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COF:

“Es la región del lóbulo frontal relacionada a la toma de decisión, regula la planificación de la
conducta asociada a la recompensa y el castigo. Esta área es capaz de inhibir las acciones
inapropiadas, vetando el impulso emocional inmediato producido por la amígdala (dolor) o el
circuito de recompensa (placer). Es considerada el área que nos puede liberar de la tiranía de los
impulsos”.

Según Andrés et al. (2016), la corteza orbitofrontal y la amígdala se asocian con el procesamiento
del significado afectivo de los estímulos.

FUNCIONES EJECUTIVAS:

Según Andrés et al. (2016), “las funciones ejecutivas se definen como un conjunto de procesos
cognitivos de alto orden que facilitan la adaptación del sujeto a situaciones nuevas o complejas,
que no involucran conductas o respuestas automáticas o sobreaprendidas.” Los mismos autores,
citando de Schmeichel &Tang (2013) sostienen que “estos procesos se encuentran vinculados al
funcionamiento de los lóbulos frontales y participan de manera activa en la coordinación y
regulación de otros procesos ligados a diferentes regiones cerebrales, como la regulación y el
procesamiento de estímulos visuales y auditivos y de situaciones y respuestas emocionales”.

El sitio web Neuron up, destinado a proporcionar herramientas profesionales para la rehabilitación
de personas con déficits cognitivos, define las funciones ejecutivas de la siguiente manera:

Memoria de trabajo: capacidad de almacenamiento temporal de información y su procesamiento.


Se trata de un espacio en el que la información específica está disponible para su manipulación y
transformación durante un periodo particular de tiempo.

Planificación: capacidad de generar objetivos, desarrollar planes de acción para conseguirlos y


elegir el más adecuado en base a la anticipación de consecuencias.

Razonamiento: facultad que nos permite resolver problemas de diversa índole de manera
consciente estableciendo relaciones causales entre ellos.

Flexibilidad: habilidad que nos permite realizar cambios en algo que ya estaba previamente
planeado, adaptándonos así a las circunstancias de nuestro entorno.

Inhibición: capacidad de ignorar los impulsos o la información irrelevante tanto interna como
externa cuando estamos realizando una tarea.

Toma de decisiones: proceso de realizar una elección entre varias alternativas en función de
nuestras necesidades, sopesando los resultados y las consecuencias de todas las opciones.

Estimación temporal: capacidad de calcular de manera aproximada el paso del tiempo y la


duración de un suceso o actividad.
Ejecución dual: capacidad de realizar dos tareas al mismo tiempo (dichas tareas deben ser de
diferente tipo), prestando atención a ambas de manera constante.

Branching (multitarea): capacidad de organizar y realizar tareas óptimamente de manera


simultánea, intercalándolas y sabiendo en qué punto están cada una en cada momento.

PLASTICIDAD SINÁPTICA O NEUROPLASTICIDAD

Según el Glosario de Ciencias y Neurociencias de la Asociación Educar para el desarrollo humano,


la plasticidad neural se refiere a “los cambios funcionales y estructurales del sistema nervioso que
ocurre durante toda la vida de un ser humano que aprende cosas. Es lo que da a los seres vivos la
capacidad de adaptarse a los cambios del medio ambiente en que viven”. De este modo, como se
explica en el portal de la revista científica Investigación y Ciencia, “los estímulos del exterior
pueden provocar que algunas sinapsis se potencien, mientras que otras se debiliten. Este proceso
de plasticidad sináptica resulta esencial para el aprendizaje y la memoria”.

Las evidencias científicas demuestran “que los mismos mecanismos que regulan los efectos de
estrés crónico sobre los patrones de neurogénesis y de plasticidad en las diversas especies de
mamíferos estudiados, ocurren en humanos y otros primates con una distribución por género
similar” (Zárate et al., 2014). Por lo tanto, el estrés crónico producido por situaciones de tensión
que superan la capacidad de tolerancia de un ser humano, como es el caso de un niño, afecta
significativamente los procesos de neuroplasticidad y neurogénesis.

Neurogénesis

La neurogénesis, el proceso mediante el cual se produce el nacimiento de nuevas neuronas, es


vital para el desarrollo del sistema nervioso. Según Adrián Triglia, redactor jefe del portal digital
Psicología y Mente, “la mayoría de neurocientíficos coinciden en que el nacimiento de nuevas
células nerviosas juega un papel en la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para
adaptarse a nuevas experiencias y cambiar con el tiempo”. Entre tanto, este mismo autor sostiene
que para fortalecer el proceso de neurogénesis es importante dormir bien, hacer ejercicio
moderado y no exponerse “a fuentes de estrés de las que se pueda soportar”. Por lo tanto, las
situaciones que generan estrés crónico afectan significativamente la neurogénesis.

ESTRÉS

Conjunto de reacciones biológicas frente a cualquier estímulo adverso físico, mental o emocional,
interno o externo, que tiende a alterar la homeostasia del organismo; si estas reacciones de
compensación son insuficientes o inadecuadas, pueden dar lugar a trastornos.

El estrés se presenta en diferentes niveles, uno de ellos es el estrés crónico. Según el portal
Medline Plus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de los EE.UU., este tipo de estrés “dura por un
período de tiempo prolongado” y está estrechamente relacionado con el ambiente que rodea al
sujeto. Según el mismo portal, “cualquier tipo de estrés que continúa por semanas o meses es
estrés crónico”. Una persona puede acostumbrarse tanto al estrés crónico que no se percata que
es un problema. “Si no encuentra maneras de controlar el estrés, este podría causar problemas de
salud”. De otro lado, Zárate et al. (2014) explican que existe abundante evidencia científica que
demuestra que el estrés crónico afecta la plasticidad sináptica y la neurogénesis.

ZARATE

EJE HPA

Según Lipina & Segretin (2015), el eje HPA “comienza a responder a señales de estrés desde la
etapa prenatal”. Los autores explican que tras el nacimiento, este eje “continúa su desarrollo y
expresa niveles altos de reactividad durante los primeros meses de vida. Una de las consecuencias
más importantes de estos niveles de inmadurez y alta reactividad es que durante los primeros tres
meses de vida toda variación en el cuidado de los niños se refleja en la actividad del eje HPA –
precisamente, un período de importancia durante el cual se establecen los apegos emocionales
entre madres e hijos”.

SNA:

El psicólogo Óscar Castillero Mimenza explica en el portal Psicología y Mente que “el sistema
nervioso autónomo, también llamado sistema nervioso vegetativo, es una de las dos divisiones
que se han realizado del sistema nervioso a nivel funcional. Este sistema se encarga de conectar
las neuronas del sistema nervioso central con las del resto de sistemas corporales y órganos,
formando parte tanto del sistema nervioso central como del periférico. Su función básica es el
control de los procesos internos del organismo, es decir de las vísceras, siendo los procesos
regidos por este sistema ajenos a nuestra voluntad.

Según Castillero, “la principal función de este sistema es el control, como ya hemos indicado
anteriormente, de los procesos inconscientes e involuntarios, como la respiración, la circulación
sanguínea o la digestión. Se encarga de mantener en forma y activados los procesos propios de los
órganos internos y las vísceras, a la vez que permite la detección y el control de problemas
internos.”

CORTEZA PREFRONTAL:

La corteza prefrontal es la parte anterior de los lóbulos frontales. Según Andrés et al. (2016) “los
lóbulos frontales son clave para el éxito en la regulación emocional”.

Waxman (2011) explica que “la corteza prefrontal desempeña un conjunto de funciones
‘ejecutivas’, planea e inicia acciones adaptativas e inhibe las desadaptativas; prioriza y secuencia
acciones, e integra las funciones motoras y sensoriales elementales en un flujo coherente de
conducta dirigido a metas. Diversos estudios indican que la corteza prefrontal, al igual que las
cortezas motora y sensorial, está compartimentada en áreas que desempeñan funciones
específicas”. Entre tanto, “las regiones la corteza prefrontal lateral y medial se asocian con el
control cognitivo” (Andrés et al., 2016).
Waxman (2011) añade que “cuando las áreas prefrontales resultan dañadas (p. ej., a causa de
tumores o traumatismos craneoencefálicos), los pacientes se tornan ya sea apáticos (en algunos
casos, inmóviles y mudos) o desinhibidos y faltos de atención, con pérdida de modales y
alteraciones de juicio”.

CORTEZA PREFRONTAL Y DORSOLATERAL. MESA ET AL 2011

La corteza prefrontal dorsolateral es la última área desarrollo cerebral en mielinizarse. Mesa-Gresa


& Moya-Albiol (2011) la corteza dorsolateral “se relaciona principalmente con las funciones de
procesamiento emocional, manipulación y codificación de la información perteneciente a la
memoria de trabajo y control de impulsos, y es importante para el mantenimiento de los niveles
atencionales ante estímulos distractores. La disfunción en esta área estaría relacionada con la
función perseverativa y la inhibición de respuestas, y causaría además dificultades en el
planteamiento de alternativas. Es por ello, y porque es una de las últimas regiones en madurar,
por lo que resulta especialmente vulnerable ante las interrupciones de su desarrollo durante la
niñez y la adolescencia”.

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RESPUESTA EMOCIONAL

La anatomía cerebral, afectada por las alteraciones en los procesos de plasticidad y


neurogénesis, tiene resultados en el comportamiento del sujeto. Según Zárate et al.
(2014), una parte de los jóvenes que presentan amígdalas de mayor volumen corresponden a
aquellos que han sido sometidos a maltrato. Según los autores, “estas diferencias se encontraban
acompañadas de un incremento en la ansiedad y agresividad en aquellos jóvenes que presentaban
amígdalas mayores”, así como la tendencia a “padecer psicopatologías como depresión, estrés
postraumático y ansiedad”.

De otro lado, Mesa-Gresa & Moya-Albiol (2011) afirman que la COF “ayuda a regular el afecto
negativo y la actividad automática. Por otra parte, y junto con la amígdala, tiene un importante
papel en la percepción del contenido emocional de los estímulos ambientales y en la comprensión
de las distintas señales sociales que indican ira o enfado. Los daños en esta área se asocian con un
control de impulsos pobre, estallidos de agresividad y falta de sensibilidad interpersonal, como la
observada en criminales adultos y pacientes psiquiátricos”.

En cuanto a la pobreza, la cual en frecuentes ocasiones es el resultado del abandono de


alguno de los padres, o incluso de ambos, Lipina & Segretin (2015) explican que “d urante
todas las etapas del desarrollo, el estrés y la incertidumbre generados por las condiciones de
deprivación económica incrementan la probabilidad de ocurrencia de estados emocionales
negativos, ansiedad, depresión e ira. A su vez, tales condiciones emocionales pueden inducir una
mayor frecuencia de estrategias de control parental negativas, menos sensibilidad emocional hacia
los niños durante la crianza y mayores dificultades en la apropiación de prácticas autorregulatorias
adecuadas en los niños”.
Según Lipina & Segretin (2015), “si durante tales períodos críticos se produce una alteración –
tanto positiva como negativa–, ésta tenderá a ser incorporada de una manera permanente,
limitando las oportunidades para revertir la organización de esa función. Muchos de estos
períodos tienen lugar en momentos tempranos del desarrollo, en particular durante la fase
perinatal y los primeros meses de vida. En el caso de la organización de procesamientos más
complejos, como los que forman parte de las competencias autorregulatorias, tal organización
depende de la integración progresiva de fenómenos plásticos de diferentes redes neurales, que
procesan más de una modalidad de información”.

PROBLEMAS EMOCIONALES Y DE RELACIÓN

Problemas emocionales

Uno de los tipos de abuso infantil es el de tipo sexual. Este tipo de maltrato genera en gran parte
de las víctimas trastornos depresivos y bipolares, trastornos de ansiedad, trastorno por estrés
postraumático (TEPT), trastorno límite de la personalidad, conductas autodestructivas -tales como
negligencia en las obligaciones, conductas de riesgo, ausencia de autoprotección, entre otras-,
conductas autolesivas, ideación e intento suicida y baja autoestima (Pereda, 2010).

De otro lado, Pereda (2010) indica que “el área de las relaciones interpersonales es una de las que
suele quedar más afectada, tanto inicialmente como a largo plazo, en víctimas de abuso sexual
infantil. Destaca la presencia de un mayor aislamiento y ansiedad social, menor cantidad de
amigos y de interacciones sociales, así como bajos niveles de participación en actividades
comunitarias. Se observa también un desajuste en las relaciones de pareja, con relaciones de
pareja inestables y una evaluación negativa de las mismas, entre otras. También aparecen
dificultades en la crianza de los hijos, con estilos parentales más permisivos en víctimas de abuso
sexual al ser comparados con grupos control, así como un más frecuente uso del castigo físico ante
conflictos con los hijos y una depreciación general del rol maternal”.

RESPUESTA AL ESTRÉS

Cuando el niño sufre abuso físico o sexual en entapas tempranas del desarrollo, se incrementa la
susceptibilidad a desarrollar trastornos psiquiátricos en la adultez. De igual modo, este tipo de
experiencias se asocia con un patrón complejo de respuesta al estrés (Lipina & Segretin, 2015).

De otro lado, se han encontrado cambios neuroanatómicos en áreas prefrontales y diferencias en


la COF tras la exposición a distintos tipos de estrés crónico, así como un aumento en el número de
ramificaciones dendríticas y de nuevas espinas dendríticas en esta misma área (Zárate et al., 2014)

Así mismo, Zárate et al. (2014) explican, con base en diversos estudios, que “los jóvenes que
habían sido sometidos a abuso infantil presentaban una disminución en el tamaño de OFC –
estructura relacionada con el control y la regulación de las respuestas emocionales–. Estos
resultados muestran el efecto del estrés crónico sobre la plasticidad de ciertas áreas del cerebro y,
por ende, sobre la presencia y alta frecuencia de ciertos comportamientos”.
SUEÑO VIGILIA

Es posible que los efectos prolongados de niveles altos de glucocorticoides en las áreas del cerebro
principalmente involucradas (hipocampo, amígdala y córtex prefrontal) debido al estrés, puedan
producir alteraciones en el ciclo sueño-vigilia (Zárate et al., 2014).

Como explican Sapolsky, Krey & McEwen (1986 citados en Zárate et al., 2014) “se sabe hoy en día
que uno de los efectos deletéreos de la exposición prolongada a estímulos percibidos como
amenazantes (estrés crónico) es, a largo plazo, la pérdida de la posibilidad de inactivar
adecuadamente al eje hipotálamo-pituitaria-adrenal (HPA) y al sistema nervioso autónomo (SNA),
una vez retirado el estímulo estresor.

TDAH

Algunas condiciones psiquiátricas como los trastornos de personalidad, trastornos de conducta,


TDAH, depresión, ansiedad, abuso de sustancias y trastorno de estrés postraumático (TEPT) están
estrechamente relacionados con experiencias traumáticas ocurridas en la infancia según la
evidencia científica (Cornellà & Juarez, 2014)

Aunque Cornellà & Juarez (2014) subrayan en la necesidad de tener en cuenta un correcto
diagnóstico diferencial entre TDAH y TEPT en niños maltratados, también indican que “si el niño
no puede experimentar una relación de confianza desarrollará síntomas típicos de trastornos
mentales, como pueden ser, entre otros, los síntomas del TDAH”.

A través de su revisión, Cornellà & Juarez (2014) demuestran que las consecuencias del abuso
sexual en niños “pueden manifestarse a través de problemas de personalidad, TDAH, desórdenes
de ansiedad, depresión, desadaptación social, suicidio, comportamiento impulsivo, disfunción
sexual y síndrome de estrés postraumático”. Así mismo, los autores señalan que se han
encontrado relaciones entre el abuso sexual infantil y “prejuicios cognitivos, emocionales,
conductuales y sociales, así como trastornos psicopatológicos entre los que se encuentran el TDAH
y el TEPT, y disociación, depresión, “trastornos alimentarios, trastornos psicosomáticos,
comportamiento delincuente y abuso de sustancias”.

APRENDIZAJE

Lipina & Segretin (2015) explican que “los componentes neurales que se distribuyen en diferentes
redes neurales de las zonas frontales del cerebro son aquellos involucrados en los procesos de
autorregulación, pensamiento y aprendizaje. Precisamente, se trata de competencias cuyo
desarrollo requiere un tiempo prolongado y que ocurre en contextos específicos de crianza y
educación, cuya calidad es muy importante para aportar protección o riesgo”.

Según Cornellà & Juarez (2014), “han sido observados —entre quienes han sufrido un trauma en la
infancia— cuadros de retraso en el desarrollo, disminución de las habilidades cognitivas,
dificultades para aprender, y hasta un coeficiente intelectual más bajo”. Los autores señalan que
“la mayoría de las personas con estos antecedentes pueden presentar más alta incidencia de
problemas escolares, con aumento del abandono escolar”.

Entre tanto, Mesa-Gresa & Moya-Albiol (2011) “explican que los niños que han sido maltratados
“presentan déficits cognitivos o del lenguaje, trastornos del aprendizaje, dificultades académicas
(incluyendo déficits de atención y trastornos de conducta), problemas emocionales y
comportamientos autodestructivos”.

CONTROL INHIBITORIO

La capacidad de inhibición es una de las funciones ejecutivas más implicadas en la regulación


emocional (Andrés et al., 2016). Esta capacidad le permite al individuo suprimir respuestas que no
serían consideradas apropiadas (Diamond, 2013 citado en Andrés et al., 2016).

Según Mesa-Gresa & Moya-Albiol (2011), “los altos niveles de estrés aumentan la activación de las
monoaminas (como la norepinefrina, la serotonina y la dopamina), lo cual puede provocar que se
detenga la función normal propia del córtex prefrontal de inhibición del sistema límbico”. A su vez,
según los autores, “este efecto también se ha observado en adultos con altos niveles de estrés que
han sufrido maltrato durante la infancia”. Por lo tanto, el estrés provocado por el maltrato afecta
el correcto funcionamiento de las áreas prefrontales y límbicas, lo cual trae consecuencias sobre
las funciones ejecutivas, entre las cuales se encuentra el control inhibitorio.

MEMORIA DE TRABAJO

Según Cowan (2005 citado en Andrés et al., 2016) “la memoria de trabajo se define como un
sistema complejo de capacidad limitada que permite el acceso temporario a un conjunto selecto
de representaciones para el logro de procesos cognitivos en curso.

Entre tanto, Mesa-Gresa & Moya-Albiol (2011) explican que “el córtex prefrontal es la región
cortical que se desarrolla más tarde, ya que las mayores proyecciones se mielinizan principalmente
entre la adolescencia y la tercera década de la vida. A su vez, el córtex prefrontal también
presenta una alta densidad de receptores para glucocorticoides y de proyecciones de
dopamina que se activan principalmente como respuesta al estrés”. Por lo tanto, los
autores sostienen que “se ha formulado la hipótesis de que el estrés temprano activa el
desarrollo del córtex prefrontal, de manera que altera su desarrollo normal y produce una
maduración precoz que tiene un efecto negativo sobre sus funciones y su capacidad”.

TOMA DE DECISIONES

En cuanto al estrés crónico, Zárate et al. (2014) explica que se ha demostrado que los
cambios en las conexiones sinápticas de áreas como la corteza prefrontal, se acompañan
de “disminución en las funciones ejecutivas, tales como déficit en la toma de decisiones,
baja autorregulación emocional y disminución en la focalización de la atención. La
alteración de esos procesos afecta la capacidad de afrontamiento al estrés, un círculo que
potencia y perpetúa sus efectos nocivos”.

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