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TALLER DE ESCRITURA CREATIVA (EN CASA)

Playlist para acompañar lectura y escritura


Clase 2
“The trip”, de Still Corners
https://www.youtube.com/watch?v=V5YOhcAof8I
“Wait”, de M83
https://www.youtube.com/watch?v=lAwYodrBr2Q
“Space songe”, de Beach House
https://www.youtube.com/watch?v=f9X1C7pTu-M
“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me
lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría
tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría
tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito él también flasheaba groso con el tema. En Wikipedia (porque tampoco
ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase
a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es
vamos a investigar groso) dice que:
necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en
dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino en cuanto
tiende a no ser?”. (Confesiones, XI, XIV, 17). “Agustín rechaza la identificación de tiempo y movimiento. Aristóteles define el tiempo como un
recurso aritmético para medir un movimiento. Agustín sabe que el tiempo es duración, pero no
San Agustín de Hipona acepta que esta se identifique con un movimiento espacial. La duración tiene lugar en nuestro
interior y es fruto de la capacidad para prever, ver y recordar los hechos del futuro, presente y pasado.
Agustín llega a la conclusión de que la sede del tiempo y de su duración es el espíritu. Es en el espíritu
que se hace efectiva la sensación de duración (larga o corta), de discurrir del tiempo, y es en el espíritu
donde se mide y compara la duración del tiempo. Lo que se llama futuro, presente y pasado no son
sino expectación, atención y recuerdo del espíritu, que tiene la facultad de prever aquello que llegará,
fijarse en él cuando llega y conservarlo en el recuerdo una vez ha pasado.”

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Espero que anden


bien, que lean, cocinen, jueguen a la generala, al solitario, al La sede del tiempo es el espíritu. El tiempo es, enton-
truco, amacen pizza, o se sienten a contemplar el tiempo. Qué ces, algo más subjetivo, elástico, plástico, que depen-
problemón el tiempo, ¿no? Varias veces me encontré sentado en de del individuo. Y me gusta esta idea.
una silla en mi patiecito, tratando de ver el tiempo pasar. Y estos Hoy les quiero compartir un cuento. Es un cuento
días creo que nos dieron una mirada nueva sobre el fenómeno, orientado al público infantil o juvenil, pero no por
¿no? Casi que cobró otra materialidad, o la perdió del todo. Días eso deja de funcionar. Al contrario. Se llama “El
iguales, ausencia de rutinas que hacen que viernes y domingo reloj”, de Juliana Accoce, publicado en el libro Cuen-
sean similares, nuevas rutinas que hacen que nos levantemos tos sin respiro.
antes o después, cenas que se estiran, desayunos que se convierten Las Confesiones del Glorioso
doctor de la Iglesia S. Agustín.
en almuerzos… en fin. Y volvía a pensar en San Agustín y cómo Traducido en 1654.
blemente bañado en oro, pero Irene no se lo había quitado por
eso. Lo había hecho simplemente porque el reloj le gustaba
“El reloj” mucho. Luego Anita había sospechado de ella y se lo había recla-
de Juliana Acocce mado insistentemente, pero sin ningún escándalo, y había tratado
de persuadirla del valor que para ella tenía el reloj que su madre
en Cuentos sin respiro le había dado; le había prometido que nadie se enteraría si se lo
devolvía, pero Irene había negado una y otra vez y había optado
El tren en que venía Irene paró de tal manera que la puerta del vagón
por ofenderse ante la desconfianza de su compañera, quien final-
quedó justo donde su madre la aguardaba. No halló las cosas como
mente se resignó a la negativa rogándole que jamás se olvidara de
esperaba, aunque no estaba segura si era porque habían cambiado o
darle cuerda porque —le dijo— era muy delicado y se estropearía
porque ella las recordaba con más colorido, menos ajadas, como se
mucho. Pronto Irene se dio cuenta de que había sido una tontería
ven todas las cosas en la infancia. Su madre también estaba distinta,
quedarse con el reloj, ya que no podría usarlo sin que fuera reco-
pero eso sí, no por efecto de la memoria, sino del tiempo. Mientras
nocido, así que tuvo que esconderlo en un hueco que había
bajaba el equipaje y la abrazaba, y luego mientras caminaban hacia la
hecho ella misma bajo una baldosa floja en su cuarto, en donde
casa unas pocas cuadras, tuvo la impresión de haber hallado el
guardaba sus secretos de la mirada materna. A veces, cuando
tiempo que en la ciudad se le iba tan rápido: estaba todo allí acumu-
estaba sola lo sacaba, se lo ponía en la muñeca y le daba cuerda,
lado. También le pareció que allí todo tenía el color de la arena.
pero finalmente, cuando dejó el pueblo, el botín quedó allí olvi-
La primera ceremonia al llegar a la casa fue tomar mate largamente
dado.
en la cocina. Irene hablaba de los estudios que estaba por terminar,
Un rato más tarde, mientras se instalaba en su cuarto, que la
de las amigas con quienes vivía, del hombre con quien planeaba
madre mantenía limpio y en el mismo estado en que lo había
casarse. Luego comenzó a hacer preguntas sobre el pueblo, sobre sus
dejado, recordó nuevamente el reloj. Corrió un poco la cama,
antiguos compañeros, los que habían partido como ella, los que no
reconoció la baldosa y la levantó, y lo encontró, bastante sucio de
se habían ido, los que tres años atrás habían asistido al velorio de su
verdín. Lo limpió con cuidado y lo guardó en un bolsillo.
padre y los que no. Con las preguntas llegaron los recuerdos, desor-
Durante el almuerzo, hizo que su madre le contara todo lo que
denados, ilegítimos como todos los recuerdos, de su infancia. Del
supiera sobre Anita. Ella —dijo la madre— se había mudado a
colegio sobre todo recordaba los recreos, los juegos, las tonterías que
las afueras hacía años, y no volvía al pueblo desde entonces. En
habían sido para ella grandes aventuras. El recuerdo de un suceso,
un principio, las malas lenguas dijeron que sus padres la escon-
más nítido que otros, la llenó por un instante de secreta vergüenza.
dían porque estaba embarazada, pero nada confirmó ese rumor.
En el último año de la primaria, en un descuido de una compañera
Cuando sus padres murieron, no se la vio en el funeral. Los
llamada Anita, Irene le había robado un reloj. Era un reloj de forma
proveedores que se llegaban hasta su casa tampoco la veían:
oval, con un espejito dentro y una pulsera de cadenita. Era proba-
encontraban su dinero en la puerta y allí dejaban sus pedidos.
Irene decidió que iría a verla por la tarde. Se sentía avergonzada y CONSIGNA
llena de remordimiento, pero sólo ahora, ya mayor, comprendía
que su falta era reparable: iría a buscar a Anita y le devolvería su
“No le diste cuerda”, dice Anita. Y nos instala en otros tiempos… Como
reloj. Sin duda Anita se daría cuenta de lo apenada que estaba y la
siempre hacemos, detengámonos un poco en el texto, en el cuento. ¿Les
disculparía. Seguramente lo vería como una cosa de niñas y luego
gustó? ¿Qué les pareció? Siempre me sorprende de este texto cómo el
las dos podrían reír juntas del incidente.
tiempo no sólo es tema, también es principio constructivo: cómo se orga-
Pidió instrucciones para llegar hasta la casa, a unos ocho kilóme-
niza el recuerdo, las percepciones del pueblo, el color arena (¿reloj de
tros campo afuera. Hizo chirriar su vieja bicicleta, que hubiera
arena?) lo invade todo… El pasado y el presente se contrastan y el espíritu
necesitado aceite, por el camino de tierra. Por momentos, se
de nuestra protagonista se dedica a sentir el tiempo. Menuda sorpresa la
arrepentía de la idea. Tal vez Anita ni siquiera recordara el asunto.
de ver a Anita… Y qué cargo de conciencia…
Y además, quién sabía qué graves motivos tenía para aislarse de
esa forma. Sin duda, ella no era nadie para inmiscuirse, y lo mejor
Bien, a lo nuestro:
sería volver. Pero la casa ya estaba ante sus ojos. Respiró hondo y
bajó de la bicicleta.
Lo que quiero que exploremos es cómo percibimos el tiempo. Y quizá,
En la puerta, la asustó el salto de un enorme gato manchado. Se
cómo lo percibimos a partir de este tiempo en el que nos tocó estar
tomó un segundo para reponerse, y golpeó. No hubo respuesta.
adentro. ¿De qué manera puede ser fantástica esta nueva percepción del
Volvió a golpear. Sintió que alguien levantaba la tapa de la mirilla.
tiempo? No necesariamente el contexto del cuento que van a escribir tiene
Una voz de niña preguntó:
que ser este (quiero decir, este contexto de reclusión, de corona virus),
— ¿Quién es?
pero sí quiero que en el cuento se respire lo fantástico de cómo el tiempo
—Busco a Anita. Soy Irene, una amiga, Irene Frías.
se estira, comprime, tensa, pliega sobre sí mismo, se superpone con
—Ah, Irene… Vos… podés pasar —fue la inesperada respuesta.
otros…
La llave giró, giró el picaporte y se abrió la puerta.
Les dejo una cita de Cortázar, de sus clases, a ver si les ilumina el camino:
—Irene.
Irene la reconoció enseguida. En el instante siguiente, el más “...yo era un niño muy realista por la simple razón de que lo fantástico nunca me pareció
aterrador de toda su vida, se dio cuenta de que hubiera sido impo- fantástico sino una de las posibilidades y de las presencias que puede darnos la realidad
cuando por algún motivo directo o indirecto alcanzamos a abrirnos a esas imprevisiones. De
sible no reconocerla, porque Anita estaba, literalmente, igual que ahí sale probablemente el conjunto de la literatura fantástica; en todo caso, salen mis propios
la última vez que la había visto. Tenía el cuerpo de una niña de cuentos. No es un escapismo, es una contribución a vivir más profundamente esta realidad
doce años, su pelo, su rostro. De pie frente a ella, sólo sus ojos no en la que ahora nos decimos adiós...”
eran los de una niña. Irene oyó de sus labios el reproche más
resignado y triste que hubiera oído: Cortázar viene hablando sobre el tiempo en sus relatos, y dice esto en
—No le diste cuerda… medio de una clase en Berkeley. Bien, juguemos a sentir como Cortázar
un ratito: seamos realistas, pensemos el tiempo de otra manera;
sintamos el tiempo con el espíritu, con ese espíritu que no sabe de
relojes. De hecho, mil disculpas, pero hoy la física está pensando el
tiempo de otra manera… Pero bueno, no me meto en el tema (pero
si quieren, pueden buscar los libros de Carlo Rovelli, un italiano
increíble que explica la física cuántica para obtusos como yo de una
manera deliciosa y muy respetuosa).
Entonces: un cuento en el que exploren cómo el tiempo no es lo que
parece, lo que nos enseñaron a percibir. ¿Extensión? Una carilla,
carilla y media. Todo lo demás, queda a su criterio. ¿Hubo alguna
música presente mientras escribieron? Quiero oírla. ¿Hay que com-
prar papel higiénico? Yo creo que no, que va a haber en el chino.

Si tienen ganas de enviar sus producciones, pueden


hacerlo a

literatura.sanmartin@gmail.com
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