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LOS PÁRAMOS INVERSOS

Poesía reunida 2000-2012


ANHEDONIA

(editado en 2013, escrito a lo largo de 2012)


Tango del divorciado

Hay días en que la muerte se explica sin suceder y no sucede


aún y todavía sin proyectos, como un caballo rojo
afuera de un hipódromo demolido hace muy poco.
Bajo el mismo precepto de quemar árboles y reses,
la mujer que nombramos ayer no reside en su nombre
(donde los enjambres de avispas inundaban los párpados).
Algo como un sol se ha quebrado y aparece, seudopaisaje,
estrella weirdo, actriz secundaria de película indy,
delgada como nunca y brillos falsos. Bienvenida persona
que no amamos o ya muy poco (caballo en la mesa de autopsias,
donde se mide el funcionamiento de la mente
para recordar aquello que habríamos pedido: un viaje
a la yoni + un erizo + un método sanguíneo
para medir la muerte a campo traviesa). Nunca nos amó lo bastante
como para variar la dirección de un hilo soviético
en la basta del pantalón de un muerto. En rigor,
al verla y al verme oírla y verla, una estrella vieja
se enreda entre los dientes, como una pasta
donde se mezclara grasa de cerdo y cemento por fraguar
(no lo podíamos decir frente a ella, pero era necesario
lavarse la boca hasta que queden sólo las encías expuestas
o mi cabeza gritando en la esquina
de una habitación a oscuras). Láminas donde el ejército rojo,
tras construir un gulag cerebral para un evangelista trashmetal,
hace una rabieta infantil y viaja a instalar su dominio
hacia el país de Berryman (en su caso, más bien, de George Bush)
en un apartamento construido con fichas de dominó
y un amor que esperamos module la cordillera de golfistas neuróticos
que empollan huevos en su cabeza con anagramas demasiado torpes.
Ya empieza el veranito (hacia dentro de cada cosa
hay miles de estaciones que desconocemos) y la muerte,
como dije, tiene el rostro de alguien conocido. Prólogos
a un aroma que mata si se lo espera mucho, pero,
en rigor, toca las cuerdas de un violín usado en una pieza
donde las particelas estaban escondidas en un arcón vulgar
de venta en un almacén de artículos con gran descuento.
La interpretación se hizo de memoria y con una serie de notas
que se volvían insultos indecibles como un puntillista
del arte bruto o una ópera compuesta para caja de zapatos.
Sospeché que mi divorcio era un día redondo, aunque observo
hendiduras en ciertas regiones de la esfera, pero mañana será un día
muy anterior a éste: volver supo siempre a aduana de la noche,
a un libro tallado a mano que sólo debe leerse
como (falsas) telepatías de ocasión.
La despedida no puede ocurrir, si ya fue antes,
donde los ojos se vieron (vez primera) por el cristal
de un niño muerto (¿sólo ella lo sabe?) que ahora sobrenada
las preguntas que no tendrán lugar y no tuvieron.
Los apreciados objetos o esta canción humanista

Nadie me espera, ni en mí, ni en ningún lado. Lo que hay


es una bola de boliche rodando escaleras arriba y,
en un movimiento de precisión mecánica, una turba de boxeadores
especulando con el precio de mi rostro apoyado en la nieve.
¿Tan poco hemos avanzado en la vida? Tango ufológico
practicado con las metodologías de una bala
cuya autopsia hemos acompañado con nombres propios:
Wendy o Joy, las marcianas en prosa. Una práctica de nudos
tejidos con neuronas y cuyo dorso es un paramecio
que vuelve siempre hacia algo que no existe.
Los recuerdos queman, pero sobre todo te practican
un mal corte de pelo que no te deja dormir en la noche. En rigor,
también el azar es una máquina de cumbias logarítmicas
cuya respuesta es siempre el número que no apostaste.
¿A dónde habremos de ir mañana? El tiempo se vuelve la piel
de un animal oblicuo y, más que impronunciable, inútil.
¿Quién nos regresará el sol de un tiempo refregado contra la lija
de las palabras muertas, de los rostros olvidados? No existe
abrazo alguno que haga bailar reggaetón a una piedra producida
desde el eje del miedo. Habrá que llorar si se sabe
la clave electrónica que dice: el llanto avanza desde el centro inmóvil
hacia las afueras de una vida como un hostal campestre. Canastas
para comer sándwiches y cocacolas del tiempo (no en el tiempo).
Los instantes se descuelgan como la melena de un clavadista que,
debajo de la piscina estoica (y del sueño), se descubre como un orfeo
muchos siglos después (de qué, quién sabe). La verdad
es que no estar hubiese sido más exacto que tanta carrera con vallas
donde el velocista arrastra su cabeza con las manos y le pide
a los ojos que rozaban la pista mostrarle algún camino
o, al menos, recordarle que nada tiene sentido alguno.
El modelo de la Tierra puede aliviar al viajero promedio,
pero los menos vivos sabemos que cualquier recorrido se explica
como una masa apachurrada luego de un pogo con tijera en mano
cuya basura nadie vendrá a retirar por ti.
Tetrabrik

La vida (o su proyecto) es un cartón de leche dispuesto en el pasillo


de un supermercado tras explosión nuclear de mal pronóstico o,
si hay imaginación con detalle y estilo,
la colisión de un meteoro sobre la avenida de las tiendas.
Sabemos que todo orden depende de un dios, pero no hay tal:
ni menos. La cabeza del autor de esta frase
marca sobre el papel montañas cosidas al cerebro que las sueña.
Hoy no sucede el mundo: mañana o ayer, si acaso.
Procedimiento y truco del humus para matar lo que no puede morir solo.
La vida fue en 33 años (unidad de medida de algo que, al crecer,
disminuye) sólo un erizo sangrante en mi interior:
un títere de trapo que piensa en su muerte, protagonizándola,
pero a distancia todavía, practicando carrera de obstáculos
en un bosque donde cada árbol imita un eje de napalm
bajos alambres de púas. Quizás por cada año
(y por cada año de cada año mío), el cuerpo de un niño jugó
mordiéndose las manos.
Esta creatura (inhabitable) pudo doblar el antebrazo
para mirar sobre su codo un paisaje.
En esa misma piel, había mirado una caravana de muertos
preguntando por los últimos hombres que bailaron sobre la tierra.
Las nubes, envueltas en papel cigarro, arriba de los hombres
que habitan edificios ya previamente demolidos.
¿No sabían que sus departamentos, donde el mundo tenía el peso
de una manta, no existían? Se destruyó una cosa
que luego tardó en destruirse. Claro, las cosas tienen un espíritu
que nosotros no tenemos. La vida, arte abstracto de sí misma,
ocurre en un video táctil que se proyecta mente adentro.
Con fortuna, incluirá el cráneo de un hombre solo
que ha trabajado demasiados años para borrar su rostro
e imaginar un cuchillo rasgando su cabeza que observa,
mientras la vida habría acumulado demasiados árboles
que son idénticos a ella, misma que, si somos justos,
si la justicia trabaja sobre la forma herida de las cosas,
ya no podrá existir.
Decir amor es no haber leído las instrucciones

Cierto vagón de metro se dirige hacia abajo en el tiempo:


y es como no ir en el tiempo. Patinadores melancólicos
que sabían el procedimiento para poner bastidores
y enmarcar la belleza en 28 x 17. Aquí, gorriones
recorren su pronóstico antes de llegar al roble quemado
(estilo de principios de una temporada donde la nieve
raspó desde abajo la esfera disco de este mundo).
Contaminación lumínica. Otro + otro concepto, ambos errados.
Un sol mental cultiva vegetales en invernadero
ante crisis ecológica para que sean posibles 2 poemas.
Algunos adolescentes pecosos se masturbaron antes
de golpear a un mendigo, aunque eso es algo
que resulta un mensaje de paz para las matrimonios más agresivos.
La estación de metro 8K (8 Kilómetros me separan ahora
de la estación del mundo), se mueve más allá del vagón
donde los niños lloraban pidiendo preguntas, nunca respuestas,
Y la estación muta más allá de la cabeza que la observa. La realidad
es más persona que quien piensa en ella. Nada
precede al dolor en el cuerpo: llave de judo contra uno mismo
y ejecutada desde dentro. Monóxido de carbono:
color negro para tildar una frase donde toda vocal se acentúa:
la muchacha que no estaba no puede regresar. Nosotros
(o sea yo + yo + alguien + más la noche goteando en mi cabeza)
tampoco volvimos al lugar donde todas las preguntas
que no hicimos fueron contestadas con otras preguntas:
la muchacha es un tachón, pero no sobre el papel
sino sobre la punta del lápiz. Algo acude para protegernos del llanto
que nada es capaz de producirnos: todo ha muerto,
menos la sensación de aproximarse a un vacío. Ningún amor
que no era, puede ser, pero tampoco es necesario
afilar un lápiz y escribir sobre las salientes de su punta,
como si se tratara de montañas. Problemas de perspectiva
que se remedian dejando (ni atrás, ni adelante, sólo dejando)
lo que no estaba bajo llave. Los seres que antes y después
de no estar, no estaban: merecen un aplauso. La muchacha
mira hacia atrás que es hacia delante: y no ve nada.
Nadie la ha visto y no es un error de conducta. El proceso
era reflexionar haciendo: una botella arrojada a un mar
imaginado para la ocasión. ¿Y tú que ves? Yo veo
una simulación donde, de manera imprecisa, un geógrafo
apela al territorio para reconstruir la vida rota,
pero cualquier comienzo, si hay que improvisar, es un rostro
que sangra bajo una oscuridad que puede deducirse por contexto.
Alguien canta su balada triste en prog-rock

La tarea: escuchar una canción (Redempstion song de Marley


en una versión de Chris Cornell) y pensar que lloran las piedras
con las que uno podría formular un mantra frente a una lavadora
que, desde luego, también seca. Un periódico de lunes
con noticias sobre una cantante pop,
meditando el zen en su rancho. Algunas mentes recordarán eso
y harán un comentario insulso, pero lúcido, en la merienda.
Edificios y fábricas. Trastes, ollas, cucharas, laptops,
máquinas para ejercitar el tedio, es decir, poemas
en libros, como carne en el papel de las noticias. Desde luego,
la secadora de cabello es más trascendente porque alguien
se enamoró de alguien, midió la textura de su cabello negro.
Facturas de teléfono o del cable colocadas sobre una silla
cuya materia, si pudiera, aunque no, daría gravedad al mundo.
Luego, la estrategia del místico, del redentor quizás será evadirse,
como una lámpara humana en la noche ficticia.
Quizás una pastilla de ácido aporte el gozne donde la estrella
vive una batalla nuclear –aunque pedestre- con la célula.
Francamente, mi idea era quedarme en casa y tomar una sopa,
mientras recordaba los vasos que no deslizaré jamás: esa rosa
de los vientos manchada por el lápiz de estiércol
que rápidamente tú y yo hemos elaborado.
Quizás hay lugares del presente que no deben visitarse: quizás
todo el presente sea el carnaval organizado por algunas bacterias
en cierto momento del día, en ciertos cuerpos que precisan
un leve ajuste para caer.
Alguien se dice a sí mismo don’t say death

Ecología, pero sobre todo limpieza del ojo: se avistaban


hojas de álamo que ahora se reciclan, cuando pueden,
arriba de la estampa redonda (o casi). Estrellas de un capricho
conceptual inundando las hojas de un polígono urbano
donde los árboles replican esquemas imperiales.
Acaso en extremo caducos. La realidad es un imperio doble rostro.
Así, bajo las hojas de tradición botánica irlandesa yo pretendo
explicar & digo mejor lo que se pueda. Alteraciones + adulteraciones:
no hay escarcha tendida sobre las trailers estacionados sobre la autopista.
El proyecto es mirar un bosque y una llovizna
contra un parabrisas cuya pluma o aguja corta escarabajos
y secciona alas de moscas, mientras el invierno
explica estas nubes de dióxido que el viento arrastra.
Talleristas de una lección sin método sinfónico
(jazz & fraseo del sol sobre un disco
que no puede grabarse porque ninguno de sus temas ha sido
–ni puede ser- concluido). Así, el arte final del mundo
es lo que puede verse. Un teatrito inconcluso
donde una cesta de mimbre modifica la proyección de sol
antes que algo en realidad productivo pueda decirse sobre aquello.
Si algo dije sobre este paisaje, no había nada que decir:
mi proceso era la lejanía mediante una esquina con hidrantes
o una estructura de órganos flexibles a la historia potencial del dolor.
Una ciudad abandonada a mi distancia.
No quería ese “lejos”: sobran moléculas de agua
en evaporación frente a una dinastía de lápidas que aparece apisonada
bajo una ley de gravedad horizontal. Curioso ¿no?
Un millón de años de horizonte: una película filmada
en un país sin gente se podría esgrimir bajo ese pulso.
Y resultar más cierta. Aglomeración de cadáveres muy educados
sobre una línea del tiempo sobre la que, de regreso,
vale hacer zapping. No hay mentiras que sobren ni que falten:
una estrella de cocaína es un tendón en polvo
y un puente que comunica dos sitios que no hay.
La muerte ingresa por todas las puertas cuando puede.
Si no, es un lugar donde los fenómenos de circo
acarician ovejas. No digas el trabajo y la muerte porque en este video
donde las manos enterradas encienden una lámpara
la imagen podría acelerar el cielo como un piso finalmente real
para unos pies finalmente, doblemente irreales.
Alguien nos cuenta sobre su 7 de enero de 2012

Saldría en bicicleta, como ahora, pero hoy no se salía.


Mi bicicleta era un momento en una escena proyectada en la piel
de un animal enorme e invisible. El sol era el trabajo
haciendo una colina de huesos rotos sobre la avenida.
La precisión de una avenida, contrapuesta al esprit del domingo:
un perro negro atraviesa la calle hasta el parterre,
el parterre y el perro son el sol del momento, la imagen circular.
Veo el cielo: son globos, aviones, nubes que avanzan hacia atrás.
Estoy despierto en medio de un bosque transparente
donde las formas trabajan para eludir la realidad.
Aunque el verano fuese el momento, mi bicicleta
debía quedarse atrás de la autopista que cruza esta vida (o la mía),
la calle, los momentos y la autopista de todos los momentos.
Las ruedas giran sobre el mundo de muchísimos mundos,
okupas, mendigos de materia y paseantes atentos.
La emoción conoce las estrellas como un diagrama de puntos
sobre el bosque de trapo alineado a lo lejos. Muchas personas,
ejecutivos de banco y expertos de informática.
No veo que nadie llore, pero tampoco miro demasiado a nadie.
Alguien debe llorar & alguien debe consumir pastillas para no llorar.
Alguien muy lejos del idioma debe saber leer lo que no llora.
Mi bicicleta debe atravesar autopistas para que yo sea velocidad
y no cuerpo aterido: empieza lo que llueve & soy ajeno a todo.
El cielo es pausa: si lo ves no belleza, atiende mi clima lo verano,
que el mundo espere para mi otro día: ya llegaremos
lo que es nunca.
Alguien demuestra que no piensa

Adelanto y debo adelantar que este poema comenzó diciendo:


alguien dibuja mi rostro sobre la nieve, pero así ya no comienza:
mi rostro es un círculo con una J. Pero así ya no comienza.
Ya no puede, porque así ya no comienza. ¿O así comienza?
Mi cara, mi diseño, mi rostro: un signo de pregunta: (¿).
Un paréntesis vacío. Dos paréntesis huecos. Unas facciones
que debieron ser estilizadas por la reiterada muchacha de lentes.
Eso sucede en un país que no existe y en un poema que no escribo.
Hoy, marzo de 2012, no sé muy bien el día, no hay país
y no hay poema. Mi rostro no es un círculo con una J:
y, si lo es, será sobre la nieve en un país sobre mi rostro en la nieve.
Excelente. Bien & excelente que esto sea excelente. Excelente rostro.
No se trata, claro, de llorar por las estrellas en los ojos
sino de revisar los efectos del cambio climático sobre los párpados.
Las cápsulas químicas dispersan contenido atómico en mi lengua
que multiplica su abismo, mostrando que dialogo con amigos
en una discoteca. Las recomendaciones son: no comer demasiado,
evitar el alcohol, observar edificios para evitar el tedio.
No tienes rostro (Señor J) pero tienes una cabeza inútil y pesada.
Pero dale sus primeros gestos, comienza un rostro.
Puedes comenzar, pero no existe, puedes terminar,
pero puedes comenzar de nuevo, pero no existe. No hay cielo
dentro de mis ojos, los días –su secuencia- están rotos:
lo que quieras sentir son rehenes bocabajo. Retratos
que nunca fueron necesarios: así, para, digamos, comenzar.
Alguien es feliz

Siempre soñé que la noche se propagaba (mussó dixit)


como humo sobre una silla eléctrica. Mi mamá, como hueso
de gallina, me ofrecía la suerte que yo nunca tendría:
dije, pues, que las cosas de mi madre sean un cofre de ceniza
para escribir mi país de dientes extraídos con delicadeza:
muelas en una sala de cirugía colocada en cualquier lugar,
nunca elegido, si queda claro, del Hospital del Viento.
Desde entonces repetí: no tengo interior, pero estoy dentro de algo
que se ha ido muy lejos. Allí estará mi casa, llena de televisores
para mirar el interior de un dique donde se separa mi vida
de mi vida: una serie de retratos en un departamento
que el propietario sabe a punto de venderse.
Luego, la letra de una canción que mi madre soñará
como cierta pavana inaudible y le diré “observa esa autopista”:
la muerte, un autómata que se modela a sí mismo con latas oxidadas
y perros en descomposición, luce como un vaso retirado
de la fotografía, y el agua contenida allí, suspensa de la nada.
Eso se parece a la anécdota de un escarabajo estrujado por la mano
que anuncia, por eso mismo, la persistencia de lo pequeño
sobre lo grande. Recibe, habitación en blanco, objetos alineados
con precisión o evidente desorden, las figuras deformes de esto que soy yo
costales repletos de conejos, en una escena observada
por las personas que no la ven. Mi madre toca mi cabeza
como si fuese una manzana y se come los dientes de mi hija imaginaria,
engrudo de cebolla y cristal. Yo le dije, los días se cuentan al revés:
LUNES a, Visitar al dentista;
LUNES b, Observar la lluvia desde el piso 9.
LUNES c, Escuchar a Miles Davis;
LUNES c3, Ver a Zidane en el partido contra Ghana;
LUNES x, Nada; LUNES x, Nada;
NO DÍA, El no día comienza sobre la escarcha,
sobre la tierrita que colocamos en el camposanto de las estrellas.
La infancia.
Quise escribir una mano que se arrancase del caldo de mi pesadilla
Prometo leer unas palabras entre tilos,
en una carretera vegetal que trepa hacia mi casa de cristal molido:
las pastillas funcionan & no estoy muerto: las palabras
son como legos colocados como máscara mortuoria para un niño viejo.
Repite la palabra del niño al oído del robot y verás que no te entiende.
Las partículas de sombra se enredan sobre la lengua
hasta que la noche aprieta los edificios contra una persona sola.
Hay que silbar, como quien silba una canción de animales,
su voz, para ver si algo todavía respira.
Alguien prepara mística zen para su anhedonia

Mi promesa: los elementos desordenados como siempre.


¿Meditación o anhedonia? No se trata de pensar las cosas,
si no de ofenderlas: no decir palabras sino objetos.
Los niños beben gin y observan un paisaje de colinas nevadas .
Una plaza vacía, como un espacio blanco entre varias multitudes,
es recorrida en la máquina de escribir para iniciar el mundo
con palabras. La llave de esta frase-turbamulta-vértigo
es un boxeador que decidió broncearse sobre un edificio.
En el día, los objetos libran una batalla donde ya han perdido.
El mundo: gimnasios donde la gente corre en caminadoras
hacia ningún lado y la senda del eterno retorno aparece resuelta
en una imagen poseída por la repetición y el tedio.
¿No hace falta un poco de realidad, algo que se toque por dentro,
como las palabras invocadas desde su lengua muerta?
El problema es que la vida siempre expulsó al lenguaje,
es que los monjes zen han salido a la calle con pistolas
para que cada cráneo sea un grano de arena en un jardín posible
y el silencio nos sea recibido.
Alguien piensa No cover, no minimum

En la fotografía, la ciudad se proyecta en fragmentos. Un búho rojo


en el campo sueña un paisaje de casas blancas (alguna de ellas,
ocupada). Al dejar esa imagen, yo debí elegir si abandonaba
un libro debajo de la lluvia o seguía a la muchacha, esa efigie
de arte molecular tan relevante para la teoría del caos. ¿Qué había?
Edificios donde hombres solos sueñan no estar solos. Edificios
donde hombres solos sueñan estar solos el resto de sus vidas.
Recorro pasillos, corredores donde el día iluminaba la mano
de la muchacha que interpretó a John Cage en su cabeza.
En todo caso, una vida pausada solo se puede con vudú y pastillas,
pero ¿puede algún conocido morir sin invocar un cielo
donde los médicos no abran el cuerpo con la luz de algún láser?
Belleza es realidad hasta que encuentras un brote de cáncer
o un trastorno bipolar en la zona que separa la sombra del cerebro.
Así se colocan elementos bajo el día en que lloré acostado
sobre paja del cielo, mirando con mi amigo, ya muerto, las estrellas.
Esta historia es también un diagrama sobre la estrella-mantis,
mientras las casas resultan arreciadas por el viento del páramo.
Yo imagino esa distancia. La ciudad que amplia su extensión:
entre autopistas y edificios vacíos.
Alguien escucha un soundtrack con Bjork y Mingus

Todo comienza a una velocidad charles mingus y aún suena,


El ejercicio es observar una encina
antes de que empiece a crecer como grafiti + almena + ojo.
Cada elemento pasa frente al rostro en color sepia,
mismo que va, en estricto sentido, desde la herida al llanto.
Mi niño on the rocks drena mi cabeza
usando un láser sobre una aguja de papel para crear un mundo.
Los teóricos empezaron a hablar del capitalismo global
y de las consecuencias ecológicas de ser una persona.
Un día donde caminé por la calle desolada y oí a Joy
hablar sobre la melódica masa de la luna y un vestido de lluvia
sobre los huesos de un árbol en la desviación de la avenida.
Edificios donde las muchachas sueñan una ventana
desde la cual puedan soltar su cabello vegetal sobre un círculo.
Automóviles y motos que suenan al unísono de la canción
donde bjork modula un acordeón de vidrio
para que la figura completa de los trenes bala sean tallos
de una flor que sólo nacerá en un choque imprevisible.
Las dentaduras de algunos hombres quedarán intactas.
Nunca supe si estaban, pero eran necesarios, pájaros sobre la melodía
de una quebraba sonora, donde los cuerpos
caen, exista o no la realidad, aunque no existe, pero es esto.
Balada para un perdedor absoluto en verso relativo

La madrugada es un niño rodando colina abajo


en mi cabeza que rueda colina abajo & cielo arriba abajo
donde se muele mi rostro de piedra sobre mi rostro de hueso.
De hecho, no sé si pienso esto que pienso: fracasé y soplé
y coloqué mi torso sobre una cancha de sangre
donde se acumulan los órganos del hombre que ya no pude ser,
que no sabría. Sobre el plumaje de un búho en el desierto,
las mujeres que no tuve, las que anhelé en la lluvia,
recorren un hospital psiquiátrico donde disparan
contra el laberinto vertical de mi cabeza rapada a los 16 años.
Esta muerte donde las islas de viento soplan
sobre los carrizos de agua de mi rostro quemado
es un pasaje directo hacia los huesos. Sin gracia, niño gris,
hombre concreto (la versión tangible de otros, esos sí,
triunfadores y etéreos, pero también hueco, vacío,
hambre de fondo, línea de arrastre de un símbolo inundado,
concreto máquina poema hombre poema cicatriz).
Y nuevamente herida. Nadie que me elija me elegirá.
Tengo el doble de años y una niña de niebla me esconde
bajo su mano (soy quien le venda su rostro,
quien la tortura sin que ella lo sepa para así comprenderla).
El cielo esplende como la cópula masiva de un enjambre
de abejorros azules + la velocidad de las células
amarradas sobre mis ojos: hay avisos de curva que no hay.
Hoy 6 de julio de 2012, mi alma es una cabeza rapada,
un desierto de neuronas sobre una isla de caballos
cosidos contra una nube de seda. Mamá, ya olvidé
cómo se escribía mi nombre. La escuelita de mi muerte
se abrasa con demasiados rostros desconocidos,
saludos cordiales, la desesperación de un animal
por convertirse en polvo.
Avó

Los mundos que no sucedieron ni una vez hoy no suceden:


a eso se parecía mi abuela durmiendo entre dentaduras
mientra cosía a máquina, máquina del tiempo ella misma.
Destejiendo nieve (dijo Blas de Otero) en el telar
donde las flores se tejían mundo abajo.
Allí estaba la cabeza de mi abuela y nos decía: niños
entren a este plato de sopa caliente donde no morirán pronto.
Ninguno de los tres tenía padre y nuestras madres
eran átomos de brea en un cielo de palomas perdidas.
No había un padre como cabeza de una mesa vacía,
pero había tortillas amasadas sobre una niebla de aceite
sobre los ojos donde los botecitos flotaban
en la sartén donde mi abuela lloró boleros sobre la merienda.
Mi abuela caminaba sobre el agua y amasaba silencio
entre las papas en una isla de mugre y ollas oxidadas
bajo la noche donde no había alma de hombre alguno.
Yo era su nieto preferido porque no era un hombre,
ni lo sería nunca. En cambio, yo engullía tortillas
que ella amasaba sobre el granizo de sus ojos quemados.
Las cocinas se perdían en el aliento de un fogón
donde mi abuela (Greis, como las piedras) nos ofrecía
tamales amasados en roca de sangre de animal de viento,
aves envueltas en harina de noche. Una piedra puede ser hija de niño
pero no sentirá su caída: te vi temblar en la cama
cuando ya no estabas en este mundo de sargas metálicas y miedo.
Detrás de las colinas, mi abuela amasaba su corazón
contra el corazón de un hombre que aprenderá a llorar
mundo abajo sin amasar harina de libélulas sobre su llanto.
Este fracaso es sólo mío y es lo que esplende

Este brillo de imán & de medusa (que es irreal quizás),


pero cuya energía arrastra un caballito de lata hacia el árbol mecánico
donde las palabras reptan árbol arriba y cabeza dentro.
Yo he reptado también en mis palabras, cuando las soñaba
como espuelas hincando el sol animal que destruye
lo que nunca comienza. Y yo nunca he comenzado.
Así, en la misma escena, si es posible una escena en el mundo,
algo desmantela ese ruido de animales heridos en la lengua.
Los niños practican esgrima con antorchas de diésel,
pero el ganador es siempre el paisaje: el paisaje
donde las comas se derraman sobre un niño escondido
en los baños del colegio. Entonces, me llamo Este Desastre,
me invito a mi demolición, me propongo como problema
de un álgebra que sólo puede resolverse quemando la escuela
sucesivas veces. En varias escenas. En varios mundos muertos:
por ejemplo, un carnicero practicando sobre una mesa de niebla.
Por eso las nubes son art-decó de un paraíso -ahora sí-
metódicamente imposible: eso fue el cerebro
visto como una rampa para ascender a un cielo que no hay.
Ni tampoco en la tierra: la gloria es un átomo condecorado
durante una explosión nuclear. Y hasta el héroe quemado
sabe que el polvo es más luminoso que la angustia.
Siempre hay alguien que es peor que uno y que cualquiera
o que utiliza un mejor método para fallar: soy mi demasía,
el extremo de hablar –qué lejos es mi lejos-
un día dije yo, me pertenece.
Todo final es síntoma de algo impreciso

Llueve sobre llueve: y no es el mundo. Nubes & nubes


en movimiento sobre un eje de astillas. Un sol
sube al proceso de mis pies elevándose más allá de estas preguntas.
No decía una palabra, esta palabra no: sombrillas y mesas
instaladas en el límite donde lo vegetal se transforma en una cosa.
O en dos. En cualquier caso, allí estoy yo
girando mi mano sobre una franja de aire,
descubriendo el peso de mi peso, la materia inundada
de un calor extranjero sobre la arteria que late hacia la mano extensa.
Hermosas mañanas dibujadas sobre un parque
rodeado de policías bolcheviques que elaboran preguntas:
¿sabe usted donde acaba esta recta y donde empieza la otra?
Desde luego, el final de mi vida no puede anticiparse por el modo
en que el niño recuerda estas mañanas
sino quizás por el fondo negro sobre fondo negro que dejaron
los policías bolcheviques, los soles embriagantes,
los soles capitalistas + los banqueros policías capitalistas & este miedo.
Todo esto era un sueño, el sueño de dinamitar las rieles de hielo
que recorre un tren que se autoexporta hacia un paisaje
cuyas moléculas dialogan en un idioma
que el ojo puede ver, pero no entiende. Acaso,
la belleza de hoy se parece a las acequias de barrios periféricos
y a un ahorcado, escrito, fotocopiado, fotografiado tras la niebla.
Es decir, este tiempo opera como un diagrama de flujo
sobre un traje de armani: sonido de teléfonos,
ruido de un revólver que algunos describen –atrevidos-
como alma. Así, me reescribo entre comas, dentaduras,
el circo de agua sobre el circo de sangre sobre el circo de cadáveres
de un mundo que se quema por dentro
& luego por fuera (& luego por fuera).
Aprendo el huso de la lengua sobre un motor a tierra:
cromito, ya no de papel, sino de alma iba a ser
tu nombre. Abatidos, pájaro y pajarita de la muerte
como el gorro en la cabeza del conductor de trailers
que escribía poemas para bloquear su deseo de morirse cada noche.
Entonces, aproximarse al yo, una colina diluida en el rostro
hasta hacerme irreconocible. Toma tu papel y llévate.
Espero que la palabra nadie sea un aliento
que podamos abrazar, aunque sea de lejos, otro día.
Lo que el aguijón de la avispa no predice en palabras

Hay personas + personas que no pueden amarnos porque no pueden:


allí hay un secreto que sólo se revela a los que ya lo saben.
¿Y si esas personas + personas fuesen todas las personas de la tierra?
Luego, la pregunta está mal hecha: ¿Y si esta pregunta fuese un párpado
donde, abierto, se leyera “esa pregunta siempre está mal hecha”?
En ese evento, la noche se propone como un chopo derramado
sobre el cerebro de un niño borracho, de una piedra que llora
ánimas en el piso noveno de un edificio de apartamentos y oficinas.
Allí, hay un espejo donde todas las cicatrices (nuestras como los insultos
de la manada a nuestra alma imbécil) hablan mandarín por señas
y exhiben sus muelas como diagramas de un horizonte ajado
por el puñal de un niño que sabe mis recuerdos.
Para sobrevivir habrá que despreciarse tanto que uno pueda desaparecer
en las palabras que destruyen el árbol genealógico de su llanto
(que es el mismo de sus sueños) donde nuestros nombres y apellidos
se mezclan en una sopa de letras servida
en el comedor fast food de la muerte.
Paisaje que se piensa mucho y es destruido antes de erguirse:
soy un objeto que merece perderse en el papel animal de las nubes.
La destrucción de algo ya destruido produce un cielo en polvo.
Usa un traje de hombre para no ser sólo sangre en el vacío,
entre paradojas de hormigón armado y sueños trabados en las cibervías.
Pantalones guess, alas magritte, estrella brodsky: la bala desarmada
entrega polvo para hacerse un tatuaje sobre el agua que se evaporará,
prístina, cuando venga la muerte. Vendrá la vida y no tendrá mis ojos.
El cielo de los ojos blancos de un niño imaginario sirve para no servir,
pero mira el esqueleto roto de muchacha con rostro de hada
(que empuñaba un revólver) como testimonio de que lo imposible,
si el deseo es la marca de los actos, es lo único que sí ocurrió
y no lo vimos.

Escena en el bar El Aguijón 2012


que ya había ocurrido en 2007
y que volvería a ocurrir en 2016.
Pasaporte 1: células

Silvana se traduce como una esfera que rueda


nunca sabré hacia dónde. Lo que sé es de dónde procede la señal
& la mano de la que viene el sello interrogante. Una hélice
de tréboles despiertan debajo del concepto espacial
donde dos niños hablan de conceptos. El futuro anterior:
una pared naranja repleta de sellos postales y despedidas:
fotografías y pasaportes circulan en tuberías que conducen a paisajes
construidos sobre montes y ardillas. Por eso, la noche
es una laboratorio forense donde la gente examina
otros cuerpos que corroboran que aún, al hablar, sienten.
La belleza se acumula en mensajes de texto
(palabritas virtuales, emoticones y llaves de judo del lenguaje)
+ células cerebrales intoxicadas por desechos del sentido
+ preguntas capciosas sobre el flujo del tiempo. Un muro
de nombres lacrados es una llave hacia el pasado
que hoy es el presente. El ejercicio de recordar nos previene
del funcionamiento cabeza arriba: la respuesta es planchar un tú
de industrias & avenidas que se enroscan sobre el corazón
de una muchacha ghotik sil/ent de la noche. Nos veremos
de lejos como nadie puede verse, es decir no nos veremos,
pero con una precisión tan envidiable que algo de esa ausencia
quizás podrá teorizarse. Historiografías o pasos a desnivel
donde una estrella gira como cabeza de vaca
sobre papel de prensa: nada sé nada de la vida si no los golpes
contra mi rostro y las flores de músculo
donde mis mejillas proliferan como esperanzas
donde el amor hace preguntas inútiles:
como un profesor enseñando a marcianos
una lección de Dante sobre Beatriz y el invierno en Florencia.
Lo curioso es que a veces ellos aprenden algo todavía.
Pasaporte 2: esos aviones de guerra sobre Islandia

Al mirar en su rostro pensaba: amor + nunca también es un lugar:


una aguja vista de cerca para pensar los improbables.
Entonces, algún sentido tiene ejercer presión en el lenguaje
para encontrar las cosas, para decir las cosas en un círculo,
en círculo entusiasta sobre un yate abandonado
sobre una pista de hielo, junto a árboles de diseño surtido.
Silvana escribe: te enviaré postales desde un sueño que no habría tenido,
aunque lo tuve. Adiós, galerías donde los dibujantes elaboran tu retrato
para un film de largo aliento. Adiós, maquetas de ciudades
que se habrían fabricado lejos para un nosotros que se fabrica cerca.
En cualquier caso, un sueño donde se anticipó el adiós
en forma de una pareja de personas que miraban planetas,
abrazados, en una habitación con techo transparente.
Ahora, de momento, no hay nada muerto, pero Silvana
anticipa en sus labios lo que podría suceder: el abrazo nuclear para dos
sobre el viaducto del tiempo: una persona enamorado de otra,
llorando: las almas se fabrican de manera industrial
y lo que existe es un vacío donde nadie sabe, ni recuerda.
Nada sucede en mí, pero ciertos animales huyen
porque saben que algo se esparcirá en muchas direcciones
& que –de todo esto- apenas resistirá el polen amarillo de ciertas flores.
No hay método para entender la vida con personas,
pero tampoco en objetos, ni en nada que no sean palabras,
aunque tampoco las palabras saben mucho de la vida.
Quizás hay algo que puede revelarse, entre colinas y colinas
frente a un puente que nada une y permanece allí sobre el desierto.
La llave de una muñeca rota que no existe en el mundo
-& no es del mañana- sólo se puede desarmar en un lenguaje
que traga todos los lenguajes
hacia un mundo vacío donde puede extinguir el mundo acumulado
desde un globo rojo que ahora se desprende y luego brilla.
Pasaporte 3: Silvana canta

Incluso lejos, hoy que mi oficio de sentir se ha extinguido,


la cantante inunda las piedras del páramo con un llanto de cabras
que mueren entre matorrales. La voz argumenta sobre la Tierra,
sobre una estructura de laberintos en hormigón armado
como fábricas de relojes para medir la historia natural del tiempo.
Entonces, si regresamos en el tiempo, las casas de bosnia son abrasadas
por árboles en llamas & por soldados zombies que cantan
al pájaro muecín los suras de un futuro incierto. Calendarios
que retroceden hasta alcanzar el momento de nuestro llanto,
donde la hidra caballo reflexionó sobre la dirección
que alcanzaría la herida sobre la superficie del pecho,
en los trazados con oficio y talento sobre las muñecas y los brazos.
Tu apellido es Cárate = mensaje olvidado por un niño hace siglos
en un barranco inundado que sólo hoy nos demuestra su fondo.
Entonces, si adelantamos el tiempo,
hay tardes con nieve en un país extranjero
y alguien contempla las habitaciones de la mente donde un tonto
baila sobre una mesa. Allí, un sol musulmán
se coloca entre el vino y el afilado rostro de Silvana.
Oír el invierno –y su dejarse oír- que revienta el corazón de una ardilla,
obstáculo para vender casas vacacionales con almendro incluido.
En efecto, girar la galería donde una niña cuenta una historia familiar
es un ánima perdida bajo las alas de un cóndor. Así, el ejército rojo
inunda con canciones los musgos de un apellido en pólvora
donde el coyote hunde sus dientes mientras chilla el tambor de la aurora.
Pueblos de paso y bandas de pueblo respirando
al exterior de una ciudad donde los lienzos en blanco son corderos
que beben un sembrío de granizo que cruza la carretera.
Regresa la máquina del tiempo porque su oficio es girar.
La cantante habla de un amor como si cantara la lluvia
sobre un hombre que nada en una piscina sin extremos.
La cantante afila una cuchilla en su rostro antes de destruir
las ruinas últimas –la emoción es un cáncer- de lo que ya no queda.
Lo que sobra es el tiempo: escuchar un brazo que tantea
otro brazo que tantea otro. Oír, como algo infinito, lo muerto
en un solárium donde los niños han corrido llorando
a sus habitaciones por el anciano que acaban de matar
con el objeto de llamar por su nombre a una cantora que se despide
apretándonos el pecho con su voz de niebla & de regreso a bosnia
donde los exterminios suceden sin crímenes de guerra.
Land-art para un adulto paranoico

Estamos lejos de casi todo: cosa horrible que nos maravilla.


En la carretera, un ciervo demanda la atención del lenguaje.
Carrizos, cortinas de una ópera kichua que sólo explica la reducción,
del infinito, a varias lomas. Lo que queda son informes de un proceso
que tuvo lugar sólo en la vida, que es poco, pero es lo que hay.
Ejemplo: flexionar rutas de vuelo hasta que alguna aterrice
sobre la gorra de un esquiador amateur que rebana su tostada.
Todavía neurosis ante soroche de montaña. (Este mediodía de niebla
donde mi cabeza gira hasta sentir el virus de una alegría circular).
En la ciudad, algunos kilómetros a la distancia, el viento
asume una posición menos abstracta. Ondean las banderas
& antenas parabólicas donde anidan huevos eléctricos que serán pronto
mapas satelitales o programas de luchadores con bazucas.
Terrazas desde donde se mira el horizonte
y las industrias textiles suenan como conciertos de noise
tras una noche de juerga en un carrusel cercado con alambre de púas.
País o esquema de una ciudad donde los edificios esbozan su sentido.
La belleza es precipitarse y ser la precipitación y vibrar por algo
que anticipe al grillo que musita su cruce de flechas en un latín siglo XXI:
silba de muerte, yo, ¿cómo te llamaré, animalito?,
bolsa de conejos castrados sobre un manto de nieve…
Habría que preguntarse si estábamos vivos y si, vivos, en realidad
lo estábamos. Todo sin demasiado rigor porque la inteligencia
separa lo que está separado y no puede reunir lo que ha sido roto
para siempre. ¿Hay cosas rotas para un corto plazo? País
en caída perpetua que no puede existir sin algo que no pueda existir.
Entonces, romper la simetría como se rompe un vegetal exacto,
donde se respira frases como “todo me desalienta”.
Así aplicamos un principio de postal californiana a algo que se formula
como campo minado y que sería nuestra mejor elección de vacaciones.
Cacharros

Se evidencia según el decreto de este proceso (ya en blanco)


que los objetos colocados sobre la mesa son los huesos
de este momento político donde el cerebro puede ser asimilado
al paisaje. Felicidad neogótica: torrecitas de neuronas negras
ilustran los poemas del cielo. El que avanza construye
lo largo, lo desierto: un árbol en el horizonte para pensar
que la historia podría ser soñada por la línea del tiempo
de una abeja. Vender la cabeza de un afropunketo que,
desde luego, ha peinado los vellos de la mano de Obama.
Sí, torrecitas, modelados de cerebros amarillos en la sociedad
cuerpo de vaca en el matadero. Halcones que merecerían
tener derecho al LSD para soportar la miseria del ojo
y la pesadilla balsámica de la extensión del yo y del hábitat.
Torrecitas, modelados de cerebros negros, depilación del bosque
de diferentes latitudes para producir soja y computadoras.
Los ingenieros diseñan el lenguaje del fémur sobre el desierto:
retardados mentales por consenso paladean y degustan lunas chic
extraídas litúrgicamente de la boca del agente fascista o rojo felpa,
gente tras la multitud de esqueletos que votaron socialdemócrata
para luego jugar pinball en un centro comercial de última.
Peluquerías sólo para cortarle el pelo al che y semejantes
o versos donde el corazón de cristal de un celacanto
es instruido por el marketing de las académicas con poder político
o de los artistas histéricos que se miran el ombligo como un oráculo.
Habría que saber que si digo banco y hay silla, también puede haber
dimetrodonte. Lo importante es el procedimiento y el alfil cuántico
que se mueve a través del paisaje como un niño con crack en la vena.
Si eres progre acepta que es más útil pensar: estrella de caucho
en un cielo de orina, antes que una flor mecánica en un poema mecánico.
Extremo de realidad, cuento de Chéjov leído en voz alta por Bill Gates,
donde yo le cambiaría las palabras donde alguien como yo, ése, la cosa,
aparece como personaje.
Happiness: radiaciones para inútiles

Un globo rojo sube & desprende su energía


junto al rostro de un hombre que no sabe por qué escribió esto.
Yo no lo escribí, es cierto, pero cuando su autor lo hacía
ya había pensado que la belleza era extranjera a sí misma
& la infancia a los círculos que traza un niño sobre el pasto,
para luego incendiar la silla de ruedas de su padre.
¿Profeta de todo, excepto del don mismo de la profecía?
El llanto, sin embargo, amarra la carne con el mundo
como banderas de un adiós que ocurre al pronunciarse.
Así, ¿habías visto un niño llorar en una habitación vacía?:
contradicción de principio. Si está vacía, nadie queda.
Pero, claro, es que no hay nadie. Habitación desierta,
aunque se oigan gemidos de un animal borracho,
que no sabe que no existe. Y alguien sigue llorando
con un método de cánceres + galaxias
que se enroscan en la torre de mundos que me repiten yo y noche.
Laboratorio del dolor donde los puños son erizos
al dar y, al recibir, mejillas: espíritu que sangra como un toro
sobre una vida que contamina lo único exacto:
la muerte y sus oficios. Tuberías del trauma
& los fracasos que acontecen como respiraciones
de una multitud de cientos de multitudes & encerrada
en una habitación pequeña donde hubo puerta y ya no hay.
Supermercado del vacío: nadie puede decirme amor
porque el ánima + habitación + fábrica
de este miedo está siendo pensado contra el mundo,
repetidas veces, veces, veces, repetidas, veces repetidas,
hasta que pide a su verdugo, pide, pídeme:
deja mirar un sueño. Lección 1: herirse el antebrazo
para saber que todavía uno está vivo. Lección 1: dejarse
desollar para saber que esto era un llanto.
Lección 1: todas las lecciones de las que nadie sabe.
Todo esta secuencia antes de morder el polvo
tantas veces el nadie tiene el rostro de un hombre
amarrado a un avión aprendiendo los teoremas de su propio desorden.
Si alguien escribe esto mientras yo lo escribo o lo comenta
mientras un tercero lo escribe y lo tacha y lo comenta,
los desiertos de una explosión nuclear no tendrán nombre.
¿Imagínate si existiera eso que llora? Si alguien lo oyese
¿qué sería lo que ahora toco, mientras tú tiemblas?
Happiness: finale

¿Quién soy? Este aburrimiento paranoide escribe


como la casa de un hombre escribe que falló en construir lo hermoso.
Una casa enroscada sobre un centro de alambre
donde una hormiga tiene pesadillas con transformarse en la mano
que la destruye & que ahora la destruye (y así la entiende).
Esto de soñar en destruirse, como una cometa
en un verano que las nubes árticas propagan,
es semejante al perro canceroso que sueña habitar un hospital de flores
donde toda la hierba ejerce resistencia contra el cielo abierto.
Imagen a considerar para los que, fracasando
en todo con igual precisión, sabemos que el lápiz, al sacarle punta,
gira en los dos sentidos al mismo tiempo.
En la mesa, los hombres cavilan & piensan:
todo está bien, recicla, esto va a aguantar. Aguanta, recicla,
la apocalipsis de una taza de té sobre la mesa
revela nuestra posición como objeto en la escena.
Pongo mi noche en la cabeza y un sueño despierta en la aguja
que usan los niños para pincharse y sentir la ondulación del mundo,
una estaca en la planicie & los cactos girando
lejos del lenguaje del dinero y la muerte,
como un computadora portátil encendida en el desierto.
Las reglas del mundo son que el tiempo pase
hasta que la muerte ocurra y podamos dialogar
con nuestros sueños que, en realidad, nunca fueron
ni realidad, ni asunto que valga la pena resumir con estilo.
Mejor no tener nada en el rostro, nada que nos haga reconocibles
ante la marcha del soldado nazi sobre las avenidas del páramo.
Sin embargo, no hay nada que tenga el color de los batallones errantes
que ahora cierran la puerta y empiezan su verdadera vida.
El final es apenas el comienzo de lo que no existe.
ESTEREOZEN

(escrito a lo largo de 2011, publicado el 2012)


Koan haendel: música acuática II

La aguja de plata
traspasa el cráneo de una niña dorada.
Son los cirujanos violentos en el jardín de una casa distante.
The fish, pero cómo decirlo: este error, le poisson:
pensar que un pez grabado sobre el ojo izquierdo de una niña sangrante
es una habitación vacía
hasta extinguirse en un cuadrado negro[■: aquí]. La noche es
un “de pronto”: un cardumen: una serie de ojos peces:
una serie de peces probables, posibles, pero ojos: una visión
o una serie de peces en un punto blue donde los peces
se miran a sí mismos. Piénsalo conmigo:
tu ojo de ciborg no distingue, no, no puede,
bella medusa de máquina medusa,
de pez de máquina de pez caballo de niña ovípara de huevos ciborgs
sobre un jardín rosado:
traga, come avellanas de un árbol robot que aprende
una palabra de blancos de nieve en un rectángulo y es la isla vacía
donde enciende mi casa una noche,
él, adentro de las habitaciones, desaparecidos, adentro de los desaparecidos
y tú te enciendes con un fósforo –es tu cabeza de fuego negro-
hasta que los peces de la muerte empiezan
a nadar entre los peces de la muerte y empiezan
a estremecerse y se estremecen solos en una melodía de animales:
el arranque de un motor de los mil motores
en el violín
sin su extraño –pero extraño-
final.
Koan dvorak. sinfonía n9, op 95. “del nuevo mundo” I

-Esta escalera que sube es la versión material del ojo que sube.
-Un escalón es ingeniería en el idioma de las nubes.
-No te atrevas a tener otro nombre, a suspenderte del antiguo columpio de los
inmóviles.
-Reza el salmo de la inmovilidad y prolóngate sobre una astilla hirviente.
-Pero tengo este extraño paraíso donde meriendo en el plato de mi última mente.
-Esta escalera es un cerebro disfuncional donde un pájaro es un operador de
maquinarias y de cedros negros.
-Esta escalera eléctrica fue soñada por tu mano, oh buda de la respiración.
-Buda es una escalera de robots budas que se pliegan hasta que un dios molécula puede
subir y despertar a todos los extranjeros ejecutados en la plaza del viento.
-“Éste el nuevo mundo” dice mi buda y su cuerpo estalla como una arteria circular de
moscas que proyectan un campo de elementos en la fusión azul de la materia.

II

Esta fachada de hotel es mi cabeza vacía. Un cráneo azul, el color del esqueleto como el
terciopelo de las manos huyendo. Esa fruta de hueso es el núcleo del mundo.

Imagen sepia de mi abuela que compró una manzana hace años, ¿cierto mamá?, (mamá
de pronto entrando a una sala de operaciones donde alguien, pero no yo, nacía, pero no
yo, siendo que ella buscaba otro hijo bastardo en una sala de partos de otro mundo).

¿Cierto, mamá? Escucho vibrar un caracol en mi cerebro que bufa koanesalmos: es la


mañana invernal de un petirrojo que rasga una manzana & reposa al interior de un sol
que llueve sobre mi rostro, desde mi rostro, contra mi rostro.

III

-Habrá polillas robot sobre esta cortina, sobre esta fábula de videosilencio.
-No hay este libro, pero sí una mariposa en su interior.
-Principio: sólo es útil la electrónica para volar al interior de mi país cerebral.
-Mi mano se enciende como los huesos del mundo: vara rota, brazo mecánico &
antorcha.
-No tenía una mano para encender la iglesia de gasolina en mi mente.
-Sin letra-interruptor para incendiar el museo de cera de mis sueños.

IV
Este ojo sabe cosas. El gorrión en el centro de la cámara ojo del robot despierta oyendo
las polillas metálicas en los edificios extranjeros. Por ejemplo, el sueño de animales
acuáticos y obesos bajo el agua. El frío: este ojo es la versión del ojo arriado en el paisaje
como el borde de una rosa fractal que se rompe. El software de un pájaro incendiado.
Digítame. Este piar sobre el cielo. Este paisaje donde los microcircuitos dibujan la
belleza eléctrica para reordenar el mundo. Imágenes como palabras destruidas donde
los runas empiezan la reversión de la historia. Como la historia: la mente es un
experimento de la mente. la muerte es un experimento de un agujero negro: la luz de las
estrellas.
Tachaduras: FIDELIO: Beethoven

No ves que tras mi máscara, Fidelio, hay una mujer de alambre y nieve temblando en la
viruta de su noche. No ves que te buscas en los calabozos que revelan tus vértebras -
como clavos calientes- cuando las abres en la piel de tus sueños.
Esto es una cabeza de hombre reversible: un astro de paja oculto tras el astro de lumbre
tras el astro de paja oculto. Atrás, el fuego como grasa frotada en la cabeza de los niños
que van a la escuela donde el profesor ilustra la amputación del sistema nervioso (ese
árbol eléctrico) a manera de caos ilegible.

II

La cárcel es un pájaro en la cabeza de los niños que traen las revelaciones.


PUERTAS
La cárcel es la liberación de una molécula en la granja de un pez de niebla.
PUERTAS
Fidelio, a buscar en su rostro, su rostro: como el sonido de la soprano que crea una
puerta de cristales por donde entran los brazos del nadador sin cuerpo.

III

ATENTO
ATENTO
ATENTO

El miedo es un niño erizo y un hombre con brazos amarrados (como cuerdas) a los
electrones, a los ganchos que arrastran tus nubes ensambladas y tu barco de papel
periódico sobre una línea de animales muertos: la frontera de NO.

IV

Escucha, en tu volumétrica ópera, Fidelio, cómo alcanzar la transfiguración, la


deformación hasta ser un nohombre en manos de tu animal vacío: que eres tú mismo &
un desierto de realidad donde me constituyo lo más frágil que soy: mi mapa de esta
fuerza sin fuerza, de la extracción de mí para mostrarme: un balde con huesos reunidos
ante la nada muerta.

Un agujero para llenarlo luego del lodo de otro agujero negro donde las estrellas danzan
el baile de la muerte (como títeres oyendo el interior de un cesto que alguien mece, el
choque de millares de átomos como teorías de la fortuna ciega, como pasitos que se
acercan). Fidelio,
tú eres la frontera donde me abro y soy

la imitación de mi mano por el niño que te abre la puerta cuando abres tú la puerta.
La calavera que no escogiste ser, la esperanza de NO volver a reproducir con tu lengua
las palabras de la tribu, estar en la contraria pero no serla, infringiéndote el daño que
otros te hicieron, para adelantarte, para hacerte posible el calor de tu aliento sobre la
extraña Tierra.
Koan bruckner: sinfonía n 4

La Vitale decía: “entre el vuelo del moscardón/ y el arrebato de las cinco de la tarde/ uno
se pregunta si Bruckner/ fue alguna vez feliz”. De pronto, mira si suben las estrellas sin
nombre: (y dime su nombre) un enjambre en el ojo del mirlo-cuervo-acanto. Son agujas
en el cráneo del colibrí que sueña su muerte por espejos. Y es una autopista a través del
camino-granizo-la nevada. En el dibujo, un ciervo traspasa troncos de árboles vestidos
por una niña ciega y girasoles humanos que profetizan el inicio de un mundo reunido,
sobre la palma, de pétalos. El tractor amarillo sobre el perímetro del campo invisible.
Escuchas una parvada de urogallos: es un derrumbamiento sinfónico. Alguien raspa las
pizarras de mis aulas vacías donde los profesores sin rostro golpean el ojo del niño
distraído. El compás de dibujo gira sobre la hélice de un barco abandonado bajo la
madrugada del cielo de aquella escuela. El niño insomne traduce historias kichuas al
idioma de los ciborgs que duermen. ¿Fuiste feliz, oyéndote, Bruckner, en el corazón de
la piedra? Se trata de una taberna con ventanas cerradas. La violenta estación de la
manzana sobre un trapo de sombra para iniciar el viaje.
Koan berlioz, sinfonía fantástica

Trenes: estoy solo y soy solo y estoy “nadie es mi otra mano”.

Regulan el comienzo de otra mano, estos dos nombres, estas dos manos.

Regulan una revolución comunista del ojo.

La limpieza del cerebro (hurga) comienza con el blanco.

El metal blanco: soy yo un florero de mariposas.

Unámonos: el blanco es azul rojoazul rojo azul. Esto es un cielo.

II

La limpieza inicia en cualquier punto. Solo en un punto, pero solo. Hacia dentro
alguien ríe. Samsara de la enfermedad crónica. Estar vivo, estar. Potencia de invertir.
Potencia de ser un invertido. Potencia de ser un invertido al revés. Un cielo donde vuela
un colibrí de lengua negra. (Allá está un buda grunge en un Seattle de la mente). Hay
niños felices con su mente doble, con su cuerpo doble: de dos en dos van sus ejes sobre
las avenidas del mundo. Yo los llamo desde aquí hasta que giran su torso y estallan a
cámara lentísima (como impidiendo la duración del tiempo). Entonces, el buda
decapitado pasa hacia atrás de mi mente: es el buda sin rostro delante de mi mente/ o
sea: el influjo, la tensión tersa del

mundo.

III

Soy un ojo del cielo que se mira a sí mismo: el planeta, su cáscara.

Las nubes, las nubes maravillosas.

Soy la flexión de mis piernas: el viento que sueña la partición de un hueso.

Esta velocidad es la costumbre de arrancar raíces y comerlas, Los edificios crecen hasta
su fábula infinita: Este será el fin del mundo, pero sin dios ni mundo: los edificios crecen
hasta que el globo terrestre es un tubérculo girando en un punto cualquiera del
universo.

Espera.
Espérame.
Please, wait.
Es-pé-ra-me.

Buda es la nave molecular que sueña el cielo de ceniza y extrae los robots de todos los
agujeros negros, de la película flotante de todas las galaxias, sabiendo todavía que este
libro es ajeno a los animales del miedo.

IV

Soy el anagrama de todos mis muertos: una biografía donde las mentes se hacen polvo
de paraíso.

El vacío
es
la semilla
de sémola.

Buda es dos manos de mi caída.


Buda es cuatro manos de mi levantamiento.
Buda es ocho manos y cielos de mi levantamiento-caída.

Lejos de mí:
el aire.
Koan cage. sonata II para piano

El tiempo a lo largo del espacio: quemado.


(¿Quién es John Cage)
Sólo este espacio es bello.
Sólo el ruido.
Sólo la nada.
Brillará.
Koan davis. kind of blue I

El sol produce una mesa invisible


y el pico del colibrí rasga su efigie
sobre el lomo de un escarabajo malaquita.
Esa es la imagen que se autoprocesó
mientras la mente giraba sobre sí misma hasta ser un círculo:

O
Esa figura, un punto fijo y un punto en movimiento,
explica esta sukciedad donde “dibujo audible”
es una espiral procesando los límites
del oxígeno al vibrar con el revés del hard bop.
Espiral Coltrane como una maquinaria de sonido
cuyo paisaje libera su energía como país bajo exterminio:
saxo como nubes elaboradas para este nadie que escribe
y reconstruye animales de llanto
que caen en el cilindro de la música:
taladros que usan escalas en la composición vacía.
Milestones:
al interior de un lienzo audible,
llorando por nuestra ardilla roja, Bill Evans.
Al interior del círculo,
una improvisación
de mujeres ahogadas
hasta que adquieren el color cárdeno en los labios.
Son respiraciones/espiraciones que cruzan sobre un campo de médulas,
sobre un bosque de medusas luminosas:
sonido encontrado en la materia misma:
este autosilencio, un soplo de fondo en el nombre
de mi propio nombre: una especie de pájaros
obtenidos por escucha.
Koan fripp, lizard, 1970

Esto no es un comienzo: nada comienza por ninguna parte. Lee el inicio y sólo has leído
más allá del final. Aprende esto: si pienso ícaro pienso un hombre que baila derviche
sobre un byte del sueño: esto es un circo filmado sobre el proyector de mi mente: la
fotografía de un trueno no es siempre el trueno: esa paloma disuelta en proyectiles:
estruendo plisado en el borde del estruendo mudo. Esta cita es una cítara en un bosque
junto a la carretera. Pienso cómo nombrar un circo que funcione al ser oído: la música es
interior al camaleón togado con un lienzo donde se pinta el infinito: el infinito es un
cerebro de libélula disuelto en el inicio de un arroyo. Aquí, el paisaje muta: el camaleón
que cambia de color, pero también de tono: solo se ve lo que se oye.

II

Un paisaje de álamos protagoniza una estepa vacía sobre el centro de una tela. Soy un
pintor de brocha gorda. Una caravana de camaleones ocupa el centro de un canto que
no se oye si no se mira este arroyo que cruza bajo la luz de un láser. Nubes plácidas. Este
color -aquella púrpura- será un aprendizaje. El color o el color: un cambio de pigmento:
un antes, un material: ese color vacío, ese reino disuelto. Una trompeta suena: se funde
el cielo con el cielo y el sonido también alumbra cosas, pocas, cosas: el pulmón de la
mariposa nunca fue de este mundo.

III

El lagarto sueña un laberinto


Allí una niña extranjera
reúne su país con el país de la luz: ese vacío.
Quería construir un altar
para la adoración a la niña
con los mismos huesos de la niña.
Un puente que traslade la mente del lagarto
hacia el país de la realidad.
Koan rodinás, musical esquizojuanjico, 2011

Dibujo en color ocre. Lápidas. Una galería de cabezas rapadas en un galpón donde el
sonido se abre como un gancho sobre el lomo de una vaca kosher. Ventana hacia un
camping. Banderas nazis & cruces gamadas. Una autopista extranjera hacia las células
de mi memoria: un paisaje al interior de un disco de vinilo: un topo mariposa registra mi
soundtrack del vacío. En la cocina, mi abuela Greis pule un cuchillo. Tras la ventana, un
abejorro sube por las yedras del cielo, en un libre ejercicio de resurrecciones. Los
leucocitos son mi orquesta improbable: un baterista de hard rock toca su innuendo
hacia el lecho volátil de la sangre: un caballo trota en el centro de esta simulación: es un
paisaje giratorio. Herraduras abandonadas & gallos cantores en mi iglesia de niebla.

II

También, desde un paisaje, oímos bach. Un chaikovsky demasiado triste para mi


industria de inmovilidades. Un esfuerzo de síntesis en la composición del vacío. Instalo
una polilla chip chaikosvky en su propio cerebro: célula que bisabuela un grunge. La
luna en el centro del agua dibuja el disco de la batería: el plato, el golpe. Las baquetas
rompen la piedra que dialoga con la estación abolida entre los juncos. Las ranas brincan
sobre un estanque de estrellas. Lápidas trazadas sobre un círculo en tierra. Así, he
temblado antes del nacimiento y tú has extraído mis nervios y los has empleado como
cuerdas de cello. En este siglo de la mente (dos minutos de realidad), los objetos se
desprenden cielo abajo subiendo. Puro ruido, esta cansó de amor, esta elegía al
movimiento.

III

Llagas.
Animal.
Nubes.
Despostan una vaca (la inocencia).
Su gemido es el cielo.
Ikebana con estrellas

blancas enanas. negras enanas. vacílala, en polvo, la luz.


la luz del agua de los ojos de un ángel en polvo. (vacílala) ángeles cibernoides dormidos
en la nave espacial. de. una flor. un quark de flores. sí, una flor en un jarrón (blanco/sobre
azul/ blue penetrante/ zafiro músculo del cielo abierto en una gota de agua) torso para
un dios anfibio. mitad agua. mitad dios de agua sumergido en el cielo desollada piel de
las mariposas. eau. watercita. sí, eso. flor de estrellas secas en la línea 3389 de una galaxia
colocado a dos vidas humanas/luz. a 0.00089 vidas dios/ luz el buda duerme en cada
planeta y es cada planeta y el buda es papá comprando un hijo en el supermercado de la
muerte. flor de estrellas secas en polvo construida por el buda. avalokiteshvara. el buda
es una flor fabricada en el ojo de todas las tormentas. vacílala
porque el buda es una flor. ibis espacial deformada por un campo de hidrógeno.
la flor es el buda soñando un juguete de lana
en la estepa del tercer planeta de orión
la flor es. para dos.
una rosaorquídeademineralesenelcentrodelagujeronegroquees
(avalokiteshvara)
en el ojo 9 del gusano lunar más niño
que perfora, una dos, una tres,
las piedras blancas.
Robot satori

on

off/on arroyo
esto es un arroyo pausado en el procesador digital del paisaje
esto no es un arroyo
que dice “1, 2, 1, 2, 1, 2, 2, 7, welcome to machine”. ¿sabes cuándo
una palabra (un río, una palabra, dos) entra en contacto con el ojo?,
la onda,
sabes, el circuito de agua pulsando la pupila ¿de agua? sólo ahí
descarga una prótesis de mano luz violeta,
que perfora hasta el centro de una estepa sangrante, una luz
que cava hasta saber si una manzana se incendia combustible de savia
en el estómago de los escarabajos. silencio, pantallas plasma en off
en la (cori)kancha vacía de la memoria de la mente quemada,
y quién soy si no una serie de series de fémures
de un demonio metálico posado en la blancura de un diagrama de flujo,
de un fluido virtual de nieve virtual cayendo hacia la mente virtual
de 10s circuitos electrónicos soñando otra lluvia de fetos de androide
lloviendo otra lluvia de cabezas de niño androide sobre un pastizal celestísimo
esto no es un corazón con patas plegables con brazos plegables, pero,
hasta ese fragmento es una bola de polvo en destrucción infinita y automática,
un núcleo del invierno, un invierno nuclear
que ocurre en el dialecto que hablan polillas de ceniza
y perforan recuerdos, byte, byte, hasta hacerse tomos, 600 millones, bit, byte/bit,
electrosilencio de números que son 600 millones de tomos de palabras
ánima de corriente alterna que son 600 millones de yoes extraídos
disueltos en el paisaje de silicio de autopistas de luz, entreveradas carreteras,
quién apaga
la voz que me habla desde dentro de una desconocida lengua
hasta que el frío de los materiales
en off
enough
devuelva lo inerte a lo inerte. El frío al frío.
Eyeborg

deja oír son colores letras son pigmentos fusión de una molécula
materia brillos brillitos lo brillante oír es ver una campana
átomos haciendo un círculo y una nube de limallas que percuta el badajo
to see the colors: la niña la campana de agua flota en las neuronas
de la cabeza desollada es un largo un largo sososonido de gorriones glam
en un campo de torres de antracita fuego pupila de piedra tótem de vapor de agua
iris de coneja vidente que temprano mañana temprano verá (son/
qué sonará el son) su propia muerte en sonido metálico en almas roturadas
(de) centenares de langostas hambrientas electrónicas sobre
un campo de arroz bajo la luna muerta escucha caer 7.2 palabras
sobre un estanque (trop) vacío partido de fútbol en desierto
entre los locos y los demonios de una tierra pelada se ve se va viendo
porque se oye y (tititiembla) como un paseo sobre la mente un parque
para oír escucha (son) tiembla tiembla tiembla: stop. NO.
Soft koan la decimalia

0.1

0.000008

el poema debe progresar hasta ser baba espesa, lustral: como el sueño de una oruga, un
bólido de nieve atrapado bajo la corteza cerebral de un hombre simple. Por eso eres frío,
y las chicas dicen “ese niño gris aprendió a leer números como a ver ojos y a sumar y a
sumar y a restar y a sumar”. Yo, juan josé rodinás, dije que debiste soñar una piel de
cabra entre las espadañas del páramo, pero ¿quién consultaría ese oráculo?

II

0.1017

(estos números que están arriba no me gustan, son una cifra comunista, había
comunistas entre nuestros padres y debieron ocultarse porque llevaban esos números,
porque son números que tienden puentes, esos números me encantan, sobre todo
porque tengo padres que se llaman juan josé rodinás, mi padre y mi padre y mi madre, y
beben té de números, escuchando el pensamiento de spinoza en un haikú).

ese haikú no existe.

III

spinoza recitando polígonos en un bar. el público paga 0.34 centavos de silencio en un


ángulo de mariposas concepto.

hay dos padres para cada cosa. hay dos palabras para cada cosa. hay dos números para
cada cosa. lo demás es baruch, el judío.

(risas de fondo, se reían diciendo estupideces). spinoza reprueba con el dedo índice.

“Ningún cuerpo puede desplazarse por un espacio que no esté lleno de cuerpos” spinoza.

IV
dos ciclistas (Jules et Jim, Quishpe y Yugcha), fatigados por las palabras: ellos son, ellos
saben seguir líneas rectas. Dos ciclistas parten al mismo tiempo de dos puntos, A y B,
distantes 20 kilómetros: uno, de A, con dirección a B, y otro, de B, con dirección a A.

el primero recorrió 8 kilómetros más por hora que el segundo, y el número de horas que
tardaron en encontrarse es la mitad del número de kilómetros que el segundo recorrió
en una hora. ¿Cuál es la distancia recorrida por cada ciclista en el momento de
encontrarse? ¿Cuál es la velocidad de los colibríes, de las hadas que roen la acacia junto
a la choza de la partera ciega si se calcula la distancia que separa el sueño de cada ciclista
en la mañana antes de emprender el viaje?

tú contestas, que la distancia recorrida por cada poeta ciclista, las nubes, eres una nena
cursi, rosada (de hecho, te voy a hacer la fiesta) pero aciertas, y de eres de los pocos que
valen más que una estrella de grasa: y, por supuesto, si aciertas hay dos premios para ti:
el uno es un paseo a campo traviesa por un pasillo de secoyas gigantes (un cementerio
futuro) y el segundo no existe y es una línea de Baruch Spinoza que contesta mejor
cualquier koan que el viento…
Spinoza, ese ciborg de la judería

primero:

un haikú vacío: un iglú de la mente: un cuadrado se multiplica por dos y es un cubo:


nieve sobre la piel de un astro cúbico.

(.............)
(.............)
(.............)

II

primero:

una línea no siempre es una línea:


describe esta línea que no es
hasta que regrese al punto donde eres
una mancha de tinta entre los tomos de carbono en el día de la nube de muertos
soy pájaro carbonero un punto que se propaga en una sola dirección o día:
no soy nadie: no noy sadie: madam-cita sadness mirando
un conjunto de nubes sobre el cielo donde una mano se contrae
hasta escindir la noche en dos secciones: el periódico rojo del domingo
y el colibrí robot raspando la flor robot en un paisaje plomo de genciana
traducción: el cielo y el cielo son traducidos y el cielo es traducido más mira
la intención de los volúmenes en el diseño del espacio
la mente es una caída la mente es golpear a tu madre para entender su afecto
el golpe en su cabeza como el temblor del cuy al morir descerebrado
y oír su llanto
es la flexión de mi mente como una almohada suave entre los pastizales de piedra
los niños que escriben sobre países demasiados lejanos
aunque sin luz entre sus huesos
la mente es niebla que da fondo a los árboles de niebla
allí las mariposas de lino sueñan
un anagrama del oído cábala de vapor sin trenes a la vista
para leer la muerte en dirección opuesta a las palabras rojas
como si fueran huesos arrancados de una línea
sobre la carretera de las últimas bestias
Estereonirvana

el ojo selenita de celan.


el ojo necesita de celan.

II

todos los que caminan en nuestra mente fueron golpeadores de hombres. En el camino
había siete hombres agredidos por siete hombres. El paisaje es un hijo del espanto
siempre. Un hombre que gritaba a los árboles orinaba siempre que sentía de cerca el
dialecto de las hiperflores, en especial de las blancas o azules.

III

streeptease del ánima.

doma esta palabra desconocida. Toma esta palabra conocida. El trueque: y pensar que
no lleva a nada a nadie.

desnudo de uranio en el campo vacío.

el sonido de uno: nunca ser un pájaro de helio.

escucha tus nervios tensarse. (debajo del cuerpo: éste de nanopájaros y moscas y
panópticos).

humo que pasa a través de las heridas de un cuerpo de números y letras que no hay.
Cuéntalas, de arriba para abajo. Léelas, desde el centro hasta su cremación en las venas
de los cielos.

¿quién escucha la décima provincia de la música y oye flotar una canasta en el taller en
blanco de su mente?

IV

el frío es bueno para borrar imágenes, excepto las de un pájaro en la nieve.

montevideo es una tacita de té y la cabeza de un bonzo que se incendia.

afuera está un alfiler sin tiempo en el plató del patio de la lluvia.


NO PREGUNTES POR AQUEL DIBUJO: la estrella cabe en dos manos de la
doncella bajo la luna-pliego/plieguezurcidodelaluna.

(blanqueo de dinero verbal + yo soy disipándome + yo soy la mariposa de cuarzo en una


antinaturaleza de luz).

el mundo es sin objetos: un planeta en blanco un banco sí para cambiar palabras estrellas
por cabras decir “estrellas” es muchas cabras una palabra llena otra palabra llena por
nada: gracias por nada a menos que sean hadas. Vuelan en el cielo de las mariposas.
Mariposas que vuelan en el cielo de las mariposas, no son mariposas, son hadas.

VI

en fin, comenzar un diálogo. La palabra nirvana no es un nirvana.

en fin, sobre el polvo de nieve de las nubes de las aves heladas. Estereonirvana de los
micromundos de las microcosas del estereonirvana.

(glaciar de estas estrellas). La palabra nirvana no produce la acción del nirvana.

VII

este zepelín vacío en el cielo: una jeringa: cadáveres de palabras sobre un campo donde
un feto arremolinado sueña el nombre de su padre en una copa de mariposas ciegas o
videntes. ziberia fría de la velocidad mente.

se despostan reses de hielo a las 5 de la mañana.


no ha iniciado todavía el mundo.

no, pero no decir demonio: injertarlo 0.99 veces sobre un background azul donde
encuentras rótulas de faunitos en el centro del ojo. Piénsalo: un coyote que sube
ahorcado hasta aparecer como estrella colgante de la 0.99 rama del último secoya. Dark
es terciopelo del ánima, esto es verde, sólo la mente aúlla cuando el iris de la visión
espera la fusión de sangre de la nieve.

VIII

esto es probablemente el comienzo.


esto es probablemente el comienzo.
esto es probablemente el comienzo.
[a partir de aquí es una reescritura con David Antin]

¿no crees que es el tiempo correcto para comenzar?

bueno, ¿qué cabeza enferma ha tenido una época como ésta?

¿si tú puedes decirme cuándo es tiempo para comenzar cómo puede ser el tiempo del
comienzo?

yo esperé comenzar por largo tiempo, este examen natural de mi cabeza natural.

o, más exactamente, yo he pensado comenzar por largo tiempo esta cabeza como una
bola de goma.

pero todo lo que precedía al comienzo todavía no termina.

lo que yo quise decir era la nada que precedía al comienzo que aún no concluye: una
torre de sangre de trotones azules suponiendo que yo pienso de mi vida ¿dónde
comienza? ¿dónde puede no comenzar? ¿dónde puedo escribir
ya, no más, ¡ya!?
País línea

¿Quién habita este país, esta línea de grafito? El hombre punto. Los hombres punto
hablan por sus dos bocas, por sus dos anos: llaman al dios de las tres dimensiones: ¿será
un cubo neón, satén, amarillo? Aquí, el mundo es una línea sobre un estuario blanco: big
bang del color en una estufa de la mente. Pienso que pueden pasar trenes hacia las nubes
en el paisaje del cerebro azul. Mirlos en el pastizal junto un bosque: lo que puede
meditarse. La realidad: el pájaro del país es un punto de música oscilante desde una
distancia infinita, no visible para el ojo humano, para esta línea. Casas guiones (-),
segmentos donde vibran, como estrellas, los puntos. Las estrellas del cielo son puntos
escritos sobre las personas puntos que pasan siempre a ser estrellas. Míralas.
Rascacielos sobre rascacielos: es una línea segmentada sobre una línea estable: ¿cómo
maúlla aquí el gato de Cheshire? Los ascensores ni suben, ni bajan, ni suben-bajan. Los
columpios son objetos de la mente. Punto revolución del color, el pintor de este país en
una línea, ¿un punto magenta que arde sobre el país línea? La nieve no cae sobre ella,
sólo define su contorno: aquí no hay invierno, sólo línea de sombras. Sólo la luz donde se
acaba la línea dibuja el paraíso: eso piensa el rey punto de este conjunto de ciudades que
se construyen sobre sí. Un niño punto piensa: nada falta para ser el esclavo de mi
habitación punto cuerpo, entre árboles puntos, comidos por la muerte punto. Y
entonces escuchar que el viento ulula: cuando la línea ulula todo el universo es lo que
ulula: el hombre punto es imposible. Los que creen en él se mueven bajo tierra, bajo un
cielo blanco: una línea de polvo de cráneos triturados como la vida respirada en el vacío
azul, azul, vacío.
País punto

País cero dimensiones: reino del místico que gira sobre sí, pero no gira, su movimiento,
una pregunta. Arden, son la potencia de quemar: es un aquí de arder, el arriba y el abajo
(arder), el diálogo es “¿quién soy el que tú eres?”. Persígueme en este paraje abandonado
de paraje, en este vacío de lugar contenido por nadie, en este desierto que anochece
sobre la punta de una aguja. Punta, punta del punto: radio de acción de lo inmóvil.
Campo gravitacional cero: cosa que anuda su cola con su centro y borra el proceso:
unido estoy a la palabra NO. Yo dudaba desde el exterior de las cosas imposibles que
soy también, llamándome, desde un paisaje blanco. Paraíso sería titilar, como estrella,
para nadie nunca: uno más uno es menos uno: uno jamás es uno.

II
cielos contra los que yo vivo:

titilar esos cielos de la mente:
decir abandono es la imagen del sol
regresando hacia su eje:

es decir la catástrofe

podría ser
pensar ser
País volumen

Una coma de grasa, un coma en la sala de un hospital vacío, de una habitación


incinerada. Una letra girada por as y por envés, sobre la espalda de un enfermo. Mira su
rótula colocada sobre la mesa del fisiólogo. En los rayos X del sueño se ve una galería de
cadáveres de niños abandonados, en el desmembradero de las estrellas. Un gen medido
bajo la precisión de un microscopio. La precisión de una figura que espera recaer 69
veces sobre su propia muerte. Un acento de comas sobre un acento de puntos: una
escultura de papel que hoy estamos probando para ver si sangra sobre nosotros. Un
gesto, pero sobre todo la mano que lo gesta sobre un remiendo de carnes acumuladas
como cielos en un cosmos cosido contra el esqueleto. Un teorema físico, más que la
caída libre de los cuerpos: su derrota en la tierra, mi derrota contra la tierra y el dibujo
de una humillación: una cometa de sangre volando en un cielo de piedra. Una
exposición de computadores donde una exposición de flores electrónicas sueñan sus
propias flores propias penetrando en el jardín de nuestras cabezas. Un brazo robótico,
pero jamás la teoría numérica que define su situación en el espacio. El espacio-tiempo
bajo el gobierno del movimiento ejercido por un objeto que rompe las líneas del reposo:
una textura, sí, donde el objeto muerto -un torso- está en la mente del artesano ciego. El
artesano ciego, pero sobre todo la mano del artesano que escribe la palabra miedo:
tengo la palabra miedo. El país como un holograma de hierro. El miedo: una estructura,
la nieve tras la erosión de los espíritus de este cielo quemado.
Tachadura: hipersoneto posthumano

I
Barrio laberinto. Una lámpara sobre el cielo dibuja mi frente con estrellas: campo
amarillo para un viento rasgado por las zarzas. Esquinas y tornillos blancos: un frasco
transparente: dentro: una avispa de plutonio: dentro: una habitación con trescientos
niños colgando desde ganchos frente a una puerta cribada por el sol de las tardes de
octubre.

Un páramo se alumbra: la ciudad de las tres dimensiones es una plataforma de okupas


donde varios hombres separan el rostro de un niño -bajo un puente de franela- hasta que
sus ojos empiezan a soñar en la resurrección de un buda de plomo sobre el rojo desierto:
una cascada de montañas sobre un grano de sésamo: es el amor trenzado en las pupilas.

Desde mí, los niños sueñan una nevada de piedras. Átomos de bisonte y rascacielos de
agua modelada en la terraza de un mundo amarillento que tritura y pliega los nervios de
las grullas que coronan las cabezas humanas: fiesta de papel metálico: la vibración de un
alfiler de hielo tras el cerebro de una res apacible.

Un paisaje frotado contra una máquina donde las garzas nacidas de huevos vegetales
son desolladas en una carretera: mi desierto. Mi país de refrigeradoras y pantallas donde
una pelota es la cabeza de un hombre como eje del mundo. Una paloma de pólvora
escarcea el cerezo de carne surgido en las noches apiladas sobre un hombre sin rostro.

II

Nadie puede recordar al niño que encendía sus manos y esculpía su cabeza sobre las
nubes de trapo (tan lejos de sus manos): empezaba a llover hacia atrás, secando un
racimo de calles sobre la frente del sol disuelto en las galaxias del campo: es la copa
deforme y un vaso de papel donde cada hombre triste abandonaba su diente más negro.

Mis manos sobre esta férula molida en la línea del tiempo- dos pájaros quemados sobre
el techo de una casa construida por mis abuelos muertos: ya pura piedra de moler bajo
una rama de comino seco. Lo que puedo decir es “alguien quiere matarse en un edificio
de apartamentos”, mientras la sangre sueña los pasillos donde una muchacha corre hacia
las aeropuertos del campo.

Será un mapa sobre la espalda: esta ciudad vacía. En las lavadoras automáticas, alguien
mira por su cristal redondo el desorden de nuestros cuerpos ciegos: levadura de grasa,
cromosoma de cuervo. Este día sucede cuando la mano toca el vientre de un niño
muerto y descubre un paisaje de colinas doradas.

Será el semen navaja de mi padre: este odio hacia la materia relativa en cada plano de
este mapa de circulaciones que yo llamo Juanjo a través de una herida de hierba que no
puede erizarse -ni sangrar- sin destruirse.
III

Te dije: soy un hombre sin número. O este erizo rojo girando dentro de una campana.
Por eso construyo mi casa en la estación nevada (¿de la muerte?) donde el cielo de los
hombres es el único cielo que no existe. O el cielo de los hombres es la granja dentro de
un cuerpo humano: vacas o glóbulos en las arterias mugiendo para que el dolor –al fin-
cese.

Esta galería de cisternas: chorros de ánimas: paraísos de grasa y acueductos de sangre:


pelotas o espíritus marcando el agua digital que ondea sobre el estanque de mis huesos.

Cromosomas sobre un cielo de calcio que trepa sobre un río de aceite de automóvil que
llamo mi planeta muerto. Una esfera de hueso que se mueve a la velocidad de las
estrellas.

IV

Alguien es una pelota de hule chocando en el frontón de mi lenguaje abandonado.


Alguien me usa y soy una tijera para recortarme contra el cometa del cielo bajo un
bosque de cartón donde ha sido tachado lo visible: no puedo imaginarme como esta
torre de vísceras que habla, plisa, sueña.

y tengo mi respuesta: éste es un planeta de sangre sobre el ojo de un mirlo que agoniza.
Varios copos de arena en el procesador espiritual del cyborg que traduce el llanto de mi
mundo más allá de las líneas del dibujo de un ascensor vacío.

Esta máquina de muerte maquinaria. Una máquina de cielos: nubarrones compactos.


Una galería de flores de hueso sobre el corazón de la mujer histérica. Un núcleo que se
traga el mundo sobre un clavo de paja: útil para hender el cerebro. La realidad se explica
como un tanque de sedimentos.
Un sólido: genoma zen

I
Deshago este objeto rojo que lees sobre el seto. No lo leas caer. No lo leas empezar a
caer.

Agrego la masacre de mi propia figura sobre la cara de mi padre: miro la luna como bola
de billar suspensa en el azar del cielo. Soy mi masacre sobre la enfermedad de otras
gargantas, sobrada de estrellas de corteza roja, de letras espirales, de comas giratorias.

Distingo la inmensa voracidad de mi cráneo pelado frente a una ballesta. Y lo que puede
comentarse de eso cuando el cielo parece un muro de mariposas negras.

Una energía que hace de mí un animal del miedo y el espía deforme que me persigue
cuando cierro los ojos y Juanjo abre la ventana de todas mis habitaciones.

La cabeza de mi padre enterrada, rodeada por un círculo de tiza blanca. Un bulbo para
ver si florece un país más elevado que esta ciudad de estambre y de luz muerta.

(Recuerdas que te advertí que te tragases a ti mismo, que escuches cómo se unen reinos
sobre un esqueleto construido por todos los sueños apilados sobre la mesa de noche).

Te digo que mi padre era un Juanjo triste sobre un triángulo dibujado en el pizarrón de
mi cuerpo vacío. Ahora dirige una iglesia donde la gente se acumula en los orificios del
templo.

Aquella liebre negra –mi padre- algún día, algún día, el día 7007 -¿de qué era?- predicaba
por ti y se arrancaba los dientes -uno por uno- para volver a ser el hombre que espera una
historia de brazos arrancados: como volviendo al lugar donde perdí mi lápiz para trazar
mapas sobre el revés de mi frente.

II

Aprieto la impureza de mis ojos, su estructura de globo, cuando buscan lo blanco en la


nieve mezclada con el barro de la destrucción última. Las montañas se vienen abajo
sobre las ciudades construidas en la punta de un clavo arrastrado por la carretera: son
los sueños: es el vehículo autodestructivo de las estrellas.

Tú tenías una abeja robot en la mano derecha hasta que recibías su aguijón y sangrabas
y morías sobre una cobija de plumas de origami.

En mi dibujo, soy un androide que cose guirnaldas sobre el laurel mutante hasta que las
personas nos embarran la cara con preguntas de una idea que parece conjurada en una
partida de billar sobre una mesa espejo.
Acaricio los cachorros de metal que llorarán por tu muerte a través de una pantalla
electrónica colgada sobre la cabeza de dios. Humíllate para que la nada tenga piedad de
ti, para que seas ese objeto que todos pueden retorcer, escupir, humillar.

Coloca tu cuerpo sobre tu palma borrada y déjate caer. No lo leas caer, no te leas caer,
pero.

En este punto, todo es estrella. Todo es carne de astro desollado sobre el plato de la
muerte niña.

Y todo puede descender a nuestros ojos para quemarlos o inyectarlos de hielo.

Raspo una nube de hormigón en el cielo de trapo. Una colina de hueso es el jazz de
babilonia: escucha cómo me destruyo sobre las líneas de esta noche quebrada.

III

La Tierra es una escuela redonda: algo cruje bajo las patas de los ciervos. No hay sol
bajo el sinsonte. Sólo cápsulas azules como estrellas en el taburete del barrio de mis
pérdidas: es una calabaza sobre un cuadrado negro. Allí, llegan personas que se sacan
los dientes sobre el mostrador, como tesoros de la medianoche.

Sobre mi rostro pende una jeringa azul para un laboratorio de los cielos. Hay una vaca
dibujada sobre el cielo de los revólveres que fueron disparados como un buda robótico:
donde el corazón es el ojo en forma de sabana para el deslenguaje niño.

Esta caída sobre el cuerpo-país es cabelleras rojizas y hojas de un cedro libanés que
suben por un muro de agua empozada sobre el hilo de la luna extranjera.

Aprende:
esta lápiz es el templo de los últimos espíritus. Una blancura más allá de mi
habla.
El exterior es más oscuro y paso al exterior.
Y todo es exterior.
Y así.
Y
luego:
improvisas.
Aníbal Nuñez, la muerte arrebata las palabras que intentan impedirla

De la caída de los muertos:



a veces surge una cabeza como el ojo del ruiseñor:

centro de una esfera blanca

y no es dios –bellísimo, congelado en un cielo de meteoros-

sino este verano en la velocidad de las palabras,

donde mi hija imaginaria con una sombrilla ardiendo

danza en círculo entre varias calaveras de ojos azules con estrellas,
como el océano cábala de números desconocidos.

Son lápidas de nombres sobre nombres,


reproducciones realistas de la emoción de un álamo

quemado al interior de una lengua de polvo.

La muerte, nunca es triste,



el hueso en su lugar, nunca fue triste,
este freak que cruza la maleza de la realidad

para filmar mi cráneo en esta morgue con cielo

donde se guardan pequeños caballitos en frascos de metilo sucio.

Pues la fortuna que desgracia este cuerpo,



desgracia también mis sueños perecederos.

Soy el que quiebra nuestra mente, esta mente, mi mente,
mientras las dendritas y las neuronas cantan para otro lado.
Sólo quise
decirte –y me han salido dos cadáveres

porque hay cadáveres- que nadie

esperaba del otro lado del huerto con hadas calcinadas, deformes,

campo de concentración de sus sueños este mundo,
arrastrando los cuellos de sus hijos ciegos.

[Para escribir este poema, los niños miraban la luna como un zepelín en el cerebro del niño muerto,
iluminando una cavilación de moléculas sobre el margen de la noche].
José Ángel Valente, Sobre el ciberespacio futuro

Escribo desde el ascenso



de la mariposa al cerebro de la lengua, espesor de animales

que de pronto se llena de huesos y cadáveres.

Escribo sobre el espacio,



cuarta dimensión del tiempo donde sólo un pájaro ciego
determina el orden matemático de nuestros huesos,

de transmitir sólo en el nombre de la madre,

de los hijos bastardos del hijo bastardo de la madre,

de su ausencia de rastro en el cielo,
de su cielo sin rastros,

al menos una huella del odio que tuve a tana gente

en la mañana que bebía té de manzanilla quise quemar las casas del mundo
y todos los seres del mundo

excepto un árbol de bonsái en el centro de mi mano.

Escribo del espacio futuro.


Con lenguaje simple escribo,

pues no hay ninguna puerta

para lo que no tenemos que decir.

Escribo sin dios, pero hablo de un dios pequeño,

sobre un dios inexistente para todos los que saben demasiado,
sobre un dios muerto
que de ciudad en ciudad se llevará mis huesos.

Escribo sobre el mar,



contaminado hasta sus orillas remotas

recuerdos de un mundo muerto

o nostalgias de un planeta verde que ya no existe más.

Escribo sobre el eje de mi cuerpo, sobre sus células ciegas,



sobre su destrucción

provocada sobre todo por mí mismo, escarabajo andino del odio.

Escribo sobre las ruinas de mis mentes, con palabras muertas,



atadas a las cabezas de varios colibríes: casi no he nacido en esos ojos.

Escribo desde el láser de la noche



que corta los tejidos en rebanadas de cielo negro, que separa la carne de la mente,
que separa el cerebro del sueño donde un hombre viejo se rasga los brazos y los
dientes,

para sentirse vivo entre sillas que pesan
frente a un muro blanco, blanquísimo.
Escribo desde la muerte,

desde su silencio,

desde sus maletas con dólares,

desde sus negocios infinitos donde siempre alguien pierde,
desde los mandriles acorralados con escopetas,
desde los revólveres accionados sólo en la mente,

desde el vacío,

desde mi rostro de huesos,

desde la mano que no tengo para acariciar a alguien que no vuelve,
desde el pulgar de un niño ciego,
desde la amazonia destruida, desde aquí,

este espacio futuro.

Pero también escribo desde un sol bifronte, desde su alegría,



desde su ángulo incierto,

desde un pájaro carpintero en el núcleo de mis huesos,
desde una multitud que se rasga los ojos
para sentir la última visión redonda de su vida.

Escribo desde mis huesos,



sucios para siempre,

sucios también desde una memoria con vacas fantasma
que mugían al amanecer esperando nuestra muerte.

Escribo desde mi propio cráneo



midiendo su tamaño exacto

para saber cuantas respiraciones harán falta

para que allí el aire pase lentamente y tranquilo.

Escribo desde un lugar que está hacia atrás donde cada cosa se ordena

según la certeza de los horóscopos sobre la física de un universo ciego.

Escribo del ciberespacio futuro.

[Cuando escribían este poema los niños se convertían en esqueletos para despistar a la muerte. En sus
orejas introdujeron mandrágoras que chillaban hasta matarlos -muy lejos de la nada- y regresar intactos.
En el vacío elaboraban tejidos con hilos arrancados del lomo de las mariposas color azul cobalto].
Tachaduras Dime, ¿qué ves Carlos Edmundo?

Veo estrellas. Le digo a una: Hola Estrella. Y la estrella baja y duerme como niño con
problemas mentales.
Le canto una canción de cuna. Lo uso como tambor. Mi bastón
que golpea la arena, la piedra, el niño
y digo: niño estrella, no hiciste nada por mí. Eres
un niño malo y estás muerto. Yo te quemaré muerto para hacer, de tu piel, el cielo, un
círculo trazado sobre un microcircuito y casas de la luz. Te mataré con mis hermanos y
mi madre porque soy el júbilo y una red para pescar estrellas muertas y niños o edificios
blancos que siempre prometeré quemar, devorar y pintar.
Francisco Pino, Postsalmo

Tú crees en un dios vacío como una película de nubes.



Tú eres un sueño de tu propia mente:

una programación lingüística sobre el desierto de la realidad.
Tú recitas oraciones como un árbol poseído por el fantasma de un idioma muerto.
Tú eres un sueño de tu mente:

una barca de palabras que estalla en la noche más oscura del mundo,

como un mecanismo de iones atravesando la piel de una libélula.
Tú dios es pequeño como una letra de imprenta.

Tú eres un electrón abandonado sobre el ojo de una alondra
que no alcanza su mundo.
La luna está en el ojo. Debajo siempre
y eres un cobarde como todos los sueños que sueñas
y creas mundos para no creerte el dios en que no crees
porque eres tú mismo, pero paria, perdedor, loser
como dicen los que te conocen y los que no te conocen:
como tener una estrella podrida en un cerebro que llueve.
No quieres habitar los mundos que creas
porque eres un poeta vacío y tienes miedo:
cobarde ante el espesor de la blancura de una mariposa cayendo sobre tu frente,
doblada, desdoblada sobre un papel perdido.

[Cuando los niños decidieron ser puntos de la luz, escribieron este poema y dijeron “no volveremos a
beber leche de estrellas, ni a colocar nuestro ojo sobre Madame Sadness, abuela de la tristeza, porque
entonces nacerá una máquina de polvo. Nadie volverá a vernos, si desaparecemos. Nadie, si nos
quedamos como materia pura. Nadie, si nos volvemos puntitos de luz en el jardín de juegos del vacío”].
Tachaduras Dime, ¿qué ves Carlos Edmundo?

Dije: a la noche, cae una cabeza: es la luna.



Dije: es el pensamiento de un dios de piedra
en un sueño electromecánico,
es mi hija imaginaria soñándose robot en su laboratorio cerebral.

Una huella de sombra que despeja la blancura de nube

de esta metrópolis de muertos vivos, de esta luna desgonzada

sobre la carne pálida de un camal sobre la mesa del cielo.

Estoy grabando mis iniciales en la médula

de un andrógino metálico que sueña el vuelo del colibrí eléctrico

sobre un bosque de árboles de titanio recién ensamblados

por el dios que nos sueña con la mitad de su cabeza

y con la otra pretende aniquilarnos
un paisaje de cráneos de ruiseñor

como aerolitos alumbrados de sangre o aceites de una absintia virtual,
mientras el pensamiento es un líquido es un estarcido de arena de agua.
Joy. segundo sueño. ¿final? septiembre 2011

Ella corre por el pasillo y no mira.



Ella huye del asesino serial, del poeta serial, huye.

La muchacha sube a la terraza y dice:

ves esa casa, juanjo, allá está el cielo

y allá también estamos muertos.

Yo no veo la casa y estoy muerto, pero

son palabras para elevar una casa y están muertas, pero
sólo dije que ella podía volar ese día sin morir.

Las campanas del amanecer crujen como papel quemado.
Todo el papel quemado no alcanza

para trazar un círculo sobre el amanecer.
CROMOSOMA
Historias de Dollboy

(publicado en 2011, escrita entre 2009 y 2010)


Axioma Soma

La realidad es un proceso mental. No siempre supimos que


nuestro cuerpo pesaba (lo terrible es decirlo).

Tú, anteSeñor, silbaste en lo irascible. ¿Qué?

Lenguaje idioma roto desde el revés del idioma intacto.

Silbaste en lo irascible la adopción de un nuevo idioma debía


destruir el antiguo esas palabras todas llaves ninguna puerta.

Aquí está roto el orden de las sílabas del mundo no hay orden no
hay sílabas no hay este mundo no hay otro mundo.

Todo es vacío todo es posdespertar.


Soul Asylum máquina papel del páramo

Sólo admitía sólo paraísos helados: la frase fría. Mais, mi idioma


es un campo de cebollas, un árbol blanco en un paisaje con una
choza cubierta de granizo. Admitía, decía,

pero
¿eso era mi cántiga para recomenzar?

pero,
había tréboles en el concreto donde trazaban su avenida las
hormigas rojas y ponían sus huevos marmóreos y yo, lejos,
apretaba el cuello de un mirlo hasta sentir su ahogo y luego lo
soltaba y olvidé si volvió a cantar nunca.

II

Admitía, decía,

pero
hablaba en objetos de largo alcance: la vibración de mi brazo
derecho empujaba corredores con vilanos de larga profecía.

Allí, una parvada convergía sobre un punto negro donde las


imágenes se proyectaban desde una calle con árboles clonados.

III

Entonces, todos los días: el día del comienzo: la palabra


expansiva. Todos los días, éste es el día del comienzo: la palabra
expandida a 4.2 dimensiones realistas. Pero hoy sí, ahora, es el
día del comienzo. El sol ilumina una taza de tisana ante mis ojos:
éste es el día explanada en constante comienzo.

La frase como:
usar huesitos como tiza
en la pizarra del aire
escribir sobre los cráneos
transparentes
de las almas errantes.

IV
Ahora, el día es una distancia donde firmo “distancia”: soy
amplitud cuando los sapos magenta brincan sobre una silla
metálica en el jardín estrellado. Esconde esta larga estación de
hojas y de tallos inmóviles: ser una estación extensa: ser un
extenso: una pradera con caballos ciegos corriendo hacia los
puntos cardinales: pájaros cardenales de un extenso que se
plagia a sí mismo para luego desecharse: el río es siempre un
extenso.

III

Estrellas de hueso adentro de mis venas.

Narración sin comienzo.

No más una gota de sombra sobre la punta de flecha de silencio:


vasta ecuación vacía.

Este día es una clínica sobre la meseta. El paisaje soleado


contrae el diapasón percute en mi cabeza: azolve y resonancia.
Habitación: tubos y cánulas en la frente que drena realidad hacia
un balde junto a mi cama. En el líquido, un paisaje de postal se
prolonga en largas horas de televisión. Su reciclaje es una
imagen que arde sobre la curva de autopista donde mi memoria
es la fotografía de un hospital vacío y alguien viene, visitadora de
los oscurecidos, hacia las camas y pasillos abandonados.

IV

(Estos cromos son la habitación de mi mente y sus cuatro


paredes donde leí mi nombre bocabajo).

En esta escena soy hijo de mamá figurativa y de muchacha


curada por la mano del rabino reversible en la mezquita donde se
ora para dos imperios. Así, dejo que una cámara entre en mi
cuerpo de la mente y grabe un video donde el vencejo aletea con
su cuerpo inmóvil en un bosque de aceleración postfinita. ¿Ése
era un travelling sobre mi única imagen para que sea devorada
como una oveja sobre la estepa blanca que es la distancia única
entre dos palabras? ¿Cómo gimen las bacterias sobre los
cadáveres de mi cuerpo que ignoro, que se distancia de mí
cuando más se me acerca? Quiero aprender esa música, esa
tarantela de amebas, ese scherzo de moléculas. Allí no se
practica mi devota fe de la muerte.
V

Éste el fin devoto.

Este el fin de todo lo devoto.

Este el comienzo de todo lo que soy: perdido:


para mí mejor más perdido, más.

Esta es la imitación del final con una curva


que regresa a su punto de partida
más acá que el punto de partida.

Esta es la imitación del final:


dime la fe que no empieza.

Nárrame esferas desechas por su velocidad.


Parque de Monjas II Jet Lag

Junto a la cancha de fútbol,


si no dices paso del tiempo, dices:
he vuelto a ver la mañana sobre el corazón de los niños perdidos.

Junto a la cancha de fútbol,


si tú dices “frontera amanece”, una pelota gira
bajo la mesa blanca del vecino. Aunque
no he sabido de mí hace años, cuando era pequeño
y múltiple,
y múltiple rasgaba el vientre de una hormiga
con una piedra finísima. Desde el dibujo
donde transcribo al niño paisaje invalidez,
él esconde un robot de cartulina
y lee mi rostro de polvo contra su propia habla
perdida.

Desde allí
oro por mí a una distancia donde no hay dios,
pero hay milagro: taxis que viajan sólo
por las orillas de la ciudad, sin transportar
pasajero ninguno.

Pero éste no era el pacto, monsieur gorrión.


Esta velocidad donde voy,
mientras sueño en tiempo presente
muchos tiempos presentes sucesivos,
incluso uno
donde yo jugaba con granizo de nuevo
mientras alguien traía una pelota
para empezar el partido.
Parque de Monjas II confesión del paciente

Quiero borrar este último sueño.


Borrar, contra mi mente,
al menos la mente que tenía de niño
y el sol en pausa,
limpio como el manubrio de una bicicleta.
Doctora, claro, objeto desechable
y uno puede pasar la vida recordando ¿qué?
Sí, doctora, el viento del páramo sobre la hierba
y la lluvia sobre los ratones,
mientras corro
sobre un archipiélago de piedras:
extraña imagen de otras adivinaciones.

Claro, doctorantidoctora,
salud es cuerpo adulto,
salud es fruto seco,
salud es silencio: yo, desde luego, doctora,
empiezo a sentirme abandonado por alguien
cuyo rostro se amenaza a sí mismo con herirse.
Tomo cápsulas que nunca sirven
y las imágenes flotan sobre mí
como un suero con erizos
que no puedo evitar sin anularme:
este tiempo es un hueco
donde la mano de mi abuela oculta
un país mío
disuelto en la pila de lavar.
Autopista a Cayambe al borde un sendero empedrado
y praderas magentas

Algarrobos crecen. Vuelan gavilanes sobre la acequia distante.


Mi caballo marcha conmigo hacia el fondo azul de esta soledad
sin cosas donde los rostros cercanos sólo hablan el idioma de las
pérdidas y una más y otra. Las abejas giran sobre los tréboles
que, desde la gruesa montura, me son inalcanzables.

Allí,
como una voz olvidada, alguien repite:
“queremos morir y educarnos como El Muerto,
siempre me quise educar en la escuela del Muerto
mirando las pizarras vacías”.

II

Entonces, miré mi cabeza como un plano donde estudiaría


largas jornadas, largos paisajes de hueso.

Paisajes como:

Las vacas pastan como rocas menesterosas esperando que


niegue mi ánima. Siempre quise negarme: agredirme en el
frontón de mi mente vacía. La hierba crece y las nubes aquí no
son motivo para muchas preguntas.

Mundo áspero como un golpe (el fémur de mi abuelo bajo el


cerro de un árbol en un cementerio vacío y una flor que robé de
otra tumba). Lapis animatus, en el ojo de mi personaje supimos:
no había dios sino en estado sólido (naturaleza muerta).

La noche puede dividirse en dos sin nosotros. Nada costaba


regresar al mundo de la lucha libre del lenguaje, a la batalla final
de los runas contra el Amo (todo al interior del corazón perdido
en una jaula subatómica).

III

Paisajes como:
(este reino invisible)

Entonces:
evitar la progresión,
evitar que cualquier gracia ocurra en estado de gracia
hundir el corazón en la lengua de El Muerto,
escuchar su latido ahora que todo paisaje es imposible
pues nada puede ser más distante
que una condena
a mirar la limpieza del agua que cae del tejado
como el aguamiel de un mundo
donde cualquier sorpresa ocurre sólo
en el cadáver de una res
—cercano, aunque visto desde otro ángulo—
lentamente devorado por las hormigas.
Autopista a Cayambe al borde un sendero empedrado
y praderas magentas II

(otro día)

cielo es también cielo dispersado


pintura Klein en movimiento dispersado
no para ser visto
sino marcando
el vacío

de fondo
Autopista a Cayambe confesión y revelación del
paciente

Esto no… no es lo que yo… yo quiero decir, doctora. Esto no es


lo que yo puedo decir, doctora. En mi mente aparece, entonces,
el árbol encendido (en su nostalgia). Miedo, doctora, miedito:
no quiero ese sol iluminando mi jardín con cráneos de colibrí
sobre la hierba.

Algo como.

¿Decías?

El sol, como vestigio de un tiempo ajeno,


habita el trébol blanco,
los troncos del peral
en la mañana de éste y de otro mundo.
Tras las horas, largas como un imperio,
el color de la luz será vivaz para el dibujo.
También para mis ojos:
lectores inexpertos de la cálida, silente epifanía
que todo lo contiene y casi.

II

No, mintiendo, niño de hueso: niño cabecita de nadie:


mensonge, y si viniste aquí, si pagaste la consulta es para que
escuche.

Sí, un cielo, sí, probando, sí. La noche probando, doctora, el


cielo es doctor, mi doctor, doctora, el mundo como una ladera
donde resbalan cuerpos hacia el infinito vacío.

No, hacia un paisaje aymará, me dices, doctora:

Al filo de la montaña coronada


cae la nieve,
junto a la niña del viento.
No sé su hermoso método
para hablar del invierno.

Este paisaje es una niña aymará cantando en la habitación de


nieve que es el mundo.
Realidad es proceso.

Realidad es reality show de un río transparente.

Realidad es un vencejo que se clona a sí mismo hasta ser su


parvada en la célula cortada por los genetistas.

Realidad es antipájaro, es reposo de un pájaro sobre el punto


débil de la rama colgante.

Te digo doctora niña aymará, escóndeme.

Escóndeme en tu cielo obstáculo,


allí
quizás un verso escrito
sobre un pájaro jamás mirado es falso.
Así dijiste, mientras del libro abierto:
palabra o cóndilo de ti,
brotaban pájaros, acariciados ibis.

El mundo corregía sus pactos.

III

El ave desovó un huevo tornasol vacío: allí pusiste una crisálida


de azogue. Allí pusiste un kiosco de aire. Allí pusiste una tienda
de rock. Allí fundaste una escuela que sólo enseñaba a escribir
comas.

IV

Luego, el vacío.

Luego, el paciente pájaro de mí se reveló contra el sueño


de su propia mente hoy expandida como paisaje:
nada era un sueño. Los poemas eran sólo
-como una carretera vertical desierta-
los ojos de lo hermoso.

Las nubes de la eternidad pasaban lentamente.


Cromo postsiquiatría páramo y sintaxis penúltimo
lugar

Entre bambúes,
el cielo ha de verse más alto.
Sobre el pincel, ha de verse la rama clara.
Pinté un tallo cautivo,
batido por un viento necesario a la luz.
El cielo es imperfecto.
Cada verso es un nudo
en el tallo del bambú.

Así comenzaba yo otro libro señor antidoctor: voz que gritaba


en la noche rotatoria esfera no euclidiana cuando estaba en la
noche subía la presión té de hierbas amarillas y pétalos (toma té/
tres sorbos/ tres veces) que no servía cabeza gritaba en otra voz
en otra vez la voz gritaba desconocida desconocía.

II

Esa voz, un fruto inmadurable: serás viejo y no serás lo que


deseas porque lo que deseas está más lejos que lo muerto: un
niño que ahora debería mirarme entre los ojos ahora es células
epiteliales en un albañal perdido en dónde. De eso hablábamos
hace tiempo, ¿no?

Entonces,
antitratamiento,
anticonsulta:
parvada de palabras
antisiquiátricas,
aunque sea sólo
criptoozoología
de la voz elevada
a la n potencia
de la irrealidad.

III

Histeria que da paisaje


y fondo.
Antidoctor, mirlo que hace nudos sobre los espacios en blanco.
Mirlo terapista: lo más preciso estaba por venir y era yo y era un
túnel estrecho. Como un escudo tubular hacia el vientre de la
velocidad. Allí, mi hígado no puede ser tocado ni por la mano
del médico que hinca agujas sobre un cuerpo que ya es un pliego
donde trazar la frase no hay más tiempo.

IV

Atrás sí que hay tiempo:


para decir en el idioma hablante, estoy nadando en una vida
vulgar y corriente que se clona a sí misma todo el tiempo.
También.

Empezabas diciendo: larga narrativa del pájaro desnudo.


Empezabas nombrando un mundo de árboles de fiera calaña
como hombres de traje.

Pero no era eso:

Era la eficacia de hablarte doctor a usted, a vos como me hablo,


como me habla la voz que me escucha atentamente a veces, antes
del desmoronamiento de la voz: Hacia dentro de NO hay ojo,
pero. La inquieta luz (no me hables ahora) y el silencio
descorcha el mundo (la llave de realidad está en hablar: háblame)
y si esto no es límite (arde la manzana sobre el miedo a volar) y si
esto (la velocidad del tren por abolir el tiempo) va pasando, sí lo
que es pájaro, va pasando como un ejercicio irrealista (va, digo)
pasando –llévame al mundo, si estás allí, pero si no– desciende
como clave, como llave, como el deseo de morir (muere en tanta
palabra) no sea otra respuesta (ora para arriba, ora para abajo;
medítame) sé, como sabes de mí, un estratega de otro mundo,
inquiere lo que no hay, pero inquiere (y recítame el número dos,
de dos en dos, pero lento).

VI

En ese huerto en prosa, planté un niño que crecería que tendría


niños que crecerían, pero no de esta manera deshecha. Como
teoría del ojo, allí planté casa y comida para el alzheimer futuro
que duerme bajo mi cefalea). Allí, la colocamos en forma de
cápsula para concentrar varias cartografías de cielos.
Disponerse contra la desgracia, pero ¿dónde está la madre ahora
que progresivamente te divides?

Desde hoy cualquier cosa es un globo de mugre detonado sobre


la puerta de la casa antigua.

Hablante en círculos.
Lengua que sólo habla de pérdidas.
Pura pérdida que sólo habla para lenguas perdidas.
Joel Peter Witkin, El beso, 1982

Un cráneo besa a un cráneo sobre una bandeja. ¿Ironía de ese


cuadro con cabras microscópicas pastando en las mejillas donde
cava el gusano? Esperaba cualquier fragmento roto de mis
manos.

¿Quién extrajo a estos hombres de ojos agujeros negros –


perderse gravedad abajo allí es infinita? En el beso de cadáveres,
hay pájaro: hay mirlo, antes que nada porque hay lajas de nada.
Sobre los cráneos calvos solo aureolas de ceniza. Nariz sobre
mejilla verdadera: labio seco de muerto sobre labio seco de
muerto: vida, torniquete, lazo. Pálidas como cuerpos de papel,
las pieles pálidas. El beso, desde el cuello, desciende a las raíces
de la tierra negra: con árbol de pecado sólo por pecado de
genoma humano: hacia la tierra negra. Hojas, cabellos, tallos,
cabellos. Sobre el fondo negro, los retazos de los besadores
como estrellas de carne de polvo de estrellas fugaces se
prolongan hasta el infinito de un grano de arena. En cada átomo
hay tantos muertos degollándose a besos: con dos muertos, hay
una muerte como un nudo, lazo, torniquete. Amor más allá de la
vida.

(Pon los cadáveres sobre la mesa, para ver cómo fotografían).


Reuven Cohen, Babylon, 1997

Este poema es pura expresión.

Este poema se divide en tres partes: en su versión simulada dios


mira mi cabeza como un albañal y nada estilo mariposa dentro:
en su versión real dios no existe y yo nado sólo en el albañal de
dios que está fuera de mi cabeza: en su versión hiperreal ni dios
ni yo existimos, sólo existe el albañal que nos nada a ambos.

Este poema es unidad, integración, solfeo.

Este poema capitula ante los ojos de todos.

Este poema no admite el número 3.

II

No giré el rostro del niño-niña que soy con pliegues, substancias,


parásitos de sílice electrónico, parásitos de sílice electrónico en la
sintaxis –dime flujo- de mi vida. Soy esa muchacha (¡mira, qué
cejas!) –mira en azul. Soy guapísima. Con mi cabeza oro para un
dios digital que abrirá mis ojos para que mire el cielo boca abajo:
la noche boca arriba: y a cada costado un cielo lateral con
estrellas disueltas como un mapa de aceite. Este poema es
por.de.con dios: a él va dedicado, a su forma de mesa: con mis
cables conectados entre los nodos de la oreja, la frente, el
hombro: a su forma de silla, dedicado: Soy guapísima: escucho
Blur: mira mis labios: su color rojo me sienta: dedicado a su
forma de dios como “agujero negro”: Soy el petirrojo que oye
Blur y se peina y baila Blur perdiéndose en el último bosque de
todas las estaciones.

(Quítate de la silla que empieza otra serie).


David Nebreda, Las manzanas de Coreggio, 1989-
1990

Pensamiento doble.

Pensamiento de 2 mentes dobles: pensamiento de 2 mentes


multiplicadas sólo por el número 2.

Pensamiento idioma desecho sobre la textura del hueso que


habita el hombre que fotografía su propia cabeza: mi cabeza.

No tengo cabeza, pero esto merece ser filmado en un solo


cuadro.

Esto merece un pensamiento blanco, sin idioma, sin cuadro.

Esto merece idioma, alfabeto de cuadros.

II

¿Habitación?

Habitación de varias noches estrujadas o exprimidas en mi


mente como un pastizal disuelto en un cuadrado de agua. Si el
enjambre del espejo no fuese mi latido. Si esta suma de
moléculas donde abro mis ojos extensos ante el espejo plasma
pantalla de video extenso fuese sólo una fábula habitada por
objetos. Si la tela del fondo fuese un desierto compacto para que
las manzanas tracen un largo túnel hacia el espejo donde no hay
nadie. Si. Si. Si. Pero allí está la mesa, pero no hay nadie si no un
largo espacio, como usina vacía, donde la manzanilla encendida
crece de vieja inmovilidad.

Era esa la fotografía donde yo estaba mirándome y tú me dabas


miedo al interior de mi pupila escena frontal.

Yo tenía miedo de cierta inmensidad envasada en mis ojos


naturalistas y grises.

III
Fui un cielo reventado, un cielo vertical, tridimensional:
cabelleras azules por donde alguien pasaba y no era yo mismo
por largo tiempo.

Noche servida sobre la mesa, y noche-papel para el blanco


anterior al mundo donde nadie se atrevía a amanecer sin un
cuerpo violento.

Cerebro de la mariposa
o llama sobre el espacio oculto
de esta primera narración
de esta vela blanca resumida
recogida reprimida reducida reunida.

En el rostro dividido dos lugares diferentes:


pensamiento dividido de dos lugares diferentes.

Partición violenta
de las estrellas
sobre el rostro doble que gira buscando qué.
Permanent Vacation, 1984

Filmo una película sobre un cartón de huesos. No copio. Hago


el dibujo de mis propios huesos. Pinto una cinta de Jarmusch.
¿Puedo hacerlo lentamente? Quizás pueda pintar. No sé.
Huesos, perros obedientes, niños comiendo dulce elaborado con
niños en polvo, con azúcar molida por hadas con tumor cerebral,
con demonios servidos para la merienda. Película donde uno
marcha hacia dentro de la inmovilidad de la mente, de la ciudad
fijada por los pasos.

II. 09:12

Azul es cielo material y nubes blancas. Un hombre guarda una


caja de cerveza en un tráiler: la construcción del tiempo está en la
calle de esta imagen. Camino sobre la acera como pasando sobre
un disco de 45 revoluciones. Desde aquí, lo visto es una distancia
que se contrae o expande. Y subrayo esa pasarela de animales
desconocidos: de mutaciones invisibles. Estoy solo: y por eso voy
a la deriva.

III. 09:14: limpieza, sueño.

Volveré a la casa, a la cabeza con árboles donde nací, volveré al


ojo de topo de mi madre, a la casa hipotecada, volveré a la casa
de los huertos donde nadie sufre. Hay un puente de hormigón a
no mucha distancia. La hierba está enrojecida. Pequeños
matorrales y un chopo reluciente. Lilas marcan el borde de una
charca vacía.

IV. 09: 14.1: limpieza, sueño.

Ésta es una casa contra las galaxias. Mundo: escombros,


marmajas. Soy un escombro en los escombros. Soy un escombro
en los escombros de una galaxia viva. Aprendo que mis pasos
son apenas las huellas de mis pasos en mis pasos.

V. 14: 12.1: hospital de la mente.

Puertas y pasillos donde cada paso es un hombre sin recuerdos.


La enfermera grazna y me deja pasar. Ahí, gimen las mujeres
como pájaros extraviados en sus propios cuerpos. Soy tu hijo —
le digo a la mujer que danza derviche en el centro de la
habitación, en el centro de su propia locura. Otra mujer ríe, pero
ella insiste: “sabía que eras mi hijo por la forma en que graznas,
en que graznan los ojos de tu padre en ti”. Sonido de aviones. Y,
luego, la enfermera grazna “es la hora de los medicamentos”,
mientras saca una aguja para dormir animales. Todavía ríe la
segunda mujer —sus ojos claros— mientras la muerte corcovea
sobre un taburete: caballito pequeño y viviente.

VI. 17:35: versión con muchacha: postparaíso.

Los niños que juegan fútbol en la calle me ven como si fuera un


túmulo de heces. La ciudad es un fondo musical abolido: no me
gustan los avisos de neón si no hay algo que anuncie el fin del
mundo y su regreso: el eterno retorno de la cabeza muerta.
Sobre una escalera, alguien canta en español: “qué bonita está la
mañana”. Pero es tarde y la llorona barrial se hala los pelos
iluminados y, cuando le pregunto si está bien, canta.

VII. 23: 10: versión última: corazón cabeza.

Elijo el callejón de boxeadores que da paso a la realidad y su


huerto de peras. Luego, dormiré en la calle: como dormir en la
calle y soñar el mundo cuando despierte y soñar avenidas
desiertas y una desolación que sea hija de mis ojos.

VIII. 23:10 mi cerebro es ópera entre dos estruendos.

Con dientes como perlas, un negro ríe desde su silla y me habla


sobre “El Efecto Doppler”. ¿Qué quieres escuchar chico? —dice,
mientras ensaya un paisaje de miles davis. Algo que sea el
movimiento en las líneas de la mano. Algo que sea un evangelio
del ritmo en el oído.

IX

Daño una estación con cuadros invisibles. El deterioro es mi


imagen quemada sólo ante mis ojos y la campana del mirlo: la
memoria es la mente arrastrada y mutilada por los brazos de un
hombre realista que sigue la línea del verano.

Dibujos estarcidos en la mente: fotogramas recortados sobre el


soplo de la dispersión.
Pierdo mi dirección perdida.

El desvío es una línea recta en todas direcciones.

Mapa como efecto


de pasar a cualquier parte.

IX

Irse cuando se perdió el eje del cuerpo y pienso que en el pecho


hay una ventana para escapar a veces: rojas mariposas de ala
única, huyendo. Me gusta mi traje a cuadros. En la baranda,
miro el pespunte del mar. Una maleta. El señor adiós es
abstracto. La fotografía en color de esta escena es una forma de
la despedida. Babilonia es el mapa de una mente que se borra a
sí misma. Varios botes. Un barco. La huida –la más hermosa– es
hacia un punto que ha sido borrado de antemano. Un punto
donde mi rostro fue borrado antes de existir.
Post Gamoneda

Hubo un tiempo en que mi única pobreza era la lluvia sobre la


mejilla del niño perdido en calles cubiertas por álamos
temblones. Entonces, alguien me dijo “Bienvenido”, mientras
caminaba en dirección opuesta a mi bicicleta celeste. Otro,
desde lejos, me soñaba resbalando en el tobogán de una luz
manchada de gorriones que se acorralaban a sí mismos.

II

Pero.

Mi Transformer insecto no trajo más nunca estrellas en sus


patas de plástico, ni las dejó rodar sobre mi veladora celeste.

Pero.

Un rótulo. No órdenes e imposiciones autorizadas, no


amenazas, sanciones y castigos; no insultos, ni burlas, ni
humillaciones en público.

Pero.

Bienvenido al encuadre vacío, a la historia del miedo donde el


aviso anterior se deshace en mandíbulas metálicas rompiendo al
pequeño corredor de fondo tras una pelota de goma iluminada.

III

Viernes, 13 de octubre de 1993. “Ingresaron con piedras y palos”


¿Quiénes? ¿Quiénes son los adultos de la muerte? —dijimos,
mientras sonaba en el equipo de sonido “Deadweight” de Beck.
También vibró (en) la sustancia amarilla médula del corazón
vacío. Soles filamentos: un recuerdo, una tarde donde los niños
se bañaban en la playa. A ti te golpearon, niño caída libre, niño
estambre del esquizo, hasta que todo se escondió del gavilán
inmóvil. Luz roja, luz negra. Tus ojos tristes, mientras el beck
cielo beck se oía hermoso. No te miento, sólo hay palabras
incomprensibles. Cierro los ojos y arde la ampliación de los
límites. De ahora en adelante mi casita es de aire para que nadie
pueda pasar.
IV

Nadie puede
entrar al pájaro
si el pájaro es aire,
si la respiración es niño dislexia
múltiple respirado:
dióxido de realidad en alas en
crayolas azules en mochilas azules:
una pelota sobre
un paisaje blanco brilla, alucinada, gira:
balón dos mundos o tres contra su corazón
en verdad tan ajenos al viento
niño demolición puedes entrar
al pájaro: estas alas son hijos
del viento: la velocidad de arrastre de tu mente
infantil aquí perdidita perdida.
Post Lihn

En este poema yo debería trabajar en diálogo con las reservas de


mi vida. Debería hacer un teatro con objetos móviles en
descomposición, pero piedras, pero hijos de mis hijos piedras.

Una narrativa real, digamos.

Una narrativa pulso de mi mano al despedirme de Ella hace


tiempo.

Una narrativa real (una naranja abandonada en el centro de la


estepa), la poesía desechada y pura y exacta y sucia: compañía
ilimitada de un idioma donde bebimos cerveza contando el
espacio entre el último insulto del amigo y la velocidad de caída
de los meteoros.

II

Sí, para siempre, para que el poeta con manos de niñita hombre
(yo, entonces) secretario general de nadie señale en el consejo de
los nadies que: “el agua está relacionada de manera directa con el
semen de los ahogados”. ¿Por qué dijo aquello? Ignorancia y
limpieza de los cuerpos. No sé, pero acertaba.

El agua fecunda los átomos donde la muerte sólo arrecia como


una ola blanca.

III

Vigilar el desarrollo sostenible del cardo que ha destronado para


siempre los niños que fuimos. Luchar contra el cambio climático
de mi mente mediante una bolsa negra de polietileno con la que
cubro mi cabeza.

¡Por eso!

884 millones de personas no tienen acceso al agua potable


884 millones de palabras no tienen acceso al agua de la lengua
884 millones de palabras son demasiadas palabras, excepto si la
velocidad de la lengua reduce la velocidad de la muerte

Evitar la muerte a toda costa.


Sólo escribir un diario de muerte:
vacío
donde cualquiera pueda
leer su nombre.
Story lapsus one solitudine

Sin rostro, caperucita cráneos habita la cabeza del lobo que


piensa cada segundo un demonio beige que la tortura:
caperucita cráneos, desnuda sobre una mesa extensible,
equilibra el asunto imaginando demonios beige para que caven
tumbas en la mente del lobo.

Por eso, la velocidad del acontecimiento es lentísima.

Por eso, la velocidad del universo es lentísima, si esta imagen se


repite en cada plano del mundo,

pero no funciona así.

II

(Esto es un cuento demolido).


Algunos hubiesen preferido
“Un jarrón esmaltado” o
“Tres rostros no portátiles”
como

Björk
“Hiperbalada”

En el circo del frío, la pequeña hunde sus dedos,


salta sobre los rascacielos del mundo
y coloca su alma
donde se hablan dialectos de hielo,
sobre una isla y sus fiordos.
Por ella, por la pequeña, aún canta el ruiseñor helado,
su voz de átomos de hidrógeno
tras las guirnaldas de la congelación,

Un hada björk, una Caperucita Cráneos en un videojuego:


muñequita de papel naranja. Filman su videoclip esquimal bajo
la luna: ese rostro de la máquina o espíritu del cyborg o
dispositivo de un ángel en la proyección de dios.
También
como,

Lila Downs
en “Canción mixteca”

En nahúatl, hablan los pájaros


sobre la copa del árbol intraducible,

Un sauce para colgar a Caperucita Cráneos “alias Lila” desde un


sauce con 30.7 kilómetros de altura y sin raíz a tierra. Sus pies
acumulan millas de despegue, savia de zapallo astral en las
arterias: pregunta, al despertar en la estratosfera, por otra forma
de la muerte. También
una
Emma Shaplin
en “La silente”

En el cristal alucinado
que no es obsequio
arde lo que ha de vibrar
sólo como eficaz nostalgia
del viento.

Emma caperucita, dentro de un cristal, recoge gladiolas


en un huerto de surcos marcados en papel
hasta que nada está
aunque nunca hubo,
aunque caperucita cráneos es lila bjork emma
desolladita, luminosa:
son tres,
tres rostros.

Tres estos poemas rostros.

III

Tras la ventana invisible, la lengua es material

sobre el no rostro de caperucita cráneos. Diles, cuéntales cómo


paseaba en tacones prestados de la bruja del oeste con una
canasta de cabezas de hada para obsequiar a la abuela -ese rostro
sin hombre- bajo un páramo lentamente luminoso.
Este cuento puede terminar en cualquier parte
y ser infinito
y ser padre de todos los cuentos
y cerrar mi boca con un paisaje redondo

donde los límites ardan lejos.


Provenza Oc Arnaut Daniel Out

Había dicho demasiadas cosas pensando en objetos. Árbol dije,


como hablando de un surco en mi cabeza. Sin pájaro que
pudiera llamar la atención de mi mente sobre las autopistas
como largos dispositivos del verano, dije “ver” y un algarrobo
estaba en la barrera del sonido, amplificando sus días en un
paisaje interior: he olvidado dónde.

Ieu sui Arnautz qu’amas l’aura

Ésta. Esta es la multiplicación del ruiseñor en sus objetos: árbol


y una parábola sónica que lo lleva a su rama. Punto. Su
multiplicación como paisaje es mi oficio dentro del paisaje.
Montaña en los ojos: glosa de la dureza. Desde luego, he
olvidado la colina donde cada cosa está donde debe estar y un
árbol sube: donde cada casa es un subir

hacia

este día completamente incendiado de realidad

donde este árbol

debe ser destruido para que la naturaleza viva organice la mente:


mi mente que es una curva que gira hasta perderse

sobre la noche perdida.


Intermezzo Velocidad Thom Yorke

Desordeno el espacio donde la mente tiene lugar.

Este espacio que es toda mente: una larguísima hilera de postes


telefónicos: de avisos. Da forma esa hilera a una colina donde los
niños androides paranoicos suben para mirar la ciudad estallada.
Sopla el viento del páramo y las ánimas son sopladas y soplan
sobre un bosque de cadáveres filmados desde todas direcciones
por los ojos del aire y, a lo lejos, los niños miran y dicen: no
podíamos destruir, no podíamos salvar destruyendo este espacio
que es el largo corredor de la mente, pero al final, donde las
neuronas desposan al pájaro mutante, a su anillo nupcial en la
garganta, alguien aguarda mi despertar.
Sucus Páramo Cantata

El informe climático decía: una profecía compacta, un pacto


celeste. Sí, esta profecía compacta era un dirigible azul sobre lo
inmóvil: una conversación sencilla donde mi palabra era mental,
siempre mental, siempre un pájaro mental, mientras una
motocicleta subía sobre la carretera del norte. Ésta, aunque no
quiera, es una secuencia de palabras pensadas para árboles, de
palabras pensadas por árboles, de palabras fondo para un paisaje
primitivo compacto. Esto no es un diálogo sobre belleza. Más
bien, una reversión de frecuencia donde las nubes aparecen
como motivos elocuentes. Una muchacha arrastrándose en el
pastizal esboza un Wyeth de imitación. Narro el principio de
nuestra charla: el silencio es también una forma del cielo.
Intermezzo Thom Yorke Progresivo

El ordenador encendido como


una página en blanco, como OK computer.
Como esto que es un cielo de animaciones suspendidas.
Como este paisaje se hace un sueño de alienaciones dulcísimas.
Como un pliego de nieve envuelto en la punta de una estaca
sobre la pupila: en largas cánulas sobre el tejido visual.
Eso es decir estoy de vuelta: la realidad está dentro: la realidad
está fuera, pero dentro. Estoy solo como estoy solo dentro de mi
mente que es lo que lees.
Atajos: carreteras secundarias

Por temor al orden, un día me escondí en el orden: la clonación


de cada latido dentro de cada latido hasta perderse en la canción
muerta de mi ventrículo izquierdo como una autopista que es la
meseta de polvo donde no vuelan pájaros. Pero, aunque era
interior yo nombraba: yo decía entiendo: yo nombraba este largo
territorio en un intento por ser la realidad.

Tú, el médico, pensabas que oraba en silencio,


salmos de un templo inexistente.

En esos salmos, sobrios, mentales,


el mundo era poco en realidad.
No veo cómo, sumergido
en los fondos del mundo, sobreviví.

Lo que puedo contar es el fracaso


que el mundo puede ser.
Una vez, junto a un arbusto, estaba alegre
hasta el límite y canté.
Contra la tierra, el viento golpeó fuerte
y la luz creció, extranjera y vacía.
Pequeño páramo: un montaje final de materiales:
Chambo

Este momento es para el ojo y ofrece una colina y un paisaje de


polvo. El eucalipto ausente es producto del trueque de un cielo
por la fotografía de un cielo, para que así lo real sea más útil en
ausencia. El sol propuso allí, lo sabemos por la foto siguiente, a
una niña con un poncho azul de rayas blancas. El paisaje
editado, para ambas versiones, casi es la mirada: ahora el aire es
(más) aire y las cosas son (más) cosas. Sobre el lente, un colibrí
—que imita fugazmente a un demonio— gira su cráneo sobre las
flores del arbusto imantado: se pierde, iluminó. Ahora, junto a
mi jeep, el tiempo no transcurre: el reloj transcurre sobre una
calle en polvo donde el sonido del bosque es todas las afueras de
un cielo sin mundo.
Stella Matutinam

El autor dice: estrella de la mañana. De estos amaneceres, sauce


tras ventana, ventana tras sauce, he conocido varios. El cielo
como ecuación metódica incluye la velocidad del aire para mecer
el árbol que arde en el límite apenas móvil de su efigie. Yo veo
esto y digo no puede haber una completa muerte: el sol estrella
de la mañana de la tarde del revés de la tarde ilumina todas las
hojas del bosque, excepto ésta –yo decido- excepto ésta –yo.

Sobre una casa, la niebla.


Arde, y no era probable,
lo que siempre ignoraré de esta visión.

No escuches, pero soy un arbusto y la eficacia del viento sobre


mi propia mano. Por eso, el metabolismo de la realidad parece
inútil: hay cuerpos, si se sigue el procedimiento, más ligeros que
nuestro idioma de cajas chinas al interior de laberintos.

Cuerpos.
Cuerpos astrales:
también hay este árbol,
y su pequeño brillar.
Memoirs from the Roof

A Susana, mi madre

El barrio clase media de la vida


—y su salón de belleza con demonio mendigo,
con hada deforme dormida en el cerebro de un niño
que mira una cicatriz abierta
en las vitrinas de los centros comerciales,
mientras dice ¿traes dinero, mamá?—
donde se puede divisar pasteles, vestiditos y estrellas.

II

Afuera en la ventisca, una mujer lleva a un niño


a comer helados en un restaurante vacío.
Vacío también alrededor el cielo
donde crecen estrellas
bocabajo.

III

Granos de azúcar como cubos de luz –para alguien serán


grandes- sobre la mesa del local. Si, el niño piensa, mientras le
traen la merienda, en leche de estrellas chorreando en un bosque
y qué bosque y qué árboles como pilastras donde todo choca
contra los árboles como pilastras: esta versión traducción de
realidad es el scherzo de ese choque, ese sonido a lo lejos, a una
distancia irreductible. Kilómetros de paraíso recorridos por la
tortuga al ralentí. Luego, come distancia en un helado de
realidad. “Soy el emperador de los helados”— dice el niño,
mientras la mujer limpia su manga. Él insiste. ¿Esto es diosito?-
pregunta a la mujer que ahora tiene un rostro en blanco.

IV

Ocúltame –dices hoy, niño reversible.

La mujer se fue y tú corres


en cualquier dirección buscando una cuchara limpia
para mecer el agua de una taza vacía.
“Que nadie lea mi rostro –dices–
y que nadie adivine
lo que no puedes decir con tu propia boca”.

Los pequeños cavan,


como escarabajos, buscan
estrellas enterradas bajo un huerto de fetos y magnolias,
buscan el mapa de su padre,
–es un juego–
como la mano perdida que cabe sólo
dentro de la mano encontrada,
una salida al otro mundo.
Hiperbalada para saltar en el tiempo

2006. febrero

Con un poncho armado con sobras de una estrella enana,


observo el cielo desde un tren. Sopla el viento contra un
diagrama de flujo de la mente y las nubes son panfletos de un
socialismo para observadores. Me hago cuerpo en el paisaje y
soy el árbol que corona un cerro polvoriento. Demolerse, como
el aire se adensa sobre la punta de un alfiler, hasta alcanzar la
primera o segunda desaparición.

1992. febrero

Hoy el cielo imita el cielo. Hoy el sol no es el mirlo que vuela


sobre la cancha junto a los talleres de mecánica? No levantas la
caja con su arcilla gris. ¿Te busco un hombre? —dice el
instructor, mientras los compañeros ríen: bajas la cabeza. Sin
embargo, sabes que el cielo es un túnel hacia un planeta remoto
e imposible. Entonces, te quedas allí esperando la clausura de
este mundo en polvo. Y es irónico, claro, he de decírtelo, que
alguien suspenda su mirada, con todos sus muertos no caídos
aún, escupiendo al polvo junto su zapato, mientras piensa correr
realidad abajo, sobre la calle de los mendigos ciegos.

2000. julio. 15 (era febrero)

Nubes blancas sobre mi país finito de árboles finitos. La niña


extraña mordía huesos mientras no iba hacia ninguna parte: yo,
bulto recogido sobre una esquina del mundo, arañando la pared
donde ella medía su estatura. ¿A dónde fue la niña que quisiste
cuando el mundo era una madrugada reluciente? Ella esconde
sus zapatos de tacón en un saco sin fondo y, como narciso,
sumerge su cráneo bajo el agua de la acequia y desprende todos
los árboles de su memoria: así cualquier recuerdo será un globo
negro subiendo hacia la noche ciega.

1979. enero (calendario de las galaxias fetales)

La muerte es una distancia sin recorrido— dijo mi nieta oyendo


la ruptura de una célula y su reproducción sobre un campo de
plasma. Nadaba por corredores de agua y decía que el espanto
no era mi culpa (mirando mis huesos desde la lejanía), que era
suya por remontar el sendero de manzanas en dirección
contraria a las estrellas.
Post Messiaen

Bueno, esas son las cosas de los místicos ¿no?: entrar. Cavar.
Repetir. Supongo que es frágil oír lo que no una es piedra: una
autopista de álamos, lo que no está demasiado vacío. Digamos,
el silbido del ánima como un automóvil en el bosque. O
escondido. Un lugar sin mundo, dónde va la irrealidad por estos
árboles, mientras gimes una ópera oscura. Así, escóndete,
pequeña fábula de mis desapariciones, en el canto, donde tu
imagen, símbolo entusiasta, despierte la pregunta más equívoca.
En el abismo de los pájaros, Monsieur Messiaen, ven conmigo,
arde conmigo en un nuevo escuchar.
Post Truffaut

Nunca más el niño de zapatos falsos, fabulador oscuro, huirá de


la escuela, jugará en la máquina centrífuga, detendrá los autos
del mundo, sabiendo que sólo es real el sueño y su imitación,
sonoro material, como un fiero fulgor. Banda sonora en el Cine
Alhambra: miro una huida del orbe entre carteles navideños y
costales, la que hubiésemos deseado siempre, la que nunca sería.
Ir a la cárcel o al mundo, que es lo mismo pero huir de la mente a
campo traviesa, corriendo, tras las nubes, tras el puente de las
nubes, para mirar el mar, territorio vencido: esa última
irreverencia o acto de traición a lo terrible, o acto de belleza bajo
el cielo inhumano.
Penúltima Naturaleza

Estrecho la mano del caballero aymará. Tras su poncho,


arquetipo de la capa, esconde liebres y teorías: somos amigos,
pienso. Algún mirlo es un puente, una llave que me deja pasar a
su choza que es el teatro de la noche. Su efigie se bambolea
arriba donde la nieve uno de estos días será mera retórica o
nostalgia para naturalistas. Mi amigo y yo bebemos agua:
miramos la actuación de una estrella nocturna. Y aunque es
Navidad, sólo veo un cuarzo oscilante en la física del cielo.

En la montaña, también la piedra es amiga.


El ojo del mirlo va distante.
El ojo del mirlo se lleva la realidad.
Esfera Rodinás I

Los dedos se apoyan sobre el teclado. La línea de los huesos y


falanges traza una serie de arcos hasta imprimir en el espacio una
semiesfera de moléculas de carne flexionada y polvo:
articulaciones que pulsan señales de electricidad al paisajista que
une letra con letra en la pantalla vacía.

No es poema: es borrador de cosas. Pájaros de relojería armados


a mano: centellean. Lejos, torres inmensas como alfiles y la
enumeración de dos o tres nombres para limitar la secuencia
donde los goznes de los árboles en bruto con el cielo empezaban
a multiplicarse sobre el laberinto espiral: finito, infinito.
Esfera Rodinás II

La mano derecha tira de los cabellos hasta que la mejilla se


apoya sobre la mesa: no reposo. La mano izquierda empuja la
cabeza sobre el cristal hasta que una aguja tiembla en el cerebro.
La cabeza necesita atravesar el cristal y quedar atravesada y
seguir pensando el equilibrio.

Dibuja un círculo de agua: marca lo que separa el árbol del


bosque. Un gorrión gime en el verano de un círculo: lo sostiene
la mano del idiota dulce ante un fondo de jardín en llamas: el
perro guardián quemado sobre el pasto. Franja. Reja. Límite.
Un ave puede ser flores de trébol en la estructura de un puño.
Moléculas de una belleza que agoniza en los tremidos de un
alma en su volumen negro. La costumbre solar de un pájaro que
sueña la mano entera que lo sostiene en el vacío.
Esfera Rodinás III

La cabeza mira una pared beige: el cielo es beige. La pared es un


planeta plano. Los brazos van rígidos y los dedos rígidos y el
cuerpo es vertical. La pared es un mural de bacterias ilegibles.
La cabeza no tiene boca o cuerpo, pero sí ojos vacíos. No habla
nunca, pero yo he venido a ponerle la mano sobre su único
hombro.

Nada volverá. Todo se expulsa del centro de gravedad de las


cosas: soy mi antimateria. Nadie ha vuelto de ninguna parte.
¿Trenes a la Antártida? Los átomos útiles son serotonina en
proporciones altas: neuromoduladores para ánimas en constante
traslación. ¡Qué gracia! Fragmentos como un campo, como
botellas a la deriva sobre el río: nadie hace autostop. Contamos
con dos venidas de cristo (marca registrada): vendrán los
pañuelos de llegada serán los ojos de una princesa destazados en
los dientes de la bruja de la inmensidad.
Bastoncillo del espacio exterior

Labrabas lo blanco en arena de granos inmensos


eras amigo del perro y del gato no de nadie
esquivabas la mirada de desconocidos en la estación
del metro y de buses era eso la vida un bloque de carbono sobre
un mundo contaminado y tenías
un cráneo hermoso como de perro grande
y bebías agua mineral en lugares vacíos
mientras las sombrillas de color indescriptible
empezaban a volverse oscuras con la noche
que empezaba al fin a mostrar nuevas estrellas.
CÓDIGO DE BARRAS
(escrita en 2010, publicada en 2010)
Ilustraciones para envase

Sobre el residuo de la tarde, residuos de otro mundo,


Tú giras el volante hasta ubicar el vehículo sobre un parqueo.
Tú giras el volante & presionas el freno
junto a una hilera de setos que eslabonan un lienzo modernista.
Secuencia y mosaico de flores en los setos.
Sales del auto con un paraguas comprado en wang store.
Hacia la puerta 8 del monoblock izquierdo.
En el alféizar del pasillo, hay una luz violeta.
Violetas que son el cielo cuando sus células
establecen un diálogo selecto con las estrellas negras.
No hay parvadas (pudo haber) y caminas por los pasillos
del edificio nuevo. 42 puertas en todo el edificio
son piedras zen construyendo un jardín equivocado:
cuadro de Escher corregido por el pensamiento.
Llegas a tu caja. Secuencia de llegada.
Abres la puerta & enciendes los calefactores.
Esta secuencia de encendido de los calefactores.
Abres la puerta.

II

Tras la pared, eres un bulto miope


que no ejercita nunca
y caes dormido sobre el sofá más viejo.
Si tu vida está envasada
como cartón de leche o frasco de bencina
como batalla librada contra el propio cuerpo,
no importa arrojarse lejía sobre el rostro
o mirar las líneas de la vida en las grietas del techo.
Y pensando en dilemas de muchacho
¿y el azar, su polen de diamelas dispersadas,
funciona como efecto secundario del destino?
Una silla de color marrón es la realidad de este espacio.
Una silla donde, con frecuencia, miras la ciudad, solo.
Hay ventanas para mirar ventanas.
Otras ventanas y, por ejemplo, en la ventana 1,
un bombero gordo mira televisión y evita masturbarse,
en la ventana 7, un adolescente
se golpea el rostro con el puño derecho.
Con el puño se golpea el ojo derecho
-ese pliego de agua- y se acaricia el ojo izquierdo,
-esa bola de billar- repasa su contorno, lo repasa, lo gira.
III

Un paisaje de música al oído


Es un codo de tubería antigua
(allí están la mano de un soldado de plomo
y las llaves de un burócrata)
También un solo de guitarra punk
(aburridísimo) como el nudillo de Sid Vicious
quebrado sobre el tímpano de alguna oveja.
O efectos de John Cage:
melodía a martillazos para despertar
a la bella durmiente:
la cojita del 300, Gabriela Maldonado, creo.
En fin, el sonido es la vértebra de un niño
rompiéndose bajo la alfombra.
Quisieras despertar de este sueño infinito
donde eres un oficinista que duerme
con una corona de espinas y viejos transistores.
Un petirrojo evita este aire viciado:
y este espacio ya no resulta
la bella zona donde durábamos
donde era posible estar.
(¿Hacemos un baile John Cage Vicious?)
Sólo el ruido es bello: dura nada.
Sólo el ruido quedará.

IV

Abres una cuenta de banco: admites que


eres un objeto suspendido sobre la cuerda floja.
Abres una cuenta de banco para comprar
muebles modulares. Para esta oficina,
la silla. Para el comedor, una mesa.
En los ratos libres, el cerebro es una masa
que desprende pájaros de agua sin objetivo práctico.
Ojo: lo práctico sería echarlos a volar.
Pones una tarjeta en la ranura: dos, tres,
ochenta, setecientas veces. Y guardas la tarjeta
en el bolsillo. Escuchas la misma canción
ochenta y cinco veces: y otra. Luego escribes:
me dijeron que el dinero había acabado
con la fábula del hada skinhead
que sueña ejércitos y esporas de plomo
sobre la luna inmóvil. Archivas eso.
Luego escribes: esto no acabará jamás, ¿cierto?
Imagen de un bar instalado sobre un verso de Keats

Little Julia, camarera con rostro de roedor


(es grande la cafetera que no se derramará)
y alas de petirrojo: baila para mí esta noche.

II

Tras dejar las mesas demasiado en orden


-cuadrados blancos y azules
cuadrados blancos y rojos-
tomas un bolígrafo
y te inclinas
junto a la ventana
(bajo este cielo de postal o símbolo).
Guardas tu libreta
y la mano de tu muchacho perdido.
(Ese antiguo tic-tac del corazón, Little Julia).

III

En la calle se escucha
un Blues de las Esferas
girando en el motor de un Ford modelo 88.
Te digo:
el mundo es un barrio sucio del vacío.
Una estrella distrae a tu mente aburrida
y olvidas los frívolos portentos
de cualquier caricia.
En la cocina, el piano suena
como un boomerang
(recuerdas, pequeña Julia,
Fly me to the Moon).
Así, para tu mente,
para que no golpees la máquina registradora,
suena el violín más oscuro
como el golpe de la pelota de béisbol
en un diamante de polvo a medianoche.

IV

Un perro gime en tu mente de cristal


y la noche es tu mente para siempre,
pequeña, petite, pequeña Julia.
Tú mente –lo sabes- sería una heladera
y una lata vacía,
pero una lata vacía es un grial
cuando las estrellas iluminan allí
los ojos de un escarabajo que despierta.
No lo olvides, Little Julia.

Mañana volveré a este lugar


para saber cómo empieza
la versión ilusoria
de esta misma nostalgia,
Little Julia, cuando mires tu reloj de pulsera
con los ojos manchados,
porque nunca sabrás si este dibujo estaba
sobre las líneas de tu mano,
o había estrellas que extendían
este bar de la mente
a la escena central de la otra vida.
Ilustración con muchacha dentro

Un sol como una pregunta.


Un fondo áureo en la tintura.
Un círculo amarillo con tentáculos.

Alguien dirá sol pensando


“punto amarillo sobre la carretera”.

Hacia la derecha, un altar de piedra.


Janis Joplin, en efigie de plástico,
es una virgen morena
sobre cuya cabeza vuelan moscas y tábanos.

Aullante. Una vez más


colocarle una vela Janis aullante.
Y orarle así por todos los muertos de la carretera.

Cruces. Calaveritas pizarnik.


Cruces. Lápidas.
Todavía un realismo filmado
en cámara verbal con 30 milímetros de luz.

Aquí llueven paisajes de granizo.


Paisajes de polvo en un valle de estrellas.

II

Estas imágenes proceden de un viejo telefilme


que nadie mirará jamás.

Hay un vehículo parqueado.


es un Chevrolet modelo 85.
Vendo seguros -dice un burócrata- desde el auto viejo.

Busca en los ojos de Johanna


-así se llamó la muchacha perdida-
un argumento para desmentir
que el mundo sea un niño loco
que hunde su mano en una tina roja
para luego perderla en una escena irrealista.

En los ojos de Johanna, el burócrata encuentra


un fósforo encendido,
un video gore dentro de un pájaro de cuarzo.
Para agregar, luego,
el paisaje necesario al extraño conjunto.

III

Tomo la estrella- dice el burócrata.


¿Me servirá tu estrella, Johanna de los muertos?-
piensa, mientras arranca su auto
a la velocidad de la luz.

El sol es un punto –como un hueso alargado-


acariciando flores
y flores que no son de la mente.

(Bendita seas, Señora de las cosas:


Janis Joplin ora sobre el corazón de la niñita monstruo).

El burócrata parquea su automóvil.


Entra a un restaurante y,
mientras mira los postres del menú,
medita:
soy lo invisible
o tengo, al menos, tu huella invisible.

Y se sienta en una mesa


que bien podría existir sin él.
Almacenes, Almacenes

Feliz y tan feliz: eres un vendedor de supermercado.


Tus ojos vendibles son el pequeño anuncio de la nada.
Tu sueño es el sueño de latas, botellas, pero latas.
Eres una serie de latas colocadas en serie. Una serie.
Una serie de latas colocadas en serie. Una charla
de supermercado sobre latas colocadas en serie. Una serie.
Esa charla impresa en cada etiqueta colocada en serie.
Una luz. No, un foco. No, una luz. Un sueño
De series para ti, señor dependiente de tienda.
Ojos vendidos. Anuncio en las avenidas con vallas giratorias.
En la fotografía: una sensual modelo de afiches.
Una serie. Las puertas giratorias, brillantes. Al salir,
billetes, como estrellas, sobre las avenidas de los ojos.

II

Número uno:

La realidad es una serie de personas:


Latas, latas, latas, latas, latas, latas, latas,
como personas.

Número dos:

La realidad es una serie de fotos digitales


donde la gente brilla con sonrisa perfecta,
retocada en un ordenador por alguien con sueño

Número tres:

La realidad es un árbol feo, pero a la venta


en ciertos países donde aún
hay bosques de latón.

III

Para cerrar mi cabeza debo decir que soy un local abierto


Una pequeña franquicia de Creeley & Company.
Además, presiento no estar en contra –ni a favor-
de la suerte económica del mundo.
Además, presiento que sobre mi cabeza hay una ventana
que deja pasar una lucesita
-útil para hacer negocios con las estrellas menores.

Todos salvarán mi negocio.

Por eso, alquilo mi pájaro de cuarzo


A los cobradores que caminan de terno, arriba y abajo,
por las escaleras, arriba y abajo, por las escaleras;
a los cobradores que sueñan un círculo
donde brincar; mientras se borra la ceniza de mi ojo izquierdo,
mientras los poetas pasan por mi negocio llevándose todo,
inclusive el paquete de
“NO VOLVERÁS A ESTA INOCENCIA”
tomándole una fotografía al poeta Robert Creeley,
mientras saca la lengua y dice: echo.
País extranjero con vallas luminosas

Bienvenido, me dijeron. ¿A qué? Pero bueno…


Giré la cabeza y miré un cielo con anuncios:
lavadoras, zapatos deportivos y revólveres.
Tengo un sueño donde Alicia
me conduce en su cerebro –automóvil compacto-
al lounge del sombrerero loco.
¿Gilles, el sombrerero, se llamaba, acaso?
Así, una película irreal donde el cielo
y los anuncios iluminaron una mente
(no sé, pero la mía)
mientras iba en un tren hacia la noche fría.
Clavé un alfiler en mi mejilla
y, en dos minutos,
los anuncios luminosos se encendieron
para alegría de mi ánima fotosensible.

II

En el país encantado quien no es dólar


quien no se llama dinero en efectivo,
es persona sin nombre.

Es persona sin nombre.


Es persona que grita sobre un muelle.
(Atrás el sol poniente).

La persona que dice:


me gusta ser un muñeco
para que nadie me sueñe.

Para que nadie me sueñe


205 millones de palabras
para obras de infraestructura mental.

III

Su infraestructura mental se aferra al cielo


y no conoce límites del pensar.
¡Y no sabe quiénes son las rocas!

Sabe quiénes son la rocas:


son los regalos que jamás
pudo darse.
Su presupuesto para ganar sentido
es oneroso: un bono de realidad
sobre cada billete reluciente.

III

Para el click, para la visio dei en la mirada,


hay una máquina de afeitar sobre la silla.
La mañana interroga mi recuerdo
de una manzana en una caja de manzanas,
de una molécula de manzana
conteniendo el paisaje.
¿Qué paisaje?
La ciudad no es campo sino televisores bajo tierra.
Sobras de realidad qué acompañan
-y los pájaros-
al finale del mundo. Este mundo al desguace
¿a dónde va, viejo cohete del futuro imposible?
Chatarra: hay que buscarse otro.
¿El mismo?
Un huesito de pájaro.
El planeta ya roto.

Hoy miro más allá de la montaña hablante,


tan cerca de este mundo, pero nunca de éste.

IV

Si voy a otro país y doy vuelta en la esquina


y converso con alguien: alguien es “La Frontera”.
Una caricia entendida, una mano en el hombro
es traducción a lengua desconocida,
pero
ADVERTENCIA:
la vida carece de lenguaje.
Por eso voy en este cuerpo mío
-de siete dólares cincuenta-
(léase mercado de órganos)
y soy la distancia a mí mismo:
la repulsión de lo uno, de lo otro, de lo todo
de la cantidad misma.
¿Lo más hermoso es lo inmóvil callado,
lo que no escucha pero asiste al teatro?
El concierto que no empieza nunca,
pero ya has pagado.
Afiches en remate I
Claes Oldemburg, Soft Typewriter, 1963

Si usted, amigo, usó una Olivetti gastada -tan agreste-


quizás le sorprenda esta máquina suave.
Si la aprecia verá, de izquierda hacia derecha,
un espacio blando entre las teclas,
donde el artista es fuerte si lo real es débil.
Con la máquina podrá escribir –y no es broma-
poesía del silencio, pero en ribetes solitarios,
en una vida suya que, si no fuese por su resistencia,
sería digna de robar al lenguaje un estilo flexible
-incluso, y allí está su belleza- con tropiezos.
…pero sienta usted el tacto del poliéster:
procede en realidad de la forma que su mano adopte
cuando usted escriba –en ella– sus cantos retroactivos,
grandes odas que avancen de atrás hacia delante.
Eso: máquina que sueña la suavidad de la mano
cuando ejecuta su falsa narrativa:
una mañana tomando té mientras no llueve
y se oye el avión supersónico a cercana distancia.
Afiches en remate I
Andy Warhol, Two dollar bills, 1962

Escuchaba el teléfono y la charla


daría concepto a la novela (a). Un fondo de motor
también me vuelve realidad.
Nunca sabré si la frase nada es malo
es todavía un guiño irónico sobre el destino.
Lejos de mí, en la serigrafía,
miré negro, blanco, verde: como se produce el cielo:
este cielo billete en efectivo sobre Nueva York.
Si todos pensásemos así,
es decir, si no fuésemos tan clásicos,
si nuestra mirada sobre el mundo fuera otra,
meditaría sobre un viejo capitán de barco
cuya bandera diga: el pequeño Andy Warhol.
Los dólares son también de ese modo.
Otra forma de decir realidad: y nadie elegiría
un paisaje de la campiña inglesa,
aunque pudiera,
aunque los méritos de la belleza
sean mayores al exterior de los supermercados.
Estos billetes son otra forma del corazón,
son otra selección natural e indiscutible.
Avisos Noh

I. Ozu

El artificio es la pagoda
y un cielo vertical que dice Sony Computer.
Una onda de radio es un defecto de otras épocas
cuando la gente inmóvil conversaba
sobre gente inmóvil,
con máscaras sobre el fantasma de sus muertes,
pero también como una danza.
Una consola de videojuego
es una grulla que vuela desde la mano de un monje.
Su costo, 30000 yenes
y saldrá a la venta el 3 de septiembre,
como vestido de otoño,
mientras un loto no bucólico,
en el centro de las turbopalabras,
es el eje donde se cierra la toma,
donde cae una gota de agua.

II. Mizoguchi

En el tejido de seda, la nieve.


Basho filma un cielo Toshiba
sobre una taza de té.
Las cucharillas giran sobre la jarra
trazando círculos:
espirales de agua.
Definición del reposo:
blanco nuclear, ruido blanco, estruendo blanco.
Luego una grulla lee este mensaje:
Pantalla hombre enamorado de pantalla mujer:
no tendrán hijos.
La luna digital se enciende sobre el cielo
y un hombre se sienta con los brazos cruzados:
es un ejecutivo que vende pulpo
al Mercado coreano.

El ojo mira una pantalla plana,


mientras las grullas fabrican origami.

III. Tsukamoto

El mundo es nueve árboles y cuatro nubes:


nueve árboles que pueden ser noventa.
Programa de diseño virtual
para inventar ese número exacto
y disponerlo sobre una colina en el paisaje.
El zen no puede suceder sin auto Mazda
el Ahura Mazda de los autos.
El espíritu del mundo es el sonido
de las espadas samurais chocando,
samurais que son ciborgs,
ciborgs que meditan su velocidad,
mientras cae la nieve
junto a un bosque de cerezos en flor
(el bosque debe ser realista).
Estereozen: el sonido del río
entre los árboles, un coche avanza
en traducción de la velocidad
a lengua desconocida.
Los cielos de la mente se desplazan
sobre la carretera fría.
Dollboy filmado por Giorgio de Chirico

No moverse de aquí: no demasiado:


hay demasiado cielo.
Un globo trepa por la atmósfera.
Alguien cierra los ojos.
Cielo es inmóvil. Cielo es palabra inmóvil sobre el ojo.
El niño mueve su brazo.
Decir tarde (yo digo tarde)
es una cosa. La tarde es una cosa, pero un lienzo,
pero un filme azul, incógnito.
Tarde es una palabra, un espacio y un pájaro.
El niño mueve su brazo:
un globo sube por la atmósfera.
El niño&niña es una palabra inmóvil
sobre la plaza del ojo
donde mi visión del mundo
es una línea levemente inclinada.
El niño abre párpados como mirlo
antes de emprender la noche.
El niño cierra párpados, abre párpados.
El niño es una palabra llena de cosas.
Globo azul -como palabra azul- asciende
por la atmósfera hueca
hacia la lente vertical del ojo.
El niño –con vestido rojo- y su mano
es inmóvil entre carruseles inmóviles,
es inmóvil entre personas inmóviles.

II

Hay objetos de plástico:


mundos abandonados sobre un fondo de nubes.
Un automóvil es el júbilo en el piso,
rodeado por soldados de goma.
Una lámpara dibuja un juguete que espera.
En este dormitorio de pájaros antiguos:
sin pensamiento.
Realidad sí. Realidad con llantas.
Alguien sueña un volante encendido.
Alguien piensa con su mano: velocidad
Para poner la cabeza en el suelo
y que se acelere la vida.
Movimiento es filmación feliz
si la mano mueve el juguete sobre la calle imaginaria.
Movimiento es carrito entre los muros
rasgando el teorema que señala:
aquí está la muerte,
aquí está el largo esquema de la muerte.
Automóvil pausado
y la noche con grullas de papel
que evitábamos tocar para no despertarnos
en nuestro propio sueño.

III

Un niño baila en la noche del mundo


(¿para qué baila?) En la montaña,
el niño obtiene capulíes,
casa de dos pisos,
habitación, lápiz sobre el papel,
rasgando, frotando estrellas.
¿Cómo decirlo?
Un campo de estrellas es un dibujo
donde sepultamos, mamá,
a todos los soldados de goma muertos.
Un campo de estrellas es un cielo
donde los muertos son imposibles
(o cargan el peso de dibujar
a los pájaros ciegos).
Entonces, un campo de estrellas
es un tapiz con árboles caídos
junto a un tren inmóvil
en el que todos los pasajeros
dibujan un niño que los mira.
¿Qué niño? Estrellas de plástico
regadas en la cobija
para que el niño pueda despertar.
La estación inicia el día
sobre su propia imagen perdida.
¿Cómo decir niño
sin decir ojo de niño perdido?
Un cielo donde los pájaros son puntos
sobre el ojo. Sobre las preguntas,
la silla de mamá para mirar el mundo
y largos trenes
por donde toda visión ha de pasar,
al extinguirse,
al volverse lo que ya no tenemos,
ahora.
BARRIDO DE CAMPO
el baile de la esfera
(escrito entre 2007 y 2013)
Páramo Relativo
Este cielo protésico

Diseño el tejido del símbolo en la sangre que recorre el centro de


mis músculos: hay huesos de estrella bajo las cicatrices. Mis ojos
buscan un foco centelleante. Desde el automóvil, observo un
poste sobre el páramo. Un búho imita su distancia.

II

Pronto nos retiramos- me ordena ella. El automóvil va. Si hago,


no digo, hago. Giro el volante y estimo que los faros del vehículo
no son la luz del místico, pero casi.

III

Luego, el aceite del auto se derrama. Luego, hay gorriones en


este cielo de partículas. Luego, el cielo es un músculo que se
hincha hasta ensordecer mi tímpano donde vibra la médula y
han desovado las células de la muerte hacia dentro de cada una
de mis almas.

IV

Huesos, residuos de un idioma que ignoro donde mi fábula


deviene tuya: ácido ribonucleico decepcionado, monigote con
voz, carnosa fugacidad y sonrisa incluida.

Cuerpo es una mutación de la atmósfera y una carretera


conmutable donde fluye la sangre como un recurso para sostener
los cielos cerebrales en cada una de las escrituras destruidas y
este cuerpo es un arco tensado del que nada parte excepto las
noticias del mundo.

VI

La médula es obertura: el símbolo queda en la nostalgia. Sobre


el vacío, las moléculas del señor se mueven a la velocidad de mi
fe más oscura. Mi cuerpo lleva el nombre de esa fe donde mis
sentidos van como en pasillo geométrico mostrando la
metástasis de mi alma redonda. Llueve. Con mi paraguas,
recorro la avenida luminosa.

VII

Aún viene este grumo de musgo que se agolpa en el ojo (en mi


ojo) como publicidad de la naturaleza. Un cielo aglutinado en la
fiera guarida de lo azul, pigmentado, recogido en el conjunto de
una célula. Mira todavía este nado en que el cielo es la respuesta
de mi brazo que nada en un falso pero impetuoso ascenso.

VIII

El cielo como un campo (de polietileno) se agolpa en un átomo y


cada átomo (de polietileno) y cada átomo es un cielo desplazado
de su punto de partida localizado en la membrana de mis ojos.

IX

Tengo que remediar el paisaje y la médula que se compactan en


un plato arrojado al cielo desechable donde las estrellas guardan
el argumento de nada, la perspectiva deshecha, la luz en los
circuitos integrados del cielo.

cuerpo del final


cielo del final
este lugar es pérdida
no hay lo escrito
no hay por llegar. Out.
Empleo del error

Ahora este mapa es un pliego de arcilla y ahora es una línea que


se hace fronda en mi retina junto a la carretera. Húmedos tilos.
La mirada traduce la perspectiva en terrones de lodo. O un
páramo de objetos. Choza junto a la flor metódica. Cada
fotografía es realista. Mis globos oculares que algún día
pudieron alcanzar lo inmenso. El país del ojo es un residuo. El
país del ojo se divide entre el cielo que asciende sobre mí y un
sombrero en la copa del penco. El país del ojo no se divide: lo
sabes. El país del ojo es lo que hay.

II

árboles
o árboles de cartón, no sé:
otros problemas de estilo:
otra eternidad.
Etiqueta de identidad
versión única, final

Abrí el libro de las fabricaciones y este nombre se duplicó en


cada rostro mío. En cada ganglio. Me llamo igual, cuerpo
lacrado, bolsa de químicos. Mi mente se vacía y es una médula
trasvasada por las partículas de sangre que poseen un
cromosoma de mi ánima. Y es un objeto rígido que sueña una
habitación del Hospital del Viento. Y una garganta donde la
pastilla se desliza como un trazo. Trepa mi nombre por el
estuario de mielina entre mis músculos para fundirse sobre el ojo
del señor. Tanta gente se llama como yo en este páramo
extranjero. Trepa mi nombre sin zarpas, cristos, continuidades.
Mi nombre como duplicación de un nombre de agua para llamar
a los que no deberían llamarse o duplicarse y aquí estamos
musicalizando el nombre de la duplicación de las desolaciones.
Escinde, para otro lado, esta versión intencional de nadie.
Egon Schiele
Mujer sentada con la pierna izquierda levantada, 1910.

De pronto, contén a la muchacha en su vestido verde. Un color


leído en el agua de un mar pajizo en lo nunca extinguible.
Contén la rodilla contra la cabeza: piélago del aire. Me mira.
“Pigmentaste”, digo “manchaste” las piernas. El temblor del
dibujo: vacilante línea de la tierra. Creo en el rasgo, en la torsión
que muestra el filo del hueso, la fístula de la noche encarnada en
el tendón del hombro fugitivo. Torsión que tiembla incluso en
claridad de aurora. Exhíbeme el cabello incendiado, gimiente.
Temo al mundo, el mundo: esa carta navegada de la muerte.
Firma: autorretrato del pintor oscuro. La inyección de la aurora
arraigando hacia dentro del cuadro, estarciendo el sol. Desde la
vulva entrevista y las bragas cubiertas, transparentes: el altar del
inocente. Manos conteniendo el material del cuerpo, evitando la
fractura de la nave del cuerpo, hasta los pies disueltos en el tan
vacío pajizo de la tierra.
Max Beckmann
La noche, 1918-1919

Como en el tarot, el colgado. Un cielo colgado de arriba para


nadie. Mira cómo te rompen el brazo. Gimes. Estoy detrás.
Talvez. La mujer de vestido rojo dónde mira. El cuadro en
polvo, chorreado. La mujer de rojo dónde mira. La mesa, el
sombrero en el piso. Sientes la presión: la mujer de corsé abierto:
mi ignorancia. Sí, las manos atadas. En su mente, la noche es un
falo gigante, obeso, triste. Piernas desgonzadas. El cielo es un
tejado en polvo. Nadie. El niño rubio ve completa la muerte, el
hueso sin luz. ¿A qué te aferras? El bandido espía que nadie
obste la muerte. Mi mano sostiene la cortina. No, talvez. Su
mano sostiene la cortina. Los cuerpos apretados, envasados.
Nadie rezará esta noche. Esta noche nadie seguirá la estrella.
Francis Bacon
Tres estudios de cabeza humana, 1953

El don negro. El fondo llorado, veteado por la cola de un cuervo.


Se apresura, ves, el movimiento: son tres tomas. Un cráneo
morado sin ojos no pregunta. La corbata es un anillo para asir el
cuello. Tira de la garganta. No, espérate. El traje negro sobre el
fondo negro. Te veo la lengua morada. El cuello de la camisa
blanca es el vacío de la vía láctea, el iceberg en polvo humano.
Abriste la cabeza y luego tu lengua morada y, al fin, te veo los
ojos. Al fin, la cabeza estrellada contra el cristal blanco, contra la
esquina –lo sabemos por las líneas- y es una almohada. La boca
deja ver uno o dos dientes. También el cuerpo es un fondo
llorado. También todo. También el alma.
Camilo Egas
Dual, 1940

Supongo. Dos mujeres. La pelirroja cuenta un horizonte


amarillo en su ojo abierto. Un ojo cerrado donde la demencia es
un animal que se desgarra dentro de la camisa de fuerza. Blanco.
La silla, lo sabemos, ilustra que alguien posa. Un lugar para
habitar la criatura sanada. Efecto blanco de marfil o detergente.
En lugar común se unen los labios rojos y el cuerpo de su madre
de bata que pinta cielos amarillos junto a un cielo amarillo,
dorador. Horizontes pulverizados en la gris excelencia del
paisaje. Cerrado de pronto. Cerrazón abierta. Una puerta
lograda en el rincón inhabitado del lienzo. Abierta sin salida. La
luz que entra es un animal que se desgarra hacia dentro del
mundo. Hacia fuera del mundo, un nombre de niña recrudece,
golpea sobre la gruesa velocidad de nadie.
Jorge Velarde
Ritual, 1995

De todos modos, el cuerpo es diagonal. Navega en un estuario


de sábanas. Mira el bordado blanco: se pliega y es la orilla del
mundo. La cabeza reposa en la almohada como un trapo de luz
marrón. Parece que la cama fuese a caer, a hundirse contra la
pared ligera. Ves, el muro hecho cielo de abismo, fondo
esmeralda. Pliego de papel pajizo se coloca bajo el río de hielo
triturado, de estrellas lavadas en saliva de cal. Bueno, el hombre
horizontal mira el cuerpo y su cadera de media luna que sube:
equívoco planeta de Diana. La mirada vertical, el hombre con
chaqueta en óxido, no soñaría ese altar de cera (pabilo, las
piernas encendidas y cruzadas, descruzadas, pabilo) como un
cuaderno cuya abrasión oscura perdería el mundo. Agua, orilla
de fondo. Abre la noche, clarísima, con otras manos. Las tuyas.
Canción de autor
En la Iglesia Evangélica de la Eternidad, 2008

En el viento de los eucaliptos, el agonizante no morirá lejos de


mis ojos sin mirada. Extintos. La calle de los largos delirios me
conduce a la iglesia de la tierra sin mundo. Allí el pastor bendice
sillas de comedor, perdices pardas (las negras son diabólicas).
Pongo –para él- un desierto. Un desierto en forma de mirada:
polvo y rostro de niños perdidos bajo las máquinas de coser.
Agónicas. Agónicas.

II

Observo que el pastor nunca tocó este encefalograma con la


esquina de la estrella capturada por los pilotos jubilados.
Tampoco el alma subió a las máquinas de coser sin despreciar
mi risa. Esconderse en el armario donde el señor no pudo
encontrarte. Te doblaste. Con mis dedos, huraña soldadesca,
impedí su entrada a un cielo de tres paredes y esquina lateral de
sombra y otra esquina y otra y otra. Mi cuerpo fue la desnudez
repantigada, impasible.

III

Antes que nada, mi cuerpo es un cajón de nervios, un sistema


nervioso de cajones. El pastor coloca su pastilla bajo mi lengua
(Zoloft, Neuril, Lyrica): el reino de los cielos está cerca en mí.
No quiero morir, pero quiero. La muchacha con ojos de ciervo
pule los huesos de mis vértebras. Me arrodillo junto a su zapato
y anudo sus cordones. El rostro de María Magdalena tintinea en
su zapato reluciente.

IV

Mantel vacío son las estrellas domésticas sobre la mesa del bar
donde mi rostro es cada peleador lampiño que me cuenta su
error sin esquinas. Mi nombre escrito con todas los límites, con
cada error fundido en acero. Afuera, un hombre cuelga sus
pancartas de la Biblia: No entres a esta cabeza perdonada de sus
pecados. Sólo estos huesos tienen una extraña solidez para el
llanto.
V

En su iglesia vestida con cielos de polietileno, el pastor sueña


perros: animales que sufran en los ángulos. El agonizante canta
lejos del mundo, llorando en un muro de agua. Sueña fuelles y
autómatas: las máquinas aman mejor que la luz, diría. El
cromosoma del dolor no tiene origen, pero no creas que el cielo
es sólo deformidad oscura. Las aves serán profecía de otra cosa.
Una vez más. Otra cosa. Siempre.
Imagen de las esferas virtuales

El ojo es transparente.
El ojo es versión del ver.
El ojo es diversión del ver.

II

Bam. El ojo ve muertos. No ve la muerte: procesos industriales,


tejidos metabólicos del silencio. Bam. La muerte es una
pulserita folklórica. Bam. El arco de estrellas, el carcaj de un día
desesperado, de un grito abolido en la pared (noir) de la noche
(noir) o la velocidad (noir) de los mundos golpeados, de las
muchedumbres en la puerta donde un niño no sabe a dónde ir,
donde no sabe.
Pequeño ultravioleta dice
Enero 18 2008 17:00-23:55

Nieve pulverizada en un vidrio: eso sería. Digo insomnio: esta


mirada boga sobre la pantalla zumbante donde el cerebro ni late,
ni descansa. Pantalla es clonación del instante. Tengo mi cabeza
en modalidad noche. Tengo mi cabeza en la vena cava de la
noche encendida. Miedo al señor vendrá. Televisión. Flotador
del insomnio. Dormir junto a la Madre. Como cáscaras de fruta
son rubefacciones por la neuritis y arrancarlas con todo y cara.
Televisión. Rostro de boxeador. Pera de boxeador brasileño.
Miedo al señor vendrá. Dolor en las ingles. Dormir en las ingles
de mi madre. Promesa de tumor. Pantallas plasma. Vendrá
nuestro señor de las pantallas plasma.

II

No vendrá vida.
No vendrá vida:
quiero terminar lo hermoso.
Esta vida
quiero terminar,
quiero terminar. Out.
Pequeño ultravioleta dice
Septiembre 1 2008 12:00-14:16

Una bola de goma observa acompañado de otra bola de goma,


acompañantes, parpadeantes. Callejones mentales que son
callejones reales en mi cerebro de islas y cobijas manchadas. La
pantalla es un imago tumoral de reproducción geométrica. Este
proyector de fiat lux en technicolor con su tentáculo de pulpo
cordial lame mis ojos. Versión de la naturaleza contra las retinas.
Mi médula es ligera ante la radiación soñada en la adición de las
imágenes del mundo. Hamburguesa de McDonald’s.
Hamburguesa de McDonald’s. En mi boca grasa de luz escurre.
En brillante, un hipermercado del mundo. No hay mente.

II

Ojo abierto en el cristal encendido


borrar
cosas pintadas (¿Pascal?)
polvo de mariposa eso es la vida –y este día-
sueño –quiero dormir perra de realidad-
pastillas: dormir: out
Spot Sánchez Peláez

Repite la frase. Repite la frase. Repite la frase. Cuando nos


echaron de la ciudad porque el mirlo había dejado de existir,
abrimos la canilla de las imágenes virtuales hasta la embriaguez
de la mirada. Tristes, pero anestesiados, usamos piedras para
abrirnos los ojos.
Pequeño ultravioleta dice
Diciembre 24 2008 22:00-23:17

¿Cómo? Describe la visión periférica una sala con “beato sillón” y


pantalla plana. “Pequeño y triste petirrojo” en National
Geographic. (cambio de canal). Hoz y martillo en la chaqueta
del salesman. (cambio). Ultravioleta, ultraviolencia. (cambio,
cambio). Programa infantil sobre las manzanas de mayo.
(cambio). Historial magenta (se abre en un rojo, en un naranja
turbulento, en un rosa de vejiga hinchada). Metástasis de la
primavera en viaje a la retina. Recito “Oscar Wilde llevaba una
gardenia en el pico” frente a su rostro fugaz en la pantalla. Esto
es lo único encendido- dices. Esto es lo transparente- dices. El
ojo es como un faro halógeno frente al reino de este mundo.
Canal aleph.
Filmación del Hospital del Viento I
Soy un tubérculo de luz

La carretera perdida que llamamos noche es sólo una estrella


enferma bajo mi frente. Orión digamos. Ungüentos bajo los
paños húmedos. Un latido tras otro en un cuerpo a voluntad de
un sistema nervioso ungido hacia el aire violento. Raíz con bulbo
tirando líneas de fuerza hacia la tierra para fijarte. Pastillas de
color pajizo y que el dolor sólo se concentre en una cara del
cuerpo. Alabo lo que jamás elegiría con amor en los ojos. Oigo,
en mi cerebro estarciéndose en átomos de fósforo, “huye de tu
cuerpo y cúralo del mundo”. Siento el hueso negro, el discurso
de la nube, el fondo de mi médula.
Filmación del Hospital del Viento II
Soy un tubérculo de luz

Traigo el torso envuelto en un cielo de gasa. Este hecho, como


un horizonte, inaugura mi cuerpo de pez vela con nostalgia de
un mar. En mi húmero, la enfermedad de la médula es la fisión
de cada una mis células. A lo lejos, una cometa se desprende.
Una onda hertziana dibuja una hipérbole en el cielo. Sobre mi
velador, una manzana vieja es la erosión de mis fructificaciones.
Plato de lata. Afuera, una vaca concede nuestro pedido de
quietud. La silla del cuarto es más discreta. Mi cuerpo se
extiende bajo el refresco del alcohol metílico, de las fundas de
yodo del baño. El cable del encefalograma se dibuja como un
disparo lentísimo en la sien.
Cicatriz Brodsky

El horizonte es una línea azul, intachable. Mi habitación es


como el mundo y nadie visita el mundo. En realidad, buen
aspecto tiene el cielo sin mí. El azul se estrecha como una
chimenea. Al estilo de un globo aerostático, la mirada mía de
piloto jubilado trepa sobre la atmósfera. Se trata, evidentemente,
de un sueño porque mi cuerpo enfermo se aprieta contra el
colchón levadizo. Lejos de la estación espacial, la curva se amplía
como perímetro de lumbre, como destello de una luna perdida.
Mi cerebro sólo espera el diseño del meteoro, el abrazo con la
perdida estrella.
Diálogo en el Hospital del Viento
Oratio

No es fotografía para el manual de cirujanos. Ruega por mi


cuerpo tras las persianas amarillas donde esquivo la realidad,
sofocándome en la anestesia para pescar estrellas en la piscina
del silencio. Bien poco navegables piscinas de este mundo.
Ruega por esta cabeza artesanal donde la enfermera quiere tejer
un mapa para extraviar mi cuerpo del dolor. Hacia fuera y
adentro. Y recoger un trébol de instantes.

II

El cielo de morfina es una flor de trébol donde la abeja se niega a


ignorar el esfuerzo de su cuerpo. Ruega por este diapasón en el
cerebro donde nadie volverá a deslizar el rostro contra la luz de
la infancia. Estudios clínicos nunca favorables- dice el médico.
Mis arterias son ramas de un eucalipto sumergido en un cielo de
agua. Me venero en la curva de una colina tras la ventana en el
Hospital del Viento.
Residuos en mi cerebro
Tomografía de este paraíso

Cielo mental o pasta fundida desde dentro. Tú fuiste lo primero


en enfermarse. El pensamiento es un río de agua virtual, un
diagrama de flujo de las neuronas para médicos aprendices en un
hospital donde los analgésicos no olvidaban –del todo- el alma.
La inflamación de mis nervios es como un pingüino arrodillado
bajo un buril. Así afirma el predicador del aire. Un buril que
desguaza los canales de la mente hasta hacerla ilegible. Para mí.

II

redúceme dios hasta ser


el perdón
o un globo azul que sube ligero, ligerísimo.

III

redúceme dios hasta ser


el perdón
o un globo amarillo que sube ligero, ligerísimo.
Axones
Canción de despedida, de llegada.

En el cuerpo, los nervios pesan como arterias de plomo. Con las


pastillas, el cerebro se ablanda como un río benévolo. Las
neuronas son libélulas negras que sobrevuelan un estuario
mental. Por la mañana, el médico me dice: “tiene una
enfermedad en la cabeza como un otoño inhabitable”. Yo
también lo sospecho.

II

En mi habitación, trago astros en comprimido, pastillas que


resplandecían en mi mesa. Todo para evitar el picoteo del
gorrión, pájaro de la enfermedad, bajo mi nuca. Mi cerebro se
equilibra un instante. Junto a la jarra de leche, los pomelos
húmedos están sobre la mesa, como un cristal antes del acabóse.

III

Este día sueño con destruirme. Volarme con un pájaro la sien del
cielo para que mi cerebro se haga espuma en el mar. Este día
sueño con destruirme. Sumergir mi pecho en la hoja del baniano
y desaparecer.

IV

Tengo un clavo en la mente: una herramienta de luz manchada o


sucia. Por ella, el ruido de los automóviles es mi fonética del
mundo: carros en una larga fila de carros en una larga fila de
carros atascados. Mi oído se convierte en un atributo del dolor
que viaja –como tren japonés- a la velocidad de la luz desde mi
cuerpo, contra mi cuerpo.

No hay estación del cuerpo, pero el dolor la crea. Llueve mielina


en los nervios (aguacero plateado). Tengo sacudones en mi
esternón y en la piel de los brazos. Tal estación –diríase parecida
al otoño- deja caer hojas de radón desde las ramas de la columna
vertebral, desde la encina que el anatomista llama árbol de
médulas.
VI

Como un fuselaje, entré a la cámara de resonancias. Escuché un


zumbido electrónico para obtener fotografías de mis huesos, de
la pasta cerebral. Allí la máquina descifró mi sueño de oler
cedrón mientras acariciaba un pájaro. Como un diapasón, el
cráneo contraído percutió sobre mis días de luna elemental,
profética. Imágenes de una piedra de la locura iluminada por el
espejeo del láser.

VII

Las placas tornasol decían: hay un quiste en tu cerebro.


Trepanaciones. Extracción de la piedra de la locura. Pienso en
un tumor, como un cometa contraído en un puño.

VIII

Mi médico, el poeta, dice que los puentes son hermosos, que no


duelen. Él habla sobre puentes materiales: un puente uniendo
mis articulaciones enfermas con la orilla (ahora detenida, luego
suelta) de la tina. Goma de sangre. Un verso es una línea, un
hueso es un hueso. Separo lo separable. Recojo mi cuerpo,
oculto tras la bata de cirugía, mientras miro las nubes, su
blancura metódica, mi adiós.
Homenaje a Paul Muldoon

El ojo me invita a ungir árboles secos.


Tras el bosque,
hay rascacielos en el teatro del mundo.
La mirada es como la –déjame a mí- llama del día.
Así, junto a la carretera, yo veo un auto, un Volkswagen,
un rótulo, un “no sé su nombre”, un auto.
El ojo hace un dibujo para la mente.
Traduce a palabras.
La mirada es una lengua extranjera.
BLUES DE LAS ESFERAS
(escrito en 2007, no publicado nunca)
El día se describe:
tu mente o este cielo.
Sus colinas son
símbolos de otra voluntad,
emblemas de una fuerza distinta.
Sin embargo,
inclusive la aurora,
con su franja de pastos
y cerezos en flor
(evidencias terrestres),
no detallan completa
la estación en los ojos
de una lumbre afilada
en el pincel del sol.
Las oraciones del trovador ciego querrían describir el punto de
contacto entre el fruto y la brisa de mayo. Como en la tradición
alquímica, la manzana no es distinta al estanque donde nada un
rodaballo que refleja en sus escamas la labia de la estrella, la
charlatanería de los cometas. Además, observo que la manzana
tampoco es diferente a la piedra (inmune a los relámpagos, a la
risa de la doncella con fiebre), a la acequia mansa donde el niño
la arroja en este instante. Jacob Böhme explicaba, en un éxtasis
místico, que la diferencia entre la oración y la locura es un
puente de abejas. Alrededor de la manzana que todavía no he
visto, las hormigas comen el ámbar que fluye del corazón de
una muchacha, sueñan sus labios encarnados en la pulpa de un
membrillo de oro. La manzana está, cómo no, en la cesta,
invisible.
La fábula supone

Sobre la mesa del patio, una manzana negra. Esta imagen


explica: sólo has perdido el mundo. Me detengo en mi lengua,
en la rama que rompe la pata de un escarabajo marfil. Imagino
un desierto que atraviesan beduinos de arena y mi cuerpo
deviene un pájaro pinto que habla en sefardí: la tormenta se
avecina en la púa de mimbre que rasga el ojo del corazón hasta
quebrarlo.
Fotograma entre nubes

Un aliso anuncia que hoy la mirada es solamente mirada: el


paisaje como una floración de nimbos. Casas de adobe
alumbran lo que tiene de sendero, el sendero. Casas de adobe
dentro de la niebla, revelan el lugar que no existe. ¿Tan alto
está mi cuerpo? Un burro tiene ligereza de colibrí. El lago
trabaja como una clepsidra que asciende hacia los ojos para
pausar el tiempo. Nubes colmadas, ligera fiebre de horizonte.
Una hilera de abejorros dorados moviéndose en la imagen
como una postal no infinita, pero casi. En ocasiones, los dedos
alcanzan el cometa: un grial de nieve, un taller para estarcir el
vidrio de los cielos adentro de los cielos.
Antipaisajes para un monje levemente dormido

El monje alfarero bebe té de nieve bajo un astro blanco, entre


las hojas del sueño japonés. Descifra algo irrealista (y mío): no
aprenderé el nombre de cada cosa, mientras todo esto que
existe no sea verdadero. Hay esteras amarillas o violetas en el
patio frente el templo de paja de los cielos.

II

Un paisaje con río, pero también con cántaro y estrella, donde


un monje se ha prendido fuego con un gorrión de gasolina
hasta quemar la lumbre de sus huesos. El mundo es algo que
olvidó visitarnos: el tornado que atraviesa el bosque lavará los
huesos que no hizo polvo –demasiado polvo– el viento.

III

Un monje ebrio en un desierto blanco. Sin embargo, practica


su costumbre de lo inmóvil. En su mente, una palabra habita
un castillo vegetal. Sobre el predio de una encina, bajo trastes
de humo, observa un mapa y su vestuario arde: la lluvia se mide
ante sus límites. Ante la savia de una estrella plantada en la
distancia dice: esta línea de fuga es el otoño, la precisa
caligrafía de tus huesos. Aprende, pues, a llorar como lloran las
piedras.
Olvido García Valdés

Ignoré cierta leyenda sobre una polilla de antracita: si la


observas quemarse, me dijeron, llueven pequeños búhos con
plumas teñidas en bálsamo de estrella. Sin embargo, una
muchacha, ruiseñor despierto entre griales de vapor y violines
de savia, la tomó entre sus manos y le dio de comer –en la
ventisca– un ramo de cilantro. Se dijeron ambas, en un dialecto
de semillas negras y manzanas de vidrio: es el tiempo del
verano absoluto, es la esfera donde el beso de quien sueña es
real, como un hilo de seda en la capa que inicia el resplandor
del mundo.
Explicación de amor del tintorero cojo

En mi mañana, el mundo sería un huerto de hielo si tú no


estuvieras dormida dando calor a los negocios con el sol
borracho: bendecida por el tilo andante, ilesa al conjuro del
venado díscolo. El gallo de niebla será el último hijo de las
lloronas en despedirla, me dijo el vigilante de los páramos al
observar tus enjambres en vestido de adioses. Y desapareciste
tras un portal de nieve donde tu nombre está escrito, en
alfabetos inundados, en grafías animales, tan hermoso a la luz
de una pintura de Coreggio, sólo existente para tus ojos
impasibles.
Vermeer: La Lección de Música

Sobre el banco rojo, la pianista toca la luz y entra luz por la


ventana, reduciendo la música al calor del color, a la sombra
escuchada. La doncella es la arteria de un sol vegetal que
sangra mechas rubias sobre el lienzo. Muchacha, como un
cardumen sobre los labios del observador. Lejos, pero allí,
alguien sueña el laúd en el piso tras el banco donde la joven de
trenzas, junto al ojo instructor, toca su piano, una vez más,
pero la misma. Música también del agua que se lleva las nubes,
donde la ventana se propaga hacia el cielo y un mandil blanco
se despliega en la brisa.
Chirico: ciclo de Ferrara

No se ve la dureza, se palpa con el ojo. Todo es distancia


excepto las torres derribadas, la niña que corre con el aro de
fuego. Todo es salvaje imitación de un mundo en blanco. El
cuadro precede a su lectura, guarda más realidad que mi visión.
Van Gogh en Kurosawa

El girasol es una colina de agua en el corazón del alquimista. El


girasol sigue al latido: no dice viento, dice astrolabio de alas,
halcón de cera, luna de espuma desecha en la playa del cielo. El
recuerdo es el presente derrotado, como un campo de estrellas
bajo el escudo del verano en el lienzo nostálgico. Así, mi
recuerdo del sol es hoy el sol: materia o sueño para un pastizal
cubierto de libélulas. La imagen arde en las hebras de la mente,
filmada como un sueño al despertar.
Dark side of the moon

La noche flota sobre un campo de agua en un estuario de


estrellas impasibles. La noche es una barca, me dice Ella,
explicándola como un pastizal de cometas llovidos sobre un
reino durísimo, como una manzana de hierro en los labios de
un niño. Miro el cielo de esta montaña (cuido las alacenas de la
nieve) donde soy el espía de una caverna dulce. Tras el
diamante de la demencia, brillaba la armadura de un espíritu, la
rotación polar de los arpegios.
Junichiro Tanizaki

Como llueve en el límite, la mantis negra despierta rodeada de


un rocío de alcanfor, de afilados granizos y de aguardiente o
miel del páramo. El insecto sueña la semilla en llamas de un
trébol: un pueblo abrasado por no respetar los carnavales de la
niebla. A su lado, un ratón recorre un sendero de escarcha y
hace que el sueño de la mantis sea real. Siempre hay una más
que todas las criaturas del mundo. El gavilán japonés toma
apuntes de esa luz creciente. Su rastrojo susurra más allá de
este día.
Dos trabajos de un ilusionista consagrado a la
mecánica menuda

En la bóveda lábil de la tierra no hay mundo que sea mío: la


región amorosa de un pájaro. Dije pájaro cuando pude decir
grillo celeste entre las sábanas o desierto como una flor de sol
armada de luciérnagas.

II

La carretera separa los países gemelos: llave de piedra sobre


flores de hielo. Así, protejo el zumbido del agua y el muelle de
las desolaciones. Nostalgia de aquello que no puede hacernos
más preguntas: las sillas del exilio y la cuchara que alguien usó
para medir el peso de la niebla.
Al bajar de la colina, el granjero enano vio una liebre herida. Su
cazador –el muchacho albedrío- había dejado brotar un sol de
sangre de un orificio en forma de estrella neutra (ojo de
pólvora) que el granjero se esmeró en coser y curar. Éste la
acarició unos segundos o fracciones de lumbre, sobre un lienzo
naranja colocado en la mesa. Como Joseph Beuys, pero en
silencio, ante la majestad de lo pequeño viviente, se alegró. Al
rato, teorema mullido, la liebre corrió entre los pastos,
agradecida por la lluvia, ignorante de un voltaje demasiado
terráqueo. Tras correr por kilómetros, se quedó dormida
finalmente. En su sueño, una liebre gigante acariciaba la
crisálida de un hombre hueco, pero cubierto de nidos
carmesíes, de arbustos que explicaban la rotación de sus flores,
y de varias mariposas que todavía no poseen bautismo de
alquimista o zoólogo de aspecto humano.
Pequeña criatura de las resurrecciones

Varios labriegos duermen, pero un gallo negro vence a la


muerte en un pueblo cercano: y todo nombre de persona
desaparece. Hay nubes arracimadas sobre la colina donde un
hurón, pariente mío, atrapa un ratón de campo. Los labradores
no sueñan las azadas, pero los trigos crecen. Así, en el
evangelio vegetal, en el tao recitado por los grillos de párpados
mongoles, el designio del hurón debiera ser descrito muchas
veces, como si la arteria del ratón al cesar su latido rompiera
una campana en el cielo, en el patio nevado de la última noche,
donde las almas de los animales empiezan a correr en un taller
del horizonte, y, luego, generosas, terribles, acarician mis
manos.
Banderola en el prodigio

El evangelio de la liebre es una pata que cava: también lo


invisible. Las liebres locas son sumergidas en agua del cielo
para que escarmienten.
Aguanieve junto a la cabaña

Durante el incendio del nogal, un gorrión, perdido de su


misión celeste, queda completamente ciego. Los niños del
pueblo usan púas de hierro para cortarle el vientre. Bufan y
gritan: vegetal del diablo, las hadas africanas te sueñan en un
río de invierno sobre las hollinerías y los zapatos del carbonero.
Un esqueleto de vidrio flota en cada uno de sus ojos de papel
ceniza, mientras el niño cojo la observa. Ambos despiertan
sobre una mañana de rocío, contenida en una hoja de
palisandro.
Miniatura sobre una estampilla

Si alguien dice invierno, ha profanado los edictos del reino,


cuyo monarca es un gorrión coronado de espinas. Sólo ciertos
bueyes pueden decirlo, porque son los únicos que nada piden,
ni palabras. Así, para decir invierno, hay que demoler el
hechizo del mundo, retirar la hidromiel de rocío del último
ramo de azafrán. El sol ilumina el rastro de una oruga, mientras
un ánima traviesa va borrando, con una taza colmada de
granizo y nieve, el sendero donde todas las vidas se derrumban.
Sin embargo, el sol adentro de los tallos reúne los pedazos de
las flores dormidas y los jarros de latón brillan inmóviles y
mansos entre los pliegues del desierto.
Dibujando una niña en un vaho de fiebre

Sobre el dorado de las líneas del rostro: nadie escribe en la cara


de la pequeña dormida. Sin embargo, yo escribí antorcha en su
frente y un candelabro amaneció sobre el mantel quemado de la
veladora. Flores de fiebre y corderos blancos brillan sobre la
cama donde una infanta sueña un tren de ámbar afuera de sus
párpados. En su mejilla, amanecen tatuados un cordero y un
álamo. Nadie sabe el origen del milagro, pero algunos creen
que es un aviso de la muerte, porque las mujeres del pueblo se
han echado a llorar ante su rostro levemente invisible, ante una
cabellera quebrada por la calentura. Nadie sabe si la niña al
morir se llevará el jardín y el mundo hacia el purgatorio de los
huesos. Ella ensaya, mente adentro, un adiós como el oro. El
álamo sabe una respuesta cuya táctica consiste en desaparecer.
En el pueblo se dice:

“la única muchacha de ojos magenta y senos de tamarisco


durmió bajo el nogal y recibió en su cama la visita de un
arcángel de ceniza. Incluso el molinero ha visto sus huellas
junto a los pajares, junto a las ruedas donde el trigo duerme su
sueño egipcio. El caballero bermejo no podrá obsequiarle el
anillo que ocultaba en su cinto a la joven, que ya camina
envuelta en llamas en medio de la noche”.
Albada del calígrafo risueño

La realidad casi no existe, pero ofrece linderos: un campo de


azahar rodea lo que estoy dibujando. En este jardín, todo lo
que existe debe nombrarse con la palabra sí: el mundo entero
es una llave (para abrir el arcón de las estrellas) que una
muchacha sostiene entre sus senos. Allí, sin sentencia o motivo,
se posa una libélula de fuego. Esto ocurre en alguno de los
pastizales donde la mañana todavía no existe, pero gobierna
todo. Arroyos, aceites vegetales o acíbares se riegan sobre el
campo donde la lengua del canario atraviesa un anillo de
jazmín: su canto se asemeja a una vasija quebrada por un
hacha.
Agave bajo el diluvio

En la neblina de mi propio mundo, el niño ebrio busca la noche


en el corazón de un vaso: nubes plomizas, globos rojos sobre
un otoño de agujas. Los castaños ligeros, los ciruelos de
púrpura, los robles de ramas color yodo ondean hacia dentro
de un reinado invisible, pero que asalta el sueño donde la
muchacha con ojos de ciervo aprieta el cauce de mi mano. En
sus ojos, se espera que las cosas no sucedan: si sucedieran, los
agaves y los cactos se pondrían a silbar un llanto que
ensordezca a los coyotes y a los mendigos del desierto. Por eso
es mejor que los fantasmas sean alguaciles de frontera. Si no,
toda la Tierra sería una nube de polvo, mientras las santas y las
lloradoras estarían cantando una ranchera en honor a las cosas
perdidas.
Algo esplende la estrella en la tiza del cielo
Un concierto de Copland. I. Molto Moderatto

Una muchacha viste pantalones en un anuncio dispuesto en la


avenida. Ventanas veladas por un marco de esmalte azul
vidriado permiten ver a un músico que intuye la nieve desde un
clarinete en el edificio de jardineras amarillas. Si este paisaje o
ghetto no fuese el dominio de mi propia noche, diría que ocupo
una habitación en el hotel del cielo: imagino la música que se
interpreta a decenas de metros de distancia: la mirada asiste a
la fragilidad del oído, mientras nubes gordas se agolpan como
emblemas de una teoría fugaz de la visión.

II

Son, quizás, problemas de meteorología más que visiones:


moléculas que dibujan una parvada de gorriones donde
zepelines rojos suben como afirmando lo que puede, desde
lejos, contemplarse. En rigor, para observar el alma, necesito
un cuerpo que diga: “mira, el búho te espera para subir”. El
clarinetista dirige su pequeña estación espacial hacia la bóveda
del mundo, marcada en la prosodia de la sangre. El jazz deja
oír corredores de bajos y cadenzas.

III

Los días, convertidos en tonos, bajan al subway de una ciudad


que todos decidieron abandonar por miedo y repulsión.
Quedan algunas entradas bajo tierra, donde la gente sale
apresurada para no recibir la nieve. Hoy solo quedan los tickets
enrollados como gusanos en los basureros. Botellas de agua
mineral donde cae la lluvia entre bolsas de comida china
arrojadas para el misterio. Hermoso hallazgo, pero nadie desea
comprobarlo. Mucha gente de traje solía correr hacia los
rascacielos. Sólo una anciana de ojos negros asiste todas las
mañanas a mirarse en los cristales de la estación de trenes.
Junto al tapiz de agua se reúnen los helechos que tiemblan
según las estaciones reunidas bajo la ley del equilibrio. Fiesta
de una parroquia vegetal, carnaval de un mundo en bosque
delirante. Cuando los autos aparecieron entre los setos, este
dibujo empezó a difuminarse. Sin embargo, por ahora, las
escaleras que subo conducen a una ciudad de madera donde se
construyen las máquinas de vapor para encender la noche. La
noche, como un vaporetto sobre las colinas, se dirige a un país
de televisores y óxido. Pero, por hoy, el tiempo es una riel que
salta. Por hoy, el agua tiene el río que la lleva sobre los
sedimentos ocres, y la salamandra cultiva las horas sobre un
surco de barro y de pirita. El tejado de la casa donde dibujo
este sueño es muy distante de la tierra. Como una alcancía de
barro en la visión del altiplano: milagro en las artesas, canción
del ánima invisible.
VIAJE A LA MANSEDUMBRE
(escrito entre 2006 y 2007, publicado en 2009)
Acta de la entrega nocturna

Se precipita el sol, tan lentamente.

Desde su fondo vuelve un mirlo hacia mi rostro,


portando el anuncio de otro mundo:
el aroma de un viejo eucalipto,
ya tan sólo visible
cuando abro los ojos y no hay profecía
más larga que la pradera oscura.
Paisaje con efigies

Está alguien que cuida de los mirlos:


no salgan de la nada- dice.

Está un río, anegado de hojas,


recién llovidas, no sé dónde.
Está un árbol que se extiende al paisaje
-arriba de la mente-
donde sólo hay caminos que conducen al mundo,
hacia fuera del mundo.

Y estoy yo, arrobado en la voz,


vacía, poderosa, de nadie.
Grabado en terracota

Digamos que es de noche.

Digamos que hay palabras de agua,


hojas lavadas por el sueño,
largas tierras abolidas por el milagro.
Lengua del vencido

Un oído que escuche mis palabras


será el vacío.
Pero tu oído no.
Tú escuchas
lo que derrota mis palabras.
Madame Sadness

Oigo el brotar de los escarabajos


-sus élitros girando
hacia la boca de la noche, girando
como por dentro de la savia oscura
del álamo.
Oigo mi nombre.

De cualquier forma
sólo oigo mi nombre.
Homagges

I. Coltrane & Monk

De oídas, Theolonius,
este silencio
abandonado a la visión
de un árbol,
al verano vertido de sus hojas.

II. Billie Holiday

Un fruto negro cuelga de la noche,


de una voz que lo sostiene
vivo.

III. Miles Davis in a Silent Way

Sobre el vuelo del mirlo fuga el mundo,


el silencio advertido
en la música, en el suave fraseo.
Si abres la ventana se oirán mutuamente
el gorjeo del mundo y un paisaje de jazz
como si todo fuera
el rostro del dolor.
Versiones sobre un tema de Ensor

En una casa repleta de chinoserías,


tú abriste un abanico de pájaros.

Y los pájaros volaron a los árboles


de los jarrones blancos.
Todo desconociendo que yo iba
a escribir una poema sobre esto
y que tú me dirías que era realidad.

II

El jarrón, ese inaudible objeto.


Será un milagro si tú escuchas
un jarrón en la mesa.
Y lo escuchas.
Escuchas su blanca música.
No me hables más
de un pájaro en la tierra.

III

El pájaro se oculta en el jarrón.


El jarrón se oculta tras los pájaros.
Sólo el jarrón, los pájaros.
English Haiku

Como en Shelley, una Ofelia japonesa


descansa muerta
sobre el estanque turbio.
Territorio para un cuadro de Soutine

¿Qué piensa el hombre


-sentado en el sillón-
cuyo rostro se alarga
y se diluye en el dibujo agreste
sobre un fondo tan rojo
como el color de lo real?

(Así medita el hombre


sobre el color tan real de lo real).

II

De nuestro pensamiento
lo ignoramos todo.
Del pensamiento de aquel hombre
-sentado en el sillón- sabemos
de otro mundo, quizás de una Lituania demasiado soñada,
que sólo, alejados del lienzo, es evidente.

III

Lituania:
Un lugar del mundo donde todo
es de nieve. Un lugar simple
para que alguien juegue.
Fitzcarraldo

Si este barco pasa sobre la montaña,


hallarás la pobreza y la música.
Andrei Rublev

El pintor camina entre los árboles,


holla tierras heladas.
Los caballos resplandecen al fondo.

Lo sagrado es ligero y es simple.


Traducción

El mundo en su reflejo
es como el manto de una luna estrecha,
la capa astuta de los dioses
tirada en el espejo
y eres otro.
Fantasía de los muchachos irrealistas

Como la rueca que hila el cordón de las horas,


las imágenes cumplen tareas invisibles.

Así, la orquídea ardiente


sobre las manos de la niña despierta.
Así, el eclipse lunar
que mancha tu ventana para siempre.
Así, el fragmento de hielo
coronando la última estrella fugitiva.

Sólo que yo no diferencio, tan inútil,


una imagen cualquiera del viento que atraviesa
el trigal amarillo y el bosque sin la luna.

Una imagen escrita es lo único real:


en el aire dibuja sus caminos de fuerza.
La fábula es visible si la tientas.
Biblioteca

Estoy en un lugar que me encierra,


pero yo no me encierro.
Tras el cristal, las peonías florecen.
Taxo con música de Portishead

Un taxo
en un cesto te habla
de un ojo que un día diferente,
vio en un cesto
a un taxo, silente.

II

Crece la enredadera de los taxos


cuando miran tus ojos.

Entre susurros, como una enredadera,


tus pestañas se mueven.

Los taxos crecen el verano completo


Tú concluyes el trabajo del sol.

III

No es leyenda: el taxo se enredó


en el viejo aparato que mensura la luz.

¿Sería acaso ese hilo de hojas,


la planta del sentido y su fruto,
aquello que despierta al durmiente?

Confesaré en silencio: murió la enredadera


al fin deshecha
entre los óxidos y las tijeras.

Quedó entre mis manos,


un fruto por abrirse, una puerta hacia el mundo.

IV

La mujer, el taxo y luz se suman todos


en la mujer, el taxo y la luz.
V

El taxo es
lo que el taxo es.

El taxo muere
como el hombre.
El taxo es tiempo
muy antes de nacer.

Lo que el taxo es
el taxo es.
No será.
Es.
Miríada en San José de Minas

Horas antes, cruzó frente al cristal


un pájaro amarillo cuyo nombre es milagro.

II

Ahora pasó todo. He descubierto


que un canto gira como ala o astro
en los rieles de un tiempo inacabable.

Pero algo cambió en la faz de mi mente.

Es algo parecido a esa ala, al gorjeo


que yo recordaré como un instante ajeno
a las lenguas del mundo, a su promesa.

III

Yo vi pasar un pájaro hacia el filo del bosque.


El trueno acometía.
Era el mundo más real que la tierra.
Evento en el lavadero

Si mi palabra toca ese vaso


diré yo soy el vaso.
Pero no quiero decir,
sino beber agua limpia y reciente.
Por eso callo y bebo,
el vaso allá, yo acá, ambos pájaros.
Fábula con árbol incluido

Ante mis ojos, el viejo eucalipto crece,


como respuestas, como preguntas.

II

Sostenido en la tierra, el viejo eucalipto


imita movimientos.

Salta como niña despierta,


luce como astro en la higuera,
gira como hélice de barca quieta.

Si más inmóvil, su lenguaje callado


revela lo posible.

III

No sirve hablar del viejo eucalipto.


Más dice el viento entre sus hojas.
Más.
Lugares del río imaginado

No debe precisar sus orillas,


sino difuminarlas.

Al dibujarse un río, debiera ser portátil


porque sólo la mente conserva su sonido
al chocar en las rocas:
espuma como baba de plata,
como reposo lleno de mirlos.

No debe fijar sino diseminar,


pero no el sentido sino los colibríes,
las murallas y, desde luego, el río.

II

Las palabras “The Negro Speaks about Rivers”


titulan un poema de Langston Hughes.
Yo escribiría algo así como:
“El Cobrizo habla de Ríos”.

III

O quizás debe ser como la nube


que atraviesa otra nube,
tan insensatamente, sin preguntas.
Y así encontrar la espuma de lo blanco
en las aguas que bajan,
granizo y lluvia, para el río.

Sobrevivida, al fin, será la transparencia.


Llave de la inutilidad

Para hablar de lo eterno


hay que saber
del fogón nunca extinto
junto al hogar de piedra
que no recordaremos.
Memorial del río

Alguien narraba aquella historia:


mundo solar, sin calles, ni despojos.

Con tus amigos, bajabas a pescar,


truchas creo,
en el fondo de un río transparente,
al borde de los tantos eucaliptos
mojados por la lluvia del invierno.

El resto de la historia no la entiendo.

II

No canto.
El silencio recobija la tarde.

III

Tú echas a andar el tocadiscos


y me cuentas tu fábula del agua.
Hay un viejo eucalipto en el jardín
y truchas saltan en un río olvidado.

No entiendo nada.
Hay colchas tiradas en el piso
y tú te escondes bajo los trapos viejos.
Alguien sonríe, prófugo de su luz,
ya siempre,
sin misterio.
LOS RASTROS
(escrito entre 2000 y 2006, publicado en plaquetas
y un libro under entre 2000 y 2006, editado en 2006)
Ícaro

Soñaba el fuego,
pero la sombra,
daga en la voz,
cortó mis alas
y caí al abismo.

Nací.
Preludio

Mi palabra es un cuarto.

En su vacío,
arde una voz
que no me pertenece.

Un mutilado, ayer en pie,


se arrastra en mi garganta:
piensa el canto.
Habitación abierta

A César Dávila Andrade

Mi palabra es mi sombra.

Por eso,
penetro el silencio:
borde de voz, sin raíz y sin nombre.

Allí, empuño la luz,


instrumento único para tocar lo ausente.

Palpo mi centro
-piedra negra-
y se abre como un fruto
que sangra, eco tras eco,
sobre un cauce de olvido.

(¿Oyes el líquido murmullo,


palabra y sombra,
que cruza esta página,
que cesa de bogar y descansa,
ya pozo, en tu centro?)

Afuera,
la luz vuelve a su sitio:
el cuerpo, el árbol, el silencio.

(Escucha.
Un haz de luz resuena dentro.
Apaga la sombra. Calla el mundo.)
Dolor

¿Dónde era Kampa?

Cuando rotan las hélices,


cae un óxido
que habla del pasado negro
(sus arcadas, sus dolores sombríos)
cuando las aguas del espanto
se filtraban
como ahora.

II

Oyes los pasos


en el desfiladero
de los árboles muertos.

Temor de otra voz que condujese


hacia un espacio sereno.

¿Quién es el niño que se queda


para morir temblando?

III

Vamos ¿a qué lugar, espacio, voz?


¿a voz?
¿a qué?
Es el sonido pizarroso de la oquedad
donde se refugia el niño más triste
de la noche.

IV

El último emblema no es de muerte.

(Sin miedo, el pez


en manos del mudo carnicero
recita la balada del fondo).
Allá en Nevada

Hay sacos de carbón en las vías del tren.


Las viejas locomotoras son dioses sin designio.

Bajo el cielo nocturno, tu mano


se despide –jamás en otro sitio- hace cielos y años.

¿Hay un cráneo en el vagón de nadie?


Esta historia no tiene profundidad de campo.

Y mi estrella (quebrada sobre el mundo)


ilumina –de lejos- la antigua silla que te espera.
Crónica de un deseo

Tu sonido.
Tu habitación suspendida en mis ojos.
Tu retrato. Tu vestido tirado.
Tu cuerpo, materia de luz,
sobre un extremo de la noche.

Mi mano palpa un eco,


tímida forma del canto que es la carne:
perfil de sombra bajo el beso,
cabello largo extendido en la almohada,
nocturna fuente para el pez y el abrazo.

Sólo entonces hay mundo


entre el cristal del ojo y el incendio del sueño.

Tu mirada.
Tu mano se enlaza a mi adiós que es ya la ausencia.
Tu memoria es ceniza de ave: polvo de voz.
Tu silencio, historia del instante, desarbola los días.
Stalker, Tarkovski, 1979

La mente se rebela en un vaso:


no más quietud sobre el mantel.

Hay una mesa antigua:


hecha también para mirar el cielo.

Con los ojos tristísimos,


la niña mueve el cristal imaginario.

(Una canción sobre el azar


pondría en este sueño una naranja roja).

Se trata de una guerra


donde las cosas son finalmente reales.
Danza en el bosque

West Hampton, Long Island, 2004

El hacha corta el árbol,


pero no las hojas.
Las hojas son los ojos
que miran el morir.

II

Árbol de oscuridad
pintado en una tela.
Árbol de oscuridad
que tiembla.

III

En realidad, miraba el cielo.


Hallé un ventilador entre la noche y el mundo.
Soñé una estación de trenes
sobre el mar
y la imaginé construida
sobre el cielo de mi casa natal.
El latido

El mundo es recorrido por hablas, rotación de los astros, agua


seminal del miedo, lengua de lágrimas. Si ves agua de planetas
caer sobre tus ojos, como se ve la locura en el marfil de las
estalagmitas, también podrías aprender la canción del pastor
de montaña que entona la canción más dulce. En su páramo,
cuyos musgos atrapan los lenguajes caídos, su coyote invisible
también te cantaría. El único mensaje: no importa si no hay
pájaros, si todo es el ascenso de la muerte. Los álamos y los
almendros cruzarían el monte de tanta nieve impura
enseñándote a andar. El polvo, tú lo sabes, es el único tiempo,
pero tu cuerpo late su propia inexistencia.
Transformer Tranströmer

La historia todavía no mancha


al niño ebrio de bosque:
hoy su juguete es lo único que existe.

Afuera, el sol inaugura los árboles.

Sus manos colmadas de una luz sigilosa,


traída de un lugar hiperreal,
convierten al juguete en un ave que lleva
los racimos del tiempo.

El pájaro inventado remonta una colina


y sus alas avanzan sobre lagos helados,
sobre charcas que los astros reflejan.

Hay conejos y nieve sobre el suelo del bosque


y una brisa remece el plumaje del ave
que atraviesa este campo
como si fuese toda la tierra de la Tierra.
EPÍLOGO
El agua que sube hacia el último páramo

El avión brilla: es un elemento del paisaje tras los ventanales. Hay mucha gente en el
aeropuerto. Burócratas, niños que gritan. Los vuelos están muy retrasados. Me gustaría
que alguien soñase mi alma –ahora- como una flor naranja en la ventisca. Un paraje
suspendido de un molinete roto. En fin, yo recordaba la imagen de unos lentes dañados,
soldados con un cautín finísimo que sostuve por años en mis manos: como el origen de
este libro. Desde luego, el origen está perdido en algún punto del trayecto. Si no ¿cómo
lo hallarías? Claramente, los puentes brillaron durante un sueño de nubes y abejas de
papel picado. Y vi mis poemas enrollados como pájaros en el corazón de varias liebres
ciegas de nacimiento. Los vasos se comunicaron entre una brisa y otra. Por eso, resulta
curioso que la poesía me haya encontrado en alguna parte de este sueño de lluvia
mesurada sobre el retrovisor de un automóvil en marcha. En ese cristal, me veo jugando
solo en un jardín de claveles blancos. A veces me acompañan mis primos o mis tíos.
Luego, me miro suspendido en un videojuego de combate o en uno de serpientes
galácticas. Luego, hay varias muchachas con ojos grandes y pequeños, con senos y sexos
grandes y pequeños. Y eso que yo hasta las 16 creía que lo mío eran los muchachos.
Como si hubiera un aeropuerto estacionario en el bosque de mi mente, los vuelos de los
pájaros (gorriones de aserrín, colibríes de helio), están retrasados. Entonces, yo coloco
una mariposa sobre una botella de té descartable. Sería deseable que los ríos de la mente
estén siempre limpios aunque los ríos del mundo casi nunca lo estén. Y veo en mi sueño
las islas como un ramo –y casi no creí que un día vería sobre ellas mi rostro-. Clave: este
juego sólo vale si tu rostro se deja ver entre las letras muertas. Una mariposa entra en mi
sueño y me indica que una rueda se mueve. Que una esfera se mueve y une los pedazos
de una masacre de caballitos milimétricos, de una masacre cuya única víctima fui yo
mismo durante la huida de esos caballitos. ¿Forcé poemas? Claro, como se fuerza una
cerradura: a veces, cuando uno es aprendiz, no hay más remedio que usar la ganzúa de
los espejismos: una y otra vez. En ocasiones, la puerta no se abre y el poema amanece en
una floresta de cacharros: no hay más remedio que tirar y reciclar. A veces con una sola
vez es suficiente y el poema es una flor junto a una chorro de agua metafísica. Los
colores fueron la única herramienta que se me abrió de golpe: en principio el blanco y el
negro como en esos televisores viejos (como aquel que tenía mi abuelo en su sala de
ratones campantes) y seguramente será lo primero que me abandonará. ¿Plagié? Sobre
todo caballos, estrellas, alguna forma de quebrar las frases y algunas ilusiones ópticas -
aunque tuve la suerte de ver, después, la mayoría. ¿Plagié ideas? Por supuesto, siempre
estuve atrás de todo, siempre hice de la timidez la mejor -y más condensada- forma de mi
elocuencia. Otros tuvieron -o tienen- más carácter: como decía Goethe, carácter es
destino. O quizás, sólo quizás, más pólvora en sus sueños para ver lo invisible. Pero aquí
sólo comienza el modo en que ciertos carros de tracción destruyen las huellas de un
páramo espléndido (y densamente marcado por lagunas nocturnas donde pesqué a
veces -dormido y despierto). Esos páramos -sin un contorno que pueda precisar, aparte
de algunas fotografías desvaídas- son lo único que, en realidad, alguna vez yo tuve. En la
última visita me acompañó Silvana a mirar los huesos de una floresta que todavía existe.
Antes, en este aeropuerto, había una meseta donde los búhos se enterraban y
humedecían su alma en los ojos de agua que hoy los arroyos abandonan. Desde ahora lo
que resta son los aviones que cruzan entre un verano y otro. Algo sencillo y doloroso está
finalmente reunido. La madre tierra está cumplida e imposible. Espero mi estación
incompleta, algún lugar perdido.

Juan José Rodinás


27 de diciembre de 2013

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