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Revista chilena de nutrición

versión On-line ISSN 0717-7518


Rev. chil. nutr. v.29 n.3 Santiago dic. 2002
doi: 10.4067/S0717-75182002000300002
Rev Chil Nutr Vol. 29, Nº3, Diciembre 2002

DESARROLLO DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN LA INFANCIA


Y SUS ALTERACIONES
DEVELOPMENT OF FEEDING BEHAVIOR IN CHILDHOOD
AND ITS ALTERATIONS
Jessica Osorio E. (1,2), Gerardo Weisstaub N. (1), Carlos Castillo D. (1)
(1) Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), Universidad de
Chile.
(2) Escuela de Nutrición y Dietética, Facultad de Medicina, Universidad de
Chile.

ABSTRACT

Development of eating behavior and associated skills during infancy is a


complex process which involves the physiological regulation of intake; growth;
body weight; psychological aspects of the child, parents, and family as a whole,
and social and cultural influences. Alterations of eating behavior are commonly
observed, and may be associated with failure to thrive, food aversions and
difficulties in family life. Management of these alterations must be based on a
preventive education to the mother during the infant's first 2 years of life, in
behavioral induction of changes in family environment, and as a last resort,
with the use of orexigenic medications.

Key words: appetite, eating behavior, infancy.

Este trabajo fue recibido el 1 de Octubre de 2002 y aceptado para ser


publicado el 18 de Noviembre de 2002.

INTRODUCCION

La conducta alimentaria se define como el comportamiento normal relacionado


con: los hábitos de alimentación, la selección de alimentos que se ingieren, las
preparaciones culinarias y las cantidades ingeridas de ellos.

En los seres humanos los modos de alimentarse, preferencias y rechazos hacia


determinados alimentos están fuertemente condicionados por el aprendizaje y
las experiencias vividas en los primeros 5 años de vida. En general, el niño
1
incorpora la mayoría de los hábitos y prácticas alimentarias de una comunidad
antes de esa edad. La madre tiene un rol fundamental en la educación y
transmisión de pautas alimentarias al hijo, por lo que debe centrarse en ella la
entrega de contenidos educativos preventivos, que permitan enfrentar
precozmente las enfermedades relacionadas con conductas alimentarias
alteradas (rechazos alimentarios, obesidad, diabetes, dislipidemias, anorexia
nerviosa).

En esta actualización analizaremos el desarrollo normal de la conducta


alimentaria en 4 componentes: fisiología del apetito y saciedad; aspectos
socioculturales, aspectos familiares y alteraciones del apetito.

FISIOLOGÍA DEL APETITO Y DE LA ANSIEDAD

En términos prácticos entendemos por apetito al conjunto de señales internas


y externas que guían a un individuo en la selección e ingestión de alimentos
(1,2). Saciedad es la sensación fisiológica de plenitud que determina el término
de la ingesta alimentaria.

Hay múltiples señales orgánicas que regulan el momento de iniciar una nueva
ingestión de alimentos. Son señales principalmente digestivas de vaciamiento
gástrico e intestinal (mecánicas u hormonales). A ellas se suman señales
sensoriales visuales, olfatorias, gustativas, táctiles y también metabólicas,
tales como el lactato, la glicemia y las concentraciones de mediadores en el
suero y en el sistema nervioso central (aminoácidos como la tirosina). Estas
señales son integradas básicamente a nivel de centros hipotalámicos con la
participación de péptidos y neurotransmisores (3,4).

Dado que uno de los objetivos principales de la regulación de la ingesta


alimentaria es el control del peso corporal, también hay señales que integran la
regulación de la ingestión de alimentos, con señales provenientes de las
reservas corporales, especialmente de energía (grasa y leptina), traduciéndose
en la mantención del peso corporal, con fluctuaciones estrechas o con un
aumento estable y controlado cuando se trata de un niño.

En la modulación del apetito y de la saciedad, el sentido del gusto tiene una


participación significativa. Los gustos básicos en el ser humano son el dulce
(asociado filogenéticamente a alimentos comestibles y placenteros) y el
amargo (asociado a alimentos no comestibles).

2
Posteriormente se desarrollan los gustos ácido y salado, con la participación
del contexto social (5). Los alimentos ingeridos en el primer año de vida son de
preferencia dulces, con una presencia ocasional del sabor ácido. El niño va
aprendiendo progresivamente a ingerir alimentos con mezclas de sabores,
integrados con señales olfatorias o de otro tipo (6). En el transcurso del
segundo año de vida entra en contacto con el sabor salado y en edades
posteriores con el sabor amargo. Estas tendencias las estimula y exacerba la
industria alimentaria, para favorecer la ingesta de sus productos. (7)

CONTEXTO SOCIOCULTURAL

Chile es un país en un proceso de desarrollo y cambios culturales acelerados


(8). En este contexto los trastornos alimentarios y del estado nutricional no
pueden ser entendidos en forma aislada del entorno sociocultural y tampoco
enfrentarse de la misma forma en las distintas sociedades y culturas.

La transición desde una alimentación láctea en el primer año de vida, al


esquema de alimentación propio del hogar, es un reflejo de la amplitud de
alimentos de consumo humano y de sus modos de preparación. De una
alimentación láctea semejante entre todas las culturas durante el primer año
de vida se pasa a una variedad de dietas determinadas de acuerdo a la cultura
a la que pertenece el grupo familiar. De esta forma en cualquier cultura el
grueso de los alimentos y modos de consumirlos de un adulto ya han sido
incorporados a la edad preescolar (8).

Basado en lo anteriormente expuesto, los trastornos de la conducta alimentaria


se establecen habitualmente en etapas muy precoces de la infancia, sin que
sean percibidos como tales por los padres o por el equipo de salud;
generalmente comienzan a considerarlo como un trastorno, cuando se asocian
a un retraso del crecimiento.

El niño aprende a comer principalmente de su madre, quien a su vez ha


adquirido en forma oral categorías y conceptos de alimentación infantil
principalmente de su madre (abuela del niño), lo que determina una
transmisión cultural por vía femenina. A este tronco de transmisión se suma en
décadas recientes la influencia de la educación por el equipo de salud. Ejemplo
de esta intervención de salud es el aumento de la duración de la lactancia
materna observado en Chile en las últimas dos décadas (9).

3
La madre alimenta al hijo de acuerdo a sus valores, creencias, costumbres,
símbolos, representaciones sobre los alimentos y las preparaciones
alimentarias. Por ejemplo las representaciones que tiene ella sobre el cuerpo
ideal del hijo pueden corresponder a la de un niño obeso y por lo tanto su perfil
de alimentación ideal irá acorde con tal percepción, las porciones de alimentos
tenderán a ser mayores que las recomendables y exigirá al hijo que deje el
plato vacío (8).

En nuestro medio hay puntos críticos en la alimentación infantil (10) en los


cuales se pueden hacer evidentes los trastornos de conducta alimentaria
(Tabla 1). Entre ellos aparecen como aspectos de importancia la introducción
de fórmulas lácteas y de alimentos sólidos.

TABLA 1

Puntos críticos de la alimentación infantil que pueden evidenciar


alteraciones del desarrollo de la conducta alimentaria

• Establecimiento de la lactancia materna

• Cambio de alimentación materna exclusiva a artificial o materna más


artificial

• Introducción de la primera alimentación sólida

• Autoalimentación con la mano-cuchara

• Suspensión de la tercera mamadera

• Cambio de consistencia de la papilla

• Incorporación a la comida del hogar y a la mesa

• Percepción materna de normalidad de la alimentación infantil

Sullivan y colaboradores (11) en un estudio longitudinal realizado en niños de 4


a 6 meses mostraron que aunque todos ellos aceptaban la alimentación con
vegetales luego de hasta diez veces de ofrecérselos, aquellos alimentados
previamente con leche materna tenían una ingesta mayor que los alimentados
4
con fórmulas lácteas. Lo anteriormente descrito probablemente ocurra porque
el niño que toma pecho se expone previamente a los diferentes sabores que
encuentra en la leche de su madre y al reconocerlos en la nueva alimentación
ofrecida no los rechaza.

Otro componente importante de incorporación de nuevas prácticas


alimentarias es la industria de alimentos. A través de la publicidad han ido
participando en forma creciente en el establecimiento de formas de
alimentación infantiles, las que persistirán a través de toda la vida (7).

En todos los factores mencionados, participa en forma significativa el estrato


socioeconómico al que pertenece el niño. De acuerdo con los estudios
antropológicos de Aguirre (12) en poblaciones de diversos estratos
socioeconómicos de Buenos Aires, cada estrato establece modos de
alimentarse claramente identificatorios del grupo al que pertenece, aunque con
múltiples interacciones entre estratos. Por ejemplo al niño proveniente de un
estrato pobre se le inculca desde pequeño la ingestión de alimentos baratos y
saciadores, tales como el pan y las pastas; en los estratos con mayores
ingresos se incorpora crecientemente la necesidad que los alimentos ingeridos
sean sanos y favorezcan una figura corporal más estilizada. Es así como en
ambientes socioeconómicos más pobres aún se percibe como saludable un
niño con tendencia a la obesidad; la madre es valorada positivamente en la
medida que cría un hijo con sobrepeso. Esto implica que las madres perciban
como adecuado que las porciones y tipos de alimentos deben ser abundantes,
que el plato debe ser vaciado antes de completar el horario de alimentación, o
que las mamaderas deben ir adicionadas de componentes «llenadores», tales
como cereales y bastante azúcar.

CONTEXTO FAMILIAR

Las experiencias tempranas del niño con la comida, y en especial las prácticas
alimentarias de los padres tiene fundamental importancia en los hábitos de
alimentación desarrollados por los individuos (7,13-14).

La madre es la responsable de incorporar al niño a las prácticas alimentarias y


al contexto social de la familia. Este rol lo ejerce con la participación de un
entorno familiar variable. Por ejemplo en ambientes pobres, es frecuente que
la familia sea de tipo extendida, donde la madre vive de allegada en el hogar
de los abuelos, junto a su(s) hijo(s) y al padre de su(s) hijo(s). En esta situación
la crianza del niño, incluyendo su alimentación, es compartida con la abuela o
asumida directamente por ésta. En ambientes socioeconómicos medios o altos
aumenta la frecuencia de trabajo de la madre fuera del hogar en una familia de

5
tipo nuclear, por lo que el desarrollo de la conducta alimentaria pasa a ser
compartida con una asesora del hogar o con un jardín infantil (15).

Los niños desde muy temprano están capacitados para establecer una íntima
relación recíproca con la figura primaria que lo cuida y que es habitualmente la
madre; esta relación de apego establecida en el primer semestre de la vida, es
determinante en la adquisición de su conducta alimentaria y de su adecuado
desarrollo posterior (16). Un estudio caso control longitudinal realizado por
Lobo et al, demostró que los niños con fracaso del desarrollo tenían contactos
menos frecuentes y menos positivos con sus madres (17). Dado que estas
alteraciones pueden ser causadas por un manejo inadecuado de la madre, en
la evaluación del rol materno es necesario estudiar si hay trastornos serios de
su personalidad (depresiones, problemas de conducta alimentaria,
personalidades caóticas) o familiares (violencia intrafamiliar, dificultades
conyugales) (17-18).

En este contexto, recientes resultados de un estudio realizado en madres con


trastornos alimentarios (anorexia o bulimia) demostraron que los conflictos
alimentarios de sus hijos eran menores en aquellas madres capaces de
reconocer las manifestaciones de sus hijos y poner de lado sus propias
preocupaciones alimentarias; los conflictos alimentarios de los niños aparecían
porque la psicopatología alimentaria de la madre interfería con su respuesta
frente a sus hijos (19).

Budd y colaboradores (20) encontraron que existen diferencias en los aspectos


psicosociales según los tipos de trastornos alimentarios de preescolares.
Encontraron que aquellos niños con trastornos alimentarios con falla del
crecimiento de causa orgánica (disfunciones orgánicas), presentaban padres
con un mayor grado de angustia emocional y estatus social, en comparación
con los niños con trastornos alimentarios con falla del crecimiento no orgánica
(condiciones deprivadas en el hogar o inconsistentes lazos parentales) .

Debido a la necesidad de considerar todos los factores orgánicos, psicológicos


y sociales relevantes, se ha comenzado a reducir el énfasis en la dicotomía
clásica entre trastornos orgánicos y no orgánicos, y mirar el fracaso en el
crecimiento y la alimentación desde un punto de vista integral del desarrollo
(16-19).

En la valoración del niño sano, Barnard y Eyres han propuesto un modelo


ecológico de evaluación. Este modelo asume que el medio ambiente, los
padres y los niños están en interacción recíproca y que la alteración de una de

6
las partes afecta inevitablemente a las otras, explicando así la adquisición de
trastornos en el desarrollo (21) (Figura 1).

FIGURA 1

Factores determinantes de la conducta alimentaria de un niño sano

Con estas evidencias se hace necesario que el equipo de salud diagnostique


adecuadamente el tipo de trastorno alimentario y desarrolle estrategias de
tratamiento específicas dependiendo de la naturaleza de los desórdenes de la
alimentación. Las estrategias de educación alimentaria nutricional destinadas a
promover formas de vida saludables, deben considerar la cultura alimentaria,
así como los aspectos del desarrollo social y económico, educación al equipo
de salud, difusión a través de medios de comunicación y publicidad
alimentaria, para lograr un mejor impacto (7).

ALTERACIONES DEL DESARROLLO DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA

Es posible que el niño tenga un retraso de talla (talla bajo el percentil o 3 o <
-2 D.E.) y/o disminución de la velocidad de crecimiento no asociadas a
alteraciones de la conducta alimentaria. Si bien son muchos los trastornos que
pueden ocasionarla, es importante tener en cuenta que son frecuentes dos
variedades normales de retraso del crecimiento, la talla baja familiar y el
retraso constitucional. En estos casos es fundamental profundizar la anamnesis
(antecedentes del embarazo y perinatales, curva de crecimiento, talla de
7
padres, edad de los eventos puberales de los padres). En la talla baja familiar
hay antecedentes genéticos de talla baja; la disminución de la velocidad de
crecimiento suele ocurrir entre los 12 y 36 meses (por el cambio desde el canal
de crecimiento intrauterino al canal de crecimiento infantil). Este tipo de niños
estabiliza su crecimiento durante la niñez, manteniéndose en un percentil bajo,
con velocidad de crecimiento normal y una maduración ósea compatible con su
edad cronológica. A diferencia del tipo familiar, en el retraso constitucional
puede haber una disminución de la velocidad de crecimiento, que se acentúa
en la adolescencia, con una historia familiar de retraso del desarrollo puberal
en otros familiares (22).

Una vez descartadas estas causas, es necesario avanzar en el descarte de


causas orgánicas, teniendo especialmente en cuenta algunas de relativa mayor
ferecuencia como el reflujo gastroesofágico, la enfermedad celíaca,
enfermedades metabólicas entre muchas otras.

Hay deficiencias de micronutrientes que podrían tener asociación con


alteraciones de la conducta alimentaria. Doosa y colaboradores (23)
demostraron en un estudio doble ciego y randomizado realizado en 154 niños
(18 a 30 meses de edad) con retraso del crecimiento (T/E <- 2 DE), con anemia
(hemoglobina <11g/L) y asignados a 4 grupos, la falta de efectividad de la
suplementación durante 6 semanas con suplementos multivitamínicos y
minerales (11 vitaminas y 10 minerales), con y sin hierro, en la estimulación
del apetito.

Topaloglu y colaboradores (24) han examinado el comportamiento de la leptina


antes y después de 15 semanas de la suplementación con hierro en 24 niños
(19 ± 7,7 meses de edad) con deficiencia de hierro. Después del tratamiento
realizado se observó, además de un mejoramiento en los indicadores del
metabolismo del hierro, un mejoramiento en la ingesta y en los test de
evaluación del apetito. Sin embargo los niveles de leptina, ajustados por índice
de masa corporal no cambiaron, lo que sugiere que no están involucradas en el
mecanismo de regulación del apetito de estos niños.

En relación con el zinc hay diversos estudios que han observado una
disminución de la ingesta alimentaria asociada a una deficiencia nutricional de
zinc y una recuperación de ella con la suplementación; no parece tener mayor
efecto la suplementación en condiciones de estado nutricional normal de zinc
(25).

Los niños con falla del crecimiento (failure to thrive) merecen un comentario
aparte en relación con los trastornos del apetito. Es sabido que este trastorno

8
es reconocido por un compromiso nutricional leve y que muchos de los niños
mejoran con intervenciones dietarias. Wright y colaboradores (26), observaron
en niños menores de dos años con diagnóstico de falla del crecimiento, que los
niños consumían menos y menor variedad de alimentos, tenían patrones mas
inmaduros de alimentación, habían sido destetados mas tardíamente y tenían
menos interés en los alimentos .

Estudios efectuados recientemente por nuestro grupo muestran que los niños
chilenos de estratos socioeconómicos bajos y medios, cuando tienen
problemas de conducta alimentaria, los iniciaban antes del año de edad; tenían
como antecedentes un peso de nacimiento alrededor de 300 g menos que los
controles (3,4 vs 3,1 Kg) y una historia de problemas de alimentación en sus
madres en sus primeros años de vida (27).

Existen productos farmacéuticos con efectos orexígenos. Entre ellos está la


carnitina de la cual no existen evidencias de un efecto favorable sobre el
aumento de la ingesta alimentaria. La ciproheptadina puede tener una acción
favorable sobre la ingesta alimentaria, aunque su efecto no es uniforme (28).
Se ha demostrado en niños desnutridos que el dihexazin tiene un efecto
favorable sobre el apetito y el peso, aunque faltarían estudios mejor
controlados y de doble ciego relacionados con sus posibles efectos adversos a
largo plazo (29).

Las evidencias indican que un manejo educativo constituye la principal medida


a utilizar en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria en
niños, los fármacos orerxígenos se podrán usar si estas otras medidas resultan
insuficientes, o bien para enfermedades específicas.

RESUMEN

El desarrollo de la conducta alimentaria es un proceso complejo en el que


participan componentes fisiológicos de regulación de la ingesta alimentaria, del
crecimiento y peso corporal; componentes psicológicos del niño, de los padres
y de la familia y además componentes culturales y sociales. Son frecuentes sus
alteraciones en los primeros años de vida, las que se pueden traducir en un
retraso del crecimiento, aversiones alimentarias y dificultades secundarias en
la convivencia familiar. El manejo de estas alteraciones debiera estar basado
principalmente en una educación preventiva en los primeros dos años de vida
a la madre, en la modificación conductual del ambiente familiar (madre, hijo,
otros miembros de ella) y sólo secundariamente considerar el manejo con
fármacos.

9
Palabras claves : Apetito, hábitos alimentarios; infancia; alteraciones de
conducta alimentaria.

Dirigir correspondencia a:

Carlos Castillo D.

INTA, Universidad de Chile

El Líbano 5521, Macul

Santiago, Chile

E-mail: ccastd@uec.inta.uchile.cl

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