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Un cuestionario respondido por rectoras y rectores de la Localidad de Bosa, que lleva por título:
Acompañamiento y seguimiento a las dinámicas de los colegios. Información recogida a finales del
mes de marzo e inicios de abril del 2020.
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aprendizaje en el hogar. Si bien, por un lado relacionan como limitantes para la
implementación de la estrategia: la dificultad de acceso al internet y a datos
(especialmente para el uso del WhatsApp) por parte de algunos estudiantes, la
escasa posibilidad de obtener alimentos para algunas familias y el incremento de
las tensiones en sus hogares (al igual que en los de los maestros); así como la
imposibilidad de hacerle seguimiento a algunos alumnos y, por último el cúmulo de
decisiones normativas del orden nacional, distrital y de la SED, en algunos casos
en tensión.
Por otro lado y en la misma narrativa, también revelan un cierto optimismo en
aspectos tales como la actualización tecnológica y en “caliente” de algunos
profesores, el conocimiento más próximo de la realidad de los alumnos y sus
familias, el acudir a materiales previamente preparados, así como el compromiso
de los maestros hacia sus estudiantes, que los ha llevado a flexibilizar algunos
contenidos y la misma evaluación, el acudir a otras mediaciones pedagógicas
presentes en la web o en la televisión pública, desconocidas para algunos maestros
y, finalmente, el reconocimiento de una serie de habilidades insospechadas en sus
estudiantes, de las cuales algunos se han dado la oportunidad de aprender.
Es decir, ante la amenaza presente se logra entrever un buen grupo de maestros,
estudiantes y sus familias dispuestos a sobreponerse a la coyuntura actual y a los
retos que se le plantean a la escuela hoy.
Más aún, si bien son pocos los días del aislamiento, tal vez resultan suficientes para
entrever que una vez superada la crisis, el país, y en él, la praxis escolar no será la
misma que hasta el día 16 de marzo del 2020 (aunque no ha de sorprendernos, por
varias razones, que algunos seguirán haciendo lo mismo). Pues, el creciente
número de muertes y los que las proyecciones hacen temer, el incremento de
conflictos en los hogares, en algunos casos violentos, la cantidad de estudiantes sin
acceso a las redes del internet para interactuar desde sus casas con sus maestros;
y del mismo lado, las filas de familias reclamando un alimento para la sobrevivencia
de sus hijos y el dilema en el que se encuentra casi un 60% de la población, entre
ellos muchos desplazados, que deben decidir entre el aislamiento para proteger la
salud y la vida o la salida peligrosa de algunas personas con el fin de conseguir
ingresos que les permitan sobrevivir. Asuntos estos y otros revelan una realidad no
solamente coyuntural, sino más bien histórica y diversamente expuesta, pero
invisible en el colectivo. Pues se ha dicho, hasta la saciedad, que este país: es el
segundo donde la concentración de la riqueza se halla en una minoría (origen de la
mayoría de males), dejando a su paso casi un 65% de colombianos empobrecidos;
observa los más altos índices de muerte a líderes sociales y de derechos humanos
en Latinoamérica; carece de agenda pública para los jóvenes, especialmente los de
la periferia, razón por la cual ellos no encuentran mayores alicientes para preparase
y asumir el futuro; gasta más recursos en la guerra que en la investigación, la
educación y la salud juntas; ha permitido que los niveles de desempleo, subempleo
o empleo informal ronden el 60% de la población en edad de trabajar; ha entrado
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en niveles de desertificación alarmantes, por su incidencia en el cambio climático;
ha sido catalogado como sobresaliente por los altos niveles de corrupción, pues lo
público viene siendo saqueado “legalmente”; y finalmente, ha preferido la
importación de alimentos antes que el apoyo decidido a los campesinos. La crisis,
nos permite observar en primer plano el modelo empresarial y financiero que
soporta las decisiones políticas, económicas, sociales y culturales en el país.
Entonces, ante este panorama y desde la primacía que reclama la escuela, ¿Será
pertinente seguir haciendo lo mismo en el país? De ahí que las siguientes preguntas
pueden movilizar nuestra creatividad pedagógica: ¿La escuela seguirá siendo y
haciendo lo mismo de ayer? ¿Por fin este contexto, así como la pregunta y el error
formarán parte de su currículo, de los procesos, los contenidos y la evaluación?
¿Los estudiantes que presentan problemas académicos y/o de convivencia o de
otra índole, por considerárseles “diferentes”, se les excluirá, o por el contrario se les
acompañará hasta que encuentren las claves para salir adelante con los demás?
¿Se dará paso al estudiante, sujeto de derechos y actor de la praxis educativa, para
que exhiba sus habilidades para enseñar a los adultos y a sus compañeros? ¿La
praxis de los maestros a la orden de qué racionalidad se plegará? ¿Aprender, ser
feliz, circular afectos, decidir autónomamente y generar ingresos legalmente, se
podrán conjugar en el ámbito escolar? ¿Cuál es, en realidad de verdad, el lugar que
ocuparán maestros y estudiantes en el sistema educativo? ¿Tener, consumir y
aparentar serán relegados en las dinámicas escolares por aprender a ser y cuidar
de sí, de los otros, de lo otro, de lo común y de la ciudad? ¿Los maestros y
estudientes se formarán para transformar los contextos próximos y remotos que
inciden en la escuela? ¿Las familias y la comunidad encontrarán las puertas
abiertas de los centros educativos para incrementar su desarrollo cultural?
Es posible esperar a que sobrevivamos a la Covid-19 para reemprender el camino,
pero lo cierto es que el panorama con el que nos encontraremos, en todo orden, no
muestra parangón, ya lo dejan entrever naciones como la República Popular China,
Italia, España y Estados Unidos. La incertidumbre es el denominador común. De ahí
que las anteriores preguntas, recogidas en el aislamiento, buscan (1) transportarnos
a los rostros concretos de nuestros alumnos, especialmente “los relegados”, “los
últimos”, (2) así como instar nuestra creatividad y (3) a la vez, señalar horizontes de
sentido para la escuela y sus quehaceres.
El tiempo es propicio y a la vez muy valioso para proponer respuestas (también
formular otras preguntas) y tramitar acciones que hagan de nuestro retorno a la
escuela, pero especialmente de cada nuevo amanecer, de cada nuevo día, seres
comprensivos y amorosos que cuidamos de nuestra vida en todas sus formas. Así,
los niños, niñas, adolescentes y jóvenes y sus familias encontrarán en sus
profesores, los referentes autorizados, que han estado buscando para apoyar sus
pesquisas en aras de definir su identidad. Por eso, por su ejemplo y no por otra
razón lo llamaran maestro. Pues, no es un título universitario el que lo define como
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tal, son más bien sus estudiantes y solamente ellos, con sus rostros concretos,
aciertos y errores, miedos y realizaciones… quienes le reconocerán tal dignidad.