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Dinámicas de Guerra y construcción de paz: estudio interdisciplinario del


conflicto armado en la comuna 13 de Medellin

Book · August 2018

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10 authors, including:

Clara Atehortua Luz Dary Ruiz Botero


University of Antioquia Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia
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Tatiana Loaiza Londoño


Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia
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Dinámicas de guerra
y construcción de paz
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín
Dinámicas de guerra
y construcción de paz
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

Editores

Pablo Emilio Angarita Cañas, Héctor Gallo,


Blanca Inés Jiménez Zuluaga

Autores:

Pablo Emilio Angarita Cañas, Blanca Inés Jiménez Zuluaga, Héctor Gallo,
Clara Inés Atehortúa Arredondo, Hernando León Londoño Berrío, Luz Amparo Sánchez,
Gonzalo Medina Pérez, Luz Dary Ruiz Botero, Mario Elkin Ramírez Ortiz,
Grupo Interdisciplinario e Interinstitucional de Investigación sobre Conflictos y Violencias
Dinámicas de guerra y construcción de paz
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín
ISBN: 978-958-97830-9-2
Primera edición, agosto 2008

Editores:
© Pablo Emilio Angarita Cañas
© Héctor Gallo
© Blanca Inés Jiménez Zuluaga

Autores:
© Pablo Emilio Angarita Cañas
© Blanca Inés Jiménez Zuluaga
© Héctor Gallo
© Clara Inés Atehortúa Arredondo
© Hernando León Londoño Berrío
© Gonzalo Medina Pérez
© Luz Amparo Sánchez
© Luz Dary Ruiz Botero
© Mario Elkin Ramírez Ortiz
© Grupo Interdisciplinario e Interinstitucional
de Investigación sobre Conflictos y Violencias

© Universidad de Antioquia - Iner


© Universidad de Medellín
© Corporación Región
© Instituto Popular de Capacitación, IPC

violencia@iner.udea.edu.co

Corrector de texto e indización:


Juan Fernando Saldarriaga Restrepo

Fotografías de la cubierta y dentro del libro:


Jesús Abad Colorado, tomadas en la Comuna 13 en el año 2002.

Las personas que aparecen en las fotografías de Jesús Abad Colorado no


tienen que ver con las entrevistadas para esta investigación.

Diagramación e impresión
L. Vieco e Hijas Ltda.
Carrera 50E No.10sur-165
PBX: 2559610

Impreso y hecho en Colombia / Printed and made in Colombia


Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con
cualquier propósito, sin autorización escrita de los editores.
In memóriam
Haider Ramírez
Marco Tulio Ospina
Líderes de la Comuna 13
“Premio a la Investigación de mayor impacto
en el 2007”, otorgado por la Alcaldía de
Medellín el 20 de noviembre de 2007.
Contenido

Agradecimientos xv
Los autores y las autoras xix
Prefacio xxi
Introducción 1
¿Por qué la Comuna 13? 3
La pregunta de investigación 5
Metodología 6
La interdisciplinariedad como método 11
Construcción de narrativas 14
Fases del conflicto armado en la Comuna 13 17
El texto 19
1. Contexto socio-económico y político de la Comuna 13 23
Aspectos socio-históricos de Medellín y de la Comuna 13 24
Poblamiento y posición de la Comuna 13 en la zona
centro-occidental 27
Características socio-económicas de la Comuna 13 35
Inequidad y pobreza 35
Las organizaciones comunitarias y la búsqueda del reconocimiento
de sus derechos 39
La violencia en la Comuna 13 41
Homicidios e indicadores de seguridad y convivencia 41
El conflicto político armado en la Comuna 13 43
Antecedentes 44
Los actores armados 46
La inversión pública 58
Estado actual del conflicto 61
Comentarios finales 63
2. Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas 67
Antecedentes del conflicto 67
Primera fase: invasión y bandas. 1978-1986 69
Segunda fase: presencia y hegemonía miliciana. 1986-1998 76
Apoyo a la invasión: una estrategia de control territorial 81
Tercera fase: disputas por el control territorial y
“guerra total”. 1999-2002 83
El incremento de la incursión paramilitar 83
Milicias a la defensiva 87
Las batallas decisivas o entrar para quedarse 89
Intensificación del conflicto armado y su desenlace 89
Los operativos militares Mariscal y Orión:
“vamos es pa’ dentro” 91
Los balances sobre la Operación Orión 92
La guerra, “un mal necesario” 94
Paramilitares y fuerza pública 97
Cuarta fase: después de Orión, tranquilidad relativa. 2002-2006 98
La presencia de la fuerza pública 100
Situaciones recientes y expectativas 101

3. Orden, seguridad y legitimidad 107


El origen de un des(orden) y su legitimidad 110
El Otro estatal indiferente y la necesidad de estar seguro 113
Del des(orden) de las bandas a las brigadas de vecinos 114
Las milicias: del ofrecimiento de la seguridad a los excesos 117
El orden miliciano o la garantía dictatorial de la seguridad 117
La legitimidad miliciana 124
Excesos, inseguridad y deslegitimación miliciana 127
Los paramilitares, la lucha contra las milicias y el
control territorial 130
Legitimación de los paramilitares 134
Operación Orión y legitimación del Estado 135
Otros rostros de la inseguridad 137
Otras reflexiones 140

4. Implicaciones sociales del conflicto armado 145


Maneras de involucrarse en el conflicto y estigmatización 146
Nuevos usos del territorio y contracción de límites 150
La vivienda: de refugio a trinchera 155
Relaciones vecinales: desconfianza y recelo 156
Implicaciones en las organizaciones comunitarias 162
Amenazas, asesinatos, denuncias, judicializaciones
y desplazamientos 162
Cerrar puertas o continuar con el trabajo organizativo 167
Desplazamiento forzado en la comuna 171
La lógica del poblamiento-expulsión-repoblamiento 173
Implicaciones del desplazamiento 177
La solidaridad: un soporte en la desgracia 181
5. Guerra, familia y subjetividad 187
Actores armados suplantan la autoridad familiar 189
Encierro y protección familiar 192
Las madres y el otro entrañable 198
Los afectos en la guerra 200
Pesadilla, miedo y terror 201
La guerra como fiesta 206
Indiferencia y riesgo 208
Duelo, guerra y familia 211
Los niños y la guerra 218

6. Iniciativas de paz y otras respuestas sociales 225


Sobrevivir en medio del conflicto armado 226
Interpretaciones e iniciativas de paz y otras acciones colectivas 233
Paz interior y religiosidad 233
De la impotencia a la búsqueda de tregua 235
Paz como derrota de uno de los bandos en conflicto 240
Las marchas por la paz 241
La paz: un asunto complejo e inacabado 242
Proyectos sociales y paz 243
Trabajo educativo-preventivo 246
Medios de comunicación e iniciativas juveniles 251
A manera de epílogo 253

Conclusiones y recomendaciones 259

Bibliografía 273
Libros y revistas 273
Periódicos 278
Páginas web 278
Entrevistas a profundidad 281
Entrevistas grupales 282

Anexo. Balance de los estudios sobre el conflicto armado


en la Comuna 13 285
Índice analítico 291
Agradecimientos

Este libro, resultado de una investigación,* contó con el apoyo de un con-


junto de instituciones y de personas, ante las cuales abrigamos profundos
sentimientos de gratitud: en la Universidad de Antioquia, el Comité para
el Desarrollo de la Investigación (CODI) apoyó financieramente el pro-
yecto de investigación; el Instituto de Estudios Regionales (INER), nicho
académico y administrativo del grupo de investigación; y las dependencias
a las cuales están vinculados algunos investigadores: Facultad de Derecho y
Ciencias Políticas, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (Departamentos
de Trabajo Social y Psicoanálisis), la Facultad de Comunicaciones, el
Instituto de Estudios Políticos, y durante la primera etapa del proyecto, la
Facultad de Enfermería.
En la Universidad de Medellín, la Facultad de Derecho y la Vicerrectoría de
Investigaciones. Así mismo, la Corporación Región y el Instituto Popular
de Capacitación. Gracias al respaldo institucional ofrecido por estas enti-
dades, tres destacadas investigadoras del grupo y, a su vez, funcionarias de
estas entidades, pudieron desarrollar sus labores dentro de este proyecto.
El Departamento de Estudios de Paz de la Universidad de Bradford en
Inglaterra, con el acompañamiento académico de la profesora Jenny Pearce,
quien, además, realizó el prefacio de este libro.
Erika María Zuleta, hoy profesional de Trabajo Social, quien se desempe-
ñó como auxiliar administrativa durante la investigación.

* Investigación originalmente titulada “Dinámicas de guerra y construcción de paz. El caso de la


comuna 13 de la ciudad de Medellín, 2000-2003”.

XV
dinámicas de guerra y construcción de paz

La estudiante y hoy abogada Adriana María Ruiz, de la Facultad de Derecho


y Ciencias Políticas, quien se vinculó al grupo como joven investigadora.
Al calor de esta investigación, algunos estudiantes realizaron su monogra-
fía de grado, los cuales aportaron también en algunas tareas de recolección
de información durante el trabajo de campo. Son ellos: Ruby Elena Rojo,
María Isabel Arenas, Eleidy Duque, Erika María Zuleta, Juan Fernando
García, Óscar A. Saldarriaga, Hugo Betancur, Yolanda Castrillón, Heidi
Contreras y Lina Isabel González, de Trabajo Social, y Oswaldo Villada, de
Comunicaciones.
Las profesoras de la Facultad de Enfermería, Tulia María Uribe, quien
participó en el diseño del proyecto, y Diva Estela Jaramillo, que se desem-
peñó como investigadora hasta la fase de recolección y análisis de informa-
ción. La socióloga Heidy Cristina Gómez aportó en el trabajo de campo, en
revisión de fuentes y varias sesiones de trabajo del grupo.
En las jornadas de convalidación contamos con la aguda crítica de colegas
investigadores, de gran valor en la interpretación final del material recopila-
do: Clara Inés García, Ana María Jaramillo, Claudia Puerta, Ángela María
Jaramillo, Martha Peña, Luz María Londoño y Max Yuri Gil, así como de
líderes y lideresas de organizaciones comunitarias de la Comuna 13 y
de funcionarios/as de la Asociación Cristiana de Jóvenes. A todos ellos
y ellas les reconocemos sus aportes, al tiempo que los/as exoneramos de
cualquier responsabilidad en el contenido de la presente publicación.
Una gratitud inmensa tenemos para muchos colegas investigadores de
la guerra y la paz, y para quienes han realizado trabajos sobre la Comuna 13.
Nuestra expresión de reconocimiento hacia su saber la encontrará la per-
sona que tenga la paciencia de leer los pies de página y la bibliografía final,
pues de esta manera damos cuenta de la deuda intelectual de la que somos
tributarios, por los aportes recibidos de estos/as autores/as, algunos/as muy
próximos y otros/as ya lejanos en el tiempo y la distancia.
Hemos dejado para el final los reconocimientos muy especiales, y quizá
los más importantes de todos, para los habitantes de la Comuna 13, pues
fueron ellos quienes, con su generosidad sin límites, aportaron la materia
prima de este estudio. Paradójicamente debemos omitir sus nombres,
por respeto a la confidencialidad pactada. Hombres y mujeres, jóvenes y
gente mayor, de diferentes barrios, nos regalaron su tiempo, confiaron en
nosotros abriendo las puertas de sus casas y de sus corazones. Un especial
reconocimiento a las organizaciones Sal y Luz, Realizadores de Sueños,

XVI
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

AMI y Corapaz, así como a las Juntas de Acción Comunal. Líderes y lidere-
sas aportaron sus percepciones sobre el conflicto en la comuna en diversos
momentos de su desenvolvimiento histórico y con ellos y ellas hemos
adquirido una gran deuda, y la posibilidad de realizar el análisis que aquí
presentamos, así no tengan responsabilidad alguna en nuestras afirmaciones
e interpretaciones.

Las autoras y los autores, con infinitas gracias para todos.

XVII
Los autores y las autoras

Pablo Emilio Angarita Cañas. (Investigador principal). Doctorando en


Derechos Humanos y Desarrollo. Magíster en Ciencia Política y abogado.
Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.
Docente en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad
de Antioquia. Coordinador del Grupo Interdisciplinario de Investigación
sobre conflictos y violencias. Editor y coautor del Balance de los estudios sobre
la violencia en Antioquia (2001). Artículos publicados en revistas nacionales e
internacionales sobre temas de seguridad y derechos humanos.
Blanca Inés Jiménez Zuluaga. Trabajadora social. Magíster en Ciencias
Sociales. Docente e investigadora de la Universidad de Antioquia. Ha
publicado: De amores y deseos (1998); Los tuyos, los míos y los nuestros (2001);
Conflicto y poder en familias con adolescentes (2003). Es coautora de los libros:
Balance de los estudios sobre violencia en Antioquia (2001) y Padres y madres en cin-
co ciudades colombianas (2003). Ha publicado artículos en diferentes revistas
nacionales.
Héctor Gallo. Psicoanalista, profesor del Departamento de Psicoanálisis,
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Antioquia. Doctor sobresa-
liente Cum Laude en Psicoanálisis, Universidad Autónoma de Madrid.
Director de la Nueva Escuela Lacaniana de Medellín (NEL) y miembro
de la Asociación Mundial de Psicoanalistas (AMP). Tesis doctoral: El sujeto
criminal: una aproximación psicoanalítica al crimen como objeto social (2007), y
autor de otros libros y artículos de revistas sobre psicoanálisis y sociedad.

XIX
dinámicas de guerra y construcción de paz

Clara Inés Atehortua Arredondo. Abogada. Magíster en Ciencia Política.


Docente de la Universidad de Medellín. Autora del libro Nociones y per-
cepciones de justicia: jueces y conciliadores en equida (2005) y de artículos sobre
justicia comunitaria y administración de justicia.
Gonzalo Medina Pérez. Periodista, politólogo y profesor de la Facultad
de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Autor de varios libros
sobre temas de la guerra, del deporte, de la comunicación política y de la
opinión pública. Actualmente colaborador del periódico El Colombiano.
Hernando León Londoño Berrío. Doctorando en Derechos Humanos y
Desarrollo. Magíster en Ciencia Política. Especialista en Derecho Penal
y Criminología. Abogado. Docente en la Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas de la Universidad de Antioquia. Artículos publicados en revistas
nacionales e internacionales sobre temas de criminología, política criminal
y derecho penal.
Luz Amparo Sánchez Medina. Antropóloga de la Universidad de Antioquia.
Estudiante de la Maestría en Filosofía Contemporánea, del Instituto de
Filosofía de la misma universidad. Investigadora Corporación Región.
Coautora de varios textos y autora de artículos en revistas académicas sobre
miedo y desplazamiento forzado en Medellín.
Luz Dary Ruiz Botero. Trabajadora social. Magíster en Educación y
Desarrollo Humano. Investigadora del Instituto Popular de Capacitacion
(IPC) y docente de cátedra de la Universidad de Antioquia. Autora del
libro La escuela, territorio en la frontera: tipología de conflictos escolares según estudio
comparado en Bogotá, Cali y Medellín (2006), y de artículos sobre sistematiza-
ción, formación docente, conflicto y convivencia escolar, niñez y conflicto
armado.
Mario Elkin Ramírez Ortiz. Psicoanalista, miembro de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana. Sociólogo de
la Universidad Autónoma Latinoamericana. Especialización y Maestría en
Psicoanálisis, de la Universidad de París VIII. Profesor de la Universidad
de Antioquia. Autor de: Psicoanalistas en el frente de batalla (2007), Ordenes de
hierro (2007), Psicoanálisis con niños y dificultades en el aprendizaje (2006), Clio y
psique. Ensayos de psicoanálisis e historia (2005).

XX
Prefacio

Francisco Gutiérrez y Gonzalo Sánchez han sugerido que el conflicto


armado colombiano podría llamarse “guerra sin nombre”.1 Por ello, tal
vez sea mejor estudiarla a través de sus múltiples campos de batalla, cada
uno de los cuales tiene un nombre —masacres, expulsión de la población,
disputas territoriales, confrontaciones entre insurgentes y contrainsurgen-
tes—, y todos cuentan con sitios y ubicaciones. Además, los colombianos
y las colombianas han perfeccionado el arte de la cartografía del conflicto;
queridas patrias chicas tienen ahora nombres en los mapas de la violencia.
Uno de esos es “Comuna 13”.
¿Son estos campos de batalla emblemáticos de un conflicto más amplio?
¿Pueden informarnos acerca de su dinámica? Sí y no. El significado de la
evolución del conflicto armado en la Comuna 13 es la manera en la que
las dinámicas locales se interrelacionan con luchas más amplias. Pero estas
últimas no determinan la local.
Este libro nos permite cuestionarnos acerca de la contingencia y la
complejidad en los patrones espaciales de los conflictos violentos en
Colombia. ¿Qué puede explicar la irrupción de la violencia en un lugar
en vez de otro? ¿Qué impacto tienen los actores armados, hombres y
mujeres, y el conflicto armado en la reproducción de aun más violencia
en localidades particulares? ¿Qué pudiera interrumpir esta reproducción
de violencia a través del tiempo y del espacio?

1 Francisco Gutiérrez Sanín y Gonzalo Sánchez, Nuestra guerra sin nombre. Transformaciones del
conflicto en Colombia, Bogotá, Norma, 2006, p. 13.

XXI
dinámicas de guerra y construcción de paz

Este estudio de la Comuna 13 es un libro extenso, porque la respuesta a


estas preguntas yace en los detalles; en particular, en las memorias de los
y las participantes, y en las dificultades que el recuerdo, en especial de la
violencia y el trauma, le presenta al equipo investigador. Este importante
estudio demuestra lo que puede alcanzarse al sobreponerse a algunas de
estas dificultades mediante la configuración de un equipo de investigación
interdisciplinario y comprometido en la comprensión de un “ambiente
sociobélico”, como dicho grupo describe a la Comuna 13.
En los años en que he conocido a este equipo, lo he visto luchar para salirse
de las camisas de fuerza de sus respectivas disciplinas, aprendiendo a comu-
nicarse entre sí. Sus integrantes han estado unidos en torno a la comprensión
de las narrativas traumáticas, los testimonios e historias de vida de los re-
sidentes de los cinco barrios epicentro de la guerra en la Comuna 13, en sus
varias fases, desde 1986 a 2006. El grupo ha buscado un método académico y
ético para investigar y explicar esta “historia de plomo” de veinte años, como
la describió un residente. ¿Qué nos ha contado?
a. Este estudio hace visible las particularidades de la historia, la identidad
y el lugar que componen la realidad de un área como la Comuna 13,
que todavía es estigmatizada.
El equipo buscó inicialmente limitar el estudio a la dinámica de la gue-
rra y la construcción de la paz entre 2000 y 2003, un período de alta
intensidad del conflicto armado y que incluía la Operación Orión, la
principal estrategia de contrainsurgencia estatal emprendida al comien-
zo de la presidencia de Álvaro Uribe Vélez (posesionado el 7 de agosto de
2002). Sin embargo, no podía explicar ese período sin sus antecedentes
históricos. Los detalles del pasado nos dan nuevas luces al interior de
las experiencias de vida de aproximadamente 35 mil residentes de las lo-
mas altas de El Salado, Independencias 1, 2 y 3, y Nuevos Conquistadores,
quienes han vivido a través de las horas más oscuras de la comuna.
A pesar del espacio limitado y precario que ocupan sobre lomas con
pendientes de 30 y 50º Medellín arriba, sus historias e identidades va-
rían de manera significativa. El Salado, por ejemplo, fue originalmente
un asentamiento que se remonta a unos cien años atrás, y la gente toda-
vía hace referencias a símbolos rurales y religiosos que datan de antes de
ese primer asentamiento. Independencias y Nuevos Conquistadores,
sin embargo, fueron establecidos por invasiones de tierras entre 1978
y 1980, y su identidad fue forjada en las penurias y las luchas para

XXII
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

construir casas y adaptarlas a frágiles parcelas de tierra en áreas básica-


mente inapropiadas para la urbanización.
Una vez llegados los grupos armados, el asentamiento, la expulsión
y el reasentamiento cayeron bajo su control. En la década del noventa,
las milicias de izquierda ofrecieron parcelas en los predios más elevados
de El Salado a las familias desplazadas por la violencia en otras partes;
luego, ellas enfrentaron la expulsión, cuando empezó la ofensiva para-
militar hacia el final de la década. Quién podía quedarse, quién tenía
que irse, quién viviría y quién moriría, se convirtieron en nuevas fuen-
tes de control de la población, frecuentemente arbitrario e inexplicable
en la Comuna 13, a medida que las competencias por la superioridad
armada aumentaban. Pero los picos de la violencia, para muchos de los
residentes, se presentan cuando ellos no podían mudarse, y el hogar,
que debe ser un lugar de refugio, se convierte, así mismo, en un sitio
de guerra, con gente obligada a quedarse adentro, pero sabiendo que los
actores armados pueden tocar a la puerta en cualquier momento. Hay
muchos/as jóvenes en la Comuna 13 para quienes historia, identidad y
lugar han sido forjados en esos eventos traumáticos.
b. Leemos acá, en este estudio, acerca de características compartidas en la
Comuna 13: deficiente vivienda, bajo acceso a la educación, situaciones
de pobreza, desempleo, carencia de servicios y atención estatales, y la
necesidad de organizarse colectivamente para adquirir servicios públi-
cos. Es notable la increíble proximidad en la que la gente vive una con
otra. La densidad de habitantes es de 18.364 por km2, lo que significa
que cada persona tiene 0,38 m2 de espacio, comparado con 2,95 m2
para Medellín como un todo.2 Estas estadísticas confirman la realidad
que golpea a quien camina dentro de la comuna: viviendas sobre vi-
viendas, precariamente suspendidas encima y al lado una de otra, con
poco espacio público abierto. Y en la pequeña área que podría llamarse
“espacio privado”, hombres y mujeres de diversas edades cohabitan en
minúsculos cuartos, separados por muros de partición de fabricación
casera. Además, 39% de estas familias son lideradas por madres solteras,
hecho que enfatiza la necesidad de diferenciar las historias masculinas y
femeninas de la Comuna 13.

2 Cinep & Justicia y Paz, “Banco de Datos de violencia política”, “Comuna 13, la otra versión.
Caso tipo No. 2”, Noche y Niebla, Bogotá, Cinep, 2003, p. 79.

XXIII
dinámicas de guerra y construcción de paz

c. De este estudio también aprendimos acerca del espacio de la política.


En el curso de la década del ochenta, los/as mediadores/as políticos/as
ofrecieron tratos y arreglos facilistas, a cambio de votos, pero esto no
aportaba soluciones para los problemas de la comuna como un todo.
Ésta era una política que veía a los residentes de la comuna como clientes
para ambiciones políticas individuales. Mientras tanto, las dificultades
sociales y materiales se acumularon, y los actores armados entraron a
ofrecer otras clases de soluciones.
d. Otro punto de importante instrucción a partir de este estudio fue una
de esas soluciones brindadas por aquellos actores: la seguridad. Aprendí
por primera vez la palabra española “zozobra” en Colombia, y no la oigo
mucho en ninguna otra parte del mundo de habla hispana. “Zozobra”
es una palabra multifacética, que necesita ser adecuadamente entendida
si es que vamos a apreciar el anhelo de seguridad cuando se vive en un
estado constante de inquietud, aflicción y congoja del ánimo, sin sosie-
go alguno. La seguridad se convierte en una necesidad humana básica
que puede prevalecer sobre otras igualmente básicas, para la sorpresa de
quienes nunca la han sentido.
En la Comuna 13 fueron las milicias, con vínculos con la izquierda
armada, quienes primero identificaron esto como una manera de llegar
al corazón de los residentes. Los testimonios narrados en este estudio
muestran qué tan vital era, para la gente, el confiar en alguna tercera
fuerza para enfrentar el robo, el vandalismo, la violación y el asesinato,
así como las disputas cotidianas entre familias y vecinos/as. El equipo de
investigación argumenta que las milicias de la izquierda ofrecieron apoyo
y aun una medida de autoridad legítima, mediante el enfrentamiento
a los delincuentes, el establecimiento de parámetros alrededor del com-
portamiento social, y el mostrar a la gente que ellas “estaban de su lado”,
a través de la redistribución de bienes y mercancías confiscadas a empre-
sas locales, y de reclutar a sus muchachos y muchachas en actividades que
los/as hicieran sentir reconocidos/as, respetados/as y valorados/as.
Sin embargo, la búsqueda de seguridad por parte de los habitantes
condujo, paradójicamente, a nuevas inseguridades, a medida que las mi-
licias de izquierda empezaron a abusar de su propio poder. Esto, a la vez,
estimuló una búsqueda renovada de seguridad, que le abrió las puertas
a los paramilitares y, por último, al apoyo a la ofensiva de seguridad del
presidente Uribe, específicamente a la Operación Orión, en 2002.

XXIV
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

La historia de la escalada armada en la Comuna 13 y su relación con


los residentes del área podría bien ser escrita, por tanto, alrededor de
la búsqueda desesperada y sin fin, por los habitantes de la zona, de la
estabilidad, la tranquilidad, la seguridad y la resolución de disputas,
objetivos que han animado históricamente a la formación de Estados,
que los entregarían como bienes públicos. Las consecuencias catas-
tróficas del fracaso del Estado en el ofrecimiento de estos bienes son
reveladas en este estudio de la Comuna 13.
e. Un punto más de aprendizaje que emerge de este estudio es sobre el
papel del Estado. Cuando las milicias de izquierda llenaron el vacío
estatal en seguridad y resolución de conflictos, animaron a la población
a resistir cualquier esfuerzo de aquél por establecer una presencia de
seguridad, aunque también la estimularon a demandar otros servicios
públicos al Estado. Sin embargo, las milicias tenían una idea muy malfor-
mada de la seguridad y la justicia. Así, en la medida en que la Comuna 13
se convirtió en prenda estratégica para las apuestas más grandes de la
guerra en escalada en Colombia, el control se tornó más importante
que la seguridad, y la violencia y el abuso se volvieron los medios para
asegurarla, en lugar de apelar a la legitimidad y la autoridad.
Esto provocó temor y, en última instancia, odio, suficiente para que
algunos residentes recurrieran a otras fuentes de seguridad, sin importar
qué tan desagradables fueran. Bajo el mando de Uribe, a la Comuna 13
entró el Estado. Pero éste no vino solo: allí arribaron otros actores arma-
dos privados, los paramilitares, quienes ya habían disputado el control a
la guerrilla y habían penetrado sectores de la Comuna.
De esta manera, el restablecimiento de la seguridad en la Comuna 13
se mantiene frágil, nacido de la alianza entre intereses públicos y pri-
vados, que han dejado a los últimos con un espacio considerable para
generar más temor entre la población. En 2006, la Procuraduría General
acusó al general Leonardo Gallego Castrillón, comandante de la Policía
Metropolitana durante la Operación Orión, de haber fracasado en
proteger a la población civil de la Comuna 13. También encontró que la
Policía había usado fuerza excesiva, arrestado civiles injustificadamente
y disparado de manera indiscriminada.
La era Post-Orión ha traído considerables mejorías en seguridad
para la gente de la Comuna 13, puesto que sus vecindades ya no están
siendo disputadas por grupos armados. Sin embargo, todavía falta un

XXV
dinámicas de guerra y construcción de paz

camino muy largo por recorrer, antes de que haya confianza total en
la seguridad del Estado como un bien público, ejercido de manera
legítima y responsable frente a la población. La “seguridad” privatizada
todavía es ejercida por la continuada y sombría presencia de los grupos
paramilitares que fueron los aliados del Estado en Orión, y los líderes y
las lideresas comunitarios/as aún están siendo asesinados/as.
f. Otra contribución de este estudio es el mostrar a los habitantes como
cualquier cosa menos pasivos. La historia de la Comuna 13 no es sólo
esa búsqueda sin fin de la seguridad. Tales retratos narrativos no son
de habitantes como espectadores pasivos, sin puntos de vista acerca de
cómo quieren vivir. En muchas situaciones donde la gente vive bajo un
régimen armado de facto y tiene que adaptarse a él, se encuentra a sí
misma en una situación en la que nunca gana: si se adapta con bastante
éxito, puede ser acusada de colaboración y apoyo; si no se adapta, se
arriesga a ser expulsada o muerta. Muchos residentes de la Comuna 13
se hallaron en este dilema. Era imposible ser neutrales, narran sus testi-
monios. Mas, ¿qué evidencia tenemos de lo que deseaban o buscaban?
Nos enteramos de que a pesar de la intervención de los/as mediadores/as
políticos/as y armados, los habitantes de la Comuna 13 construyeron
gran número de organizaciones y generaron algunos/as líderes/lideresas
valientes y visionarios/as. Fueron apoyados/as por organizaciones no
gubernamentales (ONG), que estaban preparadas para arriesgarse a
sufrir el oprobio y los peligros de trabajar en la Comuna 13. Estas ONG
reconocieron a los residentes como seres humanos capaces de formarse
opiniones y formular estrategias. En medio de lo peor del conflicto, los
habitantes elaboraron un plan de desarrollo para la comuna y promo-
vieron el desarrollo comunitario.
También hubo muchas acciones cotidianas en medio del conflicto
para construir paz o tomar una posición a favor de la paz. Eran frecuen-
tes acciones pequeñas, como mantener un espacio abierto para jugar,
proteger a los y las jóvenes en momentos de confrontaciones armadas,
ofrecerles alternativas diferentes al reclutamiento dentro de grupos
armados. También se dieron numerosos ejemplos de solidaridad con las
víctimas y sus familias, y las sábanas blancas que se ondeaban en medio
del fuego de las armas.
La Comuna 13, para algunos y algunas, sólo es violencia y guerra;
pero este estudio muestra que la paz y la construcción de la paz también

XXVI
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

son parte de la historia. Estos procesos de paz deberán ser resaltados


y celebrados, con el fin de no dar protagonismo exclusivamente a los
actores de la violencia. Como lo expresa el grupo de investigación: “La
guerra y la paz van unidas y han estado presentes simultáneamente”.
La historia de la Comuna 13 presentada aquí no es sólo una historia
narrativa y un análisis sociológico, ni tampoco se enfoca únicamente en
lo colectivo y lo social. También trata de resaltar cómo las subjetividades
se construyen en tiempos de violencia y guerra.
g. Este estudio nos trae otro aprendizaje para resaltar (aunque ésta no es
de ningún modo una lista exhaustiva): las vidas individuales de la gente de
la Comuna 13 en su contexto social. El estudio sirve para recordarnos
a la gente y las relaciones que conforman el espacio de la comuna, y lo
que le pasa a cada persona, de distintas edades y género, a medida que
viven el trauma de la inseguridad, la violencia y la guerra, y son forzadas
a adaptarse a la lógica que aquéllas crean.
Aquí desentrañamos algunas de las complejidades de la historia de
la Comuna 13. Por ejemplo, los años tempranos de invasión trajeron
grupos de familias de diferentes localidades y trayectorias, dentro de
una precaria lucha por la supervivencia. Rivalidades, enemistades y
conflictos eran copiosos, y con frecuencia se resolvían agresivamente
con el instrumento del campo: el machete.
El enfrentar la delincuencia sin ninguna norma acordada o marco
de referencia regulativo dio lugar al vigilantismo. El trauma individual
y colectivo emergió cuando el castigo para un ladrón conducía a su
muerte. La razón por la cual estas comunidades le dieron la bienve-
nida a las primeras milicias que les ofrecieron asumir, ellas mismas,
las responsabilidades de ejercer justicia a partir de los individuos, se
apoya paradójicamente en permitirle a un tercero entrar y relevar a la
comunidad de las consecuencias que trae el hacer justicia por cuen-
ta propia. No obstante, aun esos, a quienes les es dado el derecho a
ejercitar el mando de la ley, deben ser responsables por lo que hacen,
y no había mecanismo para tal rendición de cuentas con las milicias.
Éstas comenzaron a exceder el papel que les había sido otorgado, en
particular a medida que su presencia se vinculaba dentro de la guerra
nacional más amplia en la década del noventa. Éste fue el comienzo
de la ruptura de la comunidad con las milicias, que le permitiría a los
paramilitares desafiarlas e imponer su propia forma de ley y orden sobre

XXVII
dinámicas de guerra y construcción de paz

los habitantes que cayeron bajo su control. En este contexto, el equipo


de investigación nos recuerda que la ciudadanía se construye cuando
los individuos renuncian y contienen el deseo de venganza.
Los paramilitares llevaron la guerra a la vida cotidiana de los habitan-
tes, aun en sus vidas amorosas y en las formas más terroríficas. A mí
me golpeó esta tragedia de Romeo y Julieta de la Comuna 13, narrada
por la madre de un joven muchacho asesinado por los paramilitares:
Él tenía la novia, pero ella vivía muy retirado, por donde se mantenía la gue-
rrilla. Él, desde el balcón de la parte de atrás, le hacía señas a ella. Entonces el
esposo mío le dijo que no le volviera a hacer señas, que viniera mejor a la casa,
porque de pronto la ley pensaba que tenía algo que ver con la guerrilla; tanto,
que no lo dejamos volver a ir donde ella, sino que le dijimos, a él, que le dijera
a ella que fuera mejor a hacerle visita a la casa. […]; le dijimos que dejara esa
pendejada, que la ley lo ve y cree que tiene que ver algo con la guerrilla. No lo
dejamos volver allá [...]. Entonces, a la ley le empezó a caer mal el hijo mío y le
echaron esa gente de los paramilitares y lo mataron en la misma cuadra.3

La historia de cómo la violencia penetra profundamente la vida diaria


y en las subjetividades de la gente de la Comuna, nos ayuda a entender
cómo cada individuo ha tenido que navegar a través de situaciones de
riesgo de muerte y elegir a partir del miedo y el terror. No todo el mundo
toma la opción “correcta”. Los hombres responden de manera diferente
a las mujeres. Éstas frecuentemente niegan los riesgos que enfrentaron,
y relatan cómo se enfocaron sólo en salvar a sus hijos e hijas. Algunos
hombres recurrieron a la indiferencia, como una estrategia inconsciente
para excluir, de su campo de simbolización, el dolor por lo que tienen que
afrontar. El estudio narra las variadas adaptaciones al temor y al riesgo, y
sus efectos sobre los individuos y sus relaciones sociales. Y subrayando esto
está el excesivo e inaceptable sufrimiento y dolor por la pérdida de seres
queridos, experimentada por tantos y tantas residentes de la Comuna.
La Comuna 13 salta a partir de estas páginas como un lugar lleno
de vidas humanas reales. Los habitantes relatan cuentos de reacciones,
frecuentemente paradójicas y contradictorias, a medida que trataban de
aferrarse a vidas con sentido.

3 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.

XXVIII
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

Quedamos, tristemente, con el sentimiento de que la historia no se ha


acabado. Sin embargo, hay muchos puntos positivos. Por ejemplo, la gente
joven, decidida a reconstruir el tejido social, utiliza la música para reactivar
encuentros públicos.
La respuesta positiva de los ciudadanos y las ciudadanas al presupuesto
participativo impulsado en la administración del alcalde Sergio Fajardo
es otro ejemplo de los esfuerzos por construir y fortalecer la comunidad
mediante la mejora de los barrios. No obstante, todavía hay gran cantidad
de recuperación individual y social que llevar a cabo. Las viejas prácticas de
manipulación política persisten en Medellín y en la Comuna 13.
No existe todavía un marco de referencia económico que pueda ofrecer
empleos y oportunidades para estos sectores más pobres de la sociedad de
Medellín. Y las pandillas de paramilitares y traficantes de drogas continúan
amenazando el sentido de seguridad y bienestar. Éstos son problemas que
necesitan resolverse nacionalmente, por un Estado capaz de garantizar
seguridad, en una forma que no contradiga la búsqueda de la democracia,
la participación, la libertad y la justicia.
En una sociedad de “guerra sin nombre”, la Comuna 13 es un campo
de batalla con nombre. Este estudio nos enseña qué tan profundamente
necesitamos entender estos campos de batalla, si es que vamos a poner fin
a la guerra.

Jenny Pearce
Profesora Universidad de Bradford, Gran Bretaña

XXIX
Introducción

El conflicto político armado en Colombia ha recibido distintas denomi-


naciones por historiadores/as y analistas que se han ocupado de él. Unas
veces se le presenta como “guerra civil”, otras como “conflicto armado”,
e incluso como “guerra sin nombre”.1 En lo que sí hay consenso en los/as
estudiosos/as del tema y en sectores de la sociedad, es en que existe un
conflicto y que éste, en los últimos años, ha devenido en una fase de guerra,
en la que actúan como protagonistas, por una parte, las diversas agrupaciones
insurgentes y, por otra, las fuerzas militares estatales y los grupos paramilita-
res o de autodefensas.2 Esta guerra se expandió en las últimas décadas a casi
todo el territorio nacional —instalándose en microterritorios urbanos—,

1 “Guerra sin nombre” fue la fórmula encontrada por Gutiérrez Sanín y Sánchez, investigadores
del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI), para solucionar la
discusión sobre la caracterización y la denominación de la confrontación armada existente en
el país; además, es el título del libro que recopila distintas miradas sobre el conflicto armado
colombiano. Se trata de un debate que, más allá del mundo académico, tiene repercusiones polí-
ticas prácticas, dadas las declaraciones de algunas personalidades del Estado que reiteradamente
afirman que en Colombia no existe conflicto armado interno, sino un “ataque terrorista contra
la sociedad”. Véase Francisco Gutiérrez Sanín y Gonzalo Sánchez, Nuestra guerra sin nombre.
Transformaciones del conflicto en Colombia, Bogotá, Norma, 2006.
2 Las autodefensas campesinas son grupos contrainsurgentes financiados por terratenientes y
aliados con las fuerzas militares. En la década del ochenta del siglo xx se dieron a conocer, al
expandirse por toda Colombia y convertirse en grupos paramilitares. Sus orígenes son anteriores
a las guerrillas izquierdistas, según coinciden diversos analistas, quienes afirman que “antes de
que nacieran las actuales organizaciones insurgentes colombianas (1964/1965) se había adoptado
ya una estrategia contrainsurgente paramilitar por parte del Estado colombiano (1962). La
directriz fue trazada en un ‘Suplemento secreto’ al informe sobre la visita a Colombia realizada por
el general Yarborough, Director del Centro de Investigaciones de la Escuela de Guerra


dinámicas de guerra y construcción de paz

con manifestaciones de degradación bajo formas como las masacres, los


ataques a la población civil, las desapariciones forzadas y las acciones de
terror.
Es abundante la literatura y los estudios sobre el conflicto armado co-
lombiano y sobre su presencia en el contexto urbano. Unos trabajos fijan
su mirada en los actores armados y sus acciones (guerrillas, paramilitares,
fuerzas amadas del Estado),3 y otros, en las causas y los móviles de las con-
frontaciones.4 Importantes análisis tratan sobre las violaciones a los derechos
humanos o las infracciones a las reglas de la guerra, expresas en el derecho
internacional humanitario,5 y últimamente ha crecido la preocupación por
las víctimas.6 Los estudios que se refieren al tema de la población civil, la
toman principalmente en su condición de “objetivo militar”, exponiendo
las consecuencias de diverso orden que sufre en su calidad de víctima.
Sin embargo, no se encontró investigaciones que analicen las complejas
relaciones que se establecen entre la población y los actores armados le-
gales o ilegales en medio del conflicto armado. Más ausentes aún son los

especial de Fort Bragg (Carolina del Norte) del Ejército de los Estados Unidos, en febrero de
1962”. Javier Giraldo, Guerra o democracia, Bogotá, Fundación para la Investigación y la Cultura
(Fica), 2003, p. 42.
3 Véanse Mery Roldán, “Guerrillas, contrachusmas y caudillos durante la violencia en Antioquia.
Colombia”, Revista de Estudios Sociales, Medellín, núm. 4, mar., 1989, pp. 55-85; la revista se-
riada Coyuntura de Seguridad, Bogotá, Fundación Seguridad y Democracia; Mauricio Romero,
Paramilitares y autodefensas 1982-2003, Bogotá, IEPRI, Planeta, 2003; Eduardo Pizarro León
Gómez y Ricardo Peñaranda, Las FARC. De las autodefensas a la combinación de todas las formas
de lucha (1949-1966), Bogotá, IEPRI, Tercer Mundo, 1991; Carlos Medina Gallego, ELN: una
historia contada a dos voces, Bogotá, Quito editores, 1996.
4 Véanse Daniel Pécaut, Violencia y política en Colombia, Medellín, Hombre Nuevo Editores, 2003;
Fernán González, Ingrid Bolívar y Teófilo Vásquez, Violencia política en Colombia. De la nación
fragmentada a la formación del Estado, Bogotá, Cinep, 2003; Ingrid Johana Bolívar, “Comprender
la nación: identidad, interdependencia y violencia política”, Estudios Políticos, Medellín,
núm. 25, 2004, pp. 73-86; Miguel García Sánchez, “Violencia y ciudadanía, el conflicto político
en Colombia como un enfrentamiento de proyectos ciudadanos”, Estudios Políticos, Medellín,
núm. 17, 2000, pp. 73-90.
5 Véanse Comisión Colombiana de Juristas, “Colombia 2002-2006: situación de derechos humanos y
derecho humanitario”, Bogotá, 2007; Naciones Unidas, Alta Comisionada de las Naciones Unidas
para los derechos humanos, “Informe sobre la situación de derechos humanos en Colombia”,
A/HRC/4/48, 5 marzo de 2007, y Naciones Unidas, Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, “Observaciones finales del Comité de Derechos Humanos”, Colombia, 26 de mayo de 2004.
6 Desde el proyecto Nunca Más, de la Comisión Intergregacional de Justicia y Paz. También
la revista Noche y Niebla, y ahora un conjunto de informes desde diversas organizaciones del
movimiento de víctimas, que se han intensificado a partir de la Ley de Justicia y Paz; véase, por
ejemplo, Amnistía Internacional, “Colombia. Los paramilitares en Medellín: ¿desmovilización
o legalización?”, Amnistía Internacional, [en línea], septiembre de 2005, disponible en:
http://www.amnesty.org/es/library/info/AMR23/019/2005.


Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

acercamientos a este asunto desde una perspectiva que aborde, al mismo


tiempo, las expresiones socio-políticas y las maneras como la subjetividad7
se ve involucrada en un ambiente bélico. Esa mirada interdisciplinaria
del conflicto amado en un contexto urbano como el de la Comuna 13 de
Medellín, es el aporte que se expone en este libro, resultado del esfuerzo
investigativo de varios años (finales de 2003 hasta 2007).

¿Por qué la Comuna 13?


La ciudad de Medellín es representativa del conflicto político armado que
se vive en Colombia. En ella hacen presencia los diferentes actores armados
de carácter nacional e internacional —legales e ilegales— que se disputan el
control del territorio sobre los diferentes barrios, en una oscura mezcla de
alianzas y enfrentamientos con grupos delincuenciales de diverso orden.8
Aunque el conflicto armado en la Comuna 13 tiene elementos similares
al de otras ciudades colombianas, reviste especificidades. Su análisis interesó
al equipo de investigación por varias razones: es un sector que para la épo-
ca de estudio contaba, comparativamente con el resto de la ciudad, con el
mayor índice de violencia y homicidios, con una alta concentración de
actores armados ilegales, y una contundente presencia militar de la fuerza

7 En el texto se emplea el término “subjetividad”, no para hacer referencia al individuo orgánico,


sino a aquellos fenómenos que, por presentarse exclusivamente en el registro de los vínculos
humanos, se les concede un estatuto psíquico y no cerebral ni genético. “Subjetividad” no es
un término opuesto a “objetividad”; tampoco es aquello que se califica de “especulativo”. Más
bien, define los aspectos del ser humano no susceptibles de reducir a una cifra, ni de localizar
en una célula nerviosa; por ejemplo, el amor, el odio, la ignorancia, lo celos, las rivalidades, la
agresividad, las motivaciones íntimas que empujan al acto violento, el miedo, la rabia, el pánico,
la angustia, el terror, el sentimiento de sorpresa, el sentimiento de seguridad o inseguridad,
el reconocimiento de otra persona o su descalificación y segregación, el deseo, la satisfacción
ante la destrucción del semejante, la compulsión a repetir lo dañino para sí mismo/a y para los
demás. Estos fenómenos son subjetivos en la medida en que tienen que ver con la composición
simbólica e imaginaria de las personas. Lo “simbólico” hace referencia a aquello que se instala
como discurso compartido en una sociedad y que cuenta con unos referentes comunes. Lo
“imaginario” es la manera como ese discurso simbólico sobreviene sobre los deseos, las fantasías
y las expectativas de la gente, lo cual tiene incidencia en la realidad concreta de los sujetos. Un
fenómeno subjetivo, al emerger en el ámbito de los vínculos sociales, es ahí donde hay que
analizarlo, comprenderlo e intervenirlo, cuando empuja a la destrucción del/de la contradictor/a
y se vuelve inconveniente para la vida en sociedad.
8 Sobre el conflicto en la ciudad de Medellín, véanse: Vilma Liliana Franco, “Violencias, conflictos
urbanos y guerra civil: el caso de Medellín en la década del noventa”, en: Violencias y conflictos
urbanos: un reto para las políticas públicas, Medellín, Instituto Popular de Capacitación (IPC), 2004;
Gloria Naranjo Giraldo y Deicy Hurtado Galeano, “Ciudades y desplazamiento forzado en
Colombia. El ‘reasentamiento de hecho’ y el derecho al restablecimiento en contextos conflic-
tivos de urbanización”, Medellín, 2005, documento multicopiado.


dinámicas de guerra y construcción de paz

pública durante el año 2002, como lo señala el informe de la Vicepresidencia


de la República del 12 de octubre del mismo año.9 Además, este sector
urbano ha sido objeto de preocupación de la opinión pública nacional e
internacional y de diversas propuestas provenientes del Estado, al punto de
que el Gobierno nacional, en un momento dado, presentó su intervención
en esta comuna como el modelo a seguir en toda Colombia, en cuanto
al tratamiento de los problemas urbanos de orden público, seguridad y
de conflicto armado.10 Los operativos cívico-militares ha sido la principal
estrategia del Estado para el control de la seguridad en la zona, establecer el
orden público, perseguir a los violentos al margen de la ley e implantar la
administración de justicia.
A raíz de los enfrentamientos ocurridos en esta comuna entre guerrilla
y paramilitares, la misma se visibilizó como epicentro de la guerra en la
ciudad, circunstancia que ha incidido en las imágenes negativas que se
construyen desde fuera sobre este lugar y sus habitantes.
En la dinámica de los conflictos sociales y políticos se creó una diversidad
de órdenes, de normatividades y legalidades, de vivencias y experiencias.
Nuevos órdenes híbridos, legales e ilegales, formales e informales, se hicie-
ron comunes como producto de estos ambientes socio-bélicos.
Las informaciones difundidas por los medios de comunicación son reve-
ladoras sobre las difíciles condiciones a las cuales se han visto sometidos los
habitantes de esta comuna y sus alrededores, desde quienes habitan urbaniza-
ciones de estratos socio-económicos 4 y 5, hasta las personas residentes en los
barrios de estratos 1, 2 y 3, algunas de ellas desplazadas e instaladas en las zonas
de alto riesgo.11 De muy diversas maneras, estos sectores han sido objeto de

9 Colombia, Vicepresidencia de la República, Programa Presidencial de Derechos Humanos y


Derecho Internacional Humanitario (DIH), “Breve apreciación a la Comuna 13 de Medellín
(Antioquia)”, Vicepresidencia de la República, [en línea], actualizada a 12 de octubre de 2002, dispo-
nible en: http://www.derechoshumanos.gov.co/observatorio/04_publicaciones/04_04_otros_in-
formes/comuna%2013-Medelln.doc, consulta: 30 de octubre de 2002.
10 Durante 2002 se realizaron dos grandes intervenciones: la Operación Mariscal y la Operación
Orión, luego de las cuales se formularon, desde las administraciones local y nacional, un con-
junto de medidas sociales para la comuna, que han sido registradas con amplio despliegue en
los medios masivos de comunicación. El desenlace de la situación de la Comuna 13 fue objeto de
preocupación por parte de diversos organismos humanitarios locales e internacionales, de carácter
privado y público, tal como se da cuenta en el anexo y en la bibliografía.
11 En Colombia, la población se encuentra clasificada, según la Superintendencia de Servicios
Públicos Domiciliarios de Colombia (Ley 142 de 1994, Art. 101), por estratos socio-económicos
del 1 al 6, donde 1 es el nivel más bajo y el 6 el más alto. Dicha estratificación se hace “de acuerdo
con las características de construcción y de disponibilidades de vías, medios de transporte, servicios
públicos y demás parámetros adoptados por el DNP [Departamento Nacional de Planeación]”.


Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

los atropellos cometidos por los actores armados. Muestra de ello son las vio-
laciones, los asesinatos selectivos, los secuestros, las desapariciones, las extor-
siones, las amenazas, el desalojo forzado de lugares de residencia, la utilización
de la población como escudo humano y el ejercicio de una labor de control
y vigilancia mediante el cumplimiento de normas de comportamiento social
e individual, todo lo cual contribuyó a la configuración de un clima de terror
y se convirtió en un factor generador de traumas y miedos, pero también de
construcción de mecanismos de resistencia y adaptación, de participación
en las dinámicas de la guerra y en los procesos de construcción de paz.
Comprender las lógicas de esos conflictos que devienen en guerra y, al
mismo tiempo, en procesos de construcción de paz, es de lo que se ocupa
este libro. El punto de partida son las percepciones12 de los habitantes sobre
lo sucedido en las dinámicas de los conflictos durante las tres décadas más
recientes, con altas cargas de violencia, hasta llegar a la fase denominada por
las personas entrevistadas como de una “verdadera guerra urbana”.

La pregunta de la investigación
En esta investigación se pregunta: ¿cómo perciben los habitantes de la
Comuna 13 la dinámica del conflicto político armado y los procesos de
construcción de paz, ocurridos en este sector de la ciudad durante el período
1978-2006? De esta pregunta se derivaron otras de carácter complementario:
¿cómo ésta población narra las consecuencias del conflicto armado? ¿Cuáles
han sido sus respuestas subjetivas y sociales frente al mismo y, en particular,
qué acciones colectivas e iniciativas de construcción de paz han desplegado?
Gran variedad de estudios y publicaciones tocan temas relacionados con
esta investigación, como se evidenció en el balance de los estudios sobre

Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios de Colombia, “Glosario de térmi-


nos”, Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios de Colombia, [en línea], disponible en:
http://www.superservicios.gov.co/siteSSPD/documentos/documentos_pub/46_74.pdf., consul-
ta: 30 de mayo de 2008.
12 Siguiendo a Robert Potter, aquí se usa el concepto percepciones en el sentido de una construcción
social que configura la subjetividad y responde a la manera como los sujetos se apropian de las
vivencias cotidianas y seleccionan las posibles interpretaciones de los hechos que viven o sienten.
Con las percepciones, los actores establecen un entramado de símbolos, sentidos y significados,
que son tomados como base de su actuación en el mundo y para con él. La construcción de las
percepciones está relacionada con situaciones de vital importancia para los sujetos: descripciones
espacio-temporales de la vida, evaluaciones cotidianas de las situaciones y, especialmente, con
los aspectos prescriptivos. Robert Potter, citado en: David Coronado, “¿Realmente sabemos lo
que hacemos cuando creemos combatir la delincuencia?”, Territorios. Revista de Estudios Regionales
y Urbanos, Bogotá, núm. 15, feb.- jul., 2006, p. 35.


dinámicas de guerra y construcción de paz

el conflicto armado en la Comuna 13.13 En éste se incluyen trabajos de


grado, artículos de revistas y periódicos, libros e investigaciones realizadas
por organizaciones internacionales y por organizaciones no gubernamen-
tales (ONG) de derechos humanos, producidos desde el año 2000 y hasta
poco antes de llevarse a cabo esta publicación. De todos estos estudios, se
destaca como preocupación constante el asunto de la guerra en la Comuna
13 de la ciudad de Medellín, especialmente entre los años 2002 y 2003,
analizado por los autores desde diversos abordajes y metodologías, y con la
presentación de resultados y propuestas.14 La revisión de esos trabajos llevó
a confirmar la validez y la pertinencia de la pregunta de investigación, dada
la ausencia de estudios que se ocupen de las dimensiones particulares y el
enfoque integral que se presenta en este texto.
En este estudio se le concedió gran importancia a las percepciones de
la población frente al conflicto, tanto en las dinámicas de guerra como
en las respuestas a la misma, incluidas las iniciativas de paz. Este modo
de proceder exigió una actitud académica especial por parte del grupo de
investigación, que implicó enfocarse en la manera como los pobladores
relatan lo sucedido. Interesó conocer cómo perciben su situación pasada
y actual; cómo, desde su forma de vivir el enfrentamiento, establecen las
causas que originaron los conflictos armados y su evolución, hasta llegar
a su máximo grado de agudización, y cómo identifican o describen a los
actores de esa violencia que afectó su convivencia.

Metodología
Una guía metodológica de esta investigación y, por supuesto, la escritura de
los diferentes capítulos de este libro, es la de un tratamiento básicamente
cualitativo, salvo en el capítulo de contexto (capítulo 1), que contiene datos
objetivos cuantificables, completos y exhaustivos sobre lo sucedido en
la Comuna 13. La razón de ser de este procedimiento tiene que ver con
el enfoque cualitativo de la investigación. Cuando lo fundamental de una

13 La realización del balance sobre los estudios sobre el conflicto armado en la Comuna 13
es una contribución de Adriana María Ruiz Gutiérrez, joven investigadora, estudiante de
Derecho de la Universidad de Antioquia. Véase anexo.
14 Véase también: Álvaro Diego Herrera Arango y Mónica Pérez Marín, “Con las propias voces.
Una mirada a las esferas públicas desde las prácticas culturales en tres barrios de la Comuna 13
de Medellín”, trabajo de grado para optar al título de magísteres en Comunicación, Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá, 2007.


Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

investigación recae sobre el sujeto en su relación con lo social y lo político,


la “verdad” que se busca no necesariamente se ajusta a la objetividad histó-
rica de los hechos, sino a la lógica del discurso de quienes los narran.15
Se busca captar la riqueza de matices en cuanto al modo como se ha
producido, en los habitantes, “la resignificación histórica de lo ocurrido”.16
Un ejemplo de esto se encuentra en las palabras de un habitante de la
Comuna 13, quien define la historia de sus barrios como una “historia de
plomo”. Plomo es un significante17 que, para él y muchas otras personas,
marca, de forma indeleble, la vida y el acontecer de los barrios que directa
o indirectamente se vieron involucrados en la guerra. “Historia de plomo”
es, sin duda, una expresión que contiene un grado de verdad sobre el modo
como se produjeron los acontecimientos, y apunta al sentido que interesa
rescatar en una investigación como la realizada.
Para dar cuenta del modo en que aparece implicado el sujeto en los dis-
tintos momentos del conflicto de la Comuna 13, no es posible ajustarse a la
exactitud de una cronología, sino a un tiempo lógico que, en este análisis,
parte de una mirada que permite consignar y ordenar datos, pasando luego por
un instante de comprender lo que aparece cifrado en el discurso de las
personas entrevistadas, para así progresivamente ir accediendo a hipótesis,
tesis, argumentaciones y conclusiones diversas sobre el proceso del conflic-
to. Con el fin de hacer captar este movimiento lógico a quien lea este texto,
se volvió indispensable consignar las vías por las cuales ha sido posible
descifrar una dialéctica histórica del sentido de los hechos violentos que
marcaron y trastocaron la lógica propia de la vida social de esta comuna.
En este movimiento metodológico, el sentido no se inscribe en el sujeto
de modo simultáneo con la percepción inmediata del acontecer, sino
retroactivamente, en la medida en que tiene que ver con la historia y ésta

15 Asumir este enfoque supone mirar la constitución de la sociedad “como un proceso dinámico
en el que los actores sociales realizan acciones, producen discursos y construyen sentido sobre
el mundo a partir de complejos procesos de negociación y siempre desde un lugar situado
e históricamente construido, es decir, desde profundos anclajes histórico-culturales (como el
género, la nacionalidad, la etnia, la clase social) y desde anclajes electivos (como los diferentes
procesos de identificación o afiliaciones que los actores actualizan en el curso de sus biografías)”.
Rossana Reguillo, “Anclajes y mediaciones del sentido. Lo subjetivo y el orden del discurso:
un debate cualitativo”, Revista Universidad de Guadalajara, Dossier “Investigación cualitativa en
salud”, núm. 17, 1999-2000, Universidad de Guadalajara, [en línea], disponible en: http://www.
cge.udg.mx/revistaudg/rug17/4anclajes.html, consulta: 15 de marzo de 2008.
16 Jacques-Alain Miller, Estructura, historia y desarrollo, Bogotá, Gelbo, 1999, p. 43.
17 En el contexto de esta investigación debe entenderse el término “significante” como aquello con
lo cual se alude a una palabra que, en lugar de remitir inmediatamente a un sentido, conduce a
otra u otras palabras, hasta formar una cadena de palabras a la que se denomina “discurso”.


dinámicas de guerra y construcción de paz

sigue una lógica tanto temporal como simbólica. La lógica interna de dicha
inscripción permite mostrar cómo hace la gente con la desacomodación
que el conflicto causó en sus relaciones sociales.
Esta investigación se diferencia de la manera como la guerra en Colombia,
y en ciudades como Medellín, ha sido registrada en múltiples informes ofi-
ciales y privados, nacionales e internacionales. Estadísticas de muertes, heridos,
daños materiales, violaciones de derechos humanos e infracciones al dere-
cho internacional humanitario, son noticias que abundan en los medios de
comunicación. Así mismo, el campo académico ha producido abundante
literatura que se ocupa del problema, desde lecturas epidemiológicas hasta
análisis sociológicos e históricos.
En este caso, el interés no recayó en una ampliación o complemento de
datos estadísticos, sino en algo que el estado de la cuestión realizado para esta
investigación permitió verificar, y es la escasez de acercamientos al problema
de la guerra, en donde las víctimas dejen de ser un número estadístico más y
pasen a ser escuchadas desde sus propias voces, teniendo en cuenta la manera
como han subjetivado su implicación en las contiendas bélicas.
No se menosprecia la importancia de conocer qué fue realmente lo
ocurrido y quiénes fueron los y las responsables de las oleadas violentas, de
los asesinatos, de las masacres y del conjunto de humillaciones y maltratos
padecidos por los pobladores de estos barrios. Se valora esta “verdad objeti-
va”, tan importante cuando se trata de juzgar un delito y de hacer un juicio
de responsabilidades y, además, se entiende su urgencia; pero también hay
que tener en cuenta que ella es tarea propia de entidades estatales, como la
Fiscalía o la Procuraduría, o de organismos de la sociedad civil encargados
de velar por la protección de los derechos humanos, que ya en alguna me-
dida, y de acuerdo con sus posibilidades, lo han venido haciendo.
La responsabilidad en esta investigación es mostrar la manera como la
población percibe lo que padeció, lo que no se inscribe en una dimensión
homogénea. Con el fin de ponerse a la altura de esta responsabilidad aca-
démica y ética, se prefirió tener en cuenta sus relatos para, a partir de ahí,
configurar las narrativas de lo ocurrido en la Comuna 13, sus interpretacio-
nes y también establecer las del equipo investigador.
Si bien quienes confunden la verdad con una presentación “objetiva” de
los hechos podrían considerar falsas las narrativas consignadas, para el equi-
po investigador éstas se constituyen en hechos indiscutibles de discurso.
Existe una diversidad discursiva sobre la guerra donde los habitantes de la


Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

Comuna 13 aparecen anudados, a tal punto que, en ese registro simbólico e


imaginario, entran en circulación significantes que se congelan en el tiempo
y quedan como un sello en la colectividad, que los hace circular con una
carga afectiva determinante en la vida. El valor de verdad de eso que circula
como discurso —otras personas dirán como rumor, chisme, habladuría o
calumnia— está en el hecho de que por ser reproducido en todas partes, se
instituye como una ley que se impone y se hace valer. Es el caso concreto
de “lo que no sirve estorba”, frase emblemática de la “limpieza social” en
Colombia y encontrada en los relatos analizados.
Esta investigación no partió de hipótesis ni de ideas preconcebidas sobre el
objeto de estudio, lo cual no contradice ni excluye el reconocer como válido
académicamente y legítimo éticamente, establecer supuestos teóricos para la
interpretación de esa realidad. En ese sentido, se definieron previamente, de
manera provisional, algunas categorías fundamentales, en las que se ahondó
en el curso de la labor investigativa: percepción, conflicto, guerra, paz, seguridad y
subjetividad; otras, por el contrario, fueron emergiendo en el desarrollo de la
indagación, hasta convertirse en necesarias para la comprensión de las narra-
ciones de los pobladores: legitimidad, orden, acciones colectivas, sobrevivencia, tregua,
narración, narrativa, y afectos como angustia, miedo, confianza-desconfianza, rabia,
pánico, terror, dolor y duelo. El conjunto de estas categorías ha dado importantes
rendimientos, para esta investigación, en el momento de la interpretación y
el análisis de los relatos sobre los hechos desatados en la Comuna 13.
Para comprender la gestación y el desarrollo del conflicto, además de
la narración de los propios habitantes de la comuna, esta investigación
se apoyó en la conceptualización de autores como Vincenc Fisas y Marc
Howard Ross, para quienes el conflicto se basa en la diferencia y la oposición,
entre los actores, respecto de unas metas, unos objetivos, unos valores y la
defensa de éstos. Esto quiere decir que la violencia se constituye sólo en
una de las formas de enfrentar esas diferencias.
Para el examen de los diversos factores constitutivos de los conflictos, se
asume la definición aportada por Fisas, quien entiende el conflicto como una
relación en la cual
[…] un actor (una persona, una comunidad, un Estado, etc.) se encuentra en
oposición consciente con otro actor (del mismo o de diferente rango), a partir
del momento en que persiguen objetivos incompatibles (o éstos son percibidos
como tales), lo que los conduce a una oposición, enfrentamiento o lucha.18

18 Vincenc Fisas A., Introducción al estudio de la paz y de los conflictos, Barcelona, Lerna, 1987, p. 166.


dinámicas de guerra y construcción de paz

En el mismo sentido, Howard afirma que:


El conflicto ocurre cuando las partes se hallan en desacuerdo con respecto a la
distribución de recursos materiales o simbólicos y actúan movidas por la incom-
patibilidad de metas o por una profunda divergencia de intereses.19

Con base en lo anterior, se estableció una matriz de análisis de los conflictos


en la Comuna 13, con sus principales factores integrantes, así: el problema,
los actores y las relaciones de poder, el proceso y su dinámica —incluido el
tratamiento—, las acciones, la intensidad y el contexto. De esta manera se
produjo el acercamiento para auscultar la historia de los conflictos violen-
tos, con su antes, durante y su después, así como para entender los móviles
u objetos de las disputas, los actores enfrentados y los escenarios en donde
se desenvolvieron. Se constató que los conflictos, antes que acabarse, se
transforman y reaparecen de mejor o de peor manera, según el tratamiento
que se les haya dado. Además, porque constituyen la base del desarrollo de
las sociedades, y porque, como afirma el profesor Gonzalo Sánchez, en la
historia colombiana “las guerras se terminan, pero no se resuelven”.20
Inicialmente se pretendió utilizar, como metodología, la “teoría fundada”;21
sin embargo, el estudio de ésta y el mismo proceso de investigación fue
mostrando las potencialidades de esta propuesta metodológica, pero su
poca pertinencia para el objeto específico de la investigación, porque más
que construcción de teorías, se esperaba describir, comprender y explicar la
dinámica del conflicto. Por ello, se recurrió sólo a algunas técnicas de la teoría
fundada y se adelantaron movimientos en un ir y venir inductivo y deductivo.
En la etapa final, un momento metodológico decisivo en esta investiga-
ción lo constituyó la validación de sus resultados, la cual se logró mediante
la técnica de triangulación. Se procedió a confrontar los avances y los pri-
meros resultados con personas de la comunidad, según los seis segmentos
en que se clasificó a la población, con base en las diferenciaciones por:

19 Marc Howard Ross, La cultura del conflicto. Las diferencias interculturales en la práctica de la violencia,
Barcelona, Paidós Ibérica, 1995, p. 317.
20 Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia, 2.ª ed., Medellín, La Carreta Editores, Universidad
Nacional de Colombia, 2006, p. 55.
21 Se utilizan algunos elementos de la teoría fundada como el criterio de la “saturación”, en el
sentido de que se hicieron tantas entrevistas cuantas fueron necesarias para que el equipo de
investigación lograra una comprensión de los objetivos trazados. Así mismo, a cada texto se
le elaboró un memo analítico y simultáneamente la información recogida fue codificada en el pro-
grama informático Atlas ti, lo cual facilitó el establecimiento de categorías y subcategorías.

10
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

roles (líderes y no líderes), género (mujeres y hombres), edad (jóvenes y


mayores de 25 años), y personas en situación de desplazamiento, por ser
éste un fenómeno relevante en el sector. Con esta segmentación se preten-
dió auscultar posibles diferencias o similitudes al interior de la población,
en cuanto a las percepciones del conflicto y a las iniciativas de paz.22 De
la misma manera, los resultados de la investigación fueron sometidos a la
crítica de profesionales con estrecha relación con la comuna, funcionarios
de varias ONG, universitarios/as y empleados/as del Estado, así como a
la evaluación de académicos/as expertos/as en estudios cualitativos sobre
violencia y paz. En todos estos encuentros se recibieron valiosos aportes
que permitieron confirmar, corregir y ajustar las tesis planteadas.

La interdisciplinariedad como método


La investigación se realizó mediante un trabajo interdisciplinario, no por-
que el grupo de investigación se componga de profesionales provenientes
de distintas disciplinas, sino por el arduo proceso de estudio y discusión
realizado a partir de las diferencias epistemológicas propias de las discipli-
nas, y no de las semejanzas.
Lo que constituyó el punto de encuentro, lo que sirvió como anclaje en las
discusiones incesantes sobre el tema de investigación y también de brújula,
fue el hecho de haber acordado una pregunta común. Se pasó así de un es-
tudio preliminar —Balance de los estudios sobre la violencia en Antioquia—,23 en
el cual, quienes realizaron la investigación, tuvieron una relativa autonomía
en el estudio de cada tipo de violencia, a la construcción de una pregunta
común que se convirtió en el referente compartido durante tres años.
En el plan estratégico formulado por el grupo en el año 2001, se registró la
necesidad de avanzar hacia una conceptualización sobre la violencia, a partir
de las aproximaciones disciplinares, de los discursos reconocidos en los di-
ferentes estudios analizados en el Balance y del estudio de una problemática
concreta de la violencia en la ciudad de Medellín. Con esta investigación

22 Al interior del equipo de investigación fue motivo de discusión la posibilidad de entrevistar a


agentes del Estado y a combatientes ilegales. Sin embargo, ambos sectores fueron descartados,
pues se alejaban del propósito de captar exclusivamente la percepción de la población.
23 Pablo Emilio Angarita Cañas, ed. académico, Balance de los estudios sobre violencia en Antioquia,
Medellín, Grupo Interdisciplinario de Investigación sobre Violencia, Instituto de Estudios
Regionales (INER), Universidad de Antioquia, Editorial Universidad de Antioquia, 2001.

11
dinámicas de guerra y construcción de paz

sobre dinámicas de guerra y construcción de paz, se espera haber dado un


paso más en el desarrollo de una de las líneas de investigación del grupo.24
La realización de este proyecto se vio facilitada por el carácter inter-
institucional del grupo de investigación, expresado en la integración y
la participación de distintas dependencias de las Universidades de Antioquia
y de la Medellín y, además, de dos importantes ONG de la ciudad: El
Instituto Popular de Capacitación (IPC) y la Corporación Región. Esta
composición del grupo permitió combinar los aportes de la academia uni-
versitaria, con las fortalezas provenientes de las ONG, especialmente en
cuanto a su relación directa con el trabajo comunitario y de compromiso en
diferentes actividades educativas y sociales en la ciudad de Medellín.
El propósito, de orden académico, de desarrollar un enfoque y unas es-
trategias metodológicas que permitieran tender puentes entre las diversas
disciplinas y acceder comprensivamente al objeto de estudio, como una
forma de construir interdisciplinariedad, fue tal vez lo más complejo de esta
investigación, debido a la diversidad de saberes, experiencias investigativas
y enfoques teóricos de las personas integrantes del grupo. No obstante,
ofreció una gran riqueza y enseñanza, pues implicó aprender a escuchar la
palabra del otro y a seguirla en su propia lógica argumentativa, para desde
ahí poderla interpelar, siempre en función de responder a la pregunta de
investigación.
Lograr aproximarse al lenguaje del otro, en un grupo compuesto por
investigadores e investigadoras de diferentes disciplinas, fue una tarea que
requirió innumerables y prolongadas reuniones de análisis y debates, enfo-
cadas tanto al objeto de estudio, como a la manera de proceder en investi-
gación, al modo de procesar e interpretar la información obtenida, al papel
de la teoría y la selección de las teorías en las cuales apoyarse. Discusiones
teóricas, políticas, éticas y filosóficas acompañaron el proceso de investi-
gación, y permitieron unos mínimos acuerdos que se constituyeron en
la guía y el soporte de la investigación, los cuales se concretaron en las

24 El nombre actual del grupo es: Grupo Interdisciplinario e Interinstitucional de Investigación sobre
Conflictos y Violencias, de la Universidad de Antioquia, la Universidad de Medellín, el Instituto
Popular de Capacitación y la Corporación Región. El grupo tiene cuatro líneas de investigación:
“Estudios de los conflictos y las violencias en Antioquia”, dentro de la cual se adelantó el Balance
de los estudios sobre violencia en Antioquia; “Seguridad y derechos humanos”, en el marco del cual se
desarrolló el proyecto “Libertad y orden” y se ejecuta el de “Seguridad y derechos humanos”;
“Violencia, inequidad y construcción de paz”, en la cual se inscribe este estudio sobre la Comuna 13,
y la cuarta linea, “Género, guerra y paz”, en lo que se han publicado varios libros.

12
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

estrategias metodológicas, los instrumentos aplicados, y en las valoraciones


y los análisis de los que se dan cuenta a lo largo de este libro.
Plurales estrategias y propósitos se espera haber cumplido con este
estudio:
— El propósito general es contribuir a la comprensión del conflicto armado
en Colombia, mediante el análisis de éste en un sector urbano especí-
fico, como es la Comuna 13 de Medellín. Igualmente, se espera hacer
un aporte a la construcción de nuevas miradas frente a la violencia y el
conflicto, estudiando estos fenómenos sociales no sólo contando con los
hechos “objetivos”, sino también con el modo como éstos son cifrados
en el plano subjetivo. Examinar las respuestas de la población al conflicto
permite avanzar en la comprensión de los procesos cíclicos de las violen-
cias, para desentrañar las visiones y los comportamientos que llevan a que
la población rompa con ellas o a que contribuya a su reproducción.
— El avance en la comprensión del tema del conflicto armado en la
Comuna 13, esta vez contando con la subjetividad bajo la forma ya expuesta.
— La consolidación de lo interdisciplinario y lo interinstitucional en la
complejidad del grupo de investigación.
— Haber alcanzado la convicción de que la clave de una verdadera inter-
disciplinariedad, en investigaciones concretas como ésta, es contar con
las diferencias epistemológicas que cada disciplina tiene, y consolidar
un diálogo entre los saberes.25
— El aporte realizado a la formación como investigadores de siete estu-
diantes de pregrado y dos de maestría, es otro de los resultados tangibles
de este proceso investigativo.
— Un propósito adicional, de carácter eminentemente social, es dejar
planteadas algunas propuestas e inquietudes que puedan contribuir
al mejoramiento de la convivencia de las personas residentes en la
Comuna 13. Estudiar y demostrar las múltiples formas que tiene la

25 Aún el equipo de investigación está en deuda con la comunidad académica en sistematizar todo lo
que fue esta experiencia del estudio interdisciplinar. Sin embargo, la monografía de grado de los
trabajadores sociales Erika María Zuleta Ochoa, Juan Fernando García Correa y Óscar Andrés
Saldarriaga Ríos, da cuenta, parcialmente, de la metodología y de lo que conllevó la apuesta de
adelantar una investigación sobre un mismo objeto, desde diversas disciplinas y con estrategias
metodológicas comunes. Véase Erika María Zuleta Ochoa, Juan Fernando García Correa y
Óscar Andrés Saldarriaga Ríos, “Interdisciplinariedad en el Grupo de investigación ‘Conflictos
y Violencias’”, trabajo de grado, asesora académica: Blanca Inés Jiménez Zuluaga, Universidad
de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Programa de Trabajo Social, Medellín,
2004-2006.

13
dinámicas de guerra y construcción de paz

guerra de afectar, de modo negativo, los vínculos sociales que favo-


recen la construcción de sociedad civil,26 sin duda le ha de permitir
a la población analizar cuál ha sido su papel en el conflicto y cómo
puede contribuir a romper el ciclo de las violencias. De igual manera,
se hacen propuestas a las autoridades gubernamentales —algunas de las
cuales ya han sido formuladas verbalmente en los diferentes espacios de
socialización de los resultados de la investigación— para que las estra-
tegias de intervención psicosocial sean más ajustadas a la lógica de las
comunidades y a los factores estructurales del conflicto que se pretende
intervenir. Se espera que la lectura de este libro sirva de estímulo a estos
propósitos.

Construcción de narrativas
Para la recolección de los datos se realizaron 10 entrevistas grupales, en los
cuales participaron 60 personas, y 35 entrevistas a profundidad,27 para un
total de 95 personas, garantizando la participación de habitantes de diferen-
tes barrios de la comuna, especialmente los más afectados por el conflicto
armado.28 Como se dijo antes, previamente se hizo una clasificación de
segmentos poblacionales —líderes y no líderes, jóvenes, y desplazados, en
todos los casos diferenciando hombres y mujeres— para que la información
fuese lo más variada posible.

26 Si bien el concepto sociedad civil es polisémico y ha sufrido diversos cambios e interpretaciones


en la ciencias sociales, al punto que hay quienes consideran que “es una formula vacía” (Norbert
Lechner, “La problemática invocación de la sociedad civil”, Espacios, Costa Rica, FLACSO,
núm. 4, abr.- may., 1995, p. 7.), otros, como Restrepo, hacen un recorrido en la historia de la
filosofía política desde Hegel, pasando por Marx, hasta Gramsci, en el que diferencian la sociedad
política (el Estado) de la sociedad civil, esta última compuesta básicamente por organizaciones
gremiales consolidadas, con clara identidad en torno a los intereses que representan, en un ámbito
no exento de conflictos sociales. En la sociedad civil se encuentran los partidos políticos que son
organizaciones mediadoras entre ésta y el Estado. Véase Luis A. Restrepo M., “Relaciones entre
la sociedad civil y el Estado”. Análisis Político, Universidad Nacional de Colombia, Instituto de
Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI), núm. 9, ene.-abr., 1990, pp. 63-98.
27 Andrea Fontana y James H. Frey, “Interviewing”, en: Norman K. Denzin e Yvonna S. Lincoln,
eds., Handbook of Qualitative Research, Thousand Oaks, CA, Sage, 1994, pp. 361-375.
28 En este proceso se realizaron contactos con líderes, lideresas y organizaciones existentes en la
comunidad, con el fin de negociar el acceso a los diferentes escenarios. La participación de las
personas fue completamente voluntaria y libre de todo riesgo para su salud física y mental, así
como para su seguridad. Se trabajó sobre la base de su consentimiento informado, el cual quedó
registrado en un documento suscrito por ellas. Para la realización de las entrevistas, el equipo
de investigacion se apoyó en habitantes de la comunidad con los cuales varios investigadores del
grupo habían construido una relación de confianza de tiempo atrás. De esta manera se estableció
buena empatía con las personas de la comunidad. Véase, al respecto, Janice M. Morse y Peggy A.
Field, Qualitative Research. Methods for Health Professionals, Thousand Oaks, CA, Sage, 1995.

14
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

Los testimonios y los relatos29 de los pobladores sobre los sucesos allí
acaecidos, los sentimientos contradictorios de quienes fueron víctimas o
aplicaron la venganza, el comentario de quienes se sintieron espectadores/
as, o las historias contadas de manera más sistemática por quienes ejercie-
ron liderazgo fueron el insumo de esta investigación, arrojando una valiosa
información, que devela significativas realidades sobre historias personales,
familiares y sociales.
La diversidad de los testimonios está asociada a factores subjetivos, como las
marcas que deja en cada sujeto su historia particular, las creencias religiosas, los
ideales, las identificaciones, como también a factores sociales, como el segmento
poblacional del cual hace parte la persona entrevistada, su rol social —mujer,
joven, adulto, líder, no líder, desplazado— o sus adscripciones políticas.
Aunque en un comienzo se tenía la sospecha de que pudieran existir
marcadas particularidades en los relatos de los distintos segmentos po-
blacionales, según los roles, las edades o los géneros, el desarrollo de la
investigación permitió concluir que, exceptuando algunas coincidencias
sobre temas específicos, se reiteraban discursos comunes. Por ello la opción
metodológica utilizada fue la construcción de narrativas, en tanto posibilitó
agrupar los relatos y encontrar su lógica.
En esta investigación el concepto narrativa es entendido como un con-
junto de relatos, relativamente articulados, sobre experiencias, sucesos y
vivencias, compartidos por un sector de población, en la medida en que
son contados y explicados desde los valores y las creencias de quienes los
emiten y perciben. Las narrativas circulan y son recreadas con el paso del
tiempo, y aunque no necesariamente coincidan con la “verdad objetiva”,
son comunicadas y aceptadas por dicho sector de población como la “his-
toria de lo ocurrido”.
Siguiendo a la investigadora Rossana Reguillo:
[…] la narrativa es el “relato” mediante el cual los actores articulan instituciones,
valores, creencias, objetos, en un tiempo y en un espacio, a través de códigos y
de soportes materiales.30

29 Aun cuando en ocasiones se utilizan indistintamente, se entiende aquí por testimonios las ex-
periencias contadas por quienes las vivieron o presenciaron; los relatos dan cuenta de diversos
episodios, propios o ajenos, que se transmiten entre los pobladores.
30 R. Reguillo, “Anclajes y mediaciones del sentido. Lo subjetivo y el orden del discurso: un debate
cualitativo”, Revista Universidad de Guadalajara, Op. cit.

15
dinámicas de guerra y construcción de paz

Desentrañar las narrativas que subyacen a las múltiples versiones de las


personas entrevistadas sobre el conflicto armado en la Comuna 13 impli-
có, al grupo de investigación, un proceso dialéctico31 de análisis, cotejo y
confrontación de los distintos relatos. No fue esta tarea fácil, sobre todo
porque frente a hechos puntuales existían versiones contrapuestas de los/as
entrevistados/as, o énfasis distintos, pero en un análisis más juicioso de
los relatos fue posible establecer la existencia de elementos conexos y lógicas
internas, permitiendo al grupo de investigación detectar y configurar dos
narrativas que están presentes en la manera cómo la población describe el
conflicto armado, sus efectos y las acciones colectivas e iniciativas de paz.32
Debe anotarse que las narrativas no son evidentes para la misma población
que habita la Comuna 13 y en un primer momento ni para el grupo de in-
vestigación. Ellas emergen en el proceso de investigación y son nombradas
por aquel, a partir de la palabra de las personas entrevistadas.
Cada narrativa no es uniforme, única, plana, ni estática, pues se confec-
ciona y pule en el proceso dinámico de nombrar los hechos. En el afán
de encontrar la “verdad” y de elaborar lo vivido aun sin comprenderlo,
las personas afectadas necesitan contar lo sucedido, nombrar a su manera
eso que les pasó, ya sea desde la mirada de sus propias vivencias más
inmediatas, desde los sentimientos y sus emociones, los rumores que
circulan, o desde la perspectiva de quienes dan explicaciones racionales
con argumentaciones ideológicas, interpretaciones políticas de los acon-
tecimientos o prejuicios de distinta índole.
Se trata de dos narrativas frente a los mismos hechos. Una, la narrativa
vivencial, se define por las reacciones más primarias, privilegia una postura
basada en el impacto experimentado en la vida cotidiana familiar y barrial,
tiene como referente sus intereses personales más inmediatos y se narran
los acontecimientos ocurridos básicamente desde los efectos más íntimos.
Con un sentido pragmático, su centro gravita alrededor del binomio inse-
guridad / seguridad. Y aun cuando priman en los testimonios sentimientos

31 En este texto, se entiende por dialéctica un proceso en el cual se produce una relación en donde
si bien un elemento se presenta como superación del anterior, no por ello lo anula, porque al
mismo tiempo lo contiene. Esto hace que el proceso dialéctico se caracterice por el hecho de
que los elementos que lo componen entran en una relación de oposición y dependencia.
32 En este proceso metodológico fue de gran valor la ayuda brindada por Clara Inés García, Ana
María Jaramillo, Claudia Puerta, Ángela María Jaramillo, Martha Peña y Luz María Londoño,
quienes, con su aprobada experiencia en análisis cualitativo, formularon atinadas y agudas
observaciones, de decisiva importancia para la investigación.

16
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

y experiencias personales, en algunos casos las explicaciones retoman argu-


mentos que circulan en la otra narrativa, pero sus juicios se mueven en la
dicotomía de bueno o malo.
La otra, la narrativa socio-política, se basa en una postura más racional, con
argumentos socio-políticos, intentando relacionar hechos puntuales con
acontecimientos estructurales, ofreciendo explicaciones desde conviccio-
nes ideológicas y posiciones políticas. En los relatos, el conflicto armado
es relacionado directamente con un poder político-militar, sus estrategias
de control territorial o con las lógicas de la guerra, apelando en ocasiones a
expresiones elaboradas por teorías sociológicas, pero, la mayoría de las veces,
dichas en el lenguaje llano de quien habla.
En ambos casos,
Lo que se olvida y se recuerda no son los hechos mismos, tal y como se han desa-
rrollado, sino la “impresión”, el sello que han dejado en la memoria, impresión
sujeta a múltiples transformaciones.33

Estas narrativas que circulan en la Comuna 13 hacen parte de un gran


relato sobre esta comuna, que ha sido tejido por sus propios habitantes, por
lo medios de comunicación y por diferentes sectores de la sociedad. Este
relato se continúa configurando en una relación dialéctica entre el adentro
y el afuera de sus barrios, en el entorno de ciudad y en la intrincada trama
existente en la compleja sociedad colombiana.

Fases del conflicto armado en la Comuna 13


Al iniciar la investigación, se pretendía explorar la fase más aguda del
conflicto, entre los años 2000 y 2003, pero las primeras indagaciones con
la población fueron mostrando la necesidad de ampliar el período, con el
propósito de examinar tanto los antecedentes de la guerra, que se remon-
tan a la conformación masiva de los barrios que fueron escenario de las
confrontaciones, como las nuevas formas que éstas asumieron en los años
posteriores a las operaciones militares estatales de 2002. De manera similar,
al inicio se pretendió analizar el conflicto en toda la Comuna 13, buscando
establecer contrastes entre los distintos estratos, pero el proceso condujo
a acotar la población estudiada. Se decidió, así, limitar la indagación a los
barrios que las personas entrevistadas consideran epicentro del conflicto,

33 G. Sánchez, Guerras, memoria e historia, Op. cit., p. 22.

17
dinámicas de guerra y construcción de paz

encontrándose que si bien hay algunas diferencias socio-económicas, pre-


dominan las similitudes.
La respuesta más notoria en los habitantes de la Comuna 13 ante la
violencia, además de las iniciativas de paz y las acciones colectivas en pro
del desarrollo de la comuna, ha sido su reiterado pedido de seguridad y
tranquilidad como bienes preciados.34 La carencia de éstas y la impotencia
de proveérselas ellos mismos se expresan en las angustiosas demandas de
protección ante la afectación de sus bienes, de sus vidas y sus derechos
fundamentales. Como consecuencia de ello, son recurrentes los intentos
exitosos o fallidos de los diferentes actores armados por ofrecer seguridad
y ganar legitimidad, estableciendo controles territoriales e imponiendo un
determinado orden o “régimen” sobre la población. En contrapartida, la
población ofrece, a sus benefactores, reconocimiento y aprecio por satisfacer
esta necesidad, así ello sea transitorio e, incluso, aunque se haya logrado
con métodos cuestionables y repudiables para algunos sectores de población.
Esta situación, que cruza transversalmente todo el período estudiado, y
que se manifiesta como hilo conductor que configura las narrativas de los
habitantes de la comuna sobre la dinámica del conflicto armado, permitió
al grupo de investigación establecer unas fases que dan cuenta de dicha
dinámica en todo el período histórico analizado.
Como resultado de cotejar los diferentes relatos sobre la dinámica del con-
flicto armado en la Comuna 13, emergieron estos cortes temporales, los cuales
se concretaron en cuatro fases diferentes. Los rasgos característicos de las
fases discernidas están marcados por la dinámica de las relaciones violentas
en los barrios.
Similar a lo que se ha dicho de los grandes relatos históricos, aquí las
experiencias de “guerra” o de “paz” se han gestado en sus tiempos prece-
dentes y, a veces, hasta se confunden, de modo tal que, al no existir un corte
tajante entre una temporalidad y otra, pareció más apropiado designarlas
como “fases”, en lugar de “etapas” o “períodos”, dado que las fases refle-
jan más acertadamente la realidad dinámica experimentada en la comuna,
que entrelaza hechos y hace sentir, como simultáneos, tiempos vivenciales que
corresponden a diferentes cronologías.
Las cuatro fases discernidas se concretan así: la primera inicia en 1978 y va
hasta 1986; está caracterizada por ser los años en que se dio la construcción
34 La noción de “tranquilidad” se emplea aquí a partir de su uso por las personas entrevistadas,
como ausencia de graves riesgos o de amenaza de graves peligros para sus vidas y sus bienes.

18
Estudio interdisciplinario del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín

masiva de los barrios epicentro del conflicto y la actividad de bandas de-


lincuenciales. La segunda fase corresponde a la presencia, la hegemonía y
el orden establecido por las agrupaciones milicianas, lo que ocurrió en el
lapso entre 1986 y 1998 aproximadamente. La tercera fase tiene que ver
con el inicio del predominio paramilitar y las consiguientes disputas por
el control territorial entre actores armados, la que concluye con las operacio-
nes de la fuerza pública entre la que se destaca la Operación Orión, por su
fuerza y contundencia, situación que se da de 1999 a 2002. La cuarta y última
fase, denominada “Post-Orión”, está representada por lo que la población
denomina una “relativa paz” y está comprendida entre 2002 y 2006, año hasta
el cual llega la indagación de la que se da cuenta en este libro.
No sobra advertir que, exceptuando la Operación Orión, no hay he-
chos que pudieran permitir precisar una fecha de deslinde entre una u
otra fase, pues la mayoría de situaciones se producen como procesos que
transcurren en el tiempo. Además, aunque en el imaginario social existe
la idea de la Comuna 13 como una unidad territorial y poblacional, lo
cierto es que se presentan claras diferencias entre sus barrios, tanto en la
estructura física y en la composición socio-económica, como en la historia
vivida por cada uno de ellos, lo cual hace bastante aventurada la pretensión
de tener una única historia de la Comuna 13 o de referirse a ella como a
una totalidad unificada.

El texto
Siete capítulos conforman el presente estudio sobre dinámicas de guerra y
construcción de paz en la Comuna 13. El capítulo 1 está dedicado a trazar
los lineamientos básicos de ubicación histórica y contextual de esta comu-
na, exponiendo los principales hechos desatados en su interior durante el
período de análisis, así como los acontecimientos regionales o nacionales
que incidieron en el desenvolvimiento de la problemática estudiada.
Las narrativas del conflicto a partir de los relatos de la población entrevista-
da, y cuya información se organiza alrededor de las cuatro fases en las que se
han desenvuelto los conflictos en este sector de la ciudad, es el tema central
del capítulo 2.
El capítulo 3 se detiene a examinar la estrecha relación existente entre
las categorías orden, seguridad y legitimidad, como ejes dinamizadores del
conflicto en la comuna.

19
dinámicas de guerra y construcción de paz

El capítulo 4 versa sobre la manera como los habitantes se involucraron


o no con los actores armados, las implicaciones barriales y organizativas
producidas por el conflicto, el desplazamiento forzado y las estrategias de
poblamiento-expulsión-emplazamiento y repoblamiento.
En el capítulo 5 se aborda la forma como se entreteje la subjetividad con
un fenómeno social y político como el conflicto armado y con las lógicas
de la vida familiar.
El capítulo 6 recoge y analiza aquel conjunto de relatos en los cuales se
destacan la sobrevivencia, las iniciativas de paz y las acciones colectivas
surgidas como respuestas a las confrontaciones armadas y a los hechos
violentos presentados en la Comuna 13.
En el último capítulo se exponen las “Conclusiones y recomendaciones”.
Allí se consignan las reflexiones más relevantes de este estudio, vinculando,
de manera sintética, la interpretación del grupo de investigación con la na-
rración de los habitantes; también se presentan recomendaciones sobre la
mejor manera, desde la perspectiva del equipo de trabajo, de tratar algunas
de las situaciones analizadas en el estudio. Así mismo, se dejan planteadas
algunas inquietudes que pueden servir de base para continuar indagando
sobre lo ocurrido en esta comuna, o para futuras investigaciones sobre
problemáticas análogas.
Este libro contiene, además, mapas con la ubicación georreferencial y
un anexo donde se presenta un balance del conjunto de materiales escritos
sobre la Comuna 13 y que sirvieron de base para el presente estudio.
Con la misma idea del etnólogo Marc Augé, el equipo de investigación
es consciente de que
[…] el hecho de registrar relatos de otros, de “participar” en sus “ficciones”, no
deja de tener, como puede suponerse, consecuencia en la vida del observador, en
sus propias “ficciones”. Las narraciones de unos y otros no pueden coexistir sin
incluir o, más exactamente, sin configurarse de nuevo unas con otras. […] no
tendrán desde entonces la misma vida que antes; más exactamente, todo lo que
vivirán y dirán a partir de ahora integrará de una manera u otra la pluralidad de
las narraciones producidas en esta ocasión.35

35 Marc Augé, Las formas del olvido, Barcelona, Gedisa, 1998, p. 54.

20
1
Contexto socio-económico
y político de la Comuna 13

En este capítulo se trabajan los aspectos que permiten entender el contexto


socio-económico, espacial y político en el cual se desarrollan los conflictos,
en particular los violentos.
El capítulo está dividido en cuatro apartados y en cada uno ellos se trata
una de las características del sector. El primero ubica la Comuna 13 en la
ciudad de Medellín y en la zona centro-occidental; se describe cómo fue
el proceso de poblamiento, enfatizando en los barrios de las partes altas de
la comuna, con una mirada sobre la construcción de la vida barrial, espe-
cialmente en El Salado parte alta, Las Independencias 1, 2 y 3, y Nuevos
Conquistadores.
En el segundo se examinan algunas características socio-económicas de
la Comuna 13, con datos básicos generales, como la población que la in-
tegra, problemas en vivienda, educación, empleo y salud. También se hace
una somera descripción sobre las organizaciones existentes y su papel en la
planeación participativa de la ciudad.
El tercer apartado registra estadísticas en materia de homicidios y los
indicadores en seguridad y convivencia, como un rasgo importante de la
conflictiva situación que allí se vive. Se expone la manera como se gestó
e intensificó el conflicto político armado con sus antecedentes, los cuales
permiten comprender la presencia y la actuación de los diferentes actores
armados ilegales y legales; se hace un inventario de los más significativos

23
dinámicas de guerra y construcción de paz

operativos realizados por la fuerza pública, y unas breves consideraciones


sobre la legitimidad ética y política de los mismos.
Y dado que, con posterioridad a la última operación militar y como
evaluación de los hechos presentados en esta comuna, el Estado hizo
importantes promesas de corregir la deficiencias históricas en materia
de inversión social, en el último apartado se trata este tema, junto a la
nueva situación generada en estos barrios a partir de la presencia de per-
sonas desmovilizadas —hombres y mujeres reinsertados/as de los grupos
paramilitares—, lo que puede llegar a constituirse como nuevas formas
de expresión del conflicto armado.
El capítulo se cierra con una interpretación sobre la situación en que se
encuentra el desarrollo de los conflictos violentos, preámbulo del análi-
sis de las percepciones de los pobladores, interpretadas por el grupo de
investigación.

Aspectos socio-históricos de Medellín y de la Comuna 13


La población de Medellín, según el censo de 2005, era de 2.214.494 habitan-
tes.1 Desde 1950 se ha dado, entonces, un crecimiento notable de la pobla-
ción, dado que, para esa época, la ciudad contaba con 358.189 habitantes.2
Este crecimiento se debe a la migración masiva, en las décadas del cincuenta
y del sesenta, como efecto de la violencia partidista en el campo, por ser polo
de atracción para la población rural carente de servicios, y como efecto del
desplazamiento producido por el conflicto violento que se ha agudizado en
el país en las últimas décadas.
La industria ha sido, desde mediados del siglo xx, motor de desarrollo
económico de la ciudad, con períodos de expansión, crisis, recuperación
y auge. Y aunque ella atrajo a un flujo importante de población que venía
del campo en busca de oportunidades laborales y mejores condiciones de
vida, fue incapaz de incorporar la fuerza de trabajo disponible, aumentando
el desempleo y el trabajo informal, y creándose extensos sectores barriales
excluidos de los beneficios sociales y económicos. Esta situación se agudizó
con las crisis de la industria a finales de la década del setenta y principios

1 Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), “Censo 2005”, DANE, [en


línea], disponible en: http://www.dane.gov.co/censo/, consulta: 20 de mayo de 2008.
2 Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), “Demografía de Medellín”,
Wikipedia, [en línea], disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Demograf%C3%ADa_de_
Medell%C3%ADn, consulta: 20 de mayo de 2008.

24
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

de la del ochenta,3 y con la crisis de la construcción en la del noventa, la


cual había incorporado un sector importante de desempleados/as con bajos
niveles educativos.
Desde finales de la década del ochenta, la ciudad ha ido cambiando su
destino económico, pues mientras la industria decrece, aumentan el sector
financiero, el comercio, las comunicaciones y los servicios. Así mismo, el
ingreso masivo de dineros provenientes del narcotráfico, el lavado de dinero
y otros negocios ilícitos, han incidido profundamente en las transformacio-
nes económicas, sociales y culturales ocurridas en Medellín durante los
últimos treinta años.
Pero el desarrollo económico y de infraestructura que logró la ciudad en
las últimas décadas del siglo xx no se redistribuyó en beneficios para toda
la población. El diagnóstico de Medellín en materia social, elaborado en
2004, al iniciar el período del alcalde Sergio Fajardo Valderrama, da una
idea clara sobre las condiciones de inequidad social de esta ciudad.
En la ciudad de Medellín viven 491.380 familias, de las cuales el 18,9% devenga
menos de un salario mínimo, el 35,9% hasta dos y el 23,9% de dos a tres. Así
mismo, 16 de cada 100 personas tienen sus necesidades básicas insatisfechas,
lo que las ubica por debajo de la línea de pobreza. De ellas, un 3,5% vive en la
miseria. El 80% del ingreso de las familias, se invierte en alimentación. Aún así,
el 41,85% de los menores escolares ubicados en los estratos 1 y 2 del SISBEN,4
presenta desnutrición global, y el 38,74%, desnutrición crónica y 7,8%, desnu-
trición aguda.5

Si en lo económico y lo social se evidencia inequidad, en el campo


político se registra escasa participación de la población en las decisiones
fundamentales. Un dato que manifiesta esto es la baja participación electo-
ral: en los comicios para elección de alcalde/sa en el año 2000, el porcentaje
de abstención fue de 56,92%;6 en las elecciones para presidente/a, en 2002,

3 La economía antioqueña no fue ajena al fenómeno del debilitamiento del proceso de indus-
trialización iniciado en Colombia en 1975 y con un estancamiento marcado hacia 1980. Al
respecto, véase: Guillermo Perry Rubio, “La economía colombiana desde 1970 hasta nuestros
días”, en: Álvaro Tirado Mejía, dir., Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Planeta, 2001, tomo 5,
“Economía, café e industria”, p. 202.
4 Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales.
5 Alcaldía de Medellín, Departamento Administrativo de Planeación, Sergio Fajardo Valderrama,
Alcalde, “Proyecto Plan de Desarrollo de Medellín 2004-2007”, 29 de febrero de 2004, http://indh.
pnud.org.co/files/rec/gobernProy_Plan_dllo_2004-2007_Mllin.pdf, consulta: 25 de marzo de 2008.
6 Resultados electorales otorgados por la Registraduría Nacional del Estado Civil y sistematizados
con ayuda del software de análisis electoral “Sistema de Seguimiento Político Electoral” del
Instituto Popular de Capacitación (IPC), Medellín, 2002.

25
dinámicas de guerra y construcción de paz

la abstención fue del 44%, y para corporaciones legislativas, del 49,36%;7 en


las elecciones de 2006 para presidente/a, la abstención fue 49,36%,8 y en las
legislativas, bajó al 37%.9
Los anteriores datos muestran cómo alrededor de la mitad de la pobla-
ción que tiene posibilidad de votar se abstiene. Ello puede explicarse por
posturas políticas de rechazo a los partidos y los movimientos, al considerar
que no representan los intereses de la sociedad colombiana; por problemas
de orden público, por desinformación o por desinterés de la población para
participar en las contiendas electorales.
La escasa participación electoral no significa inmovilización en todos los
campos. En las décadas del sesenta y del setenta, un número importante
de movimientos sociales urbanos emergió poco a poco para luchar por el
derecho a la tierra,10 por la mejora de los servicios públicos y de la infra-
estructura urbana. Las luchas sociales permitieron, a los y las inmigrantes
de las comunidades pobres, acceder a algunos servicios, pero también los
políticos tradicionales, hombres y mujeres, construyeron clientelas elec-
torales al ofrecer mediar ante el Estado en su nombre. Se da un proceso
simultáneo de relaciones políticas de “caciquismo” y clientelas electorales,
junto con una intensa historia de fortalecimiento de las organizaciones y
los movimientos de base.
Desde la década del ochenta hasta la actualidad, uno de los problemas
más generalizados y sentidos por la población de Medellín ha sido la
inseguridad. Ello se ha debido a factores como la coexistencia de formas
armadas delincuenciales, acrecentadas con el fenómeno del narcotráfico,11
y por la presencia, en la ciudad, de grupos insurgentes12 y contrainsurgen-
tes, lo cual ha generado, en la población, un sentimiento de inseguridad
7 Ibíd.
8 Instituto Popular de Capacitación (IPC) y Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín,
“Informe de las elecciones presidenciales de 2006”, Medellín, IPC, may., 2006.
9 Ibíd.
10 El investigador francés Pierre Gilhodes destaca, por ejemplo, la importancia de la aparición de
organizaciones como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), en la década
del setenta, en el marco de luchas reivindicativas de distintos sectores. Véase Pierre Gilhodes, “La
cuestión agraria en Colombia. 1958-1985”, en: Álvaro Tirado Mejía, dir., Nueva Historia de Colombia,
Bogotá, Planeta, 1989, tomo 3, “Relaciones internacionales y movimientos sociales”, p. 355.
11 A finales de la década del setenta ya se había manifestado, en la escena pública, el tráfico de
cocaína, el cual comenzó desarrollándose principalmente entre sectores pobres de la población,
pero muy pronto empezó a invadir todos los niveles de la sociedad, penetrando todas las instan-
cias de la vida política local y regional, en el caso de Medellín y Antioquia.
12 En la década del sesenta, los movimientos guerrilleros de izquierda alcanzaron un lugar significativo
en el país y en la del noventa adelantaron la estrategia de expandir sus frentes a las zonas urbanas.

26
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

generalizada, agravado por la debilidad del Estado para regular los conflictos
sociales. La “seguridad” se convirtió en un servicio privado, que significó
una ocupación para muchas personas y una fuente notable de ingresos para
otras, mediante el cobro ilegal de impuestos, popularmente llamados “vacu-
nas”. Esta manera de cubrir la necesidad de seguridad generó, además, otras
formas inesperadas de inseguridad, porque quienes ofrecían la “seguridad”
también realizaban actos delictivos o abusaban de la población.
En este contexto se ubica la situación de la Comuna 13, donde también
se expresaron los diferentes problemas sociales, políticos y de seguridad de
la ciudad de Medellín.

Poblamiento y posición de la Comuna 13 en la zona centro-occidental


La ciudad de Medellín está dividida, administrativamente, en seis zonas y die-
ciséis comunas, con un área rural conformada por cinco corregimientos.13
La zona 4 o centro-occidental de Medellín, donde se ubica la Comuna 13,
está integrada por tres comunas: la 11 (Laureles Estadio), la 12 (La América)
y la 13 (San Javier). Esta última está conformada por veinte barrios (véanse
mapas 1.1, 1.2 y 1.3).14
Las formas de ocupación del espacio que prevalecieron en los orígenes
de cada una de dichas comunas son diferentes: en las Comunas 11 y 12
predominó la ocupación legal del espacio, con la intervención del Estado
(construcción y financiación a través del Banco Central Hipotecario y del
Instituto de Crédito Territorial —ambas entidades estatales—), de coope-
rativas (Cooperativa de Habitaciones) y de capital privado. Su carácter legal
le garantiza un conjunto de obras de desarrollo urbanístico y la dotación de
todos los servicios públicos. De manera excepcional se dio un asentamiento
“pirata” (ilegal) en la Comuna 12, el cual posteriormente fue intervenido
por el Estado.
13 En principio, comuna corresponde a una división político administrativa que cubre a la ciudad en
su totalidad y que en el caso del norte de Medellín, la divide en siete comunas y noventa barrios.
No obstante, como se verá más adelante en este capítulo, el término obedece a una construcción
social interpretativa que asocia pobreza y peligrosidad, la cual se generalizó como estigma para
los habitantes del norte de la ciudad, hacia la década del ochenta.
14 Barrios: 20 de Julio, Antonio Nariño, Belencito, Betania, Blanquizal, Eduardo Santos, El Corazón,
El Pesebre, El Salado, El Socorro, Juan XXIII, La Pradera, La Quiebra, Las Independencias, Los
Alcázares, Metropolitano, Nuevos Conquistadores, San Javier N.º 1, San Javier N.º 2, Santa
Rosa de Lima (llamado también El Coco).
Sectores: La Colinita, Peñitas, Quintas de San Javier, La Loma en San Javier, Villa Laura, Altos
de la Virgen (Loma Verde), El Salado parte alta, Nuevos Conquistadores parte alta, La Quiebra-
La Divisa, Independencias 2 y 3, La Gabriela, La Pradera parte baja.

27
Mapa 1.1 Contexto nacional

28
Fuente base: Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC). Elaborado por: Santiago Gómez Cardona.
Mapa 1.2 Contexto municipal

29
Fuente base: Municipio de Medellín; mapa del municipio a la fecha de 2002.
Elaborado por: Santiago Gómez Cardona.
Mapa 1.3 Comuna 13

30
Fuente base: Municipio de Medellín; mapa de la comuna a la fecha de 2002.
Elaborado por: Santiago Gómez Cardona.
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Los barrios que conforman la Comuna 13 tienen origen en plurales


tipos de asentamientos que se realizaron en diversos momentos: unos son
producto del loteo15 de haciendas y datan de finales del siglo xix e inicios
del xx; por ejemplo, El Salado, fundado en 1813, y El Corazón, que fue una
vereda del corregimiento de La América hasta 1938, cuando se convirtió en
caserío. Algunos terrenos luego recibieron invasiones que datan de 1910,
conformando el barrio Betania y posteriormente Belencito. También está
presente la compraventa de lotes, con la subsiguiente autoconstrucción de
las viviendas, como sucedió en los sectores El Coco y La Loma.
En esta comuna se registran, a partir de 1946, unidades construidas por
urbanizadores privados y por instituciones oficiales, como es el caso de un
sector del barrio San Javier —nombre con el cual se identifica a la comuna
en su conjunto— y en el sector de Belencito. Así mismo, entre las décadas
del cincuenta y del sesenta se da una serie de asentamientos por loteo “pira-
ta”, como es el caso de los barrios Santa Rosa de Lima, La Pradera, Antonio
Nariño, Belencito segunda parte y el 20 de Julio. Entre los años 1979 y
1981 se llevaron a cabo ocupaciones por invasión, de las cuales surgieron
los barrios Las Independencias 1, 2, 3, y Nuevos Conquistadores.16
De esta manera, en esta comuna coexisten formas antiguas de loteo de fincas,
formas recientes de loteo legal y pirata, y formas más recientes de invasión,
evidenciando fuertes segregaciones espaciales y sociales, como, por ejem-
plo, el deficitario cubrimiento en servicios públicos por parte del Estado o
la prestación de la seguridad, particularmente en los barrios de invasión, en
contraste con el conjunto de la zona centro-occidental.
La Comuna 13 también presenta un contraste notorio con los barrios
aledaños, porque tiene las zonas de más alto riesgo de deslizamiento.17 En
las pendientes y los terrenos vulnerables residen pobladores que, resultado
de una invasión masiva y heterogénea, enfrentan amenazas del invierno,
como los riesgos de deslizamiento, o las medidas preventivas de desalojo,
carencia de servicios públicos, y el rechazo, en muchas ocasiones, de los/as
vecinos/as ya establecidos/as.
15 Loteo es una forma de división de un terreno en lotes o parcelas, generalmente destinados para
la vivienda. El dueño del terreno lo divide en lotes que luego vende a particulares.
16 Gloria Naranjo, “Medellín en zonas. Monografías”, Medellín, Corporación Región, 1992, p. 194.
17 “Aproximadamente el 70% de los terrenos en el barrio 20 de Julio y sus alrededores superan
pendientes del 50% y apenas el 5% de todo el terreno puede estimarse con pendientes menores
al 30%. Se puede concluir que estos asentamientos se consideran dentro de los no urbanizables”.
Rocío Atehortúa, “La planeación participante”, trabajo de grado, posgrado en Planeación Urbana,
Facultad de Arquitectura Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 1985, p. 167.

31
dinámicas de guerra y construcción de paz

La diferencia cronológica en la fundación de El Salado, de larga tradición,


y los barrios Las Independencias 1, 2, 3 y Nuevos Conquistadores, pro-
ducto de invasiones recientes, establece contrastes en su identidad. Estas
diferencias identitarias y relacionales entre estos barrios son presentadas
por la investigación realizada en la zona por la Fundación Social, en la que
se señala lo siguiente:
[…] se construye una noción del “nosotros” ligada al pasado común de defini-
dos troncos familiares asociados a la tradición religiosa de los Santos Patronos,
al desenvolvimiento de sus vidas entre el ancestro agrario y la lógica de la ciudad
que les permite vender sus productos de la tierra, principalmente frutas y piezas
de alfarería, práctica que ha perdido cada vez más peso. Las representaciones del
sainete, la música y el deporte, por las cuales han recibido reconocimientos a ni-
vel municipal y departamental, no obstante ser cada vez menos frecuente, sellan
esa noción del nosotros. Ese “nosotros” también se define por la conciencia de
ser pobres y no ser invasores, aunque a su interior [sic] actualmente se establez-
can desplazados provenientes de otros departamentos del país, municipios de
Antioquia y barrios populares de Medellín.18

A diferencia de la larga duración que caracteriza la identidad de unos ba-


rrios de la comuna, otros como El Salado parte alta, Nuevos Conquistadores
y Las Independencias 1, 2 y 3 se identifican por tener un origen reciente
a partir de procesos de invasión entre 1978 y 1981. Por ello tienen unos
intereses comunes en la búsqueda de mejores condiciones de vida para
su familia, pasando por la toma clandestina de un terreno, los sacrificios
para construir viviendas, y la adaptación creativa y eficaz a la inestabilidad
de los terrenos y las altas pendientes. En sus pobladores existe una noción
de “nosotros” asociada con su historia y se da por valoraciones positivas para
afirmar: “somos triunfadores”, “somos del coraje, los del sacrificio”, “nos
debemos a la unión y a la fuerza”, y otra más de adaptación consolidada en
las respuestas permanentes a los embates del entorno físico y social.
En la construcción de estos barrios se pueden establecer cuatro secuen-
cias significativas que dan cuenta de su construcción física y social en los
primeros veinte años.19

18 Fundación Social, Investigación e intervención en memoria cultural en la Comuna 13 de Medellín; barrios


Independencias I, II, III, Nuevos Conquistadores y El Salado, Medellín, Fundación Social Regional,
abr.-oct., 1998, pp. 3-4.
19 Consejo Comunitario Pa´lante, Comité Interinstitucional de Impulso Comuna 13,
“Realizadores de sueños. Pa´lante con los barrios”, Medellín, Fundación Social, Instituto
Popular de Capacitación (IPC) y Comfenalco Antioquia, 1999, pp. 36-39.

32
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

1. La primera secuencia, entre 1978 y 1981, es el proceso de llegada y asen-


tamiento de los pobladores y la defensa del territorio. Las formas or-
ganizativas son incipientes, pues se trata de solidaridades coyunturales
en procura de hallar una solución precaria y provisional al cubrimiento
de los servicios de agua y energía eléctrica, y la apertura y el acondicio-
namiento de caminos. Las relaciones familiares, de amistad y vecinales
eran las fundamentales.
Su condición de invasores/as marca, en la mayoría de los casos, las
relaciones con la fuerza pública y las autoridades del orden local, porque
la confianza en éstas se fractura, tanto por el despliegue de violencia en
procura del desalojo, como por la indiferencia que muestran por su suerte,
al no responder a los llamados con motivo de los conflictos intervecinales
y la violencia común, percibido por los habitantes como una forma de
“castigo” por su estatus de “ilegales”, factor que propicia la emergencia
de formas autónomas de regulación e intervención sobre los conflictos.
La dinámica clientelista también se hace presente, propiciando, en
algunos casos —v. gr. Nuevos Conquistadores—, la misma invasión,
y debido a aquélla, también la mayoría de los barrios logra el equipa-
miento, mejoras en las vías, el acceso y el mejoramiento de los servicios
públicos domiciliarios, el reconocimiento de ser parte de la ciudad y la
legalización misma de los terrenos. Dirigentes políticos locales, hom-
bres y mujeres, se atribuyen y se les reconoce como gestores de cada
una de las obras, y simultáneamente muchos liderazgos comunitarios
y barriales emergen y se consolidan por su iniciativa y dinamismo en el
impulso de este tipo de relaciones.
2. La segunda secuencia, a comienzos de la década del ochenta, se caracteriza
por el esfuerzo de legalizar los terrenos y obtener los servicios públicos,
con el apoyo de las Acciones Comunales. Sigue presente la participa-
ción en la órbita clientelista, y emerge el compromiso con el inicio de
obras de infraestructura de mayor cubrimiento, con intervención de la
Administración Municipal.
3. La tercera secuencia se inicia a finales de la década del ochenta, con la
llegada de los grupos armados ilegales, cuyo control social genera
la exclusión de la política de naturaleza clientelista y de los liderazgos
barriales configurados a su alrededor, y aunque tratan de cooptar los
liderazgos naturales y las expresiones organizativas comunitarias, no tie-
nen mucho éxito, debido a que éstos reclamaron y exigieron autonomía,

33
dinámicas de guerra y construcción de paz

la cual termina, en gran medida, siendo respetada por la legitimidad de


la que estaban investidos.20
4. La cuarta secuencia, a partir de 1993, da cuenta de la manera cómo se
va completando la trama física y sociocultural de los barrios. En lo
sociocultural, un primer asunto es el relativo a la formación de nue-
vos liderazgos. En ello tuvo gran incidencia el “Programa integral de
mejoramiento de barrios subnormales” (Primed).21 Con este programa
se rompe el modelo de intervención clientelista, ya que se excluyen
las solicitudes personales y se impulsa la formación de comités y la
participación amplia de la población en la decisión y la ejecución de los
programas dirigidos al mejoramiento de la vivienda, el mejoramiento
barrial y la mitigación del riesgo. Para esto se contó con acompañamien-
to social y con capacitación, lo que les permitió, a los pobladores, pen-
sarse y observarse como seres activos en las relaciones intrafamiliares,
barriales y de género. Así, se forman esos nuevos liderazgos, logrando
una participación protagónica de jóvenes de ambos sexos y de mujeres
adultas en los diversos comités de trabajo.
La intervención del Primed fue múltiple en pro del desarrollo de
estos barrios: se posibilitó un espacio público que, por las caracte-
rísticas del terreno y la forma de ocupación, era casi inexistente; se
disminuyó el riesgo de accidentalidad, por la falta, a veces total, de una
franja de terreno a la salida de la vivienda —como dicen sus habitantes:
“eran unos voladeros”—; se completó la trama para una comunicación
también en sentido horizontal, pues se construyó un viaducto para el
paso de las personas a través de puentes, escalas y senderos; se estable-
ció un mitigador de riesgo (por la estructura esquelética) y se dio un

20 La emergencia de estos grupos armados y su papel desempeñado en la comuna son analizados


en los siguientes capítulos.
21 El Primed se da mediante la alianza de entidades públicas y privadas. Sus objetivos son: el me-
joramiento de la calidad de vida en los barrios subnormales; el fortalecimiento de mecanismos
de planificación y gestión; la concreción de proyectos comunitarios mediante la promoción y
la participación comunitaria; el mejoramiento barrial para completar la infraestructura vial y de
transporte; el mejoramiento y la reubicación de viviendas; la legalización de la tenencia de la tierra
y la mitigación de riesgo geológico, y el establecimiento de mecanismos que garanticen la con-
tinuidad del programa. En la Comuna 13 se ejecutó en los barrios Las Independencias, Nuevos
Conquistadores y El Salado. Véase Fundación Corona, “Programa integral de mejoramiento de
barrios subnormales —Primed—, Medellín, Antioquia”, Fundación Corona, [en línea], disponible
en http://www.fundacioncorona.org.co/alianzas/descargas/experiencias1999/Resumen%20Mejo
ramiento%20de%20barrios.pdf, consulta: 22 de marzo de 2008.

34
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

enriquecimiento estético. Lo obtenido no fue un invento maravilloso


del Primed, sino una lectura acertada de la respuesta de adaptación de
los pobladores al terreno.
El trabajo del Primed, así como el de organizaciones no guberna-
mentales (ONG),22 la participación ciudadana, promovida desde la
Constitución Política de 1991, y los procesos organizativos y de for-
mación de liderazgos en estos barrios de la parte alta de la Comuna 13,
fueron factores que favorecieron la planeación para el desarrollo. Ello
produjo un cambio en el sentido de la acción y permitió superar el
actuar sobre lo inmediato, en función de la atención permanente de
emergencias; de situaciones límites —como desplazamientos, agresio-
nes internas bajo la forma de violaciones, muertes y robos, que impera-
ron durante los primeros años a partir de la invasión de los terrenos—,
y de los liderazgos forjados en el clientelismo tradicional. De allí se
pasó al predomino de nuevos liderazgos, fruto de la participación y la
capacitación de personas jóvenes y adultas, los cuales permitieron un
trabajo mancomunado de diagnóstico y planeación participativa.

Características socio-económicas de la Comuna 13


En este apartado se identifican algunas características socio-económicas de
la comuna, con énfasis en los barrios que han sido epicentro de las con-
frontaciones armadas. La mayor parte de los datos estadísticos son de 2002,
época de mayor intensificación del conflicto, los cuales son contrastados
con datos más recientes; esto permite apreciar que, a pesar de la inversión
estatal, los problemas sociales continúan.

Inequidad y pobreza
En su conjunto, los veinte barrios de la Comuna 13 ocupan el 6,2% del
área urbana de Medellín.23 En ella habitan 134.794 personas, de los cuales

22 Se destacan el trabajo del Instituto Popular de Capacitación (IPC) y de ENDA para América
Latina (Environment and Development Action), que intervinieron sobre la promoción y la
participación comunitaria.
23 Datos tomados del Sisbén 2002, en: Instituto Popular de Capacitación (IPC), “La Comuna 13:
entre los sueños y la realidad”, Instituto Popular de Capacitación, [en línea], actualizada a 17 de
junio de 2004, disponible en: http://www.ipc.org.co/page/index.php?option=com_content&ta
sk=view&id=575&Itemid=0, consulta: 18 de marzo de 2008.

35
dinámicas de guerra y construcción de paz

el 66,3% pertenecen a los estratos 1 y 2, el 62,8% son pobres —según


ingresos— y el 23,7% son indigentes —según ingresos—.24
Para el año 2002, momento en el cual el conflicto armado alcanzó el mayor
nivel de confrontación, la población de esta comuna era de 130.804 perso-
nas, equivalente al 6,44% de la población total de la ciudad de Medellín. La
densidad bruta era de 18.364 habitantes por km2, correspondiéndole a cada
habitante 0,38 m2 de espacio público, mientras que el promedio para Medellín
en ese mismo año era de 2,95 m2 / hab.25 La población estaba compuesta por
73.250 mujeres (56% del total) y 57.554 hombres (44% del total). El 39% de
los hogares tenía mujeres como cabezas de familia. El 76% de las familias
sobrevivía con un salario mínimo, lo cual guarda correlación con el 60% de
desnutrición entre los niños menores de 5 años.26
Los datos de carácter cuantitativo que aquí se presentan, no obstante las
diferencias que es posible registrar según origen y desarrollo de los barrios,
permiten identificar a sus habitantes como un grupo humano caracterizado
por la pobreza, la exclusión y la discriminación social, económica y política,
producto de la ausencia, por muchos años, de inversión y políticas públicas
que mejoren las condiciones habitacionales, económicas, sociales, cultura-
les y ambientales.
Para tener una aproximación a las condiciones de vida de la comuna y los
principales problemas socio-económicos, se presentan algunas estadísticas
sobre empleo, vivienda, educación y salud.
Según el Anuario Estadístico de Medellín, en 2002 el 61% de la población
se reporta como “empleada por cuenta propia”,27 tasa que, por demás,

24 Alcaldía de Medellín y Corporación Región, “Panorama Social de Medellín. Diagnóstico social


de Medellín y evaluación del modelo de intervención de la Secretaría de Bienestar Social- 2007”,
Medellín, Corporación Región, 2007, p. 49; Alcaldía de Medellín, “Encuesta de calidad de vida
2005. Encuesta continua de hogares 2005”, Medellín, Conpes, Sisbén, 2005. Véanse también
Alcaldía de Medellín, “La comuna 13, San Javier. El Milagro social. Balance de intervención
de Municipio de Medellín en la Comuna 13 San Javier 2004-2006”, Medellín: Plan de Desarrollo
2004-2007. N.º 30, Medellín, Alcaldía de Medellín, 2007; Ibíd., “Así estamos en la 13. Datos
estadísticos poblacionales de la Comuna 13, San Javier”, en: La Comuna 13, San Javier, El milagro
social. Balance de la intervención del Municipio de Medellín en la Comuna 13, San Javier, 2004-2006.
EDU, Empresa de Desarrollo Urbano, [en línea], disponible en: http://www.edu.gov.co/pdf/comu-
natreceuno.pdf, consulta: 20 de marzo de 2008.
25 Alcaldía de Medellín y Corporación Región, “Panorama Social de Medellín. Diagnóstico social
de Medellín y evaluación del modelo de intervención de la Secretaría de Bienestar Social- 2007”,
Op. cit., p. 79.
26 Ibíd.
27 Expresión eufemística con la cual la estadística oficial se refiere a los niveles de informalidad y
precariedad en el empleo.

36
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

es significativamente más elevada que la de la ciudad de Medellín en su


conjunto (31%).28 El desempleo en esta comuna, en 2005, era de 13,4%.29
La Comuna 13 contaba, para 2002, con 27.749 viviendas, que albergaban
28.468 hogares, con un faltante de por lo menos 719 unidades de vivienda,30
si se tiene en cuenta que muchas familias la comparten por no tener recur-
sos para habitar en una vivienda independiente. Para 2004, las viviendas
construidas son 33.569, con un faltante de 586.31
El problema de la precariedad de las viviendas ha sido histórico en los
barrios de la parte alta, construidos por procesos de invasión y en zonas
de alto riesgo. Sus habitantes, por los bajos ingresos obtenidos, no han
podido transformar los “ranchos” (viviendas precarias elaboradas con ma-
teriales improvisados, como latas y tablas, con pisos de tierra o cemento)
en viviendas más seguras, con mejores condiciones higiénicas y con acceso
a servicios públicos. La penuria respecto de este bien ha determinado la
ausencia, para muchos, de las condiciones necesarias para el desarrollo de
sus funciones sociales, culturales y vitales.32
El problema de la vivienda se agravó con motivo del desplazamiento
forzado que sufrieron personas, familias y sectores de la zona,33 tanto
por amenazas directas de los actores armados, como por la inseguridad
consustancial al conflicto armado, de lo cual dan cuenta otros acápites de
este libro. Del desplazamiento no fueron ajenas las familias de clase media,
principalmente por los riesgos asociados a las “balas perdidas” y al “secues-
tro express”,34 teniendo que asumir el costo del arriendo en otro lugar de la
ciudad y continuar con los gastos de la vivienda desocupada, como el pago

28 Municipio de Medellín, Departamento Administrativo de Planeación, Anuario Estadístico de


Medellín 2002, Medellín, 2003.
29 Ibíd., p. 49.
30 Cinep & Justicia y Paz, “Banco de Datos de violencia política”, “Comuna 13, la otra versión.
Caso tipo No. 2”, Noche y Niebla, Bogotá, Cinep, 2003, p. 79.
31 Alcaldía de Medellín, “Encuesta de calidad de vida 2005. Encuesta continua de hogares 2005”, Op. cit.
32 Hernando Roldán Salas et al., Conflictos urbanos en las Comunas 1, 3, y 13 de la ciudad de Medellín,
Medellín, Empresas Públicas de Medellín, Universidad Autónoma Latinoamericana, 2004,
pp. 108-109.
33 Germán Jiménez Morales, “En la comuna 13 está crudo el apoyo para la clase media”, El
Colombiano, [en línea], 14 de septiembre de 2004, disponible en: http://www.elcolombiano.com.
co/historicod/200210/20021029/nen011.htm, consulta: 12 de junio de 2007. Allí se menciona
que, según La Lonja de Propiedad Raíz de Medellín, de 1.722 inmuebles existentes, se “encon-
tró que 404 casas y apartamentos están deshabitados”.
34 Se denomina de esta manera por ser un secuestro de corta duración, cuya finalidad es obtener
de la víctima todo el dinero posible, ya sea de sus cuentas bancarias o el recogido por familiares
o amigos.

37
dinámicas de guerra y construcción de paz

de los préstamos a las corporaciones de ahorro, de los servicios públicos,


de impuestos y de la administración de la unidad residencial. Y aunque la
situación tuvo un cambio relevante con posterioridad a la Operación Orión
—octubre de 2002—, dos años después todavía persistían las secuelas del
conflicto armado.35
En esta comuna se presenta escasez de espacios públicos y equipamiento
comunitario,36 situación agravada por la alta densidad de población.
Por los bajos niveles de ingreso de la población, una alternativa utilizada
es la conexión ilegal a los servicios públicos. Entre los años 1999 y 2002,
las Empresas Públicas de Medellín (EPM)37 regularizaron la prestación
de los servicios de energía y acueducto, a través de la conexión obligatoria
y cambio de los contadores, con el fin de combatir el hurto de energía
y también para eliminar la existencia de pilas públicas, que hacían las
veces de acueductos comunitarios. Muchas familias tuvieron que pagar
por los contadores y por el consumo de servicios públicos domiciliarios,
lo que incrementó el costo de la canasta familiar, situación que reduce los
escasos ingresos de las familias ubicadas en el estrato 1.
Esta comuna tiene uno de los mayores déficits en educación de la ciu-
dad. Ello evidencia la inequidad acumulada, que ha acentuado la pobreza,
el desempleo y la precarización laboral, y limitado, de manera estructural,
la movilidad social y la integración social de niños, niñas y de los y las
jóvenes.38
Algunos datos son reveladores de esta situación. A partir de encuestas
realizadas a 95.998 personas por el Sistema de Identificación de Potenciales
Beneficiarios de Programas Sociales (Sisbén), en 2002, se registró lo siguien-
te: el 19,5% de éstas —mayores de seis años— carecía de estudio; el 17,6%

35 Javier Agudelo, “Balance: el lunes se cumplieron 4 meses de la retoma de la fuerza pública a este
sector de Medellín”, El Tiempo, Bogotá, 19 de feb., 2003. En este balance se registra que, según
la Lonja de Propiedad Raíz de Medellín, de los 1.507 apartamentos de las catorce urbanizaciones
de estratos 3 y 4 que están dentro o son vecinas de la zona (San Michel, Portón de San Michel,
Quintas de San Javier, Nueva Andalucía, Abedules y Trigales, entre otras), el 51% permanecía
vacío a octubre de 2002, pero cuatro meses después, esa cifra había bajado al 18%.
36 La deuda histórica de la ciudad con esta comuna fue reconocida por el alcalde Sergio Fajardo
Valderrama, quien adelantó, en su administración, un proyecto integral de intervención para
mejorar el espacio público. Al respecto véase: EDU Empresa de Desarrollo Urbano, [en línea],
núm. 8, diciembre de 2007, disponible en: http://www.edu.gov.co/pdf/bexternoocho.pdf, con-
sulta: 22 de abril de 2008.
37 Entidad que presta los servicios de energía eléctrica, agua, teléfono y alcantarillado.
38 Luz Dary Ruiz Botero, La escuela: territorio en la frontera. Tipología de conflictos escolares según estudio
en Bogotá, Cali y Medellín, Medellín, Instituto Popular de Capacitación (IPC), 2006, p. 152.

38
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

llegaba al quinto grado de primaria; el 28,6% había realizado estudios de


secundaria, pero de éstos, el 11,6% había alcanzado sólo entre 6 y 7 años de
estudio, y el 8,9%, entre 10 y 11 años; sólo el 0,6% tenía más de 12 años de
estudio.39 Según la “Encuesta de calidad de vida”, para 2004, el número de
personas que en edad de estudiar no se pudo matricular equivale al 17,09%,
y el 5,72% se salió de estudiar, principalmente por razones económicas y
bajo rendimiento escolar.40
En lo referente a la prestación de servicios de salud, por la situación de
desempleo y bajos ingresos, la opción principal de la población pertene-
ciente a estratos 1 y 2 es el Sisbén, pero con la reclasificación realizada en
2002, numerosas familias quedaron por fuera de la posibilidad de acceder
al servicio y con pagos excesivamente altos para la atención.41
Para 2002, el 60% de los niños y las niñas menores de cinco años pre-
sentaba desnutrición en algún grado, con un incremento en comparación
con 1996, que era del 42,77% de los y las menores de 7 años. La adminis-
tración de Luis Pérez Gutiérrez, en 2002, definió el cierre del “Programa
de Restaurantes Comunitarios”, lo cual dejó cerca de 1.750 niños y niñas
sin su alimentación regular. Muchos de ellos/as sólo contaban con esa
alimentación.42

Las organizaciones comunitarias y la búsqueda del reconocimiento


de sus derechos
Como una manera de enfrentar las apremiantes condiciones de vida y los
problemas de desarrollo social, la comunidad se ha aglutinado en varias
organizaciones comunitarias de muy diversa naturaleza y objetivos: asocia-
ciones, corporaciones, fundaciones, pre-cooperativas, cooperativas, mesas
de convivencia, Juntas de Acción Comunal, Juntas Administradoras Locales,
grupos religiosos, comités de deportes, grupos culturales, organizaciones
de mujeres, organizaciones de jóvenes o grupos de la tercera edad.
La historia de la mayoría de dichas organizaciones está relacionada con
la precariedad de sus barrios, porque a través de ellas han construido la
infraestructura que tienen en la actualidad y han adquirido una noción

39 Municipio de Medellín, Departamento Administrativo de Planeación, Anuario Estadístico de


Medellín 2002, Op. cit.
40 Alcaldía de Medellín, “Encuesta de calidad de vida 2005. Encuesta continua de hogares 2005”,
Op. cit.
41 IPC, “La Comuna 13: entre los sueños y la realidad”, Instituto Popular de Capacitación, Op. cit.
42 Ibíd.

39
dinámicas de guerra y construcción de paz

de esperanza y lucha colectiva de sus derechos, venciendo la condena del


olvido y la estigmatización sobre el “no futuro”.43
Los investigadores Álvaro Herrera y Mónica Pérez44 aportan un valioso
panorama de las primeras formas de organización, las cuales se dieron a
partir de la lucha por sobrevivir en un contexto de invasión y conflictos
sociales. Inicialmente fueron las mujeres quienes empezaron a reunirse
y a ejercer el liderazgo que les permitió un espacio de acción en la vida
pública del barrio. Después, tanto hombres como mujeres crearon comités
en torno a la consecución de los servicios públicos y la satisfacción de otras
necesidades apremiantes, de acuerdo con la infraestructura de los barrios.
Los comités se fueron expandiendo y luego se conformaron asambleas,
para discutir asuntos de interés barrial. Más adelante, y con mucho es-
fuerzo, ante la necesidad de la personería jurídica para continuar en este
quehacer, se constituyeron las Juntas de Acción Comunal y las diversas
organizaciones antes mencionadas.
Esta historia colectiva de la Comuna 13 permite evidenciar que, pese a
su vulnerabilidad, producto de la discriminación, la exclusión y la estigma-
tización, y el haber sido uno de los tantos escenarios del conflicto político
armado, la comunidad ha luchado y construido su territorio, su vecindario,
sus tejidos y relaciones de solidaridad, además de realizar un gran esfuerzo
por articularse y ser parte de la ciudad. Y ello, debido a la intervención de
sus organizaciones de base, que también han sido receptivas al acompaña-
miento solidario de otras entidades —v. gr. la Fundación Social, el Primed,
el IPC, ENDA para América Latina, entre otras.
Testimonio de la autenticidad del compromiso de estas organizaciones
con su comunidad es el proceso de planeación participativa que se ha dado
desde 1997,45 cuando veintitrés organizaciones de los barrios más afectados
durante los enfrentamientos armados de 2002 —Las Independencias 1, 2
y 3, Nuevos Conquistadores y El Salado—, con el apoyo técnico de algunas
fundaciones empresariales, cajas de compensación familiar y ONG, decidie-
ron emprender un proceso de formulación y gestión de un plan comunitario

43 Ibíd.
44 Álvaro Diego Herrera Arango y Mónica Pérez Marín, “Con las propias voces. Una mirada a
las esferas públicas desde las prácticas culturales en tres barrios de la Comuna 13 de Medellín”,
trabajo de grado para optar al título de magísteres en Comunicación, Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá, 2007.
45 IPC, “La Comuna 13: entre los sueños y la realidad”, Instituto Popular de Capacitación, Op. cit.

40
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

de desarrollo a diez años, denominado “Realizadores de sueños”, nombre


que también adoptó una corporación popular vinculada al sector.46
Actualmente, las trece organizaciones que conforman la corporación
Realizadores de Sueños, se reúnen por medio de una asamblea comunita-
ria, en la que articulan las propuestas de cada organización para movilizar
recursos del municipio, vía el presupuesto participativo, y gestionar el plan
de desarrollo de los cinco barrios a partir de un proceso en el que confluyen
jóvenes, mujeres y cooperativas.

La violencia en la Comuna 13
En este apartado se muestran algunos datos sobre seguridad y convivencia,
los cuales dan cuenta de cómo la violencia en esta comuna está asociada, en
gran parte, con el conflicto político armado, y éste, a su vez, tiene relación
directa con el que se presenta en la ciudad de Medellín y en el resto del país.

Homicidios e indicadores de seguridad y convivencia


El 18 de octubre de 2002, el Centro de Noticias Estatales (CNE) informó
que, según la Policía Nacional, en la Comuna 13 de Medellín, entre el
1.º de enero y el 31 de agosto de ese año, se registraron 373 homicidios,
tendencia que de conservarse arrojaría, para el final del año, 559 personas
asesinadas, correspondiendo a “una tasa de 434 homicidios por cada cien
mil, dos veces la tasa proyectada de Medellín y seis veces la nacional”.47
Ello, no obstante que, a partir de 2002, la Comuna 13 es el sector de la
ciudad que cuenta con el mayor número de efectivos de la fuerza pública.
Además, es importante registrar el proceso de reinserción de paramili-
tares, con el desarme del Bloque Cacique Nutibara (BCN).48 Y aunque
era de esperarse que disminuyera la violencia por este factor, esa relación
46 Al respecto véase: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Generalitat de
Cataluny y Styrelsen för Internationellt Utvecklingssamarbete, “Buenas prácticas para superar
el conflicto”, Saliendo del Callejón, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), [en lí-
nea], disponible en: http://www.saliendodelcallejon.pnud.org.co/buenas_practicas.shtml?x=6996,
consulta: 28 de mayo de 2008.
47 Agencia de Noticias CNE (Centro de Noticias Estatales), “Informe sobre Comuna 13 de
Medellín”, Colombia, Presidencia de la República, [en línea], 18 de octubre de 2002, disponible en:
http://www.presidencia.gov.co/sne/octubre/18/15102002.htm, consulta: 18 de marzo de 2008.
48 “El 25 de noviembre de 2003, los telespectadores de Colombia presenciaron cómo más de
860 paramilitares pertenecientes al Bloque Cacique Nutibara (BCN) de Medellín, entregaban
sus armas, en una ceremonia evidentemente preparada delante de dignatarios colombianos y
extranjeros”. Derechos Human Rights, Equipo Nizkor, [en línea], septiembre de 2005, http://www.
derechos.org/nizkor/colombia/doc/nutibara.html, consulta: 19 de marzo de 2008.

41
dinámicas de guerra y construcción de paz

no es tan evidente, por cuanto la reducción de homicidios constituía una


tendencia para la ciudad que venía registrándose desde 1991, interrumpida
en 2002 por los operativos y los enfrentamientos que rodearon la presencia
de las fuerzas armadas del Estado. Al respecto, el Personero de Medellín
afirma:
Y aunque la disminución de los asesinatos esté vinculada a lo sucedido con el
Bloque Cacique Nutibara, subsiste la duda de si ello se debe a su desmovilización
o al control social, económico y político-armado que logró consolidar antes de
su desmovilización y que ha mantenido después de la misma. Vale la pena
indagar sobre esta relación porque su correcta comprensión determinará si
habrá cambios o continuidad en las políticas de control del orden público y en el
enfrentamiento a las formas de coacción, de control y de violación de los derechos
civiles y políticos que padecen diferentes sectores de la ciudad. 49

Este interrogante es absuelto posteriormente en la entrevista realizada a


un funcionario de la Unidad de Derechos Humanos de la Personería de
Medellín, quien señaló que
[…] un orden autoritario, en primer lugar, genera descenso de la muerte, por-
que cuando no hay contienda, se hace innecesaria una violencia tan cruda y, en
segundo lugar, otras formas de violencia resultan más “ejemplarizantes”.50

La anterior tesis encuentra aval en los estudios sobre la guerra civil rea-
lizados en diversos lugares del planeta, entre los cuales cabe citar a Stathis
Kalyvas, quien luego de un análisis de diversos conflictos armados, concluye
que en un contexto sociopolítico en el que un actor político es soberano, la
mayor probabilidad es que la violencia que aplique sea limitada, porque:
[…] el ejercicio del poder incrementa el costo de la deserción protegiendo a la
población contra reclamaciones de soberanías antagónicas, y haciendo mayor
la credibilidad de las amenazas. […]. Es amplia la evidencia en el sentido de los
actores políticos no aplican la violencia masiva en las áreas donde ejerce fuerte
control.51

Si bien del 2002 a la fecha hay una reducción significativa de homicidios,


al mismo tiempo, hay que reparar en otros indicadores relativos a la segu-
ridad y a la convivencia.
49 Jairo Herrán Vargas, Balance de la situación de derechos humanos en Medellín durante el año 2004,
Medellín, Personería de Medellín, 10 de diciembre de 2004, p. 2.
50 Entrevista a profundidad 33, funcionario de la Unidad de Derechos Humanos de la Personería
de Medellín, 19 de octubre de 2006.
51 Stathis Kalyvas, “La violencia en medio de la guerra civil”, Análisis Político, Bogotá, IEPRI,
Universidad Nacional de Colombia, núm. 42, ene.-abr., 2001, pp. 12 y 22.

42
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Uno de ellos, quizá el más importante, tiene origen en las plurales


referencias de las personas entrevistadas, corroboradas por informes de
organismos oficiales y de ONG nacionales52 e internacionales,53 sobre el
empoderamiento del paramilitarismo en la zona, lo cual guarda relación con
violencias como la desaparición forzada de personas, los desplazamientos
forzados,54 la proliferación de las extorsiones (“vacunas”), el “reclutamiento
de menores”, el incremento del expendio de drogas, entre otras prácticas.
No obstante lo anterior, para el año 2007, según el IPC:
[…] de acuerdo con cifras de la Secretaría de Gobierno municipal, contenidas
en el Informe de Riesgo, en la Comuna 13 de Medellín ha existido un elevado
incremento de los homicidios comparando el período del 1.º de enero al 28
de febrero de los años 2006 y 2007. Se registra un incremento del 275%, al pasar de
cuatro homicidios a 15.55

El conflicto político armado en la Comuna 13


Para el desarrollo del tema del conflicto político armado en la Comuna 13 se
tienen en cuenta algunos antecedentes del mismo, los actores que directa o

52 Véanse: Cinep & Justicia y Paz, “Banco de Datos de violencia política”, “Comuna 13, la otra ver-
sión. Caso tipo No. 2”, Noche y Niebla, Op. cit., p. 44; Corporación Jurídica Libertad, “Denuncia
pública: el reclutamiento forzado en la comuna trece”, Casa Latinoamericana, [en línea], 15 de
agosto de 2005, disponible en: http://www.la-casa.ca/?q=es/node/617, consulta: 18 de marzo de
2008, e IPC, “La Comuna 13: entre los sueños y la realidad”, Instituto Popular de Capacitación, Op. cit.
53 Véanse: Amnistía Internacional, “Colombia. Los paramilitares en Medellín: ¿desmovilización
o legalización?”, Amnistía Internacional, [en línea], septiembre de 2005, pp. 27-28, disponible
en: http://www.amnesty.org/es/library/info/AMR23/019/2005, consulta: 18 de marzo de
2008; Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “Informe anual de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos 2003”, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, [en
línea], 29 de diciembre de 2003, disponible en: http://www.cidh.org/annualrep/2003sp/indice.htm,
consulta: 17 de marzo de 2008; Human Rights Watch, “Las apariencias engañan: la desmovilización
de grupos paramilitares en Colombia”, Human Rights Watch, [en línea], vol. 17, núm. 3, agosto de
2005, disponible en: http://www.hrw.org/reports/2005/colombia0805/ColombiaResumenyRecs.pdf,
consulta: 17 de marzo de 2008.
54 Véase: Unidad Permanente para los Derechos Humanos de la Personería de Medellín, “Capítulo II.
Medellín, mucho más que los homicidios. Desplazamiento forzado intraurbano en Medellín 2006.
Una realidad invisible”, en: Instituto Popular de Capacitación (IPC), Observatorio de Derechos
Humanos y Derecho Humanitario, “Entre la adversidad y la persistencia: derechos humanos en
Medellín - 2006”, Medellín, IPC, relecturas núm. 30, Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales
de América Latina y el Caribe de la Red Clacso, [en línea], 2007, disponible en: http://bibliotecavirtual.
clacso.org.ar/ar/libros/colombia/ipc/relecturas/relecturas_30.pdf, consulta: 17 de marzo de 2008.
55 Instituto Popular de Capacitación (IPC), “Pobladores de comuna 13 están en riesgo, advierte
Defensoría del Pueblo”, Instituto Popular de Capacitación, [en línea], actualizada el 29 de marzo
de 2007, disponible en: http://www.ipc.org.co/page/index.php?option=com_content&task=vie
w&id=904&Itemid=368, consulta: 15 de abril de 2007.

43
dinámicas de guerra y construcción de paz

indirectamente han estado implicados, los móviles y algunos hitos relacio-


nados con su dinámica.

Antecedentes
La apropiación del territorio por procesos de invasión, origen de los ba-
rrios de la Comuna 13 que luego fueron los más afectados por el conflicto
armado, fue un factor que incidió para que el Estado no tuviera allí una
presencia significativa, tanto en lo socio-económico como en lo político.
Ello acrecentó la pobreza y la inequidad, y fraguó, entre los habitantes, un
sentimiento de estigmatización y discriminación. Dicha situación se agravó
cuando la comunidad no encontró, en las diversas agencias del Estado, un
interés por mediar en la conflictividad intracomunitaria, ni de intervenir
preventiva o coactivamente ante la emergencia de la criminalidad “común”,
que se expresaba a través de hurtos, atracos, violaciones y asesinatos.
En algunos de los testimonios recogidos se relata que, en sectores muy
concretos de estos barrios y de manera puntual, se presentaron iniciativas
organizadas de autodefensa, las cuales no se sostuvieron debido a las
reservas que se suscitaron con motivo de abusos y extralimitaciones en
el tratamiento de los conflictos.56 Ese mismo contexto guarda correlación
con la formación de los Comandos Armados del Pueblo (CAP), esto es, de
grupos milicianos independientes e integrados por habitantes de la misma
zona, que surgieron con la intención de contrarrestar las acciones de las
bandas delincuenciales; su presencia fue legitimada por algunos sectores,
pues llegaron a constituirse en un referente de seguridad. Más tarde incur-
sionaron grupos milicianos articulados a organizaciones insurgentes, como
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de
Liberación Nacional (ELN).

56 Otros estudios dan cuenta de que este fenómeno estuvo presente en muchos barrios populares
de la ciudad. Véanse: Ana María Jaramillo A., “Milicias populares en Medellín: entre lo público
y lo privado”, Revista Foro, Bogotá, Ediciones Foro Nacional por Colombia, núm. 22, nov.,
1993, pp. 26-28; Ibíd., El espejo empañado. Crimen y control social en el Medellín del siglo xx, Medellín,
Corporación Región, 1998, p. 38; Alonso Salazar J., “La criminalidad urbana: actores visibles e
invisibles”, Revista Foro, Bogotá, Ediciones Foro Nacional por Colombia, núm. 22, nov., 1993,
pp. 41-42, donde expresa que: “El Estado fue incapaz de neutralizar las violencias que diezmaron
las comunidades populares. Las autoridades de Policía sucumbieron frente al deterioro social,
y se multiplicaron simultáneamente las violaciones de los derechos humanos y la corrupción.
Ante esta realidad, se hizo habitual que los habitantes de los barrios populares conformaran
organizaciones de autodefensa barrial para enfrentar a las bandas juveniles”.

44
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Para comienzos del año 2000 incursionan los grupos paramilitares (las
Autodefensas Unidas de Colombia —AUC—), en ejecución de la estrategia,
definida por las direcciones del orden nacional de dichas organizaciones,
de configurar su poder territorial y poblacional sobre los centros urbanos del
país. Dicha estrategia encuentra “caldo de cultivo” en diversos factores, los
cuales contribuyen a que la ciudad se vea involucrada en el conflicto arma-
do y, por ende, también la Comuna 13, como lo explican los investigadores
Hernando Roldán et al.,57 a partir de los siguientes elementos:
1. La existencia de las lógicas armadas de mayor arraigo urbano, esto
es, los conflictos por territorialidad entre grupos armados de carácter
urbano-juvenil (entre bandas, combos y sectores de la delincuencia
común y organizada), facilita el entrecruzamiento con las lógicas de la
confrontación armada de orden nacional, lo cual les da una continuidad
y cualificación bélicas a las primeras y, a su vez, llegan a confundirse con
el enfrentamiento o las estrategias de los actores nacionales.
2. La agudización de la crisis económica y social de la ciudad favorece que
la guerra se convierta en una de los pocas fuentes de empleo disponi-
ble, con lo cual no son consideraciones políticas e ideológicas las que
definen la articulación de la población a los ejércitos, sino la pragmática
de la sobrevivencia, lo que ha contribuido especialmente a la paramili-
tarización de la vida urbana.
3. El desplazamiento forzado, que la ciudad genera y recibe,58 configura
territorios con altos niveles de conflictividad, vulnerables a la estigmati-
zación, todo lo cual estimula la presencia de actores armados.
A las variables antes señaladas, es preciso sumar otras específicas, para ex-
plicar la agudización del conflicto armado en la Comuna 13: una relevante
es la presencia de milicias, que motiva tanto la arremetida paramilitar, por
la disputa del control territorial y poblacional, como la del Estado, el cual
procura ganar legitimidad en un sector del cual históricamente ha estado
ausente como responsable y garante de los derechos de la comunidad.
En correlación con ésta, es de señalar que en la zona centro-occidental
de Medellín se encuentra el Túnel de Occidente, que conecta esta ciudad

57 H. Roldán Salas et al., Conflictos urbanos en las Comunas 1, 3, y 13 de la ciudad de Medellín, Op. cit.,
pp. 48-51.
58 Desplazamiento que, a la vez, es resultado de las acciones asociadas al conflicto armado en el
campo: amenazas, muertes, apropiaciones y desalojos, etc.

45
dinámicas de guerra y construcción de paz

con Santa Fe de Antioquia y con la región de Urabá, lo cual configura un


corredor de valor estratégico militar para los grupos ilegales.59

Los actores armados


A continuación se hace una breve descripción sobre la manera, como hicie-
ron presencia los actores involucrados en el conflicto armado, y sobre las
acciones y los intereses asociados con él en la Comuna 13 desde la década
del noventa hasta 2002.
1. Los grupos guerrilleros
En la década del ochenta se presentaron, en Medellín, los primeros
asentamientos del grupo insurgente M-19 que, a diferencia de otras or-
ganizaciones guerrilleras, asumió como estrategia extender la guerra al
escenario urbano. Zonas como la nororiental empezaron a ser vistas como
áreas peligrosas y los y las jóvenes en particular como sospechosos/as de
ser potencial para vincularse a la criminalidad. Allí, a través de sus milicias,
el M-19 realizó un proceso de adoctrinamiento político e ideológico de la
población civil, en la cual es relevante la participación de los y las jóvenes;
además, prestó apoyo a sectores marginados, adquiriendo respaldo y legiti-
midad dentro de dichas comunidades.
Pero, por diversos factores, la estrategia de guerra del M-19 fracasó y,
al poco tiempo, este grupo insurgente inició diálogos con el Gobierno
nacional de la época, hasta acordar un proceso de paz con el mismo, el cual
incluía la entrega de armas y la desmovilización, así como la participación
en el proceso de la Constituyente de 1991, del cual surgió la Constitución
Política del mismo año. Milicianos del M-19 se incorporaron a la vida política,
mientras otros continuaron participando en el conflicto violento, integrán-
dose a otros grupos armados.
En 1993, varios grupos de milicias60 entraron en un proceso de nego-
ciación —en cuya mesa participaron el Gobierno nacional, la Alcaldía y
la Arquidiócesis de Medellín—, el mismo que culmina el 26 de mayo de

59 Véanse: L. D. Ruiz Botero, La escuela: territorio en la frontera. Tipología de conflictos escolares según
estudio en Bogotá, Cali y Medellín, Op. cit., p. 157; H. Roldán Salas et al., Conflictos urbanos en las
Comunas 1, 3, y 13 de la ciudad de Medellín, Op. cit., p. 48.
60 Éstas eran: las Milicias Populares del Pueblo y para el Pueblo, las Milicias Independientes del
Valle de Aburrá y las Milicias Metropolitanas.

46
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

1994, con la firma del “Acuerdo para la convivencia ciudadana”.61 En éste,


las milicias se comprometían con la desmovilización y la entrega de armas,
y el Estado, entre otros compromisos, asumía el de la inversión social
en las comunas donde aquéllas venían operando, la normalización de la
vida ciudadana y la elaboración de un “Plan de convivencia ciudadana”.
Conforme a este último, se creó la Cooperativa de Seguridad y Servicio
a la Comunidad (Coosercom), integrada por milicianos, tanto con el fin
de facilitarles el proceso de reinserción, como de prestarles, a sus zonas de
influencia, servicios de seguridad y vigilancia de carácter social.
La negociación y el acuerdo tienen el mérito de haber sido los primeros
que se adelantaron con grupos de milicias en el país, con fundamento
en el reconocimiento de su estatus de “delincuentes políticos”.62 Pero
el acuerdo fracasó, entre otras, por las siguientes razones: el asesinato de
más de cien milicianos reinsertados, incluyendo a sus máximos líderes, en
circunstancias no plenamente aclaradas hasta el presente; Coosercom fue
liquidada en noviembre de 1996 por los excesos imputables a sus miembros
por parte de la comunidad, lo que conllevó su descrédito como “grupo ofi-
cial” garante de la seguridad y la convivencia en las zonas de influencia; por
último, el apoyo a la reinserción social fue descuidado y hubo negligencia
del Estado y de otros agentes sociales convocados.63
Los grupos de milicias que no participaron en el proceso antes referen-
ciado, ampliaron sus zonas de influencia y, así, las Milicias América Libre,
articuladas al ELN, llegaron a la Comuna 13 entre 1990 y 1991.64 Luego,
entre 1994 y 1995 arriban las FARC.

61 Véase Concejo de Medellín, “Acuerdo final Gobierno-Milicias”, Medellín, 26 de mayo de 1994,


documento adjunto al Acta 131 del Concejo de Medellín, del 27 de junio de 1994, pp. 215-228.
Con motivo del mismo se desmovilizan 650 milicianos y milicianas, de un total de 3.000 que la
oficina del Programa de Convivencia Ciudadana estimó como existentes para ese momento en la
ciudad.
62 Véanse: Ana María Jaramillo, Ramiro de J. Ceballos y Marta Inés Villa, En la encrucijada. Conflicto
y cultura política en el Medellín de los noventa, Medellín, Corporación Región, 1998, y AA.VV.,
“Desarrollo del acuerdo para la convivencia ciudadana —Santa Elena Medellín 26 de mayo
de 1994—. Comentarios”, en: Experiencias de intervención en conflicto urbano, Medellín, Alcaldía de
Medellín, sep., 2001, tomo 1.
63 A. M. Jaramillo, R. de J. Ceballos y M. I. Villa, En la encrucijada. Conflicto y cultura política en el
Medellín de los noventa, Op. cit., p. 81.
64 Véase A. M. Jaramillo A., “Milicias populares en Medellín: entre lo público y lo privado”, Revista
Foro, Op. cit., p. 27, cuadro núm. 1. La autora referencia que esta milicia llegó a la Comuna 13, a
los barrios San Javier, 20 de Julio, Las Independencias y parte alta de La América.

47
dinámicas de guerra y construcción de paz

En un primer momento, entre los grupos guerrilleros se presentaron


conflictos por el control del territorio, pero éstos disminuyeron poco a
poco, cuando se definieron sus áreas de dominio.
A finales de la década del noventa, el ELN controlaba Las Independencias
1 y 2, y Villa Laura; los CAP se ubicaron en Las Independencias 3 y parte
alta de Nuevos Conquistadores, y las FARC en Nuevos Conquistadores y
El Salado. Cuando llegan las AUC a la comuna, las guerrillas se unen para
combatir al enemigo común.
2. Los paramilitares
Entre 1995 y 1997, el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe
Vélez, impulsó la creación de las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad
Privada (Convivir). Diversos analistas y algunos paramilitares desmovi-
lizados han coincidido en señalar que estas cooperativas desempeñaron
papel importante en el impulso y la consolidación del paramilitarismo en
la región antioqueña.
En 1997 se da forma a los Grupos de Autodefensa Urbana (GRAU)
por parte de las AUC, retomando una propuesta que había sido plantea-
da por las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) en sus
primeras reuniones denominadas “cumbres”.
Este escenario generó un ambiente propicio para la incursión del parami-
litarismo en Medellín, proceso que se consolidó en 1999, con el enfrenta-
miento y la cooptación de bandas, hasta llegar, en 2001, a la agrupación de
tropas de profesionales de la guerra, conformados bajo la denominación
de “bloques”.65
Como parte de un proceso de copamiento territorial de la ciudad, para-
militares de las AUC, a partir de 1999, irrumpieron en la Comuna 13. Uno
de sus objetivos, al igual que en el resto de la ciudad, era combatir y acabar
con las milicias, cualquiera fuera su origen. Según un informe de Amnistía
Internacional, en la fase de incursión, los paramilitares llegan a una zona de la
ciudad, equipados con listas de personas a las que los servicios militares de
inteligencia han calificado de subversivas. Las incursiones paramilitares
de este tipo suelen tener lugar tras operaciones en gran escala de las fuerzas

65 Sandra Miled Hincapié, “Estudio exploratorio comparativo sobre la relación jóvenes y conflic-
tos urbanos por participación política y territorio en las Comunas 7 de Barrancabermeja, 13 de
Medellín y 15 de Cali y la zona colindante de Altos de Cazuca y Altos de la Estancia en Bogotá
—informe de Medellín”, texto inédito.

48
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

de seguridad —como las Operaciones Mariscal y Orión en Medellín en


2002— o se llevan a cabo junto con las propias fuerzas armadas. La fase
de consolidación se caracterizó porque en ella
[…] se capta y se aterroriza a la población local para que se someta, mediante el
homicidio de aquellos a quienes se considera una amenaza, como los defensores
de los derechos humanos, los sindicalistas y los activistas sociales. 66

Además, se cobran “impuestos”, se “invita” a los funcionarios locales a que


proporcionen apoyo económico y político, y hay compra de propiedades de
los desplazados a “precios de saldo” o apropiación de las mismas.67 Como
se infiere de entrevistas plurales, el paramilitarismo tuvo como táctica
declarar como objetivo militar a los habitantes que, según sus “informan-
tes” o sus sospechas, prestaran servicios o simpatizaran con las milicias, con
lo cual pretendían hacer una ruptura de los lazos que pudieran unir a éstas
con la comunidad. Otro mecanismo fue cooptar tanto a los miembros de las
bandas que habían sido obligados por las milicias a abandonar la comuna y
de aquellas que habían logrado conservar el dominio en la zona, como a los
y las jóvenes que venían trabajando con los grupos milicianos.
Esta organización armada también ofreció “seguridad” a la población ante
las arbitrariedades de los grupos guerrilleros y, pese a la utilización de formas
autoritarias de control, algunos pobladores la acogieron, porque podrían
representarles dicho bien. “El problema desde la perspectiva del poblador no
es quién es el ejecutor sino la eficiencia en la garantía de tales intereses”.68
Como parte de las políticas nacionales de seguridad y convivencia, en
Medellín se iniciaron los procesos de desmovilización de paramilitares
el 25 de noviembre de 2003, con 870 de los integrantes del BCN. Hasta
la fecha de edición de este libro, los desmovilizados siguieron operando,
ofreciendo brindar seguridad y control social, a cambio de “impuestos”.
3. Las fuerzas armadas del Estado
El Estado ha tenido una precaria presencia en los barrios epicentro del
conflicto, situación que permanentemente es ratificada en los relatos de las
personas entrevistadas para esta investigación, tal como se verá a lo largo
de este libro. La manera cómo se construyó los barrios, por invasión, les

66 Véase Amnistía Internacional, “Colombia. Los paramilitares en Medellín: ¿desmovilización o


legalización?”, Amnistía Internacional, Op. cit., pp. 10-12.
67 Ibíd.
68 H. Roldán Salas et al., Conflictos urbanos en las Comunas 1, 3, y 13 de la ciudad de Medellín, Op. cit., p. 4.

49
dinámicas de guerra y construcción de paz

generó una posición de marginalidad y de ilegalidad que llevó a que el


Estado realizara pocas intervenciones de carácter social, como el trabajo del
Primed, y muchas de los aparatos represivos.
El Estado se visibilizó en esta zona mediante la presencia de la fuerza
pública, como presión para el desalojo de los habitantes o cuando los agentes
policiales —como señala un líder comunitario— en las décadas del ochenta
y del noventa sólo “iban a recoger los muertos”, producto de la delincuencia
común o de algún enfrentamiento entre bandas.69 En 2002 comienza su
interés de ejercer control en la comuna, para lo cual el Estado realiza plurales
intervenciones militares, siendo la Operación Orión la última de ellas, en
dicho año.
A raíz de la agudización del conflicto armado, las denuncias en los medios
de comunicación y la presión de las organizaciones de base de ONG, se ha
evidenciado la deuda social que Medellín tiene con la Comuna 13. Esto
llevó a la Administración Municipal a establecer la necesidad de diseñar un
plan de intervención integral en dicha comuna, con el fin de tener mayor
presencia en el desarrollo de la zona.
Es necesario aquí hacer referencia a las operaciones militares más destacadas,
especificando lo que se adujo para justificarlas, las instituciones estatales que
participaron, los “hallazgos” que revelaron y los resultados más relevantes.
— La Operación Otoño. Se realizó el 24 de febrero del 2002 por la Policía
Militar, la Cuarta Brigada, el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y
el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Se capturan 42
supuestos milicianos que pretendían celebrar los seis años de los CAP,
según versión de la Policía. Se decomisan armas de fuego, municiones
y prendas privativas de la fuerza militar.
— La Operación Contrafuego. Se efectuó el 29 de febrero en el barrio
Blanquizal. Participan 600 policías, 400 soldados y 63 fiscales. En la ope-
ración mueren 5 personas sindicadas de ser milicianas y se realizan 63
allanamientos y 31 capturas. Se descubrieron fábricas de armas de fuego
y se decomisaron armas, municiones y aparatos de comunicación.
— La Operación Mariscal. Se llevó a cabo el 21 de mayo. Los barrios directa-
mente implicados fueron 20 de Julio, El Salado, Las Independencias 1,
2 y 3, y Nuevos Conquistadores. La operación comenzó a las tres de la
madrugada y duró aproximadamente doce horas y media. Por parte del

69 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.

50
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Estado participaron en el enfrentamiento: mil efectivos de la Policía, el


Ejército, el DAS, la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), y funcionarios del
CTI, la Fiscalía y la Procuraduría. Por la otra parte estaban las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-
EP), los grupos del ELN y los CAP. El saldo final: 9 personas muertas,
37 heridas y 55 capturadas.70 Entre los actores estatales hubo 6 policías y
2 soldados heridos, y sin verificar, la muerte de 4 policías y 2 soldados.
Llama la atención que el operativo tuvo como origen la solicitud im-
petrada al director seccional de Fiscalías de Medellín, por el mayor Luis
Francisco Mariño Flórez, jefe del Área de Delitos contra la Vida, de la
Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, para que ordenara el registro
y el allanamiento de treinta y cuatro viviendas localizadas en la Comuna 13,
con el propósito de hacer efectivas órdenes de captura contra personas
procesadas por hurto, lesiones personales, homicidio, acceso carnal,
actos sexuales con menor, abuso de confianza, inasistencia alimentaria
y concierto para delinquir.71 Luego, la orden del operativo —suscrita
por los brigadieres generales Mario Montoya Uribe y José Leonardo
Gallego Castrillón— tuvo como objetivo “capturar en flagrancia y si es
del caso reducir en combate a los miembros de las milicias populares y
otros generadores de violencia”.72
Por último, la Fiscalía encontró que
[…] las personas contra quienes se dirigieron dichos operativos, ya estaban
detenidas hace meses o años, otras estaban muertas, sus viviendas estaban des-
ocupadas o bien ya no residían en el inmueble hace algún tiempo.73

— La Operación Potestad. Se realizó el 15 de junio, con allanamientos por


parte de la Policía, la Fiscalía y el DAS, en residencias de la Comuna 13.
Murió un presunto miliciano y dos más fueron capturados. Se localizó
una fábrica clandestina de uniformes.
— La Operación Antorcha. Se realizó el 20 de agosto en los barrios Las
Independencias, El Salado, 20 de Julio y El Corazón. Se adujo, como
razones de la misma, prevenir atentados y garantizar la seguridad en la
Feria de las Flores. Muere un cabo, y son heridos 2 policías y 2 menores

70 Cinep & Justicia y Paz, “Banco de Datos de violencia política”, “Comuna 13, la otra versión.
Caso tipo No. 2”, Noche y Niebla, Op cit., 14.
71 Ibíd., p. 26.
72 Ibíd.
73 Ibíd.

51
dinámicas de guerra y construcción de paz

de edad; en total, 37 personas resultan lesionadas. Esta operación fue


realizada en la madrugada, conjuntamente por la Cuarta Brigada del
Ejército, la Policía Metropolitana, la FAC, la Fiscalía y el DAS.
— La Operación Orión. Comienza el 16 de octubre de 2002, por orden del pre-
sidente Álvaro Uribe Vélez. Los participantes por parte del Estado fueron
más de mil uniformados del Ejército, la Policía, el DAS, e integrantes del
CTI, Fiscalía, Personería y Procuraduría General de la Nación, y “hom-
bres y mujeres informantes vestidos de camuflados y encapuchados”.74
Tuvieron el respaldo de dos helicópteros Arpía de la FAC.
Se inicia en las primeras horas de la madrugada, con el descargue de
tropa y con el acordonamiento de la zona, garantizando que ningún
habitante pudiese salir de la misma. Las milicias sostuvieron posiciones
durante las primeras horas, por fuerza de un sistema de trincheras que
construyeron en el último año en una veintena de residencias abandonadas
por la población civil. Al día siguiente, las fuerzas oficiales neutraliza-
ron a los francotiradores y asumieron el control de calles y sectores,
en sentido sur-norte, mientras que, con el apoyo del DAS, la Fiscalía
y la Procuraduría realizaron más de 150 allanamientos y detuvieron
(entre el 16 y el 28 de octubre) a 229 personas. Tras unas tres semanas
de operaciones, el Ejército decomisó 22 fusiles, además de explosivos,
granadas y munición de diferente calibre.
Según reporte oficial, 3 militares y un oficial de la Policía murieron;
cinco miembros de la segunda institución y nueve del Ejército resulta-
ron heridos. Entre los grupos insurgentes actuaron integrantes de las
FARC-EP, ELN y CAP quienes, según los reportes oficiales, tuvieron
10 muertos en sus filas.
Los efectos entre la población civil fueron: 1 muerto, 38 heridos, 8
desaparecidos y 355 detenidos. De estos últimos, 170 personas fueron
judicializadas; sin embargo, los restantes permanecieron por varios días
privados de la libertad en calabozos. La Fiscalía abocó el conocimiento
de los procesos relativos a los 170 judicializados, y al resolver la situación
jurídica, ordenó la libertad de 88 de ellos.75 Para comienzos de 2007,
sólo dos personas habían sido condenadas.

74 Ibíd., p. 20.
75 Ibíd., p. 21.

52
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Es importante tener en cuenta que entre los factores estructurales asocia-


dos con el conflicto político armado en la Comuna 13, no es desdeñable
la situación de exclusión y discriminación económica, social y política de
un amplio número de sus habitantes, fenómeno identificable por algunas
corrientes sociológicas como violencia estructural, producto de modelos de
desarrollo refractarios a los contenidos del modelo constitucional del Estado
social de derecho. Y ello se agrava cuando entrevistas plurales afirman que,
en vastos sectores de la comuna, no existió durante mucho tiempo una
presencia institucional del Estado, que éste no ejerció su papel de mediador
y regulador de la conflictividad de diverso orden que allí se presentó, tanto
porque no había logrado estatuir una confianza producto de los abusos de
sus agentes, como por represalia contra los habitantes, por la ocupación
territorial de manera ilegal, esto es, producto de procesos de invasión.
Así las cosas, deviene ilegítimo que el Estado, responsable en gran parte
de la violencia estructural referenciada, la cual conlleva la violación de de-
rechos humanos de las personas,76 despliegue un arsenal bélico con el pre-
texto de salvaguardar estos mismos derechos; y más grave aún, que lo haga
cuando existe la certidumbre de que derechos como la vida, la integridad y
la libertad de muchos habitantes, víctimas incluso del conflicto, sufrirán un
grave menoscabo como “efecto colateral” de dicha intervención.
Aquí caben dos consideraciones expuestas por el profesor español David
Sánchez Rubio, referidas a intervenciones militares que internacionalmente
se autoproclaman “humanitarias”, y que, para el caso, tienen pertinencia y
plena vigencia en el examen de las actuaciones locales de similar naturaleza.
La primera es relativa a la ilegitimidad ética y política de dicho tipo de
intervenciones:

76 “Cuando en un país, como Colombia, existen niveles tan altos de pobreza, la focalización de los
derechos en unos grupos reducidos de población lo que hace es violar los derechos ciudadanos
de una parte importante de la población que no logra clasificar en los niveles más bajos de
pobreza, siendo excluidos de manera deliberada por el propio Estado de los derechos sociales
que él debe garantizar. No basta atender con algunos programas sociales a los sectores más
pobres y vulnerables, se requieren cambios importantes en distintas esferas de la sociedad y
de la economía”. Clara Inés Restrepo Mesa, Pobreza urbana en Medellín. Mediciones y percepciones,
Medellín, Corporación Región, 2000, p. 37. Véase también Jorge Bernal Medina, “Panorama
de la pobreza y la desigualdad social en la ciudad de Medellín”, en: Fundación Foro Nacional
por Colombia, Asociación de Trabajo Interdisciplinario (ATI), Fedevivienda, Pobreza y exclusión
social en Bogotá, Medellín y Cali, Foro Debates, núm. 5, Bogotá D.C., Fundación Foro Nacional
por Colombia, Asociación de Trabajo Interdisciplinario (ATI), Fedevivienda, octubre de 2006,
pp. 91-114, Foro Nacional por Colombia, [en línea], disponible en: www.foro.org.co/docum/do-
cumentos/forodebates5.pdf, consulta: 16 de marzo de 2008.

53
dinámicas de guerra y construcción de paz

[…] ya referido a la “figura” de la “intervención humanitaria”, resulta que si en


condiciones normales predomina una situación general de no reconocimiento
de los derechos humanos en donde, al menos, dos tercios de la humanidad no
tienen elementos suficientes de subsistencia, parece un contrasentido tratar
de argumentar, en abstracto, la justificación de la intervención en condiciones
extremas, para salvar la vida de quienes son agredidos en sus derechos más
fundamentales de forma grave y masiva. Da la sensación de que ante el drama
de la exclusión, que es estructural, normalizado y también sistemático y masivo,
pretendemos acercarnos a lo que se ha propuesto como una solución balsámica:
la acción humanitaria sobrevenida y que se proporciona con el uso de la fuerza
militar […] Al estar la situación del orden social imperante quebrada de raíz,
también quedará rota y en entredicho cualquiera de las decisiones que a favor de
la intervención de humanidad o humanitaria se tome.77

Y la otra, que para salvaguardar al ser humano o sus derechos en “abstracto”,


devolviéndole la paz, la seguridad, la democracia, a través del uso de la fuerza,
se termine sacrificando al ser humano en concreto y sus auténticos derechos
humanos, con lo cual queda en evidencia que tal argumentación metafísica
de defensa de valores caros a la humanidad es un juego retórico que encubre
una práctica concreta de manifiesta trasgresión de los mismos:
[…] si supuestamente con la protección y la garantía de los derechos humanos
se pretende proteger las libertades y los espacios vitales de todos los seres huma-
nos, sin excepciones, en los casos de un uso legítimo de la fuerza por razones de
humanidad, en ningún momento se ha considerado a las personas, a los sujetos
humanos concretos y corporales, como los principales destinatarios de dicho
tipo de actuaciones. Antes se han valorado y priorizado otro tipo de razones de
seguridad bajo el principio del mantenimiento de la paz y la seguridad interna-
cionales; la protección de intereses estratégicos y geopolíticos; la preocupación
selectiva por los propios nacionales o por determinados colectivos más o menos
afines ideológicamente; motivos religiosos… Es decir, en la balanza entre las
mediaciones y las instituciones humanas junto a la racionalidad que las mueve
por un lado, y los seres humanos reales, necesitados, concretos y corporales por
otro, en todo momento ha habido una abdicación de lo humano no abstracto a
favor de una idea sí abstracta de “civilización”, “de mercado”, de “libertad”, de
“racionalidad instrumental calculadora” […], de “paz”, de “democracia” […], de
“seguridad nacional o internacional” […], de “derechos humanos” en abstracto,
de “monopolio y control internacional del poder”.78

77 David Sánchez Rubio, Repensar Derechos Humanos. De la anestesia a la sinestesia, Sevilla, MAD,
2007, p. 51.
78 Ibíd., pp. 54-55.

54
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

El argumento de este autor, relativo a los motivos encubiertos de las inter-


venciones militares, tienen validez para el caso de la Comuna 13, porque esta
investigación recogió plurales testimonios, tanto en el sentido de que, en los
operativos militares, la fuerza pública actuó en “concordancia” o connivencia
con los paramilitares, como que éstos se han empoderado en la zona con
posterioridad a los mismos. Ello también es corroborado por autores de re-
conocida autoridad internacional, como es el caso de Robert K. Goldman, de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, quien, como resultado
del estudio de la situación de Medellín y de Colombia, expresó:
Esta misma realidad de cooperación de elementos de la fuerza pública con
miembros de grupos paramilitares se ha verificado también en los barrios de
la Comuna 13 de la ciudad de Medellín. La información y los testimonios re-
cogidos durante otras visitas de trabajo de la Comisión revelan que miembros
del Ejército y de grupos paramilitares llevan adelante operaciones conjuntas en
ciertas áreas del país. En estos casos, los miembros de los grupos paramilitares
deben considerarse agentes del Estado. La información disponible sugiere que,
en otros casos, aun cuando no se lleven a cabo operaciones conjuntas los miem-
bros de la fuerza pública y los paramilitares mantienen fuertes vinculaciones
en distintos niveles. Dichas conexiones permiten a las fuerzas de seguridad del
Estado requerir a los paramilitares la ejecución de ciertos actos ilícitos, con el en-
tendimiento de que no serán objeto de investigación, juzgamiento o sanción.79

Además, hay un hecho indiciario de suma relevancia: en los comunicados


oficiales, en las entrevistas de la prensa a diversos agentes del Estado, se
aduce que las Operaciones Mariscal y Orión tuvieron igualmente como
objetivo a las AUC, pero ninguna información oficial generada con motivo
de dichos operativos da cuenta de la aprehensión o captura de miembros de
este grupo y, mucho menos, de heridos o muertos en combate.
Tal vez ello es lo que explica que, pese al copamiento del espacio públi-
co que ha hecho la fuerza pública, los paramilitares implanten medidas
restrictivas, como el toque de queda, la ley seca y el empadronamiento;80
que las muertes selectivas no bajen de intensidad, pero cambien los proce-
dimientos de muerte: a las personas las sacan de sus casas y son asesinadas

79 Robert K. Goldman, “Quien comete atrocidades fortalece al enemigo”, en: Encuentro Nacional
e Internacional de Derechos Humanos, Paz y Democracia “Colombia insiste en los derechos
humanos”, Número, separata especial, Número, [en línea], disponible en: http://www.revistanu-
mero.com/39sepa4.htm, consulta: 20 de diciembre de 2006.
80 Cinep & Justicia y Paz, “Banco de Datos de violencia política”, “Comuna 13, la otra versión.
Caso tipo No. 2”, Noche y Niebla, Op. cit., 22.

55
dinámicas de guerra y construcción de paz

en barrios aledaños; además, “muchos de los asesinatos que se cometen en


sitios distintos a la Comuna 13 corresponden a personas reconocidas como
habitantes de ese sector”.81 Y también permite comprender lo que “entre
líneas” expresa un integrante del Movimiento Social de Desplazados de
Antioquia (Mosda), cuando afirma que
Antes y durante la Operación Orión el éxodo de familias fue casi total, pero en
el último mes ha regresado un buen número de personas. Lo malo es que los
vecinos no son los mismos y no hay que tener dos dedos de frente para saber
quiénes son los nuevos moradores.82

Las investigaciones judiciales contra los paramilitares, en la que éstos están


obligados a confesar sus crímenes y sus colaboradores como condición sine
qua non para ser acreedores a los beneficios consagrados a su favor en la “Ley
de Justicia y Paz”, han ratificado dicha connivencia.
Pero la presencia estatal que reclamaba la comunidad llegó de la mano de
grupos paramilitares que ingresaron a la comuna junto a policías y milita-
res. Según testimonios de ex combatientes de las AUC, la coordinación se
dio durante la ejecución de la Operación Orión y se prolongó por más de
dos meses:
La entrada a la Comuna 13 se hizo aprovechando la Operación Orión. “Recibimos
ayuda, legalmente, de todas las autoridades. La orden que dieron fue acabar con
las milicias de la guerrilla y quedarnos en la zona. Para ser sinceros, toda la policía
nos ayudó. No sé si por miedo, pero trabajamos en conjunto”, le confesó un ex
combatiente del Bloque Cacique Nutibara de las AUC a la Fiscalía.83

En otro orden de ideas, la Procuraduría Regional también es del criterio


de que, en los operativos militares, más concretamente en la Operación
Mariscal, hubo violaciones graves de los derechos humanos e infracciones
al Derecho Internacional Humanitario. Por tal motivo, sancionó, con
destitución e inhabilitación para ejercer cargos públicos por cinco años, al
entonces comandante de la Policía Metropolitana, brigadier general (r) José

81 Ibíd., p. 23.
82 Jorge Iván Herrera, “Propuesta de las organizaciones sociales de desplazados frente a las polí-
ticas de retorno propuestas por el gobierno”, en: Movimiento Social de Desplazados de Antioquia
(Mosda), Asociación Nacional de Ayuda Solidaria (Andas) y Asociación Campesina de
Antioquia (ACA), Memorias II Foro Departamental de Desplazamiento Forzado en Antioquia, 28 de
agosto de 2003, Medellín, Antioquia.
83 Instituto Popular de Capacitación (IPC), “Cinco años después, la Comuna 13 no recupera su
calma”, IPC, [en línea], 17 de octubre de 2007, disponible en: http://www.ipc.org.co/page/index.
php?option=com_content&task=view&id=1081&Itemid=368, consulta: 16 de marzo de 2008.

56
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Leonardo Gallego Castrillón, quien comandó el operativo. Las razones de


la medida fueron diversas: no prestó protección efectiva a la población civil;
la fuerza pública bajo su mando “se excedió en el uso de la fuerza”; violó
“el principio de distinción”, al no diferenciar a las personas combatientes
de las no combatientes, y desconoció el “principio de proporcionalidad
al no haber una clara adecuación entre el fin buscado y los medios utili-
zados”; y, además, porque se realizaron allanamientos ilegales y capturas
arbitrarias.84
La Operación Orión fue decisión del presidente Álvaro Uribe Vélez, y
una concreción o expresión de su programa “Seguridad democrática”. El
objetivo mismo, según lo prescrito por el Plan Nacional de Desarrollo,
y lo inferible desde sus ejecutorias prácticas, es la derrota de la guerrilla,
cometido para cuyo logro se han impuesto diversas tácticas y estrategias,
entre las cuales, como lo destaca la profesora María Teresa Uribe, está
[…] acosarla en sus zonas de refugio, de cortarle todos sus eventuales nexos
con la población desarmada, de aislarla de sus corredores de circulación y de sus
zonas de abastecimiento y reclutamiento, así como de los recursos económicos
provenientes del tráfico de drogas, de los secuestros y las extorsiones.85

84 Véanse Colombia, Procuraduría General de la Nación, “Mediante fallo de única instan-


cia, Procuraduría destituye al general (r) Leonardo Gallego”, Boletín 397, 9 de nov., 2006,
Procuraduría General de la Nación, [en línea], disponible en: http://www.procuraduria.gov.
co/html/noticias_2006/noticias_397.htm, consulta: 25 de noviembre de 2006; Jesús Balbín,
“La destitución del brigadier general (r) Leonardo Gallego: la justicia para unos”, Caja de
Herramientas Seminario Virtual, Bogotá, núm. 40, 24 de nov., 2006, Corporación Viva la Ciudadanía,
[en línea], disponible en: http://www.viva.org.co/cajavirtual/svc0040/, consulta: 25 de noviem-
bre de 2006; Instituto Popular de Capacitación (IPC), “El general culpable”, Columna El Candil,
núm. 110, Instituto Popular de Capacitación, [en línea], 16 de noviembre de 2006, disponible en:
http://www.ipc.org.co/page/index.php?option=com_content&task=view&id=834&Itemid=386,
consulta: 25 de noviembre de 2006. “General José Leonardo Gallego, destituido por irregulari-
dades en operación en Comuna 13 de Medellín”, El Tiempo, Bogotá, 10 de nov., 2006.
85 María Teresa Uribe de Hincapié, “El republicanismo patriótico”, en: Plataforma Colombiana de
Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Reelección: el embrujo continúa. Segundo año del gobier-
no de Álvaro Uribe Vélez, Bogotá, Anthropos, 2004, p. 18. Como señala la autora, para infligir esta
derrota a los grupos insurgentes, las políticas públicas fueron ajustadas en los siguientes términos:
1) orientación de gran parte de los recursos institucionales y presupuestales del Gobierno a las ne-
cesidades de la guerra; 2) el fortalecimiento del Ejército, con la ampliación del número de efectivos
y el mejoramiento de la dotación logística; 3) readecuación de las estrategias de inteligencia, que
se suponía eran “el talón de Aquiles de la lucha antisubversiva”; 4) invisibilización del conflicto
político, a través de su criminalización y su lectura como expresión terrorista y, por ende, no objeto
de encararlo a través de la negociación o acuerdo; 5) la conversión de la guerra en asunto de todos,
involucrando los ciudadanos y las ciudadanas en tácticas bélicas de inteligencia militar, como la
vigilancia, el control y la información sobre los “sospechosos” o peligros (Ibíd., p. 19).

57
dinámicas de guerra y construcción de paz

Según esta política estatal, la seguridad se identifica como problema


originado exclusivamente por los grupos insurgentes y la pretensión es
derrotarlos a “cualquier costo”, lo cual ha comportado el recorte de las
libertades públicas y los derechos ciudadanos, y ha favorecido la violación
de los derechos humanos.86
La visión reductiva o restrictiva de la seguridad y el enfoque belicista
de las políticas públicas que se formulan para garantizarla, terminan “le-
gitimando”, en nombre de la “seguridad”, el aniquilamiento de la misma,
naturalmente si su significado se infiere de los valores, los principios y los
derechos que son consustanciales al modelo político-jurídico del Estado
democrático de derecho, constitucionalmente consagrado en Colombia.

La inversión pública
A medida que las fuerzas armadas del Estado trataban de controlar la si-
tuación, el Gobierno nacional se comprometía a financiar el esfuerzo que
hicieran las autoridades, el sector privado, las organizaciones sociales y los
habitantes del sector para desarrollar las microempresas87 en la Comuna 13
de Medellín.
El compromiso lo asumió el presidente Uribe Vélez, ante cientos de familias
y microempresarios que asistieron a la entrega del premio “Famiempresario
del año 2002”, en la capital antioqueña.88 Aseguró que los proyectos tenían
que surgir de las autoridades locales y el sector privado, pero enfatizó que
la ayuda gubernamental provendría con capacitación, a través del Servicio

86 Ibíd., p. 18.
87 Según la Ley 905 de 2004, en Colombia se considera microempresa toda unidad de explotación
económica en actividades empresariales agropecuarias, industriales, comerciales o de servicios,
cuya planta de personal no exceda a diez trabajadores permanentes y cuyos activos totales,
excluyendo la vivienda, no exceda los quinientos salarios mínimos mensuales legales vigentes.
Colombia, Congreso de la República, Ley 905 de 2004, por medio de la cual se modifica la Ley
590 de 2000 sobre promoción del desarrollo de la micro, pequeña y mediana empresa colombia-
na y se dictan otras disposiciones, en: Servicio Nacional de Aprendizaje, [en línea], disponible en:
http://www.sena.edu.co/NR/rdonlyres/8DCDB7D4-FABE-42DA-BD74-00F7C40AD9D0/0/
Ley905_2004_MIPYMES.pdf, consulta: 8 de julio de 2008.
88 “El Gobierno Nacional está dispuesto a apoyar con recursos todo el esfuerzo que se haga en materia
de promoción de la pequeña y la microempresa para reconstruir el tejido social de la Comuna 13”.
Agencia de Noticias CNE (Centro de Noticias Estatales), “Gobierno se compromete a financiar
proyectos. Comuna 13 se debe convertir en centro empresarial: Presidente”, Colombia, Presidencia
de la República, [en línea], 1.º de diciembre de 2002, disponible en: http://www.presidencia.gov.
co/prensa_new/sne/2002/diciembre/11/23122002.htm, consulta: 13 de marzo de 2006.

58
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

Nacional de Aprendizaje (SENA), y con financiación de recursos del


Banco de Comercio Exterior de Colombia S. A. (Bancoldex), el Instituto
de Fomento Industrial (IFI) y el Fondo para el Financiamiento del Sector
Agropecuario (Finagro). El Presidente destacó que el compromiso de
Bancoldex era destinar 500 mil millones de pesos anuales para financiar
la pequeña y la microempresa del país. Anunció, además, el respaldo del
Fondo Nacional de Garantías para los proyectos productivos que iniciaran
familias o pequeñas empresas.89
Compromisos similares asumió también en su momento el entonces
alcalde Luis Pérez Gutiérrez, al asegurar que
Haremos obras de emergencia en escuelas, calles y viviendas. De inmediato se
ofrecerán de 2.000 a 2.5000 empleos entre varias Secretarías para la gente de la
zona. Serán trabajos de seis, ocho meses o un año. Igualmente le hemos abierto
las puertas a 5.000 jóvenes, mínimo, para que con recursos del Municipio se
capaciten en el SENA en oficios que tengan que ver con el Atpa. El gerente del
Atpa hará gestiones ante los industriales para que los muchachos que se capaciten
empiecen a trabajar. Adicionalmente se nombrarán 100 promotores de derechos
humanos para que hablen con la gente, recorran los barrios. Esto permitirá un
proceso de reconstrucción del tejido social deteriorado.90

Como una forma de contrarrestar los efectos de las acciones militares y


en búsqueda de legitimidad en una zona con poca presencia del Estado, el
alcalde de la ciudad anunció —según el periódico El Colombiano—
[…] inversiones por cerca de $20.000 millones y un proyecto de diálogo urbano
[...] como una oferta de reeducación y reinserción a la civilidad de los ilegales
que decidiesen dejar las armas.91

A los cuatro años de la presencia militar del Estado en la Comuna 13 y de


las promesas del Gobierno nacional y municipal, se habían logrado algunas
inversiones en obras sociales. No obstante, algunas ONG que trabajan en la
zona coinciden en señalar que esas obras, en general, han sido puntuales, y no

89 Ibíd.
90 Luis Pérez Gutiérrez, “Planes de inversión y pacificación”, El Colombiano, Medellín, 23 de octubre
de 2002, El Colombiano, [en línea], disponible en: http://www.elcolombiano.com.co/histori-
cod/200210/20021023/ntd002.htm, consulta: 20 de mayo de 2006.
91 “Fuego y calma en ‘La 13’”, El Colombiano, [en línea], 20 de octubre de 2002, disponible en: http://
www.elcolombiano.com.co/proyectos/resumen2002/textos/octubre.htm, consulta: 6 de octubre
de 2006.

59
dinámicas de guerra y construcción de paz

obedecen a un plan de desarrollo integral que modifique, en alguna medida,


las precarias condiciones de vida y disminuyan los factores de inequidad.92
La primera obra fue la construcción de la Estación de Policía en el barrio
Belencito, para permitir la presencia permanente de agentes, quienes sólo
hacían presencia ocasionalmente ante muertes violentas o en las operacio-
nes realizadas por organismos armados del Estado.
El “Informe de gerencia de inversión social, Comuna 13, para el período
que va de noviembre de 2002 a agosto de 2003”, de agosto de 2003, entregado
por Beatriz Rico, gerente de la inversión social de la comuna,93 da cuenta
de la realización de una inversión en varios ítems, por $28.904.182.266.
Los rubros que comprendían dicha inversión se referían a empleo, salud,
organización y participación, cultura ciudadana, servicios públicos, infra-
estructura vial, recreación y deportes, mejoramiento ambiental, seguridad
y préstamos del Banco de los Pobres.94
Para hacerle seguimiento a esta inversión, se comprometió una veeduría que
debería organizar la Cámara de Comercio. Sin embargo un año después no
había un primer informe de dicha veeduría que pudiera ser analizado por la
comunidad y la opinión pública.
[…]
En materia de empleo se generaron 3.036 empleos, de los cuales el 92%, o sea
2.793, han sido empleos de choque, es decir empleos con ingresos precarios, con
una temporalidad corta entre uno y cuatro meses, sin garantías sociales; luego de
terminar la obra vuelven a ser parte de las estadísticas de desempleo.95

Realmente se ofrecieron empleos temporales asociados con la elabora-


ción del alumbrado navideño de fin de 2002, ayudantes de construcción
vinculados a EPM y algunos puestos en Empresas Varias. El SENA brindó

92 Esa opinión parece verse modificada un poco ante la expectativa creada, en el año 2007, cuando
la Administración Municipal lanzó el Proyecto Urbano Integral (PUI) de la Comuna 13,
que destina un alto presupuesto para obras de diversos tipo con las cuales, según el alcalde
Sergio Fajardo Valderrama, se pretende avanzar en el pago de la deuda social y transformar las
difíciles condiciones históricas de inequidad. Véase: Alcaldía de Medellín, “Proyectos Urbanos
Integrales. Contra la exclusión y la desigualdad - PUI Comuna 13”, La transformación de Medellín.
Urbanismo social 2004-2007. Universia, http://urbanismosocialmedellin.universia.net.co/galerias/
familia3c1_2.jsp, consulta: 20 de marzo de 2008.
93 “Cargo creado por la administración del doctor Luis Pérez Gutiérrez posterior a la Operación
Orión”. IPC, “La Comuna 13: entre los sueños y la realidad”, Instituto Popular de Capacitación,
Op. cit. Beatriz Rico, “Informe de gerencia de inversión social, Comuna 13, para el período que
va de noviembre de 2002 a agosto de 2003”, citado en Ibíd.
94 Ibíd.
95 Ibíd.

60
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

capacitación y, como resultado de ella, treinta mujeres trataron de crear una


pequeña empresa de confección, pero encontraron grandes limitaciones,
por la escasez de recursos económicos y la falta de asesoría técnica.
Se invirtió en escuelas para la ampliación de cupos y se dieron algunos
subsidios de vivienda para que los pobladores pudieran arreglar los daños
presentados a raíz de los enfrentamientos (es de recordar que fueron utili-
zadas armas de corto y largo alcance).
En la administración del alcalde Sergio Fajardo, que se inició en 2004, se
diseñó un plan de intervención urbana de carácter integral en la Comuna 13.
En el informe de gestión al finalizar su período de gobierno se da cuenta
de las obras realizadas:
Surgieron, como parte del proyecto PUI —Proyecto Urbano Integral— de la
Comuna 13, el metrocable Nuevo Occidente, el parque ambiental Juan XXIII,
el parque biblioteca presbítero José Luis Arroyave, que junto con los colegios de
calidad de San Javier y Las Independencias, configuran un nuevo referente desde
la educación y la ciencia; las centralidades de Las Independencias, El Salado y
El Socorro, con senderos peatonales, parques deportivos y edificios como el del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y la casa de gobierno de
Las Independencias ofrecen espacios para la convivencia que impactan a más
de 120.000 habitantes.96

El trabajo de las organizaciones comunitarias, de las ONG y la interven-


ción del Municipio de Medellín como ente estatal, han contribuido a me-
jorar las condiciones de vida de esta comuna. Sin embargo, “pagar la deuda
histórica” que tienen la ciudad y el país con esta población requiere de un
permanente trabajo conjunto del Estado, la empresa privada y la misma
comunidad. Como dicen algunos pobladores: los problemas de la comuna
no se resuelven con acciones puntuales ni con paliativos; se requieren
acciones integrales, cambios que modifiquen las condiciones estructurales
que han generado esa situación, que es el producto de la inequidad y de la
exclusión durante varias décadas.

Estado actual del conflicto


A pesar de las operaciones militares del Estado, de las promesas de em-
pleo y seguridad en la zona, el conflicto armado continúa y las acciones a

96 Sergio Fajardo Valderrama, Plan de desarrollo 2004-2007. Informe final de gestión, Medellín, Alcaldía
de Medellín, p. 17.

61
dinámicas de guerra y construcción de paz

favor de la guerra o de resistencia de los pobladores como una manera de


sobrevivir o de propugnar por una paz, no sólo como ausencia de guerra,
sino también como el logro de una justicia social, se hacen presentes en
una población que se constituye en objeto y sujeto del conflicto. Puede
decirse, entonces, que la población ha vivido cambios en la intensidad del
miedo, pero éste siempre ha estado presente como una experiencia que
en todos los casos limita la libertad, fractura las confianzas, afecta el tejido
social y coarta la creatividad.
El conflicto se mantiene, aun cuando han cambiado las formas utilizadas
para enfrenar a los supuestos enemigos y se presenta la transferencia para la
prestación de sus servicios de unos grupos armados a otros:
En términos de un joven de la comuna 13, occidente de la ciudad, “la guerra
ahora es a cuchillo”. Allí cuentan que muchos de los que eran milicianos del
ELN y algunos de los CAP están trabajando ahora para las AUC.
“Ellos están señalando a sus antiguos compañeros y de esa manera ascienden
en las AUC. Más de uno ha caído en esa manía de dar dedo. ‘Vos sos de la
guerrilla’ dicen y de inmediato los paras le ofrecen trabajar con ellos o morirse
en ese momentico. Otros, se pasaron antes de que los amenazaran y nada más lo
hicieron por el billete”.
La denuncia, hecha por un muchacho de 17 años, del barrio 20 de Julio, no ha
sido corroborada por las autoridades como tampoco la cadena de muertes que se
registran en los límites entre las comunas 7 y 13, occidente de la ciudad.
Muchas de ellas son cometidas con armas blancas. Varias madres denunciaron
que sus hijos están desaparecidos y temen que estén muertos. “En la manga de
La Loma entierran la gente y después le echan cemento”, explica una mujer.
[…]
Para el comandante de la Policía Metropolitana de Medellín, general Leonardo
Gallego Castrillón, es claro que los ilegales, tanto de AUC como de los CAP,
FARC y el ELN continúan la disputa por el control de la zona limítrofe entre las
comunas 7 y 13. Pero advierte que “no ha tenido conocimiento de las denuncias
de la comunidad sobre las muertes en el sector”.97
La noticia en la prensa informa sobre la manera como unos/as jóvenes
pasan de un grupo armado a otro, lo cual es confirmado por algunos habi-
tantes de la comunidad. Esta situación está dando cuenta cómo en algunos

97 Elizabeth Yarce, “La nueva fase de la guerra urbana”, p. 6 B, El Colombiano, [en línea], 30 de marzo
de 2003, disponible en: http://www.elcolombiano.com/historicod/200303/20030330/nrn001.htm,
consulta: 13 de marzo de 2007.

62
Contexto socio-económico y político de la Comuna 13

de estos/as jóvenes, y aun en las mismas organizaciones, se ha perdido el


sentido político de la lucha, para ser remplazado por uno económico.
En agosto de 2003, el mismo periódico local llama la atención sobre las
desapariciones de pobladores, cuya responsabilidad es atribuida a las AUC.
Los organismos de derechos humanos señalan que, pese a la presencia
del Ejército y la Policía, continúan las desapariciones y solicitaron protec-
ción para la comunidad ante esta práctica cometida por comandos armados.
Tanto en Santa Bárbara como en la Comuna 13 se sindica a las AUC de ser
responsables de sacar a sus víctimas de las casas, pararlas en un retén en la
calle o no permitirles el regreso a casa.98
A lo anterior se suman hechos como el ocurrido el 23 de agosto de 2006,
cuando fue asesinado Haider Ramírez, líder histórico comunitario, presi-
dente de Asocomunal, con buenas posibilidades de proyectarse como adalid
político de la comuna y de Medellín. Es un homicidio que, como tantos
otros en la ciudad, aún sigue impune, situación que los pobladores toman
como indicador de que la tranquilidad en la comuna aún no ha logrado
imponerse y que subsisten factores de riesgo que justifican el temor de sus
habitantes a que se repitan situaciones de violencia.
Después de las Operaciones Mariscal y Orión, mediante las cuales las
fuerzas armadas dieron muerte y encarcelaron a un número significativo
de habitantes de la comunidad, se bajó la intensidad del conflicto y en los
barrios más afectados sus pobladores trataron de continuar con su vida
cotidiana, algunos con la esperanza de que las promesas del Gobierno local
fueran efectivas y se diera la anhelada inversión social.
En la medida en que se avance en la lectura de esta investigación, se descu-
brirán las distintas iniciativas y acciones colectivas desarrolladas por diversas
organizaciones comunitarias de esta comuna, siempre como respuesta al
conflicto armado que allí se desató —teniendo como origen los sucesos
arriba descritos— y también como parte de las actividades desplegadas en
el período denominado en esta investigación como el “Post-Orión”.

Comentarios finales
El conflicto político armado urbano, en la medida en que la mayor parte de
los enfrentamientos entre los grupos armados se da en los barrios populares

98 Ibíd.

63
dinámicas de guerra y construcción de paz

ubicados en la periferia de la ciudad, ha llevado a una visibilización de los


pobres urbanos, de los “habitantes de las laderas”, asociados a la miseria, a la
catástrofe natural y a la violencia, consolidando así el prejuicio según el cual
existen grupos humanos en los cuales la miseria, la agresividad y la ignorancia
están simultáneamente presentes y hasta hacen parte de su esencia.
Estos fenómenos de estigmatización y exclusión son analizados por el
antropólogo español Manuel Delgado, quien, a propósito del problema de la
inmigración y de la manera discriminatoria como es percibido el inmigrante
en Europa, muestra cómo unos seres humanos son segregados, discriminados
o marginados por otros, a partir de la convicción de que existe una comuni-
dad intrínsecamente indeseable y merecedora de descalificación, pero no en
virtud de lo que hace, sino en función de lo que es o se consideran que es.99
Estas prácticas de exclusión también se vieron en Medellín, en décadas
pasadas. La Comuna Nororiental, por ejemplo, empezó a existir como
sinónimo de narcotráfico y sicariato y, en consecuencia, sus residentes se
vieron forzados a ocultar su verdadero domicilio si aspiraban a una ubi-
cación laboral o reconocimiento cultural. En la ciudad, y también desde
otros lugares de Colombia, es frecuente en la gente el uso del término
“comuna” para referirse a marginación y peligrosidad, desconociendo que
este nombre corresponde a una forma de subdivisión administrativa de
toda la ciudad. Con estos antecedentes, en medio de combates y a lo largo
de un año, surge la Comuna 13, con un despliegue periodístico centrado
en el dolor de las víctimas y el accionar de los guerreros.
Los medios de comunicación y la opinión en general, con las debidas
y destacadas excepciones, asocian y hacen visible a la Comuna 13 con un
conflicto armado descontextualizado temporal y socialmente. Esta construc-
ción y los prejuicios arraigados prefiguran dificultades para el acceso de estos
pobladores a bienes, servicios, reconocimiento y ejercicio de sus derechos.

99 Manuel Delgado, “La ciudad anterior. Mito, memoria e inmigración”, en: Corporación Región,
Memoria y ciudad, Medellín, Corporación Región, 1997, p. 36.

64
2
Dinámicas del conflicto
Narrativas explicativas

En este capítulo se analizan los antecedentes del conflicto armado en la


Comuna 13, que se remontan a finales de la década del setenta. Luego, se
trata el tema de la percepción de los pobladores acerca del desarrollo del
conflicto violento en los barrios de la comuna, a partir de las narrativas
sobre lo ocurrido durante las cuatro fases en que éste se desenvolvió en el
período comprendido entre 1978 y 2006, y algunas de sus expectativas con
respecto a lo que puede suceder en el futuro.
En estas fases se revisan los elementos constitutivos de los conflictos,
es decir: actores, intereses, escenarios, relaciones de poder, confrontación
o lucha, e intensidad de las confrontaciones. Tal y como se deja expuesto
en la introducción, las fechas establecidas para las fases son aproximadas, en
consideración a que el proceso de inserción de los grupos armados en los
barrios no se dio en forma simultánea.

Antecedentes del conflicto


Al finalizar el siglo xx, Colombia continuaba conmocionada por un ya his-
tórico conflicto armado. Los grupos paramilitares se habían extendido por
toda la geografía nacional, consolidándose en una estructura organizativa
bajo el nombre de Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Por otra parte,
las fuerzas insurgentes no cesaban en su accionar en campos y poblaciones
pequeñas. Durante la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002), se

67
dinámicas de guerra y construcción de paz

acordó una zona de distensión entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias


de Colombia (FARC) y el Gobierno nacional, con el fin de iniciar unos
diálogos en la perspectiva de la búsqueda de lograr el fin de la guerra.
La creación de una zona reservada para las FARC, ubicada en la región de
El Caguán, sin presencia de las fuerzas armadas estatales y, por lo mismo,
denominada zona de despeje, recibió muchas críticas, especialmente porque
se hizo aplicando el modelo de “dialogar en medio de la guerra”. Esto quie-
re decir que la existencia de esa zona de distensión militar no implicaba un
cese al fuego por parte de los contendientes (Estado y FARC), lo cual trajo
varias consecuencias: por una parte, el recrudecimiento del accionar guerrille-
ro, en su afán de demostrar fuerza ante la sociedad y, por otra, la inconformidad
de muchos sectores, en particular los más conservadores, quienes calificaban
esos diálogos como demostración de debilidad por parte del Gobierno, la cual
estaba siendo aprovechada de manera oportunista por las FARC.
El establecimiento de la zona de despeje sirvió de pretexto para acelerar
las incursiones y los golpes de las fuerzas paramilitares, con el argumento
de que era necesario realizar acciones contra las FARC y demás grupos
subversivos, para evitar la expansión de esas fuerzas insurgentes. Así fue
como el país sufrió oleadas de atentados contra líderes y lideresas sociales y
políticos/as de oposición, y masacres a lo largo y ancho del país, en campos
y ciudades, con el apoyo de algunos/as propietarios/as rurales y de algunos
sectores políticos, que veían peligrar sus antiguos privilegios y quienes
consideraban que Colombia vivía una caótica situación, por culpa de la
insurgencia y de la política “blanda” del gobierno de Pastrana.
En medio de ese tenso clima, tanto los paramilitares como las FARC
coincidían en su estrategia militar de “llevar la guerra a las ciudades”. Debido
a esto, entre los años 2000 y 2002, periodistas y analistas del conflicto colom-
biano llamaron la atención acerca de lo que denominaron la “urbanización
del conflicto”, para referirse al incremento de la guerra en las ciudades, como
consecuencia de la orden impartida desde las cúpulas de las FARC y los
paramilitares, respectivamente; en el mismo sentido se pronunció el que en
ese entonces era alcalde de Medellín.1
1 En varias oportunidades, el alcalde Luis Pérez Gutiérrez (2001-2003) declaró a los medios que
la grave situación de violencia en los barrios de Medellín y particularmente en la Comuna 13, se
debía a la orden de “urbanizar el conflicto”, impartida desde el monte por Jorge Suárez Briceño
(Mono Jojoy), comandante de las FARC, y por Carlos Castaño, líder de las AUC. Véase, al respecto,
Juan Diego Restrepo, “Alcaldía busca pacificar la ciudad”, El Colombiano, [en línea], disponible en:
http://www.elcolombiano.com/proyectos/serieselcolombiano/textos/conflicto_urbano/mayo27/
ciudad.htm, consulta: 22 de mayo de 2005.

68
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

El contexto nacional de confrontaciones bélicas tuvo profunda influencia


en el comportamiento de los actores armados locales, que desde hacía
varios años estaban presentes en la Comuna 13, y que tomaron a estas
comunidades como escenario de sus acciones militares, lo que convirtió
ese territorio en un escenario de guerra, según lo registrado en los medios
de comunicación y en los relatos de las personas entrevistadas.2
Desde los inicios de la conformación de los barrios de esta comuna y du-
rante la mayor parte del tiempo, y pese a la notoria situación de violencia que
afectó la convivencia social, el Estado siempre ha sido el “ausente”, según
el calificativo empleado por sus pobladores. Agregan que, con el tiempo,
la Comuna 13 adquirió una singular fama en Medellín y en Colombia, al
calor de los acontecimientos ocurridos en 2002, con las dos operaciones
militares, a las que se les denominó Mariscal y Orión, que sacaron a la
luz pública múltiples situaciones graves que venían ocurriendo allí en los
últimos años, como el control militar de grupos ilegales, secuestros, extor-
siones, homicidios y restricciones a las más elementales libertades indivi-
duales. Estos hechos son comentados ampliamente por quienes consideran
que conservan profundas huellas de la opresión vivida, ocasionada por los
grupos armados ilegales o del accionar de la fuerza pública.

Primera fase: invasión y bandas. 1978-1986


El que los barrios epicentro del conflicto se conformaran mediante invasio-
nes masivas de tierra, representa un verdadero hito en la historia individual y
colectiva de sus pobladores; además, es un antecedente del conflicto violento.
Las personas entrevistadas, a pesar de expresar diversas versiones y niveles
explicativos, coinciden en que el conflicto en la comuna se remonta a tres dé-
cadas atrás (desde 1978), cuando ocurrieron las invasiones que dieron origen
a los barrios, y se presentó el fenómeno de la delincuencia, sin que hubiese
una presencia estatal que interviniese en la atención a este problema.
En la narrativa socio-política, los líderes y las lideresas recuerdan los mo-
mentos fundacionales de sus barrios, señalan el vínculo histórico existente
entre períodos de violencia política rural, la migración forzada del campo a
la ciudad y la participación de los inmigrantes en la configuración urbana.

2 La entrevista grupal de los hombres adultos, así como los jóvenes, las mujeres y el resto de per-
sonas entrevistadas, coinciden en señalar que “lo que vivimos aquí fue una verdadera guerra”.

69
dinámicas de guerra y construcción de paz

Un líder nos dice:


[…] soy enteramente fundador. Allí se han vivido muchas cosas buenas, muchas
etapas tanto en el proceso de desarrollo de los mismos barrios como en el proce-
so del conflicto armado. Esos barrios surgen a mediados de 1979 y digamos que
nacieron ya con factor armado propio, pues como era una invasión tan grande y
de mucha diversidad de personas, inmediatamente se volvió el caldo nutriente
para la delincuencia común.3

La invasión ha sido un referente de confrontación con lo legal y lo ins-


tituido: “Al darse eso como una invasión, […] desde siempre ha habido el
conflicto”.4
Según los relatos, los conflictos vecinales se vieron favorecidos por las for-
mas organizativas precarias que dificultaban la delimitación de linderos,
lo que dejaba la sensación de que unas personas habían tomado más tierra
que otras, y esto, de entrada, generaba malestar y resentimiento entre
vecinos/as.
La discusión con el/la vecino/a por las fronteras divisorias de cada terreno se
quedaba, en unos casos, en el insulto y el escándalo doméstico; pero, en otros,
las diferencias “se arreglaban a machete”.5 A los/as niños/as les tocó “crecer
rodeados de personas que querían manipular, adueñarse y sacar ventaja”.6
Un joven que no vivió los hechos de la invasión, pero que reproduce los
relatos que hacen sus mayores, afirma que:
[…] los campesinos tenían que organizar sus propias discusiones a machete,
porque no había una ley que dijera: “no señor, es que usted tiene la razón,
hágame el favor y entréguele el marrano o devuélvale el pedazo de tierra o este
pedazo de tierra; usted se está apropiando de él”, sino que era con el machete y
seguido con el revólver; entonces, ya como la primera noción de violencia.7

Una joven, en la misma dirección del testimonio anterior, dice: “Los


montañeros se encendían a machete cada ocho días con los negros y éstos
con los de abajo y los de abajo con los monos”,8 no por querer lograr una

3 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.


4 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.
5 Entrevista a profundidad 12, hombre joven, 14 de septiembre de 2005.
6 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.
7 Entrevista a profundidad 12, hombre joven, 14 de septiembre de 2005.
8 Ibíd. Según el sentido empleado por los diferentes entrevistados, la expresión “montañero” es
usada, por lo general, de manera despectiva, para referirse a personas provenientes del campo o a
quienes se les considera ignorantes o desconocedoras de los modales urbanos. El término “negros”
se refiere a personas de piel oscura; según esta cita, los negros vivían en la parte de arriba del barrio.
Por su parte, la expresión “los monos” denota personas de piel blanca que habitaban en el barrio.

70
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

hegemonía sobre el territorio y la imposición de ciertas normas, sino por


pequeñas diferencias vecinales. Son conflictos vecinales que primero “se
resolvían a machete y luego pasan a resolverse a bala”.9
Ese joven piensa que, debido a la invasión, su barrio quedó formado,
en su mayoría, por “montañeros”. Bajo este significante se agrupa a un
conjunto de personas procedente del campo, con diversidad de formas
de vivir, de pensar y de actuar, y de distintos lugares, lo que en ocasiones
genera rivalidades asociadas con las diferencias culturales.10
En el discurso sobre la fundación de los barrios no sólo se halla el invasor
que no genera conflicto porque se conforma con lo necesario; también
está presente un personaje no grato, que se cuela para hacer negocio con
lo que no le pertenece y que, desde el principio, complica el vínculo entre
vecinos/as. No era bien visto que personas o familias llegaran a “coger
grandes lotes, para vender con el tiempo”.11 Quien veía en la invasión “la
oportunidad de hacer negocio”, era considerada como una persona “viva”,
o “una aprovechada”.12
Para una joven entrevistada, es muy extraño que cierta gente se crea dueña
del barrio y de las calles:
[…] en el barrio nada es de nadie, pues uno vive ahí porque en un momento dado
llegó […] Nosotros llegamos prácticamente por casualidad, instalamos nuestra
casita y vivimos una vida normal […] Ni soy dueña de esta calle hasta cierto
lugar, ni de este pedazo de comuna, ni de este sector, menos debo suponer que las
personas deben manejarse a mi antojo y tener una ideología parecida a la mía. […]
Soy sólo dueña de mi casa y mi trabajo, cada persona tiene que ser consciente de
esto, pero lo común es que no se respete lo que cada uno ve y piensa.13

El uso agresivo del machete, importado del campo a la ciudad; el


lanzamiento recíproco de piedras, que era una modalidad de agresión
bastante usual entre los muchachos de los barrios populares de la ciudad
9 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.
10 La invasión, como la que dio lugar a los barrios Las Independencias, Nuevos Conquistadores
y El Salado, configurada por personas de muchos barrios de la ciudad, incluso de diversas
partes del departamento y del país, conformada por excluidos sociales con grandes necesi-
dades producto de su pobreza, sin identidad barrial, en disputa por la subsistencia, en un
escenario de hacinamiento, de privaciones, sin presencia institucional, es “caldo de cultivo”
para el tratamiento violento de los conflictos.
11 Entrevista a profundidad 12, hombre joven, 14 de septiembre de 2005.
12 Aprovechado es un significante que da cuenta de cómo la invasión no se reduce a la satisfacción
de una necesidad apremiante como lo es la vivienda, y se inscribe en el recuerdo como polo de
conflicto.
13 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.

71
dinámicas de guerra y construcción de paz

de Medellín; “los insultos de una esquina a la otra, la revolcada de las mu-


chachas por un tipo, los chismes por doquier”,14 nos dan la pauta de las
modalidades de enfrentamiento que se producían entre los miembros de
la comunidad, antes del ingreso de los grupos armados y del combate por el
dominio del territorio. Vivir en las zonas de invasión de la Comuna 13 era
semejante a “vivir en un pueblo” hecho con ranchos de cartón, un pueblo
en “el que se traen muchas cosas de otras partes y en donde la tolerancia
era más bien reducida”.15
Otro aspecto de la relación del conflicto con la invasión aparece seña-
lado en el juicio según el cual el hecho de que un barrio sea construido
de esta manera, incide para que sus habitantes sean considerados, por los
barrios vecinos, como los “responsables de la inseguridad” y, además, como
“carentes de cultura”, lo cual produce resentimientos y fragmentaciones
entre los habitantes de la misma comuna. Un líder del barrio 20 de Julio
condensa la situación anotada en los siguientes términos:
Nosotros contra ellos [los invasores] no teníamos nada, ni discriminación de
ninguna clase, pero ellos contra nosotros sí. Algunas personas se llegaron a
quejar, diciendo que la llegada de esa gente nos había perjudicado mucho. La
respuesta fue: “Y lo que los vamos a perjudicar, porque mínimo lo que se van
a tener que comer de nosotros es la mierda, porque como no tenemos alcantari-
llado, allá les va a caer la mierda”. Y sí, entonces, en las borrascas, en los inviernos,
como ellos no tenían alcantarillado ni tenían recogidas sus aguas sucias, nos caía
todo acá, excremento y todo nos caía, por todas las calles corría, era la situación
más horrible; afortunadamente ya empezó el Gobierno a trabajar con ellos, se
volvieron gente en medio de su pobreza y sus necesidades, se volvieron gente
muy echados para adelante.16

Además de los conflictos internos derivados de la invasión, afloran pro-


blemas relacionados con la delincuencia común. Según algunos líderes, la
década del ochenta es la de la delincuencia común y el auge del narcotráfico,
resaltando que, desde aquella época, ya se da una presencia indirecta de los
paramilitares a través de “Los Pepes”,17 lo cual llevó al fortalecimiento de
14 Entrevista a profundidad 12, hombre joven, 14 de septiembre de 2005.
15 Ibíd.
16 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.
17 “Los Pepes” (“Perseguidos por Pablo Escobar”) era una banda “parapolicial” vinculada con nar-
cotraficantes de Cali y algunos dicidentes del Cartel de Medellín, quienes estaban agrupados en
el comúnmente denominado Cartel de Cali, y considerados enemigos del Cartel de Medellín,
que asesinaba a policías y a miembros del otro grupo. Esa misma idea la tienen los líderes entre-
vistados. El término “Cartel” de cuenta de una estructura organizativa, planificada, con objetivos
definidos y niveles jerárquicos. En este caso, al servicio del trafico de la droga.

72
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

las bandas delincuenciales, especialmente en los barrios más marginales de


la comuna.
Al referirse a las bandas, afirman que “Dichos grupos armados han tenido
mayor presencia en los barrios El Salado, Nuevos Conquistadores, Las
Independencias, Villa Laura, Belencito y El Corazón”.18
Una joven expresa su versión del conflicto de la siguiente forma:
El conflicto no empezó hace dos o tres años, no fue cuando la Operación
Orión. El conflicto venía desde que yo tengo uso de razón, hace más de die-
ciocho o diecinueve años, y eso empezó por las bandas que se formaron en el
barrio, bandas de jóvenes, pelaos, que no tenían nada que hacer, pelaos sin opor-
tunidades o que sí tenían oportunidades, pero las desaprovecharon y empezaron
a meterse a cosas delincuenciales, en conflictos armados, drogadicción, todo eso,
y empezaron a robar.19

Los testimonios recogidos registran las continuas amenazas para la con-


vivencia, propiciadas por ladrones y delincuentes, que cometían múltiples
acciones contra ellos. Corroboran las dificultades de esa época, insistiendo
en que:
De todas maneras [la situación] no dejaba de ser conflictiva, porque había
bandas. Entonces existía una banda que le decían “Los Magníficos” [que] con-
trolaban todo, robaban en tiendas, el carro de la leche, de la Coca-cola, el taxista,
el busero.20

El siguiente relato ahonda en las explicaciones del conflicto con argu-


mentos políticos, asignando responsabilidad al Estado: “el problema surge
por la carencia de una autoridad estatal capaz de controlar a los causantes
de la zozobra”.21
Algunas personas con liderazgo se quejan del Estado, porque las veces
que pusieron en conocimiento de las autoridades los atropellos de que
eran víctimas por parte de las bandas, la respuesta fue negativa, con el
argumento de que por ser invasores estaban por fuera de la ley. Además,
que al haberse presentado en sus orígenes enfrentamientos con la fuerza
pública, ésta no se sentía obligada a protegerlos.

18 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.


19 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.
20 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.
21 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.

73
dinámicas de guerra y construcción de paz

[…] cuando acudíamos ante la ley, el decir de ellos era que como nosotros éra-
mos unos invasores, entonces, que ellos no tenían porque venir, que teníamos
que pagar las consecuencias.22

Ante la respuesta negativa de las autoridades, la población recurre a las


milicias como otra alternativa de obtener seguridad. Se escuchan expresio-
nes como:
[…] la fuerza pública, también abandonó al barrio; por eso la gente ya no los
llamaba. Había algún lío de familia o de vecinos, y ya no llamaban a la Policía,
sino, “Vamos a llamar a los muchachos [las milicias]”.23

En síntesis, los relatos de los líderes y las lideresas, así como de quienes
se refieren expresamente a los hechos ocurridos durante los primeros años
de fundación de los barrios —finales de la década del setenta y buena parte
de la del ochenta, es decir, durante la primera fase del conflicto— inscriben
su narrativa en explicaciones de orden social y político, señalando fenó-
menos de orden estructural. Responsabilizan de la violencia que azotaba a
sus barrios a la carencia de una autoridad estatal capaz de controlar a los
causantes de la zozobra; registran conflictos intracomunitarios como con-
secuencia del choque de costumbres culturales diversas, en especial con
aquellas familias procedentes de estilo de vida rural; así mismo, explican
cómo, en medio de sus grandes limitaciones económicas, construyen un
orden y una respuesta a sus necesidades, mediante el trabajo comunitario y
la acción colectiva que representa su fuerza y le da legitimidad a sus líderes
y lideresas sociales, pero la población se sentía vulnerable ante las agresiones
de los delincuentes que asaltaban sus viviendas y atropellaban sus vidas.
La dimensión narrativa denominada socio-política señala que, en la me-
dida en que en la invasión participan excluidos sociales en disputa por la
subsistencia y esto se realiza en un escenario de hacinamiento, privacio-
nes y sin presencia institucional, se dan condiciones favorables para la
aparición de expresiones de fuerzas privadas para dirimir los conflictos.
En la otra narrativa, la vivencial, marcada por los testimonios de quienes
rememoran la época del conflicto como llena de dificultades e impotencia
frente a los agresores, los hechos son registrados y recordados con indig-
nación. Los relatos se basan en los sentimientos inmediatos de inseguridad
y desolación, reclamando la presencia de un protector. Al referirse a estos

22 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.


23 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

74
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

hechos, aluden de manera genérica a la no presencia de la fuerza pública.


Una señora dice:
[…] yo desde los nueve años vivo allá; entonces, el barrio era muy calmado y empe-
zaron a formarse banditas; entonces, ya empezaron a robar esas banditas, empezaron
a atracar la gente, a atracar las casas. Entonces, ya llegó ese grupo de milicia, entonces
ellos empezaron a acabar con las bandas.24

Un entrevistado narra la siguiente anécdota:


Cuando en el [barrio El] Socorro comenzaron a robar, había un combo que se
había unido con Pablo Escobar. Andaba en camionetas y al que se manejaba mal,
lo subían a las peñas y allá lo mataban. Había un gordo que apareció por el barrio
y dormía con dos viejas, y un día me mandó a cambiar un dólar, pero nadie me
lo quiso cambiar. Él andaba era con dólares. De pronto llegó la Policía y, él, que
estaba sin camisa, con esa barriga llena de cicatrices, estaba entubado [armado
de revólver] y pidió una camisa. El más guevón se la prestó, y pasaron los tombos
[los policías] y no lo reconocieron. Después se subió a un árbol de mango y los
policías pasaron por debajo y no lo vieron; ¡ese gordo estaba rezado! Él acababa
con todo, mujer que le gustaba era mujer que violaba. Después pasaron los de la
camioneta a buscarlo para matarlo, pero la camioneta que aparecía por un lado y
él que desaparecía por el otro; no lo pudieron cazar y después como vino se fue.
¡Nadie supo nada!25

En las dos narrativas hay coincidencia en que la violencia vivida exasperó


a la comunidad, al punto de que, ante el desamparo de las autoridades
estatales, “se vieron obligados a autoprotegerse”, actuando contra quienes
consideraban ser los delincuentes y los causantes de la inseguridad que
azotaba sus barrios.
La forma utilizada para proveerse la seguridad —según las personas
entrevistadas— fue mediante la conformación de “brigadas de vecinos”,
que se responsabilizaron de la vigilancia en sus barrios y fueron asumien-
do funciones de autoridad, hasta el punto de llegar a aplicar “sanciones”
a quienes encontraban “delinquiendo”, o contra quienes consideraban
sospechosos de ser los responsables de alguna fechoría. Las “sanciones”
consistían en castigos físicos, como golpearlos con elementos contunden-
tes, “darles palo”, obligarlos a “irse del barrio” y hasta la “pena de muerte”.26

24 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.


25 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
26 Entrevista a profundidad 21, hombre líder, 20 de agosto de 2005.

75
dinámicas de guerra y construcción de paz

Esto llevó, a sectores de la comunidad, a abrirle el espacio a las milicias,


dado su ofrecimiento de brindarles seguridad.
Así, antes del establecimiento de lo que se denomina aquí el orden miliciano,
varias modalidades del conflicto se habían prefigurado: la primera es pre-
sentada, por algunas de las personas entrevistadas, asociada con los avatares
de una invasión colectiva, en la que se topan un conjunto de desconocidos
entre sí, ávidos de apropiarse de un terreno para afincar su vivienda. La
segunda implica otra modalidad, propia de la vivencia cotidiana, que se
puede denominar conflicto por las pequeñas diferencias. Este conflicto es asocia-
do, en el recuerdo, con un conjunto de episodios en donde el machete tiene
relevancia agresiva. La tercera modalidad remite al poder de las bandas, y
cómo éstas afectan la seguridad.

Segunda fase: presencia y hegemonía miliciana. 1986-1998


La incursión de las milicias en los barrios no fue simultánea, ni en todos
hubo un hito que definiera ese momento. Acerca del proceso de inserción
miliciana y las razones que llevaron a ello, se encuentran diferencias en las dos
narrativas. En el bloque narrativo más vivencial, el relato se basa en situacio-
nes y experiencias concretas, valorándolas como positivas o negativas, según
la afectación personal, o la escala de valores sociales o religiosos, sin mediar
una reflexión política o una interpretación desde las tácticas y las estrategias
de poder subyacentes en los comportamientos milicianos. Las personas en-
trevistadas describen la incursión miliciana mostrando poco conocimiento o
interés en entrar en detalles sobre diferenciaciones ideológicas u organizati-
vas entre los distintos grupos; tampoco ahondan en la relación con factores
estratégicos de poder, o en calificativos sobre la actuación miliciana.
En el otro bloque narrativo están las explicaciones que se detienen a
señalar situaciones estructurales de orden socio-económico y político, ape-
lando a relacionar, contextualmente, la presencia miliciana en la comuna
con diversas situaciones que se daban en ese entonces en Medellín y en
Colombia. Esta narrativa está muy ligada a argumentos que han sido recu-
rrentes en estudios académicos o en algunos análisis difundidos en medios
de comunicación. A continuación se muestra cómo se expresa cada una de
estas dos narrativas en esta segunda fase del conflicto.
En la narrativa vivencial, el eje dinamizador del conflicto es la seguridad
y el orden, problema recurrente entre las personas entrevistadas cuando se

76
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

refieren al ingreso de las milicias. Una ilustración de esto se encuentra en


los testimonios de algunas mujeres, que reproducen lo que se considera “la
leyenda” acerca de los orígenes y los procedimientos milicianos:
[…] fue un grupo de hombres de la misma comunidad, que empezaron como
a vestirse de negro, a encapucharse y a salir solamente en las noches; […] ya
después fue el destape, pues, que eran las milicias populares, entonces ya se
vieron como en las esquinas.27
[…] Decían que aquí [Nuevos Conquistadores] estaban los milicianos. Uno se
asomaba y los veía: eran encapuchados y armados. A nosotros no nos llegaron a
decir nada, decían que ellos eran los que mandaban, que ellos eran la ley de aquí.
Porque ellos mandaban. La gente también se tenía que encerrar, después de las
diez de la noche no se veían ni un muchacho en la calle.28
Siguiendo la misma narrativa, en algunos testimonios de jóvenes mujeres
se explican las acciones milicianas desde la eficacia inmediata, así: “Vea, por
ejemplo, yo digo, muy bacano eso que hicieron esos manes del mismo ba-
rrio, que limpiaron, pues, de los violadores, ladrones, viciosos”.29 Tal idea,
hasta en familiares de las víctimas de la denominada “limpieza social”,30
parecía tener aceptación:
No sé, pero era como resignación, porque la gente decía: “es que el muchacho
era malo”. Las mamás eran las que… no más escuchaba que hablaban con la
mamá de uno: “no, es que mi muchacho andaba en cosas malas”, y ya.31

El accionar de las milicias era visto como una labor de “limpieza”, con la
cual llegaban a arreglar el barrio. La prueba era que ya no había ladrones,
como asegura una joven: “la opinión de la gente era que todo está muy bien
[...] porque son del barrio y cuidan el barrio, la gente los admira”.32
La inseguridad de los barrios es calificada como “desaseo de la comuni-
dad”, frente a lo cual consideran que la “limpieza del barrio”, ejecutada por
las milicias, es una práctica necesaria y provechosa para los habitantes.

27 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.


28 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.
29 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.
30 La expresión “limpieza social” ha venido siendo usada por medios de comunicación y sectores
de la sociedad, para referirse a la exclusión de personas consideradas indeseables como ladrones,
mendigos, prostitutas y similares. Por ejemplo, en Medellín, a mediados del siglo xx, ante la visita
a la ciudad de algún personaje importante, se encerraba a estas personas; años más tarde se pasó a
eliminarlas físicamente. Según reiteradas denuncias de organizaciones de derechos humanos, en
esas prácticas participan grupos privados, por lo general, con la complacencia o apoyo directo de
miembros de la fuerza pública.
31 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.
32 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.

77
dinámicas de guerra y construcción de paz

Ellos empezaron a eliminar a estas personas que estaban haciéndonos daño en el


barrio. Y nosotros lo veíamos como algo bueno. Pero nunca imaginamos que, en
un futuro, el problema se iba a acrecentar tanto. En un comienzo sí [sirvieron],
porque, qué vamos a decir, el barrio era, entre comillas, pues, “una cochinada”:
eso robaban, violaban a las mujeres que subían tarde, era un problema. En la
casa no se podía tener nada, porque ahí mismo se entraban los ladrones. En ese
aspecto, sí ayudaron mucho las milicias.33

En la narrativa socio-política, los relatos de las personas entrevistadas


confluyen en atribuir la presencia miliciana, en la comuna, no sólo a la vio-
lencia en sus barrios, sino también a la incidencia de los conflictos vividos
en el conjunto de la ciudad y el área metropolitana, inscritos en las agudas
confrontaciones armadas nacionales, protagonizadas por el narcotráfico,
las guerrillas y las fuerzas del Estado. Incluso, resaltan que las zigzagueantes
historias de las organizaciones insurgentes se ven reflejadas también en la
vida de la comuna.
En un intento por establecer cierta cronología de los conflictos armados
y los grupos que los agenciaban, unos líderes ubican en 1986 el año en que
aparecen los “primeros brotes de milicia en la comuna”. Uno de ellos dice:
[…] éstas incursionaron haciendo limpieza, combatiendo los supuestos delin-
cuentes. Recuerdo que, en el barrio Las Independencias, algunos decían que
habían llegado los “sicarios buenos” y eran los milicianos que estaban empezan-
do a hacer limpieza, con el fin de dominar el territorio.34

Otro de los líderes, quien ha estado presente desde los inicios de los
barrios, recuerda que las milicias
[…] surgen más o menos en los años 88, 89 [1988, 1989] […], inclusive, ya ha-
bía algunos indicios de la presencia de grupos de izquierda armada en el sector,
que no se habían hecho muy palpables, porque no habían emprendido la tarea
de posesionarse militar e ideológicamente.35

Otro líder apunta que para la década del noventa era tal la cantidad de
milicianos existente en la Comuna 13, que se podrían calcular en cerca de
20 mil los miembros activos en estos barrios.36
Testimonios diversos indican que en los conflictos de la Comuna 13 se
presenta una lucha territorial, entendida como relaciones de poder bajo

33 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.


34 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.
35 Entrevista a profundidad 21, hombre líder, 24 de agosto de 2005.
36 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005

78
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

un control espacial y poblacional. Aquí la historia de los conflictos de los


barrios habría estado marcada por una sucesión de luchas por alcanzar el
dominio del territorio:
[…] primero se creó un [grupo] que era el que defendía a las personas de los
ladrones, pues a éstos los sacaban del barrio o los identificaban y los amenaza-
ban. Ya después era como por territorio, por quién manejaba más poder entre
la gente […]; entonces, siempre fue uno rodeado de personas que querían
manipular, adueñarse.37

En la narrativa socio-política se encuentra un matiz que valora apropiado


el papel protector de las milicias, al tiempo que cuestiona sus intereses
estratégicos. Por ejemplo, en una entrevista grupal de mujeres jóvenes se
afirma:
Entonces, pienso yo, surgió en la comunidad la necesidad de una protección
al barrio. Hasta ahí yo estoy de acuerdo, hasta ahí. Pero, ya cuando empiezan a
moverse intereses económicos o territoriales, ya eso deja a la comunidad a un
lado y busca es intereses propios, y ahí es donde empiezan los conflictos.38

En la misma articulación narrativa, algunas personas entrevistadas pro-


fundizan sus explicaciones señalando que la Comuna 13 es un corredor
estratégico de mucha importancia para los actores armados, pues desde
allí se puede acceder hacia otros sectores aledaños de la ciudad y del
departamento:
[…] si nos tiramos por acá por San Cristóbal, vamos a coger todo el occidente,
y te tiran por el occidente; y si nos tiramos por acá por Belencito, vamos a coger
todo lo que es Belén, y nos vamos a coger todo lo que es Piedras Blancas;39
entonces, mira que eso se venían y se encontraban todos en un solo sitio, por
Belencito o por La Loma, eso era un territorio grande de ganar, lo mismo que
por acá; territorios que si usted estaba acá, en cinco o diez minuticos estaba en
La América, y ya estaba evadido.40

En esta visión explicativa encajan los testimonios que declaran que el


respaldo dado por los pobladores a los actores armados, su aparente legiti-
midad en la comuna, estaba asociada a la disputa territorial con el Estado,

37 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.


38 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.
39 Esta señalización del entrevistado es inexacta geográficamente, pues el sector “Piedras Blancas”
mencionado realmente está ubicado en la dirección opuesta a la Comuna 13, es decir, en el
oriente de la ciudad.
40 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.

79
dinámicas de guerra y construcción de paz

y al hecho de que, durante algunos años, bajo las milicias se establecieron


ciertas reglas o normas de convivencia que permitían habitar el territorio
creado y recreado por la comunidad.
En la lógica de la narrativa socio-política, algunos relatos registran la
existencia de las milicias como resultado de la falta de presencia estatal y
también interpretan el comportamiento de éstas durante el conflicto. Un
entrevistado recuerda:
[…] la gente se empezó a preguntar: “Cómo es que nos matan los jóvenes,
esta gente está cometiendo errores”; pero nos preguntamos: ¿dónde está la Policía,
dónde está el Estado?41

En la misma perspectiva, otros ahondan sus explicaciones así:


Desafortunadamente hay que decirlo, ausencia total del Estado, y cuando hay
ausencia total del Estado hay otras fuerzas que llegan y ya ellos entran bajo
una norma que si bien no es compartida por nadie en la comunidad, ni por
nosotros como líderes comunitarios, de igual manera ellos hicieron parte de una
comunidad, bien o mal, cometiendo errores. Yo siempre decía de que si en ningún
momento nadie se ocupó de esta problemática, dejaron avanzar mucho, hasta
tal punto de que ellos se organizaran, se armaran y lograran, al interior de los
barrios, crear una fuerza distinta a la fuerza pública del Estado.42

La cuestión empezó a tener carácter de conflicto para la comunidad, cuando


aparece la idea de atropello asociada a las milicias. No obstante, algunos con-
sideran que la responsabilidad de esto la tuvo la persecución que sufrieron.
La comunidad apoyaba a los CAP [Comandos Armados del Pueblo] porque
eran muchachos del barrio, no pedían plata, ni vacunaban. Pero cuando se les
calentó la cosa, ya sí pedían apoyo; pero ya después no se sabía quién era quién,
porque llegó gente del monte.43

Otros se detienen a narrar el proceso de lo que llaman su “degradación”:


La gente en general los ve bien, pero a medida que van avanzando, se va degra-
dando el sistema que ellos tienen organizado. Empiezan a tener persecución por
parte de las fuerzas del Estado y a partir de este momento es cuando se empieza
a degradar la situación en el barrio […]. En general, beneficiaban a la comuni-
dad, pero no eran bien vistos por las fuerzas del Gobierno. Luego, cuando el
Gobierno empieza a atacarlos, hay un fortalecimiento y vienen a reforzar los

41 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005, resaltado nuestro.


42 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005, resaltado nuestro.
43 Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005. “Gente del monte” es la forma empleada
por los pobladores para referirse a los combatientes ilegales provenientes de las zonas rurales.

80
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

CAP, gente del ELN [Ejército de Liberación Nacional] y gente de las FARC.
Empieza el conflicto como tal. Entonces, ¿qué empiezan a hacer? Todos bus-
can como la manera de solventar la guerra, de mantener la guerra; entonces, es
donde empieza el secuestro, empieza la extorsión, empieza el boleteo, y empieza
lo más crudo, lo más crudo del conflicto.44

Durante esta fase, el conflicto recorre los siguientes enfrentamientos: de


las milicias contra las bandas, hasta la derrota de buena parte de éstas; luego,
se dieron algunas escaramuzas con la fuerza pública, e incluso entre diver-
sas agrupaciones milicianas entre sí; y en la siguiente fase se presentarán las
confrontaciones con los paramilitares y la fuerza pública.

Apoyo a la invasión: una estrategia de control territorial


Los relatos de las personas entrevistadas destacan diversas acciones de las
milicias al establecer su presencia en los barrios de la Comuna 13. Una
de ellas es el poblamiento de los barrios, mediante el apoyo a familias ne-
cesitadas, o las que llegan por razones del desplazamiento forzado: “[Las
milicias] les da un lotecito a esa gente”.45
Encontramos familias que fueron doble y triplemente desplazadas; por ejem-
plo, familias que se vinieron de Santo Domingo, huyéndole a la violencia.
Encontramos gente del Urabá, encontramos gente del Chocó que se vino des-
plazada por la violencia acá o llegaron a otros pueblos antes de llegar a Medellín;
igual acá tuvieron que [...] irse desplazados. Que esa fue la gente desplazada que
hubo, porque llegaron fue a ranchos.46

Frente al apoyo de las milicias a las invasiones, los testimonios develan las
dos diferentes narrativas: en la vivencial, los habitantes se detienen a expresar
sus sentimientos de aprobación y admiración porque fueron beneficiarios
de éstas; por ejemplo, algunos recuerdan la oferta de vivienda a familias
carentes de ella como algo muy positivo; describen con detalles las acciones
de poblamiento o repoblamiento de los barrios, realizadas con la ayuda de
este actor armado. También en esta narrativa se expresa el sentimiento
de rechazo, porque hoy evidencian las consecuencias nocivas de haber
sido apoyados por las milicias o estigmatizados por su presencia. Valoran
negativamente el desalojo de que fueron objeto posteriormente, por presión
de los paramilitares o refieren que, desesperados por el horror de la guerra,

44 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.


45 Entrevista a profundidad 27, hombre desplazado, 15 de febrero de 2006.
46 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

81
dinámicas de guerra y construcción de paz

quisieron huir del barrio, pero no pudieron hacerlo, porque las milicias
que tenían el control militar del mismo se lo impidieron, aplicándoles el
emplazamiento.
Es por eso que cuando cambia de “administración”, por decir, políticamente,
frente al otro grupo, hay una fuerte retaliación contra la gente de este sector. Por
lo mismo, ellos no saben que unos adquirieron y que a otros les donaron; ellos
no saben eso. Ellos los ven como colaboradores del grupo inmediato. Entonces,
comienza la quema de las casas, y mire que, después que pasa el conflicto, no
todos pueden regresar.47

En la segunda narrativa, la socio-política, los mismos fenómenos de


poblamiento de barrios, desplazamiento o emplazamiento, además de ser
descritos, intentan ser explicados como comportamientos inscritos en las
estrategias de guerra desplegadas por las milicias para asegurarse el control
del territorio y el dominio de la población. Con su análisis, las personas
entrevistadas afirman develar las verdaderas intenciones detrás de esas
acciones aparentemente humanitarias. En esa dirección, los testimonios
registran que el poblamiento de algunos sectores —incluso desde los pri-
meros momentos— se dio acompañado por actores armados, al igual que
el posterior desplazamiento y el repoblamiento de los territorios realizados
por el nuevo actor, así como el emplazamiento forzado, ya sea colectivo o
individual. En tal sentido se afirma que el acoger a los/as desplazados/as era
una estrategia de los grupos armados para ganar respaldo a sus acciones;
pero, una vez derrotados sus protectores, los protegidos sufren la misma
suerte de aquellos/as.
El emplazamiento que las narraciones develan consistió en el uso de la
coerción para que las personas no abandonaran sus viviendas, para evitar que,
debido a la cantidad de desplazamientos, los barrios se convirtieran en “te-
rritorios fantasmas”, pues según las personas entrevistadas, al quedarse solos
los actores de la guerra, ello los hacia más vulnerables en las confrontaciones
bélicas. Por eso, un entrevistado recuerda que: “surgió una consigna: quien
se vaya del barrio, es definitivo”.48 En los relatos se cuenta que las amenazas
directas a los habitantes del sector no siempre implicaban el desplazamiento
de las familias, sino sólo de alguno de sus miembros.

47 Ibíd.
48 Ibíd.

82
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

Tercera fase: disputas por el control territorial y “guerra


total”. 1999-2002
Tres aspectos coinciden para que el conflicto se intensifique en lo que
constituye la tercera fase: 1) el incremento de la incursión paramilitar;
2) las acciones defensivas de las milicias, y 3) la decisión del Ejército y la
Policía de “entrar para quedarse”, cuestión que llevó a reiterados operati-
vos militares con el objetivo de ponerle fin a la hegemonía miliciana.

El incremento de la incursión paramilitar


Los extensos relatos sobre las confrontaciones armadas entre las milicias
con los paramilitares y el Ejército, así como los impactos emocionales que
la violencia les produjo a los habitantes, permiten comprender cómo el
conflicto llegó a altos niveles de intensidad, hasta definirlo como “guerra”:
Vivo aquí hace por ahí unos veintidós años y esto empezó hace por ahí hace doce
o trece años. Pero la guerra grande comenzó hace unos tres años, cuando empe-
zaron los paracos [paramilitares] a meterse, y fue la guerra total. Esto a lo último
se volvió que uno no podía ni trabajar, llegaban las tres de la mañana y sacaba
uno el teléfono: “Oiga, patrón, yo no puedo ir”. Es que a esta hora usted estaba
mejor dicho […] esto empezaba desde las dos de la tarde, taque-taque,49 de aquí
del Morro, y empezaba esta gente de aquí para allá, y a esta hora todo el mundo
encerrado, bombillos apagados y uno tirado en el piso. […]. Eso fue una guerra
que no compró el pueblo y que esta gente nos dejó. Afortunadamente se acabó
esta guerra.50

Una mujer hace una descripción detallada de la incursión de los parami-


litares a su barrio y las consiguientes amenazas, confrontaciones armadas y
desplazamientos producidos:
El sábado 29 de junio empezó el tiroteo a las ocho de la noche. Encima de mi
casa había un baile, la gente, pues, con su bulla, no escuchaba y nosotros sí escu-
chábamos los tiros. Venían de la parte de arriba del Morro y llegó un momento
en que el vecino le dio por salir, cuando sintió fue el tiro que le dio. ¡Ay! Yo les
dije a las hijas mías: “Bueno, como hoy va a ser una noche de tiros, entonces nos
vamos a reunir todos en una pieza a dormir ahí”, o a arrinconarnos al menos,
que quién duerme con esa bulla. Se oían disparos de varios calibres, altos y bajos.
Y entonces, bueno, las ocho, nueve de la noche, a las diez, el apagón. Todo el

49 Onomatopeya del sonido de las balas.


50 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.

83
dinámicas de guerra y construcción de paz

barrio quedó a oscuras y ese candeleo,51 y empezaron las amenazas; los unos le
gritaban a los otros y se disparaban […].
Esa vez que los paracos llegaron, esa vez sí fue el candeleo más espantoso; gritaban
muchas cosas. Uno de mero susto ni escuchaba bien, pero lo que alcancé a oír
fue eso: que se vendían por una libra de arroz, que saquen los trapos blancos
que con eso iban a ganar mucho, y eso respondían a punta de candela [disparos]
y con insultos. Eso llegaban las once y doce de la noche y no paraba el tiroteo, y
la gente gritando. ¿Sabe por qué estaban gritando? Porque empezaron a quemar
los ranchos que habían en el sector de arriba. De milagro estoy viva.
[…]. El tiroteo paró a las cinco de la mañana, ya no se oía bulla, no se oía nada.
Todo el mundo empezó a salir, cuando una gente por allá arriba estaba llorando y
gritando: “¡Mataron al hermano de...!”. Entonces, mi esposo, como quería tanto
a ese pelao, lo cogió, ya muerto lo cargó y se lo llevó pa’l centro de salud, porque
la Fiscalía ni nadie podía subir pa’llá. Entonces, cada muerto a la gente misma le
tocaba llevarlo, porque por allá nadie podía subir que fuera del Gobierno, ¡nadie!
Cuando, en una de las casas había un grafiti grande: “Les damos veinticuatro horas
para que desalojen todos”, ¡ay, todos! Nosotros no sabíamos qué hacer […].52

Los testimonios coinciden en afirmar que los paramilitares tenían la in-


tención de “acabar” con las milicias, porque agredieron la comunidad, pues
consideraban que respaldaban a los milicianos, y por las balaceras que se
presentaban a cualquier hora del día. Esas circunstancias, en la percepción
de los habitantes, fueron el comienzo de un prolongado estado de zozobra,
terror e inseguridad.
La intensificación del conflicto armado con la presencia paramilitar es
relatada por las personas entrevistadas con gran sentimiento de dolor,
por el sufrimiento que vivieron, por las pérdidas materiales y humanas, y por
las reiteradas humillaciones de que fueron objeto. Refiriéndose a esa época,
un hombre dice:
Cuando eso ya había el rumor que se iban a entrar los paramilitares.53 Cuando entra-
ron los paras, ya esto fue terrible, con decirle que uno tenía que dormir en el suelo,
tenía que bajar el colchón o hacer un cambuche.54 No podías dormir en tu cama. Le
cuento que por aquí había gente que regalaba las casas, se la daba a alguien y le decía:
“quédate en esa casa y me pagas los servicios; algún día yo regreso”.55

51 Candeleo: se refiere a los repetidos disparos de armas de fuego.


52 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto y 1.º de septiembre de 2005.
53 Entrar: se refiere a la incursión de los paramilitares en los barrios de la Comuna 13.
54 Cambuche: lugar provisional de habitación o escondidijo.
55 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.

84
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

Según la narrativa socio-política, en palabras de los líderes y las lideresas,


existe una relación directa entre la presencia de los grupos paramilitares
en la comuna y el narcotráfico. Desde comienzos de la década del no-
venta puede hablarse de presencia paramilitar en la comuna, en la figura
de la organización paramilitar “Los Pepes”. Se dice que no desarrollaban
actividades dentro de la comuna, porque había un acuerdo tácito con los
milicianos de no molestarse mutuamente y a los narcos les interesaba sólo
visitar a sus familiares. Sin embargo, ocurrió un hecho que se inscribió en
el discurso como “detonante”, pues se dice que llevó a una abierta inter-
vención paramilitar. Son concordantes los testimonios que señalan que el
conflicto entre milicias y paramilitares tuvo como detonante la agresión
que aquéllas les hicieron a integrantes del Cartel de Cali:
[…] antes de iniciarse, pues, el proceso de avanzada aquí del paramilitarismo,
estos muchachos del ELN hicieron un atentado a uno de los integrantes del
Cartel de Cali que hacía presencia acá, y ése fue el detonante para que se acelera-
ra el proceso de presencia del paramilitarismo acá. Como ese atentado fue fallido
y de inmediato ese muchacho y ese grupo reaccionaron, establecieron contactos
con las AUC e iniciaron todo el proceso de avanzada hacia acá, hacia la comuna,
y se inició aquí, en Belencito Corazón. Aquí fue donde arrancó todo.56

Independiente del peso real del detonante señalado, son reiterados los
comentarios, en la población, acerca de que la zona era una buena plaza
para el tráfico ilícito de drogas, y que un reducto de narcotraficantes había
logrado establecer allí su negocio, brindándoles “trabajo” a jóvenes del
sector carentes de opciones laborales y de recursos económicos.
Según los relatos, la presencia de esta mafia fue lo que ocasionó las con-
frontaciones con las milicias, quienes se creían los “dueños del barrio” y
consideraban que nadie podía montar un negocio ilícito, sin contar con
ellas. La versión de un líder comunal precisa los detalles:
[…] sicarios del Cartel de Cali que estaban “calientes” con el Cartel de Cali, se
volvieron para acá y montaron su negocio. Armaron una cantidad de pelaos y los
pusieron a trabajar. Las milicias querían parte del pastel también; no se les dio;
entonces, ya hubo un enfrentamiento grande. Todos los días se bajaba gente,
se montaba un miliciano y bajaba gente del bus, o se montaba uno del Cartel y
bajaba gente del bus y los mataban ahí, o los mataban dentro del bus.57

56 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005. Esta situación también fue
descrita en la entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.
57 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.

85
dinámicas de guerra y construcción de paz

Sobre otros motivos que llevaron a la masiva presencia paramilitar en la


comuna, los dirigentes coinciden en resaltar la importancia económica y
militar del sector para los proyectos de las distintas organizaciones armadas,
además de su ubicación geoestratégica, como ya se señaló, lo que facilitaba
utilizarlo como corredor entre la parte urbana y las zonas rurales.
En esta misma línea narrativa, al referirse a los paramilitares, las perso-
nas entrevistadas58 dicen entender que sus objetivos estaban asociados a
su interés de configurar, en la comuna, un dominio territorial, con el fin
de extraer recursos de la misma comunidad, exigiendo contribuciones de
diversa clase, y así apoderarse de los expendios de droga y controlarlos.
Por otra parte, en la narrativa vivencial, construida desde las emociones
e intereses más inmediatos, se encontraron dos posturas frente a los para-
militares: unas de rechazo y otras de aceptación; en ambos casos, a veces
es explícita y en otras predomina el silencio. Quienes evitan hablar sobre
ellos, lo hacen por el temor que aún les infunde este grupo ilegal, lo cual es
entendible, dado que en el momento de realizar las entrevistas advierten la
presencia de éstos en sus barrios:
[…] sinceramente, yo en este momento no sé si están o no, porque no se dejan ver
[…], hay personas que saben de ellos, yo no. Yo como no mantengo problemas
con nadie, yo llego del trabajo a mi casa y me encierro todo el día a ver televi-
sión, así se me pongan los ojos cuadrados; pero no me la paso metida por ahí en
problemas.59

Entre los que se refieren positivamente a los paramilitares hay desde


quienes señalan arbitrariedades de su parte, pero las minimizan al resaltar
la necesidad de su presencia para contrarrestar el gran poder de las mili-
cias, hasta personas entrevistadas que no ocultan su simpatía hacia ellos,
al sugerir que representan a los nuevos protectores del barrio:
Muchos dueños de carros, cansados que un carro ya no daba porque había que pagar
una cantidad de plata impresionante [por “vacunas”], muchos decían: “Yo saco diez
millones de pesos y les doy a esos paracos para que vengan a acabar con esto”.60

En la narrativa vivencial, la versión sobre la incursión paramilitar ya no


habla del vínculo de este grupo con el narcotráfico, sino del impacto que
causó la guerra desatada, y pone en circulación comentarios, que si bien

58 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.


59 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.
60 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.

86
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

podrían tener sólo el valor de un rumor, de todas maneras se trata de algo


que debe escucharse, porque suele anticipar hechos que la mayoría de las
veces efectivamente ocurren. Con respecto al rumor que guarda un grano
de verdad, una entrevistada dice:
Días antes de llegar los paracos había un rumor, que les habían mandado un
mensaje a los milicianos: “Habrá un sábado negro y un domingo de lagrimas”.
No dijeron qué día. Vea, toda la comunidad se hacía esa misma pregunta cada
vez que llegaba un sábado: ¿será este sábado? … y yo, ¡Dios mío bendito: que se
cumpla tu voluntad! Cuando sí, ese sábado 29 de junio empezó el tiroteo entre
las ocho de la noche […].61

Milicias a la defensiva
Sobre la presencia paramilitar en la zona, los y las dirigentes entrevistados/
as concuerdan al decir que ellos/as temían que, tarde o temprano, los paras
llegarían a la Comuna 13, dado que en Colombia había un ambiente de
expansión de las fuerzas paramilitares. Los diversos testimonios evidencian
que, ante la inminente llegada de éstas, los grupos de milicias se unen por
diferentes puntos estratégicos de la comuna. Al establecer un enemigo
externo, cesa el enfrentamiento entre los grupos de milicias y hacen un
frente común para combatir al nuevo enemigo que quiere apropiarse del
territorio ya conquistado. Este cambio en la situación configura un esce-
nario de guerra y cruda violencia, caracterizado por las estrategias militares
empleadas por los actores presentes en el sector:
[…] Los paramilitares dentran atropellando a los grupos armados, los CAP,
los Elenos [ELN] y las FARC, que comienzan a peliar con los paramilitares.
Primero entran por los lados de La Loma parte alta y por El Seis […]; entonces
ya se cogen ellos —los paramilitares— ese terreno. Entonces ya comienzan los
CAP, los Elenos y las FARC a atacar al Seis con bombas. Entonces, ya de ahí,
los paramilitares ya comienzan a apoderarse del Cinco.62

Durante el régimen miliciano, la presencia de la autoridad estatal se hacía


evidente mediante esporádicas incursiones de la Policía en el sector, la cual
era repelida por los milicianos. Esta situación tiene un importante cambio
a partir del año 2000, en el que la fuerza pública empezó a actuar más

61 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 1.º de septiembre de 2005.


62 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005. “El Seis” y “El Cinco” son nombres de
lugares del barrio, denominados así en memoria del número de personas asesinadas en cada uno
de estos sitios, en años anteriores.

87
dinámicas de guerra y construcción de paz

contundentemente contra las milicias. Una señora, que vive allí desde la
fundación de los barrios, dice:
[Los milicianos] eran los que mandaban en el barrio, ellos eran la ley del barrio.
La gente no soportaba eso, porque llegaba la ley y empezaban a darse bala con
ellos. Entonces, ya que las autodefensas, la guerrilla, que ya pandillas en la
Terminal [de transporte]. Mejor dicho, en ese barrio hubo de todo, no se sabía
quién era quién.63

Otro testimonio no se conforma con narrar lo que le sucede a la gente


cuando se agudiza el conflicto, sino que intenta explicar porqué se da esa
intensificación:
A partir del 2000 empieza el Estado [...] a hacer más presencia. Pero era una
presencia de opresión. Venían con políticas de choque: “como ésta es una ‘co-
munidad guerrillera’, vamos a sacar a ese montón de guerrilleros”. Aquí jamás se
miró que hubiera líderes ni organizaciones comunitarias, […] sino guerrilleros.
Dado que venían y atropellaban a todo el mundo, nadie iba a tener la predispo-
sición a colaborarle a las fuerzas del Estado. ¡Si uno sabe que lo van es a sentir
ultrajado!, nadie iba a ir para ser aporriao, nadie, nadie lo hace.64

Para los líderes y las lideresas, es debido a la inminente llegada de las


fuerzas paramilitares a la comuna, que los grupos de milicias se unen.
Una síntesis de la imagen que tienen los habitantes sobre la cronología del
conflicto y del proceso de incursión de nuevos actores armados enfrentados
a otros en la comuna, fue expuesta por algunos de los líderes participantes
en una entrevista grupal, quienes, además, precisan el modus operandi de las
confrontaciones:
Dicha hibridación de los tres grupos milicianos que tenían presencia en la co-
muna, la aprovecharon los grupos de ultraderecha, incursionando así, en el 98
[1998], nuevamente los paramilitares, recordando que en los ochenta tuvieron
presencia con la banda de “Los Pepes”. En el 2000 se dan con menor intensidad
los enfrentamientos, se intensifican en el 2001, y en el 2002 se da la incursión de
la fuerza pública, quien entra a enfrentarse con los grupos de izquierda y los gru-
pos de ultraderecha. Se hacen operaciones conjuntas entre el Ejército, la Policía
y los paramilitares. En cada barrio que había un operativo de la fuerza pública, al
otro día se instalaban los paramilitares. Fue un proceso muy sistemático.65

63 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.


64 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
65 Entrevista grupal 9, líderes adultos, 30 de noviembre de 2006.

88
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

Las batallas decisivas o entrar para quedarse


Si los combates entre los paramilitares y las milicias crearon un ambiente
de guerra, con la Operación Orión, la última de las operaciones de las fuer-
zas armadas del Estado, esta situación fue definida como “guerra total”.
Determinados relatos precisan las diferencias que hubo entre uno y otro
barrio, pero todos concuerdan en que, efectivamente, fue una guerra, así
establezcan matices en los detalles que algunos magnifican o suponen se
dieron de esa manera y que hacen parte de la leyenda.
El día de la Operación Orión que el Ejército tiraba las bombas, ¡claro que es gue-
rra, toda una vida! Yo presté servicio militar y eso aquí era casi lo mismo, nada
más que urbano, y que es una guerra con niños en el medio. La Policía mataba
gente sin querer, porque disparaba sin ver, mientras que las milicias estaban muy
bien organizadas, sufrían pocas bajas, tenían francotiradores. Ponían explosivos
debajo de los cadáveres para [que,] cuando la Policía fuera a levantarlos, les
explotaran. O tenían balas con veneno.66
El testimonio de una mujer adulta cuenta el drama humano que repre-
sentó la guerra cuando el conflicto adquirió alta intensidad:
[…] como a las doce de la noche se prendió el enfrentamiento, la verdadera
guerra, porque se metieron los paracos a sacar la guerrilla, se metió el Ejército,
se metió la Defensa Civil, se metió la Policía… ¡Muy horrible! Eso era un mo-
mento de mucho temor, de día, de noche; tenía uno esa incertidumbre de que
ya se iban a enfrentar los grupos y que esta noche no puedo dormir, mañana no
puedo salir a trabajar; qué vamos a hacer, nos vamos, nos quedamos. Si nos coge
el enfrentamiento por la noche, estamos preparados para meternos debajo de la
cama; eso era miedoso, angustia, llorábamos, gritábamos de temor cuando se
enfrentaban. Uno no sabía qué hacer, si salir, si quedarse; hubo unos días que
me tocaba meterme hasta en el lavadero, porque creía que ahí no iban a llegar las
balas, que si me meto aquí voy a estar más seguro. ¡Eso era horrible!67

Intensificación del conflicto armado y su desenlace


Un aspecto común y muy reiterado en las narrativas, es la convicción de las
personas entrevistadas sobre la existencia de una alianza entre los paramilitares
y el Estado, con el propósito de restarle hegemonía y apoyo a los milicianos,
que luego es complementada con la participación conjunta de aquellos en
las Operaciones Mariscal y Orión. En uno de los relatos se insiste en que:

66 Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005.


67 Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.

89
dinámicas de guerra y construcción de paz

Era una lógica: entró primero el Ejército, la Policía, o sea entraba una fuerza
pública, y posterior a ello dentraban los paramilitares. Eso fue, por ejemplo,
cuando hubo la Operación Orión. Mi barrio está cerca de donde era la base de
los paramilitares; entonces, fue muy charro, porque ellos llegaron, empezó la
balacera así más horrible, y los paramilitares por detrás le iban cerrando el paso
a los milicianos. Dentro de la comuna, para mucha de la gente se sabe que el
Ejército y los paramilitares trabajan conjuntamente.68

Otra de las entrevistadas confirma que


[…] ya cuando el Gobierno y los paramilitares tienen a estos grupos ya debi-
litados, entran ellos con los aviones y los tanques de guerra a atacar también, a
disparar indiscriminadamente. Hubo mucha gente muerta inocente.69

Los testimonios agregan que, ante la evidencia de que las milicias, dada
su organización y su fuerza, no eran vencibles por los paramilitares,70 se da
la intervención de la fuerza pública con la finalidad de empoderarlos, y ar-
gumentan, como prueba de su afirmación, el que “nunca el Estado los con-
frontó, no obstante tener conocimiento de dónde se encontraban”, y que,
al igual que las milicias, generaban graves daños contra la comunidad.71
Un relato de lo ocurrido durante la agudización del conflicto en esta
tercera fase, lo hace uno de los dirigentes de la comuna, quien dice recoger
el análisis del proceso, que ha realizado con otros líderes:
Por donde empezó el proceso de avanzada de las AUC, tenía presencia un actor
de izquierda que política y militarmente estaba ya muy debilitado, que era el
ELN. Ya gran parte de sus cabecillas, a nivel nacional y regional, habían sido
detenidos, otros abatidos; sí, y estaba en crisis hace ya varios años, venían en
crisis. Pero el hecho de que llevaran tanto tiempo aquí posicionados, les había
dado unos niveles de confianza grandes, bastantes, y se habían, como se dice
popularmente, relajado; cuando uno lleva ya tanto tiempo siendo el dueño y
el que maneja el poder, se relaja. Eso facilitó mucho la avanzada de las autode-
fensas, y después de ese hecho, [fue] cuando llegaron, pues, de Altavista —la
Comuna 13 limita con Belén Altavista— […] y allá ya había presencia de las AUC
ya hace tiempo. Allá empezó la avanzada, llegaron duro. Eso era todos los días,
permanentemente enfrentamientos, y encontró una estructura militar aquí muy
debilitada, ideológicamente. Quienes estaban aquí al frente de esa institución,

68 Entrevista a profundidad 15, mujer joven, 5 de mayo de 2006.


69 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.
70 “Trataron de acabar con la guerrilla, pero no pudieron; eso lo logró el Ejército”. Entrevista a
profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
71 Entre otros testimonios, está la entrevista a profundidad 15, mujer joven, 5 de mayo de 2006.

90
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

pues de esa organización, no eran los mejores, pues no estaban mentalmente


estructurados y más bien no lo estaban militarmente; pero no tenían el apoyo y
eso fue lo que facilitó mucho el proceso de avanzada de las AUC.72

Estos relatos que intentan dar explicaciones analíticas desde lo socio-po-


lítico, tratan de establecer los nexos entre la cruda violencia puntual y las
razones de carácter político o de estrategias militares que, según ellos, son
las que mueven el accionar de esas fuerzas. En esta narrativa, las personas
entrevistadas concuerdan en que las confrontaciones armadas se agudizan
por la intención de los paramilitares de entrar a disputarle el dominio te-
rritorial y poblacional a los “grupos armados de izquierda”. Por agudización
entiéndase aquí el hecho de verse, los habitantes, diariamente expuestos
al riesgo de ser agredidos por cualquiera de los bandos en contienda, y a
las balaceras a cualquier hora del día, lo cual se traduce por un prolongado
estado de zozobra, terror e inseguridad. Este estado es el que, a juicio de los
pobladores, se apacigua cuando se presentan los operativos militares.

Los operativos militares Mariscal y Orión: “vamos es pa’ dentro”


Según los registros de prensa y los informes oficiales, durante el año 2002,
en la Comuna 13 se realizaron varias operaciones militares.73 Las de mayor
impacto fueron la Operación Mariscal, el 21 de mayo, y la Operación Orión,
que duró varios días en el mes de octubre. Estas operaciones, que fueron
las más visibles por su contundencia y caracterizadas por un amplio uso de
fuerza por parte del Estado, un ejército integrado por más de mil unidades
de tierra y aire, con despliegue y empleo de armas de guerra en un territorio
densamente poblado, con utilización de helicópteros, allanamientos a mu-
chas moradas y captura de varios cientos de personas, produjeron la muerte
de agentes de la fuerza pública y de presuntos combatientes ilegales, pero
también trajeron como consecuencia la muerte y las lesiones de personas
indefensas.
Los allanamientos de las moradas son episodios que alimentan una
narrativa con componentes cuestionadores frente al comportamiento de
la fuerza pública, relatados por quienes se vieron más afectados/as por las
acciones ejecutadas durante los operativos. Una de las mujeres entrevista-
das da cuenta de cómo, no obstante encontrarse en su residencia con sus hijas

72 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


73 Según los informes policiales, en ese año se realizaron, en la Comuna 13, más de diez operativos
militares conjuntos entre diferentes fuerzas del Estado, consignados en el capítulo anterior.

91
dinámicas de guerra y construcción de paz

menores, el Ejército se tomó la casa, con el pretexto de verificar quiénes


moraban en ella; pero inmediatamente ingresaron, la misma fue conver-
tida en trinchera de combate:
Yo no quería abrirle la puerta y él me dijo que yo qué tenía escondido. “Yo no tengo
escondido nada, pero lo que pasa es que el problema me lo gano soy yo, ustedes
se van y me dejan a mí con el problema”. Entonces ya se entraron y esculcaron
en las piezas todo, y yo sola; ellos se me entraron por ahí treinta, me pidieron las
llaves de la plancha;74 entonces yo les entregué las llaves, abrieron la plancha y se
encendieron a bala desde la plancha y eso bala venía y bala iba, y esos estruendos, y
yo con las niñas, y ya se subió uno de ellos y me dijo: “Tranquila”, porque yo estaba
en un shock, yo estaba casi loca; me llevó agua y me dijo: “Tranquila, no le va a pasar
nada, a las niñas no les va a pasar nada”. Eso fue horrible.75

En la narrativa con una perspectiva vivencial, algunos relatos valoran de


manera positiva y aceptan la Operación Orión y la presencia, mediante
ésta, del Gobierno central que, según ellos, fue quien la ordenó:
[…] cuando este Gobierno se montó [el gobierno de Álvaro Uribe Vélez], dijo:
“bueno es de una, haigan las muertes que sea, pero es pa’ dentro”. Imagínese,
tantos policías que murieron ahí, “vamos es pa’ dentro y vamos a sacar los bue-
nos, malos y regulares”. Y sacó a los más malos […].76

El conjunto de sucesos acaecidos marca un verdadero hito histórico en


la vida individual y colectiva de esta comunidad, constituye el referente
central de la narrativa que se sintetiza en la exclamación de un habitante:
“el día que empezó la Operación Orión nunca se nos va a olvidar; yo creo
que a nadie se le va a olvidar ese día […]”.77

Los balances sobre la Operación Orión


Al ser la Operación Orión el referente histórico más destacado, tanto
para el conjunto de los habitantes de la Comuna 13, como en la imagen
que se ha difundido desde fuera sobre estos barrios, entonces obviamente
los relatos giran en torno a lo que fue esta acción militar y a los resultados
producidos por ésta. Dichos testimonios están cargados de valoraciones
sobre la Operación Orión; no se encontraron posturas neutrales frente a
ella. No obstante, los matices existentes terminan reforzando una de las dos

74 Plancha: terraza de una casa, ubicada en la parte superior de la misma.


75 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
76 Ibíd.
77 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

92
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

narrativas centrales, aunque con interesantes variantes al interior de cada


una de ellas.
En la narrativa vivencial, un matiz destaca sólo los aspectos positivos: “los
veíamos como a dioses”,78 omitiendo los efectos negativos de la operación
militar; otro matiz pondera favorablemente la operación, pero con menor
entusiasmo la considera como inevitable, al decir que “la guerra era un
mal necesario”.79 Un tercer matiz de esta narrativa, sin dejar de valorar
lo positivo e inevitable de la acción, advierte, sin embargo, que produjo
consecuencias negativas para su economía familiar o a nivel psicológico.
Una lideresa dice:
[…] mire que estuve detenida y uno ve caer gente inocente y ver llevar gente
inocente, a mí me ha afectado demasiado. Yo estuve en un tratamiento y todavía
me siento mal, porque uno de la noche a la mañana no se va a recuperar así tan
fácil y tocar ver salir gente de la comuna; también me duele mucho, lo afecta a
uno mucho.80

Otra lideresa señala lo positivo, pero no dejan de preocuparle aspectos


negativos:
La Operación Orión a nosotros nos favorece, aunque estos procesos traen cosas
buenas y malas. Nos favorecen, porque los barrios están más tranquilos, el
tener presencia del Estado siempre genera confianza. Nos duele que estando el
Ejército acá, haya llegado otro grupo armado; esa parte no la entendemos.81

Siguiendo con la narrativa vivencial, las mujeres entrevistadas valoran de


manera positiva la presencia de la fuerza pública en la zona y la consideran
garante de su tranquilidad, la de su familia y la del barrio. Una característica
notable es la referencia a los aspectos positivos y el evitar hacer mención de
hechos, como los relatados por los líderes (hombres y mujeres), respecto
de violaciones a los derechos humanos, presentadas durante el desarrollo de
las operaciones militares. En aquéllas prima la idea de que la fuerza pública
fue una salvadora y asocian su intervención con la voluntad de Dios.
Como parte de esta misma narrativa, el grupo de hombres no líderes con-
sidera como necesaria la Operación Orión, sin dejar por ello de expresar sus
críticas a los “excesos”.82 Relatan que la actitud de la gente era masivamente

78 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.


79 Ibíd.
80 Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
81 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.
82 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

93
dinámicas de guerra y construcción de paz

muy favorable a ella y aplaudían la presencia de la fuerza pública, diciendo


que por fin el Presidente y Dios se habían apiadado de la Comuna: “haz de
cuenta cuando estás secuestrado y ves las puertas de la liberación. La gente
se desboca [...] la gente veía a la fuerza pública como dioses”.83
Por su parte, en la narrativa socio-política se asume una postura crítica.
Los relatos pretenden explicar los que serían los verdaderos móviles de la
operación y las reales consecuencias que ésta produjo, según lo aseguran los
testimonios. Se aprecian diversos grados en la crítica, aunque tienen en co-
mún, entre sí y con la primera narrativa, el valorar que “la situación anterior a
Orión era algo reprobable y que no debería volver a ocurrir en estos barrios ni
en ninguna parte”.84 Los relatos resaltan especialmente los hechos negativos
en el comportamiento de la fuerza pública y le atribuyen la intención de
dejar instalado, en la comuna, a un nuevo actor ilegal (los paramilitares),
con lo cual —afirman los líderes— pese a todos los discursos oficiales,
tampoco han logrado resolver el problema de fondo de la Comuna 13.85

La guerra, “un mal necesario”


Sin tener en cuenta la versión de quienes fueron víctimas directas de la
Operación Orión y que, por tanto, sus valoraciones son altamente negativas,
la narrativa que se ha ido instalando respecto a estas operaciones militares
contiene alusiones a la guerra como un “mal necesario”. Dicen que fue
“mal”, porque el combate prolongado con armas poderosas, asumiendo a
todos los residentes en la comuna como enemigos, dio pábulo a momentos
de terror, de angustia, de zozobra, al punto de constituirse en un hito que
marcó la vida de quienes vivieron en carne propia dichos momentos; y
“necesario”, porque los habitantes asumieron que este proceder fue el costo
que tuvieron que pagar por la finalización de las confrontaciones armadas y
para lograr tener cierta tranquilidad: “fue muy horrible, porque fue mucha
gente la que murió; pero fue algo necesario que tenían que hacerlo”.86 Otro
de los testimonios coincide en ello:
En ese momento le parecía a uno mal, pero ahora uno ve que era necesario.
Hubo cosas negativas: un día mataron a un policía de civil y la Policía subió y iba
a matar a un señor inocente que estaba ahí sentado. Todos quedamos fichados

83 Ibíd.
84 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.
85 Ibíd.
86 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.

94
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

por vivir allá. A cada persona que tenía más de dieciocho años que no salió del
barrio, entraron por él, casa por casa. Y conozco uno que lo dejaron allá dos años
mientras lo estaban investigando; después le dijeron que se fuera, que no debía
nada. Todos éramos sospechosos […]. Eso fue positivo por el resultado, porque
si no hubiera pasado, hoy en día estaríamos peor.87

En esta misma perspectiva, los testimonios sobre el desenlace de la guerra


en la Comuna 13 contienen sentimientos de reconocimiento y agradeci-
miento hacia el Presidente de la República, pues hay quienes interpretan
que su papel fue determinante en la decisión del Estado de desalojar, de los
barrios, a los grupos de milicias, y para imponer cierto orden y un ambiente
que valoran como más tranquilo, comparado con el que vivieron durante los
años anteriores. Dicen:
El Ejército quiso poner un orden; ¿esa tranquilidad, a quién se la debemos?
A Álvaro Uribe, que en menos de quince días que él se había posesionado en
el puesto que tiene, ya había desocupado el barrio. Estamos bastante mejor, al
menos yo. ¿Esa tranquilidad, a quién se la debemos? A Álvaro Uribe.88

Otras voces, igualmente, resaltan la eficacia de la Operación, y expresan


su complacencia con ella:
En la Orión, ellos tenían la orden de no deshabitar la zona hasta que no tuvieran
un control total de ella. Entonces, eso pues nos daba alegría a nosotros. Yo le
dije a mi esposa “[las milicias] pueden tener mucha munición, pero no tienen la
que tiene el Gobierno, no la tiene ningún hijueputa”; y por eso les tocó irse,
porque ellos no tuvieron la munición suficiente..., porque el Ejército se le iba
acabando y eso era mande y mande hombres seguido.89

Como corolario, quienes valoran positivamente las operaciones militares


le atribuyen, al presidente Uribe Vélez, protagonismo en su ejecución. Por
ello, para ese entonces, consideraban necesaria su reelección, para garantizar
las condiciones de convivencia y tranquilidad en que dicen se vive ahora en
la comuna. El siguiente testimonio representa un punto de vista relevante
en esta comuna:90
87 Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005.
88 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005. El presidente Uribe Vélez se posesionó
el 7 de agosto de 2002, y la Operación Orión se inició el 22 de octubre. Sin embargo, desde
el tiempo subjetivo de la narrativa, se quiere resaltar la eficacia del Presidente, al afirmar que
habían transcurrido “menos de quince” días desde su posesión.
89 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.
90 Esta entrevista fue realizada a finales de 2005, cuando se adelantaba la campaña para la re-
elección de Álvaro Uribe, quien efectivamente fue reelegido presidente de la República en las
elecciones de 2006.

95
dinámicas de guerra y construcción de paz

Aquí masivamente la gente vota. Aquí, le cuento que las cédulas las inscribieron
ya y uno veía en el 20 de Julio la cantidad de gente inscribiendo la cédula por
lo de la reelección, que mucha gente quiere la reelección de Uribe, porque él
puede que haya fallado en la inversión social y todo eso, pero en la seguridad
y en todo esto el hombre es un verraco91 y la gente aprecia eso, porque, ¿quién
quiere volver atrás? ¿Quién quiere mirar cuatro años atrás? ¡Nadie!92

Las percepciones de buena parte de los habitantes expresan, por un lado,


apoyo al presidente Uribe, y por otro, albergan ciertos temores de que se
vuelva a repetir la situación de violencia e inseguridad de la época de los
enfrentamientos armados. Esta sensación es similar a las opiniones que se
repiten en otros lugares de Colombia:
Aunque muchos de estos comandantes [milicianos] los encarcelaron, otros se
murieron, otros ingresaron al otro grupo [paramilitar], yo pienso que ya no
tienen cómo, y usted sabe que la guerrilla está muy diezmada. Yo creo que la
guerrilla no llega a un 80% de lo que era cuatro años atrás, el potencial de lo
que era la guerrilla. Aquí en Medellín no hay un grupo de milicias y ustedes
saben que en todos los barrios de Medellín había milicias populares, había ELN
y había FARC. Hoy no existe un solo grupo de esos, pero a la gente le da temor
que de pronto entrega Uribe y viene otro Presidente.93

En una entrevista grupal de hombres adultos, los participantes discu-


ten, intentando descifrar los diferentes significados y consecuencias de la
Operación Orión, en el momento en el que habían pasado ya tres años
de ella.94 Relacionan las operaciones militares con el interés actual de
la Alcaldía de obligar a sus residentes al pago de los servicios públicos
domiciliarios:
— Démosle gracias al Presidente que hizo esas operaciones.
— Claro que no hay que reelegirlo.
— ¿Por qué?

91 Verraco: “persona destacada, sobresaliente, talentosa o práctica, valiente”. “Berraco”, Wikipedia,


[en línea], disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Berraco, fecha de consulta: 23 de abril
de 2008. Además: “El Nuevo Diccionario de Americanismos (tomo I - Colombianismos)
del Instituto Caro y Cuervo define [...] verraco: 1. Persona que por su talento o destreza
sobresale en alguna actividad u oficio, o que se destaca por su fuerza física, audacia, valentía
[...]”, Proz, [en línea], disponible en: http://www.proz.com/kudoz/spanish/linguistics/903484-
%C2%BFberraco_o_verraco.html?float=1, fecha de consulta: 23 de abril de 2008.
92 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
93 Ibíd.
94 Las entrevistas se realizaron entre los años 2005 y 2006, cuando ya habían transcurrido entre tres
y cuatro años de dicha operación.

96
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

— ¡Aahh!, es que esos servicios están muy caros, son los más caros de la
ciudad, comparando el estrato.
— ¡Ahí nos están cobrando la Operación Orión!95

Paramilitares y fuerza pública


Señalar la estrecha relación entre las fuerzas del Estado y los paramilitares
es uno de los hechos comunes en las dos narrativas. No hubo una sola
entrevista que negara esa situación, que sólo se encuentra matizada por las
voces que expresan preocupación e inconformidad al respecto, mientras
que otros lo relatan como si fuese un hecho natural e inevitable. Uno de
los testimonios revela:
Ya después de que la cosa se complicó tanto, que estos paramilitares se metieron
más de lleno, mucha gente se tuvo que ir del barrio. Entonces, ¿qué hacían los
pelaos que se tenían que ir? —Ah bueno, pa’l Ejército— ¿Pa’ dónde más se
iban a ir? Cuando regresaron les dijeron: “Bueno, o se meten con nosotros o
los matamos o se van”. Entonces ellos, al no tener para dónde irse, no era sino
subirse para un sector que le dicen El Morro, de ahí de El Corazón, y ahí estaba
la patrulla de los paramilitares, ahí los adiestraban y ya después empezaban a
combatir contra las milicias. Ellos siempre han trabajado juntos. Yo conozco
varia gente que le tocó hacer eso y hacían sus comentarios sobre el apoyo del
Ejército y todo ese cuento.96

En la segunda narrativa, expresada especialmente en las voces de los


líderes, existe consenso acerca de que durante la Operación Orión los para-
militares actuaron simultáneamente con la fuerza pública en la lucha contra
las milicias, que nunca fueron combatidos por ella, e incluso que actuaron
de manera mancomunada y al unísono, luego de lo cual se consolidaron en la
comuna después de concluidas las operaciones militares.
Resaltan que, habiendo pasados ya varios años de la Operación Orión,
aún perviven múltiples formas de violencia, con la consiguiente impuni-
dad, como lo expresa uno de los entrevistados:
[…] porque es que a uno le da risa, entre paréntesis, Álvaro Uribe y el ex alcalde
Luis Pérez, ellos decían: “Es [la Comuna 13] el laboratorio de paz más grande
que ha tenido Colombia”. ¡Hum! El laboratorio de paz, y uno ve ahora, ¡labo-
ratorio de paz no hay!97

95 Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005.


96 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.
97 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

97
dinámicas de guerra y construcción de paz

Cuarta fase: después de Orión, tranquilidad relativa.


2002-2006
[…] un poquito de tranquilidad… pero no es toda98

Las interpretaciones sobre la fase posterior a la Operación Orión son muy


variadas. Todas las voces coinciden en reconocer que se dio un cambio no-
torio en materia de tranquilidad. Sin embargo, hay diferencias de aprecia-
ción en cuanto a la profundidad del mismo, en señalar los agentes responsables
de ese cambio y, por tanto, de la seguridad del barrio, y en el señalamiento de
los problemas emergentes hoy en día. Uno de los testimonios expresa el
sentido de una narrativa de la última fase:
Digámoslo así, en palabras directas, concretas: eso fue un cambio de administra-
ción. Tenemos presencia de la fuerza pública, tenemos policías, tenemos Ejército,
por donde quiera que usted vaya, va a ver la presencia del Ejército. Pero, tenemos
también grupos de ultraderecha; no sé exactamente a qué grupo pertenecen, pero
sí está comprobado que hay grupos de ultraderecha. Si no hubiese esta cantidad
de grupos [...] no hubiera desapariciones, no hubiera destierros, no hubiera
muertes.99

Un tema recurrente sobre las consecuencias de la Operación Orión, en


la segunda narrativa, es el drama de las familias que estuvieron desplazadas
por motivo del conflicto armado, y que al tener la oportunidad de regresar
con posterioridad a ella, dado que sus residencias no fueron destruidas, se
percataron que sus casas habían estado ocupadas irregularmente y se habían
cometido abusos, como el no pago de las cuentas de servicios públicos,
frente a lo cual las Empresas Públicas de Medellín (EPM) no actuaron en
ese momento, pero ahora le están cobrando el valor de los mismos a los/as
propietarios/as. Por esos hechos se consideran damnificados/as y expresan
profunda indignación frente a la posición de las autoridades. De sus quejas
hacen eco los líderes de la comuna, que las incluyen en el saldo negativo de
la presencia de la fuerza pública:
Cuando llegó la Operación Orión, muy afortunada para unos, muy desdichada
para otros. Antes de la operación, durante la guerra hubo un desplazamiento
masivo y todos lo supieron. Después de la operación, el señor Luis Pérez [alcalde
municipal] dice: “Tranquilos muchachos, EPM a algunos les va a condonar, a otros

98 Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.


99 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

98
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

les va a rebajar, pero regresen”. Entonces la gente, cuando regresó, se dieron


cuenta que sus casas estuvieron ocupadas quién sabe por quién, hicieron cientos
de llamadas y ahora están embalados100 sin servicios públicos, porque no las pue-
den pagar. La comuna está llena de multas dizque por contrabando, que dejaron
estos sinvergüenzas, y que ahora apenas los vinieron a descubrir los de EPM.101

En esta narrativa de explicaciones analíticas, algunos entrevistados de


ambos sexos consideran que su vida en la comuna ha estado marcada por
una sucesión de agentes ilegales e institucionales que, en las distintas fases
del conflicto, les han impuesto injustos gravámenes económicos. Por eso,
ahora tienen la percepción de que la intervención militar del Estado tenía
como “verdadero objetivo” apuntalar la “legalidad” para el cobro de los
servicios públicos domiciliarios. Es decir, acabar con las instalaciones frau-
dulentas existentes en la época miliciana, pasar a instalar formalmente los
contadores y entrar a cobrarles a todos y todas. Esta acción estatal la valoran
como injusta pues, según sus relatos, es la causante de que muchas familias
carezcan actualmente de los servicios.
Así fuera el rancho más humilde, allá fue [EPM] y le conectó sus servicios para
obtener su respectivo cobro. Entonces, eso ha obligado a que, en parte, la gente
renuncie a los servicios o viva mejor del contrabando102 o alguna otra cosa, porque
no le da para pagar esos servicios públicos[...]. Tenían derecho a pagarle a esa
gente [milicianos] una cuota, listo. Pero, ahora, vienen los otros [los paramili-
tares] le cobran una cuota y viene el Gobierno y le dice: “Usted tiene que pagar
una cuota porque eso es una cosa de comercio [...]. Usted tiene que pagar un
impuesto porque ya Empresas Públicas le va a colocar un contador de agua y
un contador de luz, y le tiene que pagar una multa por los años que no pagó luz,
porque eso era un contrabando”.103

En los relatos hay referencias que registran la percepción sobre la situa-


ción de los barrios después de la Operación Orión. Una entrevistada dice
que los milicianos no volvieron al sector, porque “en este momento están
mandando paramilitares y el Ejército”.104

100 Embalado: con dificultades.


101 Intervención del representante de Asocomunal, transcrita en el Concejo Municipal de
Medellín, “Debate sobre la Comuna 13, Acta 459 de 2003”, citado en: Clara Inés Atehortúa,
“Caracterización del desplazamiento forzado intraurbano. Medellín 2000-2004”, trabajo de
grado, Maestría en Ciencias Políticas, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia,
Medellín, 2006, p. 160.
102 Contrabando: conexión ilegal de energía eléctrica por la que no se paga el servicio.
103 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
104 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.

99
dinámicas de guerra y construcción de paz

La presencia de la fuerza pública


En cuanto al significado que reviste la presencia de la fuerza pública en la
comuna, en la actualidad, después de varios años de la Operación Orión,
se mantienen las opiniones divididas, aunque casi todas las personas en-
trevistadas —líderes, lideresas y residentes de la comuna sin vinculación a
organizaciones barriales— confluyen en reclamar no sólo su presencia, sino
su permanencia, aduciendo que es la única garantía de mantener ciertos
niveles de seguridad; que si bien no son todos los deseables por ellos, sí son
los indispensables para tener una mínima tranquilidad.
Hay manifestaciones de satisfacción con la nueva situación, correspon-
dientes a la primera narrativa, que expresan el reconocimiento a las institu-
ciones estatales que comienzan a asumir el conocimiento de los conflictos,
incluidos los que acontecen en el espacio de las relaciones familiares:
[…] hicieron una base y gracias a Dios todos los días bajan los policías y suben
los policías. Toda la noche está la Policía patrullando; hay alguna pelea y ahí mis-
mo viene la Policía y se llevan al que está peleando, y allá lo dejan. Hace poquito
una muchacha tuvo un problema ahí, con el hermano; él, ¡ay!, la aporreó de
verdad. No sé si es que estaba enmariguanado105 o qué sería, porque ahí mismo le
hizo cipote morado acá, y le dio golpes por la cabeza, un pocotón de chichones;
entonces vino la Policía y se lo llevó al muchacho. Por allá lo dejaron como de
un día para otro.106

En esa misma narrativa, algunas de las personas entrevistadas evitan refe-


rirse a temas como la presencia de grupos ilegales o situaciones que pueden
considerar desagradables o comprometedoras para su seguridad; sus relatos
revelan cierto “cuidado al mirar y al hablar”. En otros casos, sus testimonios
develan una visión derivada de sus roles cotidianos, que obligan a privilegiar
la atención en los acontecimientos del ámbito doméstico, como es el caso
de una mujer cuyo testimonio parece mostrar otra realidad:
Ya está mejor, el barrio es igual a como estaba primero. La gente volvió a sus
casas, todos los que se fueron volvieron a sus casas, antes hay gente de otras par-
tes que han venido aquí, ya está normal. Ahí se mantiene el Ejército y la ley, ya
no están los pillos, porque también acabaron con esa gente, los paracos tampoco
están, no está sino la ley y los soldados. Hicieron una base en El Corazón y con

105 Enmariguanado: había consumido mariguana.


106 Entrevista a profundidad 1, mujer adulta, 18 de julio de 2005.

100
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

eso se arregló el barrio. Ya no se ve esa gente por ahí por la casa, la guerrilla no
se volvió a ver.107

A diferencia de la anterior perspectiva, en la narrativa explicativa desde


los análisis socio-políticos se encuentran expresiones de personas que, al
mismo tiempo que reclaman la presencia del Estado, son enfáticos en seña-
lar que el accionar paramilitar en la comuna es producto de la complacencia
de la fuerza pública. Esta situación ya había sido visible antes y durante las
operaciones militares, con lo cual
[…] hoy la Comuna 13 es un territorio militarizado, en el que se siguen presen-
tando crímenes de gravedad, [debido a que] a los paracos nadie los conoce, pero
se sabe que están ahí y que dan las órdenes.108
[…] Y al ratico, ese mismo viernes que yo estaba mercando, subió una tanqueta
con Ejército, pero, muy dudoso ese Ejército. Ese, muy dudoso porque [...] ya
a partir del otro día que descargaron ese camión, ya empezaron a verse caras
desconocidas, caras civiles. ¿Qué estaban haciendo? [...] ¿Qué están haciendo
caras civiles en una zona donde apenas están tomando el control y están sacando
grupo armado? O sea, nosotros [...] veíamos mucho Ejército y mucha Policía;
pero, también mucha cara nueva. Claro, ¡estas caras nuevas son los paramili-
tares! […]. Ellos se quedaron hasta en estos días que hicieron negociación. Y
ahí estaban, ellos estaban ahí juntos, todos estaban ahí, porque aquí estaba el
Cacique. El Cacique, de hecho, estuvo acá.109

Situaciones recientes y expectativas


Las personas entrevistadas reconocen el interés de la Administración
Municipal encabezada por Sergio Fajardo Valderrama (2004-2007) en
atender las diversas necesidades de la población asentada en la comuna
—incluso buscando la participación comunitaria para establecer una nueva
relación con ella—.110 En esto coinciden las dos narrativas. Sin embargo,
desde la perspectiva socio-política, los líderes anotan que la intervención
estatal allí no se corresponde con una actuación integral, que vaya desde

107 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2005.


108 Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005.
109 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005. Con el Cacique se refiere
al Bloque Cacique Nutibara, grupo desmovilizado de los paramilitares o AUC.
110 Como se puede constatar en la construcción del parque biblioteca, el metro-cable y el Proyecto
Urbano Integral de la Comuna 13. Son algunas de las respuestas positivas de la Administración
Municipal, motivadas por el profundo impacto que produjo el conflicto armado y que hoy se
muestran a propios y extraños como ejemplo de superación de la ciudad.

101
dinámicas de guerra y construcción de paz

garantizar la seguridad física de sus habitantes hasta responder por las dife-
rentes expectativas de la misma.
Diversas personas han construido explicaciones sobre los factores
generadores de la violencia en la comuna y coherentemente con ella, se
preocupan por formular propuestas; son reiterativas en sus mensajes a la
sociedad y en especial a las autoridades estatales:
El futuro se lo hace cada cual, pero siempre necesitamos una manito que nos empu-
je. Al Estado le hace falta mucha presencia en este sector, en la parte de educación;
en la parte de salud ha cubierto un 80% con el Sisbén, porque desafortunadamente
no se había podido canalizar toda esa información. Pero yo digo que en la parte
de frentes de trabajo, o no propiamente frentes de trabajo, pero capacitación para
la gente para el autoempleo, para la autogestión, sería muy interesante. Entonces,
no sólo nos preocupemos por la seguridad, no pensemos nada más en materia de
seguridad; tenemos que pensar en otras cosas también, hay mucha gente por acá
que necesita soluciones de vivienda. Estos desplazados no han podido, son más
de ciento cincuenta familias desplazadas, gente que vive en tugurios, que vive en
ranchitos, nunca pudieron conseguir soluciones de vivienda.111

Dentro de esa narrativa, varios testimonios manifiestan que continúa el


conflicto vivido por las distintas familias de desplazados/as por la guerra y
destacan, además, el entorno de miedo, desconfianza e incluso de terror,
como producto de las múltiples violencias ejercidas contra los habitantes,
pero también patrocinadas por grupos de éstos que se convirtieron en infor-
mantes de las autoridades y de los propios paramilitares, sea para proteger su
integridad o para recibir un pago a cambio.
En el plano de la seguridad, los habitantes hacen referencia a actos delicti-
vos protagonizados por bandas dedicadas al negocio de las drogas o a cum-
plir con órdenes impartidas por organizaciones criminales con intereses en
estos barrios. Reiteran su inmenso dolor y preocupación ante las muertes
violentas que han vuelto a ocurrir allí, como la de Haider Ramírez.
Quienes comparten la narrativa viviencial, al preguntárseles por la situa-
ción actual, prefieren no extenderse en comentarios frente a lo que está
sucediendo. Sólo mencionan que, “de vez en cuando se oyen balaceras,
todavía hay plazas de venta de vicio […]”.112 Además, con cierto recelo
afirman que

111 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.


112 Entrevista a profundidad 28, mujer adulta, 15 de noviembre de 2006.

102
Dinámicas del conflicto. Narrativas explicativas

[…] lo mejor es no meterse con nadie, pues todos los grupos armados y hasta los
de la ley, eso terminan haciendo lo mismo, y el que después resulta perjudicado
es uno y la comunidad, como ya se vio antes.113

El común denominador en esta narrativa son los recuerdos que aún per-
viven en la memoria de los habitantes sobre el pasado reciente. Mantienen
fresco el relato acerca de que las operaciones militares desalojaron los grupos
de milicias y que ahora, debido a la presencia permanente de la fuerza pú-
blica con la construcción de la base militar y el patrullaje en la zona, se goza
de relativa paz, de mayor seguridad y de cierta tranquilidad; pero coinciden
en decir que son una paz y una seguridad frágiles. Para unas personas, porque
resaltan que el soporte de esa tranquilidad es la presencia paramilitar; para
otras, que ese orden está sostenido básicamente por la presencia de la fuerza
pública. Por ello, temen que se repita la situación, pues encuentran algunos
síntomas similares a los ya vividos: aparición de comerciantes de estupe-
facientes, el reclutamiento de jóvenes para grupos ilegales, y asesinatos
que impactan la pacífica convivencia. Con esta visión, confieren amplio
respaldo a la presencia de la fuerza pública en la comuna, y expresan temor
frente a una posible salida de la misma; demandan su permanencia, para
evitar que el conflicto adquiera las dimensiones que tuvo antes:
[…] El Gobierno deber de tener eso bien custodiado, todo bien organizado,
o sea, no dejar ese barrio solo. En este momento prácticamente ese barrio está
quedando solo. Entonces, va a pasar lo mismo, va a volver a coger avance toda
esta gente, se va a volver a organizar todo el grupo.114

En esta narrativa, las personas entrevistadas guardan, frente al Estado,


más una actitud de reclamo por su ausencia, pues lo ven lejano, en cuanto
a regulador de los conflictos o benefactor de sus múltiples necesidades; se
quejan de que éste sólo aparece para exigirles contribuciones económicas.
También reseñan que, ante los casos límites de violencia, a veces el Estado
llega demasiado tarde y con métodos extremos que afectan a inocentes y
dejan hondas secuelas en la población.
Como parte de la narrativa explicativa, algunas personas entrevistadas
afirman que las tensiones aún continúan, porque los factores que genera-
ron el conflicto están presentes y los actores armados tienen la expectativa
de seguir la lucha por el control territorial. Algunos líderes que fueron

113 Entrevista a profundidad 29, hombre adulto, 2 de diciembre de 2006.


114 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.

103
dinámicas de guerra y construcción de paz

críticos del comportamiento de las milicias, sienten que pueden ser objeto
de represalias por parte de éstas:
[…] yo siento miedo porque ellos mandaron a decir, hace por ahí un año, que
cuando entraran, por los primeros que iban a empezar era por nosotros, por los
líderes comunitarios que les habíamos ayudado a la Policía y al Ejército.115

Este relato hace parte de esa leyenda sobre el conflicto que aún continúa
tejiéndose.
Un líder concluye su reflexión sobre la seguridad en la comuna, compa-
rándola con lo que sucede en el país:
Creemos que la tensa calma existente hoy tiene que ver porque, de todas maneras
hay vigilancia de la fuerza pública. Usted sube a barrios de la comuna y encuentra
que hay policías, hay militares armados; y uno se pregunta, es como lo que pasa en
las carreteras de Medellín: ¿en las carreteras de Medellín hay seguridad o hay vigi-
lancia? Pues, es que en las carreteras de Medellín, en las carreteras de Colombia,
no hay seguridad. Seguridad es cuando usted puede ir por una carretera sola y no
pasa nada; pero que las calles, no es que sean seguras, están vigiladas, pues claro, es
que eso es un sofisma, decir: no, que es que ya se puede viajar porque las carreteras
son seguras. No son seguras, son vigiladas, que es diferente.116

Sobre la situación actual de la Comuna 13, ambas narrativas continúan en


construcción y se ven alimentadas con los hechos que siguen ocurriendo,
tanto las intervenciones oficiales como las acciones de diversos actores
legales e ilegales. Las noticias que circulan en los medios de comunicación,
los discursos de los habitantes, así como los estudios e interpretaciones
diversas que se hacen sobre el pasado y presente de la Comuna 13,
contribuyen a la construcción y la reestructuración de estas narrativas, que
cada vez trascienden las fronteras de la propia comunidad. Es necesario
destacar que existe una influencia recíproca entre las narrativas y las
acciones, porque las intervenciones de las organizaciones de base, las ONG
que actúan en la zona y las del Estado, tienen como referente la manera
como la población vive y narra el problema y, a su vez, estas intervenciones
influyen en la manera de percibirlo y de narrarlo.

115 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.


116 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.

104
3
Orden, seguridad y legitimidad

En este capítulo se retoman tres categorías: orden, seguridad y legitimidad,


básicas para la comprensión del conflicto, las cuales emergieron en las
narrativas en una estrecha relación dialéctica. Estas categorías se abordan
teniendo en cuenta cómo se implica la subjetividad y qué factores políticos
y sociales contribuyeron al inicio y la expansión del conflicto armado en la
Comuna 13; cómo se distinguen y relacionan los aspectos señalados en el
caso concreto estudiado, y qué elementos explicativos de tipo estructural se
desprenden del análisis realizado.
En el discurso de las personas entrevistadas, el orden es lo que permite
establecer unas condiciones favorables a la convivencia. Inicialmente,
él les representa seguridad, tranquilidad y suspensión de los factores de
zozobra; después, cuando quienes favorecen ese orden abusan del poder
y cometen excesos diversos, se convierte en elemento fundamental de
inseguridad.
El “orden” social y político establecido por las milicias en la década del
noventa es paralelo al orden mayor existente en la ciudad que actúa en
el marco de un Estado de derecho y está regulado por las leyes del país.
Varios analistas de la realidad colombiana y de Medellín, al abordar la
convivencia de diferentes órdenes en esta conflictiva realidad, definen
estos fenómenos como propios de soberanías “en vilo” o “en disputa”, en
la medida en que por la presencia de esos “órdenes alternos”, el Estado

107
dinámicas de guerra y construcción de paz

encuentra limitaciones para dar cumplimiento a sus fines, aplicar las leyes
y gobernar, y los otros órdenes tampoco logran imponerse.1
Por otra parte, la categoría seguridad alude, en el ámbito social, a un esta-
do de tranquilidad y calma, garantizado por una fuerza objetiva —grupo
armado— dispuesta para la protección del/de la ciudadano/a, y un orden
que protege del riesgo en sus distintos niveles. En el ámbito subjetivo, se
refiere a la conquista de un sentimiento de tranquilidad y de paz consigo
mismo/a y con el otro. Es un estado en el cual se ha logrado que el miedo,
la angustia, la depresión, la soledad, la zozobra y la incertidumbre no sean
el “pan de cada día”.2
Una de las revelaciones de la presente investigación consistió en esta-
blecer que solicitud de seguridad y su satisfacción conforman una serie com-
plementaria y, durante el conflicto, aparecen conectadas dialécticamente
en el discurso de las personas entrevistadas. Esta conexión es la que da
sentido a la manera de vincularse la población con los distintos actores le-
gales e ilegales de la guerra, y define la lógica que siguen las construcciones
explicativas de lo ocurrido.
Es debido a que estas construcciones siguen la lógica de la seguridad-
satisfacción / exceso-insatisfacción, que las narrativas emergentes al
respecto no son uniformes, y mucho menos estáticas. No conforma una
totalidad unificada, pues se confeccionan y pulen en el proceso dinámico
de nombrar los hechos y el modo como éstos afectaron la vida barrial.
A propósito de la legitimidad, ella ha sido motivo de múltiples usos y
abusos, tanto en el lenguaje callejero como en la literatura política. Aún así,

1 Así lo establecen en sus trabajos los investigadores del Instituto de Estudios Políticos de la
Universidad de Antioquia: María Teresa Uribe de Hincapié, “Las soberanías en vilo en un con-
texto de guerra y paz”, Estudios políticos, Medellín, núm. 13, jul.-dic., 1998; Ibíd., “Las soberanías
en disputa: ¿conflicto de identidades o de derechos?”, Estudios políticos, Medellín, núm. 15, jul.-
dic., 1999, e Ibíd., “La política en escenario bélico. Complejidad y fragmentación en Colombia”,
Legado del saber, Medellín, núm. 11, 2003; y Manuel Alonso Espinal y Juan Carlos Vélez, “Guerra,
soberanía y órdenes alternos”, Estudios políticos, Medellín, núm. 13, jul.- dic., 1998.
2 Las situaciones de seguridad en una sociedad deben analizarse en su doble componente, objetivo
y subjetivo, que aunque están interrelacionados, no necesariamente coinciden, pues “La seguridad
es una sensación, algo subjetivo, un estado de ánimo; pero también, una posibilidad real, objeti-
va. Es decir, las facultades de las cuales disfrutan los individuos de sentirse seguros, tranquilos.
Sensación que se sustenta en la credibilidad de la gente, en la existencia de un orden jurídico que
funciona y unas legítimas instituciones sociales y punitivas que hacen realidad esos derechos para
todos”. Pablo E. Angarita C., “La seguridad ciudadana: nuevo reto en la defensa de los derechos
humanos”, en: Derechos humanos, seguridad ciudadana y fortalecimiento de la sociedad civil. Sistematización
de experiencias del proyecto “Derechos humanos, seguridad ciudadana y sociedad civil”, San José de Costa
Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), 2002, p. 120.

108
Orden, seguridad y legitimidad

ella resulta de gran utilidad para comprender lo ocurrido en la Comuna 13


con respecto a los grados de aceptación y apoyo dado por sus pobladores
a aquellos que, en diferentes momentos de su conflictiva historia, han
fungido como autoridad.
Un grupo legal o ilegal, e incluso el mismo Estado, han logrado cierta
legitimidad en los barrios de la Comuna 13, en una relación establecida
con el paso del tiempo y como resultado de un proceso constituido por un
conjunto de acciones que han sido valoradas, en ciertos momentos, como
positivas para la comunidad. En sentido opuesto, la pérdida de legitimidad
o la deslegitimación del grupo se presenta, así mismo, en el transcurso de
una acumulación de hechos valorados por la comunidad como negativos,
y que hacen que los pobladores pierdan la credibilidad que tuvieron frente
a un grupo, un líder o una institución, y, como consecuencia de ello, le
retiren su apoyo, a la vez que trasladan ese respaldo hacia un nuevo actor
que sí satisface los intereses demandados, sobre todo cuando se trata de la
expectativa de protección y seguridad.
Desde el punto de vista filosófico, la legitimidad se construye con base en
la aceptación libre y voluntaria de un orden por parte de los/as ciudadanos/as,
en una sociedad democrática; en tal sentido, es más un ideal que una reali-
dad, pero hay órdenes y soberanos que han logrado mayor legitimidad que
otros.3 En una perspectiva sociológica y en algunas corrientes de la ciencia
política4 predomina, en la definición de legitimidad, un carácter más des-
criptivo, identificando el concepto con los mecanismos reales y efectivos
que confieren estabilidad al orden y al poder político. Estos enfoques, por
tanto, no se encausan hacia lo deseable o lo justo, ni a la valoración de los
fines que se persiguen, sino a la estabilidad y la eficacia logradas a partir de
la aceptación de un orden y el sometimiento a un poder determinado. Para
el filósofo mexicano Enrique Serrano, la noción descriptiva de legitimidad,
desde la perspectiva de alguien colocado en posición de observador,
[…] se limita a establecer la presencia de una creencia en la validez de un
orden institucional concreto por parte de un número socialmente relevante

3 Norberto Bobbio afirma que “La legitimidad del Estado es una situación que no se realiza nunca en
la historia, sino como aspiración, y que, por consiguiente, un Estado será más o menos legítimo en la
medida en que realice el valor de un consenso manifestado libremente por parte de una comunidad
de hombres autónomos y conscientes, o sea en la medida en que se acerca a la idea límite de la
eliminación del poder y de la ideología de las relaciones sociales”. Norberto Bobbio et al., Diccionario
de política, México, Siglo XXI, 1997, vol. ii, p. 866.
4 Véase al respeto Ibíd.

109
dinámicas de guerra y construcción de paz

de individuos vinculados a él. De esta manera, se centra la atención en la confi-


guración empírica de los motivos que lleva a que los hombres acaten un orden
establecido.5

En ese mismo sentido, se diferencian los conceptos legitimidad y legiti-


mación, ya que el primero alude al proceso mediante el cual se constituye
el poder político y se logra la estabilidad del mismo, mientras que, por el
segundo, se entienden las interpretaciones y los discursos justificatorios
que se ponen en juego en la práctica política, en procura de constituir y
mantener la creencia, la confianza y la aceptación de los dominados en el
poder político establecido.6
El estudio de la relación entre orden, seguridad y legitimidad nos permite
dejar planteada la siguiente hipótesis: en la medida en que la violencia sea
ejercida en nombre del bien común o de una idea elevada al carácter de
imperativo categórico,7 se establece el fundamento psíquico de su legitimi-
dad social y política. En consecuencia, en el conflicto aquí estudiado se ha
producido una dinámica que consiste en que llega al barrio un grupo ilegal
y ofrece “seguridad” a los habitantes; enseguida, impone su “orden” y,
poco a poco, adquiere la legitimidad buscada o, en todo caso, un consenso
necesario para su aceptación.
La permanente fluctuación orden, seguridad, legitimidad / desorden,
inseguridad y deslegitimidad, tal como se muestra en este capítulo, ha sido
una constante durante el conflicto en la Comuna 13. Allí, un actor que
había ganado legitimidad se deslegitima a partir de sus prácticas, al tiempo
que otro se gana la simpatía y el respaldo de la comunidad, por diferentes
medios, alcanzando así su legitimidad.

El origen de un des(orden) y su legitimidad


Hay tres marcas fundacionales de los barrios epicentro del conflicto en la
Comuna 13: la invasión de los terrenos y la construcción de las viviendas;
el des(orden) generado por las bandas delincuenciales, que actuaban trans-
gresoramente hacía dentro, y la construcción de lazos de vecindad.

5 Enrique Serrano Gómez, Legitimación y racionalización. Weber y Habermas: la dimensión normativa de un


orden secularizado, Barcelona, Anthropos, Universidad Autónoma Metropolitana, 1994, p. 20.
6 Ibíd., p. 127.
7 Aquí el término “imperativo categórico” se emplea para hacer referencia a algo que tiene el valor
de un mandamiento que se exige ser aceptado sin discusión, independiente de lo inconveniente
que sea desde el punto de vista práctico.

110
Orden, seguridad y legitimidad

La primera marca define una historia de conflictos intra e interbarriales


y con el Estado. La segunda, una historia de sometimiento al capricho de
quien, por distintas coyunturas, se apropia, mediante la violencia, de los
pocos medios de que dispone la población para sobrevivir. La tercera sirve
para el apuntalamiento de una identidad y de expresiones que se fundan
más en la solidaridad y la familiaridad, que en la destrucción. Con las dos
primeras marcas se generan nuevos conflictos, y con los valores que signan
la tercera se rubrica una tradición simbólica de interacción y confianza,
y se construyen liderazgos históricos que han sido de gran utilidad para
oponerse a la segregación, a la estigmatización.
Una tesis que se quiere dejar planteada, es que en los barrios altos de la
Comuna 13 —Las Independencias 1 y 2, Nuevos Conquistadores, El Salado
y La Colina— se establece, desde su origen, así no sea de manera abierta y
contundente, un des(orden), que es marginal a un Estado que regule las rela-
ciones sociales. Este des(orden) se presenta dentro de la misma comunidad,
perjudica a unos y favorece a otros. Entonces, en el origen de la Comuna 13
se da un orden fundacional que no remite a organización y tranquilidad, ni a
la suspensión de factores de zozobra, sino, más bien, a su instalación.
El des(orden) y la inseguridad en el tiempo de la invasión se debe, según
los mismos entrevistados, a la reunión, en un mismo lugar, de gente con
diversas procedencias y atravesada por condiciones de vida muy precarias,
en disputa por la subsistencia, agrupada en un escenario de hacinamiento y
privaciones, con escasa presencia institucional, con resentimientos acumu-
lados y violencias diversas. Si a esta circunstancia se agrega el alejamiento
relativo del Estado, que llevó a los habitantes a hacer frecuentes reclamos
pidiendo la protección de sus barrios, pero sin obtener respuesta positiva
de aquel, es explicable que de allí surgiera un sinnúmero de problemas
en la convivencia ciudadana. Crecer y desarrollarse siendo objeto de se-
ñalamientos, de rechazo por una condición marginal y de exclusión de los
escenarios políticos locales, lleva a que se carezca no sólo de motivación,
sino también de formación para vincularse legalmente con el Estado y de
manera pacífica con el semejante.
Un componente que contrarrestó el des(orden) imperante en los pri-
meros años de conformación de estos barrios fue la presencia de líderes
y lideresas comunitarios/as, legitimados/as en su autoridad simbólica,
porque contribuían a la solución de los diversos problemas atinentes a
las condiciones de grandes precariedades de los pobladores. No obstante,

111
dinámicas de guerra y construcción de paz

el reconocimiento simbólico de la autoridad de los líderes y las lideresas


no estuvo exento de contradicciones, pues no faltaba quien considerara
que querían sacar partido de su posición privilegiada y los/as acusase de
prácticas clientelitas o corruptas.
Pese a que los líderes y las lideresas siempre han tratado de movilizar
ese grupo humano para la satisfacción de las necesidades materiales y la
búsqueda de una mejor convivencia, ello no ha sido fácil, porque no cesan
de aparecer expresiones privadas de fuerza a la hora de dirimir conflictos.
En todo caso, el que los barrios anotados se formaran mediante invasiones,
incidió para que el Estado no fuera el regulador de los conflictos que allí se
presentaban, ni implementara estrategias de inclusión, lo que contribuyó
a fortalecer la mentalidad aislacionista y de desconfianza de los habitantes
de estas comunidades frente a la autoridad legalmente constituida. Sentir el
abandono del Estado, a juicio de las personas entrevistadas, es lo que más lo
deslegitima, en especial, en momentos de mayor dificultad de los barrios,
como ocurrió en sus orígenes.
En aquel tiempo, además de requerir servicios, transporte, salud, educa-
ción, equipamiento barrial, la gente solicitaba la presencia de una autoridad
que mediara en los conflictos vecinales, entre la misma comunidad y con
sus comunidades colindantes, y que los protegiera de las bandas delincuen-
ciales que afectaban la seguridad en los espacios privados y públicos. En esa
época, el ambiente era de cierta desconfianza, intranquilidad e incomodi-
dad, con el/la vecino/a, con el Otro estatal y con las bandas delincuenciales.
Con el/la vecino/a, porque podía aprovecharse; con el Estado, porque podía
desalojarlos, y con las bandas, porque los despojaban de sus bienes y atenta-
ban contra su integridad. Así, la disposición a recibir apoyo de algún agente
que se presente portando ciertas insignias de poder y solidaridad ha estado
vigente en los habitantes de la Comuna 13 desde el origen.
Uno de esos agentes fue una facción de los partidos políticos tradicio-
nales. Según lo recuerda un líder, el primer respaldo para acomodarse con
cierta seguridad en una posición irregular como lo fue la invasión, provino
de la fuerza política liberal del Guerrismo.8
[…] en algunos sectores hubo algunas dificultades con la fuerza pública, que llegó
en algunos momentos a desalojar; pero igual no hubo grandes inconvenientes

8 Se trata de una fracción del Partido Liberal, liderada por el ex alcalde de Medellín, Bernardo
Guerra Serna.

112
Orden, seguridad y legitimidad

con eso, pues en favor de esas personas y de esas familias, intervino la dirigencia
política de ese entonces. El Guerrismo estuvo muy posicionado en esta zona
de Las Independencias y El Salado, más como estrategia electoral, que como
estrategia o propuesta de desarrollo y de garantizar condiciones a familias. Esa
intervención limitó un poquito y le bajó ritmo e intensidad a la presencia de la
fuerza pública en ese entonces.9

Este testimonio deja entrever que la primera intervención externa que


vino en auxilio de la comunidad, para que pudiera permanecer en los te-
rrenos invadidos, se propició desde un sector político que se mostraba con
apariencia benefactora. En esa época, la inseguridad tenía que ver con el
desalojo posible que podía llegar a afectar a quienes invadieron y con una
disputa por terrenos y linderos librada entre los mismos moradores.

El Otro estatal indiferente y la necesidad de estar seguro


Algo que funciona como una percepción generalizada en las personas en-
trevistadas, es el desamparo en el que se han sentido con respecto al Estado,
porque desde el origen de algunos barrios fueron abandonadas y sometidas
a la arbitrariedad de la delincuencia. Algunas personas, debido a su forma-
ción política e ideológica, pasan de la queja a un intento de explicación,
evocando intereses en juego:
[…] el Estado nunca fijó la mirada en la Comuna 13, porque aquí el estrato que
realmente manejamos no es importante ni rentable para él. Lo que esta comuna
ha generado es una carga para el Estado, porque aquí hay demasiados problemas
y verdaderas necesidades. Como nunca fue dirigida la mirada hacia los estratos
más bajos, creían que no era interesante que algún día a nosotros nos rigiera la
fuerza pública, que algún día nosotros tuviéramos representación en ellos.10

Un eje común en los relatos es la sentida necesidad de satisfacer lo que


consideran un bien preciado fundamental, a saber, la seguridad. Para tener
plena garantía de estar seguro, es necesaria la convicción de que no hay
enemigo interno ni externo que vigilar.
Si, en una comunidad, el miedo pasa de ser una manifestación subjetiva
particular a extenderse a toda la colectividad, es porque el Otro —el Estado—,
que tiene la obligación de proteger, está ausente y ha cedido su lugar a un
poder excesivo. Es lo que sucedió en la Comuna 13, en donde la inseguridad

9 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


10 Entrevista a profundidad 21, hombre líder, 20 de agosto de 2005.

113
dinámicas de guerra y construcción de paz

fue cultivada y producida, en distintos momentos, por un Otro que hacía su


aparición bajo la forma de un control desmedido y una reducción extrema
de los derechos y las libertades en el plano individual y colectivo. La caren-
cia de seguridad en el plano social se mide por la desprotección colectiva
en el registro de los derechos ciudadanos; en el plano de la subjetividad, se
mide por el miedo a algo concreto y localizado.

Del des(orden) de las bandas a las brigadas de vecinos


Una vez superadas las dificultades originadas en la situación concreta de
invasión, surgen otros problemas, en la nueva condición de moradores de un
barrio con múltiples precariedades. Los testimonios recogidos coinciden
en registrar las continuas amenazas para la convivencia, propiciadas por
delincuentes11 que cometían múltiples acciones contra hombres, mujeres,
jóvenes y niños y niñas.
Los agresores, en el tiempo de las bandas, “eran gente drogadicta a la que
no le importaba chuzar a alguien”.12 La relación bandas-droga convierte
al delincuente en alguien que no le importa hacerle daño a quien sea para
lograr sus fines. Había momentos en que “la gente no podía salir ni a la
esquina porque le quitaban los zapatos y lo que llevara”.13
Diversos testimonios de los habitantes dan cuenta de un sinnúmero de
acciones dañinas para la comunidad, realizadas por algunos individuos o
pequeños grupos, sobre quienes los pobladores tenían conocimiento o sim-
ples sospechas de que eran malhechores.
Uno de los testimonios recogidos a propósito de la participación de las
bandas en el conflicto armado, nos revela lo siguiente:
Si hablamos de trece años atrás, el principio fue de ladrones y violadores. Te
tumbaban la puerta de la casa, te violaban la señora y la hija y te robaban todo,
[…] se llevaban el televisor, el equipo, todo lo de la cocina. Todos los días se
escuchaba decir: tumbaron la puerta en un rancho en tal parte y violaron la
señora, amarraron al marido, violaron las hijas, violaban a las colegialas, robaban
las tiendas; mejor dicho, arrasaban con todo […].14

11 Para la época, en Medellín la delincuencia pasa de ser una acción de individuos aislados, a orga-
nizaciones armadas que utilizan el hurto, el atraco, los homicidios y otras formas de violencia
como un medio lucrativo. Algunas de estas bandas utilizan también el consumo y el tráfico de
estupefacientes. En estos barrios se conjuga tanto la delincuencia individual como la organizada.
12 Entrevista a profundidad, hombre líder, 20 de agosto de 2005
13 Ibíd.
14 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

114
Orden, seguridad y legitimidad

Uno de los intentos para solucionar los problemas de inseguridad genera-


dos por la delincuencia fue de tipo comunitario. Amparados en el principio
de la “legítima defensa”, se organizaron “brigadas de vecinos”, las cuales
asumieron la vigilancia de sus barrios e implementaron “sanciones” para
quienes encontraran delinquiendo o fueran merecedores de sospecha.
Las “sanciones” consistían en castigos físicos, como golpearlos con ele-
mentos contundentes, “darles palo”, obligarlos a “irse del barrio”, y hasta la
“pena de muerte”. Respecto de las primeras, un entrevistado que ostentó un
rol prominente dentro de dichas brigadas, reconoce que
[…] en esa época me reunía con varios vecinos, salíamos por ahí a las nueve
o diez de la noche con la macheta y con la ruana por el sector, a ver a quién
veíamos. Entonces, había veces que pillábamos a alguien por ahí y le co-
gíamos y le dábamos palo, palo, y le dábamos palo, y le decíamos que no lo
queríamos volver a ver.15
Esta experiencia, según el mismo narrador, terminó con el homicidio
de una de las personas que se estaba castigando.
[…] hasta que en un momento se nos fue la mano, se nos fue la mano y hubo
un muerto ahí; se nos fue la mano y entonces, desde que se nos fue la mano, ya
dijimos: “nosotros no podemos seguir esto así” […].16

Que la expresión “no podemos seguir esto así” sea consecuencia de la


constatación de un exceso expresado en lenguaje coloquial con el enunciado
“se nos fue la mano”, da cuenta de una censura que implica la introducción
de un límite ético que exige tomar distancia de la tentación de administrar
justicia por la propia mano. Esta exigencia de detenerse, en los casos en que se
produce, tiene que ver con una responsabilidad que no proviene de una au-
toridad exterior, sino interior, porque esa paliza, transformada en homicidio,
se inscribió en la subjetividad de sus autores como un acto desmedido. No
asumieron íntimamente el acto criminal como algo que la víctima merecía
y que la comunidad debería avalar, sino como un exceso no calculado, un
pasaje al acto homicida. Si bien pretendían defender un orden comunitario,
al parecer no se inscribían en el imperativo de tener que hacerlo a como
diera lugar; por eso el crimen les produjo horror y les obligó a asumir una
posición ética de rechazo frente a esa manera de castigar para garantizar la
seguridad y la justicia.

15 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.


16 Ibíd.

115
dinámicas de guerra y construcción de paz

La experiencia del conflicto mostró que cuando se legitima una autode-


fensa, lo que en el fondo se autoriza es un empuje hacia el exceso. No es
gratuito que del palo para castigar y dar un escarmiento, se haya pasado al
homicidio, sin un cálculo criminal, ni delincuencial. Este paso sorpresivo
hacia un daño no localizado en la intención de castigar, da cuenta de una
satisfacción pulsional inédita. La pulsión destructiva,17 como impulso de
atentar contra el semejante, se camufló, esta vez, en la legítima defensa,
y en un ideal comunitario de devolver el bien perdido de la seguridad.
Situaciones como la evocada dan cuenta del riesgo involucrado cuando un
sujeto, basado en el principio de la “legítima defensa”, se siente autorizado
a hacer justicia por fuera de una legislación estatal o de una tradición civi-
lizada que delimite sus alcances.
Por otro lado, la declaración “no podemos seguir esto así” es un buen ejem-
plo para ilustrar la manera como socialmente emerge un sujeto ético, el cual
se opone a ese otro sujeto que, con el propósito de garantizar el bien social
de la seguridad y de ser eficaz en su función protectora, podría considerar
legítimo cualquier medio de defensa. El sujeto ético es aquel que le dice no
al sujeto de la eficacia cuando éste se excede guiado por el imperativo de
presentar resultados tangibles y cuantificables. Este no, como ya se dijo, es un
indicio en la construcción subjetiva de una distancia con respecto a “la mano”
que se fue hasta el acto criminal, distancia que, por ser ética, no depende de
la amenaza de la ley jurídica, ni de la obtención de prebendas, sino de la
incorporación de unos valores proclives a la conservación de la vida.
Lo que las brigadas lamentan es que la mano no obedeció a la voluntad
consciente de corregir y, en su lugar, se impuso una voluntad de exceso,
que no estaba contemplado en el plan inicial. Se renuncia, entonces, a
la iniciativa de hacer justicia por la propia mano y queda como resto un
sentimiento difuso de indignidad personal, así no haya acusación directa de
los/as dolientes o de la comunidad misma.

17 En aquellos casos en que agentes del orden o civiles armados que se nombran como autodefensas,
pasan de la intención de castigar para hacer justicia al exceso homicida sin que medie una decisión
consciente, es valido reconocer el concurso de una voluntad inconsciente de destruir, la cual
puede encontrar, por ejemplo, en la idea de justicia, de la paz y la autodefensa, la oportunidad de
camuflarse y ser puesta en acto de manera cruel. La pulsión es una voluntad distinta a la voluntad
consciente; su función, en los humanos, es empujarlos hacía el desorden, hacia la obtención de
satisfacciones contrarias al placer y a la conservación civilizada de los vínculos.

116
Orden, seguridad y legitimidad

Hubo otra razón, esta vez ya no subjetiva, sino social, que reforzó la re-
nuncia a la justicia por propia mano: se trata de la aceptación de la seguridad
ofrecida por los milicianos. Aquí de nuevo se instala el mismo peligro de
exceso por el cual se renunció a hacer justicia privada, pero como esta vez
“no es a mí a quien se le irá la mano, sino a los milicianos”, la responsabilidad
pasa a ser de otros. Salta el exceso de nuevo a la escena, pero como esta vez
se han agregado razones políticas a las sociales y, además, se tiene la decisión
de ejercer un control territorial, en lugar de surgir el límite ético —“no pode-
mos seguir esto así”—, se invoca más bien un imperativo criminal: “así tiene
que ser, pues lo que no sirve, estorba”.18

Las milicias: del ofrecimiento de la seguridad a los excesos


La situación a la que se vio abocada la comunidad ante la presencia de la
delincuencia común, tal como fue narrada, da cuenta de que hacer justicia
por la propia mano involucra un peligroso apasionamiento que puede hacer
confundir el castigo con la venganza, y que la dialéctica orden, seguridad y
legitimidad se agencia como un elemento social y subjetivo propicio para
ver, con buenos ojos, la llegada de las milicias a los barrios.
De una lógica defensiva propia de las brigadas de vecinos, se pasó al imperati-
vo de atacar, propio de las milicias, mediante el establecimiento de una trilogía
—control territorial, poder y orden— que define la seguridad en esa época.

El orden miliciano o la garantía dictatorial de la seguridad


El proceso de inserción de las milicias en los barrios no se dio al mismo
tiempo ni de igual manera, pues diversos territorios de éstos continuaron
bajo el dominio de bandas que opusieron resistencia y lograron permanecer.
Así mismo, entre los grupos armados de izquierda, que tuvieron dominio
en la comuna, hubo disputas bélicas por el territorio.19
El procedimiento usado por las milicias para llegar a estos barrios, según
el relato de un dirigente de la comunidad, se materializó con
[…] un primer acercamiento a la Acción Comunal, intentando hacer una “mí-
nima labor ideológica”, cuyo eje era fomentar el rechazo al Estado, pero con

18 Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005.


19 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.

117
dinámicas de guerra y construcción de paz

situaciones algo contradictorias, como la de aceptar la presencia estatal sólo para


la realización de algunas obras de infraestructura.20

De manera progresiva, la autoridad conferida inicialmente a los líderes


y lideresas de la comunidad se fue reduciendo o trasladando hacia las mi-
licias, debido a la imposibilidad de aquellos/as de garantizar la protección
demandada y también por las pruebas de mayor eficacia mostrada por este
grupo armado.
Las milicias asumieron, con una disposición más de estrategia militar que
comunitaria, la labor de las rondas que antes los vecinos se arrogaron:
Desde hace dieciocho o veinte años aparecieron unos encapuchados que empe-
zaron a limpiar el barrio a lo bien; mataron mucha cosa que no servía: a viciosos,
a gente que se mantenía atracando, y lo que no sirve estorba. Se los llevaban para
la parte de arriba y por esas mangas los mataban. Desde que mataron esa gente
que no servía, ya se podía jugar en la calle y buscar trago a las dos de la mañana,
porque antes uno tenía que comprarlo temprano y encerrarse en la casa.21

Las milicias no se conformaron con poner orden en situaciones con-


cretas. También instituyeron oficialmente un “orden miliciano”, pues del
combate contra la delincuencia fueron pasando a una forma de gobierno,
de regulación de las relaciones en la comunidad y al control del territorio:
Obviamente ellos ejercen el control, se convierten en el referente institucional
para atender cualquier necesidad, para solucionar cualquier problema. Cualquier
necesidad, ya sea de seguridad, de intervención en lo social, en infraestructura,
casi siempre la comunidad la transmitía a ellos.22

Las expresiones “orden miliciano” o “régimen miliciano” son utilizadas


por los pobladores, especialmente por los líderes y las lideresas, al referirse
a los años, casi una década, en los cuales las milicias tuvieron el control
militar y político del territorio.
Otra manera de referirse a ese mandato es el de “hegemonía miliciana”,
para enfatizar que durante este tiempo no hubo disputa del mismo con
las fuerzas armadas del Estado. La forma como es usada la expresión “hege-
monía” no se aparta mucho del sentido con el cual se encuentra en la lite-
ratura política, que si bien emplea diversos significados, tienen en común
—según Bobbio—23 la idea de “dirección suprema”, como poder absoluto
20 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.
21 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
22 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005
23 N. Bobbio et al., Diccionario de política, Op. cit., p. 746.

118
Orden, seguridad y legitimidad

conferido a los jefes de los ejércitos, la supremacía de un Estado-nación o


de una unidad político-territorial dentro de un sistema. Tal poder contiene una
preeminencia no sólo militar, sino también económica y cultural, y a partir
de su prestigio llega a ser modelo de inspiración o de condicionamiento de
las decisiones de las comunidades.
Algunas personas entrevistadas afirman que la comunidad aceptó el con-
trol armado en ciertas circunstancias o sobre ciertos ámbitos de la vida social
e incluso familiar, precisamente allí donde se percibía un peligro o un daño,
sea con el drogadicto de la esquina o con el marido en la vida familiar.24
Regulaban problemas, conflictos intrafamiliares, conflictos vecinales, garantiza-
ban la solución a muchos problemas: desde un problema dentro de la casa allá en
la habitación familiar, conyugal, hasta los conflictos que se daban entre vecinos,
barrios y cuadras.25

Pero no siempre hay unanimidad frente a la intromisión de las milicias en


el mundo privado. Algunas voces expresan su desacuerdo: “las quejas siem-
pre se las daban a los milicianos […], ellos se metieron demasiado en la vida
de las personas”.26 Hay relatos que coinciden en señalar el orden miliciano
como “demasiado pesado”.27 Se cuestiona, entonces, no sólo porqué poco a
poco todos los espacios fueron quedando sometidos a dicho ordenamiento,
sino también por la manera violenta en que se fue imponiendo:
Todo funcionaba bajo las leyes de ellos; si vos estabas, por ejemplo, en la calle,
y ellos te querían requisar, un estrujón contra la pared y bueno… y si te decían
que te tenías que ir de ahí, entonces te tenías que ir.28

Una de las manifestaciones del “orden miliciano” fue el establecimiento de


normas: “la ley eran ellos”.29 En un comienzo, esta “ley” era una manera
de poner límites a los delincuentes; pero en el proceso de penetración y
control de los barrios, los milicianos también aplicaron “justicia” y esta-
blecieron relaciones de dominación y sometimiento, siguiendo una lógica
de trueque, que puede resumirse así: “Si ellos vinieron a darnos lo que
necesitábamos, debemos retribuirles con obediencia”.

24 Al respecto, son muy dicientes los testimonios de mujeres entrevistadas, por ejemplo, en la
entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
25 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.
26 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
27 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.
28 Ibíd.
29 Ibíd.

119
dinámicas de guerra y construcción de paz

La aplicación de “justicia” se hacía así fuese violentando derechos de mu-


chas personas y con métodos dictatoriales. Los procedimientos normativos
eran diversos, pero cualquier intervención normativa para corregir un com-
portamiento inconveniente siempre contenía una amenaza, que evocaba la
muerte o el desplazamiento. Es necesario aclarar que el código normativo
no era explícito. Si en un comienzo se legislaba sobre lo que lesionaba a la
comunidad, poco a poco se amonestaba o castigaba a nombre de una moral
de las “buenas costumbres”:
Ellos eran los que decían qué se hacía, cómo se hacía, inclusive establecían san-
ciones. Llegaron a castigar, por decir algo, a un padre de familia que le pegaba a
su esposa; también le pegaban con correas, les decían que después de eso, lo que
seguía era que lo eliminaban. […] Ellos […] garantizaban un orden. […] trataron
de aplicar el concepto de justicia, sancionando a quien era el causante del conflicto,
y eso permitía que la comunidad hiciera una lectura de: “bueno, por lo menos hay
justicia” […].30

Durante este “régimen” son controlados todos los ámbitos, aun aque-
llos que se refieren al propio cuerpo, a la forma de vestir, a la orientación
sexual, a los gustos musicales, entre otros.31 “Una niña que es muy grillita32
y todo, entonces mandarla desnuda para su casa por grilla por andar así, casi
empelota”.33
Las sanciones aplicadas por las milicias eran diferenciales, de acuerdo con
la manera como clasificaban y jerarquizaban a los sujetos y a los hechos. No
era lo mismo la sanción de quien había hecho parte de un combo,34 de una
banda y que ya tenía antecedentes de robo, violación, asesinato o de lesión,
que la de un joven que consumía marihuana o de un esposo violento.
Además, dichas sanciones no estaban restringidas a los delincuentes o
personas de la comunidad que infringieran las normas establecidas por
las milicias, pues también se aplicaban a sus integrantes y con penas como

30 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


31 Algunos jóvenes entrevistados también expresan que, posteriormente, los paramilitares contro-
laron la manera de vestir y el uso de ciertas prendas. A los hombres no los dejaban tener aretes,
porque “parecían maricas”. Entrevista a profundidad 15, mujer joven, 5 de mayo de 2006.
32 Grillita es una expresión peyorativa regularmente empleada por la gente de los barrios populares
para referirse a una mujer a la que no se le atribuye buena reputación, por su manera de vestir y
por ser insinuante.
33 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.
34 Combo es una expresión utilizada en las comunas de Medellín para referirse a un conjunto de
personas que se reúnen con una finalidad común, sin importar si es positiva o reprochable. Un
combo se forma para lo mejor o para lo peor. De todas maneras, se privilegia para referirse a
agrupaciones delincuenciales en los barrios de la ciudad.

120
Orden, seguridad y legitimidad

la muerte. Algunas personas entrevistadas dicen haber sabido que, en los


casos en que integrantes de las milicias tenían participación en agresiones
a la comunidad, la dirección del grupo tomaba cartas en el asunto:
[…] a un vecino le desocuparon la casa, pero la milicia se dio cuenta de que el
ladrón era uno de ellos. Como a los tres días ellos mismos lo mataron, porque
no permitían que ellos robaran, ni nadie.35
Las milicias practicaban juicios populares. Según algunas jóvenes entre-
vistadas, estos juicios estaban precedidos de una investigación, pues, en
los casos por ellas percibidos, la imputación y la sanción recayeron sobre los
reales autores de los delitos: “como que había una investigación antes,
porque sacaban exactamente a la persona que le robó a aquella señora
ayer, o a los muchachos que violaron aquella muchacha”.36 Además, sólo
asesinaban después de llamar la atención y amenazar con proceder si
volvían a caer en la infracción.
Cuando había un problema en la comunidad, ellos trataban de resolverlo de la
mejor manera; pues era gente que no mataba por matar, eran gente que mataban,
pero era porque ya le habían llamado la atención muchas veces a la persona.37
Al ser preguntado sobre este tipo de prácticas punitivas y el respaldo que
tienen en algunos habitantes, un dirigente lo explica diciendo que, debido a
la falta de formación educativa y ciudadana de los sectores populares como
éste, la vida la merece quien se comporte bien.
[…] Entonces, un delincuente que ya hubiese matado uno o dos, no merecía
vivir, […] pero igual, desde el sentido común la gente dice: “si usted o él lo hizo,
¡páguelo! y si lo hizo dos o tres veces, con mayor razón, ¡no merece estar acá!”.38

Pero no siempre las milicias encontraron apoyo en su manera de “hacer


justicia”. Quienes se vieron afectados/as por el asesinato de algún pariente
catalogado de delincuente, enfatizan su rechazo, porque: “nadie tiene de-
recho a quitarle la vida a otro”.39
Una forma de sustentar el orden era mediante la aplicación de un sistema
de tributación, a la manera como un Estado colecta impuestos. Los milicia-
nos exigían contribuciones “voluntarias” a los pobladores, especialmente a

35 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.


36 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.
37 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
38 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
39 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005, y entrevista a profundidad
23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.

121
dinámicas de guerra y construcción de paz

los tenderos, a los conductores, y también a las amas de casa. Tales aportes
son conocidos como “vacunas”.
En el gremio transportador cuentan que las milicias, además de vacunar
a todos los chóferes, introdujeron una modalidad adicional, consistente en
una red en la que se autonombraron intermediarios entre los conductores
y los alistadores de carros, y se hacían pagar una cuota fija obligatoria por el
servicio de lavado, de lo cual ellos pagaban una parte al trabajador que lavaba
el vehículo. El testimonio de un conductor dice:
La vacuna empezó hace muchos años aquí. Ellos empezaron vacunando, por ejem-
plo, buscaban un alistador que les lavara el carro, pero esta gente ya tomaba eso
como un negocio, porque ellos cogieron todos los alistadores a pagarle semanal.
A nosotros nos cobraban una plata y, lave el carro o no lo lave, le cobraban a uno.40

Las familias también debían hacer su contribución, dándoles alimentación


e incluso alojamiento a los combatientes. Las tiendas debían aportar merca-
dos y víveres cuando las circunstancias de los combates así lo exigían.
La vacuna, entendida como un pago en dinero o en especie, es un proce-
dimiento rodeado de una amenaza implícita y explícita; se vive como una
obligación que, dependiendo de cada circunstancia, se acepta con resignación
o beneplácito. Esa situación, que en los primeros tiempos fue bien vista por la
población, con el correr de los años fue tomada como una carga excesiva, lo
cual, sumado a otros factores que se verán más adelante, ayudó a que la gente
les fuera quitando el apoyo y llevó a acumular el desespero en la población.
Una forma de las milicias hacer oposición al Estado fue dando apoyo a
familias necesitadas para que no pagaran servicios públicos o para que ocu-
paran predios en algunas zonas de la comuna, garantizando su protección
contra intentos de desalojo por parte del Estado o de los propietarios de los
terrenos. También ejercieron labores administrativas en zonas bajo su control,
por ejemplo, en la parte alta del barrio El Salado, donde establecieron una
sectorización para su manejo, que contó con la aceptación y la apropiación
por los habitantes de la misma.
Una adecuada comprensión de esta oposición al Estado por parte de las
milicias está mediada por dos consideraciones: por un lado, la presencia de
cierta ideología de “izquierda” y por otro, en el contexto nacional, el avance
de las fuerzas insurgentes que, desde el campo y con la incursión en las ciu-
dades, adelantaban una confrontación armada al Estado.

40 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.

122
Orden, seguridad y legitimidad

Una ley que se hizo costumbre después de la aniquilación de las bandas,


fue hacer por fuera lo que estaba prohibido adentro. Las milicias actuaban
a la manera de Robin Hood: quitarle al rico y dárselo al pueblo necesitado.
El “extranjero” que tiene pertenencias codiciadas debe renunciar a ellas en
favor de la comunidad que las necesita. Hacer filantropía con el producto
de la ilegalidad es algo que se había implantado en el país desde la época de
la “caridad” mafiosa, que tanto sedujo a la Iglesia, al Estado y a la sociedad
en general. Era normal que los milicianos atracaran un carro de Coca-cola o
de Pilsen, e hicieran “un festival de la cerveza para recoger fondos para
los niños”.41 Vender las cervezas a bajo precio en pro de una buena causa
legitimaba lo ilegal.
Entre el grupo armado y la comunidad se estableció una relación de doble
vía: el primero prestaba el servicio de seguridad, entendida a su manera y con
sus métodos, y a cambio de ello, imponía, a la segunda, un reglamento, confor-
mándose así entre la gente otra serie básica denominada seguridad-obediencia.
Mientras el principio rector de las brigadas comunitarias era protegerse
de la maldad del transgresor de la ley y darle una lección para que se de-
tuviera, sin por ello pretender exterminarlo, el código miliciano admitía el
exterminio y se expresaba en el imperativo categórico: “hay que limpiar”.
A partir de la inscripción social y psíquica del imperativo de la limpieza
del indeseable, la inseguridad adquiere, en algunos círculos sociales, una
definición sanitaria. La inseguridad no es más que “desaseo de la comunidad”.
En términos lógicos, la respuesta más adecuada ante el desaseo (igual a
inseguridad) no debe ser sino la “limpieza del barrio”, que es equivalente a
desinfectar (igual a seguridad). Esta equivalencia entre infección e insegu-
ridad y entre seguridad y limpieza, convierte, a esta última, así la ideología
y las creencias religiosas se opongan en algunos sujetos, en una práctica que
en la vida psíquica de la gente se implanta como necesaria y provechosa.
Si la seguridad se define como el interés comunitario de mayor peso en
los relatos y es identificada con una ganancia de tranquilidad en los espacios
públicos y privados, entonces la muerte de una persona, cuando era etique-
tada como “desechable” o vehículo de inseguridad en el barrio, no podía
leerse sino como una manera válida y eficaz de solucionar el problema del
miedo.

41 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

123
dinámicas de guerra y construcción de paz

La legitimidad miliciana
La aceptación de las milicias por la comunidad se localiza en un momento
lógico en el que se había tocado un límite de tolerancia frente a las bandas de-
lincuenciales. Puede afirmarse que mientras los milicianos combatían a éstas
y sancionaban a quien cometiera actos contra la propiedad o la integridad de
los habitantes de los barrios, la inscripción que lograban era la de “sicarios
buenos”. Eran nombrados como “buenos”, porque sus actos beneficiaban a la
mayoría y perjudican a unos pocos, quienes se tornaban vulnerables porque
no eran gratos. “Sicarios buenos” es una expresión que une dos significantes
—bondad y violencia—, que son contrarios si se examinan teniendo en cuenta
el discurso ético común: la bondad es una virtud del ser, que supuestamente
se opone al acto de privar de la vida a un semejante.
La “bondad” de los sicarios que desplazaban a la banda, viene dada porque
sus actos violentos se dirigen contra el enemigo no grato, contra el extraño
y contra aquel que cultiva formas de gozar42 excluidas de lo que se tolera.
El “bondadoso sicario” no mata a cualquiera, sino a quienes son seleccio-
nados previamente; y como la víctima ha sido reconocida con anterioridad
como algo que “no sirve”, no son muchos los que se extrañarán por su
desaparición. Las muertes en nombre de un “orden” y del “ideal colectivo”
de “seguridad”, “paz” y “tranquilidad”, cuentan con un aval de algunos
sectores de la comunidad y por ello la crueldad real del acto no riñe con la
supuesta bondad del ejecutante.
Posteriormente, en un tiempo que es el de comprender, en la población
se consolidará un sentimiento de reserva con respecto a dichas milicias.
Pero mientras no aparecieron el paramilitarismo y la fuerza pública como
nuevos protectores, la reserva se mantuvo en un relativo silencio, para
evitar ponerse en peligro.
Una regla que parece primera a nivel comunitario es que a mayor per-
cepción de exceso del grupo saliente, más caudal de aceptación tiene el en-
trante. Esto pasa por una dimensión variable y en cada caso puede valorarse
cualitativamente.
La legitimación del uso de la fuerza por parte de los milicianos para
exterminar a las bandas fue una respuesta social que encontró pocos/as
detractores/as. Aunque su aniquilación trajo consigo una manera de aplicar

42 Aquí el término “goce” connota la arbitrariedad que regía los actos del sicario cuando, en nom-
bre de la justicia y la conservación del orden, asesinaba a sangre fría al supuesto transgresor.

124
Orden, seguridad y legitimidad

“justicia” con excesos cuestionados por algunas personas, la comunidad


toleró procedimientos autoritarios con base en tres aspectos: 1) un principio
de utilidad inmediato; 2) el abandono, por el Estado, en lo que respecta a la
responsabilidad social que tiene de regular los vínculos que conforman una
colectividad, y 3) un sentimiento de miedo.
Otro de los elementos que contribuyó al respaldo a los milicianos —en el
análisis de un dirigente comunal— fue el darles reconocimiento a los jóve-
nes. Las milicias lograron “empoderarlos”, y eso impactó positivamente en el
contexto de una comunidad abandonada, con pocas oportunidades laborales
y recreativas, y escasas posibilidades de ser reconocida, como ocurría en esta
comuna, pues:
Cuando hay cantidad de jóvenes sin educación, sin empleo, ansiosos de ser
reconocidos, entonces la izquierda les ofrece algunos niveles de formación, de
contextualización de lo que son ellos, dónde están y quiénes hay a su alrededor;
les ofrece algunos ingresos, mínimos, pero se los ofrece, y además de eso, les
ofrece condiciones, así sea al margen de la legalidad, así no sean las que noso-
tros quisiéramos, pero les ofrecen condiciones para ser conocidos, respetados,
valorados. ¿Qué puede esperar uno? […] Esto permite hacer una lectura de cuál
pudo haber sido el nivel de vinculación y participación.43

Uno de los factores que incentivó la legitimación de la implantación de la


“pena de muerte”, fue el deterioro social y subjetivo de la vida como valor
superior. La muerte de la persona que incomoda pasó a instalarse en el discurso
como la respuesta más apropiada para recuperar la comodidad que se cree ne-
cesitar. También el desplazamiento deja de ser una infamia, a condición de que
el objeto de la exclusión forzada se encuentre reducido al lugar de una “cochi-
nada” que infecta el ambiente.44 Degradar al semejante mediante su reducción
a los significantes que nombran lo peor para una comunidad, es condición
subjetiva para que cualquier acción contra él, por reprochable que sea en sí
misma, encuentre posibilidad de ser legitimada implícita o explícitamente.
La comunidad deja de ser blanco del mal delincuencial y se convierte en
objeto de un bien prometido por “muchachos” que se presentan en una po-
sición a la vez altruista y despótica. Aquel que puede decir “como nada debo,
nada temo”, caminará tranquilo por el barrio y vivirá sin contratiempos. En

43 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


44 En ese momento no se denominaba “desplazamiento”, sino “destierro” y, además, era bien visto
como una forma de sanción, por aquello de que “lo que no sirve estorba”.

125
dinámicas de guerra y construcción de paz

el tiempo de la banda temía el que debía y el que no debía; en el de la milicia,


temía sólo el que debía.
La banda no es rechazada por violenta, sino porque su acción se dirige al
corazón mismo de la comunidad y no a algo considerado externo. Al erigirse
como guardianes de la comunidad, los milicianos quedan autorizados sim-
bólicamente para destruir todo aquello que la afecte. La banda es afección,
porque toca el cuerpo y el producto de su fuerza de trabajo, dinero que se
considera sagrado, por oposición al que es mal conseguido. Quien toca lo
sagrado se hace merecedor de un odio visceral y las milicias ingresan como
garantes de la realización de ese odio.
En el fondo, el soporte de la justicia agenciada por la milicia es la venganza,
no realizada por la comunidad, pero sí ofrecida a ésta, y con posibilidad de ser
saboreada por quien se sienta ofendido/a o cultive rencor. En este sentido, el
miliciano es un criminal que, para los/as ofendidos/as por la banda, adquiere
la dignidad de ser bueno en su propia maldad. Torturar, marcar, mutilar,
matar a bala o a puñaladas, o dejar “muertos por ahí”, muertos que “eran
del barrio”, pero que se volvieron enemigos, se convierte en un quehacer
aceptado que incluso puede ser llevado hasta la exaltación.
La psicología que vendían ellos era devolverle a la gente la vida que habían
perdido: poder compartir con los vecinos, tranquilidad, salir y volver a cualquier
hora sin que te pase nada.45

La milicia, pese a tener una estructura tan intimidante como la banda,


prometió un servicio y esto impidió que fuera asociada con lo delincuencial.
Se proponía impartir justicia por fuera del Estado de derecho, pero contando
con una legitimación basada en la recuperación de tres valores que la banda
socavaba y agrietaba: seguridad, orden y tranquilidad. La comunidad legiti-
maría el acto cruel, basándose en un razonamiento que se puede formular así:
“si no es a mí a quien atacan, sino a quien quiere hacerme el mal, entonces,
por mi bien, el otro mata, tortura, desplaza y desaparece personas”.
El ideal del bien común y el hecho de no tocar a quien vive de acuerdo
con lo establecido implican que la violencia cambia de destinatario: no
será contra el barrio, sino en favor de éste. El rango de enemigo será para
quienes gozan quitando lo ajeno y abusando del cuerpo del otro. Cualquier
infamia cometida con el enemigo se justifica como acto justiciero y así se
legitima una modalidad perversa de hacer justicia y de aplicar la ley.

45 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.

126
Orden, seguridad y legitimidad

Excesos, inseguridad y deslegitimación miliciana


La aceptación de las milicias por parte de la población fue cambiando, en la
medida en que éstas realizaron prácticas abusivas.
[…] ellos entraron como un grupo de limpieza, pero terminaron delinquiendo.
El delinquir de ellos consistió en que en el mismo barrio robaban: vos tenías un
almacén y por la noche te lo desocupaban. A nosotros no nos atracaban, pero
estaba la vacuna que había que dar.46

Los abusos y las órdenes arbitrarias, los excesos en el ejercicio de la au-


toridad y las exigencias de manifestaciones de obediencia, lealtad y apoyo
incondicional, como contraprestación que las milicias creían merecer por
el orden y la seguridad constituidos, fueron instalando progresivamente, en
la comunidad, el mismo miedo del que había sido salvada en otro momen-
to. El orden establecido se fue haciendo cada vez más oneroso, a medida
que el grupo armado verificaba su poder hegemónico en la comuna. De
la satisfacción por la movilidad y la calma recuperada se pasó nuevamente a la
zozobra, dada la magnitud de los excesos de violencia y las limitaciones en
el ejercicio de derechos de los habitantes.
Lo anterior produjo un paulatino rechazo por la comunidad, no sólo por los
“excesos” de tipo económico, sino por sus prácticas, consideradas opresivas
por los habitantes. Uno de los hombres entrevistados dice:
La gente vivía bajo ciertas reglas; los jóvenes no podían consumir drogas, la gente
no podía salir de tal o cual forma. Si había un problema, ellos lo solucionaban. O
sea, la gente quería como vivir un poquito más libre, no con tanta presión, con la
presión de quién será el de mañana, “cuándo vendrán por mí”, si abro la puerta
a quién me voy a encontrar en mi puerta tirado, ya muerto.47

Cuando la presión se ejerce mediante la vigilancia y el control, quien es


objeto de ella siente un estrés constante. Esto es lo que produce un sujeto,
un grupo, un Estado o un empresario, cuando por creer haber alcanzado un
poder hegemónico e indiscutible, se dedica al asedio de quien está bajo su
ley. Este escenario social de presión es indispensable para que el subordinado
sienta diariamente el poder del amo.48

46 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.


47 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
48 No es por otra razón que, en las democracias participativas, se instituye el derecho a la desobe-
diencia civil, a las huelgas, a cierto nivel de oposición y disenso, que no deja de ser saludable en
materia de libertad.

127
dinámicas de guerra y construcción de paz

Del conjunto de testimonios se puede colegir que las milicias van perdiendo
progresivamente su legitimidad, el “orden miliciano” se va desmoronando,
socavado por sus propias prácticas. Su deslegitimación se debió no sólo a
un “desgaste natural”; a ello contribuyó también la llegada de otros com-
petidores, los paramilitares y la fuerza pública, la cual, por “contragolpe”,
produjo un aumento de las prácticas abusivas de las milicias y el incremento
de las vacunas hacia la población. Poco a poco, la gente se fue dando cuenta
—según dicen las personas entrevistadas— de la manera como asesinaban
personas inocentes, y que por cualquier sospecha podían acabar con sus
vidas.49 Una mujer relata cómo asesinaron a una joven por el hecho de
tener amistad con miembros de la Policía:
[…] mataron varias muchachas, a una muchacha que apenas iba a cumplir die-
ciocho años, porque la guerrilla ya le había dicho que no hablara con la ley, que
ni los saludara. Ella, cada que llegaban a las siete u ocho de la mañana, los entraba
a la casa y les daba tinto o fresco, y entonces ya la tenían pillada y ella no hizo
caso. A la mamá le habían advertido mucho que esa gente la iba a salir matando
y no hizo caso. A las siete de la mañana llegaron preguntando por ella, les dijeron
que estaba dormida, le dijeron a la mamá: “Despiértela, que necesitamos hablar
con ella”. Entonces, esa era la tercera vez que le advertían. Entonces, dijo la
mamá: “Esperen que ella ya sale”. Salió en piyama y se puso a conversar con
ellos, y ellos todos tapados y armados, empezaron a hablar con ella, le dijeron
que “sapa hijuetanta, que ya le habían advertido”. Le dieron siete tiros en la
cabeza, delante de la mamá y dos hermanos, y entonces ya al momentito llegó
la ley, y la mamá le echó la culpa a los policías, que por culpa de ellos le habían
matado la hija. Entonces, ante la familia le matan a uno los hijos, el marido, los
sobrinos, los primos, todo.50

Aquí puede verse que allí donde el protegido-subordinado —la joven


muerta— pierde su derecho a relacionarse libremente, a desobedecer por
considerar arbitrario lo que se le pide, se establece una relación vertical de
dominación: el subordinado debe obedecer sin derecho a opinar ni a disentir,
si no quiere pasar de protegido a enemigo. La condición de protegido “a
cambio de…” es equivalente a quedar convertido en una especie de amena-
zado permanente, porque cualquier desliz que tenga puede resultar caro.
Con respecto al paso de la solidaridad a la reserva, se evoca el siguiente
testimonio:

49 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


50 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.

128
Orden, seguridad y legitimidad

Las Milicias Populares entraron hace un poquito más de trece años. Empezaron
dizque combatiendo por el pueblo, se fueron adentrando y empezaron a aprovechar
que se les estaba abriendo las puertas. Ellos dijeron que estaban peleando por el pueblo;
incluso yo hasta llegué a decir lo mismo: ellos están peleando por nosotros.51

“Dizque” y “hasta llegué”, son expresiones que dan cuenta de una toma
de distancia por parte del sujeto, que retroactivamente se interroga por sus
actos e introduce un desacuerdo consigo mismo, por haber contribuido al
establecimiento de una posición desajustada de lo que considera su deber
ser y el de la comunidad. Esta posición es ética, porque se define a partir de
un sentimiento de responsabilidad y no de una calificación externa, como
sucede en el caso de la imputación jurídica, en donde es un juez quien
juzga desde el exterior un comportamiento considerado reprochable.
Del terror de las bandas se pasa al control ejercido por el orden miliciano,
orden que va de lo positivo a lo negativo, porque después de un tiempo
comienzan los excesos, las manifestaciones caprichosas de poder y ello de
nuevo da lugar al miedo y la zozobra. El régimen que se implanta es autori-
tario. Transcurre de la colaboración voluntaria, a la vacuna sin medida; del
pedido solidario de apoyo, a la exigencia desmedida con base en la amenaza
y el asesinato; del empleo del arma para hacer justicia, a las balaceras sin
que importe quién caiga muerto. En fin: “se volvieron malos”, como dicen
unos, o “cometieron errores, abusos o excesos”, como dicen otros.
[…] ellos están oprimiendo al pueblo, entonces mire “que tienen que tener esta
conducta; tienen que tener esta normatividad; [...] deben de seguir estas pautas;
es todo lo que nosotros digamos...”. Entonces, claro, todo en la vida cansa; a
pesar de que se estaba haciendo un bien, pero la opresión no es ningún bien.
Entonces, la gente empieza ya a filtrarse, a salirse [...] a buscar la manera de
acabar con esa imposición.52

En ocasiones, personas de los barrios tenían que interceder —“cómo vas


a matar al muchacho, hombre, si ese muchacho es buena gente”—53 para
oponerse a actos de las milicias que consideraban injustos. Este tipo de me-
diaciones de la comunidad da cuenta de su percepción de una arbitrariedad
de las milicias en lo relativo a la vida de las personas, arbitrariedad que poco
a poco deslegitima el orden implantado y las hace caer, individualmente, del
lugar de salvadoras.

51 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.


52 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
53 Entrevista a profundidad 1, mujer adulta, 18 de julio de 2005.

129
dinámicas de guerra y construcción de paz

Los testimonios dan cuenta del rechazo a ciertas demandas insensatas


de los grupos milicianos, a la humillación y las ofensas morales cometidas
contra la población. Varias personas entrevistadas, sobre todo los del gre-
mio transportador, rechazan las demandas de los grupos milicianos, por la
humillación y las ofensas morales que cometieron contra la población.
[…] esos muchachos lo cogían a uno: “Hay que ir para un entierro”, y había que
ir, botando los dos o tres viajes que le faltaban a uno en la ruta y de gratis. Un
domingo lo cogían: “Nos vamos para un paseo”; pero no le decían a uno para
dónde, sino que se debía arrancar y cuando ya estabas en el centro, te decían:
“Vamos para La Pintada, para Cisneros o para Antioquia”, y todo de cuenta de
uno. […]. No es justo que yo a las seis de la mañana esté en la Terminal, me
cogen, no me han dado desayuno, no me han dado almuerzo, no tengo un peso
porque yo vine fue a trabajar, a esta hora yo no he almorzado.54

Como puede verse, hay un aspecto del amo miliciano que lo incita a
convertir lo ajeno en propio, a disponer de los que le sirven y necesita en
cualquier momento y de manera injusta, como si fuera el único dueño del
mundo en el que se mueve. Analizando algunos relatos, se evidencia que ese
orden miliciano implicó una autoridad arbitraria y despótica, en la medida en
que lo prohibido para los otros podía ser transgredido por ellos:
[…] mientras matan o condenan a muerte a un joven por violar a una niña, o por
ser “marihuanero” o “ratero”, ellos extorsionan a los tenderos y algunos también
violan a las jóvenes. 55

Los paramilitares, la lucha contra las milicias y el control


territorial
Los paramilitares que llegaron a la zona siguieron la misma lógica militar de
las milicias, pero su estrategia no fue hacerse legitimar ofreciendo seguridad,
sino implantarse fundamentalmente por la fuerza. A diferencia de las mili-
cias, que desarrollaron proselitismo político en los barrios, los paramilitares
poco se ocuparon de este asunto, y después de acabar con las milicias, su

54 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.


55 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005. Las descripciones de las mujeres
adultas sobre los excesos cometidos por los milicianos contrastan con las de algunas jóve-
nes que, como ya se dijo, enfatizan en la manera controlada como actuaban las milicias, en
términos de no hacer daño a la población y no infringir castigos, sin antes cerciorarse de que
la persona había cometido abusos con la población. Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de
mayo de 2005.

130
Orden, seguridad y legitimidad

mayor interés, según algunas personas entrevistadas, era la protección de


sus intereses económicos y mantener el control poblacional, en tanto ello
era importante para su mercado de armas y drogas, y para sus estrategias
municipales y nacionales de poder.
Los mecanismos para el ejercicio del control territorial utilizados por los
paramilitares son diversos. Examinando los relatos de los habitantes de la
comuna, se encuentra que uno de ellos es el control de la movilidad pobla-
cional. Así, durante los años que van desde finales de la década del setenta
hasta 2006, en la comuna los habitantes experimentaron un proceso cíclico
migratorio, ligado a la violencia armada, con cuatro formas distintas: pobla-
miento, desplazamiento, emplazamiento y repoblamiento. Con la presencia
de los paramilitares, el desplazamiento forzado y el repoblamiento fueron
mecanismos de control territorial y de lucha contra los que ellos denominan:
“las bases de las milicias”.
Cuando se pasa a las Autodefensas Unidas de Colombia [AUC], empezamos
a encontrar los letreros en las paredes, en los pisos que decían que teníamos
treinta y dos horas para desalojarnos de ahí [...] otros tenían unos avisos que
decían “Columna Nutibara”, [...] entonces nosotras empezamos a sacar las
cosas, cuando nos gritaron: “No saquen más, váyanse”, y esa noche que nos
fuimos, decían: “Váyanse, que llegamos nosotros”. Pero no sabíamos quién era
“nosotros”, porque eso era bala por lado y lado.56

Así, la ocupación y la salida del territorio, por los pobladores de los sectores
6 y 7 de El Salado, aparece asociada al actor que ejercía el control al momento
de su establecimiento y al nuevo actor que tomaba el control por medio de la
estrategia definitiva del incendio de las viviendas,57 para garantizar la expulsión
de estos pobladores. El establecimiento en dicho territorio fue autorizado
inicialmente por las milicias, actor que controlaba entonces, y la salida es
obligada, luego, por los paramilitares, Columna Cacique Nutibara, sin que
a este actor armado le importara si los terrenos ocupados fueron facilitados
por las milicias o si fueron adquiridos por compra, tal como se analizará en el
capítulo 4, apartado “Desplazamiento forzado en la comuna”.
La configuración de nuevas formas del enfrentamiento entre actores hace
necesario que se encuentren distintas maneras de lograr control y obtener re-
cursos, por lo que se busca el copamiento de un territorio y su establecimiento

56 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.


57 En el siguiente capítulo se da cuenta de este procedimiento y el posterior desplazamiento.

131
dinámicas de guerra y construcción de paz

hegemónico. Para ello, se despliegan acciones dirigidas al sometimiento y la


eliminación de las supuestas bases sociales de actores armados que antes
dominaban en el territorio. El desplazamiento es, entonces, una forma de
alejar a las personas que se consideraban peligrosas, y de disuadir posibles
militancias, cercanías o simpatías con grupos diferentes al que se quería
establecer.
Cuando los paramilitares se proclamaron nuevos amos, utilizaron el mar-
caje del territorio, el borramiento respectivo de los signos que identificaban
al amo que acababa de ser derrocado, las advertencias, las amenazas y los
asesinatos. Es una estrategia que busca probarle a la comunidad quién es
el más fuerte, quién manda y a quién se le debe obedecer. Al apoderarse
del territorio, proceden a tachar el significante que identificaba al dominante
anterior, y a desterrar o matar a quien les estorbaba, porque había llegado un
nuevo significante amo, es decir, un nuevo dominador.
Órdenes escritas, avisos y gritos son los vestigios significantes que quedan
en el recuerdo de quienes hablan. Aquellas manifestaciones del discurso
personifican un amo que dice: “Váyanse, que llegamos nosotros”. La palabra
“nosotros” no se sabía inicialmente a quien nombraba, pero denotaba una
presencia oscura y amenazante que vino para desplazar. Se trata de un “no-
sotros” contundente y productor de fantasmas diversos, que envuelven al
invasor en una dimensión espectral. El espectro de las AUC se guía por una
lógica excluyente y en ello son radicales, porque al no quedar espacio sino
para su ejército, sólo queda huir o ser aniquilado.
Las paredes se cubren con órdenes perentorias, que expresan la voluntad
absoluta de un Otro amenazador y tajante. “Váyanse” contiene un mensaje
imperioso: “si quieres conservar la vida, desaparece de mi vista”. La orden
no incluye una dirección a dónde llegar, un destino. Se debe partir, desnudo
de atributos y sin pertenencias. La orden de desplazamiento no viene de un
semejante de carne y hueso, sino de una letra, un mensaje en un muro, en el
piso, un ultimátum, un grito, todo en medio del anonimato y detrás de la firma
de un ejército invisible: “Columna Cacique Nutibara”.
Los paramilitares dan nuevamente lugar a la inseguridad, no mediante
un orden excesivo, sino imponiendo un monopolio territorial, expresado
principalmente en asesinatos, desapariciones, desplazamientos forzados y en
amenazas a personas por su condición de sospechosas de ser integrantes, sim-
patizantes o colaboradores de las milicias. Los grafitis y las letras en distintos
lugares, en el cuerpo del muerto, en la pared o en el piso, dan cuenta del

132
Orden, seguridad y legitimidad

significante que sirve de soporte a la nueva realidad y define simbólicamente


el nuevo orden que regirá a la gente.58
Con relación al sistema punitivo, cabe mencionar la referencia a la arbitra-
riedad de los supuestos con los que los paramilitares construyen la “sospecha”,
que les es funcional, porque cualquiera puede caer dentro de tal regulación,
lo que les facilita el dominio y la obediencia, a través del miedo:
Uno vive sumergido en lo que diga una banda en el barrio. Entonces, yo creo
que eso es lo que los paramilitares no han podido entender: si la milicia está en
el barrio y le pide un vaso de agua a uno, y uno no se lo da, corre el riesgo de
que lo maten, entonces uno se lo da. Pero los paracos no entienden que uno hace
eso, es porque tiene miedo. Entonces supuestamente todos los que le daban un
vaso de agua a las milicias eran cómplices, pero no se ponían a pensar que ellos
hacían lo mismo: que si ellos iban a la casa de uno y le pedían un vaso de agua y
uno no se los daba, uno corría el riesgo de que lo mataran.59

Las diversas expresiones de violencia, por los paramilitares, contra miem-


bros de la comunidad, tienen como explicación principal, entre las personas
entrevistadas, el estigma que se les impuso con motivo de la presencia y
el dominio miliciano por un tiempo prolongado, situación interpretada
como posible sólo debido a su connivencia o complicidad con este actor
armado.
Otras opiniones enfatizan en que toda esta violencia tenía como propó-
sito generar un resentimiento, una desconfianza de la comunidad hacia
las milicias, por la incapacidad de éstas de garantizarles “seguridad” frente
a los enemigos externos, e incluso, propiciaba, con su presencia, las repre-
salias contra la comunidad.
Los paramilitares querían imponer una ley inscrita en el espíritu de su
propósito: acabar con las milicias y con su base de apoyo, para lo cual era
permitido todo, sin límites. No se regían por el espíritu de una ley simbóli-
ca que representase a la comunidad y sirviera como regulación civilizada de
los vínculos, sino por el despotismo, que pulveriza todo lo que se interponga
en su camino.

58 Cuando las milicias tuvieron presencia en la zona, también utilizaron grafitis y marcas del terri-
torio; pero en el caso de la presencia paramilitar fue más contundente, porque era una manera de
atemorizar a la población que había sido estigmatizada como simpatizante de las milicias.
59 Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.

133
dinámicas de guerra y construcción de paz

Legitimación de los paramilitares


Con respecto a la legitimidad y la ilegitimidad alcanzada por los paramilitares,
se evidencian dos versiones. Una es la de quienes los ven bien, dado su total
rechazo a los milicianos, porque con sus acciones lesionaron a su familia
o a seres queridos y, por consiguiente, la aparición de los paramilitares era
la reacción lógica ante los desmanes del otro grupo. Justifican que algunos
habitantes del barrio se unieran a los paramilitares, pues lo consideran lógico
ante el comportamiento despótico de los milicianos y la única forma de
poder erradicarlos de la zona. Otra versión es opuesta a la legitimación de los
paramilitares. Surge de aquellos que no están de acuerdo con su presencia,
principalmente por sus prácticas autoritarias.
Si antes, para las milicias, la “basura” eran los delincuentes y la comu-
nidad se sentía protegida debido a su “limpieza social”, con la entrada de
los paramilitares lo “infeccioso” que debe eliminarse son los milicianos y
cualesquiera que sea asociado con ellos.
Un modo de proceder como el referido genera incertidumbre e inseguri-
dad en los barrios, porque la sospecha de ser miliciano o colaborador puede
recaer sobre cualquiera, en razón a que, debido al prolongado tiempo en que
las milicias fueron el actor armado hegemónico de la comuna, las relaciones
con ellas eran, en muchos casos, necesarias, incluso hasta obligatorias, pues
se obraba producto del miedo o de la necesidad de sobrevivir.
Cuando las expresiones de violencia se multiplican en un tiempo y lugar,
el problema de la inseguridad se vuelve entonces más agudo, porque ya no
sólo es un actor armado el que predomina en el territorio, sino que hay dos
fuerzas en conflicto y la comunidad queda atrapada en medio de una lucha
que la paraliza:
[…] los paracos querían coger el territorio y la milicia respondía que ellos su
territorio no lo entregaban. Uno oía decir que los paracos se quieren meter, que
le mandaron a decir a la guerrilla que se unieran; pero ellos no querían. […]
Cuando los paracos quisieron coger territorio, empezamos a vivir una cosa muy
horrible, porque se oían todas las noches balaceras.60

Tanto el desplazamiento como el repoblamiento61 de los habitantes guar-


dan relación con las pretensiones soberanas, esto es, con la configuración y

60 Entrevista a profundidad 6, mujer adulta, 8 de febrero de 2006.


61 El repoblamiento es promovido cada vez por los nuevos conquistadores que, en tanto nuevos
amos del territorio, deciden ocuparlo con quienes integran los grupos armados, sus familias,
o personas que por necesidad se ven obligadas a estar dispuestas a la lealtad y la obediencia. El

134
Orden, seguridad y legitimidad

el mantenimiento del orden, con el sistema de “administración de justi-


cia” instaurado, con los tributos que se imponen y el control territorial.
La transformación de estas lógicas, su énfasis, varía según los actores y el
momento del conflicto.

Operación Orión y legitimación del Estado


Ante la derrota de las milicias, según algunas personas entrevistadas, se da un
“cambio de régimen”: pasan a mandar “los paramilitares y el Ejército”.62
Entonces, llegan las fuerzas del Estado a establecer controles: “Que únicamente
hasta las doce los negocios abiertos; que hasta equis hora la gente en la calle; que
haga esto, que haga aquello” [...]. Ya fue el Estado, ya fue la Policía la que vino con
un régimen peor; ya fue la Policía, que si usted tiene unos quince [celebración
de los quince años de una persona] le iban a decir algo [...].63

La presencia del Estado, con su orden legal, planes de desarrollo, ofertas


participativas, etc., se da conjuntamente con la presencia de la fuerza públi-
ca y de actores paramilitares ilegales, que actúan de hecho. Es un híbrido de
legalidad e ilegalidad, una relación simultánea de conflicto y alianza, a veces
con tolerancia de la fuerza pública y sectores de la comunidad. Tal situación
exime a los paramilitares de establecer un “orden” o “régimen” particular,
que implique una nueva normatividad, a no ser todo lo que sustente acabar
con las milicias y el sostenimiento de su dominio.
Nadie desea volver a la fase en la que padecían los fuertes enfrentamien-
tos por el control del barrio, de las balaceras y de los abusos de poder de
los armados ilegales. Sin embargo, acerca del método de actuación de la
fuerza pública y a la presencia de los paramilitares para devolverle a la zona
su seguridad perdida, las percepciones de la gente se hallan divididas. El
conjunto de las apreciaciones frente a la operación se resume así en lo
expresado por un líder barrial:
[…] eso es una herida sin cerrar. La gente todavía critica la forma y los medios;
pero también sigue siendo muy relativo. Si hablas con el señor que no lo padeció
y que ya no lo vacunan, le parece bacanísimo, así había que hacer; pero si le

nuevo actor hegemónico, como estrategia de legitimación, directa o indirectamente, envía este
mensaje: “quien desee volver, debe estar dispuesto a someterse a mis condiciones”. Ellos mismos
reasignan las viviendas desocupadas, para que sean habitadas según sus órdenes o, simplemente,
se destruye la casa de las familias de las que no se desea su retorno.
62 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.
63 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

135
dinámicas de guerra y construcción de paz

preguntas a los familiares de los muertos, te van a decir lo peor. Creo que hay
dos opiniones: una crítica generalizada a los medios empleados y a la forma en
que se entró; y dos, creo que hay un temor a que eso vuelva a pasar.64

Quienes legitiman la presencia de la fuerza pública en la comuna, con-


firiéndole amplio respaldo, demandan su permanencia para evitar que el
conflicto adquiera las dimensiones que antes tuvo. De igual manera, la
legitimación del Estado también se produce por la seguridad que éste le
reporta al grupo familiar; por la disponibilidad de medios de transporte,
incluyendo los taxis; por la recuperación de la movilidad en los espacios
públicos y por la oportunidad de hacer uso de los mismos, incluso en horas
de la noche. Si se tiene en cuenta que éste es el mismo discurso de legiti-
mación que se produjo cuando entraron las milicias a derrocar a las bandas,
hay que decir que la legitimación, sea de cualquier presencia armada en la
Comuna 13, se basa en una idea bastante pragmática de la seguridad:
[…] ¡Tan tranquilo! Digo yo: “si esto es verdad que es por el Presidente, que no
se baje y que siga ahí”, porque siente uno una tranquilidad muy buena, se siente
uno muy seguro de que está el Ejército todo el día acompañándolo, que la policía
sube y no está viendo uno a nadie armado, no se ve nada raro. Muy bueno que
las peladas se pueden ir a estudiar tranquilas, que no hay ese temor de que se va a
formar la balacera, entonces “no vaya a estudiar”; que se tiene que ir para donde
una amiga, no, ya uno no siente ese temor […]. Y que si uno viene tardecito
de cualquier parte, ya la tranquilidad de que el taxi viene a cualquier hora, que
el transporte mejoró, que se vive una paz con todos los vecinos.65

De acuerdo con los testimonios recogidos alrededor de la legitimidad del


Estado, lo que se le pide es que no baje la guardia, que cumpla con aquello en
lo cual se embarcó, es decir, que efectivamente se quede. La real deuda social
del Estado con la comunidad consiste, para ésta, en garantizar que no vuelva
a vivir lo que vivió. Ahí está la clave de su legitimidad y de su inscripción
como un orden legal que aspira a ser respetado, acatado y tenido en cuenta.
Actualmente, la legitimidad del Estado puede medirse por la insistencia en el
reclamo, cuando se experimenta la sensación de su ausencia. Esta medida es
cualitativa, es decir, no depende de una cifra.
Quienes en la actualidad le reclaman al Estado por percibir en él cierta
lejanía, son aquellos/as que lo anhelan más como benefactor que como una
instancia que exige contribuciones económicas y que llega tarde cuando lo

64 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.


65 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.

136
Orden, seguridad y legitimidad

llaman en los casos límites de violencia. No quieren su presencia sólo cuan-


do tiene que apelar a métodos extremos de fuerza, que afecta a inocentes y
deja hondas secuelas en la población, porque esta cara les parece horrorosa
y no trae consigo sino más de lo mismo.
Cuando el estilo del Estado ha sido la falta de crédito al grito de auxilio,
tal como sucedió en el tiempo de las bandas, el campo se deja libre para que
la inseguridad se enseñoree y la justicia privada sea la encargada de venir, de
nuevo, a dar satisfacción a una necesidad tan apremiante como la de vivir
con tranquilidad.
En un nuevo contexto nacional, bajo las políticas de reinserción,66 algu-
nos ex paramilitares desmovilizados ejercen un poder real de control en la
comunidad, ganando cierto respaldo en algunos sectores de la población,
al considerarlos un mal menor y preferirlos a tener que volver a repetir las
experiencias vividas bajo el régimen miliciano.
Otros sectores, con un sentimiento mezcla de simpatía y escepticismo,
esperan la presencia de las autoridades estatales, cuyo accionar no sólo
atienda a garantizar la seguridad de las comunidades, sino que incida en
remover las profundas causas históricas generadoras de la injusticia y las
violencias que han marcado a los habitantes de estos barrios. Valoran, en la
fase Post-Orión, que ya no hay ostentación de armas en los paramilitares y
su mayor discreción, dada la alianza con la fuerza pública.

Otros rostros de la inseguridad


En el tiempo de los excesos milicianos y de la entrada de los paramilitares,
la inseguridad adquirió rostros diferentes al que tenía en el tiempo de las
bandas, pero el miedo siempre fue el mismo: lo que en ambos tiempos se
ponía en juego era la vida propia y de los seres queridos. Esta vez inseguri-
dad y agudización del conflicto armado van de la mano.

66 Esto ocurre en buena medida como consecuencia de la improvisación con que se definió la
política de reinserción. Esta política de Estado pretendía atraer a los combatientes de las AUC
a la vida civil, mediante su desmovilización y entrega de armas, a cambio de lo cual se le ofrecía
amnistía o rebaja de pena en caso de ser condenado, además de subsidio en dinero, posibilidades
de estudio y empleo. Sin embargo, el Gobierno nacional no ha cumplido sus compromisos y por
parte de los desmovilizados, alrededor del 10% ha reincidido en actividades delictivas. Juan Carlos
Monroy Giraldo, “Polémica por control paramilitar”, El Colombiano [en línea], disponible en:
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/P/polemica_por_control_paramilitar/pole-
mica_por_control_paramilitar.asp?CodSeccion=7, consulta: 30 de mayo de 2008.

137
dinámicas de guerra y construcción de paz

La realidad conflictiva que se instaló con la presencia simultanea de dos


grupos armados en la zona, por un lado, propició el estigma frente a la
comunidad y conllevó serias represalias contra la misma, por albergar en
su seno a las milicias. Por otro lado, se dio una profundización del control
social miliciano, que se hizo cada vez más oneroso, ominoso y arbitrario,
todo ello con grave deterioro para los derechos fundamentales, producto
de prácticas como la criminalización de la sospecha, que llegó a abarcar
un amplio espectro de actos y actitudes; los asesinatos selectivos; las
amenazas; las vacunas; el desplazamiento forzado colectivo e individual,
los emplazamientos, etc. Todo esto fue percibido por la comunidad como
su instrumentalización al servicio de los intereses y las necesidades de la
guerra, y la representación de las milicias no como actor configurador del
orden y garante de la seguridad, sino todo lo contrario.
Otro rostro de la inseguridad se diseña con la disputa por la soberanía a
través de la guerra, los combates de todos los días y a toda hora. Ahí lo que
se dibuja es un estado de terror, de zozobra, de incertidumbre y de impo-
tencia, estados afectivos cualitativamente superiores a los que inundaban el
ser en el tiempo en que llegaron los milicianos “salvadores”. Este estado de
desorden social y de urgencia subjetiva condujeron esta vez, a la comunidad,
a percibir como necesario que alguien, cualesquiera que fuera, se definiera
como el vencedor e impusiera el “orden”. Son momentos en los cuales la
elección es forzada por la urgencia y no se miden las consecuencias.
Por último, llega el tiempo de las operaciones militares, destinadas a des-
alojar los grupos de milicias, y debido a la presencia permanente de la fuerza
pública, en virtud de la construcción de la base militar y el patrullaje de la
zona, en la actualidad se goza de relativa paz, de una mayor seguridad y de
cierta tranquilidad.
La paz y la seguridad que se tienen con las fuerzas militares del Estado son
consideradas frágiles. Tal fragilidad depende del hecho de que, para unos,
su soporte es la presencia paramilitar, mientras que el orden está sostenido
básicamente por la presencia masiva y permanente de la fuerza pública.
Otros, como acosados por los recuerdos del pasado reciente, confrontan
de manera decidida a quienes afirman que “estamos bien”, invocando
significantes como “atmósfera de incertidumbre”, por la actual presencia
paramilitar en la comuna, y denuncian conductas cuestionables en miem-
bros del Ejército Nacional allí presente.

138
Orden, seguridad y legitimidad

Lo que revela la anterior situación, al menos desde el punto de vista de la


subjetividad, es un temor a que se vuelva a repetir la situación de terror que
ya se vivió, pues la aparición de algunos comerciantes de estupefacientes, el
reclutamiento de jóvenes para grupos ilegales, el resurgimiento de pequeñas
bandas, de delitos contra la propiedad y algunos asesinatos que impactan
la pacífica convivencia anhelada, son leídos como signos de un retorno
de la inseguridad. El movimiento lógico que seguiría es un llamado, un
grito dirigido, esta vez, al Estado de derecho, para que cumpla con el deber
de garantizar el retorno de la tranquilidad, que fue una promesa sobre la
cual se justificó y realizó la Operación Orión.
La seguridad / inseguridad en la zona es evocada en relación no con un
régimen paramilitar, pero sí con su presencia. Se dice que son ellos los que
continúan desapareciendo o violentando a personas consideradas milicianas
o auxiliadoras de ellas. No falta la instrumentalización de muchos habitantes
en condición de informantes, y está presente la idea de que actores armados
o personas no vinculadas a los actores armados, pero también afectadas por
el conflicto, cobren venganza.
No cabe duda de que el proceso de desmovilización de grupos parami-
litares en Medellín, iniciado en noviembre de 2003, ha incidido en la baja
de homicidios en toda la ciudad, incluida la Comuna 13. A pesar de esta
desmovilización no ser totalmente efectiva, ha significado un cambio cons-
tatado por la población, con respecto a la disminución de las balaceras y los
frecuentes enfrentamientos armados que padecieron en el pasado. Pero,
en muchos habitantes aún pervive el temor de transitar por los barrios,
de constituir relaciones frente a personas desconocidas, de tener confianza
con los/as vecinos/as, por carecer de certidumbre sobre sus vínculos con los
actores de la guerra y la entidad de sus compromisos.
Después de que se acabó todo esto, [hay] un poquito de tranquilidad, pero no
es toda, porque a uno le da miedo pasar a otro barrio o que venga gente extraña.
Uno siempre ve gente extrañita y le da como miedo, porque después de que
se acabó la guerra, que ya dizque había el Ejército y todo, iban a visitar gente
desconocida a la cuadra y ellos bajaban no más por mirar, y los cogían y les daban
pata, los aporreaban todos ahí, lo mismo que le podía pasar a uno teniendo esa
confianza de ir a otra parte donde estaba la guerra […].67

67 Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.

139
dinámicas de guerra y construcción de paz

La tranquilidad que se aduce está acompañada de una posición expectante


y de desconfianza por el temor de que vuelva a retornar el conflicto con
la misma intensidad que años atrás, bien porque continúe la disputa por
el territorio, o por la posibilidad existente de venganzas, ante los crímenes
cometidos por otro actor armado.
[…] hoy, gracias a Dios, uno puede salir. Pero les voy a ser sincera: yo no me
confío, trato de olvidar, pero yo no me confío. Ahí tengo unos quince para el
sábado, precisamente en El Corazón, y tengo mucho pánico, solamente de pensar
que voy a ir con mi esposo y que vamos a estar allá y que no vamos a saber qué va
a pasar.68

Años más tarde de ejecutada la Operación Orión, ante la verificación


de nuevos hechos de violencia que presagian la posibilidad de una re-
producción de las acciones bélicas y sus tragedias, se demanda, desde las
organizaciones comunitarias, la presencia de la fuerza pública estatal, para
mantener ciertos niveles de seguridad y de evitar nuevamente la implan-
tación de una justicia privada, pues la historia ha demostrado los desastres
que esto produce, debido a que destruye los movimientos de construcción
de sociedad civil.

Otras reflexiones
En la Comuna 13, las bandas no se recuerdan como un colectivo inscrito
en ningún ideal barrial, ni familiar, sino como una plaga inquietante, pues
tomaba a la comunidad como objeto de su intimidación.
La experiencia del conflicto armado en este sector de la ciudad enseña que
quien legitima a aquel que viene a cubrir la necesidad de estar seguro, queda
sometido, desde la sentencia inicial, a una servidumbre voluntaria u obligada,
si no quiere estorbar. La muerte del que estorba porque no sirve, es una
forma radical de segregación hacia adentro, causada por su improductividad.
El asentimiento explícito o implícito de esta segregación y su reproducción
dentro de una comunidad cada que se siente inseguridad, tiene el problema
de convertir a la “pena de muerte” en una de las vías de legitimación de los
grupos armados en los barrios donde la han practicado sin ninguna reserva.
Todos los grupos, legales e ilegales, de izquierda o de derecha, con o sin
filiación política aparente, han practicado alguna forma de exterminio, como

68 Ibíd.

140
Orden, seguridad y legitimidad

medio de ganarse el apoyo de aquellas comunidades que han estado, se han


sentido o se han pensado amenazadas por los así eliminados. Luego enton-
ces, someterse para no estorbar, es una sentencia lingüística que cristaliza,
en el vínculo simbólico, un mandato de sometimiento, de obediencia, de
trabajo para agradar a la comunidad o al grupo armado que mantiene, en esa
sentencia, el lema de su régimen. “Vivir sin estorbar” significa cumplir los
mandatos de quien, por detentar el poder, impone hacer cosas que le agraden,
así no correspondan sino a su capricho, por ilegítimo que pueda ser.
Una de las enseñanzas que las personas entrevistadas dejaron sobre el tema
de la seguridad / inseguridad es que mientras la inseguridad exteriorizada
por el miedo da, a una comunidad, la posibilidad de evitar el riesgo, por
ejemplo, siguiendo al pie de la letra lo que podría llamarse un “manual de
protección o sobrevivencia”, que invita a la autorregulación de la mirada, la
voz y la movilidad, la inseguridad evidenciada, por ejemplo, en el pánico,
acompañado de una angustia desarrollada, no deja alternativa, porque pre-
domina el sentimiento de desamparo e impotencia.
Otro de los nombres de la inseguridad es la “zozobra”, la cual no corresponde
a la angustia desarrollada, traumática, sino a la angustia entendida como señal
de peligro. Este estado ya no remite al desamparo y la impotencia, sino que
es una forma de estar alerta, siempre despierto y en guardia, dispuesto a huir
o a enfrentar el peligro. Aquí el miedo que se experimenta no conduce hasta
una sensación de sin salida, que es el momento subjetivo en que aparece en
lo social el terror traumático que un acontecimiento como la guerra puede
desencadenar, sino que deja al afectado posibilidades de maniobra.
Cuando una comunidad como la de la Comuna 13 se ve impotente para
proveerse el bien de la seguridad por sus propios medios, las maneras de
esto expresarse son diversas; por ejemplo, por una desacomodación que
las personas experimentan en su vida pública y privada, en sus relaciones
familiares, de pareja, de vecindad y amistad. En todos los casos, se ha de soli-
citar una protección, porque están en juego los bienes, la vida y los derechos
fundamentales.
La acción tranquilizadora de quienes respondieron, en distintos momentos
y de manera concreta, al pedido de protección por la población, se caracterizó
por ser transitoria, por intentos exitosos o fallidos, y por la ganancia o no de
legitimidad. Los diferentes actores que ofrecieron seguridad establecieron
controles territoriales e impusieron un orden o “régimen” sobre la población,
quedando sometida a condiciones diversas de sumisión. Lo métodos

141
dinámicas de guerra y construcción de paz

empleados fueron repudiados y cuestionados por algunos de los habitantes,


sobre todo por ciertos/as líderes/lideresas, quienes no estuvieron de acuer-
do con el orden autoritario y violento que se constituyó como referente de
seguridad.
Un reto para las autoridades es ganar legitimidad, pero no sólo con base
en la garantía del monopolio de la fuerza en manos del Estado, sino también
con la creación de confianzas, mediante el fortalecimiento del tejido social
y la invención de estrategias que permitan, a los habitantes de esta comuna,
obtener mejores condiciones de vida y avanzar en la construcción de un
orden fundamentado en el libre ejercicio de sus derechos y deberes como
ciudadanos/as.
Se espera que la dirigencia política de la ciudad, así como los pobladores
de la Comuna 13 y sus organizaciones comunitarias, estén avanzando en la
comprensión de las equivocaciones del pasado y en los aciertos. Estos años
de sufrimiento han dejado experiencias, que se espera sean un ejemplo del
que hay mucho por aprender en otros lugares de la ciudad y de Colombia.

142
4
Implicaciones sociales
del conflicto armado

O sea, el conflicto lo vivimos todos porque nos toca allá,


y yo lo vivo también porque allá está mi familia
y gente que a uno le duele1

Los habitantes de la Comuna 13 se han visto involucrados en el conflicto, con


simpatías, oposiciones y contradicciones con los actores armados, así como
con resistencias o adaptaciones a los órdenes establecidos y a la dinámica de
la guerra. El grupo de investigación, como resultado del análisis y basado en
los testimonios, plantea la tesis de que, en este contexto, el conflicto armado
no se sitúa como una causa externa generadora de violencia, ni se asume a los
pobladores como receptores pasivos de la misma, en tanto se ha producido
una dinámica compleja de coexistencias y acciones simultáneas.
Los órdenes impuestos por los grupos armados produjeron, como efecto,
el sometimiento de los pobladores y la transformación del uso de los te-
rritorios que han sido construidos, habitados y simbolizados por sus habi-
tantes, lo que el equipo de investigación ha denominado microfragmentación
del territorio, contracción y endurecimiento de los límites, y el incremento de la
territorialidad de exclusividad negativa,2 que se corresponde con la descon-
fianza y la disolución de los lazos sociales.
1 Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
2 Entiéndase por exclusividad negativa el cierre del territorio que hace un grupo humano como defensa
o medida de protección, el cual implica la exclusión de otro grupo humano. Véanse: María Clara
Echeverría y Análida Rincón, Ciudad de territorialidades, polémicas de Medellín, Medellín, Centro de
Estudios de Hábitat Popular (CEHAP), Universidad Nacional de Colombia, Serie Investigaciones
22, 2002, p. 29; y José Luis García, Antropología del territorio, Madrid, Tres Catorce Dieciséis, 1976.

145
dinámicas de guerra y construcción de paz

Los testimonios evidencian la manera como, durante el conflicto y espe-


cialmente en los períodos de mayor intensificación del mismo, se lesionan
las libertades de organización, expresión y movilización, debido a los ase-
sinatos, los desplazamientos forzados, las detenciones y las amenazas. Las
organizaciones comunitarias y sus líderes y lideresas han perdido buena
parte de la autonomía y del liderazgo, llegando hasta el punto de afirmar:
“aprendimos a vivir con ellos”, refiriéndose a los actores armados.
Las milicias utilizaron como estrategia política el apoyo a la invasión de
tierras en el barrio El Salado, lo que estigmatizó a un sector de la población
como guerrilleros o simpatizantes de las milicias, quedando a merced de las
acciones violentas de los paramilitares; esto generó, a la vez, un proceso de
desplazamiento forzado intraurbano. El desplazamiento fue un fenómeno que,
además, involucró otros sectores de la población, debido a los temores
que produjo la guerra o a las amenazas provenientes de uno u otro bando.
En este capítulo se analizan las diferentes maneras como los habitantes
de la Comuna 13 han estado involucrados en el conflicto, las implicaciones de
éste en los ámbitos barriales y organizativos,3 y la dinámica del poblamien-
to-expulsión-repoblamiento como estrategia de guerra y sus efectos en las
personas en situación de desplazamiento. Estas implicaciones se hacen más
evidentes en la actualidad, cuando las personas entrevistadas se remontan al
pasado y comparan diferentes momentos de la vida individual o colectiva.

Maneras de involucrarse en el conflicto y estigmatización


En la fase de inserción y hegemonía, las milicias —llámense Comandos
Armados del Pueblo (CAP), milicias del Ejército de Liberación Nacional
(ELN) o de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)—
trataron de involucrar a los líderes, las lideresas y a la población para que apo-
yaran su causa, al resolver necesidades prácticas como la seguridad, denunciar
las condiciones de exclusión y marginación de la población, cuestionar el
sistema económico y político del país, y buscar soluciones a los problemas
de los barrios.
[…] a principio de los noventa entra el ELN. Empieza a entrar a los colegios o
formar grupos de trabajo, con toda esta cuestión de los derechos civiles y a hablar

3 La palabra “implicación” tiene dos acepciones: una referida a hacer parte de —estar implicados
o involucrados—, y la otra, como efectos de. Para el tema que nos ocupa, la población de la
Comuna 13 hizo parte del conflicto en forma directa o indirecta, y vivió los efectos del mismo.

146
Implicaciones sociales del conflicto armado

de la Constitución y todo […], era algo más ideológico […] o sea, no habían armas,
no habían cosas de ésas, pero uno sabía que por debajo sí; o sea, hacen primero
ese reclutamiento y a crear como unas ciertas conciencias.4

Además del trabajo político, las milicias hicieron reclutamiento militar, para
lo cual se apoyaron en la motivación de algunos jóvenes de tener un arma:
“los muchachos estaban chiflados por cargar un arma, ellos querían meterse
y sí se metieron muchos”.5 Las armas, según los diferentes testimonios ob-
tenidos, han sido símbolo de poder, una manera de conseguir ingresos y una
forma de defensa o retaliación. Ello explica porqué, en algunos jóvenes, no
importó la ideología o los intereses del grupo armado para unirse a él, como
ocurrió con algunos milicianos que se pasaron al bando paramilitar.
La población se involucró en el conflicto debido a la presencia cotidiana de
los grupos armados en los barrios. Algunos pobladores, además de conocer o
“distinguir” a los combatientes y a sus familias, han compartido con ellos desde
su infancia o los vieron crecer. Por ejemplo, la expresión “uno que vio crecer
en el barrio a los muchachos”, refiriéndose a los milicianos, se hizo común.
Los líderes, las lideresas y las organizaciones tuvieron contacto, principal-
mente con los milicianos, por afinidad en sus intereses, o porque de una u
otra manera trataron de ponerles límites a su accionar. En las entrevistas se
muestra que, pese a las intenciones de establecer límites con las milicias,
la realidad mostró las dificultades de lograrlo, en tanto ambos —milicias
y líderes/lideresas— trabajaban con la misma población y con similares
propósitos de buscar “el bienestar de esa comunidad”. Sin embargo, dados
sus métodos diferentes, el accionar de las primeras terminó afectando el de
los segundos.
[…] no es culpa de nosotros que durante tantos años tengamos una labor de
liderazgo acá en el sector y que hoy muchos de ellos [milicianos] que ya nos
conocen, en algún espacio hayan pedido algún favor. No quiere decir con eso
que se les apoye.6
Usted vive acá y le resulta muy fácil resultar comprometido. Uno obligatoria-
mente tenía que hablar con el uno, con el otro, con aquél; entonces, eso te va
comprometiendo a la luz pública y luchas por no meterte pero resultas metido.
Después te toca es la parte dura.7

4 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.


5 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
6 Entrevista a profundidad 21, hombre líder, 20 de agosto de 2005.
7 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.

147
dinámicas de guerra y construcción de paz

En la búsqueda de reconocimiento por parte de los/as líderes/lideresas,


las milicias inicialmente se cuidaron de no atemorizarlos/as y aun de apo-
yarlos/as cuando sus actuaciones no lesionaban el accionar ni la ideología
miliciana.
Según algunas personas entrevistadas, las organizaciones comunitarias
buscaron, por diversos medios, mantener su autonomía, porque los/as
líderes/lideresas eran conscientes de las implicaciones políticas de tener
que convivir con actores armados.
Siempre se ha conservado la distancia entre lo que hacen las organizaciones comu-
nitarias y lo que hacen los grupos armados […] no es que hubiera habido control:
las organizaciones en la Comuna 13 se han caracterizado por ser neutrales. Sí
se dieron intervenciones de los grupos armados en los procesos organizativos,
pero se daban procesos de negociación e intercambios. En la base social y en las
directivas de algunas organizaciones representantes de los grupos de izquierda sí pudo
darse, pero que entraran a controlar es una distancia muy grande.8

Mediante la interlocución, los/as líderes/lideresas trataron de establecer


diferencias entre su trabajo comunitario y el trabajo político-militar de las
milicias:
Desde el principio tenemos algo muy claro muchos de nosotros los líderes; he-
mos tenido la oportunidad de hablar con los actores armados y les hemos dicho:
“ustedes están haciendo un trabajo y nosotros otro. Respetémonos el trabajo.
En donde podamos interactuar, posiblemente lo hacemos, pero no andamos de
la mano, ni tampoco revolvemos las cosas”. En eso hemos sido muy claros con
cualquiera de los grupos. “Ustedes allá y nosotros aquí”. Si en alguna parte nos
encontramos, perfecto; pero no es competencia meternos los unos en una parte
ni ellos en otra parte, en eso nos han respetado.9

En algunos momentos, las confrontaciones de líderes/lideresas con mili-


cianos se dan por sus desacuerdos con las formas de actuar de estas organi-
zaciones armadas; así, con la motivación expresa de apoyar a la comunidad
repartiendo víveres, les generaron problemas de desabastecimiento.
Ante estos desacuerdos, inicialmente los milicianos respondieron esta-
bleciendo mecanismos de control y censura no violentos:
[…] y a nosotros [los/as líderes/lideresas] nos convocaron dizque para hacernos
un llamado de atención: a mí, porque no había dejado que robaran la mercancía
de un carro, al decirles que esto no lo iban a hacer en la comunidad, que no iba

8 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.


9 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.

148
Implicaciones sociales del conflicto armado

a permitir que los carros dejaran de surtir las tiendas, solamente porque ellos no
se lo iban a permitir. Entonces ya había un problema entre ellos y la Junta de
Acción Comunal.10

Pero, más adelante, cuando las tensiones aumentaron por las confronta-
ciones entre actores armados, estos desacuerdos tuvieron efectos dañinos
por las amenazas a y los asesinatos de quienes las milicias consideraban sus
enemigos.
Uno de los efectos en la población de la presencia de las milicias durante
más de una década es la estigmatización como guerrilleros, colaboradores o
simpatizantes. Por ello, con la llegada de los paramilitares, éstos consideraron
que buena parte de la gente había apoyado a los milicianos. Ello repercutió
ampliamente en la vida y la integridad de las personas, ya que algunas fue-
ron asesinadas, o migraron por amenazas o por sentir que sus vidas estaban
en riesgo. Ante el temor de ser señaladas como milicianas, se generaliza el
recelo y la desconfianza, y los/as vecinos/as dejan de representar cercanía y
solidaridades.
Pero cuando los paramilitares afianzan su presencia en la zona, la población
pasa a ser señalada como colaboradora de ellos, lo cual obedece a que éstos
también involucraron a la población, como combatientes, o como apoyo.
Además, algunas personas legitimaron a este grupo armado o fueron recep-
tivas a sus propósitos de “acabar con las milicias”, porque estaban “cansados”
de sus abusos, o porque desde que hicieron presencia en el barrio asesinaron
familiares o amigos/as. Y aun cuando el respaldo no es generalizado, el estig-
ma opera para todos los habitantes. Por ello, ahora el temor radica en que en
cualquier momento las milicias vuelvan y se vea afectada su integridad.
Otro de los efectos de la estigmatización es la dificultad de los habitantes de
la zona para acceder a empleos y oportunidades para su desarrollo personal,
aunque se les admire por la capacidad de resistencia y las estrategias que
emplearon para sobrevivir en medio de tantos riesgos.
[…] entonces, esa marca de Comuna 13 que tenemos aquí en la frente nos
diezma como las posibilidades de ingresar a ciertos círculos sociales. Entonces,
eso es un problema para la gente del barrio, sobre todo para los que no tuvieron
la culpa, no se metieron nunca en el conflicto: el hecho de estar viviendo acá o
de haber vivido. Muchas veces hay que omitir eso de la hoja de vida.11

10 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.


11 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.

149
dinámicas de guerra y construcción de paz

Una manera de protegerse contra el estigma es ocultando su procedencia


o lugar de residencia, situación que se hace más evidente con las personas
en situación de desplazamiento, como se analizará más adelante, en el
apartado: “Desplazamiento forzado en la comuna”.
Sobre este tema se puede concluir que la compleja dinámica del conflicto
involucra de tal modo a la población de la Comuna 13, especialmente a la
que habita los barrios epicentro de conflicto, que no le permite ser neutral,
bien porque algunos sectores opten a favor de uno u otro actor, o porque,
aun tratando de estar al margen, los actores y la sociedad misma la conside-
ran alinderada con una de las partes en contienda.

Nuevos usos del territorio y contracción de límites


En esta investigación, el barrio es entendido como territorio, en la medida en
que es un espacio construido y que construye, transformado y que transfor-
ma. Para la antropóloga Rita Laura Segato, el territorio es
[…] espacio apropiado, trazado, recorrido, delimitado. Es ámbito bajo el control
del sujeto individual o colectivo marcado por la identidad de su presencia, y por
tanto indisociable de las categorías de dominio y de poder.12

El territorio “integra la acción y la huella”.13 La acción remite al ejercicio


de territorialidad, que en el caso de la historia de los barrios periféricos de
la Comuna 13 se puede leer en la conquista, la demarcación, la estabiliza-
ción, la defensa y la consolidación del territorio por sus habitantes antes
del conflicto armado, y que durante el mismo se materializa en las luchas
armadas por dominios territoriales, el desplazamiento, el emplazamiento y
los cambios de usos de los espacios. Se presentan, entonces, diferentes ejer-
cicios de territorialidad entre los actores armados o sociales que lo habitan y
que coexisten con intercambios, yuxtaposiciones o negociaciones.
En tanto huella, el barrio es un espacio codificado y dotado de sentido, que
configura una geografía de lugares habitados y nombrados, donde se yux-
taponen pasado y presente, espacios de encuentro y circulación, vinculados
con la vida cotidiana, e incluso, en esta comuna, con fronteras restringidas,
lugares prohibidos y asociados con la guerra y con la muerte.

12 Rita Laura Segato, “En busca de un léxico para teorizar la experiencia territorial contemporánea”,
citado en: Diego Herrera Gómez y Carlo Emilio Piazzini, comps., (Des) territorialidades y (no)
lugares, Medellín, Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia, 2006, p. 76.
13 M. C. Echeverría y A. Rincón, Ciudad de territorialidades, polémicas de Medellín, Op. cit., p. 23.

150
Implicaciones sociales del conflicto armado

Por las características de los barrios de la Comuna 13, éstos son conectados
y sus habitantes requieren transitarlos, porque en unos se ofrecen servicios
que no existen en otros, como educación, salud o iglesias; porque en ellos
viven familiares o amigos/as, o por los contactos entre organizaciones. Con
el conflicto, la movilidad entre los barrios queda restringida o interrumpida
para sus habitantes, lo que trae como consecuencia lo que un líder nombra
como: “la comuna se me dividió, porque no podía pasar de acá para allá”.14
Los flujos se dan por los actores armados, cuando uno de ellos pretende
conquistar el territorio antes conquistado por otro.15
Cuando en el barrio contiguo hay un control de un actor armado oponen-
te, la frontera adquiere un significado de muerte. Entonces, la posibilidad
de trasladarse libremente de un barrio a otro se ve gravemente afectada. Los
barrios ya no eran considerados como vecinos; tenían marcas que hablaban
del peligro que significaba, para la integridad física de sus habitantes, el
pasar la frontera:
[…] entraron en conflicto las bandas de Nariño con las milicias populares de
todo el sector y precisamente por eso era que se producían las muertes, porque
en Nariño no se permitía la entrada de ellos allá. Por eso fue que se produjo lo
de no entrar ni salir de ningún barrio.16

Son reiterativos los relatos que señalan que, en el barrio 20 de Julio, las
milicias torturaron y asesinaron a los jóvenes que capturaban en El Morro
—como a veces se denomina a los sectores de la parte alta de El Salado—,
sector de El Corazón, donde había entrenamiento paramilitar de los
jóvenes:17
La milicia empezó a sacar, por ejemplo, a los pelaos que vivían en El Morro, que
estudiaban en el colegio de El Corazón. Ellos llegaron a sacar varios pelaos del
colegio y se los llevaban para el 20 de Julio y los torturaban, los volvían nada y
los tiraban después a la calle, ahí, muertos.18

Mientras los límites se contraen, los trayectos y el tiempo se prolongan.


Así, entonces, para movilizarse, hay que cambiar de caminos o tomarlos

14 Entrevista a profundidad 21, hombre líder, 24 de agosto de 2005.


15 Algunas personas entrevistadas señalan que esa demarcación territorial y las prohibiciones para
transitar de un barrio a otro empiezan con el dominio y la disputa de las bandas delincuenciales
asociadas con el narcotráfico y las autodefensas. Entrevista a profundidad 6, mujer adulta, 8 de
febrero de 2006, y entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.
16 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.
17 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
18 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.

151
dinámicas de guerra y construcción de paz

desde un punto alejado del punto de llegada habitual, lo que implica reco-
rrer más espacio y tomar más tiempo para salir o ingresar al barrio:
[…] a lo último la gente tenía que cambiar de caminos. Ya la gente iba hasta el 20
de Julio y coger el transporte allá. En el 20 no le hacían a la gente nada, porque
estaba la guerrilla.19
[...] Aquí uno cogía un taxi, y si era un amigo de uno, un compañero le decía
a uno: “Yo lo llevo hasta la iglesia de San Javier”, y de ahí no pasaba. El más
amigo de uno lo traía hasta la intermedia. Usted tenía que caminar hasta cuatro
esquinas; hablamos de unas diez o doce cuadras.20

Ir a la calle y transitar por ella de paso para la tienda, el trabajo y el estudio,


o de regreso a la casa, es inevitable, porque las comunidades asentadas en
las partes más altas de la comuna salen diariamente a comprar lo que nece-
sitan y deben caminar largos trechos para ir hasta donde puede tomarse el
transporte.
En estos barrios, las calles han sido utilizadas por sus habitantes para
estar, intercambiar bienes, afectos y palabras. “Años atrás, todas las calles
estaban pintadas de juegos callejeros; incluso no nos gustaban mucho ni los
carros, porque los carros nos quitaban el espacio para jugar”.21 Pero cuando
las calles fueron tomadas por los grupos armados (bandas, milicias, para-
militares y aun por la fuerza pública), para operativos militares, se vuelve
“pan de cada día” estar afectado y expuesto a un peligro que puede surgir
de súbito. El ambiente tenso, sombrío y extraño del conflicto desdibuja la
calle, porque la excluye para la alegría del encuentro y la conversación: “el
problema de la guerra nos hizo encerrar bastante”.22 “Es que uno ni salía
siquiera, no salía sino al 20 [barrio 20 de Julio] o a misa y a mercar”.23
El conflicto mata el sabor lúdico de la calle, cuestión bastante problemá-
tica para los niños y las niñas que juegan en ella, para estudiantes, padres
y madres cabezas de hogar que deben atravesarla diariamente, y para las y
los jóvenes que les da gusto caminar de un barrio al otro. En tiempos de
conflicto, desplazarse por la calle equivale a estar desamparado y a merced
de lo que un arbitrario quiera hacer con el cuerpo y con la vida. La calle
actualiza un sentimiento de fragilidad y se asocia con ausencia de recursos

19 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.


20 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
21 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.
22 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.
23 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.

152
Implicaciones sociales del conflicto armado

para protegerse. Cuando se tiene la idea de que puede salir un disparo de


cualquier parte, porque hay francotiradores, o que basta, por ejemplo, con
no gustarle a otra persona para quedar en peligro de ser agredido/a o asesi-
nado/a, se experimenta un miedo que ronda con el pánico.
En los picos altos del conflicto, la calle se considera un sitio equivocado.
Estar allí es lo que menos conviene, porque, en caso de una balacera, se
puede quedar entre dos fuegos. La calle se transforma en un campo de
combate y así es como pasa a convertirse en un espacio peligroso, por el
que hay que desplazarse de forma expedita y rápida.
Una mujer dice: “uno salía tranquilo porque no pasaba nada; cuando iba
en la mitad del camino, lo sorprendían las balas”.24 Ser sorprendido por las
balas en la calle produce una sensación de acorralamiento, porque devolverse
es tan peligroso como continuar. Queda como recurso el refugio posible en
algún lugar, correr, seguir caminando, tirarse al suelo. Es una sin salida frente
a la que cada quien responde desde sus posibilidades particulares.
También surgen nuevas huellas y representaciones. Los sitios empiezan
a ser nombrados según los acontecimientos de la guerra: donde se dio tal
o cual enfrentamiento, donde murió un/a hijo/a, amigo/a, vecino/a o un/a
desconocido/a.
Incluso, dentro de los barrios, algunos lugares se vuelven prohibidos.
Las canchas deportivas, las esquinas o las zonas despobladas, también se
sumaron a la geografía que simboliza el miedo. En algunos casos puede ser
opcional ir o estar en algunos espacios; pero hay otros que afectan directa-
mente a toda la población, por ser casi inevitables, verdaderas encrucijadas,
sitios de confluencia y paso para varios sectores barriales. De ahí la marca
que ha tenido durante el conflicto la Terminal de los buses.
La Terminal25 se convirtió en un lugar en disputa o control armado, por
lo que significa, en el contexto del conflicto, la movilización de personas,
armas y el manejo de información. De ahí que sea reiterativa la asociación
“Terminal” con peligro y muerte:
[…] en La Terminal mataron mucha gente. Los bajaban de los colectivos, va-
cunaban a los choferes y si los veían conversando con la policía, los mataban.
Cuando les daba la gana paraban el transporte y teníamos que ir a coger taxi para
ir a trabajar.26

24 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.


25 Lugar donde llegan los buses y los taxis.
26 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.

153
dinámicas de guerra y construcción de paz

Aprender a vivir en un clima de riesgo para no suspender las actividades


se convirtió en algo prioritario, porque salir o entrar al barrio se volvió un
problema. El dilema era arriesgarse a continuar la vida como estudiante, pro-
veedor/a de recursos en su hogar, líder/lideresa comunitario/a, o abandonar
el rol y permanecer en casa. Los testimonios de algunos y algunas jóvenes
muestran que son ellos/as los/as más decididos/as a continuar su vida. “Yo
salía de porfiada”.27 “Por ningún motivo iba a parar mi vida”.28
Durante el conflicto, los actores armados utilizan estratégicamente el
cierre de los barrios, no sólo mediante la prohibición de entrar o salir carros
o personas, sino también cuando se impide a los habitantes estar o transitar
por las calles:
[…] un guerrillero, muy culto el señor, me dijo: “Buenas tardes, señor”, y yo:
“Buenas tardes”. Me dijo: “Le pido un favor grande, me cierra la puerta, se me
encierra con su mamá en el último rincón, porque vamos a hacer un operativo
en esta cuadra. Entonces, hasta nueva orden se nos encierra, por favor”, y eran
las 3 p. m.29

El barrio deja de ser un espacio público y pasa a ser tratado como si fuera
una habitación que se abre y se cierra de acuerdo con el capricho, la estra-
tegia o la conveniencia del actor armado que domina el territorio. Cerrar el
barrio era algo que los milicianos hacían en cualquier momento; por ejem-
plo, cuando se iban a presentar enfrentamientos u operativos militares.
Tras la toma de los barrios por parte del Ejército, la dificultad de movili-
zarse entre barrios continúa, porque subsisten las amenazas y las muertes
selectivas. Una mujer que vive en el 20 de Julio manifiesta el temor que le
produce desplazarse a los barrios de la parte alta:
No, es que no sé, porque de pronto uno no sabe [...] tienen venganza contra la
gente. Entonces, a uno le da miedo. Claro que mucha gente sube. Evito subir por
allá porque, no es que me da miedo, me da pánico.30

La implantación del ataque y la defensa, el control de lugares, de la cir-


culación y las comunicaciones, como “pan de cada día” en la vida barrial,
genera la contracción y el endurecimiento de los límites. Sumado a esto,
está la sospecha de que la casa del frente puede ser un refugio del enemigo y

27 Entrevista a profundidad 11, mujer joven, 24 de agosto de 2005.


28 Entrevista a profundidad 12, hombre joven, 14 de septiembre de 2005.
29 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.
30 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.

154
Implicaciones sociales del conflicto armado

la verificación de que la cuadra se volvió lugar para el operativo militar, el


reclutamiento, la tortura o la muerte. Se llega así a la verificación perma-
nente de que el territorio habitado ya no es un lugar para caminar tranquilo,
encontrarse, conversar, jugar, reír y divertirse, sino un espacio de disputa.

La vivienda: de refugio a trinchera


En la ciudad, tener vivienda significa estabilidad, seguridad, sentido de per-
tenencia. Las mujeres entrevistadas han habitado su vivienda durante toda
su vida o un trecho importante de ella, y la han transformado, haciéndola
más habitable. La familia invierte dinero y trabajo en su construcción y
adecuación a sus necesidades y sus gustos, y en la mayoría de los casos es
su único capital.
Pese a ser la vivienda un espacio cerrado y protegido del exterior, en estos
barrios los límites con el afuera son laxos, porque las puertas de las casas
pueden permanecer abiertas, continuando con una costumbre campesina
y pueblerina que evoca el origen de muchos de los habitantes de estos
barrios. Se da un entrar y salir de sus habitantes, porque van a comprar,
a charlar con los/as vecinos/as, a divisar, a refrescarse, o puede abrirse la
puerta para recibir un/a pariente o un/a amigo/a.
En estos barrios no se da la noción de la vivienda propia de las clases medias
y altas, en el sentido de una mayor vida interna, pues en dichas clases los
límites con el afuera son más fuertes. Por ello, en los barrios, abrir la puerta
de la casa significa permitirse el contacto con los/as vecinos/as o las perso-
nas que transitan en el entorno, muchos de ellas conocidas de tanto verlas
pasar por el frente de las casas. Pero en el período de mayor agudización del
conflicto, los habitantes se vieron obligados a cerrar las puertas:
Éste es un barrio de puertas abiertas, pero en ese entonces ya todo el mundo
mantenía la puerta cerrada, para evitar que llegara la policía y ellos [los milicia-
nos] se metieran a cualquier casa y dijeran: “Ah, es que yo vivo acá”.31

Una manera de narrar los efectos del conflicto armado está referida a lo
que le pasó o no le pasó a la casa. Unas mujeres narran que las balas llegaron
hasta su casa, atravesaron una pared, quebraron los vidrios. Otras, que se
encontraron en peligro de perder sus viviendas. Por experiencia propia o
ajena, sabían que la casa no era un refugio inexpugnable. La vulnerabilidad

31 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.

155
dinámicas de guerra y construcción de paz

de toda la población era indiscutible, pues en este conflicto se usaron armas


no convencionales. “Pero yo a lo que le tenía miedo era que tiraran una gra-
nada o un petardo, y cayera en ese techo. Ahí sí lo vuelve arepa a uno”.32
En el tiempo de mayor intensidad del conflicto, la casa pierde ese signifi-
cado de protección y refugio, porque no siempre da certeza de estar a salvo.
Las mujeres, los niños y las niñas, quienes generalmente permanecen en
las casas, expresan que sentían que éstas no eran lo suficientemente seguras
para protegerse de las balaceras, porque los tiros traspasaban las ventanas,
las puertas y los muros, llegaban a los balcones y a las terrazas.33 Había que
esconderse en el lugar más recóndito de la casa: un baño, la cocina y a veces
amanecer debajo de la cama.
[…] la ley siempre llegaba al plan y se subía a las casas de nosotras, para poder
atacar a las casas de arriba, y las de arriba le daban a las de abajo. Y cuando
empezaban esas balaceras, lo único que nosotros lográbamos hacer era meternos
en la última pieza, poner colchones unos encima de otros y meternos debajo,
porque ellos sembraban las balas.34

De igual manera, ha sido frecuente la sensación, en los habitantes de los


barrios, de que en cualquier momento pueden ser sacados de las casas por
cualquiera de los grupos armados, bien para quedarse con ellas o para ase-
sinar a alguno de sus miembros, bajo sospecha o por señalamiento. Quien
se fuera a visitar a un/a familiar y dejara la casa cerrada, corría el peligro de
encontrarla en manos de la milicia: “dijeron que en toda casa desocupada
se metían para poder atacar cuando la ley venga”.35

Relaciones vecinales: desconfianza y recelo


La desconfianza, como modo de relacionarse, modela los vínculos sociales.
Tal desconfianza es propiciada por los actores armados cuando entran en
disputa, porque ellos utilizan personas de los mismos barrios para hacer
espionaje, creando un ambiente de sospecha y malestar: “había gente
32 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005. La “arepa”, como la define
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es una “Especie de pan de forma circular, hecho con
maíz ablandado a fuego lento y luego molido, o con harina de maíz precocida, que se cocina sobre
un budare o una plancha”. Su volumen es aplanado. En este caso, entonces, la expresión “volver
arepa a uno” se refiere, figurativamente, a “aplastarlo”. Real Academia de la Lengua, “Arepa”,
Diccionario de la Real Academia de la Lengua, [en línea], disponible en: http://buscon.rae.es/draeI/
SrvltGUIBusUsual?TIPO_HTML=2&TIPO_BUS=3&LEMA=arepa, consulta: mayo de 2008.
33 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
34 Ibíd.
35 Ibíd.

156
Implicaciones sociales del conflicto armado

que se metía al barrio para espiar”.36 Entre los espías están los llamados
“carritos”, que son muchachos entre los ocho y los catorce años, que por
su edad no despiertan sospechas, y que están vigilando lo que sucede en
algunos sectores o en los barrios, para informarles a los milicianos sobre
movimientos que pueden ir en contra de ellos.
Pelaos de diez y doce años eran utilizados como informantes y para que vigilaran
la zona. Entonces, ellos todos los días salían a patrullar y todo lo que veían iban
y lo contaban.37

Se cambia entonces la relación con las otras personas, en tanto quien


espía puede ser un vecino o un compañero de juego.
Hasta las acciones más cotidianas de los habitantes despertaban descon-
fianza tanto en los grupos armados como entre la misma población. En
tal circunstancia, como ha señalado Niklas Luhmann, quien desconfía
requiere de mayor información —entiéndase aquí como “vigilancia”—,
hasta el extremo de que los habitantes se sintieran vigilados, temiendo ser
percibidos como sospechosos, lo cual demandaba cálculos y autocensuras
para disuadir cualquier sospecha que los tomara por “soplones”. Se trata de
una desconfianza generalizada que reclama atención en las personas sobre
sus propios actos para no cometer errores y sobre los actos de los demás,
para prever el peligro. Como plantea Luhmann:
Una persona que desconfía necesita tanto de más información como al mismo
tiempo limita la información en la que se siente seguro y puede confiar […].
La posibilidad de ser engañado se convierte una vez más en algo que tiene que
tomarse en cuenta.38

Las personas entrevistadas afirman que, en la época del control miliciano,


tenían claro quiénes pertenecían a dicho grupo y quiénes lo apoyaban, porque
ellos declaraban: “Nosotros somos la ley, nosotros mandamos”. Entonces
mataban a alguien y se sabía: fueron las FARC, fueron las milicias.39
Pero cuando otros grupos armados entraron a disputar los territorios, el
espionaje se acrecentó y, en consecuencia, para el actor armado que contro-
laba el barrio, el habitante de otro barrio o el forastero era considerado sos-
pechoso, porque podía simpatizar o ser espía del actor armado oponente.

36 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.


37 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.
38 Niklas Luhmann, Confianza, Barcelona, Anthropos, 1996, p. 124.
39 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.

157
dinámicas de guerra y construcción de paz

Tenían un delirio de persecución; creían que todo mundo que venía distinto,
que no conocían, podía venir a matarlos o a espiar alguna cosa. A usted, si no lo
conocían, podían preguntarle: “¿Usted, de dónde viene?”, y decirle: “Me hace
el favor y se va; usted no tiene que estar haciendo nada por aquí; váyase o la
matamos”. A mucha gente le daban oportunidad y a otras no […]. Si no conocía
al otro, tenga lo suyo y ya, los mataban y ya.40
Era la época donde pagan justos por pecadores. Mataban indistintamente si usted
conocía o no, si estabas ahí en el momento equivocado, a la hora equivocada, en
el lugar equivocado.41

A causa de la guerra, los parámetros que rigen la relación con las otras per-
sonas varían sustancialmente, hasta el punto de que, en el discurso, circula
una serie de consignas que se inscriben en la subjetividad de la comunidad
como medida protectora. Es común que las personas entrevistadas digan:
“uno no se puede confiar”, “uno debe saber a quién le dice las cosas y cómo
las dice”, “todo el mundo era reservado en cuanto a lo que pensaba”, “a uno
le da miedo hablar porque yo personalmente no sé quién es mi vecino ya,
quién es el de atrás y quién es el de adelante”, “toca cambiar porque no se
sabe quién hay alrededor”.
La mirada del actor armado se vuelve omnipotente. El panóptico se
instala, un ojo interior y exterior para el que no hay secretos. Se está bajo
la mira de los combatientes y la de los/as vecinos/as. Como cualquiera
puede ser aliado/a o traidor/a, se afectan los lazos íntimos, de amistad, de
amor, de camaradería, de vecindad. Surgen la zozobra y el recelo, que son
nombres de la inquietud y la desconfianza que se desprende de la ruptura
de la credibilidad.
Se evidencia un contraste entre el ayer y el hoy, por el clima de desconfianza
que se impone. Si anteriormente la palabra “vecino”, “conocido” o “amigo”,
significaba reconocimiento, protección o apoyo, con la guerra esto se trans-
forma, porque en su lugar se coloca un “ya uno no sabía quién era quién”.42
Si antes del conflicto armado, el/la vecino/a representaba relaciones cara a
cara surgidas del habitar —como también los verbos “construir” y “luchar”,
donde territorio y relación social se juntaban en la expresión “vivir al frente
de mi casa”—, en tiempos de guerra, de combate, de espionaje, de zozobra,
el/la vecino/a adquiere la connotación de sospecha y de peligro. Los vínculos

40 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.


41 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.
42 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

158
Implicaciones sociales del conflicto armado

sociales se rompen, por el riesgo que representa la otra persona, porque


“uno no sabe con quién está hablando”.43
Siempre había presente un “otro” que mira e interpreta de manera anti-
cipada. Esto quiere decir que nada pasaba impunemente, porque existía la
inscripción simbólica e imaginaria de un amo al que no se le podía engañar y
que no dejaba nada sin sancionar, legislar ni controlar.
Las personas entrevistadas coinciden en que, durante los momentos agu-
dos del conflicto, no convenía hablar con el/la vecino/a como de costum-
bre. Esta prohibición implícita operaba como una verdad no discutida y las
mujeres entrevistadas la entendían como una exhortación a no hablar de
lo que se veía. Las mujeres, particularmente, creían que hablarle al vecino
o a la vecina, equivalía a quedar como chismosas ante los ojos de un ob-
servador, a veces real, a veces virtual, que estaba vinculado con el conflicto
armado. Los jóvenes, por su parte, no consideraban que, si hablaban con
un/a vecino/a, éste/a los vería como chismosos, sino que podía sospechar;
por ello era indispensable ser precavido. Aquéllos, cuando se refieren a la
necesidad de ser discretos y prudentes, se distinguen de las mujeres en que
no consideran que así evitan ser asociados con el chisme, sino “para no
dar papaya”. Con la persona que se dialoga, aunque sea conocida, puede
haberse vuelto informante o estar involucrado/a en algo “caliente”.
Uno debe saber a quién le dice las cosas y cómo las dice […] No hay que hablar
sin tener plena certeza de quién es el otro y menos sin seleccionar qué se dice y
qué no se dice.44

La emergencia de la figura del/de la “informante” y la vinculación de


vecinos/as de toda la vida al conflicto, convierten a la persona conocida en
alguien que deja de ser familiar, y se pasa a percibirla como alguien extraña
de quien se debe sospechar. “Gente que uno veía y que eran bien, ahora son
los paramilitares y se oye decir que éste es el jefe, éste es el que manda”.45
La sospecha, el recelo y la desconfianza se vuelven la norma, impiden la
palabra tranquila de unas personas a otras, configurándose así una pérdida
subjetiva, que si bien no se puede cuantificar, ni es visible a la hora de los
balances de la guerra, resulta superior a los daños materiales. Ser solidario/a,
en ocasiones se vuelve un peligro, pues como no se sabe en qué puede “andar

43 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.


44 Entrevista grupal 4, mujeres jóvenes, 2 de junio de 2005.
45 Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

159
dinámicas de guerra y construcción de paz

metido el vecino”, ni “de parte de quién está”, resulta comprometedor


auxiliarlo en caso de necesidad. Prestarle un servicio a quien lo necesita, o
tratarlo con amabilidad, puede resultar peligroso.46
Las expresiones “recelo” y “desconfianza” no sólo aplican para las rela-
ciones entre la población civil, sino que también se extienden hasta los
actores armados entre sí. El tiempo subjetivo del recelo y la desconfianza
es muy complicado, pues suele conducir a actuar de un modo anticipado
o arbitrario a partir de sospechas. Es común que se eliminen personas, se
desplacen o intimiden, porque se tiene la idea, por ejemplo, de que es un/a
“sapo/a”. Un indicio de ser sapo/a es salir mucho del barrio, o que se le vea
hablando con desconocidos/as. De ahí que la restricción de la libertad en la
movilidad y la limitación de derechos elementales, como hablar con quien
se desee, sea una de las consecuencias más evidentes de esta guerra.
El problema es que el recelo y la desconfianza son obstáculos para constituir
una sociedad o generar lazos de solidaridad, pues si bien no son exclusivos
de la guerra, ella es más propicia para su agudización, porque cada quien se
dedica a cuidar su vida y su integridad personal, se vigilan los pasos de las
personas, desaparece el crédito que pudiera existir y las manifestaciones del
otro se toman con beneficio de inventario.
La sociedad del recelo y la desconfianza se vuelve de puertas para adentro,
sólo con lo más íntimo. Desparece la posibilidad de decir: “creo, porque tú
lo dices”. Entonces, sólo se acepta como verdadero lo vivido personalmente
y así se impone el aserto que dice: “en una guerra, la primera sacrificada es
la verdad”.
Ahora bien, como la suspensión general de los sentidos hace parte del esce-
nario social y subjetivo del recelo y la desconfianza, una tesis psicológica a la
que esto nos conduce es la siguiente: la significación que una población puede
darle a hechos como el recelo y la desconfianza, sin duda no es homogénea,
sino variable, pero coincide en el ámbito de los efectos subjetivo y social. La
coincidencia en los dos aspectos puede nombrarse así: tanto individual como
colectivamente, se produce una paranoización de la vida cotidiana. El recurso
social frente a esta paranoización es la valorización de lo que no entra en la
lógica de lo extraño, por ejemplo, en algunos casos, la familia.

46 Es llamativo que, a pesar de encontrar testimonios que hablan del peligro de ser solidario con el
otro, también son recurrentes los testimonios que dan cuenta de la solidaridad entre vecinos y
habitantes del barrio.

160
Implicaciones sociales del conflicto armado

No confiar sino en uno mismo, en el “nosotros”, que quiere decir “entre los
familiares”, pues ponerse a hablar con uno del frente de mi casa ya equivale a
estar en peligro, porque igual uno no sabe con quién habla.47

Si bien cada quien responde de manera diferente a esa especie de extra-


ñamiento al que se ve confinado el otro, el recurso es valorizar la familia
como centro de la intimidad. Sólo hay que confiar en quien se percibe como
lo más familiar, es decir, en la persona a quien no se le atribuye nada
como extraño. Cualquier persona diferente a la familia puede ser enemiga;
por tanto, se sugiere la distancia: “en ese tiempo las cosas se hablaban muy
bajito y en familia”.48
La intimidad con “lo mismo” y con “lo más parecido a mí” no molesta,
como en los tiempos de normalidad, porque si sólo se puede confiar en
lo más idéntico, todo lo que sea vivido como extraño y diferente hay que
excluirlo por peligroso. Si alguien de la familia ingresa en este mismo rango,
entrará en la misma lógica de la desconfianza y ello fracturará lazos íntimos.
Yo perdí dos cosas muy esenciales: la confianza, porque yo por allá no creo en
nadie, no creo directamente en las personas, porque vi y estoy viendo muchas
falsedades… Segundo, perdí una confianza que le deposité a mi compañera con
la que viví veintidós años, por haberme pagado de esa manera tan vil como me
pagó no más por colaborarles a esos asesinos. […] La compañera con la que yo
convivía se hizo muy amiga de los de la FARC… y en esas, una hija… mía, tuvo
un hijo con ellos; entonces, ella me peleaba a mí la casa de herencia de mi mamá.
Ella les daba comida, les daba tinto, les aplicaba inyecciones, a los heridos en
combate ella corría y los llevaba al centro de salud.49

Para concluir este apartado, se puede afirmar que una de las implicaciones
sociales del conflicto ha sido un incremento de la exclusividad negativa.
Los grupos humanos, así como tienen una dosis de etnocentrismo hecha
de sus procesos de identidad y diferencia, también tienen márgenes de
exclusividad negativa, en términos de segregación hacia otros, extraños o
enemigos. Pero en este caso lo que se observa es que hay una contracción
tal, territorial y social, donde se excluye, se teme al otro, aun al más próximo
y cercano.

47 Entrevista grupal 4, mujeres jóvenes, 2 de junio de 2005.


48 Ibíd.
49 Entrevista grupal 6, desplazados, 4 de junio de 2006.

161
dinámicas de guerra y construcción de paz

Implicaciones en las organizaciones comunitarias


La mayor parte de las organizaciones comunitarias, debido a su accionar
de cara a las necesidades físicas y sociales de las comunidades, y por su
carácter abierto y los resultados obtenidos, han ganado reconocimiento y po-
der, capacidad de convocatoria, credibilidad en amplios sectores de la po-
blación y la posibilidad de tomar decisiones, trazar directrices y canalizar,
en algunos casos, las relaciones y recursos entre el Estado y la comunidad.50
Una de las organizaciones con más tradición en el trabajo comunitario son
las Juntas de Acción Comunal (JAC).
Las JAC, a pesar de sus dificultades y con sus fortalezas, han sido las primeras
organizaciones de representación política a nivel barrial. Eso es indiscutible. Así
era en los ochenta, era en los noventa y todavía hoy lo son. En los ochenta, las
JAC tuvieron su reconocimiento, por el proceso de consolidación de los barrios
a través del convite. Eran los directivos de las JAC los que salían con megáfono a
invitar a la gente a hacer determinada obra de infraestructura.51

Con relación a las implicaciones del conflicto armado en las organiza-


ciones comunitarias, existen dos versiones: la primera señala la manera
como fueron golpeadas las organizaciones, porque algunas cerraron es-
pacios, programas y aun las sedes, y algunos/as líderes/lideresas han sido
amenazados/as, asesinados/as u obligados/as a desplazarse. La segunda, sin
desconocer las restricciones al trabajo organizativo derivadas del conflicto
armado, destaca la reactivación y el fortalecimiento de las organizaciones y
enfatiza en los logros a más largo plazo. Esta segunda versión será analizada
en el capítulo 6: “Iniciativas de paz y otras respuestas sociales”.
La población entrevistada destaca algunas realidades que afectaron el
accionar de líderes, lideresas y de las organizaciones.

Amenazas, asesinatos, denuncias, judicializaciones y desplazamientos


La muerte de líderes/lideresas que no tomaron partido por la lucha armada,
pero terminaron involucrados/as en las confrontaciones o fueron vistos/as

50 Con esta afirmación no se pretende idealizar las relaciones entre los/las líderes/lideresas y las
comunidades, y entenderlas en términos de una armonía idílica. No se desconocen los con-
flictos que se presentan comúnmente en estos barrios como efecto de la lucha por el poder y
las contradicciones propias de intereses opuestos; sin embargo, eso no invalida el poder y la
legitimidad de las mismas como parte de la democracia participativa.
51 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.

162
Implicaciones sociales del conflicto armado

como un obstáculo para los propósitos de los grupos armados, da cuenta de


la dificultad, en un contexto de guerra, de mantener la autonomía, el traba-
jo comunitario y la construcción de sociedad civil. “La organización social,
con el asesinato de varios líderes, se vio diezmada, reducida, atemorizada,
reprimida”.52
Las dificultades de funcionamiento de las organizaciones y del trabajo
comunitario se han presentado durante todo el conflicto armado. Cuando
las milicias eran hegemónicas en los barrios, catalogaron a algunos/as líde-
res/lideresas, con posturas abiertamente autónomas y de cuestionamiento
a sus acciones armadas, como sospechosos/as de simpatizar, auxiliar o
pertenecer al bando enemigo, y por consiguiente, los/as amenazaron o los/as
asesinaron, por considerarlos/as un obstáculo para sus actuaciones. Cuando
los paramilitares ganaron presencia en la Comuna 13 y se intensificó la
confrontación armada, el funcionamiento de las organizaciones se afectó,
debido al ambiente de terror y de zozobra; además, se ampliaron los meca-
nismos de persecución a quienes consideraban simpatizantes o auxiliado-
res/as de las milicias.
Algunos/as líderes/lideresas destacan que han sido amenazados por mili-
cias y paramilitares, por considerar, cada cual, que apoya el bando contrario
o está en contra de sus posturas:
[…] un comandante del ELN […] me hizo unos tiros y no pasó nada […],
excepto que me tocó tirarme por otro lado y me aporree. En ese entonces, la iz-
quierda me señalaba a mí y me decía que era un servidor fiel de las instituciones.
¡Yo siempre he creído en eso!, y creo que esa es la pela que nos tenemos que dar
todos y ahora. En el momento que llegó, que incursionó la extrema derecha,
fui señalado como colaborador de la izquierda, pero sólo hasta hace poco me di
cuenta. Hace por ahí tres meses me di cuenta de que el objetivo militar primero
era yo: apenas me vine a dar cuenta después de más de tres años.53

En este contexto, para los/as líderes/lideresas no ha sido fácil plantear sus


puntos de vista, porque pueden ser asesinados/as: “aquí un presidente de
la Acción Comunal hablaba de paz y lo mataban. Aquí no había momentos
sino para disparar”.54 Durante este conflicto, varios/as líderes/lideresas, con

52 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


53 Ibíd. Este líder, Haider Ramírez, fue asesinado el 25 de agosto de 2006, crimen que hasta la fecha
ha quedado impune.
54 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.

163
dinámicas de guerra y construcción de paz

“amplia trayectoria de trabajo social y comunitario”,55 fueron asesinados/


as:56 dos líderes presidentes de la Junta de Acción Comunal de La Divisa,
una joven tesorera de la Junta de Acción Comunal de La Independencia y
el presidente de la Junta de Acción Comunal de El Salado.
[…] personas que de pronto se vieron presionadas bastante en ese momento
crítico del conflicto a acompañar o a apoyar algunas actuaciones del grupo de
izquierda o el de derecha y que no cedieron. Entonces fueron eliminados, asesi-
nados por ellos, desconociendo el aporte que habían hecho en el desarrollo.57

El asesinato de Haider Ramírez, un hombre reconocido en la comuna por


su tarea de buscar la unidad mediante el establecimiento de redes y alianzas
entre organizaciones comunitarias, y por su alta formación política, afectó
significativamente el trabajo comunitario:
Los líderes están haciendo un gran esfuerzo por no desagregarse. Haider era un
actor que garantizaba la unidad, eso fue lo que se perdió y no se va a reconstruir
en uno o cinco años. Es un proceso.58

Si bien los/as líderes/lideresas han tomado precauciones para no dejarse


involucrar en el conflicto, cualquier acción o palabra en falso puede poner-
los/as en peligro de morir. Algunos/as narran cómo había que convencer
al otro de que la posible víctima no estaba comprometida con el grupo
armado oponente.
Yo fui una amenazada. Estuve parada en medio de revólver, fusil, una granada,
que porque, según ellos, yo andaba con una persona que estaba echada del barrio
y yo ese día estaba trabajando. Entonces le dije yo: “Pues si ustedes son Dios y si
ustedes son la ley, adelante”, pero con muchísimo miedo […] y llegó un hombre
y dijo: “¿Ustedes que van a hacer con la negra ahí?”. “Ah, que es que la van a
matar porque ella anda con X”. Entonces dijeron: “No, es que ella no anda con
nadie, nosotros sabemos quién es ella”.59
Cuando llegamos a la casa de Z, ya lo tenían afuera porque también lo iban a matar.
La comunidad dijo: “Si los van a matar, nos van a tener que matar a todos”.60

55 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005, y entrevista a profundidad 21,
hombre líder, 24 de agosto de 2005
56 Entre los líderes asesinados se cuenta el padre José Luis Arroyave, un sacerdote que era altamente
apreciado por la comunidad, debido a su compromiso social.
57 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.
58 Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.
59 Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
60 Ibíd.

164
Implicaciones sociales del conflicto armado

Con la llegada de los paramilitares a disputar el control del territorio, las


medidas violentas se hicieron más fuertes:
Cómo no tener miedo si matan con cuchillo, matan con pistola, con silenciador,
porque éste diga que ésta es tal cosa, porque ésta diga que éste perteneció a tal
parte, que ésta era colaboradora […] y directa o indirectamente, [a] la gente de la
Comuna 13 nos tocó participar y compartir con esa gente [las milicias], porque
ellos también vivían ahí en el contorno.61

En algunas personas entrevistadas existe la idea de que la estrategia de las


autodefensas era “cero organización social”:
Empiezan a ver cuáles son las organizaciones sociales más fuertes, cuáles son
las cabezas más visibles y empiezan a dar por ahí. Porque mi impresión, y aquí
no quiero involucrar a nadie, mi impresión es que la tendencia política del país
hoy es ésa: cero democracia, cero participación ciudadana, toda represión y
autoritarismo.62

La eliminación de un/a líder/lideresa comunitario/a, persona que ha


requerido un largo tiempo en su formación, y que logra tener una base que
lo/a respalda, atenta contra el desarrollo social de estos barrios y más si se
tiene en consideración que la formación de los líderes, hombres y mujeres,
ha sido un proceso largo, debido a los bajos niveles de escolaridad y a la falta
de oportunidades para adquirir las competencias y las destrezas requeridas
para el manejo de las organizaciones, para promover proyectos y para lograr
adecuados niveles de convocatoria.63
De igual manera, la denuncia y el señalamiento, como efectos de la política
de “Seguridad democrática” del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, también
han contribuido con la deslegitimación, la estigmatización y la pérdida de
poder de algunos/as líderes/lideresas.
La presencia parcial y esporádica de los aparatos judiciales y policiales del
Estado antes de 2002, pero masiva en ese mismo año, también lesionó el
trabajo comunitario, porque se detuvieron líderes/lideresas por sospecha de
ser simpatizantes, auxiliadores/as o de pertenecer a las milicias. Algunos/as

61 Ibíd. La entrevistada se refiere a una acción de paramilitares en la que la amenazan por ser
simpatizante o colaboradora con la guerrilla.
62 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.
63 Es necesario no perder de vista que aquí, como en otros lugares, la estrategia inicial de los para-
militares fue la de atacar a las organizaciones sociales. Sin embargo, en la medida en que fueron
logrando mayor empoderamiento y hasta la actualidad, cambiaron el método y, sin renunciar del
todo a la eliminación de líderes y lideresas, pretenden trabajar por su cooptación y por el control
de algunas organizaciones.

165
dinámicas de guerra y construcción de paz

líderes/lideresas fueron denunciados/as y judicializados/as, al ser señala-


dos/as por habitantes de la zona. Esto permitió sacar del medio a quienes
alguien considera contrincantes con los que se está disputando algún poder,
o porque los/as denunciantes esperan obtener las recompensas monetarias
ofrecidas por el Gobierno en su política de “Seguridad democrática”.
Cuando comenzaron a ofrecer plata por líderes, la gente no miró la magnitud.
Creía que un líder comunitario era igual que un líder no comunitario. Entonces
entregaron varios líderes comunitarios, y creían que por ellos también pagaban.64

Con la judicialización como presuntos/as colaboradores/as de la guerrilla,


se buscaba deslegitimar a los/as líderes/lideresas:
[…] la hoja de vida queda por el piso. Esto nos dañó muchísimo, queda uno
marcado y el trabajo comunitario queda muy deteriorado; uno muy triste, muy
dolido, porque este tipo de cosas pasen. Saber que se luchó por no untarse y, sin
embargo, nos vimos involucrados.65

La denuncia de un líder o lideresa por parte de algún habitante de los barrios


en conflicto, ante los organismos del Estado, y en la mayoría de los casos, a
pesar de que la persona en cuestión podía salir libre por no encontrarse
pruebas que la comprometieran con las milicias, restaba credibilidad y
apoyo de las bases, porque “ya su hoja de vida estaba manchada”.66
Otra estrategia de guerra para sacar del paso a líderes y lideresas que
trataron de ser neutrales, o que estaban en contra de la guerra o de las
acciones de un grupo armado en particular, es el desplazamiento. Además
de enfrentar consecuencias de una confrontación armada, el/la líder/li-
deresa comunitario/a asume la responsabilidad de ser protagonista en la
promoción y el desarrollo de los barrios, pero en ocasiones se ve obligado/a
a suspender actividades, desplazarse a otras zonas de la ciudad o movilizarse
en forma oportuna y en un número representativo, para ponerse a salvo del
acto violento en su contra.
El desplazamiento forzado de líderes tiene consecuencias graves para la comu-
nidad […] puedo asegurar que en este momento son gente que a este barrio le
están haciendo muchísima falta. Son gente que le llega mucho a la comunidad,
gente que tiene un carisma que a mí me deja aterrada, porque lo que hace que
ellos se fueron, el barrio se ha ido muriendo.67

64 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.


65 Ibíd.
66 Ibíd.
67 Ibíd.

166
Implicaciones sociales del conflicto armado

La credibilidad que alcanza una persona líder se convierte en una ame-


naza para el grupo armado de turno, cuando no coincide con sus intereses,
porque sus posturas contrarias pueden ser acatadas en sectores de la co-
munidad y esto lleva a una falta de respaldo al grupo armado que quiere
dominar. La amenaza, la notificación, los intentos de asesinato y el rumor
son mecanismos que generan temor en los/as líderes/lideresas, quienes se
sitúan en el dilema de continuar con el trabajo comunitario, o salvar sus
vidas y las de sus familiares.
Una persona líder es producto de una construcción social que exige
vocación, experiencia, compromiso, conocimientos y circunstancias
que no son prolíficas y no se reemplazan con facilidad. El asesinato, la
amenaza, la judicialización y desplazamiento forzado deja a la comunidad
huérfana de algunos/as de sus líderes/lideresas. Esto puede llevar a la
desmovilización o al redoble de esfuerzos para que aquellos habitantes
que tienen capacidad de convocatoria continúen la labor de los ausentes.
Cerrar puertas o abrir nuevas puertas. Ése es el dilema.

Cerrar puertas o continuar con el trabajo organizativo


“Es mejor estar muerto, que vivir con miedo”,68 es la expresión que evi-
dencia el ambiente intimidatorio en el que han vivido las personas líderes
y la población en general. Para un/a líder/lideresa, estar muerto/a es mejor
que estar paralizado/a por el miedo, como lo viven muchos/as de ellos/as
para evitar ser asesinados/as por las balas de uno u otro grupo armado.
Esta situación los/as confronta consigo mismos/as, porque su papel en las
comunidades ha sido de expresión, de acción, y no de parálisis y encierro.
Sienten miedo porque son señalados/as de favorecer uno y otro bando y “a
pesar de que la comunidad los ha apoyado y sienten que no están untados
de nada, siempre queda el manto de duda”.69 Y la duda los/as ubica en
posición de ser sospechosos/as, lo que significa ser objetivo militar.
Lo anterior evidencia cómo una de las libertades sacrificadas, en el contexto
de la guerra en este sector de Medellín, es la de la expresión, condición previa
fundamental para la existencia y la consolidación de la democracia. Ésta es
la libertad más abiertamente lesionada por lo que los mismos habitantes
denominan el “sistema impuesto”, en el sentido de normas explícitas o

68 Ibíd.
69 Ibíd.

167
dinámicas de guerra y construcción de paz

implícitas para impedir que se pronuncien abiertamente contra el conflicto


armado y contra un grupo armado en particular: “lo que pasa es que uno en
estos cuentos de trabajo social tiene que cuidar mucho el discurso. Usted
no sabe a quién ofenda a quién va a ofender”.70
Y tal como lo plantea Norberto Bobbio, la libertad individual sólo pue-
de ser restringida por el Estado cuando se trata de proteger los derechos
fundamentales de otra persona.71 Pero en este caso, dichas libertades son
coartadas por los diferentes actores armados en contienda.
Otra libertad afectada durante el período de mayor agudización del con-
flicto en el año 2002, fue la de organización. Muchas de las organizaciones e
instituciones comunitarias tuvieron que suspender sus reuniones habituales
y demás actividades, porque movilizarse y participar en las organizaciones
era muy peligroso. Por lo demás, la constatación del asesinato de líderes/li-
deresas redujo ostensiblemente la base de apoyo de las organizaciones:
Casi a diario había enfrentamientos. Entonces, ¿ya en qué momentos íbamos a
estar reunidas nosotras? Y cuando la detención de las compañeras, más miedo
todavía, la gente se retiró. Porque a lo último, ya casi a diario había enfrenta-
mientos. Entonces, ¿ya en qué momentos íbamos a estar reunidas nosotras?72
[...] mataron como a dos o tres líderes y la gente, [a] la gente le dio miedo. […] El
movimiento se para durante mucho tiempo, no hay reuniones durante muchos
meses, no hay reuniones de grupos juveniles, ni de los líderes comunitarios, la
gente de la Acción Comunal y todos temen por sus vidas […] El problema al
que se ve enfrentada la organización es el mismo de todas: ¡congeladas, o sea
quietos! ¡No hay nada que hacer!, ¡no hay para donde coger! Esperemos que
pase la tormenta, esperemos que se calme.73

El clima de sospecha y de zozobra llevó a suspender, por temor, los vín-


culos con otras organizaciones:
Nunca ninguna organización habló con otra para aliarse, porque como morían
tantos por “sapos”, morían líderes comunales, como fue la muerte de Arturo
Holguín, que fue el líder y presidente de la Acción Comunal del sector uno,
y nunca supimos porqué, ¿me entiende? Mejor dicho, aprendimos a ser muy
cusumbo solos, no confiar en nadie, porque no sabíamos quién era quién.74

70 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.


71 Norberto Bobbio et al., Diccionario de política, México, Siglo XXI, 2001, vol. ii, p. 906.
72 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
73 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.
74 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

168
Implicaciones sociales del conflicto armado

Un signo de deterioro de la vida comunitaria es la desactivación de las


organizaciones, punto más sensible de la democracia, porque las personas
guías que han llevado la vocería por varias décadas son silenciadas. Algunos/as
líderes/lideresas se refieren a esa limitación para el trabajo comunitario con
la expresión “cerrar puertas”. Es que el riesgo de ser asesinado/a no era algo
remoto, porque se daba cotidianamente y era común encontrar personas
muertas tiradas en las calles. La muerte violenta se vuelve algo normal en
la guerra:
[…] lo normal […], los muertos ahí. Inclusive en una de las ventanas de la sede
hay un tiro, es la única, creo yo, que no cerró puertas, las demás se sintieron
obligadas a cerrar puertas sin querer. En la Acción Comunal nos tocó también
cerrar puertas.75
[…] porque nosotros, la mayoría de organizaciones comunitarias, ya queríamos
era renunciar a esta labor, porque no se les está garantizando absolutamente
nada, porque uno la vida, en cualquier segundo, la podía perder.76
Aquí quedamos muy mal, porque se dividió la comuna, se fragmentó toda la
organización comunitaria.77

La relación entre la agudización del conflicto y la afectación en la cons-


trucción del tejido social es directamente proporcional, tanto por el clima
de desconfianza en la población, analizado anteriormente, como por la
suspensión del trabajo organizativo y participativo, debido a que los/as lí-
deres/lideresas se dispersan, ante la falta de garantías para adelantar su labor.
Muy pocas organizaciones tuvieron el poder suficiente para mantener sus
oficinas abiertas —como es el caso de Realizadores de sueños—. Uno de
los líderes explica su continuidad:
[…] teníamos ya la fortaleza, habíamos logrado un buen nivel de autonomía
y de respeto frente a los grupos armados. Así podíamos movernos, interrela-
cionarnos y gestionar procesos de concertación con todas las organizaciones
y los líderes del sector que apoyaban el proceso de desarrollo. Ello se dio
básicamente en los cinco barrios.78

La guerra pone a los seres humanos de cara con sus miedos, sus temores,
sus apegos a la vida, como también con su imagen y función públicas: he

75 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.


76 Entrevista a profundidad 21, hombre líder, 20 de agosto de 2005.
77 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.
78 Ibíd.

169
dinámicas de guerra y construcción de paz

ahí uno de los grandes dilemas de la condición humana. La guerra pone en


la balanza los mundos en los que discurre la cotidianidad de las personas y,
en este caso, la de los/as líderes/lideresas comunitarios/as: el mundo de lo
público, el de lo privado y el de la intimidad. El dilema es proteger sus vidas
o continuar con su vocación de trabajo comunitario:
[…] ahora es una bomba de tiempo, no sabemos qué hay. Ya sea muy sigiloso,
sepa hacer sus cosas y con la mano en el corazón, duele mucho, pero es mejor
ser indiferente a lo que pasa: primero, segundo y tercero yo.79

Algunos/as líderes/lideresas, en un ambiente colectivo de pérdida de las


confianzas, sintieron que no tenían el asidero ni la motivación necesaria
para continuar con entusiasmo el trabajo organizativo a favor de la comuni-
dad. La solidaridad como valor se vio afectada por la incertidumbre, porque
sabían de la intención de los paramilitares de terminar con las milicias y sus
simpatizantes, y tal como se expuso anteriormente, las personas líderes po-
dían estar estigmatizadas. Por otro lado, aun después del control de la zona
por el Ejército, existe el rumor de que las milicias pueden regresar, lo que
daría pie a nuevas confrontaciones armadas. Y respecto a la fuerza pública,
aunque hay consenso sobre su importancia para mantener el orden, no se
tiene seguridad de que permanezca allí.
Otros/as corrieron los riesgos de continuar con su trabajo y pudieron
mantener su liderazgo. Algunas organizaciones y líderes/lideresas han
logrado, en un proceso de reestructuración y fortalecimiento, ampliar su
radio de acción, buscar nuevas alianzas con otros grupos y el establecimien-
to de mecanismos para continuar desarrollando su labor, para disminuir
los factores generadores del conflicto y encontrar nuevos caminos para
la consolidación de las organizaciones. Es una manera de evitar que el
conflicto nuevamente se exacerbe, y un aporte para el desarrollo social y
comunitario. Se ha ampliado el campo de acción, se han conformado redes,
y las organizaciones tienen mayor conciencia de su papel político en la co-
muna. Pero no por ello desparece el fantasma de una nueva intensificación
del conflicto.
No nos queda sino lo que nosotros intentemos hacer y seguimos haciendo, y lo
que siempre hemos hecho durante todo este tiempo; y es intentar trabajar en vía
del desarrollo de las comunidades, porque, además, esa es la otra cara.80

79 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.


80 Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.

170
Implicaciones sociales del conflicto armado

Desplazamiento forzado en la comuna


El desplazamiento masivo, familiar e individual, es una de las implicaciones
de la guerra para la Comuna 13.81 Titulares de prensa dan una idea de la
magnitud del desplazamiento en este sector de la ciudad, durante el año
2002: “Por intimidación huyeron 40 familias de Belencito”.82 “Villa Laura
se queda solo”.83 “Viviendas abandonadas; drama de barrios en disputa”.84
Durante el mes de julio, nuevamente una sucesión de noticias hacen visible
el desplazamiento en la Comuna 13: “Paras desocupan vecindario”.85 “AUC

81 En este estudio se diferencia entre el desplazamiento como fenómeno y las personas en situación
de desplazamiento. No se hace alusión a “persona desplazada”, porque admite el equívoco de
caracterizar el desplazamiento como un rasgo constitutivo de identidad. Se plantea aquí que el
desplazamiento es un estado de liminalidad, o tránsito, por estar en el umbral, separado de un
punto inicial y sin establecerse aún en el punto de llegada. El desplazamiento forzado es un paso
obligado que no prevé destino seguro, o mejor, lo característico es el desarraigo.
Por otra parte, el desplazamiento, según la Defensoría del Pueblo, se clasifica en individual o
unifamiliar, de acuerdo con el número de personas que se desplazan y su pertenencia a un grupo
familiar, y se presenta bajo varias modalidades, si se tiene en cuenta la caracterización de las
zonas de expulsión y de llegada: rural-urbano, urbano-urbano, intraurbano e interveredal.
El desplazamiento individual es donde sólo un miembro de la familia es quien se desplaza —deno-
minado gota a gota—.
En el desplazamiento unifamiliar, la familia permanece unida durante y después del momento del
desplazamiento. Véase: Defensoría del Pueblo, Colombia. Desplazamiento intraurbano como consecuen-
cia del conflicto armado, Bogotá, UNHCR, ACNUR, Defensoría del Pueblo, 2004, p. 19.
Para el Gobierno, desplazamiento masivo se entiende como la salida de diez o más hogares, o más
de cincuenta personas en un mismo evento (véase Colombia, Vicepresidencia de la República,
Decreto 2569 del 12 de diciembre de 2000, por el cual se reglamenta parcialmente la Ley 387
de 1997, artículo 12, Vicepresidencia de la República, [en línea], actualizado a 6 de mayo de 2008,
disponible en: http://www.derechoshumanos.gov.co/modules.php?name=informacion&file
=article&sid=119, consulta: 6 de mayo de 2008).
El desplazamiento masivo organizado es donde la comunidad, con una base social organizada, toma la
decisión de desplazarse y buscar apoyo en instituciones gubernamentales y no gubernamentales,
para obtener una asistencia y acompañamiento de éstas. La comunidad organizada permanece
unida durante y después del momento del desplazamiento.
En el desplazamiento masivo no organizado son expulsadas varias familias de un mismo sector, hacia
diferentes barrios en la ciudad.
El redesplazamiento se da cuando personas y familias son desplazadas en más de una ocasión.
Por último, el desplazamiento selectivo “se presenta de manera discriminada contra determinados
actores de la sociedad, tal es el caso de los maestros, líderes sindicales y sociales en general”.
Yulieth Bedoya Mejía y Yudy Marcela Sánchez Pérez, “Implicaciones socioeconómicas del
desplazamiento forzado intraurbano en la población desplazada de Medellín”, informe de
pasantía de investigación, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas,
Departamento de Trabajo Social, Medellín, 2003, p. 63.
82 El Colombiano, Medellín, 28 de marzo 2002, p. 4C.
83 El Mundo, Medellín, 10 de abril de 2002, p. 6.
84 El Colombiano, Medellín, 29 de abril de 2002, p. 11A.
85 El Tiempo, Medellín, 4 de julio de 2002, p. 5C.

171
dinámicas de guerra y construcción de paz

provocaron éxodo interurbano”.86 “La guerra se aloja, la gente se va”.87 De


este proceso emergió la imagen de barrios fantasma y, posiblemente, a las
personas que nunca se desplazaron se las perciba como sobrevivientes.
En esta comuna se destaca el desplazamiento masivo en el barrio El
Salado, como producto de una estrategia, utilizada principalmente por
los paramilitares, para alejar a las personas que consideraban peligrosas,
y disuadir posibles militancias, cercanías o simpatías, con las milicias. A
partir del incendio del 29 de junio de 2002, ocurrido en la parte alta de El
Salado, en un sólo evento fueron afectados por lo menos 65 núcleos fami-
liares. Según los relatos, este incendio fue provocado por los paramilitares
para expulsar a familias sospechosas de tener vínculos con las milicias, en
razón de que su ubicación en la zona se dio por un proceso de invasión
apoyado por este grupo armado. Su relevancia se debe a la magnitud por
el número de personas afectadas, el horror generado, el drama vivido y el
cambio en la legislación. La autopercepción como personas en situación
de desplazamiento y sujetos de protección y atención en el marco de la
Ley 387 de 1997,88 sólo es una realidad para las personas desplazadas de
este sector de El Salado, aun cuando es un problema que afectó a amplios
sectores de la población.89

86 El Colombiano, Medellín, 5 de julio de 2002, p. 12A.


87 El Colombiano, Medellín, 27 de julio de 2002, p. 11A.
88 Colombia, Poder Público, Rama Legislativa Nacional, Ley 387 de 1997, por la cual se adoptan
medidas para la prevención del desplazamiento forzado; la atención, protección, consolidación
y estabilización socioeconómica de los desplazados internos por la violencia en la República de
Colombia, 18 de julio, Disaster-info, [en línea], disponible en: http://www.disaster-info.net/des-
plazados/legislacion/Ley387de1997.rtf, consulta: 28 de mayo de 2008.
89 La autopercepción como personas en situación de desplazamiento, en el caso de la Comuna 13,
transcurre en medio de una disputa jurídica, y sobre todo política, ante el no reconocimiento,
por parte de la Red de Solidaridad Social, de la Presidencia de la República —actualmente
Acción Social—, y del fenómeno del desplazamiento forzado intraurbano.
Es necesario destacar que este desplazamiento tuvo efectos en la legislación, porque a partir de
este proceso se cambió la doctrina, al considerar que las personas desplazadas dentro del mismo
municipio tenían todos los derechos establecidos por la Ley 387 de 1997. El hito normativo
relevante en la declaración del desplazamiento forzado intraurbano es la sentencia T-268 de
2003 de la Corte Constitucional, que fue el resultado de la acción interpuesta por la Defensoría
del Pueblo, en razón a las circunstancias de desplazamiento forzado masivo del barrio El Salado,
ubicado en la Comuna 13 de la ciudad de Medellín.
A pesar de haber existido hechos semejantes en otros sitios del área urbana y de la denuncia
reiterada de movilizaciones intraurbanas forzadas individuales en la ciudad, el hecho desenca-
denante es el ocurrido en la Comuna 13 en el mes de julio de 2002. Algunas de las hipótesis
que se construyen sobre porqué en este momento y sobre este hecho, tienen que ver con la
situación que vivía la comuna. Uno de ellos es la movilización de la opinión pública, a partir

172
Implicaciones sociales del conflicto armado

Las personas entrevistadas que salieron de El Salado narran los hechos


como una vivencia colectiva que funda “un nosotros desplazados” y, de
manera más precisa, un vínculo social atado a los vecinos y las vecinas.
Ese “nosotros” los identifica en la huida, en la pérdida de un/a vecino/a
que es asesinado/a, en ser amenazados, reducidos a la impotencia y luego
refugiados en un espacio común: el Liceo La Independencia, en el cual se
vive otro conjunto de experiencias compartidas.90 También el “nosotros”
se construye desde afuera, como resultado de la imputación como guerrille-
ros, recibida de parte del actor que les expulsa.

La lógica del poblamiento-expulsión-repoblamiento


El poblamiento en la parte alta de El Salado se hizo a fines de la década
del noventa, mediante la invasión de un terreno bajo la protección de las
milicias. El control sobre la manera en que se propiciaban las invasiones y
las construcciones en esta zona no fue riguroso durante todo el tiempo o
en todos los casos, lo cual permitió que algunas personas llegaran a habitar
a la zona sin un control visible o evidente por parte del actor armado. Por
ello, las solidaridades vecinales expresadas en el apoyo para la adquisición
de terrenos y la construcción de viviendas fueron factores determinantes
en la permanencia y la creación de lazos afectivos con el barrio:
[…] yo no tenía ya con que pagar una pieza. Entonces, un conocido que había
en El Salado, le conté mi situación y me dijo “véngase para acá”. Y entonces me
fui para allá. Había un voladito allá y ahí me hicieron la piececita de cuatro tablas
de piso y encerrado en tablas. No tuve que pagar el lote.91

Pero si bien no todos los pobladores llegaron apoyados por las milicias,
esto no se tradujo en una ausencia de su control del territorio. Este poder

de la cobertura por medios de comunicación, que ejerce presión sobre los entes estatales encar-
gados y hace que se genere respuestas rápidas a la situación. La segunda tiene relación con la
imposibilidad de disposición de recursos, por parte del Municipio, para atender el fenómeno,
y el llamado de atención y de apoyo que hace la Administración Municipal en general a la
Nación para que intervenga dentro de la situación de la comuna. Presentar el hecho como
parte de desplazamiento forzado le permitía, al Municipio, no asumir el problema como propio
y, por tanto, no disponer de costos no previstos por el Gobierno local para la atención de las
personas que salían de los barrios en la ciudad. Al respecto véase: James Alberto Granada Vahos,
“Desplazamiento forzado intraurbano, contextualizado desde el conflicto socio-político armado
en Medellín”, monografía de grado, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y
Humanas, Departamento de Trabajo Social, Medellín, 2003, p. 47.
90 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.
91 Ibíd.

173
dinámicas de guerra y construcción de paz

era ejercido a través de diversos tipos de acciones y una de ellas fue la


expulsión selectiva. El hecho de que las milicias “hicieran ir” o “hicieran
abrir” a alguien, era parte del acontecer diario, con el objetivo de “limpiar
tanto desaseo que había en el barrio”.92
Si bien las milicias generaron desplazamiento, según los relatos, el éxodo
masivo fue producto de acciones paramilitares. En las entrevistas a personas
en situación de desplazamiento es reiterada la referencia a la noche del sábado
29 de junio de 2002, caracterizada por un ambiente previo de tensión que
circulaba bajo la forma de rumor: “Llegará un sábado negro y un domingo
de dolor y lágrimas”, lo que efectivamente los habitantes de los sectores 6 y 7,
parte alta de El Salado, vieron cumplido. “Es por eso que, cuando cambia de
‘administración’, por decirlo políticamente, frente al otro grupo, es por esto
que hay una fuerte retaliación contra la gente de este sector”.93
Los diferentes testimonios evidencian que la expulsión es una expresión
de poder y una estrategia de guerra entre los actores en disputa por este
territorio, porque les permite mantener su control. Bajo el supuesto de que
las personas desplazadas brindan apoyo al grupo armado con el que se realiza
el enfrentamiento, la expulsión del barrio busca la mengua de las condiciones
de apoyo de dicho actor, o trata de librarse de ataques externos, evitando a
los informantes.94
Las explicaciones sobre la razón de las expulsiones emergen en los
discursos de las personas entrevistadas, sobre acciones u omisiones. La
sombra que se teje sobre quien se va es de haber hecho algo que provocó
la expulsión. Se da la estigmatización, porque empiezan a circular rumores
de que quienes viven en ciertos sectores son personas que han sostenido
relaciones con miembros de las milicias o son colaboradoras de ese actor
armado. “Lo triste es que nosotros vivíamos en ese morro y decían que
nosotros éramos guerrilleros”.95
Después del desplazamiento se da el repoblamiento del sector abandonado,
el cual es impulsado por los paramilitares. Con la llegada de recientes o
antiguos pobladores a los sitios que son dominados por el actor armado, tal

92 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.


93 Entrevista a profundidad 27, hombre desplazado, 15 de febrero de 2006.
94 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005. Véase al respecto Clara Inés Atehortúa,
“Caracterización del desplazamiento forzado intraurbano. Medellín 2000-2004”, trabajo de
grado, Maestría en Ciencias Políticas, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia,
Medellín, 2006.
95 Entrevista grupal 6, desplazados, 4 de junio de 2006.

174
Implicaciones sociales del conflicto armado

como sucedió con algunos desplazados de El Salado, éste provee o dispone


la nueva ubicación, destacando su posición de dominio territorial.
Para quienes salen como sospechosos/as de ser guerrilleros/as o colabora-
dores/as de la guerrilla es casi imposible el retorno, y una señal pública así
lo comunica: la casa queda marcada. La estigmatización recae nuevamente,
ya no por la salida o desde afuera o por parte de un grupo armado, sino por
la misma comunidad, con el dicho: “el que nada debe, nada teme” y “los
que no retornan es por que algo deben”.96
Las personas que regresan, según las entrevistas, deben someterse a las
condiciones planteadas por el nuevo actor armado; le deben obedecer y
seguir sus normas, y quien no se somete se queda en el exilio. El resultado es
el destierro, el despojo y la destrucción de los lazos construidos en ese lugar.
Al indagar por las razones que explican que habitantes de El Salado re-
tornen a su barrio, se encuentran cuatro respuestas: no tienen cómo pagar
un arriendo en otro barrio; en el barrio donde llegaron como “desplazados”
los ven con desconfianza, como forasteros o simpatizantes del grupo do-
minante en la Comuna 13; en los barrios donde tenían su vivienda los
distinguen y tiene lazos familiares y sociales, y porque les informaron que
si abandonaban sus viviendas perderían el derecho sobre éstas.
De los anteriores motivos para retornar es más recurrente el que alude a
la situación de pobreza y la lucha para no perder la vivienda. Al respecto,
es contundente la situación de un líder comunitario que fue desplazado y
le tocó vivir primero de “arrimado”, después en la acera de la vivienda de
familiares, y posteriormente en un “rancho prestado”. Luego de diez meses
retornó al hacer algunas consideraciones:
Hasta que pasé diez meses fuera y sentí lo que era la tristeza de ser desplazado
de un pueblo. Porque yo me sentía desplazado, a pesar de que mi mamá se había
matado toda la vida para hacer esa casita.97

El retorno de las personas también está relacionado con la estigmatización


como “miliciano” que pone en peligro su permanencia en el barrio de des-
tino y hasta la vida misma: “Uno se sentía, por ser de La [Comuna] 13, más
tildado en otros barrios, pues la gente no creía que una se venía por buena
voluntad, sino por ser miliciano”.98 Según las personas entrevistadas, para

96 Entrevista a profundidad 10, hombre adulto, 5 de mayo de 2006.


97 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.
98 Entrevista a profundidad 26, hombre desplazado, 22 de marzo de 2006.

175
dinámicas de guerra y construcción de paz

los habitantes de barrios receptores alguien desplazado es comúnmente un


invasor que compite por recursos escasos, y “un peligroso”, en tanto pro-
viene del lugar de la guerra y como tal se sospecha que puede ser portador
de la misma o miembro de uno de los bandos en conflicto. Esto hace aún
más difícil la posibilidad de continuar con sus planes de vida en ese nuevo
lugar de residencia y de participar de la vida laboral.
Muchas personas, aun sin condiciones de seguridad, regresan porque
en su situación anterior al desplazamiento tenían aseguradas fuentes de
ingreso y lazos afectivos. La nostalgia acompaña a quienes no se encuentran
en condiciones de regresar y conservan nexos familiares o de proximidad
con las que permanecen en la comuna.
En los relatos sobre las razones que llevaban a la movilidad de la pobla-
ción, se dice que luego de un desplazamiento, el retornar o no, tanto de la
familia como de la persona amenazada, era un referente para identificar el
nivel de implicación de esa familia o esa persona con algún grupo armado.
Las imágenes del retorno son contundentes para entender que éste no se
da al mismo lugar de salida, pues se han operado otros sentidos y cambios en
la infraestructura, señales y mensajes que, como tatuajes, han quedado en la
memoria de los lugares, cambios que también corresponden a la lógica de
expulsión y repoblamiento, y provocan un extrañamiento en los pobladores
que vuelven. Para una de las mujeres que retornó al sector 7, parte alta de
El Salado, la llegada fue en medio de
[…] los nervios […] nervios total, porque te digo sinceramente: el barrio era
irreconocible, era como un cementerio, las casas medio saquiadas, las puertas
tumbadas, los contadores de energía saquiados.99

El sentimiento de extrañeza se produce también porque ya no está habitado


por los/as mismos/as vecinos/as con quienes se emprendieron proyectos: “¡Es
que ya la mayoría de la gente se fue! Ya no quedo sino yo y unos cuantos, pero
nadie [se] atreve ya a formar comités”.100 La dificultad de trabajar en equipo
es evidente, porque el colectivo no existe, o porque las pocas personas que
regresan tienen miedo de emprender otros proyectos comunes.
Además, señalan los/as entrevistados/as que el mantenimiento de las
condiciones de vida previa no es fácil ante las condiciones impuestas por la
presencia del Estado, como el cobro de los servicios públicos domiciliarios,

99 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.


100 Ibíd.

176
Implicaciones sociales del conflicto armado

multas por legalización o intereses de mora por no pago durante el tiempo


en que no se ocupó la vivienda.
Las personas en situación de desplazamiento —individual, familiar o
masivo— pierden buena parte de lo que han construido con gran esfuerzo,
representado en relaciones sociales y en bienes espirituales y materiales.
Algunas no recuperan esas pérdidas; otras, como se expuso anteriormente,
se someten a un nuevo régimen autoritario, o corren riegos con tal de
conservar lo adquirido durante parte de sus vidas.

Implicaciones del desplazamiento


Para la población en situación de desplazamiento, la salida del lugar de resi-
dencia es un hito, en tanto marca un antes y un después, sea esta experiencia
nombrada o no como desplazamiento por quienes la han sufrido. Se da un
punto de quiebre en las relaciones sociales, en el modo de vida, afectado
muy especialmente por la pérdida de la vivienda, y con ésta, las condiciones
básicas de unidad familiar, autonomía, privacidad y protección.
El riesgo de perder la vivienda, al quedar en poder de quienes tomaban
el control del territorio, era una de las más sentidas preocupaciones de las
personas desplazadas, porque, en unos casos, podía ser usada por nuevos
habitantes bajo la lógica de repoblamiento y, en otros, como sitio de opera-
ciones militares.
Los paracos... hicieron ir a dos familias del sector, ¡idas! Imagínese: la familia en
la casa y les dijeron: “Ustedes se tienen que ir” […]. Y ustedes saben lo que
les pasa si no se van. Entonces, la familia, ¿qué hizo? Vea con los chiritos [pocos
enseres], no alcanzaron a sacar todo, porque no les dejaron sacar nada, conforme
estaban en la casa, a la señora le tocó llevarse el televisor, el marido después salió
y se llevó el equipo de sonido y los hijos detrás con la ropita en la mano y así se
fueron. Después llamaron a una vecina para que se metiera a vivir en la casa de
ella, para que no se la fueran a quitar los paracos. Y en este momento la casa la tiene
una cuñada de la señora que vivía ahí. Y en cuanto a los paracos, ellos llegaron y
se metieron a las casas vacías y ellos eran los que mandaban.101

Algunas personas que tuvieron que desplazarse buscaban que la casa


fuera ocupada por alguien que no se adueñara de ella y al menos pagara
los servicios, para evitar que, además de los gastos imprevistos de arriendo
en el lugar de destino, se acumularan deudas por el concepto de pago de
servicios públicos.

101 Ibíd.

177
dinámicas de guerra y construcción de paz

Usted encontraba en algunos casos letreros así: “Entren, paguen los servicios;
las llaves están en el contador”. Esto fue en el 20 de julio, en El Salado, en La
Independencia, hasta se vio en San Javier. En San Michel se pusieron los arren-
damientos a cien mil pesos y las casas las vendían a diez o doce millones.102

El tener una vivienda propia es uno de los bienes más preciados en una
población que ha hecho grandes esfuerzos para lograrlo. Por ello, con el
desplazamiento no sólo se pierden los lazos establecidos, sino también el
único patrimonio familiar.
Con la salida del barrio se impone un sentimiento de desorientación y
abandono, de “no saber qué hacer”, “no saber para dónde coger”. Llama la
atención que, en los relatos de desplazamiento rural-urbano, ese sentimien-
to de desorientación se hace más evidente en la Terminal de Transporte de
la ciudad de Medellín, y en los relatos de algunas personas de la Comuna 13
y que han vivido el desplazamiento intra-urbano, ocurre en la estación del
Metro. En ambos casos se trata del “no lugar por excelencia”: es un lugar
de llegada y de partida a la vez, nunca es un destino definitivo. De ahí
que las terminales o las estaciones del Metro sean sitios de paso y lo que
precisamente no saben las personas en situación de desplazamiento es a
dónde ir, pues ahora está en vilo su destino. La sensación es la de estar
suspendidos. Así dice una de las mujeres entrevistadas:
Yo y mis hijos ahí nos quedamos pensando pa’ dónde nos íbamos […] entonces
nos quedamos ahí en la estación de San Javier, desde las nueve de la mañana
hasta las tres de la tarde, ubicándonos a ver pa’ dónde qué familiar nos íbamos. Y
a partir de ahí empezamos fue a rodar y la casita quedó sola.103

El desplazamiento forzado marca el inicio de una etapa de inestabilidad


en la vida en las personas y de las familias.
¿Se imagina usted en su casa bien bueno, y al otro día: para dónde pego, sabien-
do que tenés tu casa, tenés tus cosas en tu casa y de un momento a otro te tocó
dormir afuera de tu casa? Entonces eso es estar uno desplazado.104
Después del incendio del rancho, el alcalde nos pagó los tres meses de arriendo;
luego, yo salí volando porque mi marido en ese momento estaba descolocado;
tengo tres hijos y nos metimos en un ranchito de la hermana de ella [señala a
una de las presentes]. Su hermana no nos lo quiso prestar, pero ella nos metió al

102 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto y 1.º de septiembre de 2005.
103 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.
104 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto y 1.º de septiembre de 2005.

178
Implicaciones sociales del conflicto armado

escondido... Sólo dormíamos en el ranchito y teníamos que salir en la mañanita,


porque de pronto venía la hermana de ella y nos ponía problema.105

Expresiones como “Y a partir de ahí empezamos a rodar” o “Ahí fue


que salimos y quedamos volando”, generalmente hacen referencia a una
sucesión. Es la imagen de liminalidad e inestabilidad que se prolonga,
determinada por la carencia de recursos que condiciona una secuencia que
pasa por: la vida improvisada en un albergue; la convivencia forzada con
familiares, amigos/as o paisanos/as, seguida del pago de arrendamiento;
traslados sucesivos en busca de vivienda de más bajo costo; retorno, aun
sin condiciones de seguridad, a la Comuna 13, o retorno a la condición de
“arrimados/as” donde familiares o amigos/as.
Es una sucesión dolorosa, asociada con desacomodo de lugar, separación
de los seres amados, deterioro de lazos sociales o desmejoramiento de las
condiciones materiales de vida. Por ello, también se asocia con la imagen
de “calvario”:
[…] del año 2000 para acá mi vida ha sido un calvario, porque en ese tiempo
sacaron a mi hijo de la casa y lo asesinaron. Fue en ese momento donde em-
pezó el calvario para mí. Yo tengo cuatro hijos, el mayor fue el que asesinaron
y viví bastante duro. Da muy duro que le maten a uno un hijo y después el
desplazamiento.106

La disgregación de grupos familiares también se presentó por el exilio


obligado de aquellos/as sobre quienes recaen sospechas o que, por su edad,
son susceptibles de las mismas; en quienes los actores de la guerra han
puesto el ojo para el “reclutamiento”; de los que no aguantan la situación, o
de los niños y las niñas cuyos padres y madres quieren librarlos de presen-
ciar el “espectáculo” de la guerra.
[…] la guerra dentro de nuestras comunidades deterioró el tejido social, produjo
desorganización en nuestros hogares, porque tiraron cada quien por su lado. Hubo
una especie de desligamiento de las familias, separaciones casi que obligadas, el
núcleo se fue deteriorando y para nosotros era muy triste mirar eso.107
Tengo un hijo que no vive conmigo, porque uno que fue miliciano y después
perteneció a la guerrilla del ELN, me le pegó hasta un tiro por una pelada.
Entonces, desde eso mi hijo se salió del barrio, nunca más volvió.108

105 Entrevista grupal 6, desplazados, 4 de junio de 2005.


106 Ibíd.
107 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.
108 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

179
dinámicas de guerra y construcción de paz

[…] a mi me tocó separarme de mis tres hijos durante cinco años, debido a
la guerra que hubo en el barrio. Ellos se tuvieron que ir para un lado con mi
madre y yo para otro, porque donde cabía mi mamá con ellos no cabía yo. Me
tocó separarme, de ellos, cinco años. Mi mamá, para entregármelos, eso fue un
problema.109

La vida cotidiana se altera y la familia se fragmenta. Por ejemplo, en el caso


de las personas desplazadas que se ubicaron en el Liceo La Independencia,
el primer albergue, los/as adultos/as permanecieron allí; otros y otras,
especialmente los niños y las niñas, fueron atendidos/as por familiares. Se
recibieron ayudas, pero también salían a recolectar alimentos entre los resi-
dentes de barrios vecinos. Se hace fila para todo y la imagen de la cárcel, en
parte, emerge por la filas en torno a una olla común que, además, contiene
alimentos no deseables, porque son preparados para “un montón de gente”.
Una mujer les decía a sus hijas, quienes la iban a visitar en el liceo: “ustedes
parecen visitándolo a uno en la cárcel, porque como el celador tiene que
abrir la puerta para que puedan entrar […]”.110
La vida cotidiana, que tiene como rasgo distintivo la “producción y repro-
ducción de aquellas certezas básicas, sin las cuales no sabríamos discernir las
nuevas situaciones ni decidir qué hacer”,111 se ve profundamente trastocada
por la expulsión de la morada, lugar de protección por definición. A partir
de ese momento, las personas quedan expuestas a decisiones ajenas; por un
tiempo, el control de sus vidas pareciera que no está en sus propias manos.
Para algunas personas, el Liceo La Independencia, en su función de al-
bergue, se convirtió en un lugar de reproducción de conflictos, silencios y
autocensura, y también de control de gestos, palabras, actitudes y compor-
tamientos ya experimentados en el asentamiento, en el barrio y ahora allí,
con el fin de demostrar que no eran delatoras. Hacer visitas, una práctica
tan cotidiana y básica de la sociabilidad, también quedó en entredicho. A
propósito, dice una mujer: “pensaban que uno estaba informando”.112
Otro de los principales impactos del desplazamiento es el descenso socio-
económico. En algunos casos, el desubicarse de lugar es también hacerlo
de algunas fuentes de ingresos, conectadas directamente a los vínculos

109 Entrevista grupal 1, mujeres adultas no lideresas, 20 de abril de 2005.


110 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.
111 Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia, Santiago de Chile, Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales, 1998, p. 57.
112 Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.

180
Implicaciones sociales del conflicto armado

sociales establecidos en el vecindario del sitio de origen, vínculo aún más


significativo entre las mujeres:
Económicamente me afectó, porque, entre mis vecinas, yo tenía mucha clien-
telita, con ellas, de arreglarles la ropa, la costura, y cuando yo salí de allá me
quedé muy desubicada. Mientras uno va conociendo a la gente de otro lugar
y más así que la gente es tan encerradita y todo, ya es muy difícil, pero bueno,
Dios no me desamparó.113

Al indagar a personas que permanecen en la Comuna 13 por quienes no


han retornado, suponen que no se encuentran bien, porque ahora, además,
se ven obligadas a pagar arriendo:
No están tan bien porque ellos acá no pagaban arriendo, pues tenían su casa
propia, así fuera un rancho de tabla; pero ¿se imaginan a ellos con un mínimo
para pagar arriendo y servicios, además del estudio de los niños?114

La población de la que principalmente se ocupa este caso, los desplazados


de la parte alta de El Salado, son personas que viven en situación de pobreza,
lo que permitiría afirmar, con Alejandro Castillejo, que en estas personas se
conjuga una doble condición, de segregación y marginalización:
La segregación no es propiamente producto de las estructuras de la sociedad, aun-
que sin duda puede ser una dimensión complementaria de la discriminación. El
otro puede ser segregado en virtud de su diferencia, o lo que se asume puede ser,
en un ejercicio ideológico, su diferencia inherente. La marginalización del despla-
zado es, pues el efecto de una exclusión fundada en las relaciones desiguales que
se encuentran en la base de esta sociedad. Pero a la vez, es segregado en virtud
de su alteridad y de la forma como se ha construido e interpretado socialmente.115

La solidaridad: un soporte en la desgracia


La solidaridad más inmediata y segura se da entre los/as vecinos/as y fa-
miliares. También hay expresiones de solidaridad de los habitantes de los
barrios próximos a El Salado, quienes se manifestaron especialmente ante
la emergencia de las personas que fueron desplazadas por la quema de los
ranchos. Y una solidaridad un poco más externa, proveniente de la Iglesia
católica, y de organizaciones no gubernamentales (ONG) nacionales e
internacionales.
113 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.
114 Entrevista grupal 6, desplazados, 4 de junio de 2005.
115 Alejandro Castillejo, “El desplazamiento: el descenso al ‘infierno’ o la cartografía del terror”,
Suma cultural. Revista de cultura contemporánea, Bogotá, vol. 1, núm. 1, 2000, p. 206.

181
dinámicas de guerra y construcción de paz

Un papel muy importante cumplió el Comité de Emergencias del sector,


que actuó por iniciativa propia, más allá de las tareas correspondientes al
Sistema Nacional para la Prevención y la Atención de Desastres.116 Este
comité, antes del desplazamiento masivo, había estado presente con moti-
vo de las emergencias invernales en El Morro. En el albergue, ejerció una
labor de orientación y organización de las personas que fueron desplazadas,
con el fin de garantizar responsabilidades compartidas en la preparación
de alimentos, higiene del lugar, consecución de alimentos y atención a las
personas enfermas.
Los/as vecinos/as de los barrios epicentro del conflicto alojaron a algunas
personas la noche del desplazamiento masivo y, posteriormente, los/as
propietarios/as de graneros de los barrios próximos aportaron víveres a la
comisión encargada de la recolección de alimentos, destinados a las per-
sonas que permanecieron en el Liceo La Independencia como albergue
improvisado.
Una expresión de solidaridad máxima es el “rancho prestado”, algunas
veces para vivir en él, otras sólo para dormir.
Una mujer que perdió su rancho en el evento del desplazamiento masivo
relata las expresiones de solidaridad:
Quedé sin dónde vivir, sin apoyo, sin amparo de nadie. Ahora, un muchacho
que es conocido mío está ayudando para pagar el arriendo en un ranchito de
madera donde vivo sola y las mismas personas me colaboran con la comidita.117

Grupos de la tercera edad, religiosos y personal de la iglesia se dirigían al


albergue para acompañar y entregar algunos recursos para una población
que incluía personas adultas, jóvenes y niños/as. Además de las diferencias
de edad, también había diferencias por procedencia cultural y, sin embargo,
no había una consideración en virtud de hábitos y necesidades, lo que hacía
más hostil la experiencia de convivencia forzada. De ahí la importancia del
acompañamiento de los/as vecinos/as y sus iniciativas dirigidas a compartir
la palabra, alimentos y formas de recreación.

116 “El Sistema Nacional para la Prevención y la Atención de Desastres (SIMPAD) de Colombia está
constituido por el conjunto de entidades públicas y privadas que realizan planes, programas, pro-
yectos y acciones específicas en la prevención y atención de desastres y establece el Plan Nacional
que determina todas las políticas tanto de carácter sectorial como del orden nacional, regional y
local”. “Alcaldía de Medellín. Sistema Municipal de Prevención y Atención de Desastres”, Estrategia
internacional para la reducción de desastres, EIRD Informa, año 1, núm. 1, 2000, [en línea], disponible
en: http://www.eird.org/esp/revista/No1_2001/pagina31.htm, consulta: 22 de abril de 2008.
117 Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.

182
Implicaciones sociales del conflicto armado

Elllos nos colaboraron; de la iglesia del 20 de Julio nos colaboraron las monjas;
nos colaboró el sacerdote de la Divina Pastora. ¡Eso fue una maravilla esa gente
colaborando oiga! Todos les dimos las gracias a ellos, ¡Todos! Porque, sincera-
mente, entre tanto niño y tanta persona adulta no encontrábamos cómo ayudar.
Y sí, ellos nos colaboraron, cada vez que les llegaba ropita o así ayuditas nos
reunían a todos: bueno, esta ropita, entraba un grupito, viene y escoge lo que le
sirva, una muda por persona, para que pueda alcanzar para todos. Y era uno una
faldita, una blusa, lo que le guste, bueno, y así, y pa’ todos alcanzaba.118

Las organizaciones no gubernamentales (ONG) que tenían trabajo en el


sector también sirvieron de apoyo y refugio a quienes se encontraban en
situación de desplazamiento por amenazas directas o indirectas.
La solidaridad de las personas allegadas es la más segura y eficiente, pero
limitada en el tiempo, pues se trata de una aporte voluntario a raíz de la
emergencia, que pretende compartir recursos escasos, infraestructuras
inadecuadas y dificultades para consensuar normas de convivencia. Si bien
la solidaridad es un bien preciado socialmente y cumplió una función de
soporte a esta población que vivió una situación de emergencia y de crisis,
llama la atención que las personas entrevistadas no aluden a mecanismos
utilizados por el Estado para proteger y garantizar los derechos, a pesar de
los avances en la legislación.
Para finalizar este capítulo, es pertinente señalar que, en el contexto del
conflicto armado urbano, las consecuencias de la guerra van más allá de
quienes participan directamente de las hostilidades, para involucrar a toda
la población, incluso en contra de su voluntad, en una disposición psico-
cultural en que, con contadas excepciones, todo el mundo se convierte
en colaborador/a de uno u otro bando, en una lógica binaria de amigo /
enemigo, que no admite neutralidades.
La figura de la guerra se asocia con la complicada secuencia de muertes,
amenazas, desapariciones, detenciones arbitrarias y desplazamientos como im-
plicaciones visibles, pero también con situaciones menos evidentes, como
las lesiones al tejido social, los cambios en las concepciones sobre el otro,
sobre la norma, la autoridad, lo legal y lo ilegal, asuntos que transforman
no sólo la vida cotidiana de los pobladores, sino que penetran en las raíces
de su cultura y de sus vínculos sociales. Aquí se abren nuevos campos para
el estudio de estos fenómenos y para su tratamiento, que esta investigación

118 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.

183
dinámicas de guerra y construcción de paz

esboza, y que requieren ser abordados en un futuro inmediato de manera


rigurosa, para contribuir con procesos que avancen en la búsqueda de
mecanismos no violentos para tramitar los conflictos.

184
5
Guerra, familia y subjetividad

La relación guerra, vida familiar y subjetividad es un tema escasamente


tratado por las ciencias sociales. De ahí que sea de particular interés analizar
dicha relación en el contexto del conflicto armado de la Comuna 13. Dos
elementos cardinales se tendrán en cuenta en este análisis: la singularidad
de la percepción del testigo y la variedad del testimonio. Estos dos elemen-
tos, en la medida en que son indagados a partir de la dialéctica del discurso
de las personas entrevistadas, se inscriben en una lógica retroactiva y se
basan en las afecciones del recuerdo, cuestión que indica cómo se entrelaza
la subjetividad con un acontecimiento social y político como el conflicto
armado y, así mismo, con las lógicas de la vida familiar.
Una manera de hacer captar al lector la lógica que sigue el vínculo de
la guerra con la subjetividad familiar, es mostrar cómo se manifiesta, en
el discurso de las personas entrevistadas, la articulación de la palabra con
los afectos de tristeza, angustia, miedo, rabia, pánico, terror, alegría, mal
humor, ira, dolor y duelo. La implicación de estos afectos en la percepción
del conflicto, en la vida familiar y en las iniciativas de protección, defensa,
huida y elaboración de lo sentido y pensado, se examina aquí siguiendo al
pie de la letra el discurso resultante de las entrevistas y teniendo en cuenta
una perspectiva subjetiva y social, no fisiológica ni psicológica.
Debe anotarse que se excluye de este análisis cualquier pretensión de
referirnos a las familias clasificándolas como disfuncionales, porque la cla-
sificación de los seres humanos coloca en primer termino la contabilidad,

187
dinámicas de guerra y construcción de paz

la segregación y la masificación, borrando su singularidad, la parte incom-


parable. En lugar de acogernos a la nominación disfuncional, se prefiere
intentar comprender cómo se presenta la relación dialéctica entre la guerra
y la familia, cuando esta última resulta involucrada como elemento de
oposición o legitimación de un orden opuesto a sus ideales y a las leyes
de una legalidad que ha sido puesta en vilo.
En cuanto a las experiencias de sobresalto que promueve la guerra, se
examinan en dos direcciones: el análisis de las afecciones testimoniadas y
un énfasis en el modo como éstas se relacionan con los acontecimientos.
Cuando se dice afecciones, entiéndase por ello el aspecto de las emociones
que suelen surgir como una conducta global codificada. Estas emociones no
pasan por la mediación del pensamiento, inciden sobre el modo de percibir
los acontecimientos y no se ajustan a acuerdos colectivos, sino que, más bien,
se inscriben en una esfera de contagio. Dado que las emociones asociadas
con la guerra no se ajustan al acontecimiento como tal, en consecuencia,
no será la magnitud de éste lo que defina su verdad, sino el discurso de los
sujetos.
No sobra, en este contexto, una aclaración como la realizada, porque en la
actualidad suele confundirse “cifra estadística” con “verdad científica”, hecho
que ha conducido a restarle valor a la palabra mientras no sea empleada en
función de la medida. Lo que produce la guerra en el plano emocional
es, sin duda, importante estudiarlo, pero no mediante la aplicación de técni-
cas cuantitativas destinadas a la descripción de los efectos de lo sucedido, sino
a través de un análisis cualitativo del discurso de las personas entrevistadas,
porque de este modo se llega al corazón de lo que implica la guerra en quie-
nes, de una u otra manera y por distintas circunstancias, se ven conducidas a
participar de ella.
La particularidad metodológica de este análisis podría enunciarse así: cuan-
do, en una investigación, el análisis del vínculo guerra-subjetividad-familia
avanza hasta las paradojas que suelen surgir en el discurso de los sujetos, es
común encontrar afectos cuyo valor de verdad se mide por el modo como
puedan haber permeado el contexto social y familiar. En los testimonios hay
expresiones que se enuncian con una profunda carga afectiva, que han lle-
gado a codificarse como imperativos categóricos y su repercusión objetiva es
indiscutible, por las muertes que de ellos se deriva. Por ejemplo: “lo que no
sirve estorba”, “había mucha cochinada de la que se debía limpiar el barrio”,

188
Guerra, familia y subjetividad

“Dios lo perdona, pero el vecino no”, “no te queremos volver a ver por aquí”,
“si lo mataron es porque algo debía”, “el que nada debe, nada teme”, “había
por ahí mucha cosa que no servía y la limpiaron”, entre otras.
La manera como la familia se ve involucrada en el conflicto armado depen-
de de los períodos por los que pasó dicho conflicto. Por ejemplo, cuando los
milicianos eran hegemónicos y tenían control del territorio, el orden que
implantaron se extendió a la vida de pareja y a las relaciones familiares.
Ellos censuraron las infidelidades conyugales, cuestionaron y castigaron a
las mujeres infieles o a las que tenían como amante a un hombre casado;
de igual forma, sancionaron la violencia familiar y conyugal, amonestando
y castigando a los hombres maltratadores.
Para algunos pobladores, los agresores en el tiempo de la banda eran
gente drogadicta a la que no le importaba chuzar a alguien; en el tiempo
de las milicias, eran jóvenes armados que no se detenían para dispararle a
quien no les cayera bien, y en el tiempo de los paramilitares y el Ejército,
con sus operaciones militares, eran uniformados, igualmente armados y
tan amenazantes como los demás, porque también agredían a quien les
parecía sospechoso/a de ser miliciano.
La socialización y las sociabilidades de niños y jóvenes de ambos sexos
también se vieron afectadas, debido a los procesos de cooptación y uti-
lización de los jóvenes para la guerra, a las rivalidades entre ellos por las
mujeres o por bienes suntuarios, y por la atracción que les ha producido
toda la simbología y parafernalia militar.
En la fase de agudización del conflicto armado, las implicaciones mayores
están asociadas con amenazas o pérdidas de la vida, la vivienda, la tranqui-
lidad, el deterioro de los lazos familiares por desplazamientos o rupturas,
y por posiciones y compromisos diferentes en sus miembros, frente a los
grupos armados en contienda. Durante esta fase, la familia se afecta en
dos direcciones: por un lado, se refuerza el sentido de pertenencia y de
protección y cuidado entre sus miembros; por otro, se presenta la “desarti-
culación” y la agudización de conflictos por los procesos migratorios y por
las diferentes posturas y acciones frente a los grupos armados.

Actores armados suplantan la autoridad familiar


Debido a los cambios sociales y al nuevo lugar ocupado por la infancia
y la juventud en la sociedad, como seres con derechos y con posibilidad

189
dinámicas de guerra y construcción de paz

de ser autónomos, los padres y las madres tradicionales1 se han visto en


dificultades para ejercer la autoridad familiar, al constatar que los estilos de
autoridad transmitidos y asimilados en sus familias de origen, generalmente
ya no les son útiles.2
En la Comuna 13, las figuras primariamente establecidas por la sociedad
—como son los padres y las madres o personas adultas en el seno de las
familias— son despojadas de autoridad por unos actores armados que se
colocan en posición, no de representar la ley, sino de encarnarla, asumiendo
posturas autoritarias y despóticas.
La suplantación anotada de la autoridad familiar por los milicianos facilita,
en los niños, las niñas y los y las jóvenes, por un lado, la generación de un
espacio social debilitado con respecto a la promoción de los diques culturales
necesarios para la formación ciudadana —pudor, repugnancia y moral—;
por otro, un desarrollo de imperativos asociados al hecho de tener que volverse
portador/a de un arma para poder hacerse al ser.
Según los testimonios, los padres y las madres que no cumplían con lo
establecido por el régimen dominante, e igualmente los y las jóvenes y los/as
niños/as que no acataban las normas, eran recriminados/as, siempre con la
aquiescencia de algún miembro de la familia. Una forma de proceder de
las madres para hacerse respetar de sus parejas y obedecer de los hijos y las
hijas, era amenazar con contárselo a los milicianos.3 Esta forma metonímica
de proceder en estas comunidades con la autoridad, que clásicamente le ha
correspondido ejercer al padre en la familia, da cuenta de que éste ya no
existe más en singular, sino que adquiere una versión plural y, en muchos
casos, predominantemente caprichosa.

1 Se denominan tradicionales a los padres y las madres que conservan los modelos establecidos por
la sociedad hasta la década del sesenta del siglo xx, mediante los cuales la autoridad era eminente-
mente patriarcal y la madre la ejerce en ausencia del padre, en nombre del padre o por delegación
del mismo. Yolanda Puyana V., “Cambios y permanencias en la paternidad y la maternidad”,
en: Yolanda Puyana, comp., Padres y madres en cinco ciudades colombianas. Cambios y permanencias,
Bogotá, Almudena, 2003, pp. 57-60.
2 Ante la dificultad de establecer la norma y ser figuras de autoridad, y por el sentimiento de que
están fracasando en dicha labor, con frecuencia las mujeres buscan ayuda en instituciones como
la escuela y la Iglesia, entidades del Estado o profesionales de la medicina y la psicología, según
los recursos propios o del medio.
3 La búsqueda de respaldo de las mujeres en los milicianos para ejercer la autoridad puede enten-
derse como un desplazamiento de la figura del padre —con frecuencia ausente por separación,
muerte o abandono— en un hombre armado y que representa una autoridad caprichosa, porque
no da posibilidad de ser interrogada.

190
Guerra, familia y subjetividad

Entonces ya las señoras empezaron: “¡Ay! tengo un problema con mi hijo”. Entonces,
ellos llegaban y le cascaban el hijo y le decían que si seguía, o se iba del barrio o
lo mataban. ¡Ah!, que tuve un problema con mi esposo: entraban y le cascaban
el esposo […] que aquél está poniendo música muy duro, ¡ah!, la braveada:
“Bueno, apagás eso ya o te damos”. Bueno, una cantidad de cosas así. Entonces,
la gente le fue dando fuerza […] Eso es un monopolio impresionante por medio
de las armas.4

Cuando las madres o los/as parientes mayores respaldan a un grupo


armado por fuera de la ley como garante de la autoridad familiar y barrial,
no hay que extrañar que los niños y las niñas se sientan simbólica e ima-
ginariamente autorizados/as para incorporar, en sus juegos, las armas y los
combates, reproduciendo así lo que constituye la norma en sus barrios:
[…] los muchachitos de diez años para abajo los veía uno haciendo armas con
palitos, haciendo lo que vivieron y veían. Hasta un día el niño me dijo: “cuando
sea grande, voy a ser guerrillero”. A él le gustaba porque ellos movían armas.5

Que en la expectativa de futuro por parte de un niño aparezca la imagen


del sicario o el guerrillero como soportes de su aspiración, da cuenta del
lugar que el miliciano fue cobrando en las nuevas generaciones. Elevados
al rango de “buenos” por algunos sectores de la comunidad, se autorizan a
decirle a un niño: “tenga esta arma y si alguna cosa, nos llama; es algo que
le abre el corazón a un pelao”.6 Frente a esta actitud de los milicianos, está
el discurso cuestionador de algunas madres y la aquiescencia de otras, lo
cual da cuenta de un choque de valores bastante complicado de asimilar
por parte de los niños, las niñas y los y las jóvenes de estos barrios.
Algunas mujeres señalan con preocupación los efectos negativos en los y
las jóvenes por haber presenciado los estragos de la guerra. Unas lo analizan
desde su condición de madres, otras con un sentido más amplio de liderazgo
barrial y temen por las implicaciones que, para el barrio en general, tiene el
hecho de que aquellos/as hayan sido testigos/as de los regímenes militares
y las confrontaciones armadas.
Una de las preguntas que nos queda y que requiere ser profundizada
en estudios posteriores, es la siguiente: ¿qué repercusiones deja, en niños,
niñas, adolescentes y jóvenes su socialización en el marco de la guerra?

4 Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.


5 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
6 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

191
dinámicas de guerra y construcción de paz

Encierro y protección familiar


En la Comuna 13, las bandas no se recuerdan como un colectivo inscrito
en ningún ideal barrial, ni familiar y, por el contrario, se ubican en el lugar
de otro,7 egoísta, cínico e inconmovible, que produce miedo e inquietud,
pues tomaba a la comunidad como objeto de su intimidación. Había mo-
mentos en que “la gente no podía salir ni a la esquina, porque le quitaban
los zapatos y lo que llevara”.8
Las bandas evocan la dimensión del miedo: “mi mamá siempre era en la
casa y a nosotros como niños no nos dejaban salir a jugar a la calle, porque
eso era un peligro; de pronto nos hacían algo”.9 Al salir de la casa se corría
el riesgo de ser despojado de algo material; después, cuando había enfren-
tamientos armados, implicaba arriesgarse a perder la vida.
Una joven evoca la siguiente escena:
[…] más o menos en la época de 1988, yo era una niña y recuerdo que mi papá
se iba a trabajar y regresaba a la casa casi llorando, porque le habían robado los
pasajes y el almuerzo que mi mamá le había echado. Era muy horrible oírle
decir: “Me robaron, me tocó venirme corriendo”. […] Uno como niño sentía
curiosidad por saber quién era esa gente que hacía eso. Eran como dos preguntas:
¿por qué lo hacen? y ¿qué es lo que tienen que la gente les tiene tanto miedo?10

Más adelante relata:


[…] yo estaba aquí en mi casa y me preguntaba antes de salir, por ejemplo, a
cuatro cuadras de distancia: “¿Será que si yo bajo por allá están esos señores o
será que están por acá, será que si me vuelo me cogen? […] Las mamás ya no le
decían a uno: “se la va a llevar el coco, sino los señores malos”.11

7 En la teoría lacaniana, el otro con minúscula alude al semejante, al par; en cambio, el Otro con ma-
yúscula hace alusión al lenguaje, a la sociedad, al inconsciente, al Estado, que si bien en sí mismos
no son seres concretos de carne y hueso, sí tienen un valor simbólico, real e imaginario, y además,
en tanto humanos, se está bajo el dominio de sus leyes. En esta investigación, el uso del Otro con
mayúscula hace alusión al establecimiento de un lugar desde el cual se ejerce un poder inusitado,
incuestionable. Aquel que para un sujeto o una comunidad se vuelve incuestionable, inamovible,
imposible de controlar, pasa a ocupar el lugar de Otro, del cual se depende de manera categórica.
El Otro también es la construcción de un referente por parte de un sujeto o una comunidad, o
cumplir una función reguladora. Entonces, el Otro no sólo denota la existencia de un lugar desde
el cual se ejerce un poder invasor, caprichoso y autoritario, sino también el lugar de la referencia.
8 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.
9 Ibíd.
10 Ibíd.
11 Ibíd.

192
Guerra, familia y subjetividad

Del abstracto “coco” se pasó a “los señores malos”, seres concretos que
también se convirtieron en un elemento de control para hacer acatar la
norma familiar. Las bandas no imponían un régimen de forma abierta y
codificada, como lo hicieron luego las milicias; pero el temor que aquéllas
producían, porque sus integrantes eran percibidos como los dueños de la
calle, dio lugar a que algunas madres aprovecharan esta circunstancia como
un medio pedagógico destinado a combatir la tentación de los niños y las
niñas por salir de la casa sin compañía o sin permiso. Las bandas, en tanto
representación social amenazante, se volvieron un instrumento coyuntural
de presión para los padres y las madres hacerse obedecer.
El encierro se convirtió en una especie de pedagogía de protección, no sólo
en el tiempo de las bandas, sino durante todo el conflicto. En el tiempo de
las bandas, “La gente se entraba por ahí a las siete de la noche para la casa,
porque les daba miedo que los atracaran, que les hicieran algo”.12 Esta misma
situación de encierro se repitió en la época más fuerte de los enfrentamientos,
ya no por temor a ser atracado, sino de ser muerto por una bala.
El ambiente tenso, sombrío y extraño que generó el conflicto reforzó a
la familia como centro de gravitación y a la casa en refugio contra las balas,
el abuso y la sorpresa. Por ello el encierro en las viviendas fue utilizado
también como una medida de protección.
La casa, dependiendo de la intensidad del conflicto y del momento de su
dinámica, es un lugar de tregua con respecto al peligro y la sorpresa. En todo
caso, los habitantes de la Comuna 13 la ordenan y disponen como trinchera
que protege, aunque a veces se tenga la sensación de que ya en ninguna parte
se puede estar a salvo. Lo cierto es que, durante la guerra, la casa se opone a la
calle, porque mientras en ésta reinan la desconfianza, la expectación ansiosa,
el peligro, la sorpresa ingrata, el miedo y la posibilidad de abuso, en aquélla
permanece lo único que se puede considerar cercano, íntimo y propio.
Una mujer afirma que lo positivo del conflicto fue el encierro de sus
hijos e hijas adolescentes, por el “toque de queda” obligado por las milicias,
o por miedo: “a uno no le provocaba sino que ellos estuvieran todo el día
encerrados, o sea, toda la familia estuviera encerrada”.13
El encierro, como acatamiento de las restricciones establecidas por el
orden miliciano o generado por los combates, en algunos casos incidió en

12 Entrevista a profundidad 11, mujer joven, 24 de agosto de 2005.


13 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.

193
dinámicas de guerra y construcción de paz

que se disminuyeran los conflictos entre padres, madres e hijos/as, referidos


a la utilización del tiempo libre y a las amistades, porque esos tópicos, tan
importantes en la adolescencia,14 se vieron limitados por la guerra. Pero en
otros casos se intensificaron, especialmente cuando los y las adolescentes se
exponían al riesgo, al no cumplir con las normas referidas a la movilidad, al
uso de prendas, al consumo de drogas, a las amistades o noviazgos, en fin, a
todos aquellos asuntos controlados por el grupo armado dominante.
El miedo a salir de las viviendas era común en los habitantes de esta co-
muna, porque la bala podía venir desde un lugar anónimo y herir o matar.
Si la balacera sorprendía en la calle, era común que produjera pánico en
unas personas, y susto en otras; pero si se escuchaba estando en la casa,
podía ser tomada como una señal de peligro o de que “la fiesta se prendió y
hay que ver cómo se desenvuelve”. Todo dependía de la percepción del estado
del conflicto y de lo que para cada quien significaba el sonido de la bala.
Para algunas familias, la bala era una señal de angustia, a la que se respondía
con medidas de protección ya diseñadas de antemano. La angustia señal tiene
la propiedad de proteger del trauma individual, y colectivamente, es una
reacción ante un acontecimiento inesperado y que traspasa cierto límite en
el plano de las defensas de un sujeto o un grupo que permanece unido por
la existencia de un enemigo localizado en el exterior. Mientras la angustia
señal permite preparar una respuesta ordenada por la razón, el trauma
—la angustia desarrollada— es lo que paraliza al sujeto o a un conjunto de
personas cuando pierden las defensas físicas y psíquicas, generándose así
una devastación subjetiva.
De lo que implica esta angustia desarrollada para una comunidad y para
cada persona, dieron cuenta las mujeres entrevistadas, por ejemplo, cuando
se refirieron al sobrevuelo de los helicópteros en los momentos más álgidos
del conflicto, a la muerte violenta de un ser querido o a la impotencia de
haber tenido que presenciar algún acto considerado terrible.
Cuando se agudizó el conflicto, los integrantes de las familias queda-
ron en posición de indefensión, debido a las amenazas contra la vida y la
integridad, hecho que trajo como consecuencia, además del encierro, un
mayor control y supervisión entre los diferentes miembros de la familia.
“Cuidarse la espalda” es la manera de nombrar la protección de todos con
todos.

14 Ibíd.

194
Guerra, familia y subjetividad

Internamente, en la familia uno cuidaba del otro: “¿Que dónde está julanito?”.
“Está en la calle”. “¡Para dentro!”. Era como cuidarnos uno al otro, era lo único
que quedaba en ese momentito, cuidarnos la espalda.15

Las mujeres cuidaban a sus hijos e hijas para que no infringieran las
normas establecidas por los grupos armados, porque cualquier actuación
considerada fuera de lugar por parte de un miembro de la familia podía ser
objeto de queja, trayendo como consecuencia sanciones o retaliaciones que
podían llegar hasta la muerte. La autoridad se convirtió en una tiranía. Una
mujer relata cómo a su sobrino lo iban a matar por la acusación de haber
violado a una niña:
O sea, por cualquier queja de la gente. Las quejas siempre se las daban a los mili-
cianos. Entonces, la queja de mi sobrino había sido que —el estaba muy niño, tenía
por ahí unos trece o catorce años—, que iba a violar a la primita, estaban jugando,
y la niña la habían llevado donde el médico, y la niña estaba pues “incitada”,16 pero
no violada.17

Cuando se intensifica el conflicto armado, se amplían estas acciones de


cuidado, debido a los nuevos peligros que asechan a los miembros de la
familia. Los jóvenes estaban expuestos a ser catalogados como informantes
del grupo armado contrario o a ser cooptados por las milicias y aun por los
paramilitares para ampliar su base militar:
[…] uno de mis hijos, hace ocho años el CAP [Comandos Armados del Pueblo]
estaba muy enamorado18 de él. Un día lo detuvieron, se lo llevaron para la manga
de Juvenal, lo tuvieron en el hueco y le decían: “sí, pero vos porqué te mantenés
a toda hora allá abajo, esperando a una novia o pistiando”, tal cosa, se mantenía
en esa esquina. Le pusieron el revolver en la cabeza, hicieron un tiro por encima
de la cabeza de él y después lo soltaron. Él me decía: “Cucha, 19 yo no soy malo,
ni ando haciendo nada malo, pero yo sé que ellos me van a matar porque están
enamorados de mí”. La cosa se quedó así, preguntó si se tenía que ir y le dijeron
que no, que antes si se iba, le iba más mal.20

15 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.


16 Se refiere a huellas de la manipulación sexual.
17 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
18 Una forma de decir que estaba bajo su vigilancia por sospecha.
19 En el Diccionario de la Real Academia Española aparece con significado de “vejestorio”. No obs-
tante, aquí es utilizado en forma cariñosa, no despectiva. Véase Real Academia de la Lengua,
“Cucha”, Diccionario de la Real Academia de la Lengua, [en línea], disponible en: http://buscon.rae.
es/draeI/SrvltGUIBusUsual?LEMA=cucha, consulta: mayo de 2008.
20 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

195
dinámicas de guerra y construcción de paz

En la misma lógica del testimonio anterior, pero esta vez con un final
trágico, una madre relata el drama que padeció con su hijo:
Él tenía la novia, pero ella vivía muy retirado, por donde se mantenía la gue-
rrilla. Él, desde el balcón de la parte de atrás, le hacía señas a ella. Entonces el
esposo mío le dijo que no le volviera a hacer señas, que viniera mejor a la casa,
porque de pronto la ley pensaba que tenía algo que ver con la guerrilla, tanto
que no lo dejamos volver a ir donde ella, sino que le dijimos, a él, que le dijera
a ella que fuera mejor a hacerle visita a la casa. […]; le dijimos que dejara esa
pendejada, que la ley lo ve y cree que tiene que ver algo con la guerrilla. No lo
dejamos volver allá [...]. Entonces, a la ley le empezó a caer mal el hijo mío y le
echaron esa gente de los paramilitares y lo mataron en la misma cuadra.
Por ejemplo, a mí me tocó un caso de una cuñada con tres hijos hombres y [las
milicias] se tenían que llevar uno o dos, porque ellos lo que necesitaban eran
jóvenes que les colaboraran.21

Aparte del peligro que el conflicto armado en sí representaba para los


jóvenes, las madres también albergaban el temor de que sus hijas se intere-
saran en miembros de los grupos armados, que no dejaban de acecharlas y
que, además, resultaban interesantes para aquéllas, por el hecho de portar
armas y de andar uniformados. Éste fue otro elemento que favoreció el
aumento de los controles y del encierro en las viviendas:
[…] verse obligada a tener uno la hija encerrada y entretenida para que no se
enamorara de un muchacho de esos, o uno de ellos se enamora de ella, es otra
de las cosas malucas que a uno le tocó vivir.22

Hay testimonios que evidencian las relaciones que se entretejieron con


miembros de los grupos armados. Una mujer, por ejemplo, manifiesta
que su hermana tuvo relaciones con un miembro de una banda; una joven
narra cómo se enamoró de un miliciano y los riesgos que corrió por ello.
Otra mujer relata que un miliciano se enamoró de su hija, pero ella no le
hizo caso, y al final lo mataron.
Diferentes personas narran que, en el período de agudización del conflic-
to, se sentían permanentemente observadas, vigiladas y controladas. Como
el vigilante todo lo sabe y todo lo ve, la opción era guardar silencio, para
salvar a la familia y salvarse ellas.

21 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.


22 Ibíd.

196
Guerra, familia y subjetividad

Lo primero que decían era: “las líneas están interceptadas, todo el mundo está
prácticamente vigilado, el que hable se muere y se muere toda la familia”.
Entonces, qué tenía que hacer uno, calladito para salvar la familia y para salvarse
uno. Entonces, uno no podía hacer nada, prácticamente amarrado.23

Era común que al recorrer el barrio para ir al colegio, a la iglesia o al


mercado, las madres y los padres, con sus hijos o hijas, encontraran un
cadáver tirado en una calle, o presenciaran un asesinato. No se sabía si
era peor salir a estudiar o quedarse en la casa, porque allí también corrían
riesgos: “si se quedan en la casa, malo; si se iban, pues, peor”.24 “Las niñas
nos decían al papá y a mí: ‘Mami, nos van a matar; metámonos bajo la
cama, en el baño, mami’”.25
Las mujeres temían, además, por los riesgos que corrían sus compañeros
al salir a trabajar, por lo que daban recomendaciones para sortear los peli-
gros: “uno le decía: ‘No le pare bolas a nadie, no mire a nadie, de pronto
me lo matan, de pronto lo confunden’”.26 Sin embargo, ellas señalan que las
mujeres no se exponen tanto como los hombres: “uno, como mujer, no se
expone tanto como el hombre. El hombre tiene más peligro, porque él se ex-
pone más en la calle y todo eso”.27
Las mujeres sí, la tristeza, la angustia, la pérdida del esposo, de la hija o del hijo;
pero los hombres todavía era más, porque el que no se llevaban para la cárcel, o lo
mataban o lo obligaban a meterse a ese grupo. Entonces, yo pienso que las mujeres
sí sufrimos mucho, pero los hombres eran el blanco.28
Yo creo que ninguna dejaba ir a su esposo tranquila. Nosotras, todas las que yo
conozco, hablábamos y decíamos: “Que pereza que salga a trabajar”.29

Entre los/as hermanos/as también se cuidaban:


Nos cuidamos la espalda los unos a los otros y siempre en la casa. Aunque, por
ejemplo, una hermana mía que es más terca, siempre salía, y nosotros con la pre-
ocupación, la zozobra de que le iba a pasar algo y era tan indiferente la posición de
ella, que a pesar del conflicto, ella se iba, ella salía. Pero en las familias era más que
todo así.30

23 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.


24 Ibíd.
25 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.
26 Ibíd.
27 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
28 Ibíd.
29 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.
30 Entrevista a profundidad 11, mujer joven, 24 de agosto de 2005.

197
dinámicas de guerra y construcción de paz

Ante la eminencia de la muerte o el riesgo de una desaparición y como una


manera de tranquilizarse frente al miedo de perder a uno de sus miembros,
algunas familias llegaron a establecer pactos para conservar la unidad hasta las
últimas consecuencias. Una lideresa habla del pacto familiar:
Lo que tenemos en mente nosotros, es que si llegan por alguien, nos morimos
todos, porque no sale nadie. Desde que empezó el Orión, eso lo hemos tenido
siempre en mente. Vivimos en tres casas. Entonces, que si bajan por el primero,
por la niña, o por mí o por alguno, todo el mundo junto con el que se van a
llevar; acuerdo entre mi núcleo familiar. Y el de la idea fue el niño, que dijo:
“Mami, lo único que yo le digo es que si la van a sacar a usted o al que vayan a
sacar de aquí, no se mueve nadie”.31

Las madres y el otro entrañable


El que las madres se preocupen más por la integridad del otro entrañable
que por la de ellas mismas, puede ilustrarse con un testimonio que es típico
escuchar en los tiempos de guerra: “yo no sabía para dónde coger, no sabía
si coger a las niñas o cogerlo a él”.32
Otra recuerda:
[...] yo sufrí mucho con el mayor, que ahora va a cumplir veintiún años. Él [...]
cogía la moto [...] y se iba para arriba, a visitar a los primos. Era como si no
viera el peligro. Entonces, yo le lloraba, le suplicaba y le advertía que lo iban a
relacionar con los de abajo. En otros momentos me fui a las malas, a los golpes
con él, de la ira que sentía, y al final le dije: “Si vas a seguir así te vas de la casa,
[...] a mí no me vas a poner a sufrir”.33

Llama la atención la expresión “como si no viera el peligro”, porque


demuestra que, en estos casos, la preocupación de una madre por su hijo
es correlativa de la despreocupación que ella le atribuye con respecto a su
integridad. También se puede resaltar, más allá del evidente sufrimiento
de la madre por su hijo, la manera tan particular que tiene de transmitirle
la ley para protegerlo: empieza por el ruego, la suplica y el llanto; ante el
fracaso de esta estrategia, que busca legislar provocando lástima y ocasio-
nando culpa, siguen los golpes, debido a la impotencia; enseguida recurre a
la amenaza de expulsión y, por último, nada cambia, todo sigue igual.

31 Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.


32 Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.
33 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.

198
Guerra, familia y subjetividad

La madre protectora y el hijo despreocupado por su integridad que no le hace


caso, se embarcan en una relación de padecimiento que nunca termina y en la
que nada cambia: “aún tengo el tormento, todavía se me va para allá y ando con
miedo y con temor a toda hora”.34 Las confrontaciones armadas terminaron,
pero la madre protectora sigue sintiendo la misma preocupación, no porque el
miedo y el “estrés postraumático” le hayan quedado como secuela de la guerra,
sino porque este tipo de madre, atravesada por una posición sacrificial, así se
relaciona con el otro, al que a toda costa quiere proteger y servir.
Otro aspecto que evidencia una mujer en posición de madre protectora
es un malestar psíquico que ella llama “culpa” y que relaciona con el hecho
de no poder conducirse de acuerdo con lo que define su posición subjetiva.
Independiente de si el otro es hijo o no, se siente culpable de
[…] no haber hecho algo por ese muchacho que tenían secuestrado y que a los
tres días mataron. Me miraba con esa angustia [...] como si me dijera: “¡Haga
algo, haga algo!”. Eso es horrible, eso es impresionante para uno [...].35

No hacer lo que por principio cree que debería, la deja con un sentimiento
de inutilidad y esto, en efecto, es una grave culpa, no porque se considere
responsable de haber hecho algo indebido, sino por no poder ponerse a la
altura de una responsabilidad ética, la de salvarle la vida a un semejante.
Ser testigo de la muerte de un ser indefenso que pide auxilio y no poder
hacer nada para evitarlo es “impresionante”, porque implica una escena
en la que se presenta con toda desfachatez la crueldad y el exceso del Otro
omnipotente y feroz:
Muchas veces eran papás arrodillados en la calle suplicando que no le mataran
sus hijos y eso no valía. Se los llevaban y los mataban a la vuelta [...] mataban a
unos jovencitos apenas empezando la vida.36
Ante la familia le matan a uno los hijos, el marido, los sobrinos, los primos, todo.37

Como puede notarse, las mujeres dan cuenta de haber sido obligadas a ver
lo que no querían ver. Aquí la palabra “obligación” denota dos cosas: una
curiosidad interna que las incita a querer ver “todo”, así sea horrible, y tener
que ver involuntariamente. Después hay que hacer como si nada hubiera
pasado.

34 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.


35 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.
36 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
37 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.

199
dinámicas de guerra y construcción de paz

Lo espantoso para estas mujeres y para cualquiera que sea forzado/a a


quedar en el lugar de testigo silencioso e impotente, es la imposición de
mirar el asesinato del semejante, lo cual se vuelve más aterrador cuando
se produce una identificación con el doliente que tenía que ser testigo
impotente del crimen de su padre, de su hijo, su hija, o de sus parientes. Si
el sujeto observaba por la rendija, encarnaba la mirada; pero, más allá del
placer de su curiosidad, retrocede ante el goce cruel de ser observador de la
división de los suplicantes por su vida o la de sus parientes.
En los relatos de las mujeres adultas existe un contraste si se comparan
con los de las jóvenes, tal como se analizará en el apartado “La guerra como
fiesta”. Mientras las primeras se identifican con la víctima y hacen visible
el horror, las jóvenes se vinculan con lo que sucede, mientras no se vea
involucrado un ser cercano, ni que lo están ajusticiando, en función de una
exposición al riesgo que produce sensaciones que no quieren perderse.

Los afectos en la guerra


Ante el problema de cómo se relacionan los afectos con la guerra y qué
función cumplen en el ámbito de los vínculos familiares, es común escu-
char decir a las personas entrevistadas: “fue un desastre total”, “me sentí
impotente”, “es como estar desamparado, lleno de zozobra”, un estado
de inquietud y pánico que no da tregua. También se habla de pesadillas,
miedo y dolor por las pérdidas.
Desde el punto de vista de la psicología, las expresiones anotadas se
analizan en función de la adaptación o desadaptación al medio ambiente,
se asocian con reacciones emocionales ante estímulos provenientes del ex-
terior —los horrores de la guerra—y tienen que ver con una programación
del yo o con una descarga automática de la emoción.
Desde el punto de vista de un análisis de las implicaciones familiares en la
guerra contando con la subjetividad,38 los afectos no se reducen a reacciones
emocionales que la psicología considerará adecuadas o adecuadas, sino que
se toman como respuestas psíquicas propiciadas por la ley del lenguaje.
No se discute que la guerra y los excesos de los grupos armados contri-
buyen para que un plus de afectos que comprometen el cuerpo se actualice

38 En la introducción de este libro se dejó sentado el sentido en que se utiliza el término “subjetividad”.
Véase supra, p. 3, nota 7.

200
Guerra, familia y subjetividad

en la comunidad; pero hacer una lectura colectiva de los afectos sería en


extremo inapropiado. No se desconoce que hay expresiones generalizadas
de alegría ante el éxito, el terror colectivo ante una catástrofe que sorprende,
el llanto como manifestación colectiva o individual de desolación o des-
espero, y las expresiones masivas de ira debido a una contrariedad. Estos
afectos parecen ajustarse a ciertas convenciones universales. Sin embargo,
hay otros, por ejemplo, la angustia y el sentimiento de culpa, cuya expresión
no es colectiva, porque dependen de la manera como cada sujeto vive los
acontecimientos de su vida.
El campo de los afectos es un terreno ambiguo y nada fácil de definir,
porque tiene que ver con las afecciones, y éstas involucran la historia de
cada sujeto, su deseo particular, su estructura clínica, aspectos culturales
y éticos que, en cada caso, hay que analizar. Dado que para captar este
aspecto de la subjetividad en su singularidad no basta con una entrevista
particular o una sesión de discusión grupal, es necesario referirse al análisis
de repuestas sobre reacciones afectivas que retornan con insistencia y de
manera diferenciada según el grupo poblacional entrevistado.
No sobra afirmar que la experiencia clínica de los psicoanalistas que parti-
ciparon en esta investigación, les permite afirmar que, en situaciones de paz,
también es común encontrar reacciones afectivas tan fuertes como las que
propicia la guerra. Esto quiere decir que la angustia desarrollada, el desam-
paro, la impotencia, el miedo, el estrés, la ansiedad, el mal humor, el dolor
moral y el pánico surgen cuando en las relaciones sociales se dan condiciones
para que se intensifiquen en una medida variable, y la guerra es una de ellas.
En este apartado, entonces, se da cuenta de los afectos que son nombrados
por las personas entrevistadas y asociados con el conflicto armado.

Pesadilla, miedo y terror


Una expresión usada para dar cuenta de un afecto muy cercano a la angustia
propia del pánico y que se encuentra en los testimonios de manera recurrente,
es “pesadilla”. Esta palabra era empleada por las personas entrevistadas cuando
querían aludir al hecho de ser presas de algo de lo cual no es posible salirse.
Cuando se trata de un sueño de angustia, la salida de esa pesadilla es
despertar. Es lo que le sucede a no pocos niños y niñas durante la guerra:
[…] los niños de nuestras familias tuvieron un grado de traumatismo grande;
mejor dicho, los niños se acostaban y a las dos o tres horas de estar dormiditos

201
dinámicas de guerra y construcción de paz

empezaban a los gritos: “Ya nos van a matar, vienen los guerrilleros”. Despertaban
con unas pesadillas grandes.39

Lo que distingue la pesadilla en tiempos de guerra, de la pesadilla en tiempos


de paz, es que, en el primer caso, despertar no constituye ningún remedio,
porque la realidad material resulta tan violenta como la realidad psíquica del
sueño. Salir de un sueño de guerra y despertar a una realidad en guerra, le
hace perder a la familia su carácter protector, y al despertar, el carácter de fuga
de la pesadilla. En guerra, la realidad material se vuelve tan peligrosa como
la realidad del sueño cuando hay angustia. En tiempos de paz, un/a niño/a
despierta de una pesadilla y la tranquilidad de verificar que al lado están el
padre, la madre o los/as hermanos/as, permite continuar durmiendo. Pero
despertar en familia, mientras afuera están en guerra, ¿qué posibilidad deja
de seguir descansando?
La guerra es tan ingrata, que así se esté en familia, es una pesadilla vivir en
estado nervioso: “desde que uno se levanta hasta que se acuesta”.40 No saber
cuándo va a terminar un combate no es una pesadilla si se tiene el sentimiento
de que la familia y la casa en donde se habita es suficiente protección. Pero si
el afectado se encuentra en medio de la guerra, sí lo es.
Ver un helicóptero en posición de ataque surcando los aires —como
sucedió durante la Operación Orión— es una pesadilla, porque la casa
pierde psíquicamente el valor de trinchera inexpugnable y así se desen-
cadena, de manera colectiva, un sentimiento imaginario de devastación,
desamparo y zozobra.
“Ver caer muerto alguien que está al lado de uno, porque ello significa
que el próximo puedo ser yo”;41 quedar refugiado/a toda una noche en
un solo lugar de la casa o de cualquier parte sin poder moverse; sentirse
observado/a todo el tiempo; creer que todo lo que se mueva puede disparar,
que si le cae mal a alguien corre peligro o que otra persona tiene el poder
de leer el pensamiento propio, o posee el poder discrecional de disponer de
la vida propia y la de los familiares más queridos, es una gran pesadilla,
porque son circunstancias que la guerra propicia y en las que fracasa el
poder protector de la familia.
En cuanto a la palabra “miedo”, es más recurrente y ambigua que “pesadi-
lla”, porque en los usos del lenguaje se emplea para referirse a todo aquello

39 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.


40 Ibíd.
41 Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

202
Guerra, familia y subjetividad

de lo que hay que mantenerse retirado, pero también puede ser algo que ya
no abandona a la persona y que retorna una y otra vez. Encerrarse en la casa
y no querer ver a nadie ni salir, no es la expresión de una pesadilla, sino de
un miedo o de un deseo de nada.
La pesadilla se produce por un miedo excesivo convertido en angustia.
La pesadilla da cuenta de la presencia de algo descarnado, sin velo y donde
todo queda a discreción de Otro incontrolable.
Las personas entrevistadas suelen localizar el miedo en relación con el
peligro que puede acechar a la familia o a personas cercanas y entrañables.
El peligro puede ir desde la posibilidad de que sean lesionadas y acusadas
de cualquier cosa, hasta ser muertas por una bala perdida, desparecidas o
que no regresen. La pesadilla está menos ligada a la eventualidad de lo que
puede suceder, porque en sí misma es muy cercana a la devastación y la
inmovilidad; implica un peligro inminente e inevitable.
Claro que la palabra “miedo” también suele ser invocada por la gente en
un sentido muy cercano al de la pesadilla, pero en los usos del lenguaje se
presta a mayor generalidad. El miedo va desde su relación directa con el
objeto que lo produce y que puede ser evitado, hasta referirlo a eso que
inmoviliza y de lo cual ya no se puede prescindir. En este sentido, un
entrevistado nos da una imagen del miedo bastante elocuente: “El miedo
no tiene pantalones, eso no se le puede quitar a nadie. Unos tienen una
manera de manejarlo y otros de otra. El miedo es lo único propio que nadie
nos puede quitar”.42
Una manera de convivir con el miedo cuando se vuelve inevitable, es
construyendo una intimidad con él. Aceptar que el miedo es algo de lo
cual ya no se puede prescindir, es un recurso subjetivo ante lo inevitable.
El sentimiento de que el miedo “es lo único propio que nadie nos puede
quitar” es bastante singular, porque es una manera paradójica de aludir a
algo de lo cual una persona siempre quisiera liberarse. En lugar de referir
el miedo a la impotencia, se plantea su incorporación al ser y se declara
que más vale aceptar aquello de lo cual nadie se puede liberar, mientras la
constante de una vida sea la guerra.
Cuando el miedo se estructura como un real inevitable, más vale recono-
cerlo como parte del ser, que pretender luchar para excluirlo. Por lo demás,
señalar que cada quien tiene su manera de manejar el miedo, es decir, de

42 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.

203
dinámicas de guerra y construcción de paz

comportarse bajo sus efectos, indica una sabiduría popular sobre los afectos
que no parecen tener quienes se creen o son denominados expertos en
cuestiones mentales. La sabiduría del entrevistado consiste en sostener que
si bien un afecto como el miedo se puede experimentar colectivamente, la
manera de relacionarse con éste no es homogénea, sino variable y única.
Por otro lado, el sentimiento de que en la guerra lo menos seguro es la
vida, pasa por situaciones concretas que la familia tiene que vivir cotidia-
namente. Cada que una persona debía salir a primera hora de la mañana o
llegar tarde al barrio, que la situación se volvía incontrolable, o que alguien
de la familia resultaba herido/a o muerto/a, se agudizaba el miedo de perder
la vida. La incertidumbre de si la persona ausente vuelve no se manifiesta
como pesadilla, sino como una angustia expectante que algunos llaman
“zozobra”.
[…] uno no vivía, porque era con la psicosis de que ya venían [...], no se podía
dormir, [...] se levantaba y decía: “Salgo o no salgo; si me quedo aquí, qué miedo;
y si salgo, peor” [...] era con la zozobra [...] de que ya va a empezar, “No me
puedo ir, me tengo que ir”, y así era.43

Dentro del estado de sin salida característico de aquellos momentos en


que se agotan las representaciones que tienen una significación protectora,
la angustia deja de ser una señal de peligro y pasa a convertirse en una crisis
que adquiere la fenomenología del pánico.
Otro nombre de la sin-salida subjetiva es el afecto de “terror”. Éste sur-
ge, por ejemplo, cuando un ser que no es indiferente cae sorpresivamente
muerto, porque ello implica que uno/a mismo/a, o el/la más cercano/a,
puede ser el/la próximo/a. Una mujer, refiriéndose a su amiga muerta por
las balas, dice: “yo me enloquecí, me tuvieron que bajar del tercer piso
de la casa y empezar a darme droga [...] hasta hace poquito estuve con
droga de nervios”.44 El miedo como tal y la angustia señal son afectos que
protegen de ese “yo me enloquecí” al que precipita, por ejemplo, el terror
traumático de una pesadilla.
Quienes mejor ilustran, desde el punto de vista de los afectos, el dra-
ma de la supervivencia durante la guerra, sobre todo cuando entran los
paramilitares, son las familias desplazadas. La manera de éstas conducirse
frente al miedo son variables. Están las señoras que dicen: “me quede fría y

43 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.


44 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.

204
Guerra, familia y subjetividad

helada”. Fría y helada son significantes que remiten a parálisis e indefensión.


Hay otras personas que, por el contrario, huyen, toman decisiones rápidas
y orientan a la familia o logran persuadirla sobre la conveniencia de una
salida inmediata.
Otros integrantes de familias utilizan la expresión “tensionada”. Es una
metáfora con la cual un sujeto hace referencia a un estado que se caracteriza
por la presencia de dos fuerzas contrarias. Una mujer decía: “antes del des-
plazamiento yo vivía muy tensionada porque a mi me hicieron allanamiento
en mi casa dos veces; una vez se iban a llevar a mi niña”.45 En este contexto,
el estado es de espera angustiosa, presión psíquica e intranquilidad, debido
a que se afecta la función protectora de la familia y surge el miedo a los
actores armados, incluidas las fuerzas del Estado.
Hay descripciones que, pese a corresponder a acontecimientos del cuerpo,
pues aparecen como enfermedades respiratorias y ataques epilépticos, son
relacionados, sin embargo, con los nervios exaltados y descontrolados. Un
joven, por ejemplo, se refiere al impacto psíquico que produjo, en su madre
y hermana, la solicitud directa que hicieron los muchachos (las milicias) por
un miembro de la familia:
Estábamos en la casa de mi hermana en El Salado y llegaron por él los
muchachos diciendo que él les tenía una cosa y que necesitaban que se la entre-
garan. Cuando mi mamá les dijo que no estaba, le respondieron que lo iban a
esperar. Cuando llegué, mamá estaba asfixiada de los nervios. Ese día no volvie-
ron. Al otro día salí a trabajar y mi primo no estaba; ellos volvieron otra vez. Mi
primo no nos quiso decir qué les tenía, así que mamá, muy preocupada, cogió un
taxi y lo despachó. Los muchachos siguieron yendo. Mi mamá se puso enferma y
mi hermana, que sufre de ataques de epilepsia, también. Les dije entonces: “Se
van a tener que ir para La Milagrosa [otro barrio de la ciudad], porque acá no van
a poder estar”.46

El miedo da la posibilidad de retirarse, la angustia señal de proteger-


se, pero el ataque de pánico y el terror no dan alternativa, porque con
estas palabras se nombra la invasión desbordante de un afecto que ya no se
puede descargar ni eludir. En el tiempo del pánico y el terror predomina el
sentimiento de que ya no hay lugar en donde ponerse a salvo, pues como
el desbordamiento de angustia es total, no opera ninguna ligazón simbólica.
En el caso del duelo, lo que resulta imperativo es un trabajo psíquico que

45 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.


46 Entrevista a profundidad 26, hombre desplazado, 22 de marzo de 2006.

205
dinámicas de guerra y construcción de paz

permita superarlo, trabajo que, referido a las personas desplazadas y a las


familias de las desaparecidas, suele quedarse suspendido.

La guerra como fiesta


Para no pocas personas, la guerra es una fiesta. La “fiesta” de la guerra,
aunque en sí misma no sea lúdica, sino sombría y excesiva en todo lo que
le concierne, también puede introducirse en la costumbre. “La gente se iba
acostumbrando a que el barrio viviera prendido o a punto de prenderse”,47
porque lo visto diariamente era “la muerte y el peligro”.
Pero la “costumbre” a la guerra termina cuando es tocado un ser querido.
“Acostumbrarse” equivale a convertir, en parte de la vida diaria, algo que en
principio sorprende, por no integrar lo común y corriente. Acostumbrarse a
lo doloroso e insoportable es una respuesta protectora. En el caso de la gue-
rra, el yo inventa la costumbre como protección, frente al peligro de perder
que aquélla introduce. En este contexto, la costumbre es una respuesta social
que protege del trauma que suele ser atribuido a la guerra y da cuenta de la
acumulación de un saber sobre lo que hay que hacer para estar a salvo.
Hay tres circunstancias que hacen fallar la costumbre como defensa
subjetiva: 1) cuando un ser íntimo pierde la vida; 2) cuando el desamparo
y la angustia de perder la vida desbordan todas las defensas, y 3) si la tras-
gresión de los agentes de la guerra se vuelve tan excesiva, que el pánico se
apodera de la colectividad.
Ahora bien, hay expresiones que dan cuenta del modo poco convencional
de representarse la guerra en acto, por parte de las jóvenes de una entrevista
grupal. Ellas dicen: “mera calentura”. “Siempre dije que eso era bacano,
pues uno veía eso como en cine”. “Era tanta la indiferencia que se manejaba,
que uno creía que estaba en una película, o que eso sólo estaba sucediendo
allá”. Es “como si eso fuera en la televisión”, como si uno estuviera “viendo
televisión”, “una televisión gigante y nosotros estando ahí”.48
En la transformación psíquica de un drama real en una película, el yo pasa
imaginariamente de objeto en riesgo a espectador externo de lo que sucede.
Esta transformación, en la que se ignora el riesgo real, es imaginaria, y debido
a ella el sujeto puede emocionarse como si fuera un espectador liberado del
peligro. El sujeto transformado grita, se excita, tiene miedo, expectación;

47 Entrevistas a profundidad 14 y 15, mujeres jóvenes, 5 de octubre de 2005 y 5 de mayo de 2006.


48 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.

206
Guerra, familia y subjetividad

pero, finalmente, se conduce como inalcanzable por la realidad dramática


de la guerra.
“Imagínese cómo era la indiferencia de uno; le estaba pasando por el
lado y uno se sentía aparte de ese conflicto”. “Uno era muy ajeno a esa
situación”. “Uno no pensaba que le fuera a llegar una bala y de pronto iba a
acabar con la vida de uno; o sea, uno sólo pensaba en ver a esa gente como
actuando, corriendo”. “Eso era qué película”. “Uno pensaba que eso estaba
pasando afuera de uno, se veían todas las operaciones desde arriba”.49
Ellas estaban arriba y los otros abajo; pero no sólo desde el punto de
vista del territorio, sino también en lo que respecta a su ser. Es como si ser
jóvenes mujeres que nada tenían que ver objetivamente con el conflicto,
las pusiera por encima de la realidad, a salvo de las balas asesinas. “Yo me
paraba en la ventana a ver los helicópteros”. “Uno nada más se paraba a
mirar dónde iban unos y otros”. “Uno decía: por allí van unos, por allá
van los otros, no se ven entre sí; uno los veía como tan cerca y ellos, ellos
corriendo y uno gozaba”.50
En estas expresiones es notable una mezcla de emoción y exclusión
imaginaria de la situación. Disfrutan viendo correr al otro, viéndolo gritar,
maniobrar, insultar, disparar, resguardarse, exponerse. Se emocionan
diciendo: “¡se tiene que salvar!”. Ellas también corren y corren; dicen que
“eso tiene que ser así, uno ahí metido”. “Así él no lo escuchara a uno, uno
le gritaba: ‘pilas que te van es a dar’”.51
Eran protagonistas del combate por la emoción que les suscita, según
lo expresan. La subjetividad estaba metida en el combate, y también su
cuerpo, en cierta medida, porque la emoción no es posible a distancia de
los acontecimientos. Ellas no se piensan como víctimas; son protagonistas
y, al mismo tiempo, espectadoras intocables. Ninguna se imaginaba como
blanco posible. No sentían miedo, porque como sujetos estaban afuera de
la pantalla y, en consecuencia, no eran blancos de las balas. Entre ellas y el
otro que combatía había, a la vez, una inmensa cercanía y una incalculable
lejanía, pues los combatientes eran protagonistas de una película en la que
ellas no estaban, pero que seguían paso a paso y con gran ardor.

49 Ibíd.
50 Ibíd.
51 Ibíd.

207
dinámicas de guerra y construcción de paz

Indiferencia y riesgo
La indiferencia, definida como una estrategia inconsciente del sujeto para
excluir de su campo de simbolización un peso que confronta el ser, permite
convertir, en una película, el exceso de pena que supone objetivamente lo
real de un drama como el de la confrontación armada. Las jóvenes eran
espectadoras regocijadas con el espectáculo del conflicto, el cual era como
una fiesta en el máximo de su esplendor. Claro que en lugar de música
había disparos y no se cantaba, pero se gritaba y corría; en todo caso, había
“adrenalina a todo vapor”.
Las jóvenes se excitaban con el extremo de la guerra, pero lo que particu-
larizaba esa excitación era creer que no estaban en riesgo. Los que estaban
en riesgo eran los combatientes directos, no ellas, que parecían comportar-
se como espectadoras inmortales. Las jóvenes entrevistadas coincidían en
afirmar: “es como si eso no tuviera nada que ver con uno, como si uno no
estuviera ahí, a pesar de las balas pasarle por el lado y rebotar cerca”.52
A la posición de ser espectadoras activas del combate la denominan indi-
ferencia. Es una paradoja que se hable de indiferencia allí donde hay tanta
actividad. Aquí la indiferencia no evoca una falta de emoción, nombre con
el que designan la excitación que genera en ellas la guerra en acto, sino una
falta de simbolización del riesgo. Entonces, ellas son unas indiferentes en
tres sentidos: 1) con respecto al riesgo que para sí mismas implicaba estar
en la calle viendo el espectáculo del combate; 2) en relación con la magni-
tud de lo que estaba pasando, y 3) frente al hecho de conducirse como si
el peso de lo que sucedía no las confrontara con su ser ahí.
Una joven dice que, en el tiempo del conflicto, su posición fue de in-
diferencia con respecto a lo que pasaba. Define este tipo de indiferencia
de la siguiente manera: “escuchaba las balaceras, veía soldados por todos
lados y me sorprendía, pero nada más. Lo que hacía era quedarme en casa
y pararme en el patio a ver”.53
La indiferencia se evoca porque lo sucedido tenía que ver con el barrio, el
vecino, con lo que pertenece a la vida de cada quien desde mucho tiempo atrás
y tocaba a la familia. “Podía sucederle algo dañino a las personas queridas; sin
embargo, estaba ahí, como si no fuera conmigo”.54 Ésta es la expresión que,

52 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.


53 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.
54 Ibíd.

208
Guerra, familia y subjetividad

en las jóvenes de esa entrevista grupal, define el punto de indiferencia con


respecto al hecho de conducirse como si nada tuvieran que perder.
Cuando no hay nada que perder desaparece el umbral de angustia
implicado en el peligro. En estas jóvenes no es posible decir que hayan
sufrido de “estrés postraumático”, porque ellas se protegieron del trauma
con la indiferencia. Ésta, tal como la definen, excluye el miedo y protege
del trauma y la angustia. No se trata de una posición de ausencia con
respecto a los acontecimientos, sino de una posición en la cual una persona, a
pesar de sentirse objetivamente concernida con lo que sucede a su alrededor,
hace como si, desde el punto de vista del riesgo, no hiciera parte de lo que
sucede.
Estas jóvenes nos enseñan que la percepción objetiva del peligro no basta
para sentir miedo, ni el acontecimiento violento supone, sin excepción,
“estrés postraumático”, como dirían muchos psicólogos de la actualidad,
siguiendo el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-
IV).55 Es como si, aparte de la percepción del riesgo por parte del yo, fuera
necesario otro acto psíquico, el de la simbolización, para poder reconocerle
a dicho riesgo su lugar con respecto a sí mismo. Esas jóvenes percibían el
riesgo, pero no se sentían expuestas, debido a que no se planteaban qué
podía tener para ellas más valor, entre conservar la vida o exponerse a
perderla por el hecho de ganar un plus de satisfacción, viéndose metidas en
medio del peligro de las balas.
A propósito del enfrentamiento armado, se encontraron, en las jóvenes
de las entrevistas grupales, expresiones como: “¡era tan emocionante!”. Los
hombres jóvenes, por su parte, hablan de las estrategias para ponerse a salvo
del riesgo.56 Las mujeres hablan de una emoción que parece dar cuenta de
una perturbación de la simbolización del riesgo. “¡Era tan emocionante!”
da cuenta, a la vez, de una indiferencia con respecto al riesgo y de una
actividad psíquica en el plano de la excitación, la mirada y la sorpresa.
La indiferencia es un hecho subjetivo, mediante el cual se convierte la
crueldad de la guerra en un juego de niños. La guerra era como un excitante
juego de niños, un juego en serio. Como eran intocables, el juego de la
guerra pasaba ante sus ojos como algo externo, como una película en vivo y
en directo.

55 Pierre Pichot et al., Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Barcelona, Masson, 1995.
56 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.

209
dinámicas de guerra y construcción de paz

La experiencia de la guerra, el modo de algunas jóvenes conducirse ante


el peligro que representa, ilustra el hecho de que el yo no sólo es un lugar
desde el cual los sujetos se interesan siempre por el conocimiento de la
realidad, pues también es un lugar de desconocimiento. Cuando el yo trata
de impedir que ciertas representaciones que implican sufrimiento entren en
su campo, pasa al desconocimiento. La indiferencia de las mujeres jóvenes
es del yo, y ellas no dan cuenta, con su comportamiento, de un desinterés
por el mundo, sino de una forma imaginaria de excluirse del riesgo al que
estaban expuestas. Se trata de quitarle peso a la realidad desconociendo su
volumen.
De lo anterior se deduce que la indiferencia —a partir de como la definen
las jóvenes de la entrevista grupal— es una modalidad de protección
imaginaria contra la angustia, y que el valor traumático de un acontecimiento
no depende sólo de su violencia, sino también de lo real íntimo que haga
entrar en juego y del modo como el yo se lo representa.
Las jóvenes presenciaron una guerra real y no una película; pero se
representaron los acontecimientos como una película excitante y no
como un drama que produce horror. Ellas percibían la realidad de lo que
estaba sucediendo, narraban los hechos de manera pormenorizada, pero se
conducían como si no captaran el sentido de lo percibido, ni calcularan las
consecuencias. Para ellas, el conflicto tenía valor de acontecimiento y no de
un simple hecho cotidiano; sin embargo, su magnitud no era medida por
el horror de estar cerca de la muerte, sino por la emoción inédita que les
producía. Esto quiere decir que, en ese caso, ellas no confrontan la sensación
con el tribunal de la razón, sino que más bien prefieren la excitación que
encuentran.
La relación que hacen entre “emocionarse” y “permanecer indiferentes”
tiene por condición no ser tocadas por la realidad contundente de una bala
en el cuerpo propio o en el de un cercano. Es una indiferencia que, en
medio del conflicto, se sostiene de un hilo. Ellas dicen ser afortunadas por
no haber sido tocadas, o sea que si todo fue “súper emocionante”, es porque
permanecieron intactas desde el punto de vista de su cuerpo.
En el momento de hablar, parecen tomar retroactivamente conciencia del
riesgo al que se expusieron y resignifican su comportamiento. Una dice que
en momentos en que “las balaceras duraban hasta media hora, uno alcanzaba
como a sentir un poquito de susto”. “O cuando faltaba alguien de la familia que
estaba por allá y ya iba a subir, era donde uno sí sufría”. La fórmula entonces es

210
Guerra, familia y subjetividad

la siguiente: “mientras no me pase a mí, poco importa lo que suceda; pero si ya


me toca a mí o alguien de mi familia, es diferente”. Dice una de ellas: “Donde
eso nos hubiera tocado a alguno de nosotros, sí hubiera sido serio”.57
No ser “tocado” es un elemento en favor de la indiferencia; pero cuando
se reconoce la exposición a ser tocado o, en efecto, eso toca, la indiferencia
suele romperse, porque aparece el temor a la muerte. La indiferencia per-
mite mantener la muerte a distancia, conserva el alma en su sitio y evita la
angustia que causa el sentimiento de quedar a merced del otro.
La posibilidad de morir es lo que no subjetiva una joven que se cree
espectadora inmortal de la confrontación. Esto da lugar a la imprudencia
y a que no se tomen medidas de protección, porque primero está la “adre-
nalina”, que es la forma como ellas llaman lo que se experimenta ante la
exposición al riesgo. La indiferencia de las jóvenes da cuenta de que tener
noticia de un riesgo no basta para que un sujeto, que se sienta atraído por
aquél, lo evite.

Duelo, guerra y familia


El duelo es considerado, por Sigmund Freud, como “la reacción a la pérdida
de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el
ideal”.58 El duelo por la pérdida de seres queridos, de la vivienda y el territo-
rio, o por la descomposición familiar, el estigma y la afección de la confianza,
es bastante común encontrarlo entre los habitantes de la Comuna 13.
Para quienes no sufrieron desplazamiento y conservaron su familia
“intacta” en el transcurso del conflicto armado, la confrontación es un
infortunio lamentable que no debe repetirse nunca más, pero dan gracias
por haber sobrevivido “sanos y salvos”. Para la persona que le quemaron
su casa, salió expulsada de su territorio, padeció el desmembramiento de su
familia porque sus integrantes tuvieron que distribuirse yendo a distintos
lugares y le tocó separarse de seres entrañables, queda un duelo que no
se resuelve. También da gracias por haber sobrevivido e, incluso, puede
afirmar que siquiera no le pasó nada; pero su historia quedó partida en dos:
antes y después de la guerra.
En los casos en que el cuerpo sale ileso de un trance como el de la guerra,
de un accidente, un atentado o una catástrofe natural, y no se afronta la

57 Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005.


58 Sigmund Freud, Duelo y melancolía, en: Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1972, tomo 6,
p. 2.091.

211
dinámicas de guerra y construcción de paz

pérdida de familiares o de amigos/as muy cercanos/as, ni rupturas funda-


mentales, no parece en realidad haber duelo, aunque en ocasiones sí hay
pesadillas, sobresalto y diversas expresiones que dan cuenta de una afección
traumática. Un aspecto subjetivo que, en estos casos, combate el trauma
posible, suele hacer signo bajo la forma de una expresión corriente: “Para
lo que podría habernos pasado, no nos pasó nada”. Esta expresión: “no nos
pasó nada”, enunciada por el sujeto sobreviviente después de un aconteci-
miento en el que muchas cosas graves han ocurrido, tiene una significación
contundente en términos de alivio psíquico, porque subjetivamente aparece
cargada de cierto sentimiento heroico.
Si hay pérdida de bienes, pero se conserva la vida, la comparación
mental con lo que pudo haber pasado conduce a decir: “De la que nos
salvamos; siquiera no nos pasó nada”. En rigor, nadie, habitante o familia
de la Comuna 13, quedó como antes; a todos les pasó algo, porque la vida
cotidiana, en la época de los enfrentamientos armados, sufrió una altera-
ción sin precedentes y nunca volvió a ser la misma. Claro que cuando la
afección personal, si se la compara con la magnitud del acontecimiento, es
experimentada como un mal inferior al esperado, lo que se percibe sub-
jetivamente es un sentimiento de salvación. Esta percepción íntima sirve
como compensación ante las pérdidas reales, imaginarias y simbólicas.
Por ejemplo, entre una persona desplazada que pierde un ser querido y
otra que no perdió a alguien entrañable, puede haber diferencias en cuanto
a la posición con respecto al duelo. Las dos son desplazadas; pero mientras,
en el primer caso, es común encontrar que la guerra ha producido un giro
radical en su vida y deja una marca indeleble e inasimilable, en el segundo,
la guerra deja una huella que todavía es maleable y la pérdida puede asimi-
larse con un trabajo psíquico en el transcurso de los días.
Una mujer desplazada, refiriéndose a la época del recrudecimiento del
conflicto, dice:
[…] en el año 2001 me mataron también un sobrino de catorce años. Lo sacaron
de una heladería, pero frente a eso yo no puedo decir nada; no sé porqué, pero de
todas formas a uno le queda la tristeza de esa ausencia, el dolor le queda a uno.59

Tristeza y dolor son afectos que pueden ser pasajeros o quedarse en la


persona. En el ejemplo invocado, lo que fija la eternidad del afecto no es
en sí la muerte del ser querido, sino la impotencia por no haber podido

59 Entrevista grupal 6, desplazados, 4 de junio de 2005.

212
Guerra, familia y subjetividad

hacer ni decir nada. La conservación del afecto como resto define el duelo y
para evitar que se quede eternamente en el sujeto, hay que sustraerle poder
psíquico. El desconcierto ante una situación y la suspensión del sentido
evocan el absurdo y agravan la mortificación. En el duelo, la persona se va,
y queda el dolor como su huella. El dolor también es la huella que dejó la
guerra en muchos y muchas de los habitantes de la Comuna 13, no porque
se le extrañe, sino porque se volvió inolvidable para quienes les arrancó lo
más preciado.
El duelo es una respuesta subjetiva ante la pérdida de lo entrañable. Perder
la fe, la confianza en la palabra de otra persona y en la bondad supuesta
en el/la vecino/a también implica un duelo. No creer más en aquello que no
necesitaba estar confirmado por experiencia o por razón, puede afectar no sólo
a un sujeto, sino también a una comunidad. Suponer malicia en los demás,
mala intención y engaño posible, implica una dolorosa fractura que cuesta
mucho trabajo reparar. La vivencia de desamparo y soledad se cuela en
estas posiciones, mientras no se produzca una separación líbidinal60 de los
recuerdos y de las esperanzas que ligan el sujeto a lo que se perdió.
El reconocimiento de la imperfección de la persona desaparecida, del
defecto de aquello de lo que alguien puede haberse visto obligado a se-
pararse, así como los reproches que se le puedan hacer a quien decidió
marcharse, da una idea del modo como suele llevarse a cabo el trabajo de
duelo. Mientras lo que se perdió permanezca en la esfera de lo grandioso,
incomparable, único e irremplazable, el duelo se mantiene y no hay trabajo
psíquico que lo desgaste.
En los casos en que la persona muerta o desaparecida tiene valor afectivo
para quien sigue vivo/a, el reconocimiento de sus fallas y el afloramiento
de la ambivalencia afectiva, tan común en las relaciones humanas entra-
ñables, se convierten en factor importante para el inicio del trabajo del
duelo. Contrario a la creencia popular de que “el tiempo cura las heridas”
espontáneamente, el psicoanálisis freudiano plantea que es menester la
realización de un trabajo psíquico, si se quiere salir progresivamente del
dolor que implica la pérdida de lo entrañable.

60 La separación libidinal se produce en el momento en que un sujeto ya no recuerda con dolor lo


que perdió, sino con tranquilidad. La separación libidinal es íntima, depende de un tiempo psico-
lógico y no cronológico. Un enamorado logra la separación libidinal de su ex pareja, cuando el
hecho de verla o de recordarla, ya no le produce ningún sobresalto doloroso, cuando ya no extraña
momentos gratos y tampoco se atormenta al recordar los ingratos.

213
dinámicas de guerra y construcción de paz

En el caso referido de la muerte del joven sobrino de una de las entre-


vistadas, el trabajo comienza cuando surge la ambivalencia esbozada en el
hecho de “no saber” sobre las causas de esa muerte, pues ella acepta que, en la
Comuna 13, hacía parte del discurso la idea según la cual “el que nada debe,
nada teme”. Sobre cada persona muerta recaía la sombra de una sospecha de
tener alguna deuda pendiente o de estar haciendo algo reprochable.
La sospecha anotada era una manera de minimizar a la persona muer-
ta (en el tiempo de las milicias). La crueldad de la sentencia —“el que
nada debe, nada teme”—radica en que, con ello, el muerto no era ni siquiera
merecedor de un trabajo de duelo, porque sobre él se anticipaba la sombra
de la sospecha: “si fue muerto es porque algo debía”. No habiendo muerto
bueno, ninguno merece que se diga: “no puedo aceptar que el ausente no
volverá jamás”. El muerto respetado y añorado no era sino aquel que para
la comunidad fuera evidente su no implicación en nada comprometedor;
de otra manera no había porqué gritar justicia.
Surge aquí la pregunta de si el esmero por retirarle significación a las
personas muertas en la época de la “limpieza social” inscribe, en lo psíquico
de la colectividad, una atenuación del esfuerzo y la constancia que requiere
el trabajo de duelo por la pérdida de un ser querido. Lo cierto es que las
personas que en aquel tiempo cayeron muertas dentro de la lógica de la
“limpieza social”, salvo para sus madres y los más íntimos, no parecían
valer lo suficiente para retener el interés de quienes quedaban vivos. Esos
sujetos muertos no tenían el valor de hacer pintar el mundo de gris, ni de
hacer retirar el interés por el mismo. La muerte —dentro de la persona
que quedaba viva— de quien ha muerto, en esa época parecía una exi-
gencia anticipada. “El muerto al hoyo y el vivo al baile” es una de las tantas
sentencias que en el lenguaje popular dan cuenta, desde el punto de vista
psicológico, de la muerte íntima del sujeto muerto. Significa que a éste se
le acabó el goce y ha de quedarse inmóvil en su lugar; en cambio, el resto
debe seguir gozando. La persona que “no tiene velas en ese entierro”, no
tiene que mortificarse por la suerte de la muerta; más bien ha de quedar
dispuesta a nuevas investiduras libidinales sobre el mundo exterior, movi-
miento que denota, a pesar de todo, que “la vida continua”.
Cuando el que muere es un ser querido, es más complicado adoptar
olímpicamente una expresión como “la vida continúa”, pues antes de ello es
indispensable un trabajo psíquico, más aún tratándose de una muerte que

214
Guerra, familia y subjetividad

[…] no procede de una evolución normal de las leyes de la naturaleza relativas


a la enfermedad o la degeneración, sino que por el contrario, proviene de la
intervención de un elemento exterior y brutal.61

En este caso se trata de unos actores que se sienten con derecho a decidir
sobre la vida y la muerte de los otros seres.
La muerte confronta a la familia con el goce de Otro, con lo arbitrario
del capricho del Otro.62 En algunos casos, la muerte de un ser querido se
constituye en un hito dentro del proceso de conflicto en el barrio:
[...] mataron seis muchachos y entre ellos mataron un hermano mío. Lo sacaron
a las dos de la mañana —eso fue en febrero del 91 [1991]—, sacaron varios
muchachos. Entonces, repartieron mucha bala a los seis muchachos. Nadie
estaba de acuerdo con eso, porque de todas maneras la gente muy creyente, muy
religiosa, de que nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie y de que pues los
pelaos no todos eran marihuaneros.63
Mi papá murió en ese conflicto. Todo empezó porque hacía muchos días querían
apoderarse de donde el vivía; ellos le exigían a él de que les guardara armas. Él
vivía solo y él, que no y no, y el 28 de mayo lo sacaron de la casa y lo mataron, y
fue debido a eso, porque él nunca se dejó de ellos, y él ya nos había dicho […],
nosotras le decíamos sálgase y el decía: “¿Por qué me voy a salir? Esa es mi casa
donde yo estoy”, y eso se fue sumando […] los sacaron a las dos y ya.64

Las muertes violentas están asociadas con actos intencionales o accidenta-


les. En los intencionales es evidente que los actores pretendían la elimina-
ción de la víctima, pero en general no hay una afirmación de su pertenencia
a alguno de los grupos en disputa. “Vea, él no era malo, pero era amigo de
unos muchachos que tenían muy mala fama por acá y dizque decían que
pertenecían a una banda”.65
En los casos en que las mujeres hacen referencia a la muerte de un hijo o
una hija, la mayoría no cuentan con argumentos que les permitan explicar

61 Carlos Augusto Rojas Arias, “El ritual de la muerte violenta en Medellín”, tesis para optar
al título de psicólogo, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas,
Departamento de Psicología, Medellín, 1998, citado en: Hugo Betancur et al., “Padres y madres
ante la muerte violenta de un hijo”, trabajo de grado, Trabajo Social, Universidad de Antioquia,
Medellín, 2004.
62 Victoria Eugenia Díaz Facio Lince, Del dolor al duelo: límites al anhelo frente a la desaparición forzada,
Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, p. 49.
63 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
64 Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
65 Ibíd.

215
dinámicas de guerra y construcción de paz

un hecho tan dramático.66 En los relatos hay referencias a los actores y


sus motivos en los siguientes términos: “se habla”, “se dice”, “yo creo
qué”. Muy pocas dicen saber quiénes fueron los asesinos o las asesinas, y
sus móviles. Utilizan formas genéricas de nombrar, que también es una
manera de no nombrar, lo que contrasta con las amplias descripciones de
los momentos vividos a raíz de la noticia de la muerte.
En los relatos se encuentran referencias indirectas que pueden dar cuenta
de los móviles de las muertes, como: el ser amigo de un joven perteneciente
a un bando, por lo que es asesinado por miembros del otro bando; el rumor
de que era informante o apoyaba a uno de los grupos; el tener amores con
la novia de un “duro” (miembro de algún grupo armado), o no cumplir
con una tarea impuesta por uno de los grupos armados, y aun por error,
porque se equivocaron o lo confundieron con otra persona.
Otras muertes se producen por causas “accidentales”, en medio de los
enfrentamientos entre los combatientes y se atribuyen a balas perdidas.
Atribuir una muerte a balas perdidas equivale a hacer aparecer “la violencia”
en abstracto, a presentarla como si nadie fuera responsable de las muertes
que produce, porque todo se debe a un trágico azar.
Mi hijo hacía nada había salido a la tienda, porque le había pedido que me
hiciera un mandado; cuando de pronto, sentí como bala […] yo salí corriendo
a ver qué pasaba, cuando vi que era mi hijo.67
[...] yo sentada en la puerta de la casa; un día muy tranquilo, muy normal, en el
día no se había presentado ningún conflicto, cuando, de repente, se presentó esa
balacera. No sabía qué hacer, tenía miedo que de pronto me daban a mí. Pensaba
en mi hijo. Lo primero que hice fue correr y ya cuando corrí, me encontré con
mi hijo tirado en el suelo.68

La noción de “muerte accidental” deja a las familias con menos argumentos


para encontrar un sentido a la muerte. Pareciera como si fuera una “fuerza
externa”, que no se puede controlar y que no se sabe de dónde proviene ni por-
qué se da, y que segó, en forma irreparable, la vida de uno de sus miembros.
El significado de la muerte de un/a hijo/a como una pérdida irreparable,
está asociado con la alta valoración que tiene, en la cultura antioqueña, la
maternidad, equiparando el ser mujer con ser madre. Esto, sumado al amor

66 H. Betancur et al., “Padres y madres ante la muerte violenta de un hijo”, Op. cit., p. 38.
67 Entrevista a profundidad 30, mujer adulta, 18 de abril de 2004.
68 Entrevista a profundidad 31, mujer adulta, 29 de abril de 2004.

216
Guerra, familia y subjetividad

narcisista por los/as hijos/as,69 ha llevado a algunas mujeres a concebirlos/as


como una prolongación de sí, colocando en ellos/as la razón de su existencia
y el logro de sus propios proyectos frustrados, dedicando sus mayores esfuer-
zos en velar por su bienestar, muchas veces deponiendo otros intereses.70
Es en el contexto evocado que se explica porqué la mayoría de las mu-
jeres entrevistadas expresan que la muerte de sus hijos es lo peor que han
vivido. Independiente de los conflictos que pudieran tener, los recuerdan
como buenos hijos, padres, hermanos y amigos. Ellos eran su alegría, les
brindaban apoyo económico y emocional: “Mire, un hijo es todo para una
madre”.71 “Es que los hijos a uno le duelen: si uno los ve sufrir, sufre parejo
con ellos; si uno los ve contentos, uno también está contento”.72 “Sabe que
un niño es de por sí un pedacito de uno”.73
Algunas madres expresan que no han podido elaborar el duelo por esa
pérdida irreparable; por ello las invade el dolor y la rabia. A pesar de la
existencia del cadáver, la mayor dificultad consiste en darle una explica-
ción y encontrar un sentido a dichas muertes. Como lo plantea Victoria
Eugenia Díaz: “En el trabajo de duelo frente a la muerte del otro amado, el
doliente construye un sentido que justifica la pérdida y le permite movilizar
la elaboración”.74
Ante este hecho tan radical, las mujeres que asumen la maternidad
como una de las razones de existencia y se ubican como dadoras de vida,
difícilmente pueden seguir viviendo sin rencor, deseo de venganza o el
dolor que las agobia y las aísla de sus lazos sociales.
Las muertes violentas tienen un doble efecto en las familias: en su
organización, porque al morir los padres, quedan mujeres solas criando
sus hijos/as o reconfiguran otro núcleo familiar en familias poligenéticas75
o extensas. Otro efecto tiene que ver con la manera como las familias
enfrentan los duelos por el ser querido: si procesan el dolor y continúan

69 Véase María Cristina Tenorio, “Instituir la deuda simbólica”, Revista Colombiana de Psicología,
Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, núm. 2, 1993, p. 89.
70 Y. Puyana V., “Cambios y permanencias en la paternidad y la maternidad”, en: Y. Puyana, comp.,
Padres y madres en cinco ciudades colombianas. Cambios y permanencias, Op. cit., pp. 52-54.
71 Entrevista a profundidad 31, mujer adulta, 29 de abril de 2004.
72 Entrevista a profundidad 32 mujer adulta, 12 de abril de 2004.
73 Ibíd.
74 V. E. Díaz Facio Lince, Del dolor al duelo: límites al anhelo frente a la desaparición forzada, Op. cit., p. 6.
75 Las conformadas después de una ruptura de pareja y en la cual conviven los/as hijos/as prove-
nientes de uniones anteriores y de la actual unión.

217
dinámicas de guerra y construcción de paz

viviendo sin rencor, o si queda la semilla de la venganza, un ingrediente


para la reiteración de la violencia.
Pero las ideas de venganza no quedan sólo en la persona que las siente o
actúa, porque en su condición de madres, o de personas adultas en la familia
y de miembros de la comunidad, transmiten a las nuevas generaciones esos
sentimientos, ideas o acciones, reproduciendo un sentimiento colectivo
de retaliación y de deslegitimación del Estado como ente regulador de la
convivencia ciudadana.

Los niños y la guerra


Las organizaciones comunitarias, las personas adultas y los funcionarios
encargados de velar por el cumplimiento de la obligación constitucional
referida a los derechos de la infancia, coinciden en señalar que la guerra
convierte, a los/as niños/as, en sus principales víctimas. Sin que esto deje de
ser cierto, es importante anotar que, a los niños y las niñas de la Comuna 13,
el conflicto no sólo los/as marcó en el sentido del horror por las armas, sino
también de la fascinación por éstas.
En esta investigación se encontró que, por ejemplo, en los niños, se pre-
sentan con gran consistencia ciertas identificaciones negativas, en donde las
armas son el elemento principal. “Los niños querían tener pistolas […] ya
querían estar armados como esa gente; […] a toda hora querían jugar a la
guerra”.76 La integración del significante guerra en el diario vivir de niños y de
todo lo que tuviera que ver con la violencia, como golpes, insultos, pistolas y
armas de fuego, uno de los entrevistados la interpreta como “trauma”.
En los niños sí, hubo mucho trauma, ellos querían tener pistolas. Ya ellos querían
estar armados como, como esta gente; si ellos decían.... no le digo que una vez
mi niño me dijo “¡Huy papá, que poder el de esa arma!”, pues, ellos ven eso y...
¿Cómo... con qué mente se va a crecer un pelaito de esos?77
De acuerdo con el uso anotado del término “trauma”, éste ya no se re-
duce a la clásica devastación psíquica ocasionada por un acontecimiento
violento, sino que avanza hasta una fatal destrucción de la vida infantil. Se dice
“destrucción”, porque la espontaneidad que se le atribuye a la vida infantil,
la creatividad que los infantes le imprimen a sus juegos, su relación al saber
y la identificación con un ideal que propicie la vida en comunidad, son

76 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.


77 Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.

218
Guerra, familia y subjetividad

valores que se suprimen. Lo catastrófico de esto es que se produce una


integración forzada —en el yo del niño— de ideales destructores de la con-
vivencia; por ejemplo, el ideal de crecer demostrando, en cada momento
propicio, entusiasmo por las armas.
Si el amor denota una apertura del corazón, considerar “amorosa” la re-
lación con el arma equivale a investirla de subjetividad, hecho que evocan
significantes como apego y dedicación. En los casos en que este enlazamiento
produce un joven que no desaprovecha la oportunidad de enarbolar su
corazón armado, se tiene uno de los elementos subjetivos que garantizan la
continuidad del ciclo de violencia. No es gratuito que sea precisamente en
aquellos barrios en donde los niños crecieron en enorme proximidad con
la guerra, en donde se presenten, en la actualidad, los conatos más cercanos
al retorno de la violencia armada.
Aparte del niño abrirle su corazón a significantes de goce y violencia
como el arma y la droga, también está el hecho de que sea obligado a ver,
desde una época muy precoz, lo que no debería ver:
[…] me da mucho miedo que los niños vean todo eso, que los niños estén
presenciando eso, que suene, por ejemplo, una papeleta y ya piensen que es una
bala. A mí me duele eso en el alma.78

Mientras las personas adultas tienen la sensación de quedar obligadas a


suspender sus sentidos, creen que los niños y las niñas son despertados/as
a destiempo. Lo que ven y oyen también destruye lo que se concibe como
mundo infantil. Abrir el corazón para que allí se aloje el arma y despertar
los sentidos para que se asimile como forma de vida lo más antisocial y
violento, implica quedar expuesto/a a todo aquello que contraría cualquier
deber ser educativo.
Una marca indeleble que deja el conflicto armado, en no pocas mujeres y
en general en las familias de la Comuna 13, tiene que ver con la prolifera-
ción de relaciones afectivas y sexuales de las jóvenes con miembros de los
grupos armados, llámese milicias, paramilitares o miembros de las fuerzas
armadas del Estado, fruto de las cuales es el nacimiento de hijos e hijas en
ese contexto bélico.
Tal como fue mencionado por las personas entrevistadas, el sólo hecho
de un muchacho presentarse como portador de un arma, independiente de

78 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.

219
dinámicas de guerra y construcción de paz

las razones que lo asistieran, lo convertía en atractivo, porque es como si


tuviera un brillo especial para las jóvenes, quienes se dejaban deslumbrar,
y no pocas quedaron embarazadas y con hijos/as. Por las características del
conflicto, los hombres portadores del atractivo de vivir armados, o dejaron
los barrios sin responder por su paternidad, o ya murieron.
Ellos sí gozaban mucho con las muchachas, y dejaron mucho niño por ahí. Toda
mujer que cogían la embarazaban.79
Desgraciadamente, el 70% de las niñas de este barrio se enamoraron fue de esos
muchachos. […] ¡Ave María por Dios!, si quedaron bastantes niñas en embara-
zo, jovencitas, niñas de catorce, quince años […].80

Las jóvenes, por ejemplo, hacen estadísticas para tratar de dar una idea del
incremento palpable de embarazos adolescentes cuando se dio la presencia
de los miembros de la fuerza pública:81
[…] cuando llegaron los soldados, dejaron muchas peladas en embarazo. Con
frecuencia, de diez peladas que habían, seis quedaban en embarazo, más de la
mitad y ya, ¡ah!, “que ese hijo no es mío”.82

La situación enunciada tiene consecuencias no sólo para la madre y su


hijo/a, sino también para la familia de origen, la cual se ve obligada a asumir
el sostenimiento de ese nuevo ser, sin contar con aquello que representa
simbólicamente tener un/a hijo/a que sea fruto visible de un conflicto que
ha dejado, tras de sí, destrucción y desolación.
Una conclusión de este capítulo es que los efectos negativos de la su-
plantación de la autoridad familiar que llevaron a cabo los grupos armados
ilegales en la Comuna 13 y las implicaciones nefastas de la guerra en la
subjetividad, aún permanecen vigentes en la vida familiar.
La implementación de estrategias de guerra mediante el miedo, la angustia
y el horror facilitó respuestas subjetivas bajo la forma de traumas psíquicos,
duelos no resueltos y sentimientos retroactivos de responsabilidad íntima,
expresados en preguntas por lo que se pudo hacer y no se hizo, o por la falta
de cálculo en los efectos de algunas acciones efectuadas. Estas secuelas,

79 Entrevista a profundidad 6, mujer adulta, 14 de febrero de 2006.


80 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
81 Es necesario aclarar que se trató de entrevistar a jóvenes madres cuyos hijos son producto de una
relación con un miembro de un grupo armado, pero no fue posible. Ellas se negaron por temor
a hablar del tema, debido a la situación de inseguridad en la zona.
82 Entrevista a profundidad 11, mujer joven, 24 de agosto de 2005.

220
Guerra, familia y subjetividad

que se traducen en dificultades en la recuperación de la confianza en el


semejante, en la presencia de un temor expectante de una posible repetición
de lo vivido, complica la elaboración del pasado, de modo tal que pueda
integrarse en las historias individual, familiar, barrial y comunitaria.
Desarmar el corazón de quien siente amor por el arma tal vez sea lo más
complicado de lograr, porque esta relación libidinal instala una mentalidad
en donde la realización del ser pasa por hacer parte de un colectivo en
donde se asegure el contacto legal o ilegal con el objeto-arma. El arma entra
así en una cadena de asociación psíquica con objetos de goce como la droga
y todo lo que implique riesgo.

221
6
Iniciativas de paz y otras
respuestas sociales

En este capítulo se examinan las acciones desplegadas por los pobladores en


medio de la guerra y las diversas interpretaciones sobre la paz. Un primer
tipo de acciones lo integran los mecanismos empleados por los habitantes
con el propósito de protegerse de las confrontaciones bélicas, de sobrevivir
en medio de los cruentos enfrentamientos entre los actores armados. Un se-
gundo tipo lo conforman las acciones individuales y colectivas, algunas de las
cuales son consideradas, por los habitantes entrevistados, como “iniciativas
de paz”, y que involucran aspectos como la protesta y la resistencia social.
Sydney Tarrow afirma que las acciones colectivas adoptan muchas formas:
“puede ser breve o mantenida, institucionalizada o disruptiva, monótona o
dramática”.1 De acuerdo con esto, se distinguen según la temporalidad, el
tipo de acción desarrollada —una manifestación, un paro, una resistencia
armada o pacífica, una huelga—, si hay presencia o no de instituciones acom-
pañantes, el tipo de oposición y la magnitud de la reclamación emprendida.
Las acciones colectivas están relacionadas con las interpretaciones que la
población hace sobre la paz, las cuales son diversas: unas se refieren a un
estado subjetivo y son nombradas como “paz interior”. Algunos entrevis-
tados hablan de “vivir en santa paz”, “recuperar la paz”, “estar en paz con
Dios y consigo mismo”, denotando un contraste con respecto a la zozobra
de la guerra. Estas expresiones son reforzadas por creencias religiosas.

1 Sydney Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, 2.ª ed.,
Madrid, Alianza, 2004, p. 24.

225
dinámicas de guerra y construcción de paz

Otras interpretaciones conciben la paz como tregua o cese de hostilida-


des, en consonancia con lo que en la teoría de conflictos se ha denominado
“paz negativa”.2 En correspondencia con esta concepción de paz, algunos
testimonios reseñan diversas acciones dirigidas a poner fin a las confron-
taciones armadas o, por lo menos, a que se diese una suspensión de éstas,
como por ejemplo, la búsqueda de una tregua en los combates.
Y para otras, la paz resultaría de la transformación de los factores estructu-
rales generadores de la violencia y los conflictos. Esta idea entra en corres-
pondencia con lo que las personas expertas en el tema han llamado la “paz
positiva”.3 Algunos pobladores/as hablan de “paz integral”, que se lograría
cuando se modifiquen las causas que generan el conflicto; otras personas
la nombran como “paz total”, pero advierten que ella sólo es posible si se
satisfacen necesidades fundamentales, como el empleo y la seguridad.
Entre las dos últimas maneras de entender la paz existen aspectos comunes,
ya que ambas pueden incluir unos mismos hechos y acciones que se interpretan
como paz. Sin embargo, como se muestra en este capítulo, la diferencia entre
una y otra radica en los propósitos principales desde los cuales se valoran esos
hechos o la intención principal con la que se orientan las acciones.
Es importante anotar que, en la comunidad académica, el uso de la pala-
bra “paz” es diverso y difícilmente se ajusta a una concepción estándar de
la cuestión. La idea de paz depende de circunstancias muy particulares y
de lo que se considere necesario en cada ocasión. Esa diversidad de inter-
pretaciones sobre la paz es algo que también se aprecia en las percepciones
de los habitantes.

Sobrevivir en medio del conflicto armado


Una perspectiva predominante en las respuestas de la población ante el
conflicto ha sido la conservación de la vida, independiente de la edad,
género, roles desempeñados o creencias políticas o religiosas. No es gratuito,
2 Para teóricos como Bobbio, la “paz negativa” corresponde a la paz “externa”, que es aquella que:
“inicialmente aparece como opuesta a la guerra, y no a los conflictos o incluso a la violencia. La
guerra se define más fácilmente, mientras que la paz se define como lo opuesto a la guerra”. En
este sentido, la “guerra” es considerada como término fuerte y positivo, por la facilidad de ser
definido, mientras que la “paz” es una expresión negativa y débil; la paz se define por oposición
a la guerra (no guerra). Norberto Bobbio, “La idea de la paz y el pacifismo”, en: El problema de la
guerra y las vías de la paz, Barcelona, Gedisa, 1992, p. 160.
3 Ibíd., p. 160. En síntesis, la “paz negativa” es entendida como negación o ausencia de la guerra o
de enfrentamientos armados, y la “paz positiva”, como la superación de los factores estructurales
que generan la guerra o la violencia.

226
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

entonces, que durante el período de las confrontaciones armadas se dijera:


“más que iniciativas de paz, lo que teníamos que hacer era tratar de vivir
en esas circunstancias”.4 Esta posición de la comunidad contrasta con la de
los actores armados, de quienes algunos relatos indican que su vida queda
subordinada al logro de objetivos militares.
La población fue inventando una serie de estrategias destinadas a conser-
var la vida y la integridad en medio del conflicto, que se convirtieron en un
auténtico “manual de sobrevivencia”.
El “manual de sobrevivencia” no se halla escrito en alguna parte, pero está
incorporado en la conciencia de los habitantes, bajo la forma de una serie
de hábitos que tuvieron que ser ajustados a una lógica como la de la guerra,
que trastoca la manera como suele vivirse la cotidianidad. En “tiempos de
paz”, el peligro de ser muerto, expulsado, amenazado, extorsionado, inmo-
vilizado o callado, no es la constante; en cambio, en la guerra sí.
En los relatos se encontró pluralidad de indicaciones que, en unos casos,
corresponden a la incorporación de prohibiciones impuestas por los actores
armados y, en otros, son asimiladas por el trabajo de prevención del riesgo
realizado, en la comunidad, por líderes y lideresas de las organizaciones
sociales y por lo aprendido de la misma experiencia cotidiana. Este “manual
de sobrevivencia”, de protección o de prevención del riesgo, no cesa de serle
recordado a las personas cercanas, para que se autorregulen y no tengan la
desgracia de ser percibidas como “sapas” o alcanzadas por una bala.
Como ya se ha indicado en distintos momentos de esta investigación, dado
que particularmente las mujeres les asignan a los grupos armados la capacidad
de ver todo y enterarse de todo, lo propio de la vida en medio de la guerra no
es la sensación de tranquilidad y paz, sino el estremecimiento de ser muerto
o de ser descubierto y acusado de algo que se considere impertinente.
La población pasó de mirar a ser mirada, de hablar a ser hablada, de con-
fiar en algunas personas a desconfiar de todas. Empezó a sentirse en una
especie de panóptico: “esa gente se mantiene investigando, tienen mucha
inteligencia, [...] es mucha gallada y viven averiguando”.5 Que se relacione
“inteligencia” (espionaje) con los grupos armados, deja a los habitantes en
un estado de desprotección y alerta, porque cualquier paso en falso puede
implicar perder la vida.

4 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


5 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006

227
dinámicas de guerra y construcción de paz

La condición de exposición permanente al riesgo, que en la guerra no es


voluntaria, sino forzada, aumenta los temores y la imperiosa necesidad de
ser precavido/a, para evitar hacer algo que ponga en peligro la vida propia y
la de las personas más cercanas.
La colectividad aprendió a convivir con los grupos armados. Se adquirió
destreza para medir cada uno de sus pasos; elegir las rutas con menos riesgo,
las horas de salir y de llegar a la casa; el semblante que más convenía para no
volverse sospechoso/a de cualquier cosa; emplear las palabras de acuerdo
con el momento y el lugar; a ser discretos/as; esconderse adecuadamente.
Este tipo de comportamientos se aprende de manera colectiva e individual,
se relaciona con un saber hacer que se mecaniza en la cotidianidad y se
pone en práctica en los momentos de mayor peligro.
También el sobrevivir implicaba tener que realizar actividades de compli-
cidad con actores armados o mostrar amistad, pese a no apoyarlos.
Muchas veces, nos tocaba pasar por delante de ellos, y al ver que saludaban a mi
esposo, tocaba saludarlos y darles la mano, o ellos decían: “Callado”, y tiraban el
arma detrás de uno y uno tenía que quedarse callado y hacer que estaba hablando
con ellos como si nada hubiera pasado.6

Les tocó, a los pobladores, transformar la manera de caminar por su barrio


para evitar la muerte. Esto incluía no despertar sospecha alguna, evitar hacer
cualquier movimiento que pudiera ser interpretado como sospechoso:
[…] si usted intentaba dar un paso mal dado o usted le volteaba el cuerpo a una de
esas personas, usted llevaba del bulto7 o era ahí o era en otra ocasión, pero la llevaba.8

Cambiar las rutas para desplazarse dentro del barrio o de un barrio a otro,
fue una estrategia común, porque algunas zonas se volvieron vedadas para
la población, bien sea por ser zona de dominio de uno u otro grupo, o por
prohibición de los grupos armados de transitar por ellas.
Los habitantes debían conocer, además, los horarios en que se podía llegar
y salir del barrio sin mucho riesgo:
[…] abajo cerraban la carretera en la Terminal, daban la autorización de que no
trabajaban más carros; entonces, el que no alcanzó a llegar a las seis o siete de la
noche, ya no podía llegar al barrio, ¡era muy difícil!9

6 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.


7 Llevar del bulto: sufrir las consecuencias por una falta, que por lo general implica un castigo.
8 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.
9 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.

228
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Era necesario leer las señales que indicaban cuándo podía haber una
balacera, para no salir de la casa o no entrar al barrio. Por ello dice un
entrevistado: “cogimos un oído clínico para saber por dónde se estaban
dando bala”.10 De igual manera, el corte de la luz por parte de los actores
armados se volvió una señal inequívoca de peligro, pues indicaba el inicio
de un nuevo enfrentamiento con armas:
[…] los de Villa Laura tenían el vicio de que si iban a disparar, como la luz no
los deja ver a dónde están disparando, le dan primero a las lámparas para quitar
la luz y disparar sin dificultad; entonces, empezamos a ver que quebraron todas las
lámparas.11
Así mismo, no se debía salir ni entrar frecuentemente al barrio sin
justificación:
Al principio de la Operación Orión yo me mantenía saliendo e iba a La Milagrosa
[otro barrio de la ciudad], cuando un amigo me dijo “¡Hey!, pilas, no salga tanto
que pueden creer que usted está saliendo a llevar información, así que quédese
en un solo punto”. Yo decidí quedarme en La Milagrosa, pero duré desplazán-
dome como seis meses y nadie me dijo nada. Además, si mi amigo no me lo dice
de buena forma, yo no habría caído en cuenta de eso.12

Irse del barrio, temporal o definitivamente, o quedarse en el sector, pero


dormir en casa ajena, son otras de las tantas formas de protección imple-
mentadas. A un muchacho que mataron porque vendía comidas a agentes
de la policía, le habían dicho que se fuera del barrio y él no lo hizo; algunos
días dormía en otra casa, pero se “confió y lo cogieron”.13
Darse cuenta de las señales, estar muy despierto/a, no descuidarse, ser
precavido/a, ser discreto/a, quedarse callado/a, no hablar más de la cuenta,
no confiarse, decir lo preciso, evitar caminar por donde “no se debe” ha-
cerlo, encerrarse mientras no sea imperativo salir y no evidenciar temor, se
convierten en principios del comportamiento durante los momentos más
álgidos del conflicto.
Como, para los grupos armados, mostrarse temeroso/a era signo de sos-
pecha, pues quería decir que se podía estar comprometido/a en algo que
para ellos era inconveniente,

10 Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.


11 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.
12 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.
13 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.

229
dinámicas de guerra y construcción de paz

[…] no se podía mostrar miedo, pues usted ya no era miedoso, sino que estaba
huyendo porque alguna cosa hizo; o si iban a matar a alguien, creían que era que
usted estaba de sapo por ahí.14

Cuando el actor armado lo quiere vigilar todo, prefiere contar con la


seguridad de controlar cualquier tipo de vínculo que implique reunirse,
hacer comunidad.
Una manera de protegerse es no hablando con nadie, por ejemplo, que por allá
van los muchachos [las milicias] o que vinieron [...] y no mirando qué pasaba [...]
Hay personas “lengüisueltas” que se ponen a hablar: “¡Que a fulanito lo mata-
ron, que hay desaparecidos!”. Es mejor quedarse callado para no correr riesgos.
Todavía hay gente que ha desaparecido, aunque la policía esté vigilando.15

Enceguecerse y enmudecerse frente a lo real también fue una estrategia de


sobrevivencia, una prolongación de la contención de los sentidos autoim-
puesta ante los actores armados; así mismo, hacer creer que no se mira, no
se oye, no se entiende, ni se habla. “Tenía que ser uno muy discreto para
conversar, porque cualquier cosa mal dicha [...] ellos se daban cuenta”.16
A propósito de quedarse callado/a como uno de los mecanismos de protec-
ción, una de las mujeres albergadas en el Liceo La Independencia afirma:
Cada vez que llegaba la prensa todo el mundo se escondía [...] Para que las
mismas milicias no lo señalaran a uno como sapo. Porque es que habían muchos
que hablaban demasiado, entonces queda uno grave.17
Tenía que ser uno muy discreto para conversar, porque cualquier cosa mal dicha,
uno no se daba cuenta; ellos sí se daban cuenta.18

La suspensión de los sentidos, condensada en un grafiti que decía: “Entre


menos veo, más vivo”, es producto del imperativo trazado por los grupos
armados: “haz de cuenta que todo es normal y quédate en silencio si quieres
vivir”.
Una de las respuestas más generalizadas de protección durante la guerra
puede ser el tratar de hacerse invisible. Es algo así como verse obligado/a, por
los actores armados, a tomar la decisión de vivir de manera similar a como le
toca a una persona secuestrada: inmóvil, encerrada, sin hablar, ni mirar.

14 Entrevista grupal 1 mujeres adultas, 20 de abril de 2005.


15 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.
16 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
17 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.
18 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.

230
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Cuando él salió a la puerta y vio que estaban disparando, corrió y apagó el equipo de
sonido y entonces, claro, se oían más palpables los disparos. ¡Ay!, yo les dije a las hijas
mías: “Bueno, como hoy va a ser una noche de tiros, entonces nos vamos a reunir todos
en una pieza a dormir ahí o arrinconados”, porque ¡quién duerme con esa bulla!19

Las mujeres madres son las más propensas a describir de qué manera conti-
nuaron viviendo en medio del miedo y la zozobra. Ilustran este aspecto cuando
interpretan que el deseo del Otro del grupo armado era verlas caminar “con la
cabeza agachada” o haciéndose “el bobo y el ciego”. La respuesta fue adaptarse a
las circunstancias y limitar las acciones que podían ser consideradas expresión
de rechazo o de simpatía con uno u otro de los actores armados.
En los momentos más agudos del conflicto, el imperativo era: “nadie ve,
ni oye, ni entiende, porque es ciego, sordo y mudo”.
Si a uno le preguntaban, [tenía que responder:] “Ay, no, yo no me di cuenta de
nada, yo estaba tan dormida que no sentí nada”, y ellos apenas eran parando la
oreja.20
Es como si el conflicto produjera una ciudad en donde la posición que
más conviene es la de “discapacitado/a” sensorial. Lo que se perciba como
familiar define lo excepcional. La familia es el único lugar en donde se des-
cansa del drama de la suspensión de los sentidos, porque sólo ahí se puede
decir: “entre más veo, más hablo y más escucho, más vivo me siento”.
La mirada desde la ventana o a través de las rendijas, dejó de ser un placer,
para convertirse en miedo de perder algo más que un ojo. El siguiente
testimonio da cuenta, en su orden, de estos aspectos.
[…] una vez, a mi esposo casi le dan un tiro en un ojo, porque se asomó por la
ventana. Estaba muy temprano, escuchó un tiro y le dio por asomarse por una
punta de la ventana, y como ellos tiraban a la loca, le pasó un tiro por un ojo. No
le alcanzó a coger nada, pero siempre se llevó un pedazo de pared y un pedazo de
vidrio.21
No convenía estar al tanto de lo que sucediera fuera de la casa, porque
podían pasar “cosas que uno no debería ver”.22 Al respecto, una mujer dice:
[…] subió un muchacho en un carro [...] y a todo el frente de mi casa, y ahí
mismo le cayeron cuatro, lo encañonaron y se lo llevaron [...] para arriba, y
yo, ¡ay, lo van a matar, Dios mío, lo van a matar! [...] ese muchacho era en un

19 Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto de 2005.


20 Ibíd.
21 Ibíd.
22 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.

231
dinámicas de guerra y construcción de paz

temblor, lo miraba a uno como pidiéndole una ayuda y uno tener que voltearle
la espalda, porque uno no podía hacer nada; uno no podía abrir la boca para
nada. Como a los tres días como que no les dieron rescate por el muchacho;
entonces lo bajaron, lo mataron y le quemaron el carro y lo tiraron ahí en toda
La Ye.23
Primero mataban a alguien o pasaba alguna novedad y todo el mundo salíamos;
después pasaba cualquier cosa y nadie vio nada, mejor quedarse callado y esperar
qué podía pasar. No hay que meterse mucho a investigar quiénes son o por qué
lo hacen.24

Hasta la asistencia a ciertos entierros, si la persona muerta estaba inscrita


en el rango de enemiga, adquiría carácter peligroso. El conflicto no deja
esfera de la vida sin afectar, ni siquiera la tradición de acompañar a los/as
muertos/as se queda por fuera, porque quien se encuentre en cierto velorio
o asista al entierro de quien ha sido puesto/a en una condición ingrata, se
puede volver cómplice de alguna cosa que merece sanción. Otros ejemplos
de esto son los siguientes:
Me mataron un compañero de Derechos Humanos. Le sacaron los ojos y todo
ese rollo. Nosotros, todos azarados: “¿Qué hacemos, nos quedamos o nos va-
mos?”. Muchos no fueron al entierro.25

Uno evitaba ir a los entierros porque a uno siempre le daba miedo: “Si lo están
llorando mucho, démosle a este también por llorar” [...] Había entierros en que
se tenía que quedar sola la familia; era muy riesgoso ir a los entierros y mucho
más comentar algo, porque se veían tantas cosas que le tocaba a uno hacerse el
bobo y el ciego.26

Estos testimonios condensan la adquisición de una forma de usar la señal


de angustia para estar vigilante de la propia conducta, una alerta del sistema
percepción-conciencia para no reaccionar de manera visible, así percibieran
la injusticia, o el dolor del semejante, porque podía implicar un peligro para
sus propias vidas.
Debe anotarse que la lucha por la sobrevivencia, aunque es obvia y legí-
tima en cualquier situación, se complica cuando hay guerra, porque allí,
desde cualquiera de las partes en conflicto, existe la tendencia a transgredir

23 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.


24 Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
25 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.
26 Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2006.

232
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

hasta el más elemental de los derechos. Así, por ejemplo, el Comité de


Emergencias, que adelantaba sus labores de prevención y protección de la
población en medio de la guerra, encontró duros opositores. Una persona
que durante varios años cumplió funciones humanitarias, recuerda cómo,
en momentos de agudización del conflicto, las cosas se complicaron a tal
grado, que resultaba problemático aplicar las más elementales normas de
sobrevivencia cuando los actores, según sus concepciones guerreras, consi-
deraban que no les convenía:
En la comunidad nos conocían como “Comité de Emergencias”. De hecho, aquí
vetaron a los demás grupos de socorro, por su falta de neutralidad. Entonces,
cuando se solicitaba alguna ayuda para lo comunidad, todo era por medio del
Comité de Emergencias. […] Hay unas normas de seguridad para la guerra;
entonces, nosotros íbamos y visitábamos las casas: “Mire, en caso de balacera,
escóndase en la última pieza, que es menos vulnerable; métanse debajo de la
cama, escojan las paredes más finas y escóndanse detrás de ellas”. Una cantidad
de normas para preservar la vida. Una vez nos tuvieron reunidos, que no podía-
mos decirle eso a la gente; ellos necesitaban a la gente como escudos humanos.
Entonces, ¿yo cómo le iba a enseñar a la gente a cómo defenderse, cuando en
verdad lo que ellos necesitan es la comunidad como escudos humanos?27

Interpretaciones e iniciativas de paz y otras acciones colectivas


A partir de los relatos, fue posible tener una aproximación a las diversas ma-
neras que tiene la población de entender el concepto de paz, y de desplegar
acciones encaminadas a lograrla, las cuales si bien se analizan separadamente
para una mejor comprensión, pueden coexistir en una misma persona.

Paz interior y religiosidad


La idea de paz, no propiamente asociada con un movimiento colectivo, sino
con la necesidad de consolidar un soporte subjetivo que dé tranquilidad,
es común encontrarla en situaciones de guerra, o cuando las dificultades
son muy grandes. La “paz interior”, como algunas personas entrevistadas
denominan ese estado subjetivo, es entendida como tranquilidad consigo
mismo, a pesar de que afuera estén en guerra. Es una respuesta particular
para protegerse del sufrimiento que producen los estragos de la confron-
tación. “Paz interior” también se asocia con lo divino y lo trascendente.

27 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

233
dinámicas de guerra y construcción de paz

Es una manera de apropiarse de cierta fuerza, la cual toma su apoyo de


elementos simbólicos, como el culto colectivo en las iglesias o en sitios de
reunión para la oración.
Ante el sentimiento de lo peor, se busca un refugio espiritual. Este refugio
sirve como apoyo subjetivo para resistir la impotencia, el temor y la zozobra.
[…] yo confiaba siempre en que no me iba a pasar nada; y de verdad que a mi
casa nunca cayó una bala. En muchas casas sí, huecos, caían las balas. Pero a la
mía, gracias a Dios que no. Dios nos protegió y nos salvó […].28

Quienes buscan refugio en la paz interior pueden aislarse del conflicto


externo, hacer como si no existiera, o propender porque cese. Esto sucede
porque pueden creer que la oración es un instrumento para incidir en la
búsqueda de la paz social o porque de este modo se animan a hacer acciones
colectivas, invocando a la divinidad omnipotente que todo lo puede, para
que ilumine a los contrincantes y traiga la paz.
Pero quienes asumen posturas religiosas o espirituales no siempre se
aíslan, pues hubo sectores que desarrollaron iniciativas colectivas, con el
propósito de hacer una contribución a la paz de la comuna, como en el caso
de feligreses y representantes de la Iglesia católica que desplegaron accio-
nes públicas exigiendo la paz. Un propósito de las Iglesias es trascender lo
individual, por lo cual se realizaron procesiones, rezos o el culto a la Virgen
María de casa en casa. Otro aspecto muy significativo es que, durante este
conflicto, proliferaron las Iglesias de diferentes denominaciones religiosas,
mientras que los sacerdotes de la Iglesia católica tuvieron cierto protagonis-
mo al convocar a sus fieles a orar por la paz y a celebrar los rituales religiosos,
para lo cual desplegaron acciones tendientes a mitigar la violencia.
Empezamos, en la iglesia, que con la María Auxiliadora, gente a ponerse camisas
blancas, a ir a todas las cuadras a rezar la novena de María Auxiliadora, en todas
las cuadras. Le tocaba un día una cuadra con la Virgen, empezaron por casa.
Entonces, cada casa le tocaba todos los días una y ya la gente se iba uniendo y
soltando el miedo, entre más días más poquito miedo, ya fue aumentando la
gente y ya se fueron soltando. Se fue formando como un grupo y bajaba gente
de El Corazón, mujeres más que todo; es que hombres casi no pertenecían,
pertenecían más que todo mujeres.29

28 Entrevista a profundidad 1, mujer adulta, 18 de julio de 2005.


29 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.

234
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Esta mujer advierte que esas brigadas de paz no incidieron para que
cesaran los enfrentamientos —ese logro se lo atribuye al Ejército—; sin
embargo, en su relato muestra cómo fue un antídoto contra el miedo:
[…] era la posibilidad de salir de las casas y estar reunidas, a pesar de la
presencia de los actores armados. Pues yo no pienso que las brigadas de paz
hubieran servido, no; lo que sirvió directamente fue el Ejército, porque ellos se
vieron monopolizados por el Ejército, y más con base militar. Entonces, ya les
tocaban más dificultades, porque si oían un tiro, eso no bajaban dos o tres motos,
sino que eso bajaban […], y ya todo el tiempo, policías para allí y para acá, entonces
ya es más difícil.30
En algunos relatos se le atribuye a las Iglesias un papel importante de
contención durante el conflicto, porque debido a ellas, la situación no fue
peor: “tanta, tanta presencia de Iglesia fue la que no dejó que aquí pasara
lo que aquí iba a pasar. Porque esto aquí era para volverse un caos, esto era
para haber demolido todo esto”.31
En consecuencia con la percepción de unas personas entrevistadas,
las Iglesias y la religión —tanto en lo emocional como en lo social— se
constituyeron en un apoyo en los momentos de mayor conflicto. Las mu-
jeres invocaban a Dios como un aliado que colaboraba en la finalización de
las confrontaciones armadas, o como un protector de sus familias y de ellas
mismas. Algunas intensificaron sus oraciones, mientras otras cambiaban su
religión por otra, en la que los rituales y las doctrinas les dieran mayor con-
suelo. Cuando la situación estaba más aguda y no se podía salir de las casas o
del barrio, tenían incluso que suspender la asistencia a los ritos religiosos. Por
ello, después de la Operación Orión, una forma de mostrar valor y controlar
el miedo, es volver a salir a la iglesia o ir a rezar en las casas vecinas.

De la impotencia a la búsqueda de tregua


El no poder hacer, la impotencia, está asociado con la manera como los
grupos armados se imponen por medio de las armas y con el temor de
los habitantes a perder la vida o a ver lesionada su integridad personal.
En los relatos, es frecuente encontrar expresiones, especialmente en las
mujeres, que contrastan la fuerza numérica y armamentista de los grupos
armados con su situación de personas desarmadas y con miedo. Aquí no hay
posibilidad de sentir que se vive en paz, porque el blanco de la muerte se

30 Ibíd.
31 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

235
dinámicas de guerra y construcción de paz

amplía, va más allá “del segregado”; además, se produce una inflación de la


impotencia. Frente a la pregunta por las posibles acciones de paz realizadas
por los habitantes, una mujer responde así: “En el barrio nunca, nunca
hicieron nada, porque no podíamos hacer nada, nadie podía hacer nada”.32
Los hombres señalan las limitaciones para hablar de paz y reaccionar en
contra de la guerra y de los grupos armados. Esta situación es ilustrada con
los siguientes relatos:
[…] lo que pasa es que durante el conflicto no se podía hablar de paz [...]. Quien
hablase de paz era convertido en objetivo militar.33
[…] aquí no se habló de paz nunca, aquí nadie podía hablar de eso. Aquí un
presidente de la Acción Comunal hablaba de paz y lo mataban. Aquí no había
momentos sino para disparar. Aquí se empezó a hablar de paz después de la
Operación Orión, […] se llegó a las 6 a. m. se sintieron los helicópteros, me-
tralla y el Ejército entrando. Cuando entró el Orión, usted pasaba y brincaba
por encima de un revólver, encima de un fusil, los que tenían armas en la casa,
al verse acorralados, las tiraban a la calle y usted encontraba los costalados. El
miliciano que se iba a volar salía armado y lo tiraba para que no le cogieran
nada. Bultos, por aquí sacaron bultos, pero cantidad de armas, en costales las
mantenían.34

En el tiempo de la confrontación armada, los motivos para sentirse en


paz son exiguos. En este sentido, las operaciones militares, en sí mismas,
para la gente, no son símbolo de la llegada de la paz, sino que, más bien,
representan un instante de horror e intensificación del conflicto. Por ello,
la búsqueda de tregua o de cese al fuego que se produjo en medio de las
confrontaciones, puede interpretarse como una iniciativa que da cuenta de
que la gente ha llegado a un tope de resistencia.
En la Operación Mariscal del 21 de mayo, hubo nueve muertos en el barrio.
Siempre pusimos los muertos y la sangre. Ese día llorábamos, yo encerrada con
todas mis hijas y mis nietos, y me dio mucha angustia cuando todos los niños
y la gente por las ventanas sacaban trapos blancos, sábanas, lo que encontraban
blanco lo sacaban y lo voliaban. De mi casa alcanzaba a ver gente por las calles
voliando esos trapos. Entonces, se venían los carros, las tanquetas y les tiraban los
chorros de agua. Esto me deprimía más, pues tenía que ser lo que ellos dijeran y
nadie tenía derecho a protestar ni a decir nada […].35

32 Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.


33 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
34 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
35 Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.

236
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Para nosotros, las treguas que había durante los enfrentamientos eran como un
estado de paz, hasta cuando volvían las balaceras.36

La búsqueda de tregua puede entenderse como tertium datur, que en palabras


de Bobbio es “una suspensión de la guerra, aunque no alcance a ser todavía
la paz”.37 Es un hecho que la iniciativa tendiente a lograr una “paz negativa”,
entendida como llamado a la tregua o como oposición a la guerra, se presenta
en los períodos de confrontación militar, más que en los de hegemonía de
un actor armado.
Debe anotarse que la ambigüedad que caracteriza a la tregua también se
encuentra en los testimonios. Mientras, para unas personas entrevistadas,
el símbolo blanco era la forma de lograr que los diferentes actores enfrenta-
dos permitieran sacar heridos/as o que no atentaran contra gente inocente,
para otras, la tregua era propiciada por los milicianos, cuando se les acababa
las municiones o estaban muy acorralados. En la primera versión está el
testimonio de una joven que recuerda que, en una misma mañana, fueron
heridas dos personas y tuvieron que utilizar a una niña para que buscara
una tregua, aun exponiendo su seguridad:
El amigo mío ese día iba a meter en un carro a un muchacho que había caído
como a las 6 a. m., y estaba súper desangrado. El amigo mío cayó como a las
8 u 8:30, porque en uno de esos intentos le dieron a él y ahí quedó también.
Vinimos nosotros para recogerlos y cuando bajamos nos disparaban; sin em-
bargo, pudimos llevarlos en plena balacera, porque en mi casa sacamos… no sé
si se dieron cuenta que en El Salado todo el mundo sacó trapitos blancos. Esto
fue de mi casa: mandamos a una niña de doce años con una sábana y un palo
grande para que sacara la bandera. Entonces, todo el mundo cuando vio la gente
que salía con eso, la niña se iba a devolver y nosotros: “No, siga que a usted
no le hacen nada”. La niña siguió y todo el mundo empezó a sacar los trapos y
nosotros era para recoger a los dos pelaos. Eso fue el 21 de mayo de 2002. La idea
fue de la casa, para sacarlo a él y las que salimos fueron mujeres, y éramos noso-
tros bajando con ellos y ellos disparando, cada que disparaban la gente gritaba.
Entonces, ya la gente empezó a ver esto en una plomacera; bajaron con banderas
blancas y entonces todo mundo en las casas sacando pañuelos blancos, o sea,
todo lo blanco que tuvieran, sacándolo como para que se aplacara un poquito eso
y se acabó el tiroteo y bajaron.38

36 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.


37 Norberto Bobbio et al., Diccionario de política, México, Siglo XXI, 1997, vol. ii, p. 165.
38 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.

237
dinámicas de guerra y construcción de paz

Quienes hablan de las sábanas blancas como una petición de cese de


enfrentamientos para prestar ayuda humanitaria, dan cuenta del coraje que
surge en los momentos de mayor tensión por el miedo a morir, o por la
necesidad de proteger a víctimas heridas en medio de los combates.
Entonces, en la comuna llegó un momento en que el conflicto se volvió tan
rutinario, se volvió tan pan de cada día, en que la gente se emberracó, la gente se
emputa de manera fuerte y saca barricadas y saca pañuelos y saca sábanas de paz.39

La otra versión enfatiza en que esta acción de sacar trapos blancos fue una
estrategia de guerra, en la medida en que se pretendía limitar las acciones
de persecución a las milicias:
Aquí, cuando la gente salió con trapos blancos […] es que a la gente de afuera
le vendieron otra idea, de que la gente quería paz, pero no fue eso. Lo que pasó
fue que cuando [Carlos] Castaño dio la orden de desalojar a las milicias de la
guerrilla en todas las comunas, ya entraron los paramilitares con todo. Una de las
respuestas de la misma guerrilla fue invitar al pueblo a que saliera con pañuelos
y trapos blancos para que ellos no entraran. Pero le vendieron la idea, a la prensa,
que es el barrio el que quiere que haya paz. Eso no es así, eso fue al contrario:
ellos venían a todas las casas para que usted saliera con un pañuelo blanco, con
una sábana. Ellos iban de casa en casa, pero era para que los paracos no dispararan
o hicieran una tregua por no darle a la población civil. Ahí fue cuando la prensa
salió a decir: “Es que la comuna quiere paz”. Aquí no se habló de paz nunca, aquí
nadie podía hablar de eso.40

Según una joven entrevistada, estas acciones fueron reseñadas, en los me-
dios de comunicación, como acciones inspiradas por las milicias; pero ella
afirma que fue una iniciativa que inició en su familia y que posteriormente
fue apoyada por otros habitantes:
Yo, en periódicos y cosas de internet, vi algo de que los milicianos eran los que
habían dicho que sacaran los trapos. ¡En ningún momento! De mi casa fue de
donde se empezó a sacar el trapo blanco y ya de ahí la gente empezó a sacarlo.
Si por allá vieron y ellos [los milicianos] dijeron, no sé, pero la idea fue de mi
casa. Que entre la gente que bajaba muertos y todo había milicianos. Sí habían
unos que sí, bajaban sin armas ni nada, que a protestar, a que se acabe esto, que
no haya más balaceras, sí se infiltraban entre la gente; pero no quiere decir que
toda la gente que bajaba diciendo que se acabara y que dejaran pasar los muertos
eran milicianos, eso es falso.41

39 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.


40 Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
41 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.

238
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Pero, en tiempos de guerra, no siempre las banderas blancas surten el


efecto esperado, porque la acción de sacarlas puede no ser respetada como
símbolo de paz:
[…] una señora, en aras de esa violencia, saca una sábana —y son de las ironías
que se plantean allá—, saca una sábana para ponerla en su balcón y gritando:
“Que no disparen, que no disparen”, y en ese momento una bala le da en el
pecho y muere instantáneamente. Yo creo que es de las cosas más absurdas que
yo he podido conocer, pues es como la ironía de la vida. Me parece una ironía
completamente, que alguien haga ese gesto tan noble y tan valiente, y lo único
que recibe a cambio es una bala perdida.42

Las sábanas blancas expresaban, para unas personas, el cansancio con la


guerra y los anhelos de paz de la mayoría de los pobladores, mientras que,
para otras, esa misma acción es interpretada simplemente como una estrate-
gia más de guerra de las milicias, las cuales estarían buscando una tregua para
recuperarse de la acción armada que recibían del Estado. Este hecho invita
a repensar la existencia de espacios plenamente definidos que identifiquen
cuál es el de la guerra y cuál el de la paz, e incluso la delimitación entre los
actores de la guerra y los de la paz, como ordinariamente son entendidos.
En el ejercicio de comparar los distintos recuerdos de la gente, se encuentra
que, independientemente de las intenciones que hayan movido a quienes
agitaban esos signos blancos, en realidad lo que expresan son sentimientos
ambivalentes y situaciones contradictorias, propias de todas las treguas, cuyo
significado e impacto sobre el conflicto y las personas puede descifrarse con
el transcurrir del tiempo y tras el desenlace de los acontecimientos.
El buscar acuerdos entre los grupos armados fue otra de las iniciativas
encaminadas a disminuir las confrontaciones. Ejemplo de ello es el tes-
timonio de un líder que adelantó, junto al párroco, buenos oficios con
la intención de procurar que no continuaran los enfrentamientos entre
bandas de dos barrios colindantes. Dice:
[…] yo era presidente de la Acción Comunal en ese tiempo, en el que se pre-
sentaron los problemas. Luego, los de abajo me mandaron llamar, para que les
sirviera de intermediario a ellos, para volver a hacer las paces con el de acá. Yo
bajé y el padre Roberto y yo estuvimos hablando con ellos. Luego hicimos algu-
nas reuniones con ellos allá y veníamos y hablábamos con los de acá también. En
ese tiempo empezaron a entrarse las milicias.43

42 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.


43 Entrevista a profundidad 10, hombre adulto, 5 de mayo de 2006.

239
dinámicas de guerra y construcción de paz

Paz como derrota de uno de los bandos en conflicto


Una iniciativa, denominada “de paz” por el discurso oficial, es la desplegada
por las fuerzas armadas estatales, que con su actuación militar derrotan a
las milicias y se asientan en la comuna con el propósito de garantizar la paz.
Es una manera de relacionar “paz” con “victoria militar”. Al respecto se
observan por lo menos dos versiones en la población: quienes consideran
que la paz llegó por la fuerza a la comuna a partir de la Operación Orión, y
quienes reconocen que se “pacificó” la comuna, pero aún subsiste el peligro
de que se vuelva a “prender”, porque los “milicianos quieren volver”.
La degradación de las acciones de las milicias convirtió la libertad en una
necesidad fundamental de los pobladores. Por esta razón, según los relatos,
algunos sectores de la misma comunidad reclamaron la intervención de la
fuerza pública para frenar la intensidad del conflicto. Ante las operaciones
militares de la fuerza pública, las personas entrevistadas, en términos gene-
rales, aprecian los logros en la disminución de combates y una recuperación
relativa de las libertades.
Se vino aquí a hablar de paz, de autocuidado y de muchas cosas, luego de que el
Estado retoma el poder de la comuna, [...] cuando el Estado hace presencia es
donde se viene ya a hablar de paz.44

Algunos habitantes consideraron, en su momento, muy buena la idea


difundida por el Gobierno de transformar la zona en un “verdadero labo-
ratorio de paz”, lo que implicaría no sólo una intervención militar, sino
también incidir sobre las condiciones socio-económicas generadoras de la
violencia existente en la comuna.
Asignarle a la paz un precio es algo que se revela en el balance que los
habitantes de la comuna hacen de las Operaciones Mariscal y Orión. Dicen
que, en el momento de esas acciones de la fuerza pública, no estuvieron de
acuerdo con ellas, debido a las víctimas civiles; sin embargo, establecen que
fueron necesarias, pues sin ellas, no hubiese sido posible esa paz relativa.
Las opiniones casi unánimes son las de considerar positivo el resultado de
esas operaciones, argumentando que, de no ser así, se estaría peor en sus
barrios. La palabra “necesario” también se aplica a las cosas que alguien
requiere para su salud, su alegría, y se usa hiperbólicamente, con el signi-

44 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.

240
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

ficado de “muy conveniente”. Todas estas expresiones nos hablan de una


convicción y aceptación de una fatalidad ineludible.

Las marchas por la paz


Las mujeres aparecen de nuevo cuando se indaga sobre individuos u orga-
nizaciones que pudiesen ser catalogados como sujetos activos de propuestas
de paz: como hay madres que tienen hijos/as secuestrados/as, se unieron a
las voces de las madres de la Comuna 13 y, sobre todo, a las voces de las
madres de Las Independencias.
Ellas han venido dos veces, empezaron a liderar marchas, [...] porque saben que la
mujer fue la que más sufrió [...] De hecho, y vamos a hablar que aquí, en esta po-
blación, tenemos muchas mujeres cabeza de familia que son papá y son mamá.45

Un grupo de varones entrevistados valora el rol que desempeñaron las mu-


jeres, quienes se opusieron a la guerra y desarrollaron un importante papel
de contención, en particular las Mujeres de Negro y la Ruta Pacífica de las
Mujeres,46 como ocurrió especialmente en el barrio Las Independencias.
En las acciones colectivas convergen varias situaciones que encuentran,
en la paz y la movilización callejera, su común denominador:
La fiesta por la vida estaba dedicada netamente a la no violencia, que parara todo
tipo de armas y de agresiones con cualquier persona, agresiones con los niños,
con los jóvenes, con el adulto.47

Grupos sociales e integrantes de organizaciones de base hallan, en las


movilizaciones y en las marchas, formas de reivindicar sus derechos —en
especial el de la vida—, y de reclamar su cumplimiento al poder establecido.
Caminar la calle, enarbolando una pancarta o sosteniendo una valla, es otra
manera de darle vida a las acciones colectivas, mucho más cuando la guerra
parece ser la única alternativa que se le deja a una comunidad.

45 Ibíd.
46 Mujeres de Negro es una red internacional de mujeres feministas y antimilitaristas que tra-
bajan por la paz y denuncian la violencia contra las mujeres. La Ruta Pacífica de las Mujeres
es una organización política feminista colombiana que busca la salida negociada del conflicto
armado y la visibilización de los efectos de la guerra. Véanse: Mujeres de Negro, [en línea],
disponible en: http://www.mujeresdenegro.org/, consulta: 22 de marzo de 2008, y Ruta Pacífica
de las Mujeres, [en línea], disponible en: http://www.rutapacifica.org.co/, consulta: 22 de marzo
de 2008.
47 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.

241
dinámicas de guerra y construcción de paz

La paz: un asunto complejo e inacabado


La paz, entendida como “paz integral” o “paz total” —como la denominan
algunas de las personas entrevistadas—,48 la cual se logra cuando se modi-
fiquen las causas estructurales que generan el conflicto, se asimila a lo que
los expertos denominan “paz positiva”. En palabras de Bobbio:
[…] por paz en sentido positivo se entiende la “verdadera” paz, no una paz cual-
quiera, no la paz dictada por el vencedor, sino la paz con justicia, como se lee por
ejemplo en la encíclica Gaudium et spes (n. 78): la paz no es la simple ausencia de
la guerra, sino que se define con toda exactitud así: obra de la justicia, opus iustitiae,
pax.49

Para Esperanza Hernández D., la “paz integral” es:


Proceso tendiente a la construcción de relaciones sociales soportadas en la soli-
daridad, cooperación y reciprocidad, y la equidad en la distribución de recursos
y el desarrollo, entendido en términos de satisfacción de las necesidades básicas
de los seres humanos.50

En la anterior dirección, algunas personas entrevistadas consideran


que la paz puede lograrse, siempre y cuando exista voluntad política de
los gobernantes en mejorar la calidad de vida de la población excluida, y
otros la condicionan a la recuperación y la consolidación del tejido social
de la comuna, que se vio fuertemente afectado a raíz de la coyuntura
bélica de 2002. La atención en materia social, el trabajo educativo en proyec-
ción y, en especial, la solución política negociada, hacen parte de esta postura,
manifestada por líderes, lideresas y representantes de los y las jóvenes.
Quienes asumen posturas más escépticas frente al statu quo y sobre las
posibilidades de generar cambios estructurales, han optado por marginarse
del trabajo comunitario; otras personas, en cambio, continúan fortalecién-
dolo. En la época más aguda del conflicto y en los años subsiguientes, los
grupos y las organizaciones comunitarias adelantaron diversas acciones,
buscando evadir la presión de los sectores armados aún presentes en el
sector, y aprovechando la nueva situación para lograr mayor autonomía

48 Esta postura de la población estudiada hace parte de la narrativa socio-política, representada


fundamentalmente por líderes, lideresas y por activistas de las organizaciones sociales. Véase
capítulo 2.
49 N. Bobbio, “La idea de la paz y el pacifismo”, en: El problema de la guerra y las vías de la paz, Op.
cit., p. 166.
50 Esperanza Hernández Delgado, “Reflexión política”, Revista del Instituto de Estudios Políticos de la
Universidad Autónoma de Bucaramanga, núm. 8, dic., 2002, p. 107.

242
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

y desarrollo físico y social de la comunidad. Resistir las consecuencias de


las confrontaciones armadas, enfrentar la falta de oportunidades laborales
y ejercer las garantías derivadas de la presencia del Estado en la comuna
son algunas de las motivaciones que impulsaron las acciones de líderes,
lideresas y de habitantes no organizados.
En correspondencia con una concepción de “paz integral” o “positiva”,
después de las diversas confrontaciones armadas y una vez derrotadas las
milicias, el énfasis de las acciones colectivas está puesto en la búsqueda
de mejores condiciones de vida, que generen mayor equidad e inclusión,
como se aprecia en el conjunto de testimonios ofrecidos por sus habitan-
tes. A continuación se expone una síntesis de esas acciones y dispositivos,
organizados en diferentes ítems, según los relatos.

Proyectos sociales y paz


Una de las acciones colectivas emprendidas por las organizaciones de la
comunidad, bajo la concepción de “paz integral”, es el intento por promo-
ver la participación de la población en planes de desarrollo que combatan
la exclusión y la inequidad, fortaleciendo la unión entre los habitantes de la
comuna y el trabajo conjunto de líderes, lideresas y organizaciones.
Estamos tratando de orientar las dinámicas de la comuna hacia otros niveles
que garanticen más inclusión y más identidad de la población con respecto a lo que
debe ser una propuesta de desarrollo.51

Para el logro de la unidad se enfatiza en la necesidad de superar la fragmen-


tación e incomunicación entre los barrios de la comuna, debido a la topografía
del terreno y al control territorial que impusieron los actores armados, que
hicieron más rígidas las fronteras barriales. Como antídoto a esa situación,
los líderes y las lideresas promueven un mayor acercamiento, un trabajo
conjunto para presentarse ante la ciudad con su fortaleza como Comuna 13.
[…] en el último año y medio se empezó a pensar que la Comuna 13 tiene
que trabajar en red, o sea, trabajar frente al desarrollo social, pensando en todo.
Diríamos que las redes son de aproximadamente veinticinco organizaciones, ya
conformadas, ya con una historia, ya reconocidas e incursionando en campos de
la administración donde ya es conocida.52

51 Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005.


52 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.

243
dinámicas de guerra y construcción de paz

La necesidad de trabajar conjuntamente por los intereses de sus barrios


no es algo nuevo en la conciencia de los líderes y las lideresas, pues ya ve-
nían desarrollando acciones en esa dirección desde comienzos de la década
del noventa, animados/as por la Constitución Política, que promueve la
participación, y ahora, después de la tragedia vivida por sus pobladores bajo
el conflicto armado, se sienten más estimulados/as a acelerar los pasos para
actuar concertadamente, con el propósito de obtener un mejoramiento de
las condiciones de vida de los habitantes de la comuna.
El regocijo por la nueva situación de acercamiento entre dirigentes y
organizaciones comunitarias, que se presenta en esta fase Post-Orión, se
evidencia en este relato:
[…] la parte más importante que estamos viendo es que las Juntas de Acción
Comunal, que trabajaban cada una por su territorio o sector, y que incluso se
detestaban muchas veces, en este momento están trabajando en equipo, cuatro
o cinco juntas, y se conocen entre sí.53

Varios hechos son señalados como significativos de esos avances logrados


en los años inmediatamente posteriores a la Operación Orión: la consolida-
ción de Asocomunal, en la que se agrupan las Juntas de Acción Comunal
de los barrios pertenecientes a esta comuna; la conformación y el desarro-
llo de la red de organizaciones artísticas y culturales Expresarte, que reúne al
conjunto de iniciativas artísticas y culturales que trabajan en el sector, y el
proceso desplegado en torno a la discusión y a la concreción del presupuesto
participativo y la elaboración del “Plan de Ordenamiento Territorial”.
Una entrevistada afirma:
La Junta de Acción Comunal está trabajando con su equipo completo, porque
antes trabajaban uno o dos. Están trabajando en equipo las Juntas de Acción
Comunal de Juan XXIII, La Divisa, la Pradera, La Quiebra, todos están hablando
el mismo lenguaje.54

Algunos resaltan, con orgullo, las acciones que vienen realizando en pro
de la paz, conjuntamente con otros, incluidas entidades del Gobierno y de
las Iglesias:
Cada año, nosotros celebramos el día de la paz y la semana por la paz, en conjunto
con el sacerdote […]. Hemos trabajado mancomunadamente parroquia, Juntas
de Acción Comunal, los centros educativos y la comunidad en general.

53 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.


54 Ibíd.

244
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

A nivel de comité local de gobierno, está conformado por el inspector, el co-


misario de familia, el mayor de la Policía de la estación El Corazón, la División
Técnica Social de la Secretaría de Gobierno que representa al secretario y al
alcalde, y del sacerdote psicólogo […] El Inder y su relación con la Junta de
Acción Comunal… Los líderes de los barrios que hay en la Comuna 13.55

Los avances en el trabajo mancomunado han generado, como uno de


los frutos más sobresalientes, la construcción del “Plan de Desarrollo para
la Comuna 13”.56 Un entrevistado, que le ha tocado vivir los diversos
momentos de la comuna, destaca lo interesante de la situación actual en
materia de organización y de propuestas de “paz integral”:
Lo que se está haciendo en la comunidad es que se está uniendo la Comuna 13.
Aquí tenemos el “Plan de Desarrollo”, que es el segundo a nivel de Colombia.57
Nosotros presentamos acá, como propuesta de paz, formamos una corporación,
una red. Nos reunimos, de toda la Comuna 13, alrededor de treinta grupos,
organizaciones de cultura, y reunimos alrededor de unos quinientos a seiscien-
tos grupos de cultura, para empezar a formar como una escuela de cultura, de
formación de cultura de jóvenes. Esa propuesta para un año valía $300.000.000.
A la Secretaria de Cultura se le presentó, aplaudieron y nos llamaron y nosotros
dijimos: “Nos aprobaron el proyecto”; “Vengan, que quedaron de segundos”.58

Quienes consideran la paz como un proceso integral, también señalan


los obstáculos que encuentran los líderes, las lideresas y las organizaciones
comunitarias para desarrollar su trabajo, en pro de mejorar las condiciones
de vida de la población y contrarrestar la guerra.
Aquí un líder empieza con propuestas muy buenas y si no lo obstaculizan y le
aprueban su presupuesto, entonces hay que acallarlo, porque es un tipo que
está creciendo demasiado. Yo creo que mientras no se respeten los líderes y las
diferentes agrupaciones que no tienen nada que ver con la guerra porque son
únicamente comunitarias, jamás ninguna población va a salir adelante.59

55 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.


56 Véase capítulo 1. También: Alcaldía de Medellín, “Así estamos en la 13. Datos estadísticos pobla-
cionales de la Comuna 13, San Javier”, en: La Comuna 13, San Javier, El milagro social. Balance de la
intervención del Municipio de Medellín en la Comuna 13, San Javier, 2004-2006. EDU, Empresa de Desarrollo
Urbano, [en línea], disponible en: http://www.edu.gov.co/pdf/comunatreceuno.pdf, consulta: 20
de marzo de 2008.
57 Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
58 Ibíd.
59 Ibíd.

245
dinámicas de guerra y construcción de paz

Pese a los obstáculos señalados, en los relatos se subrayan, en materia de


proyectos, los vinculados al deporte, la recreación, el trabajo asociado, la
promoción de la cultura y, en general, la actuación de las organizaciones
comunitarias. Las acciones colectivas son numerosas y, por ende, variadas:
van desde la organización y el desarrollo de un campeonato barrial de fút-
bol, hasta el diseño y la creación de un plan de desarrollo para la comuna,
pasando por la propuesta de creación de una escuela cultural para los y las
jóvenes allí residentes. Se hacen evidentes la voluntad, el compromiso y la
capacidad de líderes, lideresas, organizaciones y habitantes.
Logros estimulantes son, por ejemplo, el trabajo mancomunado de Acciones
Comunales y de treinta grupos de activistas juveniles, lo mismo que algunos
respaldos de entidades del Estado —Metro Juventud e Inder—.
Las mujeres también expresan que se contribuye a la paz, al generar
[…] oportunidades por fuera de las violencias para realizar su proyecto de vida.
En el caso de los hombres, al vincularse a organizaciones sociales y participar de
iniciativas de formación, culturales, recreativas, entre otras.60

Este conjunto de acciones colectivas se agrupan en torno a la coinci-


dencia de voluntades que lograron organizaciones, estamentos, grupos
generacionales e instituciones estatales, todos comprometidos en abocar
y resolver problemas de la Comuna 13.
Otra dimensión, más allá del logro efectivo de sus objetivos, es la forma
como se registra la importancia simbólica de la actuación interinstitucional,
pues significa una respuesta mancomunada ante las situaciones conflictivas
críticas, como las que vivieron los pobladores de este sector de Medellín.
Los líderes y las lideresas envían mensajes a las autoridades, en los que se
exige mayor atención, aunque algunos de ellos/as reconocen que el Estado
ha incrementado su presencia.

Trabajo educativo-preventivo
Un campo importante del cual se ocupan diversos testimonios es el de las
actividades educativas tendientes a prevenir la repetición de la violencia.
Tanto instituciones estatales como organizaciones comunitarias adelantan
tareas, especialmente con niños y jóvenes de ambos sexos, para enfrentar
las huellas de la guerra. Un maestro entrevistado afirma:

60 Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.

246
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

En los centros educativos nos hemos empeñado en educar a los niños sobre
la no violencia, porque creemos que ellos van a ser el soporte nuestro y van
a aprender de nosotros que se debe vivir en paz, armonía y tranquilidad, y así
nosotros, en un futuro, poder tener una ancianidad.61

Por haber constatado la vinculación de jóvenes de los barrios a los gru-


pos armados y el respaldo de algunos sectores a uno u otro actor armado,
algunas personas entrevistadas enfatizan en la necesidad de trabajar con
estos sectores y en diferentes frentes, para alcanzar la paz o, más bien, para
que haya menos riesgo de que la guerra vuelva a repetirse. Incluso se nota
alguna influencia de la filosofía de la no violencia:
De la no violencia activa habla mucho la película de Gandhi. Se trataba de actuar
pacíficamente, hacer la revolución y mostrar el desacuerdo, pero de una ma-
nera que no sea agresiva. Las iniciativas de paz desde lo juvenil tenían un principio
que se constituía en su eje ético y consistía en decir: “No estoy de acuerdo con la
guerra”.62

Por esta razón, consideran que hacer la paz o hacer contribuciones para
alcanzarla, lleva a desarrollar actividades que les muestren, principalmente
a los y las jóvenes, otras opciones de vida distintas a las armas y a la guerra:
Cuando usted a la comunidad, por medio de estrategias de intervención
preventivas, le garantiza que por cada cincuenta muchachos habrá dos o tres
menos delincuentes, eso es paz, […] la gente, en su gran mayoría, considera
que trabajos con referencia a la paz solamente son trabajos que se refieren al
caso concreto y que son trabajos que se deben hacer con los violentos. Nosotros
no nos metemos directamente con el cuento de paz diciendo: “Venga, que es
que usted es violento”. Nuestro carácter es preventivo, de trabajo social, que
los niños formen su grupo juvenil y todo. No nos interesa ir a hablar con un
grupo armado para que haga la paz, porque ésa es una función estatal y la nuestra
es social. El proceso de paz también se debe hacer con los no violentos, para
poder entender las dinámicas sociales. Cuando vos tenés la capacidad de ir a un
grupo de cuarenta personas y hablarles de un proyecto de vida, estás haciendo
paz… Entonces, las dinámicas de paz van en todo, desde la red juvenil, desde el
fortalecer los ámbitos de espacios de ellos, desde irles a dar una conferencia.63

Son variadas las acciones colectivas que se han adelantando como respues-
ta a lo que fue la actuación de los grupos armados en el pasado y algunas

61 Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005.


62 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.
63 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.

247
dinámicas de guerra y construcción de paz

manifestaciones del intento de reclutamiento de jóvenes que aún se siguen


presentando en esta fase. En una larga entrevista, una joven describe aspec-
tos de su trabajo:
Cuando se terminó la operación [Orión] formamos un grupo juvenil con jó-
venes de todas las edades. Éramos un grupo de veintitrés jóvenes. Empezamos
haciendo eventos para la comunidad, que no fueran los grupos armados los
que hicieran los eventos; empezamos haciendo tertulias, canelazos, haciendo
un montón de cosas. Ahí quedamos como un año. Lo que pasa es que los grupos
se acaban si no hay una cabeza fuerte, como que se van acabando. Se acabó el
grupo y yo cogí otro, pero ya con niños hasta los catorce años, un grupo preju-
venil, pero insoportable, ¡es horrible trabajar con ellos! Empezamos trabajando
con ellos, trabajamos como otro año con ellos, lo único que hacíamos era más
que todo recrearlos, enseñarlos, formamos un grupo de estudio.
Entonces, donde ellos tenían cosas que reforzar, había un profesor de matemá-
tica, otro de inglés, otro de español y entonces les dábamos clase los sábados y
nos los llevábamos para piscina, a elevar cometa al morro, hacíamos eventos en
la cancha a veces, pintábamos cosas. Para los recursos, vendíamos boletas, hacía-
mos películas; entonces, quedaba plata, teníamos recursos, con eso ya teníamos
para hacer otra cosa, vendíamos, por ejemplo, arroz con leche. […] porque éstos
[los grupos armados] sí le ofrecen plata, le ofrecen cosas. Entonces, lo que se
hace con estos grupos juveniles, con la Red de Jóvenes por la Paz, es: “No,
venga, usted está desocupado, venga, juguemos, hagamos tal cosa, hagamos este
proyecto”, y a los jóvenes también les gusta eso, “No, es que vamos a hacer
paseos”, a la gente le gusta eso. Lo que hacemos es no darles tiempo a ellos para
que los cojan, sino que nosotros los cogemos primero, con algo que les guste, que
les llame la atención, cosas que no tengan la necesidad de meterse. Eso es lo más
importante de los grupos juveniles y de todo, que hay otras opciones en qué
ocuparse.64

También la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), que en tiempos de


enfrentamiento protegía y resguardaba a los jóvenes cuando no podían
llegar a sus casas, desarrolla actividades de capacitación y preparación para
que logren su anhelado deseo de entrar a la universidad:
Pues nosotros acá, en la ACJ, otros amigos míos que están en eso de la Iglesia, los
que dan catecismo y eso, son los únicos que yo rescato y que hacen algo diferente
a lo que les ofrece el barrio, y algunos muchachos que estudiaban, aunque, sin
embargo, muchos dejaron de estudiar también. Depende qué tanto haya en la

64 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.

248
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

formación que uno tenga o la personalidad que uno tenga, porque igual, si todos
estamos sometidos a lo mismo, se dieron otros, no sé en qué vaya.65

Los juegos innovadores son también concebidos como maneras de prepa-


rarse para evadir las influencias de los violentos y mantener la resistencia:
Hablamos de “resistencia” en alusión a lo que pasa con la resistencia del fogón:
si usted le pone la mano, va a quemarse; entonces prefiere separarla, es como
semejante a eso. Nosotros estábamos cerquita del conflicto y de esos grupos
armados; pero como no nos queríamos quemar, hacíamos algo para separarnos.
Formábamos talleres, como dicen por ahí, “juntos, pero no revueltos”: “Usted
con su asunto y yo con el mío”. Era como hacer paz, por ejemplo, mediante
actividades lúdicas, juegos cooperativos, juego en el que ni usted gana ni yo
gano, y todos quedamos felices. Así mostrábamos que no estábamos de acuerdo
con eso.66
En esa mirada amplia de lo que es construir paz, más allá de la “no guerra”,
algunas personas destacan las actividades de diversión como un mecanismo
de educación y organización de la comunidad. Un líder registra que
[…] en este momento tenemos un campeonato de fútbol que se hace aquí en el
parqueadero y que no se hacía hace más de dos años, a raíz de que su principal
líder era V.; ahora lo están haciendo dos jóvenes. En El Salado, en el momento,
se están dando varias acciones de paz; una de ellas son las ludotecas que hay;
igualmente la escuela de deportes, que es del Inder.67

El impulso a las actividades educativas es motivo de preocupación de los


líderes y las lideresas de la comuna, quienes vinculan de manera estrecha
las acciones colectivas con la formación ciudadana de las nuevas genera-
ciones y con la importancia de buscar una solución negociada al conflicto
armado, pues consideran que “el proceso de paz también se debe hacer con
los no violentos”.68
Esta modalidad de las acciones colectivas, la protagonizada por jóvenes,
sus grupos, sus redes, con sus propuestas y actividades, muestran que la
juventud de la Comuna 13 —en su gran mayoría— ha desempeñando
papel significativo en todo lo que ha sido la manera creativa como desde allí
se ha respondido a las diferentes consecuencias desprendidas del conflicto
armado. El espíritu de trabajar en red, la creación de la Red de Realizaciones

65 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.


66 Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.
67 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.
68 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.

249
dinámicas de guerra y construcción de paz

Juveniles —orientada a la cultura de la no violencia—, la actuación social


y educativa con carácter preventivo, buscando evitarle a la comuna la apa-
rición de nuevos delincuentes, y la promoción de proyectos de desarrollo
económico, constituyen una nueva demostración de la tarea desarrollada
por los y las jóvenes, a la par de sus acciones en materia comunicativa.
Siguiendo con estos actores sociales de la Comuna 13, el estudio y la articula-
ción de los muchachos a organizaciones sociales y juveniles suelen ser formas
de matizar la estigmatización hacia los jóvenes y, a su vez, como posibilidades de
construcción de paz en la comuna.69
Y otra muy fundamental que es la base que se está dando desde la Comuna 13,
la Red de Realizaciones Juveniles, donde todos los jóvenes están articulando
organizaciones, buscando un común denominador donde puedan trabajar en
conjunto y proyectarse más hacia la comunidad. […]. En cada barrio, por medio
de las redes que se están creando o se han creado, se ha adelantado la red depor-
tiva y las redes juveniles. En el momento en la Red hay doce grupos juveniles;
pretendemos abarcar más, porque ése es el objetivo.70

Dentro de las múltiples iniciativas preventivas de la guerra que se vienen


adelantando en la comuna, los relatos destacan la recuperación de la memo-
ria histórica, con el apoyo de la Administración Municipal. Así, la realización
de dinámicas lúdicas, apoyadas en fotografías y en relatos de los habitantes,
les permite a estos recordar la situación que vivieron durante el conflicto,
comparando la situación anterior con la actual, estableciendo los puntos
gratos de encuentro o los sitios por donde no podían pasar, y aquellos más
trágicos donde vieron caer a sus vecinos, vecinas o familiares.
Son ejercicios que no están destinados a perdonar y a olvidar, que busquen
borrar las marcas dejadas por la guerra, sino a vincular el pasado que se pade-
ció y en el que se vivió más de un acontecimiento doloroso, con el presente.
Se trata, ya no de instalarse como víctima de la guerra, sino como un actor
que puede incidir en el devenir de su barrio, mediante el estrechamiento de
afectos entre las personas mayores y las más jóvenes, por ejemplo.
La intención de diálogo abierto y sincero sobre lo que sucedió es uno de
los soportes simbólicos para intentar comprender, retroactivamente, qué
llevó a sus comunidades a esa intensidad del conflicto armado, compren-
sión que, al menos en un sector de la población, ha de permitir hacer lo
posible para que en un futuro no vuelva a repetirse.

69 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.


70 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.

250
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Medios de comunicación e iniciativas juveniles


La comunicación se convirtió en componente importante de las acciones
colectivas adelantadas por distintos sectores de la Comuna 13, pretendien-
do, entre otros objetivos, el recuperar la memoria del conflicto y buscar
alternativas para enfrentarlo. Los y las jóvenes no sólo ratifican su papel
protagónico, sino que, además, insisten en que la búsqueda de la paz no
puede dejarse a la voluntad del mismo Estado o de los grandes medios
de comunicación: “los medios de comunicación tradicionales sólo eran
pendientes de la comuna en función de lo negativo”.71 A juicio de varios
líderes comunitarios, adultos y juveniles, algunos medios se encargaron,
en su momento, de estigmatizar a la Comuna 13, al reducir su realidad a
la existencia de grupos armados, generalizándose la idea de que “todos son
guerrilleros”, con lo cual sus habitantes comenzaron a sentir las conse-
cuencias de tal señalamiento en situaciones cotidianas, como, por ejemplo,
el rechazo de solicitudes de empleo, por el sólo hecho de morar en esta
comuna.
El papel determinante desempeñado por los y las jóvenes durante la fase
Post-Orión radica en que asumieron la tarea de promover la comunica-
ción, teniendo en cuenta que se trata de una práctica necesaria dentro y
fuera de la comuna. Ellos y ellas creen que avanzar en una construcción de
paz es posible a instancias de las acciones comunicativas. Por ello, decidieron
ejercer su autonomía frente a los distintos actores del conflicto armado y
también ante los medios masivos de comunicación, los cuales —según los
y las jóvenes— ayudaron a generar la estigmatización sobre la comuna. No
quieren que se les asocie con la indiferencia, la falsa rebeldía y menos aún
con la violencia. Ésas son las razones que los y las justifican para que ahora
hayan decidido crear medios propios, como periódicos y programas de te-
levisión, pues, según ellos y ellas, necesitaban contrarrestar la información
manipuladora de algunos medios masivos.
También han estado animados/as por el espíritu de “salir adelante”, de
dejar atrás el ambiente de guerra vivido en la comunidad. Eso fue lo que
los/as llevó a concretar iniciativas tan importantes como las que describen:
Está el espacio del canal que se llama Zona 4, el cual empieza dentro de poquito.
También, para destacar, un periódico a nivel de comuna, que se llama Contá,
contá, por medio de la Corporación Siglo XXI. El objetivo del periódico, que

71 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.

251
dinámicas de guerra y construcción de paz

también tiene mucho que ver con el programa de televisión, es la unificación


de los barrios, el hecho de conocer todos los barrios de la comuna, que no sean
indiferentes el uno con el otro y que conozcan lo que estamos haciendo. El
objetivo principal para nosotros sería destacar las cosas buenas, dejar de lado la
estigmatización que la gente tiene de la comuna, es resaltar eso, lo bueno que
tenemos.72
Otra iniciativa fue la fundación de Kinésica, un periódico que tiene, entre
sus objetivos, “no seguir con lo del conflicto, pero tampoco ignorarlo,
porque entonces no se hace nada”.73 Con el periódico se trata de dar una
idea “menos pesimista” del conflicto, de
[…] mostrar que los jóvenes o las personas de la Comuna 13, a pesar de ser
económicamente pobres, tienen riqueza intelectual, ganas de salir adelante y de
hacer algo por los demás.74
Entre las experiencias de comunicación está también el periódico Signos
desde La Trece, que según relatan sus jóvenes realizadores, se propone:
Desde ahí empezamos a escribir, con algunos errores y cositas que nos faltaban,
pero hemos ido puliendo. El periódico se distribuye cada dos meses, a colegios
principalmente. Se están dictando unas clases de fotografía. El periódico nació
como una iniciativa que tuvo la ACJ, de la necesidad de crear un grupo, de crear
un medio de comunicación donde los jóvenes del barrio y de la comuna se
posicionaran, o sea, mostraran su forma de pensar, las cosas cotidianas que les
pasa, de una manera en que los jóvenes quisieran leerla, invitarlos a la lectura,
saber que ellos tienen la palabra, que se puede participar, que se pueden hacer
cosas por el barrio, mostrarles a los muchachos que había un medio para ellos.
Otra cosa que nos motiva a nosotros para sacar este medio de comunicación es el
estigma que tienen con nosotros, los jóvenes de la Comuna 13. Entonces una de
las razones que también nos movió mucho es mostrarnos como unas personas
que le aportamos a la sociedad y que somos muy valederas donde habitamos.75
Además, los y las jóvenes han desplegado otras iniciativas, que pretenden
constituirse en alternativas a las opciones violentas, especialmente en el
orden cultural y organizativo. En un encuentro juvenil sobre experiencias
de no violencia, convocado por la ACJ, se hicieron presentes varias agru-
paciones que relatan sus prácticas y propósitos. Una de ellas fue la Red de

72 Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.


73 Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.
74 Ibíd.
75 Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), Memorias del “Encuentro de experiencias juveniles de
resistencia a la violencia”, La Unión, Antioquia, Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), 25 de
junio de 2005, trascripción de grabación de audio.

252
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

Jóvenes por la Paz, los cuales, según su relato, empezaron en 1997 con los
grupos juveniles:
Ahí se hacía resistencia de una forma no tan directa, no llamándolo “Red de
Jóvenes por la Paz”, sino cada grupo individualmente hacia recreaciones, unía
gente a su grupo para que se integraran, dándole una cultura a los pelaos que
andaban por ahí, pues, como desubicaditos y eso. Había varios proyectos y varias
propuestas. Entre esas estaban lo de las vacaciones recreativas, que se empezaron
haciendo, pues, en la Comuna 13, en El Salado y todas esas partes, en el 20 [de
Julio]. Más o menos seis años después, se dio la propuesta a partir de un taller
de internet que se había hecho con la Unesco, denominado “Capacitación en
nuevas tecnologías” y que se estaba haciendo en conjunto con los jóvenes de
Santo Domingo y de San Javier. Se propuso hacer una Red de Jóvenes por la Paz,
para trabajar ahora sí directamente sobre el tema, qué es la no violencia, hacer
una resistencia.76
Otra de las experiencias presentes en el “Encuentro de experiencias
juveniles de resistencia a la violencia”, convocado por la ACJ, fue la del
grupo musical La Influencia, conformado por jóvenes afrodescendientes,
residentes en la Comuna 13, quienes relatan así sus propósitos:
Los pelados todavía no saben de que uno por medio de la música puede oponer-
se, puede resistir a unos tipos de violencia, a la guerra, a mucha cosa que uno no
está de acuerdo. Por ejemplo, nosotros a lo que más le resistimos y la conciencia
que más estamos tratando de dar, es rescatar mucho nuestra parte negra, o sea, la
parte de la discriminación racial. Es a la parte a la que más le estamos dando fuer-
te en este momento. Porque, más que un color, somos una historia. Nosotros,
no solamente hay la esclavitud, también hay muchas cosas de los negros que se
desconocen, mucha historia, mucha cultura, nuestra misma música. Por ejemplo,
con respecto a la chirimía, la mayoría de la gente no sabe realmente cuál es la chiri-
mía, cuál es la música que se hace para el Pacífico, que realmente es la que hacemos
los negros de allá del Pacífico, que hace parte de nuestra cultura, otras costumbres,
otras experiencias, otras bebidas.77

A manera de epílogo
Las ideas que expresan los pobladores de la Comuna 13, a partir de su
propia experiencia, por una parte confirman planteamientos expuestos por
los teóricos del tema, pero al mismo tiempo dejan interrogantes que invitan
a profundizar en aspectos que aún siguen siendo problemáticos, como:

76 Ibíd.
77 Ibíd.

253
dinámicas de guerra y construcción de paz

— En lo conceptual, se requiere ahondar más la identidad y diferencia


entre las categorías paz, seguridad y tranquilidad. En lo pragmático, la idea
de “paz integral” o “paz total”, como sinónimo de “paz positiva”, por su
carácter tan amplio y omnicomprensivo, corre el riesgo de relegarse al
terreno de las utopías irrealizables, pues, para lograrla, se demanda un
cambio estructural de tal grado que se hace imposible alcanzarla en el
marco de la actual sociedad, haciendo que lo “perfecto mate lo bueno”,
ya que se traduce en una consigna que desmoviliza, al promover el es-
cepticismo, como lo prueban las expresiones de jóvenes acerca de que la
paz es algo inexistente: “Para mi la paz es una lápida verde; de resto no
hay paz, eso es antinatural”. “Yo creo que la única Paz es la de Bolivia;
de resto, nada más”.78
Desde la perspectiva anotada, puede ser más productivo y de utilidad
pragmática, conceptos como el de la paz imperfecta, en la que se reconoce
la paz como un fenómeno humano, es decir, como un proceso perma-
nentemente inacabado, en el cual, sin renunciar a la lucha por la paz, de
antemano se aceptan las contingencias de ésta y se promueve avanzar
hacia la conquista de los objetivos posibles, sin renunciar a los deseables
que, en todo caso, siguen siendo un derrotero que guía el camino. El
profesor Francisco Muñoz define la paz imperfecta como:
Todas aquellas situaciones en las que conseguimos el máximo de paz posible
de acuerdo con las condiciones sociales y personales de partida. En este sen-
tido podríamos agrupar bajo la denominación de paz imperfecta todas estas
experiencias y espacios en los que los conflictos se regulan pacíficamente, es
decir en los que las personas y/o grupos humanos optan por facilitar la satisfac-
ción de las necesidades de los otros. La llamamos imperfecta porque, a pesar
de gestionarse pacíficamente las controversias, convive con los conflictos y
algunas formas de violencia.
La imperfección nos acerca a lo más humano de nosotros mismos, ya que
en nosotros conviven emociones y cultura, deseos y voluntades, egoísmo y
filantropía, aspectos positivos y negativos, aciertos y errores, etc. También,
nos permite reconocernos a las personas como actores siempre inmersos en
procesos dinámicos e inacabados, ligados a la incertidumbre de la complejidad
del universo. Todas estas circunstancias nos humanizan, porque nos hacen a
la vez libres y dependientes de todo aquello con lo que tenemos que convivir
inexorablemente: los demás, la naturaleza y el cosmos. En consecuencia se nos

78 Entrevista grupal 4, jóvenes hombres, 2 de junio de 2005.

254
Iniciativas de paz y otras respuestas sociales

abren inmensas posibilidades reales —en cuanto que basadas en la realidad


que vivimos— de pensamiento y acción.79

— Por otro lado, y debido a que el componente subjetivo es algo que se ha


tomado en cuenta en esta investigación, debe anotarse que una vez in-
tervenidos los factores causales arriba nombrados, queda faltando tratar
las situaciones subjetivas, como la envidia, la rivalidad, los celos, el odio,
la segregación de la persona diferente y el narcisismo de las pequeñas
diferencias, las cuales, por inscribirse en la estructura misma de toda
agrupación social, nunca dejarán de ser un obstáculo vivo para avanzar en
un proceso de paz. Estos factores pasionales también son estructurales,
pues al estar siempre vigentes en la vida de las colectividades, perturban la
concordia, el buen entendimiento y el fortalecimiento del trabajo comu-
nitario. Además, si bien por sí solos no conducen a una guerra por la vía
armada, sí encuentran, en ésta, un ambiente propicio para exacerbarse.
Las personas usan la palabra “paz” sin que implique necesariamente
asociación con la guerra. Se encuentra, en los relatos, multiplicidad
de definiciones que tienen, sin embargo, como elemento común, un
estado homeostático de baja tensión y equilibrio, que si bien se anhela
cuando se viene de gran estrés e inquietud, se detesta cuando se vuelve
la manera cotidiana de vivir, porque se empieza a asociar con monoto-
nía, aburrimiento, falta de “adrenalina” y “pimienta”. La baja tensión
corresponde a un estado de placer, que se disfruta sólo mientras se ex-
perimente como contraste, pues si llegara a volverse eterno, se volvería
tan insoportable como la tensión. Desde esta lógica, una “paz total” o
“perpetua” podría llegar a rechazarse tanto como la guerra.
En la Comuna 13, guerra y paz van unidas y han estado presentes
simultáneamente, desde la conformación de los barrios epicentro del
conflicto, aunque existen momentos en que predomina una sobre la
otra. Consecuencia de esa estrecha relación entre paz y guerra es el
inevitable riesgo de represalia para aquellas personas y organizaciones
que se han atrevido a realizar iniciativas de paz en medio del fragor de
la contienda bélica.

79 Francisco Adolfo Muñoz Muñoz, “Paz imperfecta”, en: Mario López Martínez, dir., et al.,
Enciclopedia de paz y conflictos: L-Z, Granada, Universidad de Granada, 2004, tomo 2, p. 900.

255
Conclusiones
y recomendaciones

En este lugar se recogen, sintéticamente, la reflexión y el análisis interdisci-


plinario del equipo de investigación, sobre el significado de las confronta-
ciones bélicas en la Comuna 13, y de las múltiples respuestas sociales que,
como acciones colectivas o iniciativas de paz, han desplegado sus habitantes.
Se pretende establecer, así, la interpretación y el análisis de los factores
explicativos del desenvolvimiento de los acontecimientos, examinándolos
desde el punto de vista social y político, y desde la dimensión subjetiva.
¿Por qué han tenido asidero los conflictos violentos en la Comuna 13?
La existencia del conflicto armado nacional tiene incidencia sobre la
violencia armada en las ciudades, con la proliferación de numerosas ofertas
ilegales y violentas: narcotráfico, bandas delincuenciales armadas, organi-
zaciones guerrilleras insurgentes, y una fuerza pública cuestionada por su
irrespeto a los derechos humanos y su poco deslinde con los actores ilegales.
Sin embargo, la comprensión de una confrontación de la magnitud que se
evidenció en este sector de Medellín, sólo es posible con el análisis de sus
características específicas. La puesta en escena del transcurrir del conflicto
armado a partir de la percepción de los pobladores que lo vivieron, permitió,
al equipo de investigación, avanzar en el entendimiento de su dinámica.
El conjunto de situaciones descritas y analizadas a lo largo de este estudio
revela la existencia no sólo de factores que se transforman en el tiempo, sino
también que permanecen y pueden considerarse de carácter estructural.
Estos últimos son los encargados de propiciar la configuración de ciclos de
violencia repetitivos en los distintos momentos de la historia del conflicto
allí acaecido. Cambian los nombres de los protagonistas, pero sus prácticas
se mantienen, dejando profundas marcas en la cultura y en las relaciones de
convivencia de sus pobladores.

259
dinámicas de guerra y construcción de paz

En el conflicto de la Comuna 13 se precisaron tres elementos que re-


tornan bajo la forma de un ciclo que se reanuda: exceso, instalación de
un actor armado que lo resuelve y hegemonía de dicho actor; luego, hay
surgimiento de nuevos excesos y establecimiento de un nuevo actor.
No obstante la diversidad de percepciones encontradas en la población
sobre el conflicto, uno de los elementos que explica la repetición del ciclo
de violencia es el eje seguridad / inseguridad. En la búsqueda de seguridad
se entretejen, paradójicamente, posiciones que animan la violencia; por
ejemplo, legitimar a un actor armado capaz de implantar un orden con
carácter hegemónico, así no respete las libertades democráticas.
De lo anterior se deduce que, cuando se otorga legitimidad a un “soberano
salvador”, ya sean milicias, paramilitares, o fuerzas armadas, ello no se da
por tradición, legalidad o carisma, sino por la satisfacción de una necesidad
que se volvió imperativa: la seguridad en sus dos dimensiones, como estado
subjetivo y como protección frente al riesgo real o potencial de perder un
bien.
La investigación reveló, sin embargo, que la seguridad establecida por el
actor armado suele ser frágil, transitoria y restringida, porque cuando el terri-
torio pasa a ser objeto de disputa con otro actor armado y el grupo hegemónico
pierde poder y su soberanía queda en vilo, se generaliza el desorden, y la
vida cotidiana de nuevo se perturba.
La disputa de soberanías tiene como efecto que se pase del umbral de los
enfrentamientos esporádicos a la guerra —combates directos, lucha palmo
a palmo en las calles, muertos, desaparecidos y desplazados de ambos
sexos—. La consecuencia inmediata es la inseguridad, porque de nuevo la
integridad de la población corre peligro y se espera que alguno de los bandos
salga triunfante para retornar a la tranquilidad. Por ello, se reivindica como
positiva la existencia de un soberano que ponga fin a los enfrentamientos y
la población se ve forzada a situarse al lado del vencedor.
Un factor que posibilitó un sentimiento de “seguridad” en la población,
fue la configuración de un “orden”, por ejemplo, el miliciano, mediante
el establecimiento de una normatividad social y familiar, la intervención
en conflictos vecinales y domésticos, y la consecuente “administración de
justicia”. Sin embargo, este proceder, además de conducir a la suplantación
de las figuras de autoridad estatal, social y familiar, implanta un modo de
relación con el “otro”, basado en el uso indiscriminado de la fuerza.

260
Conclusiones y recomendaciones

Una de las consecuencias del establecimiento de un orden punitivo


fundado en el capricho del soberano del momento, es el despojo de su con-
dición de persona a quien contradice, disiente, es diferente o sospechosa.
Como este modo de proceder también genera inseguridad, constituye una
vía de deslegitimación del actor armado al que se le había conferido poder.
De acuerdo con la lógica descrita, los considerados en un instante como
“salvadores”, se corrompen hasta pasar en otro momento a la categoría de
“villanos”. Esta transformación le revela retroactivamente, a los pobladores,
que el cambio de un amo-soberano por otro, en lugar de asegurar la libertad,
un orden equitativo y la seguridad, más bien conduce a la reproducción de
las mismas condiciones de violencia, crueldad, inhumanidad, insensatez,
ley caprichosa e injusta.
Un aspecto que desde distintos sectores, incluidos los actores armados, es
invocado como explicación del conflicto, es lo que se denomina “la ausencia
del Estado”. El Otro-Estado del que se espera una presencia, se coloca ini-
cialmente en posición de sordo y luego de atacante. Sordo y atacante son dos
significantes que, desde el punto de vista subjetivo y social, deslegitiman al
Estado.
Cuando el Estado se toma militarmente la Comuna 13, la población expe-
rimenta sentimientos contradictorios y da cuenta de que el acontecimiento
quedó registrado psíquica y políticamente en dos sentidos: como un acto
en el cual se produjo el sacrificio de derechos de personas inocentes, y
también como algo que si bien fue cruel, se consideró “un mal necesario”.
No confrontar por igual a todos los actores armados que hacen presencia
en la Comuna es uno de los reproches que se le hace al Estado, pues se con-
sidera que no combate a los paramilitares y que, por el contrario, les permite
su empoderamiento en la comunidad.1 La confrontación del enemigo no
legitima al Estado para unir sus fuerzas con actores ilegales e igualmente
armados, que generan un daño semejante al que provocan aquellos que se
combaten. No se cuestiona que el Estado ejerza el monopolio de las armas
e imponga la ley; pero se espera que lo haga sin irrespetar los derechos de
la población.

1 En los comunicados oficiales, en las entrevistas a la prensa de diversos agentes del Estado,
se aduce que las Operaciones Mariscal y Orión tuvieron igualmente como objetivo a las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC); sin embargo, ninguna información oficial, generada
con motivo de dichos operativos, da cuenta de la aprehensión o captura de miembros de este
grupo y, mucho menos, de heridos o muertos en combate.

261
dinámicas de guerra y construcción de paz

Con respecto a la afirmación referida, emerge un dilema ético y político:


en una situación de guerra en la ciudad, ¿es posible ser eficaz en la acción
militar y, al mismo tiempo, respetar los derechos humanos y el derecho
internacional humanitario?
En lo que atañe ya no al papel de la acción militar en la dinámica del
conflicto, sino al de la población, se encontraron distintas formas de involu-
crarse: como víctima que, en un momento dado, no le fue dado responder
debido a su desvalimiento e impotencia, y como víctima que, por distintas
razones, respondió a requerimientos de los grupos armados.2
La estrategia recurrente de los grupos armados legales e ilegales es in-
volucrar a la población en diversos sentidos, por ejemplo, reclamando o
exigiendo apoyo logístico y buscando respaldo a sus acciones, o atacando
a aquellos sectores de la población considerados opositores o aliados del
bando contrario. Formas de los actores armados para involucrar a los ha-
bitantes en el conflicto son las estrategias de poblamiento, repoblamiento,
desplazamiento y emplazamiento.
Satisfacer la necesidad de seguridad es un imperativo que involucra a la
población en el conflicto. También contribuyen a involucrarse en el con-
flicto las transferencias de odio y amor, sentimientos de venganza contra
el vencido y, en el caso de algunos/as jóvenes, identificaciones diversas con el
actor armado y con las armas.
Otra manera de involucrarse en el conflicto es con aprobaciones, legiti-
maciones, intercambios, negociaciones, decisiones, omisiones, silencios y
contradicciones frente a los diferentes grupos armados. Esto alienta la es-
tigmatización de la población y genera impedimentos para la construcción
de sociedad civil. Por ello, aun cuando el Estado logre la derrota militar de
los grupos armados al margen de la ley, su intervención no finaliza, porque
continúa un proceso de larga duración tendiente a transformar las marcas
sociales y psíquicas dejadas por la guerra.
Las implicaciones, para la población, de esa maraña de relaciones con
los grupos armados, son funestas. Esto se debe a la estrategia, adelantada
por milicias y paramilitares, de controlar el territorio, con el fin de llegar
a ser hegemónicos y establecer un orden alterno, lo cual implica dominar

2 Alguien que sea colocado por Otro más fuerte en una posición de sometimiento, se le puede
considerar víctima de… Pero, mientras en adelante su cuerpo no quede inmovilizado y tenga
posibilidad, así sea de manera mínima, de decidir sobre su existencia, será responsable al menos
de su condición de sujeto, porque de esta responsabilidad no está exonerado un ser humano.

262
Conclusiones y recomendaciones

espacios, trayectos, límites barriales y ejercer un control sobre la vida so-


cial y política. Pero estas implicaciones son mayores cuando unos actores
armados pierden la hegemonía y otros entran a combatirlos a ellos y a
su “base social” real o supuesta. En este momento lógico del conflicto es
cuando la población se torna ampliamente vulnerable, no sólo a causa de
los enfrentamientos y las balas cruzadas, sino también porque se convierte
en sospechosa o blanco de los ataques de la fuerza militar que pasa a ser do-
minante y se entra en una lógica mortífera de la confianza-desconfianza.
En el tiempo de intensificación del conflicto se debilita el tejido social,
debido a la sospecha generalizada y a la pérdida de confianzas, el encierro,
el miedo, todo lo cual obliga, a los habitantes, a vivir con prevención y
precaución, a ser reservados y a tener cautela a la hora de hablar u obrar.
En lo que concierne al efecto de la intensificación del conflicto en las
organizaciones comunitarias, puede hablarse de afección en el despliegue
de las libertades de expresión y movilización. Paradójicamente, también
ampliaron su participación en el diseño de planes de desarrollo, en la inter-
locución con el Estado y en la conformación de redes. Este fortalecimiento
se da como una manera de responder al conflicto mediante el desarrollo de
iniciativas para superar los factores que lo alientan, pero también recogien-
do experiencias que se venían gestando de tiempo atrás.
El desplazamiento es otra forma de afectación de la población, por la
guerra. Este significante remite a la pérdida de las riendas de la propia vida;
desaparece la morada, el entorno, los vínculos sociales y afectivos por un
tiempo; se fragmenta la familia, se alteran los hábitos y la tradición, y se
cuestionan las certezas que puedan haberse conquistado con relación al
presente y el porvenir.
Las pérdidas evocadas no sólo son materiales, sino también simbólicas e
imaginarias, las cuales deben ser consideradas por igual en un proceso de
verdad, justicia y reparación. La discusión sobre este aspecto deberá tener
en cuenta cuestiones como aquello que, por ejemplo, Martin Heidegger
denomina los tres existenciales constitutivos del ser humano:
El encontrarse (caer en la cuenta de ser en un lugar o tiempo determinados), el
comprenderse (hacerse cargo de la propia situación) y el hablar (tener la capaci-
dad de manifestar-se).3

3 Citado en: Beatriz Restrepo, “Antropología del desplazado”, El Colombiano, Suplemento Literario
dominical, Medellín, domingo 25 de enero, 1998, pp. 10-12.

263
dinámicas de guerra y construcción de paz

La recuperación de un conjunto de experiencias acumuladas en los dis-


tintos momentos del conflicto ha moldeado lo procesos identitarios de los
habitantes de la Comuna 13, fortaleciendo un nosotros que trasciende el
sentido de pertenencia a un barrio, para sentirse parte de una comuna y de
la ciudad de Medellín. Los recursos humanos y sociales que poseen estos
barrios para luchar contra la estigmatización, apostarle a la vida y seguir
luchando por el desarrollo económico, social y político de sus habitantes,
se ponen a prueba día a día por las huellas de la guerra, por la zozobra y la
conciencia de que los factores que favorecieron la presencia del conflicto
armado en la zona aún continúan. Pero también emerge, consecutivamente,
la capacidad organizativa, propositiva y los liderazgos alcanzados.
El impacto dejado por la guerra se evidencia en dos narrativas, de las
cuales la vivencial —aquella que habla desde las emociones y los sentimien-
tos— es la más generalizada y adquiere mayor peso que la narrativa ubicada
en una perspectiva de explicación socio-política del conflicto. Esta situación
pone de presente la importancia que reviste el trabajo de recuperación de la
memoria histórica, pero, al mismo tiempo, lo difícil que ello resulta, dado
que aún no se está en condiciones de posconflicto, lo que dificulta a los
pobladores tomar distancia frente a su pasado, pues éste se hace presente
por la amenaza, real o latente, del resurgimiento de acciones armadas en los
barrios.
Durante este conflicto, los medios de comunicación contribuyeron a la
visibilización de la Comuna 13, debido a la incidencia de los mensajes emi-
tidos sobre la realidad del sector. Sin embargo, los testimonios dan cuenta
de la existencia de miradas discordantes, porque algunas de las personas
entrevistadas —caso de líderes y lideresas comunitarios/as— cuestionan
los tratamientos informativos que, según ellos/as, desmentían lo que en
realidad sucedía en la comuna y, por ende, se constituía en un factor de
desprestigio para este sector de la ciudad. Otros testimonios, en cambio,
destacan el papel edificante desempeñado por tales medios de comunica-
ción, con su labor de denuncia sobre los abusos de los grupos paramilitares
e incluso de ciertas connivencias de éstos con sectores de la fuerza pública
allí asentada, versión que fue fundamentada en declaraciones de ciudada-
nos/as residentes en la comuna, víctimas o testigos/as de dichos atropellos.
El otro componente comunicativo de este proceso lo constituyen las
respuestas dadas por la misma población —en particular por las organi-
zaciones juveniles— al generar sus propios productos informativos y

264
Conclusiones y recomendaciones

tratar de contrarrestar las versiones restringidas que sobre la Comuna 13


presentaban algunos medios masivos. Si bien desde el deber ser se entrega a
los medios de comunicación la responsabilidad de tender puentes para dar
a conocer los conflictos existentes en la sociedad, y para aportar en su tra-
tamiento, es fundamental la tarea adelantada por las propias comunidades
con la creación de sus propios medios y, a través de ellos, la contribución
que hacen a la constitución y la consolidación de una sociedad civil en la
comuna, y el impacto desde allí sobre toda la ciudad.
En cuanto a la guerra y la paz, ellas se alternan en todo conflicto. Los
ritmos no son lineales; por el contrario, se producen desarrollos que, de
acuerdo con el factor predominante (paz o guerra), siempre tendrán la
puerta abierta para la sorpresa, que no es otra cosa que la manifestación
primaria del otro factor —guerra o paz, según el caso.
Actuar en pro de la guerra con discursos de paz, o intervenir a favor de
la paz desde la fuerza y el ejercicio de las armas, son alternativas emplea-
das por los actores según sus intereses y conveniencias. Las estrategias
adoptadas por quienes dirigen uno u otro bando, en el curso del conflicto,
dependían, en buena medida, de su análisis de los diferentes contextos y de
la correlación de las fuerzas existentes.
En las confrontaciones bélicas analizadas se develó que los ritmos de la
paz y de la guerra estaban fijados no sólo por grandes motivos políticos,
sino también por factores subjetivos —odios, rivalidades, rumores—, que
siendo micromotivos, en ciertas circunstancias pueden llegar a adquirir y
a desempeñar grandes desenlaces, con papel significativo en el rumbo del
conflicto armado.
En todo conflicto se expresan relaciones de poder, particularmente en
la implementación de estrategias de guerra y paz. Desde el punto de vista
político, el poder, en su expresión de dominación, le da sentido a las lu-
chas, las acciones y los sacrificios que se despliegan desde cualquiera de
los bandos y en cualquier contexto espacio-temporal. Pero el poder enten-
dido como consenso, surge allí donde las personas se juntan y actúan de
manera concertada, buscando lograr la necesaria legitimidad. La violencia,
por el contrario, como lo señala Hanna Arendt, aparece allí donde el poder
está en peligro, y al confiarse a su propio impulso termina por hacer des-
aparecer el poder mismo.4

4 Hanna Arendt, La crisis de la República, Madrid, Taurus, 1973, pp. 155-156.

265
dinámicas de guerra y construcción de paz

Para reivindicar en público este anhelo colectivo de paz, o al menos de


suspensión de la batalla, no siempre se requiere acudir a la palabra “paz”,
como lo manifestaron sectores sociales de la Comuna 13 que agitaron
sábanas blancas, o la marcha de las Mujeres de Negro. De esta manera se
expresa la dimensión simbólica presente en tales iniciativas.
Los relatos de los habitantes develan que, varios años después de la
Operación Orión, se mantienen sus anhelos de tranquilidad, sus deseos de
mejorar material y culturalmente sus barrios, aunque, al mismo tiempo,
son conscientes de los obstáculos que enfrentan por la pervivencia de acto-
res ilegales de diverso tipo y el conflicto armado nacional aún no resuelto.
La animada participación de los pobladores, mediante sus organizaciones
sociales, en múltiples proyectos e iniciativas de desarrollo, dan buena cuen-
ta de esa búsqueda de “paz integral” que tanto reclaman.
Por otra parte, esta investigación mostró que no es banal tener en cuenta
la función concreta que cumple en la guerra lo que aquí se denomina el
principio de utilidad directa o inmediata, cuya presencia y eficacia no siempre
obedece a un cálculo consciente, sino también a un cálculo inconsciente,5
el cual se apoya en una tensión entre el bien tangible a obtener y el mal
silencioso a provocar. En quienes deciden inscribirse en el beneficio de
la utilidad inmediata, se introduce una ambigüedad ética, que consiste en
tolerar o propiciar actos como la “limpieza social” de los delincuentes co-
munes que formaron las primeras bandas, o los escarnios a partir de palizas
sobre hombres maltratadores, mujeres infieles e “hijos/as descarriados/as”.
Pero el desengaño que produce la guerra induce, en algunas personas, a
interrogar el comportamiento asumido en el pasado, a extraer lecciones de
su papel en el conflicto y a valorar una posición que consiste en enfrentar
las dificultades, sin hacerlo de manera violenta. Este movimiento subjetivo
se verifica en quienes asumen una actitud destinada a no aceptar ninguna
invitación a justificar la re-creación de condiciones que favorezcan la repe-
tición del conflicto.

5 Por cálculo inconsciente entiéndase algo semejante a lo que le sucede a Edipo en la tragedia griega.
Entre más esfuerzo hace para escapar a la maldición de los dioses, más se acerca a su destino
trágico: matar al padre y realizar el incesto con la madre. Algo semejante es lo que se verifica en
la repetición trágica del ciclo de violencia: al mismo tiempo que racionalmente se dice no querer la
violencia, la garantía de no repetir se queda en suspenso, porque algo silencioso parece insistir
para que retorne. Es como si, con respecto al conflicto armado, un destino trágico insistiera, no
bajo la forma de un desventurado azar, sino como si se tratara de un cálculo pulsional incons-
ciente, que si bien en distintos casos no es subjetivado racionalmente como existente, se verifica
por sus efectos.

266
Conclusiones y recomendaciones

En lo que atañe a la situación política, económica y social de la Comuna 13,


por lo menos hasta la fecha en que llega esta investigación, puede decirse que
los recursos subjetivos y sociales que posee para lograr una “dialectización
histórica y semántica de los eventos”,6 de manera que no se queden como
traumas sin elaborar, se ponen a prueba día a día por las huellas de la guerra,
por la zozobra y el reconocimiento de que los factores que favorecieron la
presencia del conflicto armado en la zona continúan.
Después de cada suceso que deja en la población el sentimiento de au-
sencia del Estado, desidia o impotencia, se encienden las alarmas; entonces,
retorna, en aquella, el miedo y la sensación de estar amenazada. Es por esta
razón que, después de la Operación Orión, la comunidad lee el atraco, el
homicidio, la extorsión, el posible reclutamiento de jóvenes y el despla-
zamiento forzado como signos de lo que no quiere volver a padecer. Se
alberga temor de experimentar, de nuevo, la angustia relacionada con el
desamparo, la segregación y la amenaza.
Para terminar, han de formularse algunos elementos de reflexión que
pueden tenerse en cuenta como recomendaciones, pero sin olvidar que se
basan estrictamente en la pregunta de esta investigación y en los resultados
de la indagación realizada.
1. La formulación de un saber lo más cercano posible a la realidad de la cual
se trate exige, de la persona que investiga, una lectura superior a la que se
hace cuando se quiere cumplir con un informe burocrático de activi-
dades, elaborar un diagnóstico a partir de la aplicación de encuestas o
realizar una denuncia. Para quien investiga, la metodología de estudio
de aspectos cualitativos de la guerra como los referidos, demuestra
la importancia de un abordaje que pase de la descripción estadística
a la comprensión analítica del fenómeno. Además, es indispensable
preguntarse, no dar nada por sabido, volver sobre lo menos evidente,
hacer relaciones, entrecruzamientos, combinar narrativas, discutir con
colegas de diferentes disciplinas, exponerse en distintos escenarios una
y otra vez, escuchar las críticas de manera reflexiva.
2. Las acciones estatales o de iniciativa privada encaminadas a transformar la
situación de los barrios de la Comuna 13, deberán ser consecuentes con
el diagnóstico sobre la problemática, no sólo actual, sino también estruc-
tural, de ésta. En este orden de ideas, desde el ámbito socio-económico,

6 Jaques-Alain Miller et. al., Estructura, historia y desarrollo, Bogotá, Gelbo, 1999, p. 69.

267
dinámicas de guerra y construcción de paz

se requiere un trabajo orientado a remover factores históricos que han


propiciado una trayectoria de inequidad y exclusión social. Además, es
deseable una disposición política destinada a apoyar las diversas accio-
nes colectivas, de solidaridad, y las expresiones artísticas y culturales
de los habitantes de la comuna.
3. La legitimidad del Estado y el fortalecimiento de la cultura ciudadana
en un contexto de conflicto sólo se logran a condición de trascender los
niveles tradicionales de la interacción entre la comunidad y el Estado.
Tradicionalmente, la comunidad se queja y el Estado está obligado a
proveer. Pero si se tiene la decisión política de idear mecanismos que
permitan el fortalecimiento de una democracia participativa, la forma
inicial de relación se puede superar y, en su lugar, se localizaría la discu-
sión, el intercambio y la negociación equitativa.
4. La Administración Municipal debe tener en cuenta que a mayor legi-
timación del Estado social de derecho, más fuerte es la demanda de su
presencia cuando se percibe algún exceso. El pánico crece si el Estado es
llamado y no responde. Conformarse con aumentar el pie de fuerza o
con mostrar estadísticas que apuntan a una disminución de homicidios
y actos violentos después de la Operación Orión, no hace desaparecer el
miedo, porque este sentimiento necesita de una presencia que tranqui-
lice. Si antes se sabía que “eso se prendía en cualquier momento”, ahora
hay temor de que “las cosas de nuevo se vuelvan a dañar”, o “que esto
de pronto se prenda otra vez”.
Si bien, como lo expresó uno de los líderes,7 la seguridad no se re-
suelve con más policías, es necesario reiterar que la que haga presencia
en la zona deberá estar formada para asumir una posición comunitaria
libre de sospecha, más que entrenada física y mentalmente para destruir
al enemigo posible. Esta policía debe ser la encargada de representar
una actitud preventiva de los comportamientos violentos y de facilitar el
movimiento dinámico de las comunidades y las organizaciones barriales.
5. Las posibilidades para que el intercambio entre la comunidad y el
Estado permita una mayor gobernabilidad, sobre todo cuando el mismo
se produce luego de un período de confrontación armada, dependen
de la capacidad de las organizaciones comunitarias para sobreponerse a
persecuciones y señalamientos por parte de los actores armados, como

7 Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.

268
Conclusiones y recomendaciones

también de la voluntad del régimen político para rectificar su percepción


sobre la población y su papel dentro del conflicto bélico.
6. La vinculación participativa de la comunidad puede ser fortalecida,
teniendo en cuenta:
— El contexto histórico específico de la comuna, con sus falencias, la
deuda social del Estado, los desarrollos organizativos, sus aciertos y
potencialidades.
— Orientarse hacia una recuperación crítica de la memoria histórica.
— Una formación continua, destinada a subjetivar en qué consiste
ser ciudadano/a y cómo, desde su condición particular, estaría en
condiciones de asumir, en sus actos, una posición democrática.
— Continuar con la creación y el mejoramiento del espacio público,
de manera que los habitantes lo adopten y lo defiendan como una
zona de circulación, de encuentro, de recreación, y no de combate,
insulto y violencia.
7. Es deseable que las políticas y las acciones adelantadas en la comuna
partan de una lectura juiciosa, no sólo de lo que el funcionario necesita
para contabilizar y evidenciar su eficiencia, sino de las demandas con
las cuales la población se muestra dispuesta a comprometerse. Propiciar
un ambiente de participación en el barrio y en el conjunto de la ciudad
ha de permitir que los sujetos se reconozcan como ciudadanos que
promueven y aprenden, de sus congéneres en la diversidad, sus valores
materiales, sociales y culturales.
8. Que los medios masivos de comunicación se comprometan en ayudar
a superar el estigma que ha afectado a los habitantes de la comuna,
difundiendo noticias en las que se destaquen las iniciativas económicas,
sociales y culturales —incluidas las comunicativas— que han venido
desplegando sus habitantes. Sería ésta una manera de lograr que su fun-
ción no sea vivida de manera tan ingrata por los pobladores, tal como
ocurría hasta el momento en que se hicieron las entrevistas.
9. Con respecto a la intervención psico-social, se debe tener en cuenta
que las conquistas realizadas hasta ahora, en materia de implantación de
las instituciones del Estado en la Comuna 13, deben ser aprovechadas
para crear estrategias destinadas a un trabajo que cuente con la subjeti-
vidad. Es deseable que dichas estrategias no sean demasiado masivas y
estandarizadas, pues este proceder, por ser el de “para todos por igual”,
si bien permite ahorrar costos, también elimina las especificidades que

269
dinámicas de guerra y construcción de paz

esas comunidades han ido construyendo después de muchos años de


sufrimiento.
10. Los hallazgos de esta investigación pueden ser de utilidad para la ad-
ministración pública, en lo que atañe a la intervención psico-social que
se pretenda adelantar en la Comuna 13. Pero en lugar de emplear a
este respecto técnicas masivas de intervención, como los protocolos, las
evaluaciones y el fanatismo de la medida, habría que reconocer a las co-
munidades en lo que ha sido su historia y sus rasgos diferenciales. Para
acceder a la riqueza que hay en la palabra de la persona protagonista de
una situación tan dolorosa como la guerra y el desplazamiento forzado,
es indispensable asumir una actitud de escucha sin prejuicios y evitar
anticipar un saber preestablecido, el cual no deja lugar a la sorpresa,
porque todo queda presupuestado de antemano.
11. Se constata la existencia de víctimas del conflicto armado en la Comuna
13 y en otros lugares de Colombia, en donde se han constituido mo-
vimientos de víctimas que reclaman su derecho a la verdad, la justicia
y la reparación, con respaldo jurídico y con importantes proyecciones
nacionales e internacionales, lo cual es perfectamente legítimo desde la
dimensión socio-política. Sin embargo, desde la perspectiva de la sub-
jetividad, se llama la atención sobre lo inconveniente que es reforzar, en
la comunidad, la victimización, pues este proceso deja a los sujetos sin
responsabilidad histórica. Desde la condición de sujeto, al victimizar al
ser humano, se le retira la posibilidad de convertirse en ciudadano de
pleno derecho. “Pleno derecho” quiere decir que se le reconoce capacidad
de responder en la reinscripción de su pasado, de actuar transformando
su presente y de incidir sobre la construcción de su devenir.
12. Para transformar la posición de víctima en una posición ciudadana, es
importante tomar en cuenta aquellos liderazgos que se proyectan en la
esfera de lo público y cuentan con aspiraciones políticas que traspasan
las fronteras invisibles de sus barrios. Para facilitar este movimiento, es
fundamental que el Estado se proponga neutralizar los poderes armados
que rondan la cotidianidad de quienes son considerados/as víctimas,
pues, de lo contrario, la construcción ciudadana pacífica y democrática
no dejará de encontrar obstáculos.

270
Conclusiones y recomendaciones

13. En un proceso de reparación a las víctimas se debe tener en cuenta los tres
existenciales de Heidegger ya mencionados, pues ello permitirá sentar
algunas de las bases necesarias, aunque no suficientes, para avanzar en
un proceso de construcción de paz que considere la dignidad humana
de quienes han sido afectados/as por el conflicto armado. Este proceso
es complejo, dado que, desde el punto de vista de la subjetividad, el ser
humano se conduce inscribiéndose en una condición contradictoria:
entre la guerra y la paz. Con la misma facilidad con que decide hacer la
guerra —o apoyarla con su actitud pasiva o activa—, pasa a declararse
un confeso promotor de la paz.
14. Si se acepta que la violencia y los órdenes autoritarios han tenido gran
incidencia en la producción de una mentalidad violenta en la nueva
generación, entonces hay que responder con un deseo decidido de tra-
bajar en la construcción de nuevas concepciones y prácticas dirigidas a
desestimular los métodos violentos, como manera privilegiada de tratar
las diferencias. Un trabajo de recuperación de la memoria sobre el con-
flicto armado, que permita integrarlo en los relatos sobre la historia de
la comuna, de los barrios, de las organizaciones, las familias y aun de los
sujetos, ha de ser más contundente, desde el punto de vista psíquico y
político, que el ideal del perdón y olvido. Si olvidar equivale a reprimir, lo
reprimido retorna a nuestro pesar. En un contexto de conflicto violento
no resuelto, el olvido no impide que el retorno de algún suceso también
violento, por un lado, reviva el fantasma del pasado cruel y, por otro, cause
desarrollo de angustia, porque se trata de algo que, al menos racionalmen-
te, no se quisiera volver a vivir. Cuando se trata de eventos que no han
recibido su sentido, el camino del olvido no es el mejor, porque con éste
no se supera el temor expectante de una posible repetición de lo vivido,
ni se sabe porqué la guerra entró a hacer parte de una historia vivida sin
comprender. El olvido impide la elaboración del pasado de modo tal que
pueda integrarse en la historia individual, familiar, barrial y comunitaria.
Con el propósito de no olvidar, se realizó la investigación sobre la
Comuna 13 y la publicación de este libro. Es un aporte para avanzar hacia
la recuperación de la memoria de los hechos más significativos y de la com-
prensión del sentido del conflicto armado allí vivido.

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Entrevistas a profundidad
Entrevista a profundidad 1, mujer adulta, 18 de julio de 2005.
Entrevista a profundidad 2, mujer adulta, 14 de septiembre de 2005.
Entrevista a profundidad 3, mujer adulta, 3 de noviembre de 2005.
Entrevista a profundidad 4, mujer adulta, 10 de diciembre de 2005.
Entrevista a profundidad 5, mujer adulta, 9 de febrero de 2005.

281
dinámicas de guerra y construcción de paz

Entrevista a profundidad 6, mujer adulta, 8 de febrero de 2006 y 14 de febrero de 2006.


Entrevista a profundidad 7, hombre adulto, 22 de septiembre de 2005.
Entrevista a profundidad 8, hombre adulto, 28 de noviembre de 2005.
Entrevista a profundidad 9, hombre adulto, 20 de febrero de 2006.
Entrevista a profundidad 10, hombre adulto, 5 de mayo de 2006.
Entrevista a profundidad 11, mujer joven, 24 de agosto de 2005.
Entrevista a profundidad 12, hombre joven, 14 de septiembre de 2005.
Entrevista a profundidad 13, mujer joven, 14 de septiembre de 2005.
Entrevista a profundidad 14, mujer joven, 5 de octubre de 2005.
Entrevista a profundidad 15, mujer joven, 5 de mayo de 2006.
Entrevista a profundidad 16, hombre líder, 24 de septiembre de 2003.
Entrevista a profundidad 17, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
Entrevista a profundidad 18, mujer lideresa, 9 de junio de 2004.
Entrevista a profundidad 19, hombre líder, 11 de agosto de 2005.
Entrevista a profundidad 20, hombre líder, 18 de agosto de 2005
Entrevista a profundidad 21, líder hombre, 20 y 24 de agosto de 2005.
Entrevista a profundidad 22, hombre líder, 10 de octubre de 2005
Entrevista a profundidad 23, mujer lideresa, 28 de enero de 2006.
Entrevista a profundidad 24, hombre líder, 19 de octubre de 2006.
Entrevista a profundidad 25, mujer desplazada, 18 de agosto y 1.º de septiembre de 2005.
Entrevista a profundidad 26, hombre desplazado, 22 de marzo de 2006
Entrevista a profundidad 27, hombre desplazado, 15 de febrero de 2006.
Entrevista a profundidad 28, mujer adulta, 15 de noviembre de 2006.
Entrevista a profundidad 29, hombre adulto, 2 de diciembre de 2006.
Entrevista a profundidad 30, mujer adulta, 18 de abril de 2004.
Entrevista a profundidad 31, mujer adulta, 29 de abril de 2004.
Entrevista a profundidad 32 mujer adulta, 12 de abril de 2004.
Entrevista a profundidad 33, funcionario de la Unidad de Derechos Humanos de la Personería
de Medellín, 19 de octubre de 2006.

Entrevistas grupales
Entrevista grupal 1, mujeres adultas, 20 de abril de 2005.
Entrevista grupal 2, mujeres jóvenes, 12 de mayo de 2005
Entrevista grupal 3, hombres adultos, 27 de mayo de 2005.
Entrevista grupal 4, hombres jóvenes, 2 de junio de 2005.
Entrevista grupal 5, desplazados, 2 de junio de 2005.
Entrevista grupal 6, desplazados, 4 de junio de 2005
Entrevista grupal 7, hombres adultos, 17 de junio de 2005.
Entrevista grupal 8, líderes adultos, 5 de diciembre de 2006.
Entrevista grupal 9, líderes adultos, 30 de noviembre de 2006.
Entrevista grupal 10, hombres jóvenes, 24 de enero de 2006.

282
Anexo. Balance de los
estudios sobre el conflicto
armado en la Comuna 13

Desde el punto de vista cuantitativo, se halló abundante material in-


vestigativo, proveniente de autores y autoras individuales, colectivos e
institucionales, tanto del sector público como del privado.
Estos estudios han sido clasificados de la siguiente manera: trabajos de
pregrado (10), de maestría (1), artículos de revista (14), documentos elec-
trónicos (5), material audiovisual (8), libros (3), artículos de prensa (218),
incluyendo los informes de Amnistía Internacional (18).
Respecto a los trabajos de pregrado, proceden en su totalidad de la
Universidad de Antioquia, 1 de la Facultad de Comunicación y 9 de
la de Ciencias Sociales y Humanas: Departamentos de Psicología (4),
Sociología (3) y Trabajo Social (2). La delimitación temporal de estos
trabajos comprende, como años límites, entre 1940 y 2006, pero la mayoría
de los estudios conceden prioridad al período 2000-2003.
En cuanto a los artículos de revista relacionados con la Comuna 13, su
delimitación temporal abarca principalmente los años 2002-2003. La ma-
yor producción de artículos de revista la encabezan Semana (4) y Noche y
Niebla (4), seguidas de la Revista del Observatorio del Conflicto Urbano; Cambio;
Observar, informe de coyuntura social, y Signos Públicos, las cuales dedicaron al
tema un artículo cada una dentro del período 2000-2006. La mayoría de
estos trabajos se preocupa por determinar las causas del conflicto armado
urbano en la zona. Se destaca el trabajo del Centro de Investigación y
Educación Popular (Cinep), en el cual se analiza la funcionalidad territorial

285
dinámicas de guerra y construcción de paz

de la Comuna 13 en términos del modelo de ciudad y de desarrollo que se


ha venido impulsando desde los sectores de poder.1
Es importante resaltar el libro Comuna 13: crónica de una guerra urbana,
de Ricardo Aricapa, trabajo de reportería que muestra la cotidianidad de
los residentes en la Comuna 13 y los niveles de violencia alcanzados en el
conflicto, así como los informes de Amnistía Internacional (18), los cuales
denuncian la violación de los derechos humanos en el conflicto armado
urbano por parte de actores estatales, como de infracciones al derecho
internacional humanitario por grupos armados no estatales.
Varios periódicos nacionales y locales también se ocupan del tema: El
Tiempo, El Colombiano, El Mundo, La Metro, La Chiva y De la Urbe —adscrito
a la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia—. El
tema reiterado en los artículos (195 en total, entre los años 2000 y 2006)
fue la guerra en la Comuna 13; mensualmente se revela la publicación de
reportajes, noticias y crónicas sobre la comuna, pero el número de publi-
caciones se intensificó en los meses de octubre, noviembre y diciembre de
2002, así como en octubre de 2003.
Examinados los diversos trabajos desde una perspectiva cualitativa, se
encontró que del conjunto de estudios y publicaciones relacionados con el
tema emergen cinco ejes temáticos:
1. Los y las jóvenes como actores activos y pasivos del conflicto armando
urbano en la comuna.
2. Los efectos psíquicos y sociales de la guerra en la comuna.
3. Las causas del conflicto armado urbano.
4. La violación de derechos fundamentales por parte de actores armados,
tanto legales como ilegales.
5. El papel asumido por los medios de comunicación en el cubrimiento de
los hechos acaecidos en la Comuna 13.

1 En este documento se retoman análisis de organizaciones sociales y de derechos humanos de


Medellín, señalando que, para algunos, la Comuna 13 es estratégica para el desplazamiento
de combatientes hacia los frentes rurales y para el abastecimiento, y “eso pesa y eso cuenta,
pero hay una mirada que es la de fondo, y es la mirada de los modelos de desarrollo de esta
ciudad. Porque, por lo menos en las tres últimas administraciones municipales de Medellín, en
el presupuesto de inversiones de la ciudad se le ha dado gran prioridad al desarrollo paisajístico
y urbanístico, en detrimento del componente social, en una dinámica de inversión que, si bien
no ha dejado de lado la atención de problemas sociales y de servicios, sí ha dado paulatinamente
preponderancia a la atención de las obras favorables al proyecto estratégico de ciudad concebido
desde las élites”. Cinep & Justicia y Paz, “Banco de Datos de violencia política”, “Comuna 13, la
otra versión. Caso tipo No. 2”, Noche y Niebla, Bogotá, Cinep, p. 47.

286
Anexo. Balance de los estudios sobre el conflicto armado en la Comuna 13

De estos cinco ejes temáticos, hay dos que llaman la atención, por ser
los que guardan mayor relación con las preguntas de esta investigación:
los dedicados a explorar el asunto de los y las jóvenes dentro del conflicto
armado, y los que describen los efectos psico-sociales derivados de la con-
frontación armada.
En primer lugar, se devela que los y las jóvenes de la Comuna 13 represen-
tan la guerra y sus símbolos —territorio, actores ilegales, fuerza pública, ley,
administración de justicia, Estado, paz— de manera negativa. Atribuyen
la causa del conflicto a las disputas sobre el control territorial libradas por
actores armados ilegales y legales; sienten que el territorio no les ha perte-
necido, pues “ellos [los armados] son los dueños del barrio”,2 y dominan no
sólo el espacio público sino, incluso, el más próximo, el privado.
Frente a la percepción de la guerra y sus efectos, es recurrente hallar, en
las investigaciones analizadas, que las organizaciones o grupos juveniles
permiten a los y las jóvenes canalizar sus angustias, dado que los mismos
establecen canales de comunicación con otros y otras jóvenes que viven
las mismas experiencias frente al conflicto.3 Esto hace posible, en consecuen-
cia, que los y las jóvenes sean atraídos/as por el trabajo comunitario y social, en
un afán de resistir, cada vez más y de manera consciente, el conflicto armado
de su entorno, y de manifestar sus mensajes de rechazo a la violencia.
Además de los grupos juveniles, otras formas de asociación que repre-
sentan una ocupación estable, bien sea laboral, educativa, cultural o de-
portiva, permiten diferenciar a los y las jóvenes institucionalizados/as de
los/as no institucionalizados/as, en tanto estas organizaciones posibilitan

2 Sobre la guerra y sus símbolos, véase: Alexandra Gallo Tabares y Claudia Cristina Amariles
Mejía, “Cuerpos juveniles y territorios. Representaciones sociales del conflicto armado urbano
en jóvenes de la zona nororiental y la Comuna 13 de la ciudad de Medellín”, trabajo de gra-
do, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento de
Psicología, Medellín, 2004, p. 134.
3 Sobre los y las jóvenes, las organizaciones y grupos juveniles, y el conflicto armado, véase:
Katherine Higuita Alzate, “Joven y conflicto: motivaciones y potencialidades para resistir de una
manera no violenta al conflicto sociopolítico de su entorno”, trabajo de grado, Universidad de
Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento de Sociología, Medellín,
2005; Ángela María Álvarez Álvarez, “Espacios juveniles, encuentros en el tiempo. Caso
de los grupos juveniles en cinco barrios de la Comuna 13. Asociación Cristiana de Jóvenes
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y Humanas, Departamento de Sociología, Medellín, 2005; y Claudia Patricia Medina Jaramillo,
Sandra Bibiana Medina Jaramillo y Jorge Giovanny Vanegas Montoya, “Niveles de estrés
postraumático por los fenómenos de la violencia social en los jóvenes de la Comuna 13 de la
ciudad de Medellín”, trabajo de grado, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales
y Humanas, Departamento de Psicología, Medellín, 2006.

287
dinámicas de guerra y construcción de paz

la inclusión de ejes de desarrollo individual y colectivo tan importantes,


que les permiten mayor adaptabilidad a los problemas sociales.
En cuanto a los efectos psico-sociales, se encontraron dos dimensiones:
una correspondiente al campo de los efectos psíquicos y la otra en el ámbito
de lo social. En relación con la dimensión de lo psíquico, los resultados de
los registros analizados presentan productos diferentes,4 agrupables básicamen-
te en dos tendencias: según la primera, el grado de intensidad de emociones
como la angustia, la frustración o el temor no era tan alto, dado que las personas
de la Comuna 13 no modificaron sus estilos de vida, y sólo se adaptaron a nue-
vas condiciones: reprogramar su hora de entrada y salida del barrio, refugiarse
en algunos lugares de la casa, evitar relacionarse con extraños, entre otros. En
la segunda tendencia se analizan, en cambio, situaciones extremas, como la
muerte de un/a hijo/a, en donde la apropiación de la guerra como situación
cotidiana se torna insoportablemente dolorosa. Los efectos emocionales se
prolongan en el tiempo y dejan huellas que trascienden el proceso del duelo.
En el ámbito de lo social,5 al contrario de lo hallado en el campo de lo psí-
quico, se presenta uniformidad en los resultados de los estudios analizados.
En este ámbito, además del miedo y el aislamiento que produce en los padres
y en las madres la muerte de un/a hijo/a, se rompen los lazos de vecindad y
se genera temor frente a las otras personas. Similar conclusión se observa
en otros registros, en que los individuos prefieren desarrollar actividades
sociales con personas diferentes a los de su comunidad y en lugares externos
a su residencia. Esto significa que la desconfianza y el temor, derivados del
conflicto bélico, rompen las relaciones vecinales, muy diferente a lo que
ocurre entre los y las jóvenes institucionalizados/as, en quienes, según las
investigaciones referidas, se fortalece el vínculo de comunicación.

4 Sobre la apropiación individual y social de la guerra por parte de los habitantes de la Comuna 13,
véase Paola Janneth Arango Quintero et al., “Los mecanismos de defensa utilizados por el yo
para contener la angustia provocada por la violencia armada en la ciudad de Medellín”, trabajo de
grado, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento
de Psicología, Medellín, 2003.
5 Véase: Hugo Betancur Vallejo, Yolanda Castrillón Vega, Heidi Contreras Lagares y Lina Isabel
González Rueda, “Padres y madres ante la muerte violenta de un hijo. Comuna 13. Medellín”, tra-
bajo de grado, Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento
de Trabajo Social, Medellín, 2004; Robinson Úsuga Henao, “Días de tormenta: víctimas y relatos
en la Comuna 13”, trabajo de grado, Universidad de Antioquia, Facultad de Comunicaciones,
Medellín, 2006, y P. J. Arango Quintero et al., “Los mecanismos de defensa utilizados por el yo para
contener la angustia provocada por la violencia armada en la ciudad de Medellín”, Op. cit.

288
Anexo. Balance de los estudios sobre el conflicto armado en la Comuna 13

En conclusión, en los estudios analizados sobre la Comuna 13 se observa


que existe interés acerca de la pregunta sobre la forma como sus habitantes
se representan la guerra y otros símbolos derivados de la misma. Las miradas
frente al conflicto son de orden sociológico, psicológico o periodístico. Se
hace evidente que existe un interés recurrente en indagar por asuntos como
las causas del conflicto armado urbano en la Comuna 13, o por los derechos
humanos y poco se indaga sobre el sentir de sus pobladores.

289
Índice analítico
A B

Acción Social, 172 Banco Central Hipotecario, 27


Acción(es) Comunal(es), 33, 117, 163, 168, Banco de Comercio Exterior de Colombia
169, 236, 239, 246 S. A. v. Bancoldex
Juntas de v. JAC Banco de los Pobres, 60
ACCU, 48 Bancoldex, 59
ACJ, 248, 252, 253 Bandas delincuenciales, 19, 44, 45, 48-50,
Acuerdo para la convivencia ciudadana, 47 69, 73, 75, 76, 81, 102, 110, 112, 114,
Afecciones, 188 117, 123, 124, 129, 136, 137, 139, 140,
Afectos, 187, 188, 200, 201 151, 152, 192, 193, 239, 259, 266
guerra, en la, 200 Barrio(s), 150
Altos de la Virgen (Loma Verde), 27 cierre de los, 154
Amnistía Internacional, 48, 285, 286 espacio codificado y dotado de sentido,
Amo, poder del, 127 como, 153
Andrés Pastrana, 67 frontera entre los, 151
Angustia, 3, 9, 89, 94, 108, 187, 194, 197, lugares prohibidos en los, 153
199, 201-206, 209-211, 220, 236, 267, tránsito por los, 151, 228
271, 288 BCN, 41, 42, 49, 56, 101
desarrollada v. Trauma Belén Altavista, 90
señal, 194, 204, 205, 232 Belencito, 27, 60, 73, 79, 85, 171
sueño de, 201 origen de, 31
Antonio Nariño, 27, 31
segunda parte, 31
ANUC, 26
urbanización de, 31
Aprovechado, 71
Betania, 27
Aricapa Ricardo, 286
Arroyave, José Luis, 164 origen de, 31
Asociación Cristiana de Jóvenes v. ACJ Blanquizal, 27, 50
Asociación Nacional de Usuarios Bloque Cacique Nutibara v. BCN
Campesinos v. ANUC Brigadas de vecinos v. Autodefensa(s),
Asocomunal, 63, 244 comunidad, de la
AUC, 45, 48, 55, 56, 62, 63, 67, 68, 85, 90,
101, 131, 132, 137, 171, 261 C
Autodefensa(s), 1, 44, 88, 90, 116, 151
campesinas, 1 Cálculo inconsciente, 266
comunidad, de la, 44, 75, 114-116, CAP, 44, 48, 50-52, 62, 80, 81, 87, 146, 195
117, 123 Cartel
v. t. Paramilitares Cali, de, 72, 85
Autodefensas Campesinas de Córdoba y Medellín, de, 72
Urabá v. ACCU Castaño, Carlos, 68, 238
Autodefensas Unidas de Colombia v. AUC

291
Centro de Investigación y Educación importancia económica y militar de la, 86
Popular v. Cinep indicadores de seguridad y convivencia
Cinep, 285 en la, vii, 41
Ciudadanía, XXVIII inequidad y pobreza en la, 35
Clientelismo, XXIV, 26, 33-35 marcas fundacionales de la, 110
Columna Cacique Nutibara, 131, 132 milicias en la v. Milicias
Comandos Armados del Pueblo v. CAP momentos fundacionales de la, 69, 71, 74
Comité de Emergencias, 182, 233 organizaciones comunitarias en la v.
Compraventa de lotes, 31 Organización(es), comunitaria(s)
v. t. Comuna 13, tipos de asentamiento paramilitarismo en la v. Paramilitares
en la población de la, 35, 36
Comuna 11, 27 poblamiento de la, 27, 31, 81, 82
Comuna 12, 27 problemas socio-económicos en la, 36
Comuna 13, XXII secuencias en la construcción de barrios
antecedentes históricos de la, XXII en la, 32
arribo de los grupos armados a la, XXIII segregaciones espaciales y sociales en
bandas delincuenciales en la v. Bandas la, 31
delincuenciales servicios de salud en la, 39
barrios y sectores de la, 27 servicios públicos en la, 38
características (de la), XXIII situaciones recientes y expectativas en
socio-económicas de la, 35 la, 101
condiciones de vida de la, 36 tipos de asentamiento en la, 31
conflicto político armado en la, 3, 43, v. t. Compraventa de lotes; Invasión(es)
45, 259 de tierras; Loteo; Loteo pirata
actores en el, 46 violencia en la, 41, 43
antecedentes del, 44, 69 vivienda en la v. Vivienda(s)
cuarta fase del v. Post-Orión Comuna(s)
estado actual del, 61, 102, 104 forma de ocupación del espacio en las, 27
estudios sobre, 6
noción de, 27, 64
factores estructurales del, 53
Conflicto(s)
fases del, 17, 18, 67, 69
armado en la Comuna 13 v. Comuna 13,
implicaciones sociales del, 145
conflicto armado en la
intensificación y desenlace del, 89
concepto de, 9, 10
literatura y los estudios sobre el, 285
maneras de involucrarse en el, 146 Medellín, en v. Medellín, conflicto en
primera fase del, 18, 69, 74 pequeñas diferencias, por las, 76
segunda fase del, 19, 76 político armado en Colombia, XXI,
tercera fase del, 19, 83, 90 XXIX, 1, 3, 67, 78, 259
corredor estratégico, como, 79 literatura y los estudios sobre el, 2
desplazamiento forzado en la v. político armado urbano, 63
Desplazamiento forzado urbanización del, 68
diferencias identitarias y relacionales vecinales, 70, 71, 112, 119, 260
en la, 32 Contá, contá, 251
educación en la, 38 Control, 5, 57
empleo en la, 36 aumento del, 196
Estado en la v. Estado calles, de las, 52
funcionalidad territorial de la, 286 desmedido, 114
guerrilla en la v. Guerrilla(s) formas (de), 120, 131, 180, 194
homicidios en la, 41, 42 autoritarias de, 49

292
militar, 69, 82, 118, 119, 151, 153, 173 familias de clase media, de, 37
orden público, del, 42 forzado, 20, 37, 45, 81, 131, 138, 146,
poblacional, XXIII, 120, 131, 154 171-173, 178, 267, 270
movilidad, de la, 131 implicaciones del, 177
político, 118 individual, 171
territorial v. Territorial, control masivo, 98, 171, 172, 182
Convite, 162 no organizado, 171
Convivir, 48 organizado, 171
Cooperativa de Habitaciones, 27 selectivo, 171
Cooperativa de Seguridad y Servicio a la unifamiliar, 171
Comunidad v. Coosercom Discriminación, 36, 40, 44, 53, 181
Cooperativas de Vigilancia y Seguridad racial, 253
Privada v. Convivir Discurso, 7, 9
Coosercom, 47 División Técnica Social de la Secretaría de
Coraje, 238 Gobierno, 245
Corporación Siglo XXI, 251 Duelo, 9, 187, 205, 211-213, 217, 288
Costumbre, 206 trabajo de, 213, 214, 217
defensa subjetiva, como, 206
falla de la, 206 E
CTI, 50-52
Cuarta Brigada, 50, 52 Economía antioqueña, 25
Cuerpo Técnico de Investigación v. CTI Eduardo Santos (barrio), 27
Ejército de Liberación Nacional v. ELN
D Ejército Nacional, 51, 52, 55, 57, 63, 83,
88-90, 92, 93, 95, 97-101, 104, 135,
DAS, 50-52 136, 138, 139, 154, 170, 189, 235, 236
Delincuencia, XXVII, 69, 73, 75, 78, 113- El Coco v. Santa Rosa de Lima
115, 118-121, 134, 247, 250, 266 El Corazón, 27, 31, 51, 73, 97, 100, 140,
común, 45, 50, 70, 72, 117 151, 234, 245
Democracia, 54, 162, 165, 167, 169 origen de, 31
búsqueda de la, XXIX El Morro, 97, 151, 182
fortalecimiento de la, 268
El Pesebre, 27
Departamento Administrativo de Seguridad
El Salado, XXII, XXIII, 27, 31, 32, 40, 48,
v. DAS
50, 51, 61, 71, 73, 111, 113, 122, 131,
Derecho Internacional Humanitario, 56
Derechos humanos, 6, 8, 49, 54, 58, 59, 63, 146, 164, 172, 173, 175, 178, 181, 205,
259, 262, 286, 289 237, 249, 253
violaciones a los, 2, 8, 44, 53, 56, 93 desplazamiento masivo en el, 172
Desconfianza, 9, 102, 112, 133, 140, 145, incendio en el, 172
149, 156-161, 169, 175, 193, 263, 288 origen de, XXII, 31
Deslegitimidad, 110 parte alta de, 23, 27, 32, 151, 172, 174,
Desobediencia civil, 127 176, 181
Desorden, 110, 111, 114, 138 poblamiento en la, 173
Desplazamiento, 4, 11, 24, 81, 82, 98, 120, repoblamiento de la, 174
125, 131, 132, 134, 146, 150, 166, 171, El Socorro, 27, 61, 75
172, 174, 176-181, 183, 205, 206, 211, ELN, 44, 47, 48, 51, 52, 62, 81, 85, 87, 90,
212, 262, 263, 270, 286 96, 146, 163, 179
autopercepción como personas en Emplazamiento, 82, 131, 138, 150, 262
situación de, 172 Empresas Públicas de Medellín v. EPM

293
Encierro, 193, 196, 263 Exclusividad negativa, 145, 161
ENDA para América Latina (Environment Existenciales constitutivos del ser humano,
and Development Action), 35, 40 263, 271
EPM, 38, 60, 98, 99 Expresarte, 244
Escobar, Pablo, 72, 75 Expulsión(es), 131, 146, 171, 173, 174,
Espionaje, 156-158, 227 176, 180, 198
Estado, 4, 44, 49, 53, 55, 59, 61 razón de las, 174
ausencia del, 69, 73, 74, 75, 80, 103, selectiva, 174
111-113, 261, 267
F
compromisos del, 47, 58, 59, 139
conflictos sociales, ante los, 27
democrático de derecho, 58 FAC, 51, 52
desamparo del, 75, 113, 125 Fajardo Valderrama, Sergio, XXIX, 25, 38,
deslegitimación del, 112, 218, 261 41, 60, 61, 101
disputa territorial con el, 79 Familia(s), 32, 36, 74, 93, 120, 134, 155,
estrategia(s) del, XXII, 4 160, 161, 171, 176, 188-190, 193-197,
fracaso del, XXV 199, 202-205, 208, 210-212, 215, 218,
fuerza(s) (de) (del), 78, 80, 88, 91, 97, 220, 231, 232, 241
135, 205 centro de intimidad, como, 161
armadas del, 42, 49, 58, 63, 68, 89, conflicto armado, en el, 189
118, 219, 240, 260 desplazadas, XXIII, 102, 204
militares del, 1, 48, 138 fragmentación de la, 180, 263
pública del, 3, 19, 24, 33, 38, 41, 50, 55, Familiar
57, 69, 73-75, 80, 81, 87, 88, 90, 91, autoridad, 190, 191, 220
93, 94, 97, 98, 100, 101, 103, 104, suplantación de la, 189
112, 113, 124, 128, 135-138, 140, encierro y protección, 192
152, 170, 220, 240, 259, 264 norma, 193
seguridad del, 55 pacto, 198
uso de la, por el, 91 vida, 20, 119, 187, 220
indiferencia del, 113 FARC, 44, 47, 48, 51, 52, 62, 68, 81, 87,
legitimación del, 135, 136, 268 96, 146, 157, 161
legitimidad del, 109, 136, 142, 268 EP, 51, 52
negligencia del, 47, 73, 74 Finagro, 59
operaciones militares del v. Operación(es), Fiscalía, 8, 51, 52, 56, 84
militares estatales Fiscalías de Medellín, 51
orden del, 95 Fondo Nacional de Garantías, 59
papel del, XXV, 53, 183 Fondo para el Financiamiento del Sector
presencia del, 49, 87, 88, 93, 100-102, Agropecuario v. Finagro
135, 136, 165, 246 Formas organizativas, 33, 70
responsabilidad del, 53, 73 Fuerza Aérea Colombiana v. FAC
servicios públicos prestados por el, 31 Fuerzas Armadas Revolucionarias de
social de derecho, 53 Colombia
Estigmatización, 40, 44, 45, 64, 111, 146, -Ejército del Pueblo v. FARC, EP
149, 165, 174, 175, 250-252, 262, 264 Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Estratos socio-económicos, 4 Colombia v. FARC
Exclusión, 36, 40, 53, 54, 61, 64, 111, 125, Fundación Social, 32, 40
145, 146, 181, 243, 268

294
G Instituto de Crédito Territorial, 27
Gallego Castrillón, José Leonardo, XXV, Instituto de Fomento Industrial v. IFI
51, 57, 62 Instituto Popular de Capacitación v. IPC
Gobierno, 57, 68, 72, 80, 84, 90, 95, 99, Intervención psico-social, 269, 270
103, 171, 240, 244 Intervenciones militares humanitarias, 53, 54
local, 63, 173 ilegitimidad ética y política de las, 53
motivos encubiertos de las, 55
municipal, 43, 46, 59
Invasión(es) de tierras, XXII, XXVII, 31-
nacional, 4, 46, 58, 59, 68, 92, 137
33, 35, 37, 40, 44, 49, 53, 69, 70-72,
Goce, 124 74, 76, 81, 110, 111-114, 132, 146, 172,
GRAU, 48 173, 176, 192, 205
Grupos de Autodefensa Urbana v. GRAU estrategia de control territorial, como, 81
Grupos insurgentes, 1 v. t. Comuna 13, tipos de asentamiento
Guerra, 169, 187, 226 en la
consecuencias de la, 183 Investigación
dinámica de la, XXII categorías fundamentales de la, 9
fiesta, como, 200, 206 insumo de la, 15
mal necesario, como un, 94 interdisciplinariedad en la, 11
símbolos de la, 287 pregunta de la, 5, 192
sin nombre v. Conflicto político armado propósitos de la, 13
en Colombia IPC, 35, 40
total, 83, 89 J
Guerra Serna, Bernardo, 112
Guerrilla(s), XXV, XXVIII, 2, 4, 26, 46, JAC, 39, 40, 149, 162, 244
48, 49, 56, 57, 62, 78, 88-90, 96, 101, Juan XXIII, 27, 244
128, 134, 146, 149, 152, 165, 166, 173- Justicia, XXVII, XXIX, 116, 120, 124, 126, 214,
175, 196, 202, 238, 251, 259 242
v. t. Milicias administración de, 4, 135, 260
Guerrismo, 112, 113 excesiva, 125
ilegal, 116, 129
H personal, 115-117
Holguín, Arturo, 168 privada, 137, 140
social, 62
I K
IFI, 59
Iglesia(s), 123, 235, 244, 248 Kinésica, 252
católica, 181, 234
Impotencia, 18, 74, 138, 141, 173, 194, L
198, 201, 203, 212, 234, 235, 262
Inder, 245, 246, 249 La Colina, 111
Indiferencia, XXVIII, 206-211, 251 La Colinita, 27
Inequidad, 25, 38, 44, 61, 268 La Gabriela, 27
Informante(s), 49, 52, 102, 139, 157, 159, La Influencia (grupo musical), 253
174, 195, 216 La Loma, 27, 31, 62, 79, 87
Iniciativas juveniles, 251 origen de, 31
Inmigración en Europa, 64 La Pradera, 27, 31
Inseguridad, XXVII, 3, 16, 26, 37, 72, 74, parte baja, 27
75, 77, 84, 91, 96, 107, 110, 111, 113, La Quiebra, 27, 244
115, 123, 134, 137-141, 220, 260, 261 -La Divisa, 27

295
Las Independencias, 23, 27, 31, 32, 40, 47, M
48, 50, 51, 61, 71, 73, 78, 111, 113, 241
origen de, XXII M-19, 46
Legitimación, 110, 124, 134, 135, 140, 188 Madre(s), 198, 216
Legitimidad, XXV, 9, 18, 19, 24, 34, 45, protectora, 199
46, 59, 74, 79, 107, 108, 110, 117, 128, Manual diagnóstico y estadístico de los
134, 141, 142, 162, 260, 265 trastornos mentales, 209
constitución de la, 109 Marginalización, 181
pérdida de, 109, 165, 218, 261 Mariño Flórez, Luis Francisco, 51
Ley 387 de 1997, 172 Medellín
Ley de Justicia y Paz, 2, 56 aspectos socio-históricos de, 24
Libertad(es) conflicto en, 3, 45, 78
individual, 168 crecimiento de la población en, 24
sacrificadas, 167 desarrollo económico de, 24, 25
expresión, 167
división administrativa de, 27
organización, 168
escasa participación electoral en, 25
Liceo La Independencia, 173, 180, 182, 230
Liderazgos guerrilla en v. Guerrilla(s)
comunitarios y barriales, 33, 40 industria en, la, 24
formación de nuevos, 34 crisis de, 24
Líderes, XXVI, 11, 14, 88, 103, 111, 112, inseguridad en, 26
118, 146-148, 162-164, 166, 167, 169- materia social, en, 25
171, 227, 242-246, 249 movimientos sociales urbanos en, 26
amenaza de, 104, 162, 163 paramilitarismo en v. Paramilitares
asesinato de, 43, 162-165, 168 Medios de comunicación, 4, 8, 17, 50, 64,
atentados contra, 68 69, 76, 104, 173, 238, 251, 264, 265,
desplazamiento de los, 162, 166 269, 286
detención de, 165 Metro Juventud, 246
dilema de los, 167, 170 Metropolitano, 27
dispersión de los, 169 Microempresa(s), 58, 59
formación de los, 165 Miedo, XXVIII, 3, 9, 62, 102, 104, 108,
judicialización de, 166 113, 123, 125, 129, 133, 134, 137, 139,
obstáculos de los, 245 141, 153, 154, 156, 158, 164, 165, 167,
pérdida de poder de los, 165 168, 176, 187, 192-194, 198-207, 209,
v. t. Organización(es), comunitaria(s) 216, 219, 220, 230-232, 234, 235, 238,
Lideresas, XXVI, 14, 43, 68, 111, 112, 263, 267, 268, 288
118, 146-148, 162-167, 169, 170, 227, Miliciano, orden, 19, 76, 107, 117-119,
242, 243-246, 249 128-130, 189, 193, 260
v. t. Organización(es), comunitaria(s) Milicias, XXIII-XXV, XXVII, 19, 44-52, 56,
Limpieza social, 9, 77, 123, 134, 214, 266 62, 74, 76-81, 83-90, 95-97, 99, 103, 104,
Los Alcázares, 27 117-119, 122-124, 126, 128-139, 146-149,
Los Magníficos, 73 151, 152, 154, 155, 157, 163, 165, 166,
Los Pepes, 72, 85, 88
170, 172-174, 189-191, 193, 195, 196,
Loteo, 31
205, 214, 219, 230, 237-240, 243, 260
pirata, 31
v. t. Comuna 13, tipos de asentamiento acciones de las, 77
en la defensiva, a la, 87
v. t. Comuna 13, tipos de asentamiento degradación de las, 80
en la estrategias de las, 77, 81, 82, 118-123,
Luis Pérez G., 39, 68 125-127, 146, 240, 260, 262

296
excesos, inseguridad y deslegitimación O
de las, 117, 127, 128
ingreso de las, 117 ONG, xxvi, 6, 11, 12, 35, 40, 43, 50, 59,
justicia de las, XXV, 119-121, 126, 130 61, 104, 181, 183
legitimación de las, 124-126, 136 Operación(es)
legitimidad de las, 124, 125 Antorcha, 51
miedo a las, 127 Contrafuego, 50
normas de las, 120 Mariscal, 4, 49, 50, 55, 56, 63, 69, 89,
presencia y hegemonía de las, 76, 83, 118 91, 236, 240, 261
relaciones y efectos en los pobladores, militares estatales, 17, 50, 61, 261
146, 149 objetivo de las, 99
v. t. Guerrilla(s) Orión, XXII, XXIV-XXVI, 4, 19, 38,
Milicias América Libre, 47 49, 50, 52, 55-57, 60, 63, 69, 73, 89-
Milicias Independientes del Valle de 100, 135, 139, 140, 198, 202, 229,
Aburrá, 46 235, 236, 240, 244, 248, 261, 266-
Milicias Metropolitanas, 46 268
Milicias Populares del Pueblo y para el balances sobre la, 92
Pueblo, 46, 129 Otoño, 50
Mono Jojoy, 68 Potestad, 51
Montoya Uribe, Mario, 51 Órden(es), XXVII, 9, 18, 19, 56, 68, 76, 95,
Mosda, 56 107-111, 114, 117, 118, 120, 124, 126, 127,
Movimiento Social de Desplazados de 132, 135, 138, 141, 142, 170, 188, 260
Antioquia v. Mosda alternos, 107, 262
autoritario, 42, 142, 271
Mujeres de Negro, 241, 266
comunitario, 115
equitativo, 261
N
hegemónico, 260
jurídico, 108
Narcotráfico, 25, 26, 64, 72, 78, 85, 86,
legal, 135, 136
114, 151, 259 punitivo, 261
Narrativa(s), 8, 15, 16 Organización(es)
construcción de, 14 comunitaria(s), 12, 39, 61, 63, 74, 88,
socio-política, 17, 69, 74, 76, 78-80, 82, 140, 142, 146, 148, 162-167, 169, 170,
85, 91, 94, 98, 101, 242, 264 218, 242-244, 246, 255, 263, 268, 287
vivencial, 16, 74, 76, 81, 86, 92, 93, dificultades de funcionamiento de
100, 264 las, 163
Niños y la guerra, 218 historia de las, 39
Norma(s), 80, 159, 167, 183, 190, 191, 233 implicaciones del conflicto armado
comportamiento, de, 5 en las, 162
convivencia, de, 80, 183 obstáculos de las, 245
desacatamiento de las, 190 primeras formas de, 40
establecimiento de, 119 proceso de reestructuración y
falta de, XXVII fortalecimiento de las, 170
ilegales, 175, 194, 195 suspensión de actividades de las,
imposición de, 71 168, 169
sobrevivencia, de, 233 no gubernamental(es) v. ONG
Nuevos Conquistadores, XXII, 23, 27, 31- sociales, 58, 165, 227, 242, 246, 250,
33, 40, 48, 50, 71, 73, 77, 111 266, 286
origen de, XXII v. t. Líderes; Lideresas
parte alta, 27, 48 Otro, 192

297
P sujetos activos de propuestas de, 241
total, 226, 242, 254, 255
Padre victoria militar, como, 240
autoridad del, 190 Pena de muerte, 75, 115, 125, 140
desplazamiento de la figura del, 190 Peñitas, 27
Pánico, 9, 153, 187, 204, 205 Percepciones, 6, 8
Panóptico, 158, 227 concepto de, 5
Paramilitares, XXIII-XXIX, 1, 2, 4, 19, construcción de las, 5
24, 41, 43, 45, 48, 55, 56, 67, 68, 72, Pérez Gutiérrez, Luis, 39, 59, 60, 68, 97, 98
81, 83-91, 94, 96, 97, 99-103, 120, 128, Perseguidos por Pablo Escobar v. Los
131-135, 137-139, 146, 147, 149, 151, Pepes
152, 159, 163, 165, 170, 172, 174, 177, Personería, 52
189, 195, 196, 204, 219, 238, 260-262, Pesadilla, 201-204
264 Piedras Blancas, 79
desmovilización de, 49, 137, 139 Plan de convivencia ciudadana, 47
estrategias de los, 48, 55, 130-133, 135, Plan de Desarrollo para la Comuna 13, 245
165, 172, 262 Plan de Ordenamiento Territorial, 244
incursión de los, 83 Poblamiento, 23, 81, 82, 131, 146, 173, 262
justicia de los, 133
Poder, 42, 54, 76, 79, 90, 109, 117, 126,
legitimación de los, 134
141, 150, 156, 173, 174, 192, 205, 218,
miedo a los, 133
236, 240, 247, 261, 265
reinserción de, 41
absoluto, 118
relaciones y efectos en los pobladores, 149
abuso del, XXIV, 107, 135
v. t. Autodefensas
Paramilitarismo, 43, 48, 49, 85, 124 caprichos del, 129
Participación ciudadana, 35, 165, 269 consenso, como, 265
Pastrana, Andrés, 67, 68 disputa del, 162, 166
Paz, 233 establecido, 241
acciones (de), XXVI, 236, 249 excesivo, 113
colectivas de, 5, 9, 16, 18, 20, 63, hegemónico, 127
225, 233, 234, 241, 243, 246, insignias de, 112
247, 249, 251, 259, 268 pérdida del, 260
construcción de la, XXII, XXVI, 5, 12, poblacional, 45
250, 251, 271 político, 109
imperfecta, 254 constitución del, 110
iniciativas de, 6, 11, 16, 18, 20, 162, político-militar, 17
225, 227, 233, 247, 255, 259 relaciones de, 10, 67, 78
integral, 226, 242, 243, 245, 254, 266 símbolo de, 147
interior, 225, 233, 234 territorial v. Territorial, poder
laboratorio de, 97, 240 Policía, XXV, 44, 51, 52, 63, 74, 75, 83,
marchas por la, 241 87-90, 94, 100, 101, 104, 128, 135, 245
negativa, 226, 237 Metropolitana del Valle de Aburrá,
positiva, 226, 242, 254 XXV, 51, 52, 56, 62
proceso(s) de, XXVII, 46, 247, 249, Militar, 50
255 Nacional, 41
proyectos sociales y, 243 Política, espacio de la, XXIV
relativa, 240 Políticos, XXIV, 26, 33
símbolos de, las sábanas blancas como, Post-Orión, XXV, 19, 63, 98, 137, 244,
XXVI, 238, 239, 266 251

298
Primed, 34, 35, 40, 50 Segregación, 3, 111, 140, 161, 181, 188,
Principio de utilidad directa o inmediata, 266 255, 267
Procuraduría, XXV, 8, 51, 52 Seguridad, XXIV-XXVI, XXIX, 3, 4, 9,
General de la Nación, 52 14, 16, 18, 19, 23, 27, 31, 41, 42, 44, 47,
Regional, 56 49, 54, 58, 60, 61, 75, 76, 96, 98, 100, 102-
Programa de Restaurantes Comunitarios, 39 104, 107-110, 112, 114-118, 123, 124, 126,
Programa integral de mejoramiento de 127, 130, 133, 135-141, 146, 155, 170, 176,
barrios subnormales v. Primed 179, 226, 233, 237, 254, 260-262, 268
Proyecto Urbano Integral v. PUI búsqueda de, XXIV, 74, 113, 260
PUI, 60, 61, 101 control de la, 4
Pulsión, 116 democrática, 57, 165, 166
Q doble componente de la, 108
Estado, del, XXVI, XXIX
Quintas de San Javier, 27, 38 garantía dictatorial de la, 117
idea pragmática de la, 136
R milicias, de las, 117
-obediencia, 123
Ramírez, Haider, 63, 102, 163, 164 pedido de, 18
Realizadores de sueños, 41, 169 privatizada, XXVI, 27, 47
Recelo, 149, 156, 158-160 restablecimiento de la, XXV
Recuperación de la memoria, 271 satisfacción de la, 108
Red de Jóvenes por la Paz, 248, 252, 253 solicitud de, 108
Red de Realizaciones Juveniles, 249, 250 visión restrictiva de la, 58
Red de Solidaridad Social v. Acción Social SENA, 59, 60
Redesplazamiento, 171 Sentido, 7
Reelección presidencial, 95 Separación libidinal, 213
Reinserción, política(s) de, 137 Servicio Nacional de Aprendizaje v.
Relaciones vecinales, 156
SENA
Relato, concepto de, 15
Significante, concepto de, 7
Religiosidad, 233
Repoblamiento, 81, 82, 131, 134, 146, 173, Signos desde La Trece, 252
176, 177, 262 Simbólico, lo, 3
Riesgo(s), XXVIII, 14, 63, 91, 108, 116, 133, SIMPAD, 182
141, 149, 154, 159, 169, 177, 192, 194, Sisbén, 25, 38, 39, 102
198, 200, 206, 208-211, 221, 227, 228, Sistema de Identificación de Potenciales
260 Beneficiarios de Programas Sociales v.
prevención del, 227 Sisbén
Ruta Pacífica de las Mujeres, 241 Sistema Nacional para la Prevención y la
Atención de Desastres v. SIMPAD
S Soberanías
disputa de, 260
San Cristóbal, 79 vilo, en, 107
San Javier Sobrevivencia
N.º 1, 27 estrategia(s) de, 226
N.º 2, 27 manual de, 227
urbanización de, 31 Socialización, 189
San Michel, 38, 178 Sociedad
Santa Rosa de Lima, 27, 31 civil, concepto de, 14
orígenes de, 31 constitución de la, 7

299
Solidaridad(es), XXVI, 40, 111, 112, 128, V
160, 170, 181-183, 242, 268
coyunturales, 33, 149, 173 Vacunas, 27, 43, 86, 122, 127-129, 138
entidades, de, 40 20 de Julio, 27, 31, 47, 50, 51, 62, 72, 96,
Suárez Briceño, Jorge v. Mono Jojoy 151, 152, 154, 183
Subjetividad(es), XXVII, XXVIII, 3, 5, Venganza(s), XXVIII, 15, 117, 126, 139,
13, 20, 107, 114, 115, 139, 158, 187, 140, 154, 217, 218, 262
200, 201, 220, 269, 270, 271 Verdad, 8
concepto de, 3 objetiva, 8, 15
Sujeto ético, 116 Víctima(s), XXVI, 2, 15, 37, 53, 63, 64,
Suspensión de los sentidos, 160, 230, 231 73, 77, 115, 124, 200, 207, 215, 218,
238, 250, 262, 264, 270
T civiles, 240
escucha a las, 8
Temor, XXVIII preocupación por las, 2
Teoría fundada, 10 reparación a las, 271
Terminal de transporte, 88, 130, 153, 228 transformación de la posición de, 270
Territorial Vida cotidiana, XXVIII, 16, 63, 150, 212
control, 3, 17-19, 45, 48, 62, 79, 81-83, alteración de la, 180, 183, 260
103, 117, 118, 130, 131, 135, 141, 157, paranoización de la, 160
165, 173, 177, 189, 243, 262, 287 Vigilancia, 5, 57, 75, 104, 115, 127, 157, 195
dominio, 86, 91, 175 privada, 47
lucha, 78, 150, 153, 157, 174, 260 Vigilantismo, XXVII
poder, 45 Villa Laura, 27, 48, 73, 171, 229
Territorialidad, 150 Vínculos, 116
Territorio, 150 afectivos, 173, 176, 263
nuevos usos del, y contracción de comunicación, de, 288
límites, 150 humanos, 3
Terror, xxviii, 2, 3, 5, 9, 49, 84, 91, 94, 102, regulación de los, 133
129, 138, 139, 141, 163, 187, 201, 204, 205 simbólicos, 141
Testimonio, concepto de, 15 sociales, 3, 14, 125, 156, 180, 183, 263
Trabajo comunitario v. Organización(es), control de los, 230
comunitaria(s) ruptura de los, 158
Trabajo educativo-preventivo, 246 suspensión de los, 168
Trauma, 141, 194, 201, 218 vecinales, 71, 173
Tregua, búsqueda de, 235-237 Violencia, 9
estructural, 53
U Vivienda(s), XXIII, 23, 31, 32, 34, 36-38,
59, 76, 84, 110, 155, 156, 173, 175, 177,
Unesco, 253 179, 234, 235, 248
Unidad de Derechos Humanos de la asalto a las, 74, 75, 176
Personería de Medellín, 42 autoconstrucción de las, 31
Uribe Vélez, Álvaro, k, 48, 52, 57, 58, 92, barrios populares, en los, 155
95-97, 165 clase media, de la, 155

300
deshabitadas, 37 subsidios de, 61
desocupadas, 51, 177 venta de, 178
encierro en las, 82, 193, 196 vulnerabilidad de las, 155
expulsión de las, 156
mejoramiento de, 34 Y
necesidad de, 71, 102 Yarborough, William Pelhalm, 1
ocupación de las, 98, 99, 135
oferta de, 81 Z
pérdida de la, 177, 189, 211
precariedad de la, 37 Zona 4, 251
problema de la, 37 Zona de despeje, 68
quema de las, 82, 131 Zona(s) de alto riesgo, 4, 37
regreso a las, 100 Zozobra, xxiv, 73, 74, 84, 91, 94, 107, 108,
significados de las, 155, 178 111, 127, 129, 138, 141, 158, 163, 168, 197,
sitio estratégico, como, 156 200, 202, 204, 225, 231, 234, 264, 267

301
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