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88243-Text de L'article-114658-1-10-20080519
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Las ciencias de la Tierra sufrieron en los años ro de los paleomagnetólogos británicos, calculó el
60 una revolución que estremeció hasta sus ci- paleomagnetismo que debería usarse para exami-
mientos. La revolución culminó con el nacimiento nar la teoría de la deriva. Runcorn, que había pre-
de la tectónica de placas, y acabó con una contro- visto incluir geólogos así como geofísicos en su
versia de 55 años sobre la deriva continental. La equipo, contrató a Irving en Junio de 1951 para
hipótesis de Vine-Matthews-Morley fue decisiva que le ayudara en el muestreo. Cuando Irving le
en ello. Esta hipótesis, propuesta independiente- habló a Runcorn de la conexión de la deriva conti-
mente por Fred Vine y Lawrence Morley, llevó a nental y el paleomagnetismo en el otoño de 1951,
la confirmación de la expansión del fondo del mar, y le sugirió que la India sería un área ideal para el
la forma más moderna en esos años de la deriva examen, Runcorn vio su importancia inmediata-
continental. Antes de la aceptación de la hipótesis mente.
pocos científicos de la Tierra creían en la deriva En pocos años, Creer3 presentó la primera cur-
continental; con su confirmación, pocos se atrevie- va de deriva polar, representando el movimiento
ron a argüir en contra de su expresión más moder- de las Islas Británicas a través del pasado geológi-
na. co, y Runcorn e Irving añadieron pronto las curvas
Aunque algunas destacadas figuras como Art- de la deriva polar de Norteamérica y Australia.
hur Holmes, Lester King y S. W. Carey defendie- Hospers y Runcorn también aportaron argumentos
ron la deriva continental desde principios de los en apoyo de una de las suposiciones cruciales en
años 50, la gran mayoría de los científicos de la la causa paleomagnética de la deriva, a saber, la
Tierra creían que era una reliquia del pensamiento idea de que el eje de rotación de la Tierra coinci-
geológico del pasado. En un clima tan hostil como día con su campo magnético principal. Mientras
éste, dos grupos de paleomagnetólogos (ante todo tanto, Clegg4, contratado por Blackett a finales de
británicos) desarrollaron una nueva explicación 1951 para iniciar el paleomagnetismo en Man-
para la deriva continental. chester, encontró apoyo para la deriva continental
a partir de su trabajo en Gran Bretaña. Más tarde,
Clegg5 y sus colegas ampliaron el trabajo de Ir-
ving sobre la India. Finalmente, Irving6, Runcorn
PALEOMAGNETISMO y N. Opdyke7, una nueva adquisición de Runcorn,
y Blackett8 propusieron argumentos paleoclimáti-
El primer grupo, encabezado por S. K. Run- cos en corroboración de su trabajo paleomagnéti-
corn, estaba instalado inicialmente en el Departa- co.
mento de Geodesia y Geofísica de la Universidad El paleomagnetismo resucitó el interés por la
de Cambridge, y el segundo, dirigido por P. M. S. deriva continental, pero cambió pocas mentalida-
Blackett, encontró su primera ubicación en el De- des. A veces, los paleomagnetólogos no se ponían
partamento de Física de la Universidad de Man- de acuerdo entre ellos, y la mayoría de los que no
chester. Los primeros miembros fundamentales lo eran los ignoraban, los veían con suspicacia o
del grupo de Runcorn fueron J. Hospers, E. Irving se equivocaban al intentar comprender este tema.
y K. Creer. El gran biomatemático R. A. Fisher les Los críticos cuestionaban sus suposiciones, y la
suministró el bagaje estadístico necesario para fiabilidad y la exactitud de sus datos básicos. No
analizar la endémica dispersión de los datos paleo- obstante, el paleomagnetismo influyó en algunos
magnéticos. Runcorn y sus colegas empezaron a de los que más tarde jugarían papeles decisivos en
abordar el problema con el desarrollo de un proce- la revolución y mostró, por ejemplo, que los es-
dimiento paleomagnético para la determinación de fuerzos combinados de geólogos y geofísicos ofre-
las posiciones de los continentes a lo largo del cían una manera prometedora de abordar los pro-
tiempo geológico, poco después Irving2, el prime- blemas en las ciencias de la Tierra.
(*) El Dr. Henry Frankel es profesor de Historia y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Missouri en Kansas City. USA
1 Reimpreso y traducido con permiso de Nature, (Macmillan Magazines Limited) y del autor. Copyright © 1988.
Referencia original: Frankel, H. (1988). From continental drift to plate tectonics. Nature 335, 127-130.
(El traductor agradece la atención prestada por el profesor Henry Frankel.)
FIG. 4. La orientación de las fallas transformantes en la dorsal Mesoatlántica puede usarse para localizar el polo actual de rota-
ción de la placa africana con respecto a Sudamérica. Aquí las direcciones de las zonas de fractura (líneas discontinuas) se com-
paran con pequeños círculos (líneas continuas) alrededor de un polo de Euler a 62º N, 36º W. (Según Morgan, 196826).
tismo. Muchas cosas han sucedido desde que descu- Hess, especialmente en cuanto a la naturaleza de la dorsal meso-
brieron que su trabajo paleomagnético fue mejor re- atlántica, Molengraaff (1916, 1928) y Van der Gracht (1928):
Molengraaff, G.A.F. (1916). The coral reef problem and
cibido entre los miembros de la Royal isostasy. Proc. Royal Acad. Amsterdam 19, 610-627. (Citado en
Astronomical Society que en la Geological Society Molengraaff, 1928).
de Londres -la cooperación entre los paleomagnetó- Molengraaff, G.A.F. (1928). Wegener’s continental drift.
logos con base en geofísica o geología ha servido En: W.A.J.M. van W. van der Gracht (ed.) (1928). Theory of con-
como modelo sobre la forma de afrontar con pro- tinental drift. A symposium on the origin and movement of land
masses both inter-continental and intra-continental, as proposed
piedad los problemas en las ciencias de la Tierra. by Alfred Wegener, (Nueva York, 1926). Londres, American As-
sociation of Petroleum Geologists, pp. 90-92.
Traducción y notas de: Van der Gracht, W.A.J.M. van W. (1928). Introduction:
Cándido Manuel García Cruz** The problem of continental drift”. En: W.A.J.M. van W. van der
Gracht (ed.) (1928). Theory of continental drift. A symposium on
the origin and movement of land masses both inter-continental
Notas de la traducción and intra-continental, as proposed by Alfred Wegener, (Nueva
York, 1926). Londres, American Association of Petroleum Geolo-
El Dr. Henry Frankel es profesor de historia y filoso- gists, pp. 1-75.
fía de la ciencia en la Universidad de Missouri, en Kansas 17 Morley, L.W. y Larochelle, A. (1964). Palaeomagnetism
City. Ha publicado numerosos estudios sobre los aspectos as a means of dating geological events. Roy. Soc.Canada Soc.
históricos y epistemológicos tanto del debate sobre la de- Pub. No. 8, 39-51.
18 Vine, F.J. y Matthews, D.H. (1963). Magnetic anomalies
riva continental como de la expansión del fondo oceánico
y la tectónica de placas, entre otros temas dentro de las over ocean ridges. Nature (London), 4897, 947-949.
19 Blackett, P.S.M., Bullard, E. y Runcorn, S.K. (eds.)
ciencias de la tierra. Actualmente prepara un programa
(1965). A Symposium on Continental Drift. The Royal Society,
de intercambio con la Universidad de Sevilla, para im- Londres.
partir un curso relacionado con su especialidad. 20 Dalrymple, G.B., Doell, R.R. y Cox, A. (1966). Recent de-
El presente artículo se publicó originalmente como velopments in the geomagnetic polarity (epoch time scale). En:
“Comentario” careciendo de bibliografía. A continua- Abstracts for 1965, 41. Geol. Soc. Amer. Spec. Paper No. 87.
ción se relacionan los trabajos más importantes citados 21 Vine, F.J. y Wilson, J.T. (1965). Magnetic anomalies over
en el texto. a young ocean ridge off Vancouver Island. Science 150, 485-489.
22 Wilson, J.T. (1965). A new class of faults and their bea-
ring on continental drift. Nature 207, 343-347.
23 Cox, A., Doell, R.R. y Dalrymple, G.B. (1964). Reversals
CITAS BIBLIOGRAFICAS Y OBSERVACIONES
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1Frankel, H. (1988). From continental drift to plate tecto- 24 Pitman, W.C. y Heirtzler, J.P. (1966). Magnetic anomalies
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2 Irving, E. (1958). Rock magnetism: A new approach to the 25 Opdyke, N.D. (1968). The paleomagnetism of oceanic co-
problem of polar wandering and continental drift. En: Carey, res. En: R.A. Phinney (ed.) (1968). The history of the Earth’s crust:
S.W. (ed.) (1958). Continental drift: A Symposium. University of A Symposium. Princeton University Press, Princeton, pp. 61-72.
Tasmania, Hobart, pp. 24-61. 26 Sykes, L.R. (1968). Seismological evidence for transform
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certain stable rocks from Great Britain. Phil. Trans. Royal. Soc. ney (ed.) (1968). The history of the Earth’s crust: A Symposium.
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4 Clegg, J.A., Almond, M. y Stubbs, P.H.S. (1954). The rema- 27 Morgan, W.J. (1968). Rises, trenches, great faults, and
nent magnetism of some sedimentary rocks in Britain. The Philos. crustal blocks. J. Geophys. Res. 73, 1959-1982.
Mag. ser. 7, 45, 583.598. 28 McKenzie, D.P. y Parker, R.L. (1967). The north Pacific:
5 Clegg, J.A., Deutsch, E.R. y Griffiths, D.H. (1956). Rock An example of tectonics on a sphere. Nature 216, 1276-1280.
magnetism in India. The Philos. Mag. ser. 8, 1, 419-431. 29 Bullard, E.C., Everett, J.E. y Smith, A.G. (1965). The fit of
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7 Opdyke, N.D. y Runcorn, S.K. (1959). Palaeomagnetism The Royal Society, Londres, pp. 41-51.
30 Vine, F.J. (1968). Magnetic anomalies associated with
and ancient wind directions. Endeavour 18, 26- 34.
8 Blackett, P.M.S. (1961). Comparison of ancient climates mid-ocean ridges. En: R.A. Phinney (ed.) (1968). The history of
with the ancient latitudes deduced from rock magnetic measure- the Earth’s crust: A Symposium. Princeton University Press,
ments. Proc. Royal Soc. A263, 1-30. Princeton, pp. 73-89.
31 Las aportaciones de Le Pichon han sido tan abundantes
9 Ewing, M. y Heezen, B.C. (1956). Oceanographic research
program of the Lamont Geological Observatory. Geogr. Rev. 46, en este sentido, que es muy difícil dar una relación exhaustiva.
508-535. Véase, por ej. su trabajo ya clásico: Le Pichon, X. (1968). Sea
10 Raff, A.D. y Mason, R.G. (1961). Magnetic survey off the floor spreading and continental drift. J. Geophys. Res. 73, 3661-
3697.
west coast of North America, 40º N. Latitud to 52ºN. Latitud. 32 McKenzie, D.P. (1968). The geophysical importance of
Bull. Geol. Soc. of America 72, 1267-1270.
11 Menard, H.W. (1958). Development of median elevations high temperature creep. En: R.A. Phinney (ed.) (1968). The his-
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in the ocean basins. Geol. Soc. Am. Bull. 69, 1179-1186.
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12 Vacquier, V. (1959). Measurements of horizontal displa-
33 Isaacks, B., Oliver, J. y Sykes, L.R. (1968). Seismology
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and the new global tectonics. J. Geophys.Res. 73, 5855-5899.
13 Hess, H. H. (1960). Evolution, ocean basins. Preprint, 38 pp.
34 McKenzie, D.P. y Morgan, W.J. (1969). Evolution of triple
14 Dietz, R.S. (1961). Ocean evolution by sea floor sprea-
junctions. Nature 224, 125-133.
ding. Nature 190, 854-857. 35 Molnar, P. (1988). Continental tectonics in the aftermath
15 Holmes, A. (1931). Radioactivity and earth movements.
of plate tectonics. Nature 335, 131-137. ■
Trans. Geol. Soc. Glasgow 18 (part 2), 559-606.