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VIOLENCIA SEXUAL

Aportes para su identificación y


herramientas para la atención de mujeres
en situación de violencia.

Clase

Violencia sexual
2 desde una perspectiva histórica.

Modalidad virtual

Secretaría de Derechos Humanos


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En este segundo módulo nos proponemos analizar el concepto de violencia sexual desde una
perspectiva histórico-antropológica haciendo hincapié en la noción de continuum de violencia
que atravesamos las mujeres. Para este objetivo nos valdremos de algunas de las grandes
investigaciones llevadas a cabo por los feminismos, fundamentales para la conceptualización
de la violencia sexual.

Carol Pateman (filosofa feminista británica) plantea como primera ley a la Ley de estatus
desigual de los géneros, postulándola como previa a la “ley de contrato entre los hombres”
derivada del asesinato del padre1. Según esta autora es la violación sexual de las mujeres el
acto violento instituyente de la ley fundamento del orden social. La ley contractual, que es
posterior, se inscribe en un sistema de estatus ya establecido y se orienta a la protección y
sostenimiento del estatus masculino. En esta misma línea argumental, la antropóloga Rita
Segato, muestra a la violación como la “infracción que plantea la fragilidad y superficialidad del
contrato cuando de relaciones de género se trata, y es siempre una ruptura contractual que
pone en evidencia, en cualquier contexto, el sometimiento de los individuos a estructuras
jerárquicamente construidas” (2010:123).

La violencia sexual es, según Segato, el uso y abuso del cuerpo del otro sin que el otro
participe con intención o voluntad comparable. Sostiene que el cuerpo de las mujeres
ha sido campo de batalla para los pueblos y para los individuos masculinos que
combaten entre sí.

En un plano histórico la violencia sexual ha acompañado a las sociedades a través de todas las
épocas, regímenes políticos y condiciones de existencia. Siguiendo a Rita Segato podemos
establecer una división entre sociedades premodernas y modernas, sosteniendo que en las

1
Freud(1979) Levi Strauss (1998) y Lacán (1977) plantean al asesinato del padre como el hecho violento fundante del contrato de
mutuo reconocimiento entre hombres.
primeras, la violación sexual es una cuestión territorial puesto que el cuerpo de las mujeres,
en tanto territorio, es un patrimonio por el que los hombres compiten entre sí. En el caso de
las segundas, la modernidad y el surgimiento del individualismo, generaron un lento proceso
de transformación de la mujer en una sujeto de derecho por el cual la violación deja de ser
una afrenta contra la propiedad y pasa a ser una violación de derechos contra ella.

A los fines del objetivo planteado para este módulo entenderemos como sociedades
premodernas a aquellas que se desarrollaron hasta la Revolución Industrial (2da mitad del siglo
XVIII) y mostraremos lo que se puede denominar un silencio histórico en relación al uso y
sometimiento del cuerpo de las mujeres por medio de la violencia sexual.

El robo y el sometimiento del cuerpo femenino, así como la unión entre sexo y muerte, marcan
referencias constantes en la literatura antigua. La violación sexual de mujeres ha sido objeto
de relatos, mitos y normas inscriptas en la base misma de la sociedad, recurriendo a ella para
la justificación de guerras, circulación de bienes e influencias y para la definición de lo que
corresponde “moralmente” a cada sexo. Es por esto que utilizaremos como recurso
fundamental para el desarrollo del concepto de violencia sexual en sociedades premodernas,
el análisis de mitos y relatos.

Refiriéndonos en primera instancia a la civilización griega antigua podemos decir que la


penetración indoeuropea (iniciado el segundo milenio antes de Cristo) da lugar a un proceso
de aculturación en el que se pasa de una religión politeísta femenina, con un fuerte culto a la
fecundidad y a la reproducción, a un panteón divino masculino. La implantación de un sistema
patriarcal fue acompañado del ejercicio explícito de violencia contra la mujer. Desde el siglo
VIII a C. el patriarcado como sistema de dominación, el sexismo como ideología y la violencia
contra la mujer como herramienta de sumisión, marcaron las vidas de las mujeres griegas en la
ficción y en la cotidianeidad.
En la literatura griega antigua, la mujer se presenta como un sujeto pasivo, perversa, causante
de todo mal, portadora de desgracias, y aquella que escapa a las normas de buen
comportamiento femenino es catalogada como masculina, por lo que debe ser sometida a un
orden; la mitología pone a un dios o héroe civilizador para reducir a la mujer y ponerla en un
segundo plano. Esto se puede evidenciar en el mito de Pandora,2 donde el orden patriarcal era
una realidad histórica siendo la primera referencia de violencia simbólica (Hesíodo, Los
trabajos y los días), que marca el vivir de las mujeres y prepara el camino para la violencia
explícita.

Rapto de Helena, Luca Giordano S.XVII.

Según el mito, la inmensa belleza de Helean de Esparta cautivó a Paris, príncipe troyano, quien la secuestró y la
llevó a su ciudad, dando inicio a la Guerra de Troya, inmortalizada por Homero en La Ilíada.

2
Según el mito, Pandora es la primera mujer. Hefestos (dios del fuego) la modeló a imagen y semejanza de los inmortales con la
ayuda de Palas Atenea (diosa de la sabiduría). Zeus ordena su creación para castigar a la raza humana, porque Prometeo se había
robado el fuego divino para dárselo a los hombres. Cada dios le otorgó a Pandora una cualidad como la belleza, la gracia, la
persuasión y la habilidad manual, entre otras cosas; pero Hermes (mensajero de los dioses, e intérprete de la voluntad divina)
puso en su corazón la mentira y la falacia.
Todo comienza cuando Zeus le entrega a Pandora una jarra para que se la lleve a Epimeteo (hermano de Prometeo). Esta contenía
todos los males existentes, y por ende, se le prohíbe abrirla; sin embargo, Pandora –quien poseía una gran curiosidad– hace caso
omiso de la orden de Zeus y abre la jarra. En ese momento, todos los males escapan y se alojan entre los hombres. Pandora
asustada cierra la jarra dejando un solo elemento sin escapar, la Esperanza.
Las características que se atribuyen a la perversidad de la mujer, como la belleza, la seducción,
la seguridad en sí misma, son las mismas que convierten al hombre en un héroe. Mitos como
el de Helena,3 Cirse4 y Calipso,5 muestran mujeres perversas, unidas a un cuerpo tentador y
una voluntad astuta, que las convierte en adversarias para los hombres, tienen como finalidad
sustentar el miedo de los hombres a caer en manos de una mujer sexualmente ávida. La
femineidad es entendida como alteridad y debe ser temida ya que la fuerza de la seducción
provoca calamidades entre los hombres.

Acercándonos al siglo V a C., en el que se genera el proceso de “democratización de Atenas”,


por el que la ciudad griega se convierte en una sociedad política (de la que se excluye a
mujeres), la poesía y la prosa comienzan a dirigirse al pueblo y las normas de “buen
comportamiento de la mujer” se dan en escena; el lugar de la mujer es el hogar (oikos) y el del
hombre lo público (polis), con una clara división de género de los espacios societales. En este
mismo paso de ciudad a sociedad política se cambia la mitología por la legislación y la filosofía
para justificar la violencia contra la mujer y la “inferioridad” de ésta.

En este contexto, el sistema patriarcal ateniense, basado en la monogamia, la patrilinealidad6 y


la patrilocalidad7 precisaba del control riguroso del cuerpo y la sexualidad de las mujeres. La
marginación cívica de las mujeres se racionalizó por medio de la violencia simbólica,
conceptualizándolas como débiles, cobardes, sin habilidad para el uso de la palabra, etcétera.
El control del cuerpo y de la sexualidad femenina, cuya vigilancia era tarea de los parientes
más cercanos, se convirtió en una pieza fundamental del sistema ateniense que regulaba, por
medio de la legislación, la virginidad, la castidad y la fecundidad. El ejercicio de la sexualidad

3
Hija de Zeus y Leda, su padre humano es Tíndaro, es la mujer más bella del mundo, símbolo griego de la belleza como arma.
4
Maga, presente en La Odisea, seduce a los compañeros de Ulises y los convierte en cerdos.
5
También presente en la Odisea, retiene a Ulises por diez años con la promesa de juventud eterna e inmortalidad.
6
En la terminología antropológica del parentesco, sistema de parentesco que considera parientes sólo a los de la línea paterna
(agnaticia) de las generaciones ascendente y descendente de un individuo. En un sistema patrilineal, la madre y sus parientes no
pertenecen a nuestra familia, y en uno matrilineal, el padre y sus parientes tampoco pertenecen a ella. En cualquier caso, la
exclusión no suele ser absoluta, y pueden mantenerse ciertos lazos de relación y de solidaridad. Las sociedades patrilineales son
una categoría de sociedades con parentesco unilineal mucho más numerosa que la categoría matrilineal. Esto puede deberse a
que en las sociedades matrilineales muchas veces se produce un desequilibrio o un conflicto entre factores como la tenencia y el
trabajo de la tierra (propio de las mujeres) y el principio de autoridad (que desean retener los hombres). Los sistemas patrilineales
suelen ser exógamos, es decir, que las hijas que salen del grupo se establecen separadas de su antiguo grupo.
7
Patrilocalidad, o patrilocalismo. En la terminología antropológica del parentesco, término que define la convivencia de una pareja
casada en la residencia del padre del esposo. La patrilocalidad se asocia normalmente a la patrilinealidad (reconocimiento sólo de
la familia por vía paterna). Ambas han sido estructuras predominantes en sociedades dedicadas al pastoreo, a la caza y a la
horticultura, y con una elevada tasa de conflictos guerreros. Según las estadísticas antropológicas, cuando en una sociedad son
frecuentes los conflictos internos, el modo de residencia suele ser patrilocal, mientras que, si hay guerras externas, suele ser
matrilocal. Esta diferencia se ha explicado como una estrategia para conservar a los hijos en casa con el fin de ayudar a defenderla,
en el caso de los sistemas patrilocales; y como una estrategia para mantener a las hijas en casa con el fin de que colaboren en las
labores de subsistencia, en el caso de los sistemas matrilocales.
dentro del matrimonio se encuentra orientado a la reproducción y desligado del placer, de
modo que se separaban las dos funciones otorgadas a las mujeres. Esta disociación llevo a la
especialización de los cuerpos femeninos en cuerpos reproductores y cuerpos usados, estos
últimos son los que daban placer al hombre a cambio de una pago. La virginidad femenina es
una construcción simbólica de la mente masculina, relacionada con la forma en que los
hombres se distribuyen entre sí las mujeres como mercancías: unas para la prostitución, otras
para la soltería controlada, otras para el matrimonio (es decir para la reproducción).

Es imposible hablar de la violencia sexual en Roma sin comenzar mencionando el mito


fundante del Rapto de las Sabinas. Según éste, Rómulo fundó la ciudad sólo con hombres e
intentó realizar un acuerdo con tribus cercanas para desposar mujeres. Ante el rechazo a este
acuerdo organiza “juegos de honor” invitando a latinos y sabinos, y aprovechando esta
oportunidad para raptar a las vírgenes sabinas. En los relatos romanos, la violación de una
mujer se produce cuando ésta se encuentra aislada y separada de sus familiares. Una mujer
necesita de la protección masculina para librarse de la violencia patriarcal. El rapto y violación
de mujeres en grupo en contexto de guerra se encontraba legitimado y se presentaba como un
medio legítimo para aumentar la natalidad. Para el final de la República Romana, las mujeres
libres logran mayor libertad e independencia económica, pero siempre en su rol de
reproductoras de ciudadanos romanos.

Introduciéndonos en la Edad Media8, debemos caracterizarla como una etapa durante la que
el pensamiento dominante se encontraba influido por la Iglesia, que consideraba el deseo
sexual femenino como una enfermedad. La virginidad, de las mujeres, era para la Iglesia el
estado ideal para volver a la situación prelapsaria, es decir, antes del pecado original, por lo
que, quien no quería sexo ni pareja, se consideraba que había sido agraciado por Dios y
transcendido su naturaleza humana pecadora.

En relación a la violencia sexual, el derecho romano la incluía en el delito de estupro [Lex Iulia
de Adulteris], el que se definía como el acceso carnal de una mujer virgen o viuda “honesta”,
junto con el adulterio y la pederastia; los textos eclesiásticos se refieren al estupro como un
pecado de lujuria. Arrebatar la virginidad a una doncella, en términos eclesiásticos, era
quitarle la posibilidad de salvación directa; en términos sociales y económicos, la mujer

8
Periodo que abarca desde el año 476 d C (caída del Imperio Romano de Occidente) hasta 1492 (llegada de Cristóbal Colón a
América)
quedaba marcada como deshonesta, sucia, se deshonraba a la familia y perdía posibilidades en
el mercado matrimonial.

El rapto de las sabinas, J.L. David (1799).

El rapto de las sabinas es el mito fundacional de la ciudad de Roma.

Durante la Edad Media, una “violación apropiada” equivalía a un acta de matrimonio, debido a
que casarse con el agresor era una de las tres opciones que tenia la mujer que había sido
forzada (las otras dos era la reclusión en un convento o la prostitución). La violación sexual era
un crimen contra la propiedad, por lo que las mujeres e hijas de trabajadores, artesanos, la
viudas y las prostitutas, al no ser intercambiables por una dote, no eran objeto de
preocupación legal ni moral. Sí lo eran las mujeres de clase alta a quien se las consideraba
como un bien preciado, que debía ser custodiado.

Un punto fundamental para la naturalización de la violencia sexual contra las mujeres durante
esta etapa, es la legitimación del matrimonio monogámico como la institución fundamental
que le da forma a la sexualidad en Occidente, estableciendo criterios morales por los que la
sexualidad solo podía ejercerse dentro del mismo, la iniciativa sexual debía ser solo masculina
y su único fin debía ser la procreación; introduciendo, así, la noción de débito conyugal por la
que se admite que el hombre exprese su deseo sexual y lo satisfaga tomando el cuerpo de la
mujer, quiera esta o no. Durante esta legitimación del matrimonio como muro de contención
para la lujuria y garantía de la continuidad del orden social, se introducen dos novedades
respecto del matrimonio monogámico romano: el carácter indisoluble del matrimonio y su
postulación como sacramento en el mundo público, reglamentado y procesado.

Le droit du seigneur, Gustave Doré.

Derecho de pernada (ius prima nocte), derecho feudal por el cual el señor se reserva la primera noche de las
doncellas vasallas recién casadas.
No podemos dejar de mencionar que durante el periodo medieval existía el derecho de
pernada o ius prima nocte. Este parece tener su antecedente directo en la costumbre germana
llamada Beilager por la que el señor de cada pueblo se reservaba la primera cópula de la novia.
Esta práctica se derivaba de las propiedades mágicas que se le atribuían a la sangre del
desfloramiento. Este “derecho” del señor a pasar la primera noche con la recién casada se
podía cambiar por un pago en metálico. El concepto de privilegio sobre la primera noche se
perpetuó durante la época feudal, pero se encontró más asociado a impuestos y tributos que
recibían los señores locales con el nombre de Merche, cullagium o vadimonium.
Durante el periodo que abarca los siglos XV al XVII, la castidad y la sumisión de la mujer al
hombre se consideraban las virtudes más valiosas. El matrimonio y el monasterio eran las dos
instituciones privilegiadas para aquellas mujeres que querían vivir con “dignidad”. La familia
seguía siendo parte del conglomerado de poderes corporativos existentes en el antiguo
régimen, pues sustentaba toda la base del entramado social, por lo que la maquinaria
administrativa de la monarquía la apoyo durante la modernidad. El pater familia tenía la
máxima potestad para ordenar sobre el grupo familiar, establecía si sus hijas debían
permanecer célibes o casarse y, de hacerlo, con quien. El matrimonio se mantenía
fuertemente consolidado como sistema de intercambio de mercancías, las mujeres.

La legislación, como parte del discurso dominante, situó a las mujeres en una posición de
inferioridad con respecto a los hombres, encuadrándolas en una categoría social específica con
particularidades propias y subordinadas. Para justificar esta inferioridad jurídica y social, se
diseñó un cuerpo ideológico que, de manera más o menos burda o más o menos sofisticada,
intentaba demostrar dicha inferioridad física y moral femenina. Las mujeres eran, de acuerdo
con los parámetros del discurso dominante, hombres imperfectos y como tales, inferiores y
débiles tanto a nivel físico como a nivel moral e intelectual.

La clasificación de las mujeres, ligada al honor, presente desde la alta Edad Media, se mantuvo
durante todo este periodo. Divididas en “honestas” y “deshonestas” esta clasificación
dependía de la naturaleza específica de sus relaciones, particularmente sexuales, con los
hombres. La Iglesia y los moralistas de la época se encargaron de dar forma erudita a esta
dicotomía ideológica en sus obras. El honor ligado a la honra o conducta sexual de las mujeres
es fundamental para las sociedades en las que la propiedad se transmite por vía patrilineal. En
una sociedad en la cual las mujeres continúan siendo una mercancía de intercambio para hacer
posible la transmisión de riqueza entre hombres, la función reproductora de las mujeres, el
control de esta función y de la sexualidad de las mujeres por parte de los hombres, se
convierte en un valor esencial para el mantenimiento de la estructura social además de ser el
principio estructurante de las relaciones entre los sexos. La cuestión de la honestidad estará
presente en todos los apartados de la vida cotidiana de las mujeres, puesto que todas sus
acciones serán juzgadas según la pauta del honor, ya que se utilizará para justificar las
limitaciones a su capacidad jurídica, para impedir su posible acceso al trabajo o para acomodar
a estas pautas el modelo educativo para las niñas.

Durante esta etapa los códigos de honor se reflejan en la ley, parte del cuerpo simbólico, del
discurso dominante e incluyen leyes suntuarias sobre el lujo y el vestido que se referían tanto a
hombres como a mujeres, regulando la vestimenta propia y de los servidores , el lujo de
carruajes , etc. Sin embargo, una parte sustancial de esta normativa se refería específicamente
a las mujeres, y su significado iba más allá del estrictamente económico, inscribiéndose en el
marco del control sobre el cuerpo de las mujeres y la demarcación de las categorías creadas
por la sociedad patriarcal para ellas, es decir, haciendo clara la distinción entre las “buenas” u
“honorables” y las “malas”, entre las prostitutas y el resto de las mujeres.

La violación tenía consideración jurídica solo si se realizaba sobre mujeres “honestas”,


implicaba la deshonra de la familia a la que pertenecía la mujer y del señor de la tierra donde
ocurría el hecho. En los documentos de la época se distinguen dos tipos de fuerzas utilizadas
en casos de violación (o atreuimiento): física (mediando armas o no) y moral (intimidación). La
violación sexual seguía relacionada con el pecado de lujuria y la conducta “antijurídica” que se
cometía por medio de esta era la de atentar contra la propiedad de otro hombre,
deshonrándolo por estar vinculado a la víctima. Durante esta etapa continúa vigente la
absolución del agresor por medio del casamiento con la víctima. (avenimiento)
Según el historiador George Duby (Aries y Duby, 1991), la contrarreforma9 amplió levemente el
campo de la vida privada de las mujeres (aunque no haya tenido vocación de hacerlo), ya que,
hacia los siglos XVII y XVIII el ministerio sacerdotal desarrolló un nuevo modelo de devoción
femenina, orientado a los sectores populares, que necesitaba que las mujeres guardaran horas
de su jornada diaria para la “misión eclesiástica”. Las mujeres pertenecientes a las familias
burguesas comienzan a pasar dos o tres años en conventos con el fin de educarse, situación
que les ofrece nuevas perspectivas. Esta nueva costumbre relacionada con la educación de las
mujeres y la vida conventual se traslada a tierras americanas.

En la literatura moderna se presentan relatos de violación como producto de un deseo sexual


masculino irrefrenable, provocado por la belleza de la mujer que se apodera de la voluntad del
violador y lo impulsa a gozarla. En esta perspectiva, la violación se confunde con un acto
sexual, hasta amoroso, se desculpabiliza al violador planteado que la pasión puede desbordar
el respeto por el otro, justificar la fuerza y la agresión.

Con el surgimiento de la modernidad y el individualismo, la mujer deja de ser una extensión


del derecho del hombre, convirtiéndose poco a poco en sujeta de derecho, y así la violación
sexual de una mujer pierde su carácter de agresión de un hombre hacia otro, para ser
entendida como un delito contra la propia persona de la mujer.

En las legislaciones decimonónicas, el cuerpo de la mujer ya no será considerado


explícitamente merecedor de protección jurídica en tanto depositario del honor patriarcal. Sin
embargo, la virginidad de la mujer será, durante todo el siglo XIX (y parte del XX) un valor
moral de primer orden. La pérdida de la virginidad de forma extraconyugal seguía
constituyendo la pérdida de valor en el mercado matrimonial, donde las mujeres continúan
siendo una prenda de cambio para establecer alianzas. Hacia mediados del mismo siglo, se
puede identificar una apreciación diferente de la violación sexual, debido a que empiezan a
tenerse en consideración las heridas morales, la humillación y la deshonra que sufre la mujer,
no la familia. Se pasa de una noción de la violencia sexual ligada al pecado y a la falta (por lo

9
Período de resurgimiento Católico, reacción a la Reforma protestante encabezada por Lutero. Abarca desde el Concilio
Ecuménico de Trento (1545) hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años (1648)
que quien debía castigar este comportamiento era la Iglesia y la comunidad) a una en la que
se la considera un delito, por lo que debe ser penado y castigado por el Estado.

Una vez que las mujeres comenzaron a ser consideradas como víctimas de violencia sexual, se
dio inicio al proceso de juzgamiento de las mismas para defender a los agresores, se pone en
cuestión la honra de la mujer previa al ataque (cualquier conducta fuera de los límites de lo
esperado para una mujer quitaba responsabilidad al agresor) y es necesario que esta pueda
probar que se ha resistido al ataque.

Para esta misma época, se produce una reconceptualización del estupro y la violación, la
capacidad de consentimiento, la promesa matrimonial, la virginidad y la edad jugaban un papel
fundamental a la hora de diferenciar entre ambas situaciones. Para los juristas y médicos de la
época, a modo de ejemplo, una niña de 12 años tenía la capacidad de consentir un acto sexual.
Una violación se producía si la mujer era menor de 12 años y era obligada por la fuerza al
acceso carnal. El estupro se producía cuando una “doncella“,10 de entre 12 y 20 años de edad,
era obligada por la fuerza al acceso carnal y estuviera ligada al agresor por parentesco por
afinidad o consanguinidad.

Con respecto a la visión de la medicina en relación a la violencia sexual, va a ofrecer una


legitimación de las creencias acerca del cuerpo y la violencia sexual, y sobre el papel asignado
a la mujer en el orden moral sexual. El discurso médico decimonónico, estará orientado a la
verificación de la virginidad, como signo necesario para la creación del orden familiar legítimo
y desenmascarar las “falsas acusaciones”. Dentro de la investigación se contemplaba la edad
de la víctima, capacidad o madurez para consentir, resistencia al ataque; la buena conducta y
doncellez de la víctima y si el abuso había sido reciente o no (la denuncia debía ser automática
luego del ataque).

Hablar de violencia sexual en el siglo XX, es hablar de su utilización como arma de guerra. En
un siglo signado por conflictos armados, el cuerpo de la mujer es el medio para transmitir el
mensaje de humillación y poder al enemigo; otro de los objetivos de la violencia sexual en
conflictos bélicos es la utilización de la mujer, en tanto reproductora, como pieza fundamental
para la “limpieza étnica”. Durante estos escenarios, las divisiones de género acostumbran

10
Mujer que no había “perdido” su virginidad.
exacerbarse en las sociedades que los padecen, las ideologías que legitiman la división sexual
del trabajo se propagan con el objetivo de reforzar los roles tradicionales. El distanciamiento
del cuerpo se trunca violentamente ya que la primera secuela tiene lugar sobre los cuerpos
que son destrozados, mutilados, violados, desaparecidos.

Si bien fue recién en la década del 90, tras el genocidio de Ruanda y los conflictos armados
que asolaron la región de los Balcanes, que la utilización de la violencia sexual como arma de
guerra se convirtió en algo de interés general, luego de una larga historia de silenciamiento,
podemos rastrear ejemplos de su utilización desde la II Guerra Mundial (1939/1945). A partir
de esta última, durante los conflictos internos e internacionales, guerras, dictaduras,
represiones militares; los genocidios, torturas, privaciones de la libertad, etc., han sido
denunciados por sus víctimas, visibilizados y sancionados de diferentes formas, pero la
violencia sexual ha sido invisibilizada durante mucho tiempo, por la vergüenza, la culpa, el
temor y la estigmatización de las que son objeto las mujeres afectadas.

Sobre la II Guerra Mundial podemos nombrar dos hitos fundamentales en la utilización de la


violencia sexual como arma de guerra: (1) Las violaciones masivas tanto por parte de las tropas
nazis, en su avance hacia el este de Europa, así como en Francia, Bélgica y Holanda, como por
parte del los soldados del ejército aliado, en su avance hacia el III Reich, violaban a las mujeres
de los territorios ocupados por el ejército alemán (Polonia, países del Báltico, Rumania,
Hungría, República Checa y Eslovenia), durante todo el conflicto. (2) En la guerra en Asia, se
implementó el sistema denominado “mujeres de Solaz” (o mujeres del confort), campos de
esclavitud sexual de Japón donde permanecían cautivas mujeres (de origen no Japonés,
originarias de los territorios ocupados por este país durante el conflicto). Este sistema de
esclavitud fue diseñado para satisfacer cuatro “necesidades”: (1) la “necesidad” de los
soldados de tener relaciones sexuales para seguir combatiendo; (2) la necesidad de evitar el
antagonismo de las comunidades locales previniendo la violación de las mujeres de las
comunidades japonesas; (3) minimizar el contagio de enfermedades de transmisión sexual
entre la tropa, y (4) la necesidad de mantener las violaciones sexuales de mujeres lejos de la
mira internacional, luego de lo sucedido en la masacre de Nanking.11

11
Diciembre 1937. Crímenes cometidos por el ejército imperial japonés, tras la caída del ejército chino, que
incluyeron violaciones masivas y el asesinato de más de 300 mil civiles.
Durante la segunda posguerra y los procesos de independencia de países africanos y asiáticos
(segunda mitad de siglo XX) se produjeron violaciones masivas contra las mujeres de cada
comunidad como instrumento de tortura tanto contra las mujeres como para las comunidades
de las que eran parte.

Acercándonos a América Latina, los conflictos armados o contextos represivos como los de
Argentina y el resto del Cono Sur, han ampliado la utilización de la violencia sexual contra las
mujeres y existió una secuencia en su implementación en el territorio de América Latina.

En Argentina, durante la última dictadura cívico militar, las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de
Seguridad Argentinas, consideraban que el soporte corporal tiene incidencia en la constitución
como sujetos, por tanto, la “intervención” sobre estos cuerpos se inscribe en un dispositivo
disciplinario, domesticador. En los testimonios de las sobrevivientes se puede visualizar la
intención, de parte de los torturadores, de destruir la capacidad de compromiso social y
público de las detenidas desaparecidas, por medio de la violencia sexual. Otro de los objetivos
fue el quebrantamiento del honor del “enemigo” masculino, por medio de las violaciones
sexuales de mujeres frente a sus compañeros. El cuerpo de la mujer era un instrumento para el
disciplinamiento de los detenidos desaparecidos varones.

Las agresiones sexuales, como expresión de la violencia del Estado totalitario, fueron
cometidas por agentes estatales de diferentes jerarquías a lo largo del todo el país en el
despliegue del plan sistemático de represión ilegal que desarrollaron. Estos tormentos
sexuales, como parte del conjunto de técnicas represivas empleadas, fueron ejercidos en
forma masiva, generalizada, sistemática y sobre el conjunto de detenidas-desaparecidas sin
distinción alguna: mujeres solteras, casadas, adultas, jóvenes y niñas.

Retomando uno de los conflictos que puso en la agenda pública la temática abordada
debemos decir que en la Guerra de los Balcanes (1992- 1995), el abuso sexual de las mujeres
musulmanas de Bosnia por las fuerzas serbio - bosnianas fue sistemático y generalizado y tuvo
como objetivo principal la limpieza étnica, es decir, la utilización del cuerpo de las mujeres
musulmanas para el nacimiento de nuevos serbios, estableciendo centros de violación-
detención con el fin de que las mujeres violadas no abortaran. Más de 60 mil mujeres fueron
víctimas de abuso sexual y distintas formas de violencia sexual. En el caso de Ruanda, la
violación masiva de mujeres del pueblo Tutsi (uno de los tres que habitan la región) se dio en
espacios públicos, frente a sus familiares y como parte del plan sistemático de genocidio. Se
estima que cerca de 250 mil mujeres fueron violadas durante el genocidio. Una vez concluidos
los conflictos, los efectos de la violencia sexual persisten en forma de embarazos no deseados,
enfermedades de transmisión sexual y estigmatización.

Si bien en estas primeras dos décadas del actual siglo se ha avanzado rápidamente en el
cuestionamiento de los roles y los estereotipos de género, se han construido numerosas
herramientas para la visibilización de la violencia sufrida por las mujeres, se han sucedido
cambios trascendentales en las legislaciones que atienden a la violencia sexual, en la
actualidad asistimos al rol trascendental que cumplen los medios masivos de comunicación en
la construcción de la “buena” y la “mala“ víctima de violencia sexual, vemos cómo se sigue
poniendo en cuestión la “honra” de quien ha sido abusada. Frases como “porque andaba sola
a esa hora”, “la pollera era muy corta”, “le gustaba salir de fiesta”, siguen siendo moneda
corriente. La sociedad continúa juzgado a quien es víctima y desculpabilizando al agresor.

Hemos realizado un recorrido histórico por el concepto de violencia sexual con el objetivo de
visibilizar lo que hemos denominado silencio histórico en relación al uso y sometimiento del
cuerpo femenino, para mostrar en que se sustenta el miedo de las mujeres a ser violentadas
sexualmente y la naturalización de este tipo de violencia.

En el siguiente módulo nos proponemos adentrarnos en la prevención, intervención en equipo


y el registro de dicha intervención sobre situaciones de violencia sexual
ARIES, Philippe y DUBY, George (1991). Historia de la vida privada. Tomo 6. Buenos Aires: Taurus.

BARRANCOS, Dora (2007). Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos. Buenos Aires:
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VIOLENCIA SEXUAL.
APORTES PARA SU IDENTIFICACIÓN Y HERRAMIENTAS PARA LA ATENCIÓN A MUJERES EN SITUACIÓN DE VIOLENCIA.
Capacitación virtual, 2da. edición.

Coordinación
Diego Cao

Contenidos
Leticia Kelly
Virginia Michelli

Diseño
Luciana Civit

El presente material ha sido elaborado en el marco de las metas y acciones asignadas al


Instituto Provincial de Género y Diversidad Sexual por Decreto del Poder Ejecutivo Nro. 165/2018.
Se autoriza citar o reproducir el contenido, debiendo en todos los casos mencionarse la fuente.

La Plata, noviembre de 2019.

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