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Bien. Hola ¿cómo está, lector? Espero que bien.

Yo, algo aburrido, la verdad; buen


motor para la creatividad. Por cierto: pido disculpas si mi estilo de escritura no es de su
agrado; pero, la verdad, lo hago porque fomenta mi creatividad y también porque me
gusta leerme a mí mismo. Pero bueno… después de la innecesaria aclaración, vamos
al lio.

Siendo que voy a trabajar en una articulación de los temas de género y de


pensamiento lateral, creo que resulta oportuno definirlos. Bien. Se entiende por género
a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos
que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres; por
pensamiento lateral se entiende un tipo de pensamiento en donde se buscan
soluciones a una determinada situación a través de alternativas, diferentes a las
respuestas comunes.

Pienso que el pensamiento lateral surge al intentar encontrar, de manera creativa, una
respuesta a un problema; como en un intento de reestablece un equilibrio que produjo
un problema y que el pensamiento vertical no pudo solucionar.

También, pienso que esto del género está plagado de sesgos. Me explico: en la
realidad es muy frecuente encontrar personas (sean estas concientes o no de ello) que
poseen rasgos de ambos géneros; no hay, desde luego, una persona que posea
rasgos únicamente masculinos y únicamente femeninos, se trata de una cuestión de
grados. En la realidad no existe esa división tan taxativa de las que hablan los puristas
de esta cuestión.

Naturalmente, podríamos preguntarnos ¿cómo se hace para saber cuáles son los
rasgos propios de un género o de otro? ¿Dónde encontramos los criterios para juzgar
si un rasgo es de un género o de otro? cortemos de raíz. Si uno dice que una
institución o un ser humano pueden darnos este criterio, está cometiendo una falacia
que consiste en apelar a la autoridad. Piensen: nuestros amigos Nietzsche y Saussure
ya hablan algo de esto: todas las acciones carecen de un significado intrínseco y solo
lo obtienen un significado mediante contraste y semejanzas con otros significados; y
esto ocurre en la mente de un intérprete de esta acción que está presenciando, pero
que solo existe en cuanto la significa. Lógicamente, esa interpretación va a estar
sesgada; por dar algunos ejemplos: generalización apresurada, sesgo de
confirmación, efecto bandwagon, etc. Una vez dicho esto, es claro que, como no hay
una persona o institución que tenga el derecho de establecer estos criterios para
juzgar cuales son conductas propias de un género y cales no, se trata, entonces, de
una imposición de una interpretación de las acciones (clasificándolas de un género o
de otro) que ha obtenido cierto consenso y legitimidad por parte de su respectiva
cultura debido a que responde a intereses de otro orden. El propósito de este escrito
no es discutir o considerar esos intereses que le subyacen a la forma que toman los
criterios para juzgar si una acción es propia de un género o de otro; lo que me interesa
es demostrar que estos criterios no son absolutos y que se pueden cuestionar ya que
nadie (institución o persona) puede reclamar para sí la autoridad para imponer cuales
son los comportamientos propios de un género o de otro. ¡Este es el punto a donde
quería llegar! Esto de que nadie puede decirnos cuales son, de forma absoluta, los
comportamientos propios de un género o de otro, nos da el derecho a nosotros de
juzgar los criterios con los que se juzgan las conductas, a oponerlos, a buscar
contradicciones en ellos, etc. Es acá donde entra e pensamiento lateral, ya que este
sería el encargado de producir ideas que puedan ser utilizadas como una
interpretación creativa y original de una conducta que, debido al peso de la costumbre,
todo el mundo tacha de masculina o femenina.

Un ejemplo: se dice, comúnmente que llorar no es algo que los hombre hagan porque
eso es algo que los hace parecer débiles. Pero, pensemos esto: Si el hombre que llora
sabe de antemano que va a ser juzgado por sus pares por esa acción que ellos creen
que es de alguien débil, y aun así decide hacerlo ¿esto no es prueba de una cierta
fortaleza moral y valentía para enfrentar los severos juicios de los demás? Entonces,
desde este punto de vista, haga lo que haga el hombre que quiere llorar, ya sea que
llore o lo reprima, puede ser considerado como alguien valiente y fuerte; y, lo mejor es
que esta conclusión está basada en los mismos criterios que lo iban a juzgar en un
principio. Otra pregunta que se puede hacer es ¿Qué hay, en el acto de no llorar, que
sea indicador de valentía o fortaleza? El acto de no llorar en sí mismo no es prueba de
fortaleza, pero lo es si se relaciona con la idea de que los hombres deben permaneces
estoicos ante cualquier situación de la vida. Esta es una idea algo cuestionable; me
explico: La persona a la que nada le afecta, es porque no está comprometido con
conseguir un objetivo, las cosas les son indiferentes y no tiene el valor o la fortaleza de
arriesgarse a intentar conseguir ese objetivo a sabiendas de que puede fallar y
causarse él mismo un perjuicio que le haga sentir triste y que lo lleve a llorar.
Exponerse a este posible perjuicio; arriesgarse a conseguir un objetivo, a sabiendas
de que te puede ir mal, es algo que solo valientes, fuertes y seguros hacen. Vemos así
como no hay nada de admirable en el estoicismo que nuestra cultura pretende para
nuestros hombres.
Ejemplos como estos, hay de a montones, solo nuestra creatividad es el límite. El
pensamiento lateral nos podría ayudar a encontrar más interrogantes para estas
conductas que se pretenden propias de un hombre o una mujer. Cuestionar esos
criterios o principios con los que se juzgan las acciones de las personas no ayudara a
tener una visión más amplia y a ser más concientes de los posibles sesgos que uno
pueda tener a la hora de juzgar la acción de otro. Recordemos que pensar de forma
rígida respecto del género (con todo lo que esto implica: conductas, cogniciones,
percepciones, juicios, etc.) solo los limita y no nos permiten ir más allá de lo
estereotipado y en consecuencia las costumbres se mantienen estáticas conservando
ciertos problemas que aquejan a más de uno, pero que involucran a todos.

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