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DIANA MORALES MANZANARES

CONSTRUCCIÓN Y MATERIALES EN LA VIVIENDA HIDATSA

Podemos deducir que la economía practicada por este pueblo está estrechamente
relacionada con los materiales utilizados en la construcción de las llamadas “cabañas
de tierra”.

En este caso se trata de una subestructura excavada en el barro sobre la que se levanta
un cuerpo practicado en madera que forma parte del armazón o infraestructura
necesaria para el alzado. En un primer momento, se clavan los postes demarcando la
zona excavada y añadiendo una entrada a modo de túnel y posteriormente se unen
con travesaños acordonando el espacio interno. En la zona central se levantan cuatro
postes que conformarán el espacio abierto dentro de la cabaña donde se hará vida en
invierno y que constituye una de las zonas comunes y de reunión de la familia. En
torno a la demarcación de madera externa, se pone una primera capa térmica o
paramento en piel. El segundo paso consiste en añadir los troncos que sujetarán el
techo, creando una altura considerable y una estructura sólida y abovedada que
conserve el calor y soporte el peso del recubrimiento. Una vez construido el cuerpo, se
recubre en su totalidad de una capa aislante de tierra de en torno a 1,5 metros de
grosor que cubre la estructura por completo hasta la puerta colocada al principio de la
entrada. Es importante mencionar que quedan dos huecos en la cabaña: uno es la
entrada, cubierto con una puerta de madera y otro el ubicado en el techo para facilitar
la salida de humo del hogar central. Por tanto, una vez construida la casa familiar se
puede distribuir la compartimentación, cuya disposición no es anárquica, pero
tampoco la tenemos bien definida. Sabemos que se organiza en torno a ese cuadrado
central y que puede albergar desde una a seis viviendas unifamiliares, por tanto, varían
en tamaño aunque la estructura es pareja. Además, se despeja un lugar dentro de la
vivienda dedicado a la estancia interna de ganado, (suponemos, para sobrevivir a las
bajas temperaturas, y sin embargo, puede tratarse de una manera de inclusión social
de dichos animales que de momento desconocemos), así como la existencia de esa
zona excavada y destinada a almacenar el excedente cosechado en temporadas
anteriores. De la misma manera, esta circunstancia que de algún modo cambia la
estructura de la vivienda, ya que no sólo se limitan a colgar los alimentos para
proceder al secado en el techo como ocurre por ejemplo en la cultura haida con el
halibut, sino que fabrican cerámica para almacenar las provisiones recolectadas con
anterioridad. Sabemos que en culturas como los inuit esta circunstancia de un almacén
también se da, pero en las praderas sigue sorprendiendo el uso de la cerámica y el
destino de ciertas partes de la casa al excedente económico. Atendiendo a estas
características, podríamos intuir que sí existe una estratificación social, debido a que
alguien debe encargarse de salvaguardar, conservar y repartir esta cantidad de
alimento necesario en los meses de invierno. Sin embargo esta circunstancia no se
reproduce en la vivienda, ya que la causa de que existan cabañas de distintos tamaños
viene dada por la cantidad de familias que cobije, pero no observamos cambios
estructurales sustanciales que desde un punto de vista arquitectónico nos lleve a
sospechar dicha estrstificación.

Respecto a cuestiones de separación de espacios dentro de la cabaña, si bien


conocemos la utilización de los tres tipos de separadores universales combinados, a
saber: puerta, cortina y pared, pero no tenemos constancia, al menos, hasta el
momento, de que existan criterios de distribución del espacio interno con criterios de
edad o de sexo. Sí sabemos que la casa está atribuida a la esfera femenina, y
conocemos el uso de casas internas a la cabaña que son las que llamaríamos
propiamente “unifamiliares”, entendiendo que albergan a la familia nuclear.

En la imagen superior, señalo cada una de las partes de la vivienda para una mejor
comprensión añadiendo un apoyo visual. Aunque debo remarcar que en la planta no
sale marcado el almacén semi subterráneo.

ASOCIACIÓN Y MANTENIMIENTO DE LA VIVIENDA

El segundo punto que he tratado, consiste en las pistas sociales que nos pueden
aportar sólo la construcción de la casa y su uso. En el caso hidatsa, es remarcable la
asignación del concepto de casa con el concepto de feminidad, dado que este pueblo
son de naturaleza matrilocal y matrilineal, al menos en lo que a vivienda se refiere.
Las mujeres están ligadas a la vivienda en varios aspectos: en primer lugar porque
existe la tradición de construcción femenina, ya que estas cabañas pertenecen a la
línea materna. Las hijas viven en casa de la madre y pertenece a estas ( Henderson
Stewart, F. 2008).

Dentro de las tareas encomendadas a las mujeres, podemos englobar el cuidado del
exterior directamente relacionado con la cabaña, el equipamiento doméstico, o los
caballos (ocasional).

Respecto al esposo, sabemos que duerme en casa de la esposa, y forma parte de la


familia de la madre de su esposa. En este caso, como en muchos, la primogénita es al
que se casa primero, y después, las hermanas menores, de haberlas, son consideradas
aunque sean distintas, de la misma edad, y cuando tienen la edad adecuada, pasan a
casarse con el mismo hombre, que es, el esposo de su hermana mayor¹. Viven todos
juntos. Si un hombre se casa con dos mujeres de dos casas distintas, estas permanecen
en la suya y el hombre se ocupa de las dos.

Si una hermana menor se casa con otro hombre distinto al marido de su hermana, vive
en la casa del marido. Asume la posición social de hija de la madre de su esposo.

VIVIENDA ACTUAL DE LOS HIDATSA EN LA RESERVA FORT BERTHOLD

Los supervivientes hidatsa hoy en día habitan en la reserva Fort Berthold


compartiéndola con otros grupos como los mandan o los arikara . Esta reserva fue
creada en 1870 por el gobierno de los Estados Unidos, garantizando casi 990.000
hectáreas de las cuales casi 460.000 son propiedad de los nativos. Fueron asignadas
estas tierras entre el final del siglo XIX y principios del siglo XX. Atendiendo al censo
del 2010 existían unas 1.399 personas habitando en Fort Berthold en esa fecha.
Respecto a cómo es la vivienda actual de esta comunidad, sabemos que existen
cabañas como antaño pero no hemos logrado identificar si aún son utilizadas por estos
nativos residentes o simplemente conforman una atracción y reclamo turístico. No
obstante, argumentamos que sí hemos hallado fotos de archivo que han hecho querer
ver en la opinión pública la perduración de este modo de asentamiento.

DIFERENCIAS CON OTROS GRUPOS

Resulta ineludible la aclaración respecto de los hidatsa con otros pueblos cercanos. Por
todos es conocido el famoso “tipi” utilizado sistemáticamente en todos los medios
divulgativos para dar a conocer a estos nativos, pero como ha quedado demostrado en
este trabajo, dista mucho de la vivienda de esta comunidad, sin embargo, sí
conocemos que grupos cercanos a estos como los indios crow sí que habitaban en
viviendas unifamiliares, lo cual indica en el más concreto de los casos, que podemos

¹Según Frank Henderson Stewart, en Handbook of North American Indians. Vol. 3., las relaciones de
parentesco están íntimamente ligadas a la vivienda y el entorno matrilocal en que se construyen.
aproximar la teoría de que probablemente los hidatsa tradicionales tenían un
concepto más amplio de familia que habita bajo el mismo techo, no incluyendo sólo a
la nuclear, sino englobando también a la familia extensa.

Por otro lado, la existencia de un factor clave en este grupo como es el excedente
económico deducido de una economía mixta basada en la caza, pero sobre todo, en el
cultivo y los usos del suelo por su condición semi-sedentaria, resulta un verdadero
punto a destacar desde el punto de vista del desarrollo tecnológico (ya sea en la
compartimentación de la vivienda para favorecer el almacenaje, o la creación de una
competencia como es la alfarería y fabricación de cerámica capaz de albergar dicho
beneficio obtenido del cultivo y su amortización durante el invierno). El segundo punto
que desvela esta circunstancia es la existencia de una estratificación social asignada a
esta riqueza y su conservación y repartición entre los componentes de la familia o de la
comunidad. Por tanto, tan sólo con este dato podemos hablar de una especialización
del trabajo dedicada a los contenedores del cultivo que no se da en otros grupos, un
desarrollo tecnológico necesario de cerámica y una más que posible estratificación
social.

CUESTIONES SIN RESOLVER

Existen diversos puntos a los que no hemos obtenido respuesta alguna, incluso al final
del trabajo. En primer lugar, no hemos encontrado indicios de reparto de la vivienda
por zonas exclusivas por criterios de sexo o de edad. Sabemos que la casa se asocia al
mundo femenino. Pero sin embargo no hemos encontrado información acerca de que
estas dispongan de lugares exclusivos para su uso vetados a los varones. Sí que
adelantamos el hecho de que existen zonas más privadas para la familia nuclear y
zonas comunes en torno al hogar, pero no dejaría de ser un criterio lógico, ya que
existen viviendas unifamiliares dentro de la cabaña completa, que como apuntamos
puede albergar desde una a seis familias. Pero sí podemos aseverar que no hemos
hallado información disponible acerca de la repartición interna de cada una de las
viviendas unifamiliares, y quizá en ese caso los resultados serían más productivos a la
hora de establecer un criterio de distinción de zonas femeninas, en el ámbito de la
cabaña, inexistentes.

Acerca de la temporada de caza, también nos hemos preguntado acerca de dónde


viven los cazadores durante su estancia fuera del poblado. En este caso los resultados
también han sido estériles, así que concluimos un argumento, quizá vago, a favor de la
creación de simples parapetos que les protegiesen durante la noche como ocurre con
otras comunidades, pero la deducción proviene de una simple comparación con las
costumbres de otros grupos, con lo cual no aseveramos nada en este caso.
Tampoco hemos localizado las zonas destinadas a la cocción de los contenedores de
excedente, practicados en cerámica, pero suponemos que existían zonas únicamente
destinadas a esta tarea ya que eran recipientes además de preciados, necesarios. Es
posible que esta actividad se realizara al aire libre ya que se precisaría de un horno
para desarrollar esta actividad.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES UTILIZADAS

Sturtevant, W. C.: Handbook of North American Indians. Vol. 13. Part 1. Plains.
Raymond J. DeMallie. Washington: Smithsonian Institution, 2001.

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