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Bosquejos BIBLIA
Bosquejos BIBLIA
Los cristianos que desean tener una dinámica relación con Dios y que se interesan por crecer
espiritualmente reconocen que dedicar tiempo a leer y asimilar la Palabra de Dios es de vital importancia.
En las páginas de la Biblia nos instruimos sobre Dios y Su amor por la humanidad, sobre Jesús y Su
mensaje, sobre cómo vivir en armonía con Dios y el prójimo.
Dios es el Creador y desea interactuar con Su creación. Para posibilitar esa interacción se nos reveló a Sí
mismo por medio de la Biblia. En ella nos habla del amor que alberga por nosotros y de lo que ha hecho
para propiciar que nosotros, siendo seres imperfectos y finitos, mantengamos una relación con Él. Cuanto
más permanecemos en Su Palabra y dejamos que ella more en nosotros, más nos enseña a llevar una vida
que armonice con Él, concuerde con Su voluntad y sea un reflejo de Él y de Su amor, sobre todo en
nuestras interacciones con los demás.
Dedicar tiempo cada jornada a leer la Biblia nos da la oportunidad de conectarnos con Dios a diario. Nos
abre espiritualmente para que Él pueda hablarnos a través de lo que leemos y así instruirnos, orientarnos y
ayudarnos a sortear los problemas y dificultades de la vida. La lectura periódica de la revelación divina
nos recuerda el código moral por el que debemos regir nuestra vida y nos proporciona orientación cuando
nos vemos ante una disyuntiva. Se trata de un elemento clave para quienes anhelan ser como Jesús, pues
la Biblia nos transmite Sus enseñanzas, nos muestra Su ejemplo de amor y nos introduce a una relación
con el Padre, hecha posible gracias al sacrificio de Hijo. Al permanecer en Su Palabra tomamos cada vez
mayor conciencia del valor que Él otorga a cada individuo y al amor y compasión que tiene por cada ser
humano. A medida que comenzamos a asimilar la verdad contenida en esas páginas, a medida que
meditamos y oramos acerca de esas verdades, a medida que las aplicamos en la vida cotidiana,
gradualmente vamos anclando nuestra vida interior así como la exterior al cimiento de la semejanza a
Cristo y a los atributos y verdad divinos.
Todos los días nos vemos desbordados por una andanada de información derivada de una amplia gama de
fuentes que de una manera u otra nos influyen. Dedicar tiempo diariamente a leer lo que Dios ha dicho
nos ofrece un medio de sortear el torbellino de información que enfrentamos. Agudiza nuestra capacidad
espiritual de discernir la verdad de la mentira. Facilita que nuestro corazón permanezca centrado en
aquellas cosas que resultan importantes para vivir con plenitud, paz interior y en consonancia con Dios y
Su voluntad. Nos ayuda a sobrevivir a todo lo que la vida nos depara y a superarlo. Como dijo Jesús: «A
cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente
que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra
aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca».[1] Permanecer en la Palabra de
Dios nos pone permanentemente en contacto con Su Espíritu. Las palabras que Yo os he hablado son
espíritu y son vida.[2] En parte, mantener ese contacto con el Señor y tener la prometida paz provienen de
dedicar tiempo a la lectura de Su Palabra.
Hacerse el tiempo para leer a diario no es tarea fácil. Requiere autodisciplina, tal como sucede con cada
una de las materias que tocamos en esta serie. Al igual que los ejercicios y entrenamiento que deben
realizar los atletas cotidianamente para mantenerse en forma y sobresalir en sus actuaciones, dedicar
tiempo regular a la lectura de las Escrituras nos vigoriza en espíritu y nos hace cristianos más fuertes, bien
cimentados en la verdad y el amor de Dios. La conexión con Dios, el saborear Su Palabra, nos ayuda a
guiarnos por el Espíritu en nuestras interacciones cotidianas con los demás, en la toma de decisiones y en
la capacidad de permanecer firmes ante la tentación.
No hay fórmula fija para saber cuánto necesitamos leer a diario ni qué porciones de la Biblia debemos
leer. La clave es reservar tiempo para hacerlo y perseverar en ello. Viene bien contar con una buena
traducción moderna. Las versiones de Reina-Valera 95 (RVR1995) o la Contemporánea (RVC), la Nueva
Versión Internacional (NVI) y Dios Habla Hoy (DHH) se consideran traducciones precisas en el idioma
castellano.
Conviene hacerse el propósito de leer cierta cantidad de capítulos al día. Fijarse un objetivo realista nos
motiva a persistir en la lectura aun en los días más ajetreados. El libro Spiritual Disciplines for the
Christian Life (Disciplinas espirituales para la vida cristiana) pone de relieve que leer 15 minutos al día
permite que una persona repase la Biblia entera en un año. Lo mismo se logra leyendo tres capítulos al día
y cinco los domingos. También señala que, dado que la Biblia contiene 66 libros, por un tema de variedad
conviene considerar la idea de empezar a leer en tres lugares: Génesis, Job y Mateo. Así se divide la
Biblia en tres partes de similar extensión, de modo tal que leyendo el mismo número de capítulos de cada
sección todos los días, se acabará leyendo las tres secciones —y por ende la Biblia entera— más o menos
al mismo tiempo.
Dar con un plan de lectura de la Biblia y cumplirlo puede ayudarte a persistir en la tarea y seguir adelante
cuando te encuentres con las porciones más difíciles de las Escrituras. Existen diversas aplicaciones para
dispositivos electrónicos que pueden ayudarte a configurar tu plan de lectura, entre ellas algunas que
ofrecen el programa de lectura y el texto. Algunas personas prefieren leer de las páginas de su Biblia en
formato impreso. Independientemente de que se lea en una Biblia o en el ordenador o se emplee una
aplicación móvil, lo importante es hacerlo.
http://www.1mobile.com/santa-biblia-rvr1960-v2.0-445730.html
http://e-sword.softonic.com/
https://itunes.apple.com/us/app/bible-gateway/id506512797?ls=1&mt=8
Lo ideal es leer en un ambiente libre de distracciones, tal vez por la mañana en un lugar tranquilo, antes
que comience la jornada, o tarde por la noche cuando merma la actividad cotidiana. El silencio y la
inacción a tu alrededor facilita la meditación en lo que estás leyendo. Si no es posible hacerlo por la
mañana temprano, procura encontrar algún otro momento del día que sea factible. Y si no puedes sacar
ningún otro momento para recogerte tranquilamente, lee sobre la marcha, en cualquier rato que se te
presente; o escucha la lectura en formato de audio mientras te desplazas. Si bien es una lucha mantener el
compromiso de leer/estudiar la Biblia, hacerlo tendrá un efecto palpable en tu vida.
Además de leer la Palabra de Dios, puede resultar beneficioso saber lo que se dice de ella. Esto entraña
leer, escuchar o ver sermones, charlas, debates y artículos en internet relativos a la Palabra y los
principios divinos. Áncora y el Rincón de los Directores pueden ayudarte en este sentido. Existen además
otros portales muy buenos en los que hombres y mujeres de fe imparten y enseñan la Palabra de Dios.
En mi caso he dado con algunos maestros que me gusta oír, cuyo estilo y lo que dicen tienen más acogida
en mí que otros. Sin embargo, a otras personas que conozco les gusta escuchar a oradores que a mí no me
atraen. Somos todos diferentes. El punto es que puede resultar útil ver o escuchar a quienes comunican la
Palabra de Dios de manera que nos hable al corazón y afirme nuestra conexión y relación con el Señor.
En muchos casos resulta más fácil oír a alguien hablar sobre los preceptos y enseñanzas de la Palabra de
Dios que tomar tiempo para leer la Palabra uno mismo y pensar y meditar luego en lo que se ha leído. Si
bien es espiritualmente provechoso y nutritivo oír sermones y leer artículos sobre la Palabra, estos no
deberían desplazar los momentos que dedicas a leer la Biblia para beneficiarte de lo que el Señor te dice
personalmente por medio de Su Palabra.
Meditar en la Palabra
Al leer la Biblia o escuchar a alguien hablar de ella, es importante preguntarse qué le quiere decir Dios a
uno a través de lo que lee u oye. Tómate un tiempo para meditar en lo que lees. Si un pasaje te llama la
atención, vuelve a leerlo. Pondéralo; pregúntate por qué te llamo la atención y qué se propone el Señor
decirte por medio de él. Si un pasaje de un sermón que oíste te habló al corazón, vuelve a escucharlo y
piensa y ora al respecto. Recuerda que la finalidad de leer o escuchar no es repasar los conceptos lo más
rápido posible o incorporar todo lo que se pueda en el tiempo de que se dispone, sino más bien asimilarlo,
dejar que te hable, interiorizarlo. Es un momento para dar lugar a que el Señor se comunique contigo a
través de Su Palabra.
Parte de meditar en la Palabra de Dios consiste en prestar atención a lo que lees o escuchas y cavilar más
profundamente al respecto. Vivimos muy ajetreadamente y muchas veces pensamos que debemos correr
de una cosa a la otra. En ese escenario resulta difícil tomarse tiempo para pensar en serio acerca de lo que
leemos y cómo aplicarlo. De todos modos es importante hacerlo si queremos que nos surta efecto.
Cientos de años antes, Dios habló a Josué sobre la importancia de meditar continuamente en Su Palabra.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás
prosperar tu camino y todo te saldrá bien.[4]
George Mueller —un incansable guerrero de la oración— escribió acerca de meditar en la Palabra de
Dios:
¿Qué es el alimento para el hombre interior? La Palabra de Dios —y una vez más—, no la
simple lectura de la misma, que apenas pasa por la mente como agua por un tubo, sino
considerar lo que leemos, meditar en ello y aplicarlo a nuestro corazón.[5]
El árbol de nuestra vida espiritual crece mejor por medio de la meditación, pues esta nos a
ayuda a asimilar el agua de la Palabra de Dios. Limitarse a escuchar o leer la Biblia, por
ejemplo, puede resultar como un chaparrón sobre terreno duro. Independientemente de la
cantidad o intensidad de la lluvia, la mayor parte se escurre y una escasa cantidad penetra en él.
La meditación abre la tierra del alma permitiendo que el agua de la Palabra de Dios la
impregne profundamente. El resultado es una fertilidad y prosperidad espirituales
extraordinarias.[6]
Leer y escuchar la Palabra de Dios, y meditar en ella, nos acarrea Sus bendiciones. Como dice el Salmo
1: «Dichoso quien […] se complace en la ley del Señor, sobre la que reflexiona día y noche. Es como un
árbol plantado junto al arroyo: da fruto a su tiempo y no se secan sus hojas; consigue todo cuanto
emprende.[7]
Leer la Palabra de Dios y meditar en ella nos pone en comunicación personal con Dios. Al meditar en lo
que leemos damos ocasión a que Su Palabra nos hable al corazón, pues nos disponemos a escucharlo. Al
meditar en Su Palabra accedemos a Su presencia con ansias de aprender, de crecer, de transformarnos, de
estrechar nuestra relación con Él, de hacer Su voluntad. Él anhela hablarnos a cada uno directamente.
Pero si no prestamos atención o no meditamos en Él y en Su Palabra, si estamos tan ocupados leyendo lo
que dice que no le damos lugar a que nos hable personalmente sobre lo que leemos, nos estamos
perdiendo algo importante.
Muchos cristianos gustosamente prestan oído a los comentarios y enseñanzas de diversos oradores y
predicadores y se inspiran en un sermón predicado por un tercero. Sin embargo, son mucho menos
propensos a mantener una comunicación personal con el Altísimo, la que se da cuando nos aplicamos a
leer, estudiar y meditar en las Escrituras. Richard Foster aborda el asunto:
Por lo visto los seres humanos muestran una perpetua tendencia a que alguien se comunique con
Dios por ellos. La historia de la religión revela una rebatiña casi desesperada por tener un rey,
un mediador, un sacerdote o pastor, un intermediario. Así, no tenemos necesidad de acudir a
Dios nosotros mismos. Eso nos permite soslayar la obligación de cambiar, pues estar en la
presencia de Dios equivale a cambiar. Por eso meditar nos resulta tan intimidante. Nos llama
denodadamente a venir ante la presencia viviente de Dios. Nos dice que Dios nos habla en el
presente continuo y desea dirigirse a nosotros. […] Todos los que reconocen en Jesucristo al
Señor constituyen el sacerdocio universal de Dios y como tales pueden acceder al
Sanctasanctórum y conversar con el Dios vivo.[8]
Claro está que meditar en lo que uno ha leído u oído toma tiempo. Por eso, si ves que no cuentas con el
tiempo para detenerte y escuchar, tal vez convendría que consideraras leer un poco menos y así disponer
de más tiempo para meditar en lo que has leído. El autor Maurice Roberts escribió:
Lo que forja una fe cristiana robusta no es leer libros religiosos a la ligera o cumplir con
deberes religiosos apresurada y desaplicadamente. El fruto de un carácter santificado proviene
más bien de meditar sin prisas en las verdades del Evangelio y exponer nuestra mente a ellas.[9]
Si queremos que nuestra vida se rija por preceptos divinos, si deseamos emular a nuestro Salvador, si
queremos que la luz que brille a través de nosotros sea la de Dios y Su amor, es preciso que pasemos
tiempo con Él y leyendo Su Palabra. Disciplinarnos para dedicar tiempo a ese quehacer todos los días es
un elemento clave para lograr una mayor afinidad con Cristo. De todas las disciplinas espirituales, esta es
la más importante, pues la Palabra de Dios —la Biblia— es el medio por el que Él se revela a la
humanidad. Leer y meditar en ella, aplicarla a nuestro ser interior y a nuestras acciones externas es vital
para asemejarnos a Jesús. Absorber periódica y profundamente el agua de Su Palabra en nuestro corazón
nos va renovando y transformando poco a poco hasta alcanzar una mayor semejanza con Él. La gracia
para vivir en consonancia con Su voluntad la adquirimos aplicando y rumiando lo que leemos. Lámpara
es a nuestros pies Su Palabra y lumbrera a nuestro camino.[10]
Dedica tiempo a comulgar profundamente con Dios por medio de Su Palabra. Te transformará la vida.
Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama, Mi Palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y
vendremos a él y haremos morada con él».[12]
¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a Tu Palabra.[15]
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos proceden de la Santa Biblia, versión Reina-Valera
95 (RVR 95), © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. Todos los derechos
reservados.
[1] Mateo 7:24–25.
[2] Juan 6:63.
[3] Salmo 119:15,16.
[4] Josué 1:8.
[5] Steer, Roger, Spiritual Secrets of George Mueller (Wheaton: Harold Shaw, 1985), 62, citado en
Donald S. Whitney, Spiritual Disciplines for the Christian Life (Colorado Springs: Navpress, 1991), 76.
[6] Whitney, Spiritual Disciplines, 49–50.
[7] Salmo 1:1–3 (BLPH).
[11] Lucas 11:28.
[12] Juan 14:23.
[13] Juan 15:7.
[14] Salmo 138:2.
[15] Salmo 119:9 (NVI).
[16] Salmo 119:11 (DHH).
[17] Salmo 119:15–16.
[18] Juan 17:17.
y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, equipado para toda buena obra.
Son las mismas Escrituras las que nos dan el conocimiento necesario
para la salvación, son las Escrituras las que nos dan el material para
enseñar, reprender, corregir en justicia. Es la misma Biblia la que nos
revela como es Dios, como es el Señor Jesucristo. Si Dios por medio
de la Biblia se ha revelado en todo su carácter; debemos ser diligentes
en la lectura de esta. David Sills afirma para desarrollar la práctica de
la lectura diaria de la Palabra de Dios se requiere disciplina y
dedicación. Se puede ayudar considerablemente este esfuerzo
mediante un plan de lectura… el plan ahorrará el trabajo de pensar
“Qué debo leer hoy”[2]
Mucho se ha oído decir «el cristianismo no es una religión, es una
relación.» Una relación interpersonal es de dos o más personas nunca
es mono-direccional. Si la oración es nuestra forma de conversar con
Dios, entonces la lectura de la Biblia es la forma en que Dios nos habla
a nosotros. ¡Ojo! No estoy diciendo que en las páginas de la Biblia Dios
responda nuestras peticiones. Pero sí que nos hable a nosotros. Si
queremos escuchar a Dios debemos ser lectores de la Biblia, en el
caso de que no sepa leer existen dispositivos como los mp3 o incluso
aplicativos de celulares en los que uno puede escuchar la Biblia, pero
no es excusa para los que saben leer para hacer de lado la lectura.
Proverbios 27:17 dice «el hierro con hierro se afila, y un hombre aguza
a otro» si hemos leído los mismos pasajes sabremos pulirnos aún
mejor ya que podremos discutir los mismos pasajes.
«si aquí se va mal, se ira mal en todo lo demás. Y es por esto que hay tantos
cristianos que no hacen progreso alguno en su profesión. Son descuidados y
negligentes en sus oraciones privadas; apenas si leen la Biblia, y si la leen,
leen con muy poco animo; no tienen tiempo para examinarse el estado
espiritual de sus almas»[6]
y continua con respecto a disciplinas congregacionales
«Es fácil hacer uso de estos medios de manera fría y pusilánime…Esta es una
trampa en la que caen muchas personas que profesan ser Cristianas. Si
deseamos crecer, pues, debemos ponernos en guardia para no usar de estos
medios de una manera rutinaria y así contristar al Espiritu. Esforcemonos…
Es señal de mala salud cuando una persona no muestra apetencia por la
comida; y es una señal de decadencia espiritual cuando se pierde el apetito
por los medios de gracia»[7]
[1] Donald S. Whitney, Disciplinas espirituales para la vida
cristiana (Tyndale House Publishers, Inc., 2016), Pg 24.
[2]M. David Sills, Corazones, mentes y manos: Un manual para enseñar a
otros a enseñar, Spanish Language ed. edition (B&H Español, 2016), Pg
36.
[3] Robert J. Sheehan, Tu Palabra es verdad (Editorial Peregrino, 2009),
Pg 70.
[4] Sills, Corazones, mentes y manos, Pg 36.
[5] J. C. Ryle, El Secreto de la Vida Cristiana (Banner of Truth, 1977), Pg
69.
[6] Ibid., Pg 71.
[7] Ibid., Pg 72.