Está en la página 1de 16

Marzo

2021

Trastornos psicológicos
más comunes en la vejez

PRÁCTICA DE
PSICOGERONTOLOGÍA

EDILIA PAPA
C.I.: 12.855.100
INTRODUCCIÓN

La tercera edad es una de las poblaciones más vulnerables a los trastornos


psicológicos. No se trata simplemente del desgaste físico de su cuerpo, sino
que esta etapa de la vida, en muchos casos, coincide con momentos de crisis a
las que no todo el mundo es capaz de adaptarse bien; por ejemplo, en
determinados casos hay más soledad, muerte de amigos, duelo por la pérdida
de la agilidad mental y del aspecto saludable, etc.

Al llegar a la vejez, sube el riesgo de desarrollar determinados trastornos


mentales. Eso no significa que la tercera edad en sí venga de la mano de una
mala salud mental, sino que estadísticamente, hay mayor propensión a
experimentar en primera persona esta clase de problemas, debido a una
combinación de factores.

En este trabajo se analizarán los trastornos más comunes en la vejez con su


respectiva epidemiología, se identificarán según los manuales DSM IV y CIE10,
además se vincularán al menos tres de las patologías más comunes de la vejez
con los trastornos psicológicos, finalmente se desarrollará brevemente un caso
clínico en el que se aplicará los elementos antes mencionados.
Trastornos psicológicos más comunes en la vejez, con su epidemiología.

La ansiedad es un estado emocional caracterizado por síntomas de malestar,


aprensión y preocupación excesiva que se desencadena ante una amenaza
potencial, real o imaginaria, viéndose la persona incapaz de controlar este
estado de inquietud. Suele ir acompañado de trastornos somáticos tales como
taquicardias, tensión muscular, cefaleas, sudoración, sensación de ahogo,
fatiga, trastornos del sueño, digestivos, etc. Los síntomas de ansiedad son
frecuentes en el anciano, acompañando a diversas patologías (depresión,
demencia, alcoholismo, enfermedades somáticas) y es menos frecuente su
diagnóstico como trastorno único.

En el estudio ECA (Robins y Regier, 1991) realizado en los Estados Unidos, la


prevalencia global de los trastornos de ansiedad en mayores de 65 años fue
del 5,5%, siendo la fobia el más frecuente (4,8% con desigual afectación por
sexo: 2,9% hombres, 6,1% mujeres), el trastorno de ansiedad generalizada
tenía una prevalencia entre el 1 y el 2,2%, el trastorno de pánico un 0,2% en
mujeres mayores exclusivamente y el trastorno obsesivo-compulsivo un 0,8%.
En general la ansiedad era mayor en mujeres y globalmente estos datos eran
menores que en el resto de la población.

Un estudio más reciente realizado en el entorno europeo (Beekman et al.,


1998) señala cifras más altas con una prevalencia total para los trastornos de
ansiedad del 10,2%. El trastorno más frecuente era el de ansiedad
generalizada con un 7,3%, las fobias con un 3,1%, el trastorno de angustia con
un 1% y el trastorno obsesivo-compulsivo con un 0,6%. En un estudio realizado
en nuestro país (Saz, Copeland, de la Cámara, Lobo y Dewey, 1995) las cifras
son más bajas; la prevalencia era del 0,7% para los trastornos obsesivos, del
1,8% para la hipocondría, del 0,1 % para las fobias y del 2,4% para la ansiedad
en general.

De los datos citados podemos concluir que globalmente los trastornos de


ansiedad afectarían al 10 -12% de las mujeres mayores de 65 años y al 5-6%
de los varones.
La depresión nos referimos a un estado en el que el paciente sufre una
persistencia de los estados de ánimo tristes y pesimistas, una pérdida de
interés por todas las actividades, una disminución de la energía, etc. que suele
ir acompañado de síntomas somáticos tales como la fatiga, insomnio,
alteraciones del apetito, etc. y cognitivos tales como la baja autoestima, pérdida
de memoria, dificultad de concentración, pobreza y lentitud en el pensamiento y
lenguaje, etc. En los ancianos tienen mayor preponderancia los síntomas de
apatía que los síntomas emocionales y también hay una mayor presencia de
los síntomas somáticos. Si bien los episodios depresivos graves tienen una
frecuencia menor, en cambio los episodios depresivos leves son bastante
frecuentes en el anciano.

En el estudio americano Epidemiological Catchment Area (Regier et al., 1988)


se encontró una prevalencia menor del 1% para la depresión mayor (0,4% en
varones y 0,9% en mujeres); en la distimia la prevalencia era algo mayor (1%
en varones y 2,3% en mujeres).

El más actual estudio europeo EURO-DEP (Copeland et al., 1999), con una
metodología específica para la población anciana encontró una prevalencia
media del 12,3% (8,6% en varones y 14,1% en mujeres).

En el caso de los ancianos institucionalizados las cifras son significativamente


mayores. Algunos autores señalan que el 12,4% de los ancianos que viven en
residencias cumplen los criterios de depresión mayor y un 30,5% presentaría
sintomatología depresiva.

El delirium, (dentro de los trastornos cognitivos), llamado también síndrome


cerebral agudo (SCA), es un cuadro clínico que puede aparecer en cualquier
edad, aunque los ancianos son los más proclives a padecerlo por el propio
deterioro cerebral, la frecuente enfermedad somática y la polifarmacia habitual
en este sector de edad. Sus características principales, definidas en el DSM-IV
(1995) y la CIE-10 (1995), son la alteración del nivel de conciencia con
dificultad para mantener la atención, los trastornos cognitivos y perceptivos
(ilusiones y alucinaciones), las alteraciones del sueño, el inicio de forma brusca
y la presunción de una etiología orgánica o enfermedad médica relacionada.
Finalmente, la duración de estos trastornos se encuentra limitada a un periodo
de tiempo breve, que generalmente no sobrepasa unos pocos días o semanas,
y que en los ancianos pueden prolongarse durante algo más, hasta llegar a un
mes.

Se considera que son frecuentes, aunque menos graves; los de mayor


intensidad requieren hospitalización. Su prevalencia en el medio hospitalario
varía entre el 14% y el 56% de los ancianos hospitalizados; en el ingreso
pueden desarrollarlo entre un 10% y un 16%, mientras que entre un 10% y un
30% lo desarrollaran a lo largo del ingreso. En los servicios quirúrgicos es más
frecuente (un 36,8%), así como en los servicios ortopédicos, donde se llega al
50% (Sánchez Ayala, 2002).

En cuanto a los factores de riesgo los más consistentes son la edad avanzada,
la presencia de deterioro cognitivo previo o demencia, las enfermedades
médicas graves, el deterioro funcional importante y los déficits sensoriales. Son
frecuentes en la demencia, Parkinson, los accidentes vasculares cerebrales,
insuficiencias cardíacas, broncopatías, neoplasias, etc.

Los factores desencadenantes más importantes son la polifarmacia


(responsable de aproximadamente el 40% de los casos), la inmovilización, la
presencia de dolor, las intervenciones quirúrgicas y los cambios importantes en
el entorno familiar, entre ellos la propia hospitalización.

La resolución del delirium es gradual y la recuperación completa varía entre el


4 y el 40%, dependiendo de la resolución de los factores previos al episodio
delirante. Por el contrario, la presencia del delirium se ha asociado a una mayor
complicación de las enfermedades médicas y a un incremento de la mortalidad
del 25% al 33% respecto a otros pacientes con las mismas enfermedades y sin
delirium.

Los trastornos psicóticos, dentro de estos lo fundamental de es la


disociación grave con la realidad, con sintomatología alucinatoria o delirante.
En comparación con los estudios sobre la demencia o la depresión, el número
de trabajos sobre las psicosis en la vejez es mucho menor. Sin embargo, los
trastornos psicóticos en ancianos son frecuentes con una particularidad:
presentan unas formas menos puras y más semejantes entre sí, donde se
mezclan aspectos de deterioro cognitivo y de trastornos afectivos: los llamados
SPITS: Síndromes psicóticos de inicio tardío (Obiols, 1994).

No obstante, la mayoría de los autores dan más relevancia en la vejez a la


personalidad paranoide, entendida no tanto como enfermedad sino como
actitud

(desconfianza y suspicacia, rigidez y autoritarismo, egocentrismo exagerado,


juicios erróneos, etc.) Las situaciones de inseguridad y aislamiento social en la
vejez pueden empeorar las reacciones de ancianos que ya tenían estos rasgos
en etapas anteriores, haciendo que deriven hacia una desconfianza exagerada
e infundada con ideas de persecución.

Las cifras son dispares, aunque mucho menores que los trastornos depresivos
o los demenciales. En los estudios realizados en personas mayores de 65 años
se encuentra desconfianza patológica en el 15%-17% de los casos y una clara
ideación paranoide entre el 2 y 4% (de la Serna, 2001).

En el conjunto de seis estudios internacionales se encontró una media del 2,6%


para el conjunto de las llamadas psicosis funcionales, es decir, excluyendo los
trastornos con patología orgánica que podían presentar manifestaciones
psicóticas (Häfner y Welz, 1989).

Identificación de los trastornos psicológicos comunes de la vejez en los


manuales DSM-IV y CIE10

Existen dos grandes sistemas clasificatorios reconocidos mundialmente, la


Clasificación estadística internacional de las enfermedades y problemas de
salud, CIE-10, son sus siglas, y el número 10 se refiere al número de edición,
en este caso la décima y el Manual diagnóstico y 5 estadístico de los trastornos
mentales, DSM-IV, son las iniciales que se utilizan para abreviarlo y el número
romano alude al número de edición, en este caso la cuarta. La CIE-10 fue
confeccionada por la Organización Mundial de la Salud, OMS y fue publicada
en 1992, es un sistema oficial de códigos, documentos e instrumentos
relacionados con la clínica y la investigación. El DSM-IV fue publicado en 1994
por la Asociación Americana de Psiquiatría y es un sistema de clasificación de
los trastornos mentales que tiene la intención de proporcionar descripciones
claras y precisas de las categorías diagnósticas, para que los clínicos y los
investigadores puedan estudiar, diagnosticar e intercambiar información
respecto de las mismas.

La definición de trastorno mental que consta en la introducción del DSM-IV


requiere que haya deterioro o malestar clínicamente significativos. Este criterio
ayuda a establecer el umbral para diagnosticar un trastorno en casos donde su
presentación sintomática (particularmente en sus formas más leves) no es
inherentemente patológica y puede darse en individuos en quienes sería
inapropiado un diagnóstico de «trastorno mental». Evaluar si este criterio se
está cumpliendo, especialmente en términos de actividad, constituye un juicio
clínico intrínsecamente difícil. Con frecuencia es preciso basarse en
informaciones sobre la actividad del sujeto recabadas de la familia y de
terceras personas (además de las procedentes del individuo).

Trastornos de Ansiedad:

Trastornos de Depresión:
Trastornos Psicóticos:

Vínculo entre las patologías más comunes y los trastornos psicológicos

La vejez es la etapa de una persona que, por razón de su avance en edad,


sufre la decadencia biológica de su organismo y un receso de su participación
social. Se puede entender como una situación existencial de crisis, resultado
de un conflicto íntimo entre nuestra aspiración natural a crecer y la decadencia
consecuente con el avance de los años. A partir de cierta edad, es frecuente la
presencia de achaques y alteraciones anatómicas y funcionales, asociadas a
molestias, así como de enfermedades propias de la edad.

Entre las patologías más frecuentes en la vejez tenemos las siguientes:

Artritis/Artrosis: Los problemas en las articulaciones aumentan según se van


cumpliendo años. Las personas mayores de 65 años, sobre todo las mujeres,
sufren artritis, es decir, la inflamación de una articulación. Cuando la artritis es
grave, puede derivar en artrosis (la degeneración del cartílago articular). Esta
enfermedad ocasiona dificultad para moverse y dolor al mover la articulación
afectada.

Diabetes: Otra enfermedad geriátrica muy común. Los malos hábitos


alimenticios, la vida sedentaria y el estrés están entre las causas principales.

Desnutrición/Obesidad: Los desórdenes alimenticios afectan a un amplio


porcentaje de las personas mayores. Por una parte, están quienes han perdido
el apetito y no consumen las suficientes vitaminas y proteínas. Esto puede
derivar en desnutrición, deshidratación o anemia. El caso opuesto es el de los
mayores de 65 años que sufren obesidad.

Alzheimer/ Demencia senil: Al igual que lo hace el cuerpo, el cerebro también


envejece. La consecuencia es la degeneración celular, que puede derivar en
Alzheimer o demencia senil.

Párkinson: Se trata de otra enfermedad neurodegenerativa como las


anteriores. En este caso, causada por la pérdida de neuronas.

Problemas de vista/oído: A partir de una edad, es frecuente perder algo de


vista, incluso de oído. Por eso, las personas mayores de 65 años deben
hacerse una revisión todos los años. Con respecto a la vista, los problemas
más comunes son: glaucoma, presbicia, miopía, cataratas y tensión ocular.

Hipertensión: La presión arterial alta es otro de los problemas asociados a la


edad. No hay que tomársela a la ligera, pues puede ocasionar enfermedades
mucho más graves, como un ataque cardíaco. Por eso es fundamental que las
personas mayores se realicen chequeos médicos periódicos y adopten hábitos
de vida saludables.

Infarto: Ya que hablamos de problemas de corazón, es importante recordar


que los infartos son una de las principales causas de fallecimiento entre los
mayores de 65 años.

Agrandamiento de próstata: Muy común también entre los hombres de la


tercera edad es la hipertrofia de próstata. Lo que en principio es solo una
dificultad para orinar, puede derivar en cálculos renales, infecciones graves e,
incluso, cáncer de próstata. Para prevenir esta enfermedad geriátrica, los
especialistas recomiendan beber agua antes de irse a dormir, no beber alcohol
y reducir la ingesta de cafeína.

Osteoporosis: Una de las causas de que las personas mayores sufran


fracturas fácilmente es por la pérdida de minerales como el calcio en los
huesos. Para prevenir la osteoporosis es necesario incluir el calcio en nuestra
dieta y realizar ejercicio.

En un proceso de envejecimiento normal, el individuo se va adaptando sin


problemas a su nueva situación. Sin embargo, en incontables ocasiones surgen
durante el envejecimiento problemas de salud que implican de igual modo
disfunciones cognoscitivas y/o psicológicas.

Caso Clínico

Trastorno bipolar / esquizofrenia comórbido con patología de cáncer.

Mujer de 78 años, separada desde hace 26 años y madre de dos hijos, tiene
estudios primarios, ha trabajado desde muy joven y vive con su hijo de 40 años
(quien hace unos años ha vuelto a casa tras separación conyugal y diversa
problemática laboral y legal) y con quien tiene relaciones disarmónicas. No
tiene antecedentes psicológicos personales ni familiares.

Ingresa en la Unidad de Hospitalización de Adultos de Psiquiatría, procedente


del servicio de urgencias, donde es llevada por las fuerzas de orden público, ya
que había realizado un intento autolítico, mediante la ingesta de varios
comprimidos de fentanilo, y constaba otro intento hacia un par de días
mediante la ingesta de diazepam.  Ha verbalizado su miedo a sufrir y su deseo
de terminar con su vida (“YA NO ME IMPORTA NADA”) así́ como amenaza de
hacer daño a quien se lo impida (las fuerzas del orden público la encuentran en
su casa encerrada con un cúter en la mano y 4-5 cuchillos en su habitación).

Todo ello se circunscribe al contexto de recidiva de cáncer colorrectal, en


remisión hasta hacía unos meses, hallándose ahora en una fase paliativa del
mismo. Estaba pendiente de colocación de reservorio por parte de radiología
intervencionista para inicio de tratamiento quimioterápico. Unos días antes hay
una discusión familiar con su hija.

Al ofrecerle el paso a la sala de observación, la paciente presenta estado de


agitación con agresividad física hacia ella (se quita las vías) y verbal hacia los
demás. En este contexto se decide la instauración de contención mecánica,
coctel sedante (2 ampolla de haloperidol y 1 de levomepromacina) e
ingreso involuntario en nuestra Unidad.

La paciente en este momento describe una vivencia de intensa angustia


expresada en forma de enfado y de rabia ante la noticia de la transición a
cuidado paliativo y la espera de iniciar tratamiento, también se recoge
información acerca de la necesidad de emplear más rescates de fentanilo
sublingual en los últimos meses.

Todo ello ha modificado su patrón habitual de adaptación que hasta el


momento había estado caracterizado por espíritu de lucha ̈como lo ha sido
durante toda su vida ante otras situaciones de adversidad ̈.
A nivel psicobiográfico, es la segunda de 5 hermanos y las relaciones difíciles
han sido difíciles con su familia de origen. Sus padres ya han fallecido de
mayores (por cáncer de pulmón e ictus). Comenzó́ a trabajar a los 7 años en el
campo. Posteriormente ha tenido diferentes trabajos en hostelería. Tuvo
embarazo de soltera a los 19 años y no ha querido decirle a la hija quien es su
padre. A los 22 años se casó́ y tuvo un hijo, aunque la hija mayor convivió con
su abuela hasta los 10 años. Ha trabajado en el extranjero y ha vivido en Costa
Brava hasta su separación. Expresa sentimientos de enfado y rabia hacia su
exmarido al que reprocha haberla abandonado.

En la exploración psicopatológica al ingreso se encuentra consciente, alerta,


desorientada parcialmente en tiempo. No hay fluctuaciones en el nivel de
conciencia ni focalidad neurológica. Está poco colaboradora durante la
entrevista, se objetiva miosis sin que haya signos de abstinencia a opiáceos.
Habla en tono y ritmo normal, con discurso centrado sobre las circunstancias
traumáticas de la contención en Urgencias. Se muestra reivindicativa y
querulante. Utiliza expresiones despreciativas hacia profesionales y algunos
miembros de su familia. Predomina una conducta anómala de enfermedad, con
respecto al dolor (disforia álgica), presentando un elevado grado de irritabilidad
y perdida control de impulsos. El juicio de realidad está conservado, aunque su
actitud es de intensa suspicacia.

La adaptación a la planta fue complicada en los primeros días tanto por su


actitud (conducta de paso al acto: agresividad) como por presentar
fluctuaciones en el nivel de conciencia (se ha ajustado dosis de fentanilo al
restringir el patrón de fentanilo a demanda).

Sus hijos solo vinieron el día siguiente al ingreso y describieron un carácter


especialmente fuerte y con dificultades en la relación. “Siempre ha ido a lo
suyo”, “es demasiado rencorosa y tiene odio”. Esta información es diferente a la
que proporciona una amiga de la paciente que es quién se ha encargado de su
cuidado cuando ha estado en el Hospital y en casa. Reconoce que la paciente
tiene mucho carácter, ha trabajado día y noche para sacar adelante a sus hijos
y su nieta. Tiene manos de oro para hilvanar y hacer costura. Refiere que no
tiene cariño por parte de sus hijos, El hijo tuvo problemas legales y estuvo
mucho tiempo sin hablarle. Utiliza la convivencia con su madre para no buscar
trabajo, es un “vividor” la describe como “es una señora de los pies a la
cabeza” y una persona “muy fuerte de mente”, que tenía “manos de oro” para
hilvanar y coser.

Durante el ingreso, la actitud de la paciente ha cambiado sustancialmente, no


hay deseo de muerte ni tanta presión de sufrimiento. Mantiene su deseo de no
ser cuidada por sus hijos, pero si por su amiga u otros familiares. Desea
también ser ella quién tome autónomamente decisiones personales. Ha
recuperado su deseo de “no tirar la toalla. No tuvo visitas de los hijos, pero sí
de su amiga y de otros familiares (primos).

En este contexto de mejoría clínica, se decide el traslado a la planta de


oncología, la paciente decide seguir siendo visitada por nosotros.

DIAGNÓSTICO:

1-Reacción vivencial anómala (síndrome de Groves) en contexto de duelo por


recidiva tumoral.

2-Consumo perjudicial de fentanilo.

En el juicio etiológico se recogen como como precipitantes la recidiva, la


demora de tratamientos, las dificultades en la continuidad asistencial y
dificultades en la comunicación de noticias graves. Como mantenedores está
las relaciones intrafamiliares disarmónicas y la vulnerabilidad caracterial
propias de dificultades psico biográficas como predisponente.

TRATAMIENTO RECIBIDO:

1. Estabilizar la situación médica (Mejor control analgésico con


opioides y gabapentina).
2. Limitar uso de psicofármacos. Ninguno en plan psicofarmacológico
de alta: Fentanilo 50 mg parche; Fentanilo sublingual si precisa
200 mg.; Gabapentina 400 mg (1-1-1) .Dexketoprofeno 25 si dolor.
Omeprazol 20 mg. Laxante.
3. Intervención en crisis consiguiendo Alianza terapéutica a través de
acompañamiento y escucha terapéutica. Se facilitar trabajo de
duelo, reforzando y manteniendo su dignidad como persona y
entendiendo sus dificultades actuales y pasadas.
4. Intervención dirigida a mejorar la relación terapéutica con los
profesionales de Oncología. Se clarificaron con ellos aspectos que
les resultaban conflictivos en el entendimiento de la paciente y se
facilitó continuidad asistencial con Radiología Intervencionista y
con Oncología con quienes había habido una reacción terapéutica
negativa. Se compartió la asistencia a través de interconsulta y
también con sesión conjunta entre Servicios (Oncología y
Psiquiatría) y Unidades (UHA y Unidad de Psiquiatría de Enlace y
Psicosomática).
5. Se facilitó apoyo psicosocial a través de Trabajadora Social.
CONCLUSIÓN

A menudo las enfermedades médicas o físicas forman parte de un problema


psicológico o conductual. Pretender tratar el tema psicológico o conductual sin
contemplar el problema médico sólo conseguirá un resultado menos que
satisfactorio. Muchas personas habrían desarrollado importantes problemas
psicológicos para los que, al menos en parte, su tratamiento consistió en
corregir el problema físico. Es fundamental prestar atención a posibles
alteraciones de carácter físico o médico a la hora de diagnosticar y tratar las
alteraciones conductuales y psicológicas. Preocuparse por la problemática
médica y física reducirá las molestias y mejorará el diagnóstico y el tratamiento
de las condiciones conductuales y psicológicas.

Mejorar la salud física y tratar las enfermedades crónicas pueden prevenir los
trastornos mentales. Se ha descubierto que varias medidas preventivas y de
promoción de la salud destinadas a retrasar el comienzo de la enfermedad
física o a reducir sus posibles efectos adversos, son útiles para mejorar la salud
mental y el bienestar de las personas mayores. Las intervenciones genéricas
de promoción de la salud, que incluyen las sesiones educativas, demuestran un
efecto positivo en la salud mental.
REFERENCIAS

https://cuideo.com/blog-cuideo/enfermedades-y-patologias-en-la-tercera-edad/
Consultado el 10/03/2021

https://psicologiaymente.com/psicologia/fases-de-vejez Consultado el
10/03/2021

https://psicologiaymente.com/clinica/trastornos-psicologicos-habituales-tercera-
edad Consultado el 10/03/2021

https://lcpsicologos.com/tratamientos-psicologicos/trastornos-asociados-a-la-
vejez/ Consultado el 10/03/2021

https://www.revista-portalesmedicos.com/revista-medica/psico-oncologia-a-
proposito-de-un-caso-clinico/ Consultado el 10/03/2021

También podría gustarte