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¿Qué hago si siento que están manipulando a mi hijo?

El día en que Tomás (16) fue a preguntarle a su mamá si podía invitar a unos amigos al
patio de la casa para celebrar su cumpleaños en noviembre de este año, a Francisca Díaz
(45) se le generó un problema. No era el tema del aforo, porque ella no dejaría que
entraran más que los permitidos, pero sí el hecho de que la regla siempre había sido no
hacer juntas en la casa “que pudieran provocar cualquier desajuste en sus estudios,
salud y responsabilidades durante la adolescencia”, según cuenta. Esta vez hizo una
excepción, y cuando llegaron sus cuatro invitados, lo que más le impactó fue el hecho de
que no conocía a ninguno de los amigos de su hijo, porque no eran del colegio.

“Decidí quedarme en la cocina ayudando con las pizzas, un poco para dejar que
interactuaran a solas, y un poco también para ver cómo Tomás se desenvolvía”, cuenta
hoy. “Cuando les fue a mostrar su pieza, decidí asomarme por la escalera muy
sigilosamente, solo para curiosear qué era lo que opinaban. Alcancé a escuchar que se
metían a su closet, y que las amigas le decían que su ropa estaba pasada de moda, que
las camisas que tenía lo hacían verse perno. No escuché una defensa de su parte, todo lo
contrario: de inmediato comenzó a excusarse por cómo se vestía y a decir que pronto
iba a cambiar”.

Que los adolescentes sigan modas o incluso se sometan a la opinión de sus pares es algo
que puede pasar en el proceso de desarrollo. Según Ana María Arón, directora del Centro
del Buen Trato UC y académica de la facultad de psicología de la misma universidad, “en
general la manipulación tiene que ver con algo que tu haces para manejar y conseguir
efectos en el comportamiento de otro, lo cual en sí no es malo, e incluso, la crianza y la
educación tienen mucho que ver con eso. El problema, está en cuando la manipulación
se vuelve abusiva, donde la persona que manipula a otro lo hace por sus propios
intereses”.

Al día siguiente, Francisca cuenta que durante el almuerzo le preguntó a su hijo por qué
no llevaba puesta una camisa que ella le había regalado para Navidad. “Desviando la
mirada, me dijo que en realidad no le había gustado. Entre la pena y la rabia de verlo
sucumbir ante los comentarios, le pregunté: ‘¿Por lo que te dijeron ayer tus amigos?’, y
no entré en cuenta de que mencionarlo podría haber sido un graso error. Tomás se
encerró en su pieza enojado por mi pregunta, y no volvimos a hablar del tema en un
buen tiempo. Así, mi preocupación por su estado de ánimo empezó a aumentar,
fallando en insistir en que me contara más sobre este ‘nuevo’ grupo de amigos. Eso me
provocaba más desesperación: ¿Estaba dejándose llevar por cosas más graves que yo no
sabía?”
Las alertas para entender si un adolescente está pasando por una relación de
manipulación abusiva, tienen que ver más con lo que los padres saben sobre ellos que lo
que no. Para Adrián Aguilera, psicólogo y director del Instituto Grupo Palermo Chile y del
centro Disciplina Positiva, el que un hijo pueda estar expuesto tiene varios factores. “La
fórmula que lo define es que exista una baja autoestima, fácil e influenciable, lo que
significa que el adolescente no está siendo capaz de tomar sus propias decisiones por no
estar seguro de quien eres como persona. Eso se gesta desde la niñez y se muestra más
claramente en la adolescencia”, dice.

Si lo observamos desde la crianza temprana, Ana María Arón explica que la clave para
desarrollar la baja autoestima también está en que “si el niño ha tenido una educación
muy castigadora, no se van a poder defender porque aprendió que el más fuerte es el
que manda a toda costa. El sobre-cuidado y las imposiciones que le dan los padres a los
hijos, provoca que ellos duden de sus propias sensaciones y experiencias. Eso es algo
que luego se traspasa al plano de los pares, donde éstos dejan de ser tan ‘iguales’,
porque siempre el que está solo va a estar en un estatus más bajo que los otros”,
cuenta.

Por eso la adolescencia es una época donde se puede dar una sobre exposición para los
hijos a ser manipulados, algo que también se potencia, según explica la directora del
Centro de Intervención Temprana de Viña del Mar y psicóloga especializada en
neurociencias, Carla Flores, porque “en esta etapa hay una búsqueda de gratificación
constante en nuestro cerebro. Mientras más cosas le hagan sentir satisfacción y
adrenalina, más dopamina habrá para sentirse a gusto, y ahí es cuando integrar un
grupo social empieza a convertirse en algo necesario para estar feliz. El punto es, a costa
de qué están los adolescentes tratando de conseguirla”.

“Después de varias semanas, fue Tomás el que llegó a conversar conmigo”, cuenta
Francisca. “Vi un poco de resignación en él, porque me contó que si bien la ropa no le
importaba tanto, no lograba entender por qué a veces, a pesar de que hacía todo lo que
le pedían, quedaba afuera del grupo. ‘¿Pero qué cosas te piden hacer?’ le dije, y me
contó que le hacía las tareas a los demás, o les prestaba plata para comprar cosas por
Internet que nunca le devolvían, o que incluso, pasaba las claves de los sitios para ver
películas y series porque se lo pedían, pero no para ver series con él. Se me partió el
corazón”.
¿Qué hacer para solucionarlo? A pesar de que puede haber un deseo de ayudar y proteger
al hijo, según Carla Flores, hay consecuencias en tomar una acción arrebatada, como por
ejemplo, obligarlos a cortar sus relaciones. “Hay un instinto de protección básico que es
muy comprensible, y también se mezcla con una sensación de culpa cuando algo no
anda bien con nuestros hijos. Pero a pesar de que los padres siempre se pregunten qué
están haciendo mal, la sobreprotección e intromisión también les quita las herramientas
a los hijos para desenvolverse solos, y terminan por victimizar secundariamente al
menor provocando un nuevo sometimiento”.

Aunque duela, la sobreprotección no ayuda a reforzar la autoestima

Uno de los de cambios que se empiezan a experimentar en la adolescencia, también tiene


que ver con que el foco sale de la figura referente de la madre y el padre y se centra en los
amigos. Si ese referente ha sido muy avasallador hasta el momento, “el hijo no es capaz
de tomar sus propias decisiones para evitar que se lo lleve la corriente, porque sus
padres le han estado rescatando de todo antes de que siquiera este pueda pensar en
qué hacer para salir de ahí”, dice Adrián Aguilera. “Pasa desde muy temprano y en las
cosas más sutiles, que eximen al niño de la responsabilidad que tiene en sus procesos
del día a día, afectando su auto-concepto”.

Para prevenir eso, es importante que desde pequeños puedan validarse como seres cuyas
emociones y pensamientos valen, porque como explica Ana María Arón, “quien duda de
sus propios pensamientos, está mucho más expuesto a la manipulación, porque
necesitan que otra persona les guíe. Si les enseñamos desde siempre a tomar decisiones
acorde a su etapa, esto también le dará a los hijos el valor de cortar con las
manipulaciones, y prevenir situaciones de abuso más grandes”.

Como le pasó a Ale Catalina Fernández (30) en su adolescencia. Mirando hacia atrás,
recuerda que a los 17 años tuvo un pololo al cual ella le hacía todos los trabajos, le
redactaba resúmenes para las pruebas y le hacía los ensayos PSU para ayudarlo a subir su
NEM y que alcanzara a estudiar la carrera de Actuación que soñaba –lo cual finalmente
nunca hizo–. “Mi actitud en ese tiempo era muy sumisa solo con él, y me sentía muy
culpable si no lo ayudaba. Pero no fue hasta la universidad que me di cuenta que lo que
había vivido era una manipulación. Comencé a acordarme que cuando yo le hacía los
trabajos, no era en buena onda, era después de que él me decía que si no lo hacía, iba a
terminar conmigo, o que tenía que hacerlo para estar “a la altura” para estar con él”,
cuenta.
Sin embargo, lo que Ale también recuerda es que sí llegó el momento en que ella decidió
terminar la relación, y eso fue también gracias a que sintió el apoyo de sus padres. “Mis
papás trataron de no intervenir directamente porque yo creo que tenían miedo de que
si me decían que creían que estaba siendo manipulada, yo iba a contestar mal, negarlo y
encerrarme en mi misma. Al contrario, mi madre lo aceptaba y le daba la bienvenida a la
casa, con el dolor de su alma. Eso no lo veo como un abandono, de hecho, creo que fue
una contención desde el silencio, donde pusieron su confianza en mi para que yo tomara
las redes del asunto, siempre pendientes si me sentía bien y estaba segura”.

Ana María Arón concuerda con que “a veces criticarle a los amigos o pololos es la peor
estrategia, porque probablemente le atraiga más la persona que sus padres le
recomiendan no ver. Pero una solución más segura, es abrir las puertas de la casa,
conocer los grupos y relaciones de los hijos, y poder conversar con ellos acerca de lo que
ambos viven en el mismo espacio del hogar, algo muy distinto a la crítica externa o al
juicio”. ¿Cuándo hay que intervenir entonces? “Si hay violencia, el deber es suspender
esa pelea. Pero siempre antes de proceder a ello, es importante que el adulto entienda
de la manera más acabada posible lo que pasó en primera instancia”, dice Ana María.

Adrián Aguilera agrega que parte de esa solución también “es creer en la reconciliación
con los hijos, aunque nunca nos hayamos dado cuenta si hicimos algo que pueda afectar
a su autonomía. Si se ve que hay una necesidad clínica que está fomentando la
sumisión, se va a terapia, pero primero hay que estar seguros de que habrán momentos
en que podremos escucharles y entender el proceso por el que están pasando y no
cometer los mismos errores avasalladores. Para eso, los espacios de encuentro,
comunicación y validación son cruciales”.

Ale cuenta que para ella la situación resultó en un aprendizaje positivo sobre cómo
escoger bien las relaciones y alejarse de quienes tienen fines utilitarios, y que sus padres
también sacaron una lección de esa época, que hoy practican con sus hijos menores.
“Agradezco que mis padres me hayan dejado ser, siempre con el brazo atrás para
acogerme si me caía, pero sé que hoy ellos se cuestionan mucho más los entornos en los
que desenvuelven mis hermanos adolescentes, algo que ayuda a la contención. Eso fue
un aprendizaje muy lindo: no es malo que tu hijo sea una víctima de la manipulación, y
la forma de superarlo, también es enfrentar la situación de manera reflexiva con ellos”,
dice.

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