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(APe).- No hay nada. Puro Hambre, sin nada que asome en el horizonte ni en la cacerola
para saciarlo. La pulsión, ese regodeo cultural del instinto, queda amputada. Privada del objeto no
contingente que debería, al presentarse accesible, descargarla en el mundo exterior.
El Puro Hambre habla de una dislocación fundante. Algo que debe ser prolongado en un
mecanismo indisoluble, a saber, hambre-alimento-saciedad, es descuartizado por la carencia
absoluta. El mecanismo de la satisfacción es interrumpido. Un corte a la más elemental de las
biologías: la del circuito necesidad-satisfacción.
Asesinar 18.000 niños por día en todo el mundo en una operación silenciosa. Y
monocorde. Sin la estridencia de una bomba; sin los gritos desgarradores de una agonía. El Puro
Hambre es una forma encubridora de solución final. Las vestiduras de los burócratas son
desgarradas. El problema del hambre es reconocido en sus manifestaciones más atroces.
Reconocido y desmentido. Una y otra vez, retorna en campañas de solidaridad, absolutamente
menos eficaces que las simultáneas campañas de limpieza étnica y biológica.
El hambre es un crimen, es tan cierto como que también sabemos quiénes son los
criminales. No más de 6 mega empresas que controlan el agro negocio del planeta. Nunca tantos
le debieron menos a tan pocos. ¿Serán llevadas a un tribunal internacional por crímenes de lesa
humanidad en tiempos de paz? Marx había señalado que el sistema capitalista es incompatible
con el uso racional de la agricultura.
Racional en el sentido fundante: que los alimentos estén destinados a lograr la saciedad,
no el mega lucro de las transnacionales. Pero sabemos que la realidad es apenas una ficción
catastrófica. Las Naciones Unidas informa que 1.000 millones de personas viven con un dólar
diario. Pienso que la información correcta es que 1.000 millones de personas mueren con un dólar
por día. ¿Cuál será el estándar de la vida para las Naciones Unidas?
Asistimos todavía asombrados a una planificación del exterminio sin aparato militar como
protagonista principal. Como la historia del contrabando de carretillas, pasan mientras el guardia
se pregunta qué será el contrabando. Una perversidad internacional se espanta de aquello que
genera. Mega recitales para filantropías hipócritas. Monstruosos presupuestos para dar cuenta de
inútiles campañas donde se pretende curar lo que deliberadamente no se quiso prevenir.
Tsunamis alimentarios que no convocan más que guerras contra la pobreza, tácita manera de
admitir que se ha firmado una paz duradera con la riqueza.