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DE LA PROFESIÓN DE ABOGADO
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Abogado, Licenciado en Filosofía y Humanidades, Especialista en
Derecho Administrativo, Magister en Derecho y Doctor en Derecho.
Profesor universitario en pregrado y postgrado. En pregrado de las
asignaturas de Derecho Constitucional y Deontología Jurídica en la
Universidad Sergio Arboleda. En postgrado, de asignaturas propias
del derecho constitucional, en la especialización y en la maestría de la
Universidad Javeriana, en la maestría de la Universidad de La Sabana
y en la especialización, maestría y doctorado de la Universidad Sergio
Arboleda. Investigador universitario, miembro del grupo de investiga-
ción científica CREAR de la Universidad Sergio Arboleda. Director del
Introducción
El texto que ahora se presenta se elaboró sobre la base de ponencia presen-
tada por el autor en las jornadas de reflexión y propuesta sobre prioridades
Necesidad de la ética
¿Por qué es necesaria la ética? Para responder la pregunta quiero hacer
una acotación, para ponernos en las circunstancias del mundo de hoy. Hay
un desafío sobre el que se habla poco y creo que puede ser considerado
como una vía de solución, me refiero a la tecnología. La tecnología actual
cuenta con inteligencia artificial, que según libros recientes, como el de
Rodríguez, tendrá un impacto que será mayor al que en su tiempo tuvo la
electricidad o el fuego. La inteligencia artificial estará en el centro de los
grandes temas de la humanidad, entre ellos de la justicia, e incluso ya lo
está, pues de hecho hay muchos oficios humanos que los hacen más efi-
cientemente, mejor, las máquinas. Y hasta donde sé, todavía es incipiente
la discusión, cuando se trata de robots y de máquinas, sobre problemas
éticos en sus ejercicios prácticos. En esta materia vale la pena destacar una
obra muy reciente, pionera en la materia: Ética para máquinas de Latorre.
Los estudios sobre inteligencia artificial, cada vez más numerosos, tienen
diverso grado de profundidad. Entre ellos, además del libro de Rodríguez,
se pueden encontrar ya revistas enteras dedicadas a la inteligencia arti-
ficial, como El correo de la Unesco y, a la par, estudios centrados en la
relación entre la inteligencia artificial y la disciplina jurídica, como los de
Caro, Torres, Díaz-Limón, Samacá, Coddou y Lancho.
También son numerosos los desarrollos de la inteligencia artificial en ma-
teria jurídica y, en especial, en cuanto atañe a la actividad judicial. Entre
estos últimos merecen destacarse dos puntuales: (i) el algoritmo COMPAS
creado por Equivant, que según la noticia publicada por el New York Ti-
mes el 1 de mayo de 2017, y comentada por Dans, fue usado para calcular
la probabilidad de reincidencia de un acusado; y (ii) el proyecto CONA-
CYT, desarrollado en por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, para diseñar un sistema experto que apoye a los jueces en la toma
de decisiones, como refiere el portal Universia y como explica más en de-
talle su gestor, Cáceres.
A partir de esta profusión de estudios no sorprende que algunas personas
se cuestionen si la inteligencia artificial puede reemplazar a los jueces. Así
se hace, por ejemplo, en dos periódicos y en un artículo científico.
El primer artículo, que aparece firmado por V. Moreno, pregunta “¿Puede
la inteligencia artificial sustituir al juez en un tribunal?”, a partir de los pro-
gresos en desarrollo de algoritmos logrados por investigadores de la Uni-
versidad College London, la Universidad de Sheffield y la Universidad de
Ética profesional
El sentido de la deontología jurídica, como ya había señalado antes, tras-
ciende a otros puntos diferentes a la cátedra. Estos puntos son, a mi modo
de ver, tres: el ejemplo, el mérito y la sophrosyne.
a) El ejemplo
Uno de los más graves problemas que tiene la justicia en Colombia es el
problema del ejemplo. Sin hacer alusiones personales, debo decir que un
país está muy mal cuando sus máximos jueces están involucrados en pro-
cesos penales, en calidad de inculpados de delitos. Está muy mal cuando
sus máximas cortes están rodeadas de rumores, y de algo más que rumo-
res, que cuestionan su ética. Y está mucho peor cuando todos los días nos
parece cada vez más normal, que eso sea así. En lugar de escandalizarnos
como deberíamos, de rechazar siempre la más mínima duda sobre la jus-
ticia, parece que ya lo asumimos como un asunto de todos los días, y eso
mina el ejemplo.
¿Qué puede pensar un juez municipal, que trata de hacer su mejor esfuerzo
para comportarse bien, si encuentra que la máxima jerarquía de su juris-
dicción está controvertida por sus actos? No estoy diciendo que este sea
un estímulo para obrar mal, pero no hay nada de lo que los antiguos lla-
maban autoridad, porque la autoridad no es simplemente poder fáctico, la
autoridad la da el comportamiento correcto. Cuando usted no se comporta
bien, pues pierde la autoridad. Y ese tipo de autoridad es la que habría que
buscar en la ética y en la justicia. Empecemos entonces por eso, por revisar
qué ejemplo es el que damos. No solo los jueces, no solo los abogados,
también los profesores, también los estudiantes.
b) El mérito
Un segundo problema, que es también muy importante y que acaba de
tocar el señor Procurador, es el del mérito. Si la gente actúa bien y le va
mal; si hace lo correcto y no se le reconoce lo que hace; si se comporta
respetando a los demás y es atropellado; al final dice: no es muy buena
idea obrar bien, el crimen sí paga. Y cuando el crimen sí paga, pues por
qué comportarme bien. El tema del mérito es también muy importante,
el mérito en todos los procesos de elección de jueces, en los procesos de
selección de profesores, en los procesos de evaluación de estudiantes. Para
bien o para mal, todos debemos cada día mostrar nuestros méritos y de-
mostrarlos. No basta con considerar que soy amigo de alguien o no soy
amigo. No, la amistad es muy importante, pero en la justicia lo que debe
prevalecer es el mérito, como lo dice la propia Constitución, al establecer
el principio del mérito que, en buena hora ha sido reconocido por la Corte
Constitucional, como uno de sus principios definitorios en las Sentencias
C-588 de 2009 y C-249 de 2012.
c) Sophrosyne (σωφροσύνη)
Finalmente, en esto de la ética aplicada, además del ejemplo y además
del mérito, creo que es hora de recuperar una virtud griega, que luego fue
asumida por los romanos y que debe llegar hasta hoy. Para hacerlo voy
a evocar a mi antecesor en la clase de deontología jurídica en la Escuela
de Derecho de la Universidad Sergio Arboleda, a mi gran maestro en la
materia, que me enseñó tanto con lo que dijo, pero mucho más con su
ejemplo, al Doctor Jorge Vélez García, que fue Presidente de la Academia,
que fue Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, que fue Decano de la
Universidad y que fue un maestro inolvidable, del que se pueden decir mu-
chas cosas, y en mora estoy de hacerlo, pero sobre todo debe decirse que
fue una persona proba. Inspirado por su obra: Derecho y valores (1999),
me refiero a sophrosyne, la virtud griega de la discreción, autocontención,
moderación.
Si hay algo alejado al ejercicio de la profesión de abogado es la estriden-
cia, la vanidad, el ego. Este oficio es, en sí mismo, suficientemente valioso.
El abogado es alguien que tiene todos los días el honor de servirle a los
demás, el honor de contribuir a resolver sus conflictos. En sí mismo es un
honor tan grande que no hay que agregarle más, no es necesario más. Por
eso, cuando terminamos la formación en décimo semestre, lo que les digo
a mis discípulos es: ustedes tienen un gran honor, no lo piensen en térmi-
nos de cómo se lo compensan, de los honorarios, piensen que socialmente
son un agente de civilización y de convivencia.
Los abogados no son un mal social, como algunos los pintan. Al contrario,
los abogados son la oportunidad que tiene la sociedad de vivir en paz y de
resolver sus problemas. Eso los romanos lo llamaron sobrietas. Yo quisiera
traerlo ahora con una palabra que me parece clave para hablar de ética: pro-
bidad. Un abogado no solamente tiene que ver mucho con la ética, como
tiene que ver todo ser humano. Un abogado no puede serlo si no es ético.
El Código Disciplinario del Abogado, a mi modo de ver, incurre en un
grave error al separar al abogado, como profesional, de la persona. Este
divorcio, esta escisión, que en mala hora se planteó, nos lleva a una anti-
nomia: al mismo tiempo se puede ser muy mala persona, pero muy buen
profesional. Esto es una mentira mayúscula. El ejemplo que suelo dar para
poner en evidencia el sin sentido de esta afirmación es: si usted en su casa
golpea a su esposa y a sus hijos, luego no puede ponerse la toga y hacer
de juez de familia, como si no hubiera pasado nada. Pues no. Carece de
auctoritas.
Puede haber dificultades con el principio de la intimidad, pero quien gol-
pea a la esposa no puede ser juez de familia, no tiene ninguna autoridad,
no en términos de poder, sino autoridad en términos éticos. Y eso creo que
es lo que está fallando: la inexistencia de autoridad ética, producto de este
divorcio.
En otros ordenamientos, como el norteamericano, que se usa tanto como
ejemplo; las barras, para admitir a un miembro, no solamente miran su
competencia científica, técnica, e incluso artística, hacen un juicio que se
podría traducir como una prueba de idoneidad ética. Un buen científico, un
gran conocedor de la técnica, e incluso un consumado artista, si no tiene
idoneidad ética no puede ejercer la profesión. Eso hace que la profesión
sea respetable.
En la medida en que se admita comportamientos no éticos, la profesión
será cada vez menos respetable, menos respetada y la sociedad funcionará
igualmente menos organizada en términos éticos. Si los abogados hacen lo
que quieren y si los jueces hacen lo que quieren, ¿por qué los demás no?
Conclusiones
La ética no se puede enseñar en una cátedra, sino que se construye a partir
de múltiples elementos, entre ellos la educación, el ejemplo, el mérito y la
sophrosyne. Esto no implica que la cátedra sea innecesaria o redundante,
pues la reflexión sobre problemas éticos hace parte de un proceso de for-
mación crítico, que de un lugar adecuado al pensamiento y a las decisiones
conscientes.
La ética en la justicia es necesaria, porque el hombre es necesario. Si bien
la inteligencia artificial y, en general, la tecnología, puede y debe contri-
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