De la investigación dedicada a este concepto surgieron algunas hipótesis sobre
los mecanismos de acción. Se señalaron efectos mecánicos, neurofisiológicos y la combinación de ambos. Aquí se tratará de explicar de forma sucinta cada uno de estos efectos.
a. EFECTOS MECÁNICOS: MODELO DE POSICIÓN ARTICULAR
ERRÓNEA
La teoría descrita inicialmente por Mulligan respecto al mecanismo de
acción de las movilizaciones con movimiento se basó en un modelo mecánico. Mulligan sugirió que las técnicas podrían corregir defectos de posición articular consecutivos a una lesión traumática, a desequilibrios musculares o a cambios posturales. Dijo también que la causa de este cambio podría estar vinculada a la forma de las superficies articulares, al grosor del cartílago, a la orientación de las fibras y del ligamento capsular o a la dirección de la tensión ejercida por los músculos o los tendones. Esta alteración de la alineación articular normal puede acompañarse de síntomas como dolor, rigidez o debilidad muscular.
Las movilizaciones con movimiento facilitarían, por tanto, la
biomecánica articular normal y así reducirían de forma sustancial los síntomas. Esta teoría se presentó en la última edición del libro de Mulligan y es similar a principios descritos por otros autores como McConnell y Sahrmann.
Este modelo mecánico ha sido estudiado y hay pruebas que apoyan la
existencia de defectos de posición articular en relación a la articulación tibioperonea inferior. Mulligan señaló que después de algunos casos de esguinces de tobillo en inversión, el ligamento astragaloperoneo anterior no está forzosamente lesionado y que las fuerzas lesionales se pueden transmitir al peroné, desplazándolo en una dirección anterior e inferior. En esta disfunción, el ligamento no se encuentra en una posición biomecánica óptima, contribuyendo a la inestabilidad crónica y a la recidiva de las lesiones. Esta teoría ha sido investigada en varios estudios. Hubbard et al compararon la posición del peroné en un grupo de pacientes afectados por esguinces del tobillo con un grupo de control mediante análisis por fluoroscopia. Observaron una diferencia media de 2,9 mm entre ambos grupos y una gran correlación entre el edema y la posición errónea. Con el mismo sistema de evaluación, Hubbard había demostrado en n estudio anterior que el fenómeno se repetía en los pacientes afectados por una inestabilidad crónica del tobillo, comparando el miembro inestable con el miembro sano.
A pesar de que hay pruebas que apoyan la existencia de defectos de
posición en este mecanismo de lesión, hay pocas investigaciones sobre los efectos mecánicos de la movilización con movimiento en esta articulación. Según Mulligan, la combinación de un movimiento accesorio posterior y superior a nivel del extremo inferior del peroné, es decir, en la dirección contraria al defecto de posición, corregiría la posición articular y, por consiguiente, sería responsable de la mejoría clínica del paciente. Kavanagh ha demostrado, a partir de una muestra heterogénea de 17 personas sanas (dos con esguince crónico y seis con la misma lesión en fase aguda), que una movilización con movimiento en dirección posterosuperior a la altura de la articulación tibioperonea inferior cambia la posición del peroné. En dos de las seis personas con un esguince crónico se observó un mayor desplazamiento posterior del peroné por unidad de fuerza aplicada, medida con potenciómetros. Estos resultados sugieren una reorientación del peroné, aunque el instrumento de medida empleado no sea el más válido para cuantificar el desplazamiento y haya varias lagunas respecto a la metodología utilizada.
Merlin et al han demostrado el efecto de la misma técnica sobre la
posición del peroné inmediatamente después de su aplicación. Han observado un desplazamiento de 0,35 cm en dirección cefálica, medido por resonancia magnética (RM). También observaron que mejoraba la amplitud de la flexión dorsal con carga y en posición de equilibrio.
En las publicaciones se sugiere que en los conflictos subacromiales
existe una elevación excesiva de la cabeza humeral en la cavidad glenoidea. Esto se expresa por una disminución de la distancia acromiohumeral, validada con diversos instrumentos de medida: radiografía, RM, ecografía y tomografía computarizada (TC). En un estudio efectuado por Kai-Yu se señala que una movilización con movimiento anteroposterior durante la abducción del hombro produce un mayor deslizamiento posterior de la cabeza del húmero, en comparación con la abducción sola. Sin embargo, este estudio presenta algunos límites relativos a su aplicación clínica, debido a que fue efectuado con cadáveres. En los pacientes afectados por esta patología habría que hacer estudios complementarios para confirmar los resultados.
En un estudio de caso de un paciente que presentaba una lesión
traumática de la articulación metacarpofalángica, Hsieh et al confirmaron la hipótesis de la posición errónea. Con una RM, se verificó la existencia de una posición errónea en rotación medial, que fue corregida tras la aplicación de una movilización con movimiento, combinando el movimiento limitado en flexión con un deslizamiento articular en rotación lateral. Este tratamiento mejoró de forma significativa el dolor y la amplitud del movimiento.
Cabe señalar que el fisioterapeuta no conocía los resultados de la RM y
que los resultados relativos a la dirección de la posición errónea eran concordantes. Luego de 3 semanas de autotratamiento, el cuadro clínico estaba casi resuelto. Cuatro semanas después de la evaluación inicial, una nueva RM reveló que, aunque el paciente estaba asintomático, la posición errónea se había vuelto a producir. Este estudio parece sugerir que, aunque la movilización con movimiento puede alterar la posición articular durante e inmediatamente después de su aplicación, los efectos a largo plazo podrían deberse a otros mecanismos como, por ejemplo, efectos sobre el control motor y la nocicepción. Sin embargo, teniendo en cuenta la calidad del estudio (estudio de caso), los resultados no pueden extrapolarse a todos los pacientes y a todas las técnicas.
b. EFECTOS NEUROFISIOLÓGICOS
Aunque los modelos explicativos de varios conceptos de terapia manual
son básicamente mecánicos, estudios recientes permiten demostrar los efectos neurofisiológicos de las técnicas de terapia manual.
En algunos estudios se revela que las movilizaciones con movimiento
producen hipoalgesia mecánica. En varios estudios sobre la movilización con movimiento de deslizamiento lateral en el codo realizado en pacientes afectados por epicondilalgia, se han demostrado alteraciones del umbral del dolor a la presión, medidos con un algómetro. Los mismos efectos han sido verificados tras la aplicación de una movilización posterolateral de la cabeza humeral, combinada con la abducción del hombro.
De forma paralela, se observaron efectos simpáticos excitadores como
alteraciones de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial y de las funciones cutáneas sudoríparas y vasomotoras. La hipoalgesia no es contrarrestada por la aplicación de naloxona, lo que sugiere la participación de los mecanismos no opioides. La hipoalgesia mecánica no opioide demostrada en estos estudios revela la participación del sistema nervioso central en este proceso.
Se sugiere que la combinación de los efectos simpáticos excitadores,
de la hipoalgesia no opioide y de la mejora de la función motriz señala una posible intervención de los sistemas endógenos descendentes de la inhibición del dolor.
c. INTEGRACIÓN DEL MODELO MECÁNICO Y NEUROFISIOLÓGICO
Varios autores sugieren una interacción entre el modelo mecánico y el
modelo neurofisiológico. Un estímulo mecánico podría iniciar varios efectos neurofisiológicos y producir resultados clínicamente pertinentes. Según Vicenzino et al, la aplicación de una movilización con movimiento induce una alteración temporal de la posición articular, provocando alteraciones en el sistema nervioso central. Esto activa sistemas endógenos de la inhibición del dolor central, responsables de la mejoría del estado clínico del paciente.