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VIOLENCIA EN ESCENARIOS DEPORTIVOS: UNA PROPUESTA DE

INTERVENCIÓN CENTRADA EN LOS E-SPORTS

Samuel Ciro Martínez


Dixon Armando Luna

Resumen

Como se podría adivinar el deporte no es un foco de violencia ni cualitativa ni


cuantitativamente hablando. Al igual que otras expresiones humanas como el arte o la
literatura, el deporte es una representación humana y por ende puede representar la violencia,
igual que otras emociones (Sánchez et al,2007). En este artículo se profundizará en las
teorías explicativas de la violencia. En los resultados de la investigación bibliográfica se pudo
encontrar dos corrientes fundamentales que explican dicho fenómeno: La escuela de
Leicester presentada por Norbert Elias y Eric Dunning, y el modelo psicosocial de John Kerr
que retoma teorías motivacionales para entender la violencia en el deporte. Cabe resaltar que
este trabajo se centrará en los E-sports y se hará una propuesta de intervención centrada en
prevenir y reducir la presencia de la violencia en estos escenarios deportivos.

Palabras clave: Violencia en el deporte, violencia, agresión, E-sports, intervención


psicológica.

Introducción

El presente trabajo se enfoca en exponer el concepto de violencia y a partir de este


proponer una intervención centrada en la reducción de conductas violentas en escenarios
deportivos de E-sports. Esta investigación nace de la falta de estudios e intervenciones
centradas en la reducción de la violencia en los E-sports. Al igual que en cualquier deporte a
medida en que aumenta la competitividad y la efervescencia del juego los deportistas y
aficionados empiezan a presentar mayor cantidad de conductas violentas. Con este panorama,
entendiendo a los E-sports como deportes, en desarrollo y crecimiento, se puede iniciar desde
estos momentos proyectos e intervenciones para reducir posibles acciones violentas ya sean
de deportistas o aficionados.
Cabe mencionar que, si bien, hay varias investigaciones enfocadas en el estudio de la
violencia en escenarios deportivos ninguno de ellos se centra en el contexto de los deportes
electrónicos, y por el contrario estos se centran en otros tipos de deportes. Por ejemplo, se
encontró investigación relacionada con el fútbol, trabajos como el de Federico Fernández
(2010) quien estudia la violencia tanto física como simbólica en relación con tensiones
identitarias y la violencia en el fútbol. También, se encuentran estudios relacionados con la
violencia entre padres que asisten a encuentros de futsal (Fonseca et al, 2019). Estudios como
el presentado por Diego Fuente (2019) donde señala que son los árbitros, en el fútbol, los
agentes más vulnerables de sufrir algún tipo de violencia por parte tanto del público como de
los deportistas, y dicha violencia contra los árbitros aumenta con la edad de los deportistas.
Otros estudios como el de Veronica Moreira y Javier Bundio (2014) estudian la rivalidad
entre los hinchas de varios clubes de fútbol presente en las arengas y cánticos de estos con el
fin de ejercer una violencia no-física ante los hinchas del equipo rival. Además, otros estudios
se centran en el papel de los medios de comunicación en la promoción de actitudes violentas
al hablar de la competición deportiva con metáforas bélicas como “conquista”, “batalla”,
“honor”, “contienda”, etc (Alzina, 2019). Sin embargo, Paula Bianhi y Joaquín Marín (2019)
señalan cómo los medios de comunicación pueden ser una herramienta clave para evidenciar
y rechazar los actos de violencia de género respecto a las árbitras en el fútbol.

Marco Teórico

Si bien, la violencia es un fenómeno social bastante común, no es un trabajo fácil llegar


a definirla. Para ello, se han desarrollado varias aproximaciones a partir de disciplinas como
la antropología, sociología, psicología, etc (Fernández et al, 2015). De manera general, hay
un consenso en el cual no se puede realizar un estudio a fondo sobre la violencia sin tocar el
tema de la agresión y las formas cómo se relacionan estas dos. La violencia puede ser
entendida como un aspecto puramente humano y social, mientras la agresión se encuentra en
todos los seres vivos (Hernandez et al, 2012). En pocas palabras, la agresión hace parte de los
instintos naturales de los seres vivos y su aparición parece estar relacionada con procesos
psicofisiológicos, mientras la violencia puede ser entendida como un revestimiento cultural
de la agresividad (Marin & Martínez, 2012). Cabe afirmar que la violencia siempre posee
una connotación negativa en nuestra sociedad, mientras la agresividad se mueve en una
dualidad entre un polo hostil y otro asertivo (Fernández et al, 2015).
Para empezar, se presentarán las definiciones que se han desarrollado de la violencia y
posteriormente las definiciones de agresividad. Etimológicamente la palabra “violencia”
procede de las palabras en latin vis y lentu las cuales traducen fuerza y un uso continuo, lo
cual puede traducir un uso continuo de la fuerza (Fernández et al, 2015; Gómez, 2015). Las
teorías actuales sobre la violencia señalan tres características fundamentales para poder
entenderla: un aspecto psicológico centrado en la explosividad e insensatez del uso de la
fuerza, un aspecto moral en el cual se ataquen los bienes y las libertades del otro, y un
aspecto político según el cual la fuerza se utiliza para conquistar el poder o para promover
algún fin particular (Fernández et al, 2015).
De manera general se pueden distinguir tres tipos de definición diferentes de
violencia, las cuales se centran en manifestaciones particulares del fenómeno:

1. Las definiciones amplias de violencia que acoplan cualquier tipo de restricción


impuesta a un individuo. En estos tipos de definición la violencia más que su carácter
físico per se, se enfocan en la violacion de derechos. Por supuesto, estos tipos de
violencia pueden ser ejercidos tanto por parte de individuos como por instituciones
sociales. De manera general, este tipo de definiciones categoriza como violento todo
tipo de cohesión social e injusticias sociales producidas y/o fomentadas por el poder.
(Fernández et al, 2015).
2. Las definiciones restringidas se enfocan en las manifestaciones explícitas de la
violencia como por ejemplo la violencia física observable y los daños que produce.
Fundamentalmente estas definiciones se centran en la manifestación y la percepción
cotidiana de la violencia (Fernández et al, 2015).
3. Las definiciones legitimistas se centran en las violencias explícitas e ilegales. No solo
se centran en violencias físicas, también agregan violencias producidas por estatus
social, psicológicas y emocionales. Estas definiciones legitimistas permiten analizar el
carácter funcional de la violencia. Además, nos permite identificar la violencia en la
vida cotidiana y situarla como legítima o ilegítima (Fernández et al, 2015).

Todas las posturas y propuestas que intentan definir la violencia implican el uso de la
fuerza, aunque la percepción de la intencionalidad de esta fuerza varía según los autores
(Fernández et al, 2015). Además, la violencia no solo implica el aspecto físico al agregar
algunas acciones no discursivas. En este sentido, la violencia también está presente en
palabras y cánticos humillantes siempre y cuando estos no sean argumentativos, en caso de
serlo pasan a ser parte de la persuasión (Fernández et al, 2015).
Por su parte, la palabra “agresión” procede del latin aggredi que significa caminar o
dirigirse en contra de alguien (Marin & Martínez, 2012). Si bien tiene una cierta similitud
con el término violencia, la agresión implica un procedimiento o acción enérgica empleada
fundamentalmente para dominar o destruir al otro (Fernández et al, 2015). Estas acciones
agresivas pueden ir desde un comportamiento hostil hasta lo que se conoce como asertividad.
A manera de ejemplo un león puede ser agresivo contra otro que esté en su territorio a través
de la hostilidad, al igual que un vendedor puede ser agresivo en su forma de presentar sus
productos para conseguir las ventas. Con este ejemplo se puede observar como la agresividad
posee dos formas, cómo se puede manifestar sin que lleguen a ser consideradas como
violentas.
Además de la relación entre hostilidad y asertividad, la agresión posee dos dimensiones
dependiendo del objetivo con el cual se realizan. La primera de ellas es la agresión hostil que
se expresa en una agresión contra alguien sin pretender un beneficio como tal pero sí con la
intención de dañar al otro (Hernandez et al, 2003; Marin & Martínez, 2012). En segundo
lugar encontramos la agresión instrumental, mediante la cual se busca directamente la
obtención de un beneficio a cambio de las acciones hostiles o agresivas sin tener un blanco
específico (Hernandez et al, 2003; Marin & Martínez, 2012). Como se puede suponer, una de
las principales diferencias entre la agresión se ejerce ante la presencia de estímulos o
contingencias específicas en el entorno de los individuos (Fernández et al, 2015).
Cabe aclarar que desde la psicología se han señalado varios factores tanto personales
como ambientales y culturales que influyen en la presencia de conductas violentas. Entre
estas se encuentran la personalidad de tipo A, la baja tolerancia a la frustración, el narcisismo,
la teoría de la ley térmica y factores micro y macro culturales (Marin & Martínez, 2012).
Una de las corrientes más fructíferas para el estudio de la violencia son las teorías
psicosociales. Desde estas teorías se postula que el contexto social y ambiental determinan la
medida en la cual se presentan las conductas violentas en los sujetos (Hernandez et al, 2003).
En primer lugar se tienen las teorías del aprendizaje que sostienen que con el modelamiento y
el reforzamiento se pueden integrar conductas violentas en el repertorio conductual del
individuo. A ello se suma el principio de maximización de la utilidad esperada de Beck,
según el cual la conducta violenta se regirá por las probabilidades de obtener máximas
recompensas (Hernandez et al, 2003). En segundo lugar, la teoría de la influencia social y
comportamiento colectivo pretende estudiar cómo los contextos grupales afectan la aparición
de conductas violentas. Desde estas posturas se afirma que la violencia puede ser producto de
la pérdida de la identidad individual generando así cierta impunidad (Zimbardo, 1970 citado
en Hernández et all, 2003). En tercer lugar, el interaccionismo simbólico y el comportamiento
colectivo. Estas teorías abordan la conducta colectiva en tres aspectos fundamentales: se
entiende que el orden social no es estático y siempre está cambiando, los individuos
construyen sus acciones a través de representaciones simbólicas, y enfatizan en la
construcción de significados colectivos a través de la interacción social de los individuos
(Hernández et all, 2003). Finalmente el modelo de la inquietud social postula que sin
inquietud social la vida de los individuos sigue las normas sociales dictaminadas y no se
producen comportamientos colectivos. En el momento en el cual se genera inquietud social se
crea el comportamiento colectivo que rompe con el orden normativo fomentando cambios
sociales, revoluciones o mostrando la inconformidad de grupos particulares (Hernández et all,
2003).
Ya explorado el concepto de violencia falta hacer hincapié en su relación con el
deporte. Para empezar, desde la sociedad internacional de psicólogos del deporte ( por sus
siglas en inglés ISSP) se define la violencia como “la aplicación de un estímulo aversivo
físico, verbal o gestual de una persona hacia otra” (Tenenbaum et al 1997, en García,
Martínez y Gonzáles 2017; Sánchez et al, 2007). Ahora bien, en el deporte se pueden
observar tres tipos de actos violentos entre los cuales encontramos las agresiones entre los
jugadores, las agresiones al árbitro, y el lanzamiento de objetos por parte de los aficionados
(Marin & Martínez, 2012).
Hay dos teorías centrales desde las cuales se estudia la violencia en el deporte. La
primera de ellas nace en la escuela de Leicester y la segunda es el modelo psicosocial de John
Kerr (Hernández et al, 2003).
En primer lugar, la teoría de la escuela de Leicester, la cual es presentada por Norbert
Elias y Eric Dunning (1992). Esta teoría se centra en el proceso civilizador para explicar la
violencia en el deporte. En este sentido, se sugiere que los valores creados mediante la
socialización en grupos particulares ha propiciado cambios en las normas de los deportes
marginando las normas anteriores (Hernandez et al, 2003). Por supuesto, Elias y Dunning
entienden el deporte como una actividad de grupos organizada y centrada en la competición
entre al menos dos partes (1992). Este enfrentamiento constante se hace siguiendo unas reglas
definidas, creadas por ensayo y error, con el fin de poner límites a la violencia permitida y la
duración de los encuentros entre otros(Elias y Dunning, 1992). Desde esta postura la agresión
y la violencia nacen cuando la competición hace que se rompa el equilibrio entre la rivalidad
amistosa y la rivalidad hostil. En este sentido, el proceso civilizador hace referencia al control
de la violencia física en el deporte (Hernández et al, 2003).
Este proceso civilizador tiene cierta influencia en las relaciones sociales al señalar la
existencia de lazos funcionales y lazos segmentarios. En este sentido ambos se dan en las
sociedades y se retroalimentan constantemente, sin embargo son los lazos funcionales en los
cuales se presenta el proceso civilizador pues buscan limitar y contener los niveles de
violencia (Hernández et al, 2003).
La segunda postura es el modelo psicosocial de Jhon Kerr el cual es bastante
importante para la psicología ya que no solo permite estudiar los motivos por los cuales se
produce la violencia, también nos permite realizar intervenciones relacionadas con la
violencia en el deporte (Hernández et al, 2003). Este modelo psicosocial se nutre de la teoría
de la inversión de Apter la cual es motivacional y de personalidad, y del modelo de la
manipulación del tono hedónico de Brown desde el cual se postula que las adicciones a
sustancias y a las conductas siguen el mismo camino (Hernández, 2003).
La teoría de inversión de Apter se centra en la inversión de pares de estados
metamotivacionales, los cuales son estados cognitivos que permiten interpretar motivos y
causas en un momento en particular (Hernández, 2003). Hay cinco conceptos clave para
entender esta teoría: estados metamotivacionales, biestabilidad, tono hedónico, arousal y
marcos protectores.
Siguiendo esta teoría existen cuatro pares de estados emocionales que coexisten en
sistemas biestables y la inversión hace referencia a los cambios presentes en uno de estos
estados metamotivacionales (Hernández, 2003). El arousal hace referencia a la excitación y
se diferencia en arousal sentido y arousal deseado. Por su parte, el tono hedónico es la
interpretación que se hace del arousal sentido y este puede ser positivo si se tiene una
sensación placentera o negativo si se tiene una sensación displacentera (Hernández, 2003).
Por ejemplo, un individuo con un alto arousal deseado y un bajo arousal sentido siempre va a
tener un tono hedónico negativo y gracias a esto buscará nuevas situaciones en las cuales
logre equilibrar su arousal deseado y su arousal sentido (Hernández, 2003). Los marcos
protectores son emociones negativas que pueden llegar a ser experimentadas como positivas
si se está en un estado motivacional particular. Particularmente solo dos pares de estados
metamotivacionales se relacionan con la violencia, los cuales son el par télico/paratélico y el
par negativismo/conformidad (Hernández, 2003). El estado télico se caracteriza por una alta
planificación y seriedad de la persona; el estado paratelico es impulsivo y se orienta hacia la
sensación sin medir consecuencias; el estado negativista fomenta la rebeldía, la obstinación y
la necesidad de romper las reglas; y el estado conformista se caracteriza por un seguimiento
obstinado de las reglas y un aumento de la cooperación (Hernández, 2003).
Kerr en su modelo relaciona los estados paratélico y negativista con las acciones
violentas en el deporte desarrolladas por los deportistas como por los aficionados. Además,
menciona, a manera de ejemplo, que los hooligans con sus acciones violentas pretenden
escapar del aburrimiento buscando un estado metamotivacional donde el arousal sentido sea
equivalente al arousal deseado (Hernández, 2003). Kerr manifiesta que todos somos
vulnerables a las adicciones que van mejorando nuestro tono hedónico y gracias a ello se
adquieren nuevos compromisos con la violencia que permite elevar el arousal (Hernández,
2003). Por supuesto, las propuestas de intervención de Kerr se basan en tres puntos
fundamentales: reubicación en actividades socialmente aceptables, buscar nuevas formas de
activación y regeneración de viejas actividades reforzantes (Hernández, 2003).

Propuesta de intervención

Son muchas las creencias en torno al rendimiento deportivo y el nivel de agresividad


mostrado en competencia. Es bien sabido, que a medida que aumenta la competencia,
aumenta la tensión, lo cual puede desencadenar en situaciones más estresantes para el
deportista. Si el deportista no tiene los recursos psicológicos y conductuales para mediar estas
situaciones, pueden desencadenar en conductas no apropiadas.
Son muchos los estudios que comparan la violencia, o agresividad con el desempeño
deportivo. Las conclusiones de estos estudios no dan muestras claras de una relación positiva
o negativa de estas dos variables. Mientras algunos trabajos muestran una relación directa
positiva entre el nivel de agresividad con los resultados obtenidos en deportes como el
hockey o el baloncesto (McCarthy y Kelly;1978a, 1978b) otros, sin embargo no pueden
asegurar dichos resultados en otros deportes como el fútbol (Garcia, 2017). No obstante,
existe un consenso respecto a la importancia social y mediática de este fenómeno. Siendo
rechazada la violencia, agresividad, o cualquier infracción al reglamento en la mayoría de los
deportes referenciados, incluyendo los E-sports. Con la intención entonces, de reducir
comportamientos antideportivos se proponen distintas intervenciones en distintos niveles
(Pelegrin, 2005). Esta intervención está situada en el campo de los E-sports. Por tanto, se
seleccionarán sólo los componentes psicológicos que, pensamos, tienen mayor importancia
en este fenómeno.
Pelegrin propone una serie de técicas específicas para intervenir y prevenir conductas
violentas o antideportivas. Estas intervenciones están enmarcadas bajo un modelo cognitivo-
conductual y pretenden actuar sobre aspectos psicológicos de la personalidad, que serían
fundamentales en estas conductas.

● Trabajar el autocontrol cognitivo, esto con la intención de aportar reflexión, control


verbal y emocional para dar soluciones apropiadas ante situaciones que puedan
generar alta frustración. Pelegrin propone técnicas de relajación, las autoinstrucciones,
etc. También se proponen técnicas de resolución de conflictos. que desarrolle pasos
para solucionar satisfactorias a conflictos (Pelegrin, 2005)
● Desarrollar aspectos de la personalidad como la tolerancia, resiliencia y flexibilidad.
Esto se puede lograr mediante el desarrollo de habilidades sociales como la escucha
activa, la empatía, la asertividad. El modelo de Kohlberg resulta útil, al presentar
dilemas morales para su juicio y posterior solución (Pelegrin, 2005)
● Técnicas de control de la ira. Para ello se propone técnicas de autocontrol como la
auto-observación y el autorregistro. Esto con el fin de que el deportista identifique y
reconozca estos sentimientos con la intención de que pueda trabajar en ellos.
(Pelegrin, 2005)

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