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Población y lugar de trabajo

DETINATARIOS DIRECTOS:
La población con la que se trabajara son un grupo de 15 mujeres de
Nacionalidad Boliviana, de una franja etérea entre 22 a 55 años.

DESTINATARIOS INDIRECTOS:
Podemos mencionar las familias de las mujeres y a la comunidad en general.

LUGAR DE TRABAJO:
Este proyecto se efectuará en los hornos de ladrillo “Puerto Argentino” en la
Localidad de Gral. Hornos partido de Gral. las Heras
Definición del problema
Las problemáticas que se presentan son varias, en primer lugar, la violencia de
género, diferenciando la violencia desde su orden cultural, al tema social por
las condiciones de vida y vulneración por la que pasan constantemente.

Trabajar el empoderamiento de la mujer una cuestión difícil citando


nuevamente los mandatos culturales que hay allí en juego, en cada familia y en
el grupo general, esto conlleva la necesidad nuestra de preguntar, conversar
con cada una de las familias, que, por supuesto tienen su propia subjetividad,
consideramos al cuidado sexual como parte configuradora del empoderamiento
de estas mujeres

Que puedan en la manera de lo posible transmitirlo a los varones que integran


el grupo sino quedaría estereotipado en ellas, ya que lo importante es poder
lograr que funcione dialécticamente en la pareja y en el grupo familiar.

Hay que entender a este empoderamiento de la mujer como una


concientización de pensarse como sujeto de derecho.

Otra problemática es la laboral ya que tanto hombres como mujeres trabajan de


manera irregular, en el sentido de lo estrictamente referido a sus derechos
como trabajadores.

Otro punto son las adicciones, también es un tema cultural y por otro lado la
situación laboral que atraviesan, expendiendo el alcohol en el mismo lugar de
trabajo, algo inaceptable.
Justificación del estudio
Nuestro trabajo de investigación de tercer año de la carrera de PSICOLOGIA
SOCIAL consiste en observar y presentar la elaboración de un proyecto , con el
objetivo principal “Fomentar los lazos sociales y el Empoderamiento de las
mujeres de la Localidad “ General hornos pertenecientes al partido de General
las Heras Prov. de Bs.As ,donde se trabajaran las temáticas de violencia de
género1, patriarcado2, roles, feminismo, medios de comunicación, habilidades
sociales, un autoestima3 positiva, conciencia crítica , toma de decisiones,
autonomía personal, sexualidad etc. ; mediante dinámicas que favorezcan la
interrelación entre las distintas mujeres, así como la creación de vínculos de
amistad y confianza que lleguen a perdurar en el tiempo, instaurando un nuevo
espacio de relación que las involucren activamente en la vida diaria de su
entorno.

Tras la realización de un análisis detallado de las características poblacionales,


nos hemos puesto en contacto con la Licenciada en Trabajo Social, Gisela
Fredres, ya que posee los conocimientos necesarios para, a partir de ella,
poder llevar a cabo las actividades que se han desarrollado en el proyecto, al
participar asiduamente en actividades en beneficio de su comunidad (con día y
hora a definir).

Antes de comenzar con la intervención, a continuación, se va a enmarcar el


proyecto dentro de la temática del empoderamiento y de los distintos conceptos
relacionados con el feminismo, como son la perspectiva de género 4 y el
patriarcado, teniendo en cuenta la subordinación que han sufrido y sufren las
mujeres durante toda la historia y en todas las culturas. La Educación Social es
esencial en este proyecto puesto que se pretenden ofrecer otros modos de vida
para las mujeres, abriéndoles los ojos ante la problemática del patriarcado y
sus consecuencias, trabajando su prevención desde la educación en base a
valores, así como la concientización y capacidad crítica.

El empoderamiento5 de las mujeres es un proceso por medio del cual se


pretende incrementar su capacidad de configurar sus propias vidas y su
entorno, trabajándolo desde la identidad y la autonomía personal, ofreciendo
información sobre sus derechos y transformando los modelos tradicionales del
sistema patriarcal.

Esta intervención tendrá lugar a cuatro estudiantes de Psicología Social de


(tercer año) con roles rotativos como; coordinador, co-coordinador y
observador, tendrán en cuenta las características individuales y grupales de las
participantes, adaptando las actividades y haciéndoles partícipes de todo el
proceso.

Las actividades tendrán un objetivo educativo y, además, se mostrarán otros


procesos de empoderamiento para, así, llegar a transformar los modelos
tradicionales de cómo deben ser los hombres y las mujeres.

Se utilizarán diversas técnicas lúdicas; una de sus características principales


es que pueden ser modificadas y adaptadas, en función de las particularidades
y el número de participantes.

Las cuales se trabajarán usando el juego y la creatividad para conocer el sentir


individual pero también el sentir vincular y el sentir con el otro, para eso
indagamos el cómo se están relacionando con las familias y su entorno, porque
podemos transformar, modificar, revertir ese “ACOMPAÑAR” donde este grupo
de individuos sigue teniendo ganas de HACER, SENTIR y de VIVIR,
respetando sus tiempos y posibilidades, por eso usamos tres ejes:

 CONTENCION
 DISTRACCION
 DIVERCION

Estos tres ejes nos permitieron ayudar a ver las diferentes necesidades
cognitivas del grupo de mujeres pudiendo espesar ellas las emociones, sus
miedos, recuerdos y sus ganas de continuar de una manera distinta a la
habitual. En este entramado vincular comprobamos que ellas responden
operativamente bien de forme correcta y ordenada, elevando el autoestima y
alegría. Nuestra tarea también consistió en re-crear, porque nos dimos cuenta
que crear es lograr que el sujeto sea producto de su salud y bienestar, a su vez
estas necesidades y los diferentes factores motivan a las personas de acuerdo
a su importancia y la capacidad de motivación y al ir satisfaciendo sus
necesidades básicas, surge el CAMBIO.

Para concluir, se muestran las diferentes técnicas de evaluación y seguimiento


que se deben utilizar para el correcto desarrollo del proyecto y la posible
detección de problemas o necesidades de las destinatarias, así como el
presupuesto.

1
Violencia de género – La violencia de género es un tipo de violencia física, psicológica o sexual
ejercida contra cualquier persona o grupo de personas sobre la base de su sexo o género que impacta de
manera negativa en su identidad y bienestar social, físico, psicológico o económico
2
Patriarcado – Predominio o mayor autoridad del varón en una sociedad o grupo social

3
Autoestima – Aprecio o consideración que uno tiene de sí mismo.

4
Perspectiva de género-El concepto de incorporación de la perspectiva de género ha sido definido
como "la integración de la dimensión de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en todas
las políticas y acciones"
Identidad personal. La identidad personal es la percepción individual que una persona tiene sobre sí
misma; es la conciencia del existir. Son una serie de datos que se adquieren a lo largo de la vida, capaces
de moldear el patrón de conducta y la personalidad.

5
Empoderamiento – Adquisición de poder e independencia por parte de un grupo social desfavorecido
para mejorar su situación

Objetivos de la investigación
Objetivo general
 Fomentar la construcción de lazos culturales y el Empoderamiento de
las mujeres de nacionalidad boliviana para prevenir la violencia de
genero atreves de la escucha, mediante juegos y técnicas lúdicas.

Objetivos específicos
 Facilitar un ambiente de confianza y comunicación donde las mujeres
puedan relacionarse y expresarse, creando lazo de amistad y de apoyo.
 Desarrollar las habilidades sociales y de comunicación de las mujeres.
 Promover la mejorar de la autoestima y auto-concepto por las mujeres.
 Visibilizar la población inmigrante, especialmente la femenina y
promover interacciones positivas para la inclusión social.
 Potenciar el empoderamiento de las mujeres para prevenir la violencia
de genero.
 Reflexionar y analizar las consecuencias del Patriarcado en nuestra
sociedad.
 Promover la igualdad de género.
 Tratar a todos los hombres y mujeres de forma equitativa en el trabajo;
respetar y defender los derechos humanos y la no discriminación.
 Empoderamiento de las mujeres para prevenir la violencia de género
 Evaluar y difundir los progresos realizados a favor de la igualdad de
género

Planteamiento científico del problema


Las mujeres bolivianas que se desplazan hacia Argentina son víctimas de
diferentes prácticas de discriminación y exclusión por su condición de mujeres
y de migrantes, por su pertenencia de clase y su origen étnico. Si bien en los
testimonios recogidos las mismas migrantes perciben la existencia de cambios
en ciertas pautas culturales y expectativas en relación a sus contextos de
origen, esto no simboliza cambios profundos en los roles y relaciones de
género. La exclusión, la subordinación y la discriminación en todos los espacios
de la sociedad siguen siendo las problemáticas más significativas que padece
este sector de la población en la Argentina. ARIZA Marina, Ya no soy la que
dejé atrás…Mujeres migrantes en República Dominicana, México, Instituto de
Investigaciones Sociales, Editorial Plaza y Valdés, 2000.

Al mismo tiempo, los contextos socio-culturales de partida de la población


migrante deben ser considerados a la hora de analizar los cambios y
continuidades en las relaciones de género. En efecto, las relaciones de género
son fruto de un determinado sistema cultural y no pueden ser analizadas sin
tener en cuenta el contexto histórico, económico, político, religioso, entre otros,
en el que se desarrollan (Gregorio, 1997: 164). Teniendo en cuenta esta
perspectiva, y en relación a los testimonios de los migrantes bolivianos que
viven en Córdoba, existen percepciones claras sobre los roles que le caben a
las mujeres, y las responsabilidades sociales que hombres y mujeres poseen
tanto en la unidad familiar como en la sociedad. El rol del hombre como “jefe de
la familia” y la persistencia de relaciones de género asimétricas en el ámbito
familiar aparecen en los testimonios de hombres y mujeres bolivianas
migrantes.  Dice Roberto, “Los hijos y la esposa están pendientes de que dirá
el jefe de familia. El hombre es quien toma la decisión, aunque lo conversa con
la familia, con la señora y con los hijos”.

Esta característica presente entre las mujeres bolivianas se traslada a la


comunidad de destino una vez que migran, y si bien se producen cambios
como consecuencia del proceso migratorio, conservan prácticas socio-
culturales que promueven el mantenimiento de determinados roles de género.
Ciertos papeles establecidos para las mujeres dentro de la unidad familiar y la
sociedad, en especial aquellos relacionados con el cuidado de los “otros” en el
ámbito de la familia como una obligación moral, y con la preservación de
pautas culturales específicas que permean la asignación de roles, expresan
una continuidad en las dimensiones de género en la nueva sociedad de
residencia. Sin embargo, a pesar del mantenimiento de muchas costumbres y
tradiciones, esto no significa que estas identidades permanezcan inalterables.
Por el contrario, el contacto con otros contextos socio-culturales puede
provocar cambios importantes en la propia identidad y en ciertas tradiciones
que importan desde sus países de nacimiento. El contacto y la inserción en la
sociedad de llegada parecen también influir, si bien no para las desigualdades
en las relaciones de género, si para desafiar algunas costumbres y pautas
culturales del país de origen y replantearse ciertas funciones en la nueva
sociedad de destino.

En esta línea, Caggiano (2003) sostiene que los contextos pos migratorios
suelen ofrecer a los migrantes la posibilidad de contrastar sus formas
convencionales de percibir y valorar sus experiencias con otras formas de
percepción y valoración, y como el género, en tanto eje identitario, puede ser
significado y experimentado de manera original. En esta misma perspectiva,
Vila (1993) afirma que al cambiar su país de residencia los inmigrantes se
están exponiendo a un nuevo juego de expectativas acerca de sus actitudes y
comportamientos, expectativas que deben tener en cuenta en sus acciones
cotidianas, construyendo una nueva identidad que tenga sentido en su nuevo
entorno social. La identidad, de esta manera, es provisoria y en constante
redefinición.

Como sugieren también Grisón y Godoy-Anativia (2003), en los procesos


migratorios la gente transforma sus cuerpos, su vestimenta, sus formas de
hablar, sus ideologías y sus prácticas culturales. Si es allí donde a veces
emerge con potencia el deseo de “mantener la tradición” es porque es en esa
precisa situación donde necesariamente se ven trastocadas y, por ello mismo,
hipervaloradas.  

De esta manera, la migración puede resignificar las propias experiencias y


prácticas culturales importadas desde los países de orígenes. No obstante,
muchas veces las transformaciones de determinadas costumbres no tienen que
ver con la redefinición de ciertas prácticas culturales sino con mecanismos para
evitar la discriminación que sufren en el nuevo entorno de residencia.

En este sentido, los cambios en las relaciones y roles de género demandan


modificaciones en otras formas de reproducción de las múltiples desigualdades
sociales. Los testimonios de las mujeres bolivianas expresan como el contexto
posmigratorio ha generado ciertos cambios en la percepción sobre
determinados roles, costumbres y tradiciones del lugar de partida. No obstante,
estas transformaciones no representan ni un abandono de prácticas culturales
importadas desde sus comunidades natales, ni la eliminación de la
subordinación y exclusión social presente en contextos familiares y sociales en
los nuevos ámbitos de residencia.

Además de los aportes económicos que realizan, las mujeres bolivianas, tanto
en Bolivia como en Argentina, contribuyen a la reproducción de sus identidades
culturales. El manejo del ámbito doméstico y de la dieta, la enseñanza de la
lengua materna, la inserción en cierto tipo de actividades étnicamente
características y el manejo de su vestimenta, entre otros aspectos, otorgan a
las mujeres bolivianas un papel fundamental en la reproducción cultural
(Venencia y Karasik), cuestión presente en los testimonios anteriormente
citados. Los migrantes tienden a reproducir aquellos patrones culturales que les
permiten preservar su identidad cultural, especialmente en contextos de
discriminación y exclusión. Pero al reproducir estas prácticas en espacios
socio-culturales diferentes, reinventan en muchos casos su identidad.

Si bien las mujeres bolivianas migrantes son víctimas de mecanismos que


intensifican la desigualdad social, como consecuencia de la articulación de las
dimensiones de género, etnia y clase, no debe desconocerse la importancia del
papel que desempeñan en el proceso migratorio. Al contrario, es necesario
abandonar cualquier explicación que intente invisibilizarlas o concebirlas como
actores pasivos, ya que ocupan un lugar central en este fenómeno, adquiriendo
un protagonismo fundamental no sólo como sustento económico del hogar sino
también como principales promotoras de las prácticas y costumbres que
permiten la reproducción de la identidad cultural de su comunidad de origen, y
como impulsoras del asentamiento permanente en el lugar de llegada.

Empoderamiento
Se encuentran referencias al concepto de empoderamiento desde la década de
los 60 en el movimiento afroamericano y en la teoría de la conciencia crítica de
Paolo Freire. Más tarde, diferentes movimientos sociales, entre los que destaca
el movimiento feminista, reivindican este concepto como fortalecimiento de la
autoestima, la confianza y las elecciones en la propia vida de forma individual.
Por otra parte, el empoderamiento a través de un proceso colectivo va a
permitir influir en los cambios personales y sociales, especialmente en los
referentes a las relaciones entre mujeres y hombres.

En la Conferencia Mundial sobre las Mujer de las Naciones Unidas de Pekín


(1995) exponen que “el empoderamiento de las mujeres y su plena
participación en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad,
incluida la participación en los procesos de toma de decisión y el acceso al
poder, son fundamentales para alcanzar la igualdad, el desarrollo y la paz».

Podemos definir empoderamiento como el poder que poseen las mujeres sobre
los recursos y las decisiones que afectan a su propia vida. Existen dos modos
de ponerlo en marcha:
➢ De forma individual, lo que supone un proceso de toma de conciencia
personal sobre sí misma y su propio poder.

➢ De modo colectivo, como parte de un proceso en el cual unos conjuntos de


mujeres se relacionan con un objetivo o interés común.

El trabajo grupal como herramienta para el cambio es una de las formas más
eficaces para recuperar la salud física, mental y social de las mujeres en
situaciones de violencia y/o factores de vulnerabilidad social (baja autoestima,
bajo nivel cultural y económico, problemas en las relaciones afectivas, etc.) El
espacio que se construye para la reflexión, las relaciones, el apoyo y la
compañía en los procesos personales de cada una, en un entorno seguro y
agradable, permiten:

● Expresar la experiencia vivida

● Exteriorizar sentimientos, deseos, dificultades e inquietudes.

● Entender la conexión entre la pérdida de salud y la violencia de género.

● Aprender a administrar un tiempo propio para el autocuidado y el desarrollo


personal.

● Establecer relaciones y redes de apoyo.

● Desarrollar habilidades para prevenir y enfrentar a las diferentes formas de


violencia.

● Aprender relaciones de buen trato, incorporando el buen trato hacia una


misma.

● Desarrollar la autoconfianza y la autoestima personal y colectiva.

● Reflexionar y cuestionar los mandatos tradicionales de género.

● Elaborar un proyecto de vida propio.

El hecho de participar, exponer, escuchar, interiorizar sus propias vivencias e


historia y la de las demás, les ayuda a entender qué les ha ocurrido en sus
relaciones afectivas, cómo han vivido la violencia, qué tiene que ver con ellas y
los otros.

Vivimos en una sociedad en la cual los estereotipos están muy marcados,


donde los hombres (género masculino) deben ser agresivos, autoritarios,
valientes, arriesgados, poco afectivos, etc.; y las mujeres (género femenino)
han de ser tiernas, pasivas, cuidadoras, débiles, muy afectivas, dependientes,
etc. Las relaciones están basadas en el poder y dominación del hombre sobre
la mujer, relaciones donde la violencia física y psicológica es el instrumento de
relación.

La intervención con mujeres se proyecta como un proceso, empezando por el


momento en el que toman conciencia de su situación personal y se plantean un
cambio positivo, hasta las pautas de actuación que se plantean para lograr
avances.

Así, el grupo se erige como un referente de apoyo para la construcción y


reconstrucción de vidas que han estado abandonadas por sus propietarias. El
grupo como referente para posibilitar esta construcción entre iguales que han
vivido situaciones similares, pero cada una desde su diferenciación individual.

El término empoderamiento se vincula con otros términos como el


fortalecimiento, la potenciación, el re empoderamiento o el apoderamiento, y
con él se introduce la noción de poder no solo como fenómeno social, sino
también como variable psicológica. A su vez, el empoderamiento no solo es un
concepto operativo, sino que también representa un valor que es la base de la
transformación cultural (Sánchez Vidal, 2013). Según Matón (2008), el
escenario comunitario que favorezca el empoderamiento debe reunir ciertas
condiciones, entre las que se encuentran: el sistema de creencias en base al
grupo, las actividades centrales que desarrolla la comunidad, el ambiente que
favorece las relaciones, la estructura de oportunidad para el ejercicio de roles,
liderazgo, cambio, así como el funcionamiento del escenario comunitario. Este
último autor señala que existen cuatro áreas de dominio para el
empoderamiento. La primera área se refiere al empoderamiento que llevan a
cabo los adultos y que les permite superar dificultades individuales. La segunda
área de dominio tiene que ver con el empoderamiento que los jóvenes son
capaces de promover ante circunstancias adversas de desarrollo, realización y
ejecución. La tercera área de dominio hace referencia al empoderamiento de
los ciudadanos en comunidades empobrecidas, tomando acciones para
mejorar las comunidades en las que viven. Y la cuarta área de dominio del
empoderamiento se enfoca al empoderamiento histórico de ciudadanos
oprimidos que resisten y desafían a la sociedad, la cultura y las instituciones
(Maton, 2008). El empoderamiento es considerado el proceso mediante el cual
las personas, organizaciones y comunidades logran control sobre sus asuntos.
Es así que las personas, organizaciones o grupos más impotentes y
marginados se dan cuenta de la función del poder dentro del contexto de sus
vidas, y desarrollan habilidades y capacidades para mejorar el control de las
mismas. Este control puede ser ejercido sin perjudicarlos derechos de los
demás. Asimismo, involucra cambios en la identidad y en la autopercepción de
las personas. Generalmente cuando un individuo o grupo se empoderan, se
apoya en la comunidad para la transformación de su entorno según sus
necesidades y aspiraciones, así como para sí mismos (Montero, 2009a). El
empoderamiento es un proceso y puede tener el carácter de un resultado.
Ambas condiciones conferidas al empoderamiento se generan en las
interacciones entre las personas, en donde el resultado es el inicio de una
nueva fase del proceso de empoderamiento y, por consiguiente, resulta muy
difícil establecer una clara diferenciación del empoderamiento como proceso o
como resultado. Sin embargo, es precisamente este carácter dinámico el que
hace que entornos en donde prevalecen individuos empoderados, se
conviertan en entornos empoderadores, lo cual es atribuible a la influencia del
entorno. En este caso, el empoderamiento psicológico ha sido teorizado de
acuerdo con una perspectiva ecológica de desarrollo que ubica el análisis del
empoderamiento desde un punto de vista psicológico, organizacional y
comunitario, que se verá afectado por el contexto ecológico o cultural en que se
manifiesta. Por ello, los entornos son los que matizarán la naturaleza del
mismo. Finalmente, el empoderamiento psicológico variará de acuerdo con el
tiempo, su condición no es estática, por lo que puede mermarse o
incrementarse (Christens, 2012a; Frain, Tschopp & Bishop, 2009). El
empoderamiento, además de abarcar las autopercepciones de competencia,
incluye el compromiso activo dentro de la comunidad, la comprensión de su
entorno sociopolítico, el aprendizaje sobre los agentes de control y la acción
para influenciar a esos agentes. De acuerdo con una red nomológica de
empoderamiento, en un nivel individual de análisis se encuentra el
empoderamiento psicológico (Maton, 2008; Montero, 2009a), el cual es definido
como un sentido de competencia personal, un deseo o disponibilidad por tomar
acciones en dominios públicos que se correlaciona negativamente con la
alineación y positivamente con el liderazgo. El empoderamiento psicológico se
compone por dimensiones como son la personalidad, los aspectos cognitivos y
los aspectos motivacionales del control personal, la autoestima, la toma de
decisiones, y la autoeficacia (Bennett & Chapman, 2010; Montero, 2009b;
Wang, Chen & Chen, 2011); así como por percepciones de control y
autoeficacia en la esfera sociopolítica (Peterson et al., 2006). La participación,
el control y la conciencia crítica son los resultados producidos por el
empoderamiento psicológico según Peterson y colaboradores (2006), lo que se
testifica colectivamente con el ejercicio de cada individuo empoderado. Se han
contemplado cuatro componentes del empoderamiento psicológico: el emotivo
o intrapersonal, el cognitivo o interaccionan, el de comportamiento y el
interpersonal o relacional (Christens, 2012b). El componente intrapersonal se
refiere a la capacidad percibida por el ser humano para influir en los sistemas
sociales y políticos. Esta autopercepción incluye un dominio específico del
control percibido, el auto concepto, la autoeficacia, autoestima, la motivación
para ejercer control y los sentimientos de competencia que alentarán a las
personas a actuar y participar (Christens, Speer & Peterson, 2011b; Speer,
Peterson, Armstead & Allen, 2013). En el plano individual el empoderamiento
incluye además comprensión del ambiente sociopolítico (Peterson et al., 2006).

Los mecanismos asociados a estos fueron la autoeficacia, la


autodeterminación, la autonomía, el pensamiento independiente, el miedo al
éxito y la identificación de necesidades de cambio. Estos autores diferencian la
agencia personal del empoderamiento, al señalar que la primera repercute
internamente en el individuo y el segundo impacta el exterior. La literatura
científica no ha permitido corroborar tal diferenciación y por el contrario se ha
encontrado que el componente intrapersonal del empoderamiento se integra
por variables que impactan internamente o externamente al individuo (Peterson
et al., 2006;

Para los ciudadanos, el empoderamiento de las comunidades se realiza


mediante la participación social que conduce a la toma de decisiones. A su vez,
es posible que la ciudadanía se oriente hacia ciertas acciones de recopilación y
de análisis de información que la conducen a tomar riesgos o beneficios que
las mismas acciones conlleven. Sin tener la posibilidad de delimitar el orden
secuencial entre la toma de decisiones y la participación, social es innegable
que ambos procesos logran persuadir a las autoridades gubernamentales y
posibilitan que los ciudadanos desempeñen un papel activo La teoría de
empoderamiento reconoce que el ajuste entre las características individuales
(por ejemplo la raza o los ingresos) y los procesos potencialmente
empoderadores pueden tener efectos vitales para el desarrollo de los
resultados del empoderamiento. En un primer hallazgo se encontró que la
participación social contribuye con el empoderamiento intrapersonal
(empoderamiento emocional) en grupos con diversidad de ingresos
económicos

Mientras que en un segundo hallazgo se observó que los grupos de bajos


ingresos muestran interacción entre la participación social y el componente de
empoderamiento cognitivo. Estos dos hallazgos son una especificación de los
diferentes resultados del empoderamiento, ya que previamente se había
señalado que la participación social antecede al empoderamiento (Speer et al.,
2013). Speer y colaboradores (2013) señalan que existen diferencias en el
mecanismo de participación que se desarrollan de acuerdo con el género, de
tal forma que personas con puntaje alto en empoderamiento del sexo
masculino son más tendientes a participar en las funciones o roles que son
representativos para los demás. Asimismo, los puntajes de empoderamiento
altos siendo del sexo femenino se asocian con el compromiso con otros, en los
procesos de toma de decisiones organizacional. Conforme a todo lo expuesto,
la presente investigación tiene como objetivo identificar dos componentes de la
teoría de empoderamiento mediante la aplicación de una encuesta de opción
múltiple, así como especificar la influencia que prevalece entre el componente
intrapersonal y el componente de comportamiento.

Ley 348 contra la violencia hacia las mujeres


bolivianas, identifica distintos tipos de violencia,
además de tipificar el feminicidio

la Ley 348 en el que destaca que la norma define la “erradicación de la


violencia como un tema de prioridad nacional y como un problema de salud
pública, desde un enfoque de prevención, protección de las mujeres en
situación de violencia y la sanción de los agresores”, indica en su sitio web.

Detalla que en la Ley 348 se establecen nuevos tipos penales, además del
feminicidio, está el acoso sexual, la violencia familiar, la esterilización forzada,
el incumplimiento de deberes, actos sexuales abusivos y se define que hay 16
formas de violencia en contra de la mujer, de las que destacan.

Violencia física: Es toda acción que ocasiona lesiones y/o daño corporal,
interno, externo o ambos, temporal o permanente, que se manifiesta de forma
inmediata o en el largo plazo, empleando o no fuerza física, armas o cualquier
otro medio.

Violencia feminicidio: Es la acción de extrema violencia que viola el derecho


fundamental a la vida y causa la muerte de la mujer por el hecho de serlo.

Violencia psicológica: Es el conjunto de acciones sistemáticas de


desvalorización, intimidación y control del comportamiento, y decisiones de las
mujeres, que tienen como consecuencia la disminución de su autoestima,
depresión, inestabilidad psicológica, desorientación e incluso el suicidio.

Violencia mediática: Es aquella producida por los medios masivos de


comunicación a través de publicaciones, difusión de mensajes e imágenes
estereotipadas que promueven la sumisión y/o explotación de mujeres, que la
injurian, difaman, discriminan, deshonran, humillan o que atentan contra su
dignidad, su nombre y su imagen.

Violencia simbólica y/o encubierta: Son los mensajes, valores, símbolos,


íconos, signos e imposiciones sociales, económicas, políticas, culturales y de
creencias religiosas que transmiten, reproducen y consolidan relaciones de
dominación, exclusión, desigualdad y discriminación, naturalizando la
subordinación de las mujeres.

Violencia contra la dignidad, la Honra y el Nombre: Es toda expresión verbal o


escrita de ofensa, insulto, difamación, calumnia, amenaza u otras, tendenciosa
o pública, que desacredita, descalifica, desvaloriza, degrada o afecta el
nombre, la dignidad, la honra y la reputación de la mujer.

Violencia sexual: Es toda conducta que ponga en riesgo la autodeterminación


sexual, tanto en el acto sexual como en toda forma de contacto o acceso
carnal, genital o no genital, que amenace, vulnere o restrinja el derecho al
ejercicio a una vida sexual libre segura, efectiva y plena, con autonomía y
libertad sexual de la mujer.

Violencia en el ejercicio político y de liderazgo de la mujer: Es toda acción u


omisión de servidoras o servidores públicos o de personal de instituciones
privadas, que implique una acción discriminatoria, prejuiciosa, humillante y
deshumanizada que retarde, obstaculice, menoscabe o niegue a las mujeres el
acceso y atención al servicio requerido.

INE – La Paz, 17 de febrero de 2018.-Según datos de la Encuesta


de Prevalencia y Características de la Violencia contra las Mujeres
(EPCVcM)
En el ámbito privado 393.370 mujeres vivieron algún episodio de violencia por
parte de su enamorado, novio, o ex pareja, que representa 51,9% de un total
de 757.408 mujeres solteras de 15 años o más edad a nivel nacional.

El tipo de violencia más común es la psicológica, donde el agresor controla a


su pareja en su forma de vestir, en sus amistades y horarios, entre otros, este
alcanza a 46,5% de las mujeres solteras; 21,2% sufrió violencia sexual; 16,8%,
violencia física y 12,2%, violencia económica, todas estas agresiones fueron
cometidas por su enamorado o ex enamorado.

Estadística – EPCVcM 2016 Nota:


Se considera a las mujeres solteras que tienen o han tenido una relación
sentimental, pero no se casaron ni convivieron en pareja, sin hijos. En el ámbito
laboral, las mujeres que alguna vez estuvieron unidas como pareja y que aún
terminada su relación continúan siendo agredidas por su ex pareja, constituye
el grupo de mujeres con mayor vulnerabilidad por su situación de mujeres
solas, es decir 66 de cada 100 mujeres divorciadas viudas o separadas
afirmaron que sufrieron alguna forma de violencia.

MUJERES AGREDIDAS EN EL ÁMBITO LABORAL POR


SITUACIÓN CONYUGAL, 2016 Fuente: Instituto Nacional de
Estadística – EPCVcM 2016
El trabajo es una manera importante para relacionarse y la calidad de ello
refleja los modos de su organización y distribución jerárquica, por lo que la
violencia laboral causa serios trastornos en el desarrollo profesional y personal
de la afectada. Esta situación tiene efectos negativos diversos en la psique y el
cuerpo de la mujer, que varían en intensidad, pero se traducen comúnmente en
baja autoestima y mala salud. La violencia en el ámbito laboral se basa en el
abuso de poder por parte del jefe o empleador, compañero de trabajo, cliente u
otro (familiares de los jefes), en general, por toda aquella figura que represente
alguna autoridad, pero también por compañeros. La principal violencia en este
ámbito es ejercida por el jefe o patrón con 44,9%, seguido por el compañero de
trabajo y cliente con 39,6% en ambos casos.

MUJERES AGREDIDAS EN EL ÁMBITO LABORAL POR TIPO DE


AGRESOR, Fuente: Instituto Nacional de Estadística – EPCVcM
2016
El objetivo general de la EPCVcM, es generar información estadística sobre la
magnitud de los distintos tipos de violencia de género (física, psicológica,
sexual y patrimonial) que sufren o han sufrido las mujeres, tanto en el ámbito
público (educativo, laboral y social) como en el privado (hogar, familia, relación
de pareja); sobre el conocimiento o búsqueda de servicio e instancias de
justicia para enfrentar la violencia; y sus percepciones sobre la respuesta
institucional.

Se entrevistaron a mujeres de 15 años o más de edad. Las principales


variables de investigación fueron la Violencia Psicológica, Violencia Física,
Violencia Sexual y Violencia Económica; todas tipificadas por normativa
internacional y normativa nacional-constitucional. El tamaño de la muestra
ejecutada fue de 7.241 viviendas particulares con ocupantes presentes.

BOLIVIA: Estadísticas contribuirán a la lucha contra la violencia


hacia las mujeres
Virginia Velasco, Ministra de Justicia; Fernando Pereira, Director del Instituto
Nacional de Estadística y Claudia Kilp, representante de la Embajada de la
República Federal de Alemania, durante la presentación de los resultados
preliminares de la encuesta.

Bolivia es uno de los países de la región con mayores índices de violencia


hacia la mujer. Pero, ¿qué tipos de violencia sufren las mujeres y con qué
frecuencia? ¿En qué ámbitos es más común que una mujer boliviana sea
agredida? Más de 7.000 hogares bolivianos dan respuesta a estas preguntas
en la primera Encuesta de Prevalencia y Características de la Violencia contra
las mujeres realizada en el país. El Ministerio de Justicia y el Instituto Nacional
de Estadística presentaron los primeros resultados de este estudio, realizado
con apoyo de la Cooperación Alemana, implementada por la GIZ.

A través de esta encuesta, el Estado boliviano apuesta por obtener


información estadística sobre las condiciones y variables relacionadas con la
violencia de género. Esta información permitirá comprender mejor el fenómeno
y diseñar políticas públicas destinadas a combatirlo.

“Uno de los retos más importantes del Estado es contar con datos y
estadísticas sobre violencia contra mujeres. De esta manera podremos orientar
mejor nuestros esfuerzos (…) Por eso creemos que uno de nuestros logros
más importantes es haber realizado esta encuesta, coordinando con la
Cooperación Internacional y el Instituto Nacional de Estadística”, comentó la
Ministra de Justicia, Virginia Velasco.

Desde 2015, la Cooperación Alemana, implementada por la GIZ a través de su


Programa Regional “Combatir la Violencia contra las Mujeres en Latinoamérica”
Como Mujer, asesora al Ministerio de Justicia en el diseño y aplicación de la
Encuesta. Además del aporte técnico y financiero de Alemania, la Encuesta fue
financiada por el Tesoro General de la Nación y la Cooperación Española

– AECID. En América Latina, solo Ecuador y Uruguay cuentan con


estudios similares.
Ministra de Justicia presenta avances en la lucha contra la violencia hacia la
mujer en el país.

Datos preliminares Según los primeros datos presentados por el Instituto


Nacional de Estadística, una de cada tres mujeres justifica la violencia de
género en Bolivia. Esta tendencia es más común en el área rural que en las
ciudades, donde las mujeres se encuentran más empoderadas.

Para Irma Campos, Coordinadora Nacional del Programa Como la Mujer en


Bolivia, los resultados preliminares reflejan los roles y estereotipos presentes
en la sociedad boliviana. “Disminuir la violencia contra la mujer es tarea de
todas y todos (…) Con los datos oficiales podrán tomarse acciones concretas
para prevenirla y combatirla. Las medidas de sensibilización y educación son
muy importantes en ese sentido”, manifestó por su parte Fernando Pereira,
Director del Instituto Nacional de Estadística.
La encuesta fue realizada en 7.245 hogares durante los meses de septiembre,
octubre y los primeros días de noviembre. Las preguntas fueron elaboradas
con asesoramiento de Como la Mujer e indagan en las situaciones y tipos de
violencia, tanto en el ámbito público como privado. La investigación mide
también la conformidad de la mujer con la respuesta de las instituciones ante
los casos de violencia denunciados. Actualmente, un equipo de estadistas
analiza los resultados, que serán presentados durante los próximos meses.

Algunos resultados iniciales presentados en el marco del 25 de


noviembre:
Indicador de libertad de decisión de las mujeres (Mide la capacidad de
injerencia de la mujer en la toma de decisiones personales y familiares)

Las entrevistadas del área urbana se encuentran más empoderadas en la toma


de decisiones, en comparación con mujeres del área rural, en situaciones
como: trabajar o estudiar, comprarse cosas para ella, salir de casa, hacer
amistades y uso de métodos anticonceptivos.

Tanto en área urbana y rural, las mujeres se encuentran menos empoderadas


en la toma de decisión sobre la vida social, política de su comunidad y cuando
tener relaciones sexuales.

Las mujeres sin condición de violencia en los últimos 12 meses se encuentran


más empoderadas que aquellas que presentan situaciones de violencia.

Indicador de justificación de la violencia contra las mujeres (Mide el grado en


que las mujeres justifican la violencia física, entendiéndola como una conducta
normal en determinadas circunstancias)

Unas de cada tres mujeres justifican la violencia física hacia las mujeres por
infidelidad de la mujer, por no obedecer a su pareja, por no cuidar bien a los
hijos e hijas, por faltar el respeto a su pareja, por salir mucho o por hablar con
otros hombres.

Las mujeres del área rural en mayor porcentaje, naturalizan y justifican la


violencia física contra ellas, en relación a las mujeres del área urbana.
Marco teórico del Proyecto
El verbo inglés “to empower” (autorizar, facultar, dar poder) y su derivado, el
sustantivo “empowerment” (acción y efecto de autorizar, facultar, dar poder),
habitualmente son trasladados al castellano bajo los términos “empoderar” y
“empoderamiento”. Ambas palabras no estaban autorizadas por la
Real Academia Española, que utilizaba en su lugar “apoderar” y
“apoderamiento”. Así, por ejemplo, cuando decimos “apoderado”, uno de sus
significados es el de una persona que “tiene el poder” para realizar algo.
De todas formas, la próxima edición del Diccionario Español incluirá el verbo
“empoderar” con la siguiente traducción:” Hacer poderoso o fuerte a un
individuo o grupo social desfavorecido”. Y también figurará el sustantivo
“empoderamiento”.

 El término Empoderamiento se emplea especialmente para referirse al proceso


mediante el cual las personas pertenecientes a un grupo minoritario o
desfavorecido no solo toman conciencia de la situación social en que viven,
sino que además se fortalecen y actúan para poder superar sus dificultades y
lograr una mejora en su calidad de vida. Vale decir que las personas refuerzan
su auto-estima y ello les permite realizar acciones (psicológicas, sociales,
culturales, etc.) a fin de modificar las estructuras de poder que los otros tienen
sobre ellas, originado así un proceso que puede considerarse como una
verdadera redistribución de poder.

Durante toda la historia y en todas las culturas, las mujeres han estado
subordinadas a los hombres y condicionadas por concepciones a cerca de lo
que una mujer y un hombre debía ser o hacer, dentro de un sistema patriarcal,
que las limitaban en su desarrollo tanto personal como profesional. Como bien
afirma Lagarde (1996), “el patriarcado es un orden social genérico de
poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma es el hombre.
Este orden asegura la supremacía de lo masculino sobre la inferioridad
previa de lo femenino”.

  Esas concepciones, influidas por los valores y creencias del sistema


patriarcal, han ido configurando el concepto de género, que Ben Habib (2001)
define como “la construcción diferencial de los seres humanos en tipos
femeninos y masculinos. El género es una categoría relacional que busca
explicar una construcción de un tipo de diferencia entre los seres
humanos.” Este concepto va más allá del sexo, de las diferencias biológicas
que existen entre mujeres y hombres, ya que a través de él se intenta crear un
marco conductual que influye, incluso, en la manera de pensar de las personas
y las condiciona.
Pero no todas las culturas poseen la misma concepción de género, ya que ésta
depende de una serie de factores que puede que no se compartan, aunque sí
que se generaliza el hecho de que las mujeres estén subordinadas a los
hombres. Cada cultura o sociedad tiene una determinada concepción de
género, teniendo en cuenta su visión del mundo y sus tradiciones, por lo que
trae consigo una serie de valores, prejuicios, deberes o prohibiciones sobre los
modos de vida que influyen en el desarrollo de la auto-identidad personal de
cada individuo (Lagarde, 1996).

Ser hombre o mujer, más que venir determinado biológicamente, depende del
aprendizaje social y de las pautas de comportamiento que se creen propias de
un grupo sexual u otro (Cruz, 2012). Este aprendizaje social es el que nos va a
determinar y nos va a condicionar a la hora de actuar de otra manera u otra y,
también, nos va a condicionar a la hora de percibir a las personas y juzgar su
comportamiento o forma de vivir.

En relación con esto, Lagarde (1996:18) alega que, “en el sentido patriarcal
de la vida de las mujeres deben vivir de espaldas a ellas mismas, como
seres-para-los-otros”. Por lo que, desde una perspectiva de género, se deben
analizar las relaciones de poder basadas en esa subordinación femenina, y
construir otros modelos de relación entre mujeres y hombres donde exista un
equilibrio de poder en los diferentes ámbitos de la vida (Cruz, 2012), donde
tanto las mujeres como los hombres disfruten de los mismos derechos y
libertades y de la misma capacidad de elección.

Para intentar modificar esos modelos y el concepto género, en general, se


debe trabajar desde una perspectiva de género con la población tanto
masculina como femenina, mostrando otras pautas de comportamiento más
igualitarias. Según Lagarde (1996), ésta perspectiva de género expresa las
aspiraciones y las acciones de las mujeres que las ayuden a ser sujetos que
actúen como un ser-para-sí, convirtiéndose en protagonistas de su vida, para
poder enfrentar la opresión y mejorar sus condiciones de vida. Teniendo en
cuenta que no se busca un enfrentamiento de poder entre mujeres y hombres,
sino “la construcción de alianzas entre las mujeres y entre las mujeres y
hombres, a partir del reconocimiento de la situación concreta de
subordinación (…) para el equilibrio de las posiciones sociales”

En base a toda esta argumentación, se comienza a trabajar el concepto de


empoderamiento de la mujer como instrumento para conseguir ese equilibrio e
igualdad entre hombres y mujeres, y cambiar la posición de sumisión y
opresión de éstas. Se considera al empoderamiento como conciencia crítica de
la realidad, capacidad reflexiva, toma de decisiones, potencial creativo y, por
tanto, conciencia de que se puede y se transforme la realidad. La consolidación
del término empoderamiento se produce en el marco de la IV Conferencia de la
Mujer, celebrada en Pekín en 1995. Esta conferencia supuso un gran avance
sobre sus antecesoras (México 75, Copenhague 80 y Nairobi 85) y fue la
aportación de una visión global de la igualdad, la necesaria participación plena
de las mujeres en todos los ámbitos como premisa fundamental para conseguir
un pleno desarrollo económico, social y democrático.

La socióloga norteamericana, Margaret Scheler (1997) en su libro “Los


derechos de las mujeres son derechos humanos: la agenda internacional del
empoderamiento”, define el empoderamiento como “un proceso por medio
del cual las mujeres incrementan su capacidad de configurar sus propias
vidas y su entorno, una evolución en la concientización de las mujeres
sobre sí mismas, en su estatus y en su eficacia en las interacciones
sociales”, que no solo es necesario conocer los derechos de las mujeres sino
también reconocer los obstáculos que entorpecen el cambio. Las
manifestaciones necesarias del proceso de empoderamiento, según Scheler,
son:

1. Sentido de seguridad y visión de futuro.

2. Capacidad de ganarse la vida.

3. Capacidad de actuar eficazmente en la esfera pública.

4. Mayor poder de tomar decisiones en el hogar.

5. Participación en grupos no familiares y uso de grupos de solidaridad como


recurso de información y apoyo.

6. Movilidad y visibilidad en la comunidad.

Otra definición del concepto de empoderamiento es la que nos da McWhirter


exponiéndolo como: “el proceso por el que las personas, las
organizaciones o los grupos carentes de poder: a. Toman conciencia de
las dinámicas del poder que operan en su contexto vital, b. Desarrollan
las habilidades y la capacidad para lograr un control razonable sobre sus
propias vidas; c. Ejercitan ese control; d. Lo hacen sin infringir los
derechos de otros; y e. Apoyan el empoderamiento de otros en sus
comunidades.”. A partir de todo esto y, cómo síntesis personal, empoderarse
supone la toma de conciencia del poder que individual y colectivamente poseen
las mujeres y, que tiene que ver, con la recuperación de su propia dignidad
como personas. Es tomar conciencia de los derechos inquebrantables que se
poseen, reconocer la propia autoridad y confiar en la capacidad de lograr
propósitos. Dicha autoridad se produce cuando cada mujer genera auto-
confianza, seguridad subjetiva y legitimidad para ser quien es y para existir, es
decir, para autoafirmarse y atreverse, tomar decisiones propias y movilizarse
para realizarlas en la existencia.

El empoderamiento es un proceso en el que ésta alcanza el control de su


propia vida y sus condiciones, pasando de dependencia, marginalización e
inseguridad, a independencia, participación, toma de decisión y autoestima
fortalecida. En sentido estructural, el empoderamiento de la mujer significa un
cambio en las relaciones de poder y su redistribución, así como la destrucción
de estructuras patriarcales. Es decir, una estructura social donde las mujeres
dejen de estar en situación de desigualdad. Debido a la posición desfavorable
de las mujeres en la sociedad, el empoderamiento de la mujer se desarrolla a
través del fortalecimiento de sus potencias gracias a acciones llevadas a cabo
desde la educación y la concientización.

Cabe continuar con esta afirmación de Alain Touraine, que resalta que las
mujeres deben ser actoras y autoras de su propia vida, tener como referencia
la auto-identidad, lo que significa hacer un conjunto de procesos que liberen a
la mujer de las actuaciones ajenas. Se trata de ser no solo actoras sino
también autoras de la propia vida, la cual es otra dimensión en la que se pueda
analizar la autonomía y el domino (Citado en Lagarde, 2005:87).

Siguiendo con esto, Lagarde (2005) afirma que, desde la perspectiva de


género, se debe construir la autonomía configurando la ciudadanía plena de las
mujeres, donde éstas deben ser autoras de su propia vida, con capacidad de
decidir, de definir el sentido de la vida y de crear.

Mediante una iniciativa conjunta de UNIFEM, El Fondo de Desarrollo de las


Naciones Unidas para la Mujer, y del Pacto Mundial de la ONU, en el año 2000,
se han descrito una serie de principios para el empoderamiento de la mujer en
relación con el sector productivo y todos los niveles de la actividad económica,
que resultan fundamentales para: Crear economías fuertes; Establecer
sociedades más estables y justas; Alcanzar los objetivos de desarrollo,
sostenibilidad y derechos humanos acordados internacionalmente.

En definitiva, el empoderamiento conduce a lograr autonomía individual de las


mujeres, modificando su autopercepción y auto-identidad, luchando contra la
ideología de la sociedad patriarcal para intentar acabar con la desigualdad de
género. Cabe destacar la experiencia del proyecto llevado a cabo por Naciones
Unidas a favor del empoderamiento de las mujeres.

Los fenómenos migratorios deben ser entendidos como procesos que


condicionan y modifican la vida de los sujetos que participan en estos
movimientos. En efecto, la migración supone, en muchos casos, una
redefinición de los roles desempeñados por hombres y mujeres en los ámbitos
familiar y social. Por ende, como consecuencia del traslado, es posible
identificar cambios y continuidades en las dimensiones de género. Ahora bien,
estos cambios no pueden definirse a priori como tampoco la tendencia
emancipadora de los procesos migratorios.

Las mujeres migrantes enfrentan múltiples contextos de desigualdad marcados


por las identificaciones de género, etnia, raza, clase, origen nacional, etc. Por
consiguiente, las transformaciones en las relaciones de género van a estar
determinadas también por transformaciones en los distintos mecanismos que
naturalizan, legitiman y reproducen estas desigualdades. Si bien en los últimos
años se modificaron las formas de inserción laboral de las mujeres, no se
modificaron los valores y patrones culturales que definen las conductas y
expectativas de lo femenino y lo masculino. La desigualdad de género, que
genera relaciones de género asimétricas, es uno de los tipos de desigualdad
presente en la sociedad que se articula con otras desigualdades sociales,
profundizando la subordinación y marginación de la mujer. Por lo tanto, pensar
en cambios en la desigualdad de género, que se visualiza en todos los ámbitos
de la sociedad, implica pensar en cambios en las otras dimensiones de la
desigualdad social que afectan a la gran mayoría de las mujeres en la
migración.

Hay una frase de Nietzsche que nos parece muy interesante, porque dice que
“el conocimiento es la centella que brota del choque de dos espadas, que son
las necesidades”. Y es una frase absolutamente pichonean, porque dice que
para que haya conocimiento tiene que existir el choque, el chispazo que surge
y brotar del choque de las necesidades: ahí nos vinculamos

Pichón Rivière dice que la necesidad es el fundamento motivacional del


vínculo, o sea que está diciendo absolutamente lo mismo: nos relacionamos y
nos vinculamos a partir de necesidades. Lo que va a decir Nietzsche es que la
búsqueda y el hallazgo del conocimiento tienen que ver con esa centella, que
viene de ese golpe. Esto es importante: muchos años ocurre que hay toda una
cuestión porque la gente dice “...Pero yo no me vinculo solamente por
necesidad”. Suena como interesado, poco altruista, sobre todo para los que
trabajan en acciones comunitarias o de servicio.

Si entendemos “necesidad” sólo como un intercambio de objetos materiales, es


probable que uno no solamente se vincule esperando algo a cambio. Claro que
no. Pero hay una necesidad de otro orden, que nosotros satisfacemos cuando
nos vinculamos en tareas que tienen que ver con lo comunitario o que no
tengan que ver con la respuesta o retribución de un algo material. Cuando nos
vinculamos en lo laboral, es la necesidad de supervivencia, con un valor de
intercambio. Pero cuando establecemos un vínculo afectivo y uno dice: “yo lo
hago sin esperar nada a cambio”, es mentira: siempre hay algo a cambio.
Los hijos lo dan cuando nos hacen sentir madres o padres, y eso que éste es
uno de los vínculos en los cuales se da más a cambio de menos. En el vínculo,
en cualquiera que se forme, se establece una relación en la cual uno satisface
a otro.

Respecto a la población inmigrante, como ya se ha señalado, existe un número


notable de personas procedentes de otros países o culturas, por lo que se
deben promover proyectos o actividades basados en una convivencia
intercultural de respeto y tolerancia, así como fomentar la interrelación entre
estos para que juntos trabajen para conseguir el bienestar general de toda la
población.

Todas estas necesidades se deben transpolar a la temática del género y la


mujer, pues algunos se ven incrementados, como puede ser la exclusión social
por ser de otro país, o la falta de motivación hacia ser partícipes de los
diferentes programas por el mero hecho de vivir bajo la dominación de la
ideología del patriarcado y todo lo que ello conlleva.

También se ha comprobado que, pese a todos los avances en la equidad entre


sexos y feminismo, se ha retrocedido en lo que, a mentalidades feministas, se
refiere, en las mujeres jóvenes, no solo del pueblo, sino del país en general;
por lo que es recomendable una actuación de empoderamiento y
concientización hacia la problemática para no seguir retrocediendo y proseguir
con la consecución de una total igualdad entre hombres y mujer.

La mujer argentina es trabajadora, dinámica, movediza, y la mujer boliviana en


Argentina también, de la misma manera o quizás con más empeño, porque la
mujer boliviana se dedica a atender la familia, la casa, al esposo y a trabajar.

Esta percepción de los roles que le caben a hombres y mujeres, y que


manifiesta la existencia y permanencia de relaciones desiguales de género en
ámbitos familiares, está influenciada también por las circunstancias externas al
ámbito doméstico y se corresponde con cuestiones sociales, económicas y
políticas en las que se desenvuelven, combinado esto con estereotipos
culturales que rigen las cualidades y las conductas socialmente aceptadas para
las mujeres (Moore, 1996).

Esta situación está presente en los relatos de los propios migrantes:

En general hay mucha discriminación, eso es lo que más sufre el boliviano, y


algunas veces para no sentirse discriminado, quiere confundirse, ya no dice
que es boliviano, sino que es del norte, que es de Salta, de Jujuy, para
integrarse en la sociedad argentina, pero también eso es malo, es malo que no
demuestren su identidad. Además, muchas mujeres no se visten, no hablan
como lo hacen en Bolivia para no sentir esa discriminación. (Emma)

El retorno a sus comunidades de origen constituye uno de los ámbitos en


donde se evidencia la influencia socio-cultural de la sociedad de destino en los
propios migrantes y los cambios en las identidades sociales. Al respecto,
Caggiano (2003) manifiesta que es posible concebir transformaciones en las
dimensiones de género producto de la migración en el retorno de estos
migrantes a sus lugares de origen. Una de las sensaciones más extendidas
entre quienes regresan a Bolivia luego de haber permanecido en Córdoba
luego de un período de tiempo considerable es el sentimiento de no
pertenencia a sus antiguas comunidades.

Lo que debe subrayarse es que muchas de las experiencias “positivas” de la


migración que se perciben en los testimonios de las mujeres migrantes no
simbolizan necesariamente cambios en las relaciones y roles de género, así
como tampoco en los distintos contextos de exclusión y desigualdad que
afrontan en los procesos migratorios. En esta dirección, Gregorio (1998: 248)
sugiere que la identidad de género no puede analizarse sin tener en cuenta la
interacción del sistema de género con el resto de los sistemas de creación de
desigualdades. Como señala Martínez Pizarro (2006), debe diferenciarse lo
que son las percepciones positivas de la experiencia migratoria individual con
las consecuencias colectivas de reproducción de las asimetrías de género en
espacios familiares y sociales. En efecto, la gran mayoría de las trabajadoras
bolivianas deben afrontar subordinación y exclusión en los contextos familiares
y sociales donde persisten desigualdades de género, de clase y de etnia. La
inserción laboral en las sociedades de llegada no representa para muchas
mujeres un alivio en sus obligaciones y tareas desempeñadas. Suárez Navas
(2004: 299) considera que la incorporación al mercado laboral remunerado en
ningún caso significa que la mujer pueda delegar -ni siquiera compartir, en la
gran mayoría de las ocasiones- sus responsabilidades en lo que se ha
denominado trabajo reproductivo. La nueva situación más bien se ha traducido
en las conocidas dobles y triples jornadas laborales de las mujeres
trabajadoras. La “feminización del trabajo”, en parte como consecuencia de los
beneficios económicos que reporta el trabajo femenino para determinados
sectores del mercado laboral, sumada a la persistencia de estereotipos
sexistas y a la división sexual del trabajo, hace difícil esperar transformaciones
emancipadoras en los procesos migratorios (Suárez Navas, 2004: 304).

La violencia contra las mujeres invade las noticias y medios de comunicación.


Desde los albores de la humanidad, el trato abusivo hacia ellas ha sido moneda
corriente en la historia de la hegemonía patriarcal. En estas reflexiones
recortamos expresamente este tipo de violencia humana ejercida por los
varones sobre las mujeres. 
En el siglo XXI, el horror de género persiste pese a los movimientos de
liberación y las conquistas sociales de las mujeres. El impacto y el escándalo
no cesan: mujeres quemadas, mujeres violadas y asesinadas, mujeres
golpeadas. Las víctimas pertenecen a todas las clases sociales, pero
predominan en las clases más desprotegidas donde impera la pobreza, la
prostitución forzada, la ignorancia, el temor a la desprotección del varón y una
sumisión de auto-conservación. 

Es un horror típicamente heterosexual, de varón contra mujer. El hombre cruel


se abalanza sobre la mujer, objeto de su pulsión asesina. Recordemos a Freud
cuando afirma (1916ª, p. 550): “Entre nosotros no hay un rechazo instintivo al
asesinato. Somos los descendientes de una larga serie de asesinos. El deseo
de matar lo llevamos en la sangre…” Freud señala con estas palabras que todo
sujeto, independientemente de su género, lleva en su mente un asesino
interior. Cuando la educación no ha establecido represiones y límites y el
superyó moral se diluye, ya sea en drogas o en una desmedida omnipotencia y
locura de poder, el asesino emerge y asesta golpes que provocan tanto muerte
psíquica como física. El niño sádico de los primeros años de vida, no
domesticado, despliega su libido en actos de violación, tortura, mutilaciones y
aniquilación. Es la crueldad por la crueldad misma, agresividad sin atenuantes
ni demasiadas explicaciones causales.
Escribe Freud (1905, p. 782): “La historia de la civilización humana nos enseña,
sin dejar lugar a dudas, que la crueldad y el instinto sexual están íntimamente
ligados; pero en las tentativas de explicar esta conexión no se ha ido más allá
de hacer resaltar los elementos agresivos de la libido. Según algunos autores,
este elemento agresivo, mezclado al instinto sexual, constituyen un resto de los
placeres caníbales… nos contentaremos con hacer constar nuestra creencia de
que la explicación dada hasta ahora a esta perversión no es, ni con mucho,
satisfactoria y que es probable que en ellas se reúnan varias tendencias
psíquicas para producir un solo efecto”. 

En consonancia con estas palabras de Freud, muchas hipótesis acuden en


nuestro auxilio al pretender comprender los elementos que intervienen en el
femicidio. Ninguna da cuenta de la totalidad del fenómeno. 
La violencia de género, cualquiera sea ella, implica al psicoanálisis en la
interdisciplina. Tomamos conciencia en nuestro trabajo clínico de los efectos
que los significantes culturales tienen sobre el psiquismo. A las tres series
complementarias descritas por Freud en 1916b, propuse el agregado de una
cuarta serie (Alizade 2005), que comprende los factores y desencadenantes
socioculturales, históricos y políticos. El superyó y el ideal del yo incorporan
mandatos externos que determinan reglas en el registro del placer y el
displacer con enormes consecuencias psíquicas. 

Es imposible pensar el fenómeno del femicidio sin acudir a las fuentes de la


sobre-determinación y del pensamiento complejo (Morin 1990). El paradigma
de la complejidad empezó a desplegarse en el siglo XX, en interacción y en
franco cuestionamiento con el paradigma cartesiano del siglo XVII que buscaba
ideas “claras y distintas” y que separaba tajantemente la filosofía de la ciencia.
Este nuevo paradigma, nacido en el siglo XX (Morin, 1990), cuestiona y
engloba a la vez al pensamiento simplista. No lo invalida, pero le agrega redes
imposibles de desentrañar utilizando la linealidad causa-efecto y el orden
establecido hace siglos de leyes y principios. “El pensamiento simplificador es
incapaz de concebir la conjunción de lo uno con lo múltiple. O bien, simplifica
abstractamente anulando la diversidad, o, por lo contrario, considera la
diversidad sin tomar en cuenta la unidad.” (Morin, 1990, p.19). “Las alternativas
clásicas pierden su carácter absoluto” (Morin, 1990 p. 72). 

El femicidio no escapa a esta complejidad. Las explicaciones causales


simplistas son válidas, siempre y cuando no pierdan el carácter relativo y no
pretendan erigirse en postulados absolutos para dar cuenta de un hecho de
violencia de género: el masoquismo de la mujer, el ejercicio del poder del fuerte
sobre el débil, las patologías vinculares, la incitación femenina a la violencia,
los odios hacia las mujeres debido a una envidia del potencial de gestar (E.
Welldon –comunicación personal–), el machismo entendido como el ejercicio
de un poder de fuerza bruta sobre la hembra, el efecto agresivo debido al
consumo de drogas, las frustraciones sociales volcada en el objeto mujer… 
Lander (2011), en su estudio sobre la lógica del mal describe con agudeza
cómo el objeto de odio genera en algunos casos un vínculo de pasión cruel,
pasión de odio que puede desembocar en un furor narcisista. Explica esta
crueldad en los varones fálicos como producto de carencias tempranas que
dan lugar a un hueco imaginario de insatisfacción el cual, al incrementarse,
desencadena una “violencia directa y asesina”. 

Exploraciones del psiquismo de mujeres golpeadas han señalado el temor al


abandono como otro elemento psíquico importante que impide que la mujer se
aleje del hombre golpeador. Este temor tiene raíces en experiencias
traumáticas de la infancia que obstaculizaron el desarrollo psíquico saludable
en esas mujeres. La asimetría entre el varón y la mujer es otro factor
determinante: asimetría de fuerza, asimetría de dominio psíquico, asimetría
económica en muchos casos. 
La apariencia de debilidad de algunas mujeres esconde satisfacciones
masoquistas, fantasías de redención del hombre malo, sentimientos altruistas
patológicos, necesidad de supervivencia de los hijos pequeños, entre otros. 
El deseo de fusión que suele observarse en muchas mujeres presenta
características patológicas. Este deseo depende en gran medida de la
internalización de un superyó-cultural que valoriza el hecho social y afectivo de
estar unida a otro, de tener pareja y que, desde la corriente falo céntrica
imaginaria, reduce o somete a la mujer a una desvalorización primigenia, casi
automática, si carece de otro que la ame, otro que la acompañe. (Alizade,
2006) 
Es frecuente la patología fronteriza en las futuras víctimas de la violencia
doméstica. En un alto porcentaje han sido abusadas y golpeadas de pequeñas
con el consiguiente daño a la autoimagen y la merma de recursos psíquicos
para alejarse del hombre golpeador y victimario. (Feinholz-Klip. 2005, p.132-
133). 

Algunas de las víctimas, desde niñas han aprendido a amar lo amargo (Anzieu,
comunicación personal) y han erotizado el sufrimiento. La violencia doméstica
suele perpetuarse de generación en generación y así como el varón la ataca a
golpes en el ámbito familiar descargando en ella su frustración e impulsividad
destructiva, de la misma manera, el aprendizaje de la violencia puede facilitar
en ocasiones que las mujeres sean violentas con sus propios hijos. Se genera
una cadena de violencias desde el más fuerte en dirección a los más débiles.

En algunos casos minoritarios, asimismo, algunas mujeres se convierten en


victimarias de los varones. Entre los factores que vulneran la condición
femenina (Alizade, 1998, cap. 7) se destacan la fragilidad psíquica, el cuerpo
abierto y el cuerpo doble en la maternidad. 
La fragilidad psíquica tiene sus raíces en la educación y en las expectativas
culturales depositadas en el género mujer. Estos factores propician la
dependencia y las dificultades en la individuación. Las mujeres desarrollan
cualidades positivas de espera, devoción, necesidad de ser amadas,
tendencias pre-edípicas con los consiguientes requerimientos de fusión y
necesidad de pertenecer a un objeto amado (u objeto acompañante). Estos
factores de personalidad se negativizan cuando su creciente intensidad fusiona
a las mujeres a varones destructivos y desarrolla en ellas la necesidad de
castigo. 
A pesar de los movimientos de liberación y autonomía, son muchas las mujeres
que hoy día expresan enorme sufrimiento psíquico si no logran tener una
pareja e hijos. La exacerbación de los sentimientos de donación de sí y
abnegación (muchas veces como reparación de experiencias traumáticas
infantiles) vulneran a la joven mujer. 

Otra consecuencia psíquica derivada de la fragilidad es el infantilismo cultural:


las mujeres se posicionan como seres débiles, de llanto fácil, propensos a
accesos de histeria. La posesividad del otro y el temor a la pérdida suelen ser
resabios de la viscosidad vincular desmedida con los objetos primarios y
muestran el déficit en la construcción del espacio sólo y en el adueñamiento de
sí (Alizade, 1998). Estos elementos mentales producen un déficit en la
aprehensión del principio de realidad. En ocasiones se entregan por demás,
descuidan su auto-conservación y se convierten en “mujeres malqueridas”,
(Michelena, 2011), sometidas a malos tratos por parte de las parejas elegidas. 
La anatomía y la cultura hacen destino. La educación feminizante y
desvalorizada de las niñas, si bloquea la exteriorización de la agresión trófica y
daña la autoimagen, facilita que, en un futuro, se vinculen con hombres de
potencial violento y sucumban al daño vincular. 

El cuerpo abierto es un factor biológico ligado a la vulnerabilidad en las


mujeres. Por tal entiendo un cuerpo fácilmente penetrable cuya intimidad es de
rápido acceso. Indica, desde sus funciones fisiológicas, que es cuerpo para
sangrar, para ser penetrado, para parir. Expresa en su morfología una gran
permeabilidad. Del cuerpo abierto de las mujeres emerge un universo fluidificar
pleno de sentidos. La menstruación fue usada como pretexto para destacar la
debilidad natural de las mujeres y justificar en su nombre medidas sociales y
jurídicas que les impedían el conocimiento académico y el desempeño laboral. 
No existe manera de cerrar el cuerpo erógeno para impedir la penetración
forzada: el cuerpo es permeable y la lucha es desigual. 
Esquilo en Las suplicantes (alrededor de 520 a.c.), relata que las muchachas
nobles de Egipto huyen para evitar siniestras bodas consanguíneas. Se
refugian en las tierras de los Pelasgos ante la despiadada persecución varonil.
El deseo violento del macho burlado las persigue, implacable. Saben que, de
ser apresadas, la violación es su destino. Un heraldo les anticipa (p. 40) “Que
quieras o no, a la nave irás, a la nave y pronto. Sucumbirás a la fuerza, a la
fuerza de tu señor que es poderoso; y después de haber recibido miles de
ultrajes de sus manos crueles, tendrás que sufrir su lecho”. 

“Las suplicantes” están decididas a colgarse con los ceñidores de sus túnicas,
en caso de caer en manos de los hijos de Egipto. Escribe Loraux, N (1989, p.
91): “Cerrando definitivamente el cuerpo demasiado abierto de las mujeres, el
ahorcamiento queda inscripto en la fisiología femenina”. El cuello apretado es
homologado a una vagina impenetrable. Un paso más allá, el cuerpo cerrado
alude al derecho al deseo propio, al respeto del libre albedrio, libre de la
sujeción de la hegemonía patriarcal de la sociedad, reconocidas en la
diferencia y dignificadas en su alteridad. 
El embarazo, los partos, la crianza de niños, son otros tantos factores de
vulnerabilidad que propician la dependencia de la mujer-madre con el hombre
y, de no estar protegidas por la fortaleza interior y por el medio circundante, las
convierte en presas fáciles de los impulsos sádicos y envidiosos de un varón
cruel. 

El panorama del femicidio es diverso: la violencia doméstica no es equiparable


a las violaciones y asesinatos de mujeres en la calle, en ocasiones furtivos,
anónimos, cuyo sentido oscuro está poblado de incógnitas. 
No será fácil domesticar las pulsiones tanáticas en la sociedad contemporánea.
Contrarrestarlas mediante el cultivo de sentimientos de amor y solidaridad
hacia el prójimo, dependerá del concurso activo de una multiplicidad de
operaciones que cubren un abanico amplio de gente trabajando con
inteligencia y dedicación para fomentar el respeto vincular y la ética. A los
estados y a las organizaciones gubernamentales les toca arrostrar este enorme
desafío junto a profesionales y educadores de distintas disciplinas. 
La violencia de género, artificialmente aislada en este trabajo en la dirección
varones contra mujeres, representa una de las tantas formas de la enemistad y
guerra entre los seres humanos.
Alfredo Moffatt
Consiste en conectarse con la otra persona. No sólo por estar cerca, estamos
conectados psicológicamente con la otra persona: podemos estar cerca y no
estar conectados, o podemos estar lejos y estar conectados. Esto tiene que ver
con una presencia que le ofrecemos al otro, y que está expresada en una
mirada y una actitud de escucha que el operador debe conseguir.

Esta mirada debe ser aceptadora y atenta, ni persecutoria ni distante, debe


crear un clima de confianza en el que el paciente pueda sentirse sostenido, y
por lo tanto pueda acercarse a su pasado, pero esta vez acompañado ya que
no puede hacerlo solo por tratarse de lugares muy lastimados de su historia.
En el caso de la mirada, un operador puede tener una mirada, a lo mejor,
melancólica, otro puede tener una mirada más ordenadora, otro una mirada
más seductora, y todas valen. La mirada es una forma de aceptarlo al otro, y
también es muy importante la escucha, porque se puede oír, pero no escuchar,
y se puede mirar, pero no ver.

También usamos las técnicas gestálticas, que nos permiten mirar al otro sin
escudriñarlo, y en la distancia que el otro necesita: una mirada atenta y
aceptadora de que el otro es como es. Este primer paso llamado contención
tiene que ver con contenerlo al otro, con aceptarlo, con producir el encuentro
profundo entre dos personas, que no es nada fácil., En ese fenómeno humano
de intercambio de símbolos que transmite imágenes internas, yo quedo
comunicado con el otro por ese recurso tan sencillo y potente que es sustituir
un objeto por un sonido, que llamamos fonema, palabra; y eso es lo que nos
salva de la soledad, la palabra, que es lo que construye la realidad. La realidad
es la mirada del otro, porque no podemos definirnos a nosotros mismos. Yo
puedo decir: “Soy Napoleón”, y si todos lo aceptan, entonces soy Napoleón, y
si no lo aceptan, me meten en un manicomio o me dicen: “Mirá, Alfredo, me
parece que estás muy cansado o con la autoestima muy baja…” No es tan fácil
aceptar al otro, porque a veces hay fobia al encuentro, el otro nos puede
cuestionar, nos puede ignorar, nos puede culpar (el otro puede ser percibido
como peligroso) La primera etapa de contención es, entonces, la resonancia
emocional, y se llama empatía. Es el momento de la identificación con el otro,
para que el otro se sienta que uno está resonando con él. Uno se conmueve,
se pone en el lugar del otro. Si el otro tiene miedo, uno evoca sus propios
miedos para comprender los miedos del otro, y si está triste, las propias
tristezas.
Las personas tienen un modo de deprimirse, un modo de tener miedo, un modo
de sentir culpa; nosotros, los terapeutas, somos nuestro propio instrumento.
Nuestro instrumento para curar son las propias experiencias que tenemos que
poner al servicio de esa tarea tan delicada que es el proceso de ayudar a otro.

Para la contención debemos operar desde dos modalidades vinculares, el


momento A, que es la identificación, en el cuál resonamos emocionalmente
con la persona, diríamos que “nos metemos en los zapatos del otro”. Pero esto
implica el peligro de quedar captados y encerrados en el otro: seríamos dos
llorando en el pozo. Entonces hay que hacer algo que es bastante difícil:
después de ese movimiento de identificación, hay que saber salir y tomar una
actitud totalmente distinta. Este es el momento B, que es la disociación
instrumental, donde el operador se dice: “¿Qué hago ahora?, ¿qué estrategias
utilizo?, ¿lo abrazo o no lo abrazo?, ¿está muy regresado?, ¿está es una
depresión aguda con riesgo de suicidio?, ¿es una histeria pasajera?”. En ese
momento se toma una distancia científica.

Cada uno de nosotros, tiene un punto débil, un talón de Aquiles, y es mejor


conocerlo antes para poder manejar o evitar esa situación, que enterarse en
mitad de ella. Luego de la contención, sigue el paso de la regresión, que se da
cuando la persona, al sentirse contenida, puede abrir su interioridad, y puede
enfrentar los fantasmas internos. No podemos entrar a esta etapa
sin haber pasado antes por la contención. Cuando nos metemos adentro,
estamos yendo hacia atrás; cuanto más adentro nos metemos, cuanto más
profundo vamos, más antiguos son los recuerdos. Es como en el árbol, que va
creciendo por anillos desde adentro hacia afuera. La historia del árbol está en
el interior. Generalmente la regresión produce una abre acción que se
denomina catarsis. Hay dos tipos de catarsis: el llanto, que al ser convulsivo
des contractura y relaja, y la ira.

Con Pichón estudiamos esto del tango y vimos que la mina, en realidad, era la
madre, porque en la época en que apareció el tango, la generación anterior de
los principales letristas había sido de inmigrantes, que habían soñado con
“hacer la América”, pero se quedaron pegados en los conventillos, donde había
tuberculosis, prostitución, y eran muchos los casos de los chicos cuya madre
tenía que trabajar y no podía estar con ellos. Había un abandono materno, y
este era reeditado cuando la mina se iba, y esto daba lugar a un duelo
patológico (el tango no es otra cosa que esto), porque habían sido
abandonados por la madre, la única mina que no se puede sustituir.

También pesaba el destierro, para aquellos inmigrantes que habían dejado la


patria, familia y amigos muy lejos. La enorme epopeya del tango es la
elaboración de la pérdida del terruño y de la separación con la madre.
Entonces es muy importante que tenga un proyecto de vida. La depresión es
falta de un sentido de la vida. Decía Pichón que: “La muerte está tan lejos
como grande es mi proyecto”. Si el proyecto es pequeño, la muerte está ahí
cerca.

La comprensión del pasado sólo sirve si permite construir el futuro.

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