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POLIFONÍA – ARNOUX
POLIFONÍA: este término refiere a las variadas formas que adopta la interacción de voces
dentro de una secuencia discursiva o de un enunciado. La situación de diálogo que toda
producción verbal supone, aparece siempre en el tejido textual y, en este último, también está
presente de muchas maneras lo ya dicho, es decir, otros textos y diversas voces sociales.
Esto hace referencia a que en todos los discursos hay otros discursos que los constituyen. Es
decir, en todos los discursos, hay alusión a otros. También, todo discurso es heteroglósico. Esto
quiere decir que es polifónico porque se constituye de otros discursos sociales y, a su vez, es
dialógico.
Esta última suele ser quebrada por la irrupción (o aparición) de fragmentos de variedades
distintas. Su presencia en un mismo discurso (o espacio textual) genera por contraste diversos
efectos de sentido y pone de manifiesto los juicios de valor que se asocian a las variedades
utilizadas.
Estas rupturas tienen marcas. Estas remiten a cambios en rasgos fónicos, prosódicos, gráficos,
sintácticos o léxicos. Por ende, los efectos que produzcan dichas rupturas, dependerán del
funcionamiento global del texto y del entorno verbal en el que aparecen. Por ejemplo: en
algunos textos narrativos caracterizará un personaje, en otros una situación, etc.
En los casos en que la alusión remite a universos culturales poco conocidos o más bien
restringidos, la recuperación del enunciado puede tornarse más difícil y puede darse como
resultado el no percibir dicha alusión. Pero, en algunas obras, estas dificultades se resuelven
con la aparición del enunciado aludido en forma de cita en otro momento del texto. El
enunciado aludido, es siempre un enunciado referido.
ENUNCIADOS REFERIDOS: (discurso dentro del discurso, enunciado dentro del enunciado)
Ambos modelos son estrategias discursivas y cada una tiene sus propias exigencias.
Cada hablante adoptará una afín a sus intenciones.
EL ENTORNO VERBAL:
Este trabajo del discurso citante sobre el citado, su recepción de las palabras del otro y las
marcas de su distancia, se muestran en el entorno verbal en el que el enunciado se ubica. Por
esto son importantes las fórmulas introductorias, los verbos de decir que lo anuncian y sus
modificadores.
Los verbos introductorios no sólo introducen el enunciado referido, sino que orientan respecto
de cómo deben ser entendidas las palabras. También, pueden explicitar la fuerza
introductoria: “aconsejó que no se dejaran provocar”; especificar el modo de realización fónica
de un enunciado: “gritó que estaba harto”, etc.
La distancia del enunciado referido que el locutor establece es mayor cuando dice “X afirma
que”, que cuando dice “según X”.
Las comillas son una de las marcas más habituales para señalar en los textos escritos un
enunciado referido. En el discurso directo no regido, que es aquel en el que no hay un verbo
introductorio, las comillas funcionan como el único límite entre las dos voces. En los
enunciados referidos indirectamente, las comillas mantienen y realzan los rasgos verbales del
enunciador del discurso citado.
También, las rupturas de isotopía estilística como, por ejemplo, la introducción de términos
técnicos que pertenecen a otras lenguas, pueden ser marcadas por comillas. Estas últimas
también pueden señalar las reservas de un hablante respecto de un término que considera
discutible pero que utiliza porque no tiene otro mejor: “estas ´citas´ no explícitas”.
Pero, finalmente, las comillas sirven también para que quien enuncia establezca distancia
respeto de un término o sintagma con el cual no se identifica, no comparte o pertenece a otra
ideología distinta de la suya.
Este discurso es considerado como “discurso a dos voces” y, en general, conserva los rasgos
expresivos del discurso citado y los tiempos y personas del citante, por ende, se fusionan en
una sola construcción lingüística actos de habla con distinta orientación. Lo que sucede, es que
el narrador se apropia del discurso del otro.
LAS CITAS: El discurso argumentativo no sólo presenta las huellas del diálogo con el otro y
consigo mismo, sino que también muestra el trabajo con otros textos.
En ciertos textos las citas funcionan como pruebas dentro de un texto argumentativo, ya que,
cuando lo fundamental es la firma, se remite a las citas de autoridad.
En el caso de los discursos polémicos, por ejemplo, la inclusión de las palabras del adversario
puede adoptar diversas modalidades. De esta manera, se puede prolongar una cita para
descalificarla, por ejemplo: “llegaremos al año próximo con una economía consolidada… si no
nos morimos antes”, también se pueden introducir reflexiones discordantes o se pueden
utilizar las palabras del otro en su contra, lo que se conoce como “cita boomerang” por
ejemplo: “el ignorante no puede opinar” ¿qué se puede esperar de un país con gente que
piensa así?
LOS PROCEDIMIENTOS DE CITA: ESTILO DIRECTO Y ESTILO INDIRECTO – GRACIELA REYES.
Introducción:
La descripción que emplea la autora es con una mirada pragmática, es decir, su descripción
consistirá en establecer el valor comunicativo de los tipos de citas tratados y en esbozar sus
funciones en la conversación.
Qué es citar:
Citar es reproducir otro discurso o parte de otro discurso en el propio. Es construir una
representación de palabras ajenas, pasándolas de un discurso a otro.
El pensamiento también puede citarse como discurso, es decir, verbalizarse. Por más que
nadie lo haya escuchado o leído, puede citarse como si fiera discurso, por ejemplo: Pensé: “de
esta no salgo viva”-
La cita pone en contacto el texto presente con otro anterior. Al interpretar textos, distinguimos
quién dice qué, es decir, separamos lo que alguien dice de lo que atribuye a otros. Pero
además de esa distinción, se debe interpretar la relación entre la voz que cita y la voz citada.
Para descifrar algunas citas, es necesario conocer el texto íntegro y su contexto. Y debe
tenerse en cuenta que la cita no es un fenómeno oracional, sino discursivo.
Se distinguen tres mecanismos de cita: el estilo directo, el estilo indirecto y una variante de
este último que es el estilo indirecto libre.
La distinción entre cita directa e indirecta es sintáctica, ya que, la cita directa, presenta tanto el
texto citador como el citado. Por ejemplo: La profesora dijo: “El examen va a ser muy fácil”. En
cambio, la cita indirecta, se construye con una oración subordinada introducida por la
conjunción que, ejemplo: La profesora dijo que el examen va a ser muy fácil.
También es posible citar mezclando ambos estilos, por ejemplo: La profesora dijo que el
examen va a ser “muy fácil”.
También se puede citar sin indicar que se lo está haciendo, a través de la imitación de la
entonación y la reproducción de alguna de sus frases: El examen va a ser “muy fácil”, obvio.
Esto es una cita implícita, ya que, el hablante no indica a quién está citando.
La cita como representación: Por medio del discurso se puede representar un objeto de la
realidad. Pero, el discurso también puede usarse para reproducir un objeto de la misma
naturaleza, es decir, otro discurso.
El estilo directo y el estilo indirecto son los procedimientos de cita más frecuentes. Si bien
existen muchas maneras de citar, todas las citas tienen en común que son representaciones de
discursos. Esto significa que entre el texto citado y el texto citador hay siempre alguna relación
de semejanza, como por ejemplo: semejanza en la forma, en el contenido, etc.
Un texto citado es una imagen de otro, lo representa. Pero esa imagen nunca es completa y
rara vez es fiel.
Entre estos cambios que se producen a raíz del uso de la cita indirecta, uno tiene que
ver con las referencias del discurso citado. De hecho, no se mantienen originales como
en el ED, porque estas se acomodan a la situación comunicativa del que cita, que no
hace hablar a nadie con su propio “yo” dentro del discurso. De esta manera, puede
definirse al estilo indirecto como la reproducción de palabras ajenas o propias en que
el sistema deíctico pertenece al hablante que cita.
La deixis:
Como los referentes delos deícticos están fuera del texto, estos sólo pueden
interpretarse si se conoce la situación extralingüística, de hecho, la palabra “tú” aislada
de contexto, por ejemplo, no se sabe a quién se refiere. Esto indica que el significado
de los deícticos va a variar según quién hable, cuándo y dónde. El hablante, entonces,
es el centro de su propio sistema deíctico y su discurso está organizado a partir de ese
centro formado por yo, aquí y ahora.
La particularidad del discurso directo es mantener intacto ese sistema, lo que hace
posible que un hablante pueda decir “yo” sin referirse a sí mismo, por ejemplo: Me
dijo: “yo te quiero”. En este ejemplo el hablante no se refiere a él, ni habla de su aquí
ni ahora, sino del sistema deíctico original del discurso citado. Por consiguiente, el
estilo directo es la reconstrucción de una situación de enunciación con sus propios yo,
tu, aquí y ahora.
En cambio, si este discurso citado pasa a estilo indirecto, ejemplo: Me dijo que me
quería, los pronombres van a referirse a la persona que está hablando-citando y el
presente del hablante pasa a ser pasado (me quería).
Este rasgo deíctico es crucial para diferenciar ED de EI, pero, además, no se debe dejar
de lado que el ED puede imitar también el modo de hablar, la entonación, etc. de la
persona que cita, en cambio, en el EI, esta imitación es menos frecuente.
El marco de la cita está formado por un verbo de comunicación, al que siguen los dos
puntos y las comillas, también pueden seguir guiones, por ejemplo: -Me quedo con vos
-dijo ella y, también, puede ser intercalado entre guiones, por ejemplo: -yo fui –dijo
Laura- y no había nadie.
El marco de la cita también puede faltar, por ejemplo: cuando vio que me levantaba se
alteró toda “¿Te vas?”. Esto es más frecuente en los relatos literarios.
Pero, todos los discursos son reproducidos y, para interpretarlos, se debe entender
que la cita directa está delimitada por los guiones o las comillas.
A su vez, los verbos que aparecen en el marco de la cita directa, son verbos de
comunicación verbal.
Los verbos de comunicación son los que expresan las actividades verbales
específicamente comunicativas, es decir, las que tienen la intención de transmitir algo
a otra persona.
Debido a estos matices de significado, algunos verbos del decir son más frecuentes en
el ED y otros en el EI. El verbo contar, por ejemplo, es más adecuado al EI, ya que lo
que cuenta suele ser un aspecto del discurso y el EI se especializa en transmitirlo: Me
contó que llevaba tiempo haciendo eso – me contó: “llevo tiempo haciendo eso”.
Algunos verbos de comunicación solamente pueden usarse con el ED, por ejemplo:
recitar, cantar, pronunciar, etc. ya que, con ellos, no puede introducirse EI: Le cantó
“bésame mucho” – le cantó que lo besara mucho.
Pero, de igual manera, la mayor parte de los verbos de decir puede aparecer en un
estilo como en otro.
Las oraciones que tienen una cita indirecta están formadas por un verbo de
comunicación verbal y una subordinada sustantiva, encabezada por la conjunción que:
En las interrogativas indirectas totales, van encabezadas por sí o que sí, ejemplo:
La cita indirecta va a funcionar como objeto directo del vero introductor: el médico me
lo dijo; me lo preguntaron; se lo preguntaron.
El estilo indirecto permite imaginar la cita directa de la cual se lo podría hacer derivar,
pero, que la imaginemos no significa que el EI realmente reproduzca palabras dichas
por alguien de manera semejante a cómo se traslada en él.
Pero, aunque el EI sea una reformulación de lo que alguien dijo y esta sea más atenta
al contenido que a la forma en que fue dicho, siempre narra un enunciado verbal y es
por eso que podemos imaginar la correspondiente cita directa.
A veces la cita puede no ser una oración completa, por ejemplo: “Dice que a lo mejor”.
Fragmentos de este tipo no tienen autonomía sintáctica, ya que, carecen de un verbo
conjugado, pero, es fácil contextualizar estos fragmentos imaginando diálogos en los
que la información que está ausente en la cita, forma parte del conocimiento
compartido por los participantes de la conversación.
-¿Qué contestaron?
-Que no vienen.
Reglas de transposición de deícticos:
Mientras que en el ED se produce una instancia del discurso citado (por ejemplo: Carla
me dijo: “hoy te veo”), en el EI, el hablante nos cuenta ese discurso (por ejemplo: Carla
me dijo que hoy me veía). De esta manera, los centros deícticos son diferentes en
ambas situaciones. En el caso del Ed, la deixis se organiza a partir del yo y el ahora de
Carla y en el caso del EI, la deixis, contrariamente, se organiza en el yo y el ahora del
locutor.
Esto demuestra que hay, por lo menos, dos personas que dicen “yo”, “tu”, dos lugares
y dos momentos.
Introducción:
Existen varios mecanismos discursivos para citar, a saber: estilo directo e indirecto y,
una variante de este último, estilo indirecto libre. Estos son los más conocidos, pero,
hay unos cuantos más como, por ejemplo, el estilo indirecto encubierto; las citas con
función evidencial que se usan para indicar que el conocimiento de lo dicho proviene
de otra fuente y no de la experiencia directa; los ecos con intención irónica y las
conexiones realizadas por ciertas formas lingüísticas.
Todas estas citas tienen en común que no se anuncian en el discurso por medio de
expresiones como: dijo, contó que, contesté que, etc. A veces, tienen una marca
explícita de citación como, por ejemplo, “según dijeron”, pero, nunca están
sintácticamente articuladas como citas, con verbos introductores y frases yuxtapuestas
o subordinadas. Por no ser expresas, muchas de estas citas, se interpretan como tales
solo en el discurso, gracias a la información contextual y muy difícilmente se
interpretan en frases aisladas. Así sucede por ejemplo con los ecos.
Los ecos no tienen por objetivo principal contar lo que alguien dijo, sino que, su
función en el discurso es evocar un texto preexistente o, a veces, un texto posible, y
mostrar una actitud frente a ese texto que, en el eco irónico, se trata de una actitud
negativa y de repetir unas palabras, pensamientos o ideas, es decir, repetir una
proposición, para burlarse de quien la enunció contrastándola con la situación
presente.
Repetición y desaprobación:
La ironía es un caso especial de cita que algunos autores llaman “eco”. El eco es la
repetición de un enunciado previo, es decir, del contenido del enunciado y, en el caso
de la ironía, el hablante hace eco de ese enunciado deformándolo, exagerándolo o
modificándolo burlonamente con la intención de mostrar una actitud negativa ante el
enunciado propiamente dicho o ante su autor. Puede suceder que el enunciado
repetido esté cerca, en el mismo contexto de la enunciación o, puede estar alejada del
contexto inmediato, pero es fácil de localizar dentro del repertorio de frases
habituales.
La ironía es una cita porque el hablante repite o se hace eco de una proposición ajena,
que proviene de un enunciado inmediato o de un lugar común, o que representa lo
que alguien suele decir en ciertas situaciones o lo que se podría decir. El hablante
repite la proposición pero la aplica en contraste, volviéndola inadecuada o chocante.
Por ejemplo, si la mamá de Mafalda y ella están tomando una sopa y la madre dice:
“qué rica sopa”, Mafalda, en el contexto inmediato mira para arriba y dice “qué rica
sopa” está haciendo eco de la proposición de su madre con la intención de mostrar
una actitud negativa hacia el enunciado, deformándolo. Por ende, el desajuste que se
da entre el contenido de la expresión y la situación que se comenta con ella, nos obliga
a entender otra cosa distinta de lo dicho literalmente. Este procedimiento de
interpretación es aplicable a las figuras.
El lenguaje figurado:
Para interpretar la ironía el hablante tiene que extraer implicaciones y entender algo
distinto de lo literalmente afirmado, por ejemplo, la palabra sol significa literalmente
astro luminoso, pero, en frases como “vos sos mi sol” el significado no es el mismo, de
hecho, esto actuaría como una metáfora e implicaría que la persona comparada con el
sol comparte algún rasgo positivo con este.
El autor de una ironía parece afirmar el significado literal de una expresión pero esto
es, más bien, una pseudoafirmación. Este último no se responsabiliza de la verdad
literal de su proposición y generalmente a esto lo hace saber por medio de gestos,
tonos de voz, etc.
Si bien la ironía es una figura, no consiste, como se cree, en dar a entender lo contrario
de lo que se dice, sino que a través de ella se afirma otra cosa contrastante, opuesta o
distinta pero no siempre contraria. Por ejemplo:
En este caso el repitió irónicamente lo que ella le ordenó contestar. Pero esto no
quiere decir que él quiera decir que no la quiere, quizás quiere decir que no lo fastidie
con esas preguntas tontas.
Para interpretar un enunciado irónico, en primer lugar, debe tomárselo como una
ironía y, en segundo lugar, derivar todas las implicaciones que correspondan a dicho
enunciado, ya que, estas son lo más interesante que transmiten los hablantes irónicos.
Las implicaturas dependen de una serie de supuestos entre los interlocutores que
varían según las circunstancias, de hecho, en cada situación de comunicación, la ironía
puede levantar una cantidad de proposiciones implicadas que no es posible de
predecir porque dependen de los conocimientos compartidos por los hablantes,
conocimientos sobre el mundo y sobre ellos mismos.
Cita y humor:
La ironía muchas veces produce efectos cómicos, por lo general, las ironías escritas,
especialmente, las que aparecen en los textos literarios y reflejan los sistemas de
valores del autor que son cruciales para dar significado general a su obra. Estas ironías
filosóficas o moralizantes responden, básicamente, a una intención seria y no
humorística. Pero la ironía, de la literatura o la comunicación cotidiana, es casi siempre
risueña.
Donde hay ironía, se produce un desdoblamiento del locutor. En él, el listo habla con
las palabras del tonto, pero distanciándose de ellas y mostrando su actitud ante esas
palabras y ante la situación a la que tan mal se aplican. El que dice algo en serio lo
asume y se hace responsable de su afirmación, el que dice algo irónicamente se
desdobla: achaca esa afirmación.
Las diversas esferas de la actividad humana se relacionan con el uso de la lengua y, las
formas de su uso son tantas y multiformes como las esferas de la actividad humana.
Si bien existe una dificultad para definir la naturaleza común de los enunciados, es
imprescindible tener en cuenta la diferencia entre géneros primarios y secundarios, la
cual, es grande, pero, sin embargo, la naturaleza del enunciado debe ser descubierta y
determinada mediante un análisis de ambos géneros. Solo de esta manera la
definición se adecuaría a la naturaleza complicada y profunda del enunciado y
abarcaría sus aspectos más importantes.
A raíz de esto, es posible postular un problema de la lingüística que tiene que ver con
el estilo, es decir, la estilística (el estudio aislado de ella). Todo estilo se vincula con el
enunciado y con las formas típicas de enunciados, es decir, con los géneros discursivos.
Todo enunciado es individual y, por lo tanto, puede reflejar la individualidad del
hablante o escritor, puede poseer un estilo individual, pero, sin embargo, no todos los
géneros absorben un estilo individual.
De hecho, en cualquier esfera existen y se aplican sus propios géneros que responden
a las condiciones especificas de una esfera dada, así, a los géneros le corresponden
diferentes estilos. Esto quiere decir que cada esfera de la comunicación discursiva
elabora sus propios géneros, es decir, unos tipos temáticos, composicionales y
estilísticos de enunciados determinados y relativamente estables. De esta manera, el
estilo se vincula indisolublemente a determinadas unidades temáticas y
composicionales, ya que, forma parte de la totalidad de un enunciado, actuando como
un elemento de él.
Por ende, el estudio aislado de la estilística del lenguaje, es decir, como disciplina
independiente, es posible. Pero este estudio solo sería correcto en la medida en que se
considere la naturaleza genérica de los estilos de la lengua y que se estudien
anteriormente las clases de géneros discursivos. Y hasta el momento, la lingüística
carece de esta base, por lo que es débil. Y esta debilidad resulta de la falta de
comprensión de la naturaleza genérica de los estilos, la ausencia de una clasificación
de los géneros discursivos según las esferas humanas y, finalmente, la distinción entre
géneros primarios y secundarios, aspecto importantísimo para la estilística.
Los cambios históricos en los estilos de la lengua están vinculados a los cambios de los
géneros discursivos. La lengua literaria representa un sistema dinámico y complejo de
estilos. Las interrelaciones de estos en el sistema de la lengua literaria están en un
cambio permanente. Por ende, para comprender esta compleja dinámica y para pasar
de una simple descripción de los estilos existentes a una explicación histórica de tales
cambios, hace falta que se elabore una historia de los géneros discursivos (primarios y
secundarios), que son los que reflejan todas las transformaciones de la vida social.
De hecho, en cada época del desarrollo de la lengua literaria, penetran tanto géneros
primarios como secundarios. Donde existe un estilo, existe un género. El cambio de un
género a otro destruye o renueva el género mismo.
Tanto los estilos individuales como los que pertenecen a la lengua tienden hacia los
géneros discursivos.
Tanto la gramática como la estilística deben combinarse sobre la base de la unidad real
del fenómeno lingüístico, es decir, el enunciado. Sólo una profunda comprensión de la
naturaleza de este y de las características de los géneros discursivos podría asegurar
una solución correcta a este problema.
Desde los enfoques de las funciones del lenguaje, lo más característico, es que se
subestima y desvaloriza la función comunicativa de la lengua y se la analiza desde el
punto de vista del hablante, como si este hablara solo y no en relación con otros
participantes de la comunicación discursiva. Si el papel del otro se ha tomado en
cuenta, ha sido colocándolo como un oyente pasivo que solo comprende al hablante.
Por consiguiente, desde este punto de vista, sólo importa el enunciado en sí mismo, es
decir, su contenido.
Pero la pluralidad de los hablantes no puede ser ignorada, porque si esto sucede, la
definición de la esencia de la lengua resulta innecesaria y no determina la naturaleza
del lenguaje.
De esta manera, toda comprensión real y total tiene carácter de respuesta activa, ya
que, el hablante tampoco espera una comprensión pasiva porque quiere una
contestación o simplemente la participación de la otra persona. También, el hablante
es contestatario, porque no es el primer hablante, ya que, cuenta con enunciados
anteriores con los cuales establece relaciones. Esto deriva en que todo enunciado es
un eslabón en la cadena organizada de otros enunciados.
El mismo menosprecio que sucede con el papel activo del otro en el proceso de
comunicación discursiva, se da también con el término “discurso”. Por el momento, los
lingüistas aún no han podido determinar bien este concepto y esto es consecuencia de
que el problema del enunciado y de los géneros discursivo está muy poco elaborado.
De hecho, que los lingüistas no puedan definir qué es el discurso es porque
menosprecian la unidad real de la comunicación discursiva, es decir, el enunciado. Y,
en efecto, el discurso solo puede existir en la realidad en forma de enunciados
concretos que pertenecen a un sujeto discursivo determinado. Por más que estos
difieran en cuanto su extensión, contenido, composición, etc. Como unidades de la
comunicación discursiva, todos ellos poseen rasgos estructurales comunes y también
tienen fronteras bien definidas. Tales fronteras se determinan por el cambio de los
sujetos discursivos, es decir, cuando quien habla le cede la palabra a otro.
La oración es una idea concluida que se relaciona con el mismo hablante, es decir, al
concluir la oración el hablante hace una pausa para decir otra idea suya que complete
o fundamente a la primera. El contexto de una oración es el contexto del discurso de
un mismo hablante, por ende, la oración no se relaciona con el contexto de la realidad
extra verbal, es decir, con la situación comunicativa, ni con los enunciados de otros
ambientes, sino con el enunciado en sí mismo. En cambio, el enunciado, al no
enfrentarse y relacionarse con el contexto discursivo de un mismo hablante, se
enfrenta a la realidad, es decir, a la situación comunicativa y a otros enunciados ajenos
en donde no actúa evaluando sus propios enunciados, sino que espera una respuesta
de otro hablante. En efecto, la oración al centrarse solo en el contexto verbal y dentro
de él, no puede determinar una respuesta. Esto únicamente se da en la totalidad del
enunciado. Entonces, la oración como unidad de la lengua:
Estos géneros discursivos no los conocemos por manuales de gramática o diccionarios, sino
por los enunciados concretos que escuchamos y reproducimos en la comunicación discursiva.
Las formas de la lengua las asumimos en las formas de los enunciados. Aprender a hablar es
aprender a construir enunciados, porque hablamos con enunciados y no mediante oraciones o
palabras aisladas. Por ende, los géneros discursivos organizan nuestro discurso casi como lo
organiza la sintaxis. Si no existieran los géneros, la comunicación discursiva sería imposible.
Las formas genéricas difieren de las de la lengua en cuanto a la normativa, de hecho, las
genéricas son mucho más libres, pero, aún así, le han sido dadas a los hablantes. De esta
manera, los hablantes no sólo disponen de las formas obligatorias de la lengua nacional, sino
que cuentan, también, con las formas obligatorias discursivas. De esta manera, un enunciado
nunca puede ser considerado como una combinación absolutamente libre de formas
lingüísticas.
Una oración es elegida desde el punto de vista de la totalidad del enunciado. Y esta noción de
la totalidad del enunciado es la que nos dirige en el proceso del discurso. La intencionalidad de
nuestro enunciado en su totalidad puede requerir una sola oración así como de muchas. Es el
género elegido lo que preestablece los tipos de oraciones y de relaciones entre estas.
La oración, en tanto unidad de la lengua, carece de capacidad para determinar la respuesta del
hablante. Sólo al convertirse en un enunciado completo adquiere dicha capacidad. De todas
maneras, la oración, al igual que la palabra, es una unidad significante de la lengua, por eso,
cada oración aislada es comprensible porque es posible comprender su significado, pero, es
imposible adoptar frente a esta una postura de respuesta. Al contrario, si esta oración se
inserta en un contexto, adquiere la plenitud de sentido dentro de él y dentro de la totalidad de
un enunciado completo, y lo que si puede ser contestado, es este enunciado cuyo elemento
significante es la oración. Ella viene a ser el elemento significante del enunciado completo y
adquiere su sentido definitivo dentro de la totalidad, dentro de la comunicación discursiva.
La oración, al igual que la palabra, posee una conclusividad del significado y una conclusividad
de la forma gramatical, pero la conclusividad de significado es abstracta y por eso es clara. La
oración como unidad de la lengua no tiene autor. No pertenece a nadie y solo funcionando
dentro de un enunciado o como enunciado completo llega a ser la expresión de la postura
individual de un hablante en la comunicación discursiva. De esta manera se desprende el
tercer rasgo constitutivo del enunciado: la actitud del enunciado hacia el hablante mismo
(autor del enunciado) y hacia otros participantes de la comunicación discursiva:
El primer aspecto del enunciado es que fija sus detalles específicos de composición y estilo:
Todo enunciado es un eslabón de la cadena de la comunicación discursiva, viene a ser una
postura activa del hablante dentro de una esfera de objetos y sentidos. De esta manera cada
enunciado se caracteriza por su contenido referido a objetos y sentidos. La selección de los
recursos lingüísticos y del género discursivo se define por la intención que tiene el sujeto
discursivo o autor dentro de cierta esfera de sentido.
El aspecto expresivo, solo es un rasgo del enunciado, no de la lengua en tanto sistema. Ya que,
esta dispone de recursos lingüísticos (léxicos, sintácticos, morfológicos) para expresar la
postura emotiva y valorativa del hablante, pero todos estos recursos de la lengua son neutros,
porque no tienen una valoración real, sino que, representan tan sólo un recurso lingüístico
para una posible expresión de actitud, pero no se refiere a ninguna realidad determinada, ya
que, una valoración real puede ser solamente hecha por el hablante en un enunciado concreto
y en una situación discursiva. Por ejemplo, la palabra “amor” dentro del sistema de la lengua,
es igual de neutra que cualquier otra palabra. Porque las palabras por sí solas no evalúan nada,
igual que la oración. Ninguna posee aspecto expresivo, porque este solo se obtiene dentro de
un enunciado concreto.
Los significados neutros (de diccionario) de las palabras de la lengua aseguran la comprensión
de todos los que la hablan, pero el uso de las palabras en la comunicación discursiva siempre
depende de un contexto en particular. Por eso, las palabras existen para el hablante en tres
aspectos:
Cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de otros enunciados con los cuáles interactúa en
la esfera de la comunicación discursiva. Por ende, todo enunciado debe ser analizado como
RESPUESTA a enunciados anteriores de una esfera dada, es decir, los refuta, los confirma, etc.
Pero siempre los toma en cuenta de alguna manera. Por eso cada enunciado está lleno de
REACCIONES, esto refiere a las respuestas dirigidas hacia otros enunciados. (POLIFONÍA)
Pero, un enunciado no solo se relaciona con los eslabones anteriores, sino también con los
eslabones posteriores de la comunicación discursiva. De hecho, cuando el hablante crea un
enunciado, los posteriores aún no existen, pero, sin embargo, el enunciado siempre se
construye desde el comienzo tomando en cuenta las posibles reacciones de respuesta para las
cuales se construye dicho enunciado. De hecho, el papel de los otros es sumamente
importante. Ya que, el hablante, espera desde el principio su contestación y comprensión
activa. Así todo el enunciado se construye en vista de la respuesta. Esto es otro rasgo
importante del enunciado, es decir, que tiene orientación hacia alguien. A saber, tiene la
propiedad de estar destinado. A diferencia de las palabras y oraciones de la lengua que son
impersonales, no pertenecen a nadie y a nadie tampoco están dirigidas. Entonces, el
enunciado tiene autor, expresividad y destinatario. Y, por ende, la composición del enunciado
y su estilo dependen de su destinatario. Todo género discursivo posee su propia concepción de
destinatario.
Al construir un enunciado, el hablante, adivina la contestación y esto influye sobre él. Esto
también determinará el género del enunciado, la estructuración y la selección de los recursos
lingüísticos, es decir, el estilo. Dichos recursos adquieren el carácter dirigido real dentro de la
totalidad de un enunciado concreto.
Finalmente, si se analiza una oración aislada de su contexto, las huellas del carácter destinado,
de la influencia de respuesta, los ecos dialógicos de los enunciados anteriores y el rastro de
cambio de los sujetos discursivos, se borran. Porque todo esto no pertenece a la oración como
unidad de la lengua. De hecho, estos fenómenos se relacionan con la totalidad del enunciado y
si esta totalidad no está tomada en cuenta por un analista, ellos dejan de existir.
El autor, en los años 80, lleva a cabo una investigación sobre el racismo. Luego de diez años su
objetivo fue generalizar sobre la desigualdad y el poder en general y la manera en que estas
realidades se evidencian a través del lenguaje. Este tipo de investigación sobre el poder, sobre
la ideología, sobre el racismo, sobre la desigualdad es reconocida como Análisis Crítico del
Discurso. Este no se trata solo de un análisis descriptivo y analítico es, también, un análisis
social y político.
Esta investigación parte del concepto de “análisis crítico”. Este último tiene como objetivo
evidenciar a través del análisis del discurso problemas sociales y políticos. Esos problemas
sociales son el poder y la desigualdad a través del discurso. Problemas como el racismo, el
gobierno y la autoridad, las ideologías, etc.
El núcleo central del análisis crítico del discurso es saber cómo el discurso contribuye a la
reproducción de la desigualdad y la injusticia social determinando quiénes tienen acceso a
estructuras discursivas y de comunicación aceptables y legitimadas por la sociedad.
Este análisis no se refiere solamente al poder en general, sino, ante todo a la noción de abuso
de poder. Con su trabajo, el autor, intenta dilucidar-aclarar las estrategias de uso, de
legitimación y la construcción de la dominación que se enmarcan en el abuso del poder.
El análisis del discurso trata sobre todo de la dimensión discursiva de abuso de poder, injusticia
y desigualdad que resultan de este.
El campo del análisis del discurso, se va a centrar en la gente que tiene poder y el abuso que se
hace de dicho poder. Esto es así, porque los grupos dominantes son los que tienen acceso a la
manipulación y al uso de estructuras discursivas de dominación, de desigualdad y de
limitaciones de la libertad.
Objetivos:
A través de un estudio del discurso, es posible comprender los recursos de dominación que
utilizan las élites, de hecho, estas son las que tienen un control específico sobre el discurso
público. Este poder radica en que, a través de él, es posible controlar los actos de los demás
porque definen quién pude hablar, sobre qué y cuándo. Este poder recibe el nombre de poder
discursivo porque a través de la comunicación existe una “manufacturación del consenso”,
esto se trata de un control discursivo de los actos lingüísticos por medio de la persuasión. Esta
última es la manera moderna de ejercer el poder.
Los actos son intenciones y controlando intenciones se controlan los actos. De esta manera,
existe un control mental a través del discurso. Así, los actos de la gente, se convierten en actos
discursivos.
De esta manera, el ACD actúa como una herramienta para comprender los mecanismos de
poder en la sociedad, estrategias de legitimación del poder y los procesos y estructuras que allí
se esconden.
La cognición social:
El autor plantea que no existe una relación directa entre nociones sociales como poder,
dominación, élites, desigualdad (es decir, sociedad) y el discurso individual. Esto es, que no hay
relación directa entre discurso – sociedad. A raíz de esto agrega que el asunto es mucho más
complejo, que existe una relación indirecta, mediada por una fase que llama “cognición social”
o “interfase cognitiva mental social” que refiere a la interpretación, actitudes e ideologías de
las personas. Esto es así porque postula que el conocimiento debe ser compartido por un
grupo, por una cultura y, por ende, la fase de cognición social, será necesaria para explicar la
influencia del discurso en la reproducción de la desigualdad social.
La forma última de poder es influenciar a las personas hacia lo que se quiere y el discurso es
capaz de influenciar a la sociedad a través de las cogniciones sociales (interpretación,
actitudes, ideologías) de esta. Si se tiene esto en claro, es posible dilucidar cómo se construyen
los conocimientos del mundo, las ideologías de los grupos, las actitudes sociales y los
prejuicios. Para poder influenciar a las grandes masas o grupos de personas, estos tienen que
poder comprender el discurso (cognición, interpretación individual y social).
Los grupos dominantes son los que tienen acceso a la manipulación y la dominación. Esta
última tiene que ver con las limitaciones de libertad que se ejercen sobre un grupo. Así, los
grupos dominantes, saben que, para controlar los actos de los otros, es necesario controlar sus
estructuras mentales. Esos actos son intenciones y controlar las intenciones implica controlar
actos.
Para que un discurso logre afectar a la masa, esta debe conocer la lengua y tiene que haber
formado unos esquemas cognitivos que le permitan asociar a ellos lo que está viendo, oyendo
o leyendo. Por lo tanto, debe haber una cognición compartida, una cognición de grupo, un
prejuicio y actitud de grupo. De esta manera, para poder comprender cómo el discurso puede
influir en la sociedad, es necesario comprender lo relacionado a la ideología de grupos.
La noción de poder:
La noción de poder involucra el concepto de control sobre los actos de las personas y la mente
de las personas. Esto quiere decir que hablar de poder es hablar de control. Y el control, a su
vez, remite a la limitación de la libertad de acción de otros.
El control de acciones es la meta última del poder y este se hace de manera indirecta cuando
se planea el control de las representaciones mentales. Estas últimas aluden a intenciones,
proyectos, conocimientos, creencias u opiniones. Estas representaciones mentales hacen
referencia a la cognición social, es decir, factores como actitudes e ideologías compartidas por
grupos sociales.
Discurso y acceso:
El poder está directamente ejercido y expresado a través del acceso a diferentes contenidos y
discursos. La noción de acceso es un punto muy importante, ya que, en los grupos dominados
el acceso a gran variedad de discursos es limitado.
Las élites tienen acceso activo controlado a varios discursos públicos (prensa, conferencias,
etc.) que las otras personas no y a muchos elementos del evento de la comunicación, porque
estas pueden establecer las limitaciones de los tópicos (o temas) determinando quién debe
hablar, sobre qué y en qué momento. Y a mayor variedad de acceso discursivo, mayor poder.
En cambio, los otros grupos, los dominados tienen acceso activo solamente a conversaciones
privadas y cotidianas, acceso pasivo a los medios de comunicación y acceso parcialmente
controlado a los diálogos institucionales.
Con esto es posible concluir que las instituciones pueden ser definidas por sus rasgos de
acceso al discurso público o a otros discursos importantes y eventos comunicativos.
Los sujetos sociales más poderosos pueden controlar el discurso seleccionando el lugar, los
participantes, las audiencias, los actos de habla, el tiempo, los temas, el género y los estilos. Se
da un control de las estructuras de interacción como las siguientes:
Selección de turnos y distribución de roles: los grupos dominantes pueden determinar
quién puede hablar (o escribir) acerca de un determinado tema, a quién puede
dirigirse, de qué manera y en qué circunstancias. Por ejemplo, un profesor es quién fija
el día y la hora de examen a sus alumnos y no al revés. Aquí toma relevancia el papel
discursivo del hablante y las categorías convencionales definidas socialmente, a saber:
quién comienza el discurso, quién lo puede cerrar y quién lo puede continuar.
Acceso diferencial a los actos de habla: quien tiene poder también determina el
género a utilizar en una situación de habla. El acceso a los géneros es diferente y
algunos no tienen acceso libre a los discursos. Quién controla el género discursivo,
también ejerce un control de los actos de habla. Por ejemplo: en un tribunal de justicia
un hombre clase media puede narrar durante un lapso de tiempo su historia y, una
mujer pobre, en la misma situación, solo puede responder las preguntas que hace el
juez, de esta manera, ella no puede escoger el tipo de discurso en ese momento.
Puede ejercerse sobre los aspectos del discurso y de la comunicación. Para detectar las formas
de control sobre el texto se debe indagar sobre los niveles del discurso escrito o hablado, es
decir, de las propiedades o categorías que tienen los discursos y que posibilitan a las élites
tener control sobre los oyentes/lectores decidiendo quién y cuándo puede participar
(selección de turnos), el acceso al discurso y el análisis de control sobre las estructuras de la
interacción.
Estructuras superficiales:
Existe una limitación de los tópicos. Siempre hay limitación. Pero no sólo en los tópicos,
también la hay en otros factores como la estructura y la superestructura.
Control sobre las estructuras semánticas locales: los textos tienen una coherencia
entre las proposiciones. Esta coherencia semántica se basa en relaciones de
niveles de cognición. Cuando se puede controlar el discurso, también se controlan
estas relaciones de coherencia. Por ejemplo, es posible utilizar relaciones causales
que para otras personas no valen, pero para quien elabora el discurso sí u
oraciones compuestas con conectores complejos.
El nivel lexical es el más controlado: la selección de las palabras es importante
dentro del control lingüístico. La selección del léxico para definir o presentar a
otras personas es una manera de ejercer control sobre la mente de la gente y,
además, refleja la posición tomada.
Nivel de especificidad y grado de completitud del texto: la secuencia de eventos
puede hacerse en diferentes grados de generalidad. Algunos pueden ser muy
detallados y focalizados y otros vagos y difusos. Así los hechos que son incómodos
para el grupo dominante se describen en términos globales y generales y aquellos
hechos sociales que no lo son se escriben en forma detallada.
Control de las formas retóricas: existe un acceso diferente al uso de las metáforas,
comparaciones, hipérboles, y esta diferencia tiene q ver con aspectos sociales y
culturales. Las hipérboles, por ejemplo, parece que son más utilizadas por grupo
con poco poder, por mujeres, por ejemplo. La mitigación y atenuación, al
contrario, son utilizadas como formas de ocultamiento del poder y como forma de
persuasión para lograr el control.
Cada aspecto del análisis del texto es controlable, y esto abarca a textos orales y a
conversaciones cotidianas.
LA MULTIDISCIPLINARIEDAD DEL ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO: UN ALEGATO EN
FAVOR DE LA DIVERSIDAD – VAN DIJK.
¿Qué es el ACD?
Es una perspectiva crítica. Es un análisis del discurso efectuado más bien como una actitud.
Este se centra en los problemas sociales y en el papel del discurso en la producción y en la
reproducción del abuso de poder o de la dominación. Se ocupará de estas cuestiones
desde una perspectiva que abarque los intereses de los grupos dominados. De hecho,
toma en consideración las experiencias y las opiniones de ellos y apoya su lucha contra la
desigualdad. Por consiguiente, la investigación que realiza el ACD combina solidaridad con
los oprimidos, con una actitud de oposición contra quienes abusan de los textos y las
declaraciones con el fin de establecer, confirmar o legitimar su abuso de poder. El ACD
define y defiende su propia posición sociopolítica.
El triángulo discurso/cognición/sociedad:
Van Dijk propone una teoría socio cognitiva para analizar el discurso puesto que valora la
fundamental importancia que tiene para él el estudio de la cognición (y no solo el de la
sociedad) en el análisis crítico del discurso, en la comunicación y la interacción. Pero, no
niega que el ACD puede abordarse, de acuerdo a los objetivos propuestos, desde un
enfoque histórico, cultural, socioeconómico, etc. Además, dada la naturaleza verbal del
discurso, un explícito ACD requerirá también una base lingüística, en el sentido estructural
y funcional. Esto quiere decir que cualquiera sea la dimensión del discurso que aborde el
ACD, este, siempre necesita explicar estructuras, estrategias y funciones del texto y la
conversación, es decir, formas gramaticales, pragmáticas, de interacción, estilísticas, entre
otras, de la organización verbal y paraverbal de los acontecimientos comunicativos.
La unión de las dimensiones cognitiva (cognición) y social (sociedad) del triángulo define el
contexto relevante (local y global) del discurso. De hecho, los objetivos sociopolíticos y
orientados a los problemas del ACD requieren una teorización de las relaciones texto-
contexto. De hecho, un simple análisis de textos y conversaciones según un estudio
cognitivo o social por separado no sirve. Por ende, un adecuado análisis del discurso
requiere de manera simultánea un detallado análisis cognitivo y también social y de esta
manera y luego de esta integración, se pueden lograr una adecuada y crítica descripción y
explicación en el estudio de los problemas sociales.
Este ACD no es un método que pueda simplemente aplicarse a los problemas sociales. Los
estudios discursivos poseen muchas disciplinas y áreas, cada una con sus propias teorías.
Además, los enfoques variarán según las propiedades del contexto de la investigación, es
decir, de los objetivos, participantes, etc.
Para analizar puede haber estructuras y niveles de diversos tipos: visuales, fonológicos,
estilísticos, semánticos, sintácticos, pragmáticos, retóricos, etc. Esto deriva en que no
existe un análisis pleno y completo. Por este motivo, también, en el ACD es preciso elegir
estructuras que sean relevantes para estudiar una cuestión social. Esto exige tener en
cuenta al menos algunas ideas informales sobre las relaciones entre el texto y el contexto,
estas ideas son las que indicarán qué propiedades del discurso pueden variar en función de
qué estructuras sociales.
Por ejemplo, si se quiere hacer un estudio crítico del papel del discurso en la reproducción
del machismo en la sociedad, no es necesario limitarse a analizar las estructuras de la
entonación y el volumen, lo más acertado sería realizar un estudio de control de la
interacción y un análisis del contenido, es decir, la elección de temas, proposiciones y
elementos léxicos. La relación radicaría en que estas formas de significado parecen estar
de manera más directa relacionadas con las creencias, las actitudes y las ideologías que los
hombres expresan cuando hablan o escriben sobre mujeres. De esta manera quedaría
presente la relación entre texto y contexto.
La elección de las categorías del discurso para realizar un ACD, está orientado por la
propuesta teórica del autor y por los objetivos que se persigan, en este caso, el objetivo
central es el estudio crítico de la reproducción discursiva de la dominación en la sociedad.
MODELOS TEXTUALES
De esta manera, al no estar explícitos, los temas deben ser inferidos del discurso por los
usuarios de una lengua. De hecho, estos están manifestados en los títulos, titulares,
resúmenes y oraciones o conclusiones temáticas. Dichos elementos pueden ser utilizados
como estrategias para inferir o asignar temas.
El papel cognitivo y social que desempeñan los temas, radicaría en que, estos permiten la
influencia y la manipulación. De esta manera, los hablantes y escritores pueden destacar el
significado, controlar la comprensión e influir en la formación de los modelos mentales del
acontecimiento que aborda el discurso.
Debido a este papel importante que tienen los temas y dado que dicho análisis
macroestructural también puede aplicarse a datos más amplios, el autor, recomienda que se
comience por él, porque a través de este, se obtendrá una idea general del asunto del que
trata un discurso o un corpus de textos.
SIGNIFICADOS LOCALES:
El autor propone, como próximo análisis, el estudio de los significados locales, es decir, de las
palabras y las estructuras de las proposiciones. Además de esto, propone agregar el estudio de
la coherencia y otras relaciones entre proposiciones. Esta propuesta es a razón contextual,
porque, los significados locales son el resultado de la selección que realizan los hablantes o
escritores según los modelos mentales que tengan de los acontecimientos o de las creencias
que comparten socialmente. Al mismo tiempo, estos significados, son la información que
influye de manera más directa en los modelos mentales, opiniones y actitudes de los
destinatarios. Junto con los temas, los destinatarios, recuerdan mejor estos significados y los
reproducen con más facilidad, de esto deriva que pueden tener obvias consecuencias sociales.
Siguiendo esta línea de análisis, un estudio importante para el ACD, es el estudio de los
significados implícitos o indirectos como las implicaciones, las alusiones, ambigüedades, etc.
Con información implícita, se hace referencia a aquella que puede ser inferida de un texto sin
que este la haya expresado explícitamente. Esto significa que la información implícita es parte
del modelo mental de los usuarios de un texto, no del texto en sí mismo, lo que deriva en que
los significados implícitos se relacionan con las creencias subyacentes y no están afirmados de
manera directa por diversas razones contextuales como, por ejemplo, quitar importancia a
nuestras cosas malas y a las buenas de los otros.
Además de las estructuras semánticas los analistas también pueden interesarse en aquellas
estructuras del texto o la conversación que estén menos sujetas al control consciente de los
hablantes como, por ejemplo, la entonación, las estructuras sintácticas o proposicionales, las
figuras retoricas o muchas de las propiedades de la conversación espontánea como los turnos
de palabra, las pausas, etc. Estas “formas” no expresan significados subyacentes ni creencias,
sino que señalan las propiedades pragmáticas de un acontecimiento comunicativo, que son: la
intención, las emociones de los hablantes, las perspectivas o punto de vista que estos tienen
de lo que se está conversando y, principalmente, las preocupaciones de interacción como la
auto presentación positiva y la formación de una determinada impresión. De esta manera los
hombres pueden ser capaces de ocultar opiniones negativas sobre las mujeres, o los blancos
disimular las suyas sobre los negros, pero, de forma indirecta, sus valoraciones, postura e
identidad pueden indicarse por sutiles características estructurales de la conversación.
A raíz de esto se distinguen formas discursivas globales y formas discursivas locales. Las formas
globales son esquemas generales y convencionales que consisten en variedades discursivas
como argumentos, relatos, etc. Las formas locales son las de la sintaxis de las oraciones y de
sus relaciones entre sí de acuerdo al orden, relaciones pronominales, voz activa o pasiva, etc.
Es decir, todas cuestiones que giran alrededor de propiedades formales de oraciones y
secuencias. En el ejemplo que propone el autor, en cuanto a las cuestiones formales, se
observa el uso de construcciones pasivas para ocultar a los agentes de las acciones negativas,
acusándolos así de una vaga manera
Estos aspectos formales y de significado del discurso dominante no sólo expresan y ejercen el
poder, sino que construyen los modelos mentales y las representaciones deseadas, es decir,
se proponen a influir, manipular o controlar la mente.
MODELOS CONTEXTUALES:
El autor distingue entre contextos locales y contextos globales. Los contextos globales son las
estructuras políticas, sociales, culturales e históricas en las que se desarrollan los
acontecimientos comunicativos. El contexto local se refiere a la situación inmediata e
interactiva en la que se desarrolla el acontecimiento comunicativo, es decir, al ámbito al que
pertenecen por ejemplo a la política, a una empresa, a su acción general, por ejemplo, si se
trata de una propaganda y a los diferentes participantes con sus diversos papeles
comunicativos y sociales junto con sus intenciones, objetivos, conocimientos, creencias, etc.
Para el autor esto es relevante, pero, define a los contextos locales en términos cognitivos, es
decir, lo toma como un modelo contextual, como una forma de adoptar un modelo mental de
una determinada situación comunicativa. De esto deriva que haya interpretaciones subjetivas
de las situaciones sociales, diferencias entre los usuarios del lenguaje que se encuentran
dentro de una misma situación. Su teoría define las formas en que los usuarios del lenguaje
interpretan esas propiedades mediante sus modelos contextuales mentales. Por ejemplo, la
edad, el género, la profesión, objetivos o conocimientos de los participantes influyen en la
conversación o el texto. Estos modelos contextuales son los que permiten explicar cuál es el
aspecto relevante de la situación social para quienes participan en el discurso.
Estos modelos contextuales también pueden considerarse como modelos mentales personales
y subjetivos que las personas construyen a partir de sus experiencias diarias y, los
acontecimientos comunicativos, son un tipo de estos modelos de la experiencia cotidiana.
MODELOS DE ACONTECIMIENTOS:
Los usuarios del lenguaje no solo construyen modelos mentales de la situación en la que
interactúan (modelos contextuales) sino que, también, construyen modelos de los
acontecimientos, hechos o situaciones de las que hablan o escriben.
Así la coherencia local del discurso no se define sólo en términos de las relaciones funcionales
entre sus proposiciones, sino también, por las relaciones entre los hechos a los que se hace
referencia mediante las relaciones de, por ejemplo, causa y consecuencia. Pero, a su vez, no
son los hechos los que definen la coherencia, sino que, esta es definida por las formas en que
se interpretan estos hechos por los usuarios del lenguaje en los modelos mentales que tienen
de dichos hechos. Estas interpretaciones son personales y subjetivas.
Esto hace referencia a que los discursos tienen una relación coherente con los modelos
mentales que los usuarios tienen sobre los acontecimientos o hechos a los que se hace
referencia en ellos.
Este modelo mental de los hechos sobre los cuales se escribe o se habla en el discurso, es la
base para la producción y la comprensión del discurso propiamente dicho. Es decir, la
producción y comprensión de su significado, especialmente.
Los modelos contextuales controlan la parte pragmática del discurso y los modelos de
acontecimientos la parte semántica. Comprender un discurso significa poder construir un
modelo que se le adecue. Y en la producción, el modelo mental de los acontecimientos, es el
punto de partida de todo texto y toda conversación. De esta manera, lo que habitualmente
suele recordarse de un discurso no es tanto el significado, sino, más bien, es el modelo mental
que construimos durante la comprensión. Por eso, esta teoría propuesta, va más allá de la
explicación del significado.
Sin los modelos no es posible explicar y describir cómo influyen las estructuras sociales en las
estructuras discursivas o como estas últimas se ven afectadas por las sociales. Esto es así
porque los modelos actúan como una interface entre el discurso y la sociedad, entre lo
personal y lo social. Y, además, no sólo representan las creencias personales, sino que también
ofrecen una representación de lo social, esto es, el conocimiento, las actitudes y la ideología
que, a su vez, están relacionadas con los grupos y las organizaciones. Estos modelos mentales
de los usuarios del lenguaje permiten el vínculo entre los grupos sociales, los modelos
mentales de sus miembros y el discurso de sus integrantes. Dichos modelos, también, explican
cómo es posible que un discurso pueda mostrar a la vez propiedades personales y sociales y,
también, explican la posibilidad de que, en una misma situación social, cada discurso sea
diferente.
COGNICIÓN SOCIAL:
De esta manera se refleja el modo en que los grupos y los poseedores del poder influyen sobre
el discurso y viceversa, porque lo hacen a través de las representaciones sociales que
comparten los grupos y también a través de los modelos mentales que son los ejemplos
específicos de estas representaciones sociales.
Tipos de conocimiento:
DISCURSO Y SOCIEDAD:
Muchos de los aspectos del discurso y la cognición, como el conocimiento y la ideología, son al
mismo tiempo sociales.
La sociedad también puede analizarse en términos más locales y más globales, es decir, en el
plano de la interacción y de las situaciones y en el plano de los grupos, las organizaciones
sociales y las instituciones. Estas últimas, que configuran la estructura social, pueden
relacionarse con el discurso de dos maneras: mediante las representaciones sociales que los
miembros de la sociedad tienen de esas estructuras sociales y mediante la encarnación de las
estructuras sociales (como grupos y organizaciones) a través de los actores sociales, las
interacciones y las situaciones en el plano local.
El ACD puede estar interesado en macronociones como poder y dominación, pero su estudio
efectivo tiene lugar en el microplano del discurso y las prácticas sociales:
Situaciones sociales: el discurso se define como un acontecimiento comunicativo que sucede
en una situación social, presenta un escenario, tiene participantes que desempeñan distintos
roles, etc. Estas características situacionales sólo son relevantes para el discurso cuando se
encarnan en representaciones mentales, es decir, convertidas en modelos contextuales. Puede
que tengamos una teoría de las situaciones sociales para explicar los contextos, pero,
necesitamos la interfaz cognitiva para transformarlos en las estructuras relevantes que son los
contextos.
Acción: el ACD no solo se interesa por los actos de habla, sino también, por muchas otras
acciones, interacciones y prácticas sociales que se verifican por medio del discurso. De esta
manera, una declaración ante un parlamento puede estar compuesta por acusaciones ante
alguna política gubernamental, pero también, puede haber implicada otra acción social y
política como la de criticar al gobierno, estar en la oposición, etc.
Actores: constituyen las situaciones sociales y son parte de las situaciones comunicativas que
desempeñan roles comunicativos, es decir, pueden ser hablantes, escritores o destinatarios.
Pueden definirse como individuos o, globalmente, como grupos, organizaciones e
instituciones.
El enfoque crítico se caracteriza por una visión de: la relación que existe entre el lenguaje y la
sociedad y, la relación entre el propio análisis y las prácticas analizadas.
En primer lugar, el ACD, toma al discurso (uso del lenguaje en el habla y la escritura) como una
forma de práctica social. Concebir al lenguaje como práctica social, sugiere la existencia de una
relación entre un discurso en particular y las situaciones, instituciones, y estructuras sociales
que enmarcan a ese discurso. Dicha relación es bidireccional, porque lo social moldea al
discurso y este, a su vez, forma o constituye lo social, es decir, constituye las situaciones, los
objetos de conocimiento, la identidad social de las personas y las relaciones de estas y los
grupos entre sí. Las constituye en el sentido de que sustenta y reproduce el statu quo social y
también lo transforma.
Debido a esta influencia social del discurso, este plantea cuestiones importantes relativas al
poder, porque, las prácticas discursivas pueden tener efectos ideológicos, es decir, pueden
ayudar a producir y reproducir relaciones de poder desiguales entre clases sociales, hombres y
mujeres, etc. Por cómo representan los objetos y sitúan a las personas. De esta manera el
discurso puede ser, por ejemplo, racista o sexista, y puede intentar hacer creer supuestos,
generalmente falsos, acerca de cualquier cuestión de la vida social, cuestiones de sentido
común. Y esta carga ideológica del uso del lenguaje, ni las relaciones de poder subyacentes son
evidentes a las personas. Por eso, el ACD, tiene el objetivo de lograr que estos aspectos opacos
del discurso, se vuelvan más transparentes.
El ACD en contexto:
El interés actual por el ACD es el interés crítico por el lenguaje en la sociedad contemporánea,
pero también se nutre de ella.
Esta conciencia crítica respecto de las prácticas lingüísticas cotidianas existe por los cambios
que se dieron en las funciones que cumple el lenguaje en la vida social. De hecho, el lenguaje,
ocupa hoy un lugar más importante en los procesos sociales. Algo que sorprende mucho hoy
en día es la creciente importancia económica del lenguaje, porque se utiliza para vender
servicios, de ahí, la preocupación por el “diseño” del lenguaje –hablado y escrito- que utiliza el
personal de esos servicios (azafatas, vendedores, etc.) Al mismo tiempo, los medios,
especialmente la TV, ocupan un lugar cada vez más importante en aspectos claves de la vida
social como, por ejemplo, la política. Hoy en día, los políticos tienen acceso a grandes
audiencias y esto le ofrece mejores oportunidades de formar opinión. Entonces, el diseño
preciso del lenguaje, es un factor crucial para la lucha política. Por otra parte, el proceso de la
lucha política, busca los medios y mayores audiencias y esto incrementa aún más la presión de
diseñar el discurso político.
De esta manera, la creciente importancia del lenguaje en la vida social tuvo como resultado
una intervención más consciente para controlar y moldear las prácticas lingüísticas de acuerdo
a los objetivos económicos, políticos e institucionales. Esto recibe el nombre de
“tecnologización del discurso” que es un rasgo del orden discursivo y lingüístico
contemporáneo. Esta tecnologización implica la investigación lingüística, el diseño y rediseño
de las prácticas del lenguaje y el entrenamiento del personal institucional en esas prácticas.
Hoy en día, un rasgo habitual de la vida cotidiana es la conciencia crítica de las prácticas
discursivas (o discursos) y la tendencia a transformarlas como elemento de las luchas sociales
(de clase, de género, ecológicas, etc.) por consiguiente, el ACD, es, también, una característica
de la vida social contemporánea y secundariamente una tarea académica. Este se arraiga en
las propiedades de la vida contemporánea.
Análisis crítico en acción: los autores proponen una versión del ACD basada en ocho principios
teóricos:
Además del poder dentro del discurso, existe el poder sobre el discurso que se
manifiesta en una cuestión de acceso. Esto quiere decir que hay personas que tienen
mayor acceso a los discursos que otras.
Ejercer poder sobre el discurso también es una cuestión de capacidad para controlar y
modificar las reglas de juego de las prácticas discursivas y las estructuras del orden del
discurso.
Los aspectos discursivos de las relaciones de poder no son fijos. Por eso, el ACD, debe
ocuparse, además de la reproducción de las relaciones de poder por medio del
discurso, de los aspectos discursivos de la lucha por el poder y de la transformación de
las relaciones de poder. En este sentido debe considerarse el poder en el discurso y el
poder sobre el discurso en términos dinámicos, es decir, considerando el ejercicio del
poder en el aquí y el ahora de los discursos específicos (cuando se está desarrollando
el discurso) y la conformación a largo plazo de las practicas discursivas (cuando se
procede a la creación de un discurso), ya que, los órdenes del discurso son
generalmente negociados.
Una hipótesis de trabajo útil es que cualquier parte de cualquier texto lingüístico,
escrito o hablado, constituye representaciones, relaciones e identidades de manera
simultánea. Este supuesto está de acuerdo con una teoría multifuncional del lenguaje
y del texto, por ejemplo, en la lingüística sistémica de Halliday. Según ella, incluso las
oraciones simples de un texto operan al mismo tiempo en un plano ideacional para
construir representaciones de la realidad, en el plano interpersonal, para construir
relaciones sociales e identidades y en el plano textual, para integrar las distintas partes
del texto en un todo coherente.