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Índice
1 Las Cortes de Burgos de 1301
1.1 Disposiciones generales
1.2 Disposiciones relativas a la cancillería
1.3 Disposiciones tributarias
1.4 Disposiciones relativas al comercio
1.5 Disposiciones relativas a los judíos
2 Referencias
3 Bibliografía
Las Cortes de Burgos de 1301
El objetivo de la reina María de Molina al convocar Cortes por separado para los
diferentes reinos fue evitar la presencia simultánea en las mismas de su cuñado, el
infante Juan de Castilla el de Tarifa, de Juan Núñez II de Lara, y de Diego López V
de Haro, ya que se hallaban enemistados entre sí.5 Y, por otra parte, Fernando IV
se encontraba en guerra con el reino de Aragón, que apoyaba a su primo, Alfonso de
la Cerda, quien le disputaba el trono castellano,5 y también con el reino nazarí de
Granada, ya que un año antes, el rey Muhammad II de Granada se había apoderado del
arrabal de la ciudad de Jaén y había conquistado el municipio jienense de
Alcaudete,6 que volvería a ser reconquistado por el infante Pedro de Castilla,
hermano de Fernando IV, en septiembre de 1312, poco antes de la muerte del rey.7
La coyuntura económica en Castilla era muy precaria debido, entre otros factores, a
la gran hambruna que asoló el reino en 1301, originada, en opinión de diversos
autores, por una sucesión de malas cosechas,8 aunque otros afirman que,
probablemente, el cronista exagera un poco al afirmar lo siguiente en la Crónica de
Fernando IV:9
E este año (1301) fue en toda la tierra muy grand fambre; e los omes moríense por
las plazas e por las calles de fambre, e fue tan grande la mortandad en la gente,
que bien cuidaran que muriera el cuarto de toda la gente de la tierra; e tan grande
era la fambre, que comian los omes pan de grama, e nunca en tiempo del mundo vio
ombre tan gran fambre ni tan grand mortandad.
Los representantes de los concejos concedieron cinco servicios al rey,4 siendo
cuatro de ellos destinados a pagar las soldadas de los nobles, y el quinto a pagar
las bulas de legitimación y dispensa matrimonial que precisaba Fernando IV, quien
iba a contraer matrimonio poco después con Constanza de Portugal, hija del rey
Dionisio I de Portugal, y poco después la reina María de Molina envió una embajada
al papa Bonifacio VIII, junto con 10.000 marcos de plata, para pagar los derechos
de expedición de dichas bulas.1 No obstante, el dinero concedido por las Cortes fue
insuficiente para conseguir las bulas necesarias, y la reina María de Molina
solicitó en préstamo a Guzmán el Bueno toda su plata labrada, cuyo valor ascendió a
1.500.000 maravedís, y como garantía por la devolución de dicho préstamo le entregó
las villas de Marchena y Medina-Sidonia.10
Disposiciones generales
Últimos momentos de Fernando IV el Emplazado. Óleo sobre lienzo de José Casado del
Alisal. 1860. (Palacio del Senado de España).
Fernando IV confirmó, a petición de los procuradores, los privilegios, fueros,
franquezas, libertades, y buenos usos y costumbres otorgados a las villas y
ciudades del reino por él mismo o por Alfonso VII de León y sus predecesores en el
trono.3
El rey ordenó que todos aquellos que atentaran contra lo establecido en estas
Cortes pagarían al rey una multa de 10.000 maravedís de la moneda nueva, y que
deberían pagarles a los concejos doblados todos los daños que les hubieran
ocasionado.14 Y el rey ordenó a Juan Rodríguez de Rojas, adelantado mayor de
Castilla, a los merinos de dicho lugar o a sus sucesores, y también a los concejos,
alcaldes, jurados y aportellados de esos territorios que cumplieran el ordenamiento
de estas Cortes y no se excusaran «los unos por los otros» de hacerlo, que no
consintieran que nadie lo quebrantara en modo alguno, y que desobedecieran los
documentos o cartas, incluidos los concedidos por el propio monarca, que atentaran
contra él.14 Y también les ordenó que apresaran a los culpables y los mantuvieran
encerrados hasta que hubiesen pagado la sanción de 10.000 maravedís y el rey
determinara qué castigo recibirían.14
Se prohibió la entrada en la ciudad de Palencia, sin la autorización especial de
Fernando IV,2 a los individuos que pretendieron entregar dicha ciudad en 1298 al
magnate Juan Núñez II de Lara, y el rey ordenó que en caso de que entraran, el
concejo de la ciudad y los alcaldes, merinos, y el resto de los vecinos,15 deberían
ejecutarlos.16
El rey dispuso que los merinos deberían ser hombres dignos de confianza y naturales
de sus propias merindades, a fin de que si cometían abusos o desobedecían las
órdenes del rey pudieran responder con sus personas o con sus bienes,2 y también
decretó que deberían ser hombres temerosos de Dios y de su persona, y amantes de la
Justicia.17 Y ordenó que si no reparaban los daños cometidos en su territorio y no
castigaban a los culpables, estarían obligados a pagar los daños ocasionados.17
Fernando IV dispuso que las heredades de realengo no podrían pasar a la
jurisdicción de abadengo, ni podrían ser compradas por los hijosdalgo, clérigos,
caballeros, hospitales, o comunes,17 ya que ello ocasionaba grandes perjuicios a la
hacienda real,18 y ordenó además que los anteriormente mencionados no podrían tener
dichas heredades en lo sucesivo, y que las perderían, ya que los alcaldes y los
representantes de la Justicia del lugar deberían encargarse de que retornaran al
realengo. Y el rey decretó también que todas las heredades del realengo que
hubieran sido compradas, o adquiridas por cualquier otro medio, desde las Cortes de
Haro de 1288, celebradas durante el reinado de su padre, Sancho IV, deberían pagar
los correspondientes pechos.
Al igual que en anteriores reuniones de Cortes, el rey dispuso que los clérigos
pagarían impuestos, como el resto de los pecheros,19 cuando adquiriesen propiedades
situadas en tierras de realengo.20
El rey ordenó que las demandas foreras presentadas por los oficiales reales contra
los habitantes de las villas no deberían llevarse a la Corte, sino que deberían
resolverse por el fuero correspondiente, a menos que el contrato hubiera sido
suscrito en la Corte o que se tratase de asuntos que debían ser resueltos en
ella.17
También ordenó el rey que ni los ricoshombres, caballeros, hombres poderosos, u
otros individuos deberían comprar pleitos o demandas para hacer prendas,2 demandas
u otros males a los concejos o a los habitantes de las villas y lugares del
reino.17 Y el rey decretó que dichos pleitos y demandas no tendrían validez, y que
los culpables serían ejecutados y sus bienes confiscados.17
Fernando IV decretó que deberían ser derribadas todas las fortalezas edificadas en
los castellares viejos despoblados, las que fueron construidas durante su minoría
de edad,17 y todas aquellas en las que se hubieran cometido o se organizaran
saqueos, robos o crímenes,21 ya que desde esas fortalezas se dirigía un régimen de
terror y se creaba, como señalan algunos autores, un señorío bandolero.22 Y además
el rey ordenó a los merinos de Castilla y al adelantado mayor de Castilla, Juan
Rodríguez de Rojas, o al que lo reemplazara, que deberían encargarse de cumplir
esta orden en su territorio, bajo pena de quedar a merced del rey.23
Los procuradores solicitaron al rey, en relación con los escribanos públicos de los
concejos, que las escribanías de los judíos no estuvieran separadas de las
públicas, y el rey dispuso que en aquellos lugares donde los concejos podían
nombrarlos, por fuero o costumbre, podrían continuar haciéndolo así, y según lo
hacían en la época de Fernando III y Alfonso X, bisabuelo y abuelo,
respectivamente, de Fernando IV.15
El rey se comprometió a no convocar Cortes separadas para los reinos de León y
Castilla,24 aunque, a pesar de ello, en 1302 volvieron a reunirse por separado en
Burgos y en Medina del Campo.
Disposiciones relativas a la cancillería
Fernando IV decretó que no serían reclamados los gastos de cancillería por librar
las copias del ordenamiento de estas Cortes, ni por las cartas mandaderas que él
concediera en relación con lo tratado en las mismas.14
El rey ordenó que no deberían existir más de dos llaves para custodiar los sellos
reales en la cancillería.25
En relación con las llamadas cartas desaforadas, el monarca se comprometió a que en
lo sucesivo la cancillería no emitiese cartas que atentasen contra los fueros y
privilegios otorgados a las villas y ciudades del reino por sus predecesores en el
trono,2 y dispuso que los alcaldes o los merinos del lugar afectado deberían
desobedecerlas y apoderarse de ellas, y a continuación informar al rey para que él
resolviera cada caso en particular,2 con arreglo al derecho.26
Disposiciones tributarias