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RENOVACION CARISMATICA CATOLICA DE CARTAGENA

ESCUELA SAN PABLO – ALIANZA INSTITUTO EMAUS


NIVEL: TIMOTEO SABADOS 2020

Modulo V:
MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
CEC 2197 - 2257

CUARTO MANDAMIENTO
Iluminación Bíblica
«Honrarás a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días
sobre la tierra que el Señor tu Dios te va a dar» (Ex 20, 12).
Iluminación Doctrinal
El cuarto mandamiento ilumina las demás relaciones en la sociedad, se dirige
expresamente a los hijos en relación con sus padres, porque esta relación es la
más universa. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros
del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y
antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los
maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los empleados respecto a
sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o
gobiernan. (CEC 2199).

OBJETIVO: Inspirar a los miembros de la clase para que honren a sus


padres viviendo dignamente y expresándoles agradecimiento.

Desarrollo del tema


El cuarto mandamiento incluye una promesa para aquél que lo observa.

Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue sobre la tierra la vida que
Yahvé, tu Dios, te da. (Ex. 20,12)

¿Cuál es el sentido de este mandamiento?

Cuando hoy decimos “Honra a tu padre y a tu madre”, pensamos en las familias que
las que hemos nacido. Familias relativamente pequeñas: padre, madre e hijos. Cada
una de ellas vive su vida independientemente de la otra. En la Biblia, por el contrario.
La familia era más amplia, era lo que actualmente llamamos “la gran familia
patriarcal”. Era un conjunto de varias familias que vivían en el mismo lugar y que
estaban unidas entre sí, por lazos de parentesco. La familia de aquel tiempo
correspondía a nuestro poblado (rancho, comunidad).

El único poder o autoridad reconocida era la del faraón y de los reyes. La autoridad
de los otros venía del Faraón: venía de arriba, no venía del pueblo.
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NIVEL: TIMOTEO SABADOS 2020

En la nueva organización, la autoridad ya no venía de arriba, venía de la base de


las familias, venía de las comunidades, de las unidades menores de la organización
social. Era a partir de la base de la autoridad, subía hacia los niveles más altos.
Cada familia tenía su jefe, su “padre”. Varias familias se reunían en clan, tenían su
“más anciano”. Varios clanes se reunían en tribu tenía su jefe, su “príncipe”, como
decían ellos. Regularmente los representantes de los clanes y de las tribus hacían
sus asambleas para discutir y decidir los rumbos y la organización del pueblo. El
libro de Josué ofrece el relato de una de esas asambleas (Jos. 24.1).

Este nuevo sistema comenzó a ser introducido luego, después de la salida de


Egipto, obedeciendo a una sugerencia de su suegro, Moisés descentralizó el poder
(Ex. 8, 17-26). La base de este nuevo sistema era el respeto por la autoridad de los
“padres”, era el respeto por la comunidad. En tanto que ninguno de los diez
mandamientos pide que el rey o el jefe del pueblo sea honrado. Se dice, en cambio:
“Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolongue sobre la tierra la vida que
Yahvé tu Dios te da” (Ex. 20,15). Cuando más tarde los israelitas reintroducirían el
sistema de los reyes para poder enfrentar las amenazas de los filisteos, exigieron
que el rey se comportase como “hermano y no se levante lleno de soberbia sobre
sus hermanos” (Deut. 17, 15; 17, 20).

Con este nuevo sistema de organización, el pueblo estaba en condiciones de


controlar los abusos de poder por parte de los grandes.

La cuarta Palabra tiene una característica suya: es el mandamiento que contiene un


resultado. Dice, de hecho: “Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado
Yahveh tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas feliz en el suelo que Yahveh
tu Dios te da” (Deut. 5,16). Honrar a los padres lleva a una larga vida feliz. La palabra
“felicidad” en el Decálogo aparece solo ligada a la relación de los padres.

Esta sabiduría plurimilenaria declara lo que las ciencias humanas han sabido
elaborar sólo desde hace poco más de un siglo: que la huella de la infancia marca
toda la vida. Puede ser fácil, a menudo, entender si alguno ha crecido en un
ambiente sano y equilibrado; pero igualmente percibir si una persona viene de
experiencias de abandono o de violencia. Nuestra infancia es un poco como una
tinta indeleble, se expresa en los gustos, en los modos de ser, incluso si algunos
intentan esconder las heridas de los propios orígenes.

Pero el cuarto mandamiento dice más todavía. No habla de la bondad de los padres,
no pide que los padres y las madres sean perfectos; habla de un acto de los hijos,
prescindiendo de los méritos de los padres, y dice una cosa extraordinaria y
liberadora: incluso si no todos los padres son buenos y no todas las infancias son
serenas, todos los hijos pueden ser felices, porque alcanzar una vida plena y feliz
depende del reconocimiento justo a quien nos ha puesto en el mundo.

Pensemos en lo constructiva que puede ser esta Palabra para muchos jóvenes que
vienen de historias de dolor y para todos aquellos que han sufrido en la propia
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juventud. Muchos santos - y muchísimos cristianos- después de una infancia
dolorosa, han vivido una vida luminosa, porque, gracias a Jesucristo, se han
reconciliado con la vida.

El hombre, de cualquier historia que proceda, recibe de este mandamiento la


orientación que conduce a Cristo: en Él, de hecho, se manifiesta el verdadero padre,
que nos ofrece “nacer de lo alto” (cf. Juan 3, 3-8). Los enigmas de nuestra vida se
iluminan cuando se descubre que Dios desde siempre nos prepara para una vida
de hijos suyos, donde cada acto es una misión recibida por Él.

Nuestras heridas empiezan a ser potencialidades cuando por gracia descubrimos


que el verdadero enigma ya no es “¿por qué?”, sino “¿por quién?”, por quién me ha
sucedido esto ¿En vista de qué obra Dios me ha forjado a través de mi historia?
Aquí todo se vierte, todo resulta valioso, todo se convierte en constructivo. Mi
experiencia, aunque triste y dolorosa, a la luz del amor, ¿cómo se convierte para los
demás, en fuente de salvación? Entonces podemos empezar a honrar a nuestros
padres: con libertad de hijos adultos y con misericordiosa acogida de sus límites.
Honrar a los padres ¡nos han dado la vida! Si tú estás lejos de tus padres, haz un
esfuerzo y vuelve a ellos.

Para profundizar
Reflexión por grupo:
➢ ¿Con qué hechos concretos se puede cumplir este mandamiento?
➢ ¿Se cumple hoy a plenitud este mandamiento en el mundo de hoy? ¿Por qué?

Reflexión personal
1. Leer en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 2197-2257.
2. Selecciona el numeral que más te haya llamado la atención. Explica por qué.

Cf. = confrontar

Bibliografía
• BIBLIA DE JERUSALÉN
• PLAN DE FORMACIÓN RENOVACIÓN CARISMÁTICA DE COLOMBIA
• CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
SEGUNDA SECCIÓN
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
CAPÍTULO SEGUNDO
ARTÍCULO 4
EL CUARTO MANDAMIENTO
«Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que
el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12).

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