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CRISTO SANTIFICA

Para el fundador de la Alianza, la santificación no es regeneración ni auto-perfección ni


tampoco un estado emotivo. Es simplemente separación del pecado que va conformando al
creyente a la semejanza de Cristo. La santificación radica en la obra de Jesucristo
(1Cor.6:11).

El es nuestra santificación. Cuando Cristo viene a morar a la vida del creyente, él santifica
su alma. En este sentido, Simpson creía que debe haber una crisis en la vida, y que el
Espíritu Santo fue dado no sólo para ayudarnos en el servicio, sino también para la limpieza
interior que acompaña a la santificación. Por eso es que él predicó sobre el bautismo del
Espíritu como una experiencia distinta pero que está ligada a la persona y ministerio del
Señor Jesucristo.7

Tanto en América Latina como en otras partes del mundo este tema ha sido punto de
controversia y hasta motivo de división de iglesias. La verdad es que en muchos casos ha
causado desunión y ha impedido que los creyentes disfruten de una vida santificada y
victoriosa. Al enfatizar una verdad como ésta, será conveniente dejar en claro tres aspectos
que ayudarán a señalar la naturaleza de la santificación.

7 Harry M. Shuman, “The Founder of the Alliance”, en The Alliance Witness, 21 de mayo,
1986. Pág. 24.

Primero, este acto tiene que ver con una vida consagrada y controlada por Dios antes que
con experiencias extáticas y emotivas que pueden ser originales, pero no necesarias. La
santificación, pues, tiene que entenderse en relación con Efesios 5:18, “sed llenos del
Espíritu Santo”, porque es el Espíritu de Dios quien debe controlar la vida del cristiano.
Visto así, la santificación se convierte en un mandato apostólico y no en una opción; en
algo para obedecer y no para discutir.

Segundo, la santificación produce un verdadero sentido de alabanza, celo evangelístico, y


una transformación completa de la conducta, emociones y pensamientos en la persona
(Ef.5:19; Hech.2:11,14; 4:31; 7:55-56; 10:46). El creyente santificado hablará siempre del
Señor y no de sus propias experiencias, mostrando un cambio moral en su vida. Esto es
algo importante de recalcar en nuestro medio donde tantas veces se ha visto que creyentes
“llenos del Espíritu Santo” tienen comportamientos reñidos con la buena moral y
costumbres. Es hora que enfaticemos la santificación en relación con la calidad de vida, y
no tanto con la cantidad de dones o la llamada "unción" que un creyente puede tener.

Tercero, como latinoamericanos debemos reconocer el lugar de las emociones en la


experiencia de la santificación. Simpson hablaba de una crisis particular. Ahora bien, toda
crisis suele venir acompañada de emociones fuertes, lloros y otros tipos de manifestaciones.
Naturalmente, todo esto tiene su lugar en la vida cristiana y no debe ser rechazada ni
condenada. Lo que sí se debe evitar es que se haga una norma obligatoria para todos.

Aquí debemos aprender a respectar las distintas personalidades y la libre voluntad del
Señor para actuar sin hacer de todo esto un dogma.

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