La posibilidad de erradicar una enfermedad que ha matado a miles de
personas es uno de los grandes logros de la humanidad. Las vacunas
revolucionaron la medicina para siempre. Y si se habla de estas, hay que hablar del llamado “padre de la inmunología”, el inglés Edward Jenner, quien vivió entre el siglo XVIII y XIX. Cuando Jenner era joven, los médicos practicaban la variolización, que es la antesala de las vacunas y de donde el científico se inspiraría en un futuro para crear la primera vacuna del mundo. Esta técnica que empezó en China e India y llegó a toda Europa, se trataba de infectar de viruela a niños para que la enfermedad sucediera de manera leve y la persona se pudiera recuperar. Esto se lograba a través de diversos métodos, como por ejemplo, vistiendo a niños con ropa de personas que habían tenido viruela, introduciendo por la nariz o en incisiones en la piel costras secas de la piel de los infectados o mojando un algodón con el pus de las ronchas de los enfermos para ponerselo al paciente. Aunque esta práctica era común, había la posibilidad de contraer otras enfermedades en el proceso, como la sífilis, o de contagiar a otras personas durante el periodo de incubación. Sin embargo, la variolización también era urgente, pues durante el siglo XVIII la viruela mató a más de 400 mil personas en Europa, y en el continente de América la enfermedad llegó en los barcos de esclavos de África y llegó a erradicar tribus indígenas completas. A finales del siglo XVIII, Jenner, quien también había pasado por la variolización, se dio cuenta, al igual que muchos doctores de la época, que los ganaderos y lecheros contraían una viruela bovina benigna y eran inmunes a la enfermedad humana, entonces tuvo la idea de cambiar el material para variolizar por el de la viruela bovina. Esta viruela de las vacas era diferentes a la humana, pues no daban los mismos síntomas letales, pero era lo suficientemente parecida como para crear inmunidad y proteger a las personas de la viruela humana. Entonces, Jenner hizo un primer ensayo clínico en 1796 con el hijo de 8 años de su jardinero. El científico inglés recogió pus de una mujer lechera y lo puso en el brazo del niño, que previamente había arañado con una aguja. Meses después, intentó infectar al niño con una viruela de humano, y este no se infectó. Dos años más tarde, Jenner publicó los resultados en un libro que fue una sensación en Inglaterra. Para 1801, 100 mil personas se habían vacunado utilizando el mismo método. El lado negativo de la creación de Jenner es que no todas las enfermedades humanas tenían un análogo animal que pudiera dar inmunidad sin hacer daño. Asimismo, algunas de las enfermedades que saltan de animales a humanos pueden ser letales, como el COVID-19. Entonces, los esfuerzos en adelante se concentraron en trabajar con virus y bacterias que sean letales para el humano, pero encontrar alguna manera de desarmarlos para que el sistema inmune se prepare para el virus real. Todo comienza por aislar el patógeno