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PROTOCOLO DE INTERVENCIÓN PARA PROGRAMA DE TRATAMIENTO EN

DROGAS BAJO SUPERVISIÓN JUDICIAL.

I. INTRODUCCIÓN

II. JUSTIFICACIÓN

a. Origen y fundamento Programa

La participación del IAFA en el programa de Tratamiento en Drogas bajo Supervisión Judicial


(PTDJ), del Poder Judicial, inicia en mayo de 2012, como un proyecto piloto, de coordinación
interdisciplinaria para brindar tratamiento y rehabilitación bajo supervisión judicial, como medida
alternativa de encarcelación, a aquellos consumidores perjudiciales o dependientes de sustancias
psicoactivas que han cometido algún hecho ilícito. Se parte del hecho de que tanto los códigos
legales como las prácticas judiciales pueden diseñarse para facilitar el proceso de rehabilitación de
la persona imputada en conjunto con la experticia de los profesionales de la salud. i

Los PTDJ asumen una concepción multidimensional del problema de consumo de sustancias
psicoactivas. Se abandona la visión explicativa del fenómeno basada en la moral o en el concepto
de desviación social, y se adopta una explicación integradora permitiendo conceptualizar las
adicciones como un problema de salud pública, que son producto y causa de alteraciones en los
niveles psicológicos, biológicos y sociales, lo cual exige una intervención interdisciplinaria para
lograr mejores resultados con los consumidores.

Como alternativa que responde a un cambio de paradigma internacional, la Justicia Restaurativa


requiere de la participación de instituciones que coadyuven y complementen el proceso de
rehabilitación de aquellas personas que han realizado un hecho ilícito y que califican para este
programa. En este sentido, el IAFA aporta su experiencia y experticia en el manejo terapéutico y
preventivo en el campo del consumo de sustancias psicoactivas, por lo que ha sido considerado
como parte fundamental en esta nueva visión de justicia.

El Plan Nacional de Drogas 2013-2018, elaborado por el Instituto Costarricense sobre Drogas en la
política específica Nº 3 enuncia la “Definición de medidas alternativas de prosecución penal o
privación de libertad para los infractores de la Ley Penal dependientes de drogas” la cual en su
intervención Nº 1 habla sobre los “Tribunales de Tratamiento de Drogas”. El fin de esta
intervención es: “Rehabilitar e integrar socialmente a los infractores de la ley penal
dependientes de drogas”, y el objetivo es: “Otorgar una medida alternativa de prosecución
penal o privación de libertad para los infractores de la Ley Penal, dependientes de drogas,
logrando con ello la transición exitosa entre el encarcelamiento, la puesta en libertad y la
integración social”.ii

Para lograr el desarrollo de este programa en Costa Rica, la CICAD/OEA y el ICD firmaron, el 12 de
noviembre de 2012, un Memorando de Entendimiento, y posteriormente el 8 de febrero de 2013
se firmó una carta de intenciones entre el Poder Judicial y el ICD para delimitar las acciones en
cada institución dentro del mismo programa. Se señala también la necesidad de que se realice
una acción similar con el IAFA por ser el principal componente de salud. iii Lo anterior ha sido
impulsado desde el Despacho de la Magistrada Dra. Doris Arias Madrigal en coordinación con el
Ministerio Público y otras dependencias del Poder Judicial, iniciando en primera instancia con
población adulta.

Debido a que este programa internacional debe ajustarse a las normas y leyes de cada país, en
Costa Rica, se hizo necesario optar por nombrar al modelo de Tribunales de Tratamiento de
Drogas como “Programa de Tratamiento en Drogas bajo Supervisión Judicial” con la finalidad de
no generar una reacción contraproducente, tanto en usuarios del programa como para la
población civil. De la misma manera, dentro de esta contextualización, se toma como fundamento
que el Programa de Tratamiento en Drogas bajo Supervisión Judicial en Costa Rica se circunscriba
dentro del programa de Justicia Restaurativa impulsado e implementado por la Oficina de la
señora Magistrada Doris Arias Madrigal.iv

III. MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL

Análisis de los conceptos y enfoques teórico-metodológicos para el abordaje de las


adicciones, aplicables a la atención de la conducta delictiva:

Enfoque integral

El enfoque integral brinda una visión multidimensional y biopsicosocial de las personas e


implica la provisión continua y coherente de acciones dirigidas al individuo, a su familia y a
su comunidad desarrollada en corresponsabilidad con los diferentes actores sociales e
instituciones estatales para mejorar la salud mental de la población que nos acontece
(Ministerio de Salud, 2007).
De acuerdo con lo anterior, un modelo de atención integral para el abordaje del consumo
de sustancias psicoactivas, debe asumir un cambio en la concepción de las personas por
parte de los servicios de atención.

Esa perspectiva multidimensional y biopsicocial reconoce en la persona una carga


biológica, psicológica y social que se desarrolla dentro de un complejo sistema de
relaciones políticas, sociales, culturales y eco-biológicas del entorno familiar y de la
comunidad, donde la familia está en constante interacción entre sus miembros y con el
medio natural, cultural y social de su entorno comunitario.

Es por ello, que para la aplicación del presente protocolo se interviene en tres
dimensiones: la persona, familia y comunidad mismas que están correlacionadas entre sí,
influyéndose unas a otras (Ministerio de Salud, 2004), lo cual se complementa con los
enfoques sistémico y de salud mental, entendiéndose que:

1. La persona y sus necesidades son el centro de atención, no así los daños o


enfermedades. La persona tiene un carácter multidimensional, como ser
biopsicosocial, inserto en un complejo sistema de relaciones políticas, sociales,
culturales y eco-biológicas.
2. La familia es la unidad fundamental de la comunidad, sus miembros interactúan
entre sí y con el medio natural, cultural y social.
3. La comunidad, como organismo social vivo y dinámico está conformado por el
conjunto de familias interactuando unas con otras en un espacio concreto. Se
desarrolla en el espacio político, económico y social. También se desarrolla en un
entorno que implica flora, fauna, agua, clima, composición química, microambiente
(vivienda). Forma parte intrínseca de la realidad de las personas y la familia
(Ministerio de Salud, 2004).

Este modelo de atención integral, refiere la importancia de considerar elementos tales


como:

 El enfoque de derechos
 El enfoque de género en las intervenciones de programas.
 El enfoque de calidad sanitario –ambiental.
 Enfoque de calidad en las acciones ejecutadas.
 Complementariedad de la intervención.
 Accesibilidad y oportunidad en la atención.
 Autonomía progresiva.
 Tratamiento oportuno e integral.
 Rehabilitación e inserción familiar, escolar y comunitaria.
 Evaluación continua de la calidad de la atención y motivación para planes de
mejoramiento continuo de ésta.

La siguiente figura señala, de acuerdo con el NIDA (2010), los componentes que debe
tener un programa de tratamiento integral para el abuso de drogas.

Gráfico No. 1.

Enfoque Evolutivo – Comprensivo:

Desde el modelo comprensivo evolutivo, se plantea que cuando se realiza alguna


intervención, deben contemplarse las condiciones propias de la población de referencia.
Es por ello que un programa de intervención para la atención del consumo de drogas, en
personas que además presentan una conducta delictiva, no puede dejar de considerar las
características que surgen de la condición propia de cada persona.

Siendo tan compleja la problemática biopsicosocial, las condiciones relacionadas con la


comisión del delito y las características del perfil de consumo que presenta la población,
necesita una respuesta diferente, que se ajuste a las necesidades individuales de esta
población en particular y sus familias; por ello la importancia de considerar la etapa del
ciclo vital en que se encuentra la persona consumidora de drogas, donde se manifiestan
cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales por lo que sus demandas son
específicas. Del mismo modo, el consumo de alcohol y otras drogas en cada etapa, tiene
una significación y características específicas.

La utilización de un modelo compresivo permite reorientar el desarrollo integral de la


persona que ha sido afectada por las condiciones psicosociales negativas en las cuales
ha debido crecer. Así mismo, reconoce el proceso evolutivo en el que se encuentra la
persona con una perspectiva de género, variable significativa que permea los cambios
que se suscitan en esa etapa.

Enfoque de género

Un abordaje integral de los fenómenos de consumo de drogas y la conducta delictiva,


debe contemplar la perspectiva de género, ya que ambas problemáticas comprenden
diferencias entre  mujeres y hombres, que van más allá de una cuestión biológica. Por lo
anterior,  es necesario tener claro qué se entiende por género.

El género es un concepto que hace referencia a una construcción de carácter histórico y


social acerca de las identidades, los roles y los valores que son atribuidos a hombres y
mujeres e internalizados mediante los procesos de socialización. Para Bátres (1996,
citado por S. Pereira, 2007), la noción de género contempla las responsabilidades, pautas
de comportamiento, valores, gustos, limitaciones, actividades y expectativas, que la
cultura asigna de forma diferenciada a mujeres y hombres.

El concepto de género se diferencia del concepto sexo, el cual alude a las diferencias
biológicas entre varón y hembra. Esto incluye los órganos genitales externos e internos,
las particularidades endocrinas y las diferencias relativas a la función de la procreación.
Mientras las diferencias en materia de sexo son naturales, las de género varían y son
construidas socialmente, por lo tanto, están sujetas a modificaciones.

Según CONACE (2004, citado por S. Pereira, 2007) el enfoque de género se fundamenta
en la idea de que lo femenino y lo masculino es una construcción cultural derivada del
modo en que han sido percibidas y vividas las diferencias biológicas.  La asignación de
características psicosociales a hombres y mujeres generalmente se ubica en categorías
opuestas, como la de invulnerabilidad/vulnerabilidad, activo/pasiva, fuerte/ débil, etc., y
con base dicha asignación se socializa a las personas de forma diferenciada.  El
ordenamiento de género de cada sociedad determina percepciones y pautas de
comportamiento obligadas, permitidas y prohibidas, para hombres y mujeres, así como
diferencias en el favorecimiento del desarrollo de habilidades. Lo anterior se transmite y
legitima a través de los diferentes espacios de socialización, tales como la familia, centros
educativos, los medios de comunicación, entre otros, que inciden en la configuración de la
identidad y el comportamiento de las personas.

Asimismo, la noción de género reconoce la existencia de una organización social


jerarquizada, que parte de una suposición de superioridad del hombre y las categorías
asociadas a lo masculino, favoreciendo con ello el ejercicio de un poder de dominio, el
cual se manifiesta de diversas maneras a través de las relaciones sociales, siendo la
forma más explícita la violencia.

Como lo mencionan Rodríguez y otros (2009) “Hablar de género es hablar de un sistema


de relación entre los sexos: hombres y mujeres, en una concepción dicotómica de la
realidad y las posibilidades del ser humano en dos pares opuestos/complementarios. Es
un sistema de organización social que produce subjetividad. Es también hablar de
minusvaloración de lo asociado al género femenino-las mujeres, en una sobrevaloración
de lo asociado a lo masculino-los hombres…De esta forma, dentro de las vivencias
subjetivas de cada quién, encontramos dos modelos de socialización, diferenciada en
función del género al que se te asigne: masculino o femenino. Estos modelos de
socialización diferenciada marcarán un proceso de adquisición de habilidades, tareas a
desempeñar, capacidades, actitudes, emociones, etc.”

Las implicaciones de las relaciones de género son múltiples y se evidencian en todas las
esferas sociales, por ejemplo, en la división sexual del trabajo, en la que se asignan
tareas diferenciadas a hombres y mujeres, tal y como se manifiesta en el trabajo
doméstico y las responsabilidades familiares, en las oportunidades laborales, participación
en espacios públicos y privados,  entre otros.
El enfoque de género aplicado a la intervención en el tema de consumo de drogas, parte
del reconocimiento de las implicaciones que dicha construcción social ha tenido y tiene en
la vida de las personas que consumen drogas, en su cotidianeidad, tomando en cuenta
las particularidades en las causas y vivencias del consumo, sin olvidar su  interacción con
variables como clase social, la orientación sexual, la etnicidad, entre otras.

La investigación del fenómeno del consumo de drogas y su tratamiento desde un enfoque


de género, ha tenido un escaso desarrollo en nuestro país. Por otra parte, las prácticas de
intervención existentes han tendido a homogenizar tratamientos para hombres y mujeres,
como si unos y otras tuvieran las mismas necesidades (S. Pereira, 2007). De igual
manera podríamos afirmarlo en el caso de la atención de mujeres que han cometido un
delito, siendo que tanto el sistema judicial, como el penitenciario en la mayoría de
ocasiones, no consideran las características y situaciones que enfrentar las mujeres en la
comisión del delito, desde su condición de género.

A nivel internacional, se han realizado estudios que reflejan características diferenciadas


del fenómeno de consumo de drogas en hombres y mujeres, los cuales muestran, entre
otros aspectos, que las mujeres tienen más dificultades para acceder y continuar en los
programas de tratamiento que los varones, por factores relacionados con los propios
programas de tratamiento y por las circunstancias sociales, personales y culturales de las
usuarias.

La investigadora Marta Romero, del Instituto Mexicano de Psiquiatría (citada por Lagunas,
1998) explica que a la mujer que presenta adicción se le condena mucho más que a los
varones debido a la concepción social de ser mujer: al cuerpo de la mujer se le han
depositado supuestos valores como la castidad, la bondad, la pasividad, sensibilidad, la
entrega a los otros y otras; por ello, las mujeres con problemáticas de adicción,
generalmente son más rechazadas socialmente que los hombres y reciben mayor abuso
(donde es frecuente el abuso sexual bajo estados de consumo), maltrato y prejuicio social
e incluso institucional. Este nivel de agresión del cual es víctima la mujer, tiende a
provocar que oculte su situación de consumo y ello hace más difícil que se detecte y se
intervenga la problemática.

A continuación se presentan algunas de las particularidades que a menudo se presentan 


en el consumo de drogas en las mujeres, según apuntan Castaños y otros (2007):
 El nivel educativo y la capacitación profesional en las mujeres es menor que en los
varones.
 Tienen poca experiencia laboral, están desempleadas u ocupan puestos de trabajo
muy bajos, dependiendo económicamente de sus parejas.
 Es frecuente que el inicio del consumo se produzca con usuarios varones, sea o
no desde una relación afectiva, no obstante con la pareja incrementa el consumo
de drogas.
 Muestran escaso poder de negociación con sus parejas ante los comportamientos
de riesgo, por ejemplo, relaciones sexuales.
 En mayor medida viven solas, han salido del hogar precozmente, reciben menos
apoyo de la familia y la comunidad. El aislamiento social las hace más vulnerables
a la violencia de pareja.
 Pueden haber vivido abusos físicos y sexuales en la infancia, es decir, antes de
iniciar el consumo de drogas, pero también haber sido maltratadas física y
psicológicamente o abusadas sexualmente durante el periodo de consumo.
 Pueden presentar problemas sexuales debido a los traumas sufridos.
 Gran parte son madres responsables de cuidado y la crianza sin ningún tipo de
apoyo, encontrándose solas para asumir estas tareas, teniendo dificultades para
desempeñar su rol materno.
 Recurren en mayor medida al ejercicio de la prostitución como modo de
supervivencia y mantenimiento del consumo, donde a su vez, esta actividad puede
dar lugar a un incremento del consumo.
 La valoración social de las mujeres con problemas de consumo de drogas
comparada con los varones es negativa, generando un mayor estigma social hacia
ellas al transgredir los comportamientos normativos asociados socialmente a las
mujeres.
 Sienten en mayor medida vergüenza, culpa y baja autoestima porque viven una
mayor estigmatización social.
 Tienen mayor prevalencia de trastornos psicológicos o psiquiátricos: ansiedad,
depresión, estrés postraumático, intentos de suicidio y trastornos de alimentación.
 El uso continuado de drogas les puede provocar alteraciones en el ciclo menstrual
como amenorrea, irregularidades en la menstruación, entre otros.
 Los consumos de drogas tienen significados y motivaciones distintas, en algunos
casos para paliar síntomas de trastornos psicológicos o de condiciones sociales
muy adversas.
 Presentan mayor frecuencia de antecedentes familiares de consumo problemático.
 Se aprecia un período de tiempo menor entre el inicio del consumo de drogas y la
dependencia a las mismas.
 Tienen escasos apoyos para ponerse en tratamiento, incluso contar con la
oposición de su familia. Para ellas, los vínculos y relaciones interpersonales son
muy importantes y pueden anteponer las necesidades de los y las demás a las
propias.
 Están más expuestas a situaciones de abuso sexual que los hombres.
En el caso de los hombres, la construcción de su identidad de género conlleva
implicaciones que también se evidencian de forma particular en el consumo de drogas
respecto a las mujeres.

Aunque no existe un único modelo de masculinidad, existe toda una serie de atribuciones,
ideas, emociones, comportamientos, etc. respecto a lo que un hombre es o debe ser,  que
forman el modelo de masculinidad hegemónico o más ampliamente extendido.

Este modelo de masculinidad predominante que impregna la construcción de la identidad


masculina, tiene como elementos característicos la invulnerabilidad, dominación, fuerza
física, competitividad, control de situaciones y emociones. Dentro de este modelo, como
parte de la construcción de género, el ser hombre involucra una negación de aspectos
que socialmente se asocian a la feminidad, por ejemplo, expresión de sentimientos como
afecto y dolor, ciertas actividades de autocuidado, entre otras.

Según Moral (2008), la mayoría de las investigaciones sobre la construcción de la


identidad masculina reconocen la necesidad de los varones de tener que demostrar, tanto
públicamente como a sí mismos su masculinidad, construida sobre los supuestos de
valentía, temeridad, agresividad, aceptación del riesgo, etc. Asumir este modelo de
masculinidad pone a los hombres en una posición de permanente riesgo al ridículo, si
quedan expuestas lo que se identifica socialmente como debilidades, es decir, sus no
concordancias con el modelo idealizado de hombre poderoso, resistente, con
permanente  capacidad de control, etc. Este riesgo requiere una continua reconstrucción
de su masculinidad, donde el poder o la dominación juegan un papel fundamental, no solo
la dominación de otros/as, sino de sí mismo, lo cual puede lesionar los derechos de otros
y su propio bienestar, tanto emocional como físico.

La construcción de la masculinidad permea el fenómeno del consumo de drogas en los


hombres de diferentes formas. Los hombres a menudo deben pasar por “ritos iniciáticos”
a través de los cuales se abandona su condición de niño- adolescente y pasa a ser parte
del grupo de los hombres. Algunos de estos “ritos” se han caracterizado por la ingesta de
sustancias psicoactivas como el licor a edades tempranas y en cantidades importantes,
práctica frecuente en nuestro país.

Asimismo, como se establece que el cuerpo masculino debe responder a un modelo de


invulnerabilidad, fuerza y resistencia, esto genera que muchos hombres tomen actitudes
que van en contra de su propia salud, como las actividades de riesgo, negligencia
respecto del cuidado de su salud y la adquisición de hábitos no saludables. Los patrones
de consumo y las consecuencias de consumir en los hombres están más relacionadas
con actitudes violentas, con actividades ilegales e incluso con el nivel de mortalidad
(Moral. 2008).

Aunado a lo anterior, el modelo de masculinidad hegemónico condiciona una serie de


actitudes tales como tendencia a esconder el dolor, dificultad para expresar sentimientos,
aceptar sus limitaciones y  buscar ayuda, o la anteposición de su rol social de proveedor
frente al cuidado de su salud; situaciones que afectan directamente su participación en
procesos de tratamiento.

Considerando lo expuesto, el tratamiento del IAFA incorpora el enfoque de género,


reconociendo los aportes del mismo en el análisis y abordaje de las situaciones de las
personas consultantes, para incluir acciones para afrontar las necesidades específicas de
hombres y mujeres determinadas por su condición de género, como las mencionadas a lo
largo de este apartado. Asimismo, la incorporación de este enfoque implica propiciar una
comunicación que evite reproducir los estereotipos sexistas, que afectan tanto a las
mujeres como a los hombres, promover el uso de lenguaje inclusivo y  facilitar la
concienciación de la construcción social de la identidad de género, sus efectos y
posibilidades de transformación.

Enfoque de Derechos

Trabajar desde el enfoque de derechos significa que el estado y por ende las instituciones
tanto públicas como privadas, los profesionales, deben de tomar en consideración que las
personas son sujetos activos en el ejercicio de sus derechos con el fin garantizarlos y
hacerlos efectivos; por lo tanto todas las acciones dirigidas para la atención de la
población consumidora de drogas deben de incorporar el tema de derechos humanos en
forma transversal.

Cuando se habla de derechos humanos, se hace referencia a las normas básicas


(garantías jurídicas) que protegen y permiten que las personas vivan y se desarrollen con
dignidad.
Entre las principales características de los derechos cabe citar las siguientes (Oficina del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, 2006):

 Son universales, derechos inalienables de todos los seres humanos


 Se centran en la dignidad intrínseca y el valor igual de todos los seres
humanos
 Son iguales, indivisibles e interdependientes
 No pueden ser suspendidos o retirados
 Imponen obligaciones de acción y omisión, particularmente a los Estados y
los agentes de los Estados
 Han sido garantizados por la comunidad internacional
 Están protegidos por la ley
 Protegen a los individuos y, hasta cierto punto, a los grupos.

Los derechos humanos se rigen por los siguientes principios; la universalidad, la


indivisibilidad y la interdependencia, es decir que todos los seres humanos sin
distinción, gozan de todos los derechos, mismos que son interdependientes e indivisibles,
la privación de un derecho afecta significativamente a los otros.

El enfoque basado en los derechos humanos es un marco conceptual para el proceso de


desarrollo humano, que desde el punto de vista normativo está basado en las normas
internacionales de derechos humanos y desde el punto de vista operacional está
orientado a la promoción y la protección de los derechos humanos. Su propósito es
analizar las desigualdades que se encuentran en el centro de los problemas de desarrollo
y corregir las prácticas discriminatorias y el injusto reparto del poder que obstaculizan el
progreso en materia de desarrollo (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los derechos humano, 2006).

Otro enfoque que se encuentra relacionado con el de derechos humanos, es el enfoque


de género, ambos se complementan y refuerzan, en aras de lograr la igual y equidad
entre hombres y mujeres.

Enfoque Cognitivo Conductual


Las terapias cognitivo-conductuales representan la integración de los principios derivados
de la teoría del comportamiento, la teoría del aprendizaje social y la terapia cognitiva
(Finney, Wilbourne y Moos, 2007). Suponen el enfoque más comprensivo para tratar los
problemas derivados del uso de drogas y consisten básicamente en el desarrollo de
estrategias destinadas a aumentar el control que la persona tiene sobre sí misma. La
filosofía de la intervención está basada en la consideración del paciente como un
científico, en el sentido de que se le anima a recurrir al método científico para contrastar
empíricamente sus ideas o creencias.

Entre las características generales de las terapias cognitivo-conductuales se incluyen la


importancia de enfocarse en el abordaje de los problemas actuales, el establecimientos
de metas realistas y consensuadas con el paciente, la búsqueda de resultados rápidos
para los problemas más urgentes, la utilización de técnicas empíricamente contrastadas
para incrementar la capacidad de los pacientes en el manejo de sus propios problemas.

Estos enfoques ofrecen múltiples ventajas, a saber, su flexibilidad para adaptarse a las
necesidades de los pacientes, la facilidad con la que son aceptados por los pacientes
debido a su alto nivel de implicación en la selección de objetivos y en la planificación del
tratamiento, el permitir a los pacientes hacer su propio cambio de comportamiento, su
conexión con la teoría psicológica establecida, su derivación del conocimiento científico y
aplicación a la práctica clínica, su estructuración, lo que permite la evaluación de
resultados, y su efectividad basada en la evidencia científica.

Entre las técnicas cognitivo conductuales aplicadas a los problemas asociados al abuso
de sustancias se incluyen (Quirke, 2001):

 Entrenamiento en habilidades de afrontamiento


 Prevención de recaídas
 Entrenamiento en manejo del estrés
 Entrenamiento en relajación
 Entrenamiento en habilidades sociales
 Entrenamiento en habilidades de comunicación
 Entrenamiento en habilidades para la vida
 Ejercicio aeróbico
 Biofeedback
 Entrenamiento en asertividad
 Entrenamiento en manejo de la ira
Enfoque multimodal

La terapia multimodal propone que los procesos emocionales surgen a partir de la


interrelación de dimensiones distintas pero inseparables entre sí: conducta, afecto y
pensamiento. Es un enfoque flexible que se ajusta a cada persona en particular; analiza
las características de cada caso en las diferentes modalidades o dimensiones con lo cual
se logra una información global y detallada del individuo y de su entorno social.

Explica al ser humano en términos biopsicosociales, en el sentido de que no solo es un


ser que aprende, sino que forma parte de un sistema más amplio con el cual interactúa.
La terapia es considerada como un proceso de aprendizaje, debido a que se parte del
supuesto de que las perturbaciones emocionales son también aprendidas; por ello su
base teórica es el aprendizaje social. De acuerdo con esta teoría, la persona aprende
observando a los demás, sus experiencias e imitando conductas, y es así como, mediante
esta forma interpersonal de aprendizaje, se establecen los procesos cognitivos, como la
imaginación, la memoria y la interpretación de lo que se considera positivo o negativo.

Las dimensiones o modalidades que se evalúan son siete, y que se denominan BASIC ID,
que corresponden a (B) conducta, (A) afectivo, (S) sensación, (I) imaginación, (C)
cognición, (I) relaciones interpersonales, (D) drogas. Dependiendo del tipo de relación que
se establece entre ellas y de su secuencia se busca una estrategia de tratamiento
adecuado para el cliente.

Como toda intervención terapéutica, ésta se inicia explorando el motivo de consulta, y


luego se realiza lo que se denomina el análisis multimodal de primer orden, que consiste
en la evaluación de cada una de las dimensiones. En cada una de estas modalidades se
recoge la siguiente información:

 (B) Conducta: Todas las acciones, hábitos, gestos, reacciones que son
observables y medibles.
 (A) Afecto: Emociones sentidas con más frecuencia; emociones
indeseables, estados de humor, sentimientos. Las conductas que presenta
el individuo al experimentar dichas emociones.
 (S) Sensación: sensaciones placenteras y displacenteras, efectos que
producen en el afecto y la conducta. Sensaciones y estimulación sexual
placentera/displacentera.
 (I) Imaginación: Imágenes y fantasías preferidas; sueños, recuerdos o
imágenes recurrentes displacenteras. Autoimagen física-corporal. Efectos
sobre las otras modalidades.
 (C) Cognición: Valores y creencias más apreciados; principales “debo de”,
“tengo que”; pretensiones e intereses intelectuales; pensamientos
automáticos e ideas irracionales. Efectos de estas cogniciones sobre otras
modalidades.
 (I) Relaciones interpersonales: Problemas con otras personas. Como afectan o
reaccionan estas personas ante las conductas del paciente. Como afecta las
conductas del paciente a estas personas. Gama, tipo, calidad y cantidad de
relaciones sociales. Asertividad y habilidades sociales. Papel del síntoma en el
sistema familiar o de pareja.

 (D) Drogas: Estado de salud; hábitos de alimentación, sueño, higiene y ejercicios;


consumo de medicación o drogas; necesidad de consultar a un médico.

El uso de inventarios o pruebas psicológicas puede reforzar y corroborar la información


obtenida con la aplicación del BASIC ID.

Después de haber establecido los efectos que una o varias dimensiones tienen sobre las
otras, si es necesario se procede a la realización del análisis multimodal de segundo
orden, con el fin de profundizar en los problemas más complicados que se revelaron en
alguna modalidad.

Enfoque sistémico

El pensamiento sistémico “vislumbra a los organismos biológicos, no como entes aislados,


sino como un todo, dentro de la intervención sistémica, para verlos con niveles de
organización consigo mismo y con el mundo que lo rodea a través de estímulos reales
(Sánchez y Gutiérrez, 2000).

Esta nueva forma de concepción de mundo permite entender una realidad social desde
una perspectiva integradora, ecológica, en donde es importante explicar los fenómenos
desde las relaciones entre sus componentes y no como partes aisladas. Con este nuevo
enfoque se propone que “los diferentes problemas se deben de estudiar de manera
integral, propone que observemos el contexto en el que vive la persona y en particular las
interacciones entre la persona y su medio”. (Slaikeu, 1994). De ahí la importancia del
trabajo con la familia al ser considerada como ambiente social inmediato dentro del que
vive la persona y con las redes sociales como el macro ambiente en el que se desarrolla.

Es por ello, que como parte del modelo de tratamiento del Proceso de Atención a
Pacientes, el abordaje familiar resulta una herramienta de suma importancia en la
intervención de la enfermedad adictiva de la persona consultante.
Así mismo, dentro del marco de promoción de la salud y como estrategia para su
desarrollo, se procura establecer un trabajo intersectorial coordinado, según las
características de la población y los criterios profesionales para el tratamiento, esto en
procura del bienestar de las personas consultantes, por lo que el establecimiento de
alianzas con diferentes actores sociales (ciudadanos en general, instituciones públicas y
privadas, organizaciones no gubernamentales y empresa privada) a fin de brindar una
atención integral a la persona consumidora de drogas y al sistema familiar en el que se
ubica, resulta ser otra estrategia de gran valor.

Por otra parte, la Teoría General de Sistemas, hace llamado a un enfoque


interdisciplinario y global de los fenómenos, al deseo de no aislarlos, sino de enfocarlos
en su interacción y en la interrelación de los datos (Quintero; sf)

La concepción de persona bajo el enfoque sistémico, se concibe no como un ser aislado


de su medio, se le reconoce como parte de distintos sistemas que lo determinan y que a
su vez son determinados por este. La persona es vista como un sistema conformado de
subsistemas tales como conducta, afecto, sensaciones, cognición, relaciones
interpersonales, aspectos físicos, entre otros.

La familia, también es considerada un sistema abierto, lo que implica que problemas de


carácter individual, pasen a ser parte de la representación del sistema familiar. En lo
concerniente a la enfermedad adictiva, la familia al constituirse el ambiente inmediato
dentro del que convive la persona, puede ser en un primer término un punto de apoyo o
de estrés, lo que incidirá de cierta forma en los procesos de intervención, de allí la
importancia de ser considerada como otro actor dentro del modelo de tratamiento.

Enfoque de Salud Mental:

Para la OMS «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social,
y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades», partiendo de esta
afirmación la salud mental está definida como “…un estado de bienestar en el
cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las
tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y es
capaz de hacer una contribución a su comunidad”. (OMS, octubre del 2009).

Con esta definición, se deja atrás la idea de que la salud mental corresponde
directamente a una asociación con la psiquiatría y los trastornos o enfermedades
mentales, sino por el contrario se conceptualiza bajo un enfoque integral,
sistémico, de derechos humanos, dirigido a la prevención de la enfermedad y
promoción de la salud.

De acuerdo a Hernández y Morales, (2003) la incorporación del enfoque sistémico a la


salud mental requiere que el personal clínico asuma los siguientes principios:

1. Un cambio de paradigma: se requiere cambiar la búsqueda de la causa


única y final por una explicación contextual, procesal, cuya vigencia no
pretende ser permanente universalizable, sino respetuosa de las
particularidades de las situaciones las personas y los tiempos.

2. Redefinición de lo psicopatológico: se trata de ampliar la concepción de


lo psíquico al contexto interaccional, se incluye el entorno en la
comprensión y en el abordaje de todos los problemas humanos aún de los
llamados trastornos severos, pues si bien se reconoce que en cualquier
situación humana se pueden distinguir las dimensiones; biológica,
psicológica, social, histórica y cultural, se asume que ninguna de ellas por sí
misma puede comprenderse como la causa del problema. El problema o
situación de la persona tiene sentido dentro de su sistema de referencia y
obedece a una lógica circular en cuanto a su origen y su mantenimiento de
lo cual todos los participantes obtienen una pérdida y una ganancia al
mismo tiempo.

3. Un cambio radical en el rol y en la relación en terapeutas y


consultantes: significa pasar de la relación vertical de expertos a otra
donde todos los participantes comparten la información y las decisiones
sobre el proceso a seguir, de una relación basada en la conversación
secreta entre terapeuta y un consultante, a intervención con la familia y con
los sistemas significativos para el caso por parte de equipos terapéuticos
transdisciplinarios.

4. Un reconocimiento de la complejidad de la vida humana y por lo tanto,


de las limitaciones de cada disciplina: Se justifica la búsqueda de
transdisciplinariedad, pues el objetivo de la intervención desde esta
perspectiva consiste en abordar la complejidad de las problemáticas,
comprendiéndolas desde los diversos niveles en que se manifiestan.

Actualmente los programas de salud mental se encuentran orientados a brindar


una atención integral, multidisciplinaria y con objetivos coordinados entre los
diversos actores, aprovechando los recursos de las investigaciones biológicas, las
ventajas farmacéuticas, la intervención psicoterapéutica y social de la persona, su
familia, su contexto y en algunos casos estrategias jurídicas. De esta manera se
busca potenciar los recursos de las personas y para ello, se integra la misma
comunidad en redes de apoyo.

Dentro del enfoque de salud mental resulta imprescindible considerar el tema de la


comorbilidad o diagnóstico dual, el cual la OMS (1995) lo define como “la coexistencia en
el mismo individuo de un trastorno inducido por el consumo de una sustancia psicoactiva
y de un trastorno psiquiátrico”. Por ello el modelo de tratamiento del Proceso de Atención
a Pacientes de IAFA, considera de vital importancia el estudio y atención de la patología
dual como parte del plan de tratamiento a quien presente esta condición.

Enfoque de Resiliencia.

En los últimos años, los profesionales del campo de la salud mental han mostrado interés
por explicar o conocer las circunstancias que permiten a las personas que se desarrollan
en ambientes tan adversos en donde privan los factores de riesgo, logran superar esas
condiciones transformando su realidad en un desarrollo adecuado. Este conocimiento es
importante porque permite crear programas de prevención así como de tratamiento.

Es a partir de la década de los ochentas que se toma el término resiliencia, empleado en


la metalurgia para describir la capacidad de los metales de recobrar su estado natural
posterior a ser sometidos a procesos de deformación. El término resiliencia, es adoptado
en la ciencias sociales para caracterizar a aquellas personas que “a pesar de nacer y vivir
en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas, exitosas” (Ruter,
1993, citado por CONACE 2005).

El concepto de resiliencia no solamente hace referencia a un rasgo intrapsiquíco del ser


humano, sino que también toma en cuenta la interacción entre la persona y el contexto, es
así como la resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales
intrapsìquicos que posibilitan tener una vida “sana” en un medio insano. Estos procesos
se realizan a través del tiempo, dando afortunadas combinaciones entre los atributos del
niño/a y su ambiente (familia, social y cultura). Así la resiliencia no puede ser pensada
como un atributo con que los/as niños/as nacen o que los/as niños/as adquieren durante
su desarrollo, sino que se trata de un proceso que caracteriza un complejo sistema social,
en un momento determinado del tiempo (Ruter, 1992, citado por la OPS 1998).

Es así, que la resiliencia es entendida como la “capacidad de resistir la destrucción, de


proteger la propia integridad y de construcción de la propia vida a pesar de las
circunstancias adversas que presenta cada persona (Morales, 2000, citado por CONACE
2005).

La resiliencia aunque toma en consideración que el desarrollarse en ambientes adversos,


con carencias económicas, contextos de alto riesgo para la salud mental y física de las
personas, se centra más en observar aquellas competencias, habilidades que permiten
que la persona se desenvuelva en forma positiva a estas personas se les denomina
resilientes. Este modelo muestra que las fuerzas negativas, expresadas en términos de
daños o riesgos, no encuentran a un/a niño/a vulnerable en el cual se determinarán,
inevitablemente, daños permanentes; describe la existencia de verdaderos escudos
protectores que harán que dichas fuerzas no actúen linealmente, atenuando así sus
efectos negativos y, a veces, transformándolas en factores de superación de la situación
difícil (OPS, 1995).

Se dice que una persona es resiliente cuando al estar inserta en una situación de
adversidad, es decir, al estar expuesta a un conglomerado de factores de riesgo, tienen la
capacidad de utilizar aquellos factores protectores para sobreponerse a la adversidad,
crecer y desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar como seres adultos
competentes, pese a los pronósticos desfavorables (OPS,1995).

La resiliencia no es un proceso estático, si no que varía a través del tiempo y de las


circunstancias por lo que es dinámico, partiendo de esta premisa se puede decir que se
puede trabajar para fortalecer la competencias de las personas. El fortalecimiento de esas
competencias no solo depende de la persona, sino que se pueden crear condiciones para
que eso suceda por parte de las personas o instituciones que se encuentran relacionadas
con el desarrollo de las mismas. Esto se puede lograr, autores tales como Kotliarendo
(1997) citado por Conace (2005), refieren que la resiliencia es “reaccionar ante los
estímulos y a la vez sobreponerse constructivamente”.

Por su parte, Werner (1989), citado por CONACE (2005) plantea que el tema de la
resiliencia resulta importante y que a partir de su conocimiento es posible diseñar políticas
de intervención. La intervención desde un punto clínico puede ser concebida como un
intento de alterar el balance presente en las personas, que oscila desde la vulnerabilidad
a la resiliencia.

Los programas de atención para personas consumidoras de drogas, que abordan este
enfoque de resiliencia deben “resaltar los aspectos positivos que muestran las personas
en pobreza y dar cuenta de las posibilidades que éste abre para la superación”
(Kotliarenco, 1997 citado por CONACE 2005). Lo cual podríamos trabajar también en el
caso de personas privadas de libertad y en contextos en los que se ven expuestos a
conductas y comportamientos delictivos. Para trabajar bajo este enfoque se puede
abordar estrategias que disminuyan la exposición a situaciones de vida provocadoras de
estrés y que atentan contra la salud mental, o bien fortaleciendo los factores protectores o
habilidades para la vida.

Las personas que muestran una conducta resiliente presentan ciertas características,
tales como: control de las emociones y de los impulsos, autonomía, sentido del humor,
alta autoestima (concepción positiva de sí mismo), empatía (capacidad de comunicarse y
de percibir la situación emocional del interlocutor), capacidad de comprensión y análisis
de las situaciones, cierta competencia cognitiva, y capacidad de atención y concentración.
Entre las condiciones del medio ambiente social y familiar son: la seguridad de un afecto
recibido por encima de todas las circunstancias y no condicionado a las conductas ni a
ningún otro aspecto de la persona; la relación de aceptación incondicional de un adulto
significativo; y la extensión de redes informales de apoyo. (OPS, 1995).

Por otra parte Kumpfer y Hopkins (1993), citado por Becoña (2006) consideran que son
siete los factores que componen la resiliencia: optimismo, empatía, insight, competencia
intelectual, autoestima, dirección o misión, determinismo y perseverancia.

Desde el enfoque de la resiliencia se hace referencia a la reconstrucción, al considerar


que es un proceso a lo largo de la vida de la persona, no es algo que se adquiere en
cierta etapa de la vida y no puede modificarse. El enfoque de resiliencia considera el
entorno físico y social, la etapa evolutiva y la cultura del individuo (Muñoz, sf). La misma
autora, refiere a que la resiliencia en un continuo que refuerza las opciones y
oportunidades de las personas mediante la aplicación de sus capacidades y sus recursos
internos para enfrentarse a situaciones de riesgo, o que pongan en peligro su desarrollo,
superarlas, mejorar su calidad de vida y hacer posible sus proyectos de futuro.

Por su parte Grtberg (1995), elaboró un modelo para saber qué actitudes son necesarias
para favorecer en las personas su capacidad de recuperarse de la adversidad, tales
como:

1. Ambiente social facilitador: se refiere a las redes de apoyo social, como


grupos comunitarios, religiosos, la familia, amigos, escuela.
2. Recursos personales: se refiere a los recursos internos, tales como
autoestima, autonomía, control de impulsos, empatía, optimismo, sentido
del humor y fe en un Ser Superior

3. Habilidades sociales: ser capaz de manejar situaciones de conflicto, de


tensión o problemas personales.

Por su parte Payá y Castellano (sf) refieren que para generar resiliencia en las personas
se requiere fortalecer factores tales como:

1. Mejorar la autonomía, la autoestima y hacer una orientación social positiva que es una
fuerza social imparable y vital.

2. Potenciar la unidad de la familia, el afecto, la cohesión, la mutua ayuda, el diálogo.

3. Factores externos de apoyo, amigos, otros familiares, sociedades deportivas, docentes,


tutores.

Como complemento a este enfoque es necesario conocer cuales los factores protectores
y de riesgo que inciden en el problema de consumo de drogas.

Enfoque de Factores de Riesgo y Protección.

El enfoque de factores de protección y de riesgo, da una explicación de los diferentes


componentes que intervienen para que una persona inicie el contacto con las drogas, se
mantenga en consumo e impacten en el proceso de recuperación. Como se ha
mencionado, la problemática del consumo de drogas es multifactorial, multicausal por lo
que no existe una situación única que puede explicar dicho fenómeno. “Los factores de
riesgo y de protección abarcan características sicológicas, sociales, familiares y de
conducta” (NIDA, 2000, citado por CONACE, 2004).

Conocer o investigar sobre los diferentes factores de riesgo o protección que intervienen
en el consumo de drogas es de suma importancia, permite establecer programas de
prevención, así como de tratamiento para las diferentes poblaciones. Este enfoque, busca
fortalecer factores protectores asociados al consumo de drogas y disminuir o evitar la
aparición de factores de riesgo, relacionados con factores personales, familiares,
culturales y del contexto, principalmente. (CICAD; 2005)

Los factores de protección hacen referencia a aquellos elementos que, en constante


interacción, pueden contribuir a reducir las probabilidades de que aparezcan problemas
relacionados con las drogas, apoyando el desarrollo del individuo, dado que sirve como
amortiguadores o moderadores de los factores de riesgo (CONACE,2005). Por otra parte,
fortalecen los aspectos positivos de una sociedad, comunidad, familia o individuo, para la
promoción del bienestar integral en procura de una mejor calidad de vida.

Los factores de riesgo, son aquellas situaciones, conductas o elementos de la persona y


del contexto que hacen probable el consumo.

Diferentes autores hacen referencia a que existen elementos que intervienen en el


contacto y uso de las sustancias psicoactivas; como son: las sustancias, la persona y el
ambiente. Entiéndase como:

 Las sustancias: la sustancia por si sola se convierte en un factor de riesgo


por sus características, relacionadas con la composición farmacológica, los
efectos que producen en las personas y el potencial adictivo. Sin embargo
hay que tomar en cuenta que la droga por si misma tiene valor en la medida
que la persona que la usa le dé un significado.

 La persona: hace referencia a las condiciones o características de la


persona que usa la droga, tales como la edad, sexo, el desarrollo de
habilidades para la vida, la motivación, entre otros aspectos.

 El ambiente: es el medio en el que interactúa y se relaciona la persona, es


sumamente importante para que la misma se inicie en el contacto con la
sustancia. Se refiere a aspectos sociales, culturales, económicos, políticos,
espacios recreativos, entre otros.

Las características de los factores de riesgo y de protección son tres:


1. Son dinámicos: cambian según la situación, el momento, el grupo,
sociedad o persona. No impactan igual a todas las personas varían de
acuerdo con la edad, sexo, raza, cultura y ambiente. Se dice que los períodos
de mayor riesgo para el abuso de drogas son los períodos de transición.

2. No son causas directas: Bajo este enfoque no se habla de causas


sino de factores, pues su presencia no significa que se dé el problema.

3. Los factores de riesgo y de protección se relacionan entre sí.


Los factores de riesgo y protección se encuentran interrelacionados entre sí,
no se puede hablar de causa – efecto, ante una situación, sin embargo las
investigaciones han demostrado que entre más son los riesgos a los que se
encuentra expuesta la persona mayor es la probabilidad que se abuse de las
drogas.” Los factores de riesgo y de protección no son los polos opuestos de
un mismo continuo, sino dos realidades distintas que interactúan entre sí
(NIDA, 1997; citado por Robles, L,. y Martínez, J.M. 1998).

A continuación se hace referencia a las diferentes categorías que engloban los


factores de riesgo y de protección, mismas que se interrelacionan entre sí:

i. Factores personales: son las características particulares de cada persona;


carga genética, constitución física y biológica, características de
personalidad, estrato socioeconómico al que pertenece, creencias y
actitudes, habilidades sociales e interpersonales que posea.

ii. Factores familiares: La familia es el principal y primer espacio social de


inserción para la persona, cumple entre otras funciones el transmitir
conocimientos, valores, conductas creencias, es decir el proceso de
socialización primaria.

iii. Los factores familiares se relacionan con los estilos parentales de manejo
familiar, incluyendo el tipo de comunicación, establecimiento de normas, el
manejo de reglas, clima emocional de la familia, los valores familiares,
manejo de conflictos, la cohesión familiar entre otros.

iv. Factores del grupo de pares: es un factor importante en el desarrollo


psicosocial de los y la personas adolescentes, al representar un espacio de
aprendizaje, compartir experiencias, conocimientos, un espacio para
generar visiones alternativas a la hegemónica, de ensayo de nuevas
habilidades sociales, y aptitudes, es un espacio de contención, seguridad y
refugio respecto al mundo adulto.

v. La necesidad de mantener un espacio social de pertenencia, tiene un fuerte


impacto sobre las decisiones individuales, pudiendo tener en ciertas ocasiones, un
gran poder de convencimiento sobre la persona.

vi. Factores del espacio escolar: el sistema educativo cumple una función de
formación integral en las personas menores de edad, donde el tema de
salud es de vital importancia, pues es en ese espacio es donde según Payà
y Castellanos (s,f) los/as alumnos/as refuerzan parte del concepto de
mundo, de vida, valores, ayudan al establecimiento de metas, al desarrollo
de aspectos personales, profesionales y sociales.

vii. En este espacio, los factores de riesgo y protección se relacionan con las
características de los espacios educativos, tanto institucionales como relacionales.
viii. Factores del ambiente comunitario: Se refiere al espacio donde las
personas viven y desarrollan sus primeras relaciones cara a cara,
constituyendo el espacio social más cercano a la persona, donde la
inserción social en las redes comunitarias y la generación de vínculos, es
parte constituyente de una integración social adecuada.

ix. Factores laborales: Hace referencia de las relaciones y condiciones


laborales.

x. Factores del contexto social: Se encuentra definido por las condiciones


estructurales que determinan tanto los vínculos entre las personas, como
las que se puedan establecer con las instituciones sociales, instancias
comunitarias, organismos o grupos. Hace mención también a la distribución
de la riqueza, capacidad de ofrecer oportunidades de recreación, estudio,
trabajo y de desarrollo general y a los valores que la sociedad promueve y
resalta.

IV. OBJETIVO GENERAL /ESPECÍFICOS

Objetivo general
Participar en el Programa de Justicia Restaurativa mediante acciones coordinadas entre el
Proceso de Atención a Pacientes - IAFA y la oficina de Justicia Restaurativa - Poder Judicial
para brindar una alternativa de atención tanto sanitaria como jurídica a las personas que
presentan consumo de sustancias psicoactivas y han realizado un acto ilícito.

Objetivos específicos

1. Realizar una evaluación psicosocial y médica a las personas afectadas por el


consumo de sustancias psicoactivas referidas por el Programa de Justicia
Restaurativa, con el fin de elaborar y ejecutar un plan de tratamiento.

2. Coordinar con la Oficina del Programa de Justicia Restaurativa-IAFA sobre el


cumplimiento del plan de tratamiento por parte de la persona referida.

V. PERFIL DEL USUARIO

El programa de Justicia Restaurativa está dirigido a hombres y mujeres adultas que


presentan un diagnóstico de consumo perjudicial o dependencia a sustancias psicoactivas,
según clasificación del CIE-10.

Los casos identificados, valorados y referidos por la Oficina de Justicia Restaurativa son los
destinatarios de este programa.

Se establece atención para 20 personas por año.

El Ministerio Público del Poder Judicial, mediante la política de persecución 03-PPP-2010 y


circulares administrativas 06-ADM-2012, 08-ADM-2012 y 12-ADM-2012 definió como un
primer paso los delitos que serán tratados por medio de Justicia Restaurativa, ellos son los
siguientes:

 Lesiones culposas, homicidios culposos.

 Delitos ambientales (infracción a la Ley  Forestal).

 Conducción temeraria, violación de domicilio.

 Portación y tenencia ilícita de armas permitidas.

 Hurtos agravado, atenuado y de uso.


 Daños, daños agravados.

 Agresión con arma, amenazas agravadas (no arma de fuego)

 Violación de sellos

 Uso de documento falso

 Apropiaciones irregulares y retenciones indebidas

 Fiscalía de flagrancias (conducciones temerarias, hurtos y portaciones ilícitas de


arma permitida)

VI. PROCEDIMIENTOS DE INTERVENCIÓN


a. Evaluación – algoritmo
i. Entrevista: Trabajo social, psicología, Medicina

La entrevista psicológica

El primer contacto que tiene la o el profesional en psicología con el usuario es mediante la


entrevista psicológica. De acuerdo con la conversación que se desarrolla entre el profesional y el
usuario no solo se recoge información importante para establecer el diagnóstico y el plan de
tratamiento, sino que se establece una relación terapéutica que va a permitir a ambos la
consecución de los objetivos propuestos.

La entrevista pretende una finalidad a través de una conversación propiciada por el terapeuta de
acuerdo con la demanda inicial del usuario. La información que brinda el usuario sobre su persona
y el problema o padecimiento que lo aqueja, es recogida por el terapeuta con el fin de proponer
un diagnóstico inicial y un plan de tratamiento de acuerdo con el usuario.

En este espacio de la entrevista, y para tener un mayor acercamiento al problema que plantea el
usuario, la o el terapeuta indaga sobre la historia y patrón de consumo sobre cada una de las
drogas con las que tiene o ha tenido relación el usuario y el tiempo de abstinencia actual en cada
una de ellas. Se determina la etapa de cambio en que se encuentra, con el fin de constatar su
actitud y compromiso hacia el proceso terapéutico para programar las acciones de acuerdo con
dicha etapa según lo propone el modelo transteórico de Prochaska y DiClemente. De igual
importancia es la identificación de los factores de riesgo y protectores personales, familiares o
ambientales con que cuenta el usuario, de manera que se puedan analizar las consecuencias que
le generan los primeros así como fortalecer los segundos.

Con el propósito de establecer un diagnóstico basado en la evidencia, se procede a aplicar una


serie de pruebas tanto psicológicas como neuropsicológicas y toxicológicas. Las pruebas que se
utilizan, cuando son pertinentes, son aquellas que van dirigidas a establecer el grado o nivel de
consumo de alguna sustancia psicoactiva, entre las cuales están los tests CAGE, Audit, Mast-A, así
como pruebas toxicológicas cualitativas y cuantitativas que permiten no solo conocer si hay
presencia de drogas en el organismo, sino cuánta cantidad hay. Las pruebas de orden
neuropsicológico van a determinar si existe algún sustrato neurológico relacionado con la
conducta del usuario, y las pruebas psicológicas van a indagar los estilos de respuesta que
generalmente presenta el usuario ante los estímulos, tanto ambientales como internos, y que
pueden tener relación con los hechos ilícitos que se le imputan. A estos instrumentos se les
agrega la administración del Examen Mental que nos brinda una panorama general del estado
mental; la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE-10, que permite anotar con mayor
precisión el diagnóstico de consumo, y la evaluación multiaxial del DSM-IV-TR, con la cual se
contextualiza más ampliamente la situación del usuario.

Es importante destacar que antes de cualquier procedimiento con el usuario, se le debe informar
sobre lo que va a suceder, para lo cual se utiliza una fórmula en la que se expone el
consentimiento informado.

ii. Discusión de casos


Motivación al cambio y Etapa de cambio
Identificación de factores protectores y factores de riesgo
Impresión diagnóstica
Tiempo de abstinencia
Plan de tratamiento (objetivo de tratamiento y metas terapéuticas de tratamiento,
Modalidad de tratamiento (internamiento, ambulatorio moderado, intensivo, individual,
grupal, familiar), tiempo de tratamiento, Periodicidad (pruebas toxicológicas, número de
citas, ratificación de ubicación de usuario según programa.
Recomendaciones (seguimiento judicial, informe de seguimiento)
Requerimiento de tratamiento farmacológico

iii. Elaboración de informe


Formato de informe falta

b. Seguimiento
i. Algoritmo
Internamiento
Ambulatorio: moderado e intensivo
ii. Ejecución del plan de tratamiento, seguimiento y evaluación de los
siguientes aspectos:
Cumplimiento de objetivo de tratamiento y de
las metas terapéuticas.
Motivación al cambio y Etapa de cambio
Verificación de Impresión diagnóstica
Tiempo de abstinencia
Análisis Factores protectores y factores de
riesgo
Requerimiento de tratamiento farmacológico
Cumplimiento de Modalidad de tratamiento:
internamiento (visita al centro, aplicación de
pruebas toxicológicas, solicitud de informe de
avance y recomendaciones; ambulatorio
moderado e intensivo: asistencia a citas,
aplicación de pruebas toxicológicas,
investigaciones sociales de campo)
Recomendaciones (seguimiento judicial,
informe de seguimiento)
iii. Elaboración de informe de seguimiento
VII. Evaluación del programa
i. En coordinación entre el equipo técnico de Atención y El Proceso de
Investigación de IAFA, se definirán o ítems a evaluar de los
programas de JR y PTDJ.
i
Lineamientos para la implementación del Programa de Tratamiento en Drogas bajo Supervisión Judicial en Costa Rica; Instituto
Costarricense sobre Drogas, 2013, borrador. Pág.9
ii
Idem, pág.6
iii
Idem pág.6

iv
Idem, pág. 10

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