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Buenos días hermanos, es muy grato para mi poder compartir un mensaje con ustedes en

esta mañana, espero que esté mensaje pueda llegar al corazón de cada uno de ustedes y
que nos ayude a progresar. Mi mensaje de esta mañana esta inspirado en el mensaje que
nos compartió el Elder Scott D. Whiting de los setenta “Llegar a ser como el” en la
conferencia de este mes.
Jesucristo nos dio el ejemplo perfecto. Se nos ha dicho que debemos ser una luz para los
demás, y Ser una luz significa ser ejemplar, alguien que da el ejemplo y es un modelo a
seguir para los demás… [Hemos hecho convenio] de seguir a Cristo, el gran ejemplo.
Tenemos la responsabilidad de aprender de Él las cosas que enseñó y lo que hizo durante
Su ministerio terrenal.
Es importante que recordemos que Jesús tenía la capacidad de pecar, que podría haber
cedido o haberse rendido, que el plan de vida y salvación podría haber fracasado, pero
que Él permaneció firme. Si no hubiera existido la posibilidad de que cediera a las
tentaciones de Satanás, tampoco habría habido una verdadera prueba ni una genuina
victoria como resultado. Si no hubiera tenido la facultad de pecar, se le habría despojado
de su libre albedrío. Fue Él quien vino a salvaguardar y asegurar el libre albedrío humano,
por lo tanto, debía retener la capacidad y la posibilidad de pecar si así lo deseaba 6. Jesús
demostró la grandeza de Su Espíritu y la magnitud de Su fortaleza hasta el mismo fin de Su
vida terrenal. Ni siquiera en aquella última hora se sumió egoístamente en Sus propios
pesares ni en la perspectiva del dolor inminente, sino que se dedicó fervientemente a
atender las necesidades presentes y futuras de Sus amados discípulos; sabía que la
seguridad de éstos, individualmente y como Iglesia, residía únicamente en un mutuo amor
incondicional. Pareció concentrar todas Sus energías en las necesidades de ellos, y les
enseñó por el ejemplo. Les dio palabras de consuelo, mandamiento y advertencia
Tanto durante Su ministerio terrenal entre Su rebaño en la Tierra Santa como en Su
ministerio después de esta vida entre Sus ovejas esparcidas en el Hemisferio Occidental, el
Señor demostró Su amor y Su preocupación por las personas en forma individual.
Mientras se encontraba en medio de una multitud, Jesús sintió el toque de una mujer que
buscaba alivio para un mal que sufría desde hacía doce años (véase Lucas 8:43–48). En
otra ocasión, vio mucho más allá de los prejuicios cerrados de una muchedumbre que
condenaba y del pecado de la persona que había sido acusada. Quizás, percibiendo en ella
el deseo de arrepentirse, Cristo eligió ver el valor de la persona y le mandó que se fuera y
no pecara más Cap ítu l o 24 325 (véase Juan 8:1–11). En otra ocasión, “tomó a sus niños
pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos” (3 Nefi 17:21; cursiva
agregada).
¡Qué maravilloso ejemplo a seguir! Aun en medio de gran dolor y aflicción personales,
nuestro máximo Ejemplo extendió la mano para bendecir a los demás… Su vida no se
hallaba centrada en las cosas que no poseía, sino en prestar servicio a los demás 
El primer paso en esta senda para llegar a ser como Jesucristo es tener el deseo de
conseguirlo. Es bueno entender la admonición de ser como el, pero esa comprensión tiene
que ir acompañada por un anhelo de transformarnos a nosotros mismos, un paso a la vez,
mas allá del hombre natural. Al comenzar a saber mas acerca de el, veremos sus atributos
reflejados en lso demás. Esto nos animara en nuestra propia búsqueda, porque si otras
personas pueden lograr, en cierta medida, sus atributos, nosotros también podemos
El mundo está lleno de personas que están siempre muy dispuestas a decirnos: “Haz lo
que yo digo”. Y ciertamente no nos faltan los que dan consejos en cuanto a casi todo lo
habido y por haber. Pero hay muy pocas personas que están prestas a decir: “Haz lo que
yo hago”. Y, por supuesto, sólo Uno en la historia de la humanidad pudo decir eso con
toda justicia y rectitud.
Sólo Cristo puede decir, sin reserva alguna, “seguidme”, “aprended de mí” [y] “haced las
cosas que me habéis visto hacer ”. Sólo Cristo puede decir que bebamos de Su agua, que
comamos de Su pan. Sólo Él puede decir: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”. “Yo soy
la ley y la luz. Mirad hacia mí… y viviréis”. Sólo Él puede decir: “Que os améis unos a otros;
como yo os he amado”
Cuán agradecidos debemos estar a nuestro Padre Celestial por haber enviado a Su Hijo
Unigénito a la tierra para… establecer el ejemplo perfecto de rectitud, de bondad, de
misericordia y de compasión, a fin de que el resto del mundo sepa cómo vivir, cómo
progresar y cómo llegar a ser más semejantes a Dios. Sigamos al Hijo de Dios en todo lo
que hagamos y en todos los ámbitos de la vida; hagamos de Él nuestro ejemplo y nuestro
guía. En todo momento debemos preguntarnos a nosotros mismos: “¿Qué haría Jesús?”. Y
entonces ser más valientes para obrar de acuerdo con la respuesta. Debemos seguir a
Jesucristo en todo el sentido de la palabra; debemos dedicarnos a Su obra como Él lo hizo
con los asuntos de Su Padre; debemos esforzarnos por ser como Él es y ser constantes en
eso, una y otra vez.

Ahora sé, al igual que Nefi, que el Señor nunca da mandamientos sin
prepararnos la vía para que cumplamos lo que nos ha mandado
(véase 1 Nefi 3:7). Cuando Cristo nos mandó amar a nuestros
enemigos, Él sabía que con Su ayuda era posible. Él nos puede enseñar
a amar a los demás si tan sólo confiamos en Él y aprendemos de Su
gran ejemplo.

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