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Introducción
Hermanos míos, con mucho respeto, temor y oración continua uno debe
abordar el logos de Dios, la Santa Escritura y especialmente el Libro más
profético del Apocalipsis. La dificultad que proviene para hacer un resumen en
todo el libro es evidente. Pero, implorando la ayuda del Santo Dios Trinitario,
intentaremos con toda nuestra fuerza a ofrecer algo para la edificación de la
Iglesia Ortodoxa de Cristo.
La tentación de que cada lector defina él los tiempos de los desenlaces de las
profecías descritas, se limita por la condición que pone san Irineo sobre lo
fundamental de la interpretación: “Lo más seguro y menos peligroso es que uno
espere el desenlace de la profecía, en vez de meditar filosofando y hacer de
adivino o mago” (Contra herejías V 30,2). Y añade san Andrés de Kesarea: “La
experiencia y el tiempo apocaliptará (revelará) a los que están en nipsis (los
sobrios espiritualmente), es decir, en aquellos que han hecho la catarsis del
corazón”.
Así que, si el Génesis nos describe la Creación del Cosmos-mundo y del hombre
y su caída, el Apocalipsis nos describe proféticamente el camino de la Iglesia y la
creación dentro en el tiempo, la renovación del hombre, la recreación del creado
mundo visible y la doxa-gloria eterna de ellos.
Así que, no debemos ver el Apocalipsis con el sentido estricto de la profecía, sino
como un Libro que viene a fortalecer, levantar el ánimo, avisar y constatar,
especialmente en tiempos que el sentimiento religioso está bajo y débil.
Un punto más que debe ser referido: ¿Cuándo comienza a cumplirse el Libro del
Apocalipsis? Debemos apuntar que el Apocalipsis no se limita sólo en la época
del santo escritor, ni en los ésjatos (últimos tiempos y acontecimientos) de la
historia, sino que comienza desde el momento que se está escribiendo.
Cualquier cosa que se realiza es preludio de los acontecimientos siguientes, con
el resultado final con las cosas que sucederán durante la Segunda Presencia del
Señor.
Capítulo 1.
2 que ha dado testimonio del logos de Dios, y del testimonio de Jesús Cristo, y
de todas las cosas que ha visto.
3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen los logos de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
Bienaventurado y dichoso es aquel que lee, y aquellos que escuchan los logos de
esta profecía divina y aplican y cumplen con devoción y fe todas las cosas que
están escritas en ella; porque el tiempo que se van a realizar todas estas cosas
está cerca (Apo 1, 1-3).
Después del Epígrafe introductor, el santo Evangelista se dirige hacia las Siete
Iglesias de Asia Menor, en las que por mandamiento de Cristo envía el libro del
Apocalipsis, que finalmente toma un carácter epistolar.
Y el santo Evangelista, como nos narra, se gira para ver quién le estaba
hablando. Y ve “siete candeleros de oro”, y en medio de los siete candeleros, a
uno semejante a hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y
ceñido por el pecho con un cinturón de oro. Sus cabellos eran blancos como la
nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido,
refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía
en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su
rostro era como el sol cuando resplandece el mediodía en su fuerza. Cuando le vi,
caí como muerto a sus pies. Y él me tocó, diciéndome: “No temas; yo soy el
primero y el último; y el que vivo, y me convertí en muerto; mas he aquí que
vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de pasar después de
estas” (1,17-19). ¿Quién era pues, el revelado? Era el Dios Logos humanizado o
hecho hombre.
Las “siete estrellas” son las siete Iglesias locales de Asia Menor que antes nos
hemos referido. Naturalmente como no son las únicas ni las más grandes e
importantes, por eso bajo en número esquemático de siete, se entiende la Iglesia
Una, Santa, Católica y Apostólica, hacia la que el Cristo envía siete epístolas, o
siete matices que conciernen la Iglesia. Es cierto que las Epístolas
históricamente corresponden a siete receptores eclesiásticos, pero el contenido
se extiende hacia toda la Iglesia.
Todavía, es digno de observación que las siete estrellas que son los siete obispos
de las correspondientes Iglesias, se encontraban en la mano derecha de Cristo.
Esto significa que la Iglesia de Cristo está bajo Su mano, bajo Su jurisdicción y
providencia, con toda la tripulación, laicos y clérigos, y nada se Le escapa.
Capítulos 2-3
Esta Iglesia es alabada por completo; no tiene ningún fallo. “Yo conozco tus
obras, y tu tribulación, tu tristeza y tu pobreza, pero tú eres rico” (2,9). Aquí se
describe un tríptico de la trayectoria cristiana: Las obras, como acción pastoral,
y como obras de agapi y filantropía. El sufrimiento, tristeza, como elemento de
pureza y autenticidad que manifiesta las dificultades por las fuerzas contrarias a
Dios y las mundanas que combaten contra la Iglesia y la afligen de distintas
maneras. La pobreza, como bien importante, que muestra la comprensión del
espíritu evangélico y también es elemento de autenticidad y pureza del
Evangelio.
La ciudad de Pergamo se llama por el Señor, trono del Satanás. Pero la Iglesia
de Pergamo ha mostrado resistencia a la idolatría que entonces dominaba y
tiene a su favor el martirio del Obispo Antipa. Pero hay también quejas de
Jesús: “Y tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas”.
Los nicolaítas eran heréticos que seguían la doctrina del gnosticismo y eran
considerados como antinomistas (contra la ley o anarquistas). En nombre
supuestamente de la libertad cristiana tenían una concepción flexible sobre la fe
y los pecados carnales. Principio de ellos era: “La carne debe hacer lo que le da
la gana”. Hoy desgraciadamente muchos cristianos nuestros con tener una
percepción flexible sobre la ética y los pecados carnales, tienen como
descendientes ancestros los Nicolaítas.
Punto central de la epístola: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que
vives, y estás muerto”.
¡Un logos terrible! Cada uno aquí encuentra a sí mismo. Se trata de una falsa
imagen piadosa, un pietismo que en el fondo la vida espiritual está muerta. Es
esto que apunta Pablo: “También debes saber esto: que en los postreros días
vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos,
avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres,
ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes,
crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores
de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán
la eficacia de ella; a éstos evita” (2Tim 3, 1- 5).
La epístola hacia esta Iglesia combina vigor, severidad y ternura. “Yo conozco
tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por
cuanto eres tibio, y ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (3,10).
Son los creyentes que como dice el profeta Elías “cojean por las dos rodillas”
(3Re 18,21), entre el Cristo y el mundo. Son los Cristianos secularizados o
mundanizados que tienen un engreimiento o idea grande sobre sí mismo de una
gran y alta religiosidad. Se dificultan hacer la metania (confesarse, arrepentirse
y convertirse), porque viven con la psicología de la autosuficiencia, presunción y
vanagloria.
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Con el análisis de los tres primeros capítulos del Libro del Apocalipsis cierra la
primera parte de todo el Libro. En esta parte se inspeccionó el presente de la
Iglesia, como era de costumbre durante los años de san Juan Evangelista, con el
envío de las Siete Epístolas a las Siete Iglesias de Asia Menor. Fue apocálipsis-
revelación del presente, “las cosas que son”, sin que esto excluya la revelación de
la vida interior de la Iglesia, como matices de todo su camino en la historia.
Pero mientras esté avanzando el camino de la Iglesia dentro de los siglos y esté
acercándose hacia su final, que coincide con el final de la Historia, tanto más
estarán densificando también las tentaciones con la culminación de la presencia
del Anticristo. Así que la Iglesia se entrega en combates y luchas que se
describen entre los capítulos 4,1 y 19,10. Es “lo que debe suceder después de
estas cosas”.
El propósito por el que se expondrán las luchas futuras de la Iglesia es para
instruir y preparar a los fieles, enseñarlos, consolarlos y ayudarlos a que no sean
escandalizados, no tengan miedo a nada ni se secularicen o mundanicen.
Capítulo 4
Las visiones que verá san Juan Evangelista y que se refieren a las luchas de la
Iglesia, empiezan con una apertura del cielo. «Después tuve una visión. He aquí
que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes,
como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: Sube acá, que te voy a
enseñar lo que debe suceder después de todas estas cosas».
Pero, ¿cuáles cosas después? Son todas estas cosas que ha visto y escribió san
Juan Evangelista en los primeros tres capítulos, después de la primera visión,
donde vio glorificado a Jesús dictando el registro de las siete epístolas.
Son Presbíteros (Ancianos) para que sea declarada la madurez espiritual de ellos.
El número 24 es el doble del 12, que esquemáticamente significa una gran
multitud de santos.
Las siete lámparas de fuego que arden ante el Trono de Dios y que son los siete
Espíritus de Dios, es decir, el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santa
Trinidad en plenitud con Sus energías increadas.
Delante del trono de Dios, hay un mar brillante como de cristal que obviamente
es el “suelo” de todo el escenario. Pero si es el “suelo” del escenario celeste,
entonces para la tierra es su cielo, su techo, de donde el Dios supervisa y es el
símbolo de la gnosis (conocimiento increado) de Dios de todas las cosas
terrenales.
Alrededor del trono de Dios están cuatro animales, es decir, cuatro existencias
angelicales, que están llenas de ojos y cada una tiene seis alas. La multitud de
los ojos manifiesta omnisciencia de Dios y las múltiples alas, la agilidad en la
rapidísima ejecución de las voluntades divinas.
Capítulo 5
A continuación el santo Evangelista ve en la mano derecha del que está sentado
en el trono, un libro de papiro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete
sellos. El libro en la mano derecha de Dios revela Su sapientísima memoria, el
abismo de Sus misericordias increadas y Sus voluntades divinas; mientras que
los siete sellos muestran lo desconocido de las divinas voluntades en todos los
seres, sensibles y espirituales.
Y realmente continúa san Juan: “Y miré, y vi que en medio del trono y de los
cuatro animales vivientes, y en medio de los presbíteros (ancianos), estaba en
pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos” (5,6).
En toda imagen visible a partir de aquí, el Cordero en pie como inmolado, -que
es Dios Logos que para nosotros se hizo hombre y padeció-, tendrá una posición
central en todo el libro del Apocalipsis. A partir de aquí la teología de la Cruz de
los Evangelios es sustituida por la teología del Cordero inmolado, que
naturalmente es la misma Teología con diferente imagen. Así que con la imagen
del Cordero se completa también toda la imagen ensoñada, el Padre sobre el
trono, el Espíritu Santo con las siete velas encendidas, y el Hijo como Cordero.
Es toda la Santa Trinidad, tal y como aparece también en los Evangelios y donde
trabaja el misterio de la divina Economía.
Los siete cuernos del Cordero muestran la plenitud de Su poder real y Su fuerza.
Los siete ojos muestran la omnisciencia del Hijo. Los siete espíritus-velas
muestran que el Hijo envía el Espíritu Santo al mundo, como también el Padre.
“Pero cuando venga el Paráclitos, Espíritu Santo, al que yo os enviaré de parte
del Padre, el Espíritu Santo de la verdad que la transmite a los hombres, el cual
procede del Padre, como un río emana de su fuente, él os dará testimonio de mí”
(Jn 15,26).
Y el santo Evangelista continúa la descripción de la imagen contemplativa: “Y he
visto el Cordero que se acercó y tomó el Libro de la mano derecha del que está
sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro animales vivientes y los
veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero con incienso e himnos”.
Esto muestra que tanto el mundo Angélico, como el mundo de los hombres
reverencian y adoran la naturaleza humana de Cristo en culto, como también Su
naturaleza Divina.
Capítulos 6-7
Se han formulado dos nociones sobre la relación con el tiempo de las tres
septenarias de imágenes -visiones.
Última hora es cada momento, donde también aparecen los anticristos. Ellos
continuarán apareciendo hasta que venga realmente la última hora con el
Anticristo real, ya que los anteriores fueron sus precursores. Así que tenemos
repetición del fenómeno anticristo, con condensación hacia los ésjatos-últimos
(tiempos y acontecimientos) donde estará el por excelencia Anticristo.
Estos dos métodos pueden ser representados por una línea espiral, es decir, con
un alza o trayectoria cuesta arriba, alrededor de una montaña en forma de cono,
que después de cada círculo completo el escalador se encuentra en un punto
más alto que el principio y a la vez puede ver la punta final superior. (P.
Brasiotis: “Apocalipis de Juan, 1950).
Un punto más que se debe recalcar es que las cosas profetizadas por el
Apocalipsis empiezan desde el momento que se dio el libro para su publicación,
mientras que cada cosa que se realiza es un preludio de los acontecimientos que
vienen con el resultado final la Segunda Presencia de Cristo.
El Cordero abre el primer sello, y san Juan ve un caballo blanco y el que está
sentado sobre el caballo tiene en su cabeza una corona y un arco, que son
símbolos de victoria, poder y realeza.
Aquí vale la pena que apliquemos los dos métodos de interpretación antes
mencionados. El primer sello expresa el kerigma, predicación del Evangelio al
mundo. Según la teoría cronológica, después de la propagación del Cristianismo
por los Apóstoles en el mundo, se debería el primer sello haber expirado y a
partir de aquí no tener ninguna divulgación del Evangelio. Pero según la teoría
circular, el primer sello no se agota, sino que continúa el kerigma, predicación
apostólica a través de sus sucesores hasta hoy en día y hasta el fin del mundo.
Con la apertura del segundo sello, salió otro caballo rojo bermejo y al jinete se le
fue dado poder de tomar la paz de la tierra de modo que los hombres se mataran
los unos con los otros. Realmente, el Evangelio cuando comenzó a transmitirse
no fue aceptado por todos los hombres; por eso se lanzaron persecuciones
contra los Cristianos y aparecieron los Mártires de la Fe.
Con la apertura del tercer sello, sale el caballo negro, y el que está montado
sobre este, tiene en su mano una balanza.
Y se escuchó la voz: “Un denario será vendido el kilo del trigo y con un denario
tres kilos de maíz. Pero no dañes, ni falte el aceite ni el vino”. Es una hambruna
que va a venir, donde los hombres estarán muriendo de hambre.
Con la apertura del cuarto sello, se proyectó un caballo amarillo, que su nombre
es «θάναηορ zánatos muerte». El hades le seguía, y tomó el poder de matar la
cuarta parte de la población de la tierra, con guerras, enfermedades, hambre y
bestias salvajes. Todo esto será el resultado de la apostasía de los hombres de
Dios.
Quizás hasta ahora uno habrá creído que los creyentes se han perdido a causa de
las plagas que se han lanzado. La respuesta viene a dárnosla la apertura del
quinto sello: San Juan ve que “bajo el altar las psiques-almas de los que habían
sido muertos por causa del logos de Dios y por el testimonio que tenían” (9,6).
Y venimos ahora al sexto sello que es muy extenso. Se divide en tres partes, de
los cuales la primera parte se refiere a la perturbación y desorientación del
universo y las dos últimas son diapsalmo (tipo salmo). La primera parte
describe que con la apertura del sello hubo un gran terremoto; y el sol se
oscureció y la luna se volvió toda roja como sangre; y las estrellas del cielo
cayeron sobre la tierra y el cielo se partió en dos, desvaneció como un
pergamino que se enrolla; y tenemos grandes cambios geopolíticos, todo monte
y toda isla se removió de su lugar. Y los hombres de la tierra con mucho miedo
se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
Pero debemos de decir que antes que se hagan todas estas perturbaciones
universales, habrá terremotos y perturbaciones sobre temas fe, tipos de
caracteres, costumbres y las conductas éticas o moral.
¿Y cuál es el propósito del sellado? Desde luego no para evitar el Martirio, sino
la protección de los fieles de el engaño del Anticristo. Por supuesto que debe
tener también un carácter de protección más general porque el Cristo dice:
“porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio
del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie
sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mt
24, 21-23).
Esta selladura tiene un una característica peculiar, según el caso y la época. Una
selladura profética tenemos en Ezequiel 8,1-18 y 9,1-11. Otra selladura histórica
tenemos durante la destrucción de Jerusalén a través de Vespasiano y Tito el 70
dC; los Cristianos se acordaron de los logos del Señor en relación a esto, ya que
se marcharon de la ciudad y se salvaron (Mt 24, 16-21 Mr 13,14-19 Lc 21,20-24).
La selladura de los fieles durante los postreros-ésjatos días no conocemos qué
forma tendrá, pero entonces el Dios lo revelará a través de Su Iglesia.
Y el santo Evangelista oye el número de los sellados. Son 144.000 de las 12
tribus de Israel. No es exacto el número, sino simbólico, y se trata
espiritualmente del Nuevo Israel, los Cristianos, también cristianos de los judíos
y de las naciones.
Ahora vamos al Segundo Diapsalmo (tipo de salmo), según la solución del sexto
sello. Aquí se ve la Liturgia-función de la Iglesia triunfante. Es una escena que
muestra el futuro de los fieles que serán sellados en la tierra. Este diápsalmo es
una de las páginas más bellas de la Santa Escritura y el punto culminante de
libro del Apocalipsis.
“He aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar”, de todos los pueblos,
tribus y lenguas de todos los siglos y épocas. Todos estos son los que han salido
de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la
sangre del Cordero, es decir, se han convertido en mártires y testigos de Cristo;
por eso no hay para ellos lágrimas, dolores, hambre, sed, sufrimiento, fatiga y
cansancio. Se encuentran siempre ante el trono de Dios y le alaban sin cesar.
Capítulos 8-10
Y ahora venimos a la solución del séptimo sello. Con la apertura de este sello se
hace en el cielo un silencio de media hora; después aparecen siete Ángeles con
siete trompetas y que la presencia de ellos abre una nueva septenaria (conjunto
de 7 imágenes) de plagas o heridas.
Primer toque de trompeta del primer Ángel: Granizo, fuego y sangre cayó sobre
la tierra y la tercera parte de ella se quemó como también la tercera parte del
reino vegetal.
Tercer toque de trompeta: Otra vez desde el cielo cae una estrella, en estado
candente y el nombre de la estrella es Ajenjo, queda afectada la 1/3 parte de las
aguas dulces; de modo que muchos hombres mueren, no de la falta de agua,
sino por la amargura del agua porque se habrá envenenado.
Cuarto toque de trompeta: Con este toque, fue afectada la 1/3 parte del sol, de la
luna y de las estrellas, es decir, de una manera el resplandor de estos a la tierra
será reducido por los correspondientes cuerpos celestes en 1/3. Se trata de
alteraciones meteorológicas y corresponde con la novena plaga de Faraón.
Hasta en esta plaga tenemos daño en el ambiente del hombre, pero en las
siguientes tres plagas tenemos daño al mismo hombre.
Aquí se hace un intermedio de los toques de trompeta que traen consigo plagas
e interviene un paréntesis para metania (introspección, conversión,
arrepentimiento y confesión). Se trata de un Ángel en forma de águila que vuela
al cielo y dice: “¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros
toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (8,13). Es un intento
último del Cielo en crear el retorno de los hombres a Dios. Pero como no se
arrepienten, ni se confiesan, ni se convierten, sobrevienen también las plagas
restantes.
Quinto toque de trompeta: Con este toque cae en la tierra una estrella, y se le ha
dado la llave del pozo del abismo. Según Areza de Kesarea, es el Diablo que a
continuación trae muchos males en la humanidad. Y desde el pozo del abismo
subió humo y el sol se oscureció. Del humo salieron saltamontes que parecían a
caballos y en sus cabezas tenían algo que se asimilaba con el oro. Sus caras eran
humanas y tenían cabello como cabello de mujer. Sus dientes como de leones,
tenían corazas como corazas de hierro y el ruido de sus alas era como el
estruendo de muchos tanques corriendo a la batalla; sus colas parecían como
escorpios que afectan dolorosamente a los hombres. Y el rey de ellos es el
Apolión.
¿Qué significan todas estas cosas? Por la descripción que aquí nos hace el
Evangelista, no parecen ser seres biológicos; se asimilan más con maquinarias
satánicas verdaderas y destructoras. Nos recuerdan bastante los aviones
actuales, con revestimiento metálico en las alas como de los saltamontes. El
nombre “Apolión” significa una persona destructora totalmente.
Sexto toque de trompeta: Son desatados cuatro ángeles, que estaban atados al
río Éufrates y se provoca una gran guerra terrible. Estos ángeles son malvados,
es decir, demonios que provocan esta gran guerra. El número de los ejércitos es
de doscientos millones de hombres. Y el lugar es Mesopotamia, el actual Irak. La
caballería –que no son caballos biológicos- tiene de tres colores armaduras,
rojas, amarillas y azules.
¿Quiénes son los “rojos”, “amarillos” y “azules”? De todos modos, todas las
especificaciones de esta plaga, por parte de la ciencia técnica actual son
absolutamente realizables, como también el número de los soldados. Sólo China
hoy puede disponer de doscientos millones de soldados. El lugar de la guerra
también es muy sospechoso, porque hoy allí hay muchos conflictos bélicos.
¡Quizás esta plaga advierte de una gran guerra o conflicto mundial de una forma
no acostumbrada!
Y lo sorprendente: “Los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas,
ni aun así no se convirtieron, ni se arrepintieron de las obras de sus manos, ni
dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce,
de piedra y de madera…, y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus
hechicerías, ni de su fornicación (sexomanía), ni de sus hurtos” (9,20-21).
Un ángel entrega a san Juan una caña para medir el templo de Dios, el antiguo,
de Jerusalén y el altar ante el templo, y a los peregrinos que adoran en él. Pero
recibe el mandamiento de no medir el patio del templo, porque se ha entregado
a las naciones para que sea pisoteado o dominado durante cuarenta y dos meses
como también la ciudad. Es una praxis simbólica que equivale con la selladura
de los fieles.
Y continúa el santo Evangelista con una nueva profecía (11,3-14). Se trata de los
dos testigos o mártires que aparecerán durante los días del Anticristo y que
según una interpretación de Padres muy destacados son el profeta Elías y Enoc.
Los dos nunca han conocido la muerte sino que fueron ascendidos hasta el cielo.
Entonces todos los habitantes de la tierra –los que han aceptado al Anticristo-
se alegrarán porque los habrán visto en sus televisiones, y por su alegría
intercambiarán regalos entre sí. Pero, después de tres días y medio, todos los
pueblos de la tierra sorprendidos verán, otra vez por la televisión, que los dos
mártires serán resucitados y ascenderán al cielo. Esto es una profecía sobre los
medios televisivos de comunicación.
Cuando ocurran todas estas cosas, entonces se hará un gran terremoto, de tal
manera que una decima parte de la ciudad se habrá derrumbado y habrá
matado siete mil personas. Son números simbólicos de la catástrofe de la ciudad
y la muerte de hombres, para que sea confirmado que los dos Mártires, Elías y
Enoc eran de Dios.
Capítulo 12
En este capítulo se ve una visión tripartita. En la primera imagen aparece una
mujer majestuosa y celeste junto con su hijo varón. La segunda imagen describe
el combate del dragón-Diablo con el Arcángel Miguel y la caída del primero
sobre la tierra. En la tercera y última imagen tenemos la ira del dragón que
persigue la mujer de la primera imagen, la cual huye al desierto.
Ahora vamos a la primera imagen: “Apareció en el cielo una gran señal: una
mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una
corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la
angustia del alumbramiento” (12,1-2)
El Dragón es el Diablo, mientras que el color rojo del dragón expresa “la
ansiedad por matar y su sed por la sangre” (San Andrés de Kesarea). Las siete
cabezas significan la multitud de sus instrumentos (y medios de comunicación)
y su infiltración al mundo. Los diez cuernos muestran su fuerza y poder en el
mundo. Las diez diademas son la aceptación del mal por parte de la gente, por
las cosas que piensa y opera el monstruo satánico con múltiples cabezas. Lo que
su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo expresa, tanto los
ángeles caídos, como la caída de los Cristianos sin fundamento.
Después de todas estas cosas el Dragón estaba preparado para devorar el niño
varón que la Mujer daría a luz. Son las operaciones escalonadas del Satanás
tratando de destruir la obra mesiánica de Cristo. Y cuando la mujer ha dado a
luz, el niño varón fue arrebatado al cielo; esto muestra que el Cristo que
ascendió al cielo después de Su resurrección, no ha dejado capacidad y
posibilidad al Diablo para destruirLe.
Y ahora vamos a la tercera imagen de toda aquella visión. San Juan Evangelista
ve que se hace una guerra en el cielo entre el Arcángel Miquel con sus fuerzas
celestes y el Dragón con sus fuerzas. Y “fue vencido y lanzado fuera el gran
dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al
mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles demoníacos fueron
arrojados con él” (12,9).
Entonces se oyó en el cielo el himno de los santos a Dios que finalmente fue
vencido “el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de
nuestro Dios día y noche” (12,10).
La caída del diablo tiene tres fases. La primera fase de la caída es cuando el
Eosforos (Lucifer) cayó del cielo, porque quiso igualarse a Dios, padeciendo de
orgullo y de la arrogancia de ser equivalente a la deidad. La segunda fase de la
caída es su quebrantamiento, destrozo por el sacrificio de Cristo en la cruz. Y la
tercera será cuando el Señor vendrá otra vez, durante Su Segunda Presencia y el
Diablo será arrojado al infierno eterno, y esto será ya su derrota y condena
definitiva.
Y cuando el Diablo vio que fue arrojado en la tierra, persiguió la Mujer que
había dado a luz el Varón, es decir, la Iglesia. Como vemos, el santo Evangelista
narra personas y acontecimientos históricos con característica simbólica.
Entonces la Mujer-Iglesia huye al desierto volando con dos alas de águila,
símbolo de la protección divina. Y el Dragón-Diablo vomitó de su boca un río de
agua para ahogar la Mujer-Iglesia, que son todas las corrientes filosóficas,
anticristianas y heréticas que durante los tiempos inundan la sociedad e
intentan “ahogar” la Iglesia de la tierra.
Pero otra vez, el Diablo después de este fracaso suyo se enfada y se llenó de ira
“y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que
guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús Cristo”
(12,17). El diablo continúa la guerra contra el “esperma” de la Iglesia. Son los
fieles Cristianos que han quedado en los pueblos y en las ciudades. Son el
“remanente o la levadura” (Rom 11,5) de los que no se han rebajado para adorar,
reverenciar al Diablo, dentro en la sociedad y la soberanía mundana que se
llama civilización, socialismo o sociabilidad, libertad sin límites ni restricciones,
liberación de la ética y de los mandamientos de Dios, axiomas, honores y
alabanzas del mundo pecador.
Capítulo 13
De todos modos debemos apuntar que estas dos bestias serán personas
humanas verdaderas históricas, que operarán “por la energía del Satanás” (2Tes
2,9). La segunda bestia, el Pseudoprofeta, será una especie de precursor, que
estará hablando, predicando para el Anticristo y haciéndole publicidad.
La relación de las dos bestias en la historia es tan estrecha, que por un lado, el
Anticristo o los precursores parciales del Anticristo estarán operando
dinámicamente con poder y soberanía, y por otro lado, el Pseudoprofeta o sus
precursores estarán operando como una ideología o herejía, de todos modos con
dimensión espiritual.
La línea recta del misterio de la piedad es activada por Abel, Siz, Noé, Sim,
Abraham, la Zeotocos (Madre de Dios) y llega hasta Jesús Cristo, que crea Su
Iglesia sobre la tierra. La línea recta del misterio de la iniquidad es activada por
Caín, Judas, Arriano, Occidente Cristiana, como percepción de cristianismo
secularizado, mundanizado, del Pseudoprofeta y finalmente del Anticristo como
persona.
A pesar de esto el Señor nos ha dado muchos signos o señales sobre Su segunda
venida. Es característico el ejemplo de Noé, donde la construcción del Arca no
podía sobrepasar algunos límites lógicos, -como los 120 años de su
construcción- tiempo suficiente para la posible metania de aquella generación,
mientras que el tiempo (o la fecha) del cataclismo permanecía desconocido. Así
también entonces, en los ésjatos tiempos, dice el Señor, cerca en este tiempo
habrán estas señales o signos y estas serán muchas, y vendrá el Cristo y antes de
Él el Anticristo.
Capítulos 14-16
Capítulos 17-18
Un ángel dice a San Juan: “Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran
ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los
reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de
su fornicación (17, 1-2). Y me llevó en espíritu al desierto; y vi a una mujer
sentada sobre la bestia escarlata, que antes os conté, llena de nombres de
blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos”.
En este mundo que se está derrumbando, se oye otra vez la voz del Cielo: “Salid
de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis
parte de sus plagas” (18,4). Se trata de la relación de los fieles con los infieles. El
Dios pide un éxodo (salida) de su pueblo, a veces trópica (manera o forma de
vivir) y a veces local, territorial.
Capítulo 19
Después de las tres septenarias de plagas o heridas y las sucesivas imágenes del
Apocalipsis, el santo Evangelista ve el cielo abierto, no para que sean
apocaliptadas-reveladas los misterios del futuro, sino para que aparezca y se
manifieste el Juez Cristo, el Juez de toda la Creación, visible e invisible.
Sale del cielo el caballo blanco y el sentado sobre este tenía el nombre: «ὁ Λόγορ
ηοῦ Θεοῦ el Logos de Dios» (19, 11-13). Es el Juez Cristo que está acompañado
de potencias celestes angelicales.
¿Cómo debemos entender esta batalla que estarán todas las naciones y será
capitaneada por el Anticristo y el Pseudoprofeta, contra al jinete Cristo-Juez?
Quizás esto será como nos lo describe proféticamente Ezequiel. Refiriéndose a
Gog (y el Apocalipsis inmediatamente un poquito más abajo (20,8) nos habla, y
se trata del mismo tema) escribe:
“Esto dice el Señor Dios a Gog… en aquel tiempo, cuando venga Gog contra la
tierra de Israel, (es decir, contra la Iglesia y los santos), dice el Señor Dios,
subirá mi ira y mi enojo. Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira:
Que en aquel tiempo habrá gran temblor…; que los peces del mar, las aves del
cielo, las bestias del campo y toda serpiente que se arrastra sobre la tierra, y
todos los hombres que están sobre la faz de la tierra, temblarán ante mi
presencia; y se desmoronarán los montes, y los vallados caerán, y todo muro
caerá a tierra. Y en todos mis montes llamaré contra él la espada, dice el Señor
Dios; la espada de cada cual será contra su hermano y yo litigaré contra él con
pestilencia y con sangre, y yo le condenaré a la muerte; y haré llover sobre él,
sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia,
y piedras de granizo, fuego y azufre” (38, 17-22). Aquí se cree que se trata de una
guerra y destrucción mundial, a causa de la apostasía y la actitud enemiga
contra la Iglesia.
Sobre la matanza entre hermanos que señala Ezequiel, podría realizarse entre
Potencias antiteas (contrarias a Dios), como entre el ateo comunismo de oriente
y el ateo materialismo de occidente y el ateo Sionismo de los judíos. Además un
choque de este tipo hoy en día es muy posible y se espera.
Capítulo 20
Siempre sin haber cronológica sucesión histórica en los acontecimientos, pero
las cosas descritas en una y la misma imagen, el santo Evangelista, ve un Ángel
que ata con cadena gorda al Dragón, al Diablo y le arroja al abismo por mil años.
El atado del Satanás que hizo el Cristo con Su primera Presencia, manifiesta que
permanece desactivado con su fuerza y poder mutilados, con el bloqueo de su
atrevimiento y audacia, y naturalmente sólo para los que en conciencia son
Cristianos bautizados.
Los mil años es un número redondo que manifiesta el tiempo entre las dos
Presencias de Cristo en el mundo, o el tiempo del Evangelio, y no son mil años
después de la presencia del Anticristo como enseñan los milenaristas antiguos y
nuevos (testigos de Jehová).
Todo esto se resume en el logos del ángel: “La bestia que has visto, era, y no es; y
está para subir del abismo y va a perdición…” (17,8).
“Era” significa el tiempo antes de Cristo que actuaba el Diablo con la idolatría.
“No es o no existe”, es el tiempo del Evangelio, el tiempo de las dos Presencias
de Cristo o el tiempo de mil años. “Está para subir del abismo”, -no se trata de
que suba del abismo-, es el desatado del Diablo y es el tiempo del Anticristo, es
decir, los tres años. “Y va a la perdición”, significa que el Diablo finalmente va a
la perdición, ya al eterno y definitivo Infierno.
Después de todas estas cosas, que marcan el final de la historia, san Juan ve al
cielo “un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual
huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos” (20,11).
A continuación, con simples líneas pero muy fuertes, san Juan describe la
resurrección de los muertos, pequeños y grandes, tanto en edad como en
axiomas, y que han muerto de cualquier manera, natural o violentamente,
dando cuentas ante el Cristo-Juez, a base de los libros abiertos de sus praxis o
actos, que están en la memoria de Dios.
Mientras estas cosas estarán ocurriendo, en tiempo casi cero, el cielo y la tierra,
es decir, el universo creado entero, estarán pasando de la corrupción a la
incorrupción y de su forma antigua en forma nueva.
Capítulos 21-22
A continuación san Juan ve bajar del cielo dentro en el nuevo mundo creado la
ciudad Jerusalén, no la histórica y vieja, sino la nueva, la glorificada ya por la
Realeza increada de Dios. Está iconizada como ciudad, porque entre los
hombres y los ángeles habitará el Santo Dios Trinitario.
Y se escuchó una gran voz del cielo que decía: “He aquí la tienda de cabaña de
Dios con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios
mismo estará con ellos como su Dios” (21,3). En esta ciudad nueva, es decir, en
la Realeza increada de Dios, no habrá ya lágrimas, luto, llanto, dolor y muerte,
porque el primer plano, el estado caído del hombre, definitivamente habrá
pasado.
Y el sentado sobre el trono Jesús Cristo, dijo: “He aquí, yo hago nuevas todas las
cosas” (21,5).
Parte de la Realeza increada de Dios tendrán los vencedores del mundo y de los
pazos. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los
fornicarios y hechiceros, magos, los idólatras y los mentirosos y todos que han
vivido una vida falsa y vanidosa, tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, es decir, el Infierno eterno, la muerte segunda que es la peor, con la
separación eterna de las existencias de Dios.
La ciudad es cuadrada, que en cada lado hay tres pilares. Las cuatro triadas de
pilares son la imagen de la disposición de las cuatro tríadas de razas del
campamento en el desierto del antiguo Israel, con centro el Arca del Testamento,
símbolo de residencia de Dios entre Su pueblo. Los cuatro lados son símbolos de
los cuatro Evangelios que atrincheran la nueva ciudad-Iglesia, y determinan su
contenido. La disposición en cuarteto de los pilares, expresa aún la señal de la
Cruz.
Los cuatro lados de la ciudad ven hacia los cuatro puntos cardinales, hacia los
cuales dirigen la misión sagrada, tanto con el kerigma de la Cruz, o sea del
Misterio de la Encarnación, como también del Misterio de la Santa Trinidad que
es representada por los pilares en tres.
En el medio de la plaza y a uno y otro lado del río, está el árbol de la vida, que
produce frutos eternos, que es el Cristo. El antiguo tipo histórico fue el árbol de
la vida en medio del antiguo Paraíso, mientras que al siglo presente es el
Misterio de la Divina Efjaristía. Los frutos del árbol es la teognosía
(conocimiento increado de Dios) con toda su bienaventuranza y felicidad
paradisíaca.
Allí está también el trono de Dios y del Cordero, donde los fieles “contemplarán
el rostro de él” (22,4), que es la eterna contemplación del rostro de Dios. Los
habitantes de la ciudad llevan en sus frentes el nombre de Dios, que significa la
eterna propiedad de Dios sobre los hombres, es decir, llevan la eterna doxa
(gloria, luz increada) y el brillo sobre sus rostros, la eterna zéosis, deificación o
glorificación y bienaventuranza, felicidad.
La jaris (gracia, energía increada) de nuestro Señor Jesús Cristo sea con todos
vosotros. Amén.
Ἡ σάπιρ ηοῦ Κςπίος Ἰηζοῦ Χπιζηοῦ μεηά πάνηυν ηῶν ἁγίυν· Ἀμήν». Ἄνοιξη
1984.