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Arquidiócesis de Valencia

Seminario Mayor Nuestra Señora del Socorro


Afiliado a la Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá

Jorge Martínez
4to año de Teología
Prof. Pbro. Alexis Tovar

Las Enfermedades de Transmisión Sexual y la moral de la procreación


INTRODUCCION
El papel de la familia constituye un elemento esencial de la construcción de la sociedad,
de ahí que el acto procreador constituya una un deber del matrimonio y una tarea
insoslayable de la familia, sin embargo, esta tarea puede verse afectada por una serie de
circunstancias que impliquen una mirada más atenta de la Iglesia en cuanto a la moral y
la ética, una de estas realidades la constituyen las enfermedades o infecciones de
transmisión sexual.
Al hablar de enfermedades de transmisión sexual se pueden encontrar un gran número
de patologías distintas, sin embargo, no se pretende aquí mencionar todas las existentes,
sino hablar de su impacto en el ámbito de la moral en la procreación, por lo que no se
profundizaran todas las ITS (infecciones de transmisión sexual) o ETS (enfermedades
de transmisión sexual) sino solo se mencionaran las más resaltantes y que tienen mayor
efecto en la vida de las personas; también el efecto de estas en la dimensión conyugal y
familiar. Se propone, además, el conjunto de la doctrina de la Iglesia y lo que la bioética
enseña en este campo.
DESARROLLO
Las enfermedades de transmisión sexual son un conjunto de infecciones que se
transmiten principalmente por contacto sexual/genital, aunque algunas de ellas pueden
contagiarse también se pueden por otras vías, como la sangre y lo relacionado con ella.
De entre los más de 30 virus, bacterias y parásitos que se transmiten de esta forma ocho
de ellos constituyen la máxima incidencia de enfermedades de transmisión sexual,
según lo corroborado por la OMS, cuatro de ellas son curables y las otras no, aunque se
pueden mitigar sus efectos, las curables son sífilis, gonorrea, clamidiasis y
tricomoniasis; mientras las incurables son hepatitis B, herpes, VIH y VPH.
Aunque todas sean nocivas para la persona, el VIH se plantea no solo como la más
grave (ya que causa el SIDA), sino entre las más comunes. De ahí que, a nivel
documentario, este sea el más abordado, especialmente en el magisterio que de entre las
ITS se menciona casi exclusivamente al SIDA.
El primer punto que hay que abordar al exponer las implicaciones morales de las ITS en
la procreación, es el tema de la prevención. No se discute la urgencia de prevenir el
contraer estas infecciones, pues es algo que todos afirman y reconocen, el problema se
centra en los modos de prevención que se proponen.
En efecto, el hombre por la dignidad de su ser integro, debe cuidar tanto de su bien
espiritual como corporal, pues su cuerpo posee una dignidad propia, no es solo un
recipiente, forma parte integral del hombre, “por consiguiente, no es licito al hombre
despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo
bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y ha de resucitar en el último
día”1
Sin embargo, al pasar de defender el propio cuidado de la salud a lo modos necesarios
de realizar esta prevención, se encuentran grandes confrontaciones. En primer lugar, lo
que propone la Iglesia en su doctrina recuerda que hay métodos que son ilícitos, como
aclaraba el papa Juan Pablo II en un discurso pronunciado en el marco de la conferencia
internacional sobre el SIDA:
“parece profundamente lesivo a la dignidad de la persona y, por tanto, moralmente
ilícito, propugnar una prevención de la enfermedad del SIDA basada en el recurso a
medios y soluciones que violan el sentido auténticamente humano de la sexualidad y
son un paliativo para ese hondo malestar, donde se reclama la responsabilidad de los
individuos y de la sociedad”2
Se hace necesario, por lo tanto, recordar que la sexualidad no tiene un fin hedonista,
sino que esta es una realidad que forma parte de la totalidad de la persona y se halla
“esencial y totalmente subordinada y ordenada a aquella única gran ley de la generatio
et educatio prolis, es decir, al cumplimiento del fin primario del matrimonio como
origen y fuente de la vida”3.
Que por lo tanto excluido todo método de prevención que se oponga a esta realidad de
la sexualidad humana, y no solo por el hecho de que los métodos anticonceptivos
impidan el acto procreador, sino también porque ellos mismos no solucionen el
problema, pues como defiende la Iglesia fuera del matrimonio la mejor prevención es el
cambio de comportamiento, evitando esa mentalidad que favorece la vida promiscua. Y
esto no es defendido solo por la Iglesia; escribe también el científico que descubrió es
SIDA, Luc Montagnier: “los medios médicos no son suficientes […] En concreto, es
necesario educar a la juventud contra el riesgo de la promiscuidad sexual y el
vagabundeo sexual”4.
Hay que recordar además lo que decía el papa San Juan Pablo II: “la Iglesia está
convencida de que sin un renacimiento de la responsabilidad moral y una reafirmación
de los valores morales fundamentales, todo programa de preencion basado solo en
información será ineficaz e incluso contraproducente”5

1
GAUDIUM ET SPES, N° 14
2
JOSE-ROMAN FLECHA, La fuente de la vida, manual de bioética; Ediciones Sígueme, Salamanca 1999. P.
281
3
PIO XII, Vegliare con sollecitudine, n° 39
4
LINO CICCONE, Bioética, Ediciones Palabra, Madrid 2005, p. 446
Ahora bien, las consideraciones morales y éticas (e incluso canónicas) se complican
cuando la situación de las ITS se da dentro del ámbito matrimonial, más especialmente
cuando solo uno de los contrayentes está infectado. En primer lugar, se puede dar el
caso que al momento de contraer matrimonio uno de los cónyuges ya está infectado; en
algunas circunstancias puede dar ocasión a una causa de nulidad matrimonial: “El error
acerca de una cualidad de la persona, aunque sea causa del contrato, no dirime el
matrimonio, a no ser que se pretenda esta cualidad directa y principalmente ” (c. 1097
p. 2); es decir, solo cuando el contagiado pretende estar sano directa y principalmente,
siendo que la otra parte no contraería matrimonio si conociera la verdad, es causa de
nulidad matrimonial, sin negar que también pueda darse la causa de dolo (c. 1098) en
otras circunstancias.
En lo referente a la vida matrimonial, surgen muchas interrogantes de carácter ético. ¿es
éticamente correcto que la pareja viva relaciones sexuales normales a pesar del riesgo
de que la parte no contagiada sea infectada? ¿son licitas las relaciones sexuales con
preservativo debido a que se busca la salud de la persona? ¿es obligada la abstinencia
total en caso contrario?
En cuanto al riesgo de procrear a un hijo con la infección, gracias a los avances es
posible evitar completamente la transmisión de la infección al hijo o reducirla a un 1% 6;
por lo que queda en cuestionamiento es en la posibilidad de que ese hijo se quede
huérfano muy pronto.
Para responder a las interrogantes es necesario situarlas en sus distintos casos, pues
algunas de estas ITS no imponen una carga totalmente destructiva para la pareja sana, y
que pueden ser sobrellevadas por amor al cónyuge y la próxima familia; por esta razón
y por la dignidad del matrimonio y el deber de este de procrear, se deben buscar formas
de sobrellevar estas ITS cuando no implican un riesgo grave para la salud de la pareja, y
así mantener la intimidad propia de la vida matrimonial. Sin embargo, no puede decirse
que lo mismo pasa con el VIH/SIDA, que si supone un grave problema para la
supervivencia de la persona.
Las relaciones sexuales normales en estos casos pueden constituir un acto homicida bajo
la máscara de un gesto de amor. La parte sana tiene el derecho y hasta el deber de
rechazar la relación sexual, pues es su vida la que está en juego. Sin embargo, este
derecho puede tener excepciones, por ejemplo, cuando la abstinencia puede conllevar
un grave peso moral sobre la parte infectada que pueda alterar en profundidad toda la
relación con la pareja y su salvación, la parte sana puede llegar por el bien del otro a la
decisión de no rechazar la intimidad sexual. Si las dos partes son seropositivas, aunque
ya no haya riesgo de contagio, se puede dar una reinfección, refuerzo de carga viral, e
incluso añadir nuevos tipos de virus VIH más resistentes a los fármacos; convirtiendo
cada acto conyugal en un empujón para acelerar la infección y contraer SIDA.

5
JUAN PABLO II, Discurso al cuerpo diplomático (1. 9. 1990), en P.J. Lasanta, Diccionario social y moral
de Juan Pablo II, 580
6
Cfr. ídem p. 449
¿Es licito, por tanto, el uso de preservativo en estos casos?, esta valoración no puede ser
positiva ya que hay que recordar que el preservativo no elimina el riesgo de la infección
por VIH, sino que solo lo reduce; el amor exige la exclusión de cualquier
comportamiento que ponga en riesgo la salud y vida de la persona amada, por lo que
estas relaciones sexuales tampoco son licitas. De todo esto se debe concluir que lo único
que es éticamente valido en estos caos es la renuncia a las relaciones sexuales como
exigencia del amor; pues hacer daño a la otra persona con el pretexto de mostrar el
propio amor es totalmente ilógico; por el contrario, la renuncia al placer por el bien del
otro solo puede surgir del amor.
CONCLUSION
Las enfermedades de transmisión sexual son una realidad que han traído al mundo
situaciones que gran dolor y sufrimiento para muchos. Hombres y mujeres de toda raza
y región pueden ser víctima de una epidemia que nace principalmente de estilos de vida
cada vez más promocionados por una cultura hedonista y relativista que impera en
muchos ámbitos.
La Iglesia, lejos de sentirse ajena a estas realidades invita no a medias soluciones, que
puedan tergiversar el sentido de la sexualidad y la familia, sino que impulsa a promover
una verdadera prevención que nazca de la transformación de conductas nocivas no solo
para la salud física, sino también para la sociedad. Es por eso que tanto pastores como
fieles laicos deben procurar encontrar espacios de concientización, revalorizando los
ideales de amor, fidelidad, familia y castidad tan golpeados en estos tiempos.
ANEXOS

 Crear en la Iglesia un taller de afectividad y sexualidad dirigidos por expertos en


la materia de salud en conjunto con el sacerdote, realizado semanalmente
durante dos meses para formar a todos los padres y madres especialmente a los
equipos de pastoral familiar y pastoral de la salud, así como los líderes de
pequeñas comunidades de base. Tocando en estos talleres temas como las ETS,
la verdadera prevención, la dignidad y misión del matrimonio y el acto sexual, la
castidad y los medios de prevención ilícitos.
 Partiendo de las personas formadas en los talleres se llevarán a las comunidades
de base, así como al grupo juvenil y la pastoral universitaria, temas del valor del
matrimonio, la fidelidad, la castidad y la virginidad, partiendo principalmente de
un estilo más propositivo que negativo con los testimonios de vida y
experiencias de los miembros de la pastoral familiar y las familias
comprometidas.
 Constituir junto con caritas y la pastoral de la salud de cada una de las
parroquias de la diócesis un acompañamiento espiritual y humano para las
personas que padecen estas ETS, especialmente los contagiados de VIH/SIDA,
compuesto por expertos a nivel médico y por uno o dos sacerdotes competentes
en el tema. A partir de este equipo de atención se renovarán los talleres
parroquiales anualmente, compartiendo testimonios y promoviendo la
participación de todo el pueblo de Dios.

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