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Os llamo con amor maternal a que examinéis en vuestro interior cuánto de verdad
hay en lo que profesáis para que podáis tener una concepción profunda de lo que es
la fe, mirad vuestro interior e interrogad a vuestro corazón si verdaderamente cree
y está convencido de que el infierno existe; os hago este cuestionamiento como
madre de la humanidad, porque si lo creyerais de verdad, no sería posible que
tengáis una relación amable con el pecado, aquel que os vuelve duros de corazón y
se resiste a acoger dócilmente las gracias que el cielo os brinda para vuestra
santificación, y así se cumplan los designios divinos en vuestras vidas.
Cuando una persona cree firme y verdaderamente que el infierno existe queda
transformada; le tendríais pánico al pecado, y a cualquier lazo que os encadene al
mal.
Mientras tengáis carne seréis siempre propensos a pecar, pero miraríais como el
gran regalo de amor al sacramento de la reconciliación que os levanta de vuestras
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caídas para limpiar vuestras almas de toda rebeldía a los preceptos divinos y os
servirías a diario del pan bajado del cielo que os fortalece en las pruebas de la vida,
para darle la lucha y no caer fácilmente en las ocasiones de pecado.
Pensad hijitos míos que en vuestro paso por el mundo os estáis jugando vuestro
destino eterno; pensad que es en vuestro libre albedrío que Dios Padre os da la
posibilidad de hacer la elección del lugar en donde moraréis eternamente, pensad
que la vida en la carne es tan sólo un instante en la eternidad y que hoy, ahora os
debéis jugar el todo por el todo.
Vosotros tenéis un compromiso con Dios Padre en vuestro corazón, os creó a cada
uno de la nada; a su imagen y semejanza y sopló el aliento de vida en vosotros
cuando estabais en el vientre de vuestras madres, os creó a cada uno con amor para
que en vuestra libertad aprendáis a amarlo, aprendáis a conocerlo, a reconocerlo;
para que aprendáis a obedecerlo y en la tierra deis pasos de santidad que os
conducirán en el cielo a la gloria eterna; más si vosotros comprometéis esa realidad
en vuestras vidas y aceptáis que no habéis salido de las piedras, que no habéis
salido de una explosión atómica, sino que habéis sido creados por Dios Padre; que
él os hizo con sus propias manos, entonces ya os volvéis hijos de Dios, porque
aceptáis a vuestro Padre Celestial que os creó, y os volvéis pequeños porque tenéis
la capacidad de reconocer que sois una obra de Dios; más no vuestra propia obra.
Los tres enemigos del hombre son la carne, el mundo y el demonio. La carne es
aquella humanidad caída, la humanidad pecaminosa del hombre, aquello en la
carne que os inclina al pecado; más es por eso que Dios Padre os pide la obediencia,
para que podáis sujetar las tendencias malas con las que cargáis y así podáis
obedecerlo, que es una de las razones por las cuales fuisteis creados.
Pequeños míos, hay mucho por hacer, hay mucho que entregar, hay mucho por qué
orar, hay mucho por ayunar.
Descubrid vuestras vidas a la Luz del amor de Dios, donde no hay oscuridad ni
dobleces; todo está en vuestras manos hijitos, dura es la batalla que debéis lidiar
con las huestes del mal pero; no olvidéis que estáis luchando por alcanzar la corona
de la vida eterna, como dignos herederos del trono del Altísimo.
Mayo. 2019