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El demonio de la clasificación nos hace creer que todo se puede dividir en dos bandos.

Aquí,
tres situaciones de contraste en las que no gana ninguno de los dos, y más bien pierde la
polarización.

Sumisa, Insumisa

La lectora sumisa es un cuadro de Magritte, muy simple y a la vez complejo, como todos los
suyos: una mujer, con la vista fija en un libro que tiene en la mano, se echa hacia atrás con cara
de espanto. No hay nada más. El fondo es liso. El título “natural” sería La lectora horrorizada, y
nos haría pensar qué contiene ese libro, del que solo vemos que es un libro. El terror es una
emoción insólita en la representación pictórica de la lectura. La sumisión, cercana a las
convencionales concentración o ensoñación, parece más normal –pero no es el caso de esa
mujer erizada y desorbitada de miedo–. Duchamp dijo que el título es “un color más” en un
cuadro. Magritte hizo con ese “color más” unos contrastes intrigantes. A veces, casi siempre,
en tono de broma surrealista, a veces creando juegos de sentido de persistente ambigüedad.
El más famoso, claro está, es el tan comentado Esto no es una pipa, en el que el título invade el
cuadro, o directamente es el cuadro. La lectora sumisa me ha suscitado (y supongo que no solo
a mí) una cierta perplejidad.

¿Por qué es sumisa esta lectora de Magritte? ¿Porque se aterroriza con un cuento de terror?
No sabemos qué está leyendo. Pero conociendo a Magritte podemos sospechar una antífrasis;
quizás está leyendo algo bucólico, feliz, un poema de amor o un divertido cuento de Saki...

Sea como sea, ¿qué hace sumisa o insumisa a una lectora? (Mantengo el femenino para seguir
dentro del cuadro.) La sumisión de la lectora, o su insumisión, se refiere a su entrega a lo que
lee. A la “suspensión momentánea de la incredulidad”, según la célebre fórmula de Coleridge.
La lectora se olvida de sí misma, y vive vicariamente la vida que le propone el autor del libro.
La lectora sumisa de Magritte ha puesto cara de horror como si tuviera un...

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