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No se me había ocurrido mejor idea que olvidar cargar mi reloj espacial el

único día de la semana que me correspondía ir a la tierra por provisiones.


¿Cómo qué no? Mejor fue la idea de dibujar la carta celeste de la constelación
de la Hidra en plena clase de conversiones y equivalencias de horas espaciales
a terrícolas, en mi curso intensivo de recolector espacial.

No hay problema —me dije —buscaré aterrizar en un bosque virgen vasto de


vegetación en el cual no tenga que cruzarme con nadie y no corra el riesgo de
que alguien me vea si es que llegan a pasar las ocho horas, ¡soy un éxito!

¡Genial! Ahora no solo estaba perdida en el tiempo, sino también en el espacio,


¿Cómo es que había llegado a una ciudad urbanizada?

Creo que me tocará improvisar —pensé —por lo menos pude conseguir


transformarme en una niña terrícola, nadie me prestará atención por mucho
tiempo.

El tiempo apremiaba y había pasado mucho tiempo ya. Iría a un supermercado


a buscar las frutas y los vegetales, allí siempre los encontraba muy variados y
en grandes cantidades, pero primero debía buscar una mochila, una grande
para poder cargar con todo.

- Hola pequeña.
- … (pequeña no, necesito que sea una grande)
- ¿Hola? ¿Cómo te llamas?
- … (claro, debería llamar a algún adulto y preguntarle)
- ¿Hola? ¿Niña?
- … (niña no, un adulto dije…)
- ¡¡¡NIÑA!!!
- Ah, niña, sí, yo, niña. ¿Quién me habla?
- Aquí, abajo. La esfera amarilla. Soy Invierno, mucho gusto.
- Este… sí, claro, invierno (¿qué se supone que es esto?)
- ¿Cuál es tu nombre?
- ¿Mi nombre? Soy, ehm, ehmm, ehmmm… Ema, soy Ema.
- ¿Eres tartamuda?
- (¡Aaah qué gracioso! ahora lo mando a rodar… aaah a rodar ja ja ja, no
me di cuenta)
- ¿Ema?
- Sí, sí, solo cuando estoy nerviosa, Infierno. ¿Sabes? Tengo que irme, se
me hace tarde y mis padres me van a castigar. Chao.
- ¿Hacia dónde vas? ¿Te puedo acompañar?
Como un abrir y cerrar de ojos, habían pasado ya las ocho horas de rigor, y
empezaba a convertirme en quien soy en realidad. Para sorpresa mía, mi
interlocutor no se inmutó con mi cambio en absoluto.

- ¿No estás asustado, Incierto?


- No, he visto cosas peores. ¿Qué se supone que eres?
- Gracias. Un extraterrestre.
- Y, ¿qué haces aquí?
- Vine a buscar provisiones para mi planeta, necesito conseguir frutas y
verduras. El detalle es que solo tengo unas horas para conseguirlas
antes de que acabe el efecto de mi transformación en terrícola.
- Entiendo. Puedo darte mi máscara de arlequín para que te ocultes y
busques tus provisiones.
- Es muy pequeña, Interno. Lo mejor será regresar a mi planeta, ofrecer
las disculpas correspondientes por no haber cumplido mi misión y
esperar solemnemente a que tomen medidas conmigo.
- En tu lugar, yo tomaría la máscara y saldría a buscar campantemente las
frutas y verduras. Todas las personas en esta ciudad viven tan
ensimismadas en sus preocupaciones que no notan nada a su alrededor,
sobre todo a esta hora, en la que están sumergidos en sus trabajos, es
la hora en la que todo les es más que indiferente.

Efectivamente, a ningún adulto le importaba lo que pasara a un metro del


radio de su ego, y a esa hora, todos los niños de la ciudad se encontraban
en sus escuelas siendo entrenados por esos mismos adultos. Fue muy fácil
conseguir las frutas y verduras en un pequeño bosque cercano sin que
fuese importunada por alguien.

- ¿Regresarás pronto?
- Claro, Invento. Ahora tengo un nuevo motivo para hacerlo.
- Entiendo. Espero que en tu planeta disfruten mucho de nuestras
verduras y frutas. Cuídate mucho, Ema.
- Un fuerte abrazo, querido Invierno.

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