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Disciplinas espirituales: Lectura asimilativa de la Biblia

Los cristianos que desean tener una dinámica relación con Dios y que se interesan por crecer
espiritualmente reconocen que dedicar tiempo a leer y asimilar la Palabra de Dios es de vital importancia.
En las páginas de la Biblia nos instruimos sobre Dios y Su amor por la humanidad, sobre Jesús y Su
mensaje, sobre cómo vivir en armonía con Dios y el prójimo.

Dios es el Creador y desea interactuar con Su creación. Para posibilitar esa interacción se nos reveló a Sí
mismo por medio de la Biblia. En ella nos habla del amor que alberga por nosotros y de lo que ha hecho
para propiciar que nosotros, siendo seres imperfectos y finitos, mantengamos una relación con Él. Cuanto
más permanecemos en Su Palabra y dejamos que ella more en nosotros, más nos enseña a llevar una vida
que armonice con Él, concuerde con Su voluntad y sea un reflejo de Él y de Su amor, sobre todo en
nuestras interacciones con los demás.

Lectura de la Palabra de Dios

Dedicar tiempo cada jornada a leer la Biblia nos da la oportunidad de conectarnos con Dios a diario. Nos
abre espiritualmente para que Él pueda hablarnos a través de lo que leemos y así instruirnos, orientarnos y
ayudarnos a sortear los problemas y dificultades de la vida. La lectura periódica de la revelación divina
nos recuerda el código moral por el que debemos regir nuestra vida y nos proporciona orientación cuando
nos vemos ante una disyuntiva. Se trata de un elemento clave para quienes anhelan ser como Jesús, pues
la Biblia nos transmite Sus enseñanzas, nos muestra Su ejemplo de amor y nos introduce a una relación
con el Padre, hecha posible gracias al sacrificio de Hijo. Al permanecer en Su Palabra tomamos cada vez
mayor conciencia del valor que Él otorga a cada individuo y al amor y compasión que tiene por cada ser
humano. A medida que comenzamos a asimilar la verdad contenida en esas páginas, a medida que
meditamos y oramos acerca de esas verdades, a medida que las aplicamos en la vida cotidiana,
gradualmente vamos anclando nuestra vida interior así como la exterior al cimiento de la semejanza a
Cristo y a los atributos y verdad divinos.

Todos los días nos vemos desbordados por una andanada de información derivada de una amplia gama de
fuentes que de una manera u otra nos influyen. Dedicar tiempo diariamente a leer lo que Dios ha dicho
nos ofrece un medio de sortear el torbellino de información que enfrentamos. Agudiza nuestra capacidad
espiritual de discernir la verdad de la mentira. Facilita que nuestro corazón permanezca centrado en
aquellas cosas que resultan importantes para vivir con plenitud, paz interior y en consonancia con Dios y
Su voluntad. Nos ayuda a sobrevivir a todo lo que la vida nos depara y a superarlo. Como dijo Jesús: «A
cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente
que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra
aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca».[1] Permanecer en la Palabra de
Dios nos pone permanentemente en contacto con Su Espíritu. Las palabras que Yo os he hablado son
espíritu y son vida.[2] En parte, mantener ese contacto con el Señor y tener la prometida paz provienen de
dedicar tiempo a la lectura de Su Palabra.

Hacerse el tiempo para leer a diario no es tarea fácil. Requiere autodisciplina, tal como sucede con cada
una de las materias que tocamos en esta serie. Al igual que los ejercicios y entrenamiento que deben
realizar los atletas cotidianamente para mantenerse en forma y sobresalir en sus actuaciones, dedicar
tiempo regular a la lectura de las Escrituras nos vigoriza en espíritu y nos hace cristianos más fuertes, bien
cimentados en la verdad y el amor de Dios. La conexión con Dios, el saborear Su Palabra, nos ayuda a
guiarnos por el Espíritu en nuestras interacciones cotidianas con los demás, en la toma de decisiones y en
la capacidad de permanecer firmes ante la tentación.

No hay fórmula fija para saber cuánto necesitamos leer a diario ni qué porciones de la Biblia debemos
leer. La clave es reservar tiempo para hacerlo y perseverar en ello. Viene bien contar con una buena
traducción moderna. Las versiones de Reina-Valera 95 (RVR1995) o la Contemporánea (RVC), la Nueva
Versión Internacional (NVI) y Dios Habla Hoy (DHH) se consideran traducciones precisas en el idioma
castellano.
Conviene hacerse el propósito de leer cierta cantidad de capítulos al día. Fijarse un objetivo realista nos
motiva a persistir en la lectura aun en los días más ajetreados. El libro Spiritual Disciplines for the
Christian Life (Disciplinas espirituales para la vida cristiana) pone de relieve que leer 15 minutos al día
permite que una persona repase la Biblia entera en un año. Lo mismo se logra leyendo tres capítulos al día
y cinco los domingos. También señala que, dado que la Biblia contiene 66 libros, por un tema de variedad
conviene considerar la idea de empezar a leer en tres lugares: Génesis, Job y Mateo. Así se divide la
Biblia en tres partes de similar extensión, de modo tal que leyendo el mismo número de capítulos de cada
sección todos los días, se acabará leyendo las tres secciones —y por ende la Biblia entera— más o menos
al mismo tiempo.

Dar con un plan de lectura de la Biblia y cumplirlo puede ayudarte a persistir en la tarea y seguir adelante
cuando te encuentres con las porciones más difíciles de las Escrituras. Existen diversas aplicaciones para
dispositivos electrónicos que pueden ayudarte a configurar tu plan de lectura, entre ellas algunas que
ofrecen el programa de lectura y el texto. Algunas personas prefieren leer de las páginas de su Biblia en
formato impreso. Independientemente de que se lea en una Biblia o en el ordenador o se emplee una
aplicación móvil, lo importante es hacerlo.

Algunos portales y aplicaciones sobre la Biblia:

http://www.1mobile.com/santa-biblia-rvr1960-v2.0-445730.html

http://e-sword.softonic.com/

https://itunes.apple.com/us/app/bible-gateway/id506512797?ls=1&mt=8

Lo ideal es leer en un ambiente libre de distracciones, tal vez por la mañana en un lugar tranquilo, antes
que comience la jornada, o tarde por la noche cuando merma la actividad cotidiana. El silencio y la
inacción a tu alrededor facilita la meditación en lo que estás leyendo. Si no es posible hacerlo por la
mañana temprano, procura encontrar algún otro momento del día que sea factible. Y si no puedes sacar
ningún otro momento para recogerte tranquilamente, lee sobre la marcha, en cualquier rato que se te
presente; o escucha la lectura en formato de audio mientras te desplazas. Si bien es una lucha mantener el
compromiso de leer/estudiar la Biblia, hacerlo tendrá un efecto palpable en tu vida.

Escuchar la Palabra de Dios

Además de leer la Palabra de Dios, puede resultar beneficioso saber lo que se dice de ella. Esto entraña
leer, escuchar o ver sermones, charlas, debates y artículos en internet relativos a la Palabra y los
principios divinos. Áncora y el Rincón de los Directores pueden ayudarte en este sentido. Existen además
otros portales muy buenos en los que hombres y mujeres de fe imparten y enseñan la Palabra de Dios.

En mi caso he dado con algunos maestros que me gusta oír, cuyo estilo y lo que dicen tienen más acogida
en mí que otros. Sin embargo, a otras personas que conozco les gusta escuchar a oradores que a mí no me
atraen. Somos todos diferentes. El punto es que puede resultar útil ver o escuchar a quienes comunican la
Palabra de Dios de manera que nos hable al corazón y afirme nuestra conexión y relación con el Señor.

En muchos casos resulta más fácil oír a alguien hablar sobre los preceptos y enseñanzas de la Palabra de
Dios que tomar tiempo para leer la Palabra uno mismo y pensar y meditar luego en lo que se ha leído. Si
bien es espiritualmente provechoso y nutritivo oír sermones y leer artículos sobre la Palabra, estos no
deberían desplazar los momentos que dedicas a leer la Biblia para beneficiarte de lo que el Señor te dice
personalmente por medio de Su Palabra.

Meditar en la Palabra

Al leer la Biblia o escuchar a alguien hablar de ella, es importante preguntarse qué le quiere decir Dios a
uno a través de lo que lee u oye. Tómate un tiempo para meditar en lo que lees. Si un pasaje te llama la
atención, vuelve a leerlo. Pondéralo; pregúntate por qué te llamo la atención y qué se propone el Señor
decirte por medio de él. Si un pasaje de un sermón que oíste te habló al corazón, vuelve a escucharlo y
piensa y ora al respecto. Recuerda que la finalidad de leer o escuchar no es repasar los conceptos lo más
rápido posible o incorporar todo lo que se pueda en el tiempo de que se dispone, sino más bien asimilarlo,
dejar que te hable, interiorizarlo. Es un momento para dar lugar a que el Señor se comunique contigo a
través de Su Palabra.

Parte de meditar en la Palabra de Dios consiste en prestar atención a lo que lees o escuchas y cavilar más
profundamente al respecto. Vivimos muy ajetreadamente y muchas veces pensamos que debemos correr
de una cosa a la otra. En ese escenario resulta difícil tomarse tiempo para pensar en serio acerca de lo que
leemos y cómo aplicarlo. De todos modos es importante hacerlo si queremos que nos surta efecto.

En los salmos David habla de meditar en Dios y Su Palabra:

En Tus mandamientos meditaré; consideraré Tus caminos. Me regocijaré en Tus estatutos; no


me olvidaré de Tus palabras.[3]

Cientos de años antes, Dios habló a Josué sobre la importancia de meditar continuamente en Su Palabra.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás
prosperar tu camino y todo te saldrá bien.[4]

George Mueller —un incansable guerrero de la oración— escribió acerca de meditar en la Palabra de
Dios:

¿Qué es el alimento para el hombre interior? La Palabra de Dios —y una vez más—, no la
simple lectura de la misma, que apenas pasa por la mente como agua por un tubo, sino
considerar lo que leemos, meditar en ello y aplicarlo a nuestro corazón.[5]

Donald Whitney escribió:

El árbol de nuestra vida espiritual crece mejor por medio de la meditación, pues esta nos a
ayuda a asimilar el agua de la Palabra de Dios. Limitarse a escuchar o leer la Biblia, por
ejemplo, puede resultar como un chaparrón sobre terreno duro. Independientemente de la
cantidad o intensidad de la lluvia, la mayor parte se escurre y una escasa cantidad penetra en él.
La meditación abre la tierra del alma permitiendo que el agua de la Palabra de Dios la
impregne profundamente. El resultado es una fertilidad y prosperidad espirituales
extraordinarias.[6]

Leer y escuchar la Palabra de Dios, y meditar en ella, nos acarrea Sus bendiciones. Como dice el Salmo
1: «Dichoso quien […] se complace en la ley del Señor, sobre la que reflexiona día y noche. Es como un
árbol plantado junto al arroyo: da fruto a su tiempo y no se secan sus hojas; consigue todo cuanto
emprende.[7]

Leer la Palabra de Dios y meditar en ella nos pone en comunicación personal con Dios. Al meditar en lo
que leemos damos ocasión a que Su Palabra nos hable al corazón, pues nos disponemos a escucharlo. Al
meditar en Su Palabra accedemos a Su presencia con ansias de aprender, de crecer, de transformarnos, de
estrechar nuestra relación con Él, de hacer Su voluntad. Él anhela hablarnos a cada uno directamente.
Pero si no prestamos atención o no meditamos en Él y en Su Palabra, si estamos tan ocupados leyendo lo
que dice que no le damos lugar a que nos hable personalmente sobre lo que leemos, nos estamos
perdiendo algo importante.

Muchos cristianos gustosamente prestan oído a los comentarios y enseñanzas de diversos oradores y
predicadores y se inspiran en un sermón predicado por un tercero. Sin embargo, son mucho menos
propensos a mantener una comunicación personal con el Altísimo, la que se da cuando nos aplicamos a
leer, estudiar y meditar en las Escrituras. Richard Foster aborda el asunto:

Por lo visto los seres humanos muestran una perpetua tendencia a que alguien se comunique con
Dios por ellos. La historia de la religión revela una rebatiña casi desesperada por tener un rey,
un mediador, un sacerdote o pastor, un intermediario. Así, no tenemos necesidad de acudir a
Dios nosotros mismos. Eso nos permite soslayar la obligación de cambiar, pues estar en la
presencia de Dios equivale a cambiar. Por eso meditar nos resulta tan intimidante. Nos llama
denodadamente a venir ante la presencia viviente de Dios. Nos dice que Dios nos habla en el
presente continuo y desea dirigirse a nosotros. […] Todos los que reconocen en Jesucristo al
Señor constituyen el sacerdocio universal de Dios y como tales pueden acceder al
Sanctasanctórum y conversar con el Dios vivo.[8]

Claro está que meditar en lo que uno ha leído u oído toma tiempo. Por eso, si ves que no cuentas con el
tiempo para detenerte y escuchar, tal vez convendría que consideraras leer un poco menos y así disponer
de más tiempo para meditar en lo que has leído. El autor Maurice Roberts escribió:

Lo que forja una fe cristiana robusta no es leer libros religiosos a la ligera o cumplir con
deberes religiosos apresurada y desaplicadamente. El fruto de un carácter santificado proviene
más bien de meditar sin prisas en las verdades del Evangelio y exponer nuestra mente a ellas.[9]

Si queremos que nuestra vida se rija por preceptos divinos, si deseamos emular a nuestro Salvador, si
queremos que la luz que brille a través de nosotros sea la de Dios y Su amor, es preciso que pasemos
tiempo con Él y leyendo Su Palabra. Disciplinarnos para dedicar tiempo a ese quehacer todos los días es
un elemento clave para lograr una mayor afinidad con Cristo. De todas las disciplinas espirituales, esta es
la más importante, pues la Palabra de Dios —la Biblia— es el medio por el que Él se revela a la
humanidad. Leer y meditar en ella, aplicarla a nuestro ser interior y a nuestras acciones externas es vital
para asemejarnos a Jesús. Absorber periódica y profundamente el agua de Su Palabra en nuestro corazón
nos va renovando y transformando poco a poco hasta alcanzar una mayor semejanza con Él. La gracia
para vivir en consonancia con Su voluntad la adquirimos aplicando y rumiando lo que leemos. Lámpara
es a nuestros pies Su Palabra y lumbrera a nuestro camino.[10]

Dedica tiempo a comulgar profundamente con Dios por medio de Su Palabra. Te transformará la vida.

[Jesús] dijo: «¡Bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la obedecen!»[11]

Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama, Mi Palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y
vendremos a él y haremos morada con él».[12]

Si permanecéis en Mí y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os


será hecho.[13]

Has engrandecido Tu nombre y Tu Palabra sobre todas las cosas.[14]

¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a Tu Palabra.[15]

He guardado Tus palabras en mi corazón para no pecar contra Ti.[16]

En Tus mandamientos meditaré; consideraré Tus caminos. Me regocijaré en Tus estatutos; no


me olvidaré de Tus palabras.[17]

Santifícalos en Tu verdad: Tu palabra es verdad.[18]

Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos proceden de la Santa Biblia, versión Reina-Valera
95 (RVR 95), © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. Todos los derechos
reservados.
[1] Mateo 7:24–25.

[2] Juan 6:63.

[3] Salmo 119:15,16.

[4] Josué 1:8.

[5] Steer, Roger, Spiritual Secrets of George Mueller (Wheaton: Harold Shaw, 1985), 62, citado en
Donald S. Whitney, Spiritual Disciplines for the Christian Life (Colorado Springs: Navpress, 1991), 76.

[6] Whitney, Spiritual Disciplines, 49–50.

[7] Salmo 1:1–3 (BLPH).

[8] Foster, Richard J., Celebration of Discipline (New York: HarperOne, 1998), 24.

[9] Roberts, Maurice, “O the Depth!” The Banner of Truth, julio de 1990, 2, citado en Whitney, Spiritual


Disciplines, 55.

[10] Lámpara es a mis pies Tu Palabra y lumbrera a mi camino (Salmo 119:105).

[11] Lucas 11:28.

[12] Juan 14:23.

[13] Juan 15:7.

[14] Salmo 138:2.

[15] Salmo 119:9 (NVI).

[16] Salmo 119:11 (DHH).

[17] Salmo 119:15–16.

[18] Juan 17:17.

Traducción: Felipe Mathews y Gabriel García V.


Por Diego Kim
ENERO 10, 2017
EN TEOLOGIA Y BIBLIA, VIDA CRISTIANA
«Hazme entender el camino de tus preceptos,
y meditaré en tus maravillas.» Salmo 119:27 (LBLA)
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. »
Juan 6:68 (LBLA)
En América Latina, la lectura de la Biblia fue uno de los distintivos de la
comunidad evangélica en sus inicios. Con el transcurso del tiempo
surgió un problema y fue que muchos leían la Biblia como el eunuco
etíope de Hechos 8:26-38; sin entendimiento. Con un despertar de la
importancia de la doctrina en la iglesia hubo una reacción a este leer
sin entendimiento a sobre-enfatizar la doctrina al punto de enseñar
doctrinas de pasajes que no la enseñaban. Los Cristianos hemos sido
llamados «el pueblo del libro.» ¿Pero, cómo podemos llamarnos
pueblo del libro si no leemos la Biblia correctamente?
Una de las disciplinas espirituales expuestas por Donald Whitney en su
libro “Disciplinas Espirituales para la vida Cristiana es “La Asimilación
de la Biblia… para la Piedad” en inglés «Bible intake» que también se
puede entender como absorción de la Biblia. En este libro Whitney
dice:

Ninguna Disciplina Espiritual es más importante que alimentarse de la


Palabra de Dios. Nada puede reemplazarla. Simplemente no hay una vida
Cristiana sana sin la dieta de la leche y la carne de las Escrituras[1]
La misma Biblia en 2 Timoteo 3:15-17

y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, equipado para toda buena obra.
 Son las mismas Escrituras las que nos dan el conocimiento necesario
para la salvación, son las Escrituras las que nos dan el material para
enseñar, reprender, corregir en justicia. Es la misma Biblia la que nos
revela como es Dios, como es el Señor Jesucristo. Si Dios por medio
de la Biblia se ha revelado en todo su carácter; debemos ser diligentes
en la lectura de esta. David Sills afirma para desarrollar la práctica de
la lectura diaria de la Palabra de Dios se requiere disciplina y
dedicación. Se puede ayudar considerablemente este esfuerzo
mediante un plan de lectura… el plan ahorrará el trabajo de pensar
“Qué debo leer hoy”[2]
Mucho se ha oído decir «el cristianismo no es una religión, es una
relación.» Una relación interpersonal es de dos o más personas nunca
es mono-direccional. Si la oración es nuestra forma de conversar con
Dios, entonces la lectura de la Biblia es la forma en que Dios nos habla
a nosotros. ¡Ojo! No estoy diciendo que en las páginas de la Biblia Dios
responda nuestras peticiones. Pero sí que nos hable a nosotros. Si
queremos escuchar a Dios debemos ser lectores de la Biblia, en el
caso de que no sepa leer existen dispositivos como los mp3 o incluso
aplicativos de celulares en los que uno puede escuchar la Biblia, pero
no es excusa para los que saben leer para hacer de lado la lectura.

Leemos la Biblia porque es la fuente de autoridad para el Cristiano, es


el alimento espiritual. Una vez escuche a un hermano decir «¿Cuántas
veces al día se alimentan? Si el cuerpo físico necesita ser alimentado
diariamente para estar sano ¿Cuánto más el espíritu del cristiano
necesita ser alimentando con la palabra de Dios?» Como autoridad
nos instruye como debemos vivir la vida Cristiana, como alimento nos
fortalece en nuestra comunión con Dios. En cuestión de autoridad
muchos han dicho «La letra mata pero el espíritu vivifica» (citando un
pasaje bíblico fuera de contexto) o «Más Jesús menos Biblia.»  Robert
Sheehan responde a esto en su libro Tu Palabra es Verdad diciendo:

El grito de “Biblilatria” se levanta a menudo contra la visión tradicional de


la Escritura, y se insiste en que la autoridad religiosa no debe buscarse ni en
la iglesia ni en la Palabra escrita. ¿Dónde, pues, se ha de buscar? Para
algunos, la autoridad se halla en el propio Cristo, pero se encuentran con la
dificultad de aceptar la autoridad de Cristo y al mismo tiempo rechazar su
visión de la Escritura.[3]
Sin una autoridad estamos a la deriva de una ciudad sin
señalizaciones de transito ni semáforos. La Biblia rige la vida cristiana
y declara al inconverso que «Dios declara ahora a todos los hombres,
en todas partes, que se arrepientan, porque El ha establecido un día en
el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien
ha designado.» A la final todos nos adherimos a un autoridad de vida
¿Cuál será la suya?

 La biblia y la iglesia local


La Biblia y la iglesia local van conectadas. Cada domingo nos
reunimos para escuchar la lectura de la Biblia, y la predicación o
proclamación de la Biblia. Esto es saludable para el cristiano y es en
obediencia a «no dejando de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que
el día se acerca.» (Hebreos 10:25 LBLA). Pero la Iglesia local como
cuerpo unido es mucho más que solo la reunión dominical. La
adoración corporal es la manifestación de los miembros reunidos
adorando, sea por medio de la música o por medio del escuchar
atentamente la predicación (Sí escuchar el sermón también es una
acto de adoración). La iglesia local no es el edificio de reunión, aunque
el edificio no deja de ser importante, es más importante lo que sucede
dentro del edificio.
La iglesia son los Cristianos que se han reunido bajo un acuerdo/pacto
que se hacen los unos con los otros a vivir acorde a la Biblia. En
algunos casos la iglesia local tiene un pacto eclesial al que los
miembros se adhieren públicamente al volverse miembros. Parte de
este vivir bajo el pacto de la iglesia es practicar las disciplinas
espirituales y crecer en santidad de la cual la lectura de la Biblia es
fundamental.

En la predicación de la Biblia se ve en parte la unidad de la iglesia local


ya que los miembros escuchan el mismo sermón. Así el cuerpo local
se mueve hacia la misma dirección. Para ilustrar esto mencionare la
película The Mighty Ducks: Los Campeones 2. Una película de un
equipo de hockey en el que el equipo está desconectado y cada
jugador quiere tomar por su cuenta. El entrenador les pone un ejercicio
en el que pone al equipo a patinar sobre el hielo, a unos 13 jóvenes
amarrados y apretados los unos a los otros. Esto fue para enseñarles
el trabajo en equipo y para que se movieran unánimes. La iglesia local
es como estos jóvenes amarrados moviéndose unánimes hacia la
misma dirección. ¿Qué tiene que ver la lectura de la Biblia con moverse
unánimes? Aunque la predicación de la Biblia es el principal medio de
guiar a la congregación hacia la misma dirección, la responsabilidad
no es exclusiva del pastor predicador. Dios nos ordena en la Biblia
«Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran. Tened el
mismo sentir unos con otros; no seáis altivos en vuestro pensar, sino
condescendiendo con los humildes» (Rom 12:15-16). Tened el mismo
sentir unos con otros… una manera de hacer esto es por medio de la
misma lectura bíblica por toda la congregación o el mismo plan de
lectura. El que toda la congregación lea el mismo plan no es un
mandamiento de Dios, pero ayudará a que la congregación se mueva
hacia la misma dirección. Robert Murray M´Cheyne dice en su
Calendario de Lectura Bíblica:

El dulce vinculo del amor cristiano y la unidad será fortalecida. Oraremos


las mismas promesas, lloraremos por las mismas confesiones, glorificaremos
a Dios en los mismos cánticos, y seremos nutridos por las mismas palabras
de vida eterna.
 No creo que el pastor M´Cheyne creyera que todos los miembros de
su iglesia hubieran cometido el mismo pecado para que diga
lloraremos por las mismas confesiones; o que tengamos vidas
idénticas como en una película donde todos son controlados y
programados. Al leer los mismos pasajes, la adoración congregacional
será más unida, habrá confesiones de los mismos pecados de raíz,
aunque tengan manifestaciones diferentes. Los más maduros podrán
discipular a los más jóvenes con preguntas como «¿Qué entendiste
con la lectura de hoy? ¿Cómo puedes aplicarlo en tu lugar de trabajo?»
Incluso si un hermano de la misma iglesia visita a otro en el devocional
familiar y participa no se desviará de su lectura, ni de su devocional.
No todos estamos en el mismo nivel en nuestro caminar cristiano y la
gracia en nosotros nos debe enseñar a ser pacientes a vivir «con toda
humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros
en amor,» a edificarnos unos a otros por medio de la Escritura que es
nuestra autoridad. Recordando que la Biblia es nuestra autoridad, es
por medio de esta que también discipulamos, aconsejamos, oramos,
edificamos, y nos exhortamos los unos a los otros. Es por medio de
Ella que caminamos con cristianos recién conversos, y modelamos a
los más jóvenes lo que es caminar con Cristo e imitar a Cristo. Si la
iglesia unánime lee los mismos pasajes como disciplina espiritual
congregacional toda la iglesia estaremos en la misma página de la
Biblia sabiendo que pasajes leímos, cuales oramos, y con cuales
hemos exhortado.

Proverbios 27:17 dice «el hierro con hierro se afila, y un hombre aguza
a otro» si hemos leído los mismos pasajes sabremos pulirnos aún
mejor ya que podremos discutir los mismos pasajes.

La lectura bíblica unida no es una forma de asimilar a la gente a ser


idéntica, sino una disciplina espiritual para que todos camínenos en la
misma dirección como congregación. Cada uno de nosotros tenemos
vidas laborales, académicas, incluso interpersonales diferentes, este
ejercicio (disciplina) espiritual nos llevará a vivir la iglesia en un mismo
sentir como una añadidura a la adoración del sermón dominical.

La lectura de la Biblia es una disciplina espiritual como se mencionó


anteriormente. Pablo asemejo la vida piadosa al ejercicio físico en 1
Timoteo 4:7-8 «Disciplínate a ti mismo para la piedad porque el
ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para
todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la
futura.» Debemos notar que Pablo no desecho el ejercicio físico. Más
bien Pablo asemeja el ejercicio físico de los atletas olímpicos de
Grecia, la determinación el esfuerzo, con el ejercicio espiritual de los
Cristianos que buscamos la piedad. El valor de «el ejercicio físico
aprovecha poco» es un valor espiritual. Si hoy viéramos atletas como
Cristiano Ronaldo, Messi, James Rodríguez, Michael Phelps, Mariana
Pajon etc. No podemos decir que no se hayan disciplinado en sus
respectivas áreas deportivas y que son dignos de ser celebrados. Pero
la disciplina para la piedad que es de un valor mayor «tiene promesa
para la vida presente y también para la futura.» debe tener su lugar en
la vida cristiana. Los planes de lectura Bíblica pueden ser tediosas y
secas a primera instancia sin un “flujo natural.” David Sills responde:

El desarrollo del hábito de pasar tiempo en la lectura de la Palabra de Dios


sobrepasa cualquier peligro de que se convierta en una tarea frívola… John
Bunyan, escribió al comienzo de su Biblia: “Este libro te alejará del pecado o
el pecado te alejará de este libro.[4]
 Por muy tediosa tarea que parezca, el desarrollo de hábitos de gracia
como los llama Jerry Bridges, al principio requerirán de esfuerzo. Pero
al igual que un futbolista no nació iniciado en su deporte y comenzó
pateando un balón, siguió a jugar en los recreos del colegio, aprendió a
manejar el balón en educación física, entró a intercolegiales, entro a
clubes extracurriculares y así sucesivamente hasta llegar a ser un
atleta. De la misma manera la lectura de la Biblia al principio podrá ser
tediosa, pero con el tiempo ese letargo a la lectura se irá cayendo
como el cambio de escamas en algunos animales. Como lo que el
apóstol Pablo dijo «estamos siendo transformados en la misma
imagen de gloria en gloria».
Es importante reconocer que vivimos en un mundo de muchos afanes
y muchas agitaciones diarias; sean laborales, familiares, o
simplemente proyectos personales que agobian y saturan nuestras
agendas. Por eso mismo se le ha llamado disciplina. Reconociendo
que vivimos en un mundo de muchos afanes debemos saber contar
nuestros días, debemos ser sabios en el manejo del tiempo. Maneras
practicas pueden ser durante leer, orar, adorar durante el altar familiar.
Otra manera de hacer buen uso del tiempo es leer en las mañanas y
meditar y orar la lectura en el camino al trabajo. J.C. Ryle afirmo
ciertamente «No es que el creyente descuide sus obligaciones en el mundo;
antes por el contrario las desempeña fielmente, con diligencia consciencia.
Pero las cosas que ama más son las cosas espirituales.»[5]
Algunos aspectos positivos de leer congregacionalmente son:
1) cuando leo el mismo pasaje que otro hermano de la misma iglesia
local; y el Señor me recuerda a un hermano por la lectura puedo decirle
al hermano sea por una llamada rápida o un mensaje de texto diciendo
«hermano la lectura de hoy me recordó a usted quiero animarlo a
meditar en el pasaje en sus dificultades» o frases similares
dependiendo del contexto.

2) Orar un Salmo como lo pone el pastor escoces Robert Murray M


´Cheyne del siglo 19, concerniendo orar el Salmo 1 con palabras
similares a «Oh Señor, dame la bienaventuranza del hombre del
salmo,» «no permitas que me detenga en el consejo de los impíos.»
Otras oraciones similares como «Señor hazme como el árbol plantado
junto a corrientes de agua. Ayúdame a beber de las aguas de la
corriente para dar el fruto que deseas». Al final dejare una lista de
títulos sobre este tema.

Hermanos la lectura de la Biblia es importante ya que en ella Dios se


manifiesta a nosotros. La lectura de la Biblia sin oración es una simple
lectura académica, o posiblemente incluso de entretenimiento. La
oración sin lectura es una oración desinformada de a quien se ora y
por ende es misticismo o una superstición. Debemos leer la Biblia para
conocer a Dios y orar a Dios por quien Él es, y por como se revelo a
nosotros. No por una creencia popular de un dios a nivel nacional.

Advertencias de J.C. Ryle

J.C. Ryle advirtió con respecto a la falta de usos de medios de gracia


diciendo

«si aquí se va mal, se ira mal en todo lo demás. Y es por esto que hay tantos
cristianos que no hacen progreso alguno en su profesión. Son descuidados y
negligentes en sus oraciones privadas; apenas si leen la Biblia, y si la leen,
leen con muy poco animo; no tienen tiempo para examinarse el estado
espiritual de sus almas»[6]
y continua con respecto a disciplinas congregacionales

«Es fácil hacer uso de estos medios de manera fría y pusilánime…Esta es una
trampa en la que caen muchas personas que profesan ser Cristianas. Si
deseamos crecer, pues, debemos ponernos en guardia para no usar de estos
medios de una manera rutinaria y así contristar al Espiritu. Esforcemonos…
Es señal de mala salud cuando una persona no muestra apetencia por la
comida; y es una señal de decadencia espiritual cuando se pierde el apetito
por los medios de gracia»[7]
[1] Donald S. Whitney, Disciplinas espirituales para la vida
cristiana (Tyndale House Publishers, Inc., 2016), Pg 24.
[2]M. David Sills, Corazones, mentes y manos: Un manual para enseñar a
otros a enseñar, Spanish Language ed. edition (B&H Español, 2016), Pg
36.
[3] Robert J. Sheehan, Tu Palabra es verdad (Editorial Peregrino, 2009),
Pg 70.
[4] Sills, Corazones, mentes y manos, Pg 36.
[5] J. C. Ryle, El Secreto de la Vida Cristiana (Banner of Truth, 1977), Pg
69.
[6] Ibid., Pg 71.
[7] Ibid., Pg 72.

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