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LA BATALLA DEL RIO DE LA PLATA


Por W. F. RASENACK
(Oficial del Acorazado Admiral Graf Spee)

Día a día ha recogido el autor de este


diario de a bordo los acontecimientos vivi-
dos en el Acorazado Admiral Graf Spee
desde la salida de Wilhelmshaven hasta el
hundimiento en las aguas del Río de la
Plata. No es ésta una obra literaria elaborada
para aprovechar el aspecto sensacionalista
del tema; por el contrario, relata este marino
todas las alternativas del ir y venir errante
de este barco cuya consigna era destruir la
mayor cantidad posible de mercantes y per-
turbar las líneas marítimas de aprovisiona-
miento de Inglaterra. Sabía el Comandante
cual habría de ser el destino final de su
barco; de su habilidad y de la de sus oficia-
les dependía que fueran dilatando el mo-
mento crítico y aún procurar, con audacia,
regresar a su base. La crisis se planteó en la
desembocadura del Río de la Plata y luego
de la batalla en que intervinieron el Acora-
zado Admiral Graf Spee, por un lado y los
ligeros Exeter, Ajax y Achilles por el otro,
la suerte del barco alemán estuvo echada.
La versión del Capitán de Corbeta Frie-
drich Wilhelm Rasenack está complemen-
tada por testimonios gráficos de escenas to-
madas desde a bordo y planos y croquis que
valorizan aún más su libro,
LA BATALLA DEL RIO DE LA PLATA
FRIEDRICH WILHELM RASENACK

CAPITAN DE CORBETA (S. R.)

LA BATALLA DEL RIO DE LA PLATA


LUCHA, EXITOS Y HUNDIMIENTO DEL
ACORAZADO ALEMAN “ADMIRAL GRAF SPEE”


Traducción de B. FOERSTER
Ilustró la portada FRANCISCO BLANCO

IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que previene la ley 11723

© by EDICIONES GURE, S. R. L. BUENOS AIRES1957

Edición digital: Sargont (2019)

Por vez primera en un libro impreso en Argentina se ha utilizado en la prepa-


ración de los grabados, el sistema electrónico, por medio de la Grabadora
KLISCHOGRAPH, de GRAFEX S. A., representantes exclusivos de la misma
en la República Argentina.

LA BATALLA DEL RIO DE LA PLATA


POR
FRIEDRICH WILHELM RASENACK
se terminó de imprimir bajo el sello de Ediciones CURE
el día 26 de abril de 1957 - Buenos Aires.
3201
Cuando el 21 de agosto de 1939 el acorazado Admiral Graf Spee aban-
donaba su base en Wilhelmshaven, anticipándose al bloqueo que provo-
caría la iniciación de la guerra, su Comandante preveía ya cual habría de
ser la lucha y seguramente el destino final de su barco.
El Capitán de Corbeta Wilhelm Friedrich Rasenack, cumplía a bordo,
entonces como Teniente Primero, fundamentales funciones técnicas y de
mando. A su minucioso diario de a bordo debemos esta versión, por mo-
mentos sencilla, otras veces patética, del curso de los acontecimientos en
que iba actuando la nave en su incesante vagabundeo. Día a día ha ano-
tado con minuciosidad cuanto ocurría, no sólo en la acción punitiva del
fantasma del Atlántico sino también aquellos hechos de la guerra que in-
cidían sobre el destino del barco.
Las anotaciones de tan importante actor y testigo de las acciones del
Graf Spee en alta mar, no han sufrido retoques ni ajustes derivados de
situaciones posteriores. Han sido escritas momento a momento y trasun-
tan el auténtico estado de ánimo, las reacciones de ese minuto, hasta el
clima que se vivía a bordo. Y sus apreciaciones tienen también la impor-
tancia de reflejar e interpretar las del hombre que tenía sobre sí la respon-
sabilidad del buque, la vida de sus tripulantes y el éxito de la misión, el
Comandante Langsdorff.
Si a lo vivido del relato agregamos lo que contiene de experiencia téc-
nica y de información de primera fuente como testigo y actor de los he-
chos —aunque se pueda disentir con cualquier apreciación de carácter
político— el diario, de a bordo del entonces Teniente de Navío Ra-
senack, cabe considerarlo una obra de verdadero interés y singulares ca-
racterísticas. La documentación gráfica en su casi totalidad ha sido to-
mada desde a bordo y con la reproducción de planos y croquis comple-
mentan eficazmente la versión escrita del autor.
Cabe señalar que Rasenack es actualmente el oficial sobreviviente de
mayor jerarquía, residente en la Argentina, del desaparecido acorazado
Admiral Graf Spee.

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Hemos estimado pertinente estas palabras previas para que el lector se
ubique exactamente respecto a las raras condiciones y alcances de esta
versión.
H. v. E.
Abril de 1957

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Capitán Hans Langsdorff, Comandante del Capitán de Corbeta F. W. Rasenack, Ofi-
Acorazado Admiral Graf Spee. cial Técnico de la Artillería del Acorazado
Admiral Graf Spee.

Acorazado Admiral Graf Spee con su tripulación formada en cubierta.

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Ruta del Graf Spee navegada hasta el 3 de noviembre de 1939. Las cruces indican los lugares
de hundimientos. El triángulo punteado señala la región de espera del Altmark.

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LOS ACORAZADOS DE BOLSILLO

El 1° de enero de 1936, en Wilhelmshaven (Base Naval alemana sobre


el Mar del Norte) fue puesta en servicio la unidad más moderna de la
Flota alemana de aquellos tiempos, el acorazado de bolsillo Admiral
Graf Spee. Ese mismo día fui destinado como Teniente de Navío de la
Marina alemana, recién graduado, a prestar servicios en dicho acora-
zado. Viví en él durante los siguientes cuatro años, compartiendo sus
buenos y malos tiempos hasta su triste fin en las aguas del Río de la
Plata. Así, en las Truenas y en las malas llegamos a identificarnos tanto
mi buque y yo, que significó para mí no sólo mi comando sino mi casa,
mi hogar.
Antes de comenzar con mis anotaciones diarias —que son particular-
mente interesantes, pues no sólo describen mis impresiones y mis puntos
de vista, sino también los de mi Comandante, el Capitán de Navío Hans
Langsdorff—, quiero hacer una breve reseña general sobre buques de
batalla, sus tipos, su uso y destino.
El acorazado de bolsillo del tipo Admiral Graf Spee fui el producto de
las restricciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles y sa-
lía por lo tanto de las normas empleadas hasta entonces para construc-
ciones de buques de guerra.
En tiempos normales, toda flota incluye el tipo de cruceros livianos,
con un desplazamiento de 5.000 hasta 10.000 toneladas y una velocidad
máxima de 32/34 nudos (equivalente a 60/65 km/h). De acuerdo al Tra-
tado de Washington, el máximo calibre para la artillería de este tipo de
unidades puede ser de 15 cm. (diámetro interno de la boca del cañón).
Su coraza es de poco espesor y puede ser considerada solamente como
un resguardo contra la metralla.
La misma Conferencia dio nacimiento al moderno crucero pesado con
un desplazamiento de 10.000 toneladas pero con calibres de hasta 20,3
cm. Las partes vitales de estas unidades están fuertemente acorazadas y

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resisten por lo tanto fácilmente a la artillería mediana (calibres hasta 15
cm.). Su velocidad es la misma de los Cruceros livianos.
El Buque de línea, antecesor del Buque de batalla, forma el núcleo de
una Armada. Equiparlo con una artillería pesada —comúnmente 38 o
40,6 cm.— y una coraza de gran espesor, tiene suma estabilidad y fir-
meza, aun estando expuesto a ataques de artillería pesada. Su velocidad
es reducida y generalmente no sobrepasa los 24 nudos.
El Buque de batalla, de construcción reciente, reúne todas las condi-
ciones ventajosas de un buque de línea, con las de un crucero y además
de una artillería pesada y una coraza de gran espesor, despliega una
velocidad de 30 a 33 nudos. Claro está, la unión de todas estas condicio-
nes requiere un mayor tonelaje, como mínimo 35.000 toneladas, sin lí-
mite hacia arriba.
La construcción de un buque de batalla era para Alemania imposible,
debido a las restricciones que el Tratado de Versalles le imponía. No
podía construir unidades de guerra con un desplazamiento superior a
10.000 toneladas y aún así solamente una cantidad muy reducida. Este
era el motivo por el cual Alemania nunca hubiera podido llegar a ser un
serio contrincante en una batalla narval.
Había pues que desarrollar un nuevo tipo, el cual, aunque de tonelaje
restringido, tuviera una artillería que fuera superior a la de un crucero
pesado y una coraza de tal espesor, que pudiera resistir a impactos de
gran calibre (20.3 cm.) Ahora bien, el tamaño de un buque de guerra
limita su velocidad, su coraza y su armamento y, por lo tanto, solamente
a costa de la velocidad fue posible obtener ventajas en el armamento
para los acorazados de bolsillo. Los tres barcos de este tipo que fueron
construidos por Alemania eran: el Deutschland (que más adelante fuera
denominado Luetzow), el Admiral Scheer y por último, el Admiral Graf
Spee. Todos tenían un desplazamiento nominal de 10.000 toneladas y
una velocidad nominal de 26 nudos (en su viaje de prueba 28 nudos).
Cada buque tenía dos torres, cada una con tres cañones de 28 cm. de
calibre, una artillería mediana de 8 cañones de 15 cm. de calibre (cuatro
de cada lado), y artillería antiaérea suficiente.

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Este nuevo tipo de unidades ofrecía la ventaja de poder equipar por
primera vez buques de superficie con motores Diesel-Man. Cada unidad
tenía 8 motores de 7.000 HP cada uno. Mediante la utilización de esta
clase de motores, el radio de acción crecía enormemente. Un acorazado
así equipado, podía recorrer, sin reabastecimiento de combustible, apro-
ximadamente 20.000 kilómetros (casi la mitad de la circunferencia del
globo terrestre). Con la posibilidad de reponer, mediante barcos petro-
leros el combustible en alta mar, el radio de acción llegó a ser ilimitado.
Todas estas condiciones hicieron de los Acorazados de bolsillo un
enemigo y corsario inquietante para el tráfico mercantil.
El primer acorazado cuya construcción fue autorizada todavía-en los
tiempos de la República de Weimar, costó doscientos millones de fran-
cos. Fue la unidad autorizada mediante un plebiscito. Tampoco las otras
unidades, aunque construidas de acuerdo al prototipo, fueron más eco-
nómicas, debido a las muchas innovaciones ye de ahí las preguntas:
¿Vale la pena gastar tanto dinero para una unidad que solamente puede
hacer guerra a barcos de una flota mercante? Contemplando las posibi-
lidades de éxito, ¿no es demasiado grande el riesgo? ¿No podrían sub-
marinos o cruceros auxiliares (barcos mercantes armados y camuflados)
que son mucho menos costosos, cumplir con la misión, es’ decir hundir
barcos mercantes, de una manera más perfecta y con mucho menos
riesgo?
El objeto de una guerra mercante no es solamente hundir barcos, sino
obligar al enemigo a desconcentrar sus barcos e impedir que pueda
aprovechar su bodega; a hacer circular sus vapores por otras rutas; en
una palabra, obligar a la flota enemiga a un máximo despliegue y dis-
persión, evitando que esté en condiciones de efectuar un ataque concen-
trado.
Un crucero auxiliar puede obligar al enemigo a salirse de sus rutas
habituales o cambiarlas continuamente, reduciendo de esta manera la
utilidad de una flota mercante. Ahora, en el caso de que sean puestos en
acción submarinos en vez de cruceros o cruceros auxiliares, el enemigo,
para poder defender sus barcos, está obligado a formar convoyes. En

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este caso, los buques protectores deberán esperar hasta que el último dé
los barcos mercantes esté cargado, y mantener después la velocidad del
más lento entre ellos. Esto reduce la eficiencia de una flota mercante por
lo menos en un 30%. Para la protección de un convoy contra un ataque
de submarinos bastan destructores, cazasubmarinos, corbetas u otras
unidades pequeñas de una Armada; pero si aparece repentinamente un
crucero en las rutas de navegación, un convoy deberá ser protegido por
varios cruceros y un buque de batalla o de línea; todas ellas unidades
que deberían ser utilizadas para operaciones militares de mayor impor-
tancia. Por tal motivo, fueron los acorazados alemanes una seria preo-
cupación para el Almirantazgo inglés, que fue obligado a reunir todos
sus medios disponibles para impedir las actuaciones de estas molestas
unidades alemanas.

La principal misión confiada a los acorazados alemanes era hundir


al enemigo antes de que éste pudiera dar parte de la posición del acora-
zado atacante y perderse en el océano sin ser reconocido, apareciendo
aquí y allí, dejando al enemigo en la incertidumbre con respecto a su
campo de operaciones.
Las aguas del Mar Báltico y del Mar del Norte son tan estrechas, que
no sólo dificultan la salida de los puertos sino que hacen casi imposible
que un acorazado pueda cruzar inadvertidamente las líneas de vigilancia
enemiga para alcanzar las aguas abiertas del Océano, sobre todo, en
tiempos de guerra, cuando las patrulláis, tanto de mar como aéreas, son
fuertemente reforzadas. Si tan sólo una vez llega al conocimiento del
enemigo la posición del buque, lo va cercando con barcos de contacto,
los cuales señalarán sus posteriores posiciones. Es difícil para un aco-
razado —debido a su reducida velocidad— desprenderse de los molestos
barcos de contacto. En caso de no lograrlo, puede darse por perdido,
pues cualquier buque de batalla en combinación con un porta-aviones
puede echarlo a pique.

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Por este motivo, los acorazados alemanes, tanto en septiembre de
1938 como en agosto de 1939, se dirigieron ya durante los tiempos de
tensión y de crisis, a sus posiciones de salida en el Océano Atlántico.
La eficacia de este tipo de acorazados —con su extenso radio de ac-
ción y su reducido consumo de combustible, no dependiendo en conse-
cuencia de ninguna base—, fue confirmada ampliamente durante la gue-
rra civil española, cuando los acorazados alemanes, ante las costas de
ese país, tuvieron que hacerse cargo de los intereses del Reich. Eran para
nosotros, los oficiales jóvenes, hermosos tiempos. Aun cuando la guerra
no nos afectaba de inmediato, siempre había sorpresas y sobresaltos. En
una oportunidad tuvimos que capturar un barco de los republicanos, en
represalia por haber confiscado envíos alemanes; otra vez tuvimos que
liberar internados civiles alemanes en Barcelona y de paso, tuvimos
oportunidad de conocer una extensa parte de la hermosa España y visitar
la orilla opuesta, el Marruecos español. Sólo dos veces se encontraron
los acorazados alemanes envueltos directamente en las acciones bélicas.
Un mediodía, ante Ibiza, el acorazado Deutschland fue atacado sorpre-
sivamente por la aviación. La tripulación se encontraba sobre la plan-
chada comiendo y descansando. Las bajas fueron grandes. En represa-
lia, el acorazado Admiral Scheer bombardeó Almería, en aquel entonces
una fortaleza de los republicanos.
Mientras yo por una parte hacía las guardias de navegación, mi
puesto de combate era el comando de la Central de artillería. En esa cen-
tral había una variedad de equipos de medición y cálculos, que repre-
sentaban, en aquellos tiempos, lo más moderna y técnicamente perfecto
de la ciencia náutica alemana. Un detector, deducía de las mediciones
de distancia, exactamente la velocidad y el curso del enemigo. Sobre un
aparato especial para calcular la puntería al blanco, se registraba todo
el cuadro de combate y todas las correcciones de tiro hechas por el ofi-
cial de artillería, quien desde su puesto de dirección de tiro, mediante un
telémetro y prismáticos de largo alcance, observaba al enemigo y el pro-
pio fuego, transmitiendo después, telefónicamente a la central, todas las

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correcciones, calculadas en base a un método especial. Una vez regis-
tradas y computadas estas observaciones y ajustado el calculador de pun-
tería al blanco éste indicaba los valores reales en posición de plano ho-
rizontal. Para mantener los cañones en ese plano horizontal mientras el
barco balanceaba y cabeceaba, se utilizó un dispositivo estabilizador, un
inclinómetro con sus giroscopios y así se pudo comprobar los grados de
inclinación con respecto al plano horizontal. Estas, observaciones, junto
con los valores de tiro, se transmitían eléctricamente a las torres, donde
los cañones eran ajustados de acuerdo a ellas, de tal manera que la boca
quedaba siempre fija en posición de plano horizontal, aún cuando el bu-
que se movía, balanceaba o cabeceaba.
Claro está, en la central había más equipos, instrumentos y dispositi-
vos para la dirección de la artillería, pero sería largo describirlos y enu-
merarlos uno por uno, y sólo la indicación de que para el equipo com-
pleto de la artillería del Admiral Graf Spee fueron utilizados aproxima-
damente 200 kilómetros de cable, demuestra cuán compleja era su insta-
lación y cuántas sus posibilidades.
En la Armada alemana era costumbre que todo oficial de artillería,
que alguna vez habría de tener bajo su responsabilidad la directiva de
un combate y de cuya habilidad dependería la victoria o el hundimiento
del buque, antes de ocupar su puesto como oficial técnico de artillería,
tuviera bajo su mando la central de artillería, para así tener conocimien-
tos profundos de toda la instalación, con todos sus pro y contra y para
poder luego, en el momento dado, aprovechar todas las posibilidades en
un máximo posible.
A mi actuación al frente de la central de artillería siguió una instruc-
ción a fondo en el Colegio Militar de Artillería en Kiel y en las firmas
constructoras de los distintos equipos. Después de eso, a fines del año
1937, fui destinado nuevamente al Admiral Graf Spee en calidad de ATO
(oficial técnico de artillería), para hacerse cargo de todo el plantel con
todas sus responsabilidades. Tenía bajo mi mando una División (unidad
equivalente a una Compañía de tropas terrestres) que contaba con apro-
ximadamente 120 hombres, personal que se destacó por su conocimiento

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técnico como por sus excelentes cualidades de carácter. Aún hoy, des-
pués de 15 años, me siento íntimamente ligado a ellos, y junto a ellos he
vivido la primera fase de la gran guerra mundial que seguidamente paso
a relatar.

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El Comandante
confía a la tripu-
lación, reunida en
popa, la misión
encomendada.

Para mantener en
alto el espíritu de
la tripulación y
amenizar la vida
a bordo, se orga-
nizan juegos y
baños.

El Altmark, base
flotante del Aco-
razado Spee.

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La red cargada
con provisiones
del Altmark, es
izada al Graf
Spee.

De acuerdo a las nuevas ordenanzas, el Graf Hay que dar mayor estabilidad al buque:
Spee arma al petrolero Altmark, su barco arrojamos al mar todos los pesos super-
base. fluos.

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LUCHAS, EXITOS Y HUNDIMIENTO DEL ACORAZADO
ALEMAN ADMTRAL GRAF SPEE

20 de agosto de 1939.
En un día sofocante viajo desde Kiel (base naval sobre el Mar Báltico)
hacia Wilhelmshaven (base naval sobre el Mar del Norte). Se acabaron
las hermosas vacaciones allá en la distante California y en las playas del
Mar Báltico entre Laboe y Fehmarn. El cielo está cargado; parece que
San Pedro quisiera confirmar los acontecimientos políticos del futuro.
En la autopista, ingleses, franceses y holandeses, con los autos carga-
dos de equipaje hasta el tope, se esmeran en alcanzar las seguras fronteras
del Oeste. Pasamos por Bremen. El ruido acompasado de las ruedas de
ferrocarril me adormece, la noche nos envuelve; seguimos rumbo a
Wilhelmshaven. Afuera, con sus equipos de campaña, marchan las tro-
pas; silenciosamente, con sus pensamientos puestos en el porvenir. En
Oldenburgo la infantería, ya con birrete de campaña, domina el cuadro
de las calles. Quizás, ésta misma noche tengan que marchar hacia el
frente.
Hemos llegado a Wilhelmshaven. El Admiral Graf Spee ya está com-
pletamente equipado, listo para zarpar. En estos momentos se embarcan
80 reclutas, nuestro recargo de movilización.

21 de agosto.
El salón-comedor para la oficialidad ha sido transformado. Nuevos
oficiales activos y de la reserva se han sumado al plantel. Zarpada a las
19 horas. Detrás de la esclusa que separa la dársena del Mar del Norte, se
embarcan 6 oficiales más. Pertenecen a la marina mercante y nos acom-
pañarán como oficiales de abordaje. A media noche pasamos frente a
Heligoland (isla alemana fortificada, en el Mar del Norte).

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22 de agosto.
¡Toda la tripulación a popa! El Comandante nos confía nuestra mi-
sión:
“Romper las líneas de patrullaje enemigas y pasar inadvertida-
mente al Océano Atlántico; en caso de una declaración de guerra a
Inglaterra, combatir la flota mercante en las aguas del Atlántico del
Sur; aparecer aquí y allí; ¡el Graf Spee deberá hacer las veces de
buque fantasma!”.

Entre la tripulación reina optimismo. Durante el día se hace única-


mente guardia antiaérea, pero de noche están cubiertos todos los puestos
de combate. Nuestro Comandante teme que Inglaterra, ya mismo en tiem-
pos de paz, trate de deshacerse de los incómodos acorazados alemanes.
Una escuadrilla de aviones de reconocimiento —estacionada en
Sylt— nos acompaña y explora las costas de Noruega. EL tiempo nos es
propicio; nublado, con poca visibilidad y con mar picado. Cerca del me-
diodía nos cruzamos con el barco alemán Dora Fritzen. ¡Un último sa-
ludo de la Patria! A gran distancia avistamos algunos pescadores.
A las 18.30 horas se encuentra Spee al oeste de Utsire, a treinta millas
marinas de la costa de Noruega.

23 de agosto.
Durante la noche cruzamos el estrecho de Zetlandia, Noruega, donde
los ingleses en la última guerra (1914-1918) a fin de evitar que barcos
alemanes pudieran salir del Mar del Norte, erigieron una barrera de mi-
nas, denominada más adelante the great barrier (la gran barrera).
Spee navega con las luces apagadas; sólo llevamos las lunes de un
carguero. Para aparentar como tal, nuestro Comandante hizo alargar el
mástil y colocar una luz guía en el tope, y realmente nadie puede recono-
cernos como un buque de guerra. No avistamos patrullas inglesas. Du-
rante la mañana hay perfecta visibilidad. Spee toma curso nord-oeste para
entrar en el Océano entre las islas Faroes e Islandia. A gran distancia

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conseguimos esquivar algunos barcos mercantes. Nuestra posición a las
19 horas es: 63°Norte y 4°6’ Oeste. Ha refrescado mucho.
Durante la noche pasamos los bancos de pesca islandeses Langenes-
Faroes, que durante este tiempo del año son navegables.

24 de agosto.
Llueve; tiempo brumoso con vientos del SSO; soplan con intensidad
6. Las guardias de alerta con excepción de la antiaérea y de los vigías han
sido retiradas. Comienza una instrucción de combate metódica e intensa.
Durante el mal tiempo se utilizan las horas en la enseñanza teórica, en el
alistamiento de la munición y del armamento de los puestos de combate.
¡Pacto de no-agresión entre Alemania y Rusia! La misión militar an-
glo-francesa que está en Moscú no tuvo éxito en sus conversaciones para
conseguir una unión en contra de Alemania. Con este pacto se ha creado
una situación completamente nueva y mediante el convenio comercial no
habrá posibilidades de un bloqueo naval. ¿Se inmiscuirán, bajo la nueva
situación creada, Inglaterra y Francia en el conflicto alemán-polaco? A
bordo reina mucho optimismo.

25 de agosto.
El pacto de no-agresión entre Alemania y Rusia ha tenido un enorme
eco en el mundo. Inglaterra contesta con una ratificación de su pacto de
garantía con Polonia. A mi manera de ver es todo bluff. Inglaterra ahora
se une completamente a Polonia, pero abandonará a los polacos a sus
propios medios en cuanto la situación no le convenga a su propia seguri-
dad e interés.
Barcos mercantes alemanes reciben la orden de eludir las rutas de na-
vegación, volverse inmediatamente, o refugiarse en puertos neutrales.

26 de agosto.
¡Huracán! ¡Viene del NE con intensidad 8! ¡Hay mar alta! Al colocar
las agarraderas —que sirven para sostenerse en el caso de mar gruesa—

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una ola se lleva al suboficial Matzker. Tres veces tratamos de acercarnos
a la boya de salvamento, pero el suboficial Matker nunca la alcanzó; el
peso de su traje encerado lo llevó al fondo del mar. Dos horas más ron-
damos el lugar de la desgracia. Nada encontramos. El mar no lo suelta
más.
El Comando Superior de la Marina Alemana en Berlín, ordena como
acción preventiva, la movilización camuflada de toda la flota. Temo que
no encontrarán una solución pacífica en el conflicto polaco. La situación
en esa frontera es insostenible. El señor Beck, Ministro del Exterior de
Polonia es invitado a Berlín. Su contestación: movilización general en
Polonia.
Me toca la última guardia de la tarde. Hay mar gruesa desde popa. Las
olas rompen en la cubierta. El barco balancea más de 20° hacia cada lado.
En la noche, la espuma de las inmensas olas aparentan ser espectros. Los
elementos están de fiesta. ¡Esto es el Atlántico! Un cuadro impresionante
e inolvidable. A medianoche el Comandante ordena poner proa al mar
revuelto para preservar los cañones.

27 de agosto.
Hemos capeado el temporal y navegamos proa hacia el mar. A marcha
lenta cabecea el buque contra las olas. El viento cambió hacia el norte,
pero mantiene su intensidad. El barómetro se levanta lentamente. Hacia
la tarde, para salir de esa región de baja presión, cambiamos curso hacia
el oeste y luego tomamos rumbo al sur.
¡Interceptamos un radiograma del Almirantazgo inglés!
“Orden a los buques ingleses de apagar luces y evitar las rutas de
navegación, no cablegrafiar, únicamente para indicar posición de bu-
ques de guerra enemigos.

Siguen las conferencias entre Inglaterra y Alemania. El embajador in-


glés en Alemania, Mr. Henderson, partió para Londres con proposiciones
alemanas. La situación política se torna cada vez más incierta. Creo que

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no habrá guerra entre Inglaterra y Alemania, aunque muchos indicios ha-
cen suponer lo contrario. Opino que Inglaterra en caso de guerra, sola-
mente puede perder, pero nunca ganar.

28 de agosto.
Durante la obscuridad cruzamos la ruta para barcos de carrera Nueva
York-Inglaterra. Por radiotelegrafía nos enteramos que la aeronave in-
glesa Boathia ha pasado muy cerca de nosotros. Los barcos de carrera
que se encuentran sobre la ruta, marcan continuamente su posición para
que el hidroavión pueda fijar la suya propia. Esto es ideal para nosotros,
ya que así nuestro Comandante puede elegir fácilmente su curso y evitar
que nos topemos con otros barcos.
Por primera vez desde nuestra partida, Spee telegrafía al Comando Su-
perior de la Marina en Berlín, pidiendo que ordene al petrolero Altmark
—que momentáneamente se encuentra en la costa mejicana— dirigirse a
una línea de posición sobre los 25°N.

Si los ingleses interceptan este radiograma nos buscarán en el Atlán-


tico del Norte, justo en el lugar opuesto al que nos encontramos. Allí en-
viarán sus cruceros, los que quedarán sustraídos de la caza de barcos mer-
cantes alemanes.
Yo, por mi parte, estoy encantado de que nos dirijamos llama el sur.
¡Cuanto más al sur mejor! Quizás, después de esta crisis visitemos algún
puerto como Tenerife o a lo mejor Río de Janeiro.

29 de agosto.
Spee navega a la altura de las Islas Azores. Tenemos una temperatura
de más de 29°C; del S.O. corre un viento húmedo. Aquí el mar tiene el
típico color azul marino de los mares del sud. Cambiamos nuestros uni-
formes obscuros por los blancos.
¡Siguen las conversaciones entre Alemania e Inglaterra! En Alemania
se racionan parcialmente los víveres. Por este motivo nuestro Coman-
dante ordena la misma comida para todo el buque, medida que nosotros

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los oficiales aceptamos con gran satisfacción. La cocina de la tripulación
es tan buena como la de la oficialidad y solamente se diferencia en que
generalmente se sirve con más frecuencia fiambre y carne. Sin embargo
la tripulación siempre supone que la comida de la oficialidad es algo es-
pecial; será porque se sirve en un comedor aparte. La medida tomada por
el Comandante tiende a poner a toda la tripulación sobre el mismo plan
de alimentación y evitar eventuales sublevaciones.

30 de agosto.
Hay más de 29°C. y el rápido cambio de temperatura hace sudar los
cañones. Tenemos que engrasarlos continuamente para evitar que se
forme óxido y haya corrosión. Durante un servicio de combate, nuestro
avión tira con excelente puntería bombas sobre una boya de neblina.
En nuestro salón reina una hermosa camaradería, especialmente con
nuestros nuevos oficiales de la marina mercante. A la noche invito a mis
suboficiales a una vuelta de cerveza, y nos reunimos en la plataforma de
las torres. Las tenues luces azules dan a nuestra reunión un aire de misti-
cismo. Se conversa sobre el desarrollo de la política, sobre las posibilida-
des y sobre nuestro futuro. La tensión política se mantiene.

31 de agosto.
La radio anuncia que la situación se está agravando. Las interferencias
por violación de fronteras en el límite alemán-polaco, se suman día a día.
Esta tarde Alemania propone un arreglo a Inglaterra en un plan de 16
puntos. Danzing para Alemania. Un plebiscito en la región del corredor.
Al país perdedor del plebiscito se le concederá una calle extraterritorial
con cuatro vías de ferrocarril; en el caso de Polonia, hacia el puerto de
Gdynia y en el caso de Alemania hacia la Prusia Oriental. Estas proposi-
ciones me parecen aceptables. ¿Llegarán a un acuerdo pacífico en el úl-
timo momento?
Anochece. ¡Toda la tripulación a popa! El Comandante nos lee un
radiograma recién llegado.

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“A las 4,45 h. (hora alemana) tropas alemanas cruzarán las fron-
teras con Polonia. Aún no se conoce la decisión que tomarán Inglate-
rra y Francia”.

¡Guerra! ¡Cada uno de nosotros presiente que ésta es la hora decisiva!


Noche tropical. Luna llena. Con clericó y música de acordeón estamos
sentados sobre cubierta. Así empieza para nosotros la guerra, mientras el
Ejército va al ataque. ¡Qué lejos está la patria! ¿Cuáles serán los pensa-
mientos de nuestros padres y hermanos en esta hora decisiva? Hay algo
raro en esta atmósfera cargada de incertidumbre, bajo un cielo estrellado.
Nos distanciamos de lo cotidiano; sentimos el pulso de la vida y el poder
de Dios.

1° de Septiembre.
Me toca el primer turno como vigía. Suavemente se hamaca el buque
sobre las olas que relucen a la luz de la luna. Mis pensamientos están en
casa donde hace unas horas ha comenzado la lucha.
A la mañana, exactamente como habíamos previsto, Spee se encuentra
sobre la línea de posición. Yo había prometido una botella de cerveza al
oficial de guardia que fuese el primero en divisar a nuestro petrolero Al-
tmark. Exactamente a las 07.30 h. es avistado a 39 Km. hacia adelante.
Ambos buques se encuentran aquí, en la inmensidad del Océano, exacta-
mente sobre la línea prevista. ¡Un triunfo para la navegación! Nuestro
oficial de navegación se siente sumamente feliz y orgulloso de su obra.
Para camuflar a nuestro petrolero, le cambiamos el nombre Altmark
por el de Sogne, que es un barco noruego de la misma clase. Izamos la
bandera noruega y pintamos sus superestructuras con los colores respec-
tivos. Desde hoy en adelante nos acompañará este barco, llevando en sus
bodegas combustibles y víveres que nos alcanzarán por lo menos para
tres meses. Así hemos duplicado nuestro radio de acción.
La sensación del día son las noticias radiales. Polonia no estaba pre-
parada para nuestro ataque. La aviación alemana ha arrasado la mayor
parte de los aeródromos polacos y ha inutilizado su aviación. El ejército

― 24 ―
atropelló las posiciones fronterizas y el ala sud ha penetrado hasta
Tschenstochau. En el corredor llegaron hasta el Warta y se lucha ante las
puertas de Grodenz. Nuestro buque de línea Schleswig-Holstein bombar-
dea las fortificaciones de Danzing. Italia se ha declarado neutral.
Seguidamente conectamos el noticioso inglés en idioma alemán. Lo
que allí dicen es deprimente y hace prever claramente que tanto Inglaterra
como Francia, tomarán parte activa en esta contienda.
Será una lucha de vida o muerte, en la cual nosotros nos encontramos
en un puesto perdido. Entre la tripulación rema depresión. Esto no debe
ser. Por lo tanto a la noche canto con mis soldados las viejas y románticas
canciones marinas. Esto levanta el espíritu. Siempre más y más alegres
se hacen las canciones. Así cantamos hasta avanzada la noche.

2 de septiembre.
Con un sol radiante sobre el mar azul, no hay pensamientos lúgubres.
Ejercitamos las guardias de combate. Además simulamos un ataque, to-
mando al Altmark como enemigo. En el tiempo libre jugamos shufflebo-
ard (un juego con platillos de madera que se empujan desde una distancia
“x” hacia unos cuadrados marcados con números, que se suman o restan).
Este juego ha sido introducido por los oficiales de la marina mercante y
está de gran moda. Algunos de mis mecánicos están fabricando anzuelos
para tiburones.
En la reunión diaria de la oficialidad, el Comandante nos prohíbe es-
cuchar el noticioso inglés. Nos informa que Italia quedará neutral. Esto
fue una desilusión para nosotros, ya que, debido a la propaganda axil,
contábamos fuertemente con su participación. ¿Qué hará Inglaterra?
Quedando libres las fronteras Sur y Sur-Oeste de Alemania, un bloqueo
tendrá poco efecto. Lo único que Inglaterra puede hacer es luchar en el
Westwall (nueva línea Maginot) e ir en persecución nuestra. Pero los ma-
res son extensos; tenemos demasiadas posibilidades, el Atlántico, el In-
dico, el Pacífico. En todos estos lugares podemos inquietar al enemigo y
causarle pérdidas.

― 25 ―
El informativo de hoy comunica que hemos cruzado el corredor y que
hemos tomado posesión del paso de Jublanca. El gobierno inglés aún no
está decidido a tomar participación activa en la guerra. Ha postergado la
sesión del Parlamento para mañana. ¿Quedará localizada la lucha entre
Polonia y Alemania? A bordo reina otra vez optimismo.

3 de septiembre.
Inglaterra nos ha enviado un ultimátum y demanda el retiro de nuestras
tropas de Polonia.
Hoy es domingo. Sobre cubierta se juega shuffleboard. Mi línea de
pesca para los tiburones está echada. Durante la tarde habrá tiro al blanco
con premios para mi división.
El Comandante acaba de darnos la noticia de la declaración de guerra
de Inglaterra. Aproximadamente hacia las 17 h. le sigue Francia. Se di-
sipó el optimismo de ayer. Cada uno se entretiene con sus propios pensa-
mientos y poco a poco nos vamos adaptando a una situación irremediable.
Yo no puedo convencerme de que ahora realmente estamos en guerra,
tampoco pueda ver cual será nuestro futuro.
A la tarde ponemos el buque en condiciones de combate. Spee se di-
rige hacia el sud, a su campo de operación. Mirando por encima del más-
til, se ve a Marte con un brillo rojizo. ¿Será una señal de alerta para el
futuro?
Recibimos un mensaje de nuestro Comando Naval en Berlín:
“Freetown, en la costa africana, aparentemente punto de concen-
tración vara barcos de la ruta sudamericana y africana. Allí se reúnen
para formar convoyes. El porta-aviones Albatros en viaje hacia allí”.

4 de septiembre.
En Inglaterra se ha reunido el Gabinete de Guerra. Han nombrado
como Primer Lord del Almirantazgo, al mismo hombre de 1914. ¡Mr.
Churchill! Esta medida hace prever una larga guerra económica. En Fran-

― 26 ―
cia no consiguen formar un Gabinete de Guerra; parece que allí hay me-
nos voluntad para ir al campo de batalla. La propaganda inglesa vuelve a
valerse de las mismas artimañas como en la guerra anterior y declara que
un submarino alemán ha hundido el buque de pasajeros Athenia. Me-
diante esta estratagema tratan de influenciar la opinión del pueblo ameri-
cano. Alemania desmiente enérgicamente tal hundimiento. Esta vez, tam-
bién Alemania con todos sus adelantos técnicos y grandes emisoras, está
en condiciones de propagar al mundo su opinión e influenciar a los países
de ultramar, los cuales, durante la primera contienda, estaban expuestos
solamente a la propaganda enemiga. Hoy por hoy, la prensa neutral está
a favor de Alemania.
¡Ataque aéreo a Wilhelmshaven! No ha causado daños. Han sido de-
rribados más del 50% de los aviones atacantes. Los aviones ingleses han
violado el territorio neutral holandés. ¡Rusia pone en pie de guerra a sus
reservistas! Conferencian para llegar a un arreglo amistoso en el conflicto
ruso-japonés en la Mongolia.
¡Hace un calor terrible y no puedo dormir! Tampoco mi faja de lana
me preserva de los dolores de estómago, tan típicos de las regiones tropi-
cales. Me siento mal y decaído. La nerviosidad entre nosotros se ha disi-
pado. La situación está decidida y hay una meta que deberemos alcanzar.
No hay nada más molesto que la incertidumbre. Desde hoy están ocupa-
dos todos los puestos de guardia de la artillería mediana y de los reflec-
tores.
A la noche festejamos la promoción de los oficiales de la marina mer-
cante y de algunos de nuestros guardiamarinas. ¡Reina una camadería
como nunca! Noticias del Frente dicen que tropas de asalto alemanas han
atacado a Kulm rompiendo las fortificaciones extrafuertes de la Vuelta
del Weichsel.

5 de septiembre.
Cambiamos la ubicación de nuestras barcazas. La distribuimos de tal
manera, que pueden ser arriadas aún con fuerte oleaje. Tratamos de dar
más estabilidad al barco tirando pesos superfluos al mar.

― 27 ―
El calor deprime y para mantener el buen humor y el buen espíritu
entre la tripulación se organizan juegos, cantos, luchas con mangueras,
baños, etc.
En el Westwall reina calma. Aún no ha sonado un solo tiro. Italia juega
de intermediario y trata de localizar la guerra sobre terreno polaco. El
Superior Comando Alemán ordena abstenerse de atacar a barcos france-
ses. De acuerdo a la opinión de nuestro Comandante, aún no ha llegado
para nosotros el momento de intervenir. Así se confirma cuando la Di-
rección de la Marina de Guerra nos da la orden de dirigirnos hacia el
Atlántico del Sur o desviarnos hacia el Océano Indico. La primera fase
de nuestra misión está cumplida. La inseguridad sobre dónde se encuen-
tran los acorazados alemanes ha hecho que Inglaterra y Francia hayan
paralizado momentáneamente su navegación mercantil. Por ahora esto es
más ventajoso que hacer una guerra local.

6 de septiembre.
Los vigías nocturnos están a la expectativa de convoyes. Por eso, a la
mañana aprovecho y duermo. El sol cae verticalmente sobre el Spee; pa-
rece que nos encontráramos en un baño turco. Se acerca el día de bau-
tismo para todos aquellos que cruzan por primera vez el Ecuador. Como
distracción, mis mecánicos preparan condecoraciones artísticas.
Por la tarde, durante nuestras prácticas de combate, ensayamos el arre-
glo de eventuales averías, y después cómo reabastecernos de combusti-
ble.
¡Noticioso! Estados Unidos declara su neutralidad. Cracovia y Gro-
denz han caído definitivamente en manos de los alemanes. Tanques se
acercan a Varsovia. Si las cosas continúan sucediéndose con tal rapidez,
la guerra con Polonia habrá terminado en una semana. ¿Qué hará Ingla-
terra después?

7 de septiembre.

― 28 ―
Spee cambia su rumbo sud en 135 grados para distanciarse de las islas
Fernando de Noronha y San Pablo. De esta forma cortamos perpendicu-
larmente las rutas de navegación de Europa hacia América del Sur. ¡Las
cruzamos a toda marcha y de noche! Como debemos suponer que estas
rutas están patrulladas por unidades de guerra enemigas, se hace guardia
completa de combate Spee está listo para cualquier acción. ¡Y eso acon-
tece aquí, en el Ecuador!
Informe de nuestra Dirección de Guerra: Los ejércitos polacos están
casi disueltos. Hacen poca resistencia, tanto por aire como por mar o tie-
rra. El Gobierno polaco ha huido de Varsovia. La provincia de Posen está
casi libre de tropas enemigas. El territorio industrial de la Silicia y el co-
rredor, con excepción de Gdynia, está en nuestras manos. Fuerzas nava-
les polacas des
fruidas. Signe reinando calma en el Frente del Oeste. La flota inglesa
se limita a hacernos la guerra comercial y a colocar barreras de minas,
pero la mayor parte de la flota mercante alemana se halla a salvo del
enemigo. El vapor Bremen ha atracada en el puerto de Murmansk.
Para nosotros la situación sigue incierta.

8 de septiembre.
Son las 10.46 h. cuando Spee cruza por primera vez la línea (el Ecua-
dor). Los altoparlantes nos comunican que su Majestad el Dios Neptuno,
enojado por las continuas violaciones inglesas, se ha retirado a paralelos
más sureños. Allí nos esperará y bautizará a la gran cantidad de impuros
que se encuentran a bordo de nuestro buque. Los lavará de la suciedad
que traen de la otra mitad del globo. Algunos de nuestros marinos ya es-
tán algo nerviosos pensando en lo que les espera. Un cañonazo anuncia
el instante en que Spee pasa a la mitad Sur de la tierra.
Hacia el mediodía avistamos un barco y tratamos de esquivarlo a gran
velocidad. Nos encontramos a 285 Hm. (la artillería cuenta la distancia
en hectómetros, 1 Hm.: 100 m.). Cuando suena la señal de alarma, inco-
muniquen puertas estancas, estamos almorzando. Con toda rapidez, tal

― 29 ―
cual como ya lo habíamos ensayado muchas veces bajamos las tapas me-
tálicas, mamparas y cerramos los ojos de buey y cada uno corre a ocupar
su puesto de combate. Por primera vez Spee está listo para el combate.
¡Es una sensación rara! Precisas y claras son las informaciones que llegan
desde los distintos puestos a la central. ¡Esto nos da sensación de seguri-
dad!
El detector nos indica claramente la posición del barco enemigo; len-
tamente nos vamos distanciando. Poco después recibimos la orden de
abandonar nuestros puestos de combate. Mediante T.S.H. (telegrafía sin
hilos) hemos sabido que se trataba de un barco brasileño. ¡Hemos cruzado
la línea por segunda vez!
Cerca de las 17 h. un comunicado especial nos informa, que tanques
alemanes han tomado Varsovia. Pronto se habrá cerrado el segundo cerco
alrededor de los ejércitos polacos y la guerra con ese país habrá termi-
nado. Después vendrá la parte principal de la lucha. ¡Contra Inglaterra!

9 de septiembre.
El Mariscal H. Goering, durante un discurso que pronunció en las fá-
bricas de Borsig, compara la situación en que Alemania se encuentra ac-
tualmente con la que existía en la guerra de 1914.
Durante mi guardia nocturna me informan que la prensa americana
había notificado el hundimiento del Spee. Mi primera reacción es que nos
quieren obligar a radiotelegrafiar, pero al día siguiente me entero, de que
se trataba de un cuento proveniente de a bordo. Tratamos de constatar el
origen de tal notición, pero lamentablemente no llegamos más allá del
Teniente de guardia que dice haberlo escuchado en la obscuridad. Esto
demuestra qué fácil es el terreno para esta clase de cuentos en estos mo-
mentos de nerviosidad e inseguridad. ¿Será igual en Alemania? Para evi-
tar que esto suceda nuevamente, desde hoy en adelante comunicaré a la
tripulación, noche por noche, las últimas noticias que recibimos por ra-
dio.

10 de septiembre.

― 30 ―
Otro domingo sobre el mar. ¡Qué hermoso es no hacer nada, estar libre
de guardia y aprovechar para dormir! A la noche, después de cantar, pa-
samos una película en el salón-comedor. Esto nos transporta a tiempos
apacibles, alegres y lejos de toda tensión.
La radio informa sobre pequeñas actividades en el frente occidental.
El Comandante opina que pronto comenzaremos con la guerra mercante
y decide quedarse en estas aguas, cerca de las rutas sud-americanas.
En estas regiones tropicales, con una temperatura externa -de más de
29 grados, y donde el agua es demasiado caliente para refrigerar suficien-
temente nuestros motores, sólo podemos desarrollar la velocidad máxima
de 21 nudos, en vez de 26. Esto es peligroso, puesto que en el caso de
pegársenos un barco de contacto, —aún el más lento entre ellos—, nos
sería sumamente difícil deshacernos de este molesto acompañante. Co-
municaría nuestra posición a unidades más grandes que con su mayor
alcance de artillería podrían hundirnos sin que podamos defendernos.
Cualquier barco mercante podría servir para seguirnos. Así, de vez en
cuando, comparo nuestra marcha con la de los rusos a Tschuschina, sus
inquietudes deben haber sido semejantes. Pensándolo fríamente, en caso
de una guerra larga, infaliblemente nos tendrá que llegar la hora. Yo por
mi parte, sólo espero que para ese entonces, por lo menos hayamos hun-
dido suficientes barcos enemigos, de manera que haya valido la pena el
riesgo de nuestro barco. Nada vale discurrir o hacerse preocupaciones.
Debemos tomar la realidad como es. Nadie puede cambiar las cosas. Pero
con un poco de suerte y guiados con habilidad, muchas veces se puede
dominar las situaciones más críticas.

11 de septiembre.
La señal de ¡Incomuniquen puertas estancas - alarma! me hace saltar
de mi lecho. ¡Nuestro avión, en su viaje matutino de reconocimiento, ha
avistado un crucero! A las 7.30 h. divisamos a 320 hm. de distancia un
barco, aparentemente un crucero auxiliar. Poco después también nos co-
munica el Altmark que hacia otra dirección han avistado un crucero. Pero

― 31 ―
todavía no tenemos órdenes de actuar y por lo tanto tratamos de desapa-
recer sin ser reconocidos. Parece que justamente nos encontramos en el
medio de un grupo patrullero que vigila las rutas de navegación que el
enemigo ha escogido para momentos de guerra. Otra vez tenemos que
postergar el trasvasamiento de petróleo, previsto para hoy. Esperamos
otro momento y otro lugar.
Los vigías han descuidado un poco sus tareas y esto se debe a que
hasta ahora no ha sucedido nada especial. Esta alarma repentina ha sido
una buena lección. En el mar y más aún en nuestro caso, la continua aten-
ción de los vigías es de primordial importancia. El que primero ve a su
enemigo es el que puede actuar y dirigir las cosas a su voluntad.
Nuestra guerra submarina está sublevando al Almirantazgo Inglés. In-
glaterra busca aliados por todos los medios a su alcance.

12 de septiembre.
Al fin ha refrescado un poco. Se revive después de tantos días de in-
tenso calor. También los ánimos se levantan.
Servicio de combate. Dirección de fuego con supuestas averías. Justa-
mente esto es necesario practicar y practicar siempre otra vez, para que,
en caso de necesidad, cada hombre sepa trabajar con las instalaciones tan
complicadas. En un caso de avería, un solo movimiento mal hecho puede
poner en peligro la puntería y con eso la vida del buque.
A bordo no hay castigos disciplinarios. Todos estamos identificados
por una educación común. Esto es de suma importancia, ya que sólo una
minoría conoce lo que es el sentido de la responsabilidad colectiva que
debe existir en la tripulación de un buque de guerra. Ese sentimiento de
responsabilidad debe inculcárseles. Cuando un barco navega con las lu-
ces apagadas, nadie deberá encender ni siquiera un fósforo, pues la luz
que de él se desprende, puede verse a muchas millas y eso podría revelar
el buque. Tampoco bajo cubierta, cuando debido al calor se abren los ojos
de buey debe encenderse luz alguna, ni siquiera para vestirse, desvestirse
o para cambiar la guardia.

― 32 ―
Prometo una botella de Champagne al que componga la mejor canción
marinera y el primer producto de nuestros grandes compositores entra
poco después. A la noche, cuando nos reunimos para cantar, se oyen las
opiniones de los expertos.

A velocidad uniforme, ambos barcos reali- En plena marcha el buque madre reabastece
zan la maniobra de trasvasar el petróleo. de combustible al Graf Spee.

La tarea de reabastecimiento desde el


Altmark se realiza utilizando las bar-
cazas cuando se trata de avitualla-
mientos.

― 33 ―
Simulacro de combate. Los cañones del Graf Spee apuntan al Altmark. Debíamos aprovechar
las raras oportunidades en que nos conectábamos con el buque base, para realizar estos útiles
ejercicios.

La banda del buque, toca en honor a Nep-


tuno la marcha triunfal de las ninfas, una
melodía que suena muy mal en los oídos y
que ataca los tímpanos.

― 34 ―
Es domingo. La banda toca sobre cubierta
y nos parece encontrarnos en tiempo de
paz.

13 de septiembre.
Día de reabastecimiento. No es cosa fácil con este oleaje fuerte en el
medio del Océano. Tonel por tonel, víveres, etc., van trayendo las barca-
zas desde el Altmark.
Hemos sacado las cubiertas a nuestras barcazas y les hemos colocado
palletes de rozamiento. Se necesita mucha pericia y habilidad para en-
ganchar en el preciso momento el grillete de la grúa en la red cargada con
mercaderías, ya que la mar alta, muchas veces levanta o baja el bote más
de dos metros sobre el costado del buque.
Después de estos días tropicales sentimos bastante frío y para tomar
sol, cada uno va buscando un rinconcito resguardado del viento. Recién
nos encontramos sobre los 16 grados de latitud sur, ¡cómo será más
abajo!

14 de septiembre.
A los efectos de ahorrar combustible, hacemos trabajar nuestros mo-
tores con un eje solamente y reducimos la velocidad a nueve millas por
hora.
La situación política aún no se ha aclarado. El fin de la guerra con
Polonia se acerca. Después Alemania seguramente hará proposiciones de
paz a las potencias occidentales y de su aceptación o no, dependerá el
curso de los futuros acontecimientos.

― 35 ―
15 de septiembre.
Spee ya casi se encuentra bajo el Capricornio. El clima es espléndido;
un poco fresco; demasiado fresco para proceder al bautismo de nuestros
impuros. Lo postergamos, por lo tanto, hasta la vuelta. Corren leves vien-
tos Passat del S.E. y los primeros albatros circundan nuestro barco.
Para ahorrar aún más combustible, paramos nuestros motores durante
el día. Me toca guardia nocturna en el puesto de control de tiro. Suave-
mente se hamaca el buque sobre las olas. Encima de nosotros está la Cruz
del Sur. Luces fugaces cruzan el cielo estrellado; ¡cuántas cosas quisiera
pedir!
¡Alarma de ejercicio! ¡El encanto de la noche se ha disipado, la reali-
dad me saca de mis ensueños! En 45 segundos está lista para entrar en
acción la artillería mediana.

16 de septiembre.
Navegamos curso N.E. El Comandante quiere esperar el desarrollo de
las cosas en el siguiente triángulo: 1) 11°S.-21°0.; 2) 20°S.-25°O.; 3):
20°S.-7°O. Aunque nos encontramos a unos cuantos cientos de millas del
gran triángulo que forman las rutas de navegación a lo largo de la costa
sudamericana —Ciudad del Cabo y Río de la Plata— y de aquellas rutas
a lo largo de la costa africana-oeste, inclusive las rutas hacia las bases
inglesas en el sur de Ascensión, Santa Elena y Tristán de Cunha, nuestro
puesto de espera es lo suficientemente central como para partir desde aquí
al ataque, hacia cualquiera de las rutas mencionadas.
Noticioso: Rusia firmó la paz con el Japón en la Mongolia. Rusia de-
muestra interés por los rusos blancos y los ucranianos que viven en Po-
lonia. Submarinos alemanes han hundido hasta la fecha 135.000 tonela-
das. El grupo Oslo de Estados neutrales del Norte protesta contra la gue-
rra mercante inglesa claro, sin resultados. Fuera del ataque aéreo a
Wilhelmshaven, no hubo más raids aéreos contra territorio alemán. Se
encuentra cercada la mayor parte del ejército polaco y se lucha en los
alrededores de Varsovia, Brest Litovsk y Lemberg.

― 36 ―
17 de septiembre.
Desde hace cuatro semanas no veo más que cielo y agua. También este
domingo paso con guardias, lectura y tomar sol. A alguna distancia pa-
sean ballenas.
Nuestra misión sigue siendo la espera y esto es terrible, sabiendo que
en la patria nuestros hermanos están luchando cuerpo a cuerpo y que
nuestros submarinos hunden barco tras barco. Nuestra única distracción
del día es el noticioso. Hoy las noticias son buenas y esto nos da esperan-
zas.

18 de septiembre.
Mientras hacemos ejercicio de combate hemos avistado una boya es-
férica roja. Con nuestros cañones de 3,7 cm la tomamos nomo blanco y
la hundimos. Para hacer más interesante la guardia de vigía, el Coman-
dante promete 20 marcos al que primero a\i;?te algo. El vigía en la cofa
del trinquete, en premio de haber avistado la boya, recibe los primeros 20
marcos.
Noticioso: Alemanes y rusos se han encontrado en Brest Litovsk. Ru-
mania anula todos los convenios con Polonia, ya que para ellos, esa Na-
ción no existe más. Alemania y Rusia entregan una nota a Inglaterra di-
ciendo, que en vista de que el asunto Polonia ha sido arreglado sin la
intervención de ese país, ¿cuál es ahora el motivo porque Inglaterra
quiere continuar luchando? Tropas inglesas son llevadas a Francia. Nues-
tro submarino U-29 ha hundido el portaaviones Courageous.
Reina un inmenso entusiasmo a bordo. ¿Cómo saldrá Inglaterra de su
actual situación? ¡Esta semana traerá su decisión!
La Dirección de Guerra Naval nos comunica que el portaaviones in-
glés Eagle y algunos cruceros han abandonado su base Colombo en Cey-
lan, con destino desconocido, aparentemente con dirección hacia el sur.
Cada una de las rutas de navegación en la costa oeste de África y este de
Sudamérica, han sido puestas bajo control de un almirante inglés. Para la
protección de esas rutas han sido destinados: varios cruceros pesados,

― 37 ―
gran cantidad de cruceros pequeños, destructores y algunos cruceros au-
xiliares. Nadie sabe dónde se encuentran los cruceros de batallo, Hood,
Renown y Repulse. Los ingleses proceden de la misma manera que noso-
tros y ya no comunican sus posiciones.

19 de septiembre.
Hay una marea fuerte.
Para proporcionar a mis hombres un poco del tan necesario movi-
miento, diariamente hacemos media hora de deporte. Los fuertes movi-
mientos del buque y el lugar restringido sobre cubierta, nos impiden hacer
pruebas de salto. ¡No es tarea fácil mover a toda la tripulación!
Prácticamente la guerra con Polonia ha terminado. La Luftwaffe (flota
aérea alemana) y gran parte del ejército han quedado libres para ser tras-
ladados a la frontera occidental. Escuchamos un discurso del Fuehrer. Se
encuentra en Danzig. Era una última apelación a la paz, pero también un
anuncio que lucharemos con una voluntad inquebrantable si las potencias
occidentales no quieren aceptar nuestra oferta pacífica.

20 de septiembre.
Durante mi guardia matutina hace un frío terrible. Ya nos encontramos
sobre los 40° de latitud Sud.
A la tarde nos reabastecemos de combustible. Yo tengo guardia en el
puente y navego el barco. Debido a las enormes olas es sumamente difícil
hacer la conexión de la manguera. Ambos barcos navegamos con marcha
reducida, a solo 5 millas. Mientras Spee va acercándose lentamente por
popa, el Altmairk desde su popa tira al agua un balón envuelto en una red.
A ésta viene ajustada una driza de señales. El balón va a la deriva hacia
la proa del acorazado. Ahora es cuestión de timonear el buque de tal ma-
nera, que el balón quede a un costado y pueda ser levantado. Este proceso
es bastante complicado, ya que, cuando el balón se encuentra demasiado
cerca del costado del buque no puedo verlo desde el puente y sólo puedo
guiarme por las señales del suboficial que deberá engancharlo. Antes de

― 38 ―
que una ola vuelva a llevárselo, conseguimos izarlo. Así hemos estable-
cido el primer contacto con el petrolero. Atado a la driza le sigue una
soga de manila y a ésta una soga gruesa de amarre. La tripulación la va
tirando sobre cubierta al compás de una marcha y cantando. Este método
ya es viejo y ha sido usado en los buques-escuela. Conectado a la soga de
amarre viene un cable de acero, y sujetado a éste, cada tantos metros, la
manguera por la cual ha de pasar el petróleo. Esta manguera tiene un diá-
metro de 20 cm y está inflada con aire para que flote. Una tapa la cierra
herméticamente y evita que penetre agua de mar. La soga de manila se
arrastra hasta popa y el cable que le sigue se ajusta sobre cubierta. Con
conexiones flexibles se une la boca de la manguera con la tubería de la
bomba. Después de un control minucioso de todas las roscas, se libra la
bomba y la misma empieza a funcionar. Ahora, en mi calidad de oficial
de navegación de guardia, debo mantener exactamente la misma distan-
cia y curso entre los dos buques. Navegamos aproximadamente a 200
metros uno del otro y un medidor de distancia me indica cualquier dife-
rencia mínima. Asimismo debo mantener la velocidad a la par del Alt-
mark, lo cual, con el fuerte oleaje es muy difícil, puesto que con la velo-
cidad reducida que llevamos, el buque empieza a guiñar. Por eso el Co-
mandante ordena levantar presión y con señales acordamos en elevar
nuestra velocidad a 12 nudos.

21 de septiembre.
Inglaterra y Francia no reaccionaron ante nuestro llamado de paz.
Aparentemente no quieren debatir sobre la palabra Paz, muy al contrario,
han tomado el ofrecimiento alemán como una demostración de debilidad.
El pueblo francés no está con voluntad de llevar adelante una guerra sin
sentido, pero su Gobierno adhiere a Inglaterra.
Un mes entero llevamos ya de viaje y nuestra situación sigue tan in-
cierta como el primer día. ¿Cuándo volveremos a nuestros hogares? Des-
pués de nuestro rápido triunfo sobre Polonia, parece que fuera posible
formar un Gobierno de coalición, el cual aún después de duras luchas,
podría llegar a ser lo suficientemente fuerte para vencer a Inglaterra.

― 39 ―
22 de septiembre.
¿Cuándo terminará para nosotros este terrible período de espera? Los
días son uno igual al otro y pasan entre guardias, comidas, servicio de
combate, lectura y descanso.
En la frontera occidental hay muy poca actividad. En Polonia. se han
retirado las tropas alemanas a una línea de demarcación fijada de común
acuerdo con Rusia. Hemos vuelto a en trepar grandes extensiones de te-
rritorio valioso, entre ellos, los campos petroleros polacos. Esto nos de-
silusiona. ¿Podremos confiar en los rusos?

23 de septiembre.
Uno de nuestros grandes hombres, el General de Ejército Freiherr von
Fritsch ha caído por su patria. Fue uno de los mejores de nuestro Estado
Mayor e innumerables calumnias han caído sobre él. Su muerte me ha
impresionado mucho.
Durante mis guardias nocturnas pienso constantemente en el porqué
de una guerra, pienso como estarán mis padres y si mis hermanos habrán
vuelto del frente polaco.

24 de septiembre.
Un día sin novedades. A la tarde hago un poco de entrenamiento de
box y noto que me falta training.

25 de septiembre.
A pesar del mar revuelto, nuestras barcazas siguen trayendo mercan-
cías del Altmark. Siempre debemos tener el máximo de reservas para es-
tar listos para cualquier acción.
Mussolini ha hecho otra tentativa de proponer la paz. Sus propósitos
pacifistas han sido rechazados categóricamente por Inglaterra y Francia.
En Estados Unidos se protesta fuertemente contra las restricciones de ex-

― 40 ―
portación de armas que impone el acta de la neutralidad. No pasará mu-
cho tiempo hasta que esa ley sea rectificada e Inglaterra y Francia tendrán
todos los beneficios.

26 de septiembre.
El Altmark se alinea para ejercicios de combate. Esta vez hacemos un
control de nuestros instrumentos de tiro y ópticos.
¡Al atardecer suena la señal de alarma! Incomuniquen las puertas es-
tancas. Capturamos a nuestro petrolero. Nos acercamos con los cañones
apuntando y nos abrimos. Les damos las señales de stop y arriamos los
botes con el comando de presas. Se dirigen hacia el Altmark e inician el
control.
Nos parece como si estuviésemos rodando una película. ¿Comenzarán
las acciones? No es costumbre de nuestro Comandante hacer una cosa sin
un motivo.

27 de septiembre.
La primera parte de nuestra misión era el viaje hacia el campo de ope-
raciones, la segunda una dura y larga espera y ahora en tercer término,
nuestra principal misión: ¡Comenzar con la guerra a los mercantes!
Reunión de la oficialidad. El Comandante nos comunica las órdenes
del Superior Comando Naval:
Los Acorazados deberán dirigirse a sus campos de operaciones y
comenzar la guerra contra la flota mercante enemiga.

¡Al fin! ¡Qué alivio! ¡Se acabaron estos tiempos de espera!


Los submarinos, en su mayoría, han vuelto a sus bases para ser reacon-
dicionados. Mientras tanto deberán inquietar al enemigo los acorazados
y la Luftwaffe.
El Comandante nos hace ver claramente que los buenos resultados
pueden alcanzarse solamente con una completa unidad de acción. Espe-
cifica que está dispuesto a aceptar proposiciones de sus oficiales, pero

― 41 ―
que rechazará toda crítica, una vez tomada una decisión, ya que las mis-
mas podrían influir desfavorablemente en el espíritu de lucha de la tripu-
lación. De hoy en adelante, el lema de cada uno de nosotros será: mante-
ner la tranquilidad y cumplir con la obligación.
¡Todos los hombres a popa! Todos presentimos que se ha tomado una
decisión importante. El Comandante está entre sus hombres, cuyos ros-
tros reflejan decisión y seriedad. Les informa que Inglaterra, de acuerdo
a las declaraciones de Mr. Chamberlain ante la Cámara de los Comunes,
está decidida a hacer frente al enemigo, bloqueándolo, no permitiendo un
intercambio de sus mercaderías, agotarlo completamente, hasta tal punto,
que tenga que rendirse. Mr. Chamberlain opina que un ataque directo al
Westwall y ataques aéreos, serían demasiado sangrientos y además serían
pagados con la misma moneda. Esta guerra será larga y costosa e Ingla-
terra se prepara para tres años. Inglaterra quiere bloquear a Alemania
hasta que esta nación se rinda vencida por el hambre. Nuestra misión será,
dice el Comandante, hundirles tantos barcos, que la guerra les resulte tan
costosa, que no puedan resistirla y se vean obligados a aceptar la paz.
Finalmente nos comunica que el Superior Comando Naval ha ordenado
que debemos comenzar con las hostilidades y nos grita una frase que
desde hoy en adelante será nuestro grito de batalla: ¡Heil, Sieg und gute
Beaute! (¡Salud, victoria y buena caza!)
El entusiasmo y el optimismo son enormes. Todos conocen la inmen-
sidad de los Océanos y han comprendido que con sólo un poco de suerte,
podemos tener todo lo bueno de nuestro lado.
¡En esa suerte nos confiamos!
Como un buen presagio, la radio nos informa que ha capitulado Var-
sovia. Además, que aviones alemanes han conseguido colocar una bomba
de 500 kg. sobre un porta-aviones y dos bombas de 250 kg. sobre un
buque de batalla.
El Altmark deberá aguardarnos sobre líneas de posición prefijadas,
dentro de nuestro triángulo de operación. Aún lleva en

― 42 ―
sus bodegas 9.000 m3 de combustible para nosotros. Una reserva de-
masiada costosa e importante, para ponerla en peligro. Además el acora-
zado tiene más libertad de acción cuando está solo.
Nosotros nos dirigimos al NO hacia la costa sudamericana, a la altura
de Pernambuco. Desde allí en zigzag tomaremos curso general 21° hacia
las rutas de navegación del sur. El Comandante supone que en esas aguas
podremos actuar sorpresivamente, ya que de acuerdo a las comunicacio-
nes interceptadas en el TSH, el enemigo espera que los acorazados ale-
manes entraran en acción en el Océano Indico. También esperamos en-
contrar mejor presa sobre estas rutas que en aquellas a lo largo de la costa
africana, pues estando todavía libre el Mediterráneo del conflicto militar,
las rutas africanas deben ser poco navegadas.

22 de septiembre.
La Dirección Naval nos informa: “los buques de batalla Hood,
Renown y Repulse (buques que nos son superiores tanto en velocidad
como en artillería) han sido avistados en aguas territoriales inglesas”.
De acuerdo a lo manifestado por corresponsales de guerra ingleses,
justamente éstas unidades, para un caso de guerra, serían unidas en una
escuadra que perseguirá y destruirá a los raiders enemigos. Seguramente
la incursión de nuestros buques de batalla Scharnhorst y Gneisenau al
Mar del Norte ha impedido que las cosas se hagan así y esto es un gran
alivio para nosotros. Esto asimismo demuestra qué importante resulta si
se pone hábilmente en acción a los pocos buques de guerra que Alemania
posee, obligando al enemigo a desplegar sus fuerzas ininterrumpida-
mente hacia otros campos de acción. Otro TSH interceptado dice que In-
glaterra está llevando su mercadería en convoyes que parten desde la
costa sudamericana hacia Freetown.
Ahora nuestro máximo interés se concentra en la protección de esos
convoyes. De acuerdo a informaciones que tenemos, el enemigo no posee
suficientes unidades para proteger ampliamente a los muchos convoyes
que recorren las extensas costas y rutas sudamericanas y está obligado a

― 43 ―
desparramar sus buques de guerra. Esto significa que los convoyes serán
más débiles que nosotros.
Nuestro Comandante decide ir a la búsqueda de esos vapores y si la
situación se presenta favorable, atacarlos enérgicamente. En el caso de
una fuerte protección cambiaremos nuestro radio de operación hacia
aguas al sur de Río de Janeiro, donde esperamos encontrar barcos solita-
rios. La destrucción de un convoy sería para nosotros una gran victoria.
Nuestros nervios están en tensión y nuestros sentidos despiertos como en
una cacería. Ojalá tengamos un poco de suerte. Los puestos de la artillería
mediana y los reflectores están ocupados siempre, aún de noche.
Las noches con luna son tan claras que permiten leer sobre cubierta.
La visibilidad es extraordinaria, aproximadamente 150 Hm; esto nos ayu-
dará a encontrar las rutas de navegación.

29 de septiembre.
El Ministro del Exterior von Ribbentrop está en Moscú. El resultado
de sus conversaciones son los siguientes convenios:
1. Se ha llegado a un acuerdo sobre el futuro de Polonia. La línea de
demarcación, que ahora es frontera definitiva, ha sido corrida otra
vez hacia el Este, hasta el Bug.
2. Rusia y Alemania, conjuntamente, tratarán de conseguir la Paz entre
Inglaterra y Alemania.
3. Para contrarrestar el bloqueo británico, Rusia y Alemania intercam-
biarán mercancías en gran escala.
Estos convenios tienen un eco enorme en el mundo.
Nuevamente nos encontramos en las regiones tropicales. El calor es
terrible. El agua tiene una temperatura de 27°C y estamos obligados a
refrigerar las cámaras de munición y lamentablemente, tenemos que pro-
ducir gas de carbono en cantidad mayor a lo permitido. Si la guerra de
los acorazados tiene que durar mucho tiempo, no podremos seguir ope-
rando en estas regiones tropicales.
Abandonamos la búsqueda de presa sobre las rutas de navegación para
tiempos de guerra y nos dirigimos hacia aquéllas recorridas durante los

― 44 ―
tiempos de paz; por lo menos hasta tanto el comercio enemigo esté alar-
mado y paralizado. Más adelante trataremos de desviar hacia el Este, an-
tes de que el enemigo consiga reunir sus unidades de guerra. Operaremos
entonces sobre la ruta Cabo, entre las islas Ascensión y Santa Elena, una
región que por sus corrientes frías de Bengala, es más conveniente para
nosotros.
El Superior Comando Naval nos comunica:
“Inglaterra está necesitada de resultados positivos; ¡debemos evi-
tar que sumen prestigios! no hay que contar con la intervención de
porta-aviones y buques de batalla en el Atlántico del Sur!

30 de septiembre.
Mediodía. Los rayos del sol caen sin piedad sobre la cubierta y llenan
las dependencias que se encuentran debajo de ésta con un aire sofocante.
Son las 13 horas cuando repentinamente suena el timbre de alarma —
cinco cortos—. ¡Cierren las puertas estancas! El vigía en la cofa del trin-
quete ha avistado una nube de humo hacia adelante. El medidor de dis-
tancia, nos indica que a 35 Km. se encuentra un barco. A toda marcha
nos dirigimos hacia él, pero en el detector observamos que la distancia
aumenta y esto indica que el enemigo ha cambiado su rumbo y trata de
escapar, de manera que no puede ser un neutral. ¡Qué suerte! Del puente
me comunican que nuestro avión se encuentra encima del enemigo. Está
disminuyendo su velocidad; 150 Hm - 100 Hm - 50 Hm. Está telegra-
fiando intensamente; “a-a-a-r-r-r-Clemente- siguen las indicaciones de
posición: gun-ned (clement —nombre del vapor— sobre... grados para-
lelos... longitudinales, bombardeado por un avión de un raide). Nuestro
avión les impide realizar el último intento de escaparse, ametrallando el
puente de comando. El 1er. oficial es herido levemente.
El carguero inglés Clement de 5051 toneladas de registro bruto, es
nuestra primera presa. El barco está pintado completamente de gris. El
puente y el cuarto de derrota están resguardados con bolsas de arena.
Viene de Nueva York y se dirige hacia un puerto brasileño. Nos hemos
acercado y su tripulación ya lo ha abandonado. Es asombrosa la rapidez

― 45 ―
con que han arriado los botes. Parece que lo han ejercitado numerosas
veces.
Nuestra barcaza, con el oficial de abordaje y el comando de presas
vuelve a sacar al Capitán y al 1er. Ingeniero de los botes salvavidas. De-
berán acompañarlos en la inspección del barco. El Capitán, en la media
hora que había tenido a su disposición, había hecho buena tarea. Ha des-
truido todos los documentos, planos, la estación de radio, las maquinarias
principales, etc. El Clement tiene una carga de 500 toneladas de cera pa-
rafina y 500 toneladas de mercaderías varias.
Con sus máquinas destruidas no podemos llevarlo a un puerto neutral
y debemos, por lo tanto, hundirlo. Nuestro Comandante imparte la orden
de torpedearlo. Una anguila (así llaman en la marina alemana a los torpe-
dos) pasa por delante de la proa y el segundo por debajo del barco. A los
efectos de no gastar más de nuestros torpedos valiosos, decidimos hun-
dirlo con la artillería mediana. A pesar de que el barco presenta graves
destrozos —humo y fuego salen de sus entrañas— no conseguimos hun-
dirlo. El fuerte oleaje nos impide cañonearlo en su línea de agua y recién
unos cañonazos con nuestra artillería pesada lo hunden.
A las 16.40 horas se levanta perpendicularmente y se va a 4.000 me-
tros de profundidad. Los dos ingleses observan el hundimiento desde
nuestro puente. Para un viejo Capitán no fue una novedad. En 1914 un
submarino alemán había hundido un barco capitaneado por él. Su única
observación fue: A damned hard ship (Un barco condenadamente duro).
Para nosotros este hundimiento es como una gota de vermouth
amargo. ¡El primer barco! ¡No podemos darnos el lujo de gastar tanta
munición por barco! A pesar de ello, algo hemos aprendido.
¡Hay revolución en el éter! Sobre la onda de los 600 m (onda para los
barcos mercantes) se cruzan cientos de radiogramas. Nosotros despacha-
mos un S.O.S. hacia una estación radio-transmisora que se encuentra en
la costa brasileña y les pedimos ayuda para los botes salvavidas del inglés
hundido. Firmamos el despacho Admiral Scheer. Cambiamos nuestro
nombre para intranquilizar al Almirantazgo inglés y para hacerles creer

― 46 ―
que hay más cruceros que operan en éstas aguas y ante todo para dejarlos
en la inseguridad sobre la posición de los acorazados alemanes.
Más tarde observamos que un barco acude para ayudar a los náufra-
gos. Nosotros nos dirigimos rápidamente hacia el sur. El Comandante no
quiere capturar a un barco que fue llamado para salvar a una tripulación
de un barco hundido. ¡Un acto de caballerosidad, típica de nuestro Co-
mandante; ¿o será quizás por qué le ha bastado con el hundimiento de
hoy?!
A las 18.30 horas suenan nuevamente los timbres de Alarma. El entu-
siasmo de la tripulación que había decaído algo con nuestro éxito de hoy,
vuelve a resucitar. ¡Parece que hoy lo nuestro va bien! La siguiente presa
es un griego: Papalemos de 3.750 toneladas con una carga de maíz en
viaje hacia Vincent. Le entregamos nuestros dos prisioneros ingleses que
se despiden de nuestro Comandante, llenos de agradecimientos por su
generosidad de liberarlos, y como se trata de un neutral que no llevaba
contrabando, lo dejamos seguir rumbo.
Ha obscurecido. A toda marcha tomamos curso este y nos alejamos de
estas regiones. Momentáneamente no necesitamos preocuparnos que se
nos escape una presa, ya que el Clement ha alarmado a toda la costa sud-
americana y durante algunos días, los barcos enemigos solamente nave-
garán arrimados a la costa, en aguas neutrales. Además, las fuerzas nava-
les inglesas, estarán ocupadas con nuestra búsqueda por esas regiones, de
manera que podemos dirigirnos a otros lugares con toda tranquilidad.

1° de octubre.
Así repentinamente como apareció, Spee vuelve a desaparecer. Como
no habrá movimiento a lo largo de la costa sudamericana nos dirigimos
hacia las rutas de navegación africanas, que además son más convenien-
tes, ya que permiten que después de una acción, podamos escaparnos ha-
cia cualquier lado.
Experiencias hechas durante la primera contienda mundial han indu-
cido al Almirantazgo Inglés a ordenar a todos sus barcos, que, en caso de

― 47 ―
ser interceptados por un barco de guerra enemigo, destruyan sus máqui-
nas, para impedir que el enemigo pueda llevarlos como presa o utilizarlos
como barcos auxiliares. ¿En qué forma podríamos impedir esto? La ma-
nera como hemos capturado ayer al Clement no era la apropiada.
El Almirantazgo Inglés previene a sus barcos de un raider alemán que
está operando en la costa sudamericana. Esto demuestra que nuestro pro-
pósito de inquietar al enemigo ya hoy tiene sus frutos.

2 de octubre.
En otro mensaje del Almirantazgo Inglés a sus barcos, les advierte que
deberán cuidarse de un crucero-auxiliar o un caza- torpedos que opera en
la costa sudamericana. No obstante que nuestras anguilas no hayan en-
contrado su blanco, han impresionado seriamente. Los ingleses tranqui-
lizan a sus mercantes diciendo, que con la ayuda de aviones y fuerzas
navales, pronto habrán encontrado e inutilizado al enemigo.
Han sido promovidos los oficiales de la clase 1931. Esto equivale a
que yo soy ahora uno de los Tenientes primeros mayores y que la si-
guiente vez, también yo seré ascendido.

3 de octubre.
Mientras Mr. Chamberlain rechaza todo acercamiento alemán. Lloyd
George ruega reconsiderar la situación.
Durante la noche vamos y venimos sobre la ruta Sta. Elena —Ascen-
sión y sobre la ruta Ciudad del Cabo— Nueva York. No hay necesidad
de refrigerar nuestras cámaras de munición, porque nos encontramos en
zonas con corrientes frías.
Nuestra incursión a la costa del Brasil ha demostrado claramente que
nuestra refrigeración no alcanza para operar en aguas tropicales. Posible-
mente, el hundimiento de nuestro crucero Karlsruhe, en esas mismas
aguas, durante la guerra de 1914, ha tenido el mismo origen, es decir que
seguramente, debido al calor excesivo, han explotado las cámaras de mu-
nición.

― 48 ―
La torre de un acorazado tiene formas tan características y es visible a
enormes distancias, que nos impide acercarnos sorpresivamente al
enemigo. Para camuflarla, pintamos su parte delantera con un color claro
y dejamos únicamente los bordes de color gris. Así aparenta ser un mástil
triple. El resultado de nuestro camuflaje habremos de experimentarlo.

5 de octubre
Puntualmente, a las 06.30 h. se presenta el primer barco de turno en
nuestro nuevo campo de operación. A 245 Hm. divisamos una línea de
humo. Recién me había retirado para descansar un poco, cuando escucho
el silbato que significa la comisión de presas a sus botes. Este silbato ya
nos es tan conocido en nuestros ejercicios, que ni siquiera esperamos la
señal de alarma para ocupar nuestros puestos de combate. ¡Tendré que
quedarme sin descanso! Me visto rápidamente y corro a mi central de
artillería.
¡Nos vamos acercando! En el horizonte se van asomando las puntas
de los mástiles, la chimenea y las superestructuras del barco enemigo.
Arriba, en la cofa del trinquete, tratan de adivinar su tonelaje; 10.000 to-
neladas, 8.000 toneladas, 6.000 toneladas; cuanto más nos acercamos,
más tonelaje va perdiendo y finalmente, apenas quedan 4.000 toneladas.
Pero sin lugar a dudas, se trata de un inglés, puesto que lleva un cañón en
la popa. Otra vez, igual que durante la guerra del catorce, Inglaterra se
aparta de todas las convenciones internacionales y arma a sus mercantes,
mientras que nosotros seguimos ateniéndonos a ellas. A 1.800 metros nos
abrimos (ponerse de costado hacia el enemigo).
Ordenamos parar y no telegrafiar, pero nuestro telegrafista oye, que, a
pesar de nuestra advertencia el inglés emite su llamada de auxilio sobre
la onda internacional. No podemos evitarlo y nada podemos hacer, ya que
las leyes de abordaje nos impiden cualquier acción. ¡Qué pena! La radio-
telegrafía es mucho más peligrosa para nosotros, que un ataque directo
de artillería.

― 49 ―
Pero, solo pocas veces consigue emitir su S.O.S. Nuestro comando de
presas ya está allí y se ha posesionado de la central transmisora. Los in-
gleses ni siquiera han tenido tiempo de destruir sus instrucciones y docu-
mentos secretos para la TSH. ¡Un hallazgo valiosísimo para nosotros!
También este barco está pintado enteramente de gris. Hasta su nombre
había sido sobrepintado. Se trata del carguero inglés Newton Beach, de
4.600 toneladas de registro bruto, con un cargamento de maíz desde Ciu-
dad del Cabo hasta Freetown, donde debía unirse a un convoy.
¡You are damned early, gentlemen! (¡Uds. son muy madrugadores,
señores!). Con estas palabras nos recibe el Capitán. Nos había tomado
por un francés, nuestra insignia había estado escondida detrás de la torre
de comando y cuando nos reconoció, ya era demasiado tarde. Ahora está
muy disgustado con su mala suerte y nos pregunta enojado “¿qué es lo
que quieren con mi barco? ¡el cargamento para nada les sirve!”. Le con-
testamos que no era Alemania sino Inglaterra que había colocado víveres
en la lista de contrabandos...
Hemos inutilizado su cañón de popa y tiramos la munición al mar. El
barco lo llevamos como lumpensammler (recolección de cosas inútiles).
A las 08.10 h. el Newton Beach escolta al acorazado, echando humo y
con una velocidad enorme de 9,2 nudos (era su velocidad máxima). En el
puente, bajo la custodia de uno de nuestros oficiales de abordaje, el oficial
inglés sigue haciendo su guardia. El timón lo maneja el Moisés (el más
joven de a bordo) y hace lo posible para mantener su barco en curso.

Nuestra primera
presa: el Clement.
Es un carguero in-
glés, de 5.051 tone-
ladas. Viajaba de
New York a un
puerto de Brasil.

― 50 ―
Hundimiento del car-
guero Ashlea. Llevaba
7.300 toneladas de azú-
car para Inglaterra.

La tripulación del
Clement abandona
su barco y es reco-
gida por el Graf
Spee.

Tomamos contacto
nuevamente con el
Altmark; para infor-
marlos de nuestros
triunfos, el Coman-
dante hace izar las
banderas de los ban-
cos apresados.

― 51 ―
El Doric Star bajo
la vigilancia de
nuestro buque.

Oficiales del New-


ton Eeach son traí-
dos al Graf Spee.

Una incursión sobre la misma ruta, pero más hacia el sur, no trae re-
sultados. Tampoco nuestro avión en su vuelo de patrullaje, consigue di-
visar un barco enemigo. En compañía del Newton Beach proseguimos
nuestra marcha nocturna hacia el Este.

6 de octubre.
Según las instrucciones inglesas que hemos confiscado, los barcos bri-
tánicos tienen orden de transmitir intensivamente en caso de encontrarse
con embarcaciones enemigas y de la siguiente manera:
En el caso de embarcaciones de superficie: 3 veces R: Raider.
En el caso de submarinos: 3 veces S: Submarino.
En el caso de aviones: 3 veces A: Avión.

― 52 ―
Después indicar posición, nombre del enemigo, tipo y armamento.
Las transmisoras inglesas y los barcos repetirán las indicaciones y bu-
ques de guerra acusarán recibo en código, comenzando con las letras CT.
Estos conocimientos serán de mucho valor para nosotros. Con sólo
vigilar las ondas, sabremos si el SOS. ha sido captado y si en nuestras
cercanías se encuentran unidades de guerra.
El llamado de auxilio del Newton Beach parece que no ha sido escu-
chado. El barco había parado su motor eléctrico para ahorrar combustible
y la estación emisora estaba trabajando con acumuladores, de manera que
las señales habían sido largadas al éter con muy poca intensidad. Así
Spee, a pesar de su presa, sigue incógnito. ¡Un excelente comienzo!
Conversando con los oficiales ingleses nos enteramos que todos los
barcos británicos deberán dirigirse hacia Ciudad del Cabo y desde allí, de
acuerdo a las instrucciones que allí se les dará, continuarán su viaje solos
o en convoyes. El Capitán inglés es de opinión, de que en vista de que
sus rutas se encuentran muy desparramadas, antes de que podamos sumar
nuevos triunfos, nos habrán aniquilado. Es un inglés típico, para quien,
la soberanía de los mares pertenece exclusivamente a los ingleses. Nues-
tro oficial le dice: “veremos; mañana por la mañana, a la hora del desa-
yuno, vendrá el siguiente”.
En el Reichstag, el Fuehrer hace una reseña sobre la guerra con Polo-
nia y vuelve a hacer proposiciones de paz a Inglaterra. Yo, ya nada espero
de esas proposiciones de paz.

7 de octubre.
A las 08.30 h., justamente durante mi turno de guardia, anuncian una
nueva línea de humo en el horizonte. A toda velocidad nos dirigimos ha-
cia ella: ¡Alistarse el comando de presas, cerrar puertas estancas, toda
la tripulación a sus puestos de combate! El film corre automáticamente.
¡Qué suerte, otro Tommy! (Apodo que los alemanes dieron a los ingleses.)
“Por lo menos del tamaño de nuestro Altmark”, me informan desde
arriba con un poco de escepticismo. Más tarde se va achicando otra vez
y finalmente llega al tamaño del anterior.

― 53 ―
Esta vez es el carguero Ashlea de 4.222 toneladas de registro bruto,
con un cargamento de 7.300 toneladas de azúcar cruda, en viaje desde
Ciudad del Cabo hacia Inglaterra. El cargamento tiene un valor aproxi-
mado de 200.000 libras.
Lo hemos tomado completamente de sorpresa. Igual como el Capitán
del Newton Beach, también este Capitán creyó que éramos un buque de
guerra francés y solamente se da cuenta de su error cuando es arriado el
bote con el comando de presas y cuando levantamos la señal de paren,
no telegrafíen. A pesar de todo el Capitán consigue llevar sus documentos
a la sala de máquinas para quemarlos, valiéndose de un pequeño ardid
para ganar tiempo. Cuando arrimaba nuestro comando de presas, hizo
bajar primero la escala de gato por un costado para levantarla enseguida
otra vez y llevarla del lado sotavento. Sin embargo, para telegrafiar no le
ha quedado tiempo. Con una rapidez extraordinaria están nuestros hom-
bres en el puente y en la cabina de transmisión. Asustado ante los revól-
veres embocados, levanta las manos el telegrafista. Llegaron justo
cuando quería poner en función esa tecla tan reveladora. ¡Otra presa y
seguimos de incógnito!
Este buque, —muy al contrario del Newton Beach, que como todos los
vagabundos es un barco sucio— hace una excelente impresión. Los ofi-
ciales llevan uniforme y ropa blanca. El Capitán es un gentleman en todo
sentido de la palabra y nos contesta con toda deferencia. En el salón co-
medor todavía está el desayuno en la mesa; huevos con jamón. Confisca-
mos los documentos de embarque y otros papeles más. También conse-
guimos apoderarnos de algunos datos importantes sobre las rutas de na-
vegación inglesas y sobre órdenes imputadas con respecto al comporta-
miento para casos como el presente.
Después de un detenido control del barco, nuestro Comandante da la
orden de su hundimiento. Su tripulación se compone de ingleses y ocho
negros. Les damos tiempo para preparar valijas y después los llevamos al
Newton Beach. Todos están tranquilos menos los negros. Estos están tan
nerviosos que se pusieron 3 trajes, uno encima del otro, y el sudor les

― 54 ―
corre por la frente. Uno de ellos se apena por un pequeño mono, su mas-
cota, sin embargo después olvida llevárselo al bote. Pobre animal, tendrá
que nadar. Durante todos estos preparativos, nosotros, hemos trasbordado
unos cuantos botes llenos con azúcar y papas.
Aconsejamos al Capitán llevarse ropa de abrigo y el inglés sonríe, sor-
prendido ante tanta atención, agradece y se lleva algunas cosas. Después,
echa la última mirada a su camarote y dice: Churchill tendrá que pagar
por todo esto. Cuando se despide de los oficiales alemanes, agradece su
trato caballeresco y finalmente dice: Espero que nos encontremos alguna
vez; pero en tiempos mejores.
Nuestro comando de presas ha cumplido con su trabajo. Las granadas
están colocadas y el reloj ya funciona. Poco después vienen las detona-
ciones, el Ashlea escora fuertemente y se hunde seis minutos más tarde.
Otra incursión hacia el Este no trae resultados.
Nuestro avión, desde que volvió de su último vuelo de reconocimiento
está descompuesto. El motor no sirve y habrá que cambiarlo por el de
reserva.

8 de octubre.
El Capitán del Newton Beach le pregunta intrigado a nuestro oficial:
¿Cómo sabía Ud. que para el desayuno encontrarían otro? Lamento, es
un secreto profesional —dice nuestro oficial de guardia. El optimismo
del Capitán inglés ha decaído. Cuando avistamos al Ashlea se resistía a
continuar adelante y solamente después de enérgicas insistencias de nues-
tro oficial, volvió a navegar a toda marcha. El sigue teniendo la espe-
ranza de que unidades inglesas lo van a liberar.
Hoy tiene que perder esta última esperanza. Nuestro Comandante da
orden de hundir al Newton Beach que con su escasa velocidad, resulta un
estorbo para nosotros, ya que nos impide levantar presión. Si no quere-
mos esperar las casualidades debemos recorrer las rutas de navegación
con más rapidez y por otro lado esas rutas están muy distanciadas entre
sí.

― 55 ―
A las 18.30 h. volamos el barco. Se hunde lentamente; el maíz se hin-
cha e impide la entrada del agua. Mientras tanto ha obscurecido y por
desgracia en el inglés se habían dejado encendidas las luces.
¡Luz a la vista por popa! Un neutral se dirige directamente hacia no-
sotros. Esto es justamente lo que nos faltaba con la antorcha prendida.
¡Es desesperante! ¡Todos los hombres a sus puestos de combate! Nos
dirigimos hacia esa visita tan inesperada y no invitada y nos comunica-
mos con ella mediante el alfabeto Morse. Nos contesta: Pollan Laut en
viaje desde Amberes hacia Fandang. ¿Así que un holandés? Gracias, y
nos vamos sin darnos a reconocer. Nos pasa de largo y parece que no ha
visto al Newton Beach.
Recién a las 23.50 h. se hunde el Newton Beach y solamente la luz de
una boya de salvamento —que puede verse desde muchas millas— marca
el lugar del hundimiento.

9 de octubre.
Nuestro Comandante había ordenado el desmontaje del equipo trans-
misor del Newton Beach y lo hemos instalado en nuestra cabina del más-
til. Es un aparato marca Marconi y nos hará buenos servicios para emitir
llamadas de auxilio fingidas. Si elegimos bien las indicaciones de posi-
ción, el enemigo tendrá que suponer que en estos lugares operan dos aco-
razados o submarinos e interrumpirá su tráfico por estar rutas. Pero para
ese propósito aún no ha llegado el momento propicio.
Continuamos cruzando las distintas rutas de tal manera, que sobre una
franja de 60 millas de ancho, ningún barco que navegue hasta una velo-
cidad de 10 nudos, puede escapársenos. Durante la noche nos dirigimos
al punto de partida para el recorrido del día siguiente.

10 de octubre.
Cuando uno tiene que hacer catorce días continuos con guardias de
combate el organismo se resiente. No es mi ideal dormir 3 horas diarias

― 56 ―
como término medio. El día ya casi no se diferencia de la noche. Para
todos nosotros existe un solo deseo: ¡barcos y presa!
Tres días ya nos encontramos sobre la ruta. Nuestros vigías nada pue-
den divisar. Parece que también el día de hoy pasará sin que encontremos
un barco. A las 17.30 nos decidimos a tomar rumbo opuesto. Mientras
me encuentro descansando, siento por el temblor del buque que navega-
mos a toda marcha. La tripulación ya no espera la señal de alarma, sino
que empieza a cerrar las puertas estancos y los mamparos. Suena el tim-
bre cinco cortos. ¡El entusiasmo llena el buque! ¡Parece que los instintos
animales, siempre ocultos en el ser humano, vuelven a revivir!
Esta vez se estima el tonelaje con menos optimismo. Máximo 4.000
toneladas, me informan desde el puente. Cuando nos hemos acercado
hasta 40 Hm., el barco empieza a telegrafiar en código. Finalmente da su
S.O.S. abierto.
Es el barco inglés Huntsman, de 8.300 toneladas de registro bruto, en
viaje desde Calcuta hacia Londres. Su cargamento se compone de té, lo
suficiente como para abastecer a toda Inglaterra por un término de 45
días. Además lleva alfombras de la India, cueros frescos y trabajados,
minerales, croma arábiga, etc., en total 10.000 toneladas con un valor
aproximado de 80.000.000 de marcos. Por razones de seguridad decidió
tomar esa ruta en vez del camino mucho más corto por el Mediterráneo.
¡Tuvo que elegir justamente esa ruta para encontrarse con nosotros! ¡Un
hallazgo excepcional!
Sobre cubierta corren setenta y siete hindúes de un lado para otro,
completamente desconcertados. Temen por su vida. El Capitán, que tiene
73 años, hacía su último viaje; después quería pedir el retiro. Ya no podrá
hacerlo pues tendrá que seguirnos con su barco. Más adelante, en el Alt-
mark tendrá la compañía de sus amigos, los otros capitanes ingleses.
Nuestro comando de presas otra vez ha trabajado muy bien. Nueva-
mente han confiscado documentos secretos con las siguientes directivas:

1. No desparramar las fuerzas de guerra navales. Concentrarlas en los


puntos donde la navegación mercante forzosamente deberá unirse.

― 57 ―
2. Separar las rutas de navegación en por lo menos 100 millas una de
la otra para dificultar la persecución enemiga.
3. No perder tiempo en buscar al enemigo en aguas extensas, a no ser
que se conozca perfectamente su posición, ya que de otra manera
no habría comparación entre el despliegue y el éxito y habría que
descuidar otras tareas más importantes.

Nuestro Comandante pasa estas directivas en código a nuestro Co-


mando Naval en Berlín. Podemos telegrafiar tranquilamente, ya que el
Huntsman ha revelado nuestra existencia. Llegó también el momento de
poner en función a nuestra transmisora secreta LB-17 (el Marconi) y emi-
timos S-S-S- Newton Beach sigue posición. Con esto esperamos inquietar
al enemigo haciéndole creer que en el Atlántico del Sur también operan
submarinos. ¿Se dejará engañar el Almirantazgo Inglés? Si lo consegui-
mos, supondrán que aquí operan submarinos en combinación con un aco-
razado. No podemos comprobar si nuestro radiograma ha sido intercep-
tado; quizás la gran distancia no ha dejado que nos puedan escuchar o a
lo mejor los barcos que se encuentran cerca no quieren acusar recibo para
no revelar su posición.
Decidimos interrumpir momentáneamente nuestras incursiones y en
marcha nocturna, en compañía del Huntsman nos dirigimos hacia el S.
O. para encontrarnos con el Altmark. Hemos capturado 22.000 toneladas
de registro bruto. ¡Un buen principio!
El noticioso nos informa que en un ataque aéreo sobre fuerzas navales
inglesas hemos conseguido ubicar diez impactos de calibre mediano y
liviano. El ataque tuvo lugar sobre los 61 grados del paralelo Norte y esto
demuestra que toda Inglaterra, hasta la costa de Irlanda está al alcance de
nuestra aviación.

11 de octubre.
Spee está cruzando las rutas de navegación para barcos de carrera
desde y hacia Ciudad del Cabo. Son las 8.00 h. y nuevamente suena el
timbre de alarma. ¡Parece que nuestro negocio florece!

― 58 ―
Ya a las 6.00 h. de la mañana habíamos divisado una línea de humo.
Creíamos que nos habíamos equivocado y que se trataba de una de esas
típicas formaciones de nubes que parecen humo. Pero poco antes de las
8,00, por estribor, realmente aparece una línea de humo. A toda marcha
nos dirigimos hacia ella. Pero cuando después de media hora aún no avis-
tamos el barco, viramos y volvemos sobre nuestra vieja ruta. Debe haber
sido un barco veloz que nos ha pasado a gran distancia. No convenía se-
guirlo, ya que conseguiríamos alcanzarlo recién en las cercanías de la
base inglesa de Ascensión y esto sería peligroso.
Mr. Chamberlain, en su discurso ante la Cámara de los Comunes, ni
siquiera ha comentado las proposiciones alemanas de paz.

12 de octubre.
Nuestro avión ha sido arreglado y está nuevamente en condiciones de
levantar vuelo. Le pintamos distintivos que desde lejos, pueden confun-
dirse fácilmente con los distintivos ingleses.
A los efectos de no revelar al enemigo la línea de posición de nuestro
petrolero, ordenamos al Huntsman esperarnos sobre los 16°S. y 17°0. Si-
mulando que volvemos al ataque, nos dirigimos primeramente hacia el
Este, más tarde viramos hacia el Sur, para ir al encuentro del Altmark.
Esta noche, por primera vez desde hace mucho tiempo, volvemos a hacer
guardias restringidas. El personal de artillería y de los reflectores festeja-
mos este raro acontecimiento y nos reunimos en el salón para tomar una
buena copa de vino.
La Dirección Naval nos comunica:
El portaaviones Glorious, el buque de batalla Malaya y dos cruce-
ros navegan con dirección al Océano Indico.

13 de octubre.
A lo largo de las costas africanas hay gran actividad inalámbrica. Pa-
rece que nuestra última captura ha llegado a oídos del enemigo. La

― 59 ―
enorme cantidad de unidades de guerra que han sido destinadas a perse-
guirnos, demuestra que somos un intruso muy molesto. Fuera de los sub-
marinos y destructores que controlan esa región, nos persiguen un buque
de batalla, 2 portaaviones, 6 cruceros pesados y 6 cruceros livianos.
La semana pasada hemos constatado la existencia de un defecto en la
dirección automática de fuego de la torrecilla A de nuestro cañón grande
de proa. Nos ha costado mucho trabajo encontrar la falla. En nuestra base
naval, para casos como éste, tenemos los astilleros y los especialistas de
las fábricas constructoras de los equipos, mientras aquí afuera, debo arre-
glarlo todo con mis mecánicos. ¡Un imposible no existe! ¡Hay que en-
contrar una solución! Gracias a la eficiencia de mi personal mecánico de
artillería hemos conseguido subsanar el defecto en el día de hoy. Aquí a
bordo pocos sabrían apreciar su trabajo.
No es la primera reparación que efectuamos en nuestro equipo de ar-
tillería. Entre muchas otras cosas, hemos rebobinado motores y transfor-
madores quemados y hemos substituido colectores recalentados.

14 de octubre.
A las 8.24 h. divisamos al Altmark. Con sorpresa vemos como vira y
se envuelve en neblina tratando de escapar. ¿No nos han reconocido? Con
señales de reflectores nos damos a conocer. Más tarde nos enteramos que
nos habían tomado por un inglés.
Nuestro nuevo camuflaje del puente ha dado excelentes resultados. El
capitán del Altmark ya estaba dispuesto a hundir su barco y la tripulación
ya se había alistado al lado de los botes. Claro, nada sabían ellos de nues-
tros artistas pintores. Recién nuestras señales con los reflectores aclara-
ron la situación e impidieron que el capitán hiciera ciertos sus propósitos.
Inmediatamente comenzamos con el trasvasamiento de combustible.
Terminamos a las 17 h. Hemos recorrido hasta ahora 13.000 millas ma-
rinas y nuestros motores necesitan urgentemente un repaso general. Fuera
de los controles debemos cambiar doce pistones. Efectuar este trabajo
bajo las circunstancias dificultosas, ya que el barco balancea fuertemente

― 60 ―
y solamente con el personal del buque, representa una proeza. Finaliza-
mos todo de acuerdo a un viejo refrán de los navegantes que dice: Para
Dios y la marina, no hay nada imposible.
Después, junto con el Altmark nos dirigimos al encuentro de nuestra
presa, el Huntsman.
El noticioso nos informa que ha sido hundido el buque de batalla in-
glés Royal Oak, de 29.000 toneladas con 8 cañones de 38 cm. Esto repre-
senta un gran triunfo para Alemania, ya que el Royal Oak era una de sus
unidades más modernas. La tripulación está muy entusiasmada.

16 de octubre.
Exactamente a las 6,40 h. avistamos al Huntsman. Hoy es el gran día
para la oficialidad de administración y para el jefe de aprovisionamiento.
Cajones de té de Ceylan —que alcanzan para muchos años—, zapatos
blancos, cascos para sol, cueros, alfombras y muchas otras cosas más son
traídas del barco británico. Siempre sacamos nuevos tesoros de sus bode-
gas.
Aproximadamente 80 toneladas de mercaderías son traídas del Alt-
mark, un verdadero récord para barcazas en alta mar. La Dirección Naval
nos comunica:
Una escuadra francesa con el crucero de batalla Strasbourg ha
abandonado Brest para dirigirse a Dakar. El buque de batalla Malaya
y el portaaviones Glorious han pasado el día 14.10 por Aden.

El noticioso informa que el submarino que ha hundido al Royal Oak


ha vuelto a su base. El Comandante era el Capitán Teniente Prien. A pesar
de la barrera de minas ha conseguido entrar en la base naval inglesa Scapa
Flow y después de hundir al Royal Oak ha torpedeado un buque de bata-
lla, aparentemente el Repulse. Después ha conseguido abandonar la
Bahía sin ser descubierto. ¡Una enorme bravura! Prien es el Weddigen de
esta guerra. ¡Prien, fuera de ser un excelente camarada, es un gran oficial;
perspicaz, hábil, ingenioso y valiente! Aún en la primavera de este año,

― 61 ―
estábamos atracados uno al lado del otro en el muelle de Ceuta. ¡Quién
hubiera pensado en los triunfos que iría a conquistar!

17 de octubre.
Hoy terminamos con el reaprovisionamiento de víveres. Hacia la no-
che volaremos al Huntsman.
Solamente 2 granadas explotan; ¡otra vez han fallado algunas mechas!
El barco se hunde muy lentamente y otra vez estamos de vigilancia. Re-
cién poco antes de las 23 desaparece repentinamente.
Hemos finalizado con el repaso de nuestros motores y ya nada nos
detiene en estas aguas. Spee está otra vez listo para proseguir con su ca-
cería.
Nuestros telegrafistas han conseguido descifrar el código secreto de
los ingleses. Este código lo encontramos entre los distintos documentos
confiscados y desde hoy en adelante estaremos en condiciones de desci-
frar e interpretar los radiogramas que emiten los barcos ingleses y aque-
llos del Almirantazgo Inglés para su marina mercante. Un hallazgo cuya
importancia aún no podemos juzgar.

18 de octubre.
Despedimos al Altmark hacia líneas de espera más sureñas, mientras
que nosotros nos dirigimos una vez más hacia las rutas de navegación al
Oeste de África. Nuestro campo de acción será esta vez al Sur de Sta.
Elena, a la altura de las ex-colonias alemanas en el África. Según los do-
cumentos confiscados, sabemos que en estos lugares las rutas de navega-
ción del enemigo se encuentran más cerca una de la otra, que en nuestro
radio de acción anterior. Aunque la distancia entre Sta. Elena y Ciudad
del Cabo es grande, tenemos que contar en cualquier momento con la
aparición de unidades navales de guerra enemigas, puesto que deben estar
en nuestra búsqueda, después de haberse enterado de nuestras capturas a
lo largo de esta costa.

― 62 ―
Nuestra Dirección Naval nos comunica que el buque de batalla inglés
Renown y un portaaviones, que se presume sea el Ark-Royal, han estado
en el puerto de Freetown, mientras que la escuadra francesa con el buque
de batalla Strassbourg ha arribado a Dakar. El Malaya y el Glorious están
en viaje hacia Ciudad del Cabo y de acuerdo a nuestras estimaciones,
deberían llegar a ese puerto el día 22 de octubre.
En contra de nosotros se encuentra actualmente una Flota, compuesta
por buques de batalla, porta-aviones y cruceros, con aproximadamente
300.000 toneladas, vale decir con un tonelaje muy arriba del tonelaje total
de la actual Flota Alemana. En esa estimación no han sido incluidos los
submarinos, los destructores y otras unidades pequeñas. 160 unidades
buscándonos en estos momentos; ¡una cantidad un poco exagerada para
perseguir a un pobre acorazado solitario, navegando por las inmensas
aguas y sin contacto con el resto del mundo! Sobre la mesa del salón del
Almirante se encuentran extendidas las distintas cartas náuticas del
Océano Indico y del Atlántico, y con banderitas hemos señalado las po-
siciones de las distintas unidades enemigas de acuerdo a las comunica-
ciones que recibimos de nuestra Dirección Naval. En Berlín se han unido,
como un mosaico, las distintas informaciones de nuestros agentes repar-
tidos por el mundo; las que son retransmitidas para nosotros con una
clave especial. Así, a pesar de encontrarnos solos, aquí en la inmensidad
de los mares, tenemos un cuadro exacto de las ubicaciones del enemigo.
Claro, no podemos confiarnos ciegamente en esas indicaciones, puesto
que las noticias siempre datan de unos días atrás y porque también el
enemigo trata de ocultar sus movimientos ya que sabe que en todos los
puertos del mundo están esparcidos los agentes nuestros. Nuestras ban-
deritas sin embargo nos indican que los puntos principales de concentra-
ción de las fuerzas enemigas son alrededor de Freetown y Dakar, es decir
en la parte angosta del Atlántico, entre la costa sudamericana y africana.
Como suponemos que los convoyes que navegan por las rutas del
Atlántico Sur tienen una fuerte protección que dificultará la obtención de
éxitos, pensamos rastrillar aquel campo muerto entre el África y Suda-

― 63 ―
mérica donde no hay rutas indicadas. Lamentablemente son pocas nues-
tras probabilidades, ya que el enemigo sabe que estamos sobre sus rutas.
Pero el ataque es la mejor defensa y sólo hay que saber cuando tenemos
que desaparecer de las rutas y desviarnos hacia otro lado, para aparecer
sorpresivamente donde menos se nos espera.

19 de octubre.
A la noche hay función de cine. Locos en la nieve una película con
hermosas vistas de montañas, nieve y deportistas; ¡recuerdos de viejos
tiempos!
El portaaviones Eagle arribó el día 15.10 al puerto de Co lombo. El
Almirantazgo Inglés aparentemente teme que podamos atacar las rutas
que se extienden al norte del Ecuador por el Océano Indico.
Los Estados americanos han declarado zona neutral y territorial hasta
500 millas mar adentro. Aunque esta medida por un lado significa una
humillación para Inglaterra, momentáneamente les es de suma utilidad,
ya que protege el intercambio neutral de mercadería-contrabando y faci-
lita a Inglaterra a enviar sus barcos con menos protección. Nuestro campo
de acción se reduce.

20 de octubre.
Nos dirigimos a nuestro nuevo campo de operación. La Dirección Na-
val nos informa que la Flota Inglesa, a los efectos de eludir nuestros ata-
ques aéreos y submarinos, fue retirada del Mar del Norte. Esto no es con-
veniente para nosotros, ya que la mayor parte está ahora en el Atlántico,
persiguiéndonos.

21 de octubre.
El vapor Dresden ha zarpado con víveres y ácido carbónico para nues-
tros equipos de refrigeración y nos esperará el 17 de noviembre sobre los
30°S. y 30°O. El petrolero Emmy Friedrich está en México, esperando

― 64 ―
nuestra llamada. Momentáneamente aún no necesitamos a estos barcos
auxiliares, sin embargo representan una buena reserva.
Interceptamos un radiograma del Almirantazgo Inglés, según el cual
ellos suponen que en estas aguas operan dos acorazados con sus aviones.
Ordena que bajo ningún concepto sus barcos deberán radiotelegrafiar;
únicamente en el caso de que avisten una unidad o un avión enemigo.
Esto quiere decir que debemos camuflarnos de tal manera que el
enemigo nos crea un barco de sus propias fuerzas de protección. Tam-
poco nuestro avión deberá ser reconocible como alemán. En el momento
que nos demos a conocer, deberemos cañonear el puente del barco
enemigo, para impedir que pueda alarmar a sus fuerzas de protección.

22 de octubre.
Ya nos encontramos en nuestro nuevo campo de acción. El Coman-
dante ordena a nuestro avión dar un vistazo a los alrededores y a las 9,30
h. vuelve, saliendo repentinamente entre las nubes y dando señales de que
quiere acuatizar. Spee sotaventea para formar una laguna. Lentamente y
con todo cuidado bajan exactamente allí donde las aguas están tranquilas.
Sin embargo, no se pueden evitar algunos golpes en seco al posarse el
aparato. Lo más peligroso en un acuatizaje es que los flotadores o las alas
se claven en una ola. La máquina forzosamente tendría que zozobrar.
Para esa clase de maniobras en el mar, se necesita gran habilidad y des-
treza.
La tripulación del avión informa que aproximadamente a 100 millas
hacia el N.O., ha avistado a un barco. Inmediatamente levantamos pre-
sión y tratamos de interceptarle el paso. Calculamos que manteniendo la
actual velocidad, deberíamos divisarlo cerca de las 14 horas, y puntual-
mente, casi sobre la hora, vemos la línea de humo y la punta del mástil.
¡Alarma! Con un grito de entusiasmo corre la tripulación a ocupar sus
puestos de combate. La distancia que nos separa del enemigo va amino-
rando. Aparentemente es un barco británico, puesto que está pintado de
gris. El Almirantazgo Inglés nos-facilita el reconocimiento de sus barcos
enormemente, ya que el color gris puede verse a grandes distancias.

― 65 ―
Para hacerles creer que somos un aliado, izamos la bandera francesa y
tomamos curso paralelo. De este modo pueden ver la tricolore flameando
en nuestro mástil. Efectivamente, ellos caen en la trampa y nos comuni-
can inmediatamente su nombre, Travanion. Nos acercamos y nos damos
a conocer, bajando la bandera francesa e izando la insignia alemana. Al
mismo tiempo les apuntamos con nuestros cañones y les señalizamos no
wireless or we fire (no telegrafíen o abrimos fuego). La barcaza con el
comando de presas se dirige rápidamente hacia ellos, pero el inglés, a
pesar de nuestra advertencia, emite su R-B-R al éter. ¡Abrimos fuego!
Tak-tak-tak, nuestras ametralladoras (2 cm. de calibre) escupen los pri-
meros proyectiles, pero lamentablemente demasiado alto. En el barco bri-
tánico, todo el mundo se tira sobre cubierta, solamente el Capitán busca
tranquilamente la bolsa con los documentos secretos y ante nuestros ojos,
la tira al mar. ¡Qué valentía!
Otro que no se deja molestar por nuestro tiroteo es el telegrafista, que
continúa haciendo funcionar su tecla, dando la posición —equivocada
por cierto— y finalmente emite la palabra gunned (ametrallados) aunque
ya un poco inseguro.
El vapor tiene 6.321 toneladas de registro bruto. Es una motonave
nueva, construida en 1937. ¡Qué lindo sería armarlo y llevarlo como cru-
cero auxiliar! Sus bodegas están cargadas con 8.835 toneladas de mine-
rales de zinc y se encuentra en viaje desde Australia a Londres.
Tenemos que hundirlo y hemos de actuar rápidamente. La tripulación
es traída al Spee. Volamos el barco con dos granadas. Lentamente se va
hundiendo por popa. Todos los ojos están fijos en el espectáculo. Es do-
mingo por la tarde. Paulatinamente lo van cubriendo las olas. De pronto,
el barco se levanta vertical- mente y con un último crujido se va al fondo
del mar. Es casi como un ser humano que lucha contra la muerte. A las
17 ha desaparecido y del fondo del mar salen vigas de madera con tanta
fuerza, que saltan muchos metros fuera del agua.
El Capitán se niega a contestar nuestras preguntas. Está de muy mal
humor, y no es para menos, cualquiera puede comprenderlo. ¡Primero esa
sorpresa en un día domingo y luego ese tiroteo! Eso pone los nervios de

― 66 ―
punta a cualquiera. Ahora tendrá tiempo de tranquilizarse y reponerse
luego cuando esté en nuestro hotel navegante, el Altmark.
Tomamos curso Este y nos disponemos a hacer una pequeña visita a
las rutas de navegación que se encuentran en aquellas aguas. Nuestro Co-
mandante supone que el débil pedido de auxilio del Travanion no ha sido
escuchado, a pesar de que uno de nuestros telegrafistas dice haber escu-
chado un acuse de tres letras.

23 de octubre.
Nuestra Dirección Naval deja a nuestro criterio el dirigirnos hacia el
Océano Indico, si creemos que el enemigo ha concentrado demasiadas
fuerzas navales en el Atlántico Sur.
En nuestra captura de ayer, nos hemos dado claramente cuenta, que
cuando del otro lado hay hombres valientes, el fuego de las ametrallado-
ras es muy poco eficaz. También nos hemos dado cuenta que el tiempo
que transcurre entre la llegada de una información de nuestra cabina de
transmisión hasta abrir el fuego es demasiado largo. Por esa causa, el
Travanion, a pesar de que lo hemos tomado sorpresivamente, ha tenido
tiempo de emitir su S.O.S.

Día de lavado.

― 67 ―
Hay que aprove-
char el sol.

Horas de descanso.
En segundo plano,
nuestro petrolero
Altmark.

El Admiral Graf Spee


en el Atlántico Sur.

― 68 ―
Nuestro avión vuelve de un reconoci-
miento. Ha acuatizado y nos aprestamos a
izarlo.

Las tripulaciones del Huntsman y de los


otros barcos capturados y que teníamos a
bordo, son trasbordadas al Altmark.

Decidimos que para la siguiente ocasión pondremos en acción los ca-


ñones 3,7 cm. o los de 10,5 cm. según la distancia que nos separe del
barco a capturar. Hago sacar el cajón con las banderitas de señalización
que está en el puesto de comando nocturno y lo hago colocar directa-
mente en el puente al lado de la cabina de transmisión. Así no perdemos

― 69 ―
tiempo y podremos abrir el fuego inmediatamente ni bien nuestro tele-
grafista comunique que el enemigo transmite.
Otra vez ha avistado un barco nuestro avión durante su vuelo de reco-
nocimiento y según nuestros cálculos deberíamos alcanzarlo cerca de las
13. A toda marcha nos dirigimos hacia el Este. A los efectos de que todo
el personal haya almorzado cuando suene el timbre de alarma, cambia-
mos las guardias anticipadamente.
Pero las cosas no siempre suceden como uno las piensa. Llegó la hora
13, pero no el barco. Nada vemos. No aparecen mástiles ni línea de humo.
Aparentemente el enemigo ha divisado a nuestro avión y se ha dirigido a
toda marcha hacia la bahía de las ballenas cerca de la costa. Esta gente
ya no transmite para que no podamos interceptarles el paso. En pocas
horas sabrá toda la costa africana, hasta Ciudad Cabo y Freetown, de la
existencia de nuestro avión. Desde allí, mediante su red de cables, se co-
municarán con las bases Sta. Elena y Ascensión.
¡Recién ahora nos damos cuenta de lo que significa la soberanía de
los mares! Inglaterra tiene sus bases repartidas en todos los mares y en
todas las costas y todas están conectadas con cable entre sí. Como una
araña hila su tela, así Gran Bretaña va uniendo los Océanos, aumentando
las posibilidades de su Flota.
Continuamos nuestro rumbo Este. A las 15 nos separan solamente po-
cas millas de la costa de las ex-colonias alemanas africanas. Más tarde
viramos hacia el S.O. para dirigirnos nuevamente a la ruta principal.
Hacia el atardecer conseguimos descifrar un radiograma del Almiran-
tazgo Inglés en el cual pide a todos sus barcos repetir el S.O.S. captado
el 22 de octubre a las 14.40. ¡De manera que pocos minutos después ya
había llegado a Londres! Efectivamente, un crucero auxiliar repite nues-
tra posición de ayer.
Un radiograma de nuestra dirección Naval dice:
Portis head comunica que una unidad desconocida fue ametrallada
el 22.10 a las 14.40 h. sobre los 4°3’E. o O. y 16° o 26°S.

Nuestra Dirección Naval debe suponer que hemos librado un combate.

― 70 ―
Estas noticias telegráficas nos demuestran que el pedido de auxilio del
Travanion ha sido captado inmediatamente. Seguramente ya se han to-
mado medidas para perseguirnos. En vista de que las indicaciones de po-
sición no han sido correctas tenemos cuatro posibilidades para eludirlos,
y lo mejor es desaparecer lo más rápido posible.
La concentración de fuerzas navales enemigas en la costa oeste-afri-
cana está tomando formas mayores. En contra nuestra hay allí aproxima-
damente unidades con un tonelaje de 400.000 T. Debido a nuestra infruc-
tuosa persecución de hoy, nos encontramos muy al Este y aún navegando
a toda marcha, recién mañana volveremos a encontrarnos en el lugar de
nuestro último hundimiento, pero para poder ganar las aguas abiertas del
Océano, tenemos que volver forzosamente sobre esa ruta. Si los ingleses
se han apurado, tienen probabilidades de pescarnos durante las próximas
24 horas.
Esta noche tengo guardia en el puesto de comando de la artillería me-
diana, Navegamos rumbo Oeste; a una velocidad de 22 nudos. ¡Cerca de
las 22 suena el timbre de alarma! ¡Desde el puente me informan ¡sombra
a estribor! Con mi largavista consigo divisar un cajón cuadrado que se
acerca. ¡Cargar los cañones y librar el bloqueo! Mediciones de distancia:
200 Hm —180 Hm—.
¡Hay una visibilidad fantástica! ¡Es un barco enorme, pero no se puede
reconocer superestructuras! Un portaaviones, tipo ¡Furious! Sin embargo
desde el puente insisten en llamarlo vapor.
Con los nervios en tensión extrema, estoy esperando que allá empiece
a relampaguear o que nuestro Comandante ordene abrir fuego.
Entretanto están ocupadas todas las estaciones de combate.
El oficial de artillería me releva en mi guardia para que yo pueda ocu-
par mi puesto en la central de artillería. En mi derredor se presenta un
cuadro, que a pesar de la seriedad del momento no deja de ser cómico.
Cada uno de los hombres se ha vestido con lo que ha encontrado más a
mano. Algunos llevan zapatillas de fieltro, otros trajes sport o camisas de
polo encima del pantalón azul de uniforme y un marinero, fuera de una
faja de lana, está completamente desnudo.

― 71 ―
Seguimos nuestro curso. La sombra cruza ahora nuestra estela aproxi-
madamente a 10 kilómetros de distancia. Nuestro Comandante no deja
abrir fuego; prefiere no darse a conocer.
Hoy estamos con mala suerte; parecemos embrujados. Nuestra chime-
nea despide una lluvia de chispas que ilumina la noche como fuegos ar-
tificiales. Además hay luna llena y una visibilidad pocas veces igualada.
Sin embargo parece ser que el otro no nos ha visto o quizás nos ha creído
uno de los suyos ya que nos manteníamos en curso. ¡También es difícil
imaginarse que un acorazado alemán pasee por los mares con semejante
lluvia de chispas!
¡Más tarde descubrimos el origen de nuestros fuegos artificiales!
Nuestros suboficiales, después de haber sido advertidos que tendremos
que navegar muchas horas seguidas a toda marcha, habían lubricado muy
especialmente los pistones de la sala de máquinas N° 1. El calor licúa la
grasa que luego es despedida en forma de hilitos relampagueantes por la
chimenea. Otra vez hemos hecho una nueva experiencia.
Poco después avistamos a 200 Hm. una luz. Un neutral.

24 de octubre.
Hoy ya nace el sol a las 4, brindando un espectáculo hermosísimo. Sin
embargo, nunca he deseado tanto la oscuridad y la noche como justa-
mente hoy. Nuestra situación es bastante crítica. ¿Nos encontrarán? Una
vieja canción guerrera alemana acude a mi mente y justamente hoy le
encuentro una ironía amarga. Dice: Morgenrot, Morgenrot, leuchtest mir
zum fruchen Tod... (Aurora, aurora, me alumbras el camino hacia una
muerte temprana). Nos encontramos en el medio de las rutas de navega-
ción exactamente a 150 millas del lugar donde hemos hundido el Trava-
nion. En dos días ha tenido tiempo el enemigo para reunir sus unidades.
Por ejemplo contra el Renown y el Strassbourg con sus cañones de mucho
mayor alcance que los nuestros, no tendríamos defensa. También la ve-
locidad de estas unidades es mayor que la nuestra.
Relevado de mi guardia sólo consigo dormir a medias. Mis sentidos
están despiertos a la espera de la llamada de alarma. Hoy no se puede

― 72 ―
perder ni un solo segundo. Hacia el mediodía nos encontramos sobre la
línea de unión de Ciudad del Cabo y Santa Elena. De pronto avistamos
dos vapores. Con mi larga- vista sólo distingo puntas de mástiles y chi-
meneas en el horizonte. La visibilidad es excelente. Nos separa una dis-
tancia de 40 kilómetros. Los vapores cambian de rumbo y nosotros tam-
bién. Pronto los perdemos de vista.
Otra vez hay gran movimiento telegráfico entre las trasmisoras a lo
largo de la costa. A la noche captamos un radiograma en código emitido
por un crucero-auxiliar que dice haber avistado hacia las 11.30 horas un
submarino alemán en la ruta Santa Elena - Ciudad del Cabo y marca nues-
tra posición. ¡Qué ventaja estar en condiciones de descifrar los radiogra-
mas ingleses!
¡El crucero-auxiliar no podía habernos hecho un favor más grande!
Desde hacía tiempo, estábamos tratando, mediante nuestra emisora se-
creta Lenzky LB 17 de hacer creer al enemigo que en estas regiones ope-
ran submarinos alemanes juntamente con los acorazados. Si el enemigo
ahora persiste en perseguirnos, tendrá que hacerlo juntamente con unida-
des de protección contra submarinos. Por otra parte, con ese radiograma,
el enemigo debe estar completamente desconcertado, ya que no sabe
quién es el que hunde sus barcos en la costa africana.
El crucero-auxiliar británico aparentemente ha conseguido distinguir
solamente nuestro mástil y nuestro puente giratorio pintado a manchones
y el medidor de distancia y nos ha tomado por un submarino. Su rápida
huida no le ha permitido ver el resto de las superestructuras.
Se hizo noche nuevamente y las rutas de navegación están detrás de
nosotros. El enemigo nos ha perdido. Apenas y con muchísima suerte
hemos conseguido salir de las aguas controladas por él. Nuestra misión,
inquietar al enemigo en las rutas de navegación a lo largo de la costa
Oeste del África, ha sido cumplida.

25 de octubre.
Quizás después de la guerra podamos aclarar nuestro encuentro mis-
terioso durante la noche del 23/24 de octubre; quizás nunca. Otros dos

― 73 ―
suboficiales sostienen que con sus largavistas han observado claramente
esa sombra y mantienen que era un portaaviones. Nadie ha conseguido
ver superestructuras y portaaviones de esa clase, sólo existe el Furious,
ya que el otro buque del mismo tipo, el Courageous ha sido hundido. ¡A
lo mejor nos hemos perdido una excelente oportunidad! Sin embargo,
donde hay un portaaviones, cerca deben estar otra unidades pesadas para
su protección. Ya al día siguiente los hubiéramos tenido encima y la lucha
entre Alemania e Inglaterra en el Atlántico Sud, hubiera sido —casi con
seguridad— un empate: uno a uno.
Nuestro petrolero Emmy Friedrich ha zarpado el día 20 de octubre de
Tampico. Así nos revela un radiograma francés desde Port de France.
Comunican la posición del petrolero pero no exacta. El enemigo ha ob-
servado aparentemente al barco cuando zarpó y seguramente lo seguirá
observando con un submarino.
Bajo tales circunstancias, nuestro Comandante no cree conveniente
encontrarnos con él, así que prácticamente hemos perdido un buque de
reaprovisionamiento.
Esto demuestra nuevamente que la lucha en sí se efectúa en el éter y
los sucesos son los resultados que de ella emergen.

26 de octubre.
Seguimos nuestro curso hacia el encuentro con el Altmark. La Direc-
ción Naval comunica, que el Renown y varios cruceros, han zarpado para
Ciudad del Cabo.

27 de octubre.
Por primera vez desde hace mucho tiempo llueve. Hace frío húmedo,
un clima parecido al que impera en el Mar del Norte.
Los rusos han enviado una seria nota de protesta a Inglaterra y se que-
jan por el control de sus barcos.
Nuestra Dirección Naval nos comunica que Inglaterra, suponiendo
que los acorazados alemanes han de volver muy pronto a sus bases, ha

― 74 ―
reforzado sus patrullas en el Mar del Norte con un portaaviones y el Re-
pulse.

28 de octubre.
Por la mañana nos encontramos con el Altmark en el Atlántico Sud.
Nos reabastecemos y entregamos nuestros prisioneros.
A la tarde se reúne el Consejo de guerra y nuestro Comandante decide
dirigirse al Océano Indico e inmediatamente tomamos rumbo S.E., no sin
habernos combinado con el Altmark referente a nuestras futuras posicio-
nes de encuentro.
A la noche festejamos en el salón del Almirante la promoción de dos
oficiales y con una copa de champagne remojamos su nuevo rango. Nues-
tros pensamientos vuelan hacia la patria, hacia nuestros hogares. Cartas
náuticas de todos los mares del mundo nos rodean. Todas están repletas
de banderitas marcando las ubicaciones de buques enemigos que están al
acecho nuestro. Es un cuadro peculiar.

29 de octubre.
De acuerdo con las comunicaciones inglesas y francesas, siguen su-
mándose los hundimientos en el Atlántico Sur. Nuestros expertos se nie-
gan a dar detalles a los representantes de la prensa. En estos últimos me-
ses, las fuerzas navales alemanas han hundido 80.000 toneladas de bu-
ques de guerra y 475.000 toneladas de barcos de la flota mercante. Ale-
mania da por perdido a 3 submarinos y un barco guardacostas. Teniendo
en cuenta la proporción de fuerzas, esto representa un gran triunfo para
Alemania, pero, si queremos hacer capitular a Inglaterra, aún es muy
poco lo que hemos hundido. Si no conseguimos aumentar estas cifras
considerablemente, esta guerra será muy larga.
En vista de los excelentes resultados que nos ha dado el camuflaje de
nuestro trinquete, nuestro Comandante hace pintar también el resto de las
superestructuras con manchones irregulares. Encima del color gris base,
pintamos enormes manchas blancas. Viéndonos a gran distancia —desde

― 75 ―
el horizonte—, el enemigo difícilmente podrá reconocernos como un bu-
que de guerra.

30 de octubre.
El tiempo que tenemos es excepcionalmente hermoso para estos para-
lelos. El mar está tranquilo, el sol radiante y la temperatura muy agrada-
ble. Una vida de sanatorio no podría ser más reconfortante que nuestra
gimnasia diaria sobre cubierta. Todos nos hemos puesto más flexibles y
ya no se encuentran enfermos a bordo.
Concluido nuestro servicio de combate, recibimos la orden de reunir-
nos en popa. El Comandante nos comunica que para la tripulación del
Spee han sido otorgadas 100 cruces de hierro, en distinción de sus triun-
fos. Pero, los éxitos se deben a cada uno de sus hombres y cada uno de
ellos merece la distinción. Los pocos que podrán llevar esta cruz merito-
ria, la llevarán también por aquellos que no la reciben. También nos co-
munica nuestro Comandante, que en el mes de enero trataremos de volver
a la patria, mientras que nuestro buque gemelo, el acorazado Deutsch-
land, que ha operado en el Atlántico Norte desde el principio de la guerra,
será buscado y escoltado por nuestros buques de batalla hasta su base
naval, en los primeros días de noviembre.
Es de incalculable valor, que de cuando en cuando, nuestro Coman-
dante hable a su tripulación. Así se aclaran preguntas y de antemano, se
descartan comentarios inútiles. Las palabras de un comandante siempre
vuelven a infundir valor y esperanzas a una tripulación. Y ahora son es-
pecialmente necesarias cuando uno piensa que aún son muchos los días
que faltan para que emprendamos nuestro retorno y que detrás nuestro
recién está la mitad del tramo que debemos recorrer. ¡Diez largas sema-
nas ya han pasado sin que hayamos visto un árbol, una flor o siquiera
unos centímetros de tierra!
A la noche hay función de cine. Dan Ninón, un tema del tiempo de
Luis XIV, con poca moral y mucho amor.

― 76 ―
31 de octubre.
Hace días que navegamos a una velocidad de 17 nudos con curso de
120 grados y nos falta muy poco para llegar al paralelo de Ciudad del
Cabo. El tiempo se ha puesto feo y tormentoso. Hacer guardia en el
puesto de comando delantero, es todo menos agradable. Sin embargo, la
visibilidad sigue excelente y justamente esto es lo que menos necesita-
mos.

1° de noviembre.
Sin novedades. El día pasa rutinariamente entre horas de servicio, co-
mida y descanso.
La tripulación ha llegado al punto máximo de instrucción. Tanto las
máquinas, instrumentos y los equipos de artillería Be encuentran en un
estado perfecto, tal cual como el día en que hemos partido de Alemania.
Dios quiera que así se mantenga siempre.
Esta noche estoy libre de guardia lo que aprovecho para ir al salón y
tomar un buen grog. Se charla de tiempos pasados y de los que vendrán,
pero generalmente se concentra la conversación sobre nuestros hogares
tan distantes.

2 de noviembre.
Durante los ejercicios que hemos hecho esta tarde, ejercitamos toda
clase de interrupciones eventuales, como ser, averías, equipos que dejan
de funcionar, pases de comando de un puesto al otro, dirección de fuego
con equipos auxiliares, primero desde los puestos de comando y luego
desde las torres. Creo que no ha quedado una posible interrupción que no
haya sido ensayada. Durante nuestros ejercicios, siempre otra vez encon-
tramos cosas que podríamos mejorar para que nuestros artilleros adquie-
ran la perfección deseada.

― 77 ―
3 de noviembre.
A las 4 horas pasamos la longitud Ciudad del Cabo. Entramos en una
zona peligrosa para la navegación, la de los témpanos, pero a esta altura
del año aún no han comenzado los deshielos.
Grandes olas del S.O. vienen rodando hacia estribor. Casi navegamos
delante del viento. De vez en cuando se asoma el sol por entre las nubes
brillando sobre las olas gris verdosas con su espuma blanca. Pastores ne-
gros, palomas gigantescas y los elegantes albatros juegan en nuestra es-
tela. Con enorme velocidad vuelan al ras de la superficie y en los valles
de las olas, sin rozar el agua. Con una elegancia sin igual disparan por los
aires llevados por el viento, sin siquiera un solo movimiento de alas. ¡Por
algo es que se les titula los maestros de los planeadores!
A la tarde cruzamos las rutas de navegación Ciudad del Cabo-Austra-
lia del Sur. Si nos queremos atener a las leyes internacionales de abordaje,
no podemos capturar barcos en vista del fuerte oleaje. Por tal motivo,
nuestro Comandante se decide a efectuar una incursión a la región Sur de
Madagascar. Allí espera encontrar mejores condiciones.
Esta noche, también nuestro Comandante ha venido al salón. Está sen-
tado en el rincón de un sofá con una de sus muchas pipas en un costado
de la boca. A excepción de las noches con funciones cinematográficas,
raras veces nos honra con su visita. Tengo la impresión de que su retrai-
miento se debe a que no quiere ser punto central y porque no le gusta que
sus palabras sean puestas sobre una balanza. Lamentablemente esto es
inevitable en el caso de un comandante. Los oficiales, poco a poco van
formando un círculo alrededor de él. El Comandante sigue fumando su
pipa sin dirigirse a ellos. Después, repentinamente habla a uno de ellos,
pero solamente con aquél, cuyos rasgos le son familiares del puente y le
va comentando sus ideas. Primero, aparecer coma Acorazado Admirad
Graf Spee en el Indico y después volver al Atlántico, apareciendo en las
costas de los países sudamericanos como Acorazado Admiral Scheer. ¿Y
nuestro regreso? ¡Muy fácil! En el Atlántico Norte nos colaremos a una
zona de baja presión y así cruzaremos sin dificultades las líneas de patru-

― 78 ―
lla enemigas. Muy sencillo. Nuestro Comandante tiene un optimismo im-
pagable. ¡Menos mal! ¡Dios quiera que la suerte nos acompañe a la par
del optimismo de nuestro Comandante!
Mediante el noticioso nos enteramos que Estados Unidos ha rectifi-
cado sus estatutos de neutralidad y ha levantado las restricciones de ex-
portación de material bélico. Un resultado que habíamos esperado y la
primera demostración que Estados Unidos no seguirá manteniéndose
neutral. Las cosas se suceden exactamente como en la guerra anterior y a
Alemania solamente le queda la lucha por Ser o no ser.
Nuestro petrolero Emmy Friedrich, al ser detenido por un crucero in-
glés en el Mar Caribe, se ha hundido por sí mismo. Si los ingleses se
hubieran imaginado que el petrolero se encontraba en camino para en-
contrarse con nosotros, seguramente hubieran procedido de otra manera.
El noticioso inglés informa que hasta la fecha ha capturado 13 barcos
alemanes. ¡Mucha bulla por tan poca cosa!

5 de noviembre.
De una región de baja presión que se está corriendo hacia el Este, he-
mos heredado un fuerte oleaje; sin embargo, para estas regiones, el
tiempo es bueno.

6 de noviembre.
El buque lucha fuertemente contra las inmensas olas. Aprovechamos
la oportunidad de los fuertes movimientos para probar nuestros instru-
mentos de dirección de tiro y los distintos aparatos de control. Mañana
deberíamos arribar a nuestro nuevo campo de operaciones, pero debido
al mal tiempo, nuestro Comandante ordena desviar y esperar que la zona
del mal tiempo se haya corrido aún más hacia el Este y el mar se encuen-
tre calmado.
El noticioso no trae informaciones de interés. ¿Por qué no habrá no-
vedades militares? ¿Cómo pueden creer allá en la patria, que con seis

― 79 ―
submarinos y con dos acorazados que están actualmente en acción, poda-
mos causarle serios daños a Inglaterra? El tiempo que gana el enemigo
para reponer sus armamentos, trayéndolos desde los Estados Unidos, sin
ninguna dificultad, es enorme. Perderemos la delantera y con eso las me-
jores probabilidades. Supongo que los motivos que tendrá Alemania para
proceder de esta forma serán tan grandes que, vale la pena perder tan
valioso tiempo. Yo aquí afuera, no puedo verlos ni comprenderlos, pero
nuestra Dirección tendrá sus razones. Lo único que yo preveo es, que esta
guerra está tomando dimensiones siempre más grandes y que será muy
larga.

7 de noviembre.
Nos encontramos sobre una de las rutas de navegación: Australia -
Ciudad del Cabo, aquella que se extiende más hacia el Sur. Si nos guia-
mos por el noticioso inglés, es ésta la ruta recorrida durante este tiempo
del año. Durante la noche, todos los puestos de combate están ocupados
con sus respectivas guardias. Desde hace semanas nada ha interrumpido
nuestra vida monótona, y si no hubiere una camaradería tan excelente
entre nosotros, esto sería el infierno.

8 de noviembre.
El avión parte en horas tempranas para dar un pequeño vistazo, pero
nada pudo divisar. Lamentablemente, a su regreso, tuvimos que compro-
bar que también su motor de reserva tiene fallas. Estamos en condiciones
de repararlo, pero la máquina sólo podrá efectuar un solo vuelo más. Otra
vez estamos sin avión y justamente en un momento tan crítico. La caja
del motor, que tiene fisuras, parece ser demasiado débil para soportar los
golpes del acuatizaje.
En “zigzag” cruzamos las rutas sin encontrar rastros del enemigo. So-
lamente una ballena cruza delante del buque, desaparece y vuelve a la
superficie por popa. Con toda claridad puedo ver su espalda color verde-

― 80 ―
aceituna. Después se va a las profundidades. Parece que nuestro buque
no le ha gustado.
Nuestros oficiales mercantes, que anteriormente habían navegado por
las rutas australianas, opinan que los ingleses, contrariamente a sus noti-
cias y adoptando la táctica alemana, mueven sus barcos por la ruta más
hacia el Norte. Por lo tanto tomamos curso hacia esas regiones y cerca
del amanecer nos encontramos sobre las rutas.
¡También estas rutas están desiertas!

10 de noviembre.
Otro día de búsqueda en vano. Ahora vemos que la táctica de distan-
ciar las rutas entre sí es, para regiones amplias como ésta, muy eficaz. En
estas aguas amplias los barcos pueden distanciarse de las rutas normales
sin mayor pérdida de tiempo, lo que no es posible en la costa Oeste afri-
cana. También desconocemos aquí en el Indico —contrariamente al
Atlántico, donde habíamos confiscado los documentos secretos en los
distintos hundimientos— los puntos de concentración y arrumbe de la
flota mercante enemiga. Además, los británicos, conociendo nuestras ac-
tuaciones en las aguas alrededor del Cabo de Buena Esperanza, después
de su pacto con Turquía y sabiéndose seguros en el Mediterráneo, segu-
ramente dirigirán sus barcos por allí, de manera que sería mera casualidad
que nos topemos con una presa.
El oleaje ya no es tan fuerte y las condiciones para arriar botes son
más propicias.

11 de noviembre.
El horizonte sigue desierto, nada vemos. Durante la noche tomamos
curso Oeste para estar mañana sobre las rutas que van hacia la India. Estas
rutas se extienden al Oeste de Madagascar.
Es muy monótono eso de estar cruzando los mares de un lado para el
otro y ni siquiera conseguir avistar la punta de un mástil. Los ojos de los
vigías recorren constantemente el horizonte, pero nada pueden divisar.

― 81 ―
Mientras estoy haciendo guardia mis pensamientos retroceden a tiempos
pasados, cuando aún había paz en el mundo. ¡Que tonta es la humanidad!
¡Hacerse imposible la vida, de por sí muy corta en este mundo, luchando
unos contra los otros, cuando todos podríamos vivir en paz!

12 de noviembre.
Corre un viento húmedo. Viene desde Madagascar y trae consigo un
perfume a plantas y tierra, parecido al de un invernáculo. Alrededor de
nuestro buque vuelan pequeños pajaritos multicolores. Sentimos la cer-
canía de ese país exótico, del que apenas nos separan 100 millas.
Spee sigue cruzando rutas como un navegante solitario. Tenemos que
revelarnos al enemigo e inquietarlo con nuestra presencia en el Indico y
atraer sus unidades de guerra. Para tal fin, nuestro Comandante decide
parar también a los barcos neutrales, dándoles oportunidad para alarmar
al enemigo, pero ni siquiera un vapor neutral cruza nuestro camino.

13 de noviembre
¡Toda la tripulación a popa! El Comandante informa a sus hombres,
que en vista de las incursiones infructuosas de los últimos días, ha deci-
dido dirigirse a la costa portuguesa del África del Este. El Comandante
supone que en el Canal de Mozambique hemos de encontrar buena caza.
Además nos comunica que es absolutamente necesario alarmar al
enemigo y obligarlo a concentrar momentáneamente sus fuerzas navales
en estas regiones, ya que durante una de los siguientes noches, el acora-
zado Deutschland deberá romper la barrera entre las Islas Shetland y No-
ruega, para volver a la patria.
Después reparte las Cruces de Hierro. Pocos son los oficiales conde-
corados, la mayoría las reciben los suboficiales y los marineros. El Co-
mandante vuelve a mencionar que estas condecoraciones no deberán ser
consideradas como un reconocimiento a méritos individuales, sino como
honra para la totalidad de la tripulación, ya que los éxitos que ha obtenido

― 82 ―
el Spee, son los productos de una colaboración eficaz de todos sus hom-
bres.
El designar a los hombres que deberán llevar esa condecoración era
una misión delicada. Entre los condecorados también se encuentran un
mecánico y un suboficial de mi División. He llamado a todos los hombres
de mi División y les ha rogado que no haya envidia ni que sufra la her-
mosa camaradería que hasta ahora ha existido entre ellos. Los dos hom-
bres llevarán la condecoración en nombre de toda la División.
Durante la noche cruzamos el Canal de Mozambique y nos acercamos
a la costa. El ambiente está cargado de electricidad. Tormentas nos ro-
dean. Allá en el horizonte ya empieza a relampaguear. Es como una ilu-
minación con fuegos artificiales, que de paso nos permiten controlar el
horizonte, de manera que ningún barco se nos podría escapar. A las 2
entramos en una zona de aires fríos y pocos momentos después se larga
la tormenta. ¡Jamás he experimentado una furia tal de los elementos! Ma-
sas de agua, revueltas por el huracán, azotan nuestro buque. La noche se
ha puesto negra y solamente la luz de los rayos nos permite distinguir los
alrededores más cercanos. Después de esta terrible tormenta ha refres-
cado marcadamente.

14 de noviembre.
Ya temprano a la mañana nos encontramos delante de la Bahía de Lau-
renco Marqués. La visibilidad es cambiable y algunas veces podemos di-
visar la costa.
Ayer habíamos creído que aquí encontraríamos tantos barcos, que no
alcanzaría el tiempo para hundir uno con la suficiente rapidez como para
que no escape el siguiente; pero lo único que encontramos es el cuadro
de todos los días: agua, nubes y cielo.
Durante la noche nos acercamos aún más a la costa. Nuestro oficial de
navegación, por primera vez desde hace tres meses, está en condiciones
de marcar nuestra posición, orientándose desde tierra, tomando como
punto de partida al faro de Quissico, que tenemos a la vista. Las marcas

― 83 ―
concuerdan, con solamente una pequeña diferencia de 2,5 millas, con las
marcaciones que habíamos hecho con nuestro equipo astronómico.
Cerca de las 23, divisamos las luces de un barco, aparentemente un
neutral. Nos acercamos y nos comunicamos con signos morse. Como no
nos contesta, lo iluminamos de pleno con nuestros reflectores. Es un cos-
tero holandés de 895 TRB; se llama Holland y se encuentra en viaje desde
Beira a Laurenco Marqués. No lo revisamos porque nuestros oficiales
mercantes dicen conocerlo. Además manifiesta no llevar contrabando.
Tampoco hubiera sido posible arriar los botes con el comando de presas,
debido al fuerte oleaje. Les decimos O. K. y desaparecemos en la oscuri-
dad. Seguramente nos ha tomado por un inglés, pero mañana, cuando lle-
gue a destino, se dará cuenta de su error.

15 de noviembre.
Spee cruza delante de la costa portuguesa-africana y solamente nos
separan unas 300 millas de la Base Naval inglesa Durban.
¡Esto es ser atrevidos! De acuerdo a radiogramas que interceptamos,
debe encontrarse una unidad de guerra en estas regiones. Las unidades
que se encuentran en la Base naval misma, no le sabemos. Sin embargo,
contrariamente a otras incursiones, esta vez no hay esa tensión entre la
tripulación; reina demasiada tranquilidad, que puede llamarse hasta cierto
punto desinterés; ¿será debido a la costumbre?
Por la tarde avistamos muy cerca de la costa un barco. El fondo mon-
tañoso apenas nos permite distinguirlo. Nos adelantamos un poco más y
tomamos rumbo hacia la costa. Nos proponemos cortarle el camino antes
que pueda entrar en aguas territoriales, pero cuando nos hemos acercado
hasta 116 Hm vira y trata de escapar hacia la zona neutral. Con un caño-
nazo de nuestra artillería pesada lo obligamos a parar. Es el barco britá-
nico Africa Shell, que lamentablemente tiene solamente 706 toneladas de
registro bruto. Es un barquito flamante, construido en 1939. Tuvimos
suerte, porque desde mañana, debía navegar bajo bandera portuguesa.

― 84 ―
El Travanion ha sido
apresado previas inci-
dencias.

Fallas insupe-
rables hacen
inservible el
aparato.

El avión ha regre-
sado de su última
recorrida, con re-
sultados infruc-
tuosos.

― 85 ―
Camuflaje del Graf Spee: maderas, lonas
y cables son los elementos utilizados para
transformar la fisonomía del buque.

La tripulación del Travanion es alineada


sobre cubierta, para controlar si está com-
pleta.

― 86 ―
¡Nada se divisa! Es-
tamos siempre aten-
tos.

La tripulación —que hemos mandado a los botes—, rema con una ver-
dadera desesperación hacia la costa, parece como si estuviesen corriendo
una regata por su vida. Casi todos son negros zulú, solamente el Capitán
es inglés y lo traemos con nosotros. También a él lo hubiéramos dejado
libre si no hubiera afirmado que hemos capturado a su barco en aguas
neutrales. De acuerdo a nuestras mediciones se encontraba exactamente
a 7 millas de la costa. Bueno, ahora está prisionero y poco le valdrán sus
afirmaciones y protestas.
La costa parece tan desolada que uno casi no puede creer que allí
pueda existir un ser humano. Fuera de dos altiplanos, solamente se dis-
tingue arena y otra vez arena. Con mi largavista reconozco que en la orilla
hay una gran cantidad de negros que observan el espectáculo del hundi-
miento. Allá en las lejanías, sobre una pequeña altura, hay un faro que
seguramente también nos está observando. Mientras tanto ya hay otro
barco a la vista. Una vez volado el Africa Shell y de vuelta nuestro co-
mando de presa, tomamos rumbo hacia la siguiente.
Ya desde lejos podemos distinguir su nombre. Es un neutral, un barco
japonés de nombre Tihuku Karu. Nuestros señaleros le desean buen viaje
y en seguida tomamos curso N.E., como si quisiéramos cruzar el Canal
de Mozambique, pero en cuanto hemos perdido de vista al faro y la costa,
tomamos curso S.E. y salimos de estas aguas.

― 87 ―
Lamentablemente el Africa Shell no se hundió completamente. El
viento y la corriente lo arrastraron hacia la costa donde encalló a una mi-
lla de Cabo Zavora. Una alarma emitida por el Director del puerto de
Laurenco Marqués, nos ha informado de este suceso.
Nuestro Comandante, mediante un radiograma detallado, aclara el he-
cho a nuestra Dirección Naval.

16 de noviembre.
El Senior Naval Office (Oficial Naval en Jefe) de Durban alarma a la
Flota inglesa mediante un radiograma que dice: Corsario enemigo avis-
tado cerca de Cabo Zavora. ¿De manera que recién en la fecha se han
enterado de nuestra presencia? Los barcos que se encuentran sobre esta
ruta reciben orden de volver inmediatamente a Durban o cambiar su
curso. Paralizan el movimiento por el Canal de Mozambique y lo dirigen
hacia el lado Oeste de Madagascar. Otra vez, con la posibilidad de poder
descifrar los radiogramas enemigos mediante la clave que habíamos en-
contrado en documentos confiscados a barcos hundidos, nos enteramos
de las medidas que el enemigo toma en contra nuestra.
Al anochecer, dos de nuestros telegrafistas captan las noticias que en
la costa de Tanganica ha sido avistado un crucero auxiliar alemán. Esta
noticia falsa demuestra el estado de nerviosidad del enemigo y ayuda a
nuestros propósitos. ¡Todo el Océano Indico está alarmado! Por lo menos
un provecho hemos conseguido en este largo viaje infructuoso.
¡Barco a la vista! A todo vapor nos dirigimos hacia él, pero también
esta vez, desde lejos distinguimos su nombre y los colores holandeses.
¡Qué pena! Es el Mapia de 9.600 TRB. y se encuentra en viaje desde
Ámsterdam hacia Medang (Sumatra). Ni siquiera mercadería prohibida
puede llevar sobre ese curso. Nuestros oficiales mercantes lo reconocen
y afirman que realmente se trata de un holandés, de manera que lo deja-
mos seguir rumbo sin revisarlo.
A la noche se confirman nuestras suposiciones. El noticioso inglés
manifiesta que el petrolero Africa Shell ha sido hundido en aguas territo-
riales portuguesas.

― 88 ―
17 de noviembre.
Otra vez estamos cruzando por las rutas que van hacia Australia. Son
dos nuestros propósitos: primero, para ver si encontramos otra presa en
el Indico y segundo para enviar durante la noche, un radiograma detallado
sobre el hundimiento del Africa Shell, ya que nuestro Comandante cree
necesario aclarar este punto a nuestra Dirección Naval. Suponiendo que
nuestro radiograma será interceptado por una transmisora de Durban, no
debemos encontrarnos más al Sur, si no queremos revelar al enemigo que
Spee tiene intención de abandonar las aguas del Indico.

Incursión al Océano Indico (las líneas punteadas indican rutas de navegación; los círculos, radio
de acción para aeroplanos; las cruces, los vapores parados y hundidos).

― 89 ―
Reina un tiempo fantástico y lo aprovechamos para descargar nuestro
tubo de la torre delantera que aún está cargado. La granada no fue utili-
zada ya que el Africa Shell había parado después de nuestro primer caño-
nazo. Habíamos colocado el proyectil con el tubo caliente y al enfriarse
éste, el acero se contrajo de tal manera, que la granada quedó encajada.
Hasta ahora han fracasado todos nuestros esfuerzos para librarla de la
manera usual. Lo más sencillo sería abrir fuego; pero aquí afuera, lejos
de nuestra base de reabastecimiento, no debemos malgastar ni un solo
tiro.

18 de noviembre.
Recién hoy hacia el mediodía hemos conseguido sacar la granada. De-
jamos salir el líquido del freno del retroceso de manera que el tubo se
corrió completamente hacia atrás. Después, con el tubo en posición de
máxima inclinación, lo dejamos golpear, junto con el cargador, contra un
artificio hecho de vías de agua.
Hemos interceptado otro radiograma cifrado de los británicos. Infor-
man que desde Angola portuguesa han zarpado los vapores alemanes
Windkuk y Adolf Woermann y solicitan a todos los barcos ingleses, en
caso de avistar a los mismos, indicar su posición.

19 de noviembre.
Hemos llegado a los 40° de latitud y tomamos curso Oeste. Nuestro
Comandante se había dirigido tan al Sur, para eludir eventuales ataques
de aviones estacionados en la Ciudad del Cabo y para que los mismos en
caso de divisarnos en un vuelo de reconocimiento no puedan revelar
nuestro retorno al Atlántico. Reina un tiempo hermoso y ya comenzamos
a reírnos de nuestros viejos lobos de mar que tanto nos habían contado de
los roaring fourties (vientos intensísimos en este paralelo). En nuestro
salón están expuestos los diarios ingleses que habíamos confiscado en el
último vapor inglés que hundimos.

― 90 ―
Una información inglesa dice que el Waimara ha avistado a nuestro
vapor Adolf Woermann. Está comunicando continuamente la posición de
nuestro barco. Nosotros, lamentablemente nos encontramos demasiado
lejos para ir a capturar al inglés y ayudar a nuestro compatriota el Adolf
Woermann y solamente podemos escuchar como nuestro barco navega
directamente hacia su perdición.

20 de noviembre.
Parece que los roaring fourties no han gustado de nuestros comenta-
rios despectivos y ahora quieren justificar su nombre. Repentinamente se
ha levantado un vendaval violentísimo y nuestro buque lucha duramente,
Durante la mañana cruzamos nuevamente la longitud de Ciudad del
Cabo y así finalizamos nuestra incursión al Indico.
Más y más nos vamos convenciendo, que un acorazado en viaje de
captura, si bien puede causar grandes disturbios estratégicos y morales al
enemigo, nunca podrá infligirle daños materiales tan grandes, que estén
en concordancia con el riesgo.
Para tales hazañas sería ideal un submarino-crucero, que igual que no-
sotros pueda reponer sus existencias en alta mar. Con barcos de esta clase
uno podría acercarse directamente a los puertos enemigos, que éste no
podría proteger debidamente. Sus unidades no podrían estar en todos los
puertos y allí estarían las chances.
Todo mi deseo es que alguna vez tenga la oportunidad de estar en estos
mares con una unidad como la descrita y poder aprovechar las experien-
cias adquiridas durante nuestras distintas incursiones. (Lamentablemente
nunca he tenido esa suerte. Tuve que ser fiel a mi artillería debiendo lu-
char en el Ártico y en el Norte de Noruega en el buque de batalla Tirpitz.
Pero otros, como ser los comandantes de submarinos Lueth y Gysae y
otros con submarinos-cruceros —reabasteciéndose con submarinos espe-
ciales, llamados las vacas marinas— han estado al acecho delante el
puerto de Ciudad del Cabo, hundiéndole al enemigo más de un buque).

― 91 ―
A pesar de las enormes olas, el buque mantiene perfecta estabilidad.
Cabecea lentamente, con movimientos suaves, pero ya ninguno de la tri-
pulación se marea, todos se han acostumbrado a los movimientos.
Hoy hace exactamente tres meses que zarpamos de nuestra base naval.
La mayor parte de nuestra misión está cumplida y nuestro día de retorno
se acerca. ¿Cómo encontraremos a Alemania?
Durante la noche volvemos a hacer guardias restringidas. Nuestro sa-
lón se ha convertido en una sala de juegos, especialmente durante los
últimos tiempos. En todos los rincones hay grupos jugando a las barajas.
También el ajedrez se ha puesto de moda y hasta nuestro Comandante,
que es muy adepto a ese juego y un gran jugador, viene todos los días
para distraerse un poco. Quien no toma parte está perdido. Yo me adhiero
a un grupo de principiantes que juega al Do-Ko (un juego de naipes típico
de la marina alemana) y aprendo a jugar a las cartas, lo que, durante mis
siete años y medio de servicio nadie pudo hacerme comprender. También
me vienen bien mis conocimientos, de ajedrez.
Es una gran cosa que nuestra vida de salón haya cambiado de esta
manera. Cuando se ha vivido estrechamente unidos durante un cuarto de
año, cada uno conoce la vida del otro y ya nada nuevo queda para con-
versar y esto podría llevar fácilmente a bromas y como consecuencia, a
enemistades. Se acabaría la camaradería, y la vida en conjunto en un lugar
tan restringido se haría insoportable.
Aparentemente han capturado al vapor alemán Adolf Woermann. Así
suponemos después de haber descifrado un radiograma del Almirantazgo
Inglés que dice: Waimara well done (Waimara bien hecho). Otro comu-
nicado proveniente de la emisora Diego Suárez de Madagascar, informa
que el vapor alemán Watussi ha zarpado de Mozambique.
Nuestra Dirección Naval nos da las nuevas posiciones del enemigo.
En la región del África Sur, se encuentran solamente los cruceros pesados
Shropshire y Sussex y el crucero Exeter.

22 de noviembre.
La tormenta ha amenguado.

― 92 ―
Otro radiograma que hemos recibido de nuestra Dirección Naval, dice
que el Westenvald, barco de aprovisionamiento del acorazado Deutsch-
land, tratará de romper las líneas de patrullaje enemigas y volver a la pa-
tria. El acorazado Deutschland ha conseguido cruzarlas inadvertidamente
y se ha dirigido al puerto de Gdynia sobre el Mar Báltico a los efectos de
ocultar su regreso. Mientras tanto, el enemigo continúa buscando al
Deutschland en el Mar del Norte.

23 de noviembre.
Hemos comenzado con el repaso de nuestras máquinas y Spee navega
con un solo eje hacia la línea de encuentro con el Altmark. El rendimiento
de nuestros motores es fantástico. Hemos recorrido 30.000 millas mari-
nas, lo que equivale a una vez y media la circunferencia terrestre. Lamen-
tablemente están fisuradas las bases de los motores auxiliares y además
tenemos que cambiar varios pistones y cojinetes.
A los efectos de cambiar aún más el típico aspecto de un acorazado,
decidimos construir una torre de cañón falsa y colocarla en la proa.
Mis mecánicos construyen para tal efecto, 2 tubos de cañón de 28 cm.
de calibre, perfectos en sus medidas, que ajustaremos en el borde del
puesto de comando delantero. Nuestra carpintería ha confeccionado gran-
des platos de madera, huecos en el centro, con un exacto calibre. Estos
platillos se colocan encima de un palo y se recubren con lona, que des-
pués cubrimos con una espesa capa de pintura gris.
Solamente para la parte delantera he hecho confeccionar un pequeño
soporte de apoyo para esos pseudo-cañones, ya que de otra manera no
podríamos mantenerlos en posición horizontal. A distancia no se puede
distinguir ese soporte y nuestros cañones parecen reales. La torre la for-
man el puesto de comando nocturno y el puesto de comando de la artille-
ría. También sobre éstos hemos tendido una lona pintada. ¡Nuestro ca-
muflaje será grandioso. Spee se va asemejando cada vez más a sus gran-
des colegas británicos, a los buques de batalla Renown y Repulse. Ya a
corta distancia, nuestra nueva torre superpuesta parece ser legítima, y
nuestro armamento, 2 torres pesadas adelante y una torre pesada sobre

― 93 ―
popa, concuerdan con las del Renown. Solamente la construcción de una
segunda chimenea ha creado un problema.
Hemos forrado con lona un andamio de madera, para que, por lo me-
nos viéndosenos de costado, aparentemos tener dos chimeneas. Pero la
superficie es demasiado grande y tendrá el efecto de una vela y temo que
el viento en muy poco tiempo destruya la lona.
Llaman la atención las pérdidas inglesas de vapores que últimamente
chocan con minas. También se han hundido muchos neutrales que se
acercan a la costa inglesa. Los noticiosos alemanes dicen irónicamente:
¡Minas flotantes inglesas! ¡Desconocimiento de sus propias barreras de
minas! Pero en realidad se trata de minas con magneto que aviones ale-
manes tiran con paracaídas y que fueron construidas y desarrolladas por
mi padre, en su calidad de Director de los Askania-Nerke en cooperación
con el grupo de especialistas del Comando de pruebas para barreras de
minas.
La mina está acostada sobre el fondo del mar y lleva en su mecanismo
una aguja magneto, que oscila en el mismo momento en que un barco
pasa por encima. En ese instante se cierra un circuito y la mina estalla.
En vista de que el agua no se deja comprimir, toda la presión de la explo-
sión se esparce sobre el fondo del barco, rajándolo de tal manera, que
generalmente se parte. De acuerdo a las noticias británicas, estas minas
tienen un efecto enorme, y así debe ser, cuando los ingleses mismos lo
confirman, y si no están en condiciones de ocultar esta sorpresa desagra-
dable, las pérdidas deben ser efectivamente grandes. Para nosotros, esto
es justamente ahora de gran importancia, puesto que nuestra flota de sub-
marinos aún es tan pequeña, que a veces se encuentran solamente 3 uni-
dades en acción, y los ataques nuestros, sólo representan pinchazos de
alfiler para el enemigo.
Como medida defensiva, Inglaterra declara —en contra de todas las
leyes internacionales— que todas las mercancías alemanas serán consi-
deradas como contrabando. De esta forma tratan de impedir toda posibi-
lidad de que Alemania pueda canjear mercaderías vitales con los Estados
neutrales.

― 94 ―
24 de noviembre.
Al mediodía, el Comandante nos llama a todos los Tenientes y Tenien-
tes Primeros y nos comunica que ahora volveremos a la patria. Dice que
desde hoy en adelante, contrariamente al plan táctico empleado hasta
ahora, no esquivaremos buques enemigos, sino que los enfrentaremos y
trataremos de hundir todo lo que se nos presente ante nuestros cañones,
aún bajo el riesgo de perder nuestro buque.
El supone que después de nuestro regreso, todos nosotros seremos dis-
tribuidos sobre unidades pequeñas, en especial submarinos. En tal caso,
deberemos tomar conocimientos extensos sobre la navegación astronó-
mica y nos recomienda a tal efecto, que en las semanas venideras, todos
nosotros nos dediquemos intensivamente a tales prácticas.
Hace tiempo que esa táctica de esquivar me había desagradado, a pesar
de que era la más razonable para poder cumplir nuestra misión. ¡Llevarse
lo que se pueda! eso es para mí la mejor consigna. Sería una pena si tu-
viéramos que volver a la patria, sin que nuestra artillería haya recibido su
bautismo. Un crucero o una unidad que no nos fuera superior, sería un
lindo blanco para nuestros cañones y un lindo final para nuestra gira.
Todos los faros que se encuentran en la costa Este africana han apa-
gado sus luces. Solamente barcos ingleses podrán arrumbar la costa. El
TSH deberá quedar interrumpido. Estas son las consecuencias del hundi-
miento del Africa Shell. Los ingleses se están protegiendo contra nosotros
en el Indico, mientras que nosotros, ya hace tiempo que hemos dejado
esas aguas. Son un poco lerdos, pero cuando hacen las cosas, las hacen
perfectas. Claro está que el enemigo no puede saber que Spee ya está otra
vez en el Atlántico.

25 de noviembre.
Reina un tiempo hermoso, veraniego. Para evitar que pueda penetrar
el agua de mar en el interior de la torre de proa con el fuerte oleaje del
Indico, habíamos tapado las aspilleras de los rollos con el cuero para za-
patos, de finísima calidad, que habíamos confiscado en el Huntsman.

― 95 ―
También para proteger el mecanismo de los juegos de tubos lanza-torpe-
dos ubicados en la toldilla inferior, los hemos revestido con el mismo
cuero. Ahora podemos sacar todos estos revestimientos y nuestros mecá-
nicos podrán trabajar en la conservación de los metales.
Así como los motores necesitan su repaso, también nosotros lo nece-
sitamos. En grandes sorbos gozamos este aire maravilloso, el calorcito y
el sol. Ahora hemos entrado en un período de descanso, después de las
duras y largas guardias de combate en el Indico. ¡Hoy estoy libre de guar-
dia, un suceso ya casi desconocido!
A la noche, después de la función de cine aprovecho la ocasión para
plantearle algunos problemas a nuestro 1er. Oficial, ya que hace tiempo
que me preocupan ciertas cosas.

26 de noviembre.
Por la mañana nos encontramos con el Altmark e inmediatamente co-
menzamos con el trasvasamiento de combustibles y el reabastecimiento
de víveres. 1.810 toneladas son bombeadas desde un barco al otro. Hasta
la 1 de la mañana van y vienen los botes con víveres. La luna brilla in-
tensamente de manera que la noche no nos molesta en nuestro trabajo.
Los botes han traído 120 toneladas, ¡un verdadero récord!

27 de noviembre.
Hace bastante calor; 24°C. a la sombra y ni siquiera una leve brisa
corre para refrescarnos.
El Altmark y el Spee navegan a la deriva en el Atlántico Sur. Repasa-
mos los motores, limpiamos las chimeneas y reacondicionamos el buque
después de su larga gira.
Algunos tiburones se hacen presentes. Nuestros tiradores los toman de
blanco y cuando consiguen matar a dos, los restantes desaparecen.
Hacia el anochecer refresca.

― 96 ―
El noticioso inglés informa que en un combate librado al Sur de Islan-
dia, una unidad alemana de la clase Deutschland, ha hundido un crucero-
auxiliar británico de 17.000 toneladas.

28 de noviembre.
Hoy hemos terminado con la colocación de nuestros pseudo- cañones.
También hemos reformado la segunda chimenea. Nuestras superestruc-
turas reciben una nueva mano de pintura y por la parte externa, el buque
recibe el color típico gris obscuro de las unidades inglesas. El día está
completamente bajo el signo de la pintura y del camuflaje. Hacia el atar-
decer el aspecto del Spee ha cambiado completamente. La silueta ha cam-
biado radicalmente y apenas se reconocen sus formas típicas.
El Comandante hace bajar un cúter y el 1er. Oficial de Artillería y yo,
damos una vuelta al buque; aprovecho la oportunidad y tomo una serie
de fotos. Estamos muy conformes con nuestra obra.
Nuestro informativo alemán confirma la noticia inglesa de ayer. El
Vice-Almirante Marschall había hecho una incursión a las aguas alrede-
dor de Islandia y los buques de batalla Scharnhorst y Gneisenam, después
de un breve combate, han hundido al crucero-auxiliar inglés Rawalpindi.
Después volvieron sin dificultades a su base. Han hecho 25 prisioneros.
Aviones alemanes han atacado eficazmente a unidades inglesas cerca
de Zetlandia y el Comandante del submarino U.47, Capitán Teniente
Prien ha hundido un crucero inglés de la clase London.

29 de noviembre.
Nuestro Comandante decide hacer —antes de emprender nuestro viaje
de retorno— otra incursión a las rutas de navegación al Sur de Sta. Elena
y si nuestros motores lo permiten, también a la costa sudamericana.
Yo aprovecho la oportunidad —que muy pocas veces se presenta—
para tomar al Altmark como blanco y ajusto mis instrumentos de control
de dirección de tiro. Después nos despedimos de nuestro petrolero y nos
dirigimos hacia nuestro nuevo campo de acción.

― 97 ―
Los Estados neutrales elevan protesta ante Inglaterra contra el bloqueo
de mercadería alemana de exportación. Poco les ha de valer su protesta.

30 de noviembre.
Las Flotas inglesa y francesa han comenzado una acción de búsqueda
en el Atlántico Norte, ya que suponen que durante la incursión que hace
dos días han efectuado nuestros buques de batalla, acorazados alemanes
han ganado las aguas del Océano. El Atlántico Sur, está casi libre de uni-
dades enemigas.
Nuestro Comandante es de la opinión, que después de 14 días de bús-
queda, estas unidades habrán de volver a sus bases para reaprovisionarse,
y esta sería nuestra oportunidad para volver a la patria. Churchill afirma
en su último discurso ante la Cámara de los Comunes —ocasión en la
cual felicita a todo el personal mecánico de la Armada Inglesa—, que la
Flota británica, en toda la guerra anterior, no había sido movida de tal
manera, como en estos últimos dos meses.

1° de diciembre.
Spee está nuevamente sobre las rutas Ciudad del Cabo-Sta. Elena, pero
nada divisamos.
Nuestro avión despega para un vuelo de prueba. Cada vuelo, que ahora
hacemos, significa el riesgo de la máquina, pero lo tenemos que tomar en
cuenta. La macilla con que hemos rellenado las rajaduras de la caja del
motor, ha dado buen resultado.
La Dirección Naval nos comunica las posiciones de las unidades
enemigas en el Atlántico Norte. Su acción de búsqueda será infructuosa.
Si nosotros reaparecemos en el Atlántico Sur, el Almirantazgo inglés
creerá que efectivamente uno de nuestros acorazados ha conseguido es-
capar a sus garras, ganando las aguas abiertas del Océano. A nosotros,
nos suponen en el Indico, esto se desprende de las medidas de seguridad
que siguen tomando allí. Para ellos el Atlántico Sur está libre de corsarios
alemanes, y esto casi queda confirmado, si se tiene en cuenta que desde

― 98 ―
hace seis semanas, en estas aguas no ha sido hundido un solo barco in-
glés.
La actual situación demuestra, que la decisión de nuestro Comandante,
volver a estas regiones, ha estado bien calculada y él se siente satisfecho
de haber tomado estas medidas.

2 de diciembre.
Nos encontramos exactamente en la región donde hemos tenido mejor
caza. Aquí hemos capturado hace dos meses al Huntsmann y al Trava-
nion. Ya temprano a la mañana despega nuestro avión para un vuelo de
reconocimiento, pero vuelve sin haber avistado nada. Al mediodía vuelve
a sobrevolar la misma región.
Son las 12.30 y yo estoy de guardia en el puente. En el momento de
cambiar el turno, llega desde la cofa del trinquete la información ¡Nube
de humo sobre babor hacia adelante! La primer medición aproximada,
da una distancia fantástica de 53 Km. A toda marcha tomamos rumbo
hacia el barco. Pasa un largo tiempo y nada vemos. Hasta tengo tiempo
para almorzar. Sobrevienen dudas. ¿Habrá sido una equivocación? No.
Repentinamente suena el timbre de alarma. Todos corren a su puesto. El
detector sigue marcando una distancia de 43 km. No conseguimos acor-
tarla, lo que quiere decir, que el barco lleva curso paralelo. Finalmente
vemos la punta de los mástiles y después una chimenea roja. Según nues-
tras experiencias los ingleses pintan sus barcos de color gris. Segura-
mente será un neutral. ¡Qué villanía! Ya nos acercamos a 22 km. y si la
persecución sigue así, lo tendremos cerca de las 16.
¿Dónde estará nuestro avión? ¡Hace tiempo que debería haber vuelto!
¿No habrá recibido nuestro radiograma donde le comunicamos nuestro
cambio de curso?
Por el detector observamos que el barco vira y que trata de escapar.
¡Así que es un inglés! ¡Qué suerte! Le enviamos una granada de 28 cm.
delante de su proa y lo hacemos parar. ¡A semejante columna de agua le
tienen gran respeto! Tiene mucho más efecto que las señalizaciones con
banderitas y reflectores. La distancia va disminuyendo rápidamente.

― 99 ―
Ahora empiezan a emitir su “R-R-R” 19.15S, 5E Doric Star. Nuestro te-
legrafista trata de interrumpirlos con nuestro transmisor Marconi, confis-
cado en el Newton Beach, para evitar que barcos enemigos puedan inter-
ceptar con claridad las marcaciones de posición. Una segunda granada
que calculamos debe haber caído aproximadamente a 300 metros, los
hace callar por un tiempo. Después vuelven a emitir, aunque ya más ner-
viosos.
Cuando nos hemos acercado hasta 20 Hm, paramos y bajamos el bote
con los oficiales de abordaje. También ellos están bajando sus botes, pero
nuestro comando de presas los hace volver a cubierta; allí reúnen a la
tripulación. Nuestro Comandante piensa llevarse este barco de especial
valor.
El Doric Star pertenece a la Blue Star Line, la Cía. de Navegación más
grande para barcos a Australia. Tiene 10.100 ton. Es un barco de carga,
combinado con pasaje. Sus salones son elegantísimos. En sus bodegas
lleva lanas, minerales, cereales y carne congelada, por un valor aproxi-
mado de 850.000 libras. Viene de Nueva Zelandia y Australia y se dirigía
a Inglaterra.
La tripulación se compone de 64 personas, todas de raza blanca; en su
mayoría australianos. El barco es comandado por el 1er. Oficial, puesto
que el Capitán había sido enrolado como oficial de reserva.
En la popa tiene un cañón de 7,5 cm. del tipo Standard, con el cual
están armados todos los ingleses. Lamentablemente la tripulación ha te-
nido tiempo de destruir los motores y ponerlos bajo agua. Tenemos que
hundirlo.
¡Revolución en el éter! El S.O.S. del Doric Star es acusado por 6 bar-
cos por lo menos, entre ellos aparentemente una unidad de guerra. En
algunos casos las marcaciones son exactas, en otros, mal repetidas.
Ahora nos llega un S.O.S. de nuestro avión: Acuatizaje forzoso, nece-
sito ayuda, emito marcación.
El Comandante ordena interrumpir inmediatamente los trabajos de
nuestra comisión de presas para hundir el barco. Justamente cuando nues-
tros hombres encuentran un cargamento de barras de plata, escondidas

― 100 ―
detrás de una doble pared, en la cabina del Capitán. Son 19 lingotes con
un valor de 2.140 libras. Nuestros oficiales de abordaje no quieren dejar-
los y deciden llevarlos a toda costa. Sería penoso enviarlos al fondo del
mar como regalo para los peces. En esta forma se posterga más el hundi-
miento.
Los ingleses gritan de felicidad cuando se enteran que los llevaremos
con nosotros. Estaban convencidos de que las bestias alemanas los deja-
rían flotar a la deriva en sus botes abiertos. No, no solamente los llevamos
a ellos, sino también sus efectos personales y algunas otras cosas más que
desean salvar. Allá no terminan con el trabajo y nuestro Comandante se
pone nervioso y enojado porque el oficial de presas no acata su orden de
interrumpir inmediatamente con la revisación. Cada minuto es valioso e
importante para salvar a la tripulación de nuestro avión. Bueno, la tripu-
lación del enemigo también debe ser despachada de acuerdo a las leyes
internacionales y nuestro oficial de presas no se deja irritar y no despega,
hasta que el último de los ingleses está en su bote y también la última de
las barras de plata.
En el ínterin, nuestros telegrafistas han tomado las indicaciones de po-
sición de nuestro avión por señales en código y los han descifrado de tal
manera, que indican que el avión ha recibido once impactos. En conse-
cuencia, nosotros suponemos que nuestro avión ha parado un barco, que
fue ametrallado y que ha recibido once impactos que lo han obligado a
descender forzadamente. Como un relámpago corre la noticia por el
barco. Media hora más tarde, ya corre la versión de que el piloto ha sido
herido. Y lo creemos, puesto que llevaba bombas. Y como todos conoce-
mos su manera de ser, media hora más adelante se corre la voz: de que
ha conseguido ubicar un pleno en el barco enemigo. Y ahora estamos
todos convencidos de que nuestros pilotos están en extremo peligro y que
hay una nueva presa en vista.
Finalmente estallan las granadas en el Doric Star, pero el barco no se
hunde. La buena distribución de sus compartimentos y la lana hacen que
la explosión quedara casi sin efecto. Con la artillería pesada enviamos
siete cañonazos en su línea de agua. Todos bien ubicados, sin embargo el

― 101 ―
barco sigue flotando. Ahora el Comandante da la orden de lanzar un
torpedo. Una detonación enorme, pero el barco sigue flotando sobre su
cargamento.
Viramos y nos dirigimos con máxima velocidad hacia nuestro avión,
guiándonos por sus marcaciones. Medición de distancia 20 Hm. ¡Avión
avistado! Como un fuego corredizo se desparrama la noticia por el buque.
Todos miramos con máxima tensión hacia aquel punto negro que distin-
guimos allá lejos, detrás del obscuro oleaje. Pronto reconocemos la si-
lueta del avión. Aparentemente está sana la máquina, solamente el flota-
dor izquierdo parece encontrarse demasiado dentro del agua. Las bombas
faltan. Por sus propios medios se dirige la máquina hasta debajo de la
grúa que lo levanta.

El Africa Shell.

Hemos consu-
mido tanto com-
bustible que el
barco sobresale
del agua más de
lo normal.

― 102 ―
Lucha el buque
contra las olas
embravecidas.

El Acorazado bajo el signo de la pintura y Una torre de cañones falsa.


el camuflaje. Estamos satisfechos con nues-
tra obra.

― 103 ―
Nadie reconoce-
ría y menos a dis-
tancia, las for-
mas típicas del
Graf Spee.

El vuelo de reconocimiento había sido infructuoso, y cuando al re-


greso no pudo encontrar al acorazado, el piloto bajó sobre la posición
convenida. Su receptor estaba descompuesto parcialmente, de manera
que no se había enterado de nuestro cambio de curso. El flotador iz-
quierdo se había roto al acuatizar. En un comienzo, la máquina se man-
tenía estabilizada detrás de su ancla flotante, pero con el tiempo el flota-
dor se había llenado con agua y las olas ya salpicaban por encima del ala
izquierda. Entonces los pilotos comprendieron que la máquina no se man-
tendría a flote hasta la mañana siguiente. Abrieron su paquete de provi-
siones para casos de urgencias y se dieron una suculenta cena, que quizás,
sería la última. También trataron de descubrir el fondo de una botella de
cognac y de esta manera hacerse más agradables sus últimas horas de
vida. Sobre el lado izquierdo —que ya se encontraba bastante dentro del
agua— apareció un simpático visitante, un tiburón, esperando su turno.
Al obscurecer, hicieron una última tentativa y con su pistola dieron seña-
les de estrellas verdes y poco después divisaron al Spee que se dirigía a
toda marcha hacia ellos.
Llegamos justo a tiempo para pescarlos. Una vez a bordo los pilotos,
y después de haberse presentado ante el Comandante informándolo de su
regreso, liquidaron el resto de la botella de cognac, festejando su retorno

― 104 ―
a la vida. Una vez más, Dios puso su mano protectora entre la vida y la
muerte, y gracias a Él todo salió bien.
Recién ahora podemos festejar nuestro triunfo. Durante la noche nos
dirigimos hacia las rutas del S.O., ya que después de la alarma del Doric
Star, difícilmente encontraríamos otros barcos en las aguas en que nos
encontramos en este momento.
El Oficial Naval en Jefe inglés retransmite a todos los barcos de la
Flota británica, el S.O.S. emitido por el Doric Star durante la noche.
Nuestro emisor Marconi resultó ser demasiado débil para interrumpir con
eficacia ese llamado de auxilio. Sin embargo han necesitado 6 horas,
hasta que se cercioraron de lo que había pasado.
Por otro radiograma que interceptamos, vemos que una unidad de gue-
rra británica, ha captado nuestro intercambio de radiogramas con nuestro
avión.
Nuestro propio informe radiográfico a la Dirección Naval en Berlín,
finaliza con la última decisión tomada por nuestro Comandante:
Continuaré con la guerra a los mercantes.

3 de diciembre.
Amanece. Con múltiples colores iluminan el horizonte los primeros
rayos del sol naciente. Justamente en el instante en que ordeno a la guar-
dia nocturna que puede retirarse, el vigía del trinquete anuncia: Nube de
humo hacia popa sobre babor. Efectivamente, allá contra el claro cielo
matutino, observo una nubecita. Las máquinas han levantado presión y a
toda velocidad nos dirigimos hacia ella.
Al poco tiempo podemos distinguir la silueta del barco con sus chime-
neas. En el momento de la alarma, nuestro detector marcaba sólo 20 Km
de distancia. Todos han ocupado sus puestos de combate. La cabina de
transmisión, el puente de comando y la sala de máquinas están en conti-
nua comunicación telefónica entre sí. Todo está listo para abrir fuego en
cuanto el barco empiece a trasmitir. Pero allá todavía reina completa tran-
quilidad. Hoy es domingo de Adviento (los cuatro domingos antes de

― 105 ―
Navidad). Cuando nos hemos acercado hasta 10 Hm nos colocamos pa-
ralelamente a ellos, nos damos a conocer y levantamos la señal de parar.
Al mismo tiempo les apuntamos con nuestros cañones.
Recién ahora se empieza a notar movimiento sobre la cubierta del
barco enemigo. Su tripulación empieza a correr nerviosamente de un lado
para el otro. Se apagan las chimeneas y el barco para. Al mismo tiempo
comienza a funcionar su emisor. ¡Libre fuego! Nuestras granadas de 3,7
cm. de calibre caen, con excelente puntería, sobre el puente del contrario.
A pesar del completo desbarajuste que allí reina, el Capitán, sereno, tira
la bolsa con los documentos secretos al mar. ¡Cese de fuego! Pero pocos
segundos después vuelven a poner en función su TSH. Como contesta-
ción, volvemos a cañonearlos, hasta tanto el telegrafista no deja de hacer
funcionar su tecla.
Mientras tanto ha arribado nuestro comando de presas y ha ocupado
todas las estaciones. Debido al tiroteo, la tripulación había perdido com-
pletamente la cabeza y nada se puede hacer con ellos. En cubierta hay,
cuatro heridos. Más adelante comprobamos que dos de ellos, en su ner-
viosidad, habían caído de la escalinata del puente. Los otros dos presen-
tan heridas superficiales en una pierna.
El puente está seriamente destrozado; solamente la cabina transmisora
—protegida con bolsas de arena— había quedado casi intacta. Las bolsas
habían resistido perfectamente nuestras granadas 3,7 cm. Eso demuestra
que tampoco ese calibre es suficiente para hacer callar un telégrafo. El
telegrafista, cuerpo a tierra, ha conseguido emitir su llamado de auxilio
varias veces y hasta consiguió agregar finalmente, por órdenes del Capi-
tán, Acorazado von Scheer. Un impacto que destrozó el aislador del
equipo, no le permitió seguir transmitiendo.
En la cabina del Capitán, que está completamente destruida, consegui-
mos confiscar algunos documentos secretos; contienen indicaciones
exactas sobre las rutas en la costa Oeste africana y marcan exactamente
los puertos del Océano Indico que deberán arrumbar los barcos que na-
vegan por la ruta australiana. Comprobamos que habíamos estado dema-
siado al Norte cuando navegábamos por aquellas aguas.

― 106 ―
El barco se llama Tairca, tiene 6.900 toneladas de registro bruto y está
cargado con carne congelada y lana; en viaje desde Australia hacia Lon-
dres. Con sus equipos especiales de refrigeración, es un vapor de gran
valor.
Nuestro Comandante quisiera llevarlo hasta el Altmark, pero una de
nuestras granadas ha destruido la dirección del timón.
Es una gran pena, ya que entre la carga había 2.500 cajones con pavos,
que nos hubieran apetecido para la cercana Navidad. Lamentablemente
se encuentran escondidos debajo de carne congelada y lana, por lo que
no podemos llegar hasta ellos. Un encuentro excepcional y sumamente
valioso para nosotros, son los 18 botellones con ácido carbónico para
nuestro equipo de refrigeración, así podremos reponer nuestro stock ya
muy consumido.
Después preparamos el barco para su voladura. La tripulación es tras-
bordada al Spee. Se compone de 84 hombres, en parte tipos de piratería.
El Capitán nos explica. En el último puerto habían desertado 11 tripulan-
tes y no le había quedado otro remedio, que tomar lo que había disponi-
ble. Dice que aún un aumento del 300% de la paga, no era estímulo sufi-
ciente para embarcar rumbo a Inglaterra. Esto nos demuestra a qué difi-
cultades debe hacer frente la Flota mercante británica.
Al Capitán inglés lo llevamos ante nuestro Comandante que está sobre
el puente. Tiene 63 años y rasgos simpáticos. En la chaqueta lleva las
cintas de una gran cantidad de condecoraciones de la última guerra mun-
dial. Seguramente habrá sido Oficial de la Armada Británica.
Nuestro Comandante le informa que es de nuestro conocimiento, que
barcos británicos tienen la orden de transmitir inmediatamente cuando
son parados por una unidad enemiga y que comprende su actitud; pero,
que a su vez, por la seguridad del acorazado, él se vio obligado a abrir el
fuego para impedirlo. El Capitán británico informa haber impartido la
orden de telegrafiar y dice tomar la responsabilidad por ello. Nuestro Co-
mandante. para impedir que más adelante puedan decir que hemos abierto
el fuego contra civiles indefensos, y para dejar constancia de los hechos,
hace levantar un acta y el Capitán inglés la firma.

― 107 ―
Mientras tanto han detonado las bombas de tiempo, pero su carga de
lana y la excelente aislación de sus cámaras frigoríficas, lo mantienen a
flote. A corta distancia le disparamos algunas granadas de 15 cm. sobre
la línea de agua. La explosión de los proyectiles, disparados a tan corta
distancia, es tremenda. Tan cerca estamos del Tairca que sobre la cu-
bierta de popa cae una lluvia de fragmentos. Ya no tienen ímpetu y no
ocasionan heridos. Nuestros marineros los recogen como recuerdo. Fi-
nalmente le enviamos un torpedo. La fuerza de la detonación hace levan-
tar una columna de agua de casi 200 metros. Partes del barco vuelan por
los aires. Ahora el Tairca empieza a hundirse rápidamente. Vuelca sobre
babor y va hundiéndose por popa, de tal manera, que la proa vuelve a
salir una vez más del agua. Después las olas se lo tragan para siempre.
A toda marcha abandonamos esta región y nos dirigimos al encuentro
del Altmark para entregarle nuestros prisioneros.
Para fines de esta semana, nuestro Comandante intentará aparecer en
la costa sudamericana, cerca del Río de la Plata. Semanas enteras habían
pasado sin que hubiéramos avistado un solo barco y ahora, repentina-
mente, en sólo dos días hemos conseguido aumentar nuestro tonelaje de
hundimientos, de 28.200 toneladas a 46.200. ¡Qué cambiante es la suerte
de un guerrero!
Al atardecer captamos un radiograma en el que se dice que en el hun-
dimiento del día 3/12 aparentemente, actuó el mismo avión que en el hun-
dimiento del día 2/12 y que por lo tanto debe pertenecer al mismo Raider.
El telegrafista del Tairca, en su nerviosidad, ha emitido una información
insegura. En vez de R-R-R se ha escuchado A-A-A que quiere decir alarma
aérea.
Tampoco ha sido captado el nombre del barco y las indicaciones de
posición no coincidían. Lo más molesto es que hemos sido denominados
con battleship von Scheer (acorazado von Scheer). Bueno, en la costa
sudamericana, tendremos que aparecer como Spee.
El noticioso comunica que ha estallado la guerra entre Rusia y Finlan-
dia.

― 108 ―
4 de diciembre.
Nuestra prensa radial, editada a bordo, nos comunica que el vapor
alemán Watussi ha sido encontrado por aviones de bombardeo de la
Unión Sudafricana y tuvo que hundirse cerca del Cabo de Buena Espe-
ranza. Así quedó confirmada la suposición de nuestro Comandante de
que esa región era patrullada con aviones estacionados en Ciudad del
Cabo. Aviones de bombardeo con dos motores, tienen un radio de acción
de 200 millas marinas. Este fue el motivo por el cual, durante nuestra
marcha hacia el Indico, nos habíamos mantenido tan al Sur, aproximada-
mente a 300 millas del Cabo de Buena Esperanza. A esa distancia no
necesitábamos prever los ataques aéreos, ya que debido al fuerte oleaje,
ninguna máquina hubiera podido efectuar un acuatizaje forzoso ya que
no solamente perderían la máquina, sino también a la tripulación.
En la costa Oeste africana hay un intenso intercambio de radiogramas,
sin embargo, no se previene oficialmente a los barcos de la existencia de
un raider enemigo. El Almirantazgo inglés, ya no puede permitirse ma-
yor alarma entre su Flota mercante, puesto que las Compañías de Nave-
gación se negarían a mandar sus barcos sin la necesaria protección, o au-
mentarían los. premios de los seguros de sus barcos hasta tal extremo,
que la mercadería y su transporte resultarían impagables.

5 de diciembre.
La Radioemisora de Ámsterdam informa que el Doric Star de 10.100
toneladas ha sido hundido por una unidad de guerra alemana no recono-
cida. El Almirantazgo Inglés, imposibilitado de mantenerlo secreto, con-
firma recién ahora, el hundimiento del Huntsman. Pero el informativo
dice que el barco debe haber chocado con una mina o ha sido torpedeado
ante la costa inglesa. No quieren revelar la verdad, que el barco ha desa-
parecido en el Atlántico Sur y que nunca pudo alcanzar el puerto más
cercano, Freetown.

― 109 ―
Nuestro 1er. Oficial y el 1er. Oficial de Artillería son condecorados
con la Cruz de Hierro, la. clase, y promovidos al grado inmediato supe-
rior. Para esta ocasión, nuestro Comandante cena con nosotros. Al fina-
lizar la comida, pronuncia un corto discurso. Habla del gran compañe-
rismo que reina entre su oficialidad; dice que conociendo las grandes di-
ferencias de caracteres, había mirado con honda preocupación nuestro
largo viaje, pero que reconoce ampliamente y agradece la buena volun-
tad, que cada uno ha puesto para comprender al otro y que se siente feliz
al ver la hermosa camaradería que han desarrollado. Además nos dice
que para el mes entrante espera acciones mayores y con ellas vendrá la
gran prueba y la oportunidad de evidenciar esta unión.

6 de diciembre.
Hacia el mediodía avistamos al Altmark. Entregamos nuestros 144 pri-
sioneros. Luego establecemos la conexión con el petrolero y bombeamos
nuestro combustible. Esta vez todos los oficiales y telegrafistas de los
barcos hundidos quedan a bordo. Han visto demasiado de nuestra manera
de hacer la guerra y los queremos llevar con nosotros, para que bajo nin-
gún concepto puedan ser liberados por los británicos.
El Capitán del Newton Beach manifestó que nosotros jamás consegui-
remos volver a la patria. La mayoría de los oficiales británicos son de la
misma opinión. Por ese motivo ellos no se sienten cómodos con nosotros
y preferirían quedarse sobre el Altmark. Ahora no les quedará otro reme-
dio, que rezar, aún contra su voluntad, por el buen retorno del acorazado.
Aún durante nuestro trasvasamiento de combustible, continuamos
nuestra marcha hacia el Oeste. Nos encontramos en el medio del Atlán-
tico Sur, y aprovechando esta ocasión, el 1er. Oficial de Artillería, con el
consentimiento de nuestro Comandante, decide hacer maniobras noctur-
nas con los reflectores, tomando al Altmark como contrincante. Esto es
muy necesario, ya que el personal de los equipos está completamente
fuera de práctica. En un combate nocturno, el buen manejo de los reflec-
tores es primordial para la seguridad propia y la eficacia de las baterías
de combate. ¿Pero no es esto desafiar el destino? A nuestro juicio no

― 110 ―
puede haber otro barco aquí en las cercanías. Hacemos guardia restrin-
gida.
Hemos concluido nuestras maniobras. Ya estoy en mi cucheta cuando
suena el timbre de alarma. ¿Habrá atraído una polilla la luz de nuestros
reflectores? ¡Habrían sido nuestras últimas maniobras con ellos! Me
apresuro para llegar al puesto de comando nocturno. Efectivamente, con
mi largavista reconozco claramente un barco por estribor. Navega con las
luces apagadas. Yo creo que es un carguero. ¿Por qué no podemos cap-
turar también de noche un barco?
Voy a la central de artillería y allí espero los acontecimientos. Tengo
que reírme. La central está iluminada por las velas eléctricas de la corona
de adviento que mis mecánicos fabricaron con cordelaje pintado de
verde. Esparcen una luz tenue, pacífica, dando al ambiente un aspecto de
Navidad, mientras nos dirigimos, listos para el combate, hacia un barco
enemigo.
No viene la orden de abrir fuego. Lentamente nos vamos distanciando,
60 Hm., 70 Hm., 80 Hm., hasta que lo perdemos de vista. Estoy desilu-
sionado.
Nuestro Comandante no permitió atacar, para evitar que el enemigo
pueda, mediante su TSH., revelar nuestra marcha hacia el Atlántico Sur.
¡Sin embargo ellos tienen que haber visto nuestras maniobras con los re-
flectores y con eso al acorazado y su acompañante, ambos con rumbo
hacia el Oeste! Solamente podemos esperar que la suerte nos acompañe
y el barco no haya hecho deducciones y no nos revele. ¡Yo tengo un mal
presentimiento! A mi modo de ver, la mejor medida que podíamos haber
tomado para quedar en la incógnita, era hundirlo, tan rápido como posi-
ble. Dispararle con todos los calibres sobre su puente para que no pueda
emitir su llamada de auxilio. Así, con toda seguridad, quedaría secreta
nuestra marcha hacia el Sur y no tendríamos que apelar a la suerte. Las
leyes de presa nos permiten hundir sin preaviso un barco que durante la
noche navega sin luces. Pero nuestro Comandante dice que podría haber
sido también un barco alemán, que navegando apartado de las rutas, trata

― 111 ―
de volver a la patria. Si lo enfocamos, es capaz de hundirse él mismo, sin
que tengamos tiempo suficiente para darnos a conocer.

7 de diciembre.
El barco holandés Mapia, que mientras tanto ha llegado a Sumatra,
informa que ha sido detenido y controlado en el medio del Océano Indico
por un acorazado alemán que supone ser el Scheer; así informa el noti-
cioso. Es exagerado. Sí, lo hemos parado, pero no controlado. Aún siendo
falsa, esta información es para nosotros sumamente oportuna, ya que con-
firma una vez más, nuestra aparición en el Indico.
Sin embargo, el Almirantazgo Inglés, aparentemente está convencido
de que el acorazado que ha operado en el Indico, es el mismo que ha
hundido al Doric Star en el Atlántico Sur. Así deducimos del hecho de
que han declarado el Canal de Mozambique, otra vez libre para la nave-
gación. Así hemos descifrado de un radiograma británico interceptado.
¡Nos enorgullecemos de nuestro triunfo! Hemos conseguido que las au-
toridades británicas se vieran obligadas a cortar el tráfico por dicho Ca-
nal, por un espacio de 3 semanas.
Nuestra estadía y actuación en el Atlántico Sur parece irritar a los bri-
tánicos. El Sr. Churchill afirma oficialmente, que el acorazado enemigo
que opera en esas aguas, jamás conseguirá retornar a su base. Pero, si
mal no recuerdo, ya una vez nos fue redicho por el Almirantazgo Inglés
que nuestros días eran contados; en ocasión del hundimiento del Cle-
ment. ¡Esto sucedió hace tres meses!
El día de hoy había pasado sin novedades y ya nos encontrábamos
cenando, cuando el barco vira bruscamente por popa. Todos presentimos
que algo pasa. Nuestros sentidos están ya tan sensibles, que a pesar de no
estar en el puente, notamos el mínimo cambio de rumbo o de velocidad.
¡Alarma! Dejamos nuestra cena a medio terminar y corremos hacia
nuestros puestos de combate. Se ha avistado una línea, de humo, que muy
pronto resulta proveniente de un barco de carga, pintado de negro. En el

― 112 ―
caso de que transmita, abriremos fuego inmediatamente, ya que bajo nin-
gún concepto permitiremos que revele nuestra permanencia en estas
aguas.
Toda mi atención está puesta sobre el tambor de nuestro equipo de
cálculos y observo las marcaciones de distancia. Al mismo tiempo estoy
alerta a las informaciones que vienen de la cabina de transmisión. El va-
por ha izado la insignia inglesa, comunican desde el puente de comando.
Nos hemos acercado hasta 2.000 m. y nos abrimos (ponerse paralelo al
barco contrario). Allá reina profundo silencio; no emiten su llamada de
auxilio. Nuestras bocas de cañón apuntan hacia el enemigo. Ha parado y
está bajando sus botes. Con nuestro telescopio vemos cómo el Capitán
tira dos bolsas al mar; una queda flotando y fue recogida más adelante
por nuestra barcaza.
Nuestro comando de presas ya ha arribado y reúne a la tripulación. Ya
tenían preparadas sus maletas. Parece que desde un principio contaban
con la pérdida de su barco, ya que son pocos los efectos personales que
tenían a bordo. El Capitán ya tiene experiencia para casos como éste; en
la guerra anterior ha pasado dos veces por situaciones análogas.
El carguero se llama Streonshalh; tiene 3.985 toneladas de registro
bruto y lleva en sus bodegas 5.900 toneladas de trigo proveniente de la
Argentina para Londres. Lo hundimos con nuestro cañón antiaéreo de
10,5 cm. Cada vez que uno de nuestros proyectiles estalla sobre el cos-
tado del barco, la pared parece como enrojecida por el fuego. Le inferi-
mos heridas considerables. Los agujeros que le hacemos sobre su línea
de agua, son tan uniformes en tamaño y distancia, que parecen que hu-
bieran sido medidos con anterioridad. El Streonshalh se hunde rápida-
mente. Entre los documentos que contenía la bolsa que recogimos del
agua, encontramos un plano con las marcaciones exactas sobre la ruta
que debía recorrer el Streonshalh, desde Buenos Aires hasta su destino.
En zigzag tomamos rumbo hacia la desembocadura del Río de la Plata.

― 113 ―
8 de diciembre.
Entre los documentos secretos que hemos confiscado ayer, hemos en-
contrado directivas exactas sobre el punto de concentración de todos los
barcos británicos que parten desde Buenos Aires y Montevideo con carne
y cereales para Inglaterra. Es interesante saber que desde allí los barcos
son dirigidos, algunas veces solos, hacia el punto de concentración para
convoyes, Freetown. Su trayecto corre a través del Gran Círculo, por el
medio del Océano, por aguas que nosotros hasta ahora habíamos creído
completamente libres de navegación. Deducimos, que el barco que he-
mos encontrado anteayer, debe haber sido uno de esos navegantes solita-
rios, ya que cuando hicimos las maniobras con nuestros reflectores, nos
encontrábamos exactamente sobre una de esas nuevas rutas de guerra,
dentro del Gran Círculo, que unen el Río de la Plata con Freetown. Ahora
también tenemos que cambiar nuestras posiciones de encuentro con el
Altmark, ya que la mayor parte de ellas, están exactamente sobre esas
rutas hasta ahora desconocidas para nosotros.
Continuamos nuestra búsqueda sobre la ruta del Streonshalh, pero
nada divisamos.

9 de diciembre.
Seguimos buscando sobre la misma ruta. Nuestra Dirección Naval nos
informa que desde Montevideo zarpará un convoy británico, constituido
por 4 vapores con un total de 30.000 toneladas protegidos por un crucero-
auxiliar. ¡Esta nueva levanta nuestros ánimos! Desde el comienzo de las
hostilidades sueña nuestro Comandante con encontrar un convoy. Ahora
parece que este sueño puede realizarse. Ya hemos hundido 50.000 tone-
ladas y si consiguiéramos pescar este convoy, habríamos alcanzado el
tonelaje hundido por el Emden durante la primera guerra mundial. Los
ojos de nuestros vigías escudriñan detenidamente el horizonte.

― 114 ―
10 de diciembre.
Nos anuncian el Highland Monarch de 12.000 toneladas, pero no lo
encontramos. Supongo que barcos como el citado y convoyes con segu-
ridad navegan más cerca de la costa.
¡Qué vueltas da el destino! Recuerdo en estos momentos, que hace 25
años, el día 8 de diciembre, la Escuadra bajo el mando del renombrado
Almirante Graf Spee —en cuyo recuerdo llevamos su nombre— libró,
algo más hacia el Sur, cerca de las Malvinas, su último combate. El Al-
mirante Graf Spee era Comandante en Jefe de la escuadra alemana del
Este de Asia, que en aquel entonces, se componía de los acorazados pe-
sados Scharnhorst y Gneisenau y de los cruceros livianos Dresden,
Nurenberg y Leipzig. Con esa escuadra cruzó el Pacífico. Sus máquinas
eran alimentadas con carbón y su radio de acción por ende reducido. Para
poder continuar su viaje de retorno a la patria, se vio obligado a reponer
su consumido stock de carbón en un puerto sudamericano. Al dirigirse
hacia la costa chilena, se topó con una Escuadra británica que operaba en
esas aguas. El combate entre estas dos escuadras, parejas en sus fuerzas,
se libró cerca de Coronel. La Escuadra alemana era superior en el arte de
tirar con el fuerte oleaje. El Comandante Admiral Graf Spee. demostró
asimismo más habilidad en sus maniobras y supo aprovechar su ventaja
de tener como fondo la costa obscura, mientras los barcos británicos eran
fácilmente visibles contra un fondo claro del cielo iluminado por la
puesta del sol. La escuadra inglesa fue batida ampliamente. El Monmouth
fue hundido. Así obtuvo el Almirante Graf Spee con su victoria, la sobe-
ranía en la costa chilena; no quedaba otro contrincante que pudiera me-
dirse con él. En Valparaíso, donde se reabasteció con carbón, fue acla-
mado jubilosamente. Pocos días después continuaba su marcha de re-
torno. Pasaron por el Cabo de Hornos y se acercaron al puerto Stanley
(Malvinas) para destruir allí la radioemisora y cargar nuevamente carbón.
Casualmente habían arribado pocos días antes, dos de las unidades más
modernas de la marina inglesa, entre ellas el crucero de batalla Invenci-
ble, superior a cualquiera de los buques alemanes, tanto en velocidad,
como en sus calibres y en su alcance de artillería. ¡Se libró la batalla final!

― 115 ―
El 8 de diciembre, con sus banderas flameando en el mástil, fueron hun-
didos el Scharnhorst y el Gneisenau. Ellos cubrían la retirada de los cru-
ceros livianos, que más adelante, fueron aniquilados separadamente. El
Almirante mismo, se hundió con su buque-insignia.
Nuestro Comandante, basándose en los resultados de ese combate y
en el hundimiento del Emden y otras unidades, había llegado a la conclu-
sión de que un buque, que como el nuestro, opera solo, lejos de su base,
jamás deberá acercarse demasiado a una costa, ni entrar en aguas que
puedan ser controladas desde bases terrestres. Para todos los buques ale-
manes que no han considerado estos miramientos, esto fue siempre el
principio del fin. Hasta la fecha, en todos nuestros movimientos, nuestro
Comandante fue fiel a sus principios, a pesar de que las probabilidades
de encontrar barcos en el medio del Océano eran pocas. Para él, ante todo,
prevalecía la seguridad de su buque. Recién ahora, buscando la oportuni-
dad de un final exitoso antes de emprender la marcha del retorno, ha de-
cidido jugarse el todo por el todo.
Seguimos navegando sobre la ruta, cruzando de un lado para el otro.
Pero el camino está desierto.

11 y 12 de diciembre.
Nada acontece. Poco a poco nos vamos acercando al punto de concen-
tración de los buques enemigos que vienen y van al Río de la Plata. Allí
tendríamos que avistar algo, aunque más no sea el crucero de guardia.

13 de diciembre.
Toda la noche estuvimos al acecho delante del punto de concentración.
Navegamos arriba y abajo. Al amanecer llevamos curso Este y a las 6 nos
disponemos a virar y tomar otra vez rumbo opuesto. Justamente en el
instante en que nos disponíamos a cambiar el curso, me informa el vigía:
¡Sobre babor, hacia adelante, dos ¡mutas de mástil! Pero poco después,
contra el claro cielo de la aurora, va desapareciendo una y después la otra.

― 116 ―
No vemos más nada. A pesar de que yo personalmente no había conse-
guido divisar algo, paso la información al puente, para que el detector
ubicado en el trinquete vuelva a controlar esa dirección. Si, efectivamente
allí hay un barco, desde la cofa del trinquete deberían verlo, pero nada
pueden observar, Sin embargo mantenemos nuestro curso en base a lo
informado.
A las 6 hay cambio de guardia en la artillería mediana. Queriendo
aprovechar las pocas horas de descanso que me corresponden, me des-
visto apresuradamente, pero fracaso en mi propósito; suena el timbre de
alarma. Encima de mi pijama me pongo una camisa de polo y mis panta-
lones y vuelo a mi puesto de combate, la central de artillería. Anuncian
un convoy escoltado por un crucero-auxiliar. ¡Al fin! ¡Parece que nuestra
espera ha valido la pena! ¡En dos horas, más, habremos terminado con
todo! ¡Un buen final! Y después, ¡rumbo a la patria! Desde la cofa del
trinquete nos comunican ahora: Uno de los contrarios es un crucero bri-
tánico, aparentemente el Exeter, y más adelante: Se trata de tres unida-
des de guerra. ¡El Exeter está escoltado por dos destructores!
A las 6.17 hemos abierto el fuego sobre el Exeter. Nos encontrábamos
a 206 Hm. de distancia. Contrincante contesta el fuego, informan desde
arriba. Preveo que no será un combate fácil, pero tengo una fe enorme en
nuestros cañones de 28 cm.
El Oficial de artillería ya había dado sus directivas para la puntería al
blanco cuando informan de la torre A que los tubos no giran. ¡Esto es lo
único que nos faltaba! ¿Qué podrá motivar esta interrupción? Repentina-
mente me acuerdo, que hace poco nos encontrábamos en una situación
igual y que el culpable era el magneto de bloqueo. Yo no puedo abando-
nar mi puesto, pero mando a mi primer mecánico para controlar ese mag-
neto y ubicar la falla. Parte como un rayo y poco después me informa que
se había aflojado una tuerca del magneto de bloqueo del acople del eje de
la dirección. El aparato rectificador de altura había quedado bloqueado.
Hubo que desacoplar el tubo del medio y hacerlo actuar independiente-
mente. Esto se hace rápido. Después formamos un puente, de manera que
podemos tirar otra vez con los tres tubos. Se me cae una piedra del alma,

― 117 ―
cuando escucho que la torre A vuelve a despedir una descarga tras otra, a
intervalos regulares, casi mejor que durante las maniobras. Las torres
grandes responden perfectamente. ¡De su eficacia depende ahora nuestro
destino! Aún después de una hora de combate, las descargas siguen
siendo precisas y acompasadas. Para mí, esto es una enorme satisfacción
y para mis mecánicos, la justa recompensa de su arduo trabajo en reacon-
dicionarlos, después de algunas dificultades que se presentaron durante
nuestras maniobras del año pasado, ante la isla Heligoland.
Los fragmentos de las granadas enemigas que estallan bajo la línea de
agua —sus tiros son demasiado cortos— golpean con un sonido metálico
contra nuestro costado. Es raro como uno se siente en estos momentos;
sin embargo estamos todos tranquilos y seguros de nuestro triunfo. Con
rapidez y seguridad absoluta trabaja el personal con los equipos de direc-
ción de fuego. Las directivas, que por teléfono nos llegan del puesto de
comando de la artillería son tranquilas y precisas. Son dadas con tanta
naturalidad, como si se tratase de maniobras sin mayor importancia. Sólo
las comunicaciones sobre la cantidad de impactos que han encontrado su
blanco, son informaciones fuera de rutina. Una nueva información llega
desde arriba. No se trata de destructores, sino de tres cruceros. Yo
pienso: uno ya debe estar casi liquidado, el segundo le tocará su turno y
después terminaremos con el tercero. ¡Pang!¡Esto no fue una descarga!
¿Dónde se habrá asentado este bicho?
¡Sobre el lado babor una estela de torpedo! Con el viraje brusco el
barco escora bastante. Pero me tranquilizo, porque deduzco que mientras
me llega la información a mí, el torpedo ya debe haber pasado de largo.
¡El tercer equipo sobre babor no funciona! ¡Hermosa noticia para mí,
aquí abajo en la central! ¡Equipo antiaéreo “I” inutilizable! Nada puedo
hacer por el momento. Menos mal que la central automática para las gran-
des torres funciona bien y sus tubos escupen fuego ininterrumpidamente.
Esto es lo principal. ¡Un pleno en mi camarote! Bueno, esto lo dejaremos
para más tarde; no tiene importancia momentáneamente.

― 118 ―
¡Han dejado de funcionar los ascensores delanteros que llevan la mu-
nición para los cañones de calibre 15 cm.! Esta falla sí hay que solven-
tarla en seguida. Vuelvo a mandar a mi 1er. mecánico con dos hombres
y me informan que un impacto ha destrozado la línea principal de co-
rriente para los ascensores. Ordeno establecer inmediatamente una cone-
xión con la línea general. Menos mal que conocemos todas las posibili-
dades que existen y que sabemos hasta el mínimo detalle. Ahora se com-
pensan las largas horas de aprendizaje, de ejercicios y el haber tenido en
cuenta durante nuestras maniobras todas las posibles interrupciones.

Estallan las bom-


bas en el Doric
Star pero no se
hunde.

A corta distancia
cañoneamos el
Tairoa; caen sobre
nosotros algunas
esquirlas.

― 119 ―
Hay que torpe-
dearlo para que se
hunda.

(A la izquierda) El
Graf Spee frente a
Montevideo

Nuestro boquete de alarde en el castillo


de proa.

― 120 ―
El avión desmantelado.

Los ataúdes de los


camaradas caídos
son velados bajo la
torre de popa.

Con una línea colgante volvemos a alimentar con corriente a nuestros


ascensores y la artillería mediana vuelve a emitir sus descargas. Informa-
ción tras información llega a mi central y yo trato de mantener los equi-
pos, a pesar de las interrupciones, siempre listos para la acción, para que
mis oficiales de artillería puedan tirar con eficacia. El personal mecánico
trabaja fantásticamente. Todo sale a pedir de boca y granada tras granada
vuelan al encuentro del enemigo.
El Exeter se envuelve en una nube de humo y cambia posición. Ahora
el blanco está a la derecha. Es una lucha dura, el enemigo es bastante más
fuerte que nosotros. Ocho veces ya hemos cambiado la dirección al
blanco y siempre otra vez tenemos que esquivar torpedos. Ocho veces
tuvo que volver a ajustar el tiro nuestro Oficial de artillería. La torre A ha

― 121 ―
agotado sus granadas con magneto y está tirando con pocas perspectivas
de eficacia, granadas perforantes a los cruceros livianos. Pero a pesar de
todo, los hombres siguen conservando tranquilidad y trabajan con exac-
titud, tal como lo habían aprendido durante los largos meses de entrena-
miento. Nuestro combate ya dura una hora y media. ¿Cómo terminará?
Ahora nos llega la orden de cese de fuego. Un breve descanso de com-
bate.
Cuando hemos reconocido que nuestros enemigos eran tres cruceros,
ya era tarde para desviarnos, puesto que también ellos nos habían avis-
tado. Siendo ellos más veloces y con la excelente visibilidad que hay en
estas latitudes, nunca hubiéramos podido deshacernos de un buque de
contacto. Este, sin mayores dificultades, nos enviaría a uno de sus amigos
grandes que nos aniquilaría desde una distancia fuera del alcance de
nuestros propios cañones. Es por tal motivo que nuestro Comandante
hizo abrir fuego antes de que el enemigo pueda levantar velocidad y es-
caparse a un radio fuera de nuestras posibilidades. Cuando el Coman-
dante recibió la información sobre el tipo de unidades que nos enfrenta-
ban, dijo secamente y sin sacar la inevitable pipa del rincón de su boca:
a éstos los vamos a tragar y en vez de ir al puesto de comando acorazado,
se dirigió a la galería del trinquete. Desde allí arriba puede ver mejor los
acontecimientos y dirigir las acciones. Aun cuando llueve metralla y frag-
mentos, y cuando todo el mundo se pone automáticamente al resguardo
detrás de las chapas de revestimiento, él queda parado firmemente y tran-
quilo dando sus órdenes. Es herido dos veces: en el hombro y en el brazo.
Sangra fuertemente. Sin embargo, sólo permite que se le coloque un ven-
daje de emergencia. En otra oportunidad, la presión de explosión de una
granada lo tira al suelo y pierde el conocimiento. Fue llamado el 1er. Ofi-
cial que siguió dirigiendo las acciones, pero nuestro Comandante al poco
tiempo vuelve en sí y retoma el comando.
En el momento de abrir fuego, el Exeter se encontraba sobre estribor,
hacia adelante. Los ingleses navegan escalonados, pero a medida que van
levantando velocidad, los dos cruceros livianos se distancian más y más
del Exeter. Ya nuestra tercer o cuarta salva cae sobre el crucero pesado.

― 122 ―
Pero también su puntería es asombrosa y la velocidad con que se suceden
las descargas, sorprendente. Una granada de 20,3 cm atraviesa la chapa
protectora de nuestro equipo antiaéreo de 10,5 cm que está sobre estribor;
mata la mitad del personal del equipo, atraviesa dos cubiertas y estalla
finalmente en la instalación productora de agua fresca. Al marino correc-
tor de tiro del cañón antiaéreo “I”, lo ha destrozado. Aún después de ha-
berse retirado cabeza, cuello y tronco, el cuadro que queda a la vista es
horrendo. Todos los rincones de la batería están llenos con pedazos de
carne desgarrada, manchas de sangre y masa gris.
Allá en el Exeter las cosas deben estar peor. En un combate naval sólo
puede obtenerse una impresión de los destrozos que ocasionan los pro-
yectiles del enemigo, mientras que la eficacia de los propios cañones y
los destrozos que causan, sólo pueden observarse superficialmente, de-
bido a la distancia a que se libra el combate. En el Exeter se levanta una
columna de fuego casi tan alta como el mástil. El Crucero inglés ha virado
y toma curso opuesto. También nosotros giramos unos decigrados hacia
babor, para evitar, primero que los cruceros livianos puedan pasar por
delante nuestro y segundo para que no consigan formar la “T” (crossing
the “T”). Tomamos rumbo oeste y así combatimos al Exeter desde babor,
mientras que desde estribor, nuestros cañones de 15 cm. toman bajo
fuego a los cruceros livianos.
Muchas veces encuentran su blanco en la parte de proa del Exeter los
proyectiles de nuestros cañones pesados. Sus torres delanteras han ca-
llado. Debe encontrarse en una situación fatal. Con una habilidad única
esquiva nuestro Comandante las granadas del enemigo. A pesar de que el
fuego del Exeter está bien colocado, sólo recibimos dos impactos directos
más de este crucero. Una granada pasa por la parte superior del puente
sin detonar y por ende sin ocasionar destrozos; la otra pasa medio metro
por encima de la cubierta acorazada, traspasa el cinturón de coraza y una
mampara longitudinal central y estalla finalmente entre otras dos mam-
paras. Esta última granada nos ha herido bastante. La coraza de la cu-
bierta presenta una abolladura de forma de palangana con una profundi-
dad de por lo menos 40 cm. Sin embargo, la granada no ha conseguido

― 123 ―
desgarrar la coraza. Debemos habernos encontrado en medio de un viraje
brusco, con el buque escorado fuertemente, puesto que la granada voló
horizontalmente por encima de la cubierta hasta su punto de detonación.
La granada ha traspasado el cinturón acorazado (de acero de 140 mm de
espesor) en un ángulo de choque casi vertical. Si esta granada hubiera
caído sólo un metro más abajo, sobre el costado del buque, o hubiera
caído bajo un ángulo sobre cubierta, habría estallado en la sala de máqui-
nas N° IV y las consecuencias habrían sido mucho más serias. Han
muerto varios soldados, y algunos de los que removieron los escombros,
los llevamos a Montevideo con quemaduras de gas. Este impacto nos ha
demostrado claramente que las granadas de 20,3 cm. son un peligro muy
serio para un acorazado. Solamente las continuas y rápidas heridas que
nuestra artillería infería al enemigo y la habilidad y destreza de nuestro
Comandante, impidieron que el Exeter pudiera causarnos mayores daños.
Nuevamente se levanta una columna de humo en el crucero pesado
británico y es producida por la detonación de otro impacto directo de
nuestro calibre 28 cm. al caer entre el mástil y la chimenea. El crucero,
tratando de escapar a nuestro fuego destructor, vuelve a rodearse de humo
y neblina y cambia de posición.
Aquí interrumpo mis propias anotaciones e intercalo parcialmente el
informe dado por el Almirantazgo Inglés sobre este combate naval, dando
así una impresión sobre los efectos que nuestros impactos directos han
tenido en los buques del enemigo.
“A las 6.23 horas cayó una granada casi sobre el centro del Exeter,
traspasó la chimenea, destrozó los cables de los reflectores y de la di-
rección de fuego, ocasionando grandes bajas entre el personal de aten-
ción de los torpedos. Un minuto después, otra granada puso fuera de
acción a la torre B; los fragmentos y los cascos de la granada cayeron
sobre el puente, matando e hiriendo, con excepción del Capitán y dos
marineros, a todo el personal allí presente. La dirección del combate
prosiguió desde el puesto de comando inferior. El Comandante se di-
rigió hacia el puesto de comando ubicado en popa para seguir desde
allí dirigiendo las operaciones, pero tuvo que desistir de su propósito,

― 124 ―
ya que también este puesto estaba destruido. Desde ese instante, hubo
que pasar las directivas y órdenes para el maniobraje del buque, desde
el puesto de comando inferior hasta la cabina del timón manual, de
hombre a hombre, ya que las líneas telefónicas no respondían. Otros
dos impactos hicieron destrozos en la proa del buque. En estos mo-
mentos, los cruceros livianos Ajax y Achilles se acercaban más y más
al acorazado alemán, cerrándole el camino y concentrando su fuego
con éxito sobre el mismo. Por tal motivo, a las 6.30 horas, el Graf Spee
fue obligado a repartir su fuego, debiendo apuntar sus dos torres sobre
los cruceros livianos. Esto fue un gran alivio para el Exeter. El Graf
Spee tiraba, con poco éxito, con su artillería mediana, alternativamente
sobre el Ajax y el Achilles. A las 6.32, el Exeter, desde una distancia
de 6 millas, lanzó dos torpedos, pero en ese momento, el enemigo,
molestado por nuestra artillería, giró 150 grados sobre babor. A las
6.30 giró el Exeter sobre estribor, para así poder lanzar sus Bb-torpe-
dos (torpedos de popa), pero recibió dos impactos del calibre de 28
cm., de los cuales uno inutilizó la torre A, mientras que el segundo
provocó un gran incendio en la cubierta intermedia. Desde el Ajax se
pudo ver como el Exeter desapareció detrás de una cortina de humo y
fuego, suponiéndose que había sido hundido.
Sin compás, sin equipos mecánicos para pasar las órdenes, sola-
mente con la torre de popa en condiciones de tiro, con un enorme in-
cendio a bordo, con varios compartimientos bajo agua, escorado a 7
grados y con la proa ya muy sumergida, el Exeter siguió quedando en
acción. Lanzó sus torpedos, viró hacia babor y se abrió para poder
disparar con la única torre que aún funcionaba. Así se mantuvo por
casi una hora más, aunque debido a sus grandes averías en la proa, se
vio obligado a disminuir considerablemente su velocidad. A las 7.30,
debido a que la cámara de municiones estaba bajo agua, dejó de fun-
cionar también esta última torre y a las 7.40 viró hacia el SO y aban-
donó el campo de lucha para ir a su base a los efectos de reparar sus
daños.”

― 125 ―
Sobre los impactos directos que han caído sobre los cruceros livianos,
el informe inglés dice lo siguiente:

“A las 6.40 cayó una granada de calibre 28 en el agua, a la altura


del puente de comando del Achilles. Los fragmentos de la explosión
hirieron a algunos hombres y mataron a 4 tripulantes. Debido a los
destrozos, se ha transferido el comando al puesto auxiliar.
A las 7.25 cayó un impacto directo, calibre 28 sobre el Ajax, que-
dando fuera de combate las torre X e Y. De los cuatro tubos- que aún
le quedaban, uno, debido a una interrupción casual, no pudo utilizarse.
Justamente cuando ambos cruceros se rodeaban de humo y desviaban
hacia el Oeste, cayó otra granada de 28 cm. sobre el puente del Ajax
destrozando la antena del TSII y matando varios hombres.”

Hasta allí el informe del Almirantazgo inglés.


Nuestro Comandante, Capitán de Navío Hans Langsdorff, consiente
que el Exeter se escape detrás de su cortina de neblina, ya que de esa
manera tenemos ocasión de deshacernos primero de los dos cruceros li-
vianos, a los cuales hasta ahora no hemos podido tomar bajo fuego con-
centrado. Sin pue pudiéramos molestarlos mayormente, nos enviaron
desde popa una lluvia de granadas de 15 cm. Sus salvas se suceden con
una rapidez extraordinaria, pero gracias a Dios, la mayor parte de ellas
caen cortas. Sin embargo recibimos varios impactos. Una granada tras-
pasa la cubierta de botes, la cubierta superior y estalla delante del ascen-
sor delantero para municiones. Cuatro músicos destinados a cargar ese
ascensor, tuvieron que dejar su vida. Los cascos de granada le cortan am-
bas piernas a un marinero. Cuando quieren ponerle un vendaje proviso-
rio, dice: “atiendan primero a los otros, lo mío no es tan grave”. Esto lo
escribo solamente para dar un ejemplo de la conducta honrosa que en este
día ha tenido toda la tripulación.
Otra granada cae en el equipo III de 15 cm., ubicado en popa y mata a
casi todo su personal. El hecho de que nuestra artillería mediana y los
cañones antiaéreos están ubicados en la cubierta superior, provoca gran-
des pérdidas.

― 126 ―
Una granada de ejercicio —un proyectil rellenado— que los ingleses
deben haber cargado por equivocación, cae sobre popa, consigue matar a
dos marineros, traspasa media docena de camarotes y va a descansar fi-
nalmente en la cucheta de un suboficial y a pesar de este viaje, casi no
presenta deterioros.
En un total, Spee recibió 17 impactos, (véase dibujo) directos de 15
cm. de calibre, que en su mayoría no causaron daños serios. General-
mente, los ingleses tiran con granadas de efecto- retardado (espoleta de
culata) o con granadas perforantes; quizás porque suponen que con ellas
pueden perforar nuestra coraza, pero tres de ellas se estrellaron como po-
rotos contra la coraza de nuestra torre y cuando conseguían perforar nues-
tras superestructuras reforzadas con chapas, caían al agua sin causar da-
ños. Si en vez de ese tipo de granadas, los ingleses hubieran usado gra-
nadas con percutor de contacto, Spee hubiera presentado un aspecto bas-
tante distinto después de 17 impactos directos y nuestras bajas hubieran
sido mucho mayores.
Recién ahora podemos concentrar nuestro ataque sobre los pequeños
cruceros. Con la velocidad y movilidad de destructores, esquivan nues-
tros proyectiles y se cubren detrás de humo y neblina, El campo de batalla
ya está cubierto de una humareda y la visibilidad es pésima, de manera
que, al primer crucero que alcanzamos a distinguir, lo tomamos bajo
fuego. Siempre, una y otra vez, tienen que rectificar su dirección de tiro
e ir ajustando su puntería nuestras torres. A pesar de ello, observamos
impactos en uno de los cruceros, aunque no aparentan haber sufrido da-
ños serios. Los cruceros nos atacan escalonados desde el NE y a pesar de
nuestra enérgica defensa, se juegan enteros en cada ataque.
Desde el Sur vuelve a resurgir el Exeter. Nuestra artillería pesada se
ve obligada a cambiar nuevamente su dirección de tiro, debiendo dejar
libres al Ajax y al Achilles. Son las 7.03. El crucero pesado solamente tira
con su torre de popa y aparentemente, sólo con un tubo, así suponemos
porque las granadas ya no caen en serie, sino una por una. Nuevamente

― 127 ―
concentramos nuestro ataque sobre el Exeter. A las 7.15 un impacto di-
recto le ha causado serios daños. Inmediatamente se envuelve en neblina
y trata de escapar a nuestro tiroteo.

Cuadro de impactos registrados en


la estructura del Graf Spee.

¡Estela de torpedo sobre estribor! Viramos bruscamente para esqui-


varlo. Nuestras torres pesadas están ocupadas con el Exeter y solamente

― 128 ―
nos quedan 4 cañones de 15 cm. y la antiaérea para defendernos contra
16 cañones de 15 cm. de los cruceros livianos. ¡Se nos vienen muy en-
cima! Para ahuyentarlos, nuestro Comandante, una vez más los toma bajo
fuego directo de nuestras torres pesadas. ¡Estela de torpedo sobre babor,
todo a estribor! da la orden nuestro oficial de guardia. En estos momentos
nuevamente se recompensa el haber trabajado duramente durante los me-
ses pasados. Ni un solo segundo se pierde para aclarar un comando. To-
dos los puestos trabajan perfectamente engranados. Viramos y nos esca-
pamos del siguiente abanico de torpedos. A sólo pocos metros de nuestro
costado, pasa de largo una de las estelas, ¡la rápida maniobra defensiva
ha salvado el buque!
Así, siempre tenemos que esquivar otra vez con maniobras bruscas los
torpedos que nos envía el enemigo. Nuestra artillería tiene que hacer
frente a grandes dificultades, debiendo cambiar continuamente su direc-
ción de tiro. Con el método de tiro que hemos elegido, es casi imposible
mantener la aguja del rectificador sobre el blanco; y para cambiar de mé-
todo ahora —usando granadas con mecanismo de explosión anticipada—
ya es demasiado tarde. Los cruceros ingleses eluden nuestras salvas con
asombrosa habilidad y dificultan nuestra visión con la humareda que lan-
zan.
Durante este período de lucha, cuando el campo de batalla está com-
pletamente lleno de humo y casi no podemos divisar al comando, no cap-
taron un cambio de dirección de tiro sobre el segundo crucero, y calcula-
ron un blanco completamente distinto al que tira la artillería pesada.
Nuestras salvas, repentinamente se hacen desorganizadas, caen largas o
cortas y los ingleses reciben la impresión de que han conseguido destruir
nuestra instalación automática de tiro y así lo informan más adelante en
los diarios.
Efectivamente, no lo han conseguido por un milagro. Nuestro puente
recibió cuatro impactos, pero todos los cables vitales de la dirección de
fuego han quedado intactos. Una granada de 15 cm., que explotó justa-
mente debajo de la galería alta, destrozó a dos soldados y arrancó ambas

― 129 ―
piernas al Teniente Grigat, que justamente se disponía a bajar la escali-
nata. Quedó con pleno conocimiento hasta el final y tuvo que aguantar
inmensos dolores mientras lo transportaban a la enfermería. Muy callado
estaba allí sobre su lecho. Quería morir antes que seguir viviendo así mu-
tilado. Siempre preguntaba como seguían las acciones de combate y
cuando nuestro primer Oficial, durante un intervalo de combate le contó
que habíamos terminado con el Exeter y que los dos cruceros pequeños
nos seguían a gran distancia, sus ojos brillaron felices. Falleció muy poco
después.
Otra granada de 15 cm. destruyó el equipo sobre el lado de estribor del
trinquete, traspasó el depósito de munición de un cañón delantero de 3,7
cm. y detonó finalmente en el soporte del giroscopio del inclinómetro del
puesto de comando de la antiaérea de proa. Las esquirlas hirieron al per-
sonal de atención del cañón y dejaron mi camarote como un colador. La
munición se quemó y provocó un incendio sobre cubierta. Por un largo
rato no conseguimos llevar una gota de agua al lugar del incendio. Por
todos los lados están tirados los heridos y los quemados.
Mientras tanto, han desviado hacia el Sur los cruceros livianos, inter-
poniéndose entre nosotros y el gravemente herido Exeter para cubrir su
retirada.
Estoy convencido, que si hubiéramos sabido que el Exeter ya no es-
taba en condiciones de continuar luchando, nuestro Comandante hubiera
forzado su destrucción total a pesar de que —así como se presenta en
estos momentos la lucha—, sería muy difícil concentrar nuestra artillería
pesada sobre el crucero pesado y defendernos solamente con la artillería
mediana contra los dos cruceros livianos. Nuestro Comandante está con-
vencido que el Exeter volverá al campo de lucha de un momento a otro.
Mantenemos nuestro curso Oeste. Los cruceros livianos han desviado
nuevamente y nos siguen a gran distancia, uno de cada lado. Estamos en
un intervalo de combate y los cañones han callado momentáneamente.
La distancia que nos separa del enemigo oscila entre 21 y 26 kilómetros.
Abrir el fuego a semejante distancia sería malgastar nuestra munición.

― 130 ―
Los dos cruceros, gracias a su mayor velocidad, pueden elegir su coloca-
ción como quieren. Avanzan lentamente por los costados; uno está a 140°
y el otro ya casi a 220°; marcación desde el buque. ¡Parece que se propo-
nen atacar una vez más! ¡Ambos a la vez, uno de cada lado! Pero al poco
tiempo vuelven a aminorar su marcha. No se animan a un ataque sin el
apoyo de un crucero pesado y su misión, cubrir la retirada del Exeter, ha
sido cumplida ampliamente.
Ninguno de los impactos que hemos recibido a lo largo de todo el
combate, ha destruido instalaciones vitales debajo de la planchada, pero
por encima, nos han castigado seriamente. Lo que allí se ve, es desas-
troso. Cuando desde mi central tengo que ir al puesto de comando o hacia
algún equipo de artillería, tengo que cruzar el puesto principal de prime-
ros auxilios. El piso está bañado de sangre. Sobre las hamacas de lona,
chorreando de sangre, yacen los heridos graves, algunos sin brazos o sin
piernas. Ni un solo quejido en sus labios, a pesar de sus terribles dolores.
¡Ni siquiera cuando les cortan las carnes desgarradas, sin anestesia y con
plena conciencia! Aprietan los dientes, pero no gritan. ¡Qué valor el de
estos muchachos! Es una valentía heroica que se sobrepone a todo lo ho-
rrible que aquí nos rodea. Nuestros médicos trabajan con una rapidez y
exactitud extraordinaria, como si diariamente, durante toda la vida, no
hubieran hecho otra cosa y ayudan donde aún pueden.
En la cubierta intermedia hay un desorden terrible. Roperos caídos y
hamacas que aún están colgadas desde la noche anterior, obstruyen el
camino. Varias secciones están bajo agua, proveniente de la extinción del
incendio que había estallado sobre la cubierta de proa. El humo había
penetrado por la abertura de ventilación hasta mi central que se encuentra
mucho más abajo, y por momento teníamos la impresión que íbamos a
ahogarnos. Rastros de sangre muestran el camino recorrido por los heri-
dos. En todos lados huele a incendio, a sangre y a hierro; un olor que
nunca más abandonó el barco.
Otra granada pasó por el castillo de proa y detonó en el costado del
buque, dejando un agujero tan grande como una puerta vaivén. Se trabaja
afanosamente y ya pocas horas después del combate queda restablecido

― 131 ―
el orden en las distintas cubiertas. Solamente en aquellos lugares, donde
estallaron los impactos, aún quedan rastros de la lucha. Los agujeros
grandes se tapan con tablones y planchones. En la cubierta intermedia,
envuelven en lonas los restos de nuestros caídos, a veces irreconocible-
mente mutilados. 36 soldados valientes han dejado su vida en esta batalla
naval y más de 50 han sido heridos.
Aún seguimos navegando a 250 grados rumbo a la costa sudameri-
cana. ¿Hacia dónde iremos? En el puente me informan que nuestro Co-
mandante piensa entrar al puerto neutral de Montevideo. Allí espera po-
der reacondicionar el buque y reaprovisionarse para luego emprender el
retorno. Si mantenemos la actual velocidad de 24 m/h., deberíamos llegar
al atardecer. Nos encontramos a 200 millas de la desembocadura del Río
de la Plata y desde allí hasta Montevideo, restan aproximadamente 50
millas.
Hemos dejado muy atrás la humareda que cubre el campo de nuestra
batalla. Otra vez reina un tiempo hermoso, con sol y leves vientos del SE.
¡Quién creería que hace meses que navegamos por los mares y que recién
hace pocas horas hemos librado un terrible combate! Con nuestro teles-
copio observamos claramente a nuestros enemigos. Nos siguen a una dis-
tancia aproximadamente de 30 kilómetros, segura para ellos.
Cerca de las 11 suena nuevamente el timbre de ¡alarma! ¿Volveremos
a la lucha y al trabajo? ¿Habrán avistado a un nuevo buque de guerra o
serán los mismos que vuelven al ataque? Lamentablemente, gracias a su
mayor velocidad, son ellos los que nos prescriben el programa de accio-
nes. Pero, ¡que vengan no más! Spee todavía está en perfectas condiciones
de lucha.
Pocos momentos después de la alarma, reconocemos que el barco avis-
tado sólo es un carguero británico que nos viene al encuentro. Con ban-
deritas de señalización le indicamos que debe parar, pero no hace caso a
nuestra invitación. Le enviamos un saludo de 15 cm. delante su proa y en
seguida me comunican desde el puente que el barco ha parado. ¡En sí, es
más que un atrevimiento, capturar un barco británico delante de las nari-

― 132 ―
ces de dos cruceros ingleses! Pero aún tenemos libertad de acción. Invi-
tamos a la tripulación a abandonar el barco, pero ellos hacen caso omiso
a nuestra orden. ¿Esperarán ayuda de los cruceros o tendrán instrucciones
telegráficas de no acatar nuestras órdenes? De acuerdo con las leyes de
presas, ahora podríamos torpedearlo, pero nuestro Comandante desiste y
lo deja en libertad. Lo hace en consideración a que estamos en viaje hacia
un puerto neutral donde la prensa enemiga podría hacernos mucho daño,
ya que omitirían decir que teníamos todo el derecho de hundirlo. ¡Qué
lástima! ¡Cómo me hubiera gustado hundirlo ante los ojos del enemigo!
BATALLA DEL RÍO DE LA PLATA. CUADRO COMPARATIVO DE LAS FUERZAS
ACTUANTES
Tonelaje Velocidad Artillería Torpedos Tripulación
12.000 26,5 6 de 28 cm 8 TR 1.100
8 de 15 cm ////
6 de 10,5 cm 53,5 cm

8.390 32,2 6-20,3 cm 6 TR 650


8-10,2 cm ///
53,3 cm

7.030 32,5 8-15,2 cm 8 TR 550


8-10,2 cm ////
53,3 cm

6.985 32,5 8-15,2 cm 8 TR 550


8-10,2 cm ////
53,3 cm

Del lado inglés: 22.405 32,4 46 bocas 22 TR 1.750


Del lado alemán: 12.000 26,5 20 bocas 8 TR 1.100
TR: tubos lanza-torpedos

Tomamos curso SO, hacia Montevideo. Sentados sobre un cajón en la


cofa del trinquete, almuerzo con mi 1° Oficial de artillería; pan seco y
corned beff. En vista de que una granada nos ha demolido la batería de
cocina, no hay comida caliente. Con el hambre que tenemos, no satisface

― 133 ―
el pan seco. Pero es mejor que nada. La escalinata debajo nuestro también
está demolida. Allí es donde fue herido el Teniente Grigat.
La atención de nuestros telegrafistas se concentra en el éter. Aparen-
temente hay más buques de guerra en las cercanías, de manera que nues-
tro Comandante cuenta con la posibilidad, que antes de llegar a Monte-
video, nos veremos envueltos en un nuevo combate. Suponemos que se
trata del Cumberland, una unidad pesada igual al Exeter. En nuestro com-
bate de esta mañana, hemos consumido más de la mitad de nuestra mu-
nición. Tendremos que ser muy económicos con el resto y si nos obligan
a mantener un ritmo de fuego como el de esta mañana, las torres pesadas
solamente podrán trabajar durante media hora, y en Montevideo no hay
posibilidad de reponer munición.
Con mis mecánicos aprovechamos la luz del día para reacondicionar
nuestros equipos de artillería; ante todo los de 15 cm. de calibre, pero
primero tenemos que componer los cuatro ascensores de munición para
el grupo delantero. La caja de distribución está destrozada. A la mañana,
durante el combate, para hacer funcionar por lo menos a uno de los as-
censores, habíamos colocado una línea volante. En un combate nocturno,
la artillería mediana es nuestra principal defensa y ataque, de manera que
es de primordial importancia que las baterías reciban suficiente munición
y con la rapidez necesaria. Hacia el atardecer conseguimos ampliar las
líneas y los cuatro ascensores vuelven a funcionar.
Un fragmento de granada ha lesionado el engranaje del inclinómetro
para los equipos de estribor. Por suerte quedó intacta la parte óptica. El
defecto es mínimo y hasta la noche podremos arreglarlo. Durante el com-
bate no habíamos percibido que el instrumento no marcaba con exactitud
los grados de escora.
¡Con razón que la puntería de esos equipos de artillería mediana no
era muy eficaz! En el reflector N° III esquirlas de granada han roto el
espejo de reflejo. Con grandes esfuerzos conseguimos colocar el espejo
de reserva, de manera que nuestros cuatro reflectores de la base de la
chimenea están otra vez en condiciones y en caso de un combate nocturno
nos podrán ayudar a encontrar nuestro blanco.

― 134 ―
Las baterías I de la antiaérea y el II de 15 cm. de popa, momentánea-
mente quedarán fuera de acción pues recibieron un impacto de pleno.
Definitivamente fuera de acción quedarán: el puesto de dirección delan-
tero de la antiaérea, que también recibió un pleno; el reflector del puente;
el tubo derecho de la batería antiaérea II y el medidor de distancia del
trinquete, cuya óptica fue destruida por fragmentos de granada. Todas las
armas mecánicas y el arranque eléctrico del puente giratorio, cuyo cable
había quedado partido al explotar una granada en la sección XI se pueden
arreglar y hasta la noche estarán nuevamente en condiciones de combate.
Cerca de las 19 me comunican que los cruceros livianos vuelven a
acercarse. Poco después de las 20 bajará el sol. Allá lejos, en el horizonte,
sobre el lado de estribor, podemos reconocer la costa sudamericana. Ha-
cia adelante vemos un enorme buque pintado de gris, pero aún no pode-
mos distinguir de qué barco se trata. Para prevenir cualquier suceso, nues-
tro Comandante ordena alarma. Otra vez estamos aquí abajo en la central
a la espera de un nuevo combate. De repente la alarma da tres cortos, uno
largo, uno corto ( ... —. ) ¡Alarma aérea! Con los nervios en tensión es-
tamos a la espera del ataque, pero los minutos corren y nada sucede. Apa-
rentemente, el avión pertenece a una de las unidades de guerra que se
encuentra cerca y sólo hizo un vuelo de reconocimiento.
Mientras tanto se ha acercado el buque grande que habíamos divisado
anteriormente y nos pasa muy cerca, por popa. Nuestro Oficial 1° lo re-
conoce. Es el crucero Uruguay, la unidad más grande del país que pensa-
mos visitar.
Sólo faltan pocos minutos para que el sol desaparezca detrás del hori-
zonte. Nosotros nos encontramos bajo el cielo claro del Oeste, mientras
que allí, donde está el enemigo, ya ha obscurecido. Los dos cruceros se
han acercado hasta 19 kilómetros. Repentinamente cae una salva cerca
de nuestro buque. Otra vez escucho ese sonido metálico, tan conocido de
esta mañana, producido por el golpear de los fragmentos de granada con-
tra nuestro costado. Nuestro Comandante contesta el fuego, pero sola-
mente con las dos salvas que aún se encontraban en los tubos desde esta
mañana. No quiere entrar en un combate prolongado. Tenemos que ser

― 135 ―
muy, pero muy económicos con nuestra munición. Por lo tanto nos toma-
mos tiempo y esperamos hasta que nuestros proyectiles caen y recién des-
pués rectificamos la dirección y la distancia. Aparentemente hemos es-
tado muy cerca, ya que después de nuestra segunda salva, los cruceros
enemigos se desvían, echan neblina y vuelven a distanciarse. Sin em-
bargo, vuelven nuevamente al ataque y otra vez los obligamos a virar con
dos salvas bien ubicadas. Hacia el Este ya ha oscurecido tanto, que nos
es imposible distinguir donde han caído nuestros proyectiles. El Oficial
de artillería se guía exclusivamente por el medidor de distancia y le
agrega aproximadamente 10 Hm más, puesto que nuestros tubos están
algo gastados.
En su segunda arremetida, los ingleses ya no abrieron fuego. Ahora
solamente nos sigue uno, el otro se ha desligado. ¿Habrá recibido más
impactos, que los que nosotros pudimos observar? ¿No estará ya en con-
diciones de seguirnos? ¿Trata de pasarnos inadvertidamente y nos torpe-
deará de noche? Con su mayor velocidad, bien podría hacerlo. Estamos
en la duda y a la expectativa.
Nuestros vigías insisten en haber avistado la estela de un torpedo, de-
trás de nuestra popa. A lo mejor proviene de un submarino que nos estuvo
esperando aquí ante la entrada; quizás una observación errónea.
Nuestro puesto de escucha no ha registrado nada. Además afirma el
personal de observación en la cofa del trinquete, que durante nuestro úl-
timo intercambio de salvas, ha visto caer en llamas el avión que nos había
sobrevolado. Nuestra antiaérea no lo había atacado, porque el avión es-
taba fuera de su alcance, pero como ya oscurecía y el avión debe volver
a bordo antes de la noche, puede ser que lo hemos pescado mientras des-
cendía.

― 136 ―
El fuego y las ex-
plosiones van con-
sumando su obra.

El Comandante
Langsdorff vuelve
de una de sus mu-
chas conferencias.

Arde el Graf Spee.

― 137 ―
El espectáculo de
las torres destrui-
das es impresio-
nante.

Restos informes
emergen de las
aguas del estua-
rio.

En remolcadores
llegan a Buenos
Aires los tripulan-
tes del Graf Spee.

― 138 ―
Ya es de noche. Cerca de las 24, deberíamos arribar a Montevideo.
Aún nos quedan tres horas de navegación en la oscuridad. Los vigías del
puente, los de la cofa del trinquete, en los diversos puestos de comando,
aquéllos al lado de los equipos, todos observan detenidamente los alrede-
dores, para evitar que el enemigo pueda atacarnos sorpresivamente. Para
nosotros, los que estamos bajo cubierta, esto significa la prueba máxima
para nuestros nervios. Lentamente sigue arrastrándose la aguja del reloj.
Arriba por lo menos pueden ver cuando se acerca el peligro, pero noso-
tros aquí abajo, nada vemos, nada oímos. Nuestros sentidos están alertas
y cada instante esperamos la detonación de un torpedo o que la lucha
comience nuevamente.
Spee se rodea de neblina para que el enemigo no pueda calcular exac-
tamente su posición. Cerca de las 22.30 también el segundo crucero deja
de seguirnos y muy pronto lo perdemos de vista. ¿Nos habrán perdido?
Observo que el detector está buscando sobre el lado popa-estribor, pero
no encuentra su blanco. Por mi mente cruza la idea, que éste sería el mo-
mento ideal para desviarnos hacia el Sur y perdernos en la inmensidad de
los Océanos. ¡Quizás sea esta nuestra última posibilidad! Podríamos pres-
cindir de la batería de cocina y de la instalación productora de agua
fresca, pero ¿cómo nos arreglaríamos sin la instalación regeneradora de
combustible y aceite lubricante, que también se hallan destruidas? Aún
nos queda una reserva, pero consumida ésta, ¿responderían nuestros mo-
tores como hasta ahora? Nuestro Comandante decide no intentarlo.
Ya podemos distinguir las luces de la ciudad de Montevideo. Sola-
mente faltan 10 millas hasta la boya de arrumbe. Reducimos nuestra mar-
cha hasta 18 nudos. La poca profundidad de estas aguas no permite una
velocidad mayor. También nuestro enemigo deberá bajar su velocidad,
de manera que ya no necesitamos temer que nos puedan alcanzar. Por
otro lado, tenemos que mantenernos en el canal y ellos hace horas que
han podido deducir de nuestro curso, que nos dirigimos hacia Montevi-
deo. ¿Nos estará esperando alguno en la entrada? Con los nervios en ten-
sión esperamos el desarrollo de los acontecimientos. ¿Qué nos traerán
estas últimas horas, antes de alcanzar las aguas territoriales?

― 139 ―
Llegamos a la boya de arrumbe. No hay enemigo esperándonos. ¡Me
sorprende que no hayan aprovechado esta excelente oportunidad! Quizás
no han querido atacar sin el apoyo de una unidad pesada, de mayor al-
cance que nosotros, o a lo mejor piensa el Almirante Inglés que, cuando
tengamos que salir de Montevideo conseguirán sus fines sin riesgo al-
guno. Durante nuestra estadía en el puerto tendrán buena oportunidad de
cercarnos.
¡Por hoy ya no hay guerra para nosotros! Así se oye la voz de nuestro
Comandante por todos los micrófonos. Esto me hace acordar los tiempos,
cuando después de las maniobras volvíamos a nuestra base y se daba la
señal de RPC (este ejercicio ha terminado). Exactamente a las 24, ancla-
mos en el puerto de Montevideo.

Atención. Gas de iperita (gas mostaza). En la puerta estanco un mari-


nero de guardia dirige el tránsito por otra cubierta. Un pelotón, con sus
equipos para combatir gas y con una apariencia que da miedo, recorren
la cubierta echando cloruro de calcio. En la sala de primeros auxilios hay
intensa actividad. Siempre más y más hombres con quemaduras de gas
se presentan. Están cubiertos con unas ampollas amarillentas. Los médi-
cos los lavan con una solución de cloruro de calcio y les sacan la ropa
para que el veneno no pueda propagarse. Hemos solicitado la inmediata
presencia de una comisión de médicos neutrales, a los efectos de que con-
firmen que los ingleses han tirado con granadas con gas-iperita. Vemos
que todos los soldados que presentan quemaduras, han trabajado en el
restablecimiento del orden en la sección VI, que es donde había estallado
la granada de 20,3 cm tirada por el Exeter. Recién ahora, después de 6 o
más horas, aparecen los primeros síntomas de envenenamiento. También
los marineros que fueron heridos al estallar la granada, ahora presentan
estos síntomas. La tripulación está furiosa y excitada.
Es avanzada la noche. No puedo dormir en mi camarote. Los fragmen-
tos de la granada han agujereado pared y techo. Además hay un olor pe-
netrante a incendio, hierro y sangre. Justamente encima de mi camarote
es donde se había quemado el depósito de munición y donde la granada

― 140 ―
al explotar había destrozado a varios soldados. El piso de mi camarote
está cubierto con varios pies de agua y desde el techo gotea ininterrum-
pidamente; seguramente se ha roto un caño de agua. Me voy a dormir con
nuestro meteorólogo. Siempre hemos hecho juntos las guardias nocturnas
en el puesto de comando y hemos llegado a ser muy buenos amigos. Es
una gran persona, con un porte espléndido. Embarcó como voluntario
poco antes de zarpar.
¡Dormir! Este es ahora el único deseo que todos tenemos después de
un día como el de hoy. Mientras estoy en la cama mis pensamientos re-
viven las horas pasadas y no puedo concebir que nos encontremos en un
puerto, anclados, que no hay guardias de combate y que no tenemos que
estar a la expectativa que de uu momento a otro pueda sonar la campana
de alarma. Me sobreviene un enorme relajamiento. Dormimos profunda-
mente, hasta que el sol que penetra por los ojos de buey nos despierta.

14 de diciembre.
En el salón me entero de que nuestro Comandante, ni bien habíamos
echado anclas, se fue a tierra y que aún durante la noche había conferen-
ciado con las autoridades uruguayas. Apeló por una estadía máxima, lo
suficiente para reacondicionar el buque y para que submarinos alemanes
puedan acudir en nuestra ayuda y llegarse hasta la desembocadura del
Río de la Plata. Solamente así tendríamos una probabilidad de romper la
barrera que han formado afuera las unidades británicas. Nada ha conse-
guido. 48 horas se nos quiere conceder y nada más. Este es el tiempo que
barcos británicos necesitan para reaprovisionarse cuando vienen a este
puerto. Nuestro embajador es de la misma opinión; dice que es cuestión,
de prestigio que el Spee no se quede más que un barco británico; ¡Pero
nosotros no venimos a reaprovisionarnos, sino a reparar nuestros daños!
Tengo la impresión que entre nuestro Comandante y el embajador alemán
ha habido un serio intercambio de palabras. En el transcurso de la con-
versación, aparentemente, nuestro embajador ha hablado a nuestro co-
mandante de algo como honor porque éste último ha decidido, aún en
contra de todas las razones militares, zarpar dentro del plazo fijado.

― 141 ―
En tierra se dice que, proveniente de las Malvinas, ha arribado el bu-
que de batalla Barham. Este tiene tres veces nuestro tonelaje y cañones
de 38 cm de calibre. Dicen que ha anclado fuera de la zona portuaria y
está al acecho nuestro.
De acuerdo a nuestra carta náutica, donde hemos marcado las posicio-
nes de los distintos buques enemigos, debemos contar también que de un
momento a otro lleguen el Cumberland desde su base en el Atlántico Sur,
y desde Freetown el Renown, el Dunquerque y el porta-aviones que dicen
ser el Ark-Royal. Recién ahora comprendemos la actitud de los cruceros
livianos. No hicieron un ataque serio, porque se acercaban refuerzos y
solamente querían envolvernos en acciones para ganar tiempo y mante-
nernos alejados de Montevideo el tiempo máximo posible.
Desde la cofa del trinquete podemos observar un buque de batalla que
nuestro 1er. oficial dice ser el Renown. Con sus cañones de 36 cm y su
velocidad de 32 nudos, es nuestro peor enemigo. También el Ajax y el
Achilles, parecen estar esperándonos. Ha sucedido lo que era de esperar.
Spee está encerrado en el puerto de Montevideo. ¡Nuestra situación es
fatal! La tensión nerviosa de los últimos días ha vuelto. Cada uno de no-
sotros ve claramente el destino que le espera. Estamos serios y callados;
cada uno tiene que poner las cosas en orden consigo mismo. La tripula-
ción no da la impresión de soldados después de una victoria. No nos sen-
timos así como describen los diarios allá en Alemania, en grandes letras
de imprenta. Más bien parecemos hombres que después de un combate
perdido, están juntando sus últimas fuerzas para librar su última batalla.
Se trabaja febrilmente para eliminar los daños causados por combate.
Ni un solo hombre, ni un solo tornillo, ponen a nuestra disposición los
astilleros. Ellos deben atenerse a las instrucciones del embajador inglés,
Mr. Millington Drake, ya que pertenecen a capital inglés. Esta es la pri-
mera de muchas otras experiencias amargas que tendremos que hacer más
adelante. El comandante en jefe de la armada uruguaya viene personal-
mente a bordo para comunicar a nuestro comandante que no deberá con-
tar con ayuda alguna. Este marino uruguayo tiene el corazón de nuestra

― 142 ―
parte, ya que, una vez librado de su molesta misión, se ofrece personal-
mente para ayudarnos como soldador y mecánico. ¡Un hermoso gesto,
del que nunca nos hemos de olvidar!
Así, una vez más, todo depende de la habilidad de nuestros soldados
y de los mecánicos de 2 barcos alemanes que están anclados en este
puerto y de los voluntarios alemanes residentes aquí. Se trabaja día y no-
che. En los dos días que tenemos a nuestra disposición, debemos poner
el buque en condiciones de poder permanecer por mucho tiempo en los
mares. Necesitaríamos por lo menos 7 días; ¡en 2 es imposible! ¡No po-
demos hacer milagros! Ni siquiera podemos hacer las reparaciones de
mayor importancia como ser, el equipo regenerador de combustible y
aceite lubricante, el equipo productor de agua fresca y la base de la chi-
menea. ¡Dos días es demasiado poco!
La misión de nuestro Comandante es ganar tiempo, aunque más no
sea, mediante conferencias. Con toda destreza solicita 30 días para poder
restablecer la navegabilidad del buque. Según las leyes internacionales,
un buque puede permanecer en un puerto neutral, todo el tiempo necesa-
rio para restablecer su navegabilidad, pero nada más. Nuestra demanda
se hace en base al agujero en el castillo de proa, que en vez de achicarse,
cada vez se agranda más. Una comisión uruguaya inspecciona los daños
y no comparte el punto de vista de nuestro Comandante.
(Efectivamente, el agujero, aunque grande, no es tan serio). Nosotros
lo tomamos, sin embargo, como agujero de alarde.
El Embajador británico se ha presentado ante las autoridades urugua-
yas y solicita categóricamente que bajo ningún concepto, se nos conceda
una estadía mayor de 48 horas. En época de guerra, seguramente Ingla-
terra tiene sobre Uruguay determinada gravitación ya que es el único
comprador de sus productos. Además pertenecen al capital inglés, todos
los medios de transporte, gran cantidad de fábricas, los astilleros y mucho
más. Así es como debe considerar la demanda del Embajador británico y
actuar de acuerdo. Mr. Millington Drake es uno de los hombres más ricos
de la América del Sur. Es dueño de casi todos los diarios del país, fuera
de muchos otros comercios. Con una propaganda hábil y con su propio

― 143 ―
comportamiento, más hábil aún, ha conseguido ganar los corazones del
pueblo uruguayo para la causa de los ingleses. Se hizo popular y lo quie-
ren. Está presente en casi todas las reuniones deportivas, felicita a los
ganadores —siempre que sean uruguayos— y dona premios. Conoce el
alma del pueblo y sabe cómo halagarlo. Este inglés, que ya de antemano
tiene todas las ventajas de su lado, es ahora el contrincante de nuestro
Comandante, en esta lucha diplomática por el destino del acorazado Ad-
mirad Graf Spee. Las probabilidades de salir airosos de este combate di-
plomático son pocas.
Así como nosotros lo sabemos, también lo saben los ingleses que una
estadía de 30 días nos daría la posibilidad de recibir la ayuda de subma-
rinos. Ellos bien saben que la presencia de submarinos podría causar gra-
ves pérdidas a la barrera que formaron y que nos podría abrir una brecha
hacia los mares, mientras que, si nos obligan a zarpar dentro de 2 días,
esto representaría un triunfo barato para Inglaterra, y este triunfo lo ne-
cesitan para contrarrestar la derrota del combate de ayer. El Embajador
inglés tratará por lo tanto, de impedir con todos los medios a su alcance,
que nuestro Comandante consiga su prórroga. Mientras tanto, el Go-
bierno Uruguayo, nos manda al diablo.
Ha llegado también la comisión médica internacional para revisar a
nuestros heridos con quemaduras de gas. Se toman placas, y los especia-
listas nos confirman que las heridas que presentan nuestros enfermos,
efectivamente, tienen todas las apariencias como procedentes de gas-ipe-
rita. Sin embargo, nuestro Ingeniero en Jefe, que ya desde un principio
no quiere creer que los ingleses hayan llenado sus granadas con gas, se
ha puesto a estudiar detenidamente de dónde puede provenir este veneno
y ha comprobado en el ínterin, que todas las personas que presentan estas
quemaduras, habían estado en contacto con Ardexin. Al estallar la gra-
nada de 20,3 cm. en el castillo de proa, había explotado un depósito de
ese elemento, salpicando sobre todas las cosas a su alrededor. Ardexin es
un líquido extinguidor de fuego. Se encuentra en grandes depósitos ubi-
cados regularmente en las salas de máquinas. Cuando estalla un incendio,
se pone el ardexin en contacto con el agua de mar. Inmediatamente se

― 144 ―
transforma en espuma y aumenta de tal manera, que en pocos momentos
la sala de máquinas se llena con esta espuma. El fuego se ahoga por falta
de oxígeno. Como en las salas de máquinas no teníamos lugar suficiente,
habíamos colocado estos depósitos con ardexin sobre la planchada. La
suposición de nuestro Ingeniero Jefe se ha confirmado. Cuando el ar-
dexin toma contacto con la piel humana, produce quemaduras similares a
las de gas iperita. Inmediatamente de comprobarse este hecho, hemos he-
cho suspender toda clase de propaganda,, pero a los médicos uruguayos,
los hemos dejado en su creencia. Después pasamos un extenso informe a
nuestra Dirección Naval para que puedan tomar inmediatas medidas y
eviten que otras unidades de nuestra Flota tengan que hacer la misma
desagradable experiencia.
A las 22 vuelve nuestro Comandante y ordena a todos los oficiales
reunirse con él en el salón. Es una reunión memorable. Con los nervios
en tensión esperamos sus palabras. Nos describe la situación y finalmente
dice que no ve posibilidades de quedarnos. Piensa romper la barrera de
noche, cuando la visibilidad es mala. No podemos dejarnos internar, ya
que el Gobierno uruguayo, bajo la presión del Gobierno inglés, inmedia-
tamente rompería sus relaciones diplomáticas con Alemania y confiscaría
el acorazado. Finalmente iría a parar en manos de los ingleses y esto no
lo podemos permitir, bajo ningún concepto.
Nuestro Comandante, con su optimismo que todos conocemos, efec-
tivamente, cree que podemos salir airosos de nuestra hazaña. Yo perso-
nalmente y también los otros oficiales con quienes conversamos, no cree-
mos en esa posibilidad. Aquí en el puerto solamente, anclados a 300 me-
tros de distancia uno del otro, hay en derredor nuestro, 8 barcos británicos
que observan cada uno de nuestros movimientos. Ni siquiera levantar
presión podríamos sin que ellos lo perciban. Antes de que hayamos vi-
rado, ya lo sabrían las unidades que están afuera, delante del puerto, al
acecho nuestro. Dentro de un puerto está prohibido radiografiar y cada
violación de esta ley se multa con 5 libras esterlinas. Yo creo que valemos
mucho más que el importe de la multa. Además, estamos convencidos de
que Mr. Millington Drake no nos deja de observar desde tierra y que

― 145 ―
transmitiría desde la Embajada cualquiera de nuestros movimientos que
le resultasen sospechosos.
Nuestro Comandante escucha tranquilamente nuestros puntos de vista.
De la misma manera como quiere evitar una internación del buque, tam-
bién quiere evitar su destrucción, sin que hayamos podido inferir antes
pérdidas al enemigo. También hemos considerado la posibilidad de cru-
zar directamente el Río de la Plata e irnos a Buenos Aires, dejarnos inter-
nar en la Argentina y regalarles el acorazado. Así hizo durante la primera
guerra mundial el Almirante Souchon con el crucero de batalla Goeben y
el pequeño crucero Breslau que regaló a Turquía, en aquel entonces país
neutral. Es triste que nuestras autoridades diplomáticas en el Uruguay
hayan cooperado tan poco con nuestras autoridades militares, porque si
nuestro Comandante hubiera sabido a tiempo, cómo era la real situación
en el Uruguay, no hubiéramos venido a Montevideo sino que nos hubié-
ramos dirigido a Buenos Aires. Ahora ya no es posible, porque las aguas
del Río de la Plata son tan bajas, que no podemos cruzarlas directamente.
Tampoco podemos llegar hasta el canal, puesto que tendríamos que dar
la vuelta por el mar y nos veríamos envueltos en un combate con un
enemigo mucho más fuerte que nosotros.
Envuelto en una frazada, estoy acostado en mi camarote. El viento
silba por todos los agujeros. ¡Qué momentos de honda meditación! Com-
prendo que debemos zarpar, pero también comprendo que esto significa
nuestro fin. Ya podemos contar las horas que nos faltan para que llegue
ese instante. Ahora llegó realmente la hora de la prueba suprema, en que
debemos demostrar nuestro espíritu de soldado y el honor de ser oficial.
Es mucho más fácil triunfar que alistarse para un combate final. Larga e
intensa es la lucha que se entabla con uno mismo, frente a esa debilidad
tan humana que provoca el espíritu de conservación. Pero finalmente
consigue uno vencer todos los sentimientos. Los oficiales debemos ser el
ejemplo que anima a nuestros soldados. ¡Libraremos este combate con
honor; ésta es nuestra firme voluntad!

― 146 ―
15 de diciembre.
Hay que aprovechar el poco tiempo que nos queda. Temprano a la
mañana se alistan las Divisiones para darles el último adiós a sus cama-
radas caídos.
Ahora bajan los ataúdes, uno por uno, a un remolcador, amarrado a
babor. Silenciosamente les enviamos nuestro último saludo.
Solamente una parte de la tripulación puede acompañarlos en su úl-
timo camino. Aún queda demasiado trabajo que terminar en las pocas
horas que nos restan. También yo me quedo a bordo con casi todos mis
mecánicos. Con tenacidad y terquedad nos ponemos a trabajar; hasta tra-
tamos de reacondicionar los equipos que han recibido impactos directos.
Sabemos el fin que nos espera, sin embargo no seremos fácil presa para
el enemigo. Será un triunfo amargo para ellos. Nos defenderemos con
todos los medios que tenemos a disposición. Cada tubo que arreglamos,
significa mayores pérdidas para el enemigo. Cortamos los hierros rotos y
colocamos provisoriamente nuevos, cambiamos cables, etc. y, efectiva-
mente, hasta la noche hemos conseguido arreglar completamente el
equipo III de nuestra artillería mediana, inclusive sus instalaciones eléc-
tricas para la dirección de tiro y el cañón que fue inutilizado con el primer
impacto de calibre 20,3 centímetros del Exeter. Este cañón, aunque más
no sea, nos servirá para ajustar la puntería. Hemos repuesto el alza con
una de un cañón de 7,5 que habíamos extraído del Newton Beach y que
hoy nos prestará buenos servicios. Como mirador tomaremos el agujero
que dejó la granada en el escudo de protección. También hemos conse-
guido colocar la corredera y dejarla ajustable. ¡Mis mecánicos son fan-
tásticos! Su comportamiento es verdaderamente digno de elogio en esta
emergencia. Una vez terminado con nuestros trabajos, escribo unas líneas
de despedida. Quién sabe si más tarde tendré oportunidad de hacerlo.
Hacia el mediodía han vuelto del entierro el Comandante y la tripula-
ción. Había una gran demostración de simpatía. Seguramente, una parte
habrá ido por sensación, pero la gran mayoría compartía nuestros senti-
mientos y nos admira. Para ellos somos héroes que han salido gloriosos
de una lucha desigual; uno contra tres; eso era para ellos más evidente

― 147 ―
que todos los informes sobre el combate dados en los diarios por el Sr.
Embajador.
Los uruguayos tienen un nacionalismo muy desarrollado. Los círculos
intelectuales reconocen su dependencia de Inglaterra y lo sienten como
una desgracia. Se alegran sinceramente de toda derrota inferida a ese país.
Casi ininterrumpidamente nos circundan botes que vienen a ver los
destrozos. Pero desde afuera poco se puede ver y se sienten desilusiona-
dos. Sólo nuestro avión parece compensarlos algo. El pobre parece muy
desplumado. Se había averiado un día antes del combate y lo habíamos
desarmado.
La cola y el motor ya estaban desmontados cuando comenzó la lucha.
Ahora los diarios marcan justamente éstos lugares con círculos blancos
como para señalar los efectos de los impactos del enemigo.
El vigía en la cofa del trinquete nos informa que un portaaviones del
tipo Ark-Royal, se ha unido a nuestros cazadores. ¡De acuerdo a las in-
formaciones alemanas, el Ark-Royal hace tiempo que fue hundido! La
radioemisora uruguaya también dice que ha llegado el Dunquerque. No-
sotros nunca lo hemos visto, tampoco al Barham. Quizás la prensa se ha
apurado un poco en anunciarlos y quiere intimidarnos con la noticia de
su arribo. En viaje es seguro que están. Pero lo que resulta sorprendente
es que ya tres días antes de la lucha, aquí en Montevideo y también en
Buenos Aires, se había corrido la voz de que se libraría un combate en
las cercanías de la costa sudamericana. ¿Habremos caído en una trampa?
Ahora creo firmemente, que aquel barco famoso, el de las luces apagadas,
que encontramos en la noche del día 6 al 7, después de nuestras manio-
bras con los reflectores, era un inglés que nos reconoció con el Altmark
y no transmitió para no revelarse. Recién más tarde dio nuestro curso y
nuestra posición. Por la dirección en que navegábamos, claramente pudo
verse que nos dirigíamos hacia el Río de la Plata.
(Después de la guerra me fue confirmada esa suposición. Tuve opor-
tunidad de trabajar con el Comandante Washborn, que había sido oficial
de artillería en el Ajax. Este mismo hombre volvió a ser mi contrincante
en los mares del Norte cuando yo estaba en el Tirpitz. Me informó que

― 148 ―
aquel famoso barco había sido un noruego, que nos había observado du-
rante las maniobras. Recién al día siguiente, sobre una onda que nosotros
no podíamos escuchar, comunicó nuestra posición al Almirantazgo In-
glés. Churchill tenía entonces sus buenos motivos para decir en aquel
discurso ante la Cámara de los Comunes que nosotros no volveríamos a
la patria.)
Sistemáticamente fueron cerrando el círculo alrededor de nosotros to-
das las unidades que se encontraban en nuestra persecución. Concéntri-
camente se acercaban hacia el lugar de concentración de la navegación
mercante británica delante del Río de la Plata. Interrumpieron el tráfico
de sus barcos. Cuando se había reunido la escuadra del Comodoro Har-
wod (así me comunicó el mismo Comandante Washborn), éste hizo hacer
maniobras de combate, tomando como enemigo a un acorazado. Dos días
más tarde, pudieron repetir los mismos métodos de ataque en su combate
con el Spee.
Caímos en la trampa sin saberlo y todavía tuvimos la suerte de pescar
el último de los vapores que había sido largado del punto de concentra-
ción, ya que en ese barco nos apoderamos de las cartas náuticas que nos
revelaron ese punto de concentración, hacia el que nos dirigimos a toda
marcha. De esta manera aparecimos con alguna anticipación, antes de
que pudieran llegar las escuadras procedentes de la costa africana. Nos
topamos con el grupo más débil. La escuadra del Almirante Harwood.
En sí, yo no comprendo porqué los ingleses aceptaron la lucha. Siendo
superiores en velocidad, podrían haberse mantenido a una distancia fuera
del alcance de nuestros cañones y esperar hasta que por lo menos hubiera
llegado uno de los buques de batalla. Nosotros no nos hubiéramos podido
escapar y tampoco teníamos motivo para dirigirnos a Montevideo. ¡Un
solo crucero hubiera sido suficiente como buque de contacto, cuánto más
tres! Los ingleses hubieran podido terminar con nosotros sin ningún
riesgo. También esta pregunta me fue contestada por el Comandante Wa-
shborn. El Comodoro Harwood tenía expresa orden del Almirantazgo In-
glés de atacar al acorazado aún bajo el riesgo de perder toda su escuadra.
Tuvimos la buena suerte de hundirles a los ingleses justamente los barcos

― 149 ―
más valiosos que mandaron por el Cabo de Buena Esperanza. Ellos no
cuentan los hundimientos por tonelaje como nosotros, sino por valor de
la carga hundida. En especial les dolió el Doric Star. Había que aniquilar
al Spee, costara lo que costara, y en ese sentido, valíamos, si fuese nece-
sario, una escuadra de cruceros.
La situación demuestra claramente que todas las ventajas estratégicas,
ya de antemano, estaban de parte de los ingleses y no requerían una ba-
talla, pues a pesar de todo corrían el riesgo de que nosotros le aniquilára-
mos los tres cruceros con las consiguientes ventajas. En tal caso no hu-
bieran podido mantener más el contacto y en consecuencia les hubiera
sido imposible atraer más unidades. Claro, el Comodoro Harwood, podía
calcular con cierto derecho, que con sus tres unidades se bastaba para
hundir a un acorazado. La única ventaja que teníamos nosotros eran nues-
tros seis tubos de 28 cm. contra los 6 de 20,3 cm. del Exeter. Ese calibre,
sin embargo, como fue demostrado, era más que suficiente para perforar
nuestra coraza, de manera que tampoco en este caso podríamos hablar
realmente de una ventaja. Lo que es muy probable, es que al Exeter, al
ser herido por nuestras primeras salvas, ya no le fue posible levantar pre-
sión y el Comodoro Harwood se vio obligado a aceptar un combate ante
la alternativa de perder su buque.
Días enteros hemos cruzado las rutas sin divisar la punta de un mástil
y ahora, como ironía del destino, están aquí alrededor de nosotros, a 300
metros de distancia, uno al lado del otro, flameando al tope de sus másti-
les la insignia británica. Cada barco está armado con un cañón en la popa.
Meses enteros habíamos buscado barquitos como éstos. Ahora los tene-
mos al por mayor, con un tonelaje superior al que hundimos, y no les
podemos hacer nada.
Nuestro Comandante ha conseguido una prórroga de estadía de 24 ho-
ras, vale decir, un total de 72 horas. ¡24 horas más de plazo! A la noche
habla el Comandante con algunos hombres de la tripulación que se en-
cuentran en su cercanía y les dice que él saldrá únicamente, si tiene posi-
bilidades de pasar la barrera, de otra manera volaría el Spee afuera del

― 150 ―
puerto. Dice que no está dispuesto a servir como blanco para una fiesta
de tiro. Rápido se desparrama la noticia por el buque.

16 de diciembre.
Por la mañana el Comandante vuelve a hablar a la tripulación. Les
explica la situación y les comunica sus propósitos. Desaparece el decai-
miento, todos vuelven a tener esperanzas. La tripulación tiene una fe
ciega en su Comandante. El hizo ciertas tantas cosas que parecían impo-
sibles, él encontrará también una solución para esta situación. Yo sé en
este instante, que cada uno de nuestros hombres seguirá ciegamente a su
Comandante, venga lo que venga, aún si los tiene que llevar a la muerte
o si tiene que forzar un cruce de la barrera enemiga para llegar a la Ar-
gentina.
Es un día lluvioso. Alegremente gotea el agua dentro de mi camarote
y también en muchas otras partes del buque notamos que los techos están
agujereados o rajados, a pesar de que hemos hecho lo posible para volver
a soldar todos los agujeros de los impactos. Yo presiento que con un
tiempo así, con poca visibilidad y siempre que no consigamos una pró-
rroga, la orden de zarpar puede llegar de un momento al otro. Se experi-
menta nuevamente esa sensación rara que causa la inseguridad.
También la ciudad de Montevideo está esperando la sensación de
nuestra partida. Miles de personas se han reunido en el puerto para cer-
ciorarse si Spee aún sigue allí. Aún ahora, con la lluvia, están allí para no
perderse el momento de la salida. ¿Qué hará el Comandante? Solamente
esa pregunta preocupa hoy a Montevideo. Los cuentos más raros están
circulando. Submarinos alemanes en viaje; buques de batalla alemanes
en las cercanías, etc., etc. ¡Si ellos supieran qué mal está nuestra situación
en realidad! La base alemana más cercana está a miles de millas marinas,
por lo que nuestras unidades se ven imposibilitadas de prestarnos ayuda.
Han comenzado con la cacería del Altmark. Los ingleses indican como
última posición, exactamente aquel punto en el Atlántico Sur, donde nos
ha visto ese famoso vapor sin luces. Una señal segura que nos ha reve-

― 151 ―
lado. Se ordena a todos los vapores que en cuanto vean al petrolero, co-
muniquen inmediatamente su posición. Sigue una descripción completa
del barco con todos los detalles, camuflaje, etc. Les lleva un adelanto de
tres días; ¿llegará?
Los Capitanes ingleses que teníamos como prisioneros a bordo, dieron
todos los detalles de importancia sobre el Altmark. Tuvimos que dejarlos
en libertad. Ya después de 24 horas. Algunos se despidieron irónica-
mente, otros gentilmente y agradecidos por nuestro buen trato y otros te-
niéndonos lástima. By, by, nos gritó el Capitán Dove del Africa Shell.
¡Era un tipo excepcional! A la noche habló por radio, contando sus aven-
turas con toda objetividad y lleno de admiración y estima por nuestro
Comandante, Capitán de Navío Hans Langsdorff y su tripulación. Perso-
nas con tanto carácter se encuentran muy pocas.
Para los prisioneros, las horas de combate deben haber sido terribles,
ya que estaban encerrados en el salón-comedor de los guardiamarinas una
parte, y en un compartimiento de la tripulación los otros. Tuvieron suerte.
Justamente encima de ambas dependencias estallaron granadas de 15 cm.
sin causarles daño alguno. Unos golpearon como locos contra la puerta,
otros jugaban al Skat (un juego de barajas alemán que aprendieron a
bordo). ¿Para qué ponerse nerviosos? No podían cambiar su destino. En
Montevideo, en seguida se apoderaron de ellos para hacer propaganda
para Inglaterra. Pero los informes del Capitán Dove eran más bien pro-
paganda para Alemania. Les habíamos pedido abstenerse de tomar parte
en el entierro de nuestros camaradas caídos, pero a pesar de ello, una
delegación bajo el mando del Capitán Dove siguió a los féretros. En el
cementerio depositaron una corona que llevaba una cinta con la siguiente
leyenda:
¡Los capitanes ingleses a los valientes marinos alemanes!
Un poco de caballerosidad y galantería en esta guerra, donde la pro-
paganda mata y pisotea todo lo grande y noble.
Todos nuestros documentos secretos, libros, dibujos, planos, etcétera,
se quemaron en la caldera auxiliar. Todas mis anotaciones sobre la téc-
nica de la artillería, que he reunido durante años y años, mi trabajo de

― 152 ―
muchas horas, se convierte en pocos minutos en un montoncito de ceniza.
La chimenea echó tanto humo con el papel que quemamos que los barcos
ingleses que están alrededor de nosotros, comunicaron a sus amigos
grandes que Spee se alista para zarpar. A la noche parte un vapor francés,
de manera que nuestra estadía vuelve a prolongarse por 24 horas más. De
acuerdo a las leyes internacionales, una unidad de guerra recién puede
zarpar de un puerto neutral, 24 horas después que haya partido un barco
mercante enemigo.
ESQUEMA DEL COMBATE NAVAL DEL RIO DE LA PLATA

Esquema del combate naval (las líneas punteadas con indicaciones de horas señalan cuándo se
abrió el fuego o los cambios de dirección del fuego de la artillería pesada (SA) y mediana (MA).
Las líneas paralelas señalan los abanicos de torpedos disparados por los buques ingleses).

A la noche está otra vez en tierra nuestro Comandante para conferen-


ciar por última vez con las autoridades uruguayas y forzarlas a prorrogar-
nos la estadía por los 30 días demandados. A las 23 h. esperamos su
vuelta para enterarnos de la decisión final. Se hacen las 24, la 1, las 2 y

― 153 ―
nuestro Comandante no vuelve. ¿Le habrá pasado algo? Yo me acuesto
vestido sobre mi cama y trato de dormir un poco, ya que hoy necesitare-
mos todas las fuerzas. Repentinamente escucho gritos y siento correr en
los pasillos. Son las 3. ¿Qué habrá pasado? ¡Estela de torpedo a babor!
Corro hacia arriba y efectivamente veo una línea de burbujas que podría
ser la estela de un torpedo. Sin embargo, en su prolongación viene del
muelle, de manera que no puede haber sido lanzado desde afuera. ¿Pero,
de qué otra manera podría entrar sino un torpedo en el puerto? Sería una
tontería torpedearnos aquí, cuando de ninguna manera podemos escapar.
Ellos no correrán el riesgo de verse criticados por todo el mundo. No
pueden ser estelas de torpedos. Al día siguiente se aclaran las cosas. Se
trataba de estelas de viento, que con la iluminación nocturna se asemeja-
ban enormemente a estelas de torpedo. El hecho demuestra la nerviosidad
que reina a bordo después de esta larga espera. El Comandante aún no ha
vuelto. ¿Qué pasará?

17 de diciembre.
A las 4 h. 50’ me despiertan y recibo la orden de destruir la instalación
de artillería. ¡No puedo concebirlo! Voy hacia el Comandante para ha-
cerme confirmar esta orden. Lo encuentro cansado y trasnochado. Pero
me confirma la orden con toda tranquilidad. ¡Así que los dados han sido
echados! El Comando Superior de la Marina Alemana ha dado sus ins-
trucciones. Bajo ningún concepto debemos internarnos en Montevideo
para que el buque y su tripulación no pase a manos del enemigo. Tam-
poco debemos aceptar un combate a no ser que exista la posibilidad de
salir airosos, ya que de otra manera significaría una derrota total y no
debemos dar a Inglaterra esta probabilidad a favor de su prestigio. Nues-
tro Comandante había comunicado todas las consideraciones a Berlín.
También fue descartada la internación del buque en la Argentina; las
aguas del río son demasiado bajas y llegar hasta el canal sería imposible
sin toparnos con las unidades enemigas. Aún viéndolo con optimismo, es
decir, que nos encontremos solamente con el Ajax y el Achilles y consi-
guiéramos alcanzar el mar abierto, ellos, con sólo mantener contacto,

― 154 ―
atraerían las otras unidades mayores. En vista de tal situación, el Go-
bierno alemán ha aceptado la sugerencia de nuestro Comandante, quien
ahora, después que todos los esfuerzos han fracasado —y tuvieron que
fracasar, ya que teníamos todo en contra y en nuestras manos ningún me-
dio con qué presionar en favor nuestro— da la más terrible orden para
todos nosotros, la de ¡destruir el Admiral Graf Spee!
El acorazado Admiral Graf Spee será volado fuera de las aguas terri-
toriales (zona de tres millas) y se hará la tentativa de llevar la tripulación
a la Argentina.
Desde que me gradué como oficial y desde que fue puesto en servicio
el Admiral Graf Spee, fue mi campo de acción la instalación de artillería.
Junto con mi personal hemos cuidado y conservado hasta la última tuerca
de cada equipo. Ahora, para evitar que los secretos de la técnica alemana
lleguen a manos enemigas, debo destruir sistemáticamente esa instala-
ción, que tanto honor nos hizo durante nuestro combate naval en la
desembocadura del Río de la Plata. Con granadas de mano volamos todas
las instalaciones automáticas de dirección de tiro; con martillos rompe-
mos los tableros, los gobiernos a distancia -—esos siempre fueron mis
hijos mimados, porque siempre fueron los peores rompecabezas—, y así,
instalación tras instalación. Las piezas sueltas y los cierres de cañón los
llevamos a los puestos de carga de las torres pesadas. Allí los volaremos
conjuntamente. Hacia el mediodía hemos concluido con nuestro triste de-
ber. ¡El cuadro que se presenta ante nuestros ojos es terrible! No hay una
sola óptica que haya quedado sana, ningún engranaje, ningún receptor
eléctrico. Ningún secreto caerá en manos del enemigo, aún en el caso de
que la voladura no tenga el resultado esperado, ¡Este es el día más duro
de mi vida!
Seguidamente mi primer Oficial de Artillería, Capitán de Corbeta As-
cher, me imparte la orden de que conjuntamente con mis mecánicos debo
preparar la voladura de tal manera, que la misma pueda ser manipulada
desde un punto central. Nuestro Comandante quiere efectuarla personal-
mente y hundirse con su barco. ¡Estoy consternado y conmovido hasta lo
más íntimo de mi alma! Recuerdo que una vez, en el salón, habíamos

― 155 ―
discutido la pregunta si un Comandante debe quedarse a bordo de un
barco bajo su responsabilidad, si éste se hunde. Nuestro Comandante era
de la opinión de que sí. Decía que un Comandante jamás debe abandonar
su buque. Pero nuestro 1er. Oficial de artillería no compartía ese punto
de vista y dijo, que un Comandante vivo puede servir mejor a la patria en
una guerra, puede explotar sus experiencias, lo que no acontece con un
Comandante muerto. Ahora vuelve a mi mente esa conversación. Antes
de comenzar con mis trabajos, quiero ir a ver a mi Comandante para des-
pedirme personalmente de él. Quiero estrechar las manos de un hombre
que tanto admiro. Cuando me acerco a él en su cabina, parece tranquilo,
mucho más tranquilo y descansado que esta mañana. Sus pensamientos
ya están muy lejos.
Consulto con el Ingeniero Jefe y el 1er. Oficial de Artillería cuáles
serán las máximas posibilidades para volar el buque de la manera más
segura. Esas enormes distancias para colocar los cables, desde popa a
proa y desde ambas hasta el suelo del buque, tienen un inconveniente. En
caso de cerrarse una de las puertas estancos, puede cortarse un cable y la
explosión no se haría. El buque podría caer en manos del enemigo. Nues-
tro Oficial de Artillería que en el fondo de su corazón trata de evitar que
el Comandante se quede a bordo para efectuar la voladura, toma este mo-
tivo para convencerlo y así conservarlo para su tripulación. Consiguió
hacer desistir al Capitán Langsdorff de su propósito. Entre otros argu-
mentos, alegó que el Comandante deberá llevar personalmente su tripu-
lación hasta Buenos Aires, lo que no será cosa fácil, puesto que se volará
el buque ante los ojos del enemigo y éste, ya que no puede tener al Spee,
tratará de conseguir su tripulación. Aunque todo está perfectamente pre-
parado por el Comandante, justamente por ese motivo pide el Capitán de
Corbeta Ascher que él debe concluir su misión. Así. fue que nuestro Co-
mandante ordenó preparar la voladura automática con circuitos separa-
dos.

― 156 ―
Los restos del Co-
mandante
Langsdorff son ve-
lados en el Arsenal
Naval.

Sus oficiales y
marineros le
rinden honores.

El postrer home-
naje.

― 157 ―
Otra vez nos reunimos el Ingeniero Jefe, el 1er. Oficial de Artillería y
yo, y planeamos la manera de efectuar la voladura. No es fácil tarea en-
contrar una manera segura al cien por ciento, ya que Spee está construido
demasiado bien. El 1er. Oficial de artillería propone transformar un cro-
nómetro en un fusible do tiempo y hacer tantos circuitos como cabezas
de torpedos existentes, y repartir éstas en las partes más importantes del
buque. Así se hizo. Las cinco cabezas de torpedo restantes, fueron ubica-
das en los puestos de carga de las torres pesadas y en las salas de máqui-
nas. Las cabezas se cargaron con explosivos iguales a aquellos usados
para volar a los barcos capturados, y dentro de esas cargas explosivas,
colocamos una cápsula de granada de mano, acoplada a una batería de
acumulador mediante un cable eléctrico. El circuito se interrumpe sola-
mente por agujas de un cronómetro aisladas entre sí. Ahora, lo principal
es ajustar los 5 cronómetros de tal manera que no explote una carga antes
que otra y consiga cortar así el circuito siguiente. Cargamos los ascenso-
res de las torres con las granadas, sacándoles los cartuchos y ponemos
bolsas con pólvora negra en sus aberturas. ¡Las torres ahora son una sola
carga explosiva!
Yo llevo mi sable al camarote para que no caiga en manos de algún
coleccionista de recuerdos. Muchas cosas debo dejar aquí, todos mis re-
cuerdos que durante muchos años habían adornado mi camarote. Todos
mis efectos personales, inclusive mis uniformes y mi vestimenta civil.
Les doy un último vistazo. ¡Para qué llorar, así es la guerra!
La tripulación juntó las cosas más indispensables. Es una retirada de-
plorable. Todo está listo. Ahora debe desarrollarse el plan de nuestro Co-
mandante con toda rapidez. Aún no sabemos si las autoridades uruguayas
o los ingleses no tratarán de impedir la realización de nuestros propósitos.
Todo lo esperamos, pero todo está previsto. Desde el mediodía se ha alis-
tado la tripulación en los pasillos. Su equipaje es tirado dentro de un re-
molcador y la tripulación misma es llevada en botes hasta un barco mer-
cante alemán que se encuentra en el puerto, el Takoma. Los soldados de-
berán esconderse en la bodega. Ninguno deberá dejarse ver sobre cu-
bierta. Después de una hora hemos trasbordado a todos. A bordo del Spee

― 158 ―
quedaron solamente el Comandante y 40 hombres, personal indispensa-
ble para zarpar y volar el buque. Los oficiales que acompañan al Coman-
dante, los ha elegido él personalmente preguntándoles si estaban dispues-
tos a morir en caso de necesidad. La tripulación fue elegida entre aquéllos
que se habían presentado voluntariamente. De mi División debían ser ele-
gidos tres Suboficiales para el Comando de voladura. ¡Cuando llamó a
voluntarios, se presentó la División íntegra, sin una sola excepción! Eli-
gió a tres suboficiales jóvenes que no eran casados y de los cuales dos
llevaban la cruz de hierro.
Es un día hermoso de sol, claro, sin una nube, cuando el acorazado
Admiral Graf Spee leva anclas por última vez a las 17.30. Todo Monte-
video asiste al espectáculo. Los muelles están cubiertos de gente. Todos
quieren ver el combate naval. Desde los Estados Unidos han llegado
aviones que quieren filmar el combate desde las alturas para el noticiario
semanal. No hay dudas que esto daría al noticioso una nota atrayente. ¡No
todos los días se ofrece algo así!
Desde un ojo de buey de un camarote del Takoma veo cómo el acora-
zado Admiral Graf Spee vira y se coloca en posición de zarpada. Majes-
tuoso, con la insignia de guerra flameando en su mástil, aclamado por las
masas que esperan en el muelle con tensión los sucesos, zarpa este buque
del puerto de Montevideo, para su último viaje hacia la muerte. Desde su
puesta en servicio, su destino había sido el mío. ¡Es un momento amar-
guísimo!
Ahora levamos anclas también nosotros. El Takoma sigue al acora-
zado. Delante nuestro navegan las barcazas del Spee. ¿Querrá romper la
barrera el Takoma? Ahora que están todos afuera esperándonos, ni si-
quiera conseguiríamos cruzar el Río directamente para llegar basta Bue-
nos Aires. Nos tomarían prisioneros y eso significa, como dice un cama-
rada jocosamente, golpear piedras en las Malvinas hasta el fin de la gue-
rra. El Comandante no nos ha comunicado sus planes. Algo especial su-
cederá. Con nerviosidad miro hacia la hora venidera. Allá en el horizonte,
distinguimos al crucero uruguayo Uruguay y a un crucero inglés, que al-
gunos de nosotros tomamos por el Cumberland. Nos mantenemos algo

― 159 ―
hacia el Este del canal y nos paramos exactamente al alcanzar las tres
millas, o sea a la terminación de las aguas territoriales. Spee sale bastante
más afuera, ahora también para máquinas y fondea anclas. En su cercanía
hay dos remolcadores y una chata que han venido desde la Argentina para
llevarnos a Buenos Aires. Parece que nuestro Comandante ha preparado
las cosas bien. Esto es muy necesario, ya que solamente podrá realizarse
si los ingleses no actúan debido a que los hemos tomado de sorpresa.
Los remolcadores ahora se dirigen hacia nosotros. En estos momentos
es arriada la insignia del Admiral Graf Spee. ¡Esto es la señal de que los
percutores a tiempo empiezan a funcionar! ¡Exactamente a los 20 minu-
tos tiene que suceder la primera explosión! ¿Saldrá todo como hemos
pensado? Nuestro Comandante seguramente en estos momentos deberá
pensar lo mismo. Claramente se distingue cómo un bote tras otro van
separándose del acorazado. Ahora también la barcaza con el Coman-
dante. Esto significa que nadie más está a bordo. ¡Estos últimos 20 mi-
nutos me parecen una eternidad! Falta 1 minuto, 30 segundos, 5 segun-
dos. ¡Atención! ¡Cero! En este instante sale una columna de fuego del
buque.
¡Spee se parece a un volcán! ¡Qué suerte, nada quedará intacto! Es un
cuadro grandioso, pero inmensamente triste, cómo muere este buque, que
nos ha hecho tantos buenos servicios y que durante la guerra y en los
tiempos de paz fue para mí un hogar.
Siempre nuevas columnas de fuego salen de sus entrañas. Claramente
puedo ver cómo dos tubos de cañón de la torre de popa, son revoloteados
en el aire como si fueran dos escarbadientes. A más de 300 metros de
altura llega la nube de la explosión y aún siguen las detonaciones. ¡El
Admiral Graf Spee está envuelto en llamas!
Mientras tanto han arrimado los remolcadores argentinos. Por escalas
de gato baja la tripulación. Parece como un asalto a un castillo en la Edad
Media. El yate de motor del Sr. Millington Drake rodea al Takoma. Nues-
tro Comandante le ha arruinado el negocio. El Sr. Millington Drake hizo
mal sus cuentas. ¡Con esto sí que no había contado! Ahora trata de jugar
su última carta. Ha movilizado a todos los remolcadores de Montevideo.

― 160 ―
A toda marcha se dirigen hacia nosotros y llegan justo cuando el último
de los tripulantes había bajado del Takoma. También el comando de vo-
ladura con nuestro Comandante ya está a bordo de uno de los remolcado-
res. Solamente queda una pequeña barcaza con cinco tripulantes. Los re-
molcadores uruguayos tratan de encerrar a los remolcadores argentinos
colocándose a cada lado de ellos, para obligarlos a entrar en Montevideo.
Hay un pequeño combate. Cada vez que quieren amarrar, tiramos las so-
gas de amarre nuevamente al agua y empujamos a los remolcadores uru-
guayos hacia un lado. Sobre el remolcador enemigo más grande, se en-
cuentra el Capitán Dove y nos ayuda fuertemente tratando de convencer
al Capitán del remolcador uruguayo, que es imposible amarrar a nuestro
costado. ¡Siempre nos acordaremos de él y de su acción! ¡Es un real
gentleman! Los uruguayos pronto desisten de su ataque y vuelven a Mon-
tevideo. Lamentablemente consiguieron separar a la barcaza con sus
cinco tripulantes y los llevan consigo a Montevideo.
Navegamos sobre la chata con una de nuestras barcazas en remolque,
río arriba, en aguas territoriales uruguayas. Escribimos el 17 de diciem-
bre, ¡el día que jamás podré olvidar en mi vida! Exactamente cuando
nuestro Spee moría, detrás de él, como fondo a ese cuadro horrendo, se
veían los últimos rayos de un sol poniente. Ahora nuestro acorazado pa-
rece una antorcha en la noche obscura. Todavía están explotando las cá-
maras de munición, ahuyentando a los botes de curiosos que se atrevieron
a acercarse. Yo no puedo concebir cómo después de tantas detonaciones,
Spee aún se mantiene, en vez de haberse partido en miles de pedazos y
desaparecido. Es admirable su construcción, demasiado sólida para estos
momentos. Es imposible que se hunda enteramente aquí en el Río de la
Plata que tiene solamente un metro más de profundidad que el calado del
Spee, a no ser que vuele en pedazos. El crucero inglés ha aparecido y
enfoca con sus reflectores los restos del acorazado Admiral Graf Spee.
Sin ser molestados navegamos río arriba, camino a la libertad. Para no
llamar la atención del acorazado inglés hemos apagado todas las luces.
Ha refrescado enormemente y la tripulación se junta en todos los rincones
resguardados del viento. ¡Parecemos sardinas en lata! Quince somos los

― 161 ―
que estamos sentados aquí, en el cuarto de derrota de este pequeño re-
molcador, en un lugar normalmente calculado para dos. ¡Así sentados,
esperamos el mañana!

18 de diciembre.
Amanece lentamente; al borde del horizonte va asomando el sol; una
aurora de color siempre cautivante. ¡Cuántas veces he podido observar
este grandioso espectáculo durante los últimos meses, mientras en horas
tempranas hacía mis guardias de combate! Hoy es quizás, por mucho y
mucho tiempo, la última vez que estoy sobre el agua.
Nos encontramos ya en el canal, en dirección hacia Buenos Aires, a
salvo de cualquier ataque. El trecho crítico —el tramo a recorrer desde el
límite de las aguas territoriales uruguayas hasta el canal del Río de la
Plata— lo pasamos de noche, en la obscuridad. Los gobiernos sudameri-
canos consideran todo el Delta como aguas territoriales aunque esto no
había sido reconocido por Inglaterra ni por Alemania, así como tampoco
fue reconocido por esas potencias la zona de las 300 millas a lo largo de
toda la costa americana, que aproximadamente dos meses atrás, fuera de-
clarada por todos los estados americanos, bajo la directiva de U.S.A.,
como zona territorial y neutral. Ellos acaban de entregar una nota de
fuerte protesta ante los gobiernos de Inglaterra y Alemania por violación
de territorio, puesto que nuestro combate fue librado en la boca de la
desembocadura del Río de la Plata. Nuestro Comandante había creído
que dicha nota podría sernos de utilidad para obtener una prórroga de
estadía en el puerto de Montevideo, y alegó que no podía zarpar antes de
que Alemania contestase la misma, pero sus objeciones poco le valieron;
el poder de los ingleses era más fuerte.
En el mismo instante en que el Admiral Graf Spee levó anclas, el Em-
bajador alemán entregaba al Gobierno uruguayo una nota de protesta de
nuestro Comandante, en la cual, culpaba a ese Gobierno de haberlo obli-
gado, en contra de todas las leyes de neutralidad, a zarpar con un buque
que no estaba en condiciones y que la única alternativa que le quedaba,

― 162 ―
era volar el buque. Justificaba su demanda de concedérsele un plazo su-
ficiente para poder efectuar las reparaciones necesarias, alegando que
Uruguay había concedido, durante la guerra de 1914 al crucero inglés
Glasgow, refugio durante 30 días para poner la unidad nuevamente en
estado de navegabilidad, después de la batalla cerca de las Malvinas, con-
tra la escuadra bajo el mando del Admiral Graf Spee. Mediante esa nota,
y el hecho de que el Graf Spee fue hundido sin una intervención por parte
del enemigo, las autoridades alemanas trataban de conseguir que nosotros
fuéramos considerados como náufragos, no pudiendo ser en consecuen-
cia internados.
El Comandante no cree que las autoridades argentinas aceptarán nues-
tra tesis y no espera por lo tanto mucha benevolencia y comprensión, ya
que también en la Argentina la influencia inglesa es grande. Pero hay que
hacer todo cuanto sea posible por el bien de la tripulación y para el pro-
vecho de Alemania.
En remolcadores, apretados como sardinas en lata, estamos sentados
muertos de hambre y completamente agotados. Es casi mediodía y bajo
los rayos de un sol de pleno verano, distinguimos allá lejos las siluetas de
Buenos Aires con sus rascacielos y sus elevadores de granos. ¡Qué triste
arribo a un puerto, sobre miserables remolcadores, mendigando ayuda y
asilo! Anclamos primero en la rada. Parece que no saben qué hacer con
nosotros. Pequeños botes llenos de fruta y pan se acercan; alemanes nos
brindan esos manjares, sobre los que nos echamos como lobos hambrien-
tos. Desde ayer que no hemos probado alimento alguno. Hace tiempo que
no comíamos con tantas ganas y provecho. ¡Fruta y leche fresca después
de cuatro meses! ¡Qué manjar! Repartimos como hermanos, sin distin-
ción de rango. Los acontecimientos de los últimos días nos han unido
realmente como una gran familia. He aprendido a medir las cosas y a
considerar a todos los hombres de a bordo de diferente manera. Los sen-
timientos de muchos de ellos fueron superiores a lo que yo había espe-
rado; otros me desilusionaron. Eran días de dura prueba para todos noso-
tros y cada uno dejó caer su máscara, dejando expuesta su verdadera cara.

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Varias horas después entraron los remolcadores en la Dársena Norte.
Amarraron en el mismo dique donde atracan los barcos que traen inmi-
grantes. Las cosas ya se ven distintas, ahora que tenemos el estómago
lleno. La colonia alemana de Buenos Aires tuvo la más acertada y mejor
idea al mandarnos esos alimentos. Es la primera vez que piso suelo sud-
americano. El puerto con sus escolleras, galpones y depósitos, no se di-
ferencia de otros grandes puertos mundiales. ¡Hace un calor tropical! De-
trás de las rejas que cercan la Inmigración, alemanes residentes en Bue-
nos Aires, nos dan la bienvenida. Parte de la tripulación es llevada al Ho-
tel de Inmigrantes y ubicada en las grandes salas de mármol. En cada una
pueden dormir de 200 a 300 hombres. Parte de la oficialidad se ubica en
el Hospital de la Inmigración y el resto en las barracas del Arsenal de
Marina, que linda con la Inmigración. Estoy rendido y caigo como una
bolsa sobre mi catre. Duermo más profundamente que nunca.

19 de diciembre.
Hace calor. En el patio de la Inmigración florecen las hortensias y aca-
cias y no podemos creer que estamos cerca de la Navidad. Esto es bueno,
porque la idea de esta fiesta, la más grande para nosotros los alemanes,
nos llena de tristeza sin esperanzas. Para esta fecha ya deberíamos estar
navegando rumbo a nuestra tierra y cada uno de nosotros habíamos so-
ñado y hecho proyectos para el año nuevo, cuando estuviéramos en casa.
Y ahora estamos aquí, en la Argentina, a 8.000 millas de la patria, y con
miras a ser internados hasta el fin de la contienda, que recién está en sus
principios. ¿Qué será de nosotros? Esta es la pregunta que llena nuestros
pensamientos.
Es una sensación extraña el verse obligado a no hacer nada después de
los sobresaltos de los últimos días. Estamos sin equipaje, ni siquiera lo
más necesario tenemos, puesto que el Gobierno uruguayo confiscó la bar-
caza que traía las pocas cosas que habíamos podido salvar.
Tanto nuestros compatriotas alemanes como la Marina argentina, de-
muestran gran simpatía por nosotros y tratan de ayudarnos en todo lo po-
sible y hacer menos penosa nuestra estadía, dadas las circunstancias en

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que nos encontramos. La ubicación en el Hotel de Inmigración de tantos
hombres creó un problema que sólo fue posible resolver, gracias a que
debido a la guerra no había inmigración. Aquí todo es provisorio, y quién
sabe hasta cuándo.

20 de diciembre.
Aún no nos hemos habituado a nuestro ambiente cuando acontece algo
que conmueve lo más íntimo de nuestro ser.
Desde que nos encontramos aquí, nos hemos visto asediados por una
gran cantidad de periodistas y fotógrafos y varias veces han publicado
noticias y relatos, calumniando y desacreditando a nuestro Comandante
y a todos nosotros. Hoy, los reporteros son más numerosos que otros días.
Uno de ellos quería contarme que nuestro Comandante se había suicidado
y me preguntó si yo conocía los detalles. La última mentira de la prensa
dije yo y lo eché de la Inmigración.
Sin embargo, poco después me fue comunicado que nuestro Coman-
dante no estaba más entre los vivos. Aún ayer se había dirigido a su tri-
pulación y nos dijo, que a pesar de todo íbamos, a ser internados en la
Argentina. Dijo que se sentía feliz sabiendo que sus hombres estaban en
la seguridad; que ahora él ya nada podía hacer por ellos y por su Alema-
nia. Habló después de la propaganda y de las calumnias que publicaban
los diarios y dijo unas palabras, cuyo sentido recién ahora llego a com-
prender: Yo voy a demostrar al mundo el sentido del honor alemán. Ha-
blaba con tanta tranquilidad y optimismo, que ninguno de nosotros pudo
pensar que sería la última vez que vería a su Comandante. Aún en la no-
che se reunió con algunos de sus oficiales y amigos de la colonia alemana.
Estaba animado y alegre, como hacía tiempo no lo había estado, de ma-
nera tal que ninguno pudo sospechar. Solamente un señor, quien, como
después supimos, pertenecía a la Embajada alemana, y a quien nuestro
Comandante había pedido la pistola, había dicho a uno de nuestros ofi-
ciales: Cuide a su Comandante esta noche. A la mañana lo encontraron,
en uniforme, bañado en su sangre, sobre la bandera, esa misma bandera

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que días antes flameaba desde el mástil del Admirad Graf Spee en su
último viaje.
En una pequeña pieza de las barracas del Arsenal de la Marina vela-
mos sus restos. Dos oficiales y dos soldados hacen la guardia de honor.
La tripulación es reunida y con voz temblorosa les comunica el 1er. Ofi-
cial de Artillería la muerte de su Comandante. Con los ojos bañados en
lágrimas lee sus palabras de despedida. La tripulación está inmensamente
conmovida; la noticia cae como un rayo. Cada uno, hasta el último mari-
nero, sabe que ha perdido al hombre en quien podía confiar plenamente
en un caso de necesidad o de peligro.
Así, nuestro Comandante siguió a su buque, que él mismo había vo-
lado pocos días antes frente a Montevideo. Había abandonado el buque
solamente por el bien de su tripulación y demostró una vez más sus cua-
lidades de Comandante genial cuando fuera volado el Admiral Graf Spee
y cuando consiguió llevar a su tripulación a los remolcadores argentinos.
Una vez en Buenos Aires ya nada podía hacer por sus hombres y por su
patria. Tan sólo la muerte pudo hacer callar la prensa enemiga, termi-
nando con las calumnias y salvando el honor de sus marinos. Se despidió
con estas palabras:
Para demostrar al mundo entero cómo un soldado alemán sabe
morir por la patria.

¡Alemania ha perdido con él uno de sus mejores hombres!


Toda la población de Buenos Aires tomó parte en la demostración de
duelo. Una enorme muchedumbre llena las calles desde el Arsenal hasta
Retiro e interminablemente desfilan delante del féretro miles de personas.
Las flores se acumulan alrededor de la barraca.

21 de diciembre.
Esta tarde se dio sepultura a los restos del Comandante. El calor es
intenso. El pueblo de Buenos Aires hace alas al cortejo. Cinco coches
cargados hasta el tope, llevan las flores y las coronas, precediendo el fé-

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retro. Muy pocas veces en la Argentina se había visto una semejante de-
mostración de pesar; yo mismo jamás había visto una conmoción tan ge-
neral.
Una lluvia de flores cae sobre el cortejo. El pueblo rompe las filas para
llegar hasta nosotros y estrecharnos las manos expresando su solidaridad.
Nos despedimos de nuestro Comandante ante la fosa abierta y desfila-
mos uno por uno echando como último adiós un puñado de tierra. Muy
solemnes se oyen los acordes de la canción del buen camarada. El 1er.
Oficial repite en voz alta las mismas palabras de amor y lealtad a Alema-
nia que el Comandante nos había dicho el día de la declaración de la gue-
rra.
Esas palabras sonaron como un juramento para el futuro.

24 de diciembre.
Víspera de Navidad. La tripulación está formada en cuadrado abierto.
En el medio una especie de árbol de navidad con velitas eléctricas. Un
viento húmedo y caluroso nos rodea. El 1er. Oficial anuncia que el Co-
mando Supremo de la Marina de Guerra Alemana había concedido a toda
la tripulación la Cruz de hierro, segunda clase. ¡Un hermoso regalo de
navidad! Nos reunimos luego en el enorme comedor de la Inmigración,
que había sido adornado por miembros de la colonia alemana. Hay para
cada uno un plato con dulces y un regalito y en las mesas arbolitos de
Navidad.
Las viejas canciones alemanas de noche buena se difunden por el in-
menso salón como plegarias y cada uno de esos mil hombres, se reúne en
su pensamiento con sus seres queridos. Son momentos inolvidables.

Aquí cierro las anotaciones diarias sobre el acorazado Admiral Graf


Spee. Tres meses más estuve internado en la Argentina. La hospitalidad
que nos brindaron alemanes y argentinos era extraordinaria y he llegado
a querer a ese país y a sus habitantes.
Pero mis pensamientos y mis añoranzas estaban en Alemania. No po-
día aceptar una vida tranquila, cuando sabía que mis hermanos seguían

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luchando. Cuando la tripulación fue distribuida sobre las distintas pro-
vincias argentinas y cuando se decidió la internación de los oficiales y
sub-oficiales en la Isla Martín García, ya no quedaban obligaciones para
mí. Con otros diez oficiales jóvenes, a pesar de la severa guardia, esca-
pamos del Arsenal de Marina. Aunque por parte enemiga así se afirma,
ninguno de nosotros ha dado su palabra de honor que no abandonaría a
la Argentina durante los tiempos de guerra.
He necesitado casi medio año para llegar otra vez a Alemania. ¡Mis
aventuras no eran pocas! Como ingeniero checoeslovaco de la fábrica
Skoda llegué hasta Chile; desde allí proseguí mi viaje como viajante en
vinos, de nacionalidad búlgara. Sobre un barco italiano fui internado, jun-
tamente con un camarada, en la zona del Canal de Panamá por la policía
secreta norteamericana. Con la ayuda del Jefe de esa policía secreta, con
quien habíamos hecho buena amistad, conseguimos trasbordar a un vapor
japonés, con el cual llegamos hasta México y Estados Unidos. Desde allí,
cruzando el Pacífico llegamos hasta Japón. Recorrimos Corea, Manchu-
ria, Siberia y Rusia como comerciantes alemanes y llegamos el día 1° de
septiembre de 1940 -—exactamente un año después de haber estallado la
guerra— a Alemania.
Mi nuevo destino fue el buque de batalla Tirpitz.

Han pasado 15 años. Otra vez comienza un verano argentino y se


acerca la fiesta de Navidad. Muchos de la tripulación del Acorazado Ad-
mirad Graf Spee han vuelto a la Argentina, a ese país que ya los albergó
una vez con tanta hospitalidad. Muchos se habían quedado. Pero todos,
los primeros y los segundos, han encontrado en este país una nueva Patria
a la que se sienten íntimamente ligados. Aquí se han casado y han tenido
hijos argentinos.
¡Así, fue como la decisión de nuestro Comandante, Capitán de Navío
Hans Langsdorff resultó para muchos, el destino de sus vidas!
También de mi vida.
F. W. RASENACK

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