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Piratería
La piratería es una práctica de saqueo organizado o bandolerismo marítimo, probablemente tan antigua como la
navegación misma. Consiste en que una embarcación privada o una estatal amotinada ataca a otra en aguas
internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado, con el propósito de robar su carga,
exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave misma. Su definición
según el Derecho Internacional puede encontrarse en el artículo 101 de la Convención de las Naciones Unidas sobre
el Derecho del Mar.[1]
Junto con la actividad de los piratas que robaban por su propia cuenta por su afán de lucro, cabe mencionar los
corsarios, un marino particular contratado que servía en naves privadas con patente de corso para atacar naves de un
país enemigo. La distinción entre pirata y corsario es necesariamente parcial, pues corsarios como Francis Drake o la
flota francesa en la Batalla de la Isla Terceira fueron considerados vulgares piratas por las autoridades españolas, ya
que no existía una guerra declarada con sus naciones. Sin embargo, el disponer de una patente de corso sí ofrecía
ciertas garantías de ser tratado como soldado de otro ejército y no como un simple ladrón y asesino; al mismo tiempo
acarreaba ciertas obligaciones.
Etimología
Según algunos autores, la voz pirata viene del latín pirāta, que por su parte procedería del griego πειρατης
(peiratés) compuesta por πειρα, -ας (peira), que significa 'prueba'; a su vez deriva del verbo πειραω (peiraoo), que
significa 'esforzarse', 'tratar de', 'intentar la fortuna en las aventuras'.
Otros autores abogan porque proviene del griego pyros ('fuego'). El fundamento que se alega es que tras un acto
típico de amotinamiento en un barco, para eliminar cualquier tipo de pruebas y toda posibilidad de buscar culpables
finalmente se le prendía fuego, no sabiendo por tanto quién había muerto en la trifulca y quién no, resultaba
prácticamente imposible encontrar algún culpable si se daba a todos por desaparecidos. Siendo por tanto el término
pirata equivalente a incendiario. En este sentido, el término pirata fue usado con anterioridad como actos puntuales
de amotinados y saqueadores y no sólo referente al mar. Cuando esto era así aún no existían piratas en el concepto
que más tarde se implantó. Como suele suceder en todas las épocas, una voz aplicada para denominar a un
determinado colectivo, en base a un determinado hecho, se acaba generalizando a un rango mayor y menos
específico y aplicando a todo saqueador en general, y más específicamente a los saqueadores del mar (toda vez que
existían múltiples voces para designar a los «saqueadores de tierra»), quemara ya, o no, el barco. Cuando más
adelante en el tiempo los saqueadores se organizan surcando el mar y no necesariamente como resultado de un
amotinamiento, tienen la necesidad de reparar su propio barco (dañado por los ataques o por lo embates del mar) y
por supuesto de apropiarse el ajeno. Sin embargo, el barco abandonado en la mayoría de los casos seguía siendo
incendiado.
A partir de entonces la voz ha sufrido muchos cambios, perdiendo la exclusiva como sinónimo de incendiario. La
voz pirata provenía originariamente de la pirotecnia y de los inevitables accidentes asociados por los artesanos que
militar o civilmente ocurrían de cuando en cuando. No hay que olvidar que la pirotecnia fue introducida en
Occidente por los árabes en la forma de fuegos artificiales y que esto tomaron en parte de Asia y en parte remanente
del esplendor romano. La voz no aparece antes de la invención de la pólvora y es notable que durante los siglos en
que duró la piratería de forma «oficial», los progresos en pirotecnia quedaron estancados, siendo estos siglos los
XVI, XVII, XVIII y mediados del XIX. Lo que se supone es debido a que los gobiernos monopolizaron la industria
de la pólvora.
Al hablar de piratas, resulta más propio desde un punto de vista histórico hablar más de navíos que de barcos. No
obstante, a fecha de hoy usamos ambiguamente barco como sinónimo de casi cualquier embarcación.
Piratería 2
Este término califica a las acciones llevadas a cabo por personas en embarcaciones y, desde mediados del siglo XX,
en aviones, para retener por la fuerza a las tripulaciones y pasajeros, así como a los propios transportes. Esta
definición es dada por organismos como la ONU o la Real Academia Española.[] Sin embargo, varios autores
expertos en piratería, como el alemán Wolfram Zu Mondfeld, amplían la piratería a aquellos ataques realizados
desde el mar contra buques y posiciones en tierra para robar o conquistar, pero sin hacerlo en nombre de ningún
Estado, al menos oficialmente.
Los términos filibustero y bucanero, más específicos, están relacionados con la piratería en el Mar Caribe.
Historia
Antigüedad
Las zonas de mayor actividad de los piratas coincidían con las de mayor tráfico de mercancías y de personas. Las
primeras referencias históricas sobre la piratería datan del siglo V a. C., en la llamada Costa de los piratas, en el
Golfo Pérsico. Su actividad se mantuvo durante toda la Antigüedad. Otras zonas afectadas fueron el Mar
Mediterráneo y el Mar de la China Meridional.
Grecia y Egipto
Aunque los datos no son muy abundantes, por los mitos sabemos que los griegos clásicos fueron buenos piratas. Uno
de los más famosos fue Jasón, quien guio a los Argonautas hasta La Cólquida en busca del Vellocino de oro, lo que,
aunque no entre en la definición española de piratería, para algunos es, sin ningún género de dudas, un acto de
piratería (personas que vienen por mar para robar).[]
También Ulises u Odiseo, según las traducciones griega o latina, realizó varios actos de piratería en su regreso a
Ítaca, como narra Homero en la Odisea.
Con estos dos ejemplos podemos ver una constante que se repetirá a lo largo de los siglos. Los piratas son, en
muchas ocasiones, considerados héroes nacionales en sus países, pese a practicar lo que en tierra se llamaría robo y
secuestro. Especialmente en una sociedad como la griega, donde el oficio de las armas era reconocido y estimado, un
motivo que llevaba a glorificar, en lugar de denostar, actos como el citado de Jasón. Debe tenerse en cuenta que el
oficio de mercenario, si bien es verdad que es llevado a cabo en tierra, no tenía connotaciones negativas como las
tiene actualmente.[2]
Uno de los piratas griegos más famosos de los que sí se tienen referencias fue Plutarco de Samos, quien en el siglo
VI a. C. saqueó toda Asia Menor en diferentes expediciones y llegó a reunir más de 100 barcos.[3]
También los egipcios consideraban piratas a los Pueblos del Mar porque su principal expedición invasiva se dio por
vía marítima y con la finalidad de efectuar saqueos. Sin embargo, muchos otros autores no comparten esta
clasificación porque los Pueblos del Mar sólo fueron marineros en el último momento de su historia.[]
Piratería 3
Roma
Uno de los casos más conocidos de piratería contra las líneas de navegación lo protagonizó Julio César, que llegó a
ser prisionero de los piratas cilicios (75 a. C.). Plutarco en Vidas paralelas cuenta que el jefe cilicio estimaba el
rescate en 20 talentos de oro, a lo que el joven César le espetó: «¿Veinte? Si conocieras tu negocio, sabrías que
valgo por lo menos 50». El cautiverio duró 38 días, en los cuales el rehén amenazó a sus captores con crucificarlos.
Finalmente el rescate se pagó y el futuro cónsul de Roma fue liberado. Pero César cumplió su amenaza, y cuando
recobró la libertad organizó una expedición, pagada con su propio dinero, durante la que apresó a sus captores y los
crucificó a todos.[3]
La piratería, sobre todo la perpetrada por piratas cilicios, alcanzó niveles preocupantes para Roma hacia el final de la
República. En el 67 a. C., el senado romano nombró a Pompeyo procónsul de los mares, lo que significaba que se le
otorgó el mando supremo del Mare Nostrum (el Mar Mediterráneo) y de sus costas hasta 75 km mar adentro. Se le
concedieron todos los ejércitos que se encontrasen a las costas del Mediterráneo, contando así con unos 150.000
efectivos, así como el derecho de tomar del tesoro la cantidad que necesitase. Finalmente, se le proveyó con una flota
bien pertrechada. En diversas operaciones eliminó en cuarenta días a todos los piratas de Sicilia e Italia y, tras el
asedio y toma de Coracesion, a los piratas de Cilicia, acabando así, en cuarenta y nueve días, con los piratas de la
zona oriental del Mediterráneo. Asimismo debe apuntarse que dichos piratas sólo presentaron la resistencia
imprescindible para poder solicitar una rendición honrosa.
La Edad Media
Siguiendo la división historiográfica clásica podemos dividir a la Edad Media en Alta y Baja. En la primera, los
piratas protagonistas fueron los vikingos y los árabes; en la segunda, el centro de atención se desplaza más hacia el
Mediterráneo Oriental y la creciente expansión del Islam.
Los vikingos
Los vikingos supieron unir a sus grandes dotes marineras la sorpresa y la no poca ferocidad en el uso de la espada.
Sin embargo, este pueblo goza de cierta leyenda rosa en lo que a sus dotes militares respecta. Se tiene la idea de que
eran los más terribles guerreros europeos o mundiales de la época, siempre dispuestos a luchar hasta la muerte con la
esperanza de sentarse a la mesa en el banquete de Odín, tras haber tenido el privilegio de morir con la espada en la
mano. Frente a esta leyenda, la historia muestra hechos donde se ve que, como cualquier pirata, atacaban aquello que
creían poder conquistar y en muchas ocasiones huían o se rendían. Un ejemplo lo aporta su primera incursión en
Al-Ándalus, donde tomaron Cádiz y subieron de nuevo por el Guadalquivir, saquearon minuciosamente Sevilla
desde la que lanzaron avanzadillas a pie. No obstante, cuando Abd Rahman II salió con sus hombres y, tras algunas
batallas, los vikingos vieron que no podían con la fuerza andalusí, aquellos huyeron, abandonando Sevilla y a
muchos rezagados, quienes se rindieron a las fuerzas del emir y terminaron, o bien criando caballos y haciendo
queso, o bien con el viejo castigo para la piratería: ahorcados, en este caso de las palmeras de Tablada.[7] La horca
para los buitres del mar sería posteriormente casi institucionalizada por los captores de piratas y también por artistas
en sus obras, como el poeta español José de Espronceda lo inmortalizaría en obras como la Canción del pirata con
sus versos
Y al mismo que me condena
Colgaré yo de una antena
Quizá en su propio navío.
Tampoco es cierto que aquellos hábiles marineros vencieran la mayoría de las veces. Sí se sabe que arrasaron París y
York o que se adentraron tierra adentro y capturaron al rey de Navarra, García Íñiguez, en el asedio de Pamplona en
el 858, por ejemplo. Pero, como ya se ha indicado, Abdel Ramán II les infligió una seria derrota, como meses antes
Ramiro I de Asturias durante la misma incursión y también su hijo, Ordoño I, que marchó contra la segunda
expedición por tierras hispanas. Más contundente fue el conde Gonzalo Sánchez, quien terminó con toda la flota de
Gunrod de Noruega (Gunderedo, en español); el conde Sánchez capturó y pasó a cuchillo a toda la tripulación y a su
rey.[7] Pero quizá la derrota más contundente se la infligió Harold Godwinson, heredero del trono inglés tras la
muerte sin descendencia de Eduardo el Confesor; aquel defendió sus derechos frente al pretendiente noruego Harald
Hardrade y su flota de 300 naves (más de 10.000 hombres) en la Batalla del puente Stamford en 1066, donde cayó el
propio monarca pirata.[6]
Los vikingos muestran otra constante en la piratería. Pese a ser considerada siempre una profesión de hombres (con
prohibición expresa en algunos casos de embarcar mujeres), las féminas siempre participaron en y dirigieron
expediciones, navíos y flotas. Así, numerosas naves normandas eran mandadas y tripuladas en su totalidad por
mujeres. Es el caso de Rusla la doncella roja, hija del rey Rieg y hermana de Tesandus, que fue desposeído de su
trono por el rey Omund de Dinamarca. La muchacha primero armó un barco y con el tiempo se hizo con una flota
entera, con la que atacó a todas las naves danesas que pudo, para vengarse de la afrenta inferida a su hermano. En
contra de lo que se podría pensar, fue Tesandus quien la capturó, tras el naufragio de su drakkar, y la sujetó por sus
trenzas mientras sus hombres la mataban con los remos (el rey Omund había conseguido atraer bien al príncipe hacia
su causa después de adoptarlo).[]
No se sabe con certeza la causa o causas que terminaron con los ataques vikingos. Algunos autores opinan que la
aceptación de la fe cristiana hacia el año 1000 por la mayoría de ellos atenuó su deseo de atacar a sus
correligionarios. También se apunta a que las incursiones sólo constituían una moda y que cesaron cuando ya no
fueron novedad. De cualquier modo, los reinos nórdicos deseaban cada vez más abrirse al resto de países de Europa
y comerciar con ellos en lugar de invadirlos. Como ejemplo está el caso del rey castellano Alfonso X El Sabio, que
casó a su hermano Fernando con la princesa Cristina de Noruega el 31 de marzo de 1252 porque dicho matrimonio
era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon IV.[8]
Piratería 6
El Índico medieval
Guardando algunos parecidos con las de los griegos, sin ser el mismo caso, las singladuras árabes han llegado a la
cultura universal a través de cuentos de cierto carácter mitológico, especialmente por las aventuras de Simbad el
marino. Para el escritor Jordi Esteva, en esos cuentos y relatos están plasmadas todas las regiones visitadas por los
árabes en sus travesías, bien es verdad que mitificadas con relatos de monstruos gigantescos. Así, en el siglo IX
bajeles de Yemen y la actual Arabia Saudita habían abierto rutas por Persia, India y China en Asia y toda la costa
este africana, inclusive las costas de Madagascar. En este último continente crearon uno de los sultanatos más
importantes, pero no el único, en Zanzíbar, desde el que se canalizaba buena parte del oro, maderas valiosas, pieles
exóticas y marfil exportados por el Gran Zimbabwe ya desde tiempos de los fenicios.[10]
Dado que los africanos no disponían de muchos productos elaborados, las principales acciones de piratería consistían
en la captura de esclavos para ser llevados a la península Arábiga. Los otros productos igualmente se rapiñaban, pero
era más corriente la compra a los nativos. Debe tenerse en cuenta que África, en razón de enfermedades como la
malaria, fue un continente casi vedado a los no africanos. Pero esta actuación pirática de toma de esclavos por la
fuerza fue sustituida progresivamente por la compra a negreros africanos. Esta conducta fue una práctica muy común
y muy sangrante para los reinos del África negra, comenzando el debilitamiento de sus estructuras que
posteriormente aprovecharían los europeos. Fueron estas actuaciones de los piratas/negreros árabes lo que
contribuyó a expandir el Islam en África. Debido a que las leyes islámicas no permiten la esclavitud entre
musulmanes, muchos africanos se convirtieron a esa religión para salvaguardar su libertad.
Piratería 7
El Mediterráneo
La situación vivida por los pueblos europeos occidentales tras la caída del Imperio romano hace que la navegación
marítima se reduzca antes de la formación del Imperio carolingio y tras su caída en todo lo que es el Mediterráneo
Occidental, pero sin desaparecer por completo. En la parte oriental de este mar, la comunicación continúa y con ella
la actividad pirática.
Autores como Wolfram Zu Mondfeld incluyen a Roger de Flor, caballero y aventurero de Brindisi, entre los no
muchos piratas documentados de la época en esa parte del mundo. La inclusión de Roger de Flor se debe a su carrera
naval antes de comandar a los almogávares y entrar al servicio del rey de Sicilia.[]
En 1291 Roger de Flor marchó a la última cruzada y pronto se reveló como un gran marino. Una de sus famosas
acciones fue la evacuación con su flota de toda la nobleza de San Juan de Acre; ya sea por haber pedido rescate,
haber subastado los puestos o porque la aristocracia franca utilizó sus influencias para lograr una plaza. Con sus
naves llenas de adinerados nobles logró llevarlos a Marsella sanos y salvos.
Durante los 20 años siguientes luchó al servicio del rey Federico II de Sicilia hasta que fue reclutado por el
emperador de Bizancio Andrónico II y mandó a los almogáraves en sus victoriosas batallas contra los turcos. Saqueó
Quíos y se estableció en Galípoli hasta ser llamado y asesinado por el Emperador con 300 de sus hombres durante un
banquete en su honor. Esto hizo explotar en sus hombres la famosa Venganza catalana al aterrador grito de
«¡Desperta ferro!».
Pese a todo, el gran poder corsario de este mar aún estaba formándose y emergiendo en Asia Menor. La progresiva
expansión del Islam, primero por los árabes en todo el Norte de África y después con los turcos en las costas
asiáticas, iba a originar toda una serie de señoríos y sultanatos que rápidamente adquirirían fuerza y tamaño, hasta
llegar a convertirse en un peligro sin igual para los reinos cristianos de Italia, España y en menor medida las órdenes
militares que gobernaban en islas como Chipre, Rodas y Malta. Debe tenerse en cuenta que los árabes y también los
berberiscos consideraban una forma de Guerra santa la piratería contra los infieles (véase más adelante).
Los vitalianos
En el siglo XIV, Dinamarca y Mecklemburgo se disputaron el control de Suecia. La reina Margarita I de Dinamarca
y de Noruega, invitado por nobles suecos, ganó en una batalla contra el impopular rey de Suecia Alberto III de
Mecklemburgo y le encarceló en 1389. Suecia, con la excepción de Estocolmo, cayó en manos danesas. Entonces
Mecklemburgo incitó a los corsarios dañar a Dinamarca. Las ciudades mecklemburgueses pertenecientes a la Hansa,
Piratería 8
Rostock y Wismar, se abrieron al comercio con los corsarios (1391). Sin embargo, la mayor ciudad hanseatico
Lübeck apoyó a Dinamarca. En general, la Hansa no osaba tomar partido en este conflicto. De un lado la piratería
comenzó a causarle grandes daños, del otro lado una victoria danesa hubiera acabado en el control danés de
importantes rutas maritimas.
Los corsarios mecklemburgueses lograron varias veces aprovisionar la ciudad asitiado de Estocolmo con alimentos y
otros necesidades para continuar su resistencia, así que los corsarios se convirtieron en vitulianos o hermanos de las
vituallas (del latín victualia). Con el tiempo los valerosos corsarios, que arriesgaban sus barcos y sus vidas para
mantener con vida a la población de Estocolmo se degeneró progresivamente, cuando sus actividades volvieron a la
simple piratería. Como sería después en el Caribe, los vitalianos acostumbraban a repartir el botín obtenido en partes
iguales y a formar algo parecido a una sociedad sin clases. De ahí que también se les llame Likendeeler
('igualitarios').
Su influencia fue grande al fin del siglo XIV y en las primeras décadas del siglo XV y lograron varios actos
destacados en los actuales Países Bajos, Alemania e incluso Francia. A la cabeza de este grupo se puso una especie
de triunvirato formado por Gödehe Michelsen (también conocido por Gödeke Michels o Gö Michael), Wigbad
(asimismo llamado Wigbold o Wikbald) y Claus Störtebekker (Störtebecker para los alemanes). La comunidad había
conquistado Visby y Gotland y allí prosperaron entre 1394 y 1398, cuando fueron expulsado por el Orden Teutónico.
Konrad von Jungingen dirigió a 4.000 armados teutónicos en 84 naves contra los vitalianos, acabando con aquel
«paraíso báltico». Algunos lograron escapar, entre ellos los tres dirigentes, que buscaron refugio en el señorío de
Kennon ten Brooke, en las costas de Frisia. Este aristócrata estaba enfrentado con la mayoría de sus vecinos y aceptó
de buen grado la entrada de aquellos piratas, que podían hostigar a sus enemigos.
La segunda expedición contra la hermandad vitaliana se llevó a cabo en 1400 por los capitanes hamburgueses
Albrecht Schreye y Johannes Nanne, que atacaron a los vitalianos en la desembocadura del Ems, matando a 80 y
decapitando a otros 36. Al año siguiente, Nilolaus Shoche atacó la desembocadura del Weser terminando con 73 de
aquellos piratas.
La suerte seguía en contra de los vitalianos, Jungingen empezó a cambiar su actitud hostil contra sus
vecinos[cita requerida] y se reunió en Hamburgo con varios dignatarios, donde manifestó su deseo de apartarse de
aquellos individuos. Entonces muchos de estos piratas se retiraron a Noruega, pero Störtebekker decidió quedarse y
seguir atacando naves entre las islas de Helgoland y Neuwerk, pero sus días estaban contados. El jefe de la escuadra
hanseática, Simón de Utrecht, disponía de una de las mejores naves que habían surcado aquellas aguas hasta
entonces, la Bunte Kuh, y junto a otras Carabelas de la paz, como se las llamaba a las naves contra los piratas
bálticos, emprendió varias acciones contra Störtebekker y sus hombres.
En las más exitosa camufló a sus naves como embarcaciones mercantes y logró engañar al pirata, siempre muy
precavido. Este a su vez atacó la escuadra por la vanguardia y la retaguardia; pero cuando se dieron cuenta de que se
enfrentaban a las potentes Carabelas de la paz era ya tarde. Cayeron 70 piratas, entre ellos Störtebekker. Los otros
dos compañeros del alemán lograron escapar, pero fueron capturados en la siguiente salida de la nave Bunte Kuh.
Pero, como en tantos otros casos, la imagen del pirata Stöttebekker ha quedado en la cultura popular alemana como
una especie de héroe regional, conservándose en los museos la copa que utilizaba para beber, un cañón de su barco, o
siendo nombrado socio póstumo de algunas asociaciones y clubs alemanes.
La captura de los demás piratas vitalianos se produjo en 1433, en las aguas del Mar Báltico y Mar de Norte. En
aquella ocasión fue el aristócrata frisón Edzart Zirksena quien firmó definitivamente la paz con Hamburgo,
permitiendo que Simón de Utrecht saliera nuevamente con sus naves y terminara con los últimos reductos de la
piratería báltica. El capitán Sibeth Papinga y sus hombres fueron capturados y decapitados, terminando así con el
problema pirata.
Piratería 9
Edad Moderna
Tres acontecimientos relacionados marcan la piratería tras la Caída de Constantinopla hasta la Revolución francesa:
• El descubrimiento de América por España.
• La exclusión de Inglaterra, Francia y más tarde Países Bajos tras el reparto de todas esas tierras entre España y
Portugal por el Tratado de Tordesillas (bendecido por bula papal).
• Las inmensas riquezas halladas en el Nuevo Mundo.
Una cuarta circunstancia, no tan unida a las anteriores, la constituyó el creciente poderío musulmán, especialmente
turco, en todo el Mediterráneo.
Jeireddín, que había heredado de él el apodo de Barbarroja, llegó a empequeñecer la leyenda de Aruch. Tanto es así
que el Abate de Brantone, en su libro sobre la Orden de Malta, escribió de él: «Ni siquiera tuvo igual entre los
conquistadores griegos y romanos. Cualquier país estaría orgulloso de poder contarlo entre sus hijos.»[]
La mayor parte de las naves berberiscas eran galeras de poca altura, propulsadas por remos. Los remos eran bogados
por multitud de esclavos no musulmanes, algunos raptados de países europeos y otros comprados en el África
Subsahariana. La galera generalmente tenía un solo mástil con una vela cuadrangular. Las acciones berberiscas
fueron aumentando en número y osadía, llegando a tomar posesiones en Ibiza, Mallorca y en la propia España
peninsular con ataques en Almuñécar o Valencia.[12] Bien es verdad que muchas de estas acciones culminaban con
éxito gracias a la cooperación que los argelinos y tunecinos obtenían de los moriscos, hasta que fueron expulsados
por Felipe III.
Pese a ser el Atlántico el principal foco de atención de los Austrias, las acciones en el Mediterráneo nunca se
descuidaron. Actualmente toda la costa mediterránea española está todavía jalonada por torres de vigilancia (desde
donde una siempre divisa otras dos) y torres de guardia para defender las costas (un ejemplo es Oropesa del Mar, en
Castellón). Estos piratas dieron origen a una frase que ha perdurado desde entonces: «No hay moros en la costa». Lo
mismo que las acciones de la que hoy llamaríamos sociedad civil, para aliviar el sufrimiento de los cautivos y sus
familias con la fundación de la orden de los Mercedarios dedicados únicamente a reunir rescates.
Pero no se debe caer en la idea de que los reyes españoles se limitaban a desplegar una estrategia defensiva. Las
operaciones que culminaron con la toma de Túnez y la de Argel por Carlos V y Juan de Austria, incluso la misma
Batalla de Lepanto protagonizada por este último estratega, fueron los principales y más grandes intentos de
combatir esta piratería que suponía un auténtico martirio para España y otras naciones europeas.
El apogeo de la piratería berberisca llegó en el siglo XVII. Gracias en parte a las innovaciones del diseño naval
introducidas por el renegado cristiano Zymen Danseker, los corsarios norteafricanos extendieron sus ataques
prácticamente por todo el litoral del Atlántico Norte. De esta época datan ataques tan al norte como en Galicia, las
islas Feroe e incluso Islandia. Es posible que incluso alguno de estos barcos hubiese alcanzado las costas de
Groenlandia de forma puntual. En el siglo XVIII la práctica, lejos de decrecer, se mantuvo e incluso aumentó en
algunos momentos gracias a la disminución del dominio marítimo español sobre el Mediterráneo occidental con la
pérdida de Orán y Mazalquivir durante la Guerra de Sucesión Española de 1700–1714.
Las acciones de los piratas berberiscos no remitirían hasta comienzos del siglo XIX, cuando países como Gran
Bretaña, Francia y Estados Unidos cesaron de pagar tributos a los reyes berberiscos y comenzaron a realizar
campañas de castigo contra la base pirata de Argel. Ésta vio destruida gran parte de su flota en 1816, y en 1830 cayó
ante las fuerzas francesas, que la usarían como punto de partida para crear la colonia de Argelia a lo largo del siglo
siguiente. La presión internacional y la decisión del Imperio otomano de acabar con esta práctica, llevaron al fin de
la piratería en Marruecos, Túnez y Tripolitania en los años siguientes.
El corso inglés
Asimismo debe tenerse en cuenta que estos corsarios muchas veces eran comerciantes que vendían productos muy
necesarios para los colonos y compraban a buen precio los artículos que éstos debían vender exclusivamente a la
Casa de Contratación. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la presencia permanente de piratas en el casi despoblado
Caribe insular era bien vista, e incluso necesaria, tanto para los habitantes como para las élites españolas residentes
en América.[12] Es el caso de John Hawkins que vendió esclavos traídos desde África y compró especies a mucho
mejor precio que el pagado desde Sevilla.[]
En algunos casos, después de expirada la licencia o acabada la guerra, los corsarios vuelven a actividades privadas
como ricos burgueses que incluso son condecorados. En Inglaterra existen monumentos levantados a algunos
corsarios, considerados como héroes. El más famoso de los corsarios del siglo XVI es, sin duda, Francis Drake,
insigne almirante, honrado por su reina en agradecimiento a los servicios prestados y elevado a la categoría de sir.
Sobrino de otro pirata, también ennoblecido por la reina, sir John Hawkins, juntos asaltaron Veracruz en 1568,
cuando aún carecía de fortificaciones. Drake tiene en su haber el más cuantioso botín registrado en la historia: dos
buques españoles que transportaban oro y plata americanos desde Nombre de Dios, lo que le supuso que Isabel I lo
armara caballero.[cita requerida]
Sir Walter Raleigh inició en 1617 una expedición en la Guayana (actual Venezuela), donde esperaba descubrir minas
de oro, y tomó posesión de parte de ese país en nombre de Inglaterra; pero tras destruir algunos establecimientos
españoles en el río Orinoco, fue detenido a solicitud de Felipe III de España.
Sin embargo, no todos los corsarios consiguen el título de caballero. Algunos de ellos, una vez acabado el conflicto
que propició la expedición de su patente, continúan su actividad convertidos en simples piratas.
El siglo XVI será un siglo de fomento entre los corsarios y piratas, del asalto y captura de los galeones españoles y el
apresamiento de sus hombres. En Dover se llegan a pagar 100 £ en pública subasta por hidalgo
capturado.[cita requerida]
Surge igualmente una actividad nueva: los piratas o corsarios se hacen negreros y se apoderan en África de seres
humanos para vender y esclavizar. Figura del esclavista británico más sobresaliente de este momento es el ya citado
John Hawkins, que pobló de negros africanos toda el área del Caribe.[cita requerida]
En 1709, 110 corsarios al mando de Woodes Rogers y Stephen Courtney (el famoso William Dampierre, «el pirata
literario», que ya había estado en Guayaquil integraba también el grupo) entran en Guayaquil y se presentan como
«negreros», y al ver el miedo dibujado en el rostro del corregidor, Jerónimo de Boza y Solís, no sólo exigieron
40.000 pesos de rescate por dos rehenes que se llevaron, sino que se entregaron al pillaje durante cinco días, llegando
a acumular 60.000 pesos en joyas y dinero a más de una enorme cantidad de víveres y objetos.
Piratería 13
Felipe II ordenó que ningún barco hiciera la Ruta de las Indias sin
protección para evitar el ataque de los piratas a los navíos
españoles. Para ello optó por la formación de convoyes en los que
las carabelas y las naos eran escoltadas por los poderosos galeones
y carracas, llamado Sistema de flotas y galeones. Este sistema
Ilustración de un pirata por Howard Pyle.
constituyó un gran éxito si nos atenemos a la proporción de flotas
fletadas (más de cuatrocientas) frente al de flotas atrapadas (dos),
que da un porcentaje de capturas de un 0,5%, y ninguna de estas dos se debió a la acción de los piratas o corsarios,
sino a la de Marinas de guerra pertinentemente armadas.[13]
En cualquier caso, en el siglo XVII el trópico de la América hispana se convirtió en el escenario donde actuaban a
destajo los lobos del mar, a menudo amparados por los grandes países de Occidente (principalmente Inglaterra,
Francia y Holanda).
Como se ha indicado, se llamó corsarios a los que actuaban por cuenta de sus reyes, quedándose con parte del botín.
Por su lado, los simples aventureros y ladrones fueron conocidos con el nombre genérico de bucaneros, pues sus
tripulaciones se nutrían de habitantes de las islas que preparaban y vendían carne al bucán, es decir, ahumada.
Sembraron el terror y la desolación en las poblaciones situadas en el Golfo de México y el Caribe. Veracruz, San
Francisco de Campeche, Cuba, Santo Domingo, Cartagena de Indias, Honduras, Venezuela, Panamá y Nicaragua
fueron los lugares más castigados, víctimas de saqueos, asaltos y asesinatos.
Resaltan las figuras del galés Henry Morgan, de los franceses El Olonés (de nombre Jean David François de Nau) y
Michel de Grammont , el holandés Laurens de Graff, Lorencillo (llamado así por su corta estatura; otros hacen
referencia a él como Lorent Jácome), todos ellos piratas sin escrúpulos. Los peores asaltos que se recuerda fueron:
Maracaibo por El Olonés, Veracruz por Grammont y Lorencillo y Puerto Bello por Morgan. Estos lugares azotados y
desprotegidos no contaban con ninguna defensa por parte del Imperio español de ultramar.
Pero esta situación fue cambiando a medida que las colonias iban aumentando en población, y la metrópoli fue
invirtiendo en la flota, defensas y guarniciones. De esta forma, a finales del siglo XVI los principales piratas y
corsarios habían muerto o estaban prisioneros:
• Richard Grenville fue derrotado y muerto en 1591 en las Azores.
• Thomas Cavendish fracasa en una expedición y fallece en 1592 posiblemente aguas fuera de la isla
Ascensión,África.
• David Middelton fracasa también en las Azores.
Piratería 14
• George Clifford perdió 14 de sus 28 naves salidas de Plymouth en la Operación Raleigh en 1595; entre ellos
cayeron John Hawkins y Francis Drake.
• Sir Walter Raleigh fue condenado a muerte, sufrió suplicio y fue posteriormente decapitado en 1618.
El historiador británico J. B. Black lo expresó en una frase con tintes nostálgicos: «Los formidables escuadrones de
corsarios, que antaño asolaron el Caribe, habían desaparecido».[14]
• Germán Vázquez Chamorro hace hincapié en que muchos de los más famosos piratas (como Anne Bone o Mary
Read) realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escaso o nulo valor para la corona española.[17]
• Este mismo autor, comentando el libro de Lucena Salmoral Piratas, corsarios y filibusteros,[18] indica que la
piratería descendía con las firmas de tratados de paz, que hacían menos necesarios a los buitres del mar. Así
pasaban de los honrosos corsarios a filibusteros y finalmente a viles piratas, a los que persiguieron y castigaron
sin piedad en los siglos XVII y XVIII, cuando ya no eran necesarios.
• Mariano González-Arnao hace ver que la posibilidad de que un barco pirata con 20 ó 30 hombres pudiera capturar
un galeón con 168 arcabuceros (más artilleros y marineros) sólo se puede dar en obras de ficción.[13]
• J. B. Black se suma a estos puntos de vista de la siguiente manera:
En las guerras entre España e Inglaterra, únicamente el ataque a las naves sueltas tuvo algún éxito. Las
Flotas del Tesoro triunfaron por su perfecta organización y porque los españoles tenían un perfecto
servicio de información. Admitamos que, aparte de las presas menores, los marinos ingleses sólo en una
ocasión pudieron interceptar o apresar una de aquellas codiciadas flotas.[13]
En opinión de estos historiadores, el
empobrecimiento causado por los bandidos
del mar, pese a tener puntos de verdad, es
más una deformación fruto de la literatura y
la filmografía.
En la Isla de la Tortuga (frente a las costas
de Haití, rodeada de islotes, lo que hace que,
a veces, sea mencionada en plural como Las
Tortugas), los bucaneros tuvieron una base
internacional durante los siglos XVII y
XVIII. Formaban una asociación llamada
Cofradía de los Hermanos de la Costa. No
Fuerte de Cartagena de Indias, Colombia. En contra de la creencia popular, ni los se conoce el preciso origen de esta cofradía,
piratas ni los marinos de otras naciones pudieron llegar a capturar siquiera el 1% de pero se sabe que llegó a elaborar una
las flotas que salieron desde el puerto caribeño. constitución que regiría sus vidas. Se
presume que era transmitida por tradición
oral, ya que no se han encontrado registros escritos al respecto. Tales preceptos son:[19]
— «Ni prejuicios de nacionalidad ni de religión». En este punto, la coincidencia es general. Convivían perfectamente
católicos con protestantes e ingleses con franceses. Se privilegia la individualidad como materia de crítica. Las
guerras europeas y sus odios no llegan a la Isla de la Tortuga. No hay países, hay hermanos, pero cabe destacar que
existían diferencias lingüísticas que separaban a algunos grupos.
— «No existe la propiedad individual». Entendiéndose por esto la propiedad de un determinado terreno. Quiere decir
que la isla es de todos y para todos; cabe destacar que los barcos de la cofradía tampoco tenían un propietario fíjo.
— «La Cofradía no tiene injerencia en la libertad de cada cual». Quiere decir que no habría impuestos ni
imposiciones de trabajos forzados ni código penal. Cualquier problema entre hermanos debía solucionarse solamente
entre ellos. La participación en travesías es completamente voluntaria y no existirá obligación alguna cuando llegue
la hora de componer tripulaciones o armar un ejército.
— «Si un cofrade abandona la sociedad, jamás será perseguido». Esta ley permitía libertad absoluta para abandonar
la cofradía en cuanto su integrante lo decidiera o volver a entrar si lo quería.
— «No se admiten mujeres». Esta ley sólo se aplicaba a la restricción de mujeres blancas en la isla, ya que
representaban un tipo de propiedad individual. Esta ley evitaba que se formaran formas de vida estables que pusieran
en peligro la libertad adquirida. Sólo se admitían mujeres negras y esclavas, puesto que las esclavas no eran
Piratería 16
consideradas personas que pudiesen «apresar» a un hombre en tareas indignas para un hermano.
El espíritu libertario de esta hermandad se modeló necesariamente en las propias características de las vidas que
habían llevado sus componentes: proscritos, forajidos y a los tipos más crueles que se presentasen, gente por lo
general perseguida, atormentada y desarraigada, formularon leyes que fomentaban la libertad de su propia sociedad.
Los nombres más conocidos de esta época son los de Michel de Grammont, Pierre Legrand, Henry Morgan, El
Olonés, Rock el Brasileño, Bartholomew Roberts y Edward Low. Muchos colonos insatisfechos con el provecho que
sacaban a sus tierras y deseosos de enriquecerse con rapidez, se les unieron en sus hazañas.
Lo más curioso de esta constitución es la
total ausencia de deberes. La Cofradía sólo
teme a la omnipotencia, la dictadura, la
tiranía. Los nuevos integrantes eran
bienvenidos, ya que esta sociedad se hacía
más fuerte cuanto más numerosa.
Hubo un pirata con vocación de escritor,
llamado Alexander Olivier Exquemelin, que
ha dejado un verdadero tesoro histórico en
su obra Los piratas de América o Bucaneros
de América. Describe a los piratas, la
geografía por donde se movían, la historia
de muchos de ellos, sociedad, costumbres y
recompensas. Pintura de Jean Leon Gerome Ferris (1863–1930), que interpreta la batalla entre
Barbanegra y el teniente Robert Maynard.
Otro tipo de bandidos del mar fueron los
«filibusteros», especialistas tanto en el robo
y pillaje de barcos españoles como en introducir mercancías de contrabando, sobre todo en Cuba y en las islas
cercanas. No hay unanimidad respecto al origen de la palabra. Unos la derivan del inglés free booter, merodeadores
del mar. Otros afirman que puede venir del nombre de los buques ligeros fabricados en la zona de Las Tortugas, muy
veloces por su proa afilada, por lo que eran llamadas fly-boats y a los que los españoles llamaban filibotes. Existe
una tercera versión, más inverosímil, que sostiene que pudo surgir de una hermandad pirata fundada en Las
Tortugas, la hermandad de los hijos de los botes o filiboat. En cualquier caso, se trataba de tipos sin escrúpulos como
sus anteriores colegas, pero tenían costumbres distintas, pues esta nueva especie liquidaba rápidamente el botín
conseguido para empezar de nuevo la aventura del pillaje. Tenían a gala un lema: «Contamos con el día en que
vivimos y nunca con el que habremos de vivir». Belice fue un importante refugio filibustero durante el siglo XVII.
Aunque pertenecía a la Capitanía General de Guatemala, los filibusteros encontraron fácil acomodo allí al estar su
costa resguardada por arrecifes y de difícil acceso a través del continente.
A partir del año 1697, parte de la piratería se trasladó a América del Norte y parte al continente asiático, al mar Rojo
y la costa de Malabar, con su base de operaciones en la isla de Madagascar. En Asia, el nuevo escenario es el mar de
la India. El corso británico vuelve a tomar la patente y surgen figuras como Avery y Kidd. En el Extremo Oriente
persiste la actividad de piratas portugueses, holandeses y británicos y sus andanzas visitan los mares de la India,
China, Japón, Malasia y Borneo.
En toda esta selva de piratería hay un personaje insólito que representa el auténtico romanticismo pirata. El Capitán
Misson, de nacionalidad francesa, era un idealista, preocupado por la justicia, por construir un estado utópico en
alguna isla del Océano Índico. Se ha dicho de él que es un equivalente al Quijote en el mundo de la piratería. Sus
biógrafos cuentan que siempre repartía equitativamente el botín entre su gente y que dejaba en libertad al capitán de
la nave apresada. Misson aparece sólo en la obra de Charles Johnson, cuyo cuento de Misson no conviene con los
datos disponibles; por eso, la mayoría de los historiadores de la piratería consideran a Misson un mito.
Piratería 17
Edad Contemporánea
El fenómeno de la piratería ya estaba muy disminuido a medida que los Estados podían fletar armadas nacionales sin
recurrir a los corsarios. Al mismo tiempo, la progresiva organización y fortificación de las colonias y colonización de
nuevas tierras como África cierra las posibilidades a los buitres del mar de atacar posiciones en tierra.
Sin embargo, la piratería continúa existiendo.
Siguiendo el éxito anterior, Estados Unidos pretendía crear un imperio tropical, especialmente en los Estados del
Sur, que formaría los efímeros Estados Confederados de América. A este fin se prestaron hombres de mar como
John Quitman o Narciso López, de origen venezolano, que planearon invadir Cuba, proclamarla independiente de
España y unirse a la emergente potencia mundial.
Personas como los citados volvieron a poner en uso el viejo término de filibustero sin ninguna connotación
peyorativa en aquella época.
Quizá el más famoso de todos aquellos filibusteros, pese a su corta vida, sea William Walker, quien realizó tres
expediciones para tomar distintas partes de América Central.
En la primera de aquellas incursiones y a sus 28 años conquistó La Paz, capital de la península de California, en
1853 con 45 hombres y proclamó la República de la Baja California. Poco después la uniría a la recién creada
República de Sonora, proclamándose él como presidente. El ejército mexicano lo derrotó y cruzó a Estados Unidos
por la frontera. Fue juzgado y en el jurado se puede apreciar la influencia de la Doctrina del Destino Manifiesto, pues
sólo tardaron un minuto en decidir que era inocente de haber provocado una guerra ilegal.
En 1855 se lanza a la conquista de Nicaragua con sus 58 Inmortales, 170 nicaragüenses y 100 norteamericanos.
Vence al ejército nicaragüense el 1 de septiembre; pero en esta ocasión se muestra más prudente y nombra como
presidente a Patricio Rivas. Pero el resultado no dista mucho del anterior, Nicaragua es invadida por 2.500 hombres
de Costa Rica y Walker es vencido en Santa Rosa y Rivas. Posteriormente se celebran elecciones, pero las elecciones
son amañadas por Walker y éste sale elegido.
Sin embargo, esta serie de acciones son vistas como peligrosas por países centroamericanos al percibirlas como una
amenaza para su soberanía, y los ejércitos de Costa Rica y El Salvador lo derrotan y huye en 1857. En noviembre
vuelve a ser juzgado en Estados Unidos y se vuelve a apreciar la creencia estadounidense de estar en su derecho de
querer anexionar esas tierras, pues Walker es absuelto.
En su tercera expedición a Honduras en 1860 no tiene tanta suerte y es capturado por Nowel Salman de la Marina
Real Británica. Fue juzgado en Honduras y fusilado ese mismo año.
Pese a ser acogido como un héroe en los Estados del Sur, Walker actualmente es un olvidado en Estados Unidos, no
así en Centroamérica, donde las guerras contra él pueden ser, como indica Juan A. Sánchez Giménez, el equivalente
a las Guerras de la Independencia del resto de las ex-colonias españolas que los pueblos de América Central no
vivieron.[20]
Los actos llamados de piratería para barcos de gran tonelaje son muy escasos en el Atlántico, buena parte del
Pacífico y de gran incidencia en la costa oriental de África.[21] Se pueden citar:
La piratería también afecta a las aguas de Somalia y
Nigeria y, en menor escala, en algunas costas de
América del Sur.
• Entre 1994 y 1995, Canadá y España mantuvieron
una disputa, llamada guerra del fletán, cuando la
marina de guerra del primer país atrapó y remolcó a
uno de sus puertos a un pesquero de altura español
cuando faenaba en aguas internacionales. El
gobierno canadiense acusó a los pescadores
españoles de expoliar el caladero de fletán negro. Lancha con piratas somalíes a bordo.
España consideró este apresamiento como un acto
de piratería, a lo que respondió con el envío de un patrullero de altura de la Armada. Por su parte, Canadá
amenazó con considerarlo un acto de guerra y unos pescadores ingleses capturaron otro pesquero español e izaron
en él la bandera canadiense.
• En 1995 varios barcos españoles apresaron un pesquero francés por faenar con redes ilegales de un kilometraje
superior al permitido. Como en el caso anterior, Francia lo calificó como un acto de piratería.
• En 2008 piratas somalíes capturaron, en el océano Índico, el buque petrolero más grande jamás secuestrado: el
Sirius Star, que transportaba dos millones de barriles de petróleo a los Estados Unidos.[21]
Producto de los continuos actos de pirateria en la zona, la Quinta Flota de los Estados Unidos desplegada en la zona
anunció la creación de una fuerza marítima multinacional denominada CTF-151 para enero de 2009 para enfrentar
dicha situación. En ella participarán 20 países y el área de operaciones comprenderá el Golfo de Adén, el Mar Rojo,
el Océano Índico y el Mar Arábigo, ya que sólo en el 2008 se registraron alrededor de una centena de naves atacadas
en las cercanías de la costa de Somalia.[22] Por su parte, los piratas somalíes, autodenominados en un principio como
«Guardia Costera Voluntaria de Somalia», la mayoría pescadores, denuncian que los verdaderos bandidos del mar
son los pescadores clandestinos que saquean nuestros peces, en clara alusión a los barcos pesqueros de países
desarrollados, y recuerdan a su vez, el grave problema de contaminación que sufren debido al vertido de sustancias
contaminantes (radioactivas entre ellas) que estos países realizan en su litoral.[23]
En cambio, la piratería es un problema casi endémico en las aguas del sureste asiático. Para luchar contra ella, Japón
y otras naciones de la zona realizan maniobras para entrenar a sus fuerzas en la lucha contra la piratería y el rescate
de embarcaciones, como la llevada a cabo a principios de febrero de 2007.[24]
Asimismo, la piratería aérea ha tomado protagonismo en los siglos XX y XXI.
Referencia popular
En la imaginación moderna, los piratas eran rebeldes. Grupos inteligentes que operaban fuera de la ley y la
burocracia de la vida moderna. La imagen de los piratas se asocia frecuentemente con el izado de la Jolly Roger,
nombre de la tradicional bandera de piratas europeos y americanos, y un símbolo que ha sido adoptado por las
grandes producciones cinematográficas y en la creación de peluches y juguetes.
Democracia pirata
A diferencia de las tradicionales sociedades occidentales de la época, muchas tripulaciones de piratas caribeños de
descendencia Europea operaban como democracias limitadas. Las comunidades Pirata fueron las primeras que
instalaron un sistema de controles y contrapesos (checks and balances) similar al usado hoy día por los Estados
Piratería 20
Unidos de Norteamérica y muchos otros países. El primer registro de dicha forma de gobierno de una organización
pirata data del siglo XVII.[25]
Tanto el capitán como el oficial de intendencia eran elegidos por la tripulación; ellos, por turnos, elegían a los otros
oficiales de la embarcación. El capitán de un barco pirata era a menudo un fiero luchador en el que los hombres
podían depositar su confianza, más que una figura de autoridad tradicional. Sin embargo, cuando no estaban en
batalla, el peso de la autoridad solía recaer en el oficial de intendencia. Muchos grupos de piratas compartían
totalmente el botín; incluso los piratas heridos en batalla recibían una compensación monetaria como si de un seguro
médico o de discapacidad se tratase.
Hay registros de la época que indican que muchos piratas colocaban una porción de sus riquezas en un fondo central
que se usaba para compensar las lesiones sufridas por la tripulación. Las listas muestras unos pagos estandarizados
de hasta 600 piezas de a ocho (156.000$ de la actualidad) por la pérdida de una pierna, a 100 piezas (26.800$) por
perder un ojo. A menudo, todos estos términos fueron acordados y escritos por los propios piratas, pero estos
artículos del código pirata de Brethren también se podrían utilizar como prueba incriminatoria de que actuaban fuera
de la ley.
Literatura y piratería
Tema de libros de aventura y poesía, la piratería ha
tenido una parte importante en la literatura. Sirvan de
ejemplo:
• La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.
• Capitán Blood, de Rafael Sabatini.
• Sandokán, de Emilio Salgari.
• El corsario negro, de Emilio Salgari.
• La reina del Caribe, de Emilio Salgari.
• En costas extrañas, de Tim Powers (Piratas del
Caribe y Monkey Island están basados en este libro).
• Canción del pirata, de José de Espronceda.
• El libro de los piratas, de Howard Pyle.
• Vampiratas, una ola de terror, de Justin Somper.
• La taza de oro, de John Steinbeck.
• El pirata enmascarado, por Juan Carlos Riofrío
Martínez-Villalba.
• Los piratas circulares, de Rafael Estrada.
• Long John Silver, de Björn Larsson.
• Historias de piratas, de Arthur Conan Doyle.
• Latitudes piratas, de Michael Crichton.
Portada de La isla del tesoro en una edición de 1911.
Piratería 21
Piratas célebres
Categoría principal: Piratas.
• Anne Bonny
• Mary Read
• Jeireddín Barbarroja
• Roger de Flor
• Barbanegra
• Francis Drake
• Pier Gerlofs Donia
• John Oxenham
• Thomas Cavendish
• John Hawkins
• Richard Hawkins
• Olivier de Norh
• José Gaspar
• Michel de Grammont
• Laurens de Graff
• Henry Morgan
• El Olonés
• Hipólito Bouchard
• John Clipperton
• Jack el Calicó (Jack Rackham)
• Bartholomew Roberts
• Lope de Aguirre
• Benito Soto Aboal
Ilustración de Howard Pyle de unos piratas luchando por resultar
• Walter Raleigh capitán.
• William Walker
• Willian Dampier
• William Kidd
• Roberto Cofresí
• Hendrick Brouwer
• Samuel Bellamy
• Edward England
• Louis Michel Aury
• Bartholomew Sharpe
• Thomas Tew
• Wodes Rogers
• Mateo Mainery
• Pirata enmascarado
• Jacques de Sores
• Amyas Preston
• Klaus Störtebeker
• Kristoffer Trondsen Rustung
• Charles Vane
• Benjamin Hornigold
Piratería 22
De ficción
• Edward Kenway
• Monkey D. Luffy
• Trafalgar Law
• Jack Sparrow
• Capitán Barbossa
• Sandokán
• Capitán Garfio
• Capitán Blood
• Guybrush Threepwood
• LeChuck
• John Silver El Largo
• Rackham el Rojo
• Davy Jones
• Jack Hunter
• Will Turner
• El Corsario Negro
• Elizabeth Swann
• Basil Hawkins
• Capitán Garsen
• Chivotuerto
• Albert Gàllec
• Adri Mayne
Referencias
[1] Convención de las Naciones Unidas sobre derecho del mar (http:/ / www. derechomaritimo. info/ C-DerdelMar!. htm)
[2] Quesada, Fernando, «El día que Alejandro pudo morir», n.º 26 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, diciembre de 2000,
ISSN 1579-427X
[3] Laura Manzanares, «El Mediterráneo, también mar de piratas», n.º 56 de Clío, Madrid, 2006
[4] Alvar, Jaime, «Tartesos, el reino legendario de Argantonio — S. VII / S. VI a. C.», Memoria de España, Televisión Española, Madrid, 2004,
Registro E.A. n.º 821, Depósito Legal 9504-2004
[5] Marazzi, Federico, «En busca de tierra y fortuna», n.º 95 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, ISSN 1579-427X
[6] Tom Bloch-Nakkerud, Los vikingos, Egmont Boker Fredhoi AS-SFG, Oslo
[7] Eduardo Morales Moreno, «Los vikingos en España», n.º 12 de Historia de Iberia Vieja, HRH Editores, Madrid, 2006
[8] Ricardo Herren, «Una capilla para la princesa vikinga», n.º 54 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, abril de 2003
[9] Esteva, Jordi, «Hijos de Simbad, los árabes del mar», n.º 60 de Clío, Madrid, octubre de 2006, ISSN 1579-3532
[10] Ndoto, Webber, «Gran Zimbabwe», n.º 256 de Investigación y Ciencia, versión española de Scientific American (Prensa Científica),
Barcelona, enero de 1998, ISSN 0210136X
[11] Ramiro Feijoo, «España pone pie en Berbería, Mazalquivir», n.º 83 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, septiembre de
2005
[12] Esteban Mira Caballos, «Corsarios, tábanos del Imperio», n.º 88 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, febrero de 2006
[13] Mariano González Arnao, «A prueba de piratas», n.º 61 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, noviembre de 2003
[14] Mariano González-Arnau, «Esperando un milagro», n.º 71 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, febrero de 2005
[15] Carlos Gómez-Centurión, La Armada Invencible, Biblioteca Básica de Historia — Monografías, Anaya, Madrid, 1987, ISBN 84-7525-435-5
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[17] Germán Vázquez Chamorro, «Mujeres piratas», n.º 75 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, junio de 2005
[18] Germán Vázquez Chamorro, «Sangre por oro», n.º 84 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, octubre de 2005
[19] « Los Hermanos de la costa. La piratería como preanarquismo, utopismo y revolución (http:/ / revista-arbil. iespana. es/ (77)otaz. htm)».
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[20] Juan A. Sánchez Giménez, «William Walker, el Filibustero», n.º 94 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, agosto de
2006
Piratería 23
[21] « Piratas con 2 millones de barriles de crudo (http:/ / news. bbc. co. uk/ hi/ spanish/ international/ newsid_7735000/ 7735001. stm)»,
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[22] "Pirates seize British cargo ship in Gulf of Aden." (http:/ / edition. cnn. com/ 2009/ WORLD/ africa/ 04/ 06/ britain. cargo. ship. seized.
somalia/ index. html) CNN.com. Consultado el 06-04-2009.
[23] « ¿Luchadores por la libertad o criminales? (http:/ / www. telesurtv. net/ noticias/ opinion/ 949/
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[24] Noticias, Antena 3, Madrid, 3 de febrero de 2007
[25] Leeson, Peter T. "An-arrghchy: The Law and Economics of Pirate Organization." Journal of Political Economy 115, no. 6 (2007):
1049–1094. pg 1066 University of Chicago (http:/ / www. journals. uchicago. edu/ doi/ pdf/ 10. 1086/ 526403)
Bibliografía
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• ARMERO, Álvaro, Piratas, corsarios y bucaneros, Editorial Libsa, 2003. ISBN 84-662-0651-5.
• GONZÁLEZ DE VEGA, Gerardo: Mar brava. Historias de piratas, corsarios y negreros españoles, Ediciones B,
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• GONZÁLEZ DE VEGA, Gerardo: Por donde el viento nos lleve. Antología de relatos españoles de piratas,
Ediciones B, Madrid, 2003. ISBN 84-663-1072-X.
• JOANIQUET, Ángel; Pirates i corsaris, Editorial Noray, 1997. ISBN 84-7486-099-7.
• JOANIQUET, Ángel, Nuestros piratas, Editorial Noray, 2002. ISBN 84-7486-129-2-X.
• ESTRADA, Rafael: Diccionario Pirata, Amazon, 2012. ISBN 978-84-614-9798-0.
Enlaces externos
• Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Piratería. Commons
• Página web particular sobre la piratería (http://www.mgar.net/var/mpiratas.htm)
• La piratería atlántica en el siglo XVIII (http://www.dreamers.com/historol/hist06_1.htm)
• Historia de la piratería (http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/pirateria/caratula.html), por
Philip Gosse
• Piratical Resources (http://www.kipar.org/piratical-resources/), todo sobre la piratería (en inglés)
• Introduction to Modern Yacht Piracy (http://www.sailingahead.com/vacations/yacht-piracy.htm) (en inglés)
• Dunkirkers piratas flamencos a las órdenes de la Corona de España contra los rebeldes flamencos (Holanda),
capturaban anualmente una media de 229 naves holandesas anuales, y unas 60 inglesas que llevaban provisiones a
Holanda de manera ilegal (sin estar formalmente en guerra). (Wikipedia en inglés).
• Diccionario Pirata (http://diccionariopirata.blogspot.com.es/).
Fuentes y contribuyentes del artículo 24
Licencia
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