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ASIGNATURA

Trastornos infanto-juveniles

TEMA

 Tarea 8 y 9

PARTICIPANTE

Helen Camilo

MATRICULA

201905600
Clasifica en una tabla los síntomas y criterios diagnósticos de los
trastornos alimenticios (bulimia y anorexia), según estos sean síntomas
físicos, conductuales o psicológicos/emocionales.

Bulimia Anorexia

La bulimia nerviosa es un trastorno de Normalmente, esto implica un miedo


la conducta alimentaria que se extremo de ganar peso o un temor a
caracteriza porque las personas que la engordar. A pesar de que estos
padecen suelen darse atracones individuos pueden ser muy delgados
recurrentes en los que ingieren grandes o incluso peligrosamente bajo peso,
cantidades de comida en un espacio se ven a sí mismos como "gordos".
corto de tiempo, es decir, comen más Ellos pueden tratar de alcanzar o
cantidad de comida que la mayoría de mantener lo que ellos piensan que es
personas en el mismo tiempo. su peso corporal ideal, literalmente
muriéndose de hambre. También
Los bulímicos son incapaces de
podrán ejercerse en exceso. Otros
dominar los impulsos que les llevan
pueden comer cantidades excesivas
a comer y tienen la sensación que no
de alimentos en una sola sesión y
pueden parar de comer. Sin embargo,
luego tratar de deshacerse de la
el sentimiento de culpa y
comida y las calorías de su cuerpo,
vergüenza tras ingerir muchos
obligando a sí mismos a "vomitar" o
alimentos les lleva a una
por el mal uso de laxantes o enemas
purga (vómitos autoinducidos o
empleo de laxantes o diuréticos o
ambos), regímenes rigurosos o
ejercicio excesivo para contrarrestar los
efectos de las abundantes comidas y
evitar engordar.

Estas personas tienen cerca de 15


episodios de atracones y vómitos por
semana y, en general, su peso es
normal, por lo que resulta difícil detectar
la enfermedad. En un solo atracón
pueden llegar a consumir de 10.000 a
40.000 calorías.

Causas
En el origen de esta enfermedad
intervienen factores biológicos,
psicológicos y sociales que
desvirtúan la visión que el enfermo
tiene de sí mismo y responden a un
gran temor a engordar.

El enfermo de bulimia siempre


está muy preocupado por su peso,
aun cuando es normal, pero no puede
reprimir sus ansias de comer. Además,
los bulímicos no se encuentran bien
consigo mismos (no sólo físicamente,
tampoco se valoran).Generalmente la
bulimia se manifiesta tras haber
realizado numerosas dietas dañinas sin
control médico. La limitación de los
alimentos impuesta por el propio
enfermo le lleva a un fuerte estado
de ansiedad y a la necesidad
patológica de ingerir grandes
cantidades de alimentos.

Hasta el momento se desconoce la


vulnerabilidad biológica implicada en el
desarrollo de la enfermedad y son más
conocidos algunos factores
desencadenantes relacionados con el
entorno social, las dietas y el temor a
las burlas sobre el físico. Muchos de los
factores coinciden con los de
la anorexia, como los trastornos
afectivos surgidos en el seno familiar, el
abuso de drogas, la obesidad,
la diabetes mellitus, determinados
rasgos de la personalidad y las ideas
distorsionadas del propio cuerpo.

Por último, los factores socioculturales,


como los ideales de delgadez que se
imponen desde los medios de
comunicación, y las modas hacen que
la sociedad tienda a intentar
conseguirlos y cuando no se logra
provoca la frustración. Ésta se
incrementa en la época adolescente.

Es importante aclarar que los trastornos


de la conducta alimentaria no suelen
aparecer cuando se manifiesta uno de
estos factores sino que es la
confluencia de varios lo que puede
llevar a que aparezca la bulimia.

Síntomas
Generalmente las personas que
padecen bulimia han sido obesas o han
realizado numerosas dietas sin control
médico. Los bulímicos tratan de ocultar
los vómitos y las purgaciones, por lo
que la enfermedad suele pasar
desapercibida durante mucho
tiempo. Los síntomas típicos de un
cuadro de bulimia son los siguientes:

 Atracones o sobre ingesta de


alimentos: El enfermo come una gran
cantidad de alimentos en un espacio de
tiempo muy corto y no tiene control
sobre la ingesta: presenta tal ansiedad
que cree que no puede parar de comer.
Los bulímicos no sienten ningún placer
al comer ni tienen preferencias en
cuanto al tipo de alimentos, sólo
buscan saciarse. Intentan evitar los
lugares en los que hay comida y
procuran comer solos, por lo que
su comportamiento suele ser
asocial, tienden a aislarse y la comida
es su único tema de conversación.
Además, la falta de control sobre los
alimentos les produce grandes
sentimientos de culpa y vergüenza.
 
 Uso de laxantes: Para prevenir
el aumento de peso y compensar el
atracón o el exceso de comidas, el
enfermo se provoca vómitos, utiliza
laxantes, diuréticos, fármacos, o recurre
a otros medios que le permitan
controlar el peso, como la práctica
abusiva de actividades deportivas.
 
 Repetición: Los ciclos de
atracones y vómitos se manifiestan un
mínimo de dos veces por semana.
 
 Baja autoestima.
Además de las manifestaciones
generales se pueden distinguir:

Alteraciones psicológicas
Los enfermos con bulimia nerviosa se
caracterizan por una
gran impulsividad y un bajo
autocontrol. Esto puede provocar que,
además de los atracones, los bulímicos
tiendan a meterse en situaciones
peligrosas o a entrar en discusiones
con facilidad, teniendo grandes
cambios de humor.

Además, como la autoestima la tienen


muy baja es frecuente que aparezcan
síntomas de depresión y ansiedad y
que abusen del alcohol y las drogas.
Los bulímicos también pueden ser
cleptómanos y ludópatas.

Síntomas físicos

En cuanto a los signos físicos que


evidencian la enfermedad se
encuentran la debilidad, dolores de
cabeza; hinchazón del rostro por el
aumento de las glándulas salivales,
sobre todo las parótidas, problemas
con los dientes, mareos, pérdida de
cabello, irregularidades menstruales, y
bruscos aumentos y reducciones de
peso, aunque generalmente no sufren
una oscilación de peso tan importante
como la que se manifiesta en la
anorexia. La bulimia puede ir
acompañada de otros trastornos, como
la promiscuidad sexual.
Las consecuencias clínicas son:

 Arritmias que pueden
desembocar en infartos.
 Deshidratación.
 Intestino irritable y megacolon.
 Reflujo gastroesofágico.
 Hernia hiatal.
 Caries dentales.
 Pérdida de masa ósea.
 Perforación esofágica.
 Roturas gástricas.
 Pancreatitis.
Prevención
La prevención de la bulimia tiene que
realizarse con un enfoque
multidisciplinar. Los especialistas
destacan la importancia que tiene la
prevención social y la colaboración de
modelos, diseñadores, presentadores
de televisión, publicistas y deportistas,
entre otras profesiones para reducir los
mensajes que se lanzan a la población
que inciden en la pérdida de peso de
forma no responsable y engañosa y en
las tallas de la ropa.

A nivel familiar conviene insistir en


que las familias sigan una dieta
equilibrada, como la mediterránea, y
que se evite la obsesión por la dieta, el
peso o la imagen corporal.

Por otro lado, es recomendable que no


hay una protección excesiva de los
padres sobre los hijos. Esto facilitará la
autonomía del adolescente y que éste
sea capaz de resolver problemas y
tomar sus propias decisiones.

2. Investiga en su material de consulta los trastornos de eliminación,


especificamente la enuresis y encopresis. Luego realiza un reporte donde
debes identificar los siguientes elementos:

· Criterios o síntomas de ambos trastorno.

· Causas o factores de riesgo.

· Posibles tratamientos.

El trastorno de eliminación se define como la dificultad en el control de los


esfínteres. Este trastorno puede presentarse de diferentes maneras. Las más
comunes son la enuresis (control de orina) y la encopresis (control de heces).

A medida que el niño va creciendo, aprende a controlar los esfínteres. Así,


hasta los 18 meses es normal que el niño no controle sus necesidades de
eliminación. A partir de esa edad, se adquiere primero la capacidad de
controlar las heces, y posteriormente la orina. Este proceso dura normalmente
hasta los 3 o 5 años. Si la dificultad para controlar la eliminación se prolongase
más allá de esta edad, estaríamos ya ante un trastorno.

El trastorno de eliminación es un problema común en la infancia, y que afecta


no solo al niño sino a la familia entera; cuando se prolonga en el tiempo, puede
ser incluso una fuente de conflictos entre el niño y los padres. Este es un
desorden bastante frecuente y, aunque puede ser intencional, generalmente es
de carácter involuntario. Afortunadamente, este problema tiene una muy buena
respuesta al tratamiento psicológico.
Muchas veces, el trastorno de eliminación aparece relacionado con la vivencia
de sentimientos negativos, como el estrés o la ansiedad. Así, puede ser
frecuente que ante situaciones que generen miedo o angustia al niño, se
desencadene este problema. Afortunadamente, este tipo de desórdenes suele
limitarse a la infancia, y solo en raras ocasiones se prolonga en el tiempo.

¿A qué se debe un trastorno de eliminación?

Como ya hemos dicho, la mayor parte de las veces el desencadenante del


trastorno de eliminación es puramente emocional. Esto quiere decir que los
factores fisiológicos son poco frecuentes, y suponen más bien una excepción.

En aquellos casos en los que no existe una causa física, como por ejemplo una
vejiga pequeña, debilidad muscular, estreñimiento, etc., suele ser necesaria
una evaluación psicológica para identificar qué factores están propiciando el
problema. Estos pueden ser esencialmente emocionales o conductuales. Así,
entre las posibles causas más frecuentes encontraríamos las siguientes:

Causas emocionales

Periodos acusados de ansiedad o estrés.

Sensación de miedo, angustia o desprotección.

Problemas de apego.

Vivencia de sucesos traumáticos.

Pérdida de un ser querido.

Nacimiento de un hermano.

Separación o divorcio de los padres.

Niños con Trastorno de Oposición Desafiante o con trastornos de la conducta.

Comienzo de la escuela o problemas con los compañeros del colegio.


Causas conductuales

Falta de entrenamiento en el uso del sanitario, o entrenamiento muy temprano


o muy tardío.

Problemas en los patrones del sueño.

Búsqueda de atención por parte de los padres.

Provocación o desafío a las normas de conducta.

No querer interrumpir los juegos u otras actividades.

Problemas en los patrones de alimentación (falta de fibra, exceso de líquidos,


etc.)

¿Cuáles son los síntomas de un trastorno de eliminación?

Cuando un niño sufre un trastorno de eliminación, suele ser evidente y no es


difícil identificarlo. Por definición, el síntoma más característico es que el niño
es incapaz de controlar su orina o heces. Sin embargo, más allá de estos
síntomas primarios, existen también otros síntomas secundarios relevantes.
Estos últimos suelen ser significativos, aunque muchas veces pasan
desapercibidos en comparación con el síntoma primario.

En consecuencia, es frecuente que un niño con problemas de enuresis o


encopresis presente también los siguientes síntomas:

Sentimiento de vergüenza, turbación o ira.

Miedo a dormir fuera de casa.

Desarrollo de una baja autoestima.

Problemas de atención, hiperactividad o impulsividad.

Aislamiento social o retraimiento del niño.

¿Qué tipos de trastorno de eliminación hay?


Tal y como se ha explicado, existen esencialmente dos tipos de trastorno de
eliminación, la enuresis (referente a la orina) y la encopresis (referente a las
heces). Sin embargo, cada uno de estos tipos de trastorno puede presentarse
con variantes:

Enuresis

La incapacidad para controlar la orina suele adoptar formas variadas. Así, en


primer lugar, cabe distinguir sobre el momento en que se produce. De este
modo, hablaríamos de enuresis nocturna, diurna o mixta en función de si el
problema se da mientras el niño está dormido, si está despierto o en ambas
ocasiones. En este sentido, la forma más habitual con mucho es la enuresis
nocturna; de hecho, la incapacidad para controlar la orina mientras el niño está
despierto es un problema relativamente poco frecuente.

Por otro lado, también suele distinguirse en función del momento en el que
empieza a producirse el problema. Así, la más común es la enuresis primaria,
que sucede cuando el niño nunca ha tenido control urinario. La enuresis
secundaria, por su parte, es mucho menos frecuente; esta se da cuando, tras
haber podido controlar la orina, el niño vuelve a tener problemas de
continencia.

Encopresis

En cuanto a la encopresis, la diferenciación más común es entre el tipo


retentivo y no retentivo. En la encopresis retentiva, lo que sucede es que el
niño intenta contener todo lo que puede sus heces. De este modo, llegado un
momento, es incapaz de aguantar más y es cuando se produce la defecación.
El caso contrario es el de la encopresis no retentiva, en la que el niño no
intenta contener las heces; lo que sucede aquí es que, simplemente, no tiene
mucha capacidad de control.

En el caso de la encopresis, al igual que en el de la enuresis, distinguiríamos


entre primaria y secundaria en función de que la capacidad de retención no se
haya llegado a adquirir, o si el problema ha sobrevenido con posterioridad,
respectivamente.
¿Cómo se puede prevenir y tratar un trastorno de eliminación?

Uno de los errores más comunes que se comete cuando un niño tiene un
trastorno de eliminación es reprenderle; regañar al niño en estos casos tan solo
sirve para que se sienta humillado y baje su autoestima. Por el contrario, es
necesario que el menor sepa cómo afrontar esta dificultad sin sentir que su
valía personal está disminuida. Así, el primer paso será hablar con él para
hacerle comprender la situación, de una manera que pueda entender.

En aquellas situaciones más difíciles, puede ser necesario recurrir a la terapia


psicológica. En estos casos, se intenta corregir los defectos del aprendizaje o
las carencias emocionales que pueden estar ocasionando del problema. De
este modo, al eliminar las causas que lo provocan, el trastorno quedará
resuelto. Además, junto a la psicoterapia, se emplean otras técnicas como
pueden ser el método de expansión vesical o la alarma urinaria (pipi-stop), que
permiten entrenar al niño en el control de sus esfínteres.

La intervención muchas veces no se dirige únicamente a los niños, sino que


involucra también a los padres. A estos se les enseñan pautas sobre cómo
actuar en los casos de incontinencia; así, existe una serie de pautas que han
de realizar, y otras que no deben hacer. Esto les ayudará a reforzar al niño a
cambiar sus actitudes de manera gradual y exitosa.

1. Elegir un trastorno de personalidad,  y redactar un breve informe donde


se describa:

Pedro es el segundo hijo del matrimonio. Tiene un hermano de 9 años. Nacido


a las 39 semanas de gestación, por parto normal. Durante los primeros meses,
el patrón de alimentación fue normal. En cuanto al patrón de sueño, no durmió
bien hasta los 2-3 meses. Le describen como un bebé intranquilo.

Respecto a los antecedentes médicos, presenta convulsiones febriles desde


que tenía 1 año, manifestando 7 convulsiones hasta los 4-5 meses de edad,
recibiendo tratamiento preventivo (Diafenon), pero no regular, con revisiones
neurológicas frecuentes. A los 5 años fue operado del oído. A esa misma edad
se repiten las convulsiones.
En relación al desarrollo motor, adquirió la marcha liberada en torno a los 14
meses. En la actualidad, no presenta dificultad en la motricidad gruesa. En
cuanto a la motricidad fina, refieren que es poco habilidoso, presentando cierta
dificultad, y observando una fuerte presión en el trazo.

En relación con la adquisición del lenguaje, los padres refieren que fue normal.
En la actualidad, explican que Pedro pronuncia adecuadamente, maneja un
vocabulario simple, y le cuesta expresarse cuando el discurso es más
complejo, utilizando frases sencillas. En ocasiones se atranca en la narración.

Los hábitos de autonomía, en cuanto al vestido y la comida están adquiridos.


En referencia al control de esfínteres, también está adquirido.

En cuanto a la atención, los padres advierten dificultades para mantener la


atención. Cualquier actividad que requiere concentración le cuesta, así como
escuchar cuentos, por ejemplo. Informan de cierta impulsividad, pero destacan
que no se debe a mala intención, sino que parecen ser reacciones automáticas.
Pedro tiene poca conciencia del problema. Además, respecto al área de
memoria, Pedro presenta algunos olvidos muy llamativos. A raíz de estos
indicadores, se recomienda complementar nuestro trabajo con evaluación
neurológica.

Respecto a la escolaridad, Pedro inició su escolarización en el Colegio ---,


desde 1º de Educación Infantil. En 3º de Infantil se percibieron dificultades en el
aprendizaje de la lectoescritura. En la actualidad, cursa 1º de Primaria. La
profesora percibe un alto nivel de energía e inquietud motora, observando que
se come los puños, cuellos, lápices y muerde los muñecos. Además, comenta
que a Pedro es muy “cabezota” y le cuesta tolerar las críticas. Por otro lado,
observa déficit de atención que afecta al aprendizaje, debido a que Pedro no
atiende lo necesario, obteniendo insuficientes en sus notas. Según su
profesora, presenta menos dificultad en lectura, que, en escritura, con una
grafía inadecuada. Realiza todos los trabajos rápidamente. A nivel de lenguaje
verbal, la profesora comenta que es adecuado. Asimismo, la tutora ha
reforzado las dificultades de Pedro con apoyos en clase, y se ha coordinado
con el colegio, para trabajar con Pedro de la forma más adecuada. En casa, los
padres comentan que ayudan a Pedro con los deberes.

Respecto a la conducta y desarrollo emocional, los padres de Pedro observan


que cuando le llevan la contraria, manifiesta reacciones desproporcionadas,
con rabietas en alguna ocasión. Paralelamente comentan que, en ocasiones,
Pedro tiene reacciones violentas, pegando a otros niños, si está muy nervioso.
Por otro lado, advierten una falta de conciencia de peligro por parte del niño.

A nivel social, los padres describen a Pedro como un niño simpático, sociable y
cariñoso. Normalmente se acerca a los niños más pequeños y débiles, y
mantiene la relación con los amigos de infantil. Tiene buenas relaciones con la
familia en general.

Como antecedentes familiares de interés, el padre tuvo hiperactividad y déficit


de atención no diagnosticado, así como enuresis hasta los 9-10 años.

Tipo de trastorno:

Pedro tiene una capacidad intelectual media. Muestra aptitudes dentro del
promedio para su edad, pero su rendimiento está algo por debajo de la media
en las áreas de Comprensión Verbal y Velocidad de Procesamiento.

Diagnóstico diferencial:

En los casos infantiles en los que se sospecha el diagnóstico de TDAH, la


evaluación exhaustiva resulta muy importante, ya que permite, no sólo
establecer un diagnóstico claro, sino también determinar la problemática
detallada, y así intervenir específicamente sobre el nivel de déficit en cada
aptitud y proceso. En este caso, se determinó el nivel de déficit para cada
cuestión específica, lo cual permitió intervenir con éxito sobre sus dificultades
individualizadas y mejorar su rendimiento en éstas.

Asimismo, en un caso como éste, en el que aparecen conductas inadecuadas,


así como déficits conductuales, es importante determinar las conductas
problema y las contingencias que las mantienen. Un análisis funcional detallado
guía la aplicación de las técnicas de modificación de conducta. Es necesario
informar a los padres de la funcionalidad de las contingencias, para entrenarles
en la aplicación de técnicas operantes en casa.

Posibles causas:

Sus antecedentes médicos, presenta convulsiones febriles desde que tenía 1


año, manifestando 7 convulsiones hasta los 4-5 meses de edad, recibiendo
tratamiento preventivo (Diafenon), pero no regular, con revisiones neurológicas
frecuentes. A los 5 años fue operado del oído. A esa misma edad se repiten las
convulsiones.

Acciones para la intervención:

Por todo ello se recomienda tratamiento psicológico con los siguientes objetivos
de intervención:

Área Psicológica:
Atención: 

 Estimulación de la atención selectiva.


 Ampliar los tiempos de atención sostenida.
 Entrenar habilidades de planificación
 Entrenar la memoria de trabajo.

Impulsividad, hiperactividad:

 Entrenar en estilo reflexivo de respuesta.


 Aumentar el autocontrol emocional y conductual.
 Entrenar habilidades para descifrar instrucciones escritas, e inhibir las
respuestas impulsivas.

Tolerancia a la frustración:

 Aumentar la tolerancia a la frustración y trabajar las reacciones


desproporcionadas y de enfado ante las regañinas.

Aspectos emocionales:

 Entrenamiento en estrategias de control de los factores emocionales


(nerviosismo, anticipación dificultad).

Área de Lecto-escritura:

 Entrenar habilidades de segmentación lingüística.


 Entrenar la mecánica lectora (para mejorar los errores de silabeo,
repetición, rectificación) y la velocidad lectora.
 Razonamiento, comprensión y expresión verbal.
 Practicar la grafía en la escritura, suavizar el trazo y adquirir los
grafemas b,l.
 Entrenar la ortografía natural (omisiones, sustituciones, uniones).
 Entrenar la ortografía arbitraria (esto último como objetivo 2ario, para
más adelante).

Área familiar

Paralelamente, se recomienda que los padres reciban asesoramiento sobre


cómo potenciar las habilidades de su hijo, mejorar los aspectos atencionales y
cómo controlar su estilo cognitivo impulsivo. Asimismo, sobre cómo establecer
criterios educativos firmes, estableciendo límites claros, a la par que
coherentes y accesibles. Se recomienda el trabajo del terapeuta con padres y
profesores para manejar las contingencias adecuadas e ir sistemáticamente
reduciendo las conductas problemáticas y creando conductas alternativas más
adaptativas. Es importante administrar estas contingencias de manera
sistemática. Entrenarles también en cómo manejar las variables emocionales
detectadas.

Área escolar:

Resulta fundamental la colaboración con los profesores. Es necesario


mantener comunicación continua con el colegio, para poder coordinarnos en
las ayudas aplicadas.

Asimismo, nos ayudaremos de la tutora para realizar registros conductuales en


el aula cuando sea necesario y para aplicar técnicas operantes en las
conductas problema. Se recomienda trabajar el control de la impulsividad y
aumento del autocontrol del niño, así como la estimulación de los aspectos
atencionales. De igual forma, asesorar a los profesores en ciertos cambios
metodológicos y de entorno de trabajo que ayuden a Pedro a controlar estos
aspectos y manejar su sintomatología en el aula.

Se recomienda acudir para una evaluación neurológica y que el especialista


estime si resulta necesario prescribir medicación.

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