33-57.
13
Sobre la evolución del modelo de juez-funcionario, ver: Cristina GARCÍA PASCUAL,
Legitimidad democrática y poder judicial, Valencia, Edicions Alfons El Magnánim, 1997, pp. 67-
113.
9
En quinto lugar, es importante señalar que los alcaldes (que hacen parte de lo
que aquí se denomina como justicias locales o concejiles) desempeñaban
varias funciones públicas15, pero nos centramos -en el artículo comentado o
ampliado- en las que podríamos denominar como judiciales, a pesar de lo
ambiguo que pueda ser este término en los momentos de transición a los que
aludimos en este trabajo. En fin de cuentas, como herencia del Antiguo
Régimen, la diferencia entre gobernar y juzgar no está clara, mucho menos por
quienes tienen como referente de su propia conducta la costumbre. Y esto es
una prueba más de que pensar en rupturas radicales en las cosmovisiones de
14
Al respecto, ver: Fernando MAYORGA, “La vigencia de la Constitución de Cádiz en las
provincias del Virreinato de la Nueva Granada”, José Antonio ESCUDERO (Director), Cortes y
Constitución de Cádiz: 200 años, Madrid, Espasa, 2011, Tomo III, pp. 722-740. No obstante,
Clavero sostiene que la Constitución de Cádiz, por lo menos en el tema del trato a las naciones
indígenas, está presente sustancialmente en el constitucionalismo neogranadino. Bartolomé
CLAVERO, “Nación y naciones en Colombia: entre Constitución, Concordato y un Convenio
(1810-2010), Revista de Historia del Derecho, Buenos Aires, No. 41, 2011, pp. 79-137. El tema
de Cádiz en la Nueva Granada será objeto de otro texto que tenemos entre manos.
15
Aunque en sentido estricto no podría hablarse, en dichos momentos de transición, de
categorías como “público” y “privado”. Al respecto, ver: Víctor URIBE, “El constitucionalismo
provincial colombiano, vida pública y vida privada en el período postcolonial”, Andrés BOTERO
(editor), Origen del constitucionalismo colombiano. Ponencias del III Seminario Internacional de
Teoría General del Derecho, Medellín, Universidad de Medellín, 2006. p. 33-52.
10
Ahora bien, la dualidad institucional (que no era radical, pues entre otras cosas
la justicia central servía de instancia superior a la justicia local en muchos
asuntos), que aquí se registra como una tensión, generó, al poco tiempo, el
descalabro práctico de la justicia local entendida como institución, incluso antes
de que ésta fuera derogada formalmente, dando paso así a un monismo judicial
que sólo se cimentó definitivamente en el siglo XX cuando ya se pudo contar
con juristas suficientes y con los recursos necesarios para desplazar totalmente
a los “hombres honestos” hasta del último de los cargos y hasta la última de
11
Ahora, con base en estos seis aspectos bien podemos decir, por el momento,
que el tema que aquí esbozamos no puede ser concebido como una dualidad
irreductible, como si se tratase de dos fenómenos completamente diferentes y
opuestos, como si uno fuese blanco y el otro negro, puesto que, en verdad,
estamos más descifrando tonalidades de grises, algunos más claros que otros,
lo que permite de alguna manera ver una tensión de fondo en el paulatino
proceso de centralización política al interior del derecho y del poder judicial
(algo que hemos denominado estatalismo-legicentrismo) que no siempre
estuvo acompañado de una centralización efectiva del poder sobre los
territorios (en Colombia, cuando del monopolio del Estado se habla, ha habido
más norma que poder).
3. Bibliografía
Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante
la primera mitad del siglo XIX: El caso de Antioquia (Nueva Granada)”. Juan
Pablo SALAZAR ANDREU y Guillermo NARES RODRÍGUEZ (Coordinadores),
Memoria del XVII Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
16
Valga indicar que, dentro del proceso, hasta hace pocas décadas se mantuvieron normas
que permitían, en ciertos casos, al no-abogado servir de defensor en materia penal, por
mencionar un ejemplo, lo que deja en claro que, de este asunto del que venimos hablando, aún
vemos efectos.
12
Andrés BOTERO, “La tensión entre la justicia lega y la justicia letrada durante
la primera mitad del siglo XIX: el caso de Antioquia (Nueva Granada)”,
Iushistoria, Centro de Estudios e Investigaciones, Universidad del Salvador,
Buenos Aires (Argentina), No. 7, 2010, pp. 65-88.
Pierre BOURDIEU, “Elementos para una sociología del campo jurídico”, Pierre
BOURDIEU y Gunther TEUBNER, La fuerza del derecho, Bogotá, Universidad
de los Andes, Instituto Pensar y Siglo del Hombre Editores, 2000, pp. 153-220.
Víctor URIBE, Honorable Lives: Lawyers, family and politics in Colombia, 1780-
1850, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2000.