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Lengua y Labios
Lengua y Labios
Algunos estudios han encontrado que muchos padres tienen un conocimiento limitado acerca de
los problemas en el desarrollo del habla y lenguaje.
Estas y otras expresiones por parte de profesionales, amigos y familiares crean falsas expectativas,
dilatando la hora en que consulten con el Terapeuta del Lenguaje o Fonoaudiólogo.
Por otra parte la idea tradicional de que el niño no habla, porque tiene la lengua prendida“, lo que
técnicamente sería un frenillo sublingual corto o ”anquiloglosia”, es otro mito. Lo que sí puede
generar son problemas de lactancia con sus respectivas consecuencias nutricionales como la falta
de aumento de peso y factores relacionales con la madre. También surgen problemas de
articulación fonética o pronunciación de las consonantes /r/, /rr/, /l/, /t/, /d/ y /n/, pero no afecta
el desarrollo del lenguaje.
Hacer que los niños saquen y metan la lengua, o la muevan de un lado al otro de la boca
(ejercicios bucoarticulatorios): Estos movimientos no están relacionados con la expresión oral
porque los controlan áreas del cerebro diferentes a las de los movimientos del habla. Para
producir un mensaje, primero hay que codificarlo en el cerebro y desde allí se dan las órdenes
para que se ejecute la pronunciación de los sonidos y se conviertan en palabras. Es toda una
cadena neuro-motora muy específica, con participación de pulmones, laringe y órganos
fonoarticuladores. Los labios y lengua en aislado, nada tienen que ver con la articulación o
pronunciación del habla.
Cuando un niño tiene el paladar hendido / labio fisurado, corregidos quirúrgicamente, hacer que
sople, con el objetivo de su habla no salga por la nariz (hipernasalidad o hiperrinofonía): Se ha
demostrado hace más de 60 años que soplar no ayuda a evitar que los sonidos del habla salgan
por la nariz. Se requiere una buena coordinación de músculos relacionados con el paladar blando
y otros órganos fonoarticuladores.
Poner un lápiz entre dientes y obligar a la persona a hablar así. Nadie puede hablar
correctamente con un lápiz entre los dientes. En lugar de ayudar, puede causar serias lesiones en
dientes y mandíbula.
Evitar que el niño consuma queso, porque si lo hace, no hablará. Excepto la intolerancia al gluten,
que puede conducir a la llamada “enfermedad celiaca” y ocasionales alteraciones en el sistema
nervioso central, ningún alimento estimula o retrasa la aparición del lenguaje. La idea de darle a
los niños uva, vino o sobras de aves son medidas absurdas e ineficaces para contribuir al
desarrollo del lenguaje.
LA REALIDAD
No se pronuncia ningún sonido del habla con la lengua tocando las comisuras de la boca, punta de
la nariz o la mandíbula. Tampoco soplando. Igualmente, no se requiere mucha fuerza para hablar,
así que no se necesita preparar la boca con ejercicios bucoarticulatorios aislados.
En el proceso de desarrollo del lenguaje, lo más típico es que hacia los 6 – 8 meses de edad, el niño
comienza la etapa de balbuceo, una repetición armoniosa y alegre de sílabas. Al año se inicia la
producción de palabras aisladas. A partir de los 18 meses aumenta desde 10 palabras en promedio
a más de 100 a los 2 años. Sin embargo, en este momento, muchos niños utilizan una jerga con
inflexiones como en el habla de los adultos. A los 3 años, pueden formar oraciones
gramaticalmente correctas, con algunos errores en conjugación y uso de tiempo y persona.
Alcanzan un vocabulario de 800 palabras, el cual se amplía rápidamente, hasta alcanzar las 1.500
a 2.000, a los 5 años.
Todo lo anterior nos indica que ante cualquier duda sobre el proceso de desarrollo del lenguaje de
nuestros hijos o estudiantes, debemos consultar lo más rápido posible con el Terapeuta del
Lenguaje / Fonoaudiólogo y no esperar a que el tiempo o las ideas populares sean las
herramientas mágicas de superación de estas dificultades.