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Metáfora

Metáfora, palabra de origen griego que sirve para designar la imagen resultante de trasladar —mediante un solo término o
una perífrasis— el nombre de un objeto a otro, ligados ambos por una relación de analogía. Según Aristóteles, el nuevo
sentido sustituye al antiguo. Pero J. A. Richards y otros investigadores de la metáfora afirman que no se produce una
sustitución sino una interacción entre ambos sentidos, el original y el metafórico.

Dentro de las figuras retóricas, es clasificada como figura de significación o tropo. La metáfora, por su etimología y su
significado corriente, equivale a un transporte. El retórico Quintiliano la llama translatio, denominación que sugiere
incluso un vínculo con los problemas que plantea la traducción de una lengua a otra o dentro de la propia lengua. En el
primer caso, puede interpretarse que ‘mesa’ es metáfora de la palabra inglesa table; en el segundo, el amplio campo de los
sinónimos y de las ideas afines, por ejemplo, permitiría afirmar que ‘despoblado’ es equivalente a ‘soledad’, a ‘yermo’, a
‘páramo’, y así sucesivamente, si se utiliza como guía de sugerencias el Diccionario ideológico de la lengua española, de
Julio Casares. La palabra metáfora, si se la analiza desde el punto de vista de su uso cotidiano en griego moderno,
contiene una metáfora: significa el vehículo que hace portes o mudanzas. De todos modos, es conveniente señalar que en
la metáfora hay, más que un proceso de significación, un proceso de simbolización y que, como en todo símbolo, se ponen
en juego varios sentidos que interactúan y se enriquecen mutuamente.

Friedrich Nietzsche definía al hombre como “animal metafórico”, aludiendo a “ese instinto que impulsa a hacer metáforas,
ese instinto fundamental del hombre del que no podemos hacer abstracción un solo instante, pues haríamos abstracción del
hombre mismo”. Entender la metáfora como una actitud filosófica y analizar su función, no sólo en la lengua escrita sino
también en la vida cotidiana, implica superar los estrechos límites a los que la condenaban los áridos catálogos de la
retórica tradicional.

En la metáfora se eliminan todas las conjunciones y fórmulas comparativas que exige la figura llamada símil. Así ocurre
en la imagen “de las hebras el tesoro”, de José Antonio Porcel, que alude a los cabellos rubios. También puede explicarse
la metáfora como una doble sinécdoque. Si se descompone la noción de esfera en sus partes, es decir, todos los objetos
que la representan (luna, canica, botón, mesa camilla y otros) y se elige uno de éstos, es posible llegar a “luna donde
comemos las migajas” (donde luna y mesa son partes del todo llamado esfera). En el ejemplo de Porcel se entrecruzan
varios sentidos que revelan el amplio campo de sugerencias de su metáfora: alusión al brillo, al color, a la nobleza del
metal atesorado, al deseo e, implícitamente, a la custodia del tesoro que se desea.

En el ámbito del psicoanálisis, la metáfora se asocia con el proceso de identificación. Al escuchar a alguien, el sujeto
absorbe e incorpora la palabra del otro. Dice Julia Kristeva que “el objeto amoroso es una metáfora del sujeto, es la
metáfora constitutiva”. Quien ama es también un creador de metáforas, esas imágenes que representan el deseo, el tránsito
o transporte del ser real amado al ser ideal construido con las propias fantasías.

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