En la parte 4 de Leopoldo Zea plantea que para el hombre americano ha sido muy
difícil tomar conciencia de aspectos tan diversos del acontecer de su historicidad,
por esto siente que lo construido a partir de cánones extraños no le es propio, y lo que puede elaborar a raíz de ello no lo siento propio. La filosofía que ha surgido en virtud de solucionar los problemas de las sociedades, en américa es fruto de confusión, ya que al no ser contextualizada logra ser poco diciente en abordajes de la cultura y cosmovisión de éste lugar de enunciación, así desplazando el mito y la deidad por la razón. Tras dos guerras mundiales y la decadencia de occidente, el hombre latinoamericano ha visto en la crisis una oportunidad de establecer su pensamiento y su construcción como una filosofía que cumple con los estándares de las filosofías griegas, alemanas, francesas etc. Causando una fuerte discrepancia con la idea de universalidad de la misma filosofía. Bajo estas referencias, se ha tomado conciencia de la historicidad y la cultura y se ha aprovechado la crisis de una filosofía de occidente para igualar los estamentos epistemológicos, ontológicos de una construcción autóctona y que hunde sus raíces en la vivencia de lo que puede considerarse latinoamericano. La crisis de occidente que reafirma las limitaciones del sistema meramente eurocéntrico y que rechaza toda forma nueva de interpelación y construcción fuera de sus arquetipos, y américa latina tomando sus limitaciones como oportunidad para establecer una equidad ontológica creando un lugar de enunciación valido frente a las estructuras heredadas de antiguo. El res quebramiento de la idea de universalidad filosófica frente a la idea de las filosofías nacionales, locales o con nacionalidad, ha posibilitado el establecimiento de una filosofía americana, o una filosofía latinoamericana que elaborada con presupuestos propios buscan responder a nuestros contextos de manera acertada, ya no como algo extraño o adaptado, sino natural y efectivo.