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Moreno o la reconstrucción del canon femenino
BETTY OSORIO
Universidad de los Andes – Bogotá
Una de las formas de representación más cargadas de sentido político en occidente es la
de la maternidad. Tanto los dibujos de las cuevas de Cromañón en Francia como las numerosas
iglesias y altares construidos en América Latina en honor de la Virgen María evidencian la
importancia de esta imagen para los mecanismos de control del poder. La figura de la mujer
como dadora de luz ha permitido la construcción de una identidad de género en la mayoría de los
casos por mimesis y, por oposición, en condiciones de marginalidad y resistencia. Este sistema
de representación condiciona las formas de producción de conocimiento creando una polaridad
que le asigna al hombre el control de los fenómenos de la cultura y a la mujer los de la
naturaleza. Susan Stanford Friedman en su clásico artículo «Creativity and the Childbirth
Metaphor» comenta como los polos «creación» y «procreación» apuntan a dos campos
semánticos en conflicto. La creación está relacionada con los actos del intelecto que transforman
la cultura mientras que la procreación se mueve en el ámbito de lo biológico y está ligada a la
continuidad de la especie. De esta manera dice la autora:
«Un hombre concibe una idea en el cerebro mientras una mujer concibe un bebé
en la matriz, una diferencia que ha sido subrayada por la asignación postindustrial
de la esfera pública como un dominio masculino y de la esfera privada como un
lugar de la mujer»1.
La reflexión anterior podría bien servir de marco a un debate sobre las tendencias de la
teoría literaria feminista en las dos últimas décadas. Por una parte, Hélène Cixous, en «La risa de
la Medusa»2 establece una relación profunda entre el cuerpo de la mujer como engendradora,
siempre llevando en sí la imagen del otro que es el hijo y «nunca lejos de la madre», con sus
procesos intelectuales visibles en un texto femenino escrito «en tinta blanca». Dentro de esta
misma tendencia, Riane Eisler3, reinterpreta la historia de occidente señalando como el arte del
neolítico y el paleolítico está fuertemente marcado por la imagen de la diosa, una figura ligada a
los misterios de la fecundidad y del nacimiento. Otra tendencia, en conflicto con la anterior, es la
representada por Elaine Showalter4. Ella ha señalado los peligros de esta aproximación que
determina a partir del cuerpo biológico el desarrollo y la participación de la mujer en el espacio
social y que le hace juego al pensamiento analógico y binario de occidente. Desde los 70 son
importantes las discusiones y teorías alrededor de la literatura y la crítica lesbianas que han
puesto preguntas claves sobre el tapete. Tal vez la más relevante de ellas tiene que ver con la
forma como se construye la identidad sexual y como la metáfora de la maternidad la determina.
1
S. Stanford Friedman, «Creativity and the Childbirth Metaphor: Gender Difference in Literary Discourse».
Feminism. An Anthology of Literary Theory and Criticism. (ed. a cargo de Robyn R. Warhol y Diane Price Herndl.
New Brunswick, Rutgers, 1991, p. 373 (Trad. ns.).
2
H. Cixous, «The Laugh of the Medusa». [1975], Feminism. An Anthology of Literary Theory and Criticism, op. cit.
3
R. Eisler, The Chalice & the Blade, San Francisco, Harper & Row, 1987.
4
E. Showalter, «The Female Tradition», [1981], Feminism. An Anthology of Literary Theory and Criticism, op. cit.
1
La condición de madre supone una feminidad ligada exclusivamente al heterosexismo. Bonnie
Zimmerman propone que la identidad de la mujer no sólo está definida por sus relaciones con el
mundo masculino sino que igualmente importantes son los afectos que las mujeres desarrollan
entre sí. Dice por ejemplo «que las relaciones profundas entre mujeres son un factor crucial en la
vida de las mujeres, y que la orientación sexual y emocional profundamente afecta su conciencia
y por ende su creatividad»5. La lectura que David William Foster hace de los temas gay y
lesbianos en la literatura de América Latina6 se enmarca también dentro de estos nuevos debates
que rompen el cerco de las normas tradicionales de interpretación. Igualmente importante son los
trabajos de Helena Araújo7 y de Lucía Guerra8 quienes hacen una lectura feminista de textos de
la literatura colombiana y latinoamericana escritos por mujeres. Finalmente, el trabajo de Linda
Hutcheon, sin ser exclusivamente feminista, insiste en la forma en la cual los sistemas de
representación son aliados de las ideologías. Según ella, postmodernidad y feminismo
coincidirían en la visión de un placer y de un deseo socialmente construidos9.
Las reflexiones teóricas anteriores se nutren en gran parte de la experiencia de mujeres que han
escrito y siguen escribiendo como una manera de establecer un puente entre su cuerpo y su
intelecto, en una forma de escritura donde éstos no se opongan sino que se dinamicen dando
lugar a una identidad en constante desarrollo. Con el fin de indagar las coincidencias, pero
también las contradicciones entre la reflexión teórica y los espacios textuales, me propongo en
este trabajo estudiar algunos textos de El encuentro y otros relatos10, la última colección de
cuentos de Marvel Moreno. En ella, la autora de Barranquilla pasa revista a una gran variedad de
tipos femeninos e indaga en repetidas ocasiones en el papel que cumplen las relaciones madre e
hija y por extensión las de abuela y nieta, en el proceso de conformación de una identidad de
género. Esta preocupación es una constante a lo largo de toda su obra y se puede decir que es
uno de los rasgos que la marcan profundamente, pero en esta colección las soluciones a los
dramas de los personajes femeninos denotan una conciencia nueva sobre este tipo de discursos.
Algunas de sus protagonistas mujeres mueren o son víctimas impotentes de los roles que les ha
asignado la cultura y sufren una especie de vaciamiento y de pérdida de identidad cuando su
condición de madres o esposas se ve frustrada o negada, pero otras luchan y tratan de sustraerse
casi en forma desesperada de las influencias destructoras de modelos tutelares femeninos y
logran descubrir modos de ser femeninos plenos y diferentes.
Los cuentos están situados tanto en América Latina como en Europa y sin embargo, el
arquetipo mantiene unos rasgos semejantes que permite identificar un tronco común de
imágenes. En cuentos como «Barlovento» y «La sombra» es muy visible el aspecto telúrico que
liga lo maternal al ámbito de la naturaleza. Hay un principio femenino, casi cósmico, que es el
responsable por el ritmo de la vida en el planeta, una especie de savia fundamental. En otros
cuentos como «Una taza de té en Augsburgo» y «La peregrina», la figura materna está más
ligada a las negociaciones de poder en la sociedad y refleja los prejuicios y actitudes más
recalcitrantes y castradores para la construcción de un ser social femenino. En estos cuentos, la
maternidad se convierte en una supercategoría que abarca todo el espacio de la significación y
que amenaza con la locura y la misma muerte a las mujeres que quedan por fuera de sus
5
B. Zimmerman, «What Has Never Been: An Overview of Lesbian Feminist Literary Criticism» [1981], en
Feminism. An Anthology of Literary Theory and Criticism, op. cit. p. 117. Trad. ns.
6
D.W. Foster, Gay and Lesbian Themes in Latin American Writing, Austin, University of Texas Press, 1991.
7
H. Araújo, La Scherezada Criolla, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1989.
8
L. Guerra, La mujer fragmentada: historias de un signo, Santiago de Chile, Editorial Cuarto Propio, 1995.
9
L. Hutcheon, The Politics of Postmodernism, New York, Routledge, 1991, p. 152.
10
M. Moreno, El encuentro y otros relatos. Bogotá, El Ancora Ed., 1992 .
2
márgenes. Trabajaré estos aspectos en los cuentos mencionados con la intención no de inscribir
la obra de Marvel Moreno dentro de una u otra corriente teórica sino de mostrar con cuánta
decisión y profundidad esta escritora se ha hecho preguntas sobre la identidad de la mujer.
El mundo de las diosas
Y de pronto soy aspirada del hueco profundo de la noche. Un dolor terrible me acongoja.
Tengo la impresión de haber pasado mucho tiempo extraviada en el silencio. Serpenteo el
río, giro entre los árboles, las palabras estallan en mi memoria. No sé de dónde vengo ni
adónde voy, pero me siento ligera y fluida para enredarme en las lianas y balancear las
grandes hojas de las palmeras11.
De esta manera comienza el cuento titulado «La sombra». La voz narrativa sale de las
profundidades del tiempo, de un más allá mítico donde lo femenino tiene sus raíces y se disuelve
en la naturaleza. Más adelante sabemos que esta voz es la de la abuela arquetípica que aquí se
llama Ana María Alvarado y quien vela el sueño de su nieta Adriana. A pesar de estar muerta, el
personaje logra permanecer asido a la memoria de su nieta. A las puertas de la locura estuvo esta
mujer. Cuando muere Cristina, Ana María abandona su presente para sumirse en el pasado y
recuperar así fragmentos de la infancia de su adorada y única hija. Ella misma sufre una
regresión en su cuerpo al asumir una posición fetal, como si quisiera regresar de nuevo al vientre
materno en busca de consuelo y amparo. De esa postración la rescata su sirvienta Dionisia quien
con un saber legendario manipula los remedios caseros y la trae de nuevo al mundo para
ocuparse de la suerte de su nieta. Ese mismo saber lo está empleando Dionisia ahora con Adriana
al darle una pócima que posiblemente permite que despierten en ella los recuerdos sembrados
por la abuela. Así como la hija Cristina abandonó el ballet para casarse y morir al dar a luz, la
nieta Adriana va a dejar la carrera de leyes por el matrimonio. El cuento no narra la historia
posterior del personaje, pero la presencia fantasmal de la abuela hace que vuelva a abrir sus
libros de Derecho encontrando un camino que había perdido.
A pesar de que el cuento representa un principio femenino ligado a las fuerzas de la
naturaleza, las mujeres de este cuento no se entregan inermes a ellas. Dionisia con su saber
rescata a Ana María de los umbrales de la muerte y Ana María regresa desde el más allá para
salvar a su nieta. Es interesante mostrar que es la criada, quien está al margen del mundo de las
señoras, la que evita que ambas sucumban ante su destino implacable de madres. Dionisia,
precisamente por esa marginalidad no está regida por los mismos modelos y puede encontrar una
puerta de escape. Esta solidaridad entre mujeres que se unen para evadir el autoritarismo y
verticalidad de la sociedad patriarcal constituye uno de los puntos nodales de las teorías
lesbianas que se preocupan no sólo por los aspectos eróticos sino por múltiples formas de
relación entre las mujeres12. Este cuento sería un buen ejemplo de este tipo de afectos ya que tres
generaciones de mujeres tienen el cariño y el apoyo de Dionisia para resistir las tiranías del
poder patriarcal. El cuento no expresa la relación con la naturaleza como un acto determinista
sino como una forma liberadora que nos permite desandar el hilo de la historia y aspirar a otro
futuro. Las imágenes asociadas a la brisa y al viento, símbolos de lo intangible, pero también de
11
Ibídem, p. 88
12
B. Zimmerman, «What Has Never Been: An Overview of Lesbian Feminist Literary Criticism» [1981], op. cit.,
p. 121.
3
un espacio abierto, sugieren un entorno donde este regreso y comunión con la naturaleza posee
un efecto liberador.
Una ampliación de este tema se encuentra en el último cuento de la colección titulado
«Barlovento». Se narra la historia también de una trilogía de mujeres con énfasis en las figuras
de la abuela y de la nieta, pero esta vez con muchos más detalles. La protagonista que se llama
Isabel es una muchacha juiciosa y que ha estudiado tres años de sociología en París, pero que ha
enterrado su erotismo y su cuerpo. Su ambición consiste en «casarse como Dios manda, tener
hijos y formar una verdadera familia»13. Su matrimonio con Juan Antonio, un hombre lleno de
prejuicios y tabúes, le va a garantizar la realización de estos deseos. La muerte de la abuela
Josefa y más aun la inexplicable pérdida de su cadáver, viene a liberar a Isabel quien debido a su
amor por la abuela va a encontrar una forma insospechada de realizarse.
Los acontecimientos tienen lugar en Venezuela, pero en el horizonte de los personajes
está París como imagen generadora de la situación que vive Isabel. Una vez en su tierra, en
contacto precisamente con los sirvientes y campesinos negros, Isabel empieza a cambiar. Al
emprender la búsqueda del cadáver de su abuela va en su propia búsqueda. A medida que se
aparta de la ciudad y se interna en el territorio abierto donde se encuentra situada la finca Las
Camelias, la historia se empieza a desandar. El ruido de los tambores que anuncia la llegada de la
protagonista, alude a un lenguaje ligado a la magia y a un mundo primigenio donde todavía no
ha ocurrido el divorcio entre la mente y el cuerpo. Bien significativo es el hecho de que la abuela
haya desaparecido durante las festividades de San Juan, un tiempo sagrado cuando se libera al
cuerpo de las cadenas de la razón y que se describe de la siguiente manera:
...durante tres días y tres noches se bailaría frenéticamente en las calles del pueblo, los
hombres disfrazados de mujeres y las mujeres de hombres, al son de los tambores y el
tiquitá de la Mina. De esos tambores que respondían a los que resonaban en la selva, los
sagrados, los que invocaban las terribles deidades negras entre samanes gigantescos y
cuevas desconocidas, mientras en el pueblo, entre torbellinos de polvo y botellas de ron
blanco, la gente giraba y se contorsionaba bajo el hechizo de aquella música endiablada y
con risas y carcajadas las mujeres se entregaban a quien quisiera, tomando siempre la
iniciativa, pues la costumbre exigía que todo se invirtiese y los hombres más procaces
resistían como jovencitas remilgadas antes de dejarse seducir14.
4
borde del desarrollo. Hay que ir a buscarlo allí para refrescar la mente y el cuerpo de occidente.
También sugiere que muchas mujeres como Isabel y como Josefa se han nutrido en secreto de
esas fuentes y que eso les ha permitido escapar del dominio implacable del patriarcado. La
condición de secreto de este encuentro es precisamente la que lo salva de ser institucionalizado y
por lo tanto de ser convertido en una herramienta de dominación. Lo masculino, representado en
el Mandinga, no es castrador ni fijo, pues no se inscribe dentro de la política del patriarcado.
Vale la pena recordar que él es un cimarrón. Recordemos que la fiesta de San Juan prescribe una
inversión de los papeles, demostrando que no hay identidades fijas sino un flujo de percepciones
y acontecimientos que se van albergando en la memoria. Por lo tanto, las identidades masculinas
o femeninas polarizadas se disuelven formando un trazo donde permanece sólo la diferencia.
Esta forma de relación posibilita un auténtico encuentro con el otro que ya deja de ser masculino
o femenino para ser el compañero. Este cuento parece dar testimonio de que para lograr ese
encuentro es necesario abandonar la estructura de una sociedad basada en la dominación y entrar
a construir, o mejor a recuperar, un espacio donde la figura del padre no es la dominante. Hay
que recordar que Las Camelias ha sido siempre propiedad de mujeres y que su rasgo distintivo es
la redistribución del producto de la finca entre los negros que la trabajan. Isabel tiene que olvidar
la sociología aprendida en París para entender el mundo de Barlovento. La justicia social es aquí
lograda gracias a las relaciones entre el Mandinga y la dueña de la finca en un encuentro que
tiene las características de una reconciliación con las fuerzas de la naturaleza. ¿Cómo se puede
leer entonces esta forma alternativa de contrato social? Creo que el cuento está señalando con
bastante claridad un necesario replanteamiento del papel de la familia tradicional dominada por
el padre y edificada sobre el sometimiento de la madre gracias al modelo de la maternidad. Esta
es la situación que inicialmente deseaba Isabel. Tal modelo parece ser la causa de una profunda
injusticia que permea todas las capas de la sociedad. La erosión o el desmantelamiento de la
autoridad del padre y la reformulación de la maternidad, aspectos planteados en el cuento como
un regreso a las entrañas de la selva, es un pre–requisito para encontrar las condiciones de una
sociedad feliz y justa. No se trata aquí de una apología al buen salvaje sino de recuperar una ruta
que tal vez se perdió en el camino de la evolución. Allí yacen las coincidencias con el libro The
Chalice & the Blade cuya teoría central precisamente es esa.
El título The Chalice & the Blade se deriva de este cambio de dirección cataclísmica en
la prehistoria de la sociedad occidental, cuando la dirección de nuestra evolución cultural
cambió drásticamente. En este punto la evolución de las sociedades que adoraban las
fuerzas generadoras de vida y nutrición del universo –en nuestro tiempo todavía
simbolizadas por el antiguo Cáliz– fue interrumpida15.
La Isabel de este cuento representa ese individuo perdido en los estertores de la era de la
razón que busca con desesperación nuevas formas de percibir y de ordenar el mundo y que
regresa a la naturaleza como un acto de liberación y no como un encadenamiento fatal al origen.
Las desobedientes
«Una taza de té en Augsburgo» y «La peregrina» son dos cuentos relacionados entre sí,
pues en ambos encontramos una rebelión abierta contra el patriarcado cuyo poder se nutre de la
fijación del papel del padre y de la madre. Estos dos textos reivindican identidades sexuales que
15
R. Eisler, The Chalice & the Blade, op. cit., p. XVII (Trad. ns.).
5
tradicionalmente han sido estigmatizadas: la lesbiana y la ninfómana. A pesar de provenir de
actitudes diametralmente opuestas, ambos comportamientos ponen en crisis la manera como la
ideología patriarcal controla el deseo de los individuos. Son textos que provocan una lectura
desestabilizadora de los gustos sexuales del lector inhibido por los tabúes culturales.
Precisamente, las teorías postmodernas, impulsadas por las teorías feministas, han permitido el
reconocimiento de comportamientos situados por fuera de la red de representaciones de la
ideología central, generando un desafío a sus estructuras de poder. Linda Hutcheon describe así
ese fenómeno.
Pero las feministas también han enfocado su atención en la política de la representación y
del conocimiento –y por eso también sobre el poder. Ellas han hecho pensar a la
postmodernidad, no sólamente acerca del cuerpo, sino acerca del cuerpo femenino, no
sólo acerca del cuerpo femenino, sino sobre sus deseos– y sobre ambos como social e
históricamente construidos a través de la representación16.
En ningún momento le vino la idea de revelarle a su madre la verdad, de darle la alegría
de saberla viva y gozando de una situación privilegiada. Para Frieda habría sido
maravilloso descubrir que su hija había escapado al trágico destino de los niños
abandonados y que era inteligente, bella y rica18.
La trama y la fuerza del cuento se basan en esta paradoja que es piedra de escándalo para el
lector representado en Peter, un amante de Miranda que la deja cuando sabe lo ocurrido.
Prescindir de la imagen de la madre es al mismo tiempo superar un sistema represor del deseo y
el precio por conquistar una autonomía erótica. Esto no lo puede entender el amante que «la
miraba con una expresión de inexorable tristeza, como si ella no perteneciera ya a este mundo»19.
Lo que Miranda ha dejado atrás es precisamente la ideología del patriarca que la obligaría a una
mutilación de su deseo.
16
L. Hutcheon, The Politics of Postmodernism, op. cit., p. 143 (Trad. ns.).
17
M. Moreno, El encuentro y otros relatos, op. cit., p. 9.
18
Ibídem, p. 18.
19
Ibídem, p. 19.
6
No haré sino un breve comentario sobre «La peregrina». En este cuento, Moreno tiene
mucho cuidado en construir el entorno social de la protagonista Ana Victoria: es española,
aristocrática y ninfómana. El último término deconstruye los dos primeros. Entonces, ella para
liberar su deseo tiene que subvertir las representaciones sociales sobre su papel de mujer. En este
caso, la censura se nutre del ámbito religioso cristiano que ha sido absolutamente represivo del
cuerpo femenino. El golpe de gracia del cuento consiste en que el santo le hace el milagro al
revés; en vez de curarla de su ninfomanía le va a permitir una realización ilimitada de sus deseos:
«Se amaron sin comer ni dormir, sin mirar siquiera el reloj»20. Al final de la peregrinación, ella
deja de ser una enferma que debe ser curada o una pecadora que debe ser redimida y encuentra
un compañero para vivir en forma delirante su erotismo. El relato no se cierra con la muerte del
deseo y el regreso al hogar, sino que Ana Victoria rompe con la cadena de las representaciones
de la madre y de la esposa y ante ella se abre un devenir mujer donde es dueña de su voluntad.
Para finalizar, quiero decir que Marvel Moreno ha explorado en este libro temas y
preguntas que coinciden con las reflexiones más renovadoras de las teorías feministas, invitando,
de esta manera, a las mujeres de su país a tomar conciencia de las relaciones tan profundas
existentes entre los sistemas de representación y las formas de dominación. Su labor de narradora
se cierra con esta obra como un acto afirmativo y transgresor que le resta legitimidad a los
discursos patriarcales de la literatura colombiana. Más aun, empieza a dejar atrás, como lo
explica Lucía Guerra para el caso de la escritura femenina en América Latina21, la imagen de
Scherezada que ha sido la metáfora clave para describir este proceso en Colombia hasta finales
de los ochenta, y se apodera de otras preocupaciones y significados. La siguiente reflexión,
también de la crítica citada antes, describe el impulso que mueve la escritura de Marvel Moreno
en esta última etapa.
La imposición de la maternidad como único rol social o la condena al anonimato son,
para las escritoras actuales, eslabones que han dejado de existir. Su escritura, en un nuevo
devenir que le permite participar activamente en la cultura, constituye el engendro de
otras historias que modificarán, de manera significativa, los rasgos evolutivos del signo
mujer analizado en este estudio.22
20
Ibídem, p. 124.
21
L. Guerra, La mujer fragmentada: historias de un signo, op. cit., p. 183.
22
Ivi.